Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Haz realidad nuestros sueños por Paz

[Reviews - 123]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

He estado ausente demasiado tiempo, diversos motivos me han mantenido apartada, intentaré a partir de ahora mantenerme puntualmente.... Gracias por vuestra espera. Aquí tenéis un nuevo capítulo.

Haz realidad nuestros sueños


Basado en Slam Dunk de Inoue Takehiko, cuyos derechos de autor le pertenecen


By Paz


Capítulo 7: Preparativos



Los caballos espumaban por los ollares y befos cuando unas horas más tarde se detuvieron en el patio del castillo, les había hecho galopar hasta el agotamiento, hubiera sido sospechoso que él fuera directamente hacia las caballerizas, por ese motivo dejo su montura en manos de los mozos cuando se apresuraron a acercársele, uno tomó las riendas cuando las dejo sueltas, otro se inclinó en el suelo para que pudiera desmontar, el tercero quedo a la espera de cualquier orden. Les despidió a todos con un simple gesto.  Su joven escudero se había separado de él apenas cruzaron las puertas de entrada al castillo.


Con paso firme se dirigió al interior del edificio, apenas dio unos pasos se volvió, mirando por encima del hombro, mirando que nadie le siguiera, luego su mirada se poso alrededor suyo confirmando que no hubiera criados ni cortesanos cerca, tras cerciorarse dio media vuelta y regresa al patio, el calor mantenía a todos recogidos en sus salas, bebiendo o comiendo, cogiendo a alguna sirvienta complaciente o simplemente apartados del bochorno.


Creyéndose solo salió y emprendió la marcha.


Un par de ojos seguía con curiosidad sus furtivos pasos, su mirada le siguió inquieto por su propia seguridad., por ese motivo, apenas le vio desaparecer tras uno de los edificios, se decidió a ir tras él. Preguntándose que estaría tramando.
Creyéndose solo, como quien no tiene nada que ocultar, cruzó con paso decidido el patio, ignorando que una mirada desconcertada le seguía.


Le vió internarse por uno de los pasos interiores de la fortaleza, tuvo que esperar que no estuviera a la vista para poder continuar su seguimiento. Desembocó en una intersección, miró desconcertado a izquierda derecha, sin saber que camino seguir porque él había desaparecido, como si se hubiera esfumado en la nada. Como bien sabía un cuerpo no puede volatizarse así como así, pensó que tal vez había algún otro paso tras él que le había pasado desapercibido, estaba decidido a dar la vuelta cuando escuchó una voz a su espalda.


-Por qué me sigues? –y la punta de un kunai se clava en sus costillas.


-Mi señor... –se lleva la mano a la cabeza quitándose la capucha de su capa que hasta entonces le había protegido del abrasado calor.


-¡Masanobu!! ¡¡Que pretendes siguiéndome así!! –exclama guardando en la vaina su kunai. En la penumbra no se ven sus facciones, no necesita verle para reconocer su voz- Ven....


Reemprende su camino sin confirmar que le sigue. Sabe que el joven solo pretendía protegerlo, aún cuando el no iba desarmado, ya que portaba los sables daisho, el de mayor tamaño la katana y el mas pequeño wakizashi, además de otras armas cortas como también arrojadizas. Cualquiera se le se acerque no le encontrará descuidado. Aún así agradece la preocupación de Masanobu.


Sabiéndose solos se apresura a ubicarse a su mismo nivel, un tanto sorprendido al verle retroceder, comprende que sabía que iban tras él le tendió una trampa. Sintió un escalofrío al pensar en ese kunai en su espalda, de haber sido un desconocido o alguien en quien no confiar ya sería un cadáver en ese lugar.


Salieron a un estrecho callejón.


-Hacía donde vamos, mi señor? –se atrevió a preguntar.


-Detrás de las caballerizas.


-Solo hay almacenes...


-Exactamente.... –no le extrañó que estuviera enterado. Los sirvientes conocían mejor todos los entresijos del castillo que los propios señores.


Algunos minutos después se reunían con su joven escudero. Masanobu no le extraño verle, debió imaginar que solo él había conseguido llevar a tal lugar a su señor.


-Apresuraos, mi señor –dijo el muchacho- Oigo pasos –advirtió.


Atravesaron la puerta donde les esperaba el muchacho, la hoja de madera fue cerrada tras ellos, casi al instante los pasos se escucharon más cercanos y el sonido de la conversación de los hombres se fue apagando hasta dejarse de oír.


-Son los caballerizos, suelen utilizar este paso pocas veces, por lo que no hay peligro de encontrarse con ellos, excepto a primero hora de la mañana cuando reinician su jornada y la última de la tarde cuando vuelven a sus hogares –explicó el joven.


-Cómo es que conoces sus movimientos?


-No es la primera vez que estoy aquí. Enseguida lo comprenderéis. Esperad, por favor –pidió cuando sintió el sonido de los pasos- Encenderé luz –avisó.


Al cabo de unos instantes regresó con dos hachones encendidos, le pasó uno a Masanobu, su maestro de armas, que se hizo cargo de él en silencio, el chiquillo abría la marcha, él la cerraba.


En estanterías junto a las paredes se veían, sin orden ni concierto, todo tipo de materiales en desuso o rotos, nadie se había molestado en repararlos, fue más sencillo arrinconarlos en aquel espacio. En aquella sala se guardaban los utensilios más heterogéneos, el polvo y la humedad habían tomado forma en aquel espacio volviéndolo irrespirable. Un lugar desagradable a primera vista, encontrando allí claros indicios que eran los primeros en atravesar ese lugar por las huellas de sus pisadas.


Era una sala alargada y sus pasos resonaban a medida que avanzaban en el silencio roto. Tras cruzarla desembocaron en un pequeño vestíbulo por llamarlo de algún modo por el que podía distinguirse dos puertas y el inicio de una escalera, cuyo lóbrego hueco fue iluminado por el muchacho alejando al instante las tinieblas.


-Por ahí se va a la torre  -dijo alzando el brazo para mostrar los escalones que ascendían.


-Que hay arriba? –preguntó.


-Un par de salas, -mostró una de las puertas- Ahí es por donde se puede entrar sin atravesar el depósito.


-Veámosla.... luego quiero ver que hay arriba.


-Si, mi señor.


Intento abrir la puerta pero estaba demasiado ajustada, indicio claro que no se usaba. Masanobu le pasó su hachón y con ambas manos puso todo su empeño hasta que con un quejumbroso chirrido la puerta cedió permitiéndole abrir una abertura lo suficientemente ancha para permitir el paso de su señor.


Al traspasarla se vieron en otra sala, allí también se amontonaban sillas de montar, alineadas en todas las paredes de arriba abajo en perfecto orden, solo cubiertas por una lamina de polvo lo que evidenciaba que llevaban mucho tiempo sin ser usadas. En una de las paredes, aparecía un espacio sin ocupar, en el que se distinguía con claridad una puerta de regular tamaño, fue necesario que se inclinará para poder traspasarla.


Se encontraron en una pequeña sala, era aquel el hogar de alguien.


-Quien vive aquí? –interrogó, había signos evidentes que estaba ocupada.


-Es mi casa, mi señor. Bienvenido a mi humilde morada. –musitó inclinándose ante él.


Miró alrededor con curiosidad, sin lugar a dudas era humilde, sin embargo, primaba la limpieza. Se veía el lugar acogedor, cálido.


El hogar aparecía apagado, se fijo en la mesa ubicada en el centro de la habitación, junto a la pared un mueble contenía la vasija cuyos platos se veían descascarillados, también había un par de jarros de peltre, un catre junto al hogar para recibir el calor en las frías noches de invierno, nada allí indicaba una presencia femenina.


-Vives solo?


-Normalmente si, aunque a veces viene mi primo para darme compañía.


-Y vuestro padre? Madre? –inquirió.


-Mi padre cayó en la última gran batalla y mi madre dos años antes de fiebres.


Asintió, en aquella terrible lucha muchos valientes dejaron sus vidas. A pesar del tiempo transcurrido aún se recordaba con dolor en demasiados hogares.


Se dirigió a la puerta de entrada, abriéndola, se asomó con cierta precaución, pronto comprobó que era innecesario, aquel era un callejón sin salida, altos muros se levantaban a derecha e izquierda, la entrada a la vivienda estaba situación al final del callejón. Se preguntó como era posible que una persona, casi un niño pudiera vivir en un lugar así. Se volvió a mirarlo, pensando que cuando todo acabara le encontraría un lugar mejor que aquel, donde la luz del sol penetrara en todas las ventanas y que la oscuridad fuera desterrada, dejándola solo cuando era necesaria para dormir. Hizo una seña a su Masanobu para que se acercara.


-Ve hasta la entrada del callejón,  comprueba si eres capaz de volver a este lugar por ahí.


Mientras le ve alejarse comprueba que de haber sido de constitución robusta hubiera tenido que andar de costado. Le vió asomar con prudencia la cabeza cuando alcanzó el principio del callejón, solo entonces se volvió hacia el interior de la vivienda, el muchacho era delgado y en esas últimas semanas había dado un estirón fortaleciendo sus músculos con el entrenamiento.


-Qué edad tienes?


-Cumpliré quince en un par de meses.... –dijo con orgullo alzando los hombros y sacando pecho.


-Gracias... –apoyó su mano en su hombro al decirlo- Me has hecho un gran servicio.


Oírle expresarse así le enorgulleció aún más.


Masanobu regresó.


-Conoces la ubicación exacta?


-Si, mi señor –respondió sin comprender aún que se esperaba de él.


-Vayamos a ver la torre...


El niño volvió sobre sus pasos, una vez que pasaron cerró la puerta, atravesaron la antesala y alcanzaron el tramo de escaleras que conducían al piso alto.


-Es por aquí..., tened cuidado con los escalones, en algunos tramos están gastados.


La escalera ascendía en espiral, sesenta escalones que desembocaban en un amplio espacio, Masanobu y el muchacho seguían portando hachones para iluminar su paso.


Tal como el chico había dicho, dos puertas de madera maciza talladas permitían el acceso a dos salas, esperaba encontrar el lugar en parecidas condiciones que el resto de las salas por las que había pasado, por eso contempló con curiosidad el interior al ver que no contenía material en desuso. Las paredes estaban cubiertas con paños deslucidos por el tiempo y el polvo y que en su día debieron lucir todo su colorido y belleza. Otra de las paredes tenía un mueble con estanterías semi vacías, en el que se veían rollos de pergamino, también había una larga mesa con su correspondiente silla en el centro de la misma, y sobre ella más manuscritos y un libro abierto, se acercó pero la capa de polvo impedía leer la escritura allí impresa.


-Qué es esto? –miró alrededor.


-El hermano de mi padre lo llamaba “su biblioteca”. Solía decir que el saber estaba en esos papeles.


Apenas desplazó uno de los pergaminos una nueve de polvo se elevó en el aire y miles de diminutas partículas le sofocaron llevándole a estornudar.


-Que hay en la otra sala? –preguntó.


-Solo un armario, mi señor. Ahí dormía. –dijo refiriéndose a su tío.


-Veámosla.


Los tres se dirigieron allí y pudo ver con sus propios ojos que se trataba de una habitación de tamaño reducido en comparación con la anterior, si bien la suficientemente grande para el uso que tenía pensado darle.


-Es adecuada.... –no añadió que le agradaba cuando miró alrededor y vió tuvo la certeza que en aquella torre podía sacarle mucha utilidad. Si su sueño se hacia realidad, iba a necesitar durante un largo tiempo aquel espacio, lejos de miradas perturbadas y de enemigos dispuestos a acabar con él al saberle vulnerable. Paseó la mirada alrededor al tiempo que preguntaba- Conoces a alguna mujer de confianza? Es necesario que toda la torre sea aseada para hacerla habitable, la necesitaría presentable en unos pocos días. Tiene que ser alguien que no se vaya luego de la lengua. Este lugar debe permanecer en el más absoluto secreto. Absolutamente nadie debe conocer su existencia, a menos que sea preciso y solo por causa mayor, -pensó que podía llegar a necesitar una partera si se cumplían sus deseos. Los suyos y los de Masanobu. Sabía que debía ponerle al tanto de su plan ya que era parte integrante de él y la más importante, sin él no podía conseguir sus sueños.


-Puedo ocuparme yo mismo –dijo deseoso de complacerlo, sin llegar a pensar en la ingente tarea que le esperaba por delante.


-No es tarea de hombres.... –objetó, al fijarse en la resolución de su mirada, accedió sabiendo que era la mejor opción- Te compensaré. –prometió.


-Mi señor.... –protesto ofendido- No tenéis que hacerlo. Por vos, lo haré con gusto.


-Yo puedo ayudarle –se ofreció Masanobu, pensando que al adolescente le esperaba por delante una tarea demasiado grande. Como siempre actuaba sin pensar.


-Os necesito para otra tarea –deseaba que fuera una sorpresa la utilidad que pretendía darle a la torre- Cuánto tiempo tardarás en tenerla presentable? –miró a su escudero, mientras dirigía sus pasos hacia la bajada, pensaba que cuando tuviera la confirmación de su nuevo estado, iba a quedar confinado entre aquellas paredes.


-Si pudiera dedicarme por completo a ello, creo que serán suficientes un par de días.


-De acuerdo, a partir de este instante quedas relevado de tu entrenamiento –concedió.


Masanobu se sentía perplejo, acerca del uso que su señor quería darle a ese lugar, como él había dejado bien claro absolutamente nadie debía conocer su existencia, creía saber que no era para una reunión conspiratoria, no tenía sentido, su señor era el próximo daymo feudal, era lo suficiente inteligente para no involucrarse en asuntos sucios, solo quedaba una opción posible. Se trataba de una mujer y por el cuidado que ponía debía ser casada, la esposa de algún alto cargo de la corte. Solo así se comprendía tanto sigilo. Ese pensamiento le entristeció.


-Voy a comprobar que podéis salir sin ser visto –dijo adelantándose.


Asintió satisfecho, porque no encontraba una excusa para alejarlo unos minutos, él inesperadamente le brindaba la ocasión que necesitaba.


-Te enviaré una persona de mi confianza, será una joven, ella te proporcionará todo lo necesario para que la torre se convierta en un lugar digno de ser ocupado, hazle saber que la habitación pequeña será un dormitorio.


-Lo haré mi señor. Vuestra dama quedará deslumbrada.


-Así lo espero –sonrió sin sacarle de su error, estaban en la pequeña casa de su joven escudero, junto a la puerta abierta, observó que Masanobu le hacia un gesto de que el camino estaba despejado- Quédate aquí y no vuelvas a mi presencia hasta que puedas decirme que todo esta preparado.


El muchacho asintió, hizo una gentil reverencia y retrocedió sin darle la espalda. Tal gesto parecía una incongruencia en aquel humilde espacio.


-¡¡Matsumara Kentaro!! –dijo llamándole por su nombre- Cuando estemos solos, los tres, -aclaró-olvida el protocolo.


Kentaro abrió mucho los ojos al oírle. Era tanto como tratarle de igual a igual.


-Gracias, mi señor.


Cuando su joven escudero le dio la espalda, el también se volvió para salir al callejón, procurando que su sable no rozara la pared, se sentía satisfecho con la gestión realizada, había adelantado mucho hacia el cumplimiento de su sueño.


-Podemos salir? –preguntó viendo que Masanobu sacaba la cabeza fuera del callejón.


-Todo despejado. –murmuró apartándose del muro y saliendo para dejar paso a su señor.


Cualquiera que les hubiera visto algunos minutos después no podía sentirse extrañado de verles. Amo y criado guardaban las distancias, Masanobu iba dos pasos por detrás de su señor, todo correcto, tal como lo exigía el protocolo.
Al acercarse al edificio principal lo despidió.


-Puedes retirarte, por hoy ya no te necesito.


-Si, mi señor.


-¡Ah, si, una última cosa!! –Recordó- Necesito... –baja su tono de voz al oír pasos que se acercan- ... ropa menos llamativa que esta..., algo como lo que tú tienes y también una capa.


-Ropa? –abrió los ojos sorprendidos por su petición.


-Si... –hizo una corta pausa esperando que nadie estuviera cerca para oírle. Eran dos soldados y enseguida se alejaron de su vista- Tengo una cita y no quiero llamar la atención sobre mi persona.


-Si, mi señor, comprendo, me ocupare de conseguirla.


-Sabía que podía contar contigo. –Algo en su expresión le alertó- Masanobu.... te preocupa algo? –le había notado parco en palabras durante el regreso de su inesperado paseo.


-No, mi señor.


Asintió..., no podía estar más tiempo a la vista de todos, por ello le dio la espalda y le dejo solo.


Algunos momentos después, su ayudante, sabía que se llamaba Minoru le ayudaba a desprenderse de sus ropas y armas y ponerse ropa más cómoda y adecuada.


-Estoy cansado, no recibiré a nadie –murmuró dejándose caer entre suaves almohadones.


El joven asintió cerrando la puerta tras él.


Algunos minutos después regresó llevándole a la sala donde estaba una bandeja con abundante comida para satisfacer el más exigente paladar.


No se sentía con humor para la algazara que regia la vida en la corte de su padre en esos días y que pendía sobre las cabezas de todos y cada uno de los cortesanos. En tiempos de paz se les hacia tedioso el paso del tiempo y se entretenían buscando defectos ajenos sin ver los propios.


-Necesito que traigas aquí a alguien –dijo cuando su joven sirviente se le aproximo para dejarle la comida al alcance de la mano.


-Si, mi señor –se inclinó respetuoso, con la frente en el suelo, esperando.


-Conoces a la joven Yumiko? –Era una de sus hermanas- Dile que quiere hablarle y que te siga sin hacerte reclamos, utiliza el pasaje secreto. Ahora retírate.


Minoru así lo hizo, sin olvidar no darle la espalda a su señor.


**************


-Esta planeando seducir a su caballero, eso me recuerda a cierto monito –murmuró Kaede.


-Reminiscencias de familia. –dijo con una sonrisa.


-Lo consigue? –pregunta atrapado por la trama.


-Mañana lo sabrás. Ahora duerme, zorrito. Te dejare descansar –murmuró ayudándole a tenderse, apartado los almohadones que mantenía tras su espalda.


El sueño no tarda en llegar a ellos.



Hasta el próximo capítulo....
Paz hanaru2003@yahoo.es

 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).