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Haz realidad nuestros sueños por Paz

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Notas del capitulo:

Intenté darle el nombre adecuado a la relación que existe entre amo y su escudero y hombre de confianza según el tiempo en que transcurre la historia de Masanobu y Kobayashi, pero no fuí  capaz de volver a encontrarlo... por más que investigue no dí con ello, así que despues de dar largas a este capitulo y finalmente me dí por vencida y aquí lo tenéis. Espero que os guste.

  Haz realidad nuestros sueños

Basado en Slam Dunk de Inoue Takehiko, cuyos derechos de autor le pertenecen

By Paz

Capítulo 8: Un sueño convertido en realidad

 

Masanobu había cumplido con el extraño pedido de su señor y durante los siguientes días no volvió a mencionarse el descubrimiento de aquella tarde. Apenas llego al dormitorio que ocupaba con otros sirvientes de igual o parecida categoría, abrió el pequeño baúl donde guardaba sus escasos efectos personales, pensando que a su señor podía servirle su propia ropa, así pues retiro de allí las prendas necesarias e hizo un paquete con ellas. A la mañana siguiente a través de su sirviente de confianza, le constaba recibió el paquete de ropas , desde entonces no supo más. Quedándole la incertidumbre de si le habían sido útiles, la búsqueda de aquel refugio parecía haber quedado olvidado en la mente de su señor, o no?

Conocía las preferencias de su señor por los relajantes baños calientes, siempre prefería la ultima hora de la noche, para disfrutar de la quietud que proporcionaba la escasa asistencia de personajes diversos. Para ser quien era apreciaba la soledad y allí era algo imposible de conseguir, siempre había gente pululando de un lado a otro, ya fueran cortesanos, sirvientes, soldados o críos jugando. Aquel castillo era un mundo.

Entre la numerosa servidumbre femenina se comentaba los atributos que poseía su señor, aquellas no podían saberlo, solo imaginarse como podía ser, sin saber que él poseía la certeza a sus suposiciones, ese pensamiento provocó una sonrisa distendió sus labios. Sabía que acudía con su escudero, nunca hasta entonces le había pedido que le acompañara y menos aún siendo un lugar donde cualquiera podía acudir y sobre todo cuando la tarde estaba dando paso a la noche. Allí, en los baños públicos, las malas lenguas actuaban como afiladas dagas y cualquier reputación podía venirse abajo a la menor indiscreción. Extrañado por el aviso de su señor que se reuniera con él a la entrada, se apresuro a ir a su encuentro. Tras el protocolario saludo, su señor no estaba solo, se dirigieron a los baños, él iba tres pasos por detrás de él, vigilante a cualquier movimiento extraño.

Sus pensamientos acerca de sus motivos fueron errados, excepto en una cosa, a aquella hora los baños estaban muy concurridos. La mayoría de los asistentes permanecían en silencio, disfrutando del relajante baño, algunos alrededor de su señor permanecían atentos a sus palabras.

Su señor cuando se dirigía a él hablaba lo suficientemente alto para que nadie tuviera pensamientos erróneos acerca de su presencia allí. Si bien, solo le habló en dos ocasiones, cuando respondió a su saludo y cuando le hizo saber que estuviera atento a su persona. Todos quedaron convencidos que era debido a motivos de protección su presencia allí, igual que él.

-Esta noche alcanzaré el paraíso en unos cálidos brazos -murmuró en respuesta a una pregunta de uno de los cortesanos que le acompañaban.

-Es hermosa?

-Para mi si -le escuchó responder

-Conocéis la tersura de su piel?

Una sonrisa fue su respuesta.

-Cómo son sus ojos? Y sus cabellos? Y sus labios? Cuéntanos señor -pedían con genuina impaciencia para averiguar la identidad de la dama que había conseguido sus favores.

También él se moría por saber quien había conseguido dar esa expresión de embelesada satisfacción en el rostro de su señor, sin embargo no le estaba permitido dirigirse a él, y permaneció de pie, vigilante a la seguridad de su señor.

Se sintió herido cuando hizo una alusión respecto a su persona que levantó risas entre los diversos asistentes. Nunca le había tratado con aspereza, ni menospreciado ante nadie. Esa  nueva actitud le hizo saber que estaba perdiendo el favor de su señor e ignoraba el motivo que había provocado esa situación. Era consciente que la maleficencia era un elemento constante en aquella dura existencia y que más de uno ambicionaba el preferente lugar que ostentaba a su lado. Escuchándole quedo convencido que había encontrado otra persona para ocupar su puesto y esa certeza le dolió porque no sabía contra quién se enfrentaba.

Ahora, una semana después de ese incidente, él le hizo llamar y mientras se dirigía a la torre, recordaba con total claridad como su señor le apartó de su lado, sin darle explicaciones, tampoco las esperaba, era consciente que los señores actuaban así, más nunca creyó que él fuera como los demás. Siempre supo que era diferente, por eso aceptó ser más que su hombre de confianza, permitiéndole tener con él unas intimidades que no hubiera tenido con otro hombre, aun sabiendo que no le estaba permitido negarse, porque sus deseos eran órdenes, aunque en ese sentido él nunca hizo avances sin tomarle en consideración. Tal vez porque habían crecido juntos, habían participado juntos en diversas batallas llegando a conocerse y entenderse solo con miradas. Ahora esa relación estaba rota y no podía dejar de lamentarse por ello.

Matsumara Kentaro abrió la puerta apenas escuchó los golpes.

-Mi señor os espera impaciente -dijo al verle.

-Llevame ante él... -dijo por todo saludo. Se habían visto esa misma mañana durante las clases que seguía recibiendo de él, durante aquellos días el entrenamiento con el muchacho continuaba ininterrumpidamente.

Cruzaron la estrecha portezuela que comunicaba con la torre, apenas se vió en el vestíbulo hacia la escalera, descubrió que se había tapiado la entrada desde los antiguos almacenes, quedando como única entrada la casita del joven escudero.

-Matsumara... -llamó su atención mientras ascendían a la torre.

-Si... -giró su cabeza hacia él.

-Sabes por qué me ha llamado? -sabía que era una pregunta fuera de lugar, su señor no iba a contarle a su escudero lo que pensaba o hacia. Solo con él tenía esa confianza y él se sintió complacido por ese trato.

-No.

El último tramo de escaleras lo hicieron en silencio.

Kentaro se acercó a la puerta de la derecha y llamó, con total nitidez se escuchó la voz de su señor autorizando la entrada. A través de la puerta entreabierta escuchó como el muchacho le avisaba que estaba ahí.

-Hazle pasar y vete a realizar tus tareas..., no te necesitaré hasta mañana después de tu entrenamiento. Asegúrate de dejar obstruida la entrada.

Si Kentaro se sorprendió por sus palabras, su rostro cuando se asomó al pasillo no lo demostraba.

-Pasa... -bajó la voz para decirle con una sonrisa- te espera impaciente. Aún me pregunto como ha podido pasar sin ti todo este tiempo. Ha estado insoportable.  -sonrió al ver el desconcierto en su rostro.

-¡¡Qué estas murmurando, Kentaro!!!???

-Ya me voy, mi señor -se apresuró a marcharse hacia las escaleras intentando no reir, por ello llevó la mano a su boca.

-Va a caerse como siga bajando así -dijo presentándose ante su señor, tras él se oía el sofoco de una carcajada y el apresurado sonido de sus pasos.

-Es ágil..., nunca he visto antes a un chico que las baje de dos en dos, pues él es capaz de conseguirlo.

-Mi señor.... -se inclinó respetuoso ante él.

-Déjate de ceremonias y siéntate a mi lado.

-Por qué me apartó? -Sabía que no debía hacerle esa pregunta, pero la tenía en la punta de la lengua desde el mismo instante que le alejó- Si hice algo que os molesto, me disculpo mi señor. -siguió hablando de pie ante él.

-No has hecho nada, Masanobu..., soy yo quien te debe una disculpa... lo siento. -hizo ademán de levantarse.

-No, mi señor. -con un gesto se lo impidió.

-Sigo contando con vuestro aprecio? -preguntó.

-Soy vuestro fiel servidor. -expuso intentando no dejar ver sus verdaderos sentimientos- Siempre lo habéis tenido. -era más fácil expresar ese sentimiento que dejar expuesto lo que sentía su corazón.

-Necesito que seáis mi esposo -dijo mirándole al rostro esperando su reacción.

-¡¡¡Qué!!!!! -desconcertado se dejo caer sentado frente a él, los amplios almohadones recibieron su cuerpo blandamente- Estáis hablando en serio... -lo supo al ver su mirada fija en él.

-Si, mi padre me ha puesto en una tesitura ineludible... lo recordáis? -vió que asentía.

-Pero... pero... vos no podéis... no podéis... -balbuceó incapaz de seguir lo miró a los ojos.

-He tenido un sueño y he recibido una promesa, tendré hijos propios.

-Entonces no me necesitáis... -murmuró sin mostrar extrañeza por tus palabras- Podéis elegir al esposo que os sea más conveniente.

-Podría... si yo amara a alguien así -añadió al mirar su mirada perpleja.

-Amar?  -dudo unos segundos, antes de volver a preguntar- Y esa promesa..., quién os la hizo?

-Una dama...

-Una dama? -inquirió sorprendido.

-Si, si una dama, casi una niña., de facciones delicadas y cabellos como el fuego del que la ví salir, llevaba un vestido blanco con llamaradas azules y rojas que semejaban flamas al menor de sus movimientos. -Aún conserva vívido en su memoria ese recuerdo- Me dijo que había escuchado mi deseo, que ella y sus hermanas iban a concedérmelo. Esta fue su promesa. Te juro que ni yo mismo lo comprendo, no se quien de nuestros dioses podría ser. No era parecido a ninguno de los que conocemos. Pero la creo y ella me dijo esto "Si vuestro amor es sincero, si creéis en vuestro deseo, conseguiréis la felicidad que anheláis junto a vuestro amado, solo si sois dos corazones con un mismo deseo, este se hará realidad y siempre que así sea, se cumplirá, es nuestra promesa a vuestra causa, si creéis en lo que buscáis, tú y tus descendientes veréis cumplidos sus sueños. Recuérdalo... solo si sois dos corazones con un mismo deseo...." No me creéis? -preguntó al ver que bajaba su mirada al piso con expresión consternada- Os doy mi palabra que lo que he dicho es todo cierto.

-No es eso, mi señor. -Se apresuró a contestar- Os creo. Se que nunca me diréis una mentira. Solo.... -dudo unos segundos- me preguntaba... -calló sin atreverse a seguir. Quién era él para interrogarle. Sacudió la cabeza con pesar.

-Qué?!! -le animó a seguir hablando.

Su mirada color canela se atrevió a enfrentar la suya. Sintió como un cosquilleo por todo su cuerpo y una dolorosa punzada en la entrepierna. Interiormente no se había recuperado de la impresión que recibió al oír sus palabras. "Ser su esposo" Podría él atravesarse a soñar, porque ahora le hacia esa petición, a él, un plebeyo, sin hogar propio, viviendo de la misericordia de su señor, entonces porque le apartó de su lado. Porque le dejo consumirse en ese infierno de dudas y recelos? El dolor de la perdida se le hizo insoportable.

-Era necesario para protegerte.

-Protegerme? -no se cuestionó como pudo saber lo que pensaba.

-Si..., si todo sale como deseo... estas paredes serán como mi prisión, quedaré aquí confinado durante mucho tiempo y te necesito fuera. Aún no lo comprendes? -vió su mirada desconcertada- Si voy a tener un hijo quiero que sea tuyo. Solo a ti quiero como mi único esposo. Mi hermoso Masanobu... -alzó su brazo en su dirección y su mano se posó con ternura en su mejilla.

-Mi señor... -un amplio suspiro ensanchó su pecho y su mirada lo dijo todo.

-Kobayashi... -murmuró atrayéndole contra su pecho-siempre he querido ser Kobayashi para ti... -sus labios se posaron en los suyos, sintiéndoles duros y cálidos, firmes bajo su presión, los amasó con suavidad, notando como se ablandaban bajo su caricia y respondían con calor, un suspiro entreabrió sus labios permitiéndole entrar su boca, sus lenguas se encontraron surgiendo de ellas una danza amorosa, el deseo de explorar encendió sus sentidos.

-Tómame... -pidió roncamente- Te pertenezco.

-¡¡¡Kobayashi!!! -murmuró estremecido por su petición.

Su nombre en sus labios era pronunciado con dulzura y sus manos actuaban con delicadeza despojándole de sus ropas, su mirada ávida de deseo le recorría, nunca antes había visto ese fuego en sus ojos y sintió que se estremecía ante el ardor que veía en él. Su cuerpo reaccionaba al apasionado calor de su mirada.

Se echó hacia atrás recostándose sobre los amplios almohadones, dejando que su mirada ardiente le recorriera, al mismo tiempo que él tampoco le perdía de vista, mientras con pausada lentitud se desvestía a si mismo, conocía su cuerpo, pero esa noche sería diferente, porque ellos dos serían uno solo, perteneciéndose por completo, alcanzando por primera vez el amor verdadero.

Un gemido salió de sus labios cuando se tendió entre sus piernas entreabiertas, haciéndole experimentar un gozoso estremecimiento de placer. Se dejo llevar por sus caricias y besos que dejaban en su piel un rastro ardiente y tuvo la certeza que su alma había encontrado a su gemela.

Fue una larga noche, en la que ambos se entregaron con pasión, con ardor, también hubo dulzura, cariño, se demostraron de mil maneras lo mucho que se amaban y estaba seguro que si esa noche no lograban su sueño, tenían por delante muchas más.

Al principio Masanobu se sentía cohibido, siendo él quien tomaba a su señor, poco a poco fue tomando confianza y llegó un momento que ya no hubo señor y plebeyo, solo dos corazones unidos por un mismo deseo, amarse hasta la saciedad.

Aquel amanecer, envueltos en unas cobijas, subieron hasta el final de la torre, mirando desde aquella atalaya como la noche daba lugar al nuevo día. Vieron salir el sol estrechamente abrazados y solo fueron conscientes que podían ser divisados por los centinelas dejaron aquel privilegiado lugar para descender a su habitación.

-No me importa lo que mi padre quiera de mí -dijo estrechamente rodeado por sus fuertes brazos- Nunca me casaré. Siempre he rechazado esa boda concertada sin mi consentimiento. Solo tú serás mi esposo.

-Podrás rechazar ese acuerdo? -él solo era un subordinado y no podía rehuir sus órdenes, era consciente que el daymo podía ordenar su muerte con un simple pestañeo.

-El cortejo aún esta lejos... se mueve por terrenos abruptos y montañosos, tenemos tiempo y para entonces... -acarició su mejilla con amor- mi padre tendrá que cumplir su parte del trato. Por cierto, le pedí a mi padre que te tomara bajo su custodia mientras este ausente.

-Le dijiste que marchabas de viaje?

-No exactamente...

Se quedaron en silencio.

*****************

Ante el silencio de Hanamichi apartó la mejilla de su pecho.

-Que pasó?

-Mañana... ahora durmamos -dijo Hanamichi- Tengo un examen y quiero levantarme temprano. -hizo un gesto hacia los olvidados libros.

Kaede se estiró como un gatito para alcanzar sus labios, le dio un suave beso., se acurrucó contra su costado, un suspiro de satisfacción salió por entre sus labios entreabiertos y al segundo siguiente estaba definitivamente dormido.

Hanamichi le contempló con una amplia sonrisa. Eso es lo que él necesita esa facilidad para quedarse dormido en pocos segundos.

Le quedaban apenas dos horas de sueño antes de levantarse. Cerró los ojos y poco a poco se dejo rendir por el cansancio.

Hasta el próximo capítulo....

Paz


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