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Bajo las estrellas de aquel pasado por HanakoTomoharu

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Notas del fanfic:

Basado en este bello doujinshi: 

http://www.pixiv.net/member_illust.php?mode=manga&illust_id=39576975

Notas del capitulo:

Esto es parte de una historia mucho más larga que había comenzado en word, pero como no llegué a terminarla, me dí la oportunidad de publicar estas escenas para hacer un One-shot en lo que me decido a terminar la original.

Abrió los ojos lentamente, algo desorientado del lugar en el que estaba. Examinó su alrededor; parecía estar bajo una roca con aspecto gastado que se entornaba como un techo sobre él. Estaba en una pequeña cueva. Podía escuchar el sonido del agua caer con fuerza y luego correr fluidamente, por lo que tendría que haber una cascada cerca. También podía oír el sonido de los pájaros y las hojas moviéndose con el viento. En la entrada de la cueva, por donde entraba la luz, divisó los pastos verdes que cubrían el suelo afuera.

Trató de levantarse, pero entonces notó que el cuerpo le dolía en varias partes. Dio un suave gemido de dolor y volvió a recostarse entre las mantas que le suavizaban el duro suelo. Tenía la cabeza, el antebrazo, y parte del muslo vendados; contando eso tenía también cortes y rasguños que aún sentía arder en el rosto, y sus cuatro miembros.

- Así que ya despertaste –el joven de cabello ceniza ladeó el rostro sobre la almohada en la que reposaba su cabeza y miró a la figura que asomaba en la gran apertura de la cueva. Su cabello largo y lacio que se movía suavemente con el viento y no sabría decir si era el reflejo del sol o si solo brillaba como la luz misma. Sus penetrantes ojos claros lo miraban fijamente. Además se vestía de blanco.

- Un ángel…-susurró para sí mismo. Los ojos color cielo lo miraron ahora frunciendo el ceño.

- ¿No estás teniendo alucinaciones, o si? Aunque con el golpe que te diste…

- ¿Golpe? –se acarició la cabeza donde la herida se tapaba con las vendas.

- Sí, te caíste de tu caballo volador y… -de repente las imágenes del pegasus y él cayendo del cielo vinieron a él con tanta velocidad que sintió una punzada de dolor en la cabeza- ¿Estás bien? –la persona de cabello rubio se acerco arrodillándose frente a él; revisándole el lugar al cual el de ojos oscuros se había llevado la mano– Llevas dos días inconsciente, pero creo que vas a necesitar reposar más tiempo –el tacto de su mano sobre su cabeza se sintió agradablemente reconfortante para el de cabello grisáceo, pero al escuchar sus palabras abrió los ojos sobresaltado.

- ¿He estado inconsciente 2 días? –se sintió preocupado, él debía… había algo que tenía que hacer, algo muy importante, pero… era…

- Sí –le afirmó la persona a su lado- ¿Recuerdas lo que paso? ¿Sabes cómo caíste?

- No… -se frotó despacio la sien con cuidado de no tocar la herida e intentó concentrarse– Estaba volando con… -se concentro en los recuerdos de su pegasus– Mach

- ¿Así se llama el caballo alado?

- Si –contesto aún concentrándose– Luego algo nos golpeó… golpeó a Mach –se corrigió- y…caímos.

- Entiendo –dijo suspirando- ¿Tienes algún lugar a dónde volver? ¿Cómo te llamas? 

- Yo... –hizo un esfuerzo de concentración, logrando poco más que una jaqueca.

- ¿No tienes nombre? –preguntó arqueando una ceja, confuso por su silencio.

- Es... Es Durbe. Mi nombre es Durbe -susurró, sobándose la sien y cerrando los ojos con fuerza- pero no recuerdo mucho más.

- ¿No recuerdas quien eres? –la preocupación asomó por los ojos claros que lo miraban.

- Soy…soy un caballero –aseguro poniéndose la palma de la mano en la frente para comprobar que no tenía fiebre, pero le dolía mucho la cabeza– Es todo, no recuerdo nada más que a mi compañero.

Las imágenes que azotaban en un flash a su cabeza eran vagamente sobre el accidente con Mach, pero no había nada más claro. Apenas recordaba haber escuchado a su compañero relinchar y quejarse de dolor antes de perder el equilibrio de manera brusca, y mientras descendían, la sensación del viento golpeando con violencia su rostro mientras el casco de su armadura le resbalaba por la cabeza y salía volando.

Se recordó a sí mismo aferrándose con fuerza  a las riendas, pero la fuerza con la que caían hizo que se le escaparan de las manos. Lo último que vio fue a su amigo aún luchando contra la caída con uno de sus costados, y su ala, manchados de sangre antes de separarse del otro y aterrizar de golpe entre los árboles.

Lo demás estaba borroso o negro.

- ¿Con compañero te refieres al caballo alado?

- Es un Pegaso.

-Oh –hizo una leve expresión de asombro– creí que no habían más por esta zona. Nunca vi uno.

- ¿Dónde está él?-hizo ademán de levantarse, pero el dolor de cabeza sumado más el resto de su cuerpo lo hizo volver a quejarse de dolor.

- El está bien, tú descansa –lo detuvo apoyándole la mano en el pecho para evitar que se levantara y lo empujo hacia abajo para hacerlo acostarse de nuevo- ¿No tienes hambre? -preguntó levantándose.

- Sí, un poco, pero...

- Te guardé algo para cuando despertaras –abrió el bolso colgando de su hombro y sacó una manzana.

- Necesito ver a Mach.

- Lo verás después de comer algo y descansar –le arrojó la fruta, que el de cabello más oscuro atrapo con las manos.

- ¡Espera! –Dijo cuando vio que se marchaba -¿Cuál es tu nombre?

- Misael –respondió antes de perderse en las afueras de la cueva.

El joven observó su manzana un momento y luego la mordió, la verdad si tenía hambre; pero le importaba demasiado ver enseguida a su compañero y saber que estaba bien. Termino lo más rápido que pudo con la manzana, que no le costó mucho porque su estomago rogaba algo por los días de inconsciencia, y se dispuso a intentar pararse otra vez.

Soportó el dolor convenciéndose de que después tendría tiempo para descansar y ayudándose con la paredes de piedra como apoyo, se puso de pie. Le dolía el cuerpo cada vez que hacía demasiado movimiento para avanzar, pero no se sorprendió, teniendo en cuenta la altura de la que debió haber caído. Tenía suerte de estar vivo. Continuó dando pasos apoyándose en el contorno de la cueva hasta que logro salir hasta afuera, donde la luz del sol le llego directamente a los ojos y tuvo que levantar una mano para hacerse sombra.

Era un lugar hermoso. La cueva comenzaba frente a un bosque de los más verdes tonos y variada vegetación. A medida que caminaba (con cierto esfuerzo) el sonido del agua correr se oía más fuerte. No le sorprendería encontrarse con algún animal allí, ya que incluso podía oír el sonido de algunos; pero entre ellos destacó el suave sonido de los cascos sobre el pasto. Ilusionado de que pudiera ver a su compañero, siguió el sonido adentrándose un poco más en el bosque.

Lo vio entre los arboles más apartados. El cabello le brillaba mientras caía en ondas sobre su largo cuello, que estiraba mientras arrancaba con los dientes el pasto del suelo. 

-¡Mach! –grito con entusiasmo haciendo lo más parecido a correr hacia él sin tener que sobre esforzar su adolorido cuerpo. Al oír su voz el pegasus alzo las orejas levantando el cuello y lo miro con sus ojos zafiro aún masticando el pasto. El joven de cabello plateado lo abrazó apenas lo tuvo cerca y pasándole un brazo por el cuello le acaricio las rubias hebras– Que bueno saber que estas bien… -cierto alivio lo recorrió cuando comenzó a examinar a su compañero, al cual le habían quitado las riendas y la silla de montar; y vio que su cuerpo se veía bastante bien a pesar de haber caído. Seguramente lo habían bañado también, porque su blanco cuero no tenía manchas de suciedad ni en las piernas; pero se detuvo al mirarle el ala derecha. Estaba vendada- ¿Fue Misael quien te curó, no? –lo miró acariciando su cabeza. La cabeza volvía a palpitarle de dolor, pero lo soporto hasta que las imágenes borrosas en su mente se aclararon un poco. Había sucedido una batalla, pero estaba seguro de ya había terminado y el enemigo se había retirado cuando volaba con Mach. ¿Qué pudo haberlo atacado?- ¿Sabes donde esta Misael? –la pregunta le salió de repente. No creía realmente que el desconocido supiera algo, pero necesitaba ver a alguien a quien al menos pasarle sus dudas.

Mach relinchó y agacho la cabeza para tomar un poco más de pasto en su boca antes de volver a levantarla y ladear la cabeza hacia un costado. El de pelo grisáceo le agradeció acariciándole de nuevo el voluminoso cabello y miro hacia donde su compañero le había señalado. Camino dudosamente hacia allí, asegurándose de estar caminando en línea recta mientras miraba todo a su alrededor. Si tuviera una mejor vista y se concentraba lo suficiente, tal vez divisaría la cueva entre los árboles más lejanos a su derecha; así que lo tomo como un punto para orientarse pues no sabía ni en qué lugar estaba.

Un tiempo después de haberse alejado lo suficiente como para ya no poder ver a Mach ni la cueva, se sintió desorientado y casi perdido. El bosque era tan verde y lleno de arboles que le daba la sensación de haberle dado la vuelta varias veces; pero estaba seguro de haber seguido en line recta…bueno, casi seguro.

Comenzó a desesperarse, pero en cuanto dio unos pasos apurados por encontrar algo/alguien que le indicara donde estaba, escucho un murmullo y paró en seco. Se movió despacio sin hacer ruido y  agudizo el oído acercándose hasta que la voz se hizo más clara.

 - No lo sé… no sabe ni su nombre y eso me preocupa –una voz se oyó angustiada a algunos metros de donde el de ojos y cabellos grises se encontraba o culto por los árboles y arbustos amontonados en la zona– No tengo idea de cuánto durara esto, si tengo que cuidar de él por mucho tiempo…

- Sabes que no puedes abandonarlo –una voz grave y profunda hablo y su voz resonó en eco hasta donde estaba el de pelo oscuro escondido. Le dio incluso la sensación de que hablaba desde lo alto, pues la voz se escucho por sobre él y parte del bosque a su alrededor.

- Si, ya me siento demasiado mal como para dejarlo pero… -entonces se dio cuenta cuando volvió a hablar que la otra voz le era familiar.

-¿Misael? –lo llamó desde los árboles intentando empujar los arbustos y ramas que le impedían verlo directamente. Escuchó unos murmullos más y un fuerte ruido del agua salpicando, y una fuerte brisa movió las ramas a su paso, revolviendo también su cabello. Cuando pudo pasar por fin para el otro lado; vio al rubio parado en los pocos metros que habían ante el océano que nacía en pequeña parte a esas costas.

- Te dije que descansaras –sonaba ligeramente agitado, como si algo lo hubiera sobresaltado- ¿Cómo llegaste aquí tu solo?

-Mach me dijo dónde estabas y…

- ¿Hablas con tu pegasus?

-Si… -recorrió un momento con la mirada a Misael, pues ahora lo veía más claramente a la luz del sol; y notó que tenia parte del pantalón salpicado de agua -¿Estabas con alguien?

- No –contesto rápidamente y después de unos segundos agrego –Platicaba conmigo mismo.

- Pero oí una voz…

- Aún necesitas descansar –le cortó de repente –y el hambre a veces te provoca alucinaciones, así que aliméntate mejor y vuelve a la cueva –el de pelo oscuro no tuvo tiempo de replicar, fue jalado por el rubio.

-¿Cómo nos encontraste a Mach y a mí? –preguntó mientras lo guiaba por el bosque. 

-Pasaba cerca y escuché el golpe de su caída.

-¿Dónde estamos? 

-En una isla al sur de la nación de Poseidón –casi sentía que Misael evadía las preguntas, o al menos, evitaba mirarlo a la cara.

Poseidón. Aquel nombre divino le infundió cierta familiaridad, y pensó un momento sobre aquella nación que había dicho.

El camino le resultó muy sencillo cuando Misael lo guió, casi se sintió apenado de haber pasado tanto tiempo perdido teniendo en cuenta que la cueva no estaba tan lejos como él se lo había planteado. Al parecer andaba con un pésimo sentido de orientación, pero se lo atribuyó a su golpe en la cabeza.

-¿Vives por aquí?

-No realmente, solo me estoy quedando unos días.

-¿De dónde vienes?

-De muchos lugares. Por lo general no suelo llegar a pasar una semana en el mismo sitio… –luego frunció el ceño y agregó en voz baja –pero ahora me quedare más tiempo hasta que mejores.

 

 

 

 

-¿Así que es aquí donde te bañas? –preguntó el de cabello grisáceo.

-Si…ahora podrías dejar de seguirme y volver a la cueva –respondió con incomodidad el más alto.

-Pero yo también quiero bañarme.

-Puedes hacerlo, pero espera a que yo termine.

-¿Por qué? Podemos bañarnos ahora, ambos somos hombres –miró a Misael un momento y agregó con duda –Quiero decir, porque ambos somos hombres; ¿verdad?

-¿Qué insinúas? –preguntó frunciéndole el ceño.

-Nada.

Misael lo contemplo un momento.

-Está bien, pero no intentes nada raro.

-¿Qué sería algo “raro”?

-Cállate y entra al agua.

El más bajo supuso que no le contestaría y le hizo caso. Fue un poco extraño cuando estuvieron los dos dentro del agua, estar junto al rubio le hacía pensar que compartía un baño con una joven. Es decir; tenia figura masculina y eso pero, el cabello largo y las facciones suaves le recordaban a una chica.

-Misael , ¿qué edad tienes?

-¿Me haces tantas preguntas porque estas aburrido o porque al tener amnesia te hace sentir mejor conocer a otros al no poder conocerte a ti mismo?

-Solo es curiosidad –contestó tranquilamente ante la hostilidad del otro. El rubio lo miró un momento pero no respondió –además todavía me asombra escuchar tu voz, eres algo afeminado, de no ser por ella hubiera pensado que eras…

-NO TE ATREVAS A COMPLETAR ESA FRASE –el de ojos oscuros se apenó pensando que muchas personas le habrían dicho algo parecido, y a Misael obviamente le molestaba eso. Sonó ciertamente enfadado.

-Lo siento, fue solo la primera impresión. Es que eres tan… –el rubio pareció a punto de volver a gritarle, pero se contuvo cuando el otro alcanzo a terminar su frase –hermoso.

Las mejillas se le colorearon ligeramente al de ojos claros.

-Cállate.

-Misael –volvió a llamarlo después de un tiempo.

-¿Qué? –parecía que al rubio le quedaba poca paciencia.

-Gracias por cuidar de Mach y de mí –a Misael le cambio el semblante, como si no esperara que le dijera algo como eso –A pesar de que somos desconocidos, tu nos salvaste. Eres una buena persona –los ojos color cielo que lo observaban apartaron la mirada, pareciendo lamentar algo.

-Enserio necesitas callarte un poco –y pasados unos segundos agregó– Y tengo 17 años.

El de ojos oscuros sonrió suavemente, era extrañamente agradable lidiar con el carácter del más alto.

 

 

 

 

Era en verdad hermoso el paisaje que lo rodeaba. Podía oír la alta y bella cascada de la que nacía el rio frente a él, que lejos de parecer ruidosa hacia a uno sentirse más relajado. Podía admirar la verde vegetación que se extendía a su alrededor, toda una vista perfecta desde el árbol en el que se encontraba apoyado. Podía escuchar las aves cantar; y si se concentraba más, también el sonido de algún animalito que anduviese cerca. El lugar en el que se encontraba transmitía paz.

Pero él no podía disfrutarlo. En su mente todavía rondaban las imágenes del sueño que tuvo la noche anterior, o lo que bien pudo haber sido parte de sus recuerdos. Tenía muchas preguntas en cuanto a las otras personas presentes en el sueño, probablemente eran…

…sus amigos?

 << ¿Tengo amigos?>> se cuestiono mentalmente << ¿Hermanos? ¿Familia?>> y la pregunta más mortificante << ¿Hay alguien esperando por mi?>>

- Oye, ¿estás bien? –el rubio apareció a su lado, y Durbe estaba tan absorto en sus pensamientos que no lo escucho acercarse hasta que lo tuvo parado junto a él– Mach parece preocupado por tu actitud, no ha parado de relinchar y raspar la tierra con sus cascos. ¿Estás así por lo de anoche, verdad?

- Lo siento. Estoy preocupado, pero no quería afectar a Mach.

- Es normal que lo estés –dijo tomando asiento junto a él –Y tu vinculo con él es bastante fuerte, o no creo que hubiera reaccionado así. Parece que se conocen bastante.

- Si –dijo sonriendo levemente –somos compañeros desde hace mucho tiempo, por lo que puedo recordar.

- Así que, ¿Recordaste algo?

- Algo así… te dije que  no recordé demasiado, pero... me vi a mí, solo que mucho más joven; y también aparecían otros niños.

- ¿Crees que ellos eran tus amigos o familia, o algo así? –Vio a Durbe asentir con la cabeza y sumirse de nuevo en aquella expresión que preocuparía a cualquiera que lo viera. Misael sintió la repentina necesidad de cambiarle ese estado de ánimo– Yo… perdí a mi familia cuando era niño.

La expresión de Durbe cambio más rápido de lo que esperaba.

- El pueblo en el que vivía fue atacado cuando era pequeño y… -se sintió un poco incómodo cuando se dio cuenta de que la atención se centraba ahora en él, y por un momento se pregunto porque estaba contándole aquello– huí después de ver como asesinaron a mis padres. 

- Lo siento, debió ser muy duro -los ojos oscuros se volvieron cálidos a la mirada, y Misael sintió que contárselo había sido menos pesado de lo que había imaginado.  

- Si, fue luego de eso que comencé a viajar. No tenía un lugar fijo a donde ir, ni tampoco uno al que regresar. Pero aquí estoy;  así que, puedo decirte que entiendo lo que es sentir que no hay nada para ti ahí fuera en el mundo. Ese sentimiento de que no hay nadie esperándote en ninguna parte –Durbe se había quedado mirándolo fijamente, y Misael no supo en realidad si le había servido de apoyo o no, pero espero haberlo ayudado.

- ¿Cómo fue que lo conseguiste, Misael? –a su mente vino la imagen del chico de cabellos purpuras y ojos azules; y su corazón latió de manera extraña- ¿Qué fue lo que te hizo continuar? ¿Qué se volvió la razón de tu existencia? –el rubio tardo un momento en contestar, pero cuando lo hizo sonó seguro de su respuesta.

- Alguien. Alguien me hizo seguir adelante y me dio algo por lo que vivir.

Durbe noto algo en la forma en que habló de esa persona. Debía ser muy importante para Misael. 

- Mach es mi compañero y mi mayor prioridad –dijo sonriendo –pero aun así siento que algo queda vacio dentro de mí, así que, también quiero encontrar el resto de la razón de mi existencia.

El rubio no estaba seguro de que se proponía pero se alivio de haberle cambiado el estado deprimente de humor en el que estaba antes.

– Misael, ¿quieres ir a volar conmigo?

- ¿Qué? –se sorprendió con la repentina pregunta.

- ¿Quieres montar a Mach conmigo? –Misael miro el sonriente Durbe frente a él con el ceño ligeramente fruncido.

- … ¿Estás seguro?

- Sí, es como montar un caballo normal –aseguro el de cabello gris.

- Yo nunca he montado un caballo.

- Está bien, yo te enseñare.

 

 

 …

 

 

- Muy bien, ahora apoya tus pies aquí y aférrate bien a mi –Vio que Misael dudaba un poco antes de hacer caso a sus instrucciones –Todo irá bien, en serio. Ya he montado a Mach antes.

- … ¿Y debo confiar en un amnésico? –Durbe rio por lo bajo y prosiguió a jalar las rienda mientras Mach tomaba carrera – Durbe, no creo que esto sea seguro… ¡Woah! –se sobresalto un poco cuando despegaron y se sujeto con más fuerza de la cintura del otro.                                           

Misael no se había atrevido del todo a abrir los ojos mientras el Pegaso planeaba yendo a mayor velocidad, pero seguía sintiendo como ascendían por la manera en que sentía que los órganos se le oprimían hacia abajo. Durbe noto que Misael se aferraba más a él y le sonrió.

- No tienes que tener miedo, te aseguro que no te caerás.

- Cállate, no estoy asustado.

- ¡Mira! ¿A caso no es una hermosa vista? 

El entusiasmo de Durbe fue lo único que lo animó a mirar abajo; y tampoco se arrepintió. La vista era algo más allá de lo simplemente admirable. Desde allí se veía todo el bosque y las montañas, las copas de los arboles más altos, los amplios campos verdes y la cascada se veía casi desde el nacimiento de su cuenca.

- Es increíble.

Mach batió sus alas una vez más y siguió el contorno de la Isla bajo la dirección de las riendas en manos de Durbe. Comprendía la emoción del caballero cuando montaba con su compañero, incluso el Pegaso relinchaba en jubilo ante la sensación. Misael se había olvidado de su inseguridad al montar al Pegaso. El viento en su cara, la sensación de libertad, la altura; todo le resultaba increíble. Inconscientemente apoyo un poco su cabeza sobre el hombro de Durbe, y este se volteo a verlo.

Con el viento elevando su rubio cabello y con aquella sonrisa que mostraba en su rostro; Durbe no pudo evitar pensar de nuevo que Misael era hermoso.

- Aterrizaremos aquí – aviso forzando la voz contra el viento y volviendo a mirar al frente con las mejillas levemente sonrojadas.

Lo siguiente que sintieron ambos fue la impresión de que el estomago se les subía mientras el Pegaso descendía. Aterrizaron junto a la cascada, y a Misael le sorprendió la gracia que tenia Mach para aterrizar; abriendo sus alas al tocar el suelo suavemente con los cascos y luego continuo dando unos cortos pasos con elegancia. Parecía un corcel de la realeza.

- Es una lástima que no recuerdes nada –le dijo el rubio a Durbe mientras este lo ayudaba a desmontar– me gustaría saber donde lo encontraste. Tu Pegaso es único.

- Lo sé. A mí también me gustaría saberlo –contesto mirando a Mach marcharse hacia unos manzanos cerca para arrancar uno de sus frutos de un mordisco.

Misael se acerco a la orilla del rio del que desembocaba la cascada y se arrojo en el pasto con los brazos cruzados detrás de la cabeza.

- ¿Qué te pareció tu primer vuelo? –le pregunto el de cabello grisáceo  sentándose a su lado. Misael miro a Durbe, que le sonreía de manera animada. Ya no había signos del estado depresivo con el que lo había visto aquella mañana

- No estuvo mal –contesto desviando la mirada

 - ¡Vamos! –Exclamo recostándose en el pasto junto a él– Sé que te encanto.

- Bueno, tal vez un poco –dijo. Durbe rio suavemente ante su fingido desinterés.

- Tienes una bella sonrisa, Misael.

El rubio no supo como contestar ante su halago, pero sentir su aliento cerca de su nuca lo hizo voltearse nerviosamente. El rostro de Durbe estaba a escasos centímetros del suyo, fue la primera vez que se miraban tan de cerca.

Sus ojos color cielo se encontraron con los orbes oscuros del otro y se miraron fijamente. Entonces el ruido de la cascada y cualquier otro sonido comenzaron a disminuir, y su concentración desapareció por completo. De repente ya no tenía la clara conciencia de quien era o en donde estaba en ese momento. Trato de pensar y decir algo, pero de su boca no salieron palabras.

Se sintió perdido. El mundo que lo rodeaba parecía quedar atrás, en un espacio lejano y a la vez cercano. Sus ojos se decían cosas de las que ni siquiera estaba consciente de su existencia, cosas que ignoraba pero estaban presentes ahí. Ambos quisieron decir algo, pero no había forma de explicar lo que pensaban y sentían en ese momento. La respiración parecía habérseles cortado en aquel instante.

Entonces Durbe hizo el primer movimiento, acabando con la poca distancia entre sus labios. Misael le respondió casi inmediatamente, como un impulso. Todavía le costaba pensar claramente, pero no importaba ahora. Eran demasiadas sensaciones como para pensar con claridad. Sus labios se rosaban suave y rítmicamente, pero sin vacilar.

Durbe ni si quiera podía recordar si alguna vez había experimentado algo así, pero para él era totalmente nuevo lo que le provocaba el rubio. Un montón de agradables y extrañas sensaciones le recorrían todo el cuerpo. 

Misael se encontraba en el mismo estado, y su corazón latía aun más fuerte que cuando sintió emoción al volar. Abrazo su cuerpo al de Durbe y lo hizo girar sobre el suave césped hasta quedar sobre él. El beso se volvió más profundo y apasionado. Se apegaron mas, rodeando el cuerpo del otro con los brazos. Durbe acarició el cabello de Misael, pasando sus dedos por entre los suaves y lisos mechones dorados que caían  hacia un costado de sus cabezas.

Se sentía tan bien que los dos quedaron con una sensación de abandono cuando tuvieron que separarse en busca de aire. Se miraron unos momentos con la respiración agitada; hasta que apartaron la mirada algo apenados y comenzaron a sentirse incómodos.

- Voy a… buscar algo de comer –dijo Misael siendo el primero en romper con el silencio y levantándose del suelo. 

Durbe quiso seguirlo, pero la verdad no sabía muy bien que decirle. Necesitaba despejar un poco su mente. Ambos lo necesitarían. 

 

 

 

 

Cuando el rubio abrió los ojos despacio y miró hacia el cielo resplandeciente, se percató de que debió amanecer hace horas, porque el sol ya casi estaba en su punto más alto. Se levantó del suelo y contemplo la apertura de la cueva, donde había pasado la noche.

Durbe y el habían dormido en lugares separados la noche anterior. El joven de cabello grisáceo durmió recostado junto a Mach, bajo un árbol, mientras que Misael se quedó en aquel hueco rocoso de la montaña que era la cueva donde había sanado a Durbe luego de su caída. 

Se diría que se estaban evitando, pues no se habían hablado desde lo sucedido el otro día. Misael, al menos, en realidad se estaba tomando su tiempo para reflexionar. Había estado pensando sobre el asunto, pero seguía confundido sobre el significado de aquel beso.

Suspiró, se puso de pie; y se dirigió a las montañas rocosas que emergían detrás de la formación de la cueva. Hablaría con Durbe luego, ahora necesitaba hablar con él. Tenía que hacerlo, pues se suponía que se verían al mediodía; así que rodeó la montaña por el bosque para ir a su encuentro.  Entonces oyó pisadas detrás de él y se detuvo.

- Misael

El rubio se petrificó por un instante, luego recobro la compostura y hablo manteniendo la voz firme.

- ¿Qué pasa? –no quiso voltearse a verlo. No se sentía preparado para volver a mirarlo a la cara.

- He estado pensando en lo que paso ayer…

No quería hablar sobre ello. Misael quiso decirle que se callara, pero sus labios apenas se movieron.

- En realidad, estuve pensando sobre lo que ha ocurrido desde que te conocí. Desde el principio me llamaste la atención, pero, con lo que sucedió junto a la cascada…

<<Basta, no digas más. En serio>>

- Misael, creo que te amo.

<<Maldición>> el rubio sintió que las piernas le flaquearon un instante y el corazón le bombeo tan rápido que casi podía escuchar sus latidos. La extraña sensación en su vientre apareció de nuevo, igual que en la tarde anterior <<Yo también>> 

-Sentí que… tú y yo habíamos entablado una conexión, pero necesito saber… -vaciló- Por favor dime si te sientes de la misma manera.

Misael respiró hondo para intentar calmarse. Él definitivamente sentía algo por Durbe, pero, ¿estaba dispuesto a llevar la responsabilidad de lo que ello significaba? Misael no había entablado una relación con ninguna persona después de adaptarse a una vida solitaria, solía desconfiar de cualquier humano que tuviera cerca. Nunca se había enamorado de alguien antes, no estaba seguro de cómo funcionaba. ¿Amar a alguien no se trataba de confianza, lealtad y sacrificios? ¿Disponía él de todo eso por Durbe? 

Y lo que le preocupaba más, ¿Durbe le estaba diciendo que se sumía a todo eso por él, también?

- De acuerdo –le dijo después de pensar un momento– voy a responderte, pero antes tendrás que hacer algo por mí.

- ¿Qué cosa?      

- Necesito presentarte a alguien.

- Está bien –al rubio le sorprendió que Durbe accediera inmediatamente- ¿de quién se trata?

- ¿Recuerdas a la persona de la que te hable el otro día? Quien cambió mi vida… –El otro asintió– Él y yo íbamos a encontrarnos justo ahora.

- Él… ¿Esta aquí en la isla?

- Sí, y quiero que vayas a verlo conmigo.

- Entiendo, iré.

Misael se dispuso a retomar su trayectoria con Durbe siguiéndolo, intentando mantenerse firme a la decisión que había tomado. Aun si no estaba seguro de que era lo correcto.

- ¿Esta persona vive aquí? Porque no me he encontrado con nadie excepto tú en la Isla…

- No, el viene de otro lugar. 

- ¿O sea que viajó hasta aquí?

- Sí.

- ¿Y de dónde viene?

- Viaja mucho, como yo. No se hospeda en ningún lugar exacto. Solo puedo decirte que en estos momentos viene de otras tierras.

- Hablando de eso, ¿en qué tierras estamos ahora? Yo no puedo recordarlo… 

- Estamos en unas Islas al sur de la nación de Poseidón. 

Poseidón. Aquel nombre divino resonó en su mente... le parecía familiar la mención de su nación, pero no sabía por qué.

- Ya veo… ¿Y en que viaja él?

- Durbe  –exclamó con tono agotado – por favor espera a conocerlo para hacerme más preguntas.

- Está bien.

El joven de cabellera grisácea se dio cuenta de que comparado con lo mucho que debían conocerse Misael con esa persona, el realmente no sabía demasiado sobre el rubio. Además de que a Misael se le notaba la estima que le tenía a aquella persona al hablar de él. ¿Pero sentía lo mismo o más hacia Durbe? 

De repente sintió una extraña opresión en el estómago. ¿Podría ser que tal vez lo que Misael sentía por esa persona fuera más que simple aprecio? El rubio le dijo que fue él quien le había dado una razón existencial en el mundo, ¿Podrían ser amantes o algo mucho más alejado a una relación como la que tenía el con Mach? ¿Y si Misael quería presentarle a esa persona para explicarle que ya tenía alguien? 

- ¡Misael, ¿qué clase de relación tienes con esa persona?! –la pregunta salió tan de repente que hizo sobresaltar al rubio.

- Nosotros… somos compañeros, algo así como tú y Mach

- ¿De verdad?

- Si… -Misael se extrañó por la forma algo desesperada en que el otro le preguntó aquello, pero fingió no notarlo y se limitó a caminar. Escuchó a Durbe suspirar con alivio.

- Entonces son camaradas. ¿De qué clase? ¿Desde hace cuánto tiempo exactamente se conocen?

- Creí haberte dicho algo sobre las preguntas…

- Ah, sí. Lo siento.

Misael miró a su alrededor para comprobar que ya habían pasado parte el rio proveniente de la cascada y paró en seco.

- Es aquí –el lugar al que habían llegado estaba repleto de grandes y altas piedras, cubiertas de vegetación, las cuales parecían estar todas en torno al amplio rio en frente a ellos –Camina con calma y no intentes nada hasta que te lo presente, ¿de acuerdo? 

- De acuerdo… -contestó extrañado. El rubio respiró profundo una vez más, como quien piensa hacer algo de lo que después no hay vuelta atrás, y avanzó hacia el rio haciéndole señas de que lo siguiera.

- Es él…

Durbe contuvo los nervios en el estómago y trago saliva dispuesto a hacerle frente a quien quiera que fuera el sujeto que representaba tanto para Misael. Entonces alzó la vista, dejando de seguir sus pies con la mirada como había estado haciendo casi todo el camino.

Se detuvo paralizado, mirando hacia arriba con sus ojos oscuros bien abiertos.

- ¿Él es…

- Él es Jinlong –El rubio hizo un ademan señalándolo para recalcar su referencia. 

Jinlong yacía majestuosamente, con su enorme y largo cuerpo que se ondeaba medianamente sumergido en el agua. O lo que cabía en ella, pues el gran rio en la isla quedaba reducido a un charco comparado con su tamaño. Las escamas que recubrían la parte inferior de su cuerpo relucían con un brillo plateado, mientras que sobre su lomo se extendía una cabellera alvina mucho más clara que la de Mach. 

Las alas, tan blancas como el resto de él, se sacudían con suavidad salpicando el agua en ellas; dando a entender que recientemente el dragón había sumergido la punta de sus plumas en ella. Plumas que, por como lucia su textura, a Durbe le hicieron pensar en su suavidad y calidez.

Misael, que se mantenía atento a la reacción de Durbe, vio que éste no decía nada y seguía con los ojos firmes en Jinlong. 

-Jinlong –dijo para romper el silencio– Él es Durbe –terminó la presentación haciendo otro ademán hacia el joven de cabello grisáceo.

Durbe parecía estar en una clase de trance o shock mientras observaba los brillantes y grandes ojos rojos del rostro amarillo con rasgos de reptil.

-Un gusto conocerlo, Caballero Durbe.

En cuanto la voz fuerte y profunda de Jinlong resonó en el ambiente, al joven de cabello grisáceo parecieron flaquearle las piernas y cayó de rodillas. 

-E-Es un honor… -Durbe se inclinó hacia adelante en una reverencia, aun sin salir de su estado de asombro- ¡Es un honor conocerlo, Jinlong-san!

Misael se preocupó un poco por lo conmocionado que había parecido Durbe hacia unos instantes, pero cuando lo vio levantar el rostro se percató de que lucía emocionado.

- Recuerdo… haber leído leyendas sobre su existencia, pero nunca imagine que… ¡Es mucho más increíble que como lo describen los libros! ¿De verdad eres amigo de un ser místico tan majestuoso? –Se volteó a mirar al rubio, que asintió algo incómodo -¡Eso es tan increíble! ¿Desde hace cuánto se conocen?

- Misael era una cría humana cuando lo vi por primera vez.

- Cuando era niño –tradujo el rubio.

- ¿Y qué edad tiene usted, si me permite preguntar, Jinlong-san? ¿Es cierto que los dragones pueden vivir mucho tiempo?

- Vivimos muchos más siglos que cualquier otro ser en el mundo. He estado sobre la tierra desde miles de años, pero no recuerdo cuando nací.

- Lamento escuchar eso… pero, ¿y hay más de los de su especie?

La emoción de Durbe fue cortada por un breve silencio en el que el dragón y Misael parecieron intercambiar miradas.

- No lo sabemos. Hemos recorrido gran parte del mundo, pero… creemos que ya no queda ninguno.

- Oh… Lo siento –el ojigris miro a su alrededor buscando algo que decir para cambiar la conversación– Entonces… cuando dijiste que sueles viajar mucho, ¿Es porque ustedes dos lo hacen juntos? –preguntó al joven más alto.

- Sí. Jinlong no es de las especies más pequeñas como habrás visto, así que conseguirle un lugar para alojarse es complicado. De todas formas tampoco nos gusta quedarnos en un lugar solo, así que nos trasladamos de un sitio a otro.

- Bueno, eso es genial. ¿Han conocido gran parte del mundo, no?

- Sobre todo Asia,  procuramos evitar los reinos del Sur y Norte de las otras islas porque siempre están en conflicto.

 <<pero dio la casualidad de que lo hice y tú me caíste del cielo>> pensó con cierta ironía.

- Jinlong-san, si conociste a Misael de niño, ¿Puedes contarme como era él?

- ¿Y para que quieres saber eso? –el rubio lo miro con el ceño fruncido y las mejillas levemente elevadas de color.

El dragón, por otro lado, parecía complacido con la curiosidad del joven.

- Curioso, torpe... Era tan pequeño que se subía sobre mi lomo y sobraba espacio.

- ¡Y tú no le sigas! –exclamó abochornado.

- ¿Tenía el cabello más corto? –continuó Durbe- Apuesto a que se veía muy lindo. ¿Siempre tuvo aspecto de niña?

- ¡Oye, no te pases con las preguntas! 

A pesar de sentirse apenado, Misael sentía un gran alivio de ver a Durbe sonriendo mientras hablaba con Jinlong. Le preocupó desde el comienzo como pudiera reaccionar al conocer a su compañero dragón, después de todo, los caballeros y los dragones nunca llevaron una buena relación en la historia. 

Al menos no se equivocó en algo, Durbe era diferente. En realidad, Durbe era diferente de cualquier persona que hubiera conocido antes.

 

 

 

 

Habían pasado unas horas desde el atardecer de ese  mismo día. El cielo ya había oscurecido y las estrellas predominaban en él. Misael se acercó a la pequeña fogata que habían armado para esa noche y añadió un poco más de ramas que había juntado en la tarde. Se sentó junto a Durbe, que continuaba charlando con Shinlong, y tomo una de las varas donde los pescados que habían puesto a asarse estaban empalados.

- ¿Así que Misael le tenía miedo a las alturas? Eso explica que estuviera asustado cuando montamos a Mach.

- ¡No estaba asustado! –replicó el rubio molesto.

- En realidad solo tenía miedo al principio, luego se fue acostumbrando a volar más alto conmigo. 

- Entonces debe ser porque solo está acostumbrado a volar con usted, además de que nunca ha montado un caballo. Mach debió ser totalmente nuevo para él.

<<Me gustaría que dejaran de hablar como si yo no estuviera aquí >> pensó Misael mientras mordía uno de los pescados que habían obtenido de la pesca en el río esa tarde.

Se fijó en Durbe, aunque ya lo había estado haciendo durante todo el día. Era bastante agradable verlo sonreír de esa forma, se sentía bien. De hecho hasta lo hizo reír ver la cara de fascinación que puso el más bajo cuando Jinlong dejo salir una pequeña llamarada para prender el fuego. No podía imaginarse como sería su impresión si viera las verdaderas llamas ardientes que el dragón era capaz de hacer.

- Se te va a enfriar –avisó señalando el pescado que sostenía el de cabellos grisáceos en una rama.

- Oh… si, gracias –contesto distraídamente.

- Oye, ¿A qué te referías cuando dijiste que habías leído leyendas o no sé qué sobre dragones? ¿No se suponía que no recordabas nada? 

- Ah, bueno, en realidad algunos conocimientos todavía están conmigo, pero… –Durbe mordió el pescado y comenzó a masticarlo nerviosamente–  Hace unas noches tuve un sueño y… recordé un par de cosas.

- ¿Ah, sí? ¿Cómo qué?

- Pues… casi todo lo que quería saber, creo. El lugar donde crecí… habían niños con los que soñé, y uno de ellos era el rey a quien sirvo…

- Eso es bueno –contesto Misael luego de haberse quedado en silencio un rato; dándose cuenta de que Durbe lo miraba algo preocupado– Es lo que estábamos esperando, ¿no? Al fin te recuperas de tu amnesia.

- Si… –Durbe hizo una leve sonrisa y continúo comiendo su pescado.

- Por lo que me estas contando, parece te criaste con un príncipe.

- No sé si es exactamente lo que sucedió, solo sé que fuimos cercanos de pequeños. Vi una imagen en mi sueño… Estaba arrodillado frente a él mientras su espada se apoyaba suavemente en mi hombro. Creo que fue el momento en el que me nombró su caballero, pero había más que eso… Luego vi un campo de batalla. Yo estaba a su lado. Más que un caballero, yo era como el comandante del ejército -Misael intento disimular que se había atragantado un poco con el pescado.

- ¿El amigo de la infancia del rey, comandante de un ejército, se cae de un Pegaso y pierde la memoria? –Misael esbozó una sonrisa– No conozco a tu rey, pero si te eligió comandante, no debe ser muy listo.

- Su nombre... es Nasch. No recuerdo mucho de él, y el sueño no fue muy nítido, pero… cuando lo mire a los ojos, sentí una inmensa mezcla de lealtad y cariño por él.

Misael notó como algo en los ojos de Durbe había cambiado. 

- Parece que realmente te estás recuperando, entonces. 

- Sí… Aún no tengo en claro como ocurrió el accidente, pero recuerdo que tenía una misión antes de que todo ocurriera. Hubo una batalla, y estaba registrando la isla… habían pasado pocas horas desde que el enemigo se había retirado, pero puede que haya sido en ese momento cuando alguien le disparo a Mach… -se detuvo reiterándose de algo- Por cierto, dijiste que me darías una respuesta después de presentarme a Jinlong-san –soltó Durbe de repente. 

Misael sintió que Jinlong lo miraba fijamente, pero disimuló notarlo, se concentró de nuevo en su pescado.

- Sí, Durbe yo… -tomo un poco de aire y continuo- A mí me gustas. Más de lo que me ha podido gustar cualquier otra persona, pero… Tienes que saber algo.

- ¿Qué? 

Durbe frunció el ceño con un poco de preocupación, mientras que Misael hizo un esfuerzo por no dejar de mirarlo a la cara. .No podía acobardarse.

- Yo fui quien le disparo a Mach.

Durbe palideció un poco, pero el rubio procedió a explicarse.

- Estaba cazando y… pensé que era un ave. A esa distancia no pude distinguirlo bien y solo reaccione cuando te vi caer, junto con el Pegaso. 

Durbe permaneció en silencio.

- Lo siento.

- Es… Está bien –susurró el de ojos oscuros volviendo en sí, aparentemente calmado – No fue tu culpa, no lo sabías. Además te hiciste cargo de nosotros, no tenías malas intenciones.

Misael no se esperaba recibir una reconfortante sonrisa algo forzada de Durbe, pero ciertamente lo alivió. Sintió como si se hubiera quitado un peso de encima. Pensándolo mejor, fueron bastantes pesos de encima. Durbe no había reaccionado mal al conocer a Jinlong, ni se había enfadado por haberlos herido a él y a Mach. Durbe era tan calmado y comprensivo... se veía tan pacífico, que le costaba imaginárselo en un campo de batalla.

- Quería serte sincero, porque de verdad me gustas.

- Tu también me gustas –sintió la mano de Durbe sobre la suya, provocándole esas emociones que surgían cuando estaban juntos.

- E-El pescado se enfría –dijo volviendo a comer, evitando que Durbe le viera la cara y notara que estaba sonrojado.

  

 

 

 

- Tengo algo que darte –le dijo Misael mientras acomodaban su campamento alrededor de la fogata.

 Durbe lo miró con curiosidad cuando se fue un momento y volvió sosteniendo algo en sus manos.

- Tu armadura –dijo tendiéndole las piezas de acero, éstas brillaron a luz de las llamas.

-Wow… siento como si hubiera pasado años sin usarla –dijo Durbe tomándola en brazos. Notó el nuevo rasguño de su casco.

- Solo fueron unas semanas; y aquí está tu espada –dijo estregándosela envainada en su funda- Guardé tus cosas para cuando despertaras, pero como tu recuperación tomo más tiempo…

- Muchas Gracias –agradeció admirando sus pertenencias como si fueran nuevas -¡Ah, mi capa! –exclamo con emoción al encontrarla entre la armadura, doblada. La extendió acariciando la tela y levanto la vista hacia Misael.

- Bueno, mañana ya podrás volver a usarla. Ahora mejor vete a dor… –Misael se dio media vuelta para ir a acostarse en la tienda que habían armado, pero antes de que pudiera terminar la frase sintió como Durbe lo abrazó por detrás con un brazo y le hizo girar el rostro con la otra mano para besarlo.

- Gracias por todo –susurro sonriendo cerca de sus labios. Misael se sonrojó y bajo la mirada en gesto de sorpresa.

- B-buenas noches –susurro entrando en la tienda. Durbe lo siguió y se acostó a su lado en la cama improvisada que tendieron sobre el suelo. 

Ambos se quedaron mirando alrededor; esquivando sus miradas; oyendo únicamente sus respiración, las chispas del fuego; y el sonido de algún grillo que rondara no muy lejos el lugar. Los dos estaban obviamente nerviosos.

El rubio se giró para mirarlo cuando se dio cuenta de que Durbe también lo miraba. Ver sus ojos tan de cerca… le recordaba a la última vez. Las emociones aumentaron en cuanto se dio cuenta de que Durbe parecía pensar lo mismo. Sintió el fuerte impulso de querer besarlo. Se acercó un poco, y Durbe hizo lo mismo; hasta que quedarse mirándose entre sí fue demasiado insoportable y fue necesario que alguien acabara ya con la mísera distancia entre sus labios. 

Durbe lo hizo. Comenzó a besar al rubio con ansias, y este le correspondió de la misma forma. Paso una mano por el cabello rubio y luego acaricio su cintura con la otra. Misael respondió al gesto abrazándolo también, rodeando su cuello por detrás con una mano y pasando la otra por su espalda. La mano de Durbe recorrió el contorno del rubio hasta que llego a adentrarse en su camisa, entonces Misael soltó un suave gemido ante el contacto de sus dedos sobre su piel y se separó del beso apartándolo con las manos, empujando su tronco.

- Espera…

- ¿Esto es muy pronto? -preguntó apenado.

- No lo sé, es que… -Misael trato de normalizar su respiración antes de continuar, pero Durbe noto que su voz sonaba algo temblorosa y parecía evitar mirarlo a la cara directamente- ¿Vas a irte, verdad?

- ¿Qué?

- Ahora que empiezas a recordar… quieres regresar a tu hogar, ¿no? Puedo llevarte hasta el lugar donde te encontré. De ahí podrás llegar a tu pueblo.

- Sí, me encantaría, pero… ¿después de eso…?

- Vas a dejarme.

Durbe se exasperó.

- ¡No hare tal cosa!

- ¿Y qué piensas hacer entonces? No puedo ir contigo, pero es tu decisión si quieres volver.

- Quiero hacerlo –afirmó el de ojos grises –Lo necesito para recordar quien soy.

- Entonces hagámoslo, te llevaré de vuelta a Poseidón.

- Pero… luego de eso, ¿Qué harás tú? ¿Volveré a verte? –Misael guardó silencio, parecía tener la respuesta pero no quería decirla- ¿No podrías… quedarte allí, conmigo? –el rubio se sobresaltó un poco.

- Yo no puedo irme contigo, Durbe.

- ¿No quieres…

- Sí quiero –aclaró mirándolo de frente repentinamente, y Durbe comprobó que en sus ojos había tanta angustia como en los suyos– Nada me gustaría más, pero no puedo dejar a Jinlong.

- No estoy pidiéndote que lo dejes.

- ¿Y qué quieres que haga? –el rubio lo apartó del todo y se puso de pie, comenzando a caminar alrededor de la fogata con inquietud, con el otro levantándose para seguirlo –No puedes esperar que lleve a Jinlong a tu pueblo, tu sabes lo que podría pasar. Una cosa es como tú reaccionas ante él, pero… si la gente lo ve, se asustarán. Y si la gente se asusta, lo lastimarán. Yo no quiero tener que ver a tus hombres tratando de matarlo. 

- Eso no pasará –trató de calmarlo- Nasch puede hacer algo. Si me dejas hablar con él, podría hacer que los recibieran de forma apropiada.

- ¿Estas tan seguro de eso? ¿El rey va a simplemente aceptar que su gente conviva con una criatura como él? Además, te recuerdo sus hábitos alimenticios, ¿Él va a estar de acuerdo en proporcionarle alimento o su gente tendrá que compartirnos su ganado? –pregunto con cierto sarcasmo.

- Podría discutirlo con él y tal vez conseguirle un terreno específico para cazar o…

- Durbe –el rubio nuevamente lo interrumpió –Jinlong y yo nunca nos quedamos en el mismo lugar por mucho tiempo, ya te lo había dicho. Es algo casi instintivo, él vive trasladándose de un sitio a otro y yo siempre lo sigo. No puedo irme contigo y dejarlo, ni tampoco obligarlo a quedarse. 

- Yo…-Durbe lo miró frustrado, sin saber muy bien qué hacer ante la situación -¿Realmente crees que no podrán adaptarse a mi nación? Quiero decir, es un conjunto de Islas. No necesariamente Jinlong tiene que quedarse allí, él puede viajar a otros lugares cercanos si lo desea. No  estoy diciéndote que vayamos a apresarlo ni nada, el podrá ser libre de ir a donde desee.

- Deberías volver solo, Durbe. Tú eres el que necesita esto, yo solo te causaré problemas.

- Necesito volver –admitió –pero también te necesito a ti.

Las chispas del fuego desaparecieron y las llamas se hacían cada vez más pequeñas. La oscuridad comenzó a ensombrecer sus rostros.

- Está bien –susurró el rubio –Lo intentare, voy a hablar con Jinlong. Si él está de acuerdo, iré contigo a donde quieras. 

- ¡Gracias! –Durbe le sonrió de tal manera que incluso en la oscuridad no pasó desapercibida, iluminada por la luz de la luna en aquella noche de brillantes estrellas; y el rubio no hizo ninguna objeción ante el abrazo que le dio segundos después.

Solo bastó con otro de sus besos, y casi sintió que podría intentar cualquier cosa por ese joven. Cualquier cosa mientras permaneciera a su lado.

Fue un beso corto, pero incentivó a ambos. De un momento a otro terminaron sobre el suelo, con la capa de Durbe respaldándolos del húmedo césped. Misael empujó con cuidado a Durbe para posicionarse sobre él, teniendo en cuenta su cuerpo aún en recuperación, y dejó que sus manos lo recorrieran en ese abrazo que se había vuelto más íntimo. Esa noche estrellada, se entregó por primera vez al contacto humano, sin recelo ni desprecio. Por primera vez, había encontrado a una persona con la que encajar. Alguien que le había mostrado el lado bondadoso y bueno del ser humano, distinto de todos los hombres egoístas y avariciosos que había visto destruir con sus corruptos deseos al mundo. Durbe no era como ellos. 

Y lo amaba.

 

 


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