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Sexting por Princesa de los Saiyajin

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3

Adversidades

 

Su cuerpo estaba paralizado, su mente no quería aceptar que lo sucedido fuera real. Deseaba que todo se tratara de un sueño, uno del cual le era difícil despertar pero que a final de todo lo haría. Sus ojos dejaban caer lágrimas gruesas, y en su garganta aquel nudo que se formó amenazaba con asfixiarlo.

     Su vista se nubló, poco a poco dejó de mantener control sobre su cuerpo. Sus piernas flaquearon, y por más que lo intentó no pudo mantenerse en pie. Cayó de las escaleras mientras sus ojos se iban cerrando. Quería ponerse de pie, pero su cuerpo entero no respondía.

     Sólo dejó de sentirlo.

     Ni siquiera sintió dolor al caer hasta el último escalón. Todo se hacía lejano, borroso.

     —¡Kakarotto!

 

***

 

—Bardock, ¿piensas aceptar el puesto?—preguntaba una mujer de cabellera azabache y corta, a su compañero de cubículo.

     —Necesito pensarlo…—fue lo único que atinó a responder—. Fasha, vamos a la cafetería de al lado, te invito a almorzar.

     Luego de que la mujer aceptara, ambos se dirigieron al local que estaba a un costado de la gran empresa en la cual laboraban. Se sentaron en una mesa junto a la ventana y una mesera les tomó la orden. Posteriormente, ella se fue y los dos pudieron seguir conversando.

     —Necesito enviar el archivo al jefe, pero no puedo acceder a mi cuenta—dijo frustrada mientras tecleaba una y otra vez su contraseña en su computadora portátil.

     —No soportas la idea de tomar cinco minutos de descanso, ¿verdad?—comentó al verla tan preocupada. La joven mesera que los atendió llegó con dos tazas de café y otros bocadillos que habían ordenado, los dejó sobre la mesa y se retiró luego de hacer una reverencia.

     —Tú no sabes qué tan importante es esto. Recién lo corregí, y ahora no puedo enviarlo…—dijo sumamente molesta.

     —Envíalo desde mi correo—dijo y dio un sorbo a su taza—. Yo ya envié lo que me correspondía hace una semana…

     El mayor tomó la laptop, la giró hacia sí y escribió su correo electrónico y su contraseña. La volvió a dirigir hacia la mujer al ver que comenzaba a cargar la página. Mientras ella hacía lo suyo, él veía por la ventana, sonriendo levemente al ver a muchas personas correr de un lado a otro por la intensa lluvia, de cómo se cubrían con sus manos incluso sabiendo que era prácticamente inútil, y cómo los autos que pasaban a gran velocidad salpicaban de agua sucia a aquellos que esperaban el autobús al otro lado de la calle.

     —Sí, ¿quieres ver su pack?—decía un joven a otro que recién entraban al establecimiento. Sus vestimentas daban la impresión de adolescentes rebeldes y descuidados, usaban sus pantalones  debajo de la cadera, mostrando un poco su ropa interior; llevaban playeras negras con estampados extraños, además de que eran muy holgadas y se veían sucias; lucían como delincuentes juveniles. Ambos conversaban en voz alta, sin importarles el silencio que había antes de su llegada.

     —¿Y dices que te lo pasó un desconocido?—preguntó divertido.

     —Sí, tienes que verlo…—respondió.

     Ambos siguieron conversando después de tomar asiento en una mesa en un rincón, aunque ahora no tan alzada su voz; pero de vez en cuando estruendosas carcajadas por parte de ambos resonaban en el lugar.

     El Son decidió ignorar las molestas voces chillonas de los menores. Mejor se concentró de nuevo en la ventana. Mientras veía las gotas de agua caer con gran fuerza y rapidez, su mente le permitió aclarar dudas y analizar unas cuantas ideas que llevaba toda la mañana pensando.

     —Bardock…—llamó un poco tímida—. Te llegó un correo, es de un tal “Amigo Anónimo”—mencionó—. Además, tiene un archivo adjunto.

     —¿”Amigo Anónimo”?—repitió desconcertado. Ella asintió, así que tomó la computadora para poder revisar a qué se refería.

     La cuenta de la persona que se lo envió le era desconocida, e incluso el nombre le parecía extraño. Abrió el mensaje, era el más reciente en su bandeja de entrada. Tardó unos segundos en que se desplegara; pero al hacerlo, se dio cuenta de que eran varias imágenes sobre una conversación. Algo dubitativo, comenzó a leer.

     Sin embargo, al ver el nombre de su hijo en dicha conversación lo hizo sorprenderse aún más. Leyó cada línea cada vez más rápido, no sabía quién era la otra persona, el nombre aparecía borroso e ilegible, pero por los mensajes pudo determinar que era un varón, lo que provocó que su angustia se hiciera mayor.

 

Hola, lindo”, “Hola”.

“La verdad es que no quisiera que mis amigos supieran que yo prefiero a los hombres, ellos son un poco… homofóbicos…”, “Qué lástima, la verdad yo también paso por lo mismo. Aunque me gustaría saber cómo eres… ¿Si yo te mando una foto mía, tú me envías una tuya?”, “Está bien”.

 

     No quería creer lo que observaba, sus puños se empuñaban a cada mensaje que veía. Vio una foto con una alteración para que luciera borrosa, pero a continuación se encontraba la de su hijo menor. Deseaba en el fondo que fuera alguien más, que existiera otro Son Goku y que le hayan enviado eso de broma. Pero no. Efectivamente, uno de los participantes en ese chat era su pequeño.

 

“¿Me envías una foto sexy tuya? Anda, y yo te envío una…”, No sé… es que… no soy tan lindo como tú crees…”, Anda… mira, deja que yo te envíe una foto para ver si te animas…”.

“Está bien, lo haré. Sólo dame un minuto”.

 

     Y lo que creía imposible, sucedió. Ahí estaba la foto de su hijo menor, su gran orgullo, su tesoro… su pequeño Kakarotto le había enviado a ese sujeto una imagen de él completamente desnudo. Por más que intentaba encontrar algo que le demostrara que no era él, simplemente no lo encontraba.

     Apretó con fuerza sus puños, y su ceño se frunció completamente. La mujer, al ver la reacción en su amigo, inmediatamente decidió preguntar.

     —Bardock, ¿qué te ocurre?

     Pero el pelinegro no respondía. Simplemente veía con gran furia la pantalla del computador. Se levantó de la mesa, sacó su billetera, dejó dinero sobre el plato donde hace unos minutos estaban unos bocadillos, y caminó a pasos firmes hacia la salida del local.

     Sin importarle las miradas confundidas de todo aquel que lo miraba pasar, se dirigió hacia el estacionamiento de la empresa. Subió a su auto y con gran molestia lo puso en marcha.

 

***

 

—Hijo, despierta…—decía angustiada la mujer mientras daba pequeños golpecitos en el rostro de Goku con intenciones de hacerlo reaccionar. Raditz limpiaba con un pequeño paño la sangre que escurría de la frente del menor, resultado del golpe que se dio al caer.

     El de cabellera alborotada abrió los ojos lentamente, topándose con las miradas preocupadas de su hermano y su madre. Pero al hacerlo recordó también lo ocurrido hace unos minutos. Sus ojos de nuevo se llenaron de lágrimas, y lo único que pudo hacer era abalanzarse a su madre, abrazarla con fuerza, y llorar.

     —Cariño…—susurró la mujer, dejando correr algunas lágrimas. Rodeó protectoramente a su pequeño y le besó la cabeza—. Sabes que yo siempre te apoyaría, ¿por qué no me lo dijiste?

     —Kakarotto…—dijo su hermano mayor. A pesar de que se mostraba firme, su voz se oía temblorosa por ver el estado en el cual se encontraba Goku—. ¿Quién fue ese maldito mal nacido?—dijo eso último muy molesto y enojado, como si fuera a matar a alguien en ese preciso momento.

     —Yo…—su garganta no dejaba escapar más que quejiditos incomprensibles.

     —Tranquilízate, mi amor—pidió, sin embargo su estado era casi igual que el del menor.

     —Kakarotto, dime quién lo hizo. Quiero matar con mis propias manos a ese imbécil—golpeó la pared con fuerza.

     Madre e hijos se encontraban sumamente alterados. Goku no dejaba de llorar, al igual que Gine. Y Raditz, a pesar de que se encontraba afligido, estaba también sumamente enojado.

     Un auto estacionándose en la cochera fue escuchado por los tres. Luego de unos segundos, la puerta fue abierta con fuerza, dejando ver a un pelinegro de cabellera alborotada furioso.

     —Bardock—la mujer soltó a su hijo para acercarse a su marido, con intenciones de decirle lo ocurrido—. No creerás lo que un sujeto le hizo a nuestro bebé…

     Pero el hombre no la volteó siquiera a ver, caminó a pasos firmes hacia el menor que se encontraba sentado en el último escalón de la escalera. Al llegar y estar lo suficientemente cerca de él, alzó su brazo con el puño cerrado, y lo estampó con fuerza en el rostro de su hijo.

     —¿Así que te gustan los hombres?—preguntó molesto.

     —¡Bardock!—la mujer se asustó al ver a su marido tratar de ese modo a Goku, sobre todo por la situación en la que se encontraban.

     El menor no podía verlo a los ojos, sólo desviaba su mirada hacia otro lado mientras tocaba su mejilla enrojecida. Sabía que si él se enteraba de su orientación, sucedería algo parecido; pero en esos momentos lo que más necesitaba era apoyo por parte de él.

     —Kakarotto, mírame cuando te estoy hablando—ordenó. El menor, con sumo nerviosismo a causa de todas las emociones que sentía en esos instantes, volteó a verlo a los ojos.

     Ese par de orbes negros lo miraban con desprecio, molestia, incluso furia había ahí. Su padre no parecía inmutarse al tratarlo así.

     Goku era carne y sangre propia de él, Bardock lo había amado desde el momento en que nació; jamás lo había negado, ni lo había abandonado por más razones que le pudieran haber dado él o su hermano; siempre había estado a su lado cuando más lo necesitaba, y había tenido el gozo de acompañarlo en sus triunfos. Siempre lo había protegido y amado más de la cuenta, era importante para él.

     Entonces… ¿por qué en ese momento todo eso parecía tan adverso? ¿Por qué su padre ahora lo despreciaba con su mirada, lo lastimaba con sus palabras, y lo atacaba de ese modo?

     —Kakarotto… ¿acaso eso fue lo que yo te enseñé?—el menor intentó girar su rostro, pero el mayor lo tomó del mentón con mucha fuerza para que lo siguiera mirando—. Dime, ¿hasta cuándo tenías pensado decir que no eres más que eso…?—Goku no respondió—. ¡Contesta!—soltó su mentón para después volver a golpearlo en el rostro.

     —Bardock, ¡detente!—la mujer intentó acercarse, pero la mirada fría de su marido la hizo parar.

     —Tú no te metas en esto, Gine—le gritó. Raditz tomó de los hombros a su madre y después se colocó frente a ella, con intenciones de protegerla en caso de que su padre enloqueciera y también quisiera atentar contra ella.

     —Padre, ya basta—pidió el de cabellera larga, desesperado al ver a su hermanito siendo golpeado frente a él.

     —Tú tampoco te metas, Raditz—le dijo enojado.

     —Papá, yo…—intentó decir el menor. Pero Bardock sólo mostró un rostro desconcentrado, luego una leve expresión de asco se divisó en sus labios, se dirigió a él y lo vio con una expresión de desagrado y molestia, lo que lo obligó a acallar lo que quería explicarle.

 

***

 

—Bardock, no cometas una locura…—murmuraba Fasha mientras tocaba el claxon.

     Luego de ver a su amigo salir completamente enojado de la cafetería, revisó qué era lo que había visto, para intentar comprender su comportamiento. Su sorpresa fue grande al divisar la serie de imágenes que había visto él. Sí, conocía a Goku desde hace mucho, incluso le agradaba ese pequeño; jamás lo creyó capaz de hacer algo como eso. Sin embargo, luego de analizarlo, cayó en cuenta de que lo que probablemente había puesto en ese estado a su compañero no fue esa imagen final, sino su maldita homofobia.

     Preocupada por la reacción que pudiese tener frente al menor, tomó sus cosas rápidamente y se dirigió al estacionamiento, subió a su auto, y condujo a gran velocidad hacia la vivienda de la familia Son. Pero a mitad del camino se enfrasco en una calle con tráfico muy lento a causa de una camioneta que se había quedado sin combustible a mitad de la avenida.

     —Por favor, Bardock, no cometas una estupidez…

 

***

 

—¿Qué dijiste?—preguntó—. ¿Piensas que acepto que me hayas tomado por imbécil todo este tiempo? Dime, ¿qué pretendías al hablar con ese sujeto? ¿Terminar con él en una cama de hotel cuando se conocieran? ¿Pensabas traerlo aquí para que tuvieran sexo en mi propia casa? Dime, ¿qué esperabas? ¿Tomarme por idiota al ignorar todo lo que te decía? Porque ahora me doy cuenta de que no valió la pena todos mis esfuerzos por hacerte un hombre—escupió a un costado—No eres más que una vergüenza, una decepción… Fuiste una pérdida de tiempo…

     —Papá, yo no…

     —Kakarotto—lo golpeó de nuevo, esta vez partiéndole el labio inferior—. Nunca más vuelvas a llamarme así… Yo ya no soy tu padre.

     Goku abrió lo más que pudo sus ojos. Esas palabras, era imposible que las estuviera poniendo todas juntas y dirigidas hacia él. Su mente no acababa de procesar lo dicho, simplemente no podía.

     —Bardock, ¿cómo puedes hablar así? ¡Es tu hijo!—la mujer estaba sollozando, desesperada por hacer entrar en razón al hombre.

     —Ahora sólo tengo un hijo, y es Raditz—la confrontó molesto—. ¿Acaso crees que yo voy a aceptar a este desviado?—la mujer calló al escuchar esa última palabra.

     —Padre…—Raditz estaba anonadado ante las fuertes declaraciones hechas por su progenitor.

     —Calla, Raditz. Ve y haz tus maletas. Nos vamos de esta casa. Tú también hazlo, Gine—ordenó.

     Goku seguía sentado en el último escalón, inmóvil, intentando reaccionar ante lo ocurrido. No entendía cómo era posible que su padre, el hombre que lo había apoyado siempre, ahora le daba la espalda cuando más lo necesitaba. Además, esa palabra… “desviado”… había causado una punzada fuerte en su pecho.

     —¿Y qué hay de Goku?—preguntó la mujer mientras lágrimas gruesas caían por sus mejillas.

     —¿Él? Yo no pienso aceptar a esa basura como carga.

     —Padre, no hables así de mi hermano…

     —Calla y haz tus maletas, Raditz—ordenó.

     El adolescente sólo obedeció, sin saber cómo afrontar esa situación. Caminó hacia las escaleras, y al estar junto a su hermano intentó posar su mano sobre su cabeza para alborotar su cabellera, como siempre lo hacía para decirle que “él estaría ahí con él para apoyarlo siempre”, pero cuando sólo su mano estaba distanciada unos centímetros, el mayor habló.

     —No te atrevas a tocarlo.

     Ante eso, sólo se alejó hacia su habitación.

     —¿Qué clase de persona eres, Bardock?—dijo la mujer—. ¿Cómo puedes decir eso? ¡Es tu hijo!—gritó.

     —¡Ya te dije que no lo es!

     —¿Y qué es lo que piensas hacer? ¿Abandonarlo? ¡Es un niño!

     —Si tan maduro se creía para hacer lo que hizo, que afronte el mundo solo.

     —…—soltó una risita irónica mientras lo veía vacíamente—. Vaya hombre que eres… Pero a diferencia de ti, yo no pienso dejarlo. Sean cual sean sus decisiones, sigue siendo mi hijo. Y lo apoyaré siempre…

     —¿Esa es tu decisión? Bien, tú elige pasar el resto de tu vida con ese inútil…—su primogénito llegó a donde estaban ellos con una maleta en manos, con una mirada desubicada y una expresión de desasosiego.

     —Si te quieres largar, hazlo, no te detengo—dijo molesta ella—. ¡Pero no te llevarás a mi otro hijo!

     —Padre, yo no quiero abandonar a mi hermano—dijo Raditz.

     —Tú no digas nada. Te irás conmigo y se acabó—determinó.

    —¡No te llevarás a Raditz!—gritó con desesperación.

     —Yo haré lo que me plazca, mujer—le gritó, incluso peor que las veces anteriores—. Raditz se irá conmigo. Es tu decisión con quién te quedas, con nosotros o con ese desviado…—salió a pasos firmes hacia la salida. Dejó la puerta principal abierta mientras caminaba hacia su auto; subió y segundos después subió su hijo, quien no tuvo otra opción que acompañarlo.

     A través de aquella cortina de agua pudo divisar a su mujer, parada en la puerta principal, observándolos. La abundante lluvia que caía no impidió que viera cómo cerraba con un portazo, dándole a entender que no iría. Ante eso, encendió el coche y lo puso en marcha.

     Una vez se fueron, Gine se volvió hacia su hijo menor. Ella también se sentía devastada. En ese momento en el cual debía haber mayor unión, todo se desmoronó completamente. El hecho de haber perdido de esa manera a su esposo no era lo que le afectaba más, sino el hecho de haber perdido a su hijo mayor.

     Caminó hacia Goku, quería hablar con él y hacerle ver el apoyo que le brindaría.

     El de cabellera alborotada empezó a llorar descontroladamente tan sólo la mujer se arrodillo frente a él. Sus ojos derramaban abundantes lágrimas y de su garganta sólo salían gemidos a causa de su llanto. Apretaba sus puños con fuerza, y sus ojos estaban cerrados. Luego los abrió, viéndola con dolor.

     —Perdóname, mamá… Te lo suplico…

Notas finales:

El término “pack” es utilizado por los jóvenes para referirse a imágenes con contenido pornográfico, siendo fotografías caseras de la propia persona o de otras.

A pesar de que hay grupos que lo consideran como algo natural o que no tiene nada de malo, ha llegado a considerarse como ilegal, puesto que dentro de esta práctica se incluyen menores de edad que envían sus propias fotografías (técnicamente, Pornografía Infantil, la cual en América Latina es penada tanto por poseerla como por compartirla), y también por el hecho de que se llegan a enviar imágenes ajenas sin consentimiento de la persona.

Expertos lo consideran una situación de riesgo en la actualidad, ya que muchos jóvenes caen en ella; opinan que se debe evitar la participación en ésta, ya que lo que entra a Internet, jamás se recupera; y no sabemos qué usos le pueden dar a nuestros datos o imágenes personales.


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