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Heridas por Pikacha-sama

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Notas del capitulo:

El capítulo se va a divivir en dos partes.

Enjoy ;)

Heridas
Capítulo dieciocho: cicatrices.

 

 

Tres días.

 

Tres malditos días había tenido que esperar para decidirse actuar, para que el estúpido rubio hubiera puesto sus manos a la obra. Sasuke estaba postergando su encuentro, era como si le tuviera miedo, ¿de verdad no podía mirar a través de toda la telaraña que habían confabulado contra él?

 

Sabía que esa vez no debió tomarlo, no debió tocarlo ¡pero había sido su novio!, ¡él no se había resistido!, ¡no era un maldito violador! De verdad amaba al adolescente, lo amaba de sobre manera, más que cualquier cosa en el mundo. Esos años lejos habían sido vivir en el mismísimo infierno.

 

¿Cómo era posible que Sasuke prefiriera alguien que lo había comprado? No, estaba confundido. Ese rubio se había convertido en la peor hiedra venenosa para su exnovio. Ni siquiera confiaba en él para poder solucionar las cosas, era un inoportuno que había sabido aprovechar la situación.

 

Esos tres días le habían servido para muchas cosas. Se había aprendido la rutina del adolescente, era monótono y no salía de su zona de confort, exactamente como lo recordaba.

 

Ese jueves estaba esperándolo fuera de la prestigiosa preparatoria que era propiedad de nada más ni nada menos que de Hatake Kakashi, otro pariente más de Naruto… ¿Acaso Sasuke seguía sin mirar lo mucho que su esposo lo tenía vigilado? ¡Hasta compartía clase con los primos del rubio! Incluso trabajaba para un tipo sin escrúpulos que era el esposo de su padrino ¿tanto le había hecho depender de él?

 

Siguió refunfuñando hasta que la campana que indica el final de las clases lo sacó de su ensoñación. Estaba recargado en su coche rojo en la puerta principal del colegio esperando a que su azabache favorito apareciera. No fue difícil distinguirlo, Sasuke llamaba la atención por sí solo. A su lado venía un pelirrojo invadiendo un poco su espacio personal y haciendo que ladeara una sonrisa.

 

No era la primera vez que los miraba juntos, pero le molestaba esas extrañas confianzas, ese rarito sin cejas siempre acompañaba al azabache a todas partes. Era casi su uber personal. Ya tenía suficiente con los celos erráticos contra el rubio como para agregarle uno más.

 

Caminó un poco más hacía a la entrada, su exnovio seguía sin notar su presencia. Ese día había tomado la decisión de enfrentarlo; Fugaku ya lo había visitado y amenazado lo suficiente para hacerlo retroceder, era una lástima, porque lucharía por Sasuke, aun sí él no quería luchar por ellos. Ese amor juvenil que tuvieron era verídico, el afecto que sentía en cada beso era único y especial. Su corazón latía emocionado por un nuevo encuentro, por saber que todavía tenía la esperanza de estar con él.

 

Las cosas no habían sido fáciles para ninguno de los dos, pero lo amaba demasiado, lo extrañaba con cada célula de su ser. Su historia no merecía ese final, merecía uno donde los dos protagonistas luchaban por su amor… su felices por siempre. No toda esa mierda que estaban viviendo.

 

Caminó detrás del azabache esperando que notara su presencia, pero el chico siguió revisando su celular mientras el pelirrojo le tomaba la delantera. Aprovechó esos segundos para jalarle el brazo y hacerse notar, Sasuke se había soltado del contacto al instante y le miraba impresionado.

 

Era como si el tiempo hubiera vuelto a detenerse para los dos, las personas alrededor de si habían desaparecido y solo existían ellos dos, con sus miradas intensas, sus ojos acuosos y miles de recuerdos cruzándoles la mente con un amor sincero. A pesar de ese silencio rodeándoles, ninguno se atrevía a romperlo.

 

—¿Y tú eres…? —preguntó una voz sacándoles a ambos de su mutismo.

 

Obito se rascó la parte trasera de la nuca mientras reía nervioso, a pesar de tener un temperamento, estar enfrente del azabache le hacía sentir esas extrañas mariposas en el estómago que le nublaban muchas veces el pensamiento.

 

—¡Soy el primo de Sasuke! — confirmó sonriendo con confianza —. He venido por él, — aclaró volviendo a tomar el brazo del azabache, afianzando su conducta.

 

Gaara había guardado silencio mirando ese contacto directo con su amigo. Nadie, absolutamente nadie que no fuera Naruto o Miki tocaba al azabache. Ni siquiera dejaba que Karin lo rozara y ese desconocido estaba ahí, sonriendo y figurando que no pasaba nada. Afiló la mirada esperando que su compañero dijera algo, pero estaba rígido, ni siquiera se atrevía a encararle.

 

¿A quién quería engañar? Era obvio que Sasuke no estaba cómodo con él, ni con su contacto; intentó tomar la mano del desconocido, pero fue el mismo azabache quien la apartó de un manotazo, mientras Obito se perdía en un mar de incertidumbre, ¡eso no debía haber pasado!

 

—Está bien, Gaara —musitó levantando la vista, sin darse cuenta que fue lo peor que pudo haber hecho.

 

Su mirada se había ensombrecido tanto que el pelirrojo retrocedió. Por un segundo, creyó estar mirando al azabache de unos meses atrás, al dolido adolescente que tuvo que acorralar para que sacara un poco del veneno que se había confabulado en su interior. 

 

El mayor estaba dolido por el rechazo, pero intentó sobrellevarlo lo mejor posible; en ese momento todavía quedaba bastante tiempo para aclarar las cosas con Sasuke. Era factible que estuviera enojado con él, no había podido cumplir su promesa de que siempre estarían juntos, no debía culparlo, no a él.

 

—Será mejor que te lleve a casa — rectificó Gaara queriendo tomar el brazo del azabache, pero también fue evitado. El chico le miraba ajeno, perdido en sus pensamientos con el ceño levemente fruncido. Cerró los ojos y suspiró, había llegado la hora de enfrentarlo, de hablar con toda la verdad.

 

—Obito me llevará a casa —contestó con frialdad, aquella tan característica del Sasuke que conoció hace un año atrás, esa oscuridad rodeándolo, consumiendo su propia autoestima ¡¿quién diablos era ese desconocido?! Frunció el ceño mientras el adolescente se subía al auto del otro azabache y desaparecían tras doblar la cera.

 

No esperó ni un minuto más para marcar el número telefónico de la persona más insoportable que había conocido. Tal vez no le incumbía, pero a pesar de todo lo que había pasado entre ellos seguía enamorado del Uchiha, y siempre procuraría su bienestar.

 

En la caratula de su celular podía leerse claramente “Namikaze, Naruto”.

 

 

 

 

 

 

—Lo siento… — fue lo primero que salió de sus labios, no había otra palabra que no saliera de su mente en ese momento. Las fuerzas por luchar estaban ahí, el amor lo sentía a flor de piel, porque a pesar de que desde que se subieron al auto Sasuke no había dicho ni una palabra, sabía lo nervioso que estaba. Lo conocía, sabia cuáles eran sus manías, sus tics y sus facetas.

 

» Debí llegar antes —terminó de susurrar despegando un poco la vista del frente. Planeaba llevar al chico a un lugar donde pudieran hablar a solas. Sentía tantas cosas en ese momento, pero debía de controlarse, Naruto no había confiado en su esposo y eso era un punto que podía usar a su favor.

 

—Las cosas han cambiado — murmuró el adolescente sin girar la vista para mirarlo.

 

Obito había sonreído tiernamente, el auto se había detenido en un semáforo en rojo. Sin mucho preámbulo tomó en un ligero movimiento la barbilla de su exnovio para que sus miradas se encontraran. Seguía creyendo que aquel amor que se tenían vivía en los ojos de Sasuke y no estaba tan equivocado.

 

—No puedes mentirme a mí, Sanuke-chan~ — le susurró con su voz cantarina, esa infantil y molesta que siempre terminaba haciéndolo reñir.

 

Sin poder creerlo volvió a viajar en el tiempo, se recordó a si mismo sentado en las piernas del mayor sonriendo juguetonamente de medio lado, ¿cuánto no había amado a ese hombre?, ¿cuántas veces no había llorado por su ausencia?, ¿por no rescatarlo de toda la tiranía de su padre?

 

Decir que las piernas no le temblaban en ese momento sería mentir; las manos le sudaban y el cuerpo le pesaba. Sintió un pequeño mareo que decidió ignorar para tomar la mano de ese hombre y separarla de sí. Los nervios lo carcomían, pero era incapaz de dañar a Naruto, así como tenía un pasado con Obito, tenía un presente con el rubio…

 

—¡Voy a luchar, Sasuke! ¡Voy a luchar por nosotros! —vociferó al sentir su rechazo de nuevo. También tenía miedo, temor de que las cosas no terminaran bien, de que el azabache quisiera apartarlo de sí, de que la pequeña Miki terminara prefiriendo la mentira de Naruto ¿Es que acaso no le dolía lo mismo? ¡Los habían separado! ¡Era injusto que lo perdiera! ¡Iba a dar lo mejor de sí! ¡No podía rendirse!

 

—Obito… —lo llamó con la mirada enfrente; aunque quería esconderse, salir inmune de esa situación, se odiaba, odiaba que un calor se instalara en su pecho al escuchar las palabras de su primo —. No hay nada que podamos hacer… —se excusó, el problema no era de si el contrario creía en sus palabras, si no que fuera él quien las creyera ¡que su corazón dejara de latir así! ¡que sus sentimientos desaparecieran! No podía lastimar a Naruto, jamás…

 

Pero de nuevo lo había vuelto a besar, de nuevo se había perdido en sus pensamientos y a pesar que estaba retrocediendo, de que lo empujó para proteger sus labios, su pecho latía furioso, demostrando que sus sentimientos no iban a desaparecer, así como así, no iba a olvidarlo de la noche a la mañana, ese afecto lo iba sentir siempre…

 

—Esto no es justo, Obito — recalcó, pero sus palabras volvieron a morir por la intensidad de la mirada del mencionado.

 

—¡Namikaze ni siquiera confía en ti, Sasuke! — gritó mientras arrancaba el auto. La velocidad era estándar pero la mirada que le dirigió el menor no le gustó para nada ¡lo creía un mentiroso! — Dime… —susurró midiendo sus palabras, nervioso de lo que pudiera transcender — Miki ¿es mi hija? — cuestionó, mirando de reojo como esos ojos azabaches le huían.

 

Sasuke calló, calló porque su vida estaba a punto de cambiar, de ser diferente. No importaba cuando hubiera intentado borrar su pasado, la historia se seguía escribiendo y en las líneas del tiempo no existía más verdad que la paternidad de Obito, ¿debía de ocultarlo?, ¿mentir?, pero más importante, ¿podía hacerlo?

 

—Escucha… — dijo mientras volvía a detener el coche. Lo quería enfrentar de nuevo, lo quería mirar, que la magnitud de sus palabras le calase tanto como a él —. Si Miki no fuera mi hija ¡yo la aceptaría como si lo fuera, Sasuke! ¡No me importa si de verdad te entregaste a Namikaze! ¡Te quiero a ti! —. Estaba exaltado, molesto y perturbado, pero aquellas palabras eran verdad, ¡lo amaba! No se lo entregaría, primero lucharía por él.

 

De nuevo huyó de su mirada, no podía sostenerla, no cuando sentía la pasión y veracidad de sus palabras con sólo mirarlo.  Quería escabullirse de esa situación, no podía manejarla, los nervios de nuevo lo atacaron, comenzaron a oprimir su garganta y volvió a respirar agitadamente.

 

Ante su nerviosismo, Obito abrió la guantera del auto y sacó unos documentos que le entregó a Sasuke, aunque este primero los miró con duda, los comenzó a leer sorprendiéndose de lo que encontró en él ¡No podía creerlo!

 

Era una prueba de paternidad negativa.

 

Ni siquiera le importó mucho la mentira que decía en ella, si no, hasta donde había llegado la inseguridad de Naruto. En la esquina podía observar claramente el logotipo de los laboratorios de Orochimaru, era falsa ¡le había dado una maldita prueba de paternidad falsa!, ¡ni siquiera le dio el beneficio de la duda!

 

—No soy un estúpido, a menos que hayas tenido a esa niña a los seis meses no sería mi hija… —explicó. Miki estaba por cumplir los dos años, esa niña había nacido a primeros de enero, siete meses después de que los hubieran separado; era básicamente imposible que Naruto y él hubieran concebido a la niña —. Tú jamás te hubieras entregado a él, no sin conocerlo…

 

Estaba colérico por la mala jugada de su esposo, le había dicho claramente que confiara más en él, se había entregado las últimas noches con devoción a sus caricias, para que al final no hubiera sido lo suficientemente valiente para hacerle saber la situación, ¿tanto miedo tenía de perderlo?

 

—Escucha, Sasuke… — volvió a nombrarlo para llamar su atención. Obito seguía manejando sin perderlo de vista tampoco las expresiones del menor—. Sé que estás confundido por todo esto, pero merezco la oportunidad, yo soy su padre…

 

Ya no solo se trataba de recuperar a su viejo amor, si no, también de otra persona independiente. Esa niña no conocía a su verdadero progenitor, a pesar de que Itachi se negaba a decirle algo de la pequeña y de que Fugaku le hubiera dado dos días más para abandonar Michigan, había llegado a esa conclusión solo. Sabía que nadie de su familia lo apoyaba, tendría problemas cuando Madara llegara a reclamarle su ausencia, pero ya no podía simplemente irse. Miki era la prueba del amor tan puro que había tenido por el adolescente, y no creía tan egoísta a Sasuke para negársela, a pesar de todo, ella era la menos culpable de toda esa situación.

 

¿Valía la pena negarle a la niña? Por un segundo se sintió injusto con su propia hija, a pesar de que Naruto era toda para ella, todo eso era una mentira. Un vil engaño que había aprendido a vivir… ¿qué necesitaba para ser feliz? Y sonrió con nostalgia, para poder ser feliz primero tenía que aprender a sanar sus heridas. Y aquello que latía furioso en su pecho, no era la cicatriz, si no la encima catalizadora tratando de sanar su fallido corazón.

 

En ese segundo Sasuke pensó en cada una de sus heridas y como la mayoría de ellas ahora ya sólo eran cicatrices. Había cosas que recordaba y no dolían, las había aprendido a superar, sin embargo, la principal daga estaba todavía incrustada sobre su pecho y sólo Obito era capaz de quitar esa arma de ahí…

 

Los dos giraron a verse, se observaron como hace tiempo no lo hacían, con esos sentimientos a flor de piel, porque llegaban a verse el alma. Aquella firmeza lo asustaba, admitía que sentía ese calor rodearlo cuando estaba con el mayor ¡lo reconfortaba! Pero Naruto le había hecho ver cosas que nadie jamás podría enseñarle…

 

 

«Sí, Sasuke. Soy un idiota por preocuparme por ti, por alguien que no se preocupa ni por el mismo»

 

«¡No me respondas con monosílabos! Estaba preocupado ´tteba»

 

«¡Escucha bien teme! No te puede pasar nada ¿entendiste? ¡Tú me gustas! ¡Tienes que estar bien para que puedas rechazarme ´ttebayo!»

 

«No importa lo que haya pasado, Sasuke. Estaré contigo, con Miki… Si deseas ser libre, cuando cumplas los veintiuno lo serás, teme… pero por ahora… sanemos la herida juntos»

 

«¿Puedes darte la oportunidad? ¡Podrás ir a la universidad, teme! ¡Miki estará orgullosa de ti ´ttebayo!»

 

«¡Sería un gran honor para mí que Miki sea mi cita! ¡Sólo espero que su amargado padre no esté para protegerla de mi galantería ´ttebayo!»

 

«¡Nadie se mete con mi familia y sale ileso ´ttebayo!»

 

Su esposo le había apoyado como nadie en esos casi tres años que tenían de conocerse, había hecho que el mundo girase a su alrededor. No podía dejarlo, ni siquiera por Obito. Su cabeza no le daba respuestas, sentía un nudo en su garganta mientras las lágrimas se acumulaban en sus parpados. Ese rubio idiota lo había salvado de su propia obscuridad, de sus delirios, de sus miedos y a pesar de que no había confiado en él lo perdonaba…

 

Porque irremediablemente estaba enamorado de él.

 

«No tienes que decir nada, teme, lo sé…»

 

Y su Narutofilia lo comprobaba.

 

No podía simplemente cerrar los ojos y fingir que no pasaba nada. No estaba en su naturaleza, era independiente, sabía lo que quería ¡no necesitaba todos esos problemas! Giró su vista al frente de la carretera organizando sus pensamientos, no debía ceder ante el pasado, debía afrontarlo.

 

Obito miró el rostro de Sasuke y no pudo evitar sonreír, sabía que había tomado una decisión, que sus ojos al fin se habían abierto. Las palabras podían sobrar, porque su pecho latía furioso por su respuesta. Tomó de nuevo su barbilla y acarició su mejilla, mientras el chico agachaba la mirada…

 

—Miki es…

 

Tal vez era el destino, pero las ilusiones se rompían con fragilidad, los miedos podían crear monstruos y los errores se pagaban caro. En ese momento en que Obito se pasó el semáforo en rojo pensando en sus propios problemas, la poca luz que podía tener Sasuke llegó a apagarse… Porque esta vez ni ser padre de la niña podría salvarle de sus peores miedos.

 

Cuando los dos azabaches sintieron el auto estrellarse contra el suyo ya era demasiado tarde, en menos de dos segundos habían terminado girando por el estruendoso choque. A pesar de que Obito se había lanzado para proteger a Sasuke, los efectos domino tomarían acción, cayendo uno por uno.

 

Las bolsas de aire se habían abierto sin poder frenar el impacto del golpe, su cabeza se tambaleó al ritmo del movimiento mientras los vidrios del parabrisas explotaban, podía sentir el cuerpo del mayor tratando de resguardarlo de la colisión, pero incluso sus pies no podían sostenerse.

 

Ni siquiera llevaba el cinturón de seguridad, su cabeza se impactó con la ventana de su lado sintiendo levemente como los cristales se impactaban en sus manos que inútilmente cubrían su rostro. Un crujido retumbó cerca de sí, mientras un dolor intenso se prolongaba por su pierna, un grito de dolor se le escapó de la garganta sin atreverse a abrir los ojos.

 

«No tienes que decir nada, teme, lo sé…»

 

Fue lo último que escuchó su cabeza antes de perder el conocimiento, antes de no saber nada, mientras una lagrima pasajera le rodeaba la mejilla. Esos ojos azules lo perseguirían para siempre, y esa risa dulce la escucharía por la eternidad.

 

Naruto y Miki.

 

 

 

 

 

Había tardado exactamente quince minutos en llegar al hospital donde tenían internado a Sasuke. La situación era sumamente grave, al adolescente lo habían encontrado tirado fuera del automóvil, mientras que a Obito prensando dentro del coche. Lo único que había salvado a su esposo de morir ahí era que no llevaba el cinturón de seguridad.

 

Gaara había estado ahí cuando la noticia le había sido notificada. Odió todo por minutos, Sasuke dejó de utilizar su coche cuando supo del GPS que le instaló, era por eso que el pelirrojo lo llevaba a todas partes; a pesar de que sabía de los sentimientos sinceros del chico por su esposo, no dudaba en que lo respetaría.

 

Confiaba en él, incluso cuando le marcó diciéndole que Sasuke había subido al auto de un desconocido, no lo llamó, no lo buscó a pesar del temperamento que tendría Obito en ese momento al saber que Miki no era su hija. Había falsificado vilmente el documento y no le importaba si con eso lograba quitárselo de encima.

 

Pero las cosas habían dado un giro drástico ¡habían explotado! Ni siquiera le salían palabras para expresar el dolor que lo dominaba, no había forma de aceptar que todo estuviera pasando, las lágrimas solo eran un reflejo mezquino de sus sentires, lo iba a perder, ¡lo iba a perder por siempre! Cada uno de sus errores se estaban reflejando, lo derrumbaban de una forma que no podía sostener.

 

Estaba en el hospital mirando sin mirar, marchitándose levemente sin dejar de revelar la cascada de dolor que surcaba por sus mejillas. Gaara a su lado estaba tan impactado y perdido en sus pensamientos como él. Los malditos segundos parecían horas mientras todo a su alrededor se volvía negro.

 

El reloj seguía avanzando, el pelirrojo había peleado con dos enfermeras por saber el diagnostico de Sasuke, pero ninguna le decía algo alentador. Estaba en terapia intensiva, ni siquiera sabían cuál era el daño colateral que tendría el azabache. Sus puños estaban fuertemente apretados, sus hombros rígidos y sus piernas temblorosas.

 

¿Acaso ellos no podrían tener su felices por siempre? No podía con ello, con la carga de saber que podía extinguirse su vida, Sasuke era todo para sí, su mano era todo lo que necesitaba para sentirse vivo, para saber que podría salir adelante; poco a poco sentía que podía olvidar hasta como respirar. No alcanzaba el dolor de todo lo que había pasado para poder ser felices, todavía tenían más heridas, más cicatrices, mas sucesos que poco a poco los estaban acabando.

 

No podía perder a su esposo, no podía…

 

Porque a pesar de que la sala de espera se llenaba cada vez de más personas preocupadas por Sasuke, cada segundo que pasaba se sentía más solo, más obscuro y mucho más perdido.

 

«Sólo confía en mí, dobe…»

 

 

Fin del capítulo dieciocho.

 

Notas finales:

¡Gracias por el apoyo! Próximo capítulo EL FINAL.


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