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Heridas por Pikacha-sama

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Notas del capitulo:

¡Hola! ¿Alguien por aquí? Jajaja, espero que sí, como hubo muchos comentarios la actualización sale fresquicita, jajajaja, por cierto, si alguien conoce a quien pueda hacerla de beta me encantaría que me diera su contacto.

Un enorme agradecimiento a todos los que dejaron comentarios, muchas gracias, yo vivo de mi público (?) Jajajaja.

Aclaraciones (?): Esta historia es 100% NaruSasu, no va a cambiar, así va ser porque así lo quiero (?)

El pasado de Sasuke poco a poco se va a ir descubriendo, no se desesperen xD

 

Heridas.

 

Capítulo uno.

Dolor.

 

Sasuke podría decirse que pocas veces lloraba, antes de esa situación, incluso, pensar en llorar era absurdo, después de todo era un Uchiha y tenía la cabeza en alto. En la vida su padre siempre le había enseñado que llorar era para los débiles, porque esa acción no ayudaba en absoluto a resolver el problema.

 

Las lágrimas se habían muerto en alguna parte del camino, las había tirado cuando su padre lo había orillado a vivir esa situación. Una parte de sí, le decía que había jugado con fuego y se había quemado, pero las consecuencias de sus actos se habían escapado de sus manos.

 

Recordaba claramente cuando su padre se había enterado que estaba en cinta, lo había enfrentado como la tormenta que era, con la cara en alto y con el orgullo en mano. Lo único que había detenido el golpe a su mejilla era la mano de su madre. Mikoto lo había defendido con uñas y dientes ante las garras de Fugaku.

 

— Eso que llevas ahí es un error ¡¿entiendes lo qué hiciste, Sasuke?! — había gritado en un ataque de cólera su padre, estaba furioso, consternado y se sentía enfermo de lo que había pasado ¿cómo su hijo había terminado en ese estado?

 

Mikoto lloraba en silencio sentada en el sofá de la casa. Fugaku todavía tenía la mano puesta sobre la muñeca de Sasuke, estaba en cólera, las venas en su frente se habían remarcado mientras el menor no lograba asimilar la situación.

 

— T-trata de c-calmarte, querido — tartamudeó la única mujer de la casa tratando de que las lágrimas que caían por sus mejillas se detuvieran, pero una parte de ella le decía que era inútil, las cosas estaban de lo peor en su familia ¿en qué momento se había quebrado así?

 

— ¡Ilusamente creí que no habían consumado! ¡Lo habías negado! — siguió rugiendo, ignorando el comentario de su esposa. Estaba a punto de salir de sí, no entendía, su cerebro no procesaba la información.

 

Sasuke guardaba silencio, las palabras no salían de su garganta. Aquella mañana que habían salido de casa por su repentina enfermedad lo que menos había pensado que sucedería era que había quedado en embarazado. Sabía que no se había cuidado al momento de intimidar, pero en ningún momento pasó por su cabeza que iba a terminar así.

 

— ¡Esto no se va a quedar así! ¡Vas a abortar! ¡¿Me estás escuchando?! ¡¡No quiero a ese bastardo en mi familia!! — ya ni siquiera pensaba en lo que decía, estaba tan destrozado como su esposa, pero sus sentimientos encontrados salían en forma de furia, no en lágrimas.

 

— ¡Escucha lo que estás diciendo, Fugaku! — no sabía de dónde había sacado fuerza para poder gritar así. Pero la situación lo ameritaba, porque entendía cierta parte de esta, Fugaku siempre estaba trabajando en la empresa y solo elogiaba a su primogénito, mientras Sasuke siempre era dejado de lado. Ella se dedicaba a trabajar en sus diseños, estaba pensando tanto en ella que había descuidado a su hijo menor.

 

No solo era culpa de Sasuke…

 

— ¡¿Y qué piensas que podemos hacer con esa cosa?! — explotó. No quería ni razonar sus palabras, iba a arrancar el problema de raíz y si eso significaba tener que hacerle un lavado a Sasuke, lo iba a hacer.

 

— ¡Por el amor de Dios! ¡¡ES UN BEBÉ!! ¡Es tu nieto! — gritó mientras le arrebataba de las manos a Sasuke, no podía dejar que su esposo actuara por impulso, ese niño no tenía la culpa de nada.

 

— ¡Mikoto, Sasuke es un niño! ¡Por Dios, tiene dieciséis años! —y ante todo pronóstico, Fugaku se derrumbó, las lágrimas invadieron su rostro y se dejó guiar por los errores que habían orillado a su hijo a caer en eso. Tomó a Sasuke entre sus manos y lo agitó con rudeza sin importarle si le hacía daño — ¡¿En qué diablos estabas pensando, niñato?!

 

— ¡Suéltalo! ¡Le haces daño! — contraatacó la mujer tratando de separar a su esposo de su hijo, su instinto de madre le hacía querer protegerlo, no iba a permitir que lo dañaran.

 

Fugaku levantó su mano dispuesto a golpear a su hijo, de hacerle comprender el dolor por el cual estaba atravesando la familia. No entendía como todo se había derrumbado todo en el último mes, hace unos días estaba preocupado por la situación de uno de sus socios y el día de hoy su familia se había desmoronado en un abrir y cerrar de ojos.

 

Sasuke preparó su mejilla lo mejor que pudo, si el imbécil de su padre creía que iba a agachar la cabeza y dejarse llevar por la situación del momento estaba muy equivocado, su expresión fría se mantenía en alto, después analizaría mejor las circunstancias. Cerró los ojos esperando un golpe que jamás llegó.

 

Mikoto había bofeteado a su esposo ¡estaba colérica! sus mejillas estaban rojas mientras las lágrimas se habían detenido y le habían dado paso a una mirada feroz. No iba a permitir que dañara a Sasuke ¡no lo haría! Nadie lo iba a lastimar, su hijo se tenía que hacer responsable de sus propios actos e iba pagar por ellos, pero no con golpes.

 

— Sube a tu cuarto, Sasuke. Tu padre y yo hablaremos sobre esto…

 

Esa tarde de junio había subido a su habitación y se había abrazado a si mismo pensando en que si él estuviera ahí las cosas no estuvieran saliendo de esa manera. Se sentía sucio y más que nada, solo. La soledad le estaba abrazando y la sentía tan fría que mientras pensaba en su destino una traicionera lágrima surcó su mejilla.

 

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— ¿Sasuke? — preguntó una voz que hizo eco en la habitación, pero nadie le contestó.

 

Odiaba a ese idiota como no tenía idea, no entendía como aquél imbécil había aceptado el trato con su padre. No lograba asimilar que lo habían vendido como carne fresca al primer idiota que había aceptado una responsabilidad que no era suya. A pesar que el chico lo había tratado con amabilidad, eso solo lo hacía entrar más en cólera.

 

—Sasuke…

 

Escuchó la voz más próxima y volvió a cerrar los ojos, prefería fingir que estaba dormido a tener que soportar esa cara de lástima que le dedicaba cada vez que lo miraba. Estaba seguro que ese idiota de cabellos rubios lo único que hacía era juzgar sus actos ¡nadie tenía derecho a meterse en su vida! ¡Que se fuera a la mierda! Lo odiaba como no tenía idea.

 

Naruto había terminado de hacer la comida, no sabía que gustos podría tener el azabache, sin mencionar, que lo suyo no era la comida japonesa. Prefería una hamburguesa y coca-cola antes de tener que preparar un platillo. Recordaba vagamente el curry de su madre, debía admitir que no le había salido tan mal, aunque podía decirse que le había echado tomate de más.

 

Volvió a llamar al azabache pero tenía la ligera sospecha que de nuevo lo estaba ignorando. Joder, que no sabía qué hacer con el chiquillo, pocas veces había hablado con él. Ni siquiera en su maldita boda había intercambiado palabras con él, sólo había dicho “acepto” y le había permitido que besara su mejilla. No importó cuantas veces lo invitó a bailar esa noche, sólo lo ignoró mientras su madre alegaba que debía estar demasiado cansado por su estado.

 

Entendía que su boda no había sido la mejor de todas, habían tenido muy pocos invitados, él ni siquiera había invitado a sus amigos. Pero por lo menos trato de hacer todo más llevadero en la ceremonia mientras Sasuke se limitó a odiarlo (y matarlo) con la mirada.

 

Había sido en Japón, más exacto, en Tokio. Él era originario de ahí, sin embargo, se había empeñado en querer estudiar en Estados Unidos para mejorar su inglés. Su padre era americano mientras su madre japonés, así que su padrino originario de E.U. solía visitarlo mucho y le ayudó a convencer a sus padres de estudiar en la Universidad de Michigan.

 

Se había quedado unos cuentos días con Jiraiya, porque prefería comenzar a independizarse un poco, en cuanto tuvo la oportunidad consiguió un apartamento que le quedara cerca de la universidad.

 

Trabajaba en pequeños proyectos que le pedían algunas medianas empresas, e igual había trabajado en proyectos de la empresa de su padre cuando iba de vacaciones cada fin de semestre, más jamás se imaginó que en este último regresara con un esposo.

 

Caminó entre pequeños pasos hacía la habitación que compartían. Porque a pesar de que Sasuke se había negado a compartirla con él, se negó a cumplirle ese capricho. Su departamento era de dos recamaras, y la otra habitación era su pequeño gimnasio personal. Así que por más que bufó y le mató con la mirada se negó a tener que dormir en el sofá. Y aunque el azabache al principio dormía en su adorado reclinable, en cuanto caía dormido, lo cargaba entre sus brazos para que durmiera en su cama, era lo bastante grande para que los dos pudieran estar sin tocarse.

 

Así que la primera semana Sasuke se rindió.

 

—Oe, teme… — lo llamó con ese sobrenombre que le había puesto a los días de haberle aplicado la ley del hielo. — No finjas dormir, he hecho la comida…

 

A pesar que Naruto lo había descubierto no se levantó de la cama, prefirió ignorarlo de nuevo. Ni siquiera le daba hambre, básicamente lo único que hacía era dormir. No podía evitarlo, aunque sentía pesadez y malestar estomacal, prefería no comer a tener que vomitarlo todo.

 

Escuchó al rubio suspirar y pensó que desistiría, sin embargo sintió como la cama se inclinaba hacia la derecha y supo que se había acostado del otro lado del colchón. Quiso rechinar los dientes de frustración pero se giró dándole la espalda para que sintiera su rechazo.

 

— ¿Por qué haces esto más difícil, ttebayo? — preguntó, pero esta se quedó en el aire porque Sasuke ni siquiera se dignaba en contestarle. Sin embargo, Naruto sabía que en algún punto de la historia tenía que acabar con esa ley del hielo. — Deberías pensar más en tu hi…

 

— Eso no es algo que te interese, idiota — contestó tratando de que su voz saliera lo más neutra posible, ese tema era complicado para ponerse a hablarlo con un cabeza hueca.

 

Estaba consiente en que era un tema delicado para Sasuke, pero parecía que ni siquiera eso lograba sacarlo de su pesadez. No podía imaginar el dolor que cargaba el azabache, pero se daba una idea próxima. Quería llevarse bien con él, pero ponía demasiadas barreras, entendía que trataba de protegerse, pero debía pensar en su bienestar…

 

Naruto bufó un poco molesto, no con Sasuke, sino con el mismo por no poder tener la paciencia requerida para tratar con él. Esa actitud solo lograría hacer que explotara y sabía de ante mano lo cabeza hueca que llegaba a ser cuando se ponía así. Lo mejor era dejar el tema para otra ocasión.

 

— Estaré en la cocina por si necesitas algo…

 

De nuevo Sasuke no se molestó en contestar.

 

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Se despertó alrededor de media noche con un poco de hambre, no estaría demás ir a indagar un poco para encontrar algún alimento. Se levantó mientras un bostezo se dejaba escapar de su boca, había dormido casi toda la tarde, ni siquiera había cambiado de posición.

 

Llegó a la cocina y miró que sobre la estufa había una hoya. Sus ojos solo mostraron sorpresa al mirar el curry, al parecer Naruto de verdad trataba de hacer las cosas más fáciles, pero algo le impedía creer en él, no después de que cayera en el juego sucio de su padre.

 

Se dispuso a comer un poco, comprobó que a pesar de ser tan idiota, era un idiota que sabía cocinar bien. El curry sabía a tomate, su verdura favorita. Su estomago gruñó como muestra de agradecimiento por el alimento, y se permitió comer un poco más.

 

Tomó un poco de agua, lavó su plato y decidió ir a recostarse de nuevo cuando un ronquido lo sacó de sus pensamientos. Naruto se encontraba dormido en el reclinable, se miraba tranquilo y relajado, por un momento le invadieron los celos de que por lo menos entre sueños uno de los dos pudiera relajarse.

 

Le dedicó una mirada de odio y partió a su recamara, hoy dormiría más tranquilo de lo usual sin ese idiota invadiendo su espacio personal. Sin mencionar esos infernales ronquidos que le sacaban de quicio, no hacían más que espantarle el sueño.

 

 

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Cuando Naruto despertó eran las seis de la mañana.

 

Le dolía un poco el cuello por haber dormido en el sillón, pero había esperado que con eso Sasuke se portara un poco menos renuente si le daba su espacio. Estaba preocupado, el chico dormía demasiado y no casi no comía, él jamás había tenido que convivir con una persona en cinta, así que no entendía del todo si eso era normal.

 

Se aproximó a la cocina y se dio cuenta que por lo menos Sasuke había comido algo cuando él estaba dormido. Lo mejor sería que se dedicara a darle más espacio, si no quería comer con su compañía no lo obligaría a nada, después hablaría con Kiba para ver si le ayudaba a desocupar la otra habitación.

 

Desde que Sasuke había llegado se había dedicado a estar con él mientras no estuviera dormido, tal vez lo había atosigado demasiado. Los dos se llevaban por cinco años, era obvio que no tendría muchos temas en común, sin mencionar, el estado en el que se encontraba.

 

¿Qué les gustaba a los chicos de su edad? Sonrió como un niño travieso cuando una pequeña idea surgió en su cabeza. Tal vez podía hacerle la estancia un poco más placentera si le obsequiaba algo. Tomó su móvil y llamó a una chica en particular, esperaba que estuviera despierta.

 

Se estiró de pies a cabeza mientras sonreía, tomaría una ducha rápida antes de partir a su cometido.

 

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Unas horas después se encontraba en el centro comercial con dos de sus amigas. Sakura era una bonita chica de medicina que había conocido en una de las tantas fiestas de la facultad, mientras Hinata era otra historia. Las había invitado a desayunar y en ese momento se encontraba entre alguna de las tiendas de celulares.

 

— ¿Qué te parece este? Es una galaxy s5… los Samsung siempre han sido buena marca — comentó la chica de cabellos rosas mientras apuntaba hacia la vitrina.

 

— ¿Qué opinas tú, Hinata-chan? — preguntó el rubio mientras se posicionaba detrás de Sakura.

 

La chica se había sonrojado cuando Naruto había mencionado su nombre, para nadie era un misterio que eso pasara, todos sabían de los sentimientos tan profundos que le profesaba al chico. Esa razón era por la que Sakura la invitado a pasear con ellos, se había encomendado la misión de hacerla de celestina.

 

— A-a mi h-hermana l-le g-gusta m-más el s6 — contestó tratando de mirarlo a los ojos, pero rápido le esquivó la vista. Eso le sorprendió, Naruto no era el tipo de personas que rehuía miradas.

 

— ¿Es el más nuevo, no? — preguntó Sakura mientras le daba un discreto codazo en el estómago a su amigo ¿Qué no se había dado cuenta del desplante que le había hecho a su amiga? Por Dios, estaba segura de que él también tenía sentimientos románticos por la chica de cabellos negros.

 

Hinata asintió y fingió que nada pasaba con una tierna sonrisa posada en sus labios. Sakura se dedicó a negar con la cabeza mientras Naruto decidía entre comprar el teléfono o no.

 

Después de unas horas y unas cuantas compras más, decidió dejar a las chicas en sus respectivas casas, aunque Hinata se negó y se quedó a esperar a que su primo llegara por ella. En otra ocasión Naruto hubiera insistido en llevarla o esperar hasta que llegaran por ella, pero su situación había cambiado, sólo se despidió de ella con un corto movimiento de mano y siguió su camino esperando que Sakura le alcanzara.

 

— ¡¿Qué pasa contigo, idiota?! — en cuanto habían estado solos en su auto, Sakura se había lanzado sobre él.

 

Naruto rió tratando de quitarle importancia al asunto, sabía de los sentimientos de su amiga por él y por el momento era imposible corresponderle por dos razones, por respeto a Sasuke y a Hinata, no pensaba llevar una doble vida, sólo era cuestión de que regresara a la universidad para que todos supieran la verdad.

 

— Sabes que puedes confiar en mí, tonto… soy tu amiga después de todo… — había notado el semblante serio de Naruto cuando se habían despedido de la chica. Sabía que su amigo era un libro abierto, pero en ese momento no entendía sus acciones, ni siquiera entendía porque había comprado todas esas cosas.

 

Fue cuando Naruto rascó su mejilla cuando se dio cuenta del anillo que había entre sus manos. Sorprendida le tomó la mano y fijó su vista en la joya sin poder creer que fuera verdad, ¡tenía que ser una mala broma! Conocía al rubio desde hace unos años y este no había tenido ninguna relación seria, ¡Joder, Naruto era tan discreto que nadie le conocía a sus citas!

 

— ¡¿Qué?! ¡Te casaste! — ni siquiera lo preguntó, lo afirmó mientras le dedicaba la peor de las miradas ¡Eso iba a destrozar a Hinata! Vamos, que la chica se había enamorado a primera vista de él, ella la había ayudado a entablar una amistad con él.

 

— Calma, Sakura-chan…

 

— ¡No me pidas que me calme!

 

Por un momento pensó en decirle la verdad a su amiga, contarle todo lo que había pasado, pero se detuvo. Por extraño que sonara, no quería que nadie juzgara a Sasuke, sólo el chico sabía lo que había pasado. Negó con la cabeza y prefirió mentir, sólo sería una mentirilla blanca donde nadie saldría herido.

 

— Es un chico maravillo ´ttebayo.

 

— No me vengas con esa chorrada, Naruto… — hace apenas unos meses ese idiota había estado a punto de confesarse a Hinata, y ahora venía a tirarle esa mierda de que se había enamorado en solo dos meses de un chico, ¡No, no podía ser! A menos de qué… — ¡¿Está embarazado?! — gritó colerizada queriendo que su amigo negara con la cabeza. Odiaba ser tan inteligente, porque no necesito que le contestaran la pregunta, solo con ver su semblante serio pudo saber que era verdad.

 

Sakura había empezado con un monólogo sobre educación sexual que se dedicó a ignorar, el problema sería que guardara el secreto hasta que se sintiera preparado para afrontar a Hinata. Había pensado en dejar de buscarla y que el fuego que había entre ellos se apagara poco a poco, nunca imagino que su amiga la invitaría a pasear con ellos.

 

Le dolía tener que dejar esa aspiración con la de cabellos negros, pero sería lo mejor para todos. Al casarse con Sasuke, a pesar de que Fugaku casi le había regalado a su hijo, este le había hecho que firmara un contrato de bienes y fidelidad, obviamente, también de que la criatura que naciera la reconocería como propia.

 

Recordaba aquella mañana donde había llegado a Tokio con sus padres, había estado encantado de mirar a su madre, de pasarlo todo el día con ella, platicar de las hazañas que había hecho en la universidad y de los sentimientos encontrados que tenia por una chica.

 

Kushina le había dado muchísimos consejos para llegar al corazón de una mujer dulce. Esa tarde la había pasado entre risas y burlas pero su dicha había durado hasta que había llegado a su padre, su semblante duro y naufrago le indicó que las cosas no estaban nada bien. Minato había sonreído con una triste mueca cuando lo miró para después explicarle la situación.

 

Los habían estafado.

 

Las cuentas estaban en ceros, la empresa familiar se había quedado sin capital. Minato no había hablado mucho sobre el incidente, sino del miedo que le daban que las acciones de la empresa se perdieran. La constructora por la que habían luchado tanto se estaba yendo a la quiebra al no tener el suficiente dinero para sacarla adelante.

 

Naruto y su padre se sentaron en la mesa y trataron de encontrar alguna solución, algún préstamo al banco o algún crédito independiente que pudieran tomar para salvar su empresa, pero eso llamaría la atención de los clientes que tenían, nadie iba a querer tomarlos en serio si se enteraban en la situación financiera que tenían. Entre las amenazas y debilidades que tenía la empres ano encontraban una solución viable para salvarla.

 

No sabían como Fugaku los había contactado, solo que esa tarde de junio se presentó en su casa con el mismo semblante que tenía su padre. Minato lo conocía de hace algunos años atrás, pero al verle el rostro supo que algo malo había pasado, sentía que su amigo había envejecido mínimo unos diez años, su mirada estaba perdida y confundida.

 

— Buenas tardes, Minato — saludó cordialmente cuando entró al comedor con ellos. Kushina le venía siguiendo los pasos, lo había invitado a pasar tratando de que le ayudara a calmar un poco a su esposo.

 

— Fugaku no es un buen momento para…

 

— Si me lo permites, he llegado en el mejor momento dada tu situación.

 

Minato guardó silencio sin entender muy bien como Fugaku se había enterado de que su maldito contador los había dejado en la ruina. Suspiró mientras observaba a su hijo fruncir el seño, después le explicaría como había sido que le habían timado en sus propias narices.

 

— Los dos tenemos un problema, yo tengo el dinero que te daré con gusto si aceptas mi proposición.

 

Los ojos de todos se abrieron ante la sorpresa. Minato sabía que la fortuna Uchiha era grande, bastante amplia, pero le preocupaba de sobre manera que estuviera dispuesto a darle una cantidad tan grande de dinero sin pedir algo a su equivalente y la manera en que miraba a su hijo no pronosticaba nada bueno.

 

— ¡¿De qué hablas?! — cuestionó preocupada su esposa a sus espaldas.

 

— Mi hijo ha cometido un grave error — susurró sin dejar de ver a Naruto. — Tiene dieciséis años, Minato…

 

Naruto no entendía a que se refería exactamente pero la mirada tan intensa que le dirigía el hombre le intimidaba, y él no se consideraba una persona que se dejaba intimidar. Decidió guardar silencio hasta que la siguiente frase le descolocó un poco.

 

— El padre del niño ha huido de la responsabilidad.

 

— Entiendo a donde quieres llegar, Fugaku… pero no creo tener la solución a tu problema. — Claro que entendía a donde quería llegar, pero no podía aceptarlo ¡No era justo para ninguno de los dos!

 

— Naruto, sé qué harías lo que fuera por tus padres… — sabía que hablando con Minato no obtendría lo que quería, había dado su negativa antes de incluso pedírselo. Sólo le quedaba manipular un poco al rubio menor para que aceptara lo que buscaba. — No tienes que darme una respuesta en este momento, entiendo que necesitas pensarlo.

 

— No, Fugaku. Naruto no tiene nada pensar nada, la respuesta es no.

 

— Deja que tu hijo ordene sus prioridades, Minato.

 

No esperó a que Naruto se negara, salió antes de que alguno de los dos dijera algo más. Tenía que darle un poco de espacio a la familia para que se diera cuenta que la oferta que les estaba haciendo era lo mejor para todos, incluso para Sasuke y su futuro hijo.

 

Había tardado un poco en captar la indirecta que le había tirado Fugaku, a decir verdad, el tan solo pensarlo le daba escalofríos ¡El no se quería casar! Tenía apenas veinte años, estaba próximo a cumplir la mayoría de edad. Es decir, estaba en plena juventud, todavía tenía muchas metas individuales que cumplir.

 

Minato le dijo que olvidara las palabras del Uchiha, sin embargo, al ver el rostro preocupado y consternado de su padre fue el que le hizo pensar las cosas. Tal vez era irse por el camino fácil, tal vez si intentaran pedir un préstamo la situación se pusiera a su favor, pero ¿a quién quería engañar? Ningún banco les prestaría tal suma de dinero.

 

Agachó la cabeza con resignación, sólo había esperado dos días para darle una respuesta afirmativa a Fugaku, este ya lo esperaba con el contrato en mano, reafirmándole que todo quedaría estipulado ahí, así como los acuerdos a donde debían de llegar.

 

Sakura terminó su monologo y observó el aire deprimente que rodeaba a su amigo, quería creer que eso había sido un accidente no alguna trampa para atar al rubio. No soportaría que algún chico listo intentara timar a Naruto y su buen corazón.  Suspiró mientras le daba unas cuantas palmaditas en su espalda, tratando de darle apoyo.

 

— No se los digas a los chicos, quiero encontrar el momento ade…

 

— ¿El momento adecuado? ¿Y cuando crees que sea eso, idiota? Pudiste por lo menos invitarnos a la boda…

 

Naruto suspiró por tercera vez en el día tratando de juntar toda su fuerza de voluntad para enfrentar toda la oleada de problemas que se le iban a venir encima cuando sus amigos se enteraran que estaba casado con un menor de edad el cual estaba esperando un “hijo de él”.

 

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— Estoy en casa… — susurró cuando entró con las bolsas de compras en las manos. Negó con la cabeza con ironía ¿qué esperaba? nadie le iba a contestar “bienvenido”, por lo menos no Sasuke.

 

Entró en pasos ligeros buscando con la mirada al susodicho, pero al no encontrarlo, supuso que seguiría encerrado en la habitación, aunque pasaban de las dos de la tarde. Lo mejor sería que preparara la comida para el azabache, dudaba mucho si quiera que hubiera desayunado.

 

Dejó las bolsas en la sala esquinera y entró a la cocina. Todo seguía como lo había dejado, ¿en verdad ese chiquillo pensaba en matarse de hambre? A decir verdad, al único que perjudicaba era a él mismo al encerrarse de tan manera. Tenía que encontrar algo que motivara a ese chico, no podían seguir así.

 

Preparó espagueti con carne y salsa roja de tomate. Esperaba que le gustara al azabache, ya no sabía ni que hacer para comer. Podría entrar en un curso de comida japonesa, pero dudaba mucho que el tiempo le alcanzara para eso, en una semana estaría de nuevo en clases y sería complicado tener tiempo para otras cosas.

 

Tomó una de las bolsas y sacó el celular que había comprado para Sasuke. No sabía que gustos tenía, pero le había comprado unos cuantos cambios de ropa (cuando las chicas habían entrado a ver lencería), y una consola de videojuegos que esperaba no se quedara arrumbada entre sus cosas.

 

Eran las cosas que supuso le gustaban a los adolescente, recordaba cuando se quedaba prendido por horas jugando con la consola. No había nada más interesante que una partida online. Soltó un respingo cuando se le vienen los recuerdos cuando su madre lo castigaba por no hacer sus queseares domésticos y escondía la consola.

 

Saliendo de sus pensamientos entró en la recamara observando que Sasuke acaba de salir de la ducha, llevaba puesta una simple pijama azul obscuro y se sacudía el cabello con la toalla, tratando de secarlo.

 

— ¡Mira lo que te he comprado ´ttebayo! — exclamó con esmero queriendo tener su interés pero este lo ignoró olímpicamente mientras salía de la recamara. — Oe, teme…

 

Sasuke había observado la pequeña caja que el rubio traía entre las manos, era un celular moderno de eso no cabía duda, pero no era algo que llamara su atención. Ni el montón de bolsas que había en la sala, sólo entró en la cocina para tomar un tomate y comerlo, Naruto lo seguía de cerca tratando de llamar sin ningún éxito su atención.

 

Cuando terminó de saciar su poco apetito decidió regresar a la habitación a dormir, pero le molestaba que el rubio siguiera sus pasos. Había decidido no hacerle caso hasta que el mismo renunciara de querer tener su interés. Bostezó cuando llegó a la habitación y se acostó sin dedicarle ni una mirada a su esposo.

 

Naruto respiró con profundidad indignado de la aptitud tan bastarda de su inquilino. Ese chico le iba a sacar de sus cabales, pero por lo pronto trataría de darle su espacio. Dejó el celular en la mesa de estar que estaba a un lado de la cama. Tal vez, si lo dejaba solo, el chico se interesara por el aparato.

 

No podía estar más equivocado.

 

 

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Había pasado otro mes y las cosas no habían mejorado para nada. Naruto podía apostar que las cosas solo habían empeorado ahora que había entrado de nuevo a clases.  Trataba de estar todo el tiempo que podía en casa con el chico, pero este seguía ignorando su presencia como si se tratara de la misma peste. Se estaba cansando de esa actitud, y no quería explotar.

 

Pero ya no sabía ni que hacer, cada paso que daba era como si retrocediera tres. Joder, que ese chico estaba más amargado que un vejete de noventa años. Ya ni siquiera se dedicaba a tratar de comprenderlo, juraba que trataba de hacerlo, pero el adolescente lo trataba como escoria ¡¿Cómo podía convivir con alguien así?!

 

Ese día se había levantado más temprano de lo usual para poder preparar su presentación, tendría una importante exposición y no quería tener errores con ello. Sasuke ni se molestó en despertarse o despedirse de él cuando salió, era como si nada le importara, ni siquiera él mismo.

 

Las cosas con Sakura habían estado mal aunque no habían tenido la oportunidad de verse de nuevo, la carrera de la chica era muy demandante y le impedía que lo visitara. Había retrasado lo más posible que fuera a su casa a conocer a su “lindo” esposo.

 

No sabría ni cómo actuar.

 

Ese escenario no pintaba nada bien, así que por lo pronto, no necesitaba que se llevara a cabo. Seguiría ignorando las llamadas de sus amigos para salir, sabía en algún momento lo iban a acorralar, pero prefería fingir demencia antes de tener que afrontarse a una horda de preguntas que no sabía ni como contestar.

 

Sonrió como sólo él sabía hacerlo y miró a sus compañeros, pronto se encontró hablando sobre asuntos que sólo entre ellos entenderían, estaba estudiando ingeniería sobre las ciencias computacionales. Admitía que adoraba los logaritmos que utilizaban y más el poder desarrollar un programar como lo había hecho está vez.

 

Estaba centrado en su exposición, explorando los parámetros y los rangos que había utilizado para las formulas, se había estado desvelando los últimos días para que nada fallara, estaba en sus últimos semestres y esperaba poder encontrar por fin un trabajo estable que le diera más dependencia ante sus padres. Era por eso que quería impresionar a su profesor.

 

Estaba tan sumido en lo que decía que un tic nervioso lo invadió cuando un celular comenzó a sonar. El maldito pitido lo detenía cada vez que quería argumentar una palabra, pronto se encontró buscando de donde venía el ruido, estaba dispuesto a echarle en la cara su descaro, pero calló al darse cuenta que era su Iphone el que lo había interrumpido.

 

Ebisu, negó con la cabeza mientras hacía anotaciones en su libreta. Desde un principio Naruto le había pedido la oportunidad de trabajar con él en uno de los proyectos que tenía la empresa donde ejercía, pero tenía cierta aptitud inmadura que le hacía querer negarle la petición.

 

Quiso gruñir ante el timbre molesto que no dejaba de sonar ¡Joder! Justo en ese momento tenían que estar hablándole ¿no se ponía esperar unos cuantos minutos más? Tomó el pequeño aparato molesto para ponerlo en vibrador, ya era lo único que le quedaba para salvar la situación.

 

Pero al ver la pantalla del celular detuvo cualquier movimiento, claramente en esta se podía observar el nombre de “Sasuke”… Para hablarle tendría que ser una emergencia, sin importarle el ceño fruncido de Ebisu contestó enfrente de toda la clase.

 

— Naruto…

 

Sus ojos se abrieron con sorpresa, la voz del chico se escuchaba lastimera, como si le doliera incluso articular palabras. Escuchó un sollozo y algo dentro de él se rompió, se sintió lleno de culpa por ni siquiera saber qué sucedía. Un extraño frío lo había rodeado y de repente sentía que se asfixiaba.

 

— ¡¿Sasuke, qué pasa?!

 

Pero sólo el ruido de un objeto caer seguido de un grito lastimero se escuchó. El eco de un lamento profanó su mente y se dejó vencer por las emociones que lo consumían. No quiso saber más, sólo sabía que en ese momento aquel adolescente arrogante lo necesitaba.

 

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Desde hace algunos días se sentía más mal que de costumbre, no sabía si eran los recuerdos amargos que al final lo estaban consumiendo o su estado de salud que le dificultaba aun más las cosas. Su mente le hacía malas jugadas de repente, porque por más que trataba de enterrar ese sentimiento profundo una sacudida le hacía recordar aquel errático amor.

 

Se sentía nefasto, se estaba consumiendo él mismo. Se estaba dejando arrastrar por el mar de aguas turbias que lo condenaban a vivir en esa vida que no quería. El odio por su padre crecía día con día, recordando como lo había marginado y hecho vivir ese maldito infierno.

 

Un vacio que no lograba comprender lo rodeaba, lo cargaba y lo devastaba de una forma que ni siquiera comprendía, pero lo peor de todo, es que tenía que vivir con ello.

 

Había querido levantarse de la cama pero las piernas no le habían correspondido como deberían de hacerlo, las había sentido tan débiles que al solo ponerse de pie había terminado en el piso. Sus piernas se habían hablando de tal forma que no lo podían sostener.

 

Entró en pánico reflejo de la situación, algo malo le estaba pasando.

 

No fue hasta que miró la sangre a su alrededor que cayó en cuenta de todo el descuido que había tenido consigo mismo. Ese líquido rojizo estaba saliendo de él, era como estarse sumergiendo dentro de una burbuja que estaba a punto de explotar, un dolor agonizante le rodeó las caderas y no le permitió moverse. Estaba totalmente paralizado.

 

El malestar lo comenzó a dominar y se sumió en él. Juraba que había tratado de andar por lo menos unos pasos, pero lo único que había hecho eran agrandar el sufrimiento que lo dominaba. Se sostuvo de la orilla de la cama para querer ponerse de pie, pero la situación no se prestaba para más. Desesperado buscó con la mirada algo que pudiera ayudarlo, pero lo único que encontró fue el celular que Naruto le había regalado.

 

El dolor lo había despertado incluso de su mutismo, de su indiferencia, y tal vez era lo que Sasuke necesitaba para empezar a querer sanar la gran herida que su corazón había resguardado.

 

Fin del capítulo uno.

 

 

Notas finales:

Bueno, quiero decir que me he abierto una página de facebook donde pueden contartar conmigo por cualquier cosa que se les llegue a ofrecer.


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Estaré contestando sus comentarios ;D


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