Destinados a ser.
Estaba arrinconado, no tenía un lugar hacía donde escapar, aquellos ojos que miraban a otros con frialdad, ahora mismo se clavaban en mi cara y ardían con una intensidad que se podría comparar a cómo describen en los textos al mismo infierno.
Hannibal Lecter, el Dr. Lecter, el descuartizador de Chesapeake o como a mí me gusta llamar personalmente “el maligno”.
Cada paso que da… hace estremecer cada centímetro de mi piel, no puedo despegar mi mirada de su grácil figura que emerge de entre toda la oscuridad, esos ojos muertos tienen un brillo vívido que se hace más notorio a medida que se acerca.
Siento la fría pared en mi espalda y es donde afirmo que estoy perdido, una sonrisa sobresale de entre las sombras y creo que escucho reír al mismísimo Diablo, estoy completamente perdido. De repente escucho una sinfonía y sé que es la balada de mi raciocinio muriendo. Seré consumido por aquel demonio.
— Will…
Oh, la maldita tortura. Su voz es como una víbora que serpentea por todo mi cuerpo y se enreda en cada uno de mis miembros.
Al fin me alcanza y deja caer todo su peso sobre mí. Siento como mi corazón se acelera y el oxígeno a mi alrededor disminuye, una agitación y una angustia invaden mis adentros.
Posa una de sus manos en mi mejilla y empiezo a sentir que todo comienza a arder. Solamente un rocé y estoy a sus pies clamando porque me consuma en las llamas de su reino. Pasea cada uno de sus dedos por mi rostro y siento una necesidad golpear mis entrañas, estas hierven con furia… con hambre, con lujuria.
— Will…
Que enorme castigo. Deja de pronunciar mi nombre, maldito… deja de hacerme esclavo del deseo y solo dame el golpe final.
Me sonríes, ya sabes que es lo que quiero ¿no?
Y de repente, bruscamente… sin previo aviso invades mi boca con rudeza y me tambaleo sujetándome de tus hombros.
Aquella afilada lengua merodea el interior de mi boca como si fuera la carne que has intentado consumir durante toda tu vida.
Y me invade el miedo de que me vayas a devorar.
Hannibal Lecter, eres mi destrucción. Eres el caos en persona… eres la viva representación de mi infortunio.
Puede que mañana me muera, puede que un día me asesines pero ya no tengo salvación, estoy inmerso en alguna clase de hechizo que me hace adicto a ti.
¿Amor?
Creo que lo nuestro es un concepto mucho más enfermo y sombrío. Algo como una obsesión… somos aquello que la gente llama “destinado a ser”.
— Eres el único
Me dices con voz jadeante y olvido como respirar… ah, ya no me interesa nada más… no necesito ningún salvador.
Si merecemos el infierno por ser cómo somos, que nos extingan hasta las cenizas esas llamas del averno, lo único que quiero es que esta oscuridad me consuma hasta el final de mis días.
Soy el único que puede amarte, el único que te comprende… y el único que puede ser amado por un asesino como tú.
Fin.