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Love letters, mint tea and wonderful things por Daiyamine B

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Notas del capitulo:

Gracias por darle una oportunidad al fic, espero que les guste, lo hice con mucho cariño!!

 

 

Recordaba con cariño como fue que la familia Momoi lo había acogido en su hogar.  Lo habían adoptado en un día invernal, nevaba como nunca y por consecuencia hacia que pareciera que su piel cada vez se tornaba un poco mas como el color blanco del paisaje. Sus pensamientos en ese momento le habían dicho que ese era su fin, a su corta edad de 12 años, sin haber vivido realmente.

 

 

Había perdido a sus padres debido a la inanición, por lo que se las tuvo que arreglar para vivir en lo profundo del bosque, solo, durante una semana. En la que fue atacado por lobos, perseguido por un cazador demente, casi comido por un puma el cual resulto ser inofensivo, y atosigado por el hambre y el frio. Sin embargo había olvidado toda esa mala experiencia en cuanto los tibios brazos de un hombre le habían rodeado con la misma calidez que la de su padre, ese hombre era Momoi Nobushiro, que al verlo al lado de la carretera lo había tomado con él.

 

 

Los primeros días en la casa vacacional de la familia habían sido realmente difíciles, pues la hija y la esposa de aquel señor no lo querían en su vida. Nobushiro le decía que no se preocupase, que ya las convencería de que él se quedaría y se convertiría en su hijo, el varón que nunca pudo tener con su esposa.  Aunque al final no cumplió con su palabra, pues la mujer termino sentenciándolo con que o lo corría o se divorciaban. Ya sabrán que había preferido el señor Momoi, dejándolo finalmente a él como un mero sirviente de la familia adinerada. 

 

Ya con el paso del tiempo se hizo amigo de la mimada  joven de la familia, Satsuki, una bella pelirrosa de ojos brillantes y coquetos. La chica era todo un caso en cuestión. Nunca podía estarse quieta, era fría y calculadora, sabia manipular a la gente a su conveniencia y luego si algo salía mal se hacia la víctima. Justamente en este momento estaba buscando fuerza de sus recuerdos para ver si podía cumplir con el nuevo capricho de la “Princesa”, como le gustaba ser llamada de pequeña.

 

 

-Joder, Sat, dime que es una broma-Se encontraba limpiando uno de los muchos autos negros de su amo, no podía quedar ninguna mancha. Tenía una expresión de incredulidad de ante la tonta idea de su amiga.

 

-¡Tú sabes que nunca bromeo con estas cosas Kagamin!- La muchacha inflaba los mofletes con molestia, viéndose aun así adorable a sus ojos. Ahora el pelirrojo tenía ganas de apretar esas bolitas blanditas que tenía por mejillas.

 

 

-¡¡Es tu prometido!! ¡Es tu responsabilidad escribirle aunque sea una carta!, ¿no te compadeces del? después de todo el está ahí afuera después de la guerra y regresara en un año luego de pasar fuera mucho tiempo.

 

 

-Es que ahora ha cambiado, es aburrido, no tiene chiste. Él se fue por que quiso. Aparte me ha contado que tiene muchas cicatrices, ¡Cicatrices cariño! No me casaría con un hombre que tenga cicatrices.

 

 

Suspiro con cansancio, sabía que Satsuki a veces podía ser un poco desalmada con la gente, ya había vivido sus insultos en carne propia por favor. Pero le parecía algo injusto para el pobre hombre con el que se había prometido a los 17 que no le escribiera ni una carta al menos de consuelo. Antes la joven se desvivía por captar la atención del muchacho, de 15 años en ese entonces. Solo se había ido a la guerra y lo había olvidado por un rubio de ojos ámbar que vivía cercas de la mansión, y para colmo era un reconocido modelo internacional.

 

 

Si mal no recordaba el chico se fue cuando los 3 tenían 18, y actualmente tenían 24, por lo que eso les daba un total de 6 años fuera. Seguro que cuando regresara querría casarse con su prometida cuanto antes, lástima que en vez de encontrarse con la joven coqueta y dulce de su adolescencia, se llevaría la sorpresa de que se había comprometido con una perra. Si, MomoiSatsuki era una perra, aunque con estilo, debía admitirlo.

 

 

-¡¡Que te cuesta tanto escribirle una puta cartita!! – Una vez termino con el auto negro se paso a otro. Le estaba dando en ese momento mantenimiento a un carro azul eléctrico, mientras la voluptuosa mujer se recargaba en el deportivo amarillo de al lado.

 

 

-¡¡Ya sabes que no es lo mío, se me da pésimo la redacción, la caligrafía y la ortografía!!-Decía esto mientras se mordía la perfecta uña de su dedo anular con nerviosismo.

 

 

-¡Tu madre no te pide mucho, solo dos párrafos!-Si, era la señora Momoi la única que se preocupaba por Aomine Daiki, el prometido de su hija. Eran las consecuencias que debía asumir si quería formar lazos con la familia Aomine.

 

 

-¡¡Mooo!! Anda, ¡que es mucha molestia, hazlo tú! ¡¡No por nada eres mi esclavo!!-Sí, realmente la muchacha solo lo veía como un sirviente duende, donde estaba su pinche salvador con un calcetín para irse.

 

 

-No, esta vez no lo hare, seguro que él lo nota al instante, ¿ya le has escrito otras cartas no?

 

 

-Pues…la verdad es que Ki-chan me ayudo un poco-Bajo la cabeza ya esperando el regaño del de ceja partida.

 

 

-¡¡¡¿En qué madres estabas pensando?!!! ¡Definitivamente no te ayudare esta vez!

 

 

-¿Enserio? Bueno, ya que, ¿que se le va a hacer? Supongo que ya no te importo, así como no te importa que papi sepa que la otra vez  cogiste con el jardinero en su auto preferido-El color abandono su rostro, sabía que esa vez que se acostó con Himuro alguien los había visto, y de todas las personas tenía que ser la reina de la manipulación, pues sabía que su padre era un homofóbico hasta la medula, y si se enteraba que él era gay y había cogido con alguien en su amado cobra negro, lo correría de su casa o lo mandaría directo a la cárcel. Se la iba a cortar al muy puto de Tatsuya, aunque fue su culpa también por dejarse calentar.

 

 

-Tch, está bien, ¡te ayudare! ¡Pero es la última vez que te hago el paro!

 

 

-¡¡Viva!!-Ante la aceptación empezó a brincar alegremente alrededor del coche-No te arrepentirás Kagamin, oh, por cierto, ¡tienes que hacerlas los ocho meses que dure mi viaje por todo el mundo con mi Ki-chan!

 

 

-¡¿QUÉ?! ¡ALTO AHÍ ZORRA!-¿Cómo podía correr con tacones? No lo sabía, pero de que la alcanzaba, la alcanzaba.

 

 

-¡Bye bye Tai-chan, conquístalo por mi!-Grito mientras se subía al auto de Kise Ryota, su conquista de momento, ¿cómo carajos hacia la pelirrosa para escapar siempre? No lo sabía, solo tenía la certeza de que engañaría al prometido de su “amiga” y no le iba a gustar para nada.

 

 

 

 

 

 

 

La primera carta que tenía que mandar era en agosto, precisamente se encontraba tomando su típico té de menta, ahora frio pues con el calor del verano cualquier tipo de bebida caliente le era insoportable. Era su jodido cumpleaños y en vez de estar celebrándolo con buen sexo rudo con su querido amigo y compañero jardinero, se encontraba ahí, escribiendo una carta, para un prometido que ni siquiera era suyo. No podía haber un día más mierda, para colmo de males a su amo se le había olvidado la fecha y lo tenía trabajando como burro. “Vale verga la vida”, pensó con tristeza por sí mismo.

 

 

-¿Cumpliendo el caprichito de la princesita?-Por la puerta de su taller entraba su hermano del alma y amigo sexual, Himuro Tatsuya, con un pequeño pastelito de chocolate decorado con crema, fresas y una linda vela rosa. El pelinegro le dejo al lado el postre y el solo soplo la vela, deseando poder ser feliz, no superficialmente, si no en todos los sentidos, de pasada encontrar al hombre que necesitaba.

 

 

Ojala los deseos se hicieran realidad. 

 

 

-Sí, puta madre, ¡no me pagan lo suficiente!-Estrello su puño contra la mesa y el chico a su lado rio divertido.

 

 

-Taiga, nene, a ti no te pagan-Peor aún, se le olvidaba que lo tenían peor que esclavo, ¡ni cuarto tenia por dios! Técnicamente dormía en un auto viejo de esos que los ricachones ya no querían. Aunque debía admitir que era muy cómodo. Algún día le pediría un ascenso a su amo, porque sabía que estaba así por la culpa de la bruja de Shiromi, la esposa del viejo.

 

 

-A veces pienso que muerto estaría mejor, luego recuerdo de que al menos mi culo te sirve para algo y me siento mejor.

 

 

-¡Y sí que sirve!-Ambos rieron, Tatsuya era el único con el que podía hacer ese tipo de bromas sucias, porque era muy penoso y siempre que alguien le insinuaba algo él se ponía al rojo vivo-¿No quieres tomarte un descanso? Ya llevas una hoja de la carta.

 

 

-Sí, ya me dolió la cabeza de tanto pensar como Satsuki-Ambos rieron ante la pequeña broma-¿No la quieres revisar? Para ver si está bien.

 

 

-Claro-El chico tomo la hoja con cuidado, notando que tenía impregnada la esencia del té de menta. Ya quisiera recibir el una carta como esa y más si era de una preciosura como su amigo pelirrojo, si no fuera porque ya estaba enamorado del chef de la casa, seguro el dueño de sus quincenas seria Kagami. Noto las manchas de salpicadura, apenas visibles de pintura. Era tinta negra, lo estaba haciendo con pluma de fuente al parecer, sabía que Momoi siempre la utilizaba y amaba ese tipo de plumas-La voy a leer en voz alta.

 

 

-Ok-Busco  su chaqueta y sus cosas para ya irse, luego de encontrarlas las coloco en la silla  y empezó a guardar las cosas en los cajones del pequeño escritorio de caoba en el que había estado escribiendo todo el rato. Mientras el azabache recitaba las líneas de la carta con cuidada pronunciación.

 

 

 

 

Querido Dai-chan:

 

 

 

Sé que ha pasado un buen tiempo desde que te escribí una última carta, y lamento no haberte dado una respuesta antes, pero sabes que me la paso ocupada con la universidad y otras cositas por ahí, espero y puedas perdonarme, por que se que tú me mandas correspondencia todos los meses sin falta, te aseguro que he leído cada una de las cartas que me has enviado, y me hace feliz que me tengas tan presente en tu mente.

 

 

Me ha comentado mi padre que la última vez que hablo con el tuyo dijo que regresarías el próximo año, me alegro mucho de oír eso, espero que cuando regreses llegues con bien, se que la guerra puede ser muy dura, espero y no te haya afectado demasiado, pues como tu prometida me preocupas.

 

 

Ya te extraño, hace mucho que no nos vemos, ¿ya van cuantos años? ¿Cómo unos 4? O tal  vez 3…solo sé que anhelo el momento en que nos podamos encontrar de nuevo, ¡tal vez incluso podamos ir a tu restaurante favorito! ¿No te gustaría? Recuerdo que te gustan mucho las hamburguesas. Además debemos ir preparando las cosas para la boda, sé que me dijiste una vez que podía hacer lo que quisiera, pero me encantaría que tomáramos las decisiones juntos.

 

 

¡Por cierto! ¡Feliz cumpleaños!  No creas que no me acuerdo que cumples el 31, ojala estuvieras aquí, así podríamos hacer una gran fiesta, ya sabes que me encantan los eventos grandes, pura excusa para usar vestidos voluminosos. Disfruta el verano Dai-chan, ya te daré tu regalo cuando regreses. Solo espero que los días pasen más rápido para ya verte.

 

 

Sin mucho más que decir, me despido, esperare ansiosa tu regreso.

 

 

Atte. MomoiSatsuki

PD: Si puedes tráeme un recuerdo de allá, besos.

 

 

 

 

-Pues…la verdad está muy bien hecha, casi diría que es Momoi, la reina del glamour y las compras, si no fuera porque en la carta te preocupa como este ese tipo-Menciono mientras miraba la carta desde otro ángulo, su amigo tenia bonita caligrafía, ojala hubieran sido así de bonitas sus calificaciones cuando fue a la preparatoria.

 

 

-Tampoco quiero hacer que se lea como una desalmada ¿sabes?  Preocuparse un poquito no está mal.

 

 

-Por cierto… ¿cómo sabes que su cumpleaños es el 31? ¿Que su comida favorita son las hamburguesas? ¿Y que su apodo es Dai-chan? Sabes demasiado…

 

 

-Momoi me hacia comprar los regalos para las fiestas que daba cuando éramos adolescentes, además, a mi me tocaba llevarla a esas fiestas y generalmente después de eso iban a comer a un local de comida rápida-Pobre de la dieta de Satsuki, que se había visto afectada por los gustos de su prometido.

 

 

-Uno normalmente no recordaría las fechas que no le importan y mucho menos la comida favorita de alguien que apenas y conoce-Ya estaba de nuevo ese prostipirugolfo insinuando algo que no era.

 

 

-¡Tenía que importarme! ¡Era mi trabajo idiota y lo sigue siendo! Además nunca le vi el rostro, ella decía que si lo veía me podría enamorar de el-Refunfuño ante el comentario de mal gusto y soltó un bufido al recordar lo ridícula que era Momoi cuando se lo proponía. Solo porque le hubiera tenido la confianza para contarle de su homosexualidad no tenía que andar de paranoica de que si le robaba la conquista o no, ni que su prometido fuera tan guapo. Seguro era feo y gordo, por eso nunca quiso que lo viera.

 

 

-Ay, pero no te pongas intenso, ya deja esa ridícula cartita y mejor vamos a comer, que te prepare una cena en mi depa-Le sonrió coqueto para convencerlo de al fin des afanarse de la molesta tarea de la carta, que en realidad ni formaba parte de sus responsabilidades.

 

 

-Te recuerdo que si tengo que hacer la carta es por tu culpa, maldito calenturiento-Lo miro despectivamente y el pelinegro le saco la lengua en respuesta-Pronto nos iremos, solo deja la meto al sobre, le pongo una estampa y la meto al buzón.

 

 

-¿No sería más fácil enviar un correo? ¡Pero no! El joven tenía que irse a donde no hay puto internet-Kagami simplemente rio con las ocurrencias de su Bro.

 

 

-Ja ja ja no seas imbécil Tatsuya-Agarro la carta y la doblo para meterla en el bonito sobre de color rosa, y lo sello con su saliva y una calcomanía en forma de diamante que le había dicho la pelirrosa que usara. Se puso su chaqueta de imitación de cuero azul marino que le habían comprado, al menos en esos aspectos su amo si lo atendía. Salieron del taller y caminaron hasta la entrada para encontrar la bici de Himuro.

 

 

-Si quieres ve primero, yo tomare el tren-Ya iba encaminado hacia el lado contrario, paro la voz del pelinegro lo detuvo.

 

 

-¿Por qué? Sabes que no me molesta llevarte-Le estaba quitando la cadena a su bicicleta apenas. Solían irse juntos, aunque el que pedaleaba era Kagami, pues como él era más ligero podía ir en el manubrio.

 

 

-Es que tengo que ir a meter a un buzón la carta, mientras más pronto la envíen mejor-Contesto con simpleza, ya dispuesto a irse.

 

 

-¿No quieres mejor que yo vaya y te la meta?-El pelinegro hizo un gesto obsceno y se lamio los labios con expresión lujuriosa.  Y Justo iba una de esas señoras viejas, gordas y ricachonas caminando por la acera con su rata alopécica que seguro tendría un nombre ridículo, Fluffy por ejemplo (era caniche al parecer), que escucho al muy pendejo de su acompañante. La mujer los miro ofendida y se alejó a paso rápido, siempre elegante la doña.

 

 

 

-¡¿QUE TE PASA IDIOTA?!¡¿ERES ESTUPIDO O TE HACES?!-El pelirrojo estaba rojo de la furia y la pena, su puta madre, que los habían escuchado la vieja estirada esa. Se moría por dios.

 

 

¨Hoy no follo¨ pensó con la tristeza y decepción impregnada en la mirada el más bajo.

 

 

-Calma Taiga, solo fue una broma-Movió su mano de un lado al otro, quitándole importancia a lo recién sucedido.

 

 

-¡Una broma mi culo Tatsuya! Qué pena-Intento bajarse el sonrojo echándose aire con la mano y miro al pelinegro con enojo.

 

 

-Pues déjame corregirte, porque tu culo es cosa seria precioso-Quiso reír ante el piropo barato y ridículo del emo ese, pero intento mostrarse lo más indiferente que pudo.

 

 

-Mejor cállate y llévame a un buzón perra-Ambos se montaron en la bici, seria Tatsuya el que pedaleara aunque él fuera el más liviano, sería su castigo por andar de chistosito. Taiga por mientras se subió al manubrio, importándole poco si se volcaban por la acción de las fuerzas.

 

 

-¿Pero si vamos a follar verdad?-Al parecer Himuro espermatozoides locos Tatsuya nunca se rendía si de sexo gratis se trataba. El pelirrojo solo pudo soltar una carcajada ante el comentario.

 

 

-Ya veremos bro, ya veremos-Mantuvo una sonrisa en su rostro durante todo el viaje.

 

 

Al final cuando llegaron al departamento y Taiga vio que le había hecho su comida favorita se le fue el mal humor, por lo que para buena suerte de Himuro si follo, rudo y toda la noche.

 

 

 

                                                                        …

 

 

 

Todo el escuadrón se encontraba en la base, preparándose para su partida, sin embargo el proceso para su partida seria lento, no podrían irse hasta dentro de unos meses, pues la guerra nunca había sido fácil ni rápida, Siempre dejaba estragos después de que terminara. Cierto moreno se encontraba esperando en una polvorienta tienda la llamada de los enfermeros y enfermeras para que lo trasladaran al hospital más cercano, había sufrido una severa lesión que ocupaba cuidados y tal vez una terapia que no duraría pocos meses, además de que tenía un ligero problema en el hombro que tal vez requeriría una operación. Le molestaba algo el ruido de las voces y gritos, si no eran dando órdenes era para entregar la correspondencia, la cual el no recibía hace mucho tiempo.

 

 

Él había tenido que aprender de mala gana que cuando uno se va por mucho tiempo llega un punto en el que la gente se llega a olvidar de que siquiera formaste parte de su vida, podía sonar algo triste, pero era nada más y nada menos que la cruda realidad. Amigos y amigas, familiares, conocidos, socios, compañeros, su propia familia…su prometida.

                                                     

                    

-Correspondencia para Aomine Daiki!-Estaba acostado en una hamaca improvisada, pero al oír la voz de Hiroshi, su compañero, fue cojeando ligeramente hacia donde se encontraba. Hacía mucho tiempo que no le llegaban cartas, por lo que intento ir un poco más rápido, lo que su lastimada pierna se lo permitiera. Seguro seria la contestación de la carta que le había enviado a su padre para informarle de su próximo regreso y que prolongaría su estancia por su lesión, a lo mejor no le había llegado antes porque se había perdido en el correo, ¿o podría ser que fuera de ella?

 

 

-Gracias-Técnicamente le arrebato la carta de las manos de su compañero, no era si no otro soldado más, su dinero no contaba en el campo de batalla por lo que a pesar de estar herido tenía que ir el mismo por las cosas. Hiroshi rio al ver la cara de emoción del peliazul, que de no ser por su pierna mala  hubiera ido y venido volado.

 

 

-Debe ser una chica realmente hermosa como para que te pongas así-El moreno sonrió al recordar a la coqueta muchacha de bella figura y cara de muñeca.

 

 

-Lo es-Mientras lo dijo sus ojos brillaron con ilusión y luego se retiró para poder  leer la carta en paz, haciendo reír a su amigo, si así se le podía decir. Se sentó con cuidado en donde hasta hace poco descansaba, pues la lesión en su pierna apenas comenzaba a curarse por completo, tenía una horrible quemadura de tercer grado, que hubiera sido peor de no ser por su superior, que lo había sacado de ese infierno.

 

 

Se había lastimado cuando lanzaron una granada cercas de él y otros compañeros, intento correr lo más que pudo para evitar la explosión, pero no fue suficiente su esfuerzo, porque termino trastabillando con el cuerpo de un caído. Ahora seguro tendría una horrible cicatriz  en la piel, pero al menos no perdería el miembro ni estaba muerto, le debía la vida a su superior.

 

 

Después de colocar su pierna en la posición que creyó más conveniente saco con cuidado el contenido del sobre. Olía a té de menta, el fresco olor lo hizo sentir de nuevo en casa, lejos de todo ese polvo, sudor, sangre, lagrimas.  Contemplo la bella letra de la chica, ahora cursiva.  Había cambiado su manera de escribir al parecer, seguro había ido a uno de esos cursos de caligrafía, pero noto que todavía no lo dominaba por completo al ver las pequeñas manchas de tinta negra, que le daban un aspecto encantador y bello a la misiva.

 

 

-Dai-chan…hacia mucho que no escuchaba ese apodo-Miro el calendario casi abandonado en una esquina, antes lo usaba mucho. Marcaba cada día que pasaba ahí, pero ya se le había olvidado cuando fue la última vez que puso una cruz roja sobre uno de los cuadros.

 

 

-Mi cumpleaños, así que eso es hoy eh-Sonrió con algo de nostalgia, añorando aquellos tiempos en cuando era solo un joven tonto, que solo le importaba si era el mejor en lo que hacía y si podía presumir de ello con las jóvenes de prominente delantera. Pero olvido sus días de tonteo cuando se comprometió con la pelirrosa, sabía que era la mujer indicada desde que la vio, era la dueña de su corazón. Lo había conquistado con su comportamiento descarado, sexy, dulce y pícaro, además de su bello cuerpo y rostro, por no mencionar que era rica como él y lo amaba. Seguro sería muy feliz cuando se casaran.

 

 

Esperaba que ella lo hiciera olvidar por fin toda esa locura de la guerra, aunque por más duro que fuera admitirlo, sabía que las cicatrices no se borraban, los recuerdos tampoco, pero al menos esperaba poder superar las pesadillas donde eran protagonistas los hombres que había matado a sangre fría, las vidas y familias que él había destruido, todo por los desacuerdos políticos y económicos de esos países. Porque ella podía hacer eso ¿no?

 

 

Después de todo era la mujer de sus sueños.

 

 

 

 

 

 

 

 

-Hasta que por fin llamas, ¡bitch!-Le grito por celular a la pelirrosa, quien en ese momento disfrutaba de sus vacaciones con el renombrado modelo. Estaba viviendo un verdadero cuento de hadas a su lado en Dubai, hasta que la voz de ogro de Kagami salió por el auricular, siempre tan ruidoso.

 

 

-¿Que te dije de combinar dos idiomas en una oración Kagamin?-Se revisó las uñas, solo para comprobar que la pintura le quedaba bien y no había ninguna imperfección en estas, el tono que usaba era un coqueto color rojo claro, casi sandia, el número 40507 del catálogo de esmaltes de moda para ese verano. Kise no estaba con ella, pues había ido a una subasta de autos y ella prefirió broncearse en la azotea del lujoso hotel.

 

 

-¡¡¡Me vale dos hectáreas de puta verga!!!-La joven soltó un respingo ante tanta agresividad, para luego formar un puchero sumamente adorable, tan adorable que si Taiga la hubiera visto se le pasaba el enojo.

 

 

-¡Eres un amargado! No te vuelvo a corregir, inculto-El pelirrojo ya estaba más que harto, pero no podía matar a alguien que estaba a varios kilómetros de distancia, y mucho menos si era la hija de su amo y señor, así que conto hasta diez mentalmente y bufo para liberar un poco de su ira.

 

 

-Ya le envié la carta, la hice cursiva para que no se diera cuenta del cambio de letra, no quise imitar la firma que me dejaste, por lo que solo le puse tu nombre.

 

 

-Hiciste bien Tai-chan, dime que le pusiste en la carta-Se reacomodo en su lugar y tomo bien el teléfono, pues lo tenía agarrado con el hombro y su cabeza y había oído por ahí que era peligroso para la salud.

 

 

-Le puse que te preocupabas por él, que esperabas su regreso para ir ya de compras y que le tenías preparado un regalo por su cumpleaños-La muchacha ya iba a abrir la boca para refutar el por qué no le había pedido un regalo o recuerdo de su viaje-Y también le pedí un recuerdo, ni creas que se me paso putita interesada.

 

 

-Así le hablas a la hija de tu jefe, ¡una dama de clase alta! ¿Cómo trataras a tus amigas? ¡No! Mejor ni me digas-El joven rio ante el dramatismo de Satsuki. Maldición, sí que parecía ofendida, aunque sus conocidas decían cosas peores sobre ella, por lo que sabía que solo estaba actuado-Muchas gracias Tigre, eres un amor.

 

 

Reviso el reloj de su celular, que indicaba que en unos 10 o 15 minutos aproximadamente llegaría el rubio y no le gustaba que lo ignorara por el celular. Si no estuviera comprometida con el peliazul se casaría definitivamente con Kise, no solo era guapo y tenía dinero, sino que la quería y respetaba, la trataba como a toda una dama, además de que al estar involucrado en el mundo de la moda comprendía la necesidad de ella por verse bien y maquillarse, no como otros. Pero lo más importante de todo era…que la hacía sentir especial, única y feliz.

 

 

-Oye, tengo que colgar, pronto llegara Ki-chan y no le gusta que hable mucho por el celular-Comenzó a ordenar la cosas que había sacado para protegerse de que el sol no quemara de más su piel, solo lo suficiente para otorgarle un adorable rubor.

 

 

-De acuerdo, no te preocupes, de todas maneras, llámame cada mes para poder informarte sobre las cartas que envié y que lleguen-El pelirrojo también empezó a ordenar las cosas que habían quedado tiradas luego de la cena y el acoston con Tatsuya.

 

 

-¡Si, no te preocupes por eso! Oh, toma la tarjeta de crédito que está en mi alcoba, en ya sabes dónde y ve al centro  comercial más caro y cómprale algo bonito, o ya veré si le traigo algo de acá.

 

 

-Algo que tenga diamantes, que sea de oro puro o yo que sé, y que le echen aguacate.

 

 

-¡Jajaja, si Kagamin!, que le echen aguacate-La chica solo rio por las ocurrencias del de ceja partida. Reviso el reloj de nuevo y decidió cortar ya la llamada-¡Te traeré algo bonito para que puedas arreglar mejor mis autos! Bye bye Tai-chan, ¡princesa fuera!

 

 

Una vez la pelirrosa corto la comunicación Kagami soltó un suspiro y sonrió con tristeza. 

 

 

-Es la primera vez en años que se le escucha tan feliz…Es una pena que este comprometida-La diva podía ser un dolor de culo casi siempre, pero era su amiga. Si podía sonreír con tal inocencia, ocultar sus escapadas con Himuro y aguantar sus malos tratos, no podía ser tan mala chica.

 

 

Merecía alguien que la hiciera feliz, así como todas personas.

 

 

 

 

 

 

Ya eran inicios de septiembre, y se encontraba atrasado con la carta, pero no podía contestarla, le era simplemente imposible. Estaba tan desesperado que pensó en llamar a Momoi para que le pidiera ayuda a Kise, pero pensó que sería un poco raro, así que no lo hizo, no quiso importunarlos en su viaje, después de todo cuando el prometido de ella volviera no se verían tan seguido ni podría estar a solas.

 

 

Simplemente se había atascado con la respuesta dada a la anterior, y es que no sabía cómo contestar ese tipo de escrito que le habían enviado. No se podía hacer algo que no entendías… ¿cierto?

 

 

-Maldito emo cursi de mierda…está peor que Himuro en esa etapa de la secundaria-Se despeino el cabello bicolor, buscando inspiración en los espacios más recónditos de su mente para ver que contestarle a la corta carta. Ya se imaginaran, parecía patricio tratando de componer una canción. Era una suerte que su amigo no hubiera venido ya a quejarse del olor a quemado.

 

 

Se dispuso a leerla otra vez mas, aunque se le hiciera un nudo en la garganta por lo que contenía, porque sabía que debía ser difícil el hablar sobre esas situaciones. El había vivido algo parecido, cuando se habían escapado de su país de origen. El no era japonés, antes había vivido en América, pero todos trataban a su padre de ladrón y muerto de hambre. Nunca lo contrataban, su madre tuvo que trabajar de prostituta, hasta que un cliente la desfiguro a golpes y ya nadie la quiso solicitar sus servicios.

 

 

Tan mala fue la situación que terminaron en la calle, sin un solo centavo. Se decidieron a cruzar sin pasaporte por todo el país, y fue en Canadá, donde al final sus padres sucumbieron ante el hambre. El se quedo solo en la época de invierno, y fue cuando el señor Nobushiro  lo trajo a Japón en las fiestas navideñas.

 

 

Intento leer una vez más la carta, solo para ver si se le ocurría una forma de contestarle.

 

 

 

Es la primera vez que no se cómo contestarte una carta…te agradezco que me la hayas enviado, pues me encontraba muy solo y abandonado. Con decirte que ni mi padre ha querido responderme. ¿A que suena triste eh? Me alegro que te hayas preocupado por mí, pero no es necesario, se que solo lo dices por compromiso. A veces pienso que mejor debería morir de una sola vez, pero eso sería algo cobarde y me da miedo incluso.

 

 

Cuéntame, como es allá, porque a mi ya se me ha olvidado todo. Como huele tu perfume, las flores y una comida deliciosa. Solo recuerdo el olor a muerte, pólvora y tierra húmeda y no precisamente por solo agua. ¿Cómo sabe un desayuno, una comida y la cena? No hablo de los ingredientes, si no de compartirla en familia. Yo he desayunado con algunos heridos en un camión, una latita de pescado rancio y una pequeña porción de pan y para serte sincero sabe a gloria. Espero no te moleste que te pregunte tantas cosas tan ridículas, no lo hare mas.

 

 

Con respecto a tu idea de ir a organizar lo de la boda y una fiesta, paso. No creas que me he amargado en el tiempo que he estado fuera, es solo que no me apetece estar con mucha gente, he notado que me pongo un tanto nervioso, lo mejor sería tal vez posponer la boda, lo lamento si es que te hacía ilusión.

 

 

Sé que tal vez no te interese, pero me tendré que quedar por  más tiempo del esperado. Tengo una lesión algo grave, pero ya me siento mejor. Yo también estoy ansioso por verte, gracias por no olvidarte de mí, pero por el momento solo te puedo decir un adiós, un te extraño y un te quiero.

 

 

PD: Te traeré todos los regalos que quieras hermosa, tu solo pídemelos. Por cierto, gracias por recordar mi cumpleaños, ya ni siquiera yo lo recordaba.

 

 

 

 

Después de terminar de leer la carta le quedo cierto vacío en el pecho, pues ese hombre parecía sumamente herido, no solo físicamente, si no también hablando de lo emocional. Y le parecía una lástima que no pudiera ir  y darle un abrazo, solo escribirle unas tontas palabras de consuelo que seguro ya habían sido usadas muchas veces. Pensó en la pelirrosa y como ella nunca comprendería a su futuro esposo y su agonía.

 

 

Ella podía ser algo insensible, no apropósito, el asunto es que a ella nunca le había faltado nada y el  peor de sus problemas era que se casaría con alguien a quien no amaba, pero la solución era muy simple. Ella podía rechazar el compromiso, sencillo. Pero ese chico…el no podía huir desde el inicio de la situación en la que se encontraba. Le había tocado hacer servicio militar a la fuerza y para su mala suerte lo habían terminado reclutando pues inicio la guerra y no le quedo otra alternativa más que unirse. La ley era la ley después de todo, por más injusta que pareciera.

 

 

Había terminado lejos de casa, en un lugar desconocido, su único propósito era defender la idea de los altos mandos, solo para su propio beneficio, no era para defender a su nación, eso no era para estar orgulloso…no lo era. Al parecer, lo avergonzaba enormemente.

 

 

 Lo sabía porque Momoi le había pasado las cartas anteriores, cada una era más triste que la anterior, siempre diciéndole cumplidos a Satsuki, que lo esperara, que no lo olvidara. Y aunque no lo olvido, si lo encontraba molesto, como una carga y no debería ser así. En una de ellas, la más cruda a su parecer, era cuando le conto como había matado a un hombre, no, no era un hombre…era un niño.

 

 

Ya no tenía municiones, ninguno de los dos, ni siquiera un arma blanca, por lo que solo les quedo luchar con sus manos, sus propias fuerzas. El chico tenía apenas dieciocho, tenía una mirada llena de terror cuando se le acabaron las balas y conservaba ese brillo en los ojos, ese brillo que alguna vez tuvo, pero él no le tuvo piedad. Todo termino para el joven con un solo sonido de los huesos de su cuello quebrándose.

 

 

Esa vez Aomine lloro toda la noche, porque al aventar el cuerpo, de su chaqueta salió una  foto que cayó  a sus pies.

 

 

Era la familia del chico.

 

 

 

La carta nunca fue leída por la chica, siempre solía ser Kise el que las leía y contestaba sin comentarle nada a ella porque le daba celos lo que ese hombre pudiera decirle a ella. Además como  era bueno con las imitaciones de todo tipo y al ser famoso tenía que buscar el modo de adentrarse en el corazón de las personas. Pero él conocía un poco al sujeto y era un tipo frívolo, que solo sabia amar y preocuparse por la pelirrosa, nada más le interesaba.

 

 

Desde entonces se propuso ser él quien le daría el alivio que tanto necesitaba Aomine Daiki, aun si solo fuera mediante esas cartas, pues le dolía que nadie lo tomase enserio, parecía un hombre tan bueno, aun con todos los actos crueles que había realizado. Se equivoco, no parecía un hombre bueno.

 

 

Lo era.

 

 

 

 

 

 

 

Las enfermeras parecían estar siempre muy al pendiente de cómo se encontraba él, porque allá donde estaba al parecer no les incomodaba que estuviera más moreno de lo que era considerado atractivo en su país de origen, además se había esparcido el rumor de que era rico. 

 

 

Algunas de esas muchachas le mostraban descaradamente el escote o se pavoneaban cuando lo veían, seguro que si hubiera sido el de antes, hubiera volteado a verlas y darse un deleite, pero ya no era el mismo, él no estaba interesado. Ya tenía a su Satsuki y ella era más que suficiente.

 

 

Sonrió al recordarla, tan risueña. Hacía poco que había recibido otra de sus cartas con olor a té de menta. Realmente le encantaba ese olor, le era tan tranquilizante, incluso encontraba todo una obra de arte las manchas de tinta y de la bebida en la hoja.  Para su sorpresa la chica había madurado, le gustaba mucho la mujer de las cartas, sonaba tan dulce, amable, tal vez un poco presumida, pero no era de que preocuparse.

 

 

-Jajaja, nunca pensé que ella se volvería tan descuidada para comer y beber-Rio un poco suave, con un tono que a la enfermera de turno se le antojo realmente sexy.

 

 

-No es bueno que tengas mucho tiempo el brazo en tensión Daiki-Hablo con toda confianza un hombre de unos 40 años, que era su doctor encargado, sacándolo de su lectura-Podría hacer que todos tus esfuerzos por recuperarte sean en vano.

 

 

-Vamos doctor, por leer una cartita no me voy a morir, además es de mi prometida, y ya la extraño mucho-Con la sola mención de una prometida la muchacha que cambiaba el suero se desilusiono terriblemente.

 

 

-Si realmente quieres saber que te dice la chica esa, tendrás que saberlo de mis labios, anda, dámela, la leeré para ti-Con el rostro serio le ordeno, mientras extendía la mano, esperando que el entregara la hoja y el sobre. Aomine lo miro con horror.

 

 

-Mejor me espero, con su voz gruesa y seria recitando esto me voy a sentir raro, sería como si mi prometida en verdad fuera un hombre y ¡no! Qué asco, ¡mejor me aguanto!-No guardo la carta, por que planeaba desobedecer un poquito al profesional. Unos cinco minutos de lectura no lo iban a dejar lisiado.

 

 

-¿Eres homofóbico Daiki? No esperaba eso de ti-Inquirió con interés el doctor Okuda, como en realidad se llamaba. El peliazul se cruzó de brazos, frunciendo el  ceño, buscando una respuesta para el doctor.

 

 

-Pues, no es eso doc, simplemente esas cosas no me van, ¡yo prefiero lo senos grandes! Seguro usted me entiende-Y ya el alma se le volvía a escapar del cuerpo a la pobre chica en prácticas, porque ella no estaba solo plana, estaba por así decirlo hundida, si no fuera por su bello rostro y gran personalidad se quedaría soltera de por vida.

 

 

-Supongo que tu prometida ha de tener una prominente delantera entonces-Rio al ver la expresión de celos en el joven al hablar de la que sería su mujer. No tenía ni de que estar celoso,  por favor, ni siquiera conocía a la chica.

 

 

-¡No porque me haya comprometido con ella tiene que tener pechos grandes!,-Contesto ofendido, para luego dudar un poco-Bueno…los tiene, ¡pero no por eso es mi prometida!-El doctor ante la respuesta se carcajeo aun mas. Después de reírse un rato más cambio su rostro a uno de seriedad, finamente fue a lo que iba a hacer en la habitación del joven.

 

 

Tenían que cambiarle cada cierto tiempo los vendajes, porque había una parte de la piel del moreno que no estaba cicatrizando y eso les preocupaba mucho a él y a las enfermeras. Por el momento tenía una gran costra cubriéndole la mayor parte del miembro. Por lo que eso significaba que el cuerpo hacía lo mejor que podía. Reviso la parte que le preocupaba, dándose cuenta de que al parecer ya había mejorado y comenzaba a formar costra.

 

 

-Bueno, parece que ya está todo bien, por el momento no te pondremos vendas, no me gustaría que se desarrollara una infección en una herida tan grande así que le caerá bien dejar que seque el tejido, porque si no lo más probable es que terminaríamos por amputarte la pierna.  Realmente tienes suerte muchacho, aprovéchala-Sonó un pequeño timbre por la estancia, que indicaba que debían ir a la puerta a recibir más heridos.  El doctor y la enfermera se retiraron rápidamente, dejándolo solo con otros moribundos más en la habitación.

 

 

-Tendré suerte…pero una de mierda, mira que tropezarme con un cuerpo, que estúpido-Le gustaba hablar solo, bueno, no le gustaba precisamente, pero cuando uno ya está acostumbrado no lo siente como si fuera algo malo. El chico al lado suyo, menor que el por dos años, recibió el impacto de 3 balas, una casi le perfora el pulmón.

 

 

Había sobrevivido, pero estaba muy amargado por que la otra herida había infectado terriblemente, le termino costando el brazo y su novia según tenía entendido. A sí que ya se imaginaran por que el pobre no era muy hablador que digamos. Los demás en la habitación, porque compartía el cuarto con 7 personas, estaban tal vez un poquito o igual de peor que ese muchacho. No eran muy buena compañía que se diga.

 

 

Con delicadeza afianzo el agarre de sus manos en la carta y la leyó otra vez.

 

 

 

 

 

 

 

Querido Dai-chan.

 

Me has dejado sorprendida con tus palabras. Te pido por favor que nunca vuelvas a decir que quieres morir, porque sería un insulto para todas las personas que fallecieron en el campo de batalla, créeme que ellas hubieran deseado estar vivas un poco más para poder ver a su familia aunque sea una última vez.

 

 

 Lamento escuchar lo de tu padre, por su apariencia diría que es un hombre muy frio, pero sé que ha de estar preocupado por ti, solamente que no sabe expresarlo. Sé que puedo sonar dura al inicio, pero es que me preocupas, y no es por compromiso, te lo digo de corazón.

 

 

Por aquí todo sigue igual, justo como lo dejaste…No he comprado otro perfume por el momento, sigue siendo el mismo, uno de gardenias, mi favorito podría decir. Yo no como casi en familia, por lo que lamento no poder aclarar tus dudas conforme a eso, pero te aseguro que cuando llegues disfrutaremos una comida deliciosa, con sabor a risas y dulces, ¿o te gusta más lo salado? Dímelo en la próxima carta, tal vez cocine para ti cuando llegues, pero te advierto que no tengo muy buen sazón.

 

 

No te preocupes por esas cosas tan triviales, estoy dispuesta a esperar por la boda, de hecho a mi me pone realmente nerviosa. Tenía algo de miedo de casarnos en cuanto llegaras, pero me alivian tus palabras, así al fin podremos convivir nuevamente y conocernos de nuevo, porque seguro tú has cambiado mucho, no Dai-chan? No te preocupes, no eres el único.

 

 

Aquí las cosas van con calma, muy lentas, no hay mucho que contar. ¿Es muy seria tu herida? ¿Ocupas algo? Porque si es así te lo hare llegar. Ojala tu estancia no se prolongue mucho en el extranjero. Sé que suena algo cliché, pero yo nunca me olvidaría de ti, te lo aseguro. No te digo adiós, mejor un nos vemos, un buen  día y un te extraño.

Atte. Satsuki.

 

 

PD: No es nada Dai-chan, que tipo de prometida seria si no me acordara de tu cumpleaños.

 

 

 

Nunca creyó que la pelirrosa lo llegara a regañar por escribir que quería morir, y menos de esa manera tan dura. Casi parecía reproche por haber robado tantas vidas en el campo, pero sabía que todo lo que le había dicho era solo por su bien, nada más. Le gustaba sentirse importante para alguien después de tanto tiempo siendo ignorado por los que él creía eran personas importantes en su vida.

 

 

Se dispuso a contestar, pero sabía que no podía forzar mucho su brazo, por lo que grito el nombre del único enfermero que no se ponía a coquetearle en ese hospital.

 

 

-¡RYOU!-Pocos segundos después apareció por la puerta un muchacho menudo y de bonito rostro por la puerta. A él le caía muy bien ese chico, no solo porque no era una chica desesperada por atención, si no que cuando se quejaba de la comida le pedía amablemente que le preparara algo diferente. Él podía convertir un asqueroso platillo en un manjar.

 

 

-¿Para qué me necesitabas Aomine-kun?-Murmuro el castaño, algo atemorizado. Se notaba que tenía cierto problema de nervios al parecer, porque siempre se lo encontraba temblando o disculpándose con todo mundo, incluso aunque él no hubiera hecho nada malo. El sonrió al ver que al menos ya no tartamudeaba cuando le hablaba.

 

 

-Escribe una carta por mí, el doctor ya me prohibió mover el brazo, parece ser que la inflamación no disminuye y eso le está preocupando.

 

 

-Está bien, solo déjame buscar u-una pluma y una hoja-Salió del cuarto para ir a la oficina a buscar lo que necesitaba. Mientras Aomine sonreía ilusionado por ver a su novia.

 

 

Era una lástima que la persona de las cartas no fuera ella.

 

 

 

 

 

 

 

 

Con el pasar de las estaciones fueron entregándose más y más cartas, las cuales a ambos les gustaba releer, cada una de esas cartas contenían muy bellos pensamientos, sentimientos sin fin y anhelos secretos, que solo ellos sabían. Hablaban de mil y una cosas, se decían poemas bonitos y frases cortas para antes de dormir.

 

 

En algunas ocasiones se mandaron fotos para el desayuno, y pétalos de flores de recuerdo. Todo era como un cuento de hadas, en donde solo ellos eran los protagonistas. Con el pasar del tiempo uno de ellos estaba cada vez más emocionado, y el otro más triste por no poder decirle que no era quien él creía.

 

 

Hasta que con la última carta la ilusión se rompió. Fue como si a Kagami le hubieran dado las doce y hubiera pasado de ser la dama más hermosa del baile a un patito feo, que para colmo era hombre, y  un simple sirviente. Peor panorama no podía existir.

 

 

¿O sí?

 

 

Se sentó en la silla giratoria de su taller, preguntándose que había hecho mal para que Aomine Daiki fuera un heterosexual empedernido y prometido de su amiga. Al menos no se sentía culpable de sentir eso por él, porque Satsuki no lo amaba, si no, ya se veía cortándose las venas con una galleta de animalito remojada en leche. Soltó un suspiro ruidoso y dio un pequeño gritito que atrajo la atención del jardinero que no se encontraba muy lejos.

 

 

-¿Otra vez haciendo berrinches nene?-Dejo sus herramientas de trabajo afuera de la cochera, dirigiéndose a donde se encontraba su querido pelirrojo. El chico sin decir nada se refugió entre sus brazos, abrazándolo por la cintura mientras hacia un puchero que a Tatsuya casi le saca sangre por la nariz de lo violable que se veía. Si no estuviera triste ya se lo hubiera follado en el escritorio, justo como tantas otras veces había hecho.

 

 

-¡TATSUYA!-Kagami se encontraba del color de su cabello, pero conservando un deje  de tristeza en su voz.

 

 

-Ops, creo que lo dije en voz alta-Rio un poco para aligerar el ambiente, y  para su mala suerte solo consiguió un bufido de su amigo. Sí que le había pegado fuerte el enamoramiento ahora.

 

 

-Taiga, nene, ¿sabes por qué no nos buscamos conquistas en vez de seguir acostándonos juntos?-Le agarro de los cachetes para que lo mirara a los ojos, dejándole los labios ligeramente parados, dándole un aspecto de niño pequeño que a él le encantaba.

 

 

-¿Por qué a ti solo te importa la polla de Murasakibara, pero él no te quiere?-Una venita le salto en la frente al pelinegro, quedándose un momento sin palabras. La palabras del pelirrojo le habían traído el amargo recuerdo de su confesión al cocinero, que cruelmente lo había rechazado, con la triste excusa de que le daba pereza salir con él. En parte esa era la razón, pero tampoco tenía que decirlo de esa forma.

 

 

-Bueno, puede ser, pero también es porque  no queríamos meternos con ningún idiota y andar de novio en novio solo por satisfacer nuestras necesidades, además porque ese enano te rompió el corazón-Si, el enano del que hablaban era el primo de Momoi, Kuroko Tetsuya, del cual ella estuvo enamorada durante mucho tiempo, hasta que se enteró de que no podía casarse con él. Él también había estado enamorado del peliceleste, incluso salieron durante la preparatoria, pero no quiso enfrentar a sus padres para poder seguir juntos, todo porque las apariencias y su herencia eran más importantes.

 

 

-Lo sé, y dije que no me iba a enamorar hasta que estuviera listo…pero ha sido inevitable, ¡me he enamorado de la persona de las cartas!-Ya no sabía ni qué hacer con su pobre corazón. Estaba algo desesperado, porque si bien es fácil enamorarse de alguien, pero no olvidarlo.

 

 

-¡¿Y qué madres vas a hacer si no es como tu creías, que tal si es un charlatán hablador de mierda?!-Lo agito con sus brazos mientras el otro intentaba no caerse de la inestable silla.

 

 

-¡No digas eso! El…él es diferente, yo lo sé-Inicio la frase con convicción, pero ciertamente termino con un deje de duda. Podían escribirse cartas, pero no sabía cómo era el hombre realmente, las palabras eran palabras, solo eso.

 

-No, no sabes, así que es mi trabajo como amigo, casi hermano, encargarme de que entiendas. Sabes perfectamente que incluso si siguieras enamorado de él nunca vas a ser correspondido, aun si lo intentas ¡él ya está enamorado de la imagen de una chica arrogante y mimada, de pechos grandes y cara de muñeca!

 

 

Lo soltó después de gritarle tan cercas del rostro, solo para ver  su reacción. Esperaba que explotara y le gritara como muchas veces, porque así solía ser su carácter, muy fuerte y que no permitía que le dieran órdenes. Pero no se esperaba su verdadera respuesta. Tenía la cara empapada de lágrimas por el llanto y soltaba cada dos por tres pequeños sollozos, intentando cubrirse la cara para que no le viera en ese estado tan vergonzoso a su parecer.

 

 

-¡Yo! ¡Yo lo sé, pero aun así ese hombre me causa tanta ternura y felicidad con sus cartas y palabras que no puedo evitar amarlo! No sabes cómo me dolía cada que mencionaba el nombre de Momoi, y lo mucho que me extrañaba…no, que la extrañaba. ¡Nunca fui yo, siempre fue ella!

 

 

Lo tomo entre sus brazos, dejando que le empapara la camiseta con sus lágrimas y le embarrara sus mocos, pues no le daba asco ni le molestaba el consolarlo. Era en esos momentos que su amigo era el único indefenso y que necesitaba protección. Era como si pasara de ser un fiero tigre a un inofensivo gatito.

 

 

-Ya, ya, no pasa nada, solo espero que comprendas que eso no tiene futuro, por lo que mientras más rápido lo olvides mejor, ¿sí?-El pelirrojo asintió unas cuantas veces, para luego ya más calmado soltarlo y limpiarse todos los fluidos que cubrían su rostro.

 

 

-Gracias por todo Tatsu, eres el mejor-Le dio una de esas sonrisas tan bonitas que tenía. Ojala el bruto ese de Dai-chan pudiera observar a la bonita persona que estaba detrás de las cartas, porque aunque Momoi fuera una buena chica, no era lo que el precisamente necesitaba. Pero también le dio miedo de que eso se cumpliera porque…

 

 

 

 

 ¿Era realmente Aomine Daiki el hombre que Kagami Taiga necesitaba?

 

 

 

 

 

 

 

 

Ese mismo día habían sido transportados algunos soldados en un todo terreno, para luego ser trasladados en avioneta al aeropuerto más cercano. Después de eso les toco ir en camión por otras ciudades del continente. Se trasladaron por fin en avión hacia su tan adorado hogar. El viaje había sido casi eterno, pero no acababa ahí. Los habían dejado en una isla cercana, por lo que tuvieron que ir en un bote aparte, tomo algunos trenes y al fin llego a Tokyo.  No se había bañado en una semana y apestaba a rayos. Pero iba feliz,  y eso era todo lo importante.

 

 

Como tenia los músculos algo tensos por el viaje no le importo caminar lo que quedaba de la estación a su casa. Al llegar a las residencias casi le impiden el paso al fraccionamiento, puesto que tenían una caseta de seguridad, solo por su apariencia. Si no fuera porque tenía un documento que demostrara que anteriormente vivía ahí, no lo hubieran dejado pasar. Si bien a veces regresaba a para pasar las fiestas con su familia, nunca lo había hecho tan sucio y con el pelo largo, además estaba como dos tonos más moreno de lo normal y un poco más alto.

 

 

Camino por la acera, encontrándose con una que otra persona que lo miraba con asco y desprecio. Se llego a sentir sucio, pero no solo físicamente, si no en todos los aspectos. Bajo la mirada con molestia, no quería ver como lo discriminaban, eran una mierda de personas.

 

 

 

“Y pensar que antes fui como ellos”

 

 

 

Llego a la mansión de sus padres, muy al estilo occidental a petición de su madre, y toco el timbre, esperando un recibimiento muy diferente al que le dieron en realidad. Le abrió el mayordomo, un hombre cuarentón de origen ruso, al que de pequeño le gustaba hacerle muchas bromas. Al verle frente a la puerta se la cerro en las narices, ¡¿pero qué madres le pasaba a ese?! Si antes le tenía más respeto.

 

 

 

-¡Oye! Viktor! ¡Joder, viejo! Déjame pasar, ¡soy Daiki!-Grito a todo pulmón por lo menos unos cinco minutos, pero no le abrían. Estaba que echaba humos, una cosa es que viniera muy sucio y su aspecto cambiara por lo que no lo reconociera al instante, pero otra era que nadie adentro de la jodida casa lo reconociera y  le fuera a abrir. Pensó en entrar por la puerta trasera, pero conocía al maldito del mayordomo, que seguro si entraba sin permiso le lanzaba a ese Doberman con el que nunca había simpatizado mucho.

 

 

-Puta, lo que me faltaba-Se dio la vuelta algo brusco provocándose un mareo instantáneo, se le había olvidado que no había dormido desde hace 2 días. Pensó en que tal vez si iba a la casa de su prometida ahí lo recibirían, pero no fue, todo porque le daba pena que lo vieran así nada mas llegando, pero si no lo recibían en su casa  no le quedaría de otra.

 

 

Se sentó en frente de la puerta, como si fuera perro regañado, o peor que eso. Estuvo a punto de darse por rendido luego de hora y media afuera, hasta que vio a su padre llegar en su nuevo Honda civic gris oscuro, el cual estaciono enfrente de la gran casa, para luego esperar a Zhang, un chico chino que era el chofer, estacionara el carro en la parte trasera. Lo vio  ilusionado y tomo su mochila con sus pertenencias, pensando ingenuamente que al fin podría entrar para poder cambiarse y saludar a su familia. Pero cuando el hombre llego a su lado él se llevó una gran decepción.

 

 

Su padre solo le devolvió una mirada fría y llena de desprecio, como si no fuera si quiera su hijo, solo un simple indigente a sus ojos.

 

 

-No me mires así-Se removió algo incómodo y agarro la mochila con firmeza, queriendo desaparecer ahí mismo, el hombre soltó un suspiro. Si había alguien que pudiera traerlo del cielo al infierno, ese definitivamente era su padre.

 

 

-Daiki, ¿qué haces ahí afuera?-Seguía siendo tan estirado y amargado como siempre al parecer, ni el tiempo podía cambiarlo, pero que esperaba, nadie podía cambiar al gran Aomine Kyousuke.

 

 

-¡El imbécil de Viktor no me quiso dejar pasar! Pero qué bueno que llegaste, porque por más que llamaba no…

 

 

-Yo le dije que te prohibiera la entrada-Se quedó de piedra al escucharlo. Su padre solo lo ignoro y paso al lado de él, sin acercársele mucho, como si tuviera la peste.

 

 

-¡¿PERO POR QUE?!-No le importo asustar a la servidumbre dentro de la mansión, ni a los vecinos, ni siquiera a su madre, que miraba todo desde la ventana del último piso.

 

 

-Yo no voy a permitir que un asesino entre a mi casa, además, ¿te has visto en un espejo? Pareces un indigente con ese aspecto-Lo miro de arriba abajo, para que luego le abrieran la puerta y la cerrara sin contemplación alguna.

 

 

Solo basto que le dijera eso para saber que para su padre, su madre y toda la servidumbre de ese lugar él ya estaba más que muerto. Se sintió terriblemente incomprendido, más que otras veces, ahora la soledad era mucho más cruel y real de lo que alguna vez lo fue. En ese momento lo único que deseaba era estar de nuevo en los brazos de sus padres para que lo consolaran, como en los viejos tiempos, cuando si eran una familia. Pero parecía que el ya no formaba parte de ninguna. Ya no pertenecía a ningún lugar.

 

 

Con el orgullo lastimado se marchó de ahí, para ya no volver. Seguiría con el compromiso con Satsuki, sabía que ella lo seguiría queriendo aun cuando ya no tuviera herencia ni un trabajo, ni los estudios universitarios completos. Ya se las arreglaría como pudiera para salir adelante. Por el momento solo necesitaba un lugar donde quedarse y ropa nueva. Si no se equivocaba tenía una cuenta personal en el banco con algunos ahorros, con eso podría sobrevivir por un tiempo.

 

 

-No queda de otra, iré a su casa, si no me equivoco queda cerca de…a-qui- Sin poder evitarlo la anemia por fin había tenido consecuencias en su cuerpo. Se desmayó en medio de la solitaria clase. Lo último que pudo escuchar fue el sonido de una bicicleta y la suave voz de un hombre joven.

 

 

 

 

 

 

 

Estaba como siempre trabajando en su taller tranquilamente, hasta que vio como Tatsuya batallaba arrastrando algo por el jardín, aunque no podía distinguir bien que era. Tenía un poco mal la vista, por lo que tuvo que apartarse el flequillo con la mano y  se puso sus lentes para ver qué era lo que llevaba, descubriendo que traía consigo a un indigente, algo pálido, pero que conservaba un tono achocolatado de piel, poco común en Japón.

 

 

No se veía que opusiera resistencia, ni que respirase siquiera. En su mente empezó a imaginarse ciento un panoramas posible sobre como seguro su bro había atropellado con su bici al pobre hombre, o que el vago ese lo había asaltado y lo mato  en defensa propia o algo parecido, siempre quedando Himuro como un asesino a sangre fría o un tonto con pésima suerte.

 

 

-¡TATSUYA! ¡POR QUE MATASTE A ESE POBRE HOMBRE!

 

 

-¡¡Cállate Taiga!! ¡No mate a nadie carajo!-Dijo algo alterado el pelinegro, pues aunque su jefe fuera un buen hombre tampoco dejaría que trajera a un completo extraño a su propiedad. Por el enojo dejo caer al pobre moreno en el suelo, quien soltó una especie de jadeo por el impacto, pero fue ignorado por ambos chicos que estaban inmersos en su pelea.

 

 

-¡Entonces como explicas esto!-Apunto al hombre que seguía en el suelo, todavía inconsciente. Ya se imaginaba como por no haber delatado a Tatsuya los encarcelaban a ambos, a ese emo por asesinato y a el por cómplice.

 

 

-¡No te debo explicaciones mujer!-Grito en respuesta. No quería que su jefe se enterara que andaba recogiendo hombres por la calle.

 

 

-¡Que no soy mujer!-El pelirrojo estaba cada vez más rojo, aunque ahora por la vergüenza. Joder, que tal si alguien los escuchara y le fuera con el chisme al patrón, si fuera así terminaban hechos carnitas, vendidos en un changarro de esos nacos o como el pobre hombre que ya se estaba despertando a causa de sus gritos.

 

 

-¡Ah, pero bien que te gustan mis atenciones no!-Y entonces Taiga se quedó sin saber que responder.

 

 

-¡Cállate estúpida! ¡No te vayan a oír!-No les quedaba de otra, porque si los escuchaban haciendo tanto escándalo en vez de estar trabajando, seguro los ponían patitas en la calle.

 

 

-¡Cállate tú!

 

 

Y ahí iba otra de sus peleas de hermanos. Unas que podían durar mucho tiempo, pues es que aunque Himuro era muy tranquilo, Kagami sabía provocarlo.

 

 

-¡No! ¡Cállate tú!

 

 

-¡Que te calles perra!

 

 

-¡Ya cállense los dos!, diablos, mi cabeza…-El peliazul se masajeo el área afectada, pues cuando el pelinegro lo dejo caer se la había golpeado muy fuerte con la loza.

 

 

Los dos amigos se quedaron tiesos al oír hablar al hombre, Kagami porque pensó que era un zombie, uno muy inteligente y amargado a su parecer, y Tatsuya por que no esperaba que despertara tan rápido.

 

 

-Lo siento, ¿te podemos ayudar en algo? Te ves muy mal-Murmuro el jardinero, ya con su típica cara de póker, esperando una respuesta.

 

 

El pelirrojo simplemente se alejó para seguir con sus labores al ver que pelear no tenia caso, además,  al parecer le estaban fallando los frenos al auto de la señora de la casa. Y si no quedaban como nuevos antes de su próxima salida, seguro le echaría un sermón que duraría toda una hora, sobre la responsabilidad y lo malagradecido que era, por no valorar la educación que le habían dado.

 

 

-¡NO ME TOQUES!-Kagami se giró para ver qué es lo que tanto había alterado al hombre, encontrándose con que su bro solo le había tocado el hombro.

 

 

-Perdona, yo solo te quería ayudar.

 

 

-Tch, no te tantas confiancitas, ¡emo de mierda!-Le dio un manotazo, intentando alejarlo. No tenía muy buenas experiencias con esos toques sorpresa. Cualquier ruido o movimiento fuera de lo que consideraba normal era un ataque para él. Además de que venía de muy mal humor.

 

 

Él no sabía muy bien qué es lo que había sucedido, pero sabía que su amigo no había tenido mala voluntad al querer ayudarlo, por lo que se enojó cuando insulto al otro. Nunca nadie le había dicho algo a su amigo y se habría librado de una pelea con él.

 

 

-Oye, ¡discúlpate con mi amigo imbécil! ¡El solo te quería ayudar, y mira como reaccionas!

 

 

-¿El? ¡Ayudarme! ¡Si cómo no!, mejor me largo de aquí, ¡tengo cosas más importantes que hacer!-No le gustaba como le miraba ese tipo, le miraba con lastima, y él no quería la lastima de nadie. Mucho menos estaba para que un tonto mecánico le estuviera gritando.

 

 

-¿A si? ¿Cómo qué? ¡¿Pedir limosna?!-El no era de los que gustaba sacarle pelea a las personas, pero ese tipo conseguía ponerlo de malas con su actitud.

 

 

-¡¿Por qué no cierras el hocico?! ¡Eso no te incumbe!-Se levanto como pudo, aun con las rodillas temblándole, pero era más fuerte su orgullo. No permitiría que se burlaran de él, ¡mira que compararlo con un vagabundo! Les dio la espalda, dispuesto a irse, camino poco, chocando su hombro con el del pelinegro.

 

 

-¿Se puede saber a dónde va el señorito?-Se notaba la burla en sus palabras. Pues actuaba como la realeza cuando parecía que no tenía ni un solo yen.

 

 

-A la casa de mi prometida-Dijo con rencor, parándose con algo de dificultad, no tenía muchas energías, se encontraba algo deshidratado. Por un instante pensó que beber de la manguera que estaba cercas del patio no era tan mala idea. Pero no quería rebajarse enfrente de esas personas, que al parecer solo le tenían lastima  y se mofaban de su desgracia. Como había caído tan bajo, si hace tan solo unos años lo tenía todo, dinero, fama, amigos.

 

 

Una familia.

 

 

-Oíste Tatsuya, este tipejo ya se volvió loco, tanto sol le ha de haber quemado lo poco que le quedaba de cerebro-Sabía que estaba ridiculizando al otro con sus palabras, pero nunca le había gustado las personas que insultaban a su hermano.

 

 

-Taiga, ya-Para ser sincero, creía que su amigo se estaba pasando un poquito, puesto que ese hombre nunca le pidió su ayuda, no tenía por qué estar agradecido.

 

 

-¡Sí, para tu información si tengo prometida! Y su nombre es Momoi Satsuki, una chica con mucha clase, no como ustedes…corrientes-Hizo lo mismo que su padre había hecho con él, lo miro de arriba abajo con asco, odiándose un poquito por eso. Se notaba que era su hijo.

 

 

Y entonces Kagami quedo en shock. ¿Era acaso ese moreno el prometido de su amiga? Por qué de ser así, él era entonces

 

 

 

-Aomine...Daiki-Él se había imaginado a ese hombre muy diferente, como una buena persona, con sonrisa triste y ojos amables, pero ahí se encontraba frente a él alguien arrogante, con un orgullo que llegaba hasta los cielos y un aspecto que dejaba mucho que desear. Se decepciono un poco por lo que vio, pero dentro de su corazón, sabía que el hombre de las cartas y bonitas palabras seguía ahí.

 

 

Lo sabía.

 

 

En su última carta le había mencionado que volvería, pero no se esperaba que estuviese ahí mismo. Con pintas de no haber dormido ni comido decentemente en días y con una actitud de mierda. Y entonces se comenzó a sentir muy culpable por todo lo que dijo, pues lo había tomado como una de esas personas que no quería trabajar y prefería quedarse a pedir dinero, como si no pudiera ponerse a hacer algo productivo siendo aun tan joven. Pero era diferente…mucho a decir verdad.

 

 

Y entonces, sin poder resistir su propio peso nuevamente, Aomine cayó.

 

 

 

 

 

 

 

 

-Sabes, ahora que lo pienso, al menos Kuroko tenía un aspecto decente, y era muy educado, un poco patán, pero educado-Estaba sentado en la silla giratoria de su hermano, esperando un diagnóstico para el paciente.

 

 

-Ya déjame en paz Tatsu, no estoy para tus mamadas-Se encontraba tomándole la temperatura a Aomine, pues la tenía muy elevada en esos momentos, era una de las razones que lo había hecho colapsar, aparte del estrés.

 

 

-¿Seguro?, porque a mí no me molestaría atender a Taiga Jr-Utilizo un tono inocente, para luego girar un poco con ayuda de sus pies. Joder, que esa silla era genial.

 

 

-¡Eres un puerco!-Soltó una carcajada, un poco más relajado que hace rato. Sí que le había sorprendido que la persona de quien estaba enamorado no fuera más que otro de esos riquillos insoportables y arrogantes de siempre. Bueno, Himuro tenía razón, al menos Kuroko se arreglaba. Pero Aomine olía como uno de esos autobuses que tanto odiaban él y su hermano en la preparatoria, pero que no les quedaba de otra más que tomarlos.

 

 

 

Maldita pobreza.                                                                   

 

 

El moreno ya llevaba un rato dormido, se despertaba cada cierto tiempo, por lo que aprovecharon para contarle que se encontraba en la residencia Momoi, entonces ya un poco más calmado acepto que lo ayudaran, pues no quería entrar apestando a camionero a la casa de su prometida. ¿Qué dirían sus suegros? Lo único que no le comentaron es que la pelirrosa no se encontraba en casa, había ido con Kise a quien sabe donde para finalizar su viaje, por lo que todavía no había regresado.

 

 

-¿Ya llamaste a la princesa?-Himuro se revisaba las heridas de las manos producidas por la cola de zorra que había quitado ayer. Joder, ya necesitaba comprarse otros guantes más largos y gruesos, esos que tenia no ayudaban. Kagami rio un poco al verlo, pues era él quien parecía más princesa que nada, mirándose las manos, siempre tan vanidoso aunque no lo admitiera.

 

 

-Sí, me dijo que iba a regresar a fin de mes-Con una toalla limpio el rostro del moreno, que se le notaba desgastado. Le levanto un poco la camisa gris, antes blanca para que no se sintiera incomodo.

 

 

-Para eso faltas tres semanas… ¿vamos a tener que soportar a este wey todo ese tiempo?-Dio unas cuantas vueltas en la silla, mientras hacia un puchero.

 

 

-¡Te recuerdo que ese wey va a ser uno de tus jefes en el futuro zorra!-Vio que el termómetro le indicaba que tenia 38° de temperatura, al menos no la tenía a 40° como había pensado.

 

 

-Pues bien que le traes ganas al jefecito ¿eh?, mira, ya hasta le estas quitando la camisa.

 

 

-Solo cállate, ¡que recuerda que si a esas vamos te la puedo regresar!

 

 

-¿A si?

 

 

-Sí, ¡qué tal si te recuerdo que cuando fue navidad Murasakibara ni quiso acercarse a ti, y lo tuviste que andar persiguiendo!-Entonces el pelinegro puso cara de estreñido, ya sin querer regresarle el golpe.

 

 

-¡Ya me callo pues!-Y siguió dando vueltas con sus pies a la silla.

 

 

Aomine se removió algo inquieto, para luego abrir los ojos. Tenía la boca muy seca y el cuerpo ardiendo por la fiebre. Vio como el pelirrojo lo observaba con algo de culpa y vergüenza. Ja, nada más se había enterado que no eran de la misma clase y se le habían bajado los humos al muchacho.

 

 

-Lamento mi arrebato, pero  es que eres exasperante-El pelirrojo se dio la vuelta y abrió una puerta, perdiéndose dentro de la casa, para luego regresar con un suero y algo de comida. Se la acerco con motivo de que comiera, y aunque aun estaba enojado por las faltas de respeto, como dicen, primero comer que ser cristiano.

 

 

Devoro la comida que le había traído en un santiamén, sin quejarse como lo hubiera esperado Kagami. Daiki se encontraba más que feliz de poder comer algo decente después de ese horrible viaje, pues ya se había acostumbrado a las comidas de Sakurai, aunque para ser sincero, lo que probaba en ese momento estaba incluso más bueno que la comida que solían servir en su casa. Al ver que cooperaba el pelirrojo fue a buscar algunas toallas para que se bañara.

 

 

-¿Esta rico?-Pregunto Himuro con una sonrisa, que a su parecer era algo presuntuosa.

 

 

-Si-Termino por murmurar, pues ahora se encontraba solo con el emo de mierda, pues el que había decidido apodar como cejas raras,  había entrado a la casa de nuevo.

 

 

-Lo cocino mi hermano, ¿a qué es lo mejor que has probado?-Le dio una de esas sonrisas amables que siempre usaba cuando quería algo. Sabía que al peliazul le había gustado, pero quería que lo admitiera.

 

 

-He probado cosas mejores.

 

 

-¡Vamos, no seas así! Que no te de pena admitirlo, todos querían ser los novios de mi hermano en la preparatoria solo para disfrutar de su comida.

 

 

¡¿Y a el que madres le importaba la vida del mecánico ese?! Si era popular o no con los chicos muy su problema, no el suyo. Además, ya quería irse de la cochera para ver a su muñeca, la extrañaba tanto. Así que ignoro el corto relato de Himuro, para luego preguntar por ella.

 

 

-¿Y Satsuki?-Se extrañó de que en el rato que estuvo en el taller del tipo no lo hubiera venido a ver.

 

 

-¿La princesa? Se fue de viaje, no va a volver hasta dentro de tres semanas-Le respondió con un tono neutro, típico de él.

 

 

-¿Y el señor y la señora de la casa?-A lo mejor les podía pedir que lo dejaran quedarse hasta el día de la boda, tal vez sus planes se tendrían que adelantar, pues al intercambiar cartas con la pelirrosa se había conseguido enamorar de ella, de la chica de sus cartas, esa joven vivaz, de carácter fuerte y sencilla, que si sabia disfrutar de las pequeñas cosas de la vida. Ya no podía esperar más para hacerla su esposa.

 

 

-También se fueron de viaje, a un crucero, ya sabes, cosas de ricos.

 

 

-Tch.

 

 

-¿Y ahora porque está molesto?-Pregunto el recién llegado, que venía con una toalla limpia y artículos de limpieza personal, pues seguramente el peliazul no estaría muy cómodo con esa ropa que se notaba tenia días de uso. Como no creyó conveniente el darle las ropas del señor Nobushiro, pues seguro no le quedaban, escogió unas de las suyas, las menos jodidas, y se las dio.

 

 

-No sé, creo que es porque no podrá ver a la princesa.

 

 

-¡Deja de decirle así!-Ya le habían dado celos por cómo le hablaba a su princesa.

 

 

-¡Uy, perdóneme la vida!-El peliazul solo le miro con molestia, sin caer en sus provocaciones. El azabache se levanto de la silla giratoria y los miro- Taiga, yo mejor ya me voy bro, tengo que seguir trabajando con el proyecto que me dejo la señora-Luego de darle las instrucciones de donde quedaba el baño a Aomine se volteo para escucharlo.

 

 

-Claro, te veo a la noche-Ya era viernes, y siempre  quedaban en el departamento del pelinegro para ir a jugar una partida de basket en el parque cercano.

 

 

-¿Te dejo la puerta abierta?-El moreno no se retiro, pues tenía curiosidad de que planes podrían tener esos dos. En especial estaba curioso por el que había osado tratarlo como un simple vago, ese pelirrojo tenía un algo que no terminaba de gustarle, pero a la vez no le permitía apartar su vista de él.

 

 

-Por favor-Y sin más, se fue.

 

 

Aomine entro a la casa, encontrándolo con las indicaciones del mecánico rápidamente el cuarto de baño y se dio la ducha de su vida, quedando un poco inquieto por saber los planes de los amigos, y también preguntándose qué haría, pues no tenia donde quedarse. Definitivamente su casa ya había dejado de ser una opción, al igual que la de su ausente prometida, pues no podía quedarse en una casa ajena sin el permiso de los propietarios, aun cuando fuera el prometido de la única hija de la familia.

 

 

-Me lleva la chingada, ¿y ahora qué hago?-Se hundió un poco en la tina, intentando encontrar una solución a su problema, pero no llego a nada. Al parecer sus mejores ideas no aparecían en la ducha. Salió del cuarto de baño poco después, ya cambiado y con un mejor humor que antes, aunque seguía decepcionado por no haber encontrado a la chica en su hogar, pero se contentaba con saber que faltaba poco para  verla. Tomo su mochila que se encontraba aun en el taller del pelirrojo, que ahora trabajaba en el auto de la señora, pero dejo sus tareas pendientes al verlo retirarse.

 

 

-¿No se va a quedar…Aomine-sama?-No le quedaba de otra más que empezar a usar honoríficos con ese tonto arrogante, pues pronto seria el esposo de su amiga y tendría que dejar de andarse con confianzas. Su corazón se resintió, pues no hace mucho podía escribirle y comunicarse con el sin ninguna atadura, sabiendo que  le contestaría con palabras llenas de respeto y cariño. Maldito fuese el amor que le tenía aun a pesar de saber que era una pérdida de tiempo.

 

 

-No, no está mi prometida, así que no tengo motivos por los que estar aquí…además, me echaron de mi casa, por lo que dormiré bajo el primer puente que encuentre, después de todo he dormido en lugares peores-No sabía porque razón le estaba contando sus problemas al empleado de su prometida, tal vez buscaba la comprensión y consuelo que sus padres no le dieron. Pero al ver sus ojos, ya sin rastros de enojo, burla o ira, solo con un aire triste y de amabilidad, le inspiraron una infinita confianza, además de una sensación extraña en el pecho, como cuando le escribía cartas a Satsuki.

 

 

-Si quieres, perdón…si quiere puede quedarse aquí, no creo que mi amo tenga inconvenientes, por el momento, si no quiere quedarse solo, puede venir conmigo y pasar el rato con mi hermano-Tenía la certeza de que no aceptaría, quien querría pasar la noche del viernes con el empleado de su prometida, y que lo había tratado de indigente cuando se conocieron. Pero el peliazul no tenía a donde ir, ya no pertenecía a ninguna parte, además de que al parecer ya no había una herencia ni trabajo del cual presumir… ¿así que cual era el problema?

 

 

-Te tomare la palabra y deja de hablarme tan formal…

 

 

-Kagami, Kagami Taiga, para servirte-Sentía que se derretía ahí mismo al escucharlo aceptar su propuesta, pues el siempre había sido algo ingenuo y enamoradizo, podía hacer como sin nunca hubieran peleado, pues no le gustaba la violencia. Además, se trataba del hombre al que amaba, aun cuando no fuera el mismo que él se imagino, lo tenía cautivado con sus cartas, deseando que se diera cuenta de con quien estuvo hablando todo ese tiempo era él, anhelando que le hablara como le escribía a Momoi, con amor en sus palabras. Le extendió la mano, intentando por un momento arreglar la mala impresión que se habían llevado respectivamente.

 

 

-Aomine Daiki-Dijo con un tono que parecía de provocación y dándole la propia. Normalmente hubiese usado su eterno tono aburrido y desinteresado, pero ese pelirrojo conseguía emocionarlo, no de la manera positiva, si no que se le antojaba pelear con él, le gustaba pelear verbalmente con ese sujeto y le producía una infinita curiosidad.

 

 

-Lo sé, se quién eres Daiki-Y lo dijo con un tono tan bonito, lleno de algo que no supo identificar, que se le enchino la piel al escucharlo. Pues nunca su nombre había sonado tan bello en la boca de alguien, ni siquiera en la de su prometida. Alejo esas ideas rápidamente, pensando en que realmente se encontraba muy cansado como para pensar en eso.

 

 

Después de hacer las paces Kagami siguió trabajando en el auto, mientras Aomine le observaba desde la silla en la que Himuro había estado anteriormente, platicaron de todo un poco, mayormente sobre sus pasatiempos y sobre Satsuki, aunque al final terminaron hablando de sus vidas.

 

 

Tenía mucha curiosidad por el pelirrojo, se preguntaba si realmente su cabello bicolor era natural, y si era posible tener unos ojos con un color tan intenso como la sangre. Realmente le parecía alguien muy vistoso para ser un simple empleado, si se arreglara apropiadamente y no tuviera toda esa grasa encima podría hasta considerarlo un poco atractivo, aunque  no tanto como él.

 

 

Después de que  terminara con sus labores se dirigieron a la casa del jardinero. Taiga pensó en irse en su típico medio de transporte, pero era muy pequeño para los dos, y aunque Kagami no solía usar mucho su casa-auto para manejar por la ciudad, tampoco quiso que el moreno tuviera que andar en una bicicleta con él, por lo que saco las llaves y pido a Aomine que se subiera.

 

 

En el camino le conto los planes que tenía con Himuro. El peliazul no se quejó para nada de estos, pues a él le encantaba jugar basket, incluso lo llegaron a considerar  el as de los equipos en los que estuvo durante la secundaria y la preparatoria.

 

 

-Te aplastare, ya lo veras, Bakagami-El apodo se le había ocurrido de improviso, y aunque no había pasado mucho tiempo con el muchacho  ya le empezaba a caer bien, pues alguien a quien le gustara el basket no podía ser mala persona, o al menos eso era lo que pensaba, además, en las horas que habían platicado se dio cuenta de que tenían mucho en común, como la comida favorita, talla de zapatos y ropa.

 

 

-¡No dirás eso mismo cuando te derrote, Ahomine!-Kagami pronto le encontró un apodo al moreno, y a decir verdad le quedaba perfecto. Le sonrió con desafío, le gustaban los retos y más aun si venían de personas como Aomine. Vio la hora, dándose cuenta de que ya iban un poco retrasados, pues iban a jugar a las 7:00, pero ya eran las 8:00 debido a que la casa de Himuro quedaba algo  lejos.

 

 

-Bueno, ya llegamos-Se estaciono enfrente  del edificio y fue a la puerta principal. Aomine se quedo en el auto a petición de Kagami, pues no quería que le robaran el coche en lo que le avisaba que llegaron, sabía que el lugar donde vivía su amigo no era el más seguro.

 

 

Después de avisarle a su bro que se encontraban ahí, y que había traído a Aomine consigo se fueron a la cancha más cercana. Dejo el auto estacionado cercas de un de los postes de luz para ver que no se lo llevaran además. Se la pasaron de maravilla, pues a demás de ellos se les habían unido dos personas más. Eran nada más y nada menos que Midorima, amigo de Kagami aunque no lo crean, y Murasakibara, el chico por el cual Tatsuya estaba loco.

 

 

Midorima Shintaro era hijo del mayordomo de la mansión, por lo que se conocían muy bien y Murasakibara era su compañero de cuarto, así que a petición de Himuro lo convenció de que viniera con él. Luego se les unió Akashi Seijuro, mejor amigo de Midorima, que vivía a unas cuantas calles de la mansión Momoi. El era un chico adinerado, pero eso no le impedía juntarse con ellos a jugar. Como la familia de Akashi y la de Aomine se conocían no le fue difícil a Seijuro  reconocer a Daiki.

 

 

El moreno se sintió aun más cómodo al conocer un poco más a alguien de ese grupo de amigos. Aunque no por eso se libro de las miradas de Akashi, que le ordenaban que hiciera tal o cual cosa para ganar el juego. Siempre  había sido alguien muy mandón, o como él decía, con espíritu de líder. Lo conocía desde la secundaria, por lo que no se sorprendió de que su actitud siguiera siendo la misma.

 

 

Así se siguieron repitiendo los otros tres viernes en los que el peliazul se quedo a dormir con Kagami, en su auto. Donde llego a conocer un poco más a todos, en especial al pelirrojo, ese que le daba mucha curiosidad. Se la pasaba en su taller, si no era platicando de cosas de la vida y una que otra reflexión sobre sus problemas y su situación familiar  era ayudándolo en tareas simples, pues no le gustaba mucho sentirse inútil.

 

 

Se habían vuelto algo unidos en esas tres semanas y Kagami no podía estar más  alegre por ello, pues aunque no le hablaba como  le escribía a Satsuki, al menos le prestaba más atención que a cualquiera de su nuevo grupo de amigos. Todo estaba tan perfecto así como estaba. Hasta que ella llego de su viaje por todo el mundo.

 

 

-¡Dai-chan! Me alegra mucho verte-La muchacha había entrado con toda confianza al taller del pelirrojo, donde ambos hombres dormían, solo para ver al peliazul. Ella corrió hasta donde estaba y extendió los brazos para abrazarlo.

 

 

A decir verdad esperaba una bienvenida más emotiva y con besos de por medio, pero pensó que a lo mejor le daba vergüenza que el pelirrojo los viera haciéndose mimos, por lo que no dijo nada, en cambio quiso darle aunque sea un beso en la mejilla. Pero la pelirrosa fue más rápida que él y le volteo la cara, para luego ir a saludar a Kagami. Eso lo dejo muy celoso y avergonzado, pues que tu novia te rechace un beso frente a alguien  se sentía horrible, y más aun cuando le habías dicho maravillas de la joven casi todos los días.

 

 

-¡Hola Kagamin! Te extrañe tanto esclavo-Le dio un beso en la mejilla como acostumbraba y le dio un abrazo, riéndose un poco, mientras le comentaba que olía a grasa de auto.

 

 

-Yo también la extrañe-Ya no podía andar con las confianzas de antes, menos cuando su ahora amigo lo miraba como si quisiera matarlo, solo porque recibía aparentemente más cariño de ella que él, que era su prometido.

 

 

-¡Mo! No me hables así, ya sabes que eres como de la familia, aunque mi mamá no quiera-Hizo uno de esos pucheros que tanto le gustaban, pero se contuvo de agarrarle los cachetes, pues el moreno estaba presente y tenía las manos sucias.

 

 

-Como ordenes-Murmuro, viendo como Aomine se les acercaba algo serio, para luego preguntarle a la muchacha si podían  hablar en privado, ella le contesto afirmativamente con una sonrisa superficial, que no le llegaba a los ojos. También le comento que en el maletero de su auto tenía sus regalos de cumpleaños, así como Aomine le dijo que le tenía recuerdos de su viaje en su mochila.

 

 

Si Kagami no los conociera pensaría que eran una feliz pareja, que estaba a punto de casarse. Pero sabía mucho de ellos, tal vez mas de lo que quisiera, como que Momoi Satsuki solo sonreía así cuando estaba triste o enojada, o que Aomine Daiki, por más que fingiera desinterés, parecía gritar por ayuda con sus ojos azulados, tan desesperados y que solo se iluminaban cuando hablaba de lo que más amaba.

 

 

Los conocía lo suficiente como paras saber que su matrimonio solo les traería una infinita desgracia, pero no tenía ganas de entrometerse, no era su problema después de todo, eran sus vidas. El tenia la suya propia, y no era quien para meterse donde no lo llamaban, menos sabiendo que sus egoístas pensamientos le impedían desearles felicidad juntos.

 

 

Porque lo amaba, como lo amaba.

 

 

 

 

 

 

 

Aomine ya no fue otra vez al taller del pelirrojo desde la llegada de Satsuki, no porque no le apreciara ni dejara repentinamente de disfrutar su compañía, si no porque ya tenía algo más importante de lo cual encargarse.  La mujer de sus sueños, la única que lo comprendía, la de las cartas, esa persona que el amaba más que a nada, pero también la que le era indiferente, la que menos le importaba.

 

 

Solo tuvo que pasar dos semanas para saber que la persona a la que tomaba de la mano y la cual sería su futura esposa no era la chica de las cartas. Tenía belleza, astucia e inteligencia, era coqueta, pero también era interesada, frívola, un poco pesada, mimada y por sobre todas las cosas, nada pasional. Lo noto en su forma de hablar, de comportarse, pero le resto importancia, al menos en ese momento, y decidió adelantar su boda, estaban a mayo y se casaría en agosto, el dos para ser precisos.

 

 

Es cierto que era picara, pero le faltaba pasión, no veía brillar sus ojos por cosas como una tarde de lluvia, ni por los juegos de basket o cualquier tipo de actividad al aire libre. Le tenía miedo a salir, a si como alguna vez se lo tuvo el, cuando era menos moreno y mas frio con la gente que no le importaba. Cuando le decía que fueran a comer a algún local de comida rápida se negaba, mientras que estaba seguro que si hubiese sido Kagami incluso hubiese comido de mas al ir.

 

 

Pero entonces llegaba al punto de sus pensamientos en que se preguntaba cómo podía comparar a la pelirrosa con su amigo, al final después de tanto darle vueltas se dijo que no importaba. Pero seguía conservando sus dudas, estas crecían aun más al sentir celos cuando los veía juntos, no solo a la pelirrosa con el pelirrojo, sino también cuando se encontraba con su supuesto amigo, que mas bien era un amigo con beneficios.

 

 

 Justo como en ese momento que  había ido para platicar con el de sus dudas, los encontró juntos en el taller. La pelirrosa estaba desparramada en el cofre del auto al que Kagami daba mantenimiento y estaban demasiado cercas para su gusto, lo que lo puso completamente furioso.

 

 

Sabía que Kagami era gay, por lo que seguramente Satsuki le era de lo más indiferente, pero eso no disminuyo su enojo. Se había enterado por medio Himuro y Midorima que se lo habían comentado de lo más casual. El no era de prejuicios, pero en ese momento estaba tan cegado por los celos que no pensó en lo que hacía.

 

 

-SATSUKI, BAJATE DE AHÍ-La chica dio un respingo. Se bajo inmediatamente y se acomodo la falda, para luego despedirse del pelirrojo. Ella sabía por qué el peliazul estaba enojado, pero no le dijo nada, solo se retiro en silencio, para dejarlos solos.

 

 

-¡No me importa que seas un maldito marica! ¡Aléjate de ella!-Estaba fuera de sí, pues de solo pensar la posibilidad de que ellos tuvieran algo le hizo hervir la sangre.

 

 

-¡¿Y por qué?! ¡Para empezar ella fue la que empezó, yo no la invite, mejor dile a ella que se controle si tanto te da miedo que me le insinué!-Lo sabía perfectamente, que el pelirrojo nunca buscaba a la chica y era precisamente lo que le molestaba. Pues a pesar de que no era él quien la buscaba, tampoco la alejaba. No le gustaba ver que ella lo abrazara con tanta confianza, ni que lo besara en la mejilla, ni que se riera con él.

 

 

-¡No me digas que hacer maldito joto!

 

 

Se quedaron en silencio. El sabia que la había cagado cuando vio los ojos del pelirrojo mirándole con aparente enojo, pero sabía que en realidad estaba triste por las lagrimas que se le acumularon en los ojos.  Lo había insultado, aun cuando  lo había incluido en su grupo de amigos, le había ofrecido donde dormir y le cocinaba sin quejarse aunque no tenía ninguna responsabilidad con él. Le había ofrecido su amistad y su consejo cuando lo necesito, incluso le conto sus problemas y lo escucho con atención.

 

 

Pero como siempre le sucedía. Su orgullo era más grande que sus verdaderos sentimientos. Por lo que se guardo sus disculpas y espero la reacción de su pelirrojo.

 

 

Espera… ¿qué? ¿Su pelirrojo?

 

 

-¡Si no tienes nada más mierda que tirarme mejor vete!-No se movió ni un poco de su lugar. Con dolor en el pecho intento abrir su gran bocota para decir algo sensato, pero no le salió nada, ni un sonido.

 

 

-¡VETE Y NO VUELVAS!-No tenía ni un poco de ganas de volver a ver el dolor en los ojos de su amigo.

 

 

Era una persona horrible.

 

 

 

 

 

Se sentía tan culpable por cómo había tratado a Taiga que había decidido dejar de una vez por todas su maldito orgullo de lado, ya que este no le hacía comidas deliciosas ni jugaba basket con él.  El único inconveniente era que no sabía cómo pedir disculpas, se le daba pésimo para empezar, aparte de que quería hacer algo bonito para el pelirrojo como agradecimiento por todo lo que había hecho por él.

 

 

Si todavía tuviera dinero le hubiera comprado una cama decente para que ya no durmiera en ese auto, pero tampoco tenía tanto a disposición, por lo que tenía que ser algo sencillo y barato, pero que fuera significativo a la vez. Pensó en preguntarle al emo que le gustaba al muchacho, pues no a pesar de que juraba que Kagami sabía todo de él, nunca pregunto a profundidad los gustos del mecánico por andarse quejando de que lo habían dejado sin herencia.

 

 

Se acerco al área de trabajo de Himuro, pero antes de salir al patio por la puerta de la cocina, una gran mano lo detuvo. Era Murasakibara.

 

 

-¿Que paso Mura?-En el tiempo que se conocían no habían hablado mucho realmente, no eran cercanos, así que se le hizo raro.

 

 

-¿A qué vas al patio?-Se veía algo inquieto y molesto, como si no le agradece la idea de que saliera.

 

 

-Voy a hablar con el emo, ¿por?-La  verdad es que le daba un poco de risa la reacción de Murasakibara, definitivamente era como un niño grandote.

 

 

-¿Y de que quieres hablar con Muro-chin?-Por lo que sabía el azabache estaba enamorado del grandote pero no era correspondido, por lo que no pensó que alguna vez vería al pelirmorado celoso simplemente porque quería charlar con el pelinegro.

 

 

-Le quiero hablar sobre algo, es una sorpresa para Kagami-Entonces el gigante le soltó y recobro su expresión de aburrimiento, restándole importancia para poder seguir al fin con su trabajo, pues era ya casi hora de la comida y tenía que empezar a dejar todo listo, pues todos sabían cómo era la señora de la casa. Si no habías terminado tus tareas cuando ella te lo pedía sufrías las consecuencias. Y pensar que la tendría de suegra.

 

 

Salió al patio para buscar al muchacho, pero no fue necesario hacerlo, pues se encontraba regando las plantas del patio trasero mientras tarareaba una canción alegre, como siempre hacia a esa hora, era su rutina de todos los días. Se le acerco lentamente, pues no le simpatizaba mucho que digamos, siempre andaba peleándose con el por la atención de su amigo y no le gustaba.

 

 

-¡Hey, emo!-Inmediatamente se volteo para verlo con esa cara de póker que  a él le inquietaba tanto.

 

 

-¿Que quieres Aomine?-El tono que uso para contestarle estaba lleno de todo menos simpatía o amabilidad. Al parecer los sentimientos eran mutuos.

 

 

-Yo…seguro ya sabes que le dije cosas muy feas a Bakagami, y me quiero disculpar con el…pero no se me da muy bien eso, así que…queríapedirtetuayuda-Lo dijo lo más rápido que pudo, pues al ir a pedirle consejo también se estaba rebajando, ahora ya no tenía dignidad.

 

 

-¿Perdón? No te escuche, hablaste muy rápido-Estaba sonriendo el malnacido ese. Si será puto.

 

 

Ese marginal….

 

 

-Yo…quería… ¡agh! ¡Maldito, no me jodas, si escuchaste!

 

 

-Creo que eso no fue lo que dijiste hace un momento-¿Lo disfrutaba verdad?, si que lo disfruta, maldito sádico.

 

 

-¡Quería pedirte tu ayuda!, ¡¿contento?!-Termino por explotar cual palomita en microondas, pero no le quedaba de otra. Sabía que era le indicado para pedir ayuda. Kagami le había contado que más que su amigo, era su hermano, que lo conocía desde que iban en la primaria y cursaron la secundaria y preparatoria juntos. Si había alguien que lo conociera completamente ese era sin duda alguna el pelinegro.

 

 

 

-Está bien, te ayudare, nada más por qué no me gustaba ver a mi Taiga triste.

 

Para nada le gusto el tonito que uso para decir eso, pero no le quedo de otra más que quedarse calladito y cooperar, para empezar el no tenia influencia alguna en la vida de Kagami, y segunda, por más que Himuro se mereciera uno de sus puñetazos por eso, lo iba a ayudar, no podía ser tan impulsivo.

 

 

-Entonces tenemos un trato-Le extendió la mano para sellar su pacto, pero el emo no se movió ni un poquito. Eso no le daba buena espina.

 

 

-Antes que nada, quiero algo a cambio, ¿o pensaste que iba a ser así de fácil?

 

 

Maldición, debió haberlo sabido.

 

 

Ya se esperaba una humillación  pública, que lo tuviese como esclavo, una paliza, lo que sea menos lo que el pelinegro quería pedirle en realidad.

 

 

-Quiero saber de qué hablaste con Atsushi, te vi-¿Tenia putos ojos en la espalda o qué?

 

-¿Atsushi? ¡Ah! ¿Mura? Me pregunto a que iba al jardín-Esos enserio sí que se les notaba lo enamorados, lástima que el gigante fuera tan bruto como para no hacérselo saber a Himuro, y que este fuera algo despistado.

 

 

-¿Enserio?-Se le notaba la cara de desilusión, pobrecito. Incluso élsabía que los emos de mierda tenían su corazoncito.

 

 

-Sí-¿Se lo decía o no?, estaba empezando a dudar.

 

 

-Ya veo-Joder, parecía perro regañado.

 

 

-Y…también me pregunto por ti-Sabia que luego se arrepentiría de eso, pero ya que, ya había soltado la sopa.

 

 

-¡¡¡No puede ser!!! ¡¡¡Oh mygod!!!-Kagami le había dicho que ambos vivían antes en América, pero no lo creyó hasta que Himuro pronuncio eso con un perfecto acento.  De la emoción  incluso se había sonrojado el pelinegro.

 

 

Si que le trae ganas a Mura ¿eh?

 

 

-¡No solo le traigo ganas, mis sentimientos son más puros que eso! Yo lo amo-Murmuro con rostro serio, intentándose bajar un poco el sonrojo.

 

 

Maldito emo de mierda, puede leer la mente.

 

 

-No, no es que pueda leer la mente, es que tú piensas en voz alta estúpido-Tatsuya no era de los que solían decir muchas palabras altisonantes, solo con las personas de confianza, pero dios, ese negro era caso perdido.

 

 

-¡No soy negro!

 

 

-Ups, perdón.

 

 

 

-Ash, bueno, es un trato sí o no-Le tendió otra vez la mano, ahora  si le había devuelto el gesto.

 

 

-Es un trato.

 

 

 

 

Y así inicio la operación: Pedirle perdón al tigre.

 

 

 

 

 

 

 

Lo que estaba a punto de hacer sonaría ridículamente cursi, era tan cliché, aun más que las películas o novelas de romance baratas.  Por sugerencia de Himuro, había comprado 2 docenas de hamburguesa con extra queso, además de que había conseguido un par de tenis de basket Air Jordan originales, joder, si no lo perdonaba moriría. Había preparado un discurso súper mega patético sobre lo mucho que le importaba su amistad y esas mierdas. Si eso no era una disculpa sincera no sabía que vergas era entonces.

 

 

-¿Estás listo para disculparte?-Estaba muy nervioso, tanto que le sudaban las manos, aunque algo tendría que ver el que estuviera cerca de iniciar el verano. Le empezaron a entrar las dudas sobre si estaba haciendo lo correcto.

 

 

-Joder, no sé, ya no se la verdad, ¿y si no me perdona?, no podría vivir con eso.

 

 

-Mi Taiga no es un desalmado, seguro te perdona, pero ni creas que lo olvidara, que te perdone no significa que no lo recuerde-Así era el, siempre terminaba perdonando a las personas, no importa cuánto daño le hubiesen hecho, pero sabía que por dentro le dolía, y dolía mucho.

 

 

-Eso lo sé, no tienes que decírmelo-Nada nunca volvería a ser igual, nunca se puede arreglar algo que ya estuvo roto en más de mil pedazos, se podrá restaurar, pero no será como el original.  Las  relaciones eran como el cristal, y él fue el que rompió su amistad con sus celos injustificados.

 

 

-Bueno, que esperas, ve a por ello-Lo empujo para que se dirigiera de una vez por todas al taller del pelirrojo, pero Aomine no avanzaba, tenía mucho miedo, tal vez más de lo necesario, ¿pero quién podría culparlo? Ese jodido emo también contribuía a su estado de ánimo.

 

 

-¿Si sabes que seré tu jefe en un futuro no muy lejano?-O si, se iba a vengar de todas las que le había hecho ese maldito, no se iba a librar, ya quisiera, se cobraría  todas las que le hizo.

 

 

-Lo sé, pero por el momento no, así que ya ve-Y siguió empujándolo hasta que el al fin se movió de su lugar. Camino en dirección al taller, dándole la espalda al pelinegro. Pero recordó algo importante. Tal vez no fuera el hombre más agradecido que hubiese, de hecho nunca había dado las gracias por las cosas que se le habían dado, pero lo sentía necesario.

 

 

-Gracias-Le miro con amabilidad y con ese deje de tristeza que tenían sus ojos.

 

 

-No me des las gracias, porque no hice esto por ti, lo hice por él-Era la pura verdad, y no le dio pena decírselo. El solo buscaba la felicidad de su hermano, era su única familia después de todo.

 

 

-Aun así, gracias.

 

 

Himuro solo se quedó callado, para luego asentir, aceptando el agradecimiento de una vez por todas. Miro las bonitas flores del jardín, pensando en el azul de esos ojos colmados de sentimientos y de hermosura inigualable. No piensen mal, el solo se dedicaba a admirar la belleza de la naturaleza, del ser humano y había algo en el peliazul que le dijo que no podía ser tan malo teniendo unos ojos tan profundos y brillantes, aunque también llenos de soledad y miedo.

 

 

 

-Pfff…Tal vez no sea un mal hombre después de todo.

 

 

 

Entro al taller con sigilo, pero se delato a si mismo cuando escucho una pequeña explosión, inmediatamente y sin pensar se puso en posición de combate e intento sacar su arma, la cual ya no estaba en el lugar donde debía estar, ni tampoco vio a su adversario o cualquier amenaza. Por lo que con el corazón latiendo aún más rápido por el susto, como si hubiese tenido una taquicardia, se paró derecho y busco al pelirrojo, encontrándolo al fondo del lugar. Arreglando quien sabe qué cosa debajo de un auto algo viejo.

 

 

-Que quieres Aomine?-Dio un pequeño salto al escucharlo, pues no pensó que siquiera le hablaría después de lo sucedido, aunque tal vez era más por cordialidad que otra cosa.

 

 

-Kagami…sé que me dijiste que no volviera, pero me siento tan culpable-El pelirrojo al fin se asomo, mirando a Aomine. Sentía tanto dolor por lo que le había dicho, pues pensó que eran amigos, además de que se había ilusionado tontamente, había sido tan tonto al pensar que pudo haber tenido alguna vez una oportunidad con ese hombre, y aunque desde el inicio sabía que no era para él, no podía evitar soñar con un futuro juntos. 

 

 

-No tienes que sentirte culpable, después de todo eso es lo que soy, un marica. Además, no tienes razón alguna por la que llevarte bien con tus empleados, todo está perdonado-Se refugió nuevamente debajo del auto, intentando esconder su cara, por la cual corrían muchas lagrimas. Una sola palabra era suficiente para romper el corazón, y el ya había roto el suyo.

 

 

Le había dado tantas vueltas al asunto en el tiempo que pasaron sin hablar, y lo mejor era que cortaran su amistad por las buenas. Sabía que cuando Satsuki y el se casaran perderían el contacto, pues ellos no vivirían con sus suegros obviamente, además…él quería olvidarlo, quería olvidar al que debió haber sido solo un amor platónico, no su amigo.

 

 

-Bueno…si eso era todo, yo seguiré trabajando-Le hablo desde abajo del vehículo, por lo que no pudo notar que un molesto peliazul se le acercaba a paso seguro, para jalarlo del tobillo bruscamente y sacarlo de ahí. A él le gustaba que le hablaran de frente.

 

 

-¡Solo pido que me escuches de ¿acuerdo?! Sabes…tú, fuiste el único que se preocupo por mí, y aunque trate tan mal a tu hermano y te grite aun así me recogiste y me diste un espacio en lo que se podría decir tu casa. Realmente  aprecio tu amistad, además de que no me importa que seas marica, agh ¡¡¡Eso no es lo que quería decir!!! Mira, Taiga-Lo tomo por los hombros, y él le miro con algo de asombro. Era la primera vez que le decía por su nombre-Nunca me ha importado con quien cojas, porque eso no te hace una mala persona ni alguien que no sea de mi agrado…yo solo estaba celoso, te metí en un asunto que no te correspondía e incluso tuve el atrevimiento de echarte culpas, no sabes cuánto lo siento, por eso te pido disculpas, incluso traje unos regalos conmigo.

 

 

-Aomine…Yo-Alzo la cabeza esperanzado, pensando en que tal vez había conmovido al muchacho con su discurso, pero no.

 

 

No lo había hecho.

 

 

-No te voy perdonar-Le volteo la cara avergonzado. Podría estar enamorado, pero tenía dignidad.

 

 

¿Escucharon eso? Es el sonido del corazón y la tarjeta de crédito de Aomine Daiki rompiéndose.

 

 

-¡¿Porque no?! ¡Incluso traje tu comida favorita!-Ósea ¡Wey, no seas pendejo, es comida!   

 

 

-¡Por eso mismo! Mi perdón y mi amistad no se compran, se ganan, además seguro solo lo haces porque te lo dijo Satsuki.

 

 

-¡No es así! Nadie me dijo que lo hiciera, lo hice porque quiero, y no planeo comprar tu amistad, pero tampoco pienso irme sin ella, pues eres la única persona a la que podría llamar compañero…Te quiero amigo, por favor, perdóname.

 

 

Kagami se sonrojo suavemente, dejando a Aomine embelesado con su dulzura. Pensó en si perdonarlo era lo correcto, pues si que le había dolido lo que le dijo, pero una vez más le gano el corazón a la razón.

 

 

-Está bien, ya…te perdono, pero que sepas que nunca se me va a olvidar, ok?-Se removió algo inquieto entre los brazos del moreno, pero este no lo soltó.

 

 

-No importa, podemos vivir con eso-Le miro con ternura. Era su único amigo, su primer amigo de verdad, le hacía tanta ilusión.

 

 

-¿Amigos?

 

 

-Amigos.

 

 

El pelirrojo le sonrió tan bonito en ese momento. Parecía que entre sus brazos tenia mil y una flores de hermosos colores cálidos, era tan maravilloso, era la cosa más linda que había visto en su vida. Sin saber que más hacer, lo estrecho entre sus brazos, tenía miedo de tenerlo en ese momento y perderlo después.

 

 

Kagami solo puedo inhalar el aroma del peliazul, similar a la resina del árbol más bonito del jardín, ese que siempre le había encantado desde niño. Le devolvió el abrazo tímidamente, para luego aferrarse a ese momento de amor en forma de brazos rodeándolo y camisa que se arrugaba entre sus manos.

 

 

A ambos les hubiese encantado que ese efímero momento durara por siempre.

 

 

Luego de unos minutos en silencio donde ambos recorrieron las espaldas contrarias con cariño, uno en búsqueda de blancas alas y el otro con la intención de memorizar la temperatura exacta de su cuerpo, se miraron a los ojos y sonrieron, para luego apartarse con una timidez que antes no estaba, como si supieran que estaban haciendo algo que hacia latir de mas sus corazones.

 

 

-Y bien…¿cuántas compraste?-Murmuro bajito el mecánico, viendo que en su escritorio reposaba una bolsa de Maji Burguer, su restauran favorito y el del peliazul.

 

 

Y Aomine soltó una carcajada. Ese chico y su estomago no tenían remedio.

 

 

 

 

 

 

 

Habían quedado que nada más limpiaba su lugar de trabajo e irían a comer las hamburguesas en un parque algo lejano, que se encontraba en una parte escarpada de la ciudad.  Al moreno le traía buenos recuerdos el lugar pues ahí solía ir a jugar cuando era más pequeño. Cuando su familia era menos estirada y no se preocupaban tanto por las apariencias, aunque sabía que debajo de toda esa capa de soberbia y seriedad todavía se encontraban los padres amorosos que tanto él quería.

 

 

Fueron en bicicleta, ya que si bien quedaba algo lejos no era tanto como para ir en auto, además, ambos disfrutaban de que el viento les despeinara el pelo. Ya se estaba haciendo algo tarde, por lo que estaban justo a tiempo para ver el atardecer, un evento hermoso, muy romántico que desde siempre había adorado.

 

 

-Bueno, pues llegamos.

 

 

-Es un bonito lugar-El pelirrojo se paseo curioso, viendo la vegetación y los algo abandonados juegos infantiles. De repente anhelo volver a los tiempos de inocencia, en donde todavía tenía una madre que lo llevase a pasear por las tardes, cuando no hacia tanto calor en el verano, solo para verlo ir de un lado al otro en el pequeño  parque.

 

 

-Vamos, ven, siéntate a mi lado-Le señalo una banca algo gastada. El mecánico obedeció y se sentó al lado del moreno. Ambos tomaron su  respectiva porción y comieron en silencio. No de esos silencios incómodos, para nada, si no era de esos tranquilos, que a veces sin necesidad de ruido o palabras, te daban las respuestas de todo.

 

 

¿Era posible amar tanto aun sin ser correspondido?

 

 

Acompañado del bello escenario que daba el sol con su despedida, dando lugar a la bella luna, una dama misteriosa, pero igualmente resplandeciente a su forma. Lo miro ahí, pintado con rojo, naranja, amarillo, blanco y violeta, y cada color en la hermosa piel dorada le pareció encantador.

 

 

¿Podía ser alguien tan bello como un cielo a medio atardecer?

 

 

Y rápidamente paso de ser un mar de fuego a un tranquilo océano brillante por la luz de las estrellas. Ellos eran como el cielo, cálido y frio, rojo y azul. La sola idea de ser el complemento de Aomine hizo que sus mejillas adquirieran un tono rosado precioso, como el de las flores que tanto cuidaba su hermano en el jardín, y el único que tenia la dicha de ver florecer el retoño era el moreno.

 

 

 

A pesar de no haber pasado tanto tiempo juntos sintió como si sus almas llevaran anos de conocerse, ¿podía alguien hacerlo sentir de una forma tan correcta? ¿Como en casa? No lo sabía, nunca antes lo había sentido, era su primer amigo después de todo. Aun si ya no fueran más amigos, estaba seguro que solo haría falta un abrazo y conversar para revivir ese calorcito que sentía en el pecho.

 

 

¿Cómo sabrían sus labios? ¿Serian suaves o ásperos? Siempre se lo quiso preguntar en sus cartas, pero parecía que su pena era más grande que las ganas en esos momentos, pero ahora ya no más. ¿Era posible que tuvieran un sabor mentolado, como los de esos tés que tanto le gustaban?

 

 

 

Y todas las preguntas las contesto el silencio que le siguió al beso que se dieron sin ser consientes, que ambos se miraron el uno al otro todo ese tiempo. Nunca vieron el cielo, si no que Aomine vio el atardecer en él y Kagami el anochecer. Ambos llevaban el sabor del otro, Kagami sabia a tardes bajo un gran árbol y Aomine a días de invierno en el taller, sabia a cartas mentoladas.

 

 

Pero como todos saben, las cosas más hermosas son las más efímeras, pero que quedaran inmortalizadas en la memoria, algo así como un amor de verano. Siempre cortos, algo tristes, pero siempre los que se recordaría con ternura, con amor. Así como se besaron en silencio, también se marcharon, el sol y la luna se separaron.  No hubo día, no hubo tarde, no hubo noche, solo el infinito vacio que quedo y el silencio.

 

 

 

¿Sabría Aomine interpretar sus respuestas?

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Lloro en silencio, mientras fumaba un cigarrillo, con la puerta del taller cerrada. No era justo que Aomine lo subiera a una montana rusa de emociones, primero lo sumía en la tristeza, luego lo hacía enojar y para finalizar lo ilusionaba para luego dejarlo caer otra vez en la miseria. Lo quería tanto, pero eso no quitaba el dolor.

 

 

Escucho su puerta ser tocada, por lo que sin muchas ganas fue y abrió la puerta, dándole paso a un preocupado Himuro. Cuando le había preguntado a Aomine como había ido su disculpa le había volteado la mirada, como si tratase de ocultar algo a plena vista.

 

 

-¿Ahora que te hizo ese maldito negro nene?-Lo abrazo suavemente, y le dio palmaditas en la espalda, intentando parar el llanto, que ante la pregunta solo se avivo.

 

 

-El…me beso, pero luego se fue sin decirme ni una sola palabra!, no lo entiendo Tatsuya, no lo entiendo, y creí que todo este tiempo lo hacía-Se echo a sus brazos, dejando que le consolaran, pues confiaba en Himuro, que él podría hacer algo por él.

 

 

-¿No ha venido a hablar contigo ya?-Ese idiota, después de que le había ayudado y volvió a joder las cosas, era un caso perdido.

 

 

-No, Satsuki me dijo que se adelanto la boda, la harán en agosto-Y justo en su cumpleaños, pensó amargamente el pelirrojo, queriendo derramar lagrimas que ya no tenía.

 

 

-Mierda, bueno, pero ya no llores, recuerda que te dije que esto podría suceder-Era una de las razones por las cuales procuraban no enamorarse, porque dolía como el carajo cuando te rechazaban o solo jugaban contigo. Aunque sabía que tal vez el peliazul ni con mala intención lo había hecho, pero igual causo daños.  

 

 

-Lo sé, y yo de idiota que no te hice caso, no sabes cuánto lo lamento-Lo miro con un puchero, queriendo más consuelo y tal vez una buena noche de sexo rudo, para olvidar al menos.

 

 

 

-Bueno, ahora solo queda esperar para ver si ese hombre es el que tu creías, o solo un imbécil del montón-Era realmente lo único que quedaba, aunque el pelirrojo ya tenía la certeza de que Aomine no era el hombre que había imaginado. Tener expectativas realmente dolía, desde ese momento dejaría de tenerlas.

 

 

 

Y Aomine no había ido a su encuentro  no porque no quisiera afrontar las consecuencias de sus actos, si no que su prometida lo había tenido dando vueltas por toda la ciudad en busca de todas las cosas para preparar la boda. Si bien cuando llego venia con todas las ganas de adelantar su unión con la pelirrosa, ahora ya no lo deseaba mas, pero su suegra había insistido tanto que no les quedo de otra, además habían acordado que la familia Momoi pagaría los gastos, a si que no pudo decir ni pio.

 

 

Ya llevaban unas dos horas en el centro comercial, pues habían ido a que él se probara el traje que usaría. La boda iba a ser al estilo occidental, pues Satsuki odiaba los quimonos, decía que ocultaban su bella silueta y no le hacía resaltar para nada, además de que eran muy aburridos. Aunque a él le hubiera gustado casarse de la manera tradicional, no dijo nada. No tenía mucho entusiasmo al respecto, por lo que dejaba que ella escogiera casi todo, excepto la comida y la música, lo demás le daba igual.

 

 

Después de una casi interminable tortura con el sastre, que no paraba de tomarle medidas para ver que le tenía que cambiar al dichoso traje. Suspiro ya algo cansado, pues aparte de tener que ir con el sastre, la muchacha había querido pasar a múltiples tiendas, llevándose como mínimo dos artículos de cada una. Y adivinen quien era el burro de carga…si, él era el burro de carga, mientras que la pelirrosa solo llevaba una pequeña bolsa con cosméticos. Ya había visto un café a unos cuantas tiendas mas que se veía prometedor, volteo para ver que hacia  la chica, encontrándose con que mensajeaba con alguien en secreto al parecer.

 

 

El no era quien para reclamarle, además de que ni le dieron ganas de hacer tal cosa, después de todo se había dado cuenta que la mujer de sus sueños no lo era ya, alguien le había robado el puesto, ya no era la mujer de las cartas. Y su falta de celos solo le confirmo lo inevitable, el no la amaba ya.

 

 

-Hey, Satsuki, vamos a ese café, ya me canse de andar cargando tantas cosas-Sus sospechas se hicieron realidad cuando vio como guardaba su celular lo mas rápido que podía, como si la hubiera cachado haciendo algo malo.

 

 

-Claro, vamos Dai-chan-Le dio una de esas sonrisas falsas, que no le llegaban a los ojos, y se pregunto si podría vivir con alguien así, sin brillo, sin el resplandor del sol al atardecer.

 

 

Entraron al dichoso local, un muy bonito lugar, con buena iluminación y bien decorado. Satsuki sin más se fue a sentar a una mesa, pues los tacones le estaban matando los pies. Realmente había conseguido asustarla el moreno hace u momento, pues no era su plan que descubriese que lo estaba engañando con Kise, mucho menos que se enterara de que estaba embarazada. Si, había ocurrido en su último encuentro, y la verdad no sabía qué hacer. Tal vez lo mejor para seguir con los planes de matrimonio era abortarlo, pero ella no se creía tan cruel como para hacerlo, para nada, ¡era su hijo por dios! Por el momento esperaba casarse lo más pronto para hacerle pensar al moreno que el bebé era suyo. Pero he ahí el detalle, ¿y si el escuincle salía rubio? Se la iba a cargar la chin…

 

 

-Oye ya voy a pedir, ¿qué vas a querer de tomar?-El peliazul dejo todas las bolsas de diferentes tamaños y colores en las sillas y encima de la mesa, para levantarse e ir a pedir las ordenes. Espero con paciencia la respuesta de la joven, que miraba indecisa el menú encima de la barra.

 

 

-Algún té, no sé, pero nada con cafeína por favor-¿Qué tal si le hacía daño?, mejor no arriesgarse.

 

 

-¿De menta?-El tenía sabor a té menta…Pero se suponía que a ella también le gustaba.

 

 

-Ay, no, qué asco, no me gusta la menta!-Nunca le había gustado, y ahora que estaba embarazada menos, con solo oler algo mentolado tenía que correr a vomitar y no, que pena.

 

 

Y ahí fue cuando Aomine comenzó a sospechar y a dudar sobre si realmente quería vivir al lado de esa mujer, que no era mala persona, simplemente no era para él y el no era para ella. ¿Sería realmente capaz de descifrar las respuestas que le daba el silencio? No estaba seguro, para nada, ¿pero no estaba mal el intentarlo no? Tal vez lo lograra…

 

 

 

Ser el hombre que Kagami Taiga necesitaba.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Se estaba arreglando la corbata, que no daba indicios de querer cooperar con sus torpes manos. Quiso gritar de la frustración.

 

 

Frustración por el tonto nudo, frustración porque la ropa le era incomoda, frustración porque no tenía ni un solo centavo ni nada que ofrecerle a esa mujer que se quedaría con él. Frustración por no querer cancelar la boda, no sabía de hecho por qué no lo había hecho ya si no deseaba casarse. Tal vez por miedo a dejar ir lo que había querido por tanto tiempo…miedo a dejar lo que antes  quería, pero no necesitaba. Estaba tan acostumbrado a ese tipo de cosas, que ya no sabía cómo resistirse a ellas.

 

 

Sin saber qué hacer, se fue caminando por los pasillos del hotel en el que se casaría, uno muy renombrado, pero que a él le era totalmente indiferente. Si no hubiese ido a la guerra lo más probable era que se hubiese quedado muy a gusto en ese hotel, que se la hubiese pasado en grande en su despedida de soltero, quizá engañando a su futura esposa, y bebiendo, ¿porque no?

 

 

 Pero no hizo nada de eso, porque él había ido a la guerra y cambio, se había enamorado de la mujer de las cartas y no creía estar casándose con esa ella, con la cual sentía una conexión especial. No deseaba el cuerpo de esa persona ni de ninguna otra, deseaba su corazón, lo anhelaba tanto.

 

 

Lo necesitaba.

 

 

Sin darse cuenta de cuánto había caminado, llego a la habitación de su prometida, con la cual se suponía estaría toda la eternidad si lograba convencerlo. Toco la puerta dos veces, hasta que le dijeron que pasara. Adentro del cuarto se podía ver a dos damas de honor apretando lo mas que podían el corsé de Satsuki, quien estaba un poco preocupada por usar la prenda, por que comenzaba a dolerle un poco la espalda y el vientre, pero lo ignoro, todo  sea por entrar en  el vestido blanco confeccionado por el mejor diseñador de Japón. Cuando dio un paso dentro, ya lo estaban regañando.

 

 

-¡DAI-CHAN! ¡LA PUTA TRADICION!-Si, Momoi estaba un poco muy alterada e incómoda, malditos vestidos apretados. Simplemente bufo sin hacerle caso, ya la había visto batallando con prenda, a si que ya no importaba. Entro hasta que dar a un metro de una muy molesta pelirrosa.

 

 

-Solo quiero preguntarte algo…Y de tu respuesta depende de que te puedas quitar rápido eso o no-Ese tono no le gusto para nada a Satsuki. ¿Acaso había descubierto algo de su romance con Kise? Ojala no fuera así, porque si no lo más probable es que su madre la ahorcara por arruinar la beneficiosa unión Aomine-Momoi.

 

 

-¿Que estas insinuando Dai-chan?-Rio un poco nerviosa, mientras sus damas de honor la miraban con curiosidad, algunas ya habían empezado a murmurar cosas entre ellas. Joder, por eso no tenia amigas, de hecho ellas solo eran compañeras de trabajo o viejas conocidas.

 

 

-Satsuki…¿tu me amas?-Mierda, y ahora que madres respondía? No quedaba de otra más que usar sus dotes actorales.

 

 

-Ja ja ja, ¿qué clase de pregunta es esa, y justo en el día de nuestra boda?-Le golpeo el hombro suavemente, inclinándose un poco en el banquito donde estaba parada.

 

 

-Contéstame-No se estaba riendo con ella. Eso no podía significar nada bueno, nada nada bueno.

 

 

-¡Claro que lo hago!-Lo dijo con tanta convicción que si fuera otra persona, se lo hubiera creído.

 

 

-¿Aun que no tenga trabajo y mis padres me hayan desheredado?-Pregunto con demasiada seriedad el moreno.

 

 

-Aunque no tengas traba- espera… ¿QUE? ¡DEBE SER UNA BROMA! ¡Esto no me puede estar pasando, no, no, no, no, no!-Esto era peor que se le rompiera una uña, era incluso peor que la vez que se peleo con Kise. ¿Cómo se iba a casar con alguien que no amaba si no tenía dinero? Era por eso mismo que lo había pretendido desde que era adolescente. Maldita sea, tantos años desperdiciados en ese moreno y resulta que no tenía nada, si no tenía dinero no valía la pena.

 

 

-¿Por qué tiene que ser una broma?

 

 

-Sabes, no importa, le pedirás perdón a tus padres, no te puedes dar el lujo de enojarte con ellos ¿o si?-Ya se iba hiperventilar, que alguien la agarre que se desmaya.

 

 

-Satsuki-Aunque había escuchado su nombre no pudo si no maquinar en su mente una forma de solucionar las cosas, no quería ser el chisme del mes solo porque había cancelado su boda, si de por sí ya la odiaban no quería darles más motivos a la gente para que la criticaran o hablasen de ella.

 

 

 

-Ya verás que todo se arreglara cariño-Se bajo del banquito y empezó a caminar en su dirección, le hablaba con voz dulce pero en su expresión se notaba su nerviosismo.

 

 

-Satsuki.

 

 

-Tú no te preocupes, ya lo arreglaras-Y siguió con su discurso caminando de un lado a otro, analizando sus opciones. Entonces un ya harto Daiki la tomo de los hombros, parando su caminar, y la sacudió ligeramente.

 

 

-¡Satsuki! Mira…yo, no soportaría casarme con alguien que solo me quiso por interés, creía que la chica de las cartas era maravillosa, incluso llegue a amarla, pero en estos días que pasamos juntos me he dado cuenta de que esa no eres tú, asi que esta boda se cancela-La chica puso cara de espanto al oírlo, maldito fuese Kagami, que le había arruinado los planes de boda como siempre sospecho que lo haría.

 

 

Al ver que se había quedado sin habla y quieta por la sorpresa, se fue de la habitación que ya se había llenado del ruido de chismes indiscretos. Corrio hacia donde se suponía debía hacerse la ceremonia, de hecho se suponía que ya debían estar todos ahí. Llegaría justo a tiempo. Después de el impacto inicial, la pelirrosa se recupero, inmediatamente fue a perseguir al peliazul por los pasillos del hotel, no quería hacer el ridículo por favor.

 

 

 

-¡Espera! No puedes hacerme esto, ¡chicas, ayúdenme!-Malditas buenas para nada.

 

 

Y estuvieron en esa persecución por unos 10 minutos, hasta que el moreno abrió de par en par las puertas del salón. Cuando lo vieron entrar todos se quedaron sorprendidos, pues no esperaban que su entrada fuera tan…así. La pelirrosa apenas pudo llegar cuando el ya había empezado a hablarles a todas las personas.

-Lo lamento público en general, se que estaban esperando a que yo contrajera matrimonio con esta joven, pero la verdad es que…-Y todos lo miraron en silencio. La pelirrosa se miraba agitada, como si estuviese esperando que el moreno tomara consiencia de repente de lo que estaba haciendo.

 

 

-¡¡¡Para Dai-chan!!! ¡Hay que hablar, podemos solucionarlo!-Himuro, que estaba presente pues él se había encargado de los arreglos florales, pensó que tal vez el negro ese se había dado cuenta que la princesa lo estaba engañando con el rubio. Todos esperaban algún tipo de confesión como esa, incluso Kise que estaba sentado en las bancas de más adelante, algo aliviado al ver que la mujer que amaba no se casaría con ese tipo, y también preocupado por ella, pues sabía que los chismes empezarían.

 

 

Nadie se espero lo que diría Aomine.

 

 

-¡SOY JOTO Y POBRE!-Los ojos de todos se salieron de sus orbitas. El padre de la muchacha no podía estar más indignado, ¡había estado a punto de casar a su niña con un maldito desviado, y que era pobre además! El nunca juzgaba a las personas por su posición social, pero se suponía que el trato era entregar a su hija a cambio de tratos con la empresa del padre el moreno. 

 

 

La madre de la joven ya se había desmayado, Kise sonrió incomodo, pensando que le había mandado cartas de amor en algún momento a un gay, Satsuki estaba roja de la ira y la vergüenza, ya estaba empezando a imaginarse lo que dirían de ella. Ya sabía de qué iba todo eso…su tonto prometido se había enamorado de su mecánico. Himuro estaba que no se lo creía, bueno, se lo había esperado, para que negarlo, pero era tan poco probable.

 

 

Todos en la sala se escandalizaron, en especial el cura, que ya se estaba persignando y pidiendo perdón al señor por esa pobre alma desviada, que había optado el camino de sodomizar a alguien. Las señoras y señores presentes había dado un jadeo de sorpresa, y ahora unos que otros le tiraban insultos. Pero a Daiki no le pudo importar menos. Tenía claro lo que quería por primera vez desde que había regresado de la guerra. Ya pertenecía a un lugar en especial, y ese lugar estaba al lado de su querido amigo.

 

 

-Saben, me vale todo lo que me digan, porque lo amo, y no importa nada mas que eso, aun que no tenga dinero se que con esa persona, podre salir adelante.

 

 

Y así como entro de golpe, se fue. Empujo a la pelirroja en el proceso, que simplemente le grito que era un imbécil. Corrió por las calles, llegando hasta donde estaba la casa de la pelirrosa, no estaba realmente cansado, ahora estaba agradecido de la condición física que le había otorgado los pesados entrenamientos en la milicia.

 

 

Entro de golpe al taller del pelirrojo, que estaba sentado en su escritorio, con la cabeza gacha y soltando uno que otro sollozo, mientras en sus brazos abrazaba todas sus cartas…eran esas cartas. A Daiki se le hizo un nudo en la garganta de la emoción.

 

 

-¡Hey! ¡Bakagami!-Se recargo en el escritorio del mecanico, que levanto la vista con dirección a el, mirándolo a los ojos con esas bellas joyas rojizas. Se vio reflejado en esos granates, y supo que no pudo haber tomado una decisión mas correcta.

 

 

-¡¿Ahomine?! ¡¿Qué haces aquí?! –Se limpio con rapidez las lágrimas, no queriendo verse descubierto. Lanzo las cartas a una caja encima del mueble, tal vez negando la realidad, como si todavía quisiera aparentar que todo estaba bien, que él no estaba enamorado de Aomine y este no le había besado, que no estaba sufriendo por que se casaba ese día con su amiga. Que no se moría por dentro.

 

 

El ya se había resignado  a pasar otro cumpleaños en su taller, sin mayor festejo que una noche de sexo con Himuro o tal vez de películas, porque se sentía demasiado triste para ello. Pero como siempre, tenía que llegar el peliazul a joderle los planes, bajando sus defensas y haciendo poco a poco mas grietas en su corazón al verlo ahí, de pie, junto a él en su cumpleaños.

 

 

-¿Así es como recibes a las visitas?-Pregunto con tono de burla, mientras le despeinaba el pelo bicolor al muchacho.

 

 

-Tch, ¿a qué viniste?-Realmente tenía mucha curiosidad, porque aunque se suponía ya debía haber terminado la ceremonia, no tenía razón alguna por la que estar en su taller, ¿o sí?

 

 

-Tenemos que hablar-Le puso una mano en el hombro, que fue alejada con solo un golpe.

 

-No, no tenemos nada de qué hablar, si no quisiste hacerlo hace un mes no le veo el caso ahora-Se volteo al lado contrario, aun sentado en su silla. No quería escuchar nada ya acerca de eso.

 

 

-Por favor Taiga.

 

 

Pero el no volteo, si no hasta que Aomine lo tomo de la nuca, y le dio la vuelta a su rostro, plantándole un beso inocente, apenas un roce, que dejo al mecánico atontado, lo suficiente como para hacerlo escuchar aunque no quisiera.

 

 

-Yo…cancele la boda, no podía casarme con ella-Y como todos tuvo la misma reacción, abrió sus ojos como platos y soltó un ruidoso “¡¿Qué?!” que le saco una sonrisa al peliazul.

 

 

-¿Por qué no? Es la mujer de tus sueños-Se lo había dicho tantas veces en las cartas, ¿cómo podía ser posible? Siempre andaba presumiéndola antes de que llegara de su viaje la muchacha, que pudo haber sucedido.

 

 

-Pues…no creo que la mujer de mis sueños sea quien me engaña con un modelo rubio, y no creo que un hombre desheredado  sea un buen marido para ella-Simplemente se rio de la situación, como si fuese un recuerdo divertido más que un suceso inesperado que acababa de pasar hace casi  dos horas.

 

 

-Yo, lo lamento, se que la querías mucho, y sobre eso, te lo mereces por presumido-No sabía cómo consolarlo, aunque no se veía tan dolido como lo imaginaba. Ya se había dado la vuelta, mirándolo a los ojos otra vez.

 

 

-No te preocupes, la verdad es que me vale verga ella y el dinero-Y uso su tono de desinterés total para hacérselo saber a su amigo.

 

 

-¿Que carajos estos di-?

 

 

-Te amo a ti, a la persona de las cartas, a mi único amigo- La mente de Kagami se quedo en blanco después de esa frase. ¿Cómo  se había enterado para empezar?, había sido tan discreto con el tema…No podía estar pasando, debía ser un sueño.

 

 

-¡¿Pero qué?!-Al parecer era el día de agitar personas por los hombros. Pues no le quedo  de otra que tomarlo y sentarlo de nuevo en la silla para que le pusiera atención. Una vez lo vio más calmado, empezó a hablar.

 

 

-Escúchame, en este tiempo que hemos estado juntos te he hecho cosas muy feas, y lo lamento. Sé que tal vez ni me merezca una oportunidad contigo, pues no tengo nada que ofrecerte, soy tan pobre Taiga, pero si tu quisieras estar conmigo te daría todo lo bueno de mi vida, te amaría durante toda la eternidad. No pretendo ser tu dueño, solo quiero probar el sabor de tus labios, es lo único que quiero y necesito…

 

 

-Aomine… ¡No saques tu confesión de una puta canción!-Murmuro el pelirrojo, algo conmovido por las palabras del moreno, pues la  verdad era que nadie le había dicho algo tan bonito en toda su vida. Nunca sus amores de verano habían sido correspondidos, por lo que se encontraba emocionado y feliz, también un poco incrédulo. Pero aun así soltó una risita nerviosa ante la confesión y le regalo una pequeña sonrisa.

 

 

-¿Eso qué quiere que si deseas quedarte conmigo, o que no?-Lo miro algo nervioso y con las mejillas rojas, nunca se había confesado, de hecho no creía haber amado a alguien de manera romántica, eso sí que era nuevo para él.

 

 

-Eres un Aho, yo…todo este tiempo, desde que te conocí, no…desde que me enviaste la primera carta he estado enamorado de ti, aun con todos tus defectos y tus malos tratos, así te quiero, no te cambiaria nada-Le dio una suave caricia en la mejilla, y el peliazul puso la suya encima.

 

 

-Taiga, no sabes cuánto te amo, que ciego fui al no darme cuenta de que eras tú…-Ahora que lo miraba mejor, con ojos de amor, se dio cuenta que tenía esa chispa en la mirada que hacia latir rápido su corazón. Esos ojos con los que tanto había sonado, la gruesa pero dulce voz, era tan bello.

 

 

-Yo también te amo Daiki, y descuida, ya me la cobrare-Se rio un poco, así, bonito, como solo el sabia hacerlo. Era increíble la rapidez en la que alguien podía pasar de estar en el mismísimo infierno, para estar en el cielo.

 

 

No sabían que les deparaba el futuro, pues con el escándalo que había hecho estaba más que seguro que no le permitirían la entrada a la casa. Sabía que el señor Momoi era homofóbico a más no poder, por lo que no tenía muchas esperanzas de que “lo perdonara” Y tampoco le interesaba mucho a decir verdad, con solo tener a ese hermoso hombre entre sus brazos y poder conversar con él se sentía más que satisfecho. 

 

 

-Por cierto…creo que ya no podras seguir trabajando aquí-Lo apreso entre sus brazos, y aprovecho la poca diferencia de altura para plantarle un beso en la frente.

 

 

-Por qué dices eso?-

 

 

-Puede ser que se me haya escapado que estaba enamorado de un hombre antes de iniciar la ceremonia.

 

 

- Y ahora? No casa, no trabajo, solo un auto…bueno, al menos te tengo a ti.

 

 

-Podemos irnos de aquí, a algún lugar lejano…tengo unos parientes que tal vez me acepten en su casa. Vamos Taiga...hay que empezar denuevo. Eso si, te quedarías conmigo aunque sea tan pobre, y tenga una cicatriz horrible en la pierna?

 

 

-Esta bien…acepto tu propuesta, y nunca me ha importado tu físico, que es mas que perfecto, ni tu dinero.

 

 

-Sabes…eres el hombre de mis sueños.

 

 

-Y tu el mio, eres el hombre que necesito.

 

 

 

 

Se besaron lentamente, la primera de las muchas veces que lo harían de ahora en adelante, uniendo ambos cielos, la tarde y la noche. Ambos llevaban los sabores y colores del otro, eran complementos. Su amor era tan hermoso, de esos amores donde no dudarías darte a la otra persona toda tu vida, todo con tal de probar su sabor, no solo el de sus labios, si no el de su alma con la tuya.  Entonces, riendo como si fueran unos niños a punto de tener la aventura de sus vidas, se fueron en aquel viejo auto, lejos de esa casa, sin dirección alguna. Solo con una que otra maleta, cartas de amor, té de menta en los labios y con la experiencia  más maravillosa que se pueda tener.

 

 

 

Amar y ser amado.

Notas finales:

Pues muchas gracias por leer toda la historia, les agradezco mucho, ojala les haya gustado.


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