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Fuckboy por Onny

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Notas del fanfic:

Yes!


I'm on fire!


¡A quien no le guste que no lea!


BTS FTW.

Estaba atado, sometido, dominado, sin un ápice de control, sumiso. Y se sentía bien. Se sentía como si se hubiera quitado un gran peso de los hombros. El peso de tener que tomar decisiones y estar pendiente de todo. Por un breve período de tiempo podía dejar volar su mente, podía dejarse volar.

 

Una palmada con la mano abierta cayó con fuerza sobre su cachete derecho y gimió de manera aguda y casi involuntaria.

 

— Me encanta — palmada — ver — palmada — como mi mano — palmada — se queda grabada — palmada — en tu piel — palmada. 

 

El aire entraba y salía a bocanadas por su boca. Los latidos de su corazón estaban acelerados y sus labios resecos. Estaba excitado. Muy muy excitado.

 

>> Y ahora — la voz sopló justo en su oído y se estremeció — voy a salir un momento. No quiero que te muevas, ni se te ocurra moverte de ninguna manera y no hagas ruido, no quiero que ni uno solo de tus gemidos sea desperdiciado, ¿entendido?

 

— S-sí, señor — balbuceó.

 

— Buen chico — una caricia se deslizó desde el lóbulo de su oreja por su mandíbula hasta su barbilla y entonces el tacto desapareció por completo.

 

Escuchó atentamente los pasos medidos atravesando la habitación, la puerta abrirse y entonces cerrarse sin más ceremonia. Una vez solo, respiró hondo y se perdió en la sensación de la cuerda gruesa rozando su piel. Esta acariciaba de manera seductora la base de su cuello, el pecho y la espalda. Tenía atados los brazos a esta última con una serie de intrincados nudos y la base de su miembro estaba rodeada por el mismo firme material.

 

Sus hombros estaban apoyados sobre la cama, las rodillas dobladas bajo su cuerpo y el culo en alto como ofrenda el cual, en esos momentos, tenía una agradable quemazón resultado de los anteriores azotes. Su erección se movió en acuerdo.

 

Se relamió los labios y dejó salir una temblorosa exhalación. Quería notar de nuevo las manos del otro sobre su piel, quería que lo hiciera gemir, gritar, incluso llorar. Quería quedar totalmente a su merced.

 

Fue entonces cuando escuchó de nuevo el chasquido de la puerta abrirse y cerrarse. También escuchó el repiqueteo del cristal siendo depositado sobre el escritorio y algo más, pero no podía decir exactamente que era.

 

— He vuelto — murmuró el muchacho en cuanto se acercaba.

 

La vista era preciosa. La piel pálida abrazada por las cuerdas y el pelo revuelto. La respiración acelerada y reducida a jadeos y el sonrojo que se dejaba ver por debajo de la tela que le tapaba los ojos.

 

Acarició con la palma de la mano la piel del trasero del chico y deslizó el dedo índice en una sensual y lenta caricia sobre su entrada. Bajo su tacto notó como el círculo de músculos se dilataba y contraía rogando por ser llenado y como el dueño del mismo se estremecía y jadeaba.

 

Pero tenía otros planes. O al menos por el momento.

 

>> No seas impaciente, cariño, te prometo que si te portas bien te premiaré.

 

— Sí, señor — susurró.

 

— Y ahora, te quiero sobre tu espalda.

 

Sus manos vagaron de nuevo sobre su cuerpo para ayudarlo a darse la vuelta y colocarse boca arriba apoyado sobre sus brazos atados. Sus pezones resaltaban en medio de los cuadrados de cuerda y se veían demasiado apetecibles.

 

La sonrisilla que apareció en el rostro del chico no fue percibida por el de ojos vendados. Se acercó a los objetos que había depositado sobre la mesa y los observó. Cogió el mechero y prendió la vela, y entonces cogió un cubito de hielo del vaso de cristal.

 

Se acercó de nuevo al cuerpo atado del más grande y, sin previo aviso, deslizó el cubito sobre el pezón izquierdo de este el cual se estremeció, arqueó la espalda y gimió. Su pezón se puso completamente duro y, cuando estuvo lo suficiente mojado, dejó caer una gota de cera caliente sobre el mismo.

 

— ¡Ah! — su gemido sonó sorprendido y excitado.

 

— ¿Te gusta? ¿A mi putita le gusta? — preguntó con sorna cerca de su oído.

 

— Sí, s-señor.

 

Repitió el mismo proceso con el pezón derecho y el chico se retorció.

 

— No te muevas — advirtió — o no tendrás recompensa.

 

Los movimientos del más alto se detuvieron en seguida.

 

>> Así me gusta.

 

El recorrido del cubito y la vela siguió por cada centímetro de piel expuesta entre trozo de cuerda y trozo de cuerda hasta que el hielo se derritió hasta un trozo muy pequeño y entonces lo frotó sobre los labios del chico hasta que este abrió la boca y lo derritió del todo con su lengua.

 

Se volvió de nuevo hacia la mesa y cogió otro cubito. Apagó la vela de un soplido para que no gotease y se dedicó a derretir el hielo en su mano derecha. Cuando esta estuvo lo bastante mojada y fría la dirigió hacia el miembro del otro y lo sacudió un par de veces.

 

Su reacción fue dar un respingo, asustado por el repentino contacto helado y comenzar a temblar. De sus labios salieron ahogados gemidos y se podía observar como tensaba la mandíbula con la intención de distraerse para no comenzar a retorcerse como una anguila por la sensación.

 

>> Dime como se siente, ¿Cómo te sientes?

 

— F-frío, señor.

 

Una carcajada salió del pecho del más bajo.

 

— Eso es obvio, cariño — se acercó a su oído y entonces susurró — me refiero a como te hace sentir.

 

Su mano seguía en movimiento y estaba empezando a perder el frío.

 

— Electrificado a-ah... impaciente... vivo... ¡Ah!, s-señor.

 

— Eso me parece más adecuado — murmuró el chico con una sonrisilla socarrona en los labios.

 

Cogió la vela y la volvió a encender con maña y dejó caer tres gotas a lo largo del tronco de la erección del otro. Cada una de ellas arrancó un gemido ronco de la garganta del muchacho y un estremecimiento de su parte.

 

Una vez hecho eso la volvió a apagar.

 

Estaba tan duro que tenía la sensación de que su miembro iba a explotar. Necesitaba llenar el cuerpo del otro con urgencia y por eso cogió el tubo de lubricante y se montó en la cama, entre las piernas de su acompañante.

 

>> Abre las piernas, cariño, no te voy a preparar, no puedo esperar más.

 

Sus palabras fueron obedecidas al instante y eso provocó que su miembro saltara por la excitación. Recubrió el mismo con el líquido transparente, lo sacudió un par de veces y entonces se introdujo en el interior de su pareja poco a poco.

 

El anillo de músculos fue cediendo centímetro a centímetro hasta que su piel golpeó con la piel del trasero del otro. Poco tardaron las embestidas en hacerse presentes y menos aún tardaron en acelerarse hasta el punto en el que el choque piel contra piel provocaba un húmedo sonido mezcla de los golpes y el sudor.

 

El más bajo agarró la pierna izquierda del otro y tiró de ella hacia arriba. De esta manera su compañero se vio inclinado hacia delante y acabó de lado, liberando sus brazos de la presión de su cuerpo.

 

Gemía descontrolado, su cabeza se retorcía de lado a lado sobre la almohada y palabras incoherentes abandonaban sus labios. No tenía la capacidad de juntar un grupo de palabras para formar una sola frase que tuviera sentido.

 

Su corazón se sentía libre, su cuerpo completamente relajado, completamente a merced del que lo controlaba, estaba volando.

 

Mientras el muchacho golpeaba las caderas hacia delante para hundirse en profundidad en la entrada del otro vió los cubitos medio derretidos en el vaso. Cogió uno de los dos que quedaban y se lo llevó a la boca.

 

De esa manera, se inclinó sobre el otro y le sujetó la cabeza por la barbilla, entonces lo besó introduciendo la lengua en su boca y compartiendo el frescor del agua congelada. Sus lenguas se enredaron juntas y, con ese calor, deshicieron el cubito, que dejó sus labios con una agradable helada sensación.

 

Cuando el muchacho comenzó a sentir la cosquilleante sensación en su baja espalda sabía que estaba a punto de acabar. Estaba tan excitado, tan descontrolado, tan caliente que lo que hizo fue acelerar aún más sus caderas y golpear en el interior del otro con tanta fuerza que la piel de ambos estaba empezando a enrojecerse.

 

— Y ahora — empezó — quiero que te corras. Y cuando te corras. Quiero que grites mi nombre.

 

Una estocada, dos estocadas, tres estocadas, cuatro, cinco...

 

— ¡JungKook! Nghh... ¡Ah!

 

La estrechez del canal del otro fue el último empujón que necesitó para alcanzar su límite y se corrió impregnando las paredes internas del mayor con su semilla.

 

Cayó hacia delante apoyándose en las manos para no aplastar al otro y respiró de manera pesada. Sus respiraciones estaban también a juego, ambos tenían que recuperarse. Entonces el maknae salió del interior de su compañero con lentitud y se quedó de rodillas mirando la obra maestra que tenía delante.

 

El cabello rubio revuelto en todas direcciones, mejillas sonrojadas, labios entreabiertos e hinchados por los besos de los cuales salían jadeos, brazos atados a la espalda, cuerda negra recorriendo toda su parte superior y ahora un ligero hilo de semen que escurría por su cachete hacia su muslo.

 

NamJoon era una obra de arte.

 

JungKook se inclinó hacia delante y desató el pañuelo que tapaba los ojos del otro. Este parpadeó cohibido ante el repentino choque de la luz y, cuando pudo ver bien de nuevo, sonrió de manera deslumbrante y adormilada hacia arriba.

 

— Hola ahí abajo — murmuró JungKook en tanto besaba el cuello y la mandíbula del rapero.

 

— Hola — murmuró NamJoon.

 

El castaño soltó una rica risa ante el sopor del rubio.

 

Entonces el más joven se dedicó a deshacer uno por uno los nudos que adornaban el cuerpo de su compañero de grupo hasta que este quedó totalmente liberado de la cuerda negra. 

 

 

El muchacho se levantó para coger un aceite y se lo esparció en las manos antes de empezar a frotar y masajear cada una de las marcas rojas que en ese momento adornaban la piel del otro.

 

— ¿Se siente bien? — preguntó.

 

— Hmm mm — murmuró NamJoon medio dormido.

 

— No te duermas todavía, tienes que meterte debajo de las sábanas — reprendió.

 

— De acuerdo... ¿Kookie? — preguntó tras unos segundos de silencio en los que el maknae seguía dedicándose a su tarea concienzudamente.

 

— ¿Sí?

 

— Gracias.

 

Una sonrisa tierna se estableció en la cara del vocal.

 

— Siempre he dicho que es mi placer — murmuró antes de besar con ternura los labios carnosos y llamativos de su hyung.

 

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NamJoon observaba la marca más cercana a la muñeca por debajo de la manga del sueter. Sin que se diera cuenta, Jimin se sentó a su lado y cuando vio la marca preguntó.

 

— ¿Qué es eso, hyung? ¿Te has dado un golpe?

 

El líder volvió a tapar su brazo y sonrió hacia su adorable dongsaeng.

 

— Ya sabes, Jiminnie, soy muy patoso.

 

JungKook escondió una sonrisa al escuchar la conversación.

Notas finales:

And it's done!

 

Quien quiera matarme que se ponga a la cola.

 

*Huye*


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