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Me enseñó a vivir por Lemniscata

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Notas del capitulo:

¡Hola de nuevo!

 

Harry Potter ni sus personajes ni el mundo mágico me pertenece, lo único es Alioth y ni es mío, es de Narcissa(?). No gano dinero escribiendo esto y probablemente podría estar haciendo algo más útil.

 

Espero disfruten la lectura. b25;

 

 

Capítulo I: Aprender a cuidar

 

 

 

 

 

 

 

“Yo que todo lo he perdido

 

ahora tiemblo hasta al dormir.

 

No resbales de mi brazo:

 

¡duérmete apegado a mí!”

 

Gabriela Mistral

 

 

 

 

 

 

 

Cuando Harry llegó a casa, tenía fuertemente agarrado al niño y sentía que se derrumbaría en cualquier momento. Habría optado por abandonar el mundo mágico de momento, la noticia que era padrino de un Malfoy ya había llegado a la prensa y había tenido que usar todo su poder y autoridad para mantenerlos alejados, al menos hasta que el chiquillo fuera más grande no se mostraría en público.

 

 

 

En casa ya le esperaban Molly y Hermione, la primera se apresuró a revisar al niño, diciendo que habría que alimentarlo bien y explicándole a Harry hechizos y pócimas que debía aplicarle. En realidad ya no le escuchaba, estaba agotado, física y mentalmente y pensó de nuevo por qué no se había ido apenas la guerra había terminado. Observó la casa y soltó un suspiro, ahora tenía una nueva responsabilidad, algo que no había pedido y se sentía en el deber de cumplir. Todo era horrible.

 

 

 

Una taza de té se le puso enfrente y se encontró con los ojos preocupados de Hermione.

 

 

 

—Todo estará bien, Harry. Leí muchos libros de cuidado de niños, los muggles no tienen ni la mitad de cosas que los magos y han logrado mantener a sus hijos a salvo. Todo te será más fácil ahora, me tienes a mí, a la señora Weasley, a Ron y todos sus hermanos… —se mordió el labio inferior, en el ambiente estaba el rechazo de Ginny.

 

 

 

—Lo sé, gracias, Mione.

 

 

 

—Además, todavía podremos vernos. Ron está ocupado con George y yo estoy estudiando y todo eso, pero podemos organizarnos para siempre vernos, como cuando íbamos en la escuela.

 

 

 

—Claro.

 

 

 

Un par de horas después recordó al elfo doméstico. Le pidió a las mujeres que se quedaran con el niño y probó aparecerse en la entrada de Malfoy Manor. Se estremeció un poco e intentó no pensar en la última vez que estuvo allí. El portón abrió sus puertas, invitándolo a pasar, así que  caminó hacia la mansión, cada recuerdo intentando volver a su mente. El lugar estaba arreglado, el jardín perfecto, cada centímetro limpio y lustrado, los jardines eran hermosos, pero todo se veía tan abandonado, ya no había nadie allí para disfrutar la vista. Llegó a la gran puerta y cayó en la cuenta de que solo los elfos debían moverse por el terreno, por la casa, ningún humano estaría allí.

 

 

 

El ministerio había dispuesto de los terrenos y fortunas de los Malfoy, pero tal como Harry y los mismos imputados le habían recordado, su ayuda había sido crucial para derrotar a Voldemort, además Draco Malfoy todavía era menor de edad cuando tomó la Marca Tenebrosa y ahora, con la llegada de Alioth, no podían tocar nada que fuera a pertenecerle luego de la muerte de Lucius. Por supuesto, nada era suficiente para parar a los saqueadores. Estaba seguro la casa estaba protegida por varios hechizos oscuros, pero siempre había forma de introducirse, de todas maneras se notaba que nadie había entrado en la mansión desde la llegada de los Malfoy a Azkaban. Levantó el brazo para tomar la aldaba con la figura alguna gárgola para tocar la puerta cuando ésta se abrió, un elfo muy parecido a Dobby le observó.

 

 

 

—¡Señor Harry Potter! Lo estábamos esperando, señor. ¿Quiere pasar, señor Harry Potter?

 

 

 

—Busco a Holly… —preguntó algo dudoso, haciendo una pequeña venia al ver todas esas manías hiperactivas y ansiosas. Creía que jamás se acostumbraría a ellas, en realidad, creía que no tendría que volver a ver a un elfo más que a Kreacher.

 

 

 

—Holly ya viene, señor, Mandy la traerá en un momento —y así desapareció.

 

 

 

Mientras esperaba en la entrada, se dedicó a observar lo poco que alcanzaba a llegarle del interior, con un paso al frente podría observar toda la estancia, pero prefería no adentrarse más en ese lugar, no cuando podía escuchar tan claramente a Hermione siendo torturada. Sintió un escalofrío de solo pensarlo y cerró los ojos, empezando a contar para calmarse mientras respiraba hondo.

 

 

 

—¡Harry Potter señor! Holly está aquí para lo que quiera el señor Harry Potter, señor.

 

 

 

—La señora Malfoy… Narcissa, ella dijo que te podía llevar conmigo para que me ayudaras a cuidar a Alioth…

 

 

 

—¡Holly hará cualquier cosa por el amito Alioth, señor Harry Potter! ¿El amito qué más necesita? Holly puede llevar cualquier cosa de la mansión a la casa del señor Harry Potter, señor.

 

 

 

—N-no… solo vamos ahora.

 

 

 

La elfina era buena en lo que hacía, se mostraba dócil y tenía la manía de tratar a todos con respeto, sin importar el comportamiento de la otra persona hacia ella. Hermione se había molestado en un principio, se había enojado de verdad y había intentado ofrecerle una prenda o que cogiera una por casualidad, había tratado de convencer a la elfina que aceptara un sueldo o algo, pero luego de un par de días de su llegada, la situación era tan insostenible que la chica solo se rindió, ya había notado que hacía más mal que bien. Holly, elfina sumisa y todo, parecía tener un carácter difícil y le ofendía tremendamente la actitud de la bruja, aunque apenas dejaron de aparecer calcetines y gorros por todos lados o los discursos sobre el sueldo digno, se relajó y trabajó con, dicho de alguna manera, todo el amor del mundo.

 

 

 

 

 

El primer año fue el más complicado, despertaba cada noche por los llantos del niño, a veces porque tenía hambre, tenía el pañal sucio o alguna pesadilla. Harry lo mecía y le cantaba mientras se movía con él por la habitación, encantando diferentes cosas para que se calmara. El pequeño había ido poco a poco afinando sus facciones, tenía ese aire de los Malfoys, pero continuaba siendo un niño de rostro redondo y una sonrisa siempre presente. Reía mucho y se preguntó si los sangre pura solían reír tanto, recordaba a Draco haberlo hecho en la escuela, pero siempre por alguna razón cruel. Se imaginaba a su excompañero como Alioth, un niño sin preocupaciones y feliz; probablemente fue así por unos años nada más.

 

 

 

Holly lo ayudaba siempre, cocinaba todo y preparaba fórmula para el niño, mantenía todo en orden y atendía a las visitas. Harry en un principio y más motivado por la actitud de su mejor amiga que por iniciativa propia, intentaba que la elfina fuera más relajada, sin embargo, cada vez que mencionaba que podría hacer las cosas de otra forma, ella se molestaba en serio, se ponía a lloriquear o de plano se castigaba. Como odiaba tener que estar al pendiente de ella además del niño, simplemente dejó que hiciera las cosas a su modo y con la actitud que quisiese, por supuesto siempre le ofrecía halagos y se tragaba cualquier mal gesto para que no comenzara a golpearse otra vez, Holly era bastante sensible para la desgracia del mago.

 

 

 

 

 

—Compañero, ¿dónde estás? Eh, hola, Holly. Puedes traerme un poco de cerveza de mantequilla y no sé, los pastelitos están bien.

 

 

 

Harry bajó con Alioth en brazos, el niño balbuceó algo y estalló en carcajadas cuando vio a Ron que se había acomodado en un sofá y se embutía con la comida que la elfina había traído. Se sentó en otro sillón, dejando al pequeño en el suelo quien gateó hasta llegar al pelirrojo y agarrándose del mueble, se colocó de pie y le exigió uno de los dulces. En eso sí que se parecía a los Malfoys que él conocía.

 

 

 

—Eh, mocoso, esto no es para ti. ¡Holly! Alioth me quiere robar mis pasteles —Ron siempre era así con el pequeño, como si fuera parte de la familia y no viese sus ojos grises, su piel pálida o su cabello rubio.

 

 

 

—Señor Weasley, señor, no debe tratar al amito Alioth así. Amito Alioth, venga, Holly le dará pasteles a usted —la elfina hizo aparecer una bandeja mientras llevaba al niño a sentarse a una sillita pequeña que tenía en un rincón, junto a una mesita a su tamaño, dejó los dulces a un lado y se desapareció.

 

 

 

—Compañero, parece que los niños crecen rápido, esa bola de carne hasta se para —comentó el pelirrojo.

 

 

 

—Sí, es como tener a Teddy de esa edad, es gracioso, porque cada cosa que hizo Teddy, ahora la hace Alioth.

 

 

 

—¿Y cómo está ese renacuajo?

 

 

 

—Bien, la próxima semana se viene a quedar conmigo. Andrómeda no quiere que esté con los dos niños, pero ya sabes, no tengo mucho que hacer tampoco —se encogió de hombros y observó mejor a su amigo, despegando al fin sus ojos de su ahijado.

 

 

 

—Hermione quería que te hablara sobre eso, dijo que podrías escribir. Creo que tiene un serio problema, no entiende que ya salimos de la escuela y que ya no queremos tener más tareas. Aunque la verdad tengo que seguir ocupándome de cosas así, George y Fred nunca mencionaban la parte aburrida del trabajo.

 

 

 

—¿Qué quiere que escriba Hermione? —preguntó, ignorando por completo la queja, Ron podría decir que odiaba lo que hacía, pero no era verdad.

 

 

 

—No sé, dijo que podrías escribir lo que pasó en la guerra, sobre Voldemort o cualquier cosa, dijo que serviría para que superaras tu pasado y luego hizo un discurso enorme que no quiero repetir, porque la verdad no le presté atención, pero no vayas a decirle nada.

 

 

 

—Claro —le sonrió y se acercó al niño para robarle un pastelito, los del crío eran menos dulces, más blandos y suaves, perfectos para él—. ¿Está todo bien por allá?

 

 

 

—De maravilla, George creó una nueva cosa, luego te la mostraré, Bill y Fleur están felices en su casa, ella dijo que podría venir a ayudarte con lo que fuere. Charlie sigue en Rumania, pero creo que vendrá para estas navidades, Percy… es Percy, no me preguntes por él, seguro está siendo detestable con alguien. Mamá y papá siguen en casa, ahora que recuerdo, mamá dijo que tenías que darle no sé qué pócima al mocoso, que fueras a casa a buscarla; pero pásate de noche, Ginny está y no quiero nada incómodo de nuevo.

 

 

 

—¿Volvió de Francia? —aunque se había dicho que su prioridad era el niño antes que cualquier cosa, no podía negar que extrañaba a su exnovia.

 

 

 

—Compañero, es mejor que no me preguntes por ella, solo te advierto para que no te aparezcas cuando ella esté, menos con el crío. La otra vez hizo un desastre y lloró mucho, fue espeluznante. Además, el mocoso está grande, llorará y le generarás un trauma. A Ginny se le pasará en algún momento, quizás… y si eso no pasa, entonces ya verás qué pasará cuando sea mayor y no tengas que cuidarlo.

 

 

 

—Sabes que no me buscaba esto, solo… no podía dejarlo solo, siendo un Malfoy no tendría muchas oportunidades…

 

 

 

—Lo sé y tienes una deuda de vida con ella. No te juzgo, eres como eres y no podrías dejar a alguien solo, menos si es un bebé. Entiendo por qué lo haces, todos lo hacemos, menos Ginny, tampoco debes culparla, ¿sí? —Ron se había levantado y había apoyado su mano en su hombro.

 

 

 

—Es que la extraño…

 

 

 

—Harry, Ginny lo superará, dejará de ver a Alioth como un Malfoy y empezará a verlo como a un niño, entonces volverán a estar juntos, si es que es eso lo que quieres o solo. No me voy a meter solo porque tú seas mi mejor amigo y ella mi hermana. No me voy a meter…

 

 

 

—Gracias, Ron.

 

 

 

El pelirrojo le sonrió y volvió a presionarle el hombro.

 

 

 

—Ahora, volvamos a lo interesante, ¿sabes quién y qué pidió el otro día en nuestra tienda?

 

 

 

 

 

Los días transcurrían de forma extraña, parecía que todo era lento y repetitivo, pero Harry se dio cuenta demasiado rápido que no era así, que todo era tan rápido. No notó cuando tuvo que poner protecciones por todos lados, junto a hechizos de rebote y acolchonamiento porque Alioth se la pasaba corriendo por toda la casa, el pequeño había descubierto que pintar paredes era de lo más divertido y que con solo usar la boca podía parlotear por horas y horas. Cuando Teddy se quedaba, todo se volvía una pesadilla y Harry tenía que ir tras ellos, obligarlos a bañarse y a comer los vegetales, no entendía cómo los niños podían detestar tanto ese tipo de alimentos.

 

 

 

Con la ayuda de Andrómeda, Molly, Fleur y Hermione, crío a los dos mocosos más revoltosos que cualquier mago podría desear, a veces se reía por la ironía de toda la situación, otras pensaba en el futuro, para cuando los muchachos llegaran a Hogwarts y los pobres profesores tuviesen que controlarlos. Pero, en general, solo pensaba en el ahora, en cuidarlos, protegerlos y entregarles todo el amor posible. Ambos eran huérfanos, de alguna manera, y quería darles la infancia más feliz, una infancia muy diferente a la suya.

 

 

 

Hizo caso a Hermione y escribió, pero no habló de la guerra ni de Voldemort, no tenía ganas de hacer eso, no iba a desempolvar ni abrir las heridas que no estaban bien cerradas, en su lugar escribió ficción, a veces usaba las aventuras que vivió con sus amigos en Hogwarts, a veces metía cosas que a él le habría gustado vivir, otras que alcanzó a escuchar de Remus o Sirius. Cuando tuvo el primer libro, su mejor amiga lo revisó y se lo llevó a una editorial, bajo un seudónimo empezó a publicar y fue todo un éxito, tanto así que la bruja lo convenció de probar en el mundo muggle, solo con un par de arreglos en el principio para explicar la magia y todo lo demás, uno que otro detalle y logró tener miles de fans, incluso lo tradujeron a varios idiomas. Si no estaba ocupado criando y cuidando a los niños, entonces lo estaba escribiendo. Era una buena vida.

 

 

 

Cuando Alioth cumplió cinco años, se dio cuenta que debía empezar a educarlo, enseñarle a leer y a escribir, matemática, historia y no sabía qué más, así que averiguó. Teddy pasaba un montón de tiempo con ellos, de alguna manera casi vivía allí, así que aprovechó para meter a ambos en clases de todo tipo. A Fleur le pidió que les enseñara francés, creía que un Malfoy lo necesitaba y, aunque no había ninguno para que lo juzgara, sí era mejor mantener al niño con un nivel básico. Alioth era inteligente, aprendía rápido y no era tan pedante como lo había sido su hermano, probablemente porque no creció creyendo que era el dueño del mundo. Teddy era igual a su padre, aunque se veía tan hiperactivo como lo había sido su madre. En poco tiempo, ambos pequeños aprendieron todo lo que debían y como premio, les regaló a ambos pequeñas escobas, ellos no cabían en sí de felicidad.

 

 

 

Esa tarde estaban en el jardín, era verano y corría una fresca brisa, los pequeños volaban en sus escobas a una distancia segura del suelo mientras Harry estaba sentado en la hierba, animándolos y cuidándolos. Tenían ocho y nueve años, estaban enormes, pero a la vez eran tan pequeños y frágiles. Harry no entendía cómo lo hacían los padres al darse cuenta que sus hijos crecían, pero él estaba seguro que cuando se fueran a la escuela lloraría y cuando llegasen a irse de casa, estaría deprimido por días, semanas, había vuelto a esos niños en todo su mundo. Intentó espantar esos pensamientos y vivir el presente, gritándole a Teddy que tuviera cuidado y a Alioth que no fuera tan rápido.

 

 

 

Un día totalmente normal. Hasta que una persona apareció por detrás y se sentó a su lado. Harry se giró un poco y vio de reojo el hermoso vestido floreado, el largo cabello pelirrojo y ese rostro pecoso que no había visto hace años. Estaba preciosa.

 

 

 

—Hola —susurró Ginny con una agradable sonrisa.

 

 

 

—Hola… —pronunció él sin lograr comprender qué hacía ella aquí.

 

 

 

—Hace mucho que no vas a la Madriguera… Te he extrañado —la chica observó al frente, hacia los niños que seguían jugando.

 

 

 

—Sí, supongo… No pasan cosas buenas cuando voy y estás tú —quiso no sonar a acusación, pero no pudo evitar mirar a Alioth. El crío sonreía mientras agitaba la snicht hechizada frente a Teddy, riendo infantilmente—. ¿Por qué estás aquí?

 

 

 

—Me ofendes, Harry. Antes nunca te importó que te fuera a visitar —ella se removió un poco, alisando su vestido—. ¿Ya no me quieres?

 

 

 

—Claro que te quiero, Ginny. Pero tú no aceptas lo que tengo ahora, lo que soy ahora. Quieres al Harry de la escuela.

 

 

 

—Quiero a todos los Harrys.

 

 

 

—¿Incluido el que viene con Alioth?

 

 

 

—Es un Malfoy —escupió la última palabra y observó al frente, al pequeño rubio—. Tú ni nadie lo quiere ver, pero yo sí.

 

 

 

 

 

—Lo siento, Ginny, voy a tener que pedirte que te vayas. No permitiré que hagas una escena frente a Alioth o Teddy.

 

 

 

—Harry, pensé que ahora podríamos estar juntos de nuevo… Ahora que ese Malfoy no iba a estar más aquí.

 

 

 

El hombre la miró con el entrecejo fruncido, sin entender lo que decía. Se había puesto de pie, esperando que ella también lo hiciera para ir a escoltarla a la chimenea. La llevó a la cocina, fuera de la vista de los niños, quizás tendría que cerrar el acceso para la Madriguera, no querría que Ginny se apareciera en cualquier momento y perturbara la paz en casa. La chica lo miraba curiosa, se había puesto de pie y se había dejado guiar hacia el interior de la casa sin pronunciar palabra alguna.

 

 

 

—Oh, Harry, ¿no lo sabes? —aunque sonaba algo preocupada, parecía divertida por la situación. Con su varita hizo aparecer algo, un trozo de papel, y se lo entregó.

 

 

 

Era una hoja del Profeta, hace mucho tiempo que había decidido no leer ese diario pues solo traía mentiras. Ahora se arrepentía de ello. La noticia era corta, pero con solo leer el titular le bastó para ponerse pálido. “Draco Malfoy, el mortífago más joven en la historia, será liberado”, luego había una pequeña explicación de su participación en la guerra y cómo el Ministerio no había podido darle una sentencia más larga. Harry le devolvió la hoja como si fuera fuego.

 

 

 

—Sal ahora.

 

 

 

—Pero, Harry…

 

 

 

—¡Vete!

 

 

 

Harry reprimió las ganas de maldecir, pero en cambio su magia explotó e hizo añicos un montón de utensilios de cocina. La chica se sobresaltó y asustada, asintió y se fue rápido. Al estar solo, se dejó caer en una silla y hundió el rostro entre sus manos. Había sido un tonto, porque nunca había vislumbrado la opción de que Malfoy saldría de prisión y podría reclamar la custodia de su hermano. Él sabía que la sentencia de Lucius era para toda su vida, y varias más, y que la de Narcissa era al menos de 30 años, pero jamás había pensado qué pasaría con Draco Malfoy.

 

 

 

Ron y Hermione aparecieron casi de inmediato, la chica se le acercó y lo abrazó fuerte, llevándolo al baño para que se limpiara, ni siquiera había notado que se había hecho daño. Cuando regresó y vio hacia la ventana, se dio cuenta que los niños ya no estaban. Ron le explicó que los había llevado con Andrómeda, era mejor que no estuviesen cerca de un Harry alterado.

 

 

 

Esa noche lloró, maldijo y hechizo cada cosa que encontró hasta que Ron le quitó la varita. Después tuvo varios ataques de magia donde terminó destrozando varias cosas más y cuando quedó demasiado cansado mágicamente, se puso a patear y golpear todo. Hermione estaba asustada e intentaba calmarlo, nunca le había visto así de alterado, pero el pelirrojo la había hecho desistir y la había mandado a dormir al departamento que compartían, prometiéndole que cuando fuera demasiado para él la llamaría.

 

 

 

Apenas quedaron solos, Ron sacó varias botellas de whisky de fuego y le ofreció. Se sentaron en el patio y se pusieron a hablar de la vida. Harry volvió a llorar y despotricar, Ron solo lo escuchaba y le ofrecía más bebida. Después de un rato, el Niño Que Vivió terminó dormido, medio apoyado en los escalones al pie de la puerta de la cocina, medio recostado en el marco. Así el otro se lo llevó a la cama, le quitó los zapatos y le dejó una pócima para la resaca al alcance, en la mesita de noche. No podía hacer nada más por él, así que se fue.

 

 

 

A la mañana siguiente, luego de una ducha bien fría y consumir toda la poción, tomó una decisión, primero tendría que hablar con Alioth y después… Después vería que hacer. Se arregló y se compuso lo mejor que pudo y fue a traer al niño. Lo llevó a Grimmauld Place y le mostró el árbol genealógico de los Blacks, ya antes le había hablado de ellos, de su parentesco con Teddy, de los Malfoy, del por qué no estaban con él. El niño no había hablado por dos días y al finalizar su silencio, le preguntó a Harry si era por eso que Ginny lo odiaba tanto, le había dolido tanto esa pregunta, que prefirió no volver a sacar el tema hasta que el pequeño lo decidiera. Sin embargo, ya era tarde.

 

 

 

Le mostró el nombre que estaba al lado del suyo y le habló de su hermano, le contó todo… o casi todo. Siempre pasaba por encima acerca de Voldemort, aún era muy pequeño, se decía, ya en unos años más, intentaba convencerse. Pero la verdad es que estaba demasiado preocupado por su reacción. Mientras le hablaba del sexto año y luego de la batalla final, Alioth le miraba atento, haciendo preguntas cuando no entendía algo, pero sin mostrar sentimiento alguno. Por Merlín, detestaba que fuera tan cerrado en momentos críticos.

 

 

 

—Así que cuando mi hermano salga de Azkaban, ¿vendrá a buscarme? —preguntó Alioth cuando Harry terminó de hablar.

 

 

 

—No lo sé, no sé si haya hablado con tu madre en todo este tiempo, si sepa de tu existencia o si sepa de que soy tu padrino. Tarde o temprano se enterará y supongo querrá verte.

 

 

 

—Harry…, ¿tú quieres deshacerte de mí? He escuchado algunas cosas, sé que no quieren decirlas frente a mí, pero a veces me da curiosidad… ¿Quieres deshacerte de mí para estar con Ginny?

 

 

 

—¿Qué? ¡No! ¡Por supuesto que no! Alioth, eres muy importante para mí, tú y Teddy lo son, no quiero perderlos nunca y estoy haciendo todo lo posible para protegerlos y cuidarlos… Jamás, ¿me escuchas?, jamás querría deshacerme de ti.

 

 

 

El pequeño se abrazó de su padrino y asintió varias veces, como si se convenciera a sí mismo de las palabras del adulto. Harry lo abrazó de vuelta y se quedaron allí un buen rato antes de volver a casa. Teddy ya los esperaba y dejó que los niños hablaran entre ellos mientras preparaba la cena. Quedaba tan poco para que Malfoy saliera y la verdad no estaba seguro de lo que iba a hacer, pero sabía que no podría ocultarle la existencia de Alioth. Después de que acostó a los niños en sus respectivos cuartos, se fue a su estudio y frente al escritorio redactó una carta. Su instinto del deber le decía que debía informarle a su antiguo compañero de escuela sobre su hermano. Dejó la carta en un sobre y se fue a dormir.

 

 

 

 


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