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Me enseñó a vivir por Lemniscata

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Notas del capitulo:

¡Hola!

 

Se supone debí actualizar ayer, pero estuve todo el día ocupada (y eso que es mi día libre), así que aprovecho de subir el capítulo hoy.

 

De nuevo, nada del mundo de Harry Potter me pertenece y no gano dinero al escribir esto, aunque me gustaría.

 

Desde ahora la cosa se pondrá un poco más tensa y depresiva, así que haré una que otra advertencia, partiendo con que yo no soy psicóloga, psiquiatra o terapeuta, así que cualquier diagnóstico o tratamiento es más bien una acumulación de información (no siempre válida) encontrada en gugul y una que otra que me ha pasado o que creo que podría funcionar. Cualquier adicción es mala y las drogas no ayudan con los problemas, siempre se debe recurrir a un especialista y ningún problema de corte mental o emocional es menos, por mucho que ustedes así lo crean, así que si se sienten siempre "tristes" o con sentimientos que no logran entender del todo, de verdad pidan una horita con algún especialista, a veces es nada, pero a veces hay mucho detrás y pedir ayuda antes de que el asunto se desborde, es correcto y necesario♥.

 

Disfruten la lectura y gracias por leer.

 

Capítulo II: Aceptar a tu némesis.

 

"A perdonar sólo se aprende en la vida cuando a nuestra vez hemos necesitado que nos perdonen mucho"

Jacinto Benavente.

 

 

El día que Malfoy salió, no se apareció en su casa, aunque Harry se tuvo que convencer que era porque se había mantenido todos estos años bien oculto de la prensa que porque no quería saber nada de él. Sin embargo, tampoco hubo lechuza o algo que permitiera la comunicación. Así que fue donde Ron, pensando que el pobre tipo ni siquiera estaba enterado de la existencia de su hermano, y le pidió su lechuza para mandar la carta que ya había escrito, después se quedó en su hogar, ansioso. El resto de la tarde ocurrió sin problema, Harry estaba al borde de una crisis nerviosa, pero nada malo pasó. Acostó a los niños y fue a su estudio a intentar avanzar algo en su libro, pero no lo logró, así que salió al patio trasero a beber un poco, intentando dominar así sus nervios; le ponía peor el que no hubiese habido respuesta por parte del rubio pretencioso.

 

 

 

Como si lo hubiese invocado, las protecciones de la casa vibraron. Entró de nuevo por la cocina y avanzó hacia la puerta principal, no necesitaba ni verificar quién estaba al otro lado para saber que era Draco Malfoy. Abrió la puerta y lo observó, alto, delgado, llevaba una camisa simple, su piel pálida al descubierto parecía brillar por la luz de las estrellas, la Marca Tenebrosa resaltaba aún más con esa poca luz. El cabello estaba largo, quizás un poco más allá de los hombros y lo llevaba tomado en una coleta, no como la que alguna vez expuso con orgullo Lucius, más bien una funcionalidad. Su rostro mostraba lo demacrado que estaba, ojeras, arrugas, ojos inexpresivos y cansados.

 

 

 

—Potter —saludó y sonó como si fuera la primera palabra que decía en años.

 

 

 

—Malfoy —correspondió, dejándolo pasar y guiándolo hacia el interior de la casa.

 

 

 

Lo hizo sentarse y la elfina llegó de inmediato a servir a su amo, si el verla allí le había sorprendido, no lo demostró. Claro, Harry había explicado todo en su carta, quizás la elfina solo era una confirmación a todo lo que había escrito. Al final, Malfoy se quedó con un vaso de whisky de fuego, al igual que Harry.

 

 

 

—Entonces tú te estás haciendo cargo de mi hermano.

 

 

 

—Sí. Ahora está durmiendo, pero se despierta temprano, puedes verlo allí.

 

 

 

—Asumo que le has hablado de mí, de nuestra familia, de la guerra.

 

 

 

—Sí, sí y más o menos. En realidad no sé cómo manejar ese tema con él, es solo un niño… —se arrepintió de inmediato al decir eso último por la forma en que Malfoy se tensó.

 

 

 

—Un niño —dijo, inclinándose hacia adelante, fijando sus ojos en Harry, fríos como el hielo—. Tú eras un bebé cuando él te quiso matar, cuando mató a tus padres. Luego, en Hogwarts, cada año intentó hacerlo y eras solo un niño. Yo era un niño cuando mi padre fue a prisión, era un niño cuando me encomendaron una misión suicida, era un niño cuando me hicieron mortífago. Sin embargo, a él no le importó que fueras un niño cuando tuviste que enfrentarlo y al ministerio no le importó que yo era un niño cuando me metieron a Azkaban.

 

 

 

—No voy a hacer sufrir a Alioth.

 

 

 

—Oh, ¿te preocupas por él? No me sorprende, el jodido Niño Que Vivió, tomando entre sus brazos al hijo de mortífagos, porque él es tan bueno. ¿Sacas a Alioth como a una mascota a mostrarte frente al mundo?

 

 

 

—¡No seas imbécil! Jamás he hecho nada para que Alioth quede expuesto. El que te haya avisado, no fue por ti ni porque me haya querido librar de él, fue por él, porque aunque sea una familia horrenda, tiene derecho a saber que tiene opciones.

 

 

 

—Oh, claro, Harry Potter, el famosísimo Harry Potter siempre hará lo más noble.

 

 

 

—Cállate, Malfoy, si solo vienes aquí a joder, la puerta es muy grande.

 

 

 

—Por supuesto, porque Harry Potter solo tiene que mover un par de influencias y tendrá a Alioth para sí, pero claro, aunque el Niño Que Vivió quiere parecer altruista, sabe que criar al hijo de un mortífago no es una buena idea.

 

 

 

—¡Me importa Alioth! Él es… Yo no quiero que crea que el ser un Malfoy lo marcará negativamente, él debe saber todo… Y es mejor que lo sepa de ti, no de mí.

 

 

 

—¿Me dejas el trabajo sucio a mí? Por supuesto, deja el problema a un Malfoy, ya tiene las manos sucias —el joven se tiró hacia atrás y Harry pudo notar de mejor forma lo cansado que se veía.

 

 

 

—No quería decir eso… —murmuró con culpa—. Eres su hermano, eres necesario para él…

 

 

 

—¿De verdad te preocupa Alioth?

 

 

 

Harry asintió y el otro hombre pareció conformarse con eso, se levantó y la elfina de inmediato apareció, llevándoselo todo. Malfoy se quedó mirando a la nada y después de un poco dudar, Harry se levantó también y le hizo una seña para que lo siguiera. Lo guió hacia el único dormitorio desocupado, allí solía quedarse Andrómeda o Ron y Hermione. Holly se preocupaba de mantener todo limpio y ordenado, una habitación simple, pero acogedora. Lo dejó allí, le informó que en la mañana podría hablar con su hermano y que llamara a la elfina si es que la necesitara. Después lo dejó solo y se fue a hundir en sus propios demonios.

 

 

 

Al día siguiente, despertó temprano, bajó a la cocina y se quedó allí sin hacer nada hasta que los niños bajaron, charlando animadamente. Podía fingir que nada había ocurrido. Hasta que una figura delgada y con la misma ropa del día anterior, pero limpia, bajó, se quedó de pie en el umbral de la puerta y ambos críos se giraron hacia él al notar como su padrino miraba a esa dirección.

 

 

 

—¿Alioth? ¡Es igual a ti! —chilló Teddy, colocándose de pie y acercándose al extraño, extendió su mano hacia él, como si fuera un adulto y puso una de sus mejores sonrisas—. Soy Teddy, ¿tú quién eres? Ven, siéntate, Harry hizo desayuno, bueno, en realidad lo prepara Holly, pero eso no se lo podemos decir a la tía Hermione… Harry, ¿se lo podíamos decir a él? —preguntó algo asustado, girando la cabeza hacia el adulto.

 

 

 

—Teddy, está bien, deja que se siente… —Harry le sonrió al niño y le señaló una silla enfrente, observó a Alioth que parecía embobado observando a Malfoy y sintió la incomodidad del último—. Alioth, cómete todo y no eches más azúcar, ¿entendido?

 

 

 

El desayuno siguió tranquilo, los niños hablaban entre sí, Harry decidió que estaba demasiado nervioso para comer algo más y parecía que su invitado quería hacer lo mismo, pero comió todo, quizás en la prisión mataban de hambre a sus prisioneros, tendría que hablar con Hermione para averiguar eso. Cuando terminaron, dejó que Draco y Alioth salieran a dar una vuelta mientras él y Teddy jugaban.

 

 

 

Harry aún podía recordar el día que se dio cuenta que a veces los prejuicios no te permiten ver más allá y la verdad es que hasta él los poseía, sí, se había admitido a sí mismo que aquello era cierto, que era una persona que muchas veces se había movido por los prejuicios. Aún así, había continuado su vida como siempre, porque admitir algo no significaba que lo tenías que solucionar, además, ¿qué podría hacer? Suficiente era hacerse cargo del menor de los Malfoy, era un gran mensaje y el mundo mágico aún lo procesaba. Pero a eso no iba, no. El día en que Harry Potter se dio cuenta que un prejuicio valía más que la realidad su corazón se hizo añicos.

 

 

 

Había tomado como costumbre visitar a los Weasleys todos los domingos, a la hora de la comida. Eran charlas amenas que podían extenderse hasta la tarde, casi siempre estaban todo el clan, comiendo en el jardín en una gran, gran mesa. La familia había ido aumentando entre matrimonios, novias, hijos e hijas. Cuando Alioth tenía poco más de tres años, parloteaba sin descanso y corría por todos lados, divertido cada vez que chocaba y caía al piso, allí fue cuando la tradición acabó. Un día de verano.

 

 

 

La señora Weasley preparaba la merienda y el postre, algo con mora, toda la casa tenía aquel olor dulzón. Mientras sus hijos ponían la mesa o arreglaban otras cosas, recordaba que iban a poner música, estaban festejando, Ginny volvía de Bélgica después de que su equipo hubiese salido invicto esa temporada. Harry estaba sentado en un sofá, cuidando que Teddy no arrastrara a Alioth a las escaleras y terminaran los dos llorando y moqueando. Era desastroso cuidar a dos revoltosos y aquello le había producido una gran admiración hacia Molly, cuidando a siete niños, casi todos seguidos. Ron estaba a su lado, explicándole emocionado algo de quidditch o de la tienda, no estaba seguro, porque estaba prestando atención a sus niños, sí, sus niños, sus ahijados.

 

 

 

Era un panorama normal, todos se habían acostumbrado, excepto quizás Charlie que cada vez que se pasaba por Reino Unido se mostraba más sorprendido por los cambios, el tiempo hacía mella en todos y aunque aceptó al mocoso rubio y de ojos claros, siempre parecía asombrado cuando Harry entraba en escena. Charlie no se había visto afectado tan directamente por los Malfoys y quizás por eso fue el primer en estrechar relaciones con su ahijado, incluso cuando venía poco siempre se acordaba de ambos por igual.

 

 

 

Pero ese día era especial, habían pasado años desde Ginny le había terminado y cualquier relación había acabado, Harry simplemente se dedicó a cuidar a los niños y ella a jugar por toda Europa y las pocas veces que había venido a Inglaterra, por una u otra razón, nunca habían coincidido. Ahora iban a verse de nuevo y aunque no estaba tan emocionado como debería estarlo, la seguridad que esa chica le ofrecía parecía suficiente.

 

 

 

Harry se había levantado a terminar una discusión entre sus ahijados y había terminado por tomar en brazos a Alioth quien estaba discutiendo con una pequeña Victoire, Teddy se reía y había empezado a jugar con la chiquilla, tirándole suavemente del cabello mientras la niña chillaba y balbuceaba. Había regañado al mayor y se había ido a sentar con el pequeño rubio en brazos, empezando a tararearle una canción para calmarlo. El crío era extremadamente sensible al rechazo y tenía poca tolerancia a la frustración, a Harry esa actitud le recordaba a Malfoy, a Draco Malfoy y se había preguntado si quizás su excompañero era tan delicado como su hermano menor. En esa pose los encontró Ginny, con Harry consolando al bonito niño que aún tenía lágrimas en sus ojos y un pequeño mohín y Ginny había fijado la vista en ellos, había fruncido el ceño y se había puesto a gritar.

 

 

 

"¿QUÉ HACE ÉL AQUÍ? ¡ES UN MALFOY!", los tres niños habían empezado a llorar por la voz estridente, buscando el consuelo en sus padres o padrino, en el caso de Harry, y había terminado con sus dos niños abrazados a él, escondidos en su pecho, lloriqueando, "SÁCALO AHORA MISMO DE MI CASA. ¡POR MERLÍN! ¿ES QUE NO LO VEN? ¡ES UN PUTO MALFOY!" Y George la había sujetado apenas sacó la varita, la había alejado y le había pedido que se calmara. Pero ella no se calmó, gritó y pataleó y sacó a luz mil cosas que Lucius había hecho, que Draco les había hecho y acusó a Harry de venderse, lo acusó de un montón de cosas y Harry se había levantado, con sus ahijados en los brazos y como pudo se había ido por la red flú a casa.

 

 

 

Aunque Ginny volvió a irse al extranjero y podía ir a la Madriguera sin ningún peligro, dejó de hacerlo. Si iba en domingo y se quedaban a comer, Alioth empezaba a lloriquear y Teddy a hiperventilar, además, estaba ese olor a mora, tuvo que sacar ese alimento definitivamente la dieta de los pequeños, incluso después de años, se ponían tan nerviosos que parecían a punto de darles una crisis cuando se percibía aquel olor. Harry se odió por siempre por haberles creado tal trauma y simplemente se programó con los demás Weasleys para no volver a coincidir con la menor de los hermanos nunca más.

 

 

 

Cuando estaba en la escuela había pensado en ser auror, pero después de tanta muerte e injusticia de parte del ministerio, le había quedado un gusto amargo y por eso mismo había decidido tomar su tiempo, darse unas vacaciones. Pero se había quedado el primer mes por todos los funerales y por los Weasleys y el segundo por los juicios. Y cuando al fin todo se había arreglado, teniendo en cuenta que hablaban de vidas y libertades, estaba dispuesto a empacar sus cosas y fugarse por varias semanas antes de enfrentar el futuro con algo más que una muerte a manos de Voldemort… entonces había llegado Alioth.

 

 

 

Había descubierto que estaba cansado y que los niños traían felicidad, pero que agotaban más, paradójico. Tenía un propósito y se dio cuenta, que había estado igual que antes de saber que era mago, perdido, sin saber qué hacer. Lo bueno de ser criado como cerdo para matadero era que creías ibas a servir para algo, que tu destino estaba definido y él estaba lo suficientemente deprimido para creer eso. Pero Alioth cambió todo, porque estaba obligado a cuidarlo siempre, no era como Teddy, Andrómeda andaba encima de su nieto lo suficiente para impedirle hacer una estupidez. Pero Harry, con su pequeño Malfoy había empezado a crear una rutina, le había dado una razón para vivir, por muy mal que sonara.

 

 

 

Despertaba temprano, muchas veces por pesadillas, se ponía unos pantalones cortos, zapatillas deportivas y una sudadera y salía a correr. Dependía qué tipo de pesadilla era el tiempo que corría por la arena, pero eso lo relajaba y cuando sentía que no iba a explotar y hundirse en la depresión, regresaba y se duchaba para así comenzar el día. Sin importar qué clima hiciera, si había tenido pesadillas, debía correr. Ya arreglado iba a despertar a Alioth, si Teddy estaba en casa, también lo hacía y los obligaba a bañarse y los ayudaba a vestirse y asearse y todos juntos bajaban a desayunar algo que Holly hecho. Después los llevaba a sus clases y en su tiempo a solas arreglaba sus asuntos con la editorial o dormía, almorzaban juntos y a la tarde, dependiendo del día o el clima salían a jugar afuera, visitaban amigos o los mandaba a más clases. Después del té los dejaba a sus aires, si solo se quedaba con Alioth, el niño normalmente leía o le pedía ayuda en alguna tarea y Harry aprovechaba de avanzar en sus libros. Cenaban, los obligaba a ducharse de nuevo, pues temía que si no seguían una buena higiene se enfermaran, y los acostaba, diciéndoles las buenas noches y ya a solas y en la oscuridad salía al patio y se ponía a escribir y a fumar.

 

 

 

Hermione lo había llenado de sermones cuando se había enterado de aquel pequeño vicio, y Harry solo se había encogido de hombros, pues si le hubiese dicho que se ponía ansioso y que el humo lo calmaba, ella lo habría mandado directo a un psicólogo o lo que sea que tengan los magos en esa área, pero jamás le había confesado la verdad, porque no estaba loco, solo había vivido una guerra. Si es que hacía demasiado frío, encantaba el salón o el dormitorio para que el humo se fuera adheriendo a una burbuja, encerrándose allí y cuando veía lo negra que quedaba simplemente sentía asco, porque sus pulmones seguro estaban peor.

 

 

 

Cuando los días eran buenos, a veces hasta no se acordaba de fumar, pero si eran malos entonces se le sumaba alguna botella de whisky de fuego, entonces pronto terminaba rendido en la cama, babeando y teniendo una feliz noche sin pesadillas, para despertar al día siguiente con una resaca horrible, sabía que se estaba volviendo viejo por eso mismo, su cuerpo ya no aguantaba tanto como antes.

 

 

 

Harry sabía que su monotonía lo estaba destruyendo, sus ahijados eran suficiente novedad para tenerlo interesado en sus juegos y ocurrencias, pero a la ausencia de ellos se hundía en su depresión. Ron lo había notado, la elfina lo había notado y Hermione lo había notado. Cada uno lo había intentando arreglar a su modo y todos habían fallado, porque, diciendo la verdad, ¿quién podría dormir tranquilo teniendo un complejo de héroe y sabiendo que muchas personas murieron solo por apoyarte? A veces Colin se le aparecía en sueños, Tonk, Remus, Snape, incluso Crabbe, lo culpaban, lo culpaban de todo y Harry se despertaba sudando frío, con lágrimas y un nudo en la garganta, sabiendo que había gritado. Hacia años que había aprendido a mantener un hechizo silenciador en su habitación, así nadie se podría enterar que tenía todos esos terrores nocturnos, suficientes traumas para sus niños como para crear otro.

 

 

 

La llegada de Malfoy no cambió mucho las cosas, solo le ofreció una habitación vacía, que quedaba al lado de la propia y agregó un plato más en la mesa, bueno, en realidad dos, pero nunca admitiría la verdad de porqué necesitaba poner dos puestos y no solo uno, si alguien preguntaba, inventaba una excusa. Los primeros días cumplió con su acostumbrada rutina. El rubio solo era una sombra de lo que había sido, hablaba muy poco y mayormente escuchaba a Alioth, devoraba todo lo que le ponían en su plato, sino estaba haciendo alguna de estas dos actividades, salía a pasear, pero siempre llegaba a la hora de las comidas.

 

 

 

Un par de noches después de la llegada de Malfoy, Harry tenía demasiado frío como para salir de la cama, por lo que se había dedicado a trabajar allí y a las tantas de la madrugada había escuchado los gritos. Había ido a ver y se había encontrado con su antiguo compañero de clase revolviéndose en su cama, luego de hacer un hechizo para que los niños no escuchasen, se acercó y suspiró. Ceño fruncido, lágrimas, labios entreabiertos en una mueca de horror y asco, puños apretados. Era la muerte, era ver a la muerte. Harry se sentó en la cama y aún con varita en mano, le tomó de los hombros y lo zarandeó un poco.

 

 

 

El joven abrió los ojos, asustado, en ellos se traslucía el miedo, la culpa, el horror. Ambos habían vivido una guerra y ambos habían perdido. Habían estado al frente y eso les había costado la cordura, lo sabía y, probablemente, Malfoy también lo sabía. Harry suspiró y observó el reloj en su muñeca, era tarde, pero Malfoy temblaba de tal forma que parecía un niño pequeño… un niño. Su corazón se sintió más duro, más oprimido y tuvo que respirar hondo varias veces para calmarse, estaba al borde de una crisis, ver a Malfoy le recordaba el pasado, verlo así de mal, pálido, ojeroso, demacrado… Era verse a sí mismo. El rubio había tenido razón, ambos eran solo unos niños cuando les tocó enfrentarse a tamañas situaciones. Con la varita invocó sus cigarrillos y luego de colocar la burbuja de siempre, sacó uno y se lo puso en los labios, ofreciendo la cajetilla a su huésped. Parecía algo más calmado, quizás avergonzado, pero por sobre todo curioso, aunque el terror seguía presente en sus facciones.

 

 

 

—Es un horrible hábito, hace más mal que bien, pero por Merlín, calma completamente —explicó, el otro dudó un momento antes de agarrar un cigarrillo, encenderlo y aspirar. Tosió de inmediato, haciendo muecas, seguramente el sabor no le había gustado—. Tienes que aspirarlo como si fuera aire y luego soltarlo lentamente, poco a poco te acostumbras.

 

 

 

—Esta cosa es horrible, Potter, ¿cómo puedes ingerirla? —preguntó con la voz extraña, quizás por el cigarrillo, quizás por la pesadilla.

 

 

 

—Es muggle, entiendo por qué no lo conoces, pero pensé que los magos tenían habanos o algo así, mucho más genial. Las primeras veces no tiene ninguna gracia, pero después… Bueno, es estupendo para calmarte.

 

 

 

—¿Lo haces frente a los niños? —Malfoy miraba con ojo crítico el cigarrillo, observándolo consumirse. Harry aprovechó de invocar el cenicero para así ir botando las cenizas, sonriendo apenas un poco—. En realidad esos son vicios propios de nacidos muggles o magos o brujas que se han ido a vivir al mundo muggle o tienen un contacto permanente con ellos. Ningún sangre pura aspiraría esta mierda.

 

 

 

—Es genial no ser uno entonces —comentó en broma, Malfoy levantó los ojos hacia él, se había calmado, más por la charla estúpida que por el cigarrillo, al cual de todas formas seguía aspirando—. Y se dice fumar, por cierto. ¿Entonces con qué se drogan los de tu clase? En el mundo muggle hay cosas mucho más sofisticadas y caras, pero adictivas que crean sensaciones mucho más geniales que la calma de la nicotina.

 

 

 

—Pociones… —murmuró, intentando fumar como lo hacía Harry, parecía que le había agarrado el truco—. Se hacen adictos a las pociones. Es sorprendente que tú no seas un adicto… A la poción para dormir sin sueños, me refiero. Antes de venir aquí fui a darme una vuelta por la anterior casa del profesor Snape, creí que tendría de esas pociones… o cualquiera, en realidad, pero no había nada útil, en la mansión tampoco había nada, aunque era algo esperable. Ya antes de que nos sentenciaran habíamos gastado todo.

 

 

 

—¿Eres adicto a esa poción?

 

 

 

—No… —se rió y fue extraño, era triste, era sarcástico, pero no era cruel. Malfoy tenía todas las defensas bajas, se veía más humano y por ende, mucho más derrotado que cuando tuvo su explosión de ira—. Pasé ocho años sin la poción, tiempo suficiente para que el cuerpo la expulse…

 

 

 

—También tengo pesadillas, por eso suelo silenciar mi habitación de modo que nadie escuche lo que pase, pero yo pueda seguir escuchando a los niños por cualquier cosa… Aunque nunca pensé en beber una poción, creo que Snape me creó tal aversión a su asignatura y, bueno, todos esos golpes que terminaban en la enfermería que… no sé, son horribles.

 

 

 

El slytherin lo miró, probablemente Harry se veía igual de derrotado que él, quizás él era capaz de ver lo que sus amigos y la elfina habían visto, el hoyo profundo en el que estaba, que ni siquiera los niños habían logrado sacarlo. Y no le importó, no le importó que Malfoy lo supiera, porque él podría comprender mejor que nadie, porque él había vivido lo mismo. Misión suicida, títere de otros, hacer siempre lo que se espera de él. Ron y Hermione solo podían tener un atisbo de todo, pero Draco Malfoy lo podía comprender y lo podía juzgar, porque había estado al otro lado de la moneda.

 

 

 

—Bueno, otra cosa que sirve es el whiskey de fuego, pero las resacas son horribles, casi una década sin beber nada no creo que te funcione bien. De todas formas, estoy al lado, por si quieres cigarrillos. Lo mejor es salir, pero a veces el frío o la flojera son suficientes para querer invocar esa burbuja y es necesaria, si Hermione huele un solo rastro de nicotina, nos colgará de los huevos.

 

 

 

—¿Por qué haces esto, Potter?

 

 

 

—¿Fumar? Porque calma, tengo insomnio, cuido a dos críos, es algo pesado y estresante y… Calma.

 

 

 

—No me refiero a eso y lo sabes.

 

 

 

Harry suspiró, se levantó y apagó su cigarrillo, Malfoy había hecho lo mismo hace solo unos minutos, hizo desaparecer todo, incluida la burbuja, el olor se fue en seguida y respiró hondo. Volvió a mirar al joven, estaba sentado en su cama, esperando una explicación y el gryffindor no la tenía. Pensó en sus libros, pensó en los personajes de su saga… Algo así había pasado antes, lo había escrito y se dio cuenta que era algo que había esperado hacer desde hace mucho, que era necesario de hacer.

 

 

 

—Por la paz… —su voz sonó demasiado triste, eso cargaba demasiado—. Tú y yo no somos tan diferentes como siempre hemos creído. Puedo decir que te conozco mejor que muchas personas, descontando a los de tu casa y tus padres, te observé por años, lo mismo por ti, nos odiamos, nos analizamos y todo se vio envuelto en algo más grande, más cruel, más duro… Si hubiese estado en tu posición, habría hecho exactamente lo mismo que tú y no me habría arrepentido de mis decisiones… Pero lo que ocurrió con tu familia afectará negativamente a Alioth, puedo protegerlo ahora, pero cuando vaya a la escuela recibirá el rechazo cruel, lo odiarán… El odio es algo terrible, ¿sabes? Viví toda mi infancia sintiéndome un incordio, alguien que no merecía nada, Alioth no merece una infancia así. Si puedo protegerlo, si puedo hacerlo feliz por once años antes que llegue la hora de que se aleje de mí, lo haré y lo seguiré haciendo por siempre.

 

 

 

Le sorprendió ser capaz de hablar de eso, de sus sentimientos, pero la verdad es que estaba en el límite, el miedo de perder a uno de sus ahijados era suficiente para romper con el precario equilibrio de su vida. Volvió a sentarse a los pies de la cama al notar que sus piernas le temblaban, quiso volver a hablar, pero no podía, tenía un fuerte nudo en la garganta y algo quería salir de él. Fueron las lágrimas, lágrimas que derramaba en las solitarias noches, el dolor que había soportado, porque hablar era demasiado, no podía, había intentado fingir que no existía; pero siempre estuvo allí. Y se derrumbó frente a la persona que menos había pensado, le habló de las pesadillas, del miedo que le generaba la situación de Alioth, de Ginny y su rechazo, de como se había aislado con la excusa de estar cuidando a los críos, pero que en verdad no era capaz de enfrentarse al mundo, también le habló de lo mal que se tomó la noticia de su liberación y un montón de cosas más. Se desahogó, había empezado a hablar y no podía detenerse, había empezado a llorar y cada frase se interrumpía por sollozos o hipidos. Malfoy solo lo miraba, Harry sentía su vista clavada en él, pero no se atrevía a observar su expresión. Entonces pasó la cosa más extraña que había vivido hasta el momento, el rubio le abrazó, había rodeado su cuerpo con ambos brazos y lo había obligado a apegarse y Harry estaba demasiado cansado, demasiado necesitado de cariño y consuelo que solo se apegó a él, llorando más. El otro acarició su espalda suavemente, sin decir ninguna palabra.

 

 

 

—Gracias… —susurró cuando Harry al fin se calmó—. Gracias por aceptar cuidar de Alioth, por aceptar ser su padrino… No podíamos protegerlo y tú lo hiciste por nosotros, aún con todo el peso que llevabas encima… De verdad, gracias.

 

 

 

Se quedaron así un rato, cada uno intentando recomponerse, reunir sus pedacitos. Harry había vivido una guerra, había soportado el peso de ser la pieza crucial que la definiría, había creído que moriría, pero solo había visto morir a los demás; había vivido toda su vida bajo prejuicios y estigmas y al acoger a Alioth todo se había vuelto peor. Malfoy, por otro lado, había vivido la guerra, había sido prisionero en Azkaban y ahora se preparaba para un futuro incierto. Ambos tenían heridas demasiado profundas, habían tenido que madurar demasiado pronto y se habían odiado tanto que se habían llegado a conocer y como buenos enemigos, ambos sabían que el otro estaba en su momento más débil…

 

 

 

Y habían hecho una tregua. Por ellos, por Alioth.

 

 

 

Notas finales:

Hasta aquí llegamos. Nos veremos el próximo miércoles si es que así debe pasar. Acá en el sur de Latinoamérica está oyéndose fuerte el problema del machismo y su expresión máxima que es el femicidio y con tanta mala noticia (de femicidios, violaciones, acosos... violencia de toda índole) me estoy haciendo un pequeño manojo de tristeza y rabia, por lo que los capítulos que siguen y en los que he avanzado tienen ese rastro y hay algunos en los que no queda, en otras va, lamentablemente, perfecto. Así que tendré que revisarlos más.

 

Que tengan un lindo día todos, todas y todes.


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