Capítulo 5.
No tenía idea de por qué había hecho aquello. Sasuke no se consideraba una persona cordial ni mucho menos altruista, sin embargo, algo le había movido muy dentro de su recóndito corazón. Naruto le había causado un interés irreconocible. No era capaz de explicarlo, eran demasiados que le complicaba descifrar si se trataba de compasión, pena o adrenalina al tener el paso directo a la cárcel o a una muerte segura al mantener escondido a un Desviado por ser su secuaz.
Para ser sincero, su vida nunca había sido tan interesante como lo había sido en ese corto momento. Siempre tan invariable. Comenzaba a visualizar la compañía de un blondo de pabellones y rabo melenudo corriendo por la casa, al final no parecería afectarle en demasía. Incluso, sospechaba que su hogar llegaría a un nivel de viveza que le sonaba bastante atrayente.
Le hacía falta a la casa, como a ellos dos.
Desde el deceso de sus padres, la morada Uchiha se había convertido en un lugar lúgubre y silencioso. La relación que poseía con Itachi como hermanos se había distanciado y poco a poco amenazaba con tornarse más brumosa.
Cuando chicos eran completamente inseparables, Sasuke podía sentir el cariño emanar de los poros de su hermano mayor cada vez que este lo veía y era un sentimiento puramente cálido; sin embargo, esa mañana, jamás creyó imaginar que todo cambiaría en un abrir y cerrar de ojos.
Recordaba con exactitud cada detalle, como si realmente no hubieran pasado los duros cinco años.
Aún todo seguía tan fresco en su memoria.
Había recibido una llamada a la mitad de la clase de algebra cuando el maestro le anunció que lo solicitaban en la dirección. Sin sospecha de nada, caminó hacia el aula con suma tranquilidad con la mentalidad de que nada malo podría pasar. Al llegar a la puerta, dio tres toques seguidos de un “adelante”. Cuando entró no pudo evitar enarcar las cejas con sorpresa cuando se topó con el rostro afligido y húmedo de su hermano mayor sentado enfrente del director el cual desprendía pesadumbre.
Ese día, recapituló el número de veces que lloró en silencio en la habitación de sus padres. No volvió a salir a pesar de los llamados de Itachi quien se encontraba más angustiado que él, ser el hermano mayor se había vuelto en una gran responsabilidad ahora.
Para el azabache menor la jordana se mantuvo lenta y pesada. Los llamados de Itachi conforme el tiempo cesaron y la distancia comenzó a ser más evidente entre ellos. Sasuke estaba a punto de terminar la preparatoria cuando se enteró de que su hermano había dejado el trabajo para comenzar con los viajes que con el tiempo se volvieron más insistentes. Itachi salía para despejar su mente, el sentimiento de estar encerrado donde antes escuchaba la voz de sus padres le hostigaba. Mientras que para el pelinegro menor quedarse en casa le hacía creer que era lo único, que ahora, lo mantenía unido a sus difuntos padres.
Durante cinco años, la melancolía junto con la soledad de su hogar, lo velaron y protegieron.
No obstante, solo bastó un instante para que un rayo dorado pudiera romper el grueso cristal que tenía como cascaron sin esfuerzo alguno. No se avergonzaba, él sabía cuándo admitir el estar estancado y necesitar un empujón.
Podría sonar egoísta y al querer usar al bermejo como la única luz del oscuro túnel, sin el consentimiento de este, se lo confirmaba.
Aunque para serse sincero, le atraía algo más.
La intriga junto al intenso enternecimiento que Naruto le suscitó le había caído como anillo al dedo. Necesitaba de algo nuevo, de emoción en su vida. Necesitaba de alguien en quien confiar, de un amigo.
Las partidas constantes al igual que la indiferencia de Itachi favorecieron a su soledad.
Pudiera haber sido con cualquiera, pero mentalizarse así mismo acercándose a alguien le causaba un escalofrío, él no se consideraba la típica persona que daba el primer paso, así que cuando el áureo lo hizo inconscientemente al inmiscuirse en su hogar lo tomó por una invitación bastante agradable que aumentó más al enterarse de su ligera singularidad.
Tener un Desviado alojado en su hogar le traería muchísimo problemas, era bastante consciente de ello. Ajeno a ese detalle, escuchar la vida del rubio ruidoso le había hecho un “click” en lo profundo de su cuerpo y por primera vez en toda su vida, pudo sentirse comprendido.
Naruto había estado solo tanto tiempo al igual que él.
-¡Oye!-el grito del de orejas de zorro le provocó un parpadeo para mirar por encima del hombro.
El blondo tenía uno de sus pantalones puesto. Una esponjosa cola anaranjada bailaba bienaventurada detrás de él. No pudo evitar seguirle el meneo cautivador con su rasgada mirada.
Se sintió observado y apretó los zafiros al darse cuenta de que su llamado estaba siendo completamente ignorado; crispó el pelaje de la cola provocando que Sasuke saliera del trance al subir la mirada y detenerse en su irritada mirada
Azul contra negro. Día y noche.
Dos minutos de silencio bastaron para que el Uchiha rompiera esa burbuja con un parpadeo que le duró un milisegundo y arqueara una ceja al ver que el trigueño se había quedado callado.
Abrió los labios que se mantuvieron en una constante línea recta.
-¿”Oye” qué?-Naruto aspiró sobresaltado; la voz del azabache se palpaba tan fría.
-Eh…-balbuceó recordando lo que iba a decir con anterioridad mientras miraba sus pies bailar tímidos en el suelo-, estaba pensado que ¡tal vez sí me quede!-Sasuke abrió ligeramente los ojos-¡Pero por un tiempo, nada más!-rasgó los pozos negros y una sonrisa ladina se hizo presente.
Los mares se alzaron demandantes y flaquearon cuando se colisionaron en la minúscula, pero notoria, sonrisa del más grande. Todos sus pensamientos huyeron como hormigas y su mente quedó en blanco.
-Como quieras-lo despabiló-. Te recuerdo que no eres mi prisionero.
Unió las cejas con molestia.
-¡Y si lo fuera, no te dejaría!-se cruzó de brazos, meneando el rabo claramente alterado.
El Uchiha se levantó del sillón sin quitar el gesto de los labios.
-Haré la cena.
Unos minutos de silencio después lo hicieron reaccionar. Aún no estaba tan acostumbrado a esa cordialidad tan familiar. Había olvidado lo que se sentía.
La cena.
Dos simples palabras fueron suficientes para moverle el piso.
Una fugaz nostalgia le carcomió el cuerpo en un escalofrío. Los brazos que tenía cruzados con molestia terminaron en un necesitado abrazo; reconfortándose así mismo una vez que el Uchiha había salido del panorama. La última vez que había oído decir a alguien que haría la cena había sido hace mucho tiempo.
Con los azulinos luceros siguió el mismo camino que anteriormente tomó el azabache como si esta le diera respuestas a su padecer. Le recordaba tanto a Jiraiya. Tal vez no tanto de la forma de ser, ni mucho menos del físico, sin embargo, la misma protección y calidez que irradiaba el pelinegro parecía brillar igual de fuerte que el de aquel viejo.
Y eso le hacía sentir bien, otra vez.
-El protocolo se comenzará mañana, ¿entendido?-entrecerró los ojos imponiendo autoridad y respeto.
Los oficiales que se encontraban de frente pusieron firmes sus cuerpos y con un gesto en la mano asintieron al unísono.
Acaeció una calma en su oficina. Suspiró intranquilo por la carga más que ahora tenía en la espalda.
-¿Qué esperan? ¡A trabajar!-estrelló el puño contra la mesa del escritorio.
Con esto de último los trabajadores salieron uno por uno de la oficina sin objetar, la cual los habían solicitado minutos antes para una reunión importante. Una en la que consistían cambios drásticos en el orden laboral y doble de esfuerzo.
Sabía que el triplicar la seguridad en la aldea causaría desconcierto en los pobladores; pero todo estaba perfectamente disfrazado.
Les había anunciado a los oficiales de alto mando las verdaderas intenciones de la permuta del sistema por la aparición y sospecha de la presencia de un Desviado entre el pueblo; causante de los constantes robos que habían acontecido lo últimos meses sin dar con respuestas y soluciones, de lo que se dictaminó usar mano dura, instando su exclusividad al mantener estrictamente prohibida su difusión, la cual, si llegara a surtir algún efluvio todo el cuartel sería escarmentado con la vida.
Suspiró de nueva cuenta esta vez con desgano al ver la soledad de su despacho. A estos límites inhumanos se tenía que llegar cuando se trataba de algo tan delicado.
Hasta este punto ya no importaba mancharse las manos de la sangre del pueblo con tal de tener entre ellas las de aquel raudo Desviado.