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The Nobodies por KanonxKanon

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Notas del fanfic:

Otra vez comencé a escribirlo el lunes y que sea lo que Dios quiera (?).

No tengo nadita de experiencia escribiendo cosillas de terror, pero hice lo que pude :c.

Escogí la leyenda urbana  de las pulseras negras; aquí está junto con un mini relato por si quieren ir a leer: http://www.leyendas-urbanas.com/la-pulsera-negra/

Usé a los loquishos del The Candy Spooky Theater: http://vignette4.wikia.nocookie.net/visualkei/images/6/61/The-Candy-Spooky-Theater-the-candy-spooky-theater-31325949-598-398.jpg/revision/latest?cb=20131022221551&path-prefix=es

Acá Zull que es ex integrante: http://images6.fanpop.com/image/photos/37500000/Zull-the-candy-spooky-theater-37592613-500-753.jpg

Señor Masashi:  http://1.bp.blogspot.com/-zywdKmRvsZs/UO3wPsyDikI/AAAAAAAAAHU/f5r_I0abqVo/s1600/380340_286740771413305_1082265358_n.jpg

Y Ryo sensual: http://25.media.tumblr.com/tumblr_lljj7hxgnW1qhnmvno1_500.jpg

Tambiééén voy a dejar la música que me dio la idea y la que estuve escuchando para escribir uvu:

https://youtu.be/H8s7IAayn3Y

https://youtu.be/Jr9JVhr4R5Q

Más la parte dos que la uno (?).

Y pues ya, a darle eue)9.

«Yo no pensaba que pudiera haber una pena tan grande, que te ataca una vez, y otra».

Cementerio de animales—Stephen King

 

 

 

I

Le había costado dar con el lugar.

Condujo durante horas y tuvo que sumergirse a duras penas con el automóvil por un camino que parecía abandonado desde hacía décadas. Pero conforme la espesura de los árboles a su paso se volvía más densa, el edificio figura emerger —desde su vista— de las profundidades del suelo. No difería a ningún hospital que hubiese visto antes. Salvo por el paso de los años sobre este, aún conservaba cada ala en pie. Inclusive, de todas las ventanas que tenía la edificación, solo alcanzó a contar unas cuatro rotas, algunas más sin cortinas y el resto estaban enrejadas.

Bueno, eso no sería raro en realidad  pero le extrañaba, pues en ese sitio su hermano le había avisado que trabajaría apenas unos meses atrás y el lugar que tenía frente a sí, apuntaba años de abandono.

Masashi y Ryo no eran los hermanos más apegados del mundo, sin embargo, se comunicaban bastante. «No salimos a beber cada fin de semana ni hacemos parrillada solo para celebrar que nos vamos a ver. Sabemos dónde encontrar al otro y eso es suficiente». Ryo era el mayor de los dos y cuando ambos se convirtieron en adultos responsables de sí, esa se convirtió en su frase favorita.

No obstante, ya iba a cumplirse un mes que Masashi no tenía ninguna noticia de él, solo aquella carta donde le avisaba de su nuevo trabajo:

1 de septiembre, 2016

Saludos, Masashi:
Por consejo del doctor Sakurai decidí trasladarme a un hospital fuera de la ciudad. Quizá no esté tan en contacto contigo durante unas semanas, solo mientras me instalo ahí. Será el primer lugar donde trabajaré y viviré, así que debo tantear el terreno antes de moverme normalmente. Creo que es buena idea, las cosas no estaban muy bien en el hospital de Sakurai y… creo que aún resiento bastante la culpa. Dependiendo de cómo se desarrolle todo veré si me quedo acá o busco otro lugar luego de un tiempo. Aunque debo decir que tuve bastante suerte: justo pensaba abandonar la medicina cuando llegó la solicitud de este sitio. Está fuera como sugirió Sakurai y bueno… eso. Adjuntaré la dirección en otra hoja. Supongo que te enviaré algo o llamaré apenas pueda para darte noticias.

Tú eres un buen médico, uh. Apenas comienzas tu carrera, aprende de mi error.

Cuídate, Masashi.

 

Ryo.

 

Tras darle una leída más, Masashi  regresó aquella carta al bolsillo de su saco. Obviamente después de esa, no había recibido noticia alguna de su hermano.

Él estaba fuera de la ciudad cuando el incidente de su hermano mayor tuvo lugar. Tenía prácticas médicas y no pudo darse el tiempo de apoyarle como le hubiese gustado; adjuntando que cuando regresó a su hogar, el doctor Sakurai le informó que Ryo había dejado de comunicarse con el hospital desde semanas atrás.

Masashi sabía lo mucho que Ryo solía echarse las cosas a los hombros. Cargaba con problemas solo y en la mayoría de los casos era demasiado orgulloso como para pedir consejo o ayuda. Por eso llegó a pensar que solo se trataba de un hiato. Un respiro que se daba Ryo después de lo ocurrido. Los había tenido en el pasado. Pero unos días antes, durante uno de los turnos nocturnos más largos y pesados que había tenido hasta entonces, una llamada perdida del móvil de Ryo apareció en su celular. Intentó  comunicarse de vuelta pero el teléfono de su hermano le marcaba sin cobertura. Así que, aunque quiso darle todo el espacio del mundo a su hermano, Masashi no aguantó más la inquietud de ir al menos a asegurarse de que estuviera bien.

Y la sorpresa de encontrar ese edificio abandonado en el sitio donde se suponía estaba trabajando su hermano no hizo más que fermentarle la preocupación.

Apretó el volante. Apagó el motor y bajó del automóvil luego de mirar durante un largo rato aquella construcción.

De repente pensó que parecía el cliché de una película de suspenso o solo buscaba algo en su cabeza que le distrajera de esa inquietud que sintió al dar el primer paso hacia la entrada del hospital. Hojas secas, basura… la tierra crujía en cada paso que daba por el enorme patio frontal. La puerta principal estaba entreabierta.  Usualmente, ese tipo de sitios eran sellados en su totalidad para evitar que personas hicieran mal uso del material que pudiera haber quedado o por seguridad misma de los curiosos. En cualquiera de los casos le había quedado con suerte que no estuviera cerrado o tendría que volver por donde llegó sin ninguna respuesta.

La luz de la tarde se filtraba en algunos rayos oblicuos que si bien no alumbraban cada rincón de la estancia donde se encontraba, al menos le ayudaban a no tropezar mientras avanzaba. El suelo estaba lleno de folios, papeles con informes médicos con y sin llenar. Ininteligibles en su mayoría. ¿Debería seguir avanzando? La verdad es que estaba comenzando a dudar que de algo sirviera vagar por un lugar que a simple vista se notaba desierto. Tal vez era mejor intentar comunicarse de nuevo con Ryo, pero su móvil marcaba nula la cobertura. Además de que si quería presentar alguna denuncia por desaparición, tendría que esperar bastante para que se le diera seguimiento.

—Vamos —dijo para sí—, un vistazo y nos devolvemos al coche. —Aspiró con profundidad, preparándose para lo que quizá sería un largo recorrido.

Debía estar atento para no perderse aunque, en realidad, no iba a alejarse mucho de la entrada. Todavía faltaba para que el sol dejara de alumbrar pero debía considerar el viaje de regreso.

Masashi calculaba mentalmente. Armaba una especie de horario y absorto en ello una ráfaga de viento le descolocó momentáneamente. Papeles volaron de todos lados y varios más cayeron del amplio escritorio de la recepción. Masashi se sacudió el polvo del traje y acomodó su cabello, optando por anudarlo en una coleta tras la nuca. Una mirada de reojo —por casualidad, por inercia— le hizo enfocarse en el escritorio. Había un cuadernillo que resaltaba de entre todo lo demás.  De lejos no parecía tan viejo como todo lo demás.

Con la curiosidad gobernándole Masashi se acercó a tomar lo que descubrió ser una agenda. La sangre le había bajado a los pies al analizar el cuaderno de forma minuciosa. Estaba forrado de piel marrón y una letra R cromada adornaba la esquina inferior derecha. Era de Ryo. Y no lo aseguraba solo por la letra, sino porque había sido el mismo Masashi  quien le había obsequiado a su hermano esa agenda años atrás. Para navidad. Ni siquiera se la había dado en persona pero estaba seguro de que era la misma.

El joven médico no tardó en buscar dentro algo que le diera indicios sobre el paradero de su hermano. Las primeras horas estaban limpias y en la primera donde encontró algún texto, tenía la fecha siguiente de la que poseía la carta. Ojeó un poco más antes de leer. Faltaban muchas hojas. No parecían haberse caído por el daño del cuaderno, sino que habían sido arrancadas... Masashi resopló y dio poca importancia a eso. Su atención se devolvió a la primera hoja donde Ryo había escrito algo y fue de ahí donde partió a leer, habiéndose sentado en un banquillo de espera cercano:

2 de septiembre, 2016

Realmente no sé cómo empezar…

El doctor Sakurai me sugirió comenzar a llevar un diario, aunque me gusta más la idea de que sea como una bitácora sobre mi nuevo trabajo; un diario suena mucho más personal. Aunque quizás eso solo sea mi opinión. Recibí una invitación para venir a este hospital, muy oportuna en realidad y dadas las circunstancias, no lo pensé dos veces para aceptar. Se me informó que sería un puesto de planta ya que los pacientes requerían —en su mayoría— tratamiento día y noche. «Necesitamos su total atención. Su presencia será requerida las veinticuatro horas», la solicitud marcaba eso una y otra vez a lo largo. Parecía más bien una lista de advertencias, aunque no resolví eso hasta este momento. El trayecto para llegar no fue largo, pero si difícil. El edificio no figuraba en los mapas que busqué en la red y dudo mucho que siquiera lo haga en algún directorio. Me siento inquieto analizando todo esto…

Sin embargo, no parece ser una broma. Fui recibido por el mismísimo dueño: un hombre bastante delgado, alto, con un peinado demasiado estrafalario para un médico —al menos en mi opinión—. Se presentó como «Jack», sí, solo así. Él se encargó de guiarme de la recepción hasta su despacho donde charlamos algunas horas.

Me aclaró las labores que tendría dentro del hospital  y me habló de los únicos tres pacientes que alojaba el hospital. Sí, solamente tres.

«Las personas prefieren espacios concurridos. Algo en la ciudad, sin embargo, nosotros estamos bien aquí. Verá que nuestro método de tratamiento es bastante efectivo. Me he estado encargando yo, pero ya es momento de que alguien más se integre a… ayudar. He recibido mucha información sobre usted, Ryo, y no pude esperar a invitarle a trabajar conmigo».

Jack es raro. He conocido a muchos médicos a lo largo de mi carrera —con distintas mañas y costumbres para trabajar y actuar—, pero Jack difería mucho  de todos ellos. Tal vez… ¿su atuendo? Las ropas excesivamente negras, el sombrero de copa, la mirada perdida pero penetrante e imponente cuando se enfocaba en la mía. No lo sé. Tal vez solo le doy demasiadas vueltas a esto. Pero lo necesito, necesito llenar mi mente con otra cosa que no sea el incidente de mi anterior hospital.

Me han asignado una habitación cerca del pasillo donde están las de los pacientes. Me pareció bastante normal pues con solo tres no necesitaba irme hasta otro pabellón del edificio.

No había enfermeros, ni otros médicos, ni personal de limpieza. En este edificio solo estaban Jack y sus tres pacientes…  

 

Masashi pudo sentir esa incertidumbre que seguramente tuvo su hermano ante toda esa situación. Él, en su completo y sano juicio, habría investigado un poco más antes de aceptar un trabajo ahí, en las condiciones que explayaba el texto de su hermano. Pero de seguro la cabeza de Ryo no estaba funcionando bien.

El joven médico estaba bien enterado del incidente que tuvo su hermano. Sabía también que estaba muy arrepentido y se daba por bien enterado  que todo ese arrepentimiento no iba a purgar la culpa que sentía Ryo.

Masashi negó para sí. Aún había algunas hojas antes de llegar al espacio de donde se habían arrancado algunas, así que optó por echar un vistazo más antes de finalmente tomar camino por el lugar:

3 de septiembre, 2016

Mi pabellón —junto con el de los pacientes— es el sureste. Mi habitación es pequeña, aunque eso sí, cuenta con un baño personal. Lo necesario para vivir día a día. En realidad está bien, no necesito nada más.

Jack se presentó en mi puerta a primera hora de la mañana. De nuevo iba de traje oscuro, difiriendo por completo de mí que opté por usar la bata blanca y almidonada que utilizaba en el hospital de Sakurai. Jack no dijo nada al respecto, solo gesticuló algo que yo consideré una vaga sonrisa luego de mirarme de arriba abajo. Resté importancia a ello. Me concentré en atender sus palabras. Señalaba las diferentes habitaciones mientras avanzábamos por el pasillo: desde una pequeña bodega de fármacos hasta un quirófano. Ese solo pasillo parecía un «hospital de bolsillo» con todo lo necesario para emergencias en contadas habitaciones y al final de este solo restaban tres habitáculos: 004, 009  y 023; «Zull, Peggy y Kal Bon» dijo Jack en el mismo orden en que estaban las puertas de cada cuarto.

«Verás que cada uno es especial a su manera. Debes conocerlos a todos, sí, sí. Pero no suelen estar… “activos” al mismo tiempo, no sin mi permiso».

Escuchar a Jack hablar era como ver a un mago que está apunto de realizar un truco, su mejor truco: debías estar atento, muy atento si no querías perderte la mejor parte. Así me sentía yo: sentía que si lo descuidaba, me daría una sorpresa y no una muy agradable.

«Empieza con Zull —sugirió—, luego Peggy y al final Kal Bon. Él es nuevo y no está del mejor humor. No se ha… acostumbrado a estar aquí. Los demás sí que te darán una bienvenida adecuada; de no ser así házmelo saber y me encargaré de la reprimenda».

Explicado aquello, Jack palmeó mi hombro antes de retirarse, con buen afán, supongo, pero eso no quitó el hecho de que se me erizara la piel.
Me dejó frente a la puerta 004, la de Zull y opté por tomarle la sugerencia.

La hoja siguiente parecía haber sido arrancada, mas no en su totalidad, quedaba el trozo superior con un título: «Observaciones/Habitación 004: Zull».

Masashi revisó el cuaderno y cayó en cuenta de que hacían falta muchísimas hojas antes de que la escritura de Ryo volviera a aparecer.  Del tres de septiembre saltaba a mediados del mismo mes. Suspiró un poco inconforme para luego ponerse de pie.

El joven médico se debatió unos instantes antes de elegir el cómo continuar. Tenía curiosidad sin duda.

El pabellón sureste —si no mal recordaba de su vista desde afuera— estaba en dirección de las primeras escaleras al lado de la recepción. Con la libreta en mano, Masashi tomó rumbo en esa dirección.

La verdad no había mucho que pensar, después de todo ya estaba ahí e irse con tan solo información en pedazos no tenía mucho sentido. Tampoco era como que tuviera seguro el poder encontrar el resto de las páginas pero al menos quería una pista segura, algo que le dijera qué pasó en el sitio, o a dónde había ido su hermano luego de que este fuera abandonado.

Los pasillos eran largos. Blancos en sus mejores tiempos seguramente pero ahora estaban opacos, manchados de óxido en su mayoría, al igual que todo el material médico —camillas, postes de suero, sillas de ruedas— que se encontraba durante su camino. Podía escuchar un goteo lejano y el crujir de la vieja edificación… Eso no era nada ¡vamos! Ya no era un crío y sin duda, a esas alturas, le daba más miedo un turno nocturno en el pabellón de urgencias de su hospital. La gente que grita, llora y pide auxilio desesperadamente; eso sí que le daba pavor. Tal vez más que nada por su inexperiencia, pero pensar en ello le hacía mantener la calma en cada paso que daba.

 

II

Tal y como lo había descrito Ryo, el pabellón sureste era pequeño. En verdad contenía lo necesario; más bien parecía un edificio aparte que una raíz del principal.

Había un mural antes de ingresar a lo que sería el pasillo principal del pabellón. Un periódico mural mejor dicho, o al menos así lo definió Masashi. Le llamó la atención la cantidad de papeles que estaban pegados ahí, más que nada porque en su mayoría —a diferencia de los papeles botados por el piso de recepción— estaban en perfecto estado. El joven médico movía con cuidado cada hoja, dándoles rápidas leídas.

Entre todo el revoltijo de papeles, hubo un… ¿dibujo? Un garabato mal trecho que nulamente representaba la imagen de su hermano. Un «Ryo» mal rayado; pero bajo lo que parecía una infantil obra se encontraban algunas páginas más de la agenda de su hermano. De inmediato Masashi retiró la tachuela que sostenía todas las hojas y tomó solo las que le eran importantes.

Checó las fechas para organizarlas al respectivo día y aunque faltaba el pedazo de las observaciones en la habitación 004, lo demás iba en continuidad con la primera parte del cuaderno:

 

5 de septiembre, 2016

La psiquiatría no es mi fuerte. No estudié para ello y después de tratar con Zull, fue lo primero que fui a decirle a Jack. Esperaba que se hubiera confundido ya que en realidad yo no iba ser de mucha ayuda en lo que ahora desvelaba más como un psiquiátrico que como un hospital.

«Psiquiátricos, hospitales ¿no es la misma cantata?»

Para mí no lo era, pero Jack parecía tener una idea contraría.

 

6 de septiembre, 2016

Al final me dejé influenciar por las ideas de Jack. Después de todo, qué más daba. Si a él no le importaba que yo solo vigilara a los pacientes y los escuchara de vez en cuando; aunque por el momento solo he sido asignado a estar con Zull. Jack se encarga de visitar a los demás al menos un par de veces al día, pero fuera de ahí yo no he visto salir a ninguno. Imagino que después me dejará tratar a los demás.

Siendo sincero, no creo tener mucha prisa en que eso ocurra.

 

7 de septiembre, 2016

Me he dado cuenta de que los días están pasando muy rápido. Tenía la cabeza sumergida en toda esta nueva situación que no me había detenido a pensar en la razón por la que estoy aquí. También ya se hizo una semana desde que no me comunico con Masashi y estoy seguro de que ya no tarda en completar sus prácticas. Debería llamarle pero los teléfonos del edificio están sin línea y aunque he tenido electricidad para cargar el móvil, este no logra conseguir algo de señal para siquiera enviar un mensaje.

Estar tan aislado de todo el mundo parece relajante de alguna manera. Pero no creo poder acostumbrarme a ello. Un mes, tomaré un mes completo acá y volveré a la ciudad. Aunque lo más seguro es que no vuelva al hospital de Sakurai.

Él dijo que no tenía problema en darme mi planta de nuevo una vez que se calmaran las cosas, pero siento que estaré abusando de una confianza que ya destruí.

Me pregunto si mis padres estarían decepcionados. Seguro que sí. ¿Masashi lo estará también? No dudo que así lo sea.

Es cansado querer ser siempre admirado por los demás.

Llega un punto en que no puedes con eso y tu cordura se rompe. Entras en un estado indiferente al mundo, a lo que está pasando y sabes que está mal; no haces nada para detenerlo y cuando todo se sale de control, eres tú el que está perjudicando, seguro de que no habrá represalias. Después de todo  ¿siempre fuiste perfecto, no es así?

Debí contarle todo.

Debería contárselo a mi hermano cuando vuelva a verle…

 

8 de Septiembre, 2016

Hoy Jack dijo que me tocaba atender al paciente de la habitación 009. Eso me ha emocionado un poco ya que comenzaba a parecer una rutina y eso me ponía incómodo.

Me dejó frente a la puerta de la habitación y se retiró sin más.

Aún me resulta extraño que solo me asigne a cuidar y tratar pero no haya ningún reporte de diagnóstico con la indicación. De nuevo fui en ceros con este paciente y la verdad fue menos agradable que el anterior: esta vez, Jack tuvo que intervenir en medio de mi visita…

 

La página se cortaba en aquel punto.

Masashi suspiró apenas concluyó la lectura. Su preocupación se había fermentado con aquel texto. Firme de carácter como lo veía, le descolocaba por completo el leer y pensar que había sido su hermano quien redactó aquellas palabras. No lo veía como alguien que pudiera flaquear; Ryo siempre se mostró ante él como alguien capaz de superar cualquier adversidad. Pero ahora que lo indagaba más a fondo, concluía que esa actitud en realidad no era más que una bomba de tiempo de la que su hermano mayor no podría escapar.

 

III

Un golpe hueco resonó al fondo del pasillo. El joven médico se sobresaltó y dejó caer la agenda de su hermano. No quería pensar en el motivo del ruido, solo lo atribuyó de inmediato a que estuvo en el momento justo en que algo se cayó luego de ser movido durante días por el viento. Se preocupaba más porque su frustración comenzaba a llegar a pasar la línea de donde podía controlarla.  Realmente no sentía que estuviese obteniendo nada. La cabeza comenzaba a palpitar amenazando con una jaqueca. El ambiente de aquel sitio no era el mejor y el olor a humedad ya le había invadido de lleno el olfato; sentía que él mismo apestaba a ello.

Pasaron algunos momentos más para que se decidiera a levantar el cuaderno. Había checado el móvil y la cobertura seguía sin dar señales de vida; se resignó a que pudiera llegar a utilizarlo en aquel sitio así que lo dejó olvidado en el bolsillo del pantalón.

Masashi se acuclilló frente al cuaderno. Regresó las hojas sueltas que tomó del mural y ahí en la parte interna de la contra portada, había un trozo de cinta adhesiva sosteniendo una pequeña llave. El pelinegro no lo pensó dos veces para extraer el objeto metálico y mientras se ponía de pie lo analizó minuciosamente.

Lo primero que se le vino a la cabeza fue que se trataba de la llave para la habitación donde Ryo se alojaba. Por ello apresuró el paso por el pasillo, recordando el orden que Ryo había descrito en el… ¿diario? Bitácora, lo llamaría bitácora como su hermano planeaba. 

La puerta que suponía era la dueña de aquella llave terminó por decepcionarle cuando apenas al introducir el objeto se percató de que era mucho más diminuto que el cerrojo.

Bueno, nadie había asegurado que sí era la llave de ahí. Suspiró con aire resignado antes de guardarse el objeto  junto al móvil. Bien,le quedaban algunas habitaciones más. Tenía especial curiosidad por ver el interior de los habitáculos donde residían los pacientes, así que siguió avanzando.

De las tres puertas solo la 023 estaba cerrada; Masashi intentó de nuevo con la llave pero al igual que con la primera, el cerrojo era demasiado grande para esta.

Observó durante largos minutos las puertas que tenía accesibles y, al final, tomó la misma ruta que su hermano: Masashi se aventuró primero dentro de la habitación 004.

 

IV

Después de ver tantas películas de suspenso, reportajes, notas en los periódicos, uno pensaría que se encontraría en «otro mundo»; una habitación que de verdad causara terror de solo observar, pero Masashi se mantuvo escéptico ante eso: se incursionó por el habitáculo, con cuidado sí, pero sin temor alguno. Nervioso, tal vez, pero había que mencionar que  el nerviosismo le acompañaba desde antes de siquiera poner un pie en aquel lugar.

Parecía normal a simple vista: una cama pequeña, un lavabo, la ventana estaba reforzada y había un enorme espejo al costado de la cama. Masashi avanzó algunos pasos, recorriendo el sitio solo con la mirada. Buscaba algún detalle, algo que le dijera que quizás en ese pabellón hubo alguien activo recientemente, pero todo estaba tan empolvado, sucio, demacrado… nada. Ahí no parecía que algo hubiese estado con vida en muchos años.

¿Entonces dónde había estado su hermano? ¿Ahí? ¿Qué hacía? ¿Cómo era posible que de las fechas en las cartas a un mes después, aquel sitio donde vivieron cinco personas ahora pareciera por completo desolado, olvidado del mundo.

Masashi suspiró frustrado. Tal vez debería regresar; informaría a la policía de su descubrimiento y pediría que expertos se encargaran de la localización de Ryo. Pero aquello sonaba demasiado fácil como para funcionar. Algo muy en el fondo le decía que si seguía podía encontrarle o al menos tener noticias de él.

El joven médico volvió a pasear la mirada por el habitáculo, esta vez con más desesperación. Ansiaba encontrar, sí, pero ¿qué? Resopló y cuando, resignado, iba a dar la vuelta hacia el pasillo, la puerta de aquel cuarto se cerró de golpe dejándole dentro.

Parpadeó repetidas veces, incrédulo de eso hubiese ocurrido. «El viento, sí, el viento». ¿Cuántas veces le echaría la culpa en esa ocasión?

Parecía una travesura.

El pelinegro se acercó y tomó con decisión la perilla de la puerta. Abrió al primer intento y aunque no era algo que pudiera admitir tan fácil, se sintió aliviado de no haber quedado encerrado ahí. A medida que abría, un rechinido le acompañaba y para cuando finalmente iba a salir, una página más del cuaderno cayó de la nada a sus pies:

 

Habitación 004/Día 1:

A veces uno no necesita ser un experto para saber que algo está mal con las personas. Aunque esto nos convierta a nosotros en prejuiciosos. Tal vez lo que para ti resulta extraño, para otra persona es normal. No hay dos mentes iguales y eso es algo que aprendí del paciente al que Jack nombraba «Zull».

Zull era para mí bastante raro. No me dirigió la palabra las primeras dos horas por más que intenté hablarle, se la pasó mirando a la nada por una ventana que no daba a ningún sitio. Admito que fue muy desesperante, pero captaba otras cosas que a lo mejor hablando no podría: sus ojos en realidad no estaban enfocados por completo en la ventana, los movía por el sitio, en especial, enfocaba directo al espejo. Me observaba a través de este y denoté que movía sus labios cuando se percataba de que yo también le miraba a través del cristal.

Zull solo se movía cuando yo le miraba por el espejo. Mientras le observara directamente él permanecía impasible.

 

Habitación 004/Día 2:

«Doctor, si usted pudiera cumplir cualquiera de sus deseos, ¿cuál sería?»

Al día siguiente y con mucho esfuerzo para comprenderle, logré armar esta pregunta tan solo observando los labios de Zull moverse.  Debo decir que no era la primera vez que me preguntaban algo así, pero la manera en la que lo hizo me dio a entender que no se refería a un aspecto banal. Medité un largo momento y al final no pude responderle…

Pasamos el resto del día observándonos a través del espejo…

 

Tras terminar la lectura, Masashi se dio la vuelta y observó el espejo.

Se imaginaba lo que acababa de leer ahí: la imagen de su hermano sentado en el banquillo al pie de la cama y «Zull» en el otro extremo.

Sin darse cuenta, Masashi regresó al interior de aquella habitación y se acomodó frente al espejo. El cristal estaba quebrajado y sucio, pero podía apreciar su figura; se veía a sí mismo a los ojos e, influenciado por aquellas notas, buscó al otro extremo.

Sobre el banquillo que seguramente usaba su hermano, había una página más.

El azabache no tardó en ponerse en pie y tomar aquella nota. Era la página que faltaba entre las observaciones de «Zull»:

4 de septiembre, 2016

Me voy a dormir con la interrogante de Zull dándome vueltas en la cabeza. No sé por qué me ha puesto a pensar con tal profundidad, pero sé que había algo más en esa pregunta.

La familia que nos cuidó a Masashi y a mí de pequeños me hizo la misma pregunta una vez y no tardé tanto en resolverla: quería ser médico como mi padre. Quería salvar vidas, así de simple como solo lo puede decir un niño de doce años. Se supone que cumplí ese objetivo, ese deseo… y si ese era mi sueño y mi logro ¿por qué lo traicioné?

«Uno puede hacer lo que quiera con su vida siempre y cuando no perjudique la vida de los demás».

Mi madre era una mujer inteligente. Nos repetía eso una y otra vez, y yo lo olvidé en el momento menos indicado.

Me dejé llevar por las palabras de alguien que de ante mano sabía no tenía principios médicos, ni principios morales. Cometimos un crimen que se llevó no solo la vida de personas inocentes, sino además, se llevaron todo logro y deseo que yo pudiese desear cumplir.

Sí, tal vez esa sea la respuesta a esa pregunta:

No purgaría mi culpa, ni desearía poder volver y tomar la decisión adecuada, no…  Desearía saber de dónde sacar el valor para poder ver a mi familia a la cara…

 

El último párrafo estaba tachado innumerables veces. Masashi alcanzó a leerlo pero era obvio que mientras escribía, Ryo pareció cambiar la idea de su respuesta:

No… la verdad es que desearía saber cómo mirarme a mí mismo a partir de ahora…

 

V

En  aquel punto, estaba en todo su derecho de señalar la situación como estrambótica.

Masashi estaba completamente seguro de no haber visto la página cuando echó el primer vistazo. Sin embargo, no llegaba aún a sentir la clase de miedo como para salir corriendo. Inquieto sí, pero asustado de lo que viniera, no.

Aún tenía sus dudas pero seguía avanzando. Dejó la habitación 004 para incursionarse en la continua a esta: 009.

El pelinegro se detuvo frente a la puerta, dándole su atención al cuaderno de su hermano y una ojeada más. Pasó con rapidez las hojas que ya había leído y saltó a la que tenía la fecha más reciente:

 

16 de septiembre, 2016

No sé si habrá sido mi imaginación. Me gustaría observar un poco más antes de sacar alguna conclusión. Pero no puedo borrar esa escena de mi cabeza: cuando intenté abrir la habitación de Kal Bon, Jack me detuvo como si estuviera a punto de hacer la cosa más horripilante del mundo. Su mano se encajó en mi muñeca como si intentase matarle.

Entonces me percaté de que él tenía una también. Es difícil pasarlas por alto cuando han estado presentes en tu vida durante muchas ocasiones y, en mi caso, cuando las utilizaste para algo ruin.

Aún quiero pensar que las usan como un mero accesorio. Un adorno estrafalario para este circo disfrazado de hospital…

 

La lectura volvía a cortarse. La página no estaba rota sino llena de rayones, tantos, que hacía imposible descifrar alguna oración más. Sin embargo, este último texto dejó especialmente embarullado al pelinegro.

Si avanzaba un poco más entre páginas, lo siguiente saltaba hasta el 27 de septiembre, un día antes de la llamada perdida de su hermano… No, esperaría a checar aquella habitación, quizás ahí encontraría alguna página más como en la anterior; si se llenaba de información a medias no lograría deslindar absolutamente nada.

Al igual que en la 004, la habitación 009 era de fácil acceso: no estaba cerrada y no había nada obstruyendo el paso como en algunas de las habitaciones que cruzó con anterioridad. Masashi esperaba encontrar una habitación exactamente igual a la otra, como suele ser en todos los hospitales, pero parecía tener «el toque personal» de su huésped.

Una pequeña cama, sábanas cargadas de holandillas y piezas de muñecos por todo el suelo. No había nada completo ahí, solo partes que alguna vez fueron algo. Masashi no necesitó mirar mucho para denotar que al fondo, encima de una mesita había algunas páginas más convertidas en bolas de papel, pero podía asegurar que pertenecían al cuaderno de su hermano. Avanzó apresuradamente a través del habitáculo saltando entre cabezas de muñecas y cuerpos de felpa «destripados» hasta llegar a la mesa. Dejó el cuaderno de lado y deshizo las bolas de papel para tener acceso a lo que decía cada página.

Organizó fechas y cronológicamente la primera era un trozo que completaba el 8 de septiembre:

Peggy se puso a gritar. Fue un grito vesánico y salió de la nada. Llevaba ya algunos minutos en su habitación y tan solo me había dedicado a observarle. Era muy diferente de Zull eso sí: parecía más animado. Se movía de aquí allá, contoneando los lazos y holandillas del vestido que usaba. A primera vista supo engañarme con su cara picara, sus dos coletas, las medias… de verdad pensé que iba a tratar con una mujer hasta que gritó… El tono grave, casi gutural… era un hombre vestido de muñeca.

Intenté calmarle, en serio, invertí toda la paciencia que tenía sin resultado. La figura de Jack apareció como por invocación de aquel grito y abrazó a Peggy con el mismo cariño que un niño abraza su oso de felpa.

«Hay que ser cauteloso».

Jack enfocó su mirada tranquila en la mía durante un largo rato. Iba a excusarme, realmente estaba siendo cauteloso, es decir, ¡ni siquiera había hablado con aquel ser! Se puso a gritar de la nada…

«Peggy es… digamos el menor de los tres. Tiene más tiempo conmigo pero su mente aún es joven, Ryo. Debe ser cauteloso pues está tratando prácticamente con un niño».

Los mimos que daba Jack al cabello de Peggy lograron tranquilizarle. Sonreía luego de algunos minutos y solo se separó de Jack para seguir con su tarea de sacarle el relleno a inocentes osos de felpa. Imaginaba que habría una reprimenda para mí, no sé por qué; el comportamiento espontaneo de los pacientes no depende del médico así que hubiera sido ilógico alguna llamada de atención después de eso.

Suspendí la visita hasta nuevo aviso.

 

Lo siguiente que había entre las páginas que pudo salvar el azabache —la mayoría estaban completamente rotas o llenas de garabatos que impedían poder llegar a leer algo— fue el reporte de aquella habitación. Miró a su alrededor antes de comenzar lectura y se dio cuenta de que solo había un lugar donde todo pudiera considerarse ordenado. Tampoco era un espacio muy simbólico, quizás era solo casualidad que estuviera libre del desorden que distinguía la habitación.

Había una silla pequeña, demasiado pequeña para un adulto y a su lado un baúl largo semejante a un juguetero. Una pieza de madera bordeaba un mensaje tallado en el que se leía: «Tsutomu Place».

Masashi suspiró agobiado. No sacaría nada de intentar entender el porqué de las cosas que estaban ahí, así que retomó la lectura de la páginas, quizás eso le ayudaría un poco más.

El reporte de la habitación 009 no era tan extenso como el de la 004, pero en los párrafos con los que contaba, podía percibir algo entre las letras; había una sensación en esa página que no tuvo con ninguna otra:

Observaciones/Habitación 009: Peggy.

Habitación 009/Día 1:

Luego de mi visita a medias, Jack me ha dicho que tendré que continuar en esa habitación. Esperaba que él decidiera encargarse en persona pero su sonrisa me decía que eso estaba lejos de ocurrir.

Como me ha dicho, he ido al día siguiente un poco más temprano y en lugar de buscar entablar una conversación médica —por indicación de Jack— he iniciado la visita con un «Es hora de jugar».

Fue un buen consejo, supongo. Peggy ha reaccionado a esas palabras tranquilamente, aunque no por eso dejó de tener un extraño comportamiento:

En el fondo de su habitación «vive» un muñeco de ventrílocuo llamado Tsutomu.

Ha hecho uso de ese muñeco para hablar conmigo durante toda la tarde.

 

Habitación 009/Día 2:

A diferencia del comportamiento que demostró tener Peggy, él hace uso del muñeco para manejarlo de una manera muy diferente a su personalidad: responde con educación, se comporta y atiende cada cuestión que yo le hago. Pareciera como si en verdad estuviera tratando con el adulto que en realidad es Peggy.

10 de septiembre, 2016

He decido solo cumplir un mes de labor aquí y retirarme. Me siento un tanto incómodo. No tanto porque esté tratando con gente mal de la cabeza, sino porque son precisamente sus males los que están perturbándome a mí. La pregunta de Zull primero y ahora que puedo analizar el comportamiento de Peggy me doy cuenta de que hay cosas que se asemejan a como era yo.

Es raro. Quizá solo estoy dándole demasiadas vueltas al asunto.

Bueno, si él se sentía inquieto no podía ni imaginar cómo se sentía su hermano que vivía todo eso en carne propia. Masashi guardó las páginas rescatadas dentro del cuaderno y se dispuso a regresar. Esta vez nadie intentó cerrar la puerta ni lo sobresaltó el ruido de un golpe al fondo; tampoco apareció Ryo de la nada, diciéndole que lo había estado buscando por todo el lugar, como tontamente llegó a imaginar. Solo el sonido del eco en sus pasos lo acompañó hasta instalarse frente a la puerta 023.

Sabía que la llave que encontró no entraba en el cerrojo, pero volvió a intentarlo para obtener el mismo resultado.

Meditó un largo instante. Ya era tarde y, la verdad, con toda la cordura que poseía, no iba a siquiera considerar el seguir moviéndose por aquel lugar cuando la luz del día llegase a su fin. Si su hermano solo se había alojado en ese pabellón, no tenía caso investigar todo el sitio; además al menos ahora tenía algunas pruebas lo suficientemente válidas para que la policía interviniera.

Guardó la llave, se acomodó el cuaderno bajo un brazo y giró sobre su eje en dirección a la salida del pasillo. Caminaba tranquilo pese a toda la información que ahora alojaba y trataba de resolver en su cabeza. El móvil aún marcaba sin cobertura y faltaban poco más de dos horas para que el sol se ocultara.

A mitad del pasillo, Masashi echó un vistazo hacia atrás, como si aún esperara encontrar algo más, pero esa excesiva tranquilidad, esa imagen sin vida entre las puertas, tan solo le hizo fruncir el ceño y continuar su camino.

Un paso, dos pasos… y entonces un rechinido le hizo virar la mirada del camino que tenía enfrente.

Cuando Masashi cruzó por la puerta de la que fue habitación de su hermano, esta se abrió con lentitud. Sintió un hueco en el estómago y exhaló pesadamente. Tenía que ser una broma ¿eh? Vamos, estaba seguro de que aquella puerta tenía el pestillo interno cuando la revisó al llegar. Le costó digerir la situación pero quería entrar ahí desde un principio ¿no es así?

El pelinegro aspiró antes de empujar la puerta para ver primero el interior. Bueno, esperaba encontrarse con algo más de lo que se podía apreciar a simple vista, pero no cabía duda que el ambiente se sentía en su totalidad diferente.

Una cama —de las más sencillas que puede haber en un hospital—, una silla plegable, el escritorio y sobre este, algunas páginas más. Masashi no tardó en ir por aquellas hojas. De entre todo, era lo que consideraba de más importancia y valor informativo para el paradero de su hermano.

Acomodó cronológicamente entre las demás. Aún faltaban muchas pero al menos ninguna de estas estaba rota o rayada.

Tomó sitio en la silla plegable y aunque le costó dejar de mirar la puerta, inició la lectura luego de algunos instantes:

11 de septiembre, 2016

Estos últimos dos días alterné a Peggy y a Zull. Jack dijo que podía atender al que quisiera —si por atender se refiere a solo hacerles compañía y hablar de cualquier tontería que a ellos se les ocurra—, sin embargo, aún no hay noticias del otro paciente. Parece que Jack se desliza en las noches por el pasillo hasta esa habitación. No puedo evitar sentirme sumamente curioso al respecto.

 

12 de septiembre, 2016

A pesar de que esto comienza a parecerme monótono, sigo con la decisión de terminar el mes y retirarme. Pienso que irme luego de ni quince días sería un chiste. Además así pasa el tiempo con mayor velocidad pues lo primero que quiero hacer es hablar con Masashi.

Hoy no ha habido nada nuevo realmente. Dormiré temprano, es todo.

 

15 de septiembre, 2016

Hace dos días descubrí algo inusual. No me había fijado antes pues no estoy familiarizado con el movimiento técnico de los psiquiátricos —si es que puedo llamar así a este—, pero tanto Zull como Peggy portan pulserillas de color negro.

¿Debía ser una broma de mal gusto, no? O posiblemente ellos no usaban las pulseras para  lo mismo… joder, que todo eso me puso de nervios.

Al final decidí ir con Jack, después de todo es el encargado y si tenía dudas él debía resolverlas, no sé. Necesito que me diga que son solo meros adornos o que su clasificación de colores es diferente a la del hospital donde yo estaba…

Su respuesta me dejó todavía más descolocado…

«Son las que tú conoces», dijo únicamente y sonrió como si me hubiera dado la solución de todo, como si esas palabras me fueran a  libraran de cualquier pesar…

17 de septiembre, 2016

Después del incidente de la puerta, siento que Jack está más al pendiente de mis movimientos.  Es una reacción obvia dado que iba a actuar prácticamente en contra de sus indicaciones. Sin embargo, salvo por las marcas de sus uñas en mi muñeca, no hubo nada más que reprochara luego de eso. Solo me vigilaba.

Debo admitir que eso me pone bastante nervioso…

19 de septiembre, 2016

Uta vino a mí con lo que yo consideré una idea absurda. Era algo impensable lo viese por donde lo viese. Pero parecía bastante decidido. En realidad no sé qué pasó con él. Es decir, no siempre fue un médico sobresaliente pero cuando éramos compañeros, era el de los mejores resultados en clase. Me sorprendió que me llamara luego de tantos años para hacerme una propuesta. «Un trabajo mejor, con mucho mejores resultados» había dicho. Pero iba en contra de la ética, del sentido común… me negué muchas veces e inclusive en una ocasión le amenacé con dar noticia a las autoridades de lo que planeaba. Sin embargo, un par de meses después no tuve una buena racha… me sentía torpe y descuidado en muchos sentidos, inquieto tal vez. Muchas vidas se perdieron por mi inestabilidad emocional…

Supongo que estaba alcanzando el límite sin saberlo.

Ahí fue cuando Uta volvió a aparecer junto con su propuesta:

 «Tú solo debes drogarlos lo suficiente. Estoy seguro de que sabes qué darle a una persona para que “muera” por un rato, uh. También puedes acceder al registro. Los marcas y cuando estén en la morgue, mi gente hará el resto».

Traficar órganos… No sé en qué carajo estaba pensando. Es raro describirlo ahora y darte cuenta que ya va a ser un mes. Ni siquiera me dejaron cargar con la culpa en paz.

Uta desapareció y no había suficientes pruebas que me ligaran al asunto. Hasta para ser un criminal la suerte me dio una oportunidad de escabullirme. No me da gusto eso. En lugar de recibir palabras de aliento por parte de Sakurai, me habría gustado que me acusara más, que me odiase… Quizás estaba buscando eso desde un principio.

Al ver las pulseras negras en las muñecas de los pacientes y de Jack, me ha entrado la idea de que es un escarmiento. Si son, como Jack dijo, las mismas que yo conozco, entonces tal vez esto se trate de una vindicta.

 

25 de septiembre, 2016

He tratado de mantenerme impasible ante todo esto.

Actúo lo más normal que puedo, por más difícil que sea.

 

Masashi hizo una pausa. La siguiente página era la que tenía fecha del 27 de septiembre. No podía saber si las fechas faltantes realmente estaban pérdidas o solo fueron días en que su hermano no escribió. Pese a ello, ahora que tenía recapitulado la mayor parte, no parecía que esas páginas hicieran mucha falta.

El pelinegro echó un vistazo al resto de las hojas y después del 27 no había nada.

Bien, no iba a parar ahí pero se sentía realmente cansado.  Además, le había invadido esa curiosidad por la última puerta. Era ridículo pensarlo pero, ¿y si ahora estaba abierta?

Se mordió los labios. Estaba inquieto y aunque sí, pareciera que era de fantasía, de una mala trama de suspenso… todo apuntaba a que le estaban haciendo seguir un camino ya previsto; cual títere en medio de una función.

Decidió leer lo último que había dejado su hermano escrito. Después solo echaría un vistazo y de no encontrar nada más, saldría de ese lugar de inmediato. Se frotó la frente, intentando deshacerse de algo de tensión y regresó su atención a la última página de la bitácora de Ryo:

27 de septiembre, 2016

Estos últimos días, Zull y Peggy se han comportado como si estuviesen planeando una travesura. Posiblemente sean ideas mías pero al hablar con Peggy hoy a través del muñeco, me ha dicho lo mucho que le agradó mi presencia y que agradecía el haberme conocido. Llegué a pensar que era una bobería; palabras sin razón a las que yo les di un significado paranoico. Pero también estuvo una acción de Zull al terminar la charla de hoy:
Suele llevar trajes estrafalarios al igual que Peggy, pero de un acorde mucho más, digamos, elegante. Sacos largos, sombreros de copa, pañuelos en el cuello…  Hoy antes de irme se ha puesto de pie —no lo había hecho antes— y me ha dedicado una reverencia que tenía todo el aire de las despedidas que dan los actores al finalizar una obra, con todo y el sacarse el sombrero.

De solo rememorar se me eriza la piel.

Salí un poco perturbado de la habitación de Zull. Caminaba distraído, buscándole un poco de sentido a todo. Sentía una especie de vértigo. Nauseas… realmente no puedo ser especifico pues la mezcolanza de todas las sensaciones se resumía en un revoltijo dentro del estómago.

Me topé a Jack  en la entrada de mi habitación. Posiblemente llevaba todo el rato esperándome  y a diferencia del semblante inquieto que yo llevaba, él se anunció con una enorme y traviesa sonrisa:

«Mañana es el gran día. Kal Bon está listo para verte. Sé puntual, pues que esté listo no quiere decir que no tenga aún mal humor».

Más que una indicación, más que el anuncio de lo que tendría que hacer al día siguiente, sentí que había una advertencia en ello.

Jack se retiró sin añadir más. Con  una sonrisa enmarcada en su rostro y un brillo compasivo en sus ojos que no había visto antes.

Tenía ganas de correr en aquel momento. Correr, correr y volver a casa. Llamar a Masashi, a Sakurai y decirles que estuve a punto de volverme loco.

Quizá lo estaba ya. Quizá no eran ellos los que actuaban con vesania.  Tal vez era yo el que ya no estaba lucido…

La cabeza me da vueltas.

No he podido pegar ojo ni una hora. Apenas el sueño me vence y mis vivencias en este sitio pasan frente a mis ojos con rapidez. No sé si es un juego de mi mente turbada o hay algo que pasé por alto.

En definitiva, pensar no se está volviendo uno de mis mejores aliados.

Estoy comenzando a desear que la mañana no llegue nunca, porque el temor que me ha comenzado a embargar justo ahora, a las cinco y treinta de la madrugada, me dice que perdí mi única oportunidad de salir corriendo…

Masashi se puso de pie de inmediato. Apretó el cuaderno entre sus manos y no tardó en salir de aquella habitación. Caminó apresuradamente de regreso por el pasillo y enfrentó la puerta número 023.

Dubitativo, el pelinegro apretó la perilla con la diestra y giró lentamente hasta escuchar un «click» que le hizo sentir un revoltijo en el estómago y esa sensación de que la sangre baja hasta los pies.  

Tal y como había supuesto, estaba abierta. 

VI

Con mucho cuidado abrió la puerta, buscando el interior con la mirada antes de arriesgar el paso dentro de la habitación o de lo que llegó a suponer sería una habitación.

El pelinegro se extrañó de aquel cuarto no fuese sino el inicio de unas descendentes escaleras.

Aún podía irse. Sentía que iba demasiado lejos pero también, que tenía que saber lo que guardaba el final de aquellas escaleras.

Lo poco que restaba de luz del día no alcanzaba a ayudarle dentro del sitio. Masashi tuvo que ayudarse de la luz del móvil para poder desplazarse escalón por escalón. La andanza  se le hizo eterna pese a que realmente no eran muchos escalones los que tuvo que bajar; además la poca luz no ayudaba mucho, pero al llegar a la planta baja, la tintineante luz de un bombillo se balanceaba en medio de un lejano rechinido. No era mucho, pero podía seguir avanzando.

Al aventurarse al fondo del lugar, se percató de varias camillas arrumbadas por los rincones. Mantas hechas girones y llenas de tierra, una mesa de estudios… a Masashi se le heló la sangre cuando descubrió qué clase de habitación era esa… La cámara mortuoria era inconfundible para los médicos, para él… para cualquiera que pusiera un pie ahí y se diera cuenta de cómo el mismo ambiente te crispaba los nervios.

¿Por qué guiarle hasta ahí?

Su corazón comenzó a latir con mayor rapidez. Se puso nervioso  pero continuó a cortos y cautelosos pasos, procurando no perder nada de vista, buscando cualquier señal…

El habitáculo terminaba con  los cajones fríos. Había puertas faltantes pero era imposible pasar por alto la que se ubicaba más al centro: ahí mismo estaba una hoja, algo que el pelinegro resolvió como lo que podría ser un acta de defunción.

Masashi arrancó aquel papel, lo acomodó donde daba mejor la luz y con el corazón en la garganta, comenzó a leer:

Acta y reporte de defunción por Jack Spooky:

El paciente presentó durante varios días un comportamiento bastante mal educado. No supo adaptarse a las reglas y además había hecho gritar a Peggy; eso no lo puedo consentir. Mis asistentes enfermeros y yo lo estuvimos observando y hemos decidido que su diagnóstico fuera el de «muerte por curioso».  Kal Bon se ofreció a ser quien se encargue de los preparativos para trasladar al paciente directo a la morgue.

Kal no estaba muy de acuerdo al principio de traer al paciente a nuestro hospital: después de todo él trató muy mal a Kal cuando fue su médico, pues le puso una pulserilla negra cuando realmente no la necesitaba. Al saber eso nosotros decidimos  ayudarle.

Nos dimos cuenta que el paciente no estaba bien de la cabeza y le cité acá sin saber de las consecuencias de sus actos.  Aunque al menos ahora podrá descansar en paz.

Kal se encargó de darle el medicamento para tenerle tranquilo. El paciente hizo un escándalo apenas el enfermero Kal apareció ante sus ojos.

«¡Lo siento, lo siento!» Gritaba y gritaba.

Peggy reía y reía.

«Lo lamento, realmente no quería hacerlo. Sé que estuvo en mis manos, sé que no debí, lo siento tanto, jamás quise hacerte tal cosa… » Le había dicho que Kal no estaba de mal humor y apenas el paciente ha comenzado la salmodia, el enfermero Kal le hizo callar enterrándole la inyección en el cuello. Todos reímos al ver aquello, en especial Kal, quien le dijo al paciente que él ni siquiera había tenido oportunidad de suplicar.

Cuando  el paciente despertó ya habíamos trasladado su cuerpo a la morgue.  No paró de gritar, ni de alegar que no estaba muerto y que quería irse. Pero el diagnostico ya estaba hecho y era irrefutable. Zull y yo nos encargamos de acomódale dentro de uno de los cubículos fríos mientras Peggy le organizaba la ropa y el cabello; no debía estar desaliñado  si alguna vez  se requería un reconocimiento. Kal se acercó al final. Los ojos del paciente le enfocaron y cuando vio que Kal se disponía a colocarle finalmente la pulsera negra, se le dilataron las pupilas a tal punto que logró arrancarme una risotada.

Todo ha salido muy bien.

Los ruidos en la morgue tardaron un tiempo en desaparecer  pero parece que el paciente terminó por acostumbrarse a su valoración.

Esperaremos a que algún familiar venga a reconocer el cuerpo, hasta entonces, él se quedará con nosotros.

 

JACK SPOOKY

 

A Masashi le temblaban las manos…

El joven médico no daba crédito a lo que acababa de leer. Era… ridículo, una atrocidad todo lo que se había redactado en aquel trozo de papel…

Sentía una mezcolanza de rabia y miedo, mismos que le instaron a avanzar y observar la puerta de aquel cajón. Intentó abrirla pero un pequeño cerrojo impedía tal labor.

—La llave… —Sus labios temblaron al hablar, de la misma manera en que su mano lo hacía mientras aproximaba el objeto metálico al cerrojo.

La llave quedó justo y Masashi tembló al escuchar el «click», anunciándole que estaba abierta.

En su cabeza gritaba que quería salir corriendo antes de enfrentarse a lo peor, pero sus manos siguieron actuando ajenas a sus deseos. Abrió la puertecilla y deslizó la camilla del interior, sintiéndola de antemano muy  pesada como para estar vacía.

El latente mal presentimiento que tenía se hizo realidad cuando al sacar por completo la camilla pudo reconocer el cabello largo y negro de Ryo. La forma de su boca, de su nariz… ese cuerpo inerte era su hermano, por más que quisiese negárselo.

Masashi estaba consternado… gélido ante la imagen pese a que en su mente se había desatado un seísmo.  No podía parar de verle… de culparse al pensar que de haber respondido aquella llamada pudo haberse enterado de que su hermano estuvo vivo ahí dentro, probablemente durante largas y tortuosas horas, deseando que él llegase a ayudarle…

Absorto como estaba, el pelinegro se desconectó del mundo que lo rodeaba, solo estaban él y el cuerpo sin vida de su hermano. Por eso no se percató de la sonrisa, de aquellos brillantes ojos que le observaban, ni llegó a sus oídos el sonido de los saltarines pasos que se detuvieron a su espalda, solo reaccionó cuando una voz cantarina le susurró al oído:

—¿Ha leído mi diagnostico? De ser así, espero que haya terminado el reconocimiento del cuerpo de su hermano, Masashi…

Notas finales:

Si llegaste hasta acá abajito, gracias por leer <3 <3.


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