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Decisiones por Jade Edaj

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Notas del capitulo:

FMA es de Hiromu Arakawa.

III


 


Saliendo de los dormitorios del cuartel, el teniente Havoc los transportó hasta la casa del General, recibiendo uno que otro regaño cuando intentó prender su cigarrillo. Edward pensó en lo absurdo de la llamada de atención, ya no tenía ningún caso el que Roy se lo prohibiera. Sin embargo, ni una palabra salió de sus labios para aclararlo, pues se suponía que Havoc nunca estuvo al tanto de su embarazo secreto.


Ya en la mansión, el Alquimista de Fuego soltó la maleta apenas entró a la recámara y con paso veloz llegó hasta la cómoda para aliviar el peso de las bolsas que sostenía. Antes de ir por Edward a los dormitorios del cuartel hizo una exagerada compra para todo lo que el rubio pudiera necesitar. Echó un vistazo al interior de las bolsas rogando porque nada se le hubiera olvidado y mientras lo hacía, alcanzó a distinguir por el rabillo del ojo una silueta entrando por la puerta.


—¡Edward! Te dije que bajaría enseguida, no debiste subir por ti mismo —y a zancadas llegó hasta él para tomarle del brazo con dirección a la cama— Te hicieron un legrado, no una maldita endodoncia. Ni siquiera has tenido el reposo adecuado.


Al reparar en ello, el chico se detuvo sintiéndose algo incómodo.


—Quisiera ir al baño antes de acostarme, creo que me debería asear —Roy meditó sus palabras y asintió.


El general le guio hasta allá, momento preciso en el que Edward sintió algo desprenderse de su interior. Apenas alcanzó llegar a las frías baldosas cuando se vio obligado a recargarse en ellas.


—No te inclines yo te ayudo ¿estás mareado? —siendo rápido en sus movimientos, Roy se quitó los guantes de ignición y luego bajó los pantalones de Edward llevándose de paso los interiores. El protector que traía puesto desde el hospital cayó y con él grandes coágulos de sangre; un flujo abundante se deslizó por las piernas del joven coronel.


La cara que puso Mustang inquietó demasiado a Edward, aunado a que su sensible olfato percibió un olor metálico que se le hizo familiar y le revolvió el estómago, se paralizó al instante en el que bajó la vista y se miró. Tanta sangre le hizo recordar su trasmutación humana.


—Nox indicó algo para esto.


El general salió del baño para buscar con desesperación entre las bolsas.


Volvió trayendo consigo una inyección que ayudaría a detener la hemorragia. Ayudó a Edward a despegarse de la pared y a caminar hasta el lavamanos. Cuando se aseguró de que estuviera bien sujeto, sin más le aplicó a Edward la inyección en una nalga.


Edward casi no sintió el metal ingresar a su cuerpo pero con la medicina fue otra historia. Apretó los ojos con mucha fuerza y como si hubiese comido algo muy picante siseó.


—¡No lo sueltes! —Roy puso la mano de Edward sobre el algodón y en vano intentó dejar limpia toda la zona manchada con sangre, pero ésta seguía bajando por las piernas del rubio—. Ven a acostarte no debes estar de pie, la inyección no es tan rápida como quisiera —retiró el algodón de su mano enviándole directo al cesto de la basura e intentó cargarle pero el de los ojos dorados no se lo permitió.


—Estoy un poco mareado, pero puedo caminar —con pasos débiles y temblorosos llegó hasta el marco de la puerta y ahí se detuvo para recargarse de nuevo, comenzando a jadear y a sudar por el esfuerzo.


Roy negó ante su obstinado huésped y se adelantó a extender un protector en la cama, acto seguido volvió para cargarle en vilo aun en contra de su voluntad.


Después de acostarlo, buscó en las bolsas de compra de nuevo.


—Traje todo lo que Nox sugirió: medicamentos, material para curación, vendas, gasas, jeringas, ropa interior, artículos para tu higiene personal, protectores para la cama y para ti también —abrió un sobre de esos en los que el empaque decía "flujo abundante" y se lo puso como creía que debía hacerse. Había crecido junto a las chicas de madame Chrismas y desde muy corta edad supo que había ciertos días en los que tenían que usar eso pero nunca vio a ninguna colocárselo, así que sólo se dejaría llevar por el instinto.


El rubio tampoco tenía experiencia con esas cosas, así que tan sólo pudo levantar un poco la pelvis para ayudar a la tarea de Mustang, sintiéndose un poco apenado por la situación— ¿Qué más dijo Nox?


—Dijo que esto a veces pasa y como tu caso es especial, lo mejor será tenerte en observación durante algún tiempo —cortó con los dientes un poco de cinta adhesiva médica para asegurar en la piel del rubio el protector, pensó que era necesario para evitar que se moviera pues le había quitado la ropa interior a Edward. Luego cubrió con las sábanas el cuerpo del muchacho y justo cuando intentó apartarse de él, éste sujetó su muñeca con fuerza.


—¡No quiero volver al hospital Roy! No quiero que nadie más me vea pasando por esto.


Sus suplicantes ojos dorados lograron suavizar las facciones en el rostro de su superior, quien lejos de sentirse molesto, reflejaba una sincera preocupación por el muchacho. Tras hincarse junto a la cama acarició la perlada frente de su subordinado.


—Tranquilo Ed, hoy cuidaré de ti, y tal vez solo te lleve para un chequeo mañana —y ante la desesperada negación del de cabellos dorados propuso— También se me ocurre que podría ser Nox quien venga a revisarte, si así lo prefieres.


El coronel Elric asintió satisfecho ante lo último que dijera Mustang, había tenido mucho por un día y saber que Roy no le obligaría a volver al hospital le tranquilizó y relajó, tanto así que pronto empezó a sentirse al punto de la inconsciencia. Se concentró entonces en el níveo rostro que se había mantenido bastante cerca del suyo y lo acarició con un fino toque de la yema de sus dedos. El general sintió el leve toque en su pálida mejilla y lo escuchó susurrar un casi inaudible "gracias" antes de quedarse dormido.


—No agradezcas, no tienes por qué —y con ternura besó los nudillos de la mano que había tomado en el aire.


Esa noche, el Alquimista de Fuego se la pasó en vela checando que la hemorragia cediera y que la temperatura del rubio no subiera demasiado.


 


 


Tocó su abdomen y con asombro lo encontró abultado.


"No, esto no es posible".


Se repitió a sí mismo una y otra vez mientras miró su reflejo en el espejo que tenía enfrente. Sus piernas temblaron y sus ojos se empañaron con sus lágrimas. Su bebé aún estaba dentro de él y podía sentir sus movimientos a la perfección. A pesar de estar consciente que soñaba, Edward dibujó en su rostro una tierna sonrisa y se sintió feliz. Lentamente acarició su vientre y escuchó su propia voz, fue apenas un murmullo.


"¡Perdóname bebé!"


Fue justo en ese momento que un intenso dolor se hizo presente, apretó los ojos con fuerza y al abrirlos el espejo se cuarteó en mil pedazos. Asustado y sudando frío, miró entre los fragmentos del espejo la bata blanca que vestía llena de sangre, sintió bajar el cálido líquido entre sus piernas y negó con violencia.


Agitado y jadeante abrió los ojos. La mañana llegó y con ella un intenso dolor para Edward. Frunció el ceño mientras apretaba los ojos. Luego se armó de valor para tocar su abdomen. Era plano de nuevo. El duro golpe de la realidad siempre llegaba al despertar.


Al sentarse descubrió a Roy dormido al otro lado de la cama, aún vestía su uniforme militar. Justo como cuando le sorprendía durmiendo en su oficina. Esa fue, por mucho tiempo, la razón de que le tachara de holgazán. Y no fue hasta que se quedó a trabajar cerca de él, que se dio cuenta de lo mucho que se esforzaba y del poco tiempo que ocupaba para dormir. Eran muchas las ideas erradas que tenía de Roy Mustang.


Por la incómoda posición y la expresión demacrada en el rostro del general, Edward dedujo que no tenía mucho en el país de los sueños. Sintió pena por eso, él mismo hubiese preferido permanecer un poco más en su propio sueño pero, en verdad necesitaba que Mustang despertara.


—¿Roy? —Incluso alargó su mano derecha para alcanzarle y sacudirle un poco, aunque un infernal dolor en las costillas le dificultara la tarea. —¡Roy despierta! ¡Por favor! —Conteniendo las lágrimas, el rubio hizo un último esfuerzo por sacudirle.


Luchando con sus pesados párpados Mustang al fin abrió los ojos y se levantó de un salto, trastabillando con la alfombra casi llegó al suelo, pero logró mantener el equilibrio.


—¿Ed? ¿Qué hora es? —Restregando sus ojos, trató de aclarar su nublada vista para poder concentrarse en el reloj de la mesita de noche cerca del muchacho.


—¡Es hora de que me des una maldita droga! —Edward desesperó, ya no podía con ese dolor que parecía partirle la espalda.


—¿Qué te pasa?


—Me duele, me duele un infierno —dijo temblando.


—Claro, has pasado casi todo un día sin los medicamentos.


Con notoria preocupación Roy fue por otra inyección y preparó el brazo de Edward para aplicársela.


—Es intravenosa —sujetó el brazo con una liga y cuando encontró la vena se la aplicó.


—¡Aghrr! ¡Me dan ganas de patearte el trasero Roy! ¿Por qué has traído tan sólo inyecciones? —Al menos por un momento el dolor del medicamento le distrajo de su anterior dolor.


—Lo siento Ed, pero si quieres la próxima te consigo un comprimido para que te encariñes con ese dolor —la ingratitud del rubio era increíble.


Apretando las sábanas, Edward esperaba porque el piquete valiera la pena y el dolor menguara.


Mientras tanto, la mano de Mustang se posó en su cálida frente.


—Esto está mal, Nox debe verte enseguida —y sin perder más tiempo Roy se comunicó con él.


Más tarde, el doctor Nox arribó a la mansión para realizarle el chequeo al joven coronel. Él era el único que conocía todos los pormenores que había tenido la pareja desde el embarazo y como amigo de Roy aceptó ayudarle desde el principio, incluso a mantener el secreto.


—Tu pierna de acero también debe ser revisada Edward.


—¿Cuánto cree que pueda esperar? —Lo que el rubio en realidad no quería era tener que lidiar con su mecánica en esos momentos. Habían quedado en buenos términos, pero de eso a confesarle todo lo sucedido era otra cosa. Estaba seguro de que Winry no descansaría hasta que se lo dijera todo, le conocía bastante bien. ¿Y cómo demonios explicaría un embarazo? Si ni siquiera él terminaba por comprenderlo.


—Puede ser que resista un poco más, pero no esperes hasta tanto —el doctor había terminado de revisarle y guardaba sus cosas. Pero Edward quería saber algo más antes de que se marchara.


—¿Doc... en realidad no pudieron hacer nada?


Al doctor Nox la pregunta no le tomó por sorpresa, sabía perfectamente a lo que se refería el rubio. Conocía a su paciente, rendirse así de fácil y conformarse, nunca sería una opción para él.


—Cuando te trajeron a mí estabas inconsciente Edward, no encontré el latido cardiaco y confirmé que tuviste un aborto retenido. Entonces me comuniqué con Roy para explicarle que no expulsaste al feto y que no podíamos dejarlo ahí. Así que te practicamos el legrado porque aun tenías doce semanas de gestación.


El doctor miró la falta de resignación en los tristes ojos dorados.


—La caída fue terrible Edward, de milagro estás vivo tú también.


Afuera, el azabache contemplaba con tristeza la blanca puerta ubicada al final del corredor. Esperaba a que el doctor terminara de revisar a Edward al mismo tiempo que hablaba por teléfono con Havoc, necesitaba darle instrucciones y recibir las novedades sobre el caso, tenía permiso ese día, pero eso no le impedía seguir indagando sobre el prófugo que había ocasionado el incidente del tren.


El doctor jaló de la perilla para cerrar la puerta café que se encontraba detrás de él y el sonido alertó al de ojos azules.


—Me comunicaré más tarde teniente —colgó el teléfono del pasillo e interceptó al doctor— ¿Cómo está?


—Él va a estar bien, el que se ve terrible eres tú —era raro ver al pulcro general desalineado, ojeroso y preocupado.


Ignorando el comentario, el general continuó.


—Anoche la hemorragia se detuvo, pero despertó con mucho dolor y fiebre.


—Su repentina salida del hospital tuvo mucho que ver Roy, además no se trata tan sólo del aborto también están las heridas causadas por el accidente que requieren de atención. Pero confío en que con suficiente reposo y cuidados lo superará. No hay infecciones y eso es bueno, pero debes seguir aplicándole este antibiótico —de la nada, Nox empezó a escribir una receta.


Cuando recibió el papel con las indicaciones, Roy decidió dejar en claro algo que todavía le preocupaba.


—Apenas estaba en su primer trimestre y el uniforme siempre le ha quedado un poco grande, dudo que alguien haya podido notarlo ¿Recuerdas que hablamos sobre su expediente?


—No te preocupes por eso Roy, te prometí que nada se sabría y así será. De lo que sí deberías preocuparte, es del estado emocional de Edward. Estos repentinos cambios físicos y hormonales en su cuerpo podrían causarle demasiada ansiedad y hacerle caer en depresión. Así que si no deseas que su salud mental se vea afectada y tenga que recurrir a un psicólogo, deberás tenerle mucha paciencia.


 

Notas finales:

Gracias por leer y comentar!


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