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Fantasmas de la Revolución por Sinja83

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Notas del fanfic:

Este fic fue publicado en el 2012, pero su autor lo borró por cuestiones personales, pero me ha dado permiso de subirlo e incluso estaré subiendo los capítulos que él vaya escribiendo.

Historia por: Ascot_Takeshi

Notas del capitulo:

Como dije, yo sólo soy el medio para que esta historia vuelva a ser publicada. Edu espera que les guste, escribirá lo más que pueda en sus tiempos libres (anda en servicio activo)

Si gustan dejarle alguna opinión sobre su historia, se la haré llegar con mucho gusto.

1.- NO ES MERA COINCIDENCIA

P.O.V. Ventura


Hacía cuatro meses, seis días y dos horas que estaba ahí. Veía los últimos rayos del sol por el horizonte, apagándose. Cerré los ojos y pensé en que esa eternidad iba a ser aburrida y aunque me sonaba ilógico y egoísta, quería que pronto hubiera alguien a mi lado para compartir esa soledad.
Llevé mi mano a mi bolsillo y saqué de él un pequeño reloj redondo para ver la hora. Las manecillas seguían apuntando la misma hora que todos los días: 5:49, no sabía si de la tarde o de la mañana. Lo deposité de nuevo en su eterno bolsillo y me senté en el borde de una placa de mármol que había cerca de ahí, aunque no era mi sitio, supuse que a su dueño no le molestaría.
Estar una eternidad en este sitio comenzaba a hacérseme demasiado inverosímil, pues no creía poder soportar estar todos los días atado a ese lugar, en vez de irme a vagar a los sitios que frecuentaba, pero las sombras me habían dicho que esperara, porque este viaje se hacía acompañado...
Pero habían pasado cuatro meses, seis días y dos horas con quince o dieciséis minutos y no había nada; mi anhelado compañero de viaje no llegaba y comenzaba a pensar que quizá era de los que deben viajar solos. Realmente nunca me gustó estar solo, pero comenzaba a acostumbrarme a hablar conmigo mismo.
Las personas que pasaban por ahí de día no me notaban y al principio sentía cierta congoja por ello, pero me acostumbré. Ya no pertenecía a ese plano existencial... “Plano existencial”, un par de palabrejas que aprendí de uno de mis, ahora, “vecinos”.
Esas palabras yo no las conocía, pero de cuando en cuando se aparecían esos “vecinos” para conversar un poco conmigo, aunque lo hacían poco. Algunos estaban demasiado lejos y les cansaba mucho ir hasta ahí.
Eran quizá las 8 de la noche y se hizo oscuro por completo. Las únicas luces eran las de unas cuantas velas que había por ahí. Yo no tenía ni velas, ni flores... nada... Hacía cuatro meses, seis días y dos horas con veinte minutos que nadie venía a verme ni a traerme flores, ni oraciones, ni velas, ni lágrimas, ni risas, ni recuerdos.
Quizá los míos estaban en otro lado, en mi situación. Yo soñaba con volver a casa y vagar por ella. Quizá podría vagar en la calle que frecuentaba... Me gustaba mucho. A lo mejor me tocaba vagar en el lugar donde me mataron... No, no quería ese lugar, es muy solitario.
Pero ya me acostumbré a la soledad...
Comencé a recordar algunas cosas, distrayéndome un poco de ese sopor que provoca la madrugada.
Creo que me dormí... ¿Los fantasmas dormimos? ¿Nos desconectamos? No lo sé, aún hay montones de cosas que desconozco sobre el estar muerto.
Vi el horizonte y el alba se hacía presente lentamente, como si no quisiera. Algunas nubes cruzaban el cielo con rapidez y pensé que sería un día fresco. Lo bueno era que los fantasmas no necesitamos suéter.
Me senté nuevamente en el borde de aquella placa de mármol y leí en voz alta lo que en ella estaba escrito.
“Ramón Suárez
Un gran hombre, un gran hijo y un gran padre”
Debía ser la enésima vez que lo leía, pero el tal Ramón Suárez tenía como cuarenta años, muerto. Verifiqué la fecha que ahí estaba inscrita y ya no se distinguía mucho de lo que ahí decía. Solo alcancé a distinguir el año 1869.
Hice cuentas, tenía 46 años que murió y creo que le había tocado ir directo al otro lado.
Dieron las nueve de la mañana, pues el velador del cementerio abrió la puerta para que comenzaran a llegar los dolientes de los nuevos inquilinos. Pasaron unos minutos y parecía venir el primero. Parecía que no tendría nuevos vecinos, pues lo llevaron hasta el otro extremo del panteón.
Otro par de horas y entró uno nuevo, pero estaba alejado de mí. Me resigné por un momento a que no iba a tener un compañero pronto, puesto que este lado del cementerio era el más viejo. Todos estaban siendo colocados en un sitio nuevo, al otro extremo. Quizá estábamos sobre poblados de este lado.
Pero para mi sorpresa, llegó casi después de las 6 de la tarde un grupo de gente, realmente eran pocos, quizá una veintena. Me hice a un lado al verlos acercarse hacia donde me encontraba y me reprendí por hacerlo, pues yo no les estorbaba más que la brisa de la tarde.
-Vaya... un vecino para mí, ¿quién será? –me paré sobre mi propia tumba, que era solo un montículo de tierra con una cruz. No había flores ni veladoras, solo tierra. Me puse de puntitas para tratar de divisar algo, pero me fue imposible. Recordé entonces que yo podía pasar a través de ellos y ver. ¡Cómo quería darme de topes contra la pared en ese instante!
Miré la fosa en la cual estaba un ataúd de madera y algunos hombres con palas comenzaban a llenarla de tierra. Miré a lado de la cruz un hombre vestido de negro, mirando absorto aquella fosa. Alzó de repente la mirada y me miró a los ojos.
-¿Es usté? –le pregunté y él no dijo nada ni hizo gesto alguno.
Cuando la fosa estuvo completamente llena de tierra y quedó un montículo de tierra, la gente comenzó a dejar sus flores y sus regalos, veladoras, lágrimas... Luego se fueron.
Nos quedamos solos entonces, aunque “solos” es un decir, pues había algunos vecinos curiosos que querían saber quién era el recién llegado.
Noté entonces que aquel hombre de negro no era un hombre realmente, pues no pasaba de los 23 años. Volví a hablarle con la esperanza de que me contestara, pero recordé que yo también, cuando recién llegué, no quería que nadie me hablara porque tenía miedo de hacerme parte de ese lugar como lo era ahora.
-Pos... Yo soy Buenaventura Martínez, me dicen Ventura... Estoy aquí a lado, por si se le ofrece algo. –le dije antes de irme a mi propia tumba y sentarme sobre el montículo de tierra.
-Yo soy Luis García...- me contestó algo desanimado unos minutos después y se acercó a mi tumba, como con miedo de dejar la propia y perderse quizá.
-Pos... mucho gusto. –le tendí mi mano para estrechar la suya. …l miró mi mano y me saludó, con cierta reticencia.
Me miró de arriba abajo, a lo mejor le extrañaba estar enterrado a lado de un muchacho de piel morena y vestido con una camisa blanca y percudida, un pantalón color negro de tela gruesa y unas botas que casi me llegaban a la rodilla. Todo en mí se veía desgastado. Junto a mi cruz tenía mi sombrero norteño, mi saco y mi fusil.
A él se le notaba que era una persona educada, que seguramente había sido adinerado, pues vestía con un traje negro muy fino y llevaba una corbata negra. Sus zapatos estaban lustrados y todo él se veía pulcro.
…l notó cómo lo miraba y pareció molestarle un poco, así que dejé de verlo y me recosté sobre mi montículo de tierra, mirando al cielo. Realmente era aburrido a veces estar ahí, pero ¿qué más se hacía? ¿Habría diversiones que yo todavía no conocía y que podría intentar? Las sombras no me decían nada sobre cómo entretenerme mientras esperaba.
A lo mejor me dejaron esperando porque estaban decidiéndose a cuántos años de castigo me debían de dar por haber matado tanta gente, pero... Era la revolución y si no mataba... pos... me mataban...y me mataron...
-¿Se siente tan vacío?- oí que alguien me preguntaba y me levanté.
-¿Qué cosa? –miré al nuevo y él se sentó a mi lado, como no queriendo ensuciarse, pero a estas alturas no tenía caso pensar en esas cosas.
-Es que... siento como... como vacío... como si algo me oprimiera el pecho y me sacara todo el aire... como desesperación y... ganas de llorar y de gritar pero... No sé... Quiero ver a mi familia...- comenzó a decirme un poco apenado, con la cabeza gacha.
-Pos... así me sentí yo al principio, pero creo que ya se me pasó. Te acostumbras y ya. Las sombras te dicen que esperes y pos no te queda de otra. –contesté comprensivamente.
-¿Sombras?- alzó la mirada y buscó la mía. Veía el miedo en sus ojos.
-Sí... unas sombras. No sé quiénes son, pero los vecinos me dijeron que ellas se encargan de organizar todo aquí en el panteón. A mí me daban harto miedo al principio, pero no hacen nada malo. Nos cuidan y nos dicen adónde ir. A mí me dijeron que a lo mejor me tocaba penar donde me mataron o en mi casa, aunque me gustaría volver a mi casa... A otros nomás les dicen que ya se van a pasarse al otro lado.- le expliqué.
-¿A ti también te mataron?-preguntó de repente.
-Pos sí, ¿entonces a ti también?
-Sí... Pero no sé qué fue de mi familia... No los vi en el funeral... A lo mejor también los mataron o los lastimaron. No sé.- respondió angustiado y le palmeé la espalda.
-Hombre, pos espero que estén bien.
-Gracias... –se quedó callado un rato. -¿Por qué te mataron?
-La Revolución... Hace cuatro meses... Andaba con Villa y en la batalla de la Hacienda “El Tulillo”... Pos ahí, una bala perdida, qué se yo... Nomás me acuerdo que me arrastraron mis compañeros y que quisieron salvarme, pero no se pudo. Después ya estaba yo en mi casa, viendo a mi familia alrededor de una caja de madera.
-Ah...- se quedó callado y desvió la mirada.
-¿Cómo llegaste tú aquí?
-Nada más recuerdo que recién llegaba a la ha... mi casa... me bajé de mi caballo y me recibió mi madre y mi hermano menor. También me dispararon...-relató escuetamente.
Seguimos por el resto de la tarde platicando, para pasar el tiempo. Yo saqué mi baraja y le enseñé a jugar. Nunca había tenido oportunidad de jugar a la baraja con alguien ahí. Al menos la espera iba a ser más entretenida.



P.O.V. Luis


Sentía mucho miedo... mucho miedo. El solo ver mi cuerpo tendido dentro de una caja me daba terror. Podía verme a mí mismo ahí. Busqué con la mirada a mi familia y pensé que era una pesadilla, pero no era así.
Alrededor había flores, veladoras, gente... Poca gente. Solo los parientes más cercanos. Pude reconocer a mis tíos, primos... uno que otro amigo, pero no estaba mi madre, ni mi hermano menor. Mi prometida tampoco estaba. Luego escuché que mi mejor amigo le susurraba a otro que ella estaba en algún lugar de la plaza con otro.
Me sentía sin fuerzas, sin esperanza... ¡Y ella que decía amarme tanto estaba ahora con otro cuando ni siquiera me habían enterrado!
La noche en vela se pasó lenta y tortuosa para mí y a la tarde siguiente llevaron mi cuerpo al cementerio local.
Pensé en aquel momento que esa gente realmente era la gente que estaba conmigo, que realmente habían sido mi verdadera familia. Otros que se decían amigos míos ni siquiera habían aparecido a dar el pésame... Solo unos cuantos amigos y familia que hacían alrededor de veinte personas, poco más.
Me sentí increíblemente solo entonces.
Al llegar al cementerio, me llevaron hacia la parte antigua del lugar, pues ahí estaba la cripta familiar. Ahí estaban los restos de mi abuelo y mi abuela. Ahora estarían los míos.
Me coloqué a lado de la cruz de mis abuelos y miré la fosa, tratando de entender lo que sucedía alrededor mío. Alcé la mirada y vi a un hombre que vestía extraño, pues todos los que me lloraban en ese momento vestían de negro. Sólo él estaba de camisa blanca y pantalón negro. Su ropa estaba desgastada y algo sucia. Llevaba una tira de balas atravesándole el pecho y unas botas que le llegaban casi a la rodilla.
Lo miré a los ojos, pensando que a lo mejor era un extraño que se había acercado por curiosidad.
-¿Es usté? –me preguntó con un modo de hablar poco refinado. No le respondí, pues sentí miedo, quizá era un fantasma, espíritu o lo que fuera. Cavilé sobre lo que sucedía y cuando me di cuenta, ya todos se habían ido y mi tumba había quedado cerrada. Ahora solo era un montón de tierra con flores y veladoras.
-Pos... Yo soy Buenaventura Martínez, me dicen Ventura... Estoy aquí a lado, por si se le ofrece algo.- me dijo aquella persona y me quedé en silencio todavía. ¡Estaba aterrado!
Al fin me decidí a hablarle y me acerqué a donde él estaba.
-Yo soy Luis García. –le contesté pasados unos minutos.
-Pos... mucho gusto. –me tendió la mano y me lo pensé dos veces antes de estrecharla, pues temía que algo me pasara, pero... ¿Qué más me podía pasar? Ya estaba muerto.
-¿Se siente tan vacío?- le pregunté ya con más confianza.
-¿Qué cosa? –me miró y me senté a su lado. Pensé en que me iba a ensuciar, pero ya estaba muerto, así que no tenía importancia y me senté en aquel montículo de tierra.
-Es que... siento como... como vacío... como si algo me oprimiera el pecho y me sacara todo el aire... como desesperación y... ganas de llorar y de gritar pero... No sé... Quiero ver a mi familia...- expresé con algo de pena.
-Pos... así me sentí yo al principio, pero creo que ya se me pasó. Te acostumbras y ya. Las sombras te dicen que esperes y pos no te queda de otra. –su voz sonaba comprensiva y amable.
-¿Sombras?- lo miré y alcé una ceja, curioso y asustado.
-Sí... unas sombras. No sé quiénes son, pero los vecinos me dijeron que ellas se encargan de organizar todo aquí en el panteón. A mí me daban harto miedo al principio, pero no hacen nada malo. Nos cuidan y nos dicen adónde ir. A mí me dijeron que a lo mejor me tocaba penar donde me mataron o en mi casa, aunque me gustaría volver a mi casa... A otros nomás les dicen que ya se van a pasarse al otro lado.- me explicó con calma y asentí.
-¿A ti también te mataron?-me atreví a preguntarle.
-Pos sí, ¿entonces a ti también?
-Sí... Pero no sé qué fue de mi familia... No los vi en el funeral... A lo mejor también los mataron o los lastimaron. No sé.- sentí angustia de solo recordarlo, ¿y si estaban lastimados? Si estuvieran muertos los hubieran enterrado conmigo, ¿no?
-Hombre, pos espero que estén bien.
-Gracias... –realmente me estaba simpatizando, pues era muy sincero y muy humilde. Me quedé callado un rato, pensando en la suerte de mi familia. Pensé entonces en preguntarle sobre su muerte pero no me atreví inmediatamente. -¿Por qué te mataron?
-La Revolución... Hace cuatro meses... Andaba con Villa y en la batalla de la Hacienda “El Tulillo”... Pos ahí, una bala perdida, qué se yo... Nomás me acuerdo que me arrastraron mis compañeros y que quisieron salvarme, pero no se pudo. Después ya estaba yo en mi casa, viendo a mi hermano, mis amigos, compañeros y algunos vecinos alrededor de una caja de madera.
-Ah...- al oír la explicación, me quedé perplejo... No, no podía ser cierto...
-¿Cómo llegaste tú aquí? –di un respingo y pensé en qué decirle... Si él se enteraba que...
-Nada más recuerdo que recién llegaba a la ha... mi casa... me bajé de mi caballo y me recibió mi madre y mi hermano menor. También me dispararon...-le conté solamente esa parte de la historia, pues temía que si se enteraba de la verdad... ¿Qué podía hacer? ¿Odiarme? No podía matarme, ya estaba muerto... estábamos muertos... Y él lo estaba por mi culpa... Mi culpa...
Me quedé pensando en eso, sintiéndome terriblemente culpable. Quizá el muchacho ese, que tenía como 15 años, era su hermano, porque Ventura se veía demasiado joven para tener un hijo de esa edad. Quizá era su hermano... debía serlo.
-¡Yo soy Juan Martínez y vengo a vengar la muerte de Ventura!- aún recuerdo su voz. Me apuntó con aquel fusil y me giré para verlo. Ya me había bajado del caballo y mi madre y mi hermano estaban ahí, a mi lado, petrificados.
Raúl, mi mejor amigo, ya me había advertido que la familia del hombre al que había matado aquel 31 de mayo se había enterado de que había sido yo. Yo vivía entonces en esa hacienda y estaba de parte de los Carrancistas, pero no era parte de las tropas, solo era una especie de emisario o embajador entre las facciones existentes.
Le había disparado porque él estaba a punto de matar a mi hermano menor, que tenía 17 años pero que sí era parte de las tropas. Ventura le había disparado y le había dado en una pierna, dejándolo en el suelo. Estaba por ultimarlo y me acerqué, tomé el revólver que siempre llevaba para protegerme y le disparé. …l cayó y fui hacia mi hermano y lo arrastré hacia la casa. Luego vi por la ventana que unos compañeros suyos lo arrastraban para ponerlo a salvo. Parecía ser una persona bastante importante para ellos y quisieron a toda costa salvarle la vida pero no pudieron.
La batalla terminó después y los hombres de Villa se retiraron, al parecer debían ir a otro frente, pues su líder los necesitaba.
Era la única persona que había matado en mi vida y ahora yo estaba muerto por una venganza. No le diría eso, no... O quizá debía... Sí, si le mentía desde el principio y luego se enteraba me odiaría y... Era mejor empezar con sinceridad.
Comenzamos a jugar con su baraja unas horas más tarde y después de un “entrenamiento” intensivo en el arte de jugar a las cartas.
-Ya perdiste de nuevo...-me dijo y me mostró su mano. Dejé la mía sobre el resto de las cartas.
-V-Ventura, tengo que decirte algo.- dije de repente, incluso contra mis propios deseos.
-¿Qué cosa?- revolvió las cartas nuevamente para iniciar una partida más.
-P-Pues... hay algo que tenía que haberte dicho sobre...-me callé al ver una sombra aparecer entre nosotros.
-Buenas noches...- saludó Ventura como si fuera la cosa más normal del mundo ver una sombra aparecerse así. Yo había dado un respingo y aún me reponía de la impresión.
-Buenas noches caballeros... –saludó la sombra con una voz profunda pero amable. –Buenaventura, parece que ya tiene a su compañero de viaje...
-¿Ah?- él parecía sorprendido. -¿Va a ser él?
-Así es. Ambos pasarán a formar parte de los espíritus que moran en la Hacienda “El Tulillo” y sus alrededores. Así será hasta que encuentren la luz.
Supuse que de alguna forma esa sombra sabía del problema entre nosotros y que solo encontraríamos la luz cuando yo le confesara la verdad a Ventura y él me perdonara. Vagaríamos por siempre mientras no fuera así, pensé.
-¿La luz?- preguntó él, curioso.
-Sí, cuando encuentren las respuestas necesarias podrán cruzar al otro lado. Los vivos a veces ayudan, pero tienen que ser vivos que puedan acceder a nuestro plano existencial. Quizá ellos puedan ayudarles a cruzar más pronto, pero hay muy pocos vivos que puedan hacer eso.- explicó la sombra y se giró hacia mí.
-¿R-Respuestas?- tragué saliva.
-Así es, respuestas. –desapareció y volvió a aparecer a mis espaldas. –Respuestas a preguntas que ustedes mismos se hacen, quizá resolver cosas pendientes... No lo sé, cada uno de ustedes tiene razones diferentes para quedarse estancados aquí, pero oraremos para que pronto puedan cruzar. Por mi parte es todo. –desapareció entonces y ya no volvió.
-Dejé muchos pendientes...- Ventura habló después de haberse hecho un silencio sepulcral.
-¿C-Cómo cuáles?
-Pues... Mi hermano menor se quedó solo... Mi pa y mi má se murieron hace años y nos quedamos los dos solillos. Pobrecito... A ver si puedo ir a la casa a ver cómo está. –se quedó pensativo.
Ahora sí que me sentía fatal. Había asesinado al único pariente de aquel muchachillo y ahora estaba desamparado.
-¿Qué pendientes dejaste tú?- preguntó él de repente y di un respingo.
-Eh... Pues...
-¿Y por qué te mandan al mismo lugar que yo? –alzó una ceja y se quedó pensativo. -¿Vivías ahí? –me miró con seriedad.
-Y-Yo...
-Digo, es que siempre mandan juntos a algunos porque sus vidas o sus muertes estuvieron relacionadas... Pero no te conozco...
Todas sus conjeturas comenzaban a ponerme nervioso, tenía que decírselo yo antes de que él lo descubriera o sino...
-B-Bueno, sí... vivía ahí...
-¿Eras carrancista? ¿Les prestaron su hacienda?
-B-Bueno, s-sí... pero...-exhalé. –Te voy a explicar algo... Ese muchacho que estabas a punto de matar era mi hermano...
-¿Muchacho? –se quedó pensativo, tratando de recordar. –Le disparé... le di en una pierna y estaba por matarlo cuando... me dispararon por la espalda... –se quedó callado y cabizbajo. Alzó la mirada lentamente, como si hubiera descubierto algo realmente horrible... y sí, había descubierto algo horrible. -¡Tú me mataste!
Notas finales:

El siguiente capítulo lo subiré en unos días, no tendré fechas específicas, y a partir del sexto será indefinido el tiempo debido a que Edu no tiene mucho tiempo disponible. Él agradecerá su paciencia y espera que les haya gustado este primer capítulo. Gracias por leerlo!


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