Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Un ángel de paso por 1827kratSN

[Reviews - 105]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

¿Alguien vivo?

Si es así, les dejo el capi para que llo disfruten

Muchos besos~

....Sus reviews ya están contestados ^^....

 

 

 

 

Un abrazo que dio la vuelta al mundo, tal vez era exagerar, pero lo que pasó en aquel evento de exhibición causó tanto revuelo que las fotografías de esa ocasión valían oro, figurativamente. El público no solamente vio a un artista del patinaje aparecer de nuevo, sino que disfrutaron del sonido aligerado de la felicidad y añoranza. No fue sólo un espectáculo, fue un reencuentro y un atrevimiento

Ely sólo se quedó allí, sin desear soltarse, agradeciendo el tener el calor de su familia compactado en un abrazo que auguraba dicha y prosperidad. Su miseria de años se vio opacada por esos pocos minutos en donde aún sollozaba bajito y reía en la misma medida. Su más grande deseo se había cumplido sin que ella lo previese. Suspiraba al separarse un poco de sus padres y hermano para después simplemente incluir a las trillizas en su círculo de dicha, quienes felices de la vida acunaban regalos para Ely. Todo era hecho con apuro porque los reclamos de quienes se vieron usados para esa treta, llegaban. Elizabeth sabía que el tiempo le era limitado, como siempre

 

 

—Un placer señorita Nikiforov… disculpará la curiosidad de periodista y mi falta de discreción, pero… ¿quiénes son ellos? — una periodista llegaba con apuro tras haberse liberado del cordón de seguridad, que mantenía a los de su especie, lejos de la entrada a la pista. Ely sonrió al reconocerla — ¿puede darnos detalles? — era una de aquellas periodistas que Irina apreciaba, oh si, más venganza contra esa mujer. El día cada vez se hacía mejor

—es mi papi, Yuuri Katsuki — Ely sonrió presentando al azabache quien, entendiendo el objetivo de su hija, reverenció a la recién llegada — mi daddy, Tadashi Osuma — mientras los seguía presentando, la jovencita sonreía más aún. Sostuvo la mano del mencionado y con orgullo lo mostraba ante las cámaras cercanas y al lente de la periodista que estaba frente a ella — mi querido y tierno hermanito, Hiro — se acercó al infante y restregó su mejilla contra la ajena mientras sonreía — y mis amigas de toda la vida; Lutz, Loop y Axel — terminaba mientras las mencionadas hacían la señal de paz con sus dedos, de forma coordinada y como si lo hubiesen repasado constantemente

—papi… ¿estamos en la tele? — murmuraba Hiro acurrucándose en el pecho del azabache, sosteniéndose con fuerza de la camisa ajena

—sí, Hiro — besó en la frente a su pequeño hijo, pues sabía que eso era demasiado para él

—no quiero — decía con timidez, ocultando su carita en el pecho de Yuuri y suplicando que lo protegieran. Era un niño, la ternura que despedía era involuntaria, pero los presentes la podían disfrutar a plenitud

—es muy tímido a veces — sonrió Yuuri mientras rodeaba al pequeño con sus brazos y miró a los periodistas que ya se habían acercado. Dos más aparte de la mujer inicial — creo que ya causamos mucho alboroto… deberíamos retirarnos para que la exhibición continúe

—pero jamás supimos que usted era el padre de la señorita — decía la mujer mirando a Tadashi — fue apenas mencionado en una entrevista hace una semana

—pues yo… bueno, yo… — Ely se reía pues Tadashi estaba atrapado, tal vez nunca había hablado con la prensa tan de cerca — lo que pasa es… — el castaño sólo elevaba sus manos como para defenderse de aquellas preguntas

—daddy me crió desde que tengo memoria clara — la jovencita entonces tomó posesión de la atención de todos, ella ya estaba acostumbrada a esas cosas, además tenía mucho que decir para patear la dignidad de Irina — Viktor me separó de mi familia desde que tuve casi nueve años, pero ahora… ha permitido que mi verdadera familia me visite — sal a la herida, en eso pensaba Ely mientras sonreía a la cámara — Irina, mi abuela, es la que se pondrá histérica cuando los vea

—¿Eso por qué?

—porque ella odia a mi familia japonesa. No tienen idea de lo que haría por… — sonrió con prepotencia, pero Yuuri la detuvo con un abrazo y una mirada de advertencia que Ely acató

—lo siento, debemos irnos. No queremos molestar más — obviamente lo que menos quería el japonés eran más conflictos con los Nikiforov y por eso paró la voz de su hija

 

 

La salida de aquel pasillo que daba a la entrada de la pista de hielo, fue rápida, pues ya habían tomado demasiados minutos preciados y faltaban participantes por demostrar su talento. Las preguntas se cortaron tras la respetuosa reverencia de los japoneses, incluso Ely los imitó porque ahora en verdad se sentía segura de hacerlo. Reconoció un despertar agradable en su pecho, eso era su origen. Todo el mundo se enteró que ella no pertenecía a Rusia, ni a los Nikiforov. La cortina de rectitud de aquella familia, cayó.

Los reclamos pararon, los asombros también, pero eso no evitó que cierto ruso alcanzara a los extranjeros antes de que pudieran escaparse. Había tenido que deshacerse de la prensa con una sonrisa, y –aunque odiaba admitirlo– el espectáculo que ellos ocasionaron le ayudó bastante. Viktor casi corrió para llegar con su pequeña hija, porque su más grande miedo y amenaza estaba materializado en Yuuri, pero eso jamás lo admitiría en voz alta. Se reencontraron de frente, sin anestesia, con la cabeza en alto y con incredulidad, pues ninguno de los presentes se imaginó pasar por eso en esas circunstancias. Todo había sido improvisado de repente, ninguno estaba preparado psicológicamente para eso.

Unas llamadas, pactos, favores por aquí y allá, todo salió de la nada. Querían pasar desapercibidos por el Nikiforov, su travesura debía quedar en la memoria de quien la presenció, así se debía quedar hasta que el momento adecuado llegase. Ese fue el plan inicial de los japoneses, pero nada sale como se planea.

Yuuri cruzó su mirada con una de color azulino intenso y después de tanto tiempo volvía a sentir esa extraña sensación que le producía la cercanía de su destinado. Eran un omega y un alfa que se encontraron por la necesidad egoísta de uno de ellos. Sus almas alguna vez fueron una sola, su lazo les permitió entenderse mutuamente, su amor pareció traspasar fronteras, pero ahora todo eso fue enterrado y solo quedaba la incomodidad de un encuentro que ninguno de los dos quiso pasar. Ellos eran la prueba viva de que el amor no estaba forjado por el lazo invisible de sus almas, ni por una mirada cálida que ocasionó que su pecho se descontrolase, mucho menos por un beso robado e inconsciente. El destino pudo haberles tachado como una pareja, más no estaban obligados a obedecer esa ley, porque entre ellos… jamás hubo amor verdadero

Por otro lado, estaban dos personas que se conocieron por pura casualidad y en el momento más crítico para uno de ellos. Una sonrisa comprensiva, apoyo, un gesto caritativo, un encuentro que no estaba tachado por las normas que regían esa vida humana que llevaban. Yuuri estaba al borde de la depresión, siendo detenido solamente por el amor a su hija y Tadashi no conocía nada de aquello, pero a pesar de todo estuvo dispuesto a aprender esa amargura para darle la mano a un ajeno y guiarlo a un campo de flores. Un beta y un omega, dos personas cuya naturaleza les imponía a nunca unirse. Mas, ellos le mostraron al mundo que el amor real, verdadero, se formaba a través de los años mediante la comprensión mutua, errores, dificultades, paciencia, cariño, respeto y que si no se tenía esas cosas sólo quedaba el abismo de una decepción

Tadashi sintió la impresión ajena y se atrevió a desafiar las leyes impuestas por alguien desconocido que lo “obligaba” a agachar la cabeza ante un alfa. Acarició la espalda de Yuuri con sumo cuidado, como si tocase un cristal trizado, transmitiéndole el apoyo necesario para ese momento duro. El azabache dio un leve salto, pero en seguida se apegó más a la persona a su lado, porque sabía que la época de dolor y miedo estaba a punto de terminar. Entonces respiró profundo, mostró su fortaleza, abrazó fuerte a su hijo y se colocó en medio de Tadashi y Ely, porque nunca más iba a detener sus ansias de justicia. Actuó como cualquier padre que protegía a su familia y se puso en frente de todos para defenderlos.

Lo mejor de todo… esos dos periodistas que los alcanzaron en medio de su caminata. Eso era perfecto

 

 

—Yuuri — su voz salió un poco más elevada de lo normal, tal vez era la aprensión que sentía al verlo una vez más. De frente y no sólo por imágenes virtuales

—Katsuki-san para usted — corrigió de inmediato mientras cedía a Hiro, quien se abrazó a Tadashi instantáneamente — he venido aquí a ver a mi hija. Es un evento público, así que puedo entrar sin problema alguno

—lo sé — habló el ruso y su mirada se posó en el infante que sostenía Tadashi, pues no pasó por alto a aquel pequeñito ser que asemejaba a las innumerables fotos del álbum que Hiroko alguna vez le mostró. Lo analizó con calma, curiosidad e incredulidad — ese pequeño…

—es mi hijo — Tadashi habló con calma, pero con seriedad y precaución — y el de Yuuri — completó

—así que al final… lo consiguieron — analizó entonces al pequeño, no más de seis años, viva imagen de Yuuri — es pequeño — repetía lo mismo porque su cerebro no dejaba de procesar el tiempo que pasó desde aquel suceso

—cinco años — contestaba la personita menos esperada, mostrando una sonrisa amplia y luego sus ojitos brillantes. Animado mientras con su mano alcanzaba un mechón de cabello de su hermana — tiene el mismo cabello — decía fascinado, mirando a Viktor y después a su hermana — papi… ¿por qué?

—después te explico, Hiro — sonreía Yuuri, pues su pequeño estaba en esa edad llena de curiosidad. Pero su aura paternal se desvaneció, su piel se estremeció desagradablemente cuando escuchó un silbido salido de la garganta de aquel ruso

—cinco años… un poco más tal vez… es tu viva imagen, Yuuri — Viktor sonrió sutilmente — han pasado seis años desde que te vi

—es mi hijo — aclaró de nuevo Tadashi, con una sonrisa que era falsa en totalidad. Esa mirada, ese brillo malicioso en el ruso ya le dio la idea de lo que pasaba por aquella cabeza. No era nada bueno — Nikiforov-san… debería ponerle atención a la prensa — sugirió con formalidad, pues jamás se rebajaría a perder sus modales  

 

Y entonces.

 

 

—Viktor me permitirá volver a ver a mi familia — sonrió Ely dando frente a la periodista. Obviamente no iba a desaprovechar ninguna oportunidad y se había escabullido hasta darle encuentro a las cámaras — Me dijo que puedo retomar mis raíces. Me lo prometió y eso a pesar de que mi abuela se opuso rotundamente — si dejaba todo registrado en cámaras, ni siquiera Irina se iba a negar a aquello. La “pulcra imagen” de los Nikiforov le daba una carta de triunfo que explotar

—Elizabeth — advirtió Viktor y la mencionada solo sonrió aún más —vamos. Has terminado por hoy

—necesitamos hacerle más preguntas — insistían aquellas personas — ¿regresará a Japón? ¿Katsuki Yuuri tendrá su custodia? ¿Cuál es la relación entre sus familias? ¿Cuáles son sus verdaderos orígenes?

—espero que todos me disculpen — y era el alfa quien se imponía, sosteniendo el brazo de Elizabeth y acercándola hacia él — pero me llevaré a mi hija. Ella debe reposar por ahora — los japoneses por su parte trataban de permanecer serenos, porque no era el momento de pelear

—pero debo estar en el cierre del espectáculo — se quejaba Elizabeth, pues jamás dejaría que le quitasen su momento de gloria — ¡claro que no me iré!

—lo sé, pero es mejor sentarnos para que descanses después de esta presentación

—espere, señor Nikiforov

 

 

Una huida estratégica por parte del ruso, un escape de aquello que podría ser su condena. Eso planeaba Viktor. La prensa tenía poder, su reputación se debía mayormente a ellos y por eso no podría hacer nada para desprestigiarse a sí mismo. Hacer una promesa frente a las cámaras e incumplirla, era sentenciar su honor y orgullo, en pocas palabras su mayor debilidad. En ese punto desmentir las palabras de Elizabeth era caso perdido, pues seguramente Naya ya hizo de todo para sacar a la luz las millares de cosas que su madre mantuvo debajo de la alfombra. Estaba en problemas y graves

Y una sola vocecita podía sacarlo de esos pensamientos tan egoístas. Su medicina o algo más

 

 

—¿me puedo quedar con mi papi? — Ely sonrió alejándose de los reporteros y siguiendo a Viktor que la soltó para que nadie sospechara que estaba tenso

—es suficiente por hoy — dictó pasando con cuidado su brazo por los hombros de su hija. Trataba de sacarla de ahí lo más pronto posible — vamos

—yo quiero ir con ne-chan — entonces el más pequeño reclamaba y su voz parecía calmar a todos los que estaban a su alrededor — quiero ir — decía con ilusión mirando a sus padres

—no es conveniente. Tal vez después — calmaba Yuuri a su pequeño

—no hay problema, puede venir — Viktor paró en seco al escuchar aquello, su mente procesó todo con rapidez y no iba a desaprovechar ni una sola oportunidad — el pequeño Hiro, quiere estar con su preciosa hermana mayor — una sola afirmativa y el pequeño se emocionó en demasía — y Ely estará feliz de tener a su… hermano… cerca

—¡yo lo cuido! — la jovencita no escuchó más que ese “puede venir” por parte de Viktor, porque lo único que quería era un tiempo más con su pequeño hermanito.

—¡quiero! — Hiro no perdió tiempo y tironeó de la camisa de sus dos padres — por favor, por favor

—yo también suplico — Ely se unía a ese tironeo a los otros dos mayores cercanos. Poco le importaba que la tacharan de infantil. Deseaba tanto estar con Hiro que incluso no se dio cuenta de aquel brillo extraño en la mirada de su progenitor ruso.

—Ely, no creo que sea buena idea — se excusaba el castaño, pero Ely actuaba de forma infantil, picándole la mejilla a él y al azabache

—no seas malo, por favor. Quiero estar con Hiro. Debo recuperar el tiempo perdido, aunque sea un poquito — miraba con suplica a Tadashi, quien, sin querer desilusionar a sus dos hijos, miró a Yuuri. Y al caer toda la presión en el azabache, este asintió con un poco de duda — ¡genial!

—pero debes comportarte y no alejarte de tu one-chan — advertía Yuuri con seriedad y su pequeño hijo asentía con una sonrisa mientras bajaba de brazos del castaño

—¡hoy estarás con tu one-chan, Hiro! — festejaba Ely mientras tomaba la mano del mencionado y chocaba la otra con la del pequeño

—¡si!

—te veré después, Yuuri — y obviamente Viktor estaba disfrutando de la inseguridad que Yuuri mostraba

 

 

El miedo no existía, solo la incertidumbre y la ansiedad. Yuuri la soportó con ayuda de las trillizas y Tadashi, todos sentándose en los sitios más cercanos a los patinadores para no quitar su atención de Viktor, pues desconfiaban del ruso. Elizabeth entendía la duda de sus padres, era por eso que ella, y solamente ella, cargaba a Hiro en brazos. Eso le estaba encantando, porque el calorcito que su hermanito desprendía era tan agradable que lo trataba como a su osito de peluche personal, restregando su mejilla con la contraria o apretándole esas mejillas redonditas que tenía. Hiro no se quejaba tampoco porque se la pasaba peinando el cabello de su hermana con sus dedos o preguntándole cosas tan sencillas como por qué es tan alta. Elizabeth platicó con su hermano tanto como le fue posible, averiguando todo lo que quiso en susurros a veces, secreteándose con el menor como si fuera un juego, besándole la frente y acunándolo cuando se reían juntos. Y cada que Viktor quería hacerle plática al pequeño, ella lo cortaba con sutileza. Ni loca dejaba que Viktor dijera algo indebido con Hiro cerca

Hiro era un niño inocente, curioso, tímido cuando no conocía a la gente o desconfiaba de algo, y eso le daba encanto nato. De eso cualquiera se podía dar cuenta tan sólo viéndolo desenvolverse por unos minutos y cierto ruso no fue la excepción. Viktor intentó hacerle plática al pequeño, pero este era protegido por Ely y cuando lograba hacerlo, el niño parecía intimidado y le respondía con monosílabos. Era una pequeña réplica física de su destinado sin duda alguna, por eso decidió no insistir y simplemente observar, pero al final sólo algo lograba canalizar. Viktor tenía una idea rondándole la cabeza, hacía cálculos, formaba hipótesis y llegaba a un camino que lo hizo curvear sus labios en una sonrisa… el pequeño Hiro era la viva imagen de Yuuri, entonces, ¿cómo saber quién era el otro padre? Y había una sola cosa clara: la edad coincidía con aquel suceso que no debía ser nombrado… era perfecto

 

 

—no quiero dejarte ir — murmuraba la jovencita mientras abrazaba a Hiro con ternura

—¿por qué no vienes conmigo? Vamos a casa — sonreía con inocencia — los abuelitos siempre hablan de ti, ellos quieren verte

—sabes — Ely sintió aquella punzada en su pecho, pero esta era más suave y menos dolorosa — te prometo que la siguiente ocasión pasearemos por allí y comeremos helado

—¿no vendrás?

—sabes. One-chan debe patinar en otros eventos, por eso no puedo ir contigo ahora

—pero me visitarás, ¿verdad?

—te llamaré y platicaremos por video-llamada — besó cada mejilla de su hermanito y sonrió — e intentaré ir lo antes posible. Lo prometo

 

 

Acabado el evento, la propia Ely llevó a Hiro hasta donde su familia se hallaba. Obviamente Viktor iba detrás, pero decidió ignorarlo, porque le importaba más abrazar a cada uno de los presentes. Se aferró a cada uno, besó la mejilla de sus padres, les sonrió ampliamente y les dejó una promesa de un reencuentro. Eso bastó por ese día, porque sabían que aquel momento se iba a repetir y habría tiempo para poder convivir más. Se despidió de todos antes de ir al cierre del evento, empujó a Viktor antes de que dijera alguna estupidez y se sintió sola nuevamente cuando solo la voz de su entrenador resonaba a su alrededor, pero no podía hacer mucho por el momento. Sólo le quedaba esperar un poco más

Reverenció al público que aplaudía a todos los patinadores de ese día, pero Ely sólo sonreía por su propia felicidad ajena a ese deporte. Tuvo un encuentro agradable, miradas que no lo eran tanto, lágrimas que no se derramaron en totalidad, emoción y un abrazo familiar hermoso que culminó en sonrisas y una promesa a futuro para verse. Fue perfecto y sencillo. Pero aún faltaba sacar provecho de ese día, por eso cuando los periodistas se le acercaron una vez más, ella rectificó que Viktor le había “prometido” darle libertad y al final, el propio Viktor lo certificó. El primer paso estaba dado

Viktor accedió a que Ely retomara el contacto con su parte japonesa, pues sólo quería ver a su hijita sonreír y tal vez… averiguar algo más acerca del pequeño Hiro. Nadie podía culparlo por tener curiosidad. A la que esa noticia no le cayó bien fue a Irina, quien protestó y dijo muchas cosas, pero al final su opinión no contó y Ely al fin reía divertida al regresar a su casa. Las cosas cambiaban a favor de quien se lo merecía, pero la distancia entre países era un problema al que buscarle solución todavía

Muchos más estaban también conmocionados con aquel evento, era normal. Los periodistas se movían con rapidez y cierta muchacha ya empezaba a colocar muchas dudas en las cabezas de todos. Sus escritos eran exclusivos, sus evidencias irrefutables; su nuevo jefe casi le lamía los pies y cumplía todas sus exigencias. La balanza se ajustaba en el lado correcto al fin. Naya haría que las cosas que censuraron en esos años, saliesen a la luz una vez más y empezó solamente con los pedidos exclusivos de sus dos mejores amigos. Yuuri y Tadashi eran sus joyas, sus reliquias, los quería proteger porque estaba en deuda con ellos, pues la salvaron de la bancarrota en sus años críticos. Por eso y más, aceptó un pedido exclusivo de ese par

 

 

—Naya sólo habla de la custodia, por favor

—lo sé, Yuuri… no te preocupes. Yo sé que quieres proteger a tu hija

—las atrocidades simplemente deben quedar sepultadas

—Tadashi… Yuuri, les voy a ser sincera. Siempre sucede que, cuando una mancha es descubierta… lo demás no tarda en notarse también

—aun así, intenta no decir nada de… aquello

—déjamelo a mí, Yuuri… confía en mi habilidad con las letras. Pero lo que no te prometo es ser suave con ellos, porque mi odio hacia esas basuras es igual o más grande que el tuyo… y te juro que Irina será la primera

—eres aterradora

—esa zorra me quitó todo. No voy a tener piedad  

 

 

Competencia contra el tiempo

 

 

Elizabeth no se quejaba del trato que le daba Viktor; le tenía rencor era cierto, pero no era razón para no tenerle cariño también. Después de todo… Viktor era su entrenador, su defensor y la persona que la empujó a nunca rendirse. Había que aceptarle los puntos buenos que poseía, como aquellos celos raros que mostraba a veces. No sólo la obligaba a entrenar sola, sino que vigilaba sus alrededores e incluso sus amistades académicas. Los chicos no se le acercaban ni de chiste porque se enfrentaban con un alfa celoso e infantilmente posesivo y la jovencita a veces discutía por eso, pero al final hasta se le hacía gracioso. Ella era una alfa, podría decirse que ella era el peligro y no los demás. Claramente podía defenderse sola y sin problemas, pues tenía esa fortaleza física dada solamente a los de su “estirpe”

Otra de las rarezas que Ely soportaba era que sus atuendos eran aprobados por Viktor primero, claro, después de una revisión completa. La jovencita usaba algunas minifaldas plisadas en sus presentaciones, éstas al menos cubrían hasta cinco dedos por encima de su rodilla, porque Viktor no aceptaba que su hija mostrara demasiado de su cuerpecito de ángel, como solía llamarlo. Ella siempre se burló de esas palabras e incluso le daba contra ocasionalmente y usaba minifaldas para salir, pero sólo lo hacía de vez en cuando porque -en lo personal- odiaba sentir frío en sus pierna. Generalmente usaba mallas o legis debajo de cualquier falda que usara, así se sentía más cómoda de usar todos esos bonitos conjuntos que compraba con sus amigas

 

 

—Viktor, en serio — se reía Ely mientras su progenitor la rodeaba, admirándola por completo — está bien, uso medias cubriendo mis piernas — apuntaba a las mencionadas demostrando su punto

—no me gusta esa faldita. Es muy corta

—¿quiere que la cambie? — era una señora de edad, de cabellos rojizos adornados por mechones blanquecinos — lo haré si lo desea — era la modista especial de Viktor. Sólo en ella confiaba lo suficiente para dejarle a cargo la vestimenta de su hija, pues él ya no competía y sólo requería de esos servicios cuando aceptaba participar en eventos especiales que no duraban más de dos días

—Viktor — suspiraba porque se estaba volviendo fastidioso — es el atuendo de Sailor Moon, ¿qué querías?

—no me gusta

—creo que puedo alargarla un poco más — la señora era comprensiva, tal vez ya se acostumbró a las exigencias de ese ruso — pero creo que perderá el encanto, señor Nikiforov

—no lo sé… no me convence

—padre — dijo riéndose por el ceño fruncido del mismo y esa mirada analítica. Era divertido verlo así — ya basta. Mejor agradece que la diseñadora hace un trabajo excepcional

—lo dijiste — Viktor entonces se detuvo por completo, mirado a la muchacha que heredó el color de su cabello — al fin lo escuché con sinceridad

—¿qué cosa?

—lo acabas de decir — ni siquiera podía sonreír o moverse — me llamaste padre

—wow — dijo cubriéndose los labios por la impresión — salió con naturalidad — se reía por la estupefacción de Viktor — ya… tampoco es para tanto

—puede ser poco para ti, pero para mí… es lo mejor del mundo — sintió sus lágrimas brotar debido a la emoción y con la mirada pidió permiso para abrazarla

—sólo eres un niño grande — se reía y era ella quien saltaba a los brazos de Viktor. A veces ser buena con aquel hombre era necesario y de verdad le nacía del corazón

 

 

Si tan sólo esos momentos de cariño desinteresado y sin ataduras duraran más, ella podría disfrutarlos, pero eso jamás se cumplía.

Era el día de la prueba de vestimenta, por eso su agenda estaba completamente vacía, porque demoraban demasiado en un asunto que parecía sencillo. La culpa de la pérdida de tiempo obviamente era de Viktor quien quería que el traje de su única hija fuera perfecto. Ante los ojos escrutadores del ruso siempre había algún detalle que mejorar o añadir y por eso se quedaba hablando con la señora destinada a ese trabajo. Dos profesionales en su campo personal de trabajo, que intercambiaban opiniones hasta que los dos quedasen conformes con el resultado final. Era un trámite tedioso

Ely solía aburrirse después de la única hora en que posaba para los dos adultos, pues acabado su tiempo de maniquí viviente la dejaban de lado, porque lo único que ella aportaba eran sus medidas. Viktor la dejaba imaginarse la vestimenta antes de mandarla a fabricar, ambos se quedaban al menos dos horas haciendo bocetos entendibles y decidiendo colores, pero cuando aquella tela tomaba forma, Ely no tenía ni voz ni voto. El traje era bonito, la jovencita lo decía, pero su palabra parecía ser insípida y por eso Viktor tomaba el control para el resultado final. Pero no dejaba de ser tedioso tener que esperar a su progenitor para volver a casa y por eso su tendencia a escaparse sin previo aviso, era constante. Si estaba en su ciudad, Moscú, era más fácil distraerse en algún buen lugar, así que no dudaba en escabullirse fuera de aquella casona.

Tenía ganas de caminar por allí, así que se metió por algunos callejones. No tenía rumbo fijo, tampoco pensaba en alguna cosa divertida que hacer, solamente tenía su bolsa que cargaba cruzando la correa desde su hombro derecho hasta que sentía el cuerpo de la misma golpear con su pierna izquierda. Miraba con desinterés las tienditas, de vez en cuando se fijaba en algo a través del cristal, pero seguía perdiéndose por allí sin rumbo fijo. Suspiró cuando terminó su ruta por la zona que desconocía y se adentró a la que estaba llena de comercios más vistosos. Quiso llamar a su papi cuando encontró una banquita donde sentarse, pero recordó que eran cinco horas de diferencia y ese día no estarían en casa; tampoco los iba a molestar en el trabajo, así que pospondría su plática unas horas más.

Elizabeth sonreía al recordar lo histérica que se puso Irina cuando volvieron al hotel en Inglaterra después del evento de exhibición, mucho mejor que eso fue cuando Viktor quitó las protecciones en la red de internet de la casa y más placentero que eso era usar su propio teléfono con habilitación internacional. Un aparatito nuevo que el propio Viktor le regaló y el mismo que presumió en frente de la anciana de su casa. Había sido un triunfo tras otro, muchas satisfacciones que la hacían sentirse más relajada. Para ponerle la cereza a su pastel, solía llamar a su familia en las noches justo cuando Irina estaba en la sala tomando algún té; dejaba la puerta de su cuarto abierta y gozaba de charlar en voz alta sin miedo a reprimendas porque Viktor le cedió esos privilegios. Irina debía cerrar la boquita y aceptar la voluntad del dueño de casa.

¿Era malo disfrutar del malgenio y estrés ajeno? Ely lo pensó mucho al principio, pero después se convenció de que esa mujer se merecía eso y más. Por eso todas las mañanas encendía su computadora portátil, revisaba si Naya había publicado alguna cosa y “accidentalmente” dejaba la computadora con la noticia encima de la mesa del comedor. El desayuno después de esa travesura siempre era más divertido, porque mientras Ely comía con las empleadas en la cocina, escuchaba las protestas de Irina en la sala. En la noche hacía algo parecido, pero para el alfa varón de la casa; solía colocar las noticias y elevar el volumen cuando la sección deportiva o de farándula sacaba el tema adecuado. En verdad que la reputación de los Nikiforov mayores estaba cayendo poco a poco, Ely hasta podía imaginarse a Naya riéndose por sus triunfos diarios… y ella también lo estaba disfrutando. No le daba pena echar la sal a la herida de su progenitor y su supuesta abuela con descendencia rusa de élite

Tan metida estaba en sus pensamientos un poco extraños, que no se dio cuenta del momento en que empezó a caminar por el centro comercial de la plaza cercana. Miraba la edificación llena de detalles en paredes y columnas, como si fueran esas obras de arte en Roma o algo así, pero le restó importancia mientras caminaba hasta la puerta rotatoria y al menos daba tres vueltas antes de entrar. Lo hacía por la simple satisfacción de marearse levemente antes de ingresar. No había demasiada gente, todo era cálido dentro, la iluminación hermosa, pero se sabía cada pasillo de memoria a pesar de que ese lugar era enorme, porque siempre terminaba allí, por alguna u otra razón. Las tiendas más prestigiosas estaban ahí, podía apreciar la elegancia detrás de los cristales y mientras caminaba por los pasillos veía más y más dorado. Llegaba a ser aburrido después de un tiempo, por eso incluso compraba un chocolate caliente para beberlo mientras caminaba sin mirar nada en concreto

 

 

—creo que… llamaré a Yurio — susurraba para sí misma mientras caminaba por allí, buscando donde arrojar su vaso vacío — tal vez me haga compañía si es que está en esta ciudad

—mira allí — fue apenas un susurro que Ely logró escuchar a lo lejos. Su oído era agudo y agradecía enteramente por eso porque podía adelantarse al desastre — ¡vamos!

—odio eso — se quejaba mientras apresuraba el paso y giraba en uno de los pasillos antes de meterse a una tienda de ropa — ¿por qué ahora? — se quejaba mientras se escabullía entre las secciones de ropa y esperaba un momento

—estás equivocada, no podía ser ella

—te digo que vi a Elizabeth Nikiforov

—está bien, sigamos buscando

—no entren, por favor — se quejaba mientras se agachaba para cubrirse con un maniquí. Odiaba que la fama de su entrenador cayera sobre sus hombros también, porque esos fans –fueran hombres o mujeres– se alborotaban con la sola mención de “Nikiforov”

—¿le puedo ayudar en algo, señorita? — y cuando veía a esas mujeres desaparecer, la pequeña alfa sonreía con inocencia y elevaba su cabeza

—hola… de nuevo tengo que pedirte “ese” favor, Tomas — obviamente conocía a varios empleados de las tiendas. El muchacho que se reía mientras le hacía una seña para que lo siguiera, era uno de ellos

—debería recordar siempre usar un disfraz

—es que me da flojera — se quejaba mientras empezaba a recoger su cabello — que sea una gorrita morada esta vez

—¿unas gafas?

—no, sólo una bufanda que no sea tan “abrigadora” por favor

 

 

Algo que amaba de ser la hija del Nikiforov era el crédito extendido. Ella no pagaba nada, la conocían tan bien que sólo debía pedir lo que desease y el coste de los artículos estaba por cuenta de sus patrocinadores. Ella ni sabía que tenía patrocinadores en esas tiendas, pues desde un principio creyó que su entrenador tenía algo así como una lista para pagar fin de mes, pero eso era lo de menos. Al final salía con su gorrito colorido, una falda simple encima de sus legis nuevos y una bolsa con las cosas que cambió. Se despedía de los empleados con una sonrisa, para de nuevo buscar alguna cosa que hacer antes de que Viktor la encontrara para llevarla a casa 

Lamentablemente no contó con que su ruta se viera interrumpida con un aroma un poco extraño que provenía de uno de los pasillos que daban al enorme árbol artificial de la plaza central del centro comercial. «¿por qué huele a manzanas verdes?» se cuestionaba mientras seguía aquel aroma que iba tomando fuerza poco a poco. Al inicio simplemente fue curiosidad pues era como un hilillo que se le hacía conocido, pero después, al reconocer lo que era, apresuró su paso. Ese olor era el de un celo cercano, próximo, potente y recordó que sólo una vez percibió algo parecido y fue cuando una de sus amigas tuvo su primer celo. En su mente tenía presente el caos que esa simple “transformación” ocasionó, incluso tuvieron que llevarse a su amiga a la enfermería con urgencia

 

 

—dos alfas — su corazón empezó a latir un poco más rápido y parecía que sus sentidos se agudizaron aún más en esos momentos — están lejos todavía — analizaba en susurros mientras trataba de ubicar el origen del olor — son dos varones… y una mujer que ingresa recién… esto es malo — jadeaba presurosa

 

 

En cierto punto empezó a correr sin importarle tirar la funda con su ropa “vieja” en una silla colorida que estaba en un pasillo. Elevó su nariz como si fuera un canino rastreador y poco le importó lo raro que pareciera pues obtuvo lo que quiso, el rastro, como un camino invisible que tenía que seguir con prisa. Jadeaba por el esfuerzo mientras a su memoria venían las imágenes de algunas ocasiones en donde pudo presenciar un celo surgir. Una muestra de feromonas leve, un lapso en donde el omega sentía su cuerpo cambiar y buscaba refugio o a su pareja, una explosión sin control que podía atraer a todos los alfas cercanos; eso era lo que Elizabeth recordaba de sus clases de sexualidad

 

 

—debo… apurarme — susurraba mientras respiraba agitadamente y recuperaba el aliento perdido, pero no se detiene y empieza a caminar por aquel pasillo que la guía a la zona de las cafeterías

—hug — ese susurro lejano le da indicios de que es el lugar correcto. Una zona donde decenas de mesitas redondeadas, adornadas por un mantel blanco con bordes dorados, esperan a ser ocupadas — mgh

—ahí está — golpea levemente sus piernas antes de caminar hacia el lugar indicado y al estar cerca se arrodilla en el suelo para buscar a aquella persona — hola~ — habla con tono suave, pues no quiere asustar a ese ser

—agh… no — el olor del pánico es opacado por la potencia del celo que despide perfume a manzana — no…

—hola~ — repite mientras gatea para acercarse, pues ubicó la silueta que trata de escabullirse entre las mesas — tranquilo, no huyas — habla con suavidad mientras persigue a aquella figurilla

—vete — su voz se quiebra, sus manos tiemblan mientras sigue escapando, pero es tanta la potencia del primer celo que cae al suelo y suelta el aire contenido — no… por…

—no te haré nada — se apura al notar que el otro no puede seguir. Rodea la mesa donde se oculta el omega e ingresa una de sus manos al refugio del temeroso chico para hacer un saludo con la misma — hola… soy Elizabeth

—vete… por… por favor

—oye, te juro que no haré nada — muestra sus dos manos por debajo del mantel que es usado como un escudo — yo sólo vine porque… — con una de ellas eleva el mantel hasta descubrir a la personita que se esconde

—eres… una… una… — tiembla y trata de retroceder, pero se golpea con una silla — alfa — susurra y su cuerpo se estremece cuando ve a Ely — y yo…

—tu celo es demasiado fuerte — sonríe con amabilidad mientras se arrodilla y se mantiene a una distancia prudente — es el primero, ¿verdad? — la jovencita analiza al omega. Es un varoncito de tal vez trece años a lo mucho, una criatura aun pequeña, de piel clara, cabellos azabaches, pero unos ojos verdes brillantes

—no quiero — solloza mientras retrocede más, pues al parecer aún tiene un poquito de conciencia y no se ha dejado envolver por el calor que emana. El chico tiene miedo, eso lo mantiene en alerta

—eres muy pequeño — sonríe comprensivamente mientras con lentitud extiende su mano hacia él — quiero ayudarte — ella también está alerta, pues hay tres alfas en el centro comercial. Si no logra convencer al pequeño, las cosas se pondrán feas — te llevaré a una farmacia, seguro que ahí encontraremos a alguien que te ayude y medicinas para calmar tu calor

—no

—no te haré nada. Lo juro — posa su mano en su pecho y lo mira con ternura — confía en mí, pequeño

—me… me morderás

—no lo haré — niega y vuelve a extender su mano — si hasta este punto no lo he hecho, ¿por qué lo haría después?

—tú… — sus lágrimas brotan con fuerza — yo no quiero… yo no…

—yo nunca obligaría a nadie a ceder obligatoriamente ante mí — estira más su mano hasta que está a sólo a centímetros del rostro del muchacho. El pequeño cierra sus ojos en pánico, esperando alguna agresión, pero sólo recibe una caricia en su mejilla — porque ni siquiera nos conocemos — ríe suavemente

—mgh… agh — una nueva oleada de calor que hace su cuerpo suspirar por la caricia en su piel — no… no debo

—yo no te obligaré a nada — susurra mientras toma la muñeca del jovencito y tira suavemente de éste — ven conmigo

—no — la resistencia no se anula, pero su mente se aturde porque huele a la alfa cercana y desea… algo más que un toque

—confía en mí — Ely usa su “voz” en tono suave, simplemente para ganar la confianza del chico y logra tirar de él hasta abrazarlo — tranquilo — tiene que hacerlo bien, porque aquellos tres alfas se han dado cuenta también y ella no está dispuesta a perder ante nadie. Lo jura

 

 

Alfa…

 

 

Apenas y se dio cuenta de que su hija desapareció. Odia cuando Ely le hace eso, pero se ha vuelto tradición y sabe que es enteramente su culpa porque se distrajo con una tontería nuevamente. Como loco ha preguntado a las personas que se le atraviesan en el camino, pero no tiene pista alguna y al llamarla, nadie le contesta. Viktor entra en pánico, miles de posibilidades aparecen en su mente y una predomina por sobre todas. Yuuri sería el mayor peligro en esa época, por eso no debe permitir que Ely esté sola por esos lugares, pues no sabe aun lo que el japonés planea. Viktor se repite mentalmente que él tiene que ser el que ataque primero, por eso…

 

 

—¡Elizabeth! ¡¿Cuántas veces te he dicho que no te vayas así?! — grita al celular cuando recibe la tan ansiada llamada

—Viktor — un jadeo se escucha y Viktor frunce el ceño

—dime dónde estás, jovencita

—por primera vez me alegro que preguntes eso — dice mientras se escucha un forcejeo de fondo y la respiración agitada de su hija

—Ely, ¿qué pasa? ¿qué tienes? — entra en pánico nuevamente y odia sentirse débil

—centro comercial… plaza roja — lanza una maldición en japonés mientras de fondo se escucha un jadeo diferente — estos idiotas

—¿con quién estás?

—Viktor, deja de preguntar… ¡y corre! ¡Necesito ayuda ahora!

—voy para allá — no tiene que escuchar más como para que empiece a correr — dime… ¿dónde estás exactamente?

—piso tres, estoy tratando de… bajar al dos… hacia la zona del arbolito artificial

 

 

¿Cuán difícil es ser padre? Viktor se lo ha preguntado durante años y sigue haciéndolo, porque cada vez le cuesta más entender a su adorada hija. Sólo sabe que debe protegerla de lo que sea y por eso corre como loco forzando a su entumecido cuerpo a seguir adelante. Empujó a dos hombres en su carrera, poco le importó escuchar insultos, pues él sólo sabe que llegó a ese lugar y ahora debe buscar a su angelito. Corrió por los pasillos conocidos, se guiaba por la dirección dada y cuando al fin la vio, también enfureció de inmediato. Podía ver a alguien sujetando a su hija por los brazos y estampándola contra la pared, obviamente alguien iba a sentir su furia ese día

Elizabeth gruñe como cualquier alfa que ha sido desafiado mientras intenta zafarse del agarre de su oponente. Pelea con la mirada ajena hasta que logra patear al idiota que se atrevió a darle problemas. Ella no es débil, por eso cuando su puño golpea el rostro del alfa, éste retrocede y una marca roja se forma de inmediato, pero no tiene ni tiempo de reírse porque el otro alfa intenta empujarla lejos de la banca que protege como si fuera un enorme tesoro. Pero todo queda en un intento tonto. El aura negra que emana un adulto estremece a los dos atrevidos, porque Viktor ni siquiera espera una explicación antes de agarrar a ambos muchachitos -de tal vez 18 años- para lanzarlos lejos de su hija y usar su voz con una sola orden «¡Largo de aquí antes de que tome medidas!». Él es un alfa maduro, los más jóvenes no tienen más opción que someterse a su dominio

La jovencita al fin respira tranquila mientras se acomoda los mechones que se desacomodaron en su pelea, pero ni siquiera saluda al ruso, por el contrario, lo ignora y se gira hacia esa banca que ha estado custodiando. Ignora las preguntas ajenas, se concentra en arrodillarse y estirar su mano hacia el cuerpo que está recostado en forma fetal debajo de aquella banqueta colorida. No espera siquiera respuesta cuando tira del omega para atraerlo a un abrazo protector, pero ríe divertida cuando esas manos temblorosas se aferran a su espalda y escucha un gemido bajo. Ha sido un día extraño que aún no termina

 

 

—no me digas que… por eso, estabas peleando — Viktor al fin puede recuperar el aliento y se limpia el sudor de su frente

—no — se queja el omega al sentir la presencia de alguien ajeno a Ely — no… por… favor

—Viktor — Ely le apunta con el dedo de forma acusadora — ¡aléjate! ¡lo estás asustando más!

—pero, ¡Ely! — se queja infantilmente. Ya se le ha pasado el susto y ahora sólo quedan las dudas

—ni una palabra — se queja mientras se levanta y carga en brazos al omega que está poco a poco cediendo a lo más extraño de su celo. La auto-lubricación, pues ha empezado a remover sus piernas constantemente por la extraña sensación en su parte baja — no te acerques mucho

—acabo de llegar y…

—debo llevarlo a la farmacia — dice mientras sujeta al muchacho como si fuera una princesa — piensa en eso

—oh — sonríe al mirar a su hija en esa faceta más seria, tal vez dominada por su instinto — así que ya escogiste pareja

—deja de decir tonterías, Viktor — verifica que el menor esté bien antes de empezar a trotar hacia las escaleras — ¡No soy como esos alfas idiotas que van buscando omegas indefensos a los que obligar a ceder! — frunce su ceño al pensarlo. Esos dos a los que enfrentó eran de ese tipo y eso que a la otra alfa la mandó al diablo con una patada precisa

—oye — esa frase ha tomado por sorpresa a Viktor, mucho más con el tono que usó su hija. Por un sólo segundo su pecho punzó — Elizabeth, lo has protegido hasta ahora, ¿no?

—no — dice con ironía mientras empieza a bajar las escaleras — me lo voy a llevar a casa para volverlo mi esposo… ¡deja de decir estupideces! — se queja con furia, no ha sido agradable saber que los otros alfas son idiotas — ¡jamás haría algo así! ¡ahora cállate y aléjate! Tu aroma le afecta y ya está demasiado asustado

—me adelantaré y pediré supresores — ignora las palabras de su pequeña y hace aquello, adelantarse para buscar la dichosa farmacia. Viktor admira la seriedad de su retoño, pues no puede creer que esté tan serena con ese olor tan fuerte emanando de ese pequeño cuerpo que carga, hasta él se está sintiendo raro

—Ely — ese susurro se escucha y Viktor pone atención mientras va delante de su hija, alejando a los curiosos — yo quiero que tú…

—oye muchacho — dice con seriedad, ignorando el aroma dulzón que el omega despide y de los tirones en su ropa — si dices algo como “sé mi alfa” o “márcame”, te juro que te voy a golpear esa mejilla roja que tienes

—pero…

—primero — suspira mientras ingresa a la farmacia. Está totalmente enfadada — eres apenas un niño y yo una adolecente. ¿Cómo crees que puedo hacerme cargo de un omega? — mira a los betas que atienden el lugar y a Viktor que empieza a pedir atención urgente. Los reta con la mirada para que se apuren porque no está de ningún maldito humor para esperar más

—yo necesito…

—¡segundo! — eleva su voz mientras mira con enfado al niño que tiembla ante ella — ¿por qué demonios te vas a entregar a alguien que no te conoce? Se supone que para pedir sexo primero debes conocer a la otra persona, ¿no?

—… — silencio total porque están sorprendidos de que esa niña apenas, pueda controlarse ante un omega en celo — puede pasar — al fin alguien habla, abriéndole paso a la parte posterior del establecimiento

—debes buscar una pareja en la que confíes. Sólo ahí podrás entregarte en un celo — dice aquello mientras coloca al pequeño en la camilla y lo obliga a soltarla. Suspira profundamente cuando este suplica que no lo deje. Trata de calmarse porque sabe que ese niño no está consciente de sus acciones — y a todo esto… ¡¿Dónde demonios están tus padres?!

—yo… los perdí

—los buscaré entonces — sonríe con ternura y le acaricia la mejilla — dime tu nombre y yo me encargo

—Orel… pero… Elizabeth… no quiero… que te vayas

—volveré — sonríe mientras empieza a retroceder — hazle caso a estos dos — apunta a los farmacéuticos mientras atraviesa la puerta — y tómate la medicina de inmediato

 

 

La sorpresa en los tres adultos se dio desde el mismo punto en que se fijaron en la tranquilidad de Elizabeth mientras cargaba a un omega. Nadie debería aguantar demasiado en esas condiciones, mucho menos una adolecente sin experiencia alguna en esos temas, pero ella parecía de lo más normal, incluso fue quien tomó a Viktor y se lo llevó lejos del muchachito. Un extraño evento en ese día que todavía no finalizaba y no lo haría hasta que los supresores eliminaran el intenso aroma del celo, los padres recogieran a su hijo aun puro y sano… y hasta que cierto ruso averiguara detalles de lo que había pasado, pero claro… detrás de las apariencias hay algo más interesante

 

 

—¿estás bien, Ely? — se alejaron bastante de aquel lugar. En ningún momento su hija dejó de empujarlo por la espalda y él simplemente se dejó hacer, pero cada vez la velocidad de sus pasos disminuía — Ely

—no — susurró cuando dejó de empujarlo y se iba deteniendo, justo en las escaleras que debía bajar para dirigirse a los aseos — no lo estoy

—lo sabía — susurra mientras se detiene y escucha los pasos lentos de su hija. Cuando se gira para verla, no le sorprende apreciar esas mejillas rojas —pero fuiste muy fuerte

—soy un asco — sus ojos se empiezan a aguar mientras se sostiene del barandal y se inclina hasta quedar en cuclillas — un verdadero asco   

—eres muy joven aun

—gracias por salvarme, Viktor — susurra mientras posa su frente contra el metal que forja un adorno para el barandal — pero ahora quiero estar… sola

—lo que te pasa es normal

—¡no debería serlo! — se quejó mientras siente sus lágrimas descender poco a poco — ¡qué clase de persona soy si no puedo controlar mi propio cuerpo!

—el celo de un omega nubla la mente de un alfa

—¡ME NIEGO! — reclama enfurecida consigo misma mientras siente aquella incomodidad en su intimidad — ¡NO LO ACEPTO! — solloza, porque se odia a sí misma — no quiero ser como el resto

—pero es algo natural para cualquiera

—le dije… le dije a Orel que… yo no tenía ninguna mala intensión — suelta un sollozo doloroso que incluso ha Viktor le ha dolido — y mírame aquí

—si quieres te cargo hasta el cubículo para que…

—¡NO! ¡DÉJAME SOLA!

—Ely… excitarse al percibir el aroma del celo es normal — se acerca para acariciar la cabeza de su hija, pero sólo recibe un manotazo que lo aparta

—¡CÁLLATE! — grita, pero es una súplica para que Viktor se aleje — por dios… no digas nada y sólo vete

—Ely

—puedo sola con mi sucio cuerpo, ¡ahora largo!

—no has hecho nada malo, por el contrario — Viktor no dice más antes de alejarse de su pequeña — buscaré a los padres de Orel… toma tu tiempo

—cállate — susurra mientras aprieta sus piernas y limpia sus lágrimas — jamás menciones esto

—no lo haré

—jamás volverá a pasar — aprieta sus dientes porque una culpa poderosa la envuelve — nunca… nunca — ella se juró a si mismo evitar que su naturaleza la domine. Ese día entendió que no era tan fácil como sonaba… pero estaba decidida a tener control sobre sí misma, porque no iba a ser igual a esos despreciables seres… ella no iba a abusar de su condición como alfa  

 

 

Continuará….

 

 

Notas finales:

 

Nunca me había costado tanto corregir un capítulo… oh miento, hubo otros más duros XD. Este tuvo su tiempo de dificultad porque me distraía demasiado con otras cosas XD

Bueno, bueno, les di un capítulo calmado porque ya se viene lo chidori

¿alguien adivina qué pasará?

Sólo diré que amo matar el corazón de Viktor. Poco a poco. Con calma. Con sutileza. Una herida que nunca cicatriza. Eso es excelente señores XD

Ya, tranquis, prometo que ya no habrá más dolor, porque ya se acerca el final señoras

Muchos besos para todas

Las ama: Krat

 

PD: Tengo finales en la universidad, pueda que las siguientes semanas no actualice. Disculpen por eso

 

 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).