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Por fin, hoy. por Alma Bravo

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Notas del capitulo:

Este es mi primer fic de Supernatural. Estaba por el facebook hablando sobre como podría suceder que ellos se dieran cuenta de que lo que sentían era amor y pensando en sus personalidades, esto fue lo que se me ocurrió. Espero que os guste y lo disfrutéis. 

Aviso: Primera revisión efectuada.

Dean cerró la puerta del impala de un portazo y se metió las llaves en el bolsillo del pantalón. Estaba de un humor de perros, llevaban toda la semana rastreando a un par de vampiros que habían estado haciendo de las suyas por los alrededores, y a pesar de todos sus esfuerzos, nada daba frutos.

No entendía cómo demonios podían haberse escondido tan bien cuando por experiencia sabía que los vampiros siempre iban en grupo, sin embargo, esta vez parecía tratarse solo de dos y bastante listos. No se habían establecido en ningún pueblo, si no que llevaban ya decenas de cadáveres en las cunetas de la ruta 83 casi de norte a sur del país. Nunca había visto a vampiros actuar de esa manera.

Dean abrió la puerta de la habitación del motel y lanzó sobre la cama la bolsa donde guardaba las armas y el machete. Con solo un saludo de cabeza hacia su hermano, que se encontraba sentado en la masa investigando en el portátil si alguna cámara de vigilancia les daba aunque sea una pista de la identidad de los vampiros, Dean agarró una cerveza y le dio un buen trago, resoplando mientras pensaba en ver algo de porno cuando Sam hubiera terminado. Tal vez así, su día mejoraría.

—¿Has conseguido algo? —preguntó Sam, retirando el portátil y dándose por vencido en su búsqueda.

—Nada, era una pista falsa. Habrá que empezar otra vez desde el principio —Dean bostezó y se sentó frente a su hermano—. Nada ahí tampoco, ¿verdad?

Sam se echó el cabello hacia atrás, totalmente confundido.

—No lo entiendo, es imposible que hayan dejado una pila de cadáveres por una de las carreteras más importantes del país y ninguna cámara haya registrado nada. Y esa forma de actuar… ¿y si no son vampiros?

Dean puso una mueca disconforme y negó con la cabeza.

—Por la falta de sangre tal vez, pero esas marcas son inconfundibles, son vampiros, Sammy.

Sam asintió, buscando por internet cual sería el próximo pueblo en la ruta e intentando hacer un patrón para cercar en kilómetros el lugar donde podría aparecer el siguiente cadáver.

—Hola —se escuchó de repente, acompañado de un rápido aleteo.

Dean se sobresaltó, casi saltando de la silla. Desde que Dios había vuelto, lo ángeles recuperaron sus alas, ahora tendría que acostumbrarse otra vez a tener al ángel metido en el culo y sin previo aviso, estupendo. Intentando disimular, se acomodó correctamente y le dirigió un ceño fruncido a Castiel que, impávido y tieso observaba a los hermanos con cierta curiosidad.

—Como odio que hagas eso, maldita sea —gruñó, cogiendo bien la lata de cerveza e intentando ignorar la sonrisita socarrona de su hermano—. ¿Cómo demonios sabías donde estábamos?

Castiel ladeó un poco la cabeza, dirigiendo sus ojos hacia el menor de los Winchester.

—Sam me llamó.

Dean alzó una ceja y se giró hacia su hermano, la pregunta implícita en su cara. Es decir, no es que le molestara la presencia del ángel ni mucho menos, pero fue una acción inesperada por su parte, normalmente lo mandaba a él hacer esa clase de llamadas.

Sam se encogió de hombros, cerrando el portátil y mirando a Dean con una expresión seria.

—Solo quería saber cómo estaba, hacía mucho tiempo que no teníamos noticas de él.

Era verdad, la última vez que vieron al ángel fue hacía aproximadamente tres meses, lo llamaron para que los ayudara a tratar con un caso en el que creían, estaba involucrado un ángel, aunque al final no fue así.

Dean asintió, compartiendo la preocupación de su hermano, sin más se giró hacia el ángel y le lanzó una cerveza. Castiel la agarró fácilmente con una mano, pero no dio indicio de que fuera abrirla, solo la dejó pegada al lateral de su gabardina cuando dejó caer el brazo

—¿Todo bien, Cas? —preguntó con un tono de voz bajo, algo atento a esa actitud en su amigo aún más taciturna de lo normal.

Castiel miró la cerveza en su mano, y después de unos segundos agarró una de las sillas y se sentó entre ambos hermanos, muy serio, todavía sin intenciones de abrirla. A Dean le pareció ver algo de cansancio tras esos ojos azules.

—Estoy bien —dijo, ahora sí, tirando de la anilla de la lata. Bebió un pequeño sorbo y la dejó sobre la mesa, después sus manos cayeron sobre su regazo rozando la tela de su gabardina.

Dean le dirigió una mirada irónica a su hermano, acompañándolo con un movimiento de cejas.

—Pues cualquier lo diría —como solo recibió una ojeada confusa de Castiel, Dean sacudió la cabeza e intentó cambiar de conversación—. ¿Qué te apetece una cacería?

El ángel se encogió de hombros, dándole otro trinque a la cerveza.

—¿Qué estáis cazando?

Dean dibujó una de sus sonrisas ladinas y entre ambos hermanos intentaron explicarle al ángel el caso que tenían entre manos. Después de un par de días indagando y de que Castiel rastreara la presencia de los vampiros a su manera, los localizaron a no muchos kilómetros del motel en el que se quedaban. A las pocas horas estaban quemando dos cuerpos y sus respectivas cabezas cercenadas.

Sam se había quedado a descansar en la habitación, pero Dean tenía la adrenalina a tope después de la cacería como para irse a la cama. Así que arrancando su Impala se dirigió al primer bar que encontró cerca. Aparcó en el estacionamiento y soltó un silbido emocionado al ver como un grupito de mujeres bien equipadas con unos pechos redondos y diminutas falditas a la altura perfecta para mostrar sus largas piernas, entraban al bar. La cosa se le ponía fácil para que esa noche fuera un triunfo total.

—Dean.

La ronca voz sonó muy cerca de él y Dean pegó un pequeño salto en el asiento. ¡Como odiaba que hiciera eso! No, sin duda no se acostumbraría nunca.

—¿Todo bien? —preguntó, intentando aparentar que no había pasado nada. Giró las llaves y apagó el motor, aun así no se bajó, esperando la respuesta del ángel.

—Ya no queda nada de ellos, ¿ibas al bar? ¿Puedo ir contigo? —preguntó Castiel, mirándolo de esa forma tan profunda que tanto incomodaba al Winchester.

Dean se encogió de hombros y asintió.

—¿Por qué no? —soltó, saliendo del coche.

Se dirigió hacia el local, iluminado con un cartel mediocre y con la mitad de las luces rotas. Sabía que era seguido de cerca por el ángel, podía sentir esa mirada azul fija en su nuca, demasiado intensa para su gusto. Últimamente sentía a Castiel algo diferente y no comprender que le estaba pasando lo tenía preocupado. 

No, debía dejar de comerse la olla, había ido allí a desfogarse, a dejar atrás otra de sus muchas cacerías y pasar un buen rato con alguna morenaza de piernas infinitas. Sin duda, ese era el plan.

Dean empujó la puerta y anduvo hacia la barra, inclinándose sobre ella para poder hacer señas y que el camarero le viera. El hombre alto y de sospechosa camiseta de flores asintió con la cabeza para saber que lo había entendido, ahora solo tenía que esperar a que le sirviera. Quedo quieto, haciendo un ruidito de uñas sobre la madera del mostrador. No compartió conversación con Castiel, siquiera le miró, aunque sabía que estaba de pie parado a su lado. Podía sentir su calor y ese aroma tan característico en él. Bajó la mirada y siguió la tela de la gabardina hasta el principio de la manga, centrándose en las manos masculinas. Castiel movió los dedos y los cerró en un puño y sin saber por qué, eso era todo lo que Dean podía ver.

—Dime, cariño.

Castiel se giró hacia Dean cuando este no contestó, pero el mayor de los Winchester parecía demasiado interesando en mirarle las manos para prestar atención al camarero que le hablaba. El ángel se extrañó de la inactividad del inquieto cazador, así que apoyó una mano en su hombro y acercó su cabeza, intentando preguntarle al oído sobre el ruido de la música.

—¿Dean?

Dean vio la cara de Castiel acercase, pero no reaccionó hasta que estuvo mirándose a sí mismo en esos ojos azules. Fue entonces cuando volvió en sí, echándose hacia atrás y desviando la mirada hacia el camarero que le observaba con una sonrisita comprensiva. ¿El qué comprendía ese mamarracho? Solo se había quedado un poco en blanco, no había motivo concreto. Ese tipo no sabía con toda la tensión que tenía que vivir a raíz de su trabajo. No sabía que le cabreaba más, la miradita interesada que les enviaba o esa sensación de que el tipo creía que tenía alguna posibilidad con alguno de ellos. No sabía cómo se las apañaba, pero desde hacía un mes bar en que paraba, hombre que parecía tirarle los tejos. ¿Es que era un maldito imán para los gais o qué? Pero bueno, ese camarero ya eran palabras mayores, porque tenía una pinta de marica mala que lo hacía vomitar nubes rosas, literalmente.

—Ponme una cerveza —el hombre asintió guiñándole un ojo, lo que le faltaba, y se volvió hacia Castiel. El tipo pasó a un estado de curiosidad a uno en plan ligoteo, se inclinó hacia el ángel y le hizo un sugestivo movimiento de cejas, sí, de ese de “aquí servimos más que cerveza si te apetece”. Dean suspiró y sin esperar a que Cas contestara, añadió—: Otra para él.

El camarero asintió un poco decepcionado por no poder hablar con el ángel y se giró a buscarlas. Perfecto, Dean se metió la mano en el bolsillo y sacó un par de monedas, dejándolas en la barra. Cuando tuvo las dos cervezas frente a él, las cogió con la misma mano y le dio la espalda al tipo que parecía dispuesto a empezar una conversación. Palmeó el hombro de Castiel y le hizo un gesto con la cabeza para que le siguiera. Este no se lo pensó, acompañó al cazador hasta una mesa situada en uno de los rincones, lejos de los altavoces y en el único lugar donde se podía hablar sin destruirte las cuerdas vocales en el intento.

Bien, y ahora que empezara la noche. Dean le dio un largo sorbo a su cerveza y se quedó mirando la sala, dispuesto a emprender su caza, esta una más agradable a la que estaba acostumbrado. No tardó mucho en dar con el grupito de tías buenas que había entrado antes, y ahí empezó el jueguecito de miraditas y que normalmente terminaba en una cama de hotel después de una caliente noche de sexo. Por lo visto, una de ellas parecía bastante interesada. ¡Estupendo!

Castiel se tiró de los lados de la gabardina y se colocó mejor en la silla. Quedó allí recto y quieto, con los brazos en el regazo, pensado en que decir para comenzar una conversación con su amigo, pero Dean no parecía muy dispuesto a ello, ya que estaba demasiado concentrado en algo más allá de su posición, al otro lado del bar. Siguió la misma dirección hasta dar con una morena, alta, de grandes y llenos pechos redondos, ojos azules y mini falda ridículamente corta que le hacía gestos tontos con la cara al Winchester. Suponía que era el principio de un cortejo, aunque todavía no entendía muy bien todo ese concepto del sexo entre humanos.

—Está buena, ¿eh? —preguntó Dean, meneando ambas cejas mientras le daba un trinque a su cerveza.

Castiel se lo replanteó.

—Lo está, parece decente —dijo muy serio, aun a pesar de su apariencia, le llegaban buenas vibraciones de la chica.

Dean hizo una mueca de asco.

—No me interesa que sea decente, es más, para una noche casi que prefiero lo contrario.

Castiel le miró de reojo he hizo una mueca, ahí estaba de nuevo el instinto machito de Dean. Pura apariencia, pues cualquier que le conociera sabía que el fondo era un chico dulce, sobre todo a lo que al sexo femenino se trataba. Parece ser que dentro de poco se quedaría solo en ese bar. Alzó los ojos cuando sintió a alguien mirándole, el camarero de antes estaba allí, sonriéndole y haciéndole un guiño idéntico al que le ofreció a Dean. ¿Cómo tenía que reaccionar a eso? Estirazó los labios en lo que pretendía que fuera una sonrisa.

—Parece que ese hombre está interesado en tener contacto sexual con alguno de nosotros.

Dean carraspeó la garganta y haciendo como el que cambiaba a una posición más cómoda en el asiento, le propinó una patada por debajo de la mesa.

—No le devuelvas la sonrisa, idiota, o pensará que estás interesado, ¡y como el demonio que no lo estamos! —gruñó, intentando desembarazarse del asunto haciéndole un gesto con la cerveza a la morena explosiva.

Castiel arqueó la cabeza, sin entender, tampoco es que Dean estuviera prestándole mucha atención, aunque a eso ya estaba acostumbrado.

—¿Si le devuelvo la sonrisa ya estoy correspondiendo sus intenciones sexuales?

Dean se giró hacia el ángel sin dar crédito a lo que escuchaba. ¿Estaba Cas idiota o qué? ¡Y eso que creía que después de su época de humano se estaba espabilando!

—En este caso por supuesto y ese tipo tiene pinta de saber lo que se hace. Así que deja de mirarlo o tardará cero coma en venir y arrancarte la ropa a bocados y entonces, tendremos un problema.

Castiel asintió, aunque no entendía como un humano podría arrancarle la ropa con los dientes. De todas formas, no estaba interesado en ese hombre, así que siguiendo el consejo del Winchester, volvió su atención al grupo de mujeres, o eso pretendía, hasta que captó otra mirada un poco más allá. Había un grupo de tres hombres, algunos miraban de forma obscena a las mismas señoritas que Dean, pero otro parecía enfocado en captar la atención de su mesa. Echaba miraditas y sonreía con descaro, ¿se dirigía a él o a Dean?

—Dean… —llamó a su amigo, intentando que dejara de mirar a la mujer de los postura extraña en la boca y le prestara atención—, ¿y la sonrisa de ese otro hombre?, ¿Tiene las mismas intenciones?

El Winchester le chistó mandándolo a callar mientras lo miraba con mala cara. Se acercó la cerveza a los labios y le dio un largo trago.

—¿Para qué demonios quieres saberlo?

¿Para qué quería saberlo? Por nada en especial. Él a diferencia de Dean no buscaba sexo ocasional, aunque a veces había sucumbido a las atenciones de algunas humanas. Llevaba un tiempo sin tener intimidad y ese hombre le daba curiosidad.

—En comparación con el camarero él me resulta más atractivo.

Dean puso cara rara y se giró rápidamente hacia la dirección que le indicaba el ángel. Allí se encontró con un hombre alto, rubio oscuro y de ojos claros, no sabría decir el color por la oscuridad de la sala. Estaba vestido con una chaqueta de cuero que dejaba ver sus anchos hombros y unos pantalones vaqueros que se le ceñían a las piernas, era un espécimen masculino bastante atractivo y parecía sonreír en su dirección, no podía definir exactamente si a él o al ángel.

Después de ese pequeño momento de apreciación masculina, se volvió hacia Castiel procesando ahora sí, las palabras del ángel.

—¡Creí que te gustaban las tías! No, he visto cómo te ponías duro viendo una peli porno, ¡te tiraste a la parca! Que por cierto, estaba bien buena.

Cas asintió.

—Lo estaba.

Dean negó con la cabeza, sin saber cómo tomar la conversación que estaban teniendo.  Cas estaba actuando aún más raro de lo normal, así que todavía en negación hizo un movimiento brusco con la mano que provocó que parte de su cerveza se derramara.

—¿Entonces, de que me estás hablando, amigo? A ti no te van los tíos, por Dios.

Castiel lo miró entrecerrando los ojos, indicándole que no le gustaba que jurara en vano en nombre de su padre, pero como a Dean le importó tres pitos, no le quedó más remedio que explicarse.

—Es verdad que mi recipiente prefiere el contacto sexual con mujeres, y a mí me parece bien. Pero yo soy un ángel, Dean. Nosotros no tenemos inclinación por ningún sexo, y… —hizo una pausa indeciso y desvió los ojos de los de Dean, un poco preocupado por la incomodidad que podría causarle lo próximo que iba a decir—, parece que recibo esas sonrisas sexuales por hombres más frecuentemente que por mujeres. Pensé que tal vez debería probar, experimentar más costumbres humanas. Las mujeres son difíciles, son criaturas especiales, me cuesta interactuar con ellas.

Dean asintió fervientemente con la cabeza, como si eso fuera obvio.

—Y eso es lo que las hace más deseables. Por dios, ya te has follado a una, no me puedes venir a decir que ese tío rubio es tu tipo y que estás planeando salir con él al callejón de atrás. Seamos serios Cas, por todos los demonios.

Castiel podía entender que la preferencia sexual de Dean fuera hacia el sexo femenino, y había visto como interactuaba educadamente con hombres interesados en el mismo sexo. Así que no entendía a que venía esa insistencia y negación a sus posibilidades. ¿Si Dean no estaba incómodo con los homosexuales porque le importaba lo que él experimentara con ellos? Quería estar junto a Dean y a Sam, pero a veces no lograba comprenderlos y eso lo hacía sentir aún más distante.

No quiso entrar en una discusión y menos con Dean, eso nunca llevaba a nada bueno, terminaría cabreándose con el humano y desapareciendo de allí. Indeciso movió sus manos sobre el regazo de su gabardina y levantó la cabeza de nuevo atraído por las sensaciones que le llegaban desde el otro lado del bar. Allí estaba otra vez ese hombre, haciendo un movimiento tentador con la cerveza y sonriéndole descaradamente, y ahora dejando en claro que sus atenciones iban dirigidas a él y no a Dean. Antes de darse cuenta arqueó los labios en lo que pretendía ser una sonrisa demasiado imprecisa para que realmente se viera como una, de todas formas no pareció desagradar al tipo, porque le alzó una ceja y se echó en la barra para quedar justo frente a él.

—Oh por favor —gruñó Dean, soltando bruscamente la cerveza sobre la mesa y poniéndose de pie—. Creo que es el momento justo para salir de aquí antes de que la cosa se ponga fea.

Antes de darse cuenta, Castiel alargó la mano y con un rápido movimiento lo agarró del brazo, obligándolo con un poco más de fuerza de la necesaria a quedar de nuevo sentado. Tras la acción, el ángel se retrajo en su silla, dispuesto a escuchar la retahíla de protestas del Winchester. Pero Dean solo quedó allí sentado, mirándolo entre sorprendido y cabreado. No entendía que demonios le pasaba al puñetero ángel del señor, pero hacía mucho tiempo que no había utilizado su fuerza con él. Normalmente aunque frío era considerado y no solía ejercer poder alguno sobre ninguno de los dos hermanos. ¿Qué demonios?

Aunque Dean esperaba que Cas le enfrentara, este encontró más interés en sus manos que en intercambiar miradas con él.

—Puedo entender tu incomodidad, y no quiero hacer nada que te moleste. Pero no entiendo tu comportamiento. Yo no comparto la forma en la que sales con esas mujeres, pero no me involucro en ello.

Dean no podía dar crédito a lo que escuchaba, ¿esa era la cuestión? ¿el puñetero Cas quería follar y él lo estaba entorpeciendo?

—Oh perdona, ángel del señor, ¿estás intentando llamarme hipócrita? ¿Qué mierda crees que me vas a enseñar tú sobre relaciones humanas? Si te vas con ese tipo a hacer… —ni aunque le amenazaran con tirarle de nuevo al purgatorio lo diría. Meneó la cabeza para prevenir ninguna imagen metal que lo traumatizara de por vida—, lo que sea que hagáis, tal vez te encuentres con algo que no te agrade, o no sepas que hacer. O tal vez… —dijo con más énfasis—, es un vampiro o un hombre lobo y…

Cas que estaba con los codos apoyados en sus piernas y con la espalda inclinada hacia delante, giró la cabeza, mirando a Dean como si no entendiera ni una de sus palabras. ¿Aquello eran excusas? Realmente Dean, ¿estaba intentado convencerlo de algo? Porque parecía que más bien intentaba convencerse a sí mismo.

—Dean, ese hombre es humano, y aunque no lo fuera podría deshacerme de él con suma facilidad, ¿olvidas que soy un ángel? Y si tengo alguna duda podría… —se sacó el móvil de la gabardina, evidenciando el final de la frase.

Dean soltó una risita sarcástica, a la vez que meneaba el dedo de forma negativa y se levantaba con brusquedad de la silla. Eso era lo que le faltaba, vaya.

—Ni se te ocurra llamarme para preguntarme cómo demonios debes dejarte que te dé por el culo. Que me peguen un tiro y me manden de vuelta al infierno antes de escuchar ni una sola palabra de esa mierda.

Castiel dudó en si seguir la conversación, de la forma en que se había puesto Dean nada razonable podría sacar de él ya. Al final añadió:

—En realidad estaba pensando en hacérselo yo a él. ¿Está eso mal, Dean? —preguntó casi con rencor en la voz. Últimamente había comenzado a contestarle a Dean con más brusquedad de la que pretendía, tal vez fuera maldad aprendida por la posesión de Lucifer. No lo sabía, solo que ya no sentía que tenía que callarse ante los exabruptos de Dean.

Dean gruñó y dio una palmada en la mesa informando que aquella conversación se había terminado. Se levantó de la silla con brusquedad y tomó un rumbo fijo a la salida. No tenía que mirar hacia atrás para saber que el ángel lo seguía de cerca, podía sentir su presencia próxima a su espalda, como debía ser. Justo antes de llegar a la puerta pasaron junto al grupo de mujeres a las cuales Dean ya no quería ni de ver, por supuesto ignoró las miradas apreciativas de la morena que se desilusionó cuando entendió que no sacaría nada del hermoso extraño. Al pasar al lado del otro grupo en cuestión, sintió un movimiento a su espalda, y entonces fue cuando notó que el tipo cortaba el paso del ángel, sonriéndole descaradamente para que le prestara atención.

—Hey, hola. ¿Te vas? Tal vez, sea un poco presuntuoso de mi parte, pero creí verte interesado en pasar un rato conmigo —como Castiel no le contradijo, provocó que el tipo se envalentonara más—. Por qué no te quedas un rato y… no sé, podríamos empezar jugando una partida de billar, ¿Qué te parece?

Era tentador, no hacía mucho que Sam le había enseñado a jugar mientras esperaban que Dean dejara de tontear con alguna de esas muchas mujeres que se sacaba fuera a saber que motel. Buscó a Dean con la mirada, encontrándoselo un poco más allá, delante de él, pero los suficientemente cerca para saber que estaba escuchando la conversación. Parecía cabreado, y realmente no estaba en su preferencia ver esa cara en el cazador. Suponía que esperaba que resolviera la situación de alguna forma específica, lo malo es que no estaba seguro, en concreto, de que es lo que debía hacer.

—Yo no sé jugar al billar —fue lo único que se le ocurrió.

Esperaba desilusionarlo y dejar zanjada la invitación pero el rubio sonrió más ampliamente, sintiendo la presa mucho más cerca de sus fauces.

—Yo puedo enseñarte, a eso y a muchas cosas más.

El ángel abrió la boca a punto de preguntar a qué cosas más se refería cuando escuchó a Dean gruñir y asentir enfadado con la cara, haciendo ese movimiento de mano en señal de rendición tan característico de él.

—Muy bien, pues quédate aquí y deja que te enseñe a tapar unos cuantos agujeros.

—¿Qué aguje…? —pero antes de terminar la frase, Dean ya había salido como una tromba de agua imparable, observando por última vez su figura antes de que las dos grandes puertas de la entrada se estrellaran entre ellas, cerrándose con violencia.

El tipo rubio observó la escena un poco extrañado, sin saber qué clase de relación tendrían aquellos dos, en principio no le pareció que fueran pareja. Dándole igual, realmente, se concentró en intentar de nuevo embaucar a su presa.

—Parece que tu amigo está de mal humor, en cambio si te quedas, nosotros si podemos ponernos de un muy buen humor, ¿Qué me dices?

Castiel lo observó unos segundos para después dirigir su mirada de nuevo hacia la puerta, quedándose allí unos segundos, como si esperara que en cualquier momento Dean volviera a entrar por ellas. No fue así, no, Dean nunca volvería después de discutir con él, eso lo sabía. El orgullo de los Winchester era demasiado grande.

 

 

Dean se metió la mano en el bolsillo de la chaqueta para sacar las llaves mientras se acercaba al Impala. Esto era el colmo, ese idiota del ángel cada vez estaba más perdido. Siquiera quería pararse a pensar en lo que le rondaba por la cabeza, ¿acostarse con tíos solo porque le resultaría más fácil? ¿Pero qué gilipollez era esa? Metió las llaves en la cerradura y abrió la puerta con un poco de demasiada fuerza, siempre era cuidadoso con su Baby, pero toda la adrenalina de hoy se había convertido en mala leche por culpa de Castiel.

Se dio la vuelta, esperando que ya hubiera llegado a él, pero esta vez, para su completo asombro, a su espalda no se encontraba el ángel. La calle estaba vacía, lo único que corría por allí era alguna bolsa flotando sobre el cemento pero no había ni rastro de Cas. El mal humor de Dean creció, no podría creerlo, esto ya era lo máximo que iba a soportar.

Se metió en el coche y arrancó, pisándole bien fuerte sin volver a mirar hacia la puerta del bar. Ese idiota había preferido quedarse con ese tipo que irse con él, todavía no podía creérselo. ¿Tantas ganas tenía de echar un polvo o qué? ¿Lo suficiente como para dejarlo plantando para irse con aquel rubio que parecía sacado de un anuncio de Calvin Klane? Hasta que su ego lo perdonara, ese idiota de Castiel tendría que estar años comprándoles una tarta a diario.

Golpeó el volante intentando que su enojo se disipara, pero contra más toquecitos daba su dedo al material de cuero, más y más furioso se ponía. Le había llamado hipócrita, ¿a él? ¿El hombre más liberal en lo referente al sexo que existía? No le importaba con quién se acostara el ángel, que hiciera con su vida lo que quisiera, ¿pero porque tenía que ser con ese rubito de película roñosa de adolescentes? Además, ¿no había dicho Castiel que era su tipo? ¿Qué demonios le gustaba del pobre idiota? Estaba bien proporcionado, tenía una cara masculina a pesar de ser rubio y tenía unos ojos entrelargos y claros que le favorecían, un poco chulito para su gusto, y encima el tipo se gastaba un ego de un actor de Hollywood, ¿que se creía aquel tipejo?

Se miró en el espejo retrovisor para rodearse los labios con las manos y limpiarse la boca un poco húmeda por la cerveza, cuando una idea pasó por su cabeza. Se paró a replantearse todo lo anterior y la conclusión no le resultó muy agradable. Antes de darse cuenta, estaba aparcando el Impala a un lado de la carretera y apagando el motor.

—No puede ser… ¿me acabo de describir a mí mismo?

No sabía si estar horrorizado o interesado en la idea. Castiel había dejado bien claro que no tenía interés alguno por la maricona del camarero, pero el otro hombre le resultaba más atractivo, un tipo que era una copia mala, por supuesto, de él. ¿Cuántos significados podría tener eso?

—Dean.

El salto que dio en el asiento debería estar fichado para los juegos olímpicos, y ya era el segundo del día.

—Joder, Cas. ¡Odio que hagas eso! ¡Me cago en… —cuando recibió una dura mirada del ángel, Dean carraspeó y corto el exabrupto. Es más, su expresión cambio por una irónica y en parte dolida, no pudiendo evitar comentar—: Ese sí que ha sido un polvo rápido.

Por supuesto, sabía que en ese tiempo poco podría haber hecho el ángel, pero salió de él con la violencia del cargador de una escopeta.

Cas giró la cabeza para enfocar su mirada en las manos que tenía sobre el regazo, se retorció violentamente los dedos para terminar quedando quieto y en silencio, sin un solo músculo que se moviera. Cuando Dean iba a explotar por el veneno que contenía en la lengua, el ángel se decidió a continuar con la conversación.

—Estaba en ello, pero… —soltó inseguro de como continuar, porque no sabía cómo explicarse o bien quería elegir las mejores palabras para confesárselo a Dean, esto solo hizo que el cazador comenzara a recoger el aire a borbotones—, justo cuando el tipo empezó a desabrocharme los pantalones, hizo un comentario que no entendí y me miró. Sus ojos eran de un azul oscuro y su sonrisa un poco siniestra, desagradable. Entonces me acordé de la forma en la que saliste de ese bar y simplemente decidí irme.

Dean que iba a empezar a quejarse sobre el exceso de información y soltar un montón de mierda sobre el no querer saber cómo demonios había tenido sexo homosexual con el otro idiota, no pudo más que quedarse sorprendido con aquella última revelación.

—Espera, ¿desapareciste? ¿Dejaste al tipo allí, con la polla fuera en mitad del callejón?

La imagen metal que tenía Dean, del aquel gilipollas totalmente desesperado por sacarle los pantalones al ángel estrellándose de cara contra la pared de cemento al desaparecer, con un serio problema entre piernas que tendría que arreglarse por sí mismo y con el rostro desencajado sin saber qué demonios había pasado, le sacó una risotada que llenó todo el Impala e hizo que Castiel le mirara como si hubiera perdido un tornillo.

—En realidad estábamos en el baño, pero sí, más o menos eso es lo que pasó —soltó, indiferente por la situación que había dejado atrás.

Dean volvió a soltar otra risita antes de cambiar por completo la cara a otra mucho más seria y golpearle el muslo al ángel de forma entre amistosa y reprobatoria.

—¡No vuelvas a hacerme eso, ¿entendido?!

Castiel lo miró sin entender, pero esta vez entrecerró los ojos, intentando indagar en la cara del cazador.

—¿Hacer que, Dean? No sabía que tenía que preguntar tu opinión sobre la persona con la que quiero tener sexo antes de practicarlo.

¿Practicarlo? Esa sola palabra ya le causaba horror al Winchester.

—No tienes que pedirme permiso, ni ninguna mierda de esas, Cas —carraspeó antes de continuar—. Solo quiero que no te equivoques, es decir, todo está bien así… como está ahora.

Cada vez, Cas acercaba más la cara hacia Dean, intentando indagar en sus palabras, en sus expresiones, en cualquier cosa que no fuera leerle la mente, ya que sabía que a su protegido no le hacía gracia.

—¿Qué cambiaría si yo me hubiera acostado con ese hombre? Dean… —se cortó al observar como este se removía en su asiento, apretando bien el volante del Impala entre sus dedos—, hablas como si no me hubieras mirado de la misma forma si hubiera tenido relaciones sexuales con un hombre. ¿Por qué? Tú no eres así.

Dean arqueó una sonrisita, la ironía implícita en todas sus facciones.

—Por supuesto, soy un hipócrita pero no un homófobo, ¿verdad, Cas?

Vaya, parecía que eso había ido directamente a su orgullo. Castiel suspiró, sentándose bien en el asiento delantero y apoyando con pesadez la nuca en el reposa cabezas. Cuando Dean se ponía así de cabezota no se podía mantener una conversación fructífera con él.

—Es como si quisieras ser el único que tenga sexo.

Dean lo sintió como un ataque, así que calculó rápidamente una respuesta.

—Me importa una mierda con quién tengas sexo, Cas.

Aun tumbado, el ángel giró la cabeza hacia él, mirándolo de forma incriminatoria.

—Por supuesto, siempre que se trate de mujeres —después de lo dicho, Castiel esperó a que el cazador abriera la boca, pero este no parecía encontrar las palabras para contrarrestar su acusación—. No te he visto tener tantos reparos con Sam.

Esta vez sí que Dean le respondió, no sin antes lanzarle un gruñido bajo de advertencia.

—Sam no se acuesta con hombres, maldita sea.

Castiel sabía que entre ellos estaba pasando algo más. En ese baño un pensamiento extraño pasó por su cabeza, haciéndole llegar a una conclusión que le aterraba, la actitud de Dean le hacía pensar que tal vez el cazador sintiera lo mismo. Realmente quería saberlo, sentía una inmensa curiosidad.

—Tú nunca has tomado bien que él tenga relaciones duraderas. De todas formas, si alguna vez decidiera intimar con un hombre, ¿reaccionarías igual?

Otro gruñido salió del Winchester. Toda aquella conversación estaba comenzando a frustrarle, cosa que no llevaba muy bien, sobre todo con la cantidad de adrenalina que todavía cargaba en el cuerpo.

—Solo quiero protegerlo, de lo que sea. Pero yo aceptaría cualquier decisión que tomara mi hermano. Pero Cas… —soltó, mirándolo con furia—, tú no eres Sam.

Castiel sintió un fuerte dolor en el pecho que no sabría describir ni poner nombre. Le dolía más que si le hubieran enterrado una espada de ángeles. ¿Era decepción lo que sentía? ¿Por qué? ¿Qué contestación había estado esperando? Sabía que tenía que haber dejado la conversación hace mucho, pero ya estaban en un punto de no retorno.

—Sabes que eso es mentira, Dean —y los ojos azules lo miraron con lástima, compartiendo con los verdes el conocimiento de errores pasados por no respetar las decisiones del menor de los Winchester—. Además, dijiste que éramos familia.

Dean golpeó con violencia el volante, indeciso de sí mandar esa conversación a la mierda y arrancar a su Baby o simplemente joder su relación de años con Castiel por seguir hablando. Después de todo, ya había tenido conversaciones violentas con anterioridad, pueda que esta debiera ser por fin la última.

—Me siento inseguro cuando alguno de ustedes tiene sexo porque eso significa la posibilidad de encontrar a alguien que signifique algo más —y aquellas palabras salieron de su boca antes de siquiera pensarlo.  

—Que signifique lo suficiente como para abandonarte y que te quedes solo —y con eso, Cas cerró la frase del cazador.

Dean se mordió el labio e intentó calmar el picar de su mano, porque estaba a punto de volverse sobre Cas y pegarle un puñetazo. Sabía que poco le iba a hacer, pero ahora mismo le importaba una real mierda.

—Jódete, Cas. He acabado con esta conversación.

Justo cuando se disponía a arrancar el coche, las palabras del ángel lo dejaron congelado.

—Me has animado anteriormente a tener sexo con mujeres, porque realmente no te sientes amenazado por ellas, pero no ocurre lo mismo con los hombres. ¿Por qué?

En el momento que salió la inocente pregunta de sus labios, Castiel supo que había presionado demasiado al humano. Sin que se diera cuenta, Dean se había movido con tanta rapidez que lo tenía completamente encima, con un puño justo sobre su cara. Sin embargo, y para su completo asombro, el brazo con el que intentaba aprisionarlo contra el asiento le temblaba. Parecía que no era todo ira lo que consumía al Winchester, el temor en sus ojos, el titilar de sus pupilas, todo eso le indicaba al ángel que ahí había algo más.

—He dicho que no quiero seguir con esta conversación. Puedes volver ahí y follarte a todo lo que se menee que a mí no me va a volver a importar un carajo, ¿me oyes?

Castiel no se movió, seguía fijo en aquel rostro, intentando encontrar algo, adivinar qué era lo que tanto le martirizaba de la respuesta que no se veía capaz de poner en palabras. Si presionaba más, sabía que podría por fin conocer uno de los mayores miedos de su cazador y sin embargo el sufrimiento de su mirada, el miedo que hacía que todo el cuerpo sobre el temblara, lo hizo dar un paso atrás. No podía herirlo. Nunca pudo y no lo haría ahora.

—Dean… —dijo suavemente, apartando con facilidad su puño, aun así, el cuerpo de Dean no cambio de posición—, ¿sabes porque volví a ti en vez de quedarme con aquel tipo? —preguntó con la voz muy baja, casi como si estuviera contando un secreto. Dean no contestó, pero él sabía que su silencio era en realidad una invitación a continuar—. Cuando me miró tan de cerca, me di cuenta que sus ojos no eran verdes, de que esa sonrisa siniestra no era la adecuada, me di cuenta de que había algo mal. No en él, en mí —poco a poco, Dean se fue echando un poco hacia atrás, todavía entre el cuerpo de Castiel y su asiento, lo completaba como si en realidad, no supiera quién tenía delante. Eso le dolió al ángel—. Me di cuenta de que el único motivo por el que me sentía atraído hacia él era porque se parecía a ti, pero no eras tú.

Ya era suficiente, Dean volvió a su asiento y se pasó una mano por la cara mientras intentaba ocultar una risita nerviosa.

—Y ahora me dirás que te pongo cachondo. Lo que me faltaba, Cas, lo que faltaba. Esta situación ya no puede ser más ridícula —y sin más, arrancó el Impala—. Vete, Cas, no tenemos nada más que hablar. Cuando se te vayan los pajaritos de la cabeza, vuelves.

—Yo no he dicho que esté enamorado de ti, Dean. No entiendo porque has llegado a esa conclusión.

Dean se volvió hacia él con la boca abierta. Siempre había pensado que al ángel a veces le faltaba un saco de neuronas, pero hoy estaba mínimo para una lobotomía. O puede que a este punto, los dos la necesitaran. Se sentiría terriblemente humillado si Sam pudiera verlo en este momento.

—Me estás diciendo que te pone un tío por el simple hecho de que se parece a mí. Cuando vas a follártelo lo dejas empalmado en mitad del asqueroso baño de un bar y desapareces porque, según tus propias palabras, no era yo. ¿Qué mierda quieres que piense, Cas? ¡Si solo te ha faltado el jodido anillo!

Castiel desvió la mirada hacia el infinito oscuro de la carretera que podía apreciar a través de la luna delantera del coche. Podía percibir ese sentimiento extraño hacia Dean, pero nunca hubiera pensando que eso podría ser lo que los humanos llamaban amor. ¿Tendría razón Dean y estaba realmente enamorado de él? Lo peor es que no lo sabía, y si seguía poniendo sus dudas en palabras, tal vez sería peor. Tenía que desaparecer, irse, no quería incomodar más a Dean y mucho menos romper la amistad que tenían. Ellos se querían como familia y no iba a joderlo por no entender que significaba ese sentimiento.

El Impala arrancó a pesar del silencio y Dean no volvió a decirle que se marchara. Es verdad que estaba pendiente de la carretera, pero de alguna manera es como si estuviera esperando. ¿Quería que siguiera hablando? ¿Podría ser que realmente estuviera interesado en sus sentimientos? ¿Por qué entonces su boca decía otra cosa? Bueno, era Dean Winchester, y ya se conocía su nula facilidad en expresar sentimientos, aunque en el fondo tuviera un alma de osito de peluche.

—Las mujeres son deseables, sí, pero no puedo llegar a sentir nada por ellas más allá de la amabilidad o ternura. Por la única persona que lo he dado todo has sido tú, Dean. Yo también te considero parte de mi familia. Si me preguntaran, quién es la persona que más deseo a mi lado, ese sin duda…

—Vale, detente ahí —se quejó Dean, ahora mucho más tranquilo, su talante se había relajado, como si entendiera de lo que le hablaba—. Lo que has descrito no es nada sexual, Cas. Es más como una relación de familia, y creo que estás confundiendo las cosas.

Cas lo miró tristemente para apartarla poco después y bajar la cabeza.

—No es sexual si te niegas a verlo de esa manera. Yo no tengo el deseo anhelante de los humanos, pero hoy me he dado cuenta de que si quisiera tener sexo preferiría compartir esa intimidad contigo —antes de que Dean pudiera contradecir lo dicho, aunque por el balbuceo descontrolado que tenía parecía demasiado impactado como para poder hacerlo, decidió continuar—: Tú me ves como familia, por eso no te importa que tenga sexo esporádico con mujeres, pero un hombre, uno con el que pueda entenderme mejor, al que pueda llegar a apreciar, no es algo que te agrade.

Dean golpeó el volante un par de veces, sin querer quitar la mirada de la carretera y mucho menos volver a parar el coche, si se mantenía ocupado tal vez podría centrar sus energías en otra cosa que no fuera estrangular al ángel.

—¿Crees que me siento amenazado por que tengas un romance con un tipo como aquel idiota de antes? Por favor, ese tipo solo quería meterse en tus pantalones y dejarte el culo como la bandera de Japón —apretó aún más el volante antes de continuar, intentando canalizar su furia a la vez que formaba una sonrisita sarcástica—. Y aun en el caso de que tuviera intenciones de algo más serio, ¿crees que eso cambiaría algo? Soy Dean Winchester maldita sea, ese tipo no me llega ni a la suela de los zapatos.

Cas se volvió tranquilamente hacia él, ahora sí, un poco sorprendido.

—¿Estas compitiendo contra alguien, Dean? De verdad que no entiendo tu exposición.

Dean tampoco se entendía, ¿acababa de decir que ningún tipo con el que se relacionara Cas sería mejor que él? ¿Es que estaba compitiendo con algún tipejo por el puto amor del ángel o como iba a eso? ¡Había quedado tan gay! Esto no podía seguir.

De repente pegó un frenazo y quedó parado en mitad de la carretera. Con una parsimonia horrible, como si aquella conversación ya no le importara en lo más mínimo, se giró hacia el ángel e hizo un rápido movimiento de cabeza, señalándole la puerta.

—Sal Cas, se acabó la conversación. A partir de ahora cada uno deberá ir por su lado.

Castiel lo miró con una expresión dolida, ¿eso era todo? ¿Dean estaba aún más confundido que él y prefería echarlo de su lado sin más? De verdad creía que ambos eran familia, que se querían, pero el cazador no estaba comportándose como esperaba. ¿Por qué todo lo que les unía siempre les causaba dolor?

¿Por qué se sentía traicionado? Puede que una parte de él hubiera deseado otra respuesta de Dean, tal vez, una esperanza de algo más entre ellos. Había sido sincero, no quería incomodarlo pero necesitaba decirle lo que había descubierto, y en vez de sentirse apoyado por Dean, este volvía a abandonarlo.

Sentía ira, rencor. Notaba como sus manos temblaban con todos los músculos en tensión, y entonces fue cuando hizo algo que ni el cazador, ni siquiera él mismo se esperaban. Arrancó las manos de Dean del volante y lo lanzó sobre el respaldar del asiento, Dean no pudo más que mirarle como si no creyera lo que estaba pasando. Como si no pudiera imaginar que Cas alguna vez podría llegar hacerle algo así.

Castiel lo miró con los ojos azules cristalinos y temblorosos, sentía necesidad y pánico por lo que iba a hacer, pero no se arrepentía, no lo haría.

—Suéltame Cas, suéltame antes de hacer algo irreparable —soltó Dean, con una firme advertencia.

Dean sabía que no podría quitarse de encima a Castiel, era infinitamente más fuerte que él, además tenía sus piernas atrapadas con las suyas y sus muñecas esposadas entre las grandes manos del ángel a cada lado de su cabeza. Solo quería asustarlo, amenazarlo lo suficiente para que reculara y entonces poder golpearle en plena cara por gilipollas.

Sabía que Castiel dudaba, su expresión de infinito dolor mientras lo miraba, el temblor de incertidumbre en su mirada. Sí, el ángel temía la reacción posterior de Dean. Y sin embargo, había algo cálido ahí en su rostro, esa tristeza que siempre calentaba el corazón del cazador. No supo por qué, pero cuando esa cabeza descendió hacia él, aun sintiendo la respiración justo sobre sus labios, algo le hizo resistir la urgencia de retirar la cara hacia un lado. No, quedó quieto en esa posición, notando la presión de esos labios algo secos sobre los suyos. Quiso cerrar la boca, intentando no animarlo a nada más. Pero la ternura que notó en ellos, esa pequeña presión en ligeros toques que lo invitaba a abrir la boca, lo confundía. No sabía que le ocurría, pero antes de darse cuenta estaba separándolos, rozándolos despacio con los contrarios, frotándolos dulcemente hasta que sintió la invasión. El toque suave de una lengua que buscó cabida entre ellos junto al ruidito incesante de un gemido bajo y ronco, lo hizo perder el control. Abrió su boca y chocó bruscamente con los contrarios, desesperado, queriendo más, intentando no pensar en lo que realmente estaba pasando cuando todo acabó.

Sus manos se vieron libres y empezó a abrir ligeramente los ojos, buscando la razón por la que el ángel se había retirado de él.

Lo que se encontró fue unos ojos azules inmensos mirándolo como si hubieran cometido el mayor delito de la humanidad.

—Lo siento —dijo Castiel horrorizado antes de desaparecer.

Dean no podía creérselo, se echó hacia delante y agarró con fuerza el volante, mirando hacia los lados e intentando buscar alguna presencia de su ángel aun sabiendo que no la encontraría.

—¡Cas, maldita sea, no puedes hacerme esto y dejarme aquí solo! ¡Hijo de puta! —gritó, apoyando la cabeza contra la bocina del Impala.

¿Y ahora que hacía? ¿Qué mierda estaba pasando entre él y Cas? Todo era una puta locura. Y lo peor de todo es que quería volver a tener al ángel delante de él, quería gritarle, quería preguntarle que iba a ocurrir con ellos a partir de ahora. Y por todos los demonios si no quería volver a besar esa boca, experimentar de nuevo ese sentimiento. Prefería volver a luchar contra Lucifer que intentar aclarar qué demonios quería de Cas. ¿A dónde había ido? ¿Estaría bien? ¿Volvería si lo llamaba? ¡Maldito fuera!

Con furia, arrancó el Impala y se dirigió al motel donde su hermano todavía estaría durmiendo. Mierda, ni siquiera podía pedirle consejo a Sam sobre esto. ¿Qué mierda iba a hacer?

 

 

Dean abrió despacio la puerta, intentando no hacer ruido. Su hermano tendría que estar bien cansado porque no se movió siquiera cuando esta se cerró con un poco más de fuerza de la que él hubiera querido.

Agradecido por el pesado sueño de Sam, suspiró y se acercó a su cama, dejando las llaves y la cartera en la mesilla. Se quitó la chaqueta y la dejó allí tirada, lanzándose con poco cuidado sobre el colchón y quedando con la mirada fija en el techo.

Todavía no podía creer lo que había pasado hace unos minutos. Su reacción ante el tipejo que parecía interesado en Cas, la discusión infernal con el ángel que lo dejó aún más confundido y encima ese beso.

Dean se tocó los labios, recordando esa calidez, esa presión, fue extraño, diferente a cualquier cosa que hubiera sentido con una mujer. No era un beso suave y sensual, mezcla de saliva y erotismo que para él solo significaba el aviso de un nuevo round sexual que disfrutar, no… fue diferente, seco y duro, potente, necesitado pero también y para su asombro, tierno. Casi lo podía definir como romántico pero su mente todavía no estaba preparada para procesar algo así.

Al darse cuenta de sus pensamientos, se limpió rápidamente la boca con la manga de su camisa y gruñó. ¡Se acababa de besar con un tío! ¡Con Castiel! Nunca podría superar eso. No entendía como había dejado que pasara, pero el ángel lo pilló por sorpresa. Cuando pudo identificar la escena ya lo tenía sentado sobre sus piernas, presionando fuertemente su ingle. Y encima lo miraba con esa cara de cachorro maltratado buscando cariño, que lo pilló desprevino.

¿Por qué sobreprotegía tanto a Castiel? A parte de tenerle cariño y serle fiel por todo lo que había hecho el ángel por ellos, había algo más, ¿lástima? ¿Se sentía identificado con él? ¿Qué era lo que le llevaba a tener tan presente a Cas? Siempre había protegido a sus amigos por sobre todo, pero con él era un poco diferente, más que personal. Si lo pensaba seriamente, estaba casi al mismo nivel de Sam, pero el sentimiento no era el mismo.

Dean se pasó una mano bruscamente por la cara y se colocó de lado en la cama, encendiendo el móvil para ver si tenía algún mensaje o algo. No había nada.

Parecía que Castiel se había largado de verdad. No podía olvidar sus ojos de horror después del beso, como si lo hubiera violado o algo así. Maldita sea, era un tío, era Dean Winchester, ¿porque demonios mirarle como si le hubiera desvirgado por un puto beso? Con eso no decía que estuviera de acuerdo con sus formas pero no es que él se hubiera resistido realmente. Ni siquiera había apartado la cabeza, y todavía no podía entender el por qué.

Resopló, colocándose de nuevo boca arriba y cerró los ojos. Tenía que intentar dormir, despejar la mente y descansar, tal vez mañana y con más lucidez, podría ver la situación de distinta forma.

No sabía cuánto tiempo había pasado en esa posición, quieto, intentando que el sueño le envolviera, cuando sintió la presencia del ángel. Un temor horrendo le invadió y se negó a abrir los ojos y mirarlo. Sentía como Cas se acercaba a la cama, su instinto le decía que era él, estaba seguro de ello. Tragó saliva cuando notó como el colchón se hundía bajo su peso, pero… ¿Qué coño hacía sentado allí en la orilla de su cama mirándolo dormir después de lo que había pasado?

La incertidumbre fue convirtiéndose en ira y justo cuando iba a levantarse las primeras palabras se hicieron escuchar.

—Dean, lo siento tanto —sintió como alargaba una mano para ponerla sobre su pecho, justo donde tenía el tatuaje. Dean sintió un escalofrío y empezó a sentir ansiedad por no saber cómo manejar la situación—. Siempre que me acerco a ti termino haciéndote daño. Y no quiero verte sufrir. Dean, yo… toda lucha que he empezado siempre ha sido por protegerte. Amo la humanidad pero… más te a—

—Detente —gruñó Dean, levantándose de un salto de la cama y agarrándole con brusquedad la mano que acariciaba su pecho.

Ahí estaba de nuevo esa mirada horrorizada, como si hubiera cometido un delito imperdonable. Cas intentó levantarse pero Dean no se lo permitió, estirando de su brazo para que acercara más su cara a la suya.

—Me besas a la fuerza, me haces un desfile de sentimientos y ñoñerías, hace que me sienta culpable por tratarse así, por no comprender lo que mierda quieres y ahora me haces un discursito de libro para tías que suena a puta despedida —Dean tomó aire, para intentar no gritar y despertar a su hermano—. ¿Qué demonios quieres de mí, Cas?

El ángel desvió la mirada hacia un lado, bajando la cabeza azorado y confundido por no entender lo que el cazador le exigía. El problema es que no sabría dar una respuesta cuando ni él mismo comprendía lo que necesitaba.

Dean volvió a agitarlo, buscando los ojos azules con los propios verdes hasta que obtuvo de nuevo la mirada de Cas sobre la suya, ambos atentos, casi embelesados mirándose. Podía sentir la intensidad del momento, la presión que eso causaba en sus corazones.

Cas cerró los ojos, sobrepasado por todo esos sentimientos que no entendía.

—Lo mejor es que me marche, no quiero perder de nuevo el control, Dean. No quiero hacer nada que pueda llegar a incomodarte, y que pierdas el poco aprecio que tengas por mí. No quiero que el último recuerdo que tengas de mí sea desagradable.

Dean se mordió el labio, soltándole el brazo por fin y enmarcando su cara con ambas manos, obligándole a que lo enfrentara, que viera en la profundidad de su mirada lo serio que estaba hablando.

—¿Cómo te atreves a decir que te vas a alejar de mí? ¡Así, sin más! ¿Si tanto te preocupas por mí, porque no tienes en consideración mis sentimientos? ¡Siempre, siempre tienes que tomar tú solo las decisiones para después cagarla como nadie!

Cas lo miro serio, frunciendo los labios. Con un brusco movimiento quitó las manos de su cara, gesto que sorprendió al Winchester.

—Tú dijiste que me fuera, que cada uno siguiera por su camino. Si eso no es respetar tu decisión, ¿entonces qué es?

Dean se quedó con la boca abierta, sorprendido por la intensidad en las palabras del ángel.

—No hablaba de algo permanente, solo quería tiempo para aclarar qué diablos nos estaba pasando. Además… —dijo hosco, cogiendo a Castiel por las solapas de la gabardina—. Eso fue antes de que a alguien se le ocurriera robarme un puto beso.

—Creía que lo odiaste —dijo desviando de nuevo la mirada, con la expresión más dolida y triste que Dean le hubiera visto en la vida.

Eso lo hizo frenar un poco la intensidad, soltó la gabardina y suspiró, sin tener muy claro cómo seguir. El ángel tenía miedo y estaba confundido intentando interpretar los sentimientos humanos que estaba empezando a experimentar, lo que no sabía es que él tenía el mismo miedo al reconocerlo y aún más temor al no querer aceptarlos.

Dean se apoyó suavemente en el hombro de Castiel y levantó la otra mano, haciendo un gesto para que le prestara atención.

—Cas, escucha —y cogió aire, como si no hubiera respirado en meses—. Si me hubiera sentido violentado por ese beso, una vez que me soltaste te hubiera metido la espada por el culo —cuando Cas arrugó el ceño, Dean asintió, con un delatador levantamiento de cejas—. Y sabes que hubiera sido capaz.

—Pero no lo hiciste —susurró Cas, ahora más tranquilo, casi esperanzado en que Dean hubiera encontrado la respuesta a lo que les sucedía.

Dean negó con la cabeza, casi sin creer lo que iba a decir a continuación.

—No, no lo hice. Sobre todo porque estaba demasiado preocupado por poder salir del atontamiento que tenía encima después del jodido beso, Cas… —apretó el agarre del hombro y lo miró fijamente, frunciendo los labios de forma incómoda—, todavía no sé qué es todo esto. Hace un momento estaba intentando olvidarlo todo y hacer como que no había pasado nada pero… me gustaría echar los cojones necesarios e intentar un acercamiento. Si dejo que pase algo entre nosotros, tal vez, por lo menos yo, porque tú dudo mucho que entiendas un carajo, logre saber qué es esto.

Cas seguía mirándolo profundamente, con los ojos entrecerrados, haciendo esfuerzos titánicos por intentar comprender al Winchester.

—Me estás proponiendo tener sexo, para de alguna manera saber si esto que tenemos es platónico… ¿o no?

Dean lo soltó de repente, retirándose hasta el cabezal de la cama. Su expresión aturdida solo confundió más al ángel.

—Hey, para el carro, ¿ok? Dejemos eso del sexo un poco a parte. Todavía no tengo muy claro esa parte. Vamos a empezar con algo más ligero, ¿vale? —dejó bien claro, resoplando y frotándose el puente de la nariz con dos dedos—. ¿Dónde demonios me estoy metiendo?

Eso de algo más ligero pasó por la mente del ángel como un rayo, haciendo eco una y otra vez en ella. No sabía que movimiento debería hacer a continuación hasta que la respuesta anterior del Winchester le abrió un nuevo camino de acción. Tal vez, si aquello no lo había ofendido, podría considerarse como algo ligero, ¿verdad?

Cas se acercó a Dean, alzando ambas manos y dejándolas en el aire sin saber muy bien donde ponerlas, en unos movimientos inciertos que hicieron que el cazador lo mirara con una ceja alzada y mucha preocupación.

—¿Cas? —preguntó cuándo ahora también movía la boca de forma errante.

Castiel bajó la mirada hacia los vaqueros y Dean la siguió, sin comprender. Hasta que el ángel lo agarró de los muslos y lo deslizó por la cama en un rápido movimiento, dejándolo bien tendido y con la cabeza en la almohada. Dean abrió la boca, sorprendido y todavía más cuando sintió el cuerpo de Castiel sobre él, de nuevo con sus manos indecisas hasta que se dejó por completo y apretó los labios contra los suyos, en un choque brusco y poco preciso.

—Esto es incómodo —soltó Cas, levantando un poco la cabeza.

Dean con gesto de dolor se echó una mano a la boca, empujando la cara del ángel a un lado en protesta por el ataque anterior.

—Hey, hombre, que necesito los dientes para comer —se quejó, todavía medio incrédulo por la situación. Después, desplazó el cuerpo de encima suya a su lado en la cama—. Vale, esto no funciona así, Cas. Se necesita un poco de…. —se llevó una mano cerca de la boca y la abrió en un gesto que acompañó al adjetivo posterior—: insinuación.

Castiel retiró la vista, avergonzado. Su expresión se veía afligida pero realmente tierna, sus labios fruncidos, el temblor de sus mirada ante la confusión, su rostro inocente triste y sonrojado por el bochorno. Dean abrió la boca sorprendido, demasiado atraído por el ángel a su lado como para contener el movimiento de su mano, que se alzó para acariciar levemente su mejilla.

Cuando Cas se volvió hacia él, la ligera barba raspó suavemente la palma de su mano, y entonces fue cuando sus ojos se conectaron. Dean pudo sentirlo, ese impulso en su pecho, esa necesidad de acercarse al ángel, de acariciarlo, tocarlo y de alguna manera, poseerlo.

—Creo que tú llevabas razón, Dean. Esto no va a funcionar —dijo Castiel apesadumbrado.

—Oh, cállate —gruñó Dean, antes de cogerle de la barbilla bruscamente y colocarle la cara en el ángulo perfecto.

Y lo besó, presionó ambas bocas con fuerza y quedó allí, abrigando la unión entre ambos. Sentía el subidón de adrenalina cosquillearle el estómago, y abrió más su boca, frotando sus labios una y otra vez, cerrando y abriendo, dándole leves toques con su lengua hasta que Cas gimió confundido pero entregado y pudo adentrarse en ella. Le gustaba el sentimiento de poseer al ángel, de sentirlo gemir con sonidos incoherentes mientras sus manos indecisas se movían a su alrededor.

Y entonces hizo algo que hasta a él sorprendió, sin poder contenerse, mordió el labio de Cas, estirando y chupándolo, disfrutando de esa pequeña fuerza que estaba ejerciendo, notando como se excitaba aún más al mezclarla con un toque de violencia.

Castiel pareció reaccionar ante eso, porque lanzó un jadeo lastimero antes de gruñir por lo bajo y aferrarse a su camisa de cuadros. Una vez que se vio libre, avanzó con brusquedad dentro de la boca del cazador, frotando ambas lenguas incesantemente. Se aferró con desesperación al cabello rubio, separándolo de su cara para que ambos pudieran mirarse.

Dean sonrió, lamiéndose los labios cuando la expresión turbada e intensa de Cas le indicó que estaba igual de interesado en conocer esos sentimientos.

Castiel tragó saliva y abrió la boca, lanzando un gemido largo y pausado.

—Creo que entiendo un poco eso de la… insinuación.

—Insinuación, provocación… todo lleva a lo mismo, Cas —susurró bajo y despacio, con una sonrisita insinuante que nunca pensó que expresaría en una situación parecida, con un hombre, ¡con Castiel, por todos los infiernos!

El ángel asintió, llevando una mano al cuello del cazador, dudaba en sí tocarlo pero terminó posando la palma sintiendo el calor que transmitía la bronceada piel. Fue bajando hacia abajo, notando como subía y bajada por la respiración acelerada y descompensada que mantenía Dean, que callado y serio seguía los avances de Castiel con interés y algo de ansiedad.

—Creo que voy entendiéndolo, Dean.

Cas tragó saliva cuando los botones iban saltando poco a poco a su paso, hasta llegar a la correa que desabrochó lentamente, quitó el botón y quedó quieto, esperando que Dean le indicara que hacer a continuación. Cuando lo observó este parecía asustado, con los ojos verdes fijos en los movimientos de los dedos de Castiel, indeciso, temeroso de dar su consentimiento y seguir con lo que parecía que solo podía acabar de una manera.

El ángel sabía que no estaba en el carácter de Dean echarse atrás, ni en el sexo ni en nada, solo era él y sus prejuicios luchando dentro de su cabeza. Suspiró y alzó una mano para rodearle la mejilla, cuando tuvo su atención le sonrió lenta y cálidamente, dándole a entender que lo comprendía. Y tomó la decisión, cerró los ojos, respiró profundo, y….

No pudo, en ese momento Dean se agarró a la chaqueta de su oscuro traje con desesperación, zarandeándolo con furia ante el desconcierto de lo que por poco pasaba.

—¿Ibas a desaparecer, de nuevo? —escupió, sin poder creérselo.

Castiel suspiro, acariciando lentamente sus muñecas para relajarlo.

—No quiero presionarte Dean, nada va a cambiar porque esperemos un poco más —Cas movió la cabeza sin entender—. Tú eres el que pones los límites, pero después te enfadas cuando yo quiero respetarlos.

Dean gruñó, volviendo a transformar su confusión en violencia y con movimientos rápidos pero torpes, se deshizo de la gabardina del ángel, terminando con un último tirón para dejarla tirada a un lado de la cama.

—Yo decidiré cuando parar, maldita sea. Y por Dios te juro que esa no es mi intención.

El ángel le dio el tiempo justo de abrir la boca para recibir la contraria en un brusco empujón, lanzó un gemido cuando sus labios se movieron en una danza violenta, desesperada. Sentía las manos de Dean de forma incierta sobre su chaqueta, en su camisa, frotando las yemas de sus dedos con fuerza sobre su pecho, raspando sus pezones y bajando hasta el cinturón de su traje.

No podía dejar de jadear por lo besos bruscos e incesantes, que le impedían seguir los movimientos de las manos de Dean. Estas ya empezaban a bajar su cremallera y rozarle la ingle, recorriendo el lugar, creando unas cosquillas de anticipación en la zona. Pocas veces había tenido atención en su entrepierna pero ninguna fue mala, por lo que el simple recuerdo le provocaba más ansiedad.

—Dean, sigue por favor —murmuró bajo y ronco, mirándolo con los ojos azules velados por el deseo.

Dean ahogó un gemido ante la insinuante vista. Cas con una expresión seria, lo miraba profundamente, mientras despedía vaho por su boca entre aquellos labios hinchados y enrojecidos por sus besos. Dean respiraba alterado y deseoso, observando el movimiento de ese masculino pecho bajo la camisa abierta que mostraba gran parte de su torso. Los ojos verdes descendieron hasta el bóxer blanco que se dejaba entrever por la cremallera abierta, evidenciando un bulto amplio y mojado. Alzó inseguro una mano para bajarla lentamente sobre aquella dureza y apretarla levemente entre sus dedos.

—Dean….  —suspiró Cas, lento y ronco, en un tono de voz que caló profundo en Dean.

Escuchar su nombre salir desesperado de aquellos labios rojos y besables lo atraía más que si estuviera cazando una sirena. Los lamió de arriba abajo, despacio, aspirando cada suspiro y jadeo que pudiera salir de ellos. Los chupó con gula, con provocación, a la vez que su propia respiración se descontrolaba. Podía sentir su erección crecer, presionarle contra el pantalón de forma dolorosa. Y entonces lo supo, no había vuelta atrás, ni pensamientos erróneos, solo estaba ese ángel desecho por el deseo bajo su cuerpo y la necesidad de tomarlo y mecerlo entre sus brazos mientras le brindaba placer, un placer que juraba que solo él sabría darle.

Lo besó más profundamente, con tanta intensidad que Castiel gimió perdido en su sopor de locura que lo tenía completamente abducido. Agarró a Dean de la cintura y lo apretó contra su cuerpo, con tanta fuerza que al día siguiente tendría uno serios moretones, pero no le importaba, porque en ese momento nada que no fuera darse placer tenía cabida entre ellos.

Mientras Dean lo distraía con besos húmedos e intensos, se introdujo en la ropa interior y recogió en su mano aquella dureza, la sopesó unos instantes antes de agarrarla con fuerza y sacudirla. Cas echó la cabeza hacia atrás en un movimiento brusco, con la expresión contraía y los dientes apretados, evitando lanzar un grito. Cuando el tirón de placer pasó, abrió los ojos con lentitud y miró a Dean, intensamente, con la complacencia y suplica a un lado, sino con algo más íntimo y profundo entre ellos.

—Oh, Cas… —gruñó, sintiendo la conexión.

Dean se vio lanzado hacia la cama con el ángel sobre él. Ambas erecciones en la mano de Castiel, que las sacudía con rapidez y brusquedad, desesperadamente. Dean asintió, dándole el visto bueno, gruñendo y jadeando mientras dejaba que el ángel lo montara y se agitara violentamente sobre su cuerpo. Sentía ambos miembros rozándose, frotándose con violencia. No quería pensar en lo que estaba pasando, solo disfrutar, de la presión de aquella carne sobre la suya, de la sensación extrema de sentir su erección estrujada y usada al máximo y sobre todo, de cómo Cas respiraba acelerado sobre su boca, con los ojos clavados en los suyos aun a pesar de la vergonzosa posición, sintiendo realmente como aquello creaba un lazo irrompible entre ellos.

—Cas, yo ya… —jadeó rondo y brusco, apretando los dientes mientras se agarraba con ambas manos al culo del ángel. Presionando las uñas en la tela del traje y abarcando por completo la redondez de ambas nalgas.

—Dean, Dean…. —gimió con desesperación ahora en su hombro, enterrando con brusquedad la cabeza en su cuello y rozando incesante la nariz contra la barba de su mejilla.

Dean nunca había pensado que esa tranquilidad que sentía cada vez que Cas pronunciaba su nombre de esa forma baja y ronca se convertiría algo tan morboso y placentero. Agarró con más fuerza esa carne entre sus dedos y buscó la cara del ángel. Frotó su nariz con la de Cas en un movimiento rápido para que así se girara lo suficiente para poder encontrar su boca.

Se besaban profundamente cuando el éxtasis los inundó, el placer burbujeó por sus entrañas hasta que ambos se dejaron ir, inundados por el placer mientras ahogaban los gemidos en la boca contraria. Intentando ambos controlarse para no despertar al alma inocente a todo lo que ocurría en la cama contraria.

Cuando todo acabó, Cas se levantó torpemente de encima de Dean. De forma preventiva se sentó en la orilla de la cama para así darle tiempo a su respiración a que encontrara el ritmo adecuado.

Por su parte, Dean se incorporó y se recostó sobre el respaldar de la cama. Tenía una expresión poco menos que conmocionada, pero aún mantenía una sonrisita confundida y por qué no, gratamente sorprendida.

—Vaya… no me esperaba esto. Y mucho menos… —Dean alzó los ojos hacia Cas, e hizo un gesto apreciativo con la boca—, un buen culo ese que tiene ahí.

¿Espera, qué? Castiel se sentó mejor y se giró para mirar al cazador con la mayor cara de incredulidad que hubiera puesto nunca. Sus ojos se entrecerraron, sin comprender.

—No hagas esto, Dean —Cas negó con la cabeza y decepcionado se puso de pie—. No escapes de lo que sea que ha pasado convirtiéndolo en una broma —los ojos azules, tristes y opacados lo miraron con aflicción.

Dean sintió como su corazón se saltaba un par de latidos, y mordiéndose el labio asintió, rindiéndose ante lo evidente. Lentamente, y sabiendo lo que tenía que hacer a continuación, se levantó para colocarse frente a Cas. Ambos cara a cara se miraron a los ojos, el ángel de forma intensa y Dean resignada.

—Ok, llevas razón. Lo siento —suspiró y se acercó un poco, para rozar levemente sus labios con los contrarios—. Todavía me costará bastante hacerme a la idea pero creo que ya nos ha quedado claro a ambos que está pasando aquí.

Y no es que lo dijera con mucha alegría y Cas podía comprenderlo. Dean Winchester, el tipo que se había tirado a cada camarera de bar de carretera por el que pasaba desde los 18 años, el tipo que con solo chasquear los dedos tenía a cualquier fémina a sus pies sin importar raza o edad, acababa de tener un encuentro homosexual. Era normal que el aceptar sentir algo profundo por un hombre no era algo que pudiera procesar en el acto.

—Lo siento, Dean.

—Oh, por favor, deja de disculparte de una vez —lo empujó levemente hacia la pared que daba al cuarto baño y presionó su frente contra la del ángel, hablando directamente sobre su boca. Agarró las manos contrarias de forma torpe, insegura, en una posición tan íntima que si alguien, alguna vez dijera que lo vería así con un hombre, le hubiera echado todos los dientes abajo—. Yo soy el que tendrá que disculparse cuando quiera llevar a la práctica todas las cosas que se me han pasado por la cabeza en el rato escaso que ha durado la paja mutua.

—¿Qué cosas? —preguntó Cas interesado, girando la cabeza para rozar su cara con la de Dean en un movimiento cariñoso pero bastante masculino que hizo al Winchester sonreír.

—Oh, te aseguro que no quieres saberlo. No ahora —o eso pensaba, aunque conociendo al ángel no podías estar seguro de por dónde te iba a salir.

Castiel bajó la cabeza y asintió, sin pararse mucho a pensar en ello. Observó las manos que tenían cogidas y movió los dedos, jugueteando con los contrarios, deslizándolos por la palma para terminar agarrándolos con un fuerte apretón.

Entonces levantó la cabeza y encaró a Dean, mirándolo con suma seriedad.

—Dean, ¿qué somos a partir de ahora? ¿Qué puedo esperar de esto?

Dean le chistó, mandándolo a callar y lo tomó de la barbilla, besándola levemente, abriendo más su boca para absorber sus labios y presionarlos. Soltó un jadeó entrecortado y suspiró.

—Tú solo piensas que estamos juntos y punto —soltó, sin mirarlo a los ojos, intentando concentrarse en sus labios, en el deseo que sentía por él y no dejarse llevar por el miedo.

Dean lo sabía, tenía esa urgencia de huir, de romper todo aquel lazo que habían forjado y correr lejos, donde pudiera seguir con su vida actual. Estaba bien con el sexo esporádico, con el amor de su hermano, con la fidelidad del ángel, con su lucha constante con aquellos monstruos, toda su vida había tratado de eso. Pero esto… era algo que le acarraría dependencia hacia alguien y no una cualquiera, una por la que no solo daría la vida, sino por la que llegaría a sufrir de forma impensable aun después de muerto.

—Dean… —la voz del ángel lo hizo mirarlo y a su vez, temer la pregunta que ya veía reflejada en sus orbes azules—, a parte del sexo, ¿Qué más seré para ti?

Dean negó con la cabeza y se distanció poco. Tragó saliva y se mojó los labios, sus pupilas titilaban incesantes y su mandíbula se contraía en tensión. Con la mano temblándole palmeó la cara del ángel para acariciar después su mejilla lentamente con el pulgar.

Intentó por todos los infiernos que su voz no le fallara.

—Cas, tenemos que ir despacio y antes de que me cortes —dijo alzando la mano para cortar la pregunta que fuera a soltar el ángel—, ambos sabemos ahora que estos sentimientos son algo más allá del amor entre hermanos. Así que… sí, acepto, Cas. Acepto esto que hay entre nosotros, pero no me hagas etiquetarlo ni ponerle nombre. Lo único que te puedo prometer es que una vez que yo empiezo una relación con alguien, soy fiel a esa persona. Así que… —cogió aire y con un gesto cariñoso con los nudillos acarició la cara de Cas—, esa es la relación que tenemos.

Castiel arqueó una leve sonrisa, con un brillo especial en la mirada. Podía sentir el cariño en las palabras de Dean, la seguridad con la que había aceptado lo que sentían, y por supuesto que confiaba en esa fidelidad que le prometía. El ángel no podía pedirle nada más, porque con esas palabras ya se lo había dado todo.

—Gracias, Dean.

Dean asintió, sintiendo una felicidad extraña invadirlo, una que no había sentido nunca. Y por lo que veía, Cas también la percibía, porque le sonreía de la forma más maravilla que le hubiera visto nunca. Sintió su corazón agrandarse al observar esa plenitud en esos hermosos ojos azules.

Antes de darse cuenta ya estaba otra vez dirigiendo su boca hacia la del ángel, la cual fue recibida con un atisbo de sonrisa y un largo y tierno beso.

La luz se encendió y un sorprendido Sam se giró en la cama para buscar a su hermano.

—¿Dean? ¿Con quién diantres hablas a estas horas?

La pareja quedó estática, girando solo la cabeza para observar al menor Winchester que había estado durmiendo durante toda la escena plácidamente en su cama sin siquiera moverse. Cas estaba a la espera de la reacción de su ahora amante pero ya sabía que esta no sería buena y el mismo Dean, ese pobre diablo no podía siquiera hablar.

—Sa-Sam, esto no… —balbuceó como pudo, intentando encontrar en su cabeza las palabras para… ¿negarlo? ¿Explicarle la situación? Ni había pensado en lo que diría su hermano de todo esto.

—¿Os estáis peleando de nuevo? —dijo Sam con hastío. No había llegado a ver como los otros dos se besaban, así que la suposición vendría por el desastre que tenían con la ropa y la mano del cazador en el cuello del ángel—. Por favor, Dean. Sea lo que sea que haya hecho Cas para molestarte, dejadlo para mañana, hemos estado días rastreando a esos vampiros sin apenas dormir.

Dean vio el cielo abierto, arqueó su sonrisa más auténtica y asintió, girándose para encarar a su hermano.

—Claro, claro, Cas se marchaba ya. No es nada que no podamos dejar para mañana, ¿verdad?

Cuando se volvió hacia el ángel, este tenía una mano en la frente y negaba con la cabeza.

—Dean… —dijo como si le estuviera riendo a un niño pequeño.

—¿Qué? —gruñó antes de darse cuenta de que su hermano miraba sus pantalones con la boca abierta. Claramente no estaban cerrados y había evidencia suficiente de lo que había pasado para que Sam pudiera sacar conclusiones por sí mismo—. ¡Mierda! Mira, te lo puedo explicar, en serio… —como su hermano parecía todavía estar procesando la situación, se giró hacia Cas—. ¿Nos dejas solos, por favor, Cas?

El ángel asintió y desapareció, dejando a los hermanos la intimidad que necesitaban. Dean cogió unos pañuelos sobre la mesilla y se limpió con brusquedad mientras con pasos inestables se colocó entre ambas camas, sentándose en la suya.

—Dean, ¿tienes un lío con Castiel? ¿Es eso? ¿En serio? —Sam parecía incrédulo, como si lo hubiera podido esperar de cualquiera menos de su hermano.

Dean se puso a la defensiva, como siempre que se ponía en duda su sexualidad.

—A mí me gustan las tías, ¿ok? —se apresuró a decir—. Es solo que… Castiel es especial, ¿vale? Una parte de mí siempre ha sabido que él era importante, muy importante —insistió en añadir, mirando fijamente a su hermano para que viera que hablaba en serio—. Y hoy a raíz de algunas circunstancias que…

Sam se pasó una mano por el pelo para retirarlo de su cara, todavía sin dar crédito a lo que escuchaba pero mucho más calmado de lo que Dean esperaba.

—¿Qué circunstancias?

—Oh, no. Eso no va a pasar, ¿ok? —soltó rápidamente Dean, sacándole una sonrisita a Sam que asintió, aceptando la decisión de su hermano pero ya creando sus propias cavilaciones y ninguna agradables para el mayor de Winchester—. Es solo que Cas se puso pesadito, ya sabes cómo se pone a veces cuando no entiende algo —Sam volvió a asentir, dándole el crédito—, y entonces, una cosa llevó a otra y bueno, supongo que…

Dean respiraba con dificultad, intentando mantenerse serio en esa conversación tan ridícula. Estaba sonando tan malditamente gay que no podía encontrar las palabras para seguir con aquella estúpida declaración. ¡Parecía que estaba saliendo del armario con Sam! Espera…. ¿lo estaba haciendo?

Aquello lo horrorizó.

—¿Sois novios? —preguntó tranquilamente Sam, aceptando ya cualquier cosa, solo quería irse a dormir.

Dean abrió la boca como si le estuvieran metiendo el cañón de una pistola.

—Si vuelves a utilizar esa palabra para definir mi relación con Cas te arranco la lengua.

Sam sonrió, asintiendo mientras se tapaba con la mano un bostezo.

—Pero mantenéis una relación, es decir, no solo sexo… ya me entiendes.

Dean meneó la cabeza antes de asentir con fuerza.

—Sí, creo que sí —confuso, se aclaró la garganta antes de continuar—: Sé que esto puede ser algo incómodo para ti, y entendiendo si no te pareciera bien…

Sam que ya estaba por echarse de nuevo en la cama se le quedó mirando con cara “¿de qué mierda estás hablando?” antes de volver a sentarse y suspirar.

—A ver, Cas ya era de la familia antes de esto y… de alguna forma como que yo ya sentía unas vibras raras —Sam levantó ambas manos y alzó una ceja con un gesto evidente—, así que de alguna forma no me extraña.

Vale, un momento, ¿estaba su hermano diciendo que parecía gay? ¿Había actuado gay alguna vez con Cas? No, nunca, imposible.

—¿De qué mierda me estás hablando? Yo no soy gay y como un demonio he actuado como tal, Sammy.

Sam asintió como dándole la razón a los tontos.

—Por supuesto, yo no soy el que está siempre preocupado por él, o buscándolo por todas partes, ¿se te olvida lo que pasó en el purgatorio? ¿O la primera vez que pensaste que había muerto? Por dios, Dean, cargabas con la puta gabardina a todos lados. ¿Y él? Siempre se apresura a venir si tú le llamas, da igual lo que esté haciendo. Se ha sacrificado por defenderte infinidad de veces. No dudo que me aprecie, pero si no hubiera sido por ti, esta relación de familia que tenemos no se hubiera forjado nunca. Todo se trata de vosotros dos, yo solo soy… ¿Qué soy yo? —preguntó Sam. Dean todavía intentando comprender todo lo dicho anteriormente, lo miró incrédulo mientras se encogía de hombros—. Bueno, da igual. Dean, no tengo nada en contra de esto, es decir —se corrigió rápidamente—, tal vez al principio podríais absteneros de besitos y demás delante de mí, hasta que me pueda ir acostumbrado, ya sabes. Pero de verdad, os animo.

Dean no podía cerrar la boca, incrédulo era poco para definir como se sentía en ese momento.

—¿Ahora eres una celestina gay? ¿Es que tenías el maldito discurso preparado?

Sam se rio, ahora sí, echándose en la cama y acomodándose.

—A ver, no sabía exactamente si lo vuestro era sexual también o no, pero sí que tenía algo preparado por si acaso.

Dean simuló a su hermano, cerrándose el pantalón y estirando las sábanas que habían quedado algo revueltas por la acción anterior para después tumbarse.

—A veces das miedo, Sammy, verdadero miedo —carraspeó algo su garganta antes de continuar—, pero… gracias.

No obtuvo respuesta y ambos hermanos quedaron en silencio durante unos minutos. Al poco tiempo, Dean pudo escuchar que la respiración de Sam se acompasaba, claro signo de que el sueño le había vencido.

Todo estaba e iría bien a partir de ahora. Afrontaría lo que llegara, intentaría proteger a Sam y Cas por encima de todo y se mantendrían unidos como la familia que eran. Ahora lo más difícil sería resistirse a la camarera rubia de turno después de varios días de sequía, o tal vez no, pues con una sola mirara de ese azul inmenso en los ojos de su ángel se olvidara de todo menos de ese anhelo que había descubierto sentía por Cas. Un anhelo y necesidad que esperaba poder saciar frecuentemente y juraba que no haría nada que por su parte pudiera alejarlo de él.

¿Era eso amor? Le daba escalofríos solo de pensarlo pero… tal vez Cas fuera la persona que inconscientemente había elegido para compartir esa vida de cazador que tanta soledad le había traído. Dentro de él, mucho antes de siquiera darse cuenta, puede que ya lo supiera.

Tal vez fuera lo próximo que le confesara a su ángel, ya que parecía necesitar palabras ñoñas para sentirse seguro. ¿Qué sentiría Cas por él? Puede que no fuera amor, ese idiota todavía no entendía nada de sentimientos humanos, aunque le da igual, fuera lo que fuera, sabía que para el ángel él era lo más importante, y eso ya era más que suficiente.

¿A dónde irían a partir de ahora? Seguro que todo acababa mal como siempre, pero en este punto ya no importaba, por lo menos estaría acompañado y arropado por las dos personas que más quería en el mundo. ¿Qué más podía pedir?

 

Notas finales:

Bueno, pues no se que os habrá parecido, acepto comentarios de todas clases, menos pedradas por favor XD

Me ha gustado escribir sobre este fandom, vendré a menudo por aquí. Un beso y nos vemos.  


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