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Mascota de Sebastián por Haruka Eastwood

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Notas del fanfic:

Los personajes de Kuroshitsuji. son propiedad de Yana Toboso y la historia es completamente mia. Tal vez algunos ya la leyeron en la categoria de Naruto, pero es que simplemente no me pude resistir a hacer esta versión y admitamolos, Ciel-neko es muy zukulemtho xD

ADVERTENCIA

Quiero aclarar que el "pet play" es una variante del BDSM, no busca la humillación de la mascota, ni el maltrato ya que todo tiene que ser con el consentimiento de las partes involucradas. Y su finalidad tampoco es el sexo, aquí lo puse porque yolo xD más que nada es explorar un mundo lleno de morbo y un tanto bizarro nwn me parece que la practica más conocida es el pony play, pero la mascota o pet, puede ser un gato, perro o conejo, todo depende de sus gustos.

No hay continuación.

Y la parafilia no es como tal, pero de cierta manera entra en la clasificación.

Si eres sencible a temas BDSM te pido no leer, todo con el fin de evitar ofensas.

Gracias.

Haruka Eastwood

Notas del capitulo:

Hola!! Ojalá les guste y como ya mencione, hace poco hice la versión NaruSasu de esta misma historia nwn


Sin más preámbulos, a leer!!

Título: Mascota de Sebastián

Resumen: Ciel era una mascota, su sensual y exótica mascota que tanto disfrutaba…

Categoría: Kuroshitsuji

Clasificación: Mayores de 18 años.

Genero: Erótico. BDSM. AU.

Advertencias: Lemon. Parafilia.

N° Capítulos: Único

Serie: Extraños placeres

Autor: Haruka Eastwood

~ * o0O0o ♦ o0O0o * ~

Mascota de Sebastián  

Capítulo único: Cediendo al placer

Sus preciosos ojos azules brillaron con un deje de lujuria en esa oscura habitación, cerró sus orbes y emitió un jadeo de gozo cuando escuchó los pasos de su amante. Lentamente se movió para incorporarse, y la delgada cadena alrededor de su cuello tintineó junto al inconfundible sonido de su cascabel, rompiendo aquel excitante y extraño silencio que tanto le gustaba, entonces las luces se encendieron y lo vio.

Ahí, en el alféizar de la puerta se encontraba él, su más grande —y única— perdición quien esbozaba una sonrisa ladina con sus irresistibles labios de durazno. Simplemente sensual, perversa y magnífica como todo él. Su cuerpo ágil, fuerte y trabajado era una tentativa a lo prohibido, su cabello rebelde y sus fascinantes ojos borgoña complementaban de una forma casi bizarra el perfecto cuadro que le obsequiaba cada que lo veía, casi como si fuera un maldito modelo de revista, en donde se mostraba risueño y burlón, sabiendo que lo tenía a su entera disposición.

—Ciel… mi lindo pet —ronroneó seductor con aquella voz de terciopelo, caminando con supremacía hasta él.

Su pequeña mascota lucía adorable aquel día, su cuerpo desnudo y esbelto se encontraba recostado de una forma sugerente y casi vulgar sobre aquel almohadón negro que contrastaba a la perfección con su blanca y lechosa piel que tantas veces degustó. Exquisito, pensó y delineó sus labios con su larga lengua, agachándose hasta quedar a la altura del pequeño Phantomhive, cuyos ojos parecían brillar como los de un fiero gatito a punto de atacar, sin rastro de sumisión pero al mismo tiempo obediente por él, como si estuviera a nada de recibir su premio.

Y es que eso era desde hace medio año… Ciel era su mascota exclusiva, una sensual y exótica mascota que Sebastián disfrutaba tocar y follar cuanto quisiera y como quisiera, maravillandose con sus expresiones de éxtasis y sus gemidos suaves, llenos de gozo que lo transportaban a un mundo mórbido, placentero y único en donde ambos tocaban el cielo con la punta de los dedos, rozando el límite de la demencia.

¿Aberrante o enfermizo? Era igual, fuera de esas cuatro paredes, eran Ciel Phantomhive, hijo del magnate Vincent Phantomhive, un chiquillo de diecinueve años orgulloso, prepotente y presuntuoso a más no poder. Alguien que no dudaba en minimizar y rebajar a las personas cada que podía, haciéndoles entender cuál era su lugar. Excéntrico y reservado por naturaleza, quien disfrutaba las fiestas clandestinas y los “peligros” constantes de una vida sin reglas ni restricciones. Y por otro lado estaba él, Sebastián Michaelis, un simple barman de veintiocho años que trabajaba en uno de los bares pijos que más frecuentaba, seductor, sonriente y aparentemente idiota.   

Polos completamente opuestos. Básicamente era inconcebible que alguien como Ciel se dejará humillar y fingiera ser un odioso gato entrenado para él —sensual gatito en el mejor de los casos—, alguien inferior en muchos sentidos y no solo en el aspecto económico y social. Pero sólo con Sebastián se sentía a gusto, solo Sebastián lo complacia y solo a Sebastián se entregaba con plenitud, dejando su placer y su voluntad entre sus manos, siendo más libre que nunca cuando le colocaba una correa al cuello, llegando más alto cuando a sus pies se arrodillaba.

Si… tal vez estaba loco, era enfermizo pero al mismo tiempo morboso y excitante  jugar con él, siendo por primera vez tal cual es, sin máscaras ni ataduras de una sociedad cuadrada y moralista que sin dudarlo lo señalaría de aberrante y loco. Y es que no entregaba su voluntad ni dejaba de ser Ciel, simplemente la sedia, se relajaba y permitía que alguien más cargara con todo lo que llevaba a cuestas. No eran humillaciones sin sentido, era un juego único, dominado por un infinito morbo, ya sea por saberse sumiso o por saber que Sebastián es un “dueño” con gustos excitantes y “peculiares”.

—Amo…

—Shhh, las mascotas no hablan.

Sebastián no podía dejar de observar a su lindo “niño”, Ciel era sinónimo de perfección en más de un sentido, inteligente, atractivo y asquerosamente rico, aunque estaba podrido por dentro, él lo sabía, siempre lo supo desde aquella primera vez en donde se acercó arrogante hasta él, sentándose a la barra del pomposo bar donde trabajaba, exigiendo una bebida que sirvió con una sonrisa ladina, la misma que fue vertida sobre su cabeza en cuanto aquel chiquillo la tomó entre sus finos y largos dedos.

Suspiró y negó ante el recuerdo. Entonces su pecho se infló de orgullo al saber que él era la causa por la cual Ciel mostraba un singular brillo en los ojos, atrapante y precioso como él, aunque eso es algo que jamás diría en voz alta, después de todo una de las características de un buen amo era la humildad.

En aquel entonces, el orgulloso Phantomhive contaba con diecisiete años y quiso jugar con él, su futuro amo, erróneamente deseó mostrarle su lugar como “el perro que era” entonces sin planearlo pasó de ser el cazador de Sebastián a su presa. Fue acorralado meses después en el baño de ese mismo bar, mientras sus labios eran reclamados en un imperioso y demandante beso que logró poner su mente en blanco, corriendose en sus pantalones sin más contacto que esos adictivos labios de durazno sobre los suyos, devorándolos como nunca antes. Sebastián lo consumió, lo dominó e hizo de él alguien sumiso en un fiero contacto labial.

—¿Tienes sed, precioso? —una sonrisa traviesa y perfecta se dibujó en sus labios, mientras que Ciel se inclinaba sobre el almohadón, levantando la parte inferior de su cuerpo en un movimiento elegante y seductor, tal cual lo haría un gato al estirarse. Deseando los mimos de un amo cuya caricia calmara su piel caliente.

Y como si aquel chiquillo no le provocara nada con sus movimientos sugerentes, Sebastián dio media vuelta saliendo de aquella habitación —siendo una mezcla extraña entre una sala roja y una fetish—, regresando en menos de un minuto con una botella de agua, la cual abrió y vertió el contenido en un tazón para mascotas plateado que colocó cuidadosamente en el suelo, el cual tenía escrito en letras negras: Zafirito.

El menor lo miró, frunciendo por unos segundos el ceño. No era por el hecho de que tendría que saciar su sed bebiendo de un tazón que se encontraba cerca de su almohadón, más bien lo que le molestaba era el estúpido mote con el que Sebastián lo compró, y es que el muy bastardo sabía que odiaba que lo llamaran así. También sabía que no tenía caso discutir con él, por lo que gateó lentamente y sin miramientos comenzó a beber, tomándose su tiempo para que él lo viera con aquella mirada vehemente e imperiosa que le erizaba por completo, excitandolo sin llegar a tocarlo con lujuria.

Mientras tanto, Sebastián observó detenidamente el precioso y estilizado cuerpo de Ciel, acariciando gentilmente sus cabellos, enredando sus dedos en las hebras azuladas como si fuera una verdadera mascota, y es que en esos momentos lo era, aunque una muy especial que portaba una diadema con orejitas de gato en color negro azulado, mientras que su fino cuello era adornado por un collar para mascotas rojo, cuya placa dorada en forma de huesito tenían grabado un nombre: Zafirito.

Aunque lo más curioso de su “vestimenta”, era aquella cola de gato ligeramente esponjosa que parecía moverse junto con él, como si fuera verdadera. Así que cuando terminó de beber agua, Sebastián dio un leve tironcito de la cadena que estaba sujeta a su collar, obligándolo a volver al almohadón —no sin antes sentir como Ciel frotaba su cuerpo contra la pierna de “su amo”—, en donde con una seña le indicó que se recostara.

E inevitablemente, de sus labios escapó un gemido cuando Sebastián comenzó a acariciar sus pezones con saña, retorciéndolos un poco. Cerró los ojos y creyó ronronear cuando aquel perro idiota besó y lamió su cuello con deleite en un movimiento ascendente y preciso, atrapando el lóbulo de su oreja entre los dientes para jalarlo un poco, deslizando su mano con premura por todo el vientre, evitando tocar su miembro. Odiaba y amaba que hiciera eso, por lo que, famélico, le envió una mirada suplicante que él maldito decidió ignorar olímpicamente, sonriendo contra su cuello. Quería verlo suplicar, lo sabía.

Extrañado y molesto por el repentino “abandono”, vio como Sebastián dejaba de tocarlo para sentarse en la orilla del almohadón, recargando su espalda en la pared, y antes de que pudiera reaccionar, sintió el pequeño tirón de la cadena, siendo estrechado entre esos fuertes brazos que tanto le encantaban, mientras su cabeza recibía inocentes mimos.

Con malicia, se subió a horcajadas de su “amo”, comenzando a frotarse con descaro sobre el miembro de Sebastián, sintiendo como se apretaba cada vez más sobre la tela del pantalón, aún así él no hacía más que acariciar su espalda con las yemas de los dedos, erizandole la piel,  hasta lograr estremecerlo y que su cuerpo vibrara con una simple caricia.

—Vaya, vaya, hoy estás muy impaciente… Zafirito.

Su voz era un ronroneó excitante que acariciaba sus sentidos cual terciopelo, lo seducía sin esfuerzo alguno, lo hacía gemir como animal en celo con un un simple roce de sus manos sobre su piel caliente, y aquella mirada famélica le quitó el aliento. Sebastián tenía un completo control sobre él, y lo sabía, por eso disfrutaba torturarlo y hacerlo esperar fingiendo desinterés con el único propósito de verlo rabiar. Y ahí estaba otra vez, esa expresión serena mientras palmeaba suavemente la mullida superficie del almohadón, por lo que reprimió un quejido de insatisfacción y obedeció la muda orden de Sebastián. A regañadientes se bajó de su regazo y se sentó a su lado sobre sus rodillas, abrió las piernas y colocó las manos a sus costados, tratando de seducirlo con una pose indecente.

—Muy tentador, minino —esbozó una sonrisa satisfecha y deslizó las yemas de sus dedos por el cuello de Ciel, delineando su clavícula con calma, pasando por sus pezones y deteniéndose en aquel bonito ombligo adornado con un piercing—. Gatito travieso.

Frustrado de no recibir “otra” clase de atención, gateó de nueva cuenta hasta Sebastián siendo lo más provocativo que podía, mirando directamente aquellos preciosos ojos borgoña y como si se tratara de un verdadero gato, ronroneó gustoso mientras frotaba su cabeza sobre el fuerte pecho de su amante, deleitándose de aquel embriagador aroma a colonia.

—Miau~

El corazón de Sebastiá  dio un vuelco al escuchar a Ciel maullar suavemente, y cuando desvió su mirada, lo contempló con las mejillas sonrosadas mientras desviaba la mirada apenado por su “desliz”. Era consciente de que a pesar de su perfecto comportamiento como “gato mascota”, Ciel Phantomhive nunca maullaba para él, nunca entendió el motivo, pero tampoco le daba mucha importancia, después de todo, aquel malhumorado chiquillo desempeña de maravilla su papel en el pet play.

—Maulla para mí, precioso felino.

Llevar a cabo esa clase de roles siempre había sido  en extremo morboso y excitante. Jugaban y se provocaban mutuamente sin dejar su papel de amo o mascota, pero ahora todo eso era diferente, Sebastián lo vio tan lascivamente que Ciel juraba haber visto brillar con malicia esas preciosas orbes. Y en un rápido movimiento, lo tumbó bocarriba sobre el almohadón, aprisionando sus manos sobre su cabeza sin darle tiempo a reaccionar. El cascabel con el que siempre jugaba Ciel rodó, deteniéndose en su costado, erizandole la piel al sentir aquel frío metal.

—N-Nya~ —gimió gustoso, removiéndose hasta encontrar una mejor posición.

Entonces los labios de Sebastián se presionaron sobre los suyos con un salvajismo excitante, sintiendo como separaba sus piernas y lo penetraba sin prepararlo, haciendo que arqueara la espalda con violencia, cerrando fuertemente los ojos mientras era invadido por un delicioso espasmo que le obligó a contraer los dedos de los pies y a apretar los puños hasta clavarse las uñas en la palma, gozando el como Sebastián iniciaba un vaivén constante, fuerte y rudo, dando en ese punto exacto que le hizo gritar el nombre contrario.

Aun en medio de aquel placer envolvente, Ciel se preguntó en qué jodido momento Sebastián le había puesto el suficiente lubricante para no lastimarlo. Pero en cuanto sintió como sus manos fueron liberadas y las estocadas daban con vehemencia en el punto exacto, dejó de pensar y se aferró a la ancha espalda de Sebastián, metiendo sus manos bajo la fina tela de la camisa, arañando con desespero la caliente piel que comenzaba a perlarse en sudor por el esfuerzo.  

—¡Joder!

Un gruñido se escapó de sus labios, apretando más a Ciel contra su cuerpo, mientras que este era invadido por una deliciosa corriente eléctrica que lo sacudió en su totalidad, corriendose copiosamente entre su cuerpo y el de Sebastián, mientras que él lo llenaba con su esencia, mimandolo un poco antes de salir de su interior, evitando no lastimarlo.

—Miau~ —susurró por lo bajo, sintiéndose satisfecho y demasiado cansado como para abrir los ojos.

—Aún no es hora de dormir, Zafirito.

El aliento cálido de Sebastián sobre su oído le hizo abrir los ojos, contemplandolo por unos segundos antes de sonreír con arrogancia, irguiéndose lo suficiente para deslizar su nariz de forma mimosa sobre el cuello de Sebastián antes de pasar su lengua por la zona, dejándose caer nuevamente sobre el almohadón, mirando “tiernamente” al moreno.

—Miau…

—Eres un gatito manipulador —sonrió—, aunque por esta única vez te dejaré ganar.

—Hn.

Con cariño, volvió a acariciar sus azulados cabellos, enredando los dedos en esas suaves hebras antes de ponerse de pie cargando a Ciel con cuidado de no despertarlo, yendo directo al baño, después de todo, como amo su deber era cuidar, alimentar y mantener limpia a su linda mascota...   

 

~ * o0O0o ♦ o0O0o * ~

Fin

Notas finales:

Por cualquier duda, aquí os dejo los términos nwn

Pet: Mascota

Pet play: Juego de mascota

Sala roja: esta generalmente contiene una cama de tortura, trono, cruz de San Andrés, cepos, jaulas, potros, fustas y latigos de diferentes colas.

Sala Fetish, esta normalmente contiene ropa de cuero, látex, pvc, botas, zapatos, máscaras y antifaces.

Cualquier duda favor de dejarla en un rw que con gusto respondere nwn

Gracias por leer sin decir ¿qué pasa por la mente de esta loca? Pues nada... solo yaoi semi hard xD, yo me despido y les deseo un lindo día. ♥♥

Haruka Eastwood 


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