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Loveless por Nero Sparda

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Notas del fanfic:

Esta historia fue subida a mi cuenta de Wattpad, Anaxkolasi, así que no se trata de plagio, soy la misma autora. 

Brillan las estrellas en el ignoto cielo oscuro, poco a poco va llegando el amanecer con sus galas marchitas, dorado para la novia, escarlata por el encantamiento, colores carentes de significado ahora arrastrándose sobre una ciudad sin nombre donde las almas duermen y las esperanzas se van apagando con los vestigios del sueño que desespera, se marcha.

Ahí donde nadie les conoce, donde no hay guerras ni bandos, donde Lightwood y Morgenstern carecen de peso, son sólo palabras escritas en la arena mientras la marea sube; los dos yacen abrazados, desnudos, entre gruesas frazadas, en aquella pequeña cabaña que se pierde entre el inmaculado blanco de la nieve que cae como si quisiera esta borrar todos los pecados que han dibujado ellos durante la noche, entre caricias y frases, entre gemidos sueltos y el éxtasis del clímax alcanzado.

Altos árboles les rodean, parecen guardines que resguardan el pequeño nido, la pequeña dulce esperanza que jamás prevalece.

Alexander Lightwood se desliza primero, tiritando al principio pues la chimenea se ha apagado y el cuerpo que le mantenía tibio, reconfortado, ahora yace adormecido boca abajo intentando encontrar consuelo en almohadas indiferentes cuyo aroma engañoso pretende simular el suyo.

Se desliza como el fantasma que se ha vuelto hasta la cocina, enciende la estufa, prepara café, siente los cabellos alborotados, la pegajosa noche se le ha adherido a su piel de porcelana. Incluso mientras se va vistiendo con un suéter deshilachado no se siente él mismo.

No puede ser él mientras escapa a los confines del mundo acompañado por un diablo de blancas alas manchadas con el escarlata de los caídos.

¿Qué pretendes niño del ángel? ¿Limpiar el pecado o ensuciarte también? ¿Hay sueños o sólo sábanas revueltas donde ambos ahogan las penas y vencen la soledad que les aplasta?

Ninguno satisface a sus padres, esa necesidad pudo haberlos empujado, tal vez la belleza de lo imposible. El monstruo demasiado insensible. El niño demasiado frágil, demasiado débil y además con ese secreto tortuoso que cargó demasiado tiempo y casi terminó matándolo.

Alexander sigue mirando por la ventana, hay nieve hasta donde alcanza el horizonte, la imagina pintada de escarlata, luego ve en ella los cabellos platinos de su amante, revueltos mientras él juega sus dedos con picardía entre ellos. Ve la piel tersa donde hunde los labios hasta dejar marcas notorias.

Había oscuridad en los cielos que parecían ser aquellos ojos penetrantes que le siguen incluso donde ya no deberían mirarlo como lo hacen, una noche sin estrellas, el lienzo del mejor pintor que le atormenta con pecados que no debería cargar. Pero lo hace.

Un aroma suave empieza a inundarlo todo y ya no se siente tan nervioso, sirve dos tazas, escucha a otro fantasma deslizarse descalzo por la estancia, trastrabillando, maldiciendo que le ha dejado solo cuando no quiere estarlo.

Incluso en los confines del mundo sus necesidades siguen siendo las de un soldado: alguien que le guie.

Alec no voltea, sus dedos pálidos están en la taza tibia que se siente como un corazón latiendo, hay otras deslizándose tranquilamente por sus caderas, siente un peso reconfortante en la espalda y ese aroma tan conocido, hay algo que está susurrando pero no logra entenderlo, no hasta muy tarde, cuando le viene a la cabeza una canción, una melodía que escucharon los dos en el pueblo, una tontería que les llevó a besarse como si no hubiese mañana, no existiesen días ni noches, ni nada, como si ellos dos fuesen un choque de estrellas.

—Cursi.

Alexander no guarda esos pensamientos que se elevaban como una barrera insalvable entre los dos y mantienen la distancia necesaria para estar cuerdos. No pueden permitirse enamorarse, es un campo de batalla, es la guerra.

Jonathan calla, su voz ronca volviéndose eco distante entre paredes de madera, toma su taza y continúa nuevamente hasta la cama que ha dejado abandonada, teme haberlo herido pero, ¿cómo hieres un corazón inexistente?

Lo escucha acomodarse para dormir otra vez y esa es su señal, puede marcharse, puede volver al Instituto, fingir que nada ha sucedido, mentirles a todos como se ha mentido a sí mismo. No lo seguirá y a veces lo teme, saber que podría no volver, que hay más en esa cama, entre las sábanas revueltas, haciendo el camino que él ha memorizado completamente sobre un cuerpo lleno de cicatrices.

Ahí hasta las caricias le hieren.

Entonces es Alexander quien tararea mientras se va preparando, esa misma canción estúpida y cursi que Jonathan parece haber memorizado, que él apenas comprende porque no quiere entenderla.

And I still hold your hand in mine
In mine when I'm asleep
And I will bear my soul in time
When I'm kneeling at your feet
Goodbye my lover
Goodbye my friend
You have been the one
You have been the one for me

Jonathan espera sentado en la cama, con las sábanas revueltas acusadoras a sus espaldas, siente las almohadas, pierden calor así como aquella cabaña pierde luz. El frío resplandor del sol no brinda consuelo, es una falsa esperanza, la mentira sobre mentira.

Alexander ha desaparecido y sólo dejó una taza de café, una bufanda olvidada junto con cientos de palabras muy bonitas pero igualmente frágiles.

—Si no estuviese tan jodido podría alguien quererme...

Susurró con suavidad, dejando caer la taza, que se vuelva pedazos irreconocibles, puede desaparecer tan fácil, a ella no le dolerá ser quebrada y vuelta a hacer de esos mismos trozos. Ojala las personas fuesen iguales, ojala pudiese recuperar los pedazos perdidos del niño inocente que nunca fue.

—Adiós mi amante...

 


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