El camino se hacía cada vez más largo, era extraño, mientras más avanzaba sentía que su meta estaba cada vez más alejada. No era de extrañar, aquel lugar se había convertido en su sitio favorito y era cierto que la ansiedad a veces jugaba malas pasadas, como lograr que viéramos que el tiempo no corre, o creer que por más que caminemos, en realidad no avanzamos
Suspiro al tiempo que vio a un lado de su asiento; lo veía ahí, sentado como siempre, guiando su camino, dirigiendo sus metas; lo quería tanto. Aún recordaba la primera vez que lo conoció, en aquel entonces no tenía idea de lo que aquella persona representaría en su vida, ni pensaba en lo vulnerable que podría llegar a ser con tan solo una mirada suya
En aquel entonces era tan solo un chico normal de 20 años, mientras que su compañero, era un hermoso chico de 18. Por una extraña razón, o quizás obra del destino compartían el mismo nombre, pero las personalidades eran distintas
Él era muy inseguro, y tenía un carácter débil y hasta baja autoestima, entraba rápidamente en depresión, y a pesar de que su gran virtud era el no rendirse, muchas veces terminaba con los brazos caídos; por el contrario, Yuri Plisetsky era un chico seguro de sí mismo, alguien que marcaba sus metas y las cumplía, muy independiente y muy inteligente. Si tenía algún defecto, tal vez era el que nunca se quedaba conforme, siempre buscaba más de lo que conseguía, tenía un carácter fuerte que para nada encajaba con su rostro de ángel; no era el típico chico perfecto, sumiso y tierno; no, Yuri era diferente, tenía un toque salvaje, algo que lo hacía diferente del resto
Había una vieja frase “los opuestos se atraen” como imanes, porque encuentran en el otro, lo que les falta a uno mismo, y por eso al estar juntos forman un ser perfecto; como cuando una sola alma dividida encuentra su otra mitad, como si con esa persona te sintieras completo. Teniendo esto en cuenta, tal vez no era tan extraño que a pesar de sus diferencias terminaran enamorados.
Sonrió al pensarlo y poso su mano sobre la del chico que lo acompañaba, sus dedos se sentían fríos, por lo que los estrecho para darles calor, mientras seguía conduciendo el vehículo con su mano libre, tratando de no girar a mirarlo muy seguidamente, pues temía perderse en aquellos ojos verdes con un toque azul, únicos, como la persona que los poseía
¿De dónde salía? No lo sabía, pero le gustaba verlo ahí. Era la persona que lo conocía más que nadie, la persona que siempre tenía en su mente, alma y corazón; su dulce amigo, su amante, su otra mitad
Era hasta gracioso, frente a él era tan vulnerable; capaz de todo, capaz de nada, ¿Por qué su mirada lo hipnotizaba? ¿Por qué sentirlo ahí era suficiente para sentirse feliz? ¿Porque los recuerdos no dejaban de perseguirlo? Así nunca lograría superarlo
Detuvo el coche al llegar a su destino, no quería soltar la mano que sostenía, no quería voltear a verlo. Una vez más tenía miedo, miedo de girar la mirada y ver que quien lo acompañó todo el camino, en realidad no se encontraba ahí, ser consciente de que aun cuando siempre estuviera, en realidad no estaba; ver una vez más su realidad… ahora estaba solo
Tomando valor se decidió a mirar, y una vez más, como tantas otras veces, aquella figura de cuerpo delgado, cabellos rubios y tez blanca, comenzó a desaparecer mientras sonreía, y una vez más, era incapaz de impedirlo. Enseguida el dolor inundo su pecho, pero trato de no llorar; se había prometido ser fuerte, le había prometido seguir adelante
Salió del vehículo, y miro un momento al cielo. Por alguna razón la paz volvió; tal vez sería porque el lugar en el que estaba era el lugar en el que más se sentía su presencia, después de todo, era el sitio de su último adiós
Abrio la puerta tracera del coche, y en seguida vio ahí a su única razón para salir adelante, su razón para no darse por vencido, su razón para vivir. Un bebé de apenas dos meses, tan pequeño, tan indefenso, y tan parecido a la persona que jamás podría olvidar. Su pequeño hijo, la prueba más grande de su historia de amor
-lo siento pequeñín...- dijo al tiempo que lo cargaba, mientras el bebé aún permanecía dormido— perdón por pensar que estoy solo, eso no es cierto ¿verdad? porque ahora te tengo a ti— continúo mientras cerro la puerta del coche y avanzó hacía la frontera donde podía distinguirse el mar
El sitio estaba tranquilo, no había nadie, eso le daba seguridad. Caminó por la arena hasta toparse frente a frente con la gran cantidad de agua salada. Se quedo observandolo en silencio; quería que ese tiempo fuera eterno, sentir como los recuerdos volvían, sentir como el simple hecho de pensarlo lograba que en su interior naciera la fuerza que necesitaba para seguir adelante
Sabía que lo lograría siempre que lo tuviera ahí, siempre que pudiera verlo al cerrar los ojos, siempre que pudiera sentir su presencia, aún cuando en realidad no estuviera ahí; aún cuando ese pasado tuviera un peso insoportable, sería su escudo contra el dolor, mientras no se olvidará de él jamás, sabía que nunca se sentiría abandonado, y mientras pudiera ver la sonrisa del bebé que sostenía en brazos, nadie ocuparía el lugar del que fue su único amor. Era la promesa que hacía en ese momento, mientras daba un beso en la frente del bebé al tiempo que este despertaba comenzando a llorar
-tranquilo...- le habló con ternura, mientras sacaba del bolso una mamadera con leche ya preparada, se la puso en la boca y el infante comenzó a alimentarse. Era indudable, mientras más miraba a su bebé, más recordaba a esa persona; no era de extrañar pues el niño tenía el mismo color de ojos, cabello y tez; como si fuera una copia exacta de él, eso lo hacía feliz