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Tengo un bebé por Ali-Pon

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Notas del capitulo:

¡Hola! ¡Ali viene con un OS Reituha! xD

Espero les agrade OwO

Último año de Profesional, Kouyou se sentía feliz por ello. Por fin daría terminada su carrera de Nutrición y podría dar ese paso enorme en la vida de una persona: buscar trabajo. Estaba a tan sólo un par de meses de finalizar aquella travesía llena de café, desvelos, estrés al por mayor, relaciones fallidas, rumores, fiestas y más cosas que hacían de la vida universitaria una aventura.

Y en nombre de todo lo vivido, es que había terminado en aquella fiesta masiva de su amigo Yuu, mejor conocido como Aoi. Bebía whisky de una marca cualquiera mientras intentaba bailar una melodía estridente que estaba a un volumen capaz de romper los tímpanos. Su cuerpo apretujado por los otros chicos a su alrededor y el sudor que mojaba su cuerpo por el calor infernal que había; pero eso era lo de menos, Kouyou quería disfrutar de sus últimas semanas siendo estudiante de profesional. De un momento a otro terminó con su bebida (la mitad en su ropa y piso, y la otra mitad en su estómago y rostro) por lo que hizo un puchero y caminó entra el gentío, abriéndose paso lo mejor que podía.

En cuanto salió de aquella masa humana, se dirigió a una mesa arrinconada con botellas de distintos licores. Tomó una botella de vodka medio llena, la giró como si estuviera inspeccionándola minuciosamente para después encogerse de hombros, dejar el vaso de plástico en la mesa (o lo que creyó lo era) y llevarse la botella al jardín trasero donde había un poco menos de gente, donde podría beber un tanto tranquilo.

Sin más, se sentó en el final de los tres escalones y comenzó a dar tragos largos del vodka. Su cabeza veía todo de forma graciosa, incluso que un tipo estuviera vomitando en unos arbustos le pareció de lo más cómico. Quizás después tendría una resaca infernal, pero sería una de sus últimas resacas así que debía ser la mejor. Así se empinó la botella, derramando un poco del vodka por la comisura de sus labios, sintiendo aquél líquido calentar su garganta a medida que pasaba por ella.

Gritos eufóricos de «¡Fondo, fondo!» le animaron a seguir ingiriendo hasta que le fue arrebatada y por poco se ahoga porque un poco cayó en sus fosas nasales. Los que le habían rodeado hicieron el famoso «¡Aaaah!» y se retiraron tambaleantes.

Kouyou, recuperándose de su repentina tos, dirigió su mirar hacia un par de piernas que se encontraban a su costado. Fue subiendo de a poco, haciendo bizcos en el proceso hasta que dio con la cara de su amigo toca pelotas de Akira. Aquel tipo rubio (tinturado), vestido con unos vaqueros desgastados y una playera sin mangas de color blanco, era su amigo desde muy joven. Siempre estando ahí cuando más lo necesitaba y cuando no. Como en esa ocasión.

¿Por qué interrumpía su intento de quedar hecho mierda al día siguiente? Podría ser muy su amigo, pero no le daba derecho en quererle evitar una resaca nivel Dios, o sea... ¡No!

—No más, Takashima —setenció Akira con voz grave y mirada matadora.

El aludido hizo un puchero haciendo su boca como la de un pato y frunció el entrecejo, molesto por la orden que le había dicho el otro.

—¡No! —vociferó Kouyou queriendo alcanzar la botella que tenía Akira en su mano izquierda, sosteniéndola ahí tan indefensa, tan necesitada de ser bebida por él. ¡Estúpido Akira!

—¡Ya basta! ¡Nos vamos! —dictaminó firme el rubio, dejando la botella en el suelo y tomando a su amigo con problemas de alcohol por la cintura para arrastrarlo fuera de aquella fiesta masiva.

—¡Shueltame, ejtupidho! —gritó Kouyou, muriendo su voz en el ambiente a causa de la estridente música.

—¡No me jodas! —exclamó Akira mientras tiraba de un Kouyou aferrado a la esquina de una mesa llena de vasos tanto vacíos como llenos.

—¡Shueltame! —respondió el castaño aún aferrado al mueble como si su vida dependiera de ello.

—¡Por un demonio, suéltate!

A su alrededor nadie estaba al pendiente, salvo algunos completamente perdidos en el alcohol que se reían descontroladamente.

—¡Dejameh!

Por la fuerza que estaban ejerciendo en el pobre mueble, terminaron tirándolo y con ello cayendo los dos al suelo. Kouyou comenzó a reírse de la situación mientras Akira maldecía a todo y todos porque tenía que lidiar con ese castaño amante de las resacas en fines de semana.

Ya enfadado, Akira se incorporó, sintiendo mojada su ropa por las bebidas que se derramaron en el suelo, tomando al otro que seguía riéndose y cargarlo como un costal de papas.

—¡Woah! ¡Bájame! —se quejó el otro mientras golpeaba la espalda de Akira.

—¡No, nos vamos!

—¡No me quierdho ir! —respondió Kouyou, dándole una nalgada al rubio quien siseó y le devolvió el gesto. Sin embargo, la reacción fue diferente, Kouyou gritó: —¡Más duro, papi!

Akira se detuvo en seco, tragando grueso, queriendo controlar un sonrojo que planeaba apoderarse de él. ¡¿Qué carajos le había dicho?! ¡¿Papi?! ¡¿Qué?!

El rubio, sacudiendo su cabeza, haciéndose el desentendido de lo ocurrido, siguió su camino fuera de aquella casa. Se dirigió a su auto que había comprado con sus ahorros, depositando a un castaño casi dormido, si no fuera porque en cuanto cerró la puerta, el otro estaba vomitando en el interior.

—¡No! ¡Dentro del carro no!

¡¿Qué había hecho mal en su vida pasada?!

Resignado a que ya nada más podía sucederle durante aquella noche, se subió a su auto, bajó la ventana de su lado para evitar respirar el fétido olor del vómito y así conducir hasta el departamento que compartía con su amigo-futuro-nutriólogo-hijo-de-puta-alcohólico que en todo el trayecto permaneció dormido.

En cuanto llegaron al pequeño edificio donde rentaban, volvió a hacer uso de su fuerza para llevar hasta su departamento al peso muerto de Shima. Si iba a ser nutriólogo, ¿no debía ponerse una dieta para ser menos pesado? ¡Al día siguiente le dolería la espalda!

Con gran esfuerzo, maniobras de todo tipo y maldiciones de por medio, al fin pudo recostar a Shima en lcama  matrimonial que compartían porque: «¿Para qué compramos camas individuales si podemos usar esta matrimonial, Ue-chan?». Y claro, Ue-chan, le había hecho caso al otro, comprando el dichoso colchón matrimonial, no contando con que dormiría en una minúscula esquina. Casos de vida de Akira Suzuki, por blando.

En cuanto escuchó el leve ronquido del castaño, resopló resignado a que tendría que limpiarlo y cambiarlo, porque no planeaba dormir con un tipo con el alcohol como perfume. No... ¡Ah, ah!

—Para que no digas que no hago nada por ti, estúpido alcohólico —dijo Akira al durmiente aludido.

Primero él se quitó su ropa, pues se había embarrado con las plastas de vómito del otro. Simplemente se colocó un pantalón de chandal color gris, quedando con el torso desnudo. Posteriormente, fue por una toalla limpia, la remojó y retiró restos de vómito del rostro ajeno. Le quitó la ropa y la metió al instante a lavar junto con la suya, porque no planeaba lidiar con su peste horripilante. Sacó el pijama verde con estampados de osos que adoraba Kouyou, que colocó lo más delicado que pudo, tratando de no despertar al otro.

No obstante, al parecer ese día no era su día pues en cuanto sus dedos rozaron los costados de Shima, éste liberó un gemido que le congeló. En ése momento el castaño entreabrió sus ojos marrones, mirando los orbes sorprendidos del otro. Sus rostros estaban a media distancia, frente a frente. Kouyou, acercó una de sus manos al rostro ajeno sonriéndo para después volver a caer dormido.

Akira soltó un suspiro de alivio, recargando su frente en un hombro del castaño. Su corazón se había acelerado por aquella acción y eso le estaba dando miedo. Últimamente, la cercanía antes familiar y hasta natural de Kouyou, le estaba causando estragos. Era una sensación nerviosa, así como emocionante. Y eso lo descolocaba mucho.

Ahora con veintiún años, estando en una banda de rock que apenas comenzaba, a punto de terminar su carrera de música, Akira lidiaba con su amigo y futuro nutriólogo. Ellos se habían conocido en la escuela elemental: Kouyou como el chiquillo tímido y que era molestado por los demás a causa de su aspecto femenino, mientras que Akira era uno de los tantos niños, con vida normal, pero que tuvo que aprender a defenderse y proteger a alguien. Después de una pelea en la que Akira le había roto la nariz a un niño que había maltratado a Shima, se volvieron amigos.

Pronto en la escuela, nadie se metía con el encantador de Shima, porque Akira se hacía cargo de aquellos que osaran hablar mal de su amigo o siquiera posaran sus manos en el castaño. Ya en escuela media, hubo rumores en los que se decía que tanto Akira como Kouyou estaban en una relación, pues siempre se les veía juntos, sin embargo, la realidad era que eran simples amigos.

Su amistad fue creciendo, hubo peleas en varios momentos, pero no duraban mucho tiempo molestos, ya que se necesitaban. Cuando fue tiempo de separarse, pues la universidad de uno quedaba al otro lado de la universidad del otro, decidieron vivir juntos. ¿Por qué? Realmente no existía una razón realmente lógica, sólo fue que Kouyou hizo un berrinche para que se cumpliera su capricho. Sólo eso. Porque: «No quiero compartir mi espacio con alguien que no seas tú, Ue-chan». Unos ojos suplicantes y ese puchero adorablemente gracioso, y el capricho había sido concedido: estaban rentando.

Akira ya llevaba cuatro años viviendo con ese lunático que tenía por amigo y conocía sus manías; todas. Casi toda una vida conviviendo y ya viviendo junto a él, ¿no era justo saber cuando no le gustaba lo que cocinaba o su ritual antes de dormir? ¡Claro que sí! Era cuestión de supervivencia...

O al menos eso quería creer.

De pronto, unas caricias en sus cabellos y un suspiro cerca de su oído le hicieron salir de su baúl de recuerdos. El rubio se quedó estático por aquellas caricias, dejándose hacer. La sensación era placentera y hubiera caído en brazos de Morfeo si un eructo no hubiera resonado en su oído.

—¡Que puto asco! —exclamó mientras tocía y se abanicaba con sus manos, queriendo alejar ese olor.

A veces olvidaba que Kouyou era hombre y la palabra "delicado" no concordaba mucho con él. Porque había crecido bastante, y aunque no tuviera mucha musculatura se había metido a praticar artes marciales porque: «Como no vas a estar a mi lado ahora, de menos que sepa golpear sin salir herido o quedar como imbécil». Algo realmente lógico y que, en algún momento, hizo sentir al rubio coo si fuera desplazado. Fue una ligera sensación de que Shima ya no dependería de él, que ya no podría ser su héroe como lo fue por tantos años. Eso le llegó a molestar un poco; sin embargo, alentó al otro a tomar las clases.

Cuando terminó de cambiar al otro, inmediatamente fue a la cocina a beber un poco de agua y servir leche en un vaso. Receta casera para lidiar con la resaca. Casi infalible.

Akira se recargó de la pequeña barra que usaban como desyunador, esperando a que el otro fuera por su querido vaso. Porque sí, también se había aprendido el ritual de los días de borracheras de Kouyou: llegaba a casa perdido y con ayuda de él u otros tipos, se quedaba dormido unos minutos, iba a vomitar al baño y al final iba a beber sus queridos vasos de leche. No obstante, pasó el tiempo y no veía rastro alguno de su amigo. Había escuchado la palanca del baño haberse accionado, mas nada de su amigo yendo a la cocina.

Extrañado  de la situación, regresó a la recámara y se topó con un Kouyou sin ropa y dándose placer con su juguetito infernal. Ese maldito dildo de color naranja que pensó había desaparecido, pues ya no lo había visto rondando por la casa, ahora lo tenía enterrado en su ano Shima. Akira sabía que Kouyou normalmente tenía sexo en sus días de borrachera, ganándose el apodo de "Una noche", ya que jamás se volvía a acostar con la misma persona, fuese hombre o mujer.

Akira muchas veces lo había visto desaparecer en las fiestas (cuando le acompañaba) yendo de la mano de un tipo o una chica a algún lugar. Siempre le reciminó no usar condón, pues en algún momento él quedaría embarazado o dejaría alguna cría en alguna mujer. Y después de varias discusiones en las que Kouyou le decía que le dejara respirar que era su vida, nunca volvió a decirle nada.

Ese tema siempre era delicado de tratar con el castaño, pues normalmente se terminaban enojando e ignorándose por días. Akira sabía que Kouyou no quería lidiar con esa responsabilida, aún; pero, era un testarudo en no usar condón. En una ocasión escuchó una conversación telefónica de Shima con alguna chica, pues le preguntaba constantemente si había tomado la pastilla del día después y después de dos semanas le volvió a escuchar para confirmar si la prueba de embarazo había salido negativa. Y aunque no fuera ético de su parte ser así, para Akira significaba que al menos el castaño tomaba en serio su premisa de no ser padre a esa edad.

—¡Ah! —gimió alto Shima, trayendo de vuelta a la realidad a Akira, quien dirigió su mirada a ese rostro con gesto de placer.

Un deseo de saber cómo sería su expresión estando él en su interior, le martillaba la cabeza. Su mente estaba siendo dividida entre: ir hacer suyo a su amigo y disculparse después o darse la media vuelta y permitirle terminar su sesión de autoplacer.

No obstante, pronto se encontró entre las piernas largas de Shima, alejando la mano de su amigo, recibiendo una mirada un tanto confundida que después desapareció cuando el rubio comenzó a embestir aquella entrada con el dildo. Una sensación de satisfacción y excitación recorrió el cuerpo del rubio.

Se le hizo demasiado erótico la manera en la que se retorcía el otro y se deshacía en gemidos roncos. Por ello terminó con una mano dentro de su pantalón, masturbándose mientras embestía con el dildo al otro y le miraba con lujuria.

—¡M-más! —rogó el otro, arqueando un poco la espalda cuando la embestida del dildo fue ruda y certera.

Akira se sentía en otro mundo, como si ya no tuviera control de sus acciones. Sus pensamientos lógicos se disolvían con cada jadeo y gemido. De un momento a otro la idea de él estar en lugar de aquel dildo naranja se instauró por completo en su mente. Ya no había cabida alguna de juicio alguno, sólo lo primitivo: el placer.

Akira retiró aquel objeto que había estado en esa entrada tentadora. Una queja de Shima, un beso desenfrenado donde el aliento quedó en segundo plano y la gloriosa sensación de estar dentro de aquel apretujado agujero fue la máxima premisa en su cabeza. Tan estrecho, tan caliente y tan delicioso.

Las embestidas fueron duras, profundas, deseperadas y necesitadas. La habitación se llenó de gemidos roncos, de un sonido vulgar y que les daba pauta para seguir en aquella danza lujoriosa. Shima se aferraba a las sábanas a los costados de su cabeza, soltando maldiciones continuamente y más cuando Akira le succionaba el cuello o le mordía sus pezones. Sus largas piernas se enredaron en las caderas del otro,  anhelando que llegara hasta lo más profundo de su ser aquél que le estaba dando un buen sexo.

—¡Oh, mierda! —exclamó Kouyou antes de tener su tan ansiado orgasmo, siendo embestido con brutalidad después de aquello y tiempo después ser llenado con el semen del otro.

—Eres mío, Shima —decretó con voz una octava más grave a causa del orgasmo.

Después de esa ronda de sexo rudo y bueno, Shima cayó dormido. Akira, luego de tener su orgasmo, se quedó unos momentos aún en el interior del otro procesando lo que había ocurrido, siendo atropellado por la culpa. Aunque, también había una pizca de satisfacción. En cuanto salió del interior del otro, le limpió lo mejor que pudo, le volvió a poner su pijama y lo arropó.

En cuanto observó el rostro apacible  de Shima, su estómago se estrujó. ¿Cómo pudo hacerle eso a su amigo? Ellos no eran siquiera amigos con derechos como para tomar esa confianza. Su cabeza le culpaba de sus acciones y, sin poderlo lidiar más, se retiró de la habitación yendo a la sala y dar vueltas en el lugar para después llamar a su amigo Yutaka. Un chico risueño y con quien había iniciado la banda de rock en la que estaba. Se estaba frustrando de no obtener respuesta, colgando y volviendo a llamar, hasta que fue tomada.

—¡¿Qué putas horas son estás de llamar, Akira Suzuki?! —gritó Yutaka al instante.

—¡Yuta, acabo de cagarla! —exclamó frustrado Akira.

—No es novedad —respondió el otro.

—¡Es en serio!

—¡Yo también hablo en serio, Akira!

El aludido resopló, desplomándose en el sillón de tres plazas, gruñendo en el acto.

—Está bien, está bien —habló Yutaka, bostezando después. —¿Qué pasó esta vez?

—¡Me acosté con Shima! —reveló al instante.

—¿Tu amigo ese de la infancia?

—¡Sí!

—Oh, ¿al fin?

—¿Cómo que al fin?

—Bueno, es que siempre que él venía a los ensayos, tú le mirabas con una cara de querer jodertelo que pensé que morirías con las ganas. Felicidades.

—¡¿Cómo puedes decir semejante estupidez?!

—No es ninguna estupidez, es más, hasta Ruki y yo apostamos con Miya a que antes de terminar la universidad, te lo joderías. Creo que mañana iré a cobrar con el enano el dinero.

—No es posible.

—Oh, claro que sí. Miyavi debe pagar lo acordado.

—No me refiero a eso, sino a lo que apostaron.

—Sí, bueno, tampoco es como que tu amiguito tampoco te mirara inocentemente. ¡Te comía y luego se iba a zorrear con Ishihara!

—No llames zorra a Shima.

—¿Y no lo es? Vamos en la misma universidad, todo el mundo sabe quién es "Una noche"; por el amor a lo más sagrado que tienes en tu jodida existencia, ¡tú también lo sabes!

—Pero...

—Pero no quieres admitir que lo es y que eso es lo que más te enoja, que a pesar de ser un fácil, no se te haya abierto de piernas... hasta ahora, claro.

—¿Me puedes recordar por qué somos amigos?

—¿Porque firmaste un contrato con el diablo?

Luego de ese comentario, los dos se quedaron callados. Uno negándose a que en verdad había deseado tener sexo con Shima y el otro con unas enormes ganas de volver a dormir.

—Aunque —habló Yutaka de repente —, dejando de lado la joda, la verdadera apuesta es en qué momento te le declaras.

—¿Qué?

—Siempre le proteges, siempre le cumples sus capichos, le aguantas su carácter, estás ahí cuando te lo pide, incluso lo defiendes aunque él no esté presente y que lo antepones ante cualquier cosa. Lo amas.

—Somos amigos desde hace mucho, siempre lo he protegido porque es un debilucho...

—Ahora puede hacer unas buenas llaves, así que de debilucho te creo un carajo.

—¡Como sea! El punto es que no puedes llegar a una conclusión de esa magnitud.

—¿Por qué no?

—Porque no es así, yo no le amo.

—¡Negación!

—¡No es eso!

—¿Entonces aceptas que te tiene babeando?

—¡No, por la mierda!

—¡Entonces me vas a negar la vez que te cogiste a la hermana de Ishihara, pronunciaste tu nombre en vez el de ella!

—¡Estaba ebrio!

—¡Ebrio tu ano floreado! ¡Lo amas y punto!

—¡No es así! ¡No lo hago!

—¡Está bien! Niégate todo lo que quieras Akira, pero luego vendrás a mí con tu cara de perro apaleado y me darás la razón.

—¡Vete a la mierda!

Y colgó. Se suponía que Yutaka le ayudaría a calmarse, mas había ocurrido todo lo contrario. En ese momento quería romper todo, golpear a alguien, a quien fuera. Necesitaba sacar esa frustración infernal y que le estaba carcomiendo la cabeza.

¿Él enamorado de Kouyou Takishima? ¡Ja! ¡Eso no era! Él le tenía cariño, le procuraba, quizás llegó a sentir celos de que otros habían probado su cuerpo de infarto y él no, pero había dictaminado que era sólo una calentura pasajera; sólo eso.

Dieron las tantas de la madrugada y Akira seguía en la sala, recostado en el sillón de tres plazas, dándole vueltas a lo que había conversado con Yutaka. Sí, había deseado a Kouyou de una manera casi enferma, le había celado cuando tuvo su primer novio, le había hecho algunas escenas cuando comenzó su libertinaje, pero siempre procurándolo, a pesar de todo. Porque prefería ver a Kouyou bien antes que él mismo, porque Kouyou resultaba más importante que su clase con el profesor más estricto y toca pelotas, porque incluso extrañaba esas veces en las que quedaba como su héroe.

Y quizás sí, mierda, sí sentía algo más por ese castaño. Porque sentía que ninguna mujer, así tuviera kilos de maquillaje, podría compertir con esa belleza singular que poseía su amigo. Siempre que le veía salir a una fiesta, el conjunto que portaba usualmente acentuaba su pequeño trasero y esa piernas largas y torneadas. Y sí,  alguna vez quiso impedir que se fuera vestido de aquella manera tan malditamente provocativa, pero se recordaba que era sólo su amigo y no podía exigir algo así.

En un pestañeo, Akira terminó dormido en el sillón, recibiendo el amanecer de aquel sábado donde tendría que hacerle frente a la realidad de que se había jodido a su amigo. Tendría que decirle, para quitarse un peso de encima. Era posible que pudiera enfadarse su amigo, lo comprendería, sin embargo, habría sido sincero.

—¿Qué mierda haces ahí, Ue-chan?

La voz rasposa y ronca del castaño, hizo sobresaltar al rubio.

—¿Ah?

—¿Por qué no dormiste en la cama? —inquirió Shima, yendo directo por su vaso y servirse su adorada leche.

—Ah... apestabas, no podía simplemente descansar.

Shima le miró con una ceja alzada, termianndo de beber su primer vaso para después servirse el segundo.

—Ya has dormido conmigo estando peor, así que no te creo.

Akira desvió su mirada, sentándose en el sillón, recargándose en el respaldo y mirando la ventana que dejaba pasar los rayos del sol. Quizás en ese momento debía decirle lo que había ocurrido la noche anterior, decirle que tomara su pastilla especial para evitar cualqueir cosa porque no había ocupado condón. Aquello que tanto le peleaba a su amigo.

Sin embargo, sintió cómo su regazo era ocupado por el cuerpo del castaño, quien se había sentado a horcajadas en él, sorprendiéndolo.

—¿Qué haces?

—¿Pasó algo malo anoche? —preguntó serio Kouyou, viendo a los ojos al otro.

Akira se tensó ante la pregunta, suspirando y devolviendo su mirada a la ventana.

—Akira —llamó suave el castaño, acariciando el rostro del otro. —¿Hice algo malo? —. Akira negó. —¿Entonces?

El rubio al final había podido reunir el coraje suficiente para decirle, cuando el teléfono de la casa sonó. Al instante Shima respondió, más por querer terminar con el estridente sonido que le taladró la cabeza que porque en verdad quisiera atender la llamada.

—¿Diga?

Akira admiró el cuerpo de Kouyou mientras éste respondía con monosílabos a quien fuera que le hubiera llamado, hasta que colgó.

—Debo irme —anunció luego de colgar.

—¿Por?

—Cambiaron mi último seminario para hoy dentro de una hora.

—Oh.

La conversación murió ahí, los orbes marrones de Kouyou le miraron escrutadoramente, poniéndole un poco nervioso.

—¿En verdad no pasó algo anoche?

—Ah... Bueno... No, lo normal cuando bebes. Nada más.

Kouyou, con rostro impasible, asintió y se retiró de la sala. A la media hora estaba vestido, caminando con cierta dificultad, preocupando al rubio y haciéndole sentir más culpable e imbécil.

—¿Te sientes bien? —preguntó en la puerta Akira.

—Sí, sólo que al parecer me enredé con alguien demasiado bruto anoche —respondió Shima mientras se colocaba sus zapatos. —Ya no tengo pastillas para el dolor, las compraré en el camino —dijo ya con el calzado puesto y mirando a los ojos al otro. —¿En serio, Akira, no pasó nada anoche?

—Ya te dije que no, ¿por qué insistes?

—Te estás comportando raro hoy.

—No he dormido bien, es todo.

—Lo que digas, nos vemos.

En ese momento, Shima besó la mejilla del otro, asombrándolo por tal gesto.

—Te quiero, espérame a cenar.

Una sonrisa cálida, la puerta siendo cerrada y la culpa mofándose de él.

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—¿Así que fuiste un cobarde y no le dijiste que lo cogiste por detrás, Iguana? —inquirió Takanori, quien comía una bolsa de papas fritas, sentado en el suelo, recargado en una pared de aquel local que habían rentado para realizar sus ensayos.

—Sabía que no le dirías —agregó Yutaka sentado en su banquito detrás de la batería.

—Entonces no tengo por qué  pagar, ¿cierto? —dijo esperanzado Ishihara quien estaba sentado en el sillón individual del rincón.

—Oh, pero claro que pagarás —resolvió el baterista de la banda. —Se lo cogió anoche, así que tendrás que pagar hoy.

—¡Ya te dije que no tengo la cantidad!

—¿Para qué apuestas algo que no tienes? —reclamó Takanori, viéndole mal.

—¡No creí que en verdad se lo jodería!

—¿Pueden callarse? —exigió Akira, completamente frustrado de que no tuviera un momento de paz.

¿No podían entender su sufrimiento?

—Dile hoy en cuanto regrese de su seminario —sugirió Takanori. —Aún estás a tiempo, pero si no le dices hoy, apuesto que no le dirás nunca y te irá peor.

En eso tenía razón, mas tenía miedo; demasiado a decir verdad. Quizás por esa estupidez, Kouyou se enfadaría y daría por finalizada su amistad y eso no quería que sucediera. No podría soportar no tener al castaño cerca.

Apenas había caído en cuenta de ello.

—Yo...

—¿Responde a esto Akira? Y sé sincero —habló Yutaka, viéndole autoritario. —¿Te preocupa más el hecho de habértelo jodido o que por eso Shima te mande a la mierda?

—¿Qué clase de pregunta es esa, Yuta? Obviamente que las dos cosas le preocupan —intervino Takanori, no conforme con lo que había dicho el otro.

—Pero siempre habrá una con más peso.

—Tu pregunta es estúpida, en verdad.

—Claro que no, tiene lógica. Si le preocupa haberse acostado con él, es simple amistad, pero si es el miedo a perderlo, es amor. ¿Entiendes, enano?

—Ah... Sí, tiene lógica... supongo.

—¿Sigues empeñado con que estoy enamorado de Shima?

—¿Y no lo estás?

—Ayer te dije claramente que no lo amo.

—Ayer me gritaste, eso no es hablar claro.

—¡Ese no es el punto!

—No, el punto es que te mueres por él y no lo quieres admitir porque eres pendejo; ése es el meollo aquí.

—Tiene razón —intervino Ishihara, quien había estado al margen. —Tú sientes algo por ese chico. Nunca olvidaré esas miradas asesinas que me echabas cuando se me arrimaba. De sólo recordarlo me dan calosfríos.

Akira estaba sin palabras, no entendía cómo podían asegurar que estuviera enamorado de su amigo. Todo era tan confuso.

—¿Entonces, Akira? —preguntó Yutaka, jugando con una baqueta.

—Entonces, nada. Todos ustedes váyanse a la mierda. ¡Yo no estoy enamorado de Shima! ¡No, no, no!

Sus amigos le miraron incrédulos y como si fuera el idiota número uno del mundo.

—Ya te dije, después vendrás y me besarás la mano y los pies diciendo que tuve razón.

El rubio salió hecho una furia del recinto, dejando a sus amigos con rostros de fastidio.

—En verdad es un pendejo —dijo Takanori, llevándose un puñado de papas a la boca.

—Bueno, en vista de que no ensayaremos, vamos al bar que nos recomendaste, Miyavi.

—¡Sí! —exclamó feliz el aludido.

—Pagarás la cuenta.

—¡¿Qué?!

—Lo que oíste, así que andando.

—Pero... pero, pero...

—Sólo cállate, antes de que te haga esa llave maestra —sugirió Takanori.

—¡¿Por qué a mí?!

Y sin más, se retiraron del lugar para ir a beber un poco. O tal vez perderse, lo que fuera.

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Akira caminaba furioso por el pasillo que le llevaría a su departamento, sacando las llaves y abriendo con brusquedad de lo enojado que estaba.

¿Él no sentía amor por Shima? ¿Cómo podía ser?

Y, de pronto, un gemido.

—¡Oh, sí, papi! ¡Jódeme, jódeme!

Akira se quedó estático, procesando la información. Esos gemidos, provenían de, probablemente, su recámara. Esa voz era la de Shima... ¿No llegaría por la noche? ¿Qué hacía a las cinco de la tarde en casa?

—¡Mierda, tan estrecho!

Esa voz no la reconoció, pero podía jurar que le hirvió la sangre cuando llegó a la conclusión de que Shima le había mentido y no sólo resultaba que lelgaba temprano sino que estaba teniendo sexo en su recámara, en su cama. No, no iba a permitir que eso sucediera.

Arremangándose, Akira caminó a paso firme hasta la recámara donde vió a Shima en cuatro con un desconocido tomándole con fuerza de los cabellos y embistiéndole con rudeza.

—¡Sí! ¡Así, párteme!

—Lo que quieras.

Y no lo aguantó más. Akira fue por el tipejo tomándolo del cuello, lanzádolo al suelo con toda su fuerza.

—¡¿Pero qué mierda?! —gritó Kouyou, viendo con sorpresa lo ocurrido.

—¡Lárgate! ¡Ahora!

El tipo estaba incorporándose, tociendo por haber sido tomado del cuello. Akira hervía de coraje y algo de decepción. Impaciente, tomó de los cabellos al otro y lo obligó a andar, sin embargo, de un momento a otro el tipo le cestó un puñetazo en s u costado izquierdo. No lo hubeira hecho. Akira le pateó el estómago, sacándole el aire.

—¡¿Qué haces?! ¡Suéltalo!

—¡Tú cállate!

Kouyou se sorprendió por la mirada fúrica que le dedicó Akira, viéndo cómo sacaba desnudo con quien había estado teniendo sexo antes de que llegara su amigo.

—¡Ábreme! ¡Estoy desnudo! —gritó el tipo al otro lado.

Akira pasó seguro y se devolvió, topándose con Shima.

—Apártate —ordenó molesto, viendo a los ojos a un desafiante Shima.

—No estabas —respondió altanero.

—¿Y qué con que no estuviera? ¡Aquí no puedes traer a tus acostones!

—¡¿Por qué no?! ¡También es mi casa!

Akira bufó y rio irónico.

—¿Tuyo dices? ¿Acaso has pagado alguna mensualidad? ¡No, siempre he sido yo!

—¡Vivo aquí!

—¡Yo también! ¡Y no quiero que andes de zorra aquí!

Sus miradas retadoras estaban ahí, la voz amortiguada del tipo que pedía que tan sólo le pasaran su ropa se escuchaba. Shima, fue a la recámara y al rato salió con las ropas del desconocido en los brazos. Akira le detuvo antes de siquiera llegar al pasillo que llevaría a la entrada.

—¿Qué haces?

—Se las voy a dar.

—Déjalo.

Kouyou se zafó del agarre ajeno y fue a darle la ropa al otro, para después devolverse hacia la recámara siendo seguido por el rubio. La tensión era tal que parecía asfixiarlos.

—¿Por qué no me dijiste que llegarías antes? —inquirió ya un poco más calmo Akira. Sin embargo, no recibió respuesta.

Shima le estaba ignorando mientras tomaba sus ropas y comenzaba a colocársela una a una.

—Shima —llamó tras un suspiro —, por favor, responde.

—¿Para qué? ¿Para que me digas zorra? —escupió con ojos brillantes haciendo sentir mierda a Akira.

—Perdona, ¿sí? No debí llamarte así.

—No, claro que no.

—Vale, la cagué en eso, perdón.

Shima frunció el entrecejo y formó puños. Nuevamente la tensión.

—¿Adonde vas? —preguntó alarmado Akira, al ver cómo el otro se dirigía a la puerta de la recámara con amago de retirarse, sin embargo, el rubio le tomó del antebrazo deteniéndolo.

—Suéltame.

—No, si no me dices adonde vas.

Shima sonrió bastardo y dijo: —A zorrear.

Akira frunció el entrecejo y tensó la quijada.

—No eres ninguna zorra.

—¿Ah no? ¿Entonces oí mal?

—Ya te pedí perdón, ¿de acuerdo?

—De todas maneras, voy a salir.

—¡No! ¡No saldrás!

—¡¿Por qué no?!

—¡Porque no quiero que te acuestes con alguien más!

—¡No me vengas con esa mierda y déjame ir!

—¡Ya te dije que no!

—¡¿Por qué?! ¡¿Acaso somos novios o algo?! ¡Sólo eres mi amigo!

Eso último enfureció de nuevo a Akira, por lo que, con fuerza, lanzó a la cama a Shima, colocándose encima de él con prontitud.

—¡¿Qué mierda?!

—No quiero que nadie más te toque— dijo en un hilo de voz, sosteniéndole la mirada molesta del castaño.

—Eso no es asunto tuyo. ¡Quítate de encima!

—¿Quieres saber qué pasó anoche? —preguntó de repente, mirando intensamente al castaño que detuvo sus intenciones de retirar al otro de encima.

—Me dijiste que no ocurrió nada.

—Sí, eso dije, pero mentí, sí pasó algo.

Shima sonrió de medio lado, recostándose en el colchón, mirando burlón al otro.

—¿Que vomité tu carro? Lo vi esta mañana.

—No sólo eso.

Kouyou afiló su mirada en ese momento.

—¿Que me acosté? Sabes que eso lo hago siempre que me emborracho.

—¿Y recuerdas con quién te acostaste?

Kouyou guardó silencio, tratando de recordar con quién se había acostado. Hizo memoria de lo que hizo durante ese día con su resaca (que logró sobrellevar gracias a unas pastillas de B-12). Llegó a la universidad y conversó con Aoi, quien le dijo qué ocurrió en la fiesta y que Akira se lo había llevado a eso de la una de madrugada. Entonces... Eso quiere decir...

—Tú... —susurró con los ojos abiertos como platos, Shima.

Akira resopló, quitándose de encima del castaño.

—Sí, yo me acosté contigo —reveló al fin, con los nervios a flor de piel.

Kouyou seguía recostado en el colchón  digiriendo la confesión que le había dado Akira. ¿Akira fue quien le había jodido? Su pecho se contrajo porque nunca pensó que pudiera suceder. Lo peor es que él no podía recordar mucho. Tanto tiempo deseó que Akira lo tomara, pero al ver que éste no respondía a sus insinuasiones, se fue por lo más fácil. Sabiendo que muchos deseaban estar con él, se aprovechó de ello. Y ahora, que resultaba que al fin Akira había hecho realidad una de sus fantasías, venía con que él había estado ebrio.

Shima se llevó las manos a los ojos, queriendo retener las lágrimas. Su interior estaba hecho un desastre, porque ese sentimiento que creyó haber superado gracias a su vida de libertinaje, volvía a aparecer. Porque resulta que Shima amaba a Akira, aunque nunca se animó a decírselo, pensando que todo se iría a la mierda. Durante varios años intentó conquistar al rubio, pero ni sus encantos que hacían babear a otros surtían efecto en el estúpido de Suzuki. Hasta que se hartó y decidió olvidarlo teniendo su primer novio, fingir que le había roto su corazón y nod ecir que en realidad Akira lo había hecho cuando le presentó su novia, por aquel entonces.

Ya se había resignado, había logrado olvidarlo o creer que lo había hecho y ahora estaba esa pequeña felicidad de por fin haber sido tomado, pero el amargo sabor de no recordarlo le entristecía.

—Di algo, lo que sea —suplicó con voz tambaleante el rubio.

Kouyou se incorporó, negándose a ver al otro, sabiendo que quizás saltaría a sus brazos y le besaría con devoción. Mas el hecho de sentir la culpa que emanaba el otro, le hizo realizar lo contrario: salir de ahí y buscar olvidarlo de la manera que le había funcionado.

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Días pasaron y Akira se encontraba nuevamente solo en aquella enorme cama. Luego de que Kouyou saliera del departamento aquel sábado por la tarde, no lo volvió a ver. Por vecinos sabía que el castaño volvía a casa, y al rato  salía cambiado. Quizás le estaba evitando... No, quizás no, lo estaba evitando y eso mataba a Akira. Él intentó buscarlo en su universidad, pero nunca llegó a cruzar al guardia con cara de perro y aunque esperara a la hora de salida (que recordaba vagamente) resultaba con que salía arriba del auto de alguien diferente cada día.

La ausencia del castaño le golpeaba con fuerza y le entraba una tristeza y anhelo despiadados. Había dejado de asistir a los ensayos porque no se sentía con ánimos. Yutaka había querido hablar con él, pero Akira lo cortaba o le cerraba la puerta en las narices las veces que el otro se atrevía a ir a su departamento.

Lo único que necesitaba era tener de vuelta a Shima, a su Shima.

Entre los varios desvelos que tuvo a lo largo de esa semana, reflexionó lo que se negaba a siquiera pensar. Y... ¿qué creen? Akira sí estaba enamorado de ese nutriólogo. Recuerda que esa noche rio como desquisiado porque Yutaka tuvo razón siempre, y a lo mejor debió ir a besarle la mano y pies tal como le había dicho el otro. Mas, la sola idea de salir, la desechaba.

—Ojalá pudiera volver a verte —dijo a la nada, Akira, abrazando la almohada que pertenecía a su Shima y quedándose dormido.

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—Anímate, hombre —dijo Yutaka, palmeando el hombro del rubio quien sostenía su birrete con tristeza.

—Habíamos prometido ir a la clausura de cada uno —murmuró triste, haciendo a sus amigos rodar los ojos.

—Ya, supéralo, que me traspasas tu depresión —exclamó Takanori con fastidio.

—Entonces, no hubieras venido —atacó Akira, mirando mal al enano de grupo.

—Da igual, ya eres todo un lic. en música —comentó Yutaka, queriendo animar a su amigo que hasta ese momento se había dignado a salir.

Habían pasado dos meses desde la ruptura en la relación de Kouyou y Akira. Yutaka sabía lo que ocurría con el castaño, pero sentía que no le correspondía decirle. Es más, toda la universidad, a la que asistían tanto Yutaka como Kouyou, sabía del estado en el que se encontraba el "Una noche". Su apodo ahora era otro...

—Wiii, qué felicidad —dijo irónico Akira, suspirando por milésima vez.

—Creo que necesitas un trago —comentó Ishihara. —Tal vez eso te ayude.

—¡Sí, vamos a beber y celebrar que al fin te graduaste, iguana!

—¡No me digas iguana, enano!

—¡Enano tu pene!

—Hijo de...

—Oh, vino —comentó Ishihara, señalando con a cabeza a Kouyou, que se encontraba en el umbral de la puerta del gimnasio, donde se había desarrollado la clausura.

El corazón de Akira se aceleró en cuanto sus ojos hicieron contacto. Podía notar que ya no vestía con sus usuales ropas entalladas, sino una sudadera enorme y un pantalón de chandal. Aún así, a ojos de Akira, lucía lindo.

—Ve —alentó Yutaka. —Hay cosas que arreglar.

Akira, sin devolver la mirada al otro, se encaminó hasta donde el castaño estaba. Conforme se acercaba, pudo notar que el maquillaje ya no era tan cargado como antes, que su cabello había crecido un poco, quedando debajo de sus hombros cayendo en lindas ondas.

Cuando estuvieron cerca, se podia notar esa necesidad de algún gesto.

—Hola —dijo tímido, Akira.

—Hola —respondió el otro.

—Pensé... pensé que no vendrías —comentó carraspeando un poco en el proceso.

—Yo también, pero es una promesa —respondió suave el castaño sonriendo un poco.

Akira sintió alivio al escuchar aquello, devolviendo la sonrisa.

—¿P-podemos hablar un momento? —preguntó Shima, confundiendo al rubio.

—Seguro, vamos afuera —dijo Akira, posando una mano en la espalda del otro incitándolo a caminar.

Akira lo guió a la cancha de fútbol, donde no había gente. El nerviosismo de Kouyou ahora lo percibía, preocupándolo.

—¿Y bien? ¿Sobre qué quieres hablar?

El castaño comenzó a jugar con las mangas de su sudadera y mordiéndose el labio con intensidad.

—Yo... lo siento... en varias ocasiones quise... es que... no puedo...

—A ver —habló Akira, posando sus manos en los hombros ajenos, queriendo calmarlo —, respira. Eso; uno; dos; respira. Ahora, dime qué es lo que quieres decirme.

—Estoy embarazado —soltó Kouyou mirando suplicante a los ojos ajenos.

Akira abrió los ojos desmesuradamente. ¿Qué?

—¿Ah?

—Tengo dos meses exactos. Al principio pensé que era de Nakamoto, pero incluso con él usé condón, él me lo dijo que lo obligué. Le pregunté a medio mundo con quien me había enredado, pero resultó lo mismo: todos habían ocupado condón menos... bueno, nunca me dijsite si lo ocupaste, así que...

—Te fuiste —agregó Akira, con voz calma. —Ése día te largaste y me evitaste. Sí, no ocupé condón, pero no pude decírtelo.

—Lo sé.

Silencio. La mirada intensa de Akira sobre él le estaba acribillando y casi se retracta de haber ido ahí.

—¿En verdad es mío? —inquirió Akira, acercándose al castaño y posando su diestra en el vientre un poco abultado, sorprendiendo al otro. —¿En verdad lo es?

Shima dirigió sus orbes a los ajenos, topándose con un brillo que no había visto antes.

—Sí —murmuró a respuesta.

Y de pronto, los labios de Akira se encontraban posados en su frente. ¿Qué era eso?

—Akira, ¿qué...?

—Estoy feliz —exclamó el rubio, estrechando entre sus brazos al otro, descolocándolo.

—¿Tú... no me odias?

—¿De qué hablas? Yo nunca te odiaría, la verdadera pregunta es: ¿tú no me odias? Fui yo quien te embarazó mientras estabas ebrio y sé que tú no quieres un hijo...

—Quería.

—¿Eh?

—Yo no quería un hijo, pero... ahora...

—¿Lo quieres tener a pesar de que yo...?

—Porque es tuyo, lo tendré.

Ahora el confundido era el rubio. ¿Cómo debía tomar aquello? ¿Una confesión acaso?

—Te amo, Akira.

¡Woah! ¡Demasiada información!

—¿Eh?

—Entiendo si ahora que sabes de mis sentimientos no quieres saber de él, pero al menos quiero que sepas que tendré un hijo tuyo y...

—¡Estúpido! —interrumpió Akira, sorprendiendo al otro. —¿Al menos sabes lo que yo siento por ti?

—Cariño de amigos.

Akira soltó una carcajada donde se desbordaba la sorpresa y la ironía de la vida. De su vida.

—¿En serio?

—Sí, Akira, siempre ha sido así.

—¿Estás seguro? —inquirió el rubio, acercándose al otro, sonriendo divertido.

Shima tragó grueso, comenzando a sonrojarse.

—S-sí.

—¿Te digo un secreto? —dijo ya estando a centímetros de los labios peculiares de Shima. —Yo también te amo.

Un beso cargado de ese sentimiento que uno calló y otro se negó a aceptarlo. Sus labios se apoderaban unos del otro; sus lenguas se entrelazaban y mordidas juguetonas les hicieron reír. Una sensación de alivio se instauró en ellas y tras ella la inmesa felicidad de ser correspondidos.

—¡Ya cásense! —gritó Takanori a lo lejos.

—¡Yeih! ¡He ganado al apuesta de la confesión! —exclamó eufórico Ishihara.

—¡Cállate, idiota! —vociferó molesto Yutaka.

—¡Oigan! —llamó Akira con una sonrisa en sus labios y abrazando a Shima. —¡Tendré un bebé!

—¡¿Qué?! —dijeron al unísono sus amigos.

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Nueve meses habían pasado y había un pequeñín en aquel departamento rentado de Akira y Kouyou. Habían pasado por todo el proceso de embarazo del castaño hasta se tuvo que ir de emergencia al hospital donde atendían a Shima para practicarle la cesárea.

Akira en ese momento estaba trabajando en una disquera, pues necesitaba de un trabajo que no implicara giras, porque ahora era padre y tenía una familia que atender.

—¡Buenos días, Hikari-chan! —saludó eufórico Akira, acercándose a su novio y futuro esposo que cargaba con delicadeza a la pequeña que bebía de la mamila la fórmula para que creciera bien.

—¡Akira! ¡La asustas! —se quejó Shima, mirando mal al otro y sacarle la lengua de manera infantil.

—Lo siento —canturreó el ahora castaño cobrizo. —Pero me emociona verla.

—Ya sé, amor —respondió el castaño, riendo un poco porque su nena había agarrado uno de sus dedos largos con su pequeño manito.

—Es tan bonita —elogió Akira, viéndola embobado mientras se sentaba a un lado de su pareja, quien se recargó en su hombre y entrelazó sus dedos con su mano libre.

—Sí, lo es.

—Gracias, Shima —dijo de repente Akira, atrayendo la atención del aludido.

—¿A qué viene eso?

Akira sonrió y le besó lento y de manera delicada, transmitiéndole su enorme felicidad. A pesar de estar cansado de su trabajo, sólo ver a su nena, su cansancio desaparecía. Asimismo, recordar que pronto sería su boda con Shima, y que pronto le diría esposo, le alegraba en demasía.

—Te amo —confesó por milésima vez en ese día, haciendo reír a su pareja.

—Yo también.

—Tengo un bebé, tengo un bebé —exclamó emocionado, viendo a su nena dormir plácidamente luego de comer.

—Tenemos —enfatizó el castaño. —Resulta que yo la llevé en mi barriga, así que también es mía.

Akira rio divertido y besó la coronilla del otro.

—Amor —llamó el músico.

—¿Mmmh?

—En cuanto a tu trabajo, he pensado...

—Esperaré hasta que ella vaya a la escuela para buscar trabajo. Quiero dedicarme a ella... espero no te moleste que no quiera aportar algo a la casa.

—Para nada, de hecho, te iba a proponer lo mismo.

—Vaya —canturreó Shima. —Ahora sí se puede decir que somos almas gemelas: pensamos en lo mismo.

—Supongo que sí.

—Me gusta. Así ya no tendré que decirte que hoy quiero comer lasgna.

—¿Es en serio? ¿No ya ha terminado tu embarazo? ¿No que eres nutriólogo?

Shima miró mal a su futuro esposo, para después morderle el hombro.

—¡Está bien, está bien , ya entendí! —se quejó Akira.

—Me alegra que lo hayas captado, ahora —. Shima tendió su hija a Akira. —Llévala a la cuna.

—¿Eh? ¿Por qué?

—Hoy quiero sexo, y no quiero que escuché a su papi.

—Shima...

—Nada de Shima. He estado en maldita abstinencia desde hace mucho. ¡Quiero sexo! —. Lo último lo dijo en un murmullo.

Akira bufó, sin embargo, estaba de acuerdo, tenían rato sin sentirse.

—Será un rápido —sentenció Akira, mirándole autoritario.

—Lo que tú digas, pero te quiero en mí.

El puchero adorable apareció, un beso casto, la nena en su cuna en la habitación para huéspedes que habían acondicionado para ella, llevarse la bocina para estar atentos ante cualquier llanto y de regreso a la habitación.

Shima le esperaba recostado y con las piernas ligeramente abiertas.

—Amor, creo que debemos buscar un apartamento más grande —sugirió Akira.

—Sí, sí, luego discutimos eso, ahora ven y compláceme.

Akira soltó una carcajada antes de acercarse y besar con devoción a quien nunca pensó vería como su pareja de por vida y con quien tendría una familia.

¿Qué cosas no?

Notas finales:

En mi defensa, el fluff no me va del todo xD No puedo evitar sacar drama ;u; Sorry~

Espero les haya gustado y más a ti Alex ^^

Lamento errores ortográficos que encuentren, se me van alguno.

Cuídense~

Pronto actu de "lágrimas Silenciosas"

AliPon fuera~*~*


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