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Notas del capitulo:

Los personaje no me pertenecen, le pertenecen a Furudate Haruichi; yo solo los uso para esta pequeña historia.

Alza la nariz con algo de desgano y observa el panorama que se extiende a su alrededor. En los meses que lleva estudiando en la Preparatoria Funekaao ha observado que es como un pequeño mundo, dividido en tribus aún más pequeñas que se diferencian facilmente.
 
—¡Tsukishima, por aquí!
 
Voltea inmediatamente a ver al pecoso que balancea el brazo derecho de un lado a otro para que lo viera. Yamaguchi podía ser escandaloso cuando se lo proponía.
 
A paso ligero, con la bandeja en sus manos se dirige hacia la mesa de donde proviene el grito. Al llegar se sienta junto al pecoso, quien lo recibe sonriente y fresco como una lechuga a pesar de lo que pasó la noche anterior.
 
—¿Cómo dormiste Tsukki?
 
—Bien. —responde secamente dándole un primer mordisco a su manzana verde. Los recuerdos de la noche anterior son unicamente figuras borrosas de gente moviéndose al ritmo de la música; al despertar estaba en una habitación que no era la suya. En cuanto recuerda a la persona que vio al despertar, un sonrojo atrapa sus mejillas.
 
—Pues por tu cara no parece. —responde el pecoso abriendo el pequeño paquete de maní que tiene entre los dedos.
 
—Cállate Yamaguchi.
 
—Perdón, Tsukki.
 
Tsukishima fija la vista con desgano sobre su bandeja, y frota sus sienes algo cansado. Toda la mañana no ha podido concentrarse en clase, pensado en qué sucedió la noche anterior. Siluetas, música, contactos cálidos. Sale de sus pensamientos al sentir el cuerpo del pecoso estremecerse a su lado; alza la vista y puede ver que Hitoka se acerca a ellos; la delgada rubia lleva un vestido color azúl y su largo cabello recogido en una cola alta, en las manos lleva una bandeja de metal como la de ellos, de un color verde algo oxidado y casi grotesco.
 
—Yamaguchi, tranquilízate, hueles a sudor y desesperación. —suelta intentando tranquilizar a su amigo, pero esto solo hace que se ponga más nervioso. Tanto que ni puede responder—. ¿Por qué no se lo dices y ya?
 
—C-claro que no, no podría. —responde nervioso ante la ignorancia del rubio sobre lo que sucedió después de que los viera.
 
—Claro que sí. —murmura— ¿Sabes?, yo creo que tú también le gustas.
 
—¿Lo crees así? —responde con más alegría de la que pretendía mostrar.
 
—Ayer lo confirmé.
 
El rostro del pecoso es adornado por un notorio sonrojo. La noche anterior ocurrieron muchas cosas entre Yachi y él, la compañía fue tan agradable que hasta se olvidó de Kei; quien sabe Dios dónde habrá dormido.
 
La velada con Hitoka había sido estupenda. Entre momentos incómodos al confesar sus sentimientos y risas nerviosas acompañadas a un leve olor del licor bebido.
 
—Pero descuida. —dice intentando tranquilizarlo—. Yo seguiré siendo una tumba.
 
—Gracias Tsukki. —reaponde, pero su atención ahora está sobre la bonita chica que se sienta frente a ellos.
 
—Yamaguchi, Tsukishima, buenos días.
 
—Buenos días. — responden ambos con una clara diferencia en las tonalidades usadas. Mientras que Tadashi saludó enérgico y fresco, Kei saludó apagado e irritado.
 
—¿Sucede algo Tsukishima? —pregunta la rubia tomando un poco de su zumo de naranja.
 
—Nada grave, solo me duele un poco la cabeza por lo de anoche.
 
—Oh. —responde, y un sonrojo invade sus mejillas al recordar lo que que compartió la noche anterior con Tadashi. Ambos cruzan miradas y bajo una sonrisa tímida se esconden nuevas cosas que decir.
 
Los minutos siguientes los tres jóvenes se mantienen en silencio; entre miradas compartidas y mordiscos de manzanas acompañados del típico olor a cafetería. Tsukishima siente que su cabeza explotará en cualquier momento; se le hace insoportable cualquiera acción ocurrida a su alrededor: el toe toe de los tacones de algunas chicas, el constante sonido de bandejas siendo tiradas descuidadamente, las risas de jóvenes contando sus anécdotas de la noche anterior, el sofocante calor a causa de que el aire acondicionado se haya averiado hace un mes porque un tal Bokuto lanzó una pelota directo a él; y para variar, los sonrojos y tartamudeos que intercambiaban sus dos compañeros de mesa. Kei suspira cansado, si siguen así le dará diabetis y él no está dispuesto a privarse de comer un delicioso Short Cake.
 
—Yamaguchi. —suelta de repente, interrumpiendo el tonteo de sus amigos—. ¿Podrías traerme un té de piña de la máquina? Es que este jugo no me sabe muy bien. —dice arrugando la nariz mientras mira su refresco.
 
—Claro Tsukki. —responde el pecoso poniéndose de pie, dispuesto a ir a la máquina expendedora que se encuentra del otro lado de la sala.
 
—Pero, quiero el té de la máquina que está en el pasillo. —señalando con el índice en la dirección contraria.
 
Tadashi lo mira algo confuso, pero finalmente accede. Un asentimiento y se aleja del lugar, pensando en lo mal que debe sentirse Tsukki porque lo hayan dejado solo la noche anterior.
 
Mientras, en su mesa Kei suspira aliviado; al menos uno de todos los factores que alteran su estado, ha desaparecido. Aprieta los ojos y los recuerdos borrosos vuelven a parecer; ni siquiera recuerda haber bebido tanto, siente caricias y manos bailando por su cuerpo; un respingo al recordar un poco más lo hace estremecer.
 
—Gracias Tsukishima. —suelta la rubia, tímida de repente, mirándolo con dulzura.
 
—No entiendo de qué hablas. —responde mirando hacia otro lado y su mirada se cruza con la de alguien a quien no desea ver en estos momentos. Vuelve la vista hacia la delgada chica—. Explícate.
 
—Quiero decir. —se arregla un mechón tras la oreja—. Que agradezco mucho la amistad que me han brindado Tadashi y tú, honestamente no creía que alguien pudiera juntarse conmigo. Muchas gracias Tsukishima.
 
La rubia muestra una sonrisa radiante, y Kei asiente.
 
—No es para tanto, la verdad es que yo soy de pocas palabras, ni siquiera sé porque Yamaguchi anda con alguien como yo. —suelta restándole importancia.
 
—¿Cómo que por qué?, eres genial Tsukishima, cuentas buenos chistes.
 
Las cejas del rubio se disparan hacia arriba—. ¿Chistes?, no soy nada cómico. —responde dando otro mordisco a su manzana, antes de apoyarse sobre los codos y recostar su mejilla sobre la mano libre. 
 
—Claro que sí, eres muy gracioso. —suelta y se inclina hacia adelante, a la altura de Tsukki—. Si la vez pasada le dijiste a Yamaguchi que sus pecas no eran más que marcas de acné. —se limpia una lágrima imaginaria—. Pasé días riéndome con eso.
 
—Ah, eso. —bufa—. Mi mamá dice que es humor negro. —otra mordida.
 
—No importa el color, el punto es que es humor. Además... —añade y de repente un sonrojo invade sus mejillas. Se acerca más al rubio y sus rostros están tan cerca que Kei puede ver como el color del rubor se va intensificando, y los ojos de Hitoka se desvían hacia las mesas vecinas—. Creo que Tadashi y tú son atractivos.
 
Tsukishima casi se atora con el trozo que acaba de morder, rápidamente aleja su rostro intentando recuperar el ritmo cardioco. —Eso sí es humor Hitoka. —añade con una sonrisa burlona.
 
—¡Tsukishima, estoy hablando en serio! —responde con las mejillas aún sonrojadas y el ceño ligeramente fruncido—. Ustedes dos son geniales y muy atractivos, más de una chica desearía estar en mi lugar.
 
Tsukishima rueda los ojos y Hitoka muerde su sandwich; lo que dice es cierto. Es más, ahora mismo puede ver como unas chicas lanzan miraditas hacia sus mesas.
 
—Hitoka. —suelta de repente, interrumpiendo la ronda que daba la rubia a todo el comedor.
 
—¿Sí Tsukishima?
 
—¿Por qué no se lo dices y ya?
 
El rubor se intensifica en el rostro de la chica—. —C-claro que no, no podría. —responde nerviosa recordando las cosas que debe arreglar.
 
—Claro que sí. —murmura repitiendo el diálogo que había mantenido con el pecoso hace unos minutos— ¿Sabes?, yo creo que tú también le gustas.
 
—¿Lo crees así? —responde fingiendo sorpresa.
 
—Ayer lo confirmé. Pero descuida... —limpiándose la comisura de los labios con una servilleta—. Yo seguiré siendo una tumba.
 
Una sonrisa compartida, que sella el trato antes de una última petición.
 
—Hitoka, ¿Podría traerme unas mentas de la máquina del pasillo?
 
La rubia asiente, se pone de pie aún algo azorada con bandeja en mano y a cada paso que da hacia el depósito, aprieta los dedos en torno al frío metal. Esta es la oportunidad de hablar con Yamaguchi y dejar las cosas claras.
 
Tsukishima suspira tranquilo y complacido con la rutina de almuerzo; ¿Aprovechador? Claro que no; sencillamente desde que se enteró de los sentimientos de sus amigos (individualmente), ambos sienten que le deben algo por guardar el secreto de cada uno y se desviven haciéndole favores, incluso cuando a veces no requiere de uno. ¿Y quién es Tsukishima para atentar con la amabilidad de los demás hacia él?
 
 
 
***
 
 
 
Suspira con el rostro recargado en la palma derecha; la cercanía de esos dos es cada vez más clara. La chica que tiene al lado lanza una pequeña risita ante otra tontería que acaba de soltar Bokuto; y Kuroo, por inercia, ríe tambien.
 
Su cuerpo está en la mesa 016, pero su mente divaga en la que se encuentra sentado un bonito rubio. Parece que tiene una relación cercana con la chica que hace unos minutos acaba de abandonar la mesa; luego de deshacerse del pecoso sus rostros estaban tan cerca que pudieron haberse besado. Un nuevo suspiro con pesar, este no pasa desapercibido para la pelirroja a su lado, quien le da un golpecito en el hombro.
 
—¿Estás bien Tetsu?
 
Asiente con una tenue sonrisa y voltea hacia la derecha, donde su mirada se cruza con unos curiosos ojos café que lo miran tras un conjunto de hojas; el pelinegro le sonríe encantado y el otro solo atina a esconderse tras los papeles que tiene entre las manos.
 
 
 
***
 
 
 
Sugawara ha pasado la mayor parte del almuerzo intentando grabar el libreto que tiene en manos; pero el constante tintineo de la campanilla de almuerzo y el ruido natural de grupos adolescentes hacen a su mente divagar.
 
Suspira dejando los papeles sobre la mesa y aprieta sus ojos contra ambas palmas; ayer estaba tan cerca, tan cerca de dar el siguiente paso. ¿Cuántas veces ya ha pasado por lo mismo? Constantes rechazos a sus insinuaciones, él no es un pervertido ni nada por el estilo, pero ya está cansado que las cosas con Kuroo no pasen de besos entre pasillos y caricias. Además de no hacer pública su relación para "Evitar los malos comentarios".
 
Resopla otra vez, tomando nuevamente los papeles entre sus dedos; el sonido a su alrededor se convierte en un sombrío eco de Hinata fingiendo una voz grave mientras lee el fragmento de un escrito de Shakespeare; intenta concentrarse en las líneas que tiene al frente, pero las letras bailan de arriba a abajo; el peliplatino lanza su mano a la frente y se da leves masajes entre las cejas antes de volver la vista hacia su lectura; en un momento de distracción sus ojos café se alzan y cruzan con Kuroo, quien sonríe tenuemente a la pelirroja que está a su lado; un hincón en el pecho hace que mantenga la mirada fija sobre él. ¿Cuánto tiempo? ¿Cuánto tiempo tendrá que seguir soportando este ardor en el pecho, este ardor en la garganta? ¿Cuánto tiempo podrá seguir soportando las ganas de caminar de la mano por los pasillos sin importar el qué dirán? Entre sus ensoñaciones, los ojos avellana se posan sobre él; y Koushi se siente como un chocolate fundido, derritiéndose ante esa encantadora sonrisa que lo besa en cuartos oscuros, en intermedios de clases, tras árboles lejanos de parques en los que nadie pasea. Otro hincón en su pecho, uno más calido que le impide devolver la sonrisa y más bien, sonrojado, vuelve la vista hacia los papeles en mano, como si se trataran de un refugio; esas líneas que lo esconden y en las que hay finales felices. Esas líneas que hacen que no le importe cuánto tiempo pasará.
 
 
 
 
 
***
 
 
 
—Oye bro. —anuncia Bokuto, obligándolo a voltear en su dirección—. ¿Qué te parece este? —añade emocionado señalando con el índice un deportivo rojo de último modelo que aparece en su revista.
 
Observa por encima del hombro—. Se ve bien, pero en serio no entiendo por qué quieres un auto. —suelta algo cansado—. ¿A caso ya te cansaste de Guh?
 
—Shh no digas eso, ella tiene sentimientos. —susurra el búho mientras abraza el casco de su motocicleta y reparte pequeños besos en la superficie—. No es eso bro, solo que quiero expandir mis horizontes. Solo imagínalo; si nos va tan bien con las motocicletas... ¡Nos irá mucho mejor en carreras de autos!
 
Tetsurou resopla y vuelve a apoyar una mejilla en su palma, contemplando a Tsukishima; si tan solo ayer las cosas hubieran salido mejor...
 
Kotaro deja en paz a su amigo al notar hacia dónde se dirige su vista, se alza de hombros y vuelve la vista hacia la revista que tiene entre los dedos, pasando las páginas con agilidad; pero de vez en cuando sin querer su vista se pierde en cierta cabellera pelinegra que tiene al frente.
 
 
 
***
 
 
 
Keiji mantiene la vista fija en Tsukishima, el libro que tiene entre sus dedos sigue en la misma página desde que tomó asiento en esa mesa que nadie desea compartir con él.
 
A lo lejos puede ver que tras quedarse solo, Kei suspira aliviado y apoya el rostro entre sus manos perdiéndose en sus pensamiento.
 
Akaashi sonríe ligeramente y vuelve a mirar su libro, releyendo las mismas líneas por décima vez, pero no tiene caso; sencillamente ahora no le apetece, solo puede pensar en la linda vista de esta mañana y en lo solo que se encuentra Tsukki; por un momento vacila en si debería ponerse de pie y acercarse, solo para conversar un poco. Tsukishima pertenece al equipo de volley, lo que inmediatamente lo lleva a formar parte del grupo de deportistas; pero el rubio pasa los recesos alejado junto a sus dos compañeros de aula.
 
Keiji cierra su libro y se pone de pie. Está dicidido, se dirigirá con calma intentando no exasperarlo, sosteniendo una mirada tierna con esas orbes doradas que en las últimas horas han huído de él con constancia.
 
Da un paso hacia su destino, pero se detiene abruptamente al ver como un castaño con voz cantarina se dirige al rubio y se sienta a su lado.
 
Keiji resopla con frustración y vuelve a sentarse; luego tendrá tiempo de conversar con Tsukishima, abre el libro y lo relee, ahora por onceava vez, esa página de la que no puede avanzar. Es que ¿no les pasa que a veces sienten como si alguien los observara? Esas cosas sencillamente no le dejan concentrarse. Por un momento piensa que es un paranoíco, pero unos minutos después no puede aguantarlo más y decide voltear, encontrándose con un joven de cabello bicolor, que en cuanto cruzan miradas se esconde tras la revista que lleva en manos.
 
 
 
***
 
 
 
—Un Bollo de carne para mi. —pronuncia Makki, lo suficientrmente alto como para que Tooru pueda oírlo.
 
Oikawa rueda los ojos y repite sus palabras con burla—. In billi di cirni piri mi.
 
Mattsun lanza una risotada y le da unas palmadas en el hombro al castaño antes de que se ponga de pie y se dirija hacia su destino.
 
Tsukishima es una pieza clave en el equipo de volley: inteligencia y estrategia, además de una cara bonita desde el punto de vista de Oikawa; pero luego de una conversación con sus compañeros han llegado a la conclusión de que le falta el "Espíritu de Equipo". Kei pasa de las salidas en grupo tras el entrenamiento y los karaokes los fines de semana, además en los intermedios prefiere sentarse con otros que con sus mismos compañeros de equipo; y eso no hacía más que alimentar el bichito picoso de Tooru.
 
—"Con mi encanto y mis pestañas Kei-chan se volverá en el cuarto miembro de nuestra pequeña familia".
 
Los otros dos aceptaron y como cualquier grupo de amigos sellaron el trato con una apuesta seria: Bollos; Makki ya lo había dado por perdido, en los meses que llevaban juntos estaba claro que Tsukishima era un hueso duro de roer.
 
Oikawa se dirigió con esa risa encantadora y un tintinate moviemiento de pestañas hacia la mesa donde se encontraba el rubio, apoyando el rostro sobre ambas plamas.
 
—¡Yuju, Kei-chan! —soltó con voz cantarina mientras dentaba a su lado, rodeándolo con un brazo.
 
Lo que le faltaba. Tsukishima reconocería la voz de su molesto capitán en cualquier lado; voltea el rostro con desgano hacia el mayor y fingiendo una sonrisa amable que más bien se torna aterradora, musita su repuesta.
 
—No.
 
Tooru se queda con el índice alzado, la boca abierta y su discurso bien planeado en la punta de la lengua. En ocasiones anteriores ya había conseguido respuestas negativas del #11, pero nunca acompañada de una sonrisa tan... tan... ni siquiera hay palabras para describirla.
 
El castaño asiente y se da media vuelta, intentando borrar la imagen de su cabeza. En los cortos metros que camina volviendo a su mesa, puede imaginar los rostros de Makki y Matsun por haber vuelto a perder: sus risas jocosas y la irritante voz repitiendo las palabras que habían salido de su boca.
 
Al recordar a esos dos y sus sonrisas socarronas, un aleteo nace en el corazón de Tooru, haciéndole recordar imágenes de la noche anterior.
 
Piel broncdeada, el cabello recortado de manera extraña, brazos fuertes y tonificados que resaltaban incluso bajo la tela de su camisa mangalarla. Sus mejillas se ruborizan al recordar las caricias sobre su rostro y el modo en que jugaba con su cabello.
 
Azorado aprieta los ojos y baja la cabeza, acelerando el paso hacia su sitio; choca con unas cuantas personas, pero es normal hacerlo en un lugar concurrido, además solo son pequeños golpes; pero su camino es interrumpido por un estruendo que casi lo hace caer de bruces sobre el suelo, lástima que el otro no corrió con la misma suerte.
 
—Fíjate bien por dónde caminas. —suelta el mayor recogiendo con afán la pila de libros que llevaba en manos.
 
—L-Lo siento. —responde sin alzar la vista, inclinándose a la altura del otro y sus manos automaticamente empiezan a recoger los libros caídos; los coloca sobre la pequeña pila que se va formando y cuando pone el último, uno de portada guinda y letras gruesas, lo ve.
 
Un chico moreno, que a diferencia de anoche, su mirada se torna dura, sus facciones se ven más maduras ahora que están libres del rastro de alcohol y muestra la misma sorpresa que el otro. El chico de anoche, aquel al que Tooru dejó con los pantalones desabrochados y ganas de más. Aunque pensándolo bien, con ese traje, la pila de libros y maletín, no parece tan "chico".
 
—Iwa-chan.
 
 
 
 
Notas finales:  
HI!
 
Hace días, semanas, meses esta idea baila en mi cabeza; pero hasta ahora puedo escribirla.
 
Como ven algunos cabos se van atando y lo seguirán haciendo a lo largo de la historia.
 
¿Qué cosas pasaron la noche anterior? ¿Dónde despertó Tsukishima? ¿Quién es realmente Iwaizumi? (Perdón por el suspenso barato).
 
Por cierto, hay un poco de KuroSuga y AkaaTsuki, pero ya veremos que pasa…
Bueno, espero les haya gustado y si así fue me lo hicieran saber mediante un comentario. Las críticas constructivas son bien recibidas. ^-^)9
 
Muchas gracias por leer, y nos leemos pronto...
 
BYE!<3

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