CAPÍTULO I
Un pequeño rubio de aproximadamente ocho años corría por las calles nevadas de la tierra de la niebla, corría con el cuerpo cubierto de sangre, corría como se escapara de algo, parecía asustado, iba pasando por el puente principal pero algo pasó y rubio cayó rastrillando y el pavimento, sus heridas se veían mal, si el niño no hubiera traído pantalones las heridas en sus rodillas y serian diez veces más grandes; lo que más se veía era su brazo, lo había usado para protegerse causando que se viera la carne de esté y comenzara a sangrar, el rubio se quedó por un momento en el suelo, había que aceptar que dolía, pero no era para tanto, además no tenía tiempo, se levantó como si nada; miró su brazo que comenzaba sanar al igual que sus rodillas y comenzó a correr de nuevo, pero chocó con alguien cayendo al suelo.
-ah, mí Naru-chan, debes tener más cuidado.
El rubio al escuchar esa voz se paralizó, el miedo le recorría el cuerpo en forma de sudor, pero aun así levantó la vista para ver el dueño de aquella voz.
- ¿cómo me alcanzaste?
Decía; casi exclamaba llorando el pequeño.
- ¿pero de qué hablas mi Naru-chan? ¡Mira! Aún estamos en tu casa.
- pero ¿cómo? –tembló, comprobando lo que en su alrededor había.
-Mi Naru-chan –sonrió acercándose -eres tan, pero tan dulce que quise protegerte, pero saliste huyendo –se entristeció, más segundos después una sarcástica sonrisa hizo su aparición -o eso creíste.
-No te conozco, ¿por qué me persigues?
-Que malo eres mi Naru-chan, yo sólo quería hacerte feliz.
-Si quieres hacerme feliz regresa todo a la normalidad, a mi Madre y Padre.
-Yo seré tu familia ahora –la voz perdió cualquier pista de alegría, acercándose aún más -así que disfrutémoslo ¿ne?
- ¡Aléjate de mí! –le empujó, su cuerpo seguía temblando como gelatina –no sé qué hiciste, yo… Yo estaba en casa –las lágrimas se le escaparon –mi Madre, mi Padre… mi Padre tú lo mataste, ¡maldito! Apareciste de la nada y arruinaste mi vida.
-Ya… Tranquilízate, si lo haces te contaré una pequeña historia.
- ¡No me interesa!
- ¿Seguro? Porque la que te contaré es la historia de tu vida, el comienzo de nuestra historia.
- ¿Nuestra?
- ¿la quieres saber?
-… -bajó la cabeza, prefería largarse de allí.
-Está bien –sonrió dulce –te la contaré. Hace ocho años fui llamado por una mujer moribunda, al parecer había sido atacada por unos bandidos los cuales ya habían matado a su esposo, y le habían herido de muerte, su vientre sangraba, se notaba que estaban en embarazo, así que me compadecí de ella, le pregunté cuál era su deseo y ella me respondió que deseaba salvar a su bebé, yo acepté a cambio de su alma, saque al bebé descargando su vientre, estaba cubierto de sangre y casi muerto, pero aun así lo acerque a mí y le di mi sangre, en ese instante el bebé comenzó a llorar, por alguna razón sonreí, ese pequeño ensangrentado me atraía de forma extraña, lo dejé junto al cuerpo de su Madre y esperé a que una pareja lo recogiera.
- Ese bebé soy yo ¿cierto?
-Así es mi Naru-chan, ahora entiendes porque eres más hermoso, atlético y tus heridas sanan mucho más rápido que las de los demás.
-Qué… ¿qué eres?
-Ah! Es cierto, no me he presentado, soy Satanás, es un gusto – soltó como quien dice que es estudiante.
-ja, ja, ja, estás loco, ahora tengo más razones para alejarme de ti, si te atreves a tocarme de nuevo, gritaré con todas mis fuerzas y esta vez de seguro alguien escuchará mis gritos.
-Si quieres hazlo –en un instante se encontraba en su espalda, tapando su boca, podía sentir la respiración en su cuello –pero aquí sólo yo puedo escuchar tus lamentos.
Al decir esto aquella persona enterró sus colmillos en el cuello del pequeño, sin que éste pudiera decir más.
-La sangre de alguien que aún es casto es deliciosa, ahora –se lamió los labios, tomando al pequeño en brazos –podemos irnos.
-a… Adonde… Me… Llevas?
-A casa -sonrió –a partir de ahora eres mío ¡ah! por cierto puedes llamarme Itachi.