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Chico Problema por Ahiezer

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Notas del capitulo:

Lamento mi ausencia, pero al contrario de mi ausencia anterior esta fue por causa de fuerza mayor. Tuve un pequeño accidente que me dejó una fractura en la muñeca que me dolía mucho al principio… ya no duele tanto, estoy mejor. Sin embargo, he andado en vueltas, de mal humor y toda mi energía restante la utilicé para mis trabajos finales. Sé que no es lo que esperaban y sí, estoy como ustedes, ya ansió escribir a estos dos de una manera más feliz *guiño, guiño*.

Leo todos sus comentarios y gracias por todo su apoyo.

El problema empezó mucho antes, por supuesto. Los problemas siempre empiezan mucho antes de que llegues a verlos realmente.

Gillian Flynn.

—x—x—x—

 

No pasó ni la semana cuando media cárcel se había enterado del rumor.

—Las malas costumbres nunca mueren—murmuró Baden, mientras se dirigía a la cafetería. Levi fingió no oírlo, aunque era toda la intención de Baden sacarle una reacción, él no iba a darle el gusto.

No era sorpresa, sabía que este tipo de cosas pasaría; ignoró las miradas indiscretas de los jóvenes guardias, algunas que otras murmuraciones malintencionadas de los guardias veteranos y la envidia de los reclusos ansiosos.

Luego estaba Hange, que Levi ahora evitaba activamente. Ella había estado dándole esa sonrisa cómplice desde que escuchó el rumor, e intentando sacar cualquier cosa de Levi.

—Tengo que admitir que no estoy muy de acuerdo, pero para el amor no hay edad, aparte sé que no vas a lastimarlo como el montón de ya sabes qué, que están por aquí—admitió Hange con una sonrisa, y un brillo extraño en sus gafas—. Ahora que me he confesado, quiero detalles, ¿Cómo sucedió?

—No sé ni siquiera de lo que estás hablando—murmuró Levi, mientras volvía a beber de su té y juguetear con el celular en su mano. Ni siquiera le sabía muy bien a esa cosa, pero todo era mejor que darle pie de conversación a Hange.

—Awww, vamos, por favor, lo que sea—suplicó la mujer de anteojos, tomando asiento demasiado cerca de Levi.

Levi suspiró—. No hay nada de qué hablar, no sucede nada.

—Bien, muy bien, no me digas—dijo Hange, exasperada. Se puso de pie, y se dirigió a la puerta de mala gana—. Pero cuando quieras hablar, estaré ahí con un oído atento—declaró guiñando un ojo.  

Y el rumor llegó a los oídos de Erwin.

—Levi…—dijo Erwin, con toda esa actitud cuando quería reprocharle algo.

—Erwin…—respondió Levi, fingiendo que leía unos archivos.

—Mira, yo sé…

—Se lo dije a cuatro ojos, y te lo digo a ti. No sucede nada, no hay nada—interrumpió Levi, mirándolo seriamente a los ojos.

Erwin parecía un poco dudoso—. Los rumores…

—Creen lo que quieren creer. Pero no hay nada.

— ¿Entonces los minutos después de biblioteca no son nada? —preguntó Erwin.

—Sí suceden, a veces el mocoso se queda dormido y tengo que despertarlo.

—No se puede dormir en biblioteca.

—Y tampoco se puede fumar en el patio, pero todos lo hacen. 

Erwin suspiró, notó que esta conversación no iría a ningún lado, así que se tomó unos segundos para considerar las cosas, segundos que Levi aprovechó para decir:

—No soy un maldito pervertido, Erwin.

—Yo sé que no—respondió el rubio rápidamente—. Es solo que…

—Bien, si quieres saber todo. Te lo diré— interrumpió Levi, imaginando las palabras que Erwin diría—. El mocoso no iba a durar a este ritmo, no sé cómo diablos lleva más tiempo entero que los otros, pero definitivamente no iba a durar. Todo empezó por haber leído su jodido archivo, así que sí, es eso. No se siente… justo, tal vez no puedo hacer que lo liberen, o evitar todo, pero puedo darle tiempo. Quizás lo suficiente para que aprenda a tener un maldito sentido de autoconservación o lo que sea.

Admitirlo fue vergonzoso, la preocupación era de los últimos sentimientos que Levi quería tener, era una debilidad. Preocuparse traía problemas. Por ello, Levi volvió su atención a los archivos para no ver la media sonrisa de Erwin.

—Así que es eso—murmuró el rubio.

Al día siguiente las cosas se habían calmado un poco con Hange y Erwin, y los demás lo respetaban lo suficiente como para no mencionarlo… o simplemente no les interesaba, sea como fuera funcionaba para Levi.

Con mucha más tranquilidad, Levi caminó a biblioteca. Siempre llegaba cinco minutos más temprano para acomodar algunas cosas o buscar un momento a solas. Desde que los reclusos encargados del área hacían uso indebido de la instalación; Deshojando libros para crear armas, intentando romper los barrotes de las ventanas, abrir las tuberías de aire para salir por ahí o ir en parejas para tener momentos íntimos. Biblioteca quedó prohibida, a excepción de aquellos grupos que se encargaban en las tareas rotativas cuando un guardia estaba ahí para vigilarlos.

Por esa razón, se sorprendió cuando vio a alguien sobre un taburete, acomodando un libro y tarareando una canción desconocida sin nadie que lo vigilara.

—Ese banco es viejo—comentó Levi.

La persona se sobresaltó, pero antes de que se pudiera ocasionar un accidente, el desconocido se estabilizó agarrándose del estante tan rápido como un gato. El chico giró sutilmente su cabeza, revelando sus ojos verdes.

—Capitán, buenas tardes—saludó.

—Mocoso—respondió Levi a cambio, — ¿Qué haces aquí?

—Yo… —el castaño bajó del banco, caminó hacía Levi y sacó una tarjeta de uno de los bolsillos de sus pantalones—ahora trabajo aquí—dijo, mostrando el papel en su mano.

Levi lo examinó; era una tarjeta simple de papel amarillo laminado, tenía en letras grandes ‘área de biblioteca’, los sellos de la prisión y la firma de Baden y Erwin. Esas tarjetas solo se las daban a los nuevos reclusos que trabajaban en un sector en específico para que los guardias se acostumbraran a su presencia y les dieran las libertades que el trabajo asignado les daba. 

—Felicidades—dijo Levi sin la emoción que una felicitación traería, devolvió la tarjeta al mocoso tan rápido cuando terminó de mirarla.

—Gracias, supongo. No lo esperaba—murmuró el mocoso, devolviendo la tarjeta a sus bolsillos.

—Imagino que no. ¿Qué has hecho?

—He sacudido algo de polvo, acomodado algunos libros y…

— ¿Desde a qué horas estas aquí? —interrumpió Levi, viendo por sí mismo los cambios que había en el lugar.

—Uh, Poco tiempo después de la comida, creo. Iba para los patios, pero me detuvieron para darme la noticia. Y luego me trajeron para acá, un guardia me dio la tarjeta, no recuerdo su nombre, después me dijo que no intentara escapar, que no destrozara los libros y que no hiciera uso indebido del limpiador o me mandaría a aislamiento.  Después se fue y me encerró, dijo que terminaría hasta el turno del otro guardia.

Levi escuchó con paciencia, pero cuando el chico terminó dijo: —No pregunté por nada de eso.

Eren se mostró realmente apenado—Sí, lo siento, yo solo… sí—murmuró.

Levi ignoró sus últimas palabras, miró a su alrededor. El lugar era grande para una sola persona, por lo que no iba a martirizar al chico por algunas cosas sucias que veía. Miró su reloj para comprobar la hora—. Bien, tienes 3 minutos antes de que vengan los demás. Solo acomoda los bancos y puedes irte.

—… ¿Puedo quedarme? —preguntó el castaño, tímida y dudosamente.

—Tienes hora libre, ¿no? — preguntó Levi, el castaño asintió—. Entonces no preguntes, quédate si quieres, solo acomoda los bancos y después haz lo que quieras.

—Gracias, capitán—dijo el mocoso, mostrando esa sonrisa odiosa, y volviendo a sus deberes.

Levi solo pudo pensar que Erwin tenía que ver con esto.

Levi se encontró visitando biblioteca un poco más temprano que antes. Y mierda, el mocoso era muy hablador, hablaba de todo, preguntaba por intereses de Levi o lo que hacía en sus días. Estaba claro para Levi que él y el niño no eran amigos, ni siquiera quería serlo y no quería nada más, pero responder algunas cosas no dañaba a nadie. A cambio, el mocoso contaba sobre él, como por ejemplo que no era muy bueno en los deportes y que ese lugar era para Mikasa, y que cuando era niño estuvo en el equipo de ajedrez solo para acompañar a su mejor amigo Armin. La mayoría de las historias que contaba involucraban a ese par de chicos. Y era evidente para Levi con los días, que este chico no tenía ni una pizca de malicia como los papeles decían. Lo que lo motivaba a seguir haciendo lo que sea que estuviera intentando hacer.

Estas haciendo lo correcto”, había dicho Erwin cuando habían hablado. Y bueno, Levi no sabía cómo sentirse con eso.

Los días traían un cambio en el mocoso, se veía ligeramente más saludable, con más color y con algo de energía que Levi creyó que el chico ya había perdido. Puede que no era la viva imagen de la salud, pero se veía mucho mejor de lo que había estado hace semanas. Lo veía sonreír más, incluso bromear, el brillo insolente en sus ojos se veía de nuevo en esos brillantes esmeraldas y su insolencia era aún más astuta. De alguna manera, el mocoso siempre lograba sorprenderlo. Sin embargo, todos esos buenos cambios hacían que se volviera más tentador para los cerdos pervertidos, esperando cualquier pequeñez para arrebatarle lo poco que tenía.

Mantener los rumores sin pruebas o demostración era difícil. Unas cuantas palabras en biblioteca, un poco de vigilancia en las comidas o que Levi siempre estuviera dispuesto en el turno de limpieza para cuando estuvieran los mocosos del 104 no mantendría a los cerdos a raya mucho tiempo. Era solo cuestión de tiempo antes de que la verdad saliera a luz, pero esperaba que el chico ya estuviera preparado para entonces. Lo que sinceramente dudaba.

Si Eren sospechaba o no, por el momento no hacía mención de ello. Y Levi estaba feliz con eso para evitarse toda la tontería de charla incómoda.

Hacer lo correcto lo hacía sentir bien cuando veía al mocoso sonreír, cuando lo veía mirarlo con esos brillantes y atentos ojos verdes. Pero también, hacer lo correcto le traía un sabor amargo… la preocupación. Aquel sentimiento aumentaba con los días y se volvía agrío y terrible como una pesadilla. Levi jamás se cansaría de maldecir el día que decidió tener algo que ver con el mocoso cada que se preocupaba. Sin embargo, el daño estaba hecho.

Desgraciadamente, los rumores que él mismo dejó que se propagaran no evitarían la desgracia para siempre, y Levi no podía estar en cada momento para defender al mocoso que era demasiado estúpido y problemático para su propio bien.

Tenía que pensar en algo sí quería evitarlo.

—Dimo—saludó Levi.

—Capitán, ¿Por qué se ha olvidado de sus antiguos amigos? —comentó Dimo con un cigarro entre sus labios.

La parte trasera de los patios era una zona común donde se intercambiaban cosas, Levi hacía ojos ciegos porque eran cosas menores; Dulces, cigarrillos, revistas, comida chatarra… pequeñeces insignificantes. Levi lo dejaba pasar. Pero también este era un buen lugar para fumar.

Dimo caminó hacia él con sus fieles hombres detrás—. Sabe, he querido comunicarme con usted por semanas, pero es un hombre ya muy ocupado por lo que escucho— comentó, con una sonrisa de tiburón.

Negocios, Levi dedujo, Dimo era todo negocios. Era esa la razón por la que Levi estaba ahí en primer lugar.

— ¿De verdad? —preguntó Levi, despistadamente, encendiendo su propio cigarrillo. Las inhalaciones y exhalaciones le eran relajantes.

—Sigue fumando, por lo que veo. Creí que lo había dejado—comentó Dimo, mirando con interés el cigarrillo—. Pero sí. He escuchado cosas que me han dejado intrigado, pero necesito hablarlo a solas. Ustedes orangutanes—dijo, señalando a sus hombres—, largo, déjenme solo que tengo que ponerme al corriente con mi antiguo conocido.

— ¿Señor? — respondieron ambos hombres al unisonó, dándole una fea y sospechosa mirada a Levi.

—Largo—repitió Dimo, haciendo un ademan más exigente. Los hombres aceptaron a regañadientes y se alejaron, lo suficiente para ver que hacían Dimo y Levi, pero no para escuchar.

—Nuevos guardaespaldas por lo que veo—comentó Levi, viendo marchar a los malhumorados gigantes.

—Los mejores—admitió Dimo, orgulloso—. Pero volvamos a nuestros asuntos, me hubiera gustado algo más… aceptable, y un lugar donde dos hombres puedan hablar de asuntos en privado, pero me temo que mi oficina no está en el mejor estado y sería una ofensa pedir la suya.

—Ofensa, por supuesto—Lo que Dimo quería decir era restricción, pero Levi no lo corregiría.

—Volviendo al tema, el rumor que se ha estado esparciendo es muy interesante, me preguntó cuanta veracidad habrá.

— ¿Un rumor?, me preguntó cuál de todos.  Siempre hay rumores aquí.

Dimo se burló como si Levi hubiera dicho el mejor chiste del mundo—. Ya lo sabe, los rumores como los negocios son lo mejor de prisión… y por ello le tengo uno.

—Hacer un negocio por puro rumor me parece una pérdida de tiempo, Dimo. Pero te escucho. 

 Los ojos de Dimo destellaron—Un rumor, ¿eh? —la risa en su rostro era desagradable, como si insinuara cosas que no eran, pero después se volvió serio—. Sé porque está aquí, y hay que decir que no es el único que está interesado. No lo voy a negar, el niño es bonito y tiene una actitud muy… salvaje. No es mi tipo, pero lo reconozco. No me importa si es rumor o no, cada quien hace lo que quiere; si ese niño se está metiendo en sus pantalones o es al revés no me interesa. O incluso si no lo hacen en absoluto. Lo que sí, es que podemos beneficiarnos mutuamente.

Levi no se perturbó ni tantito, Dimo era listo y olía negocios a kilómetros de distancia. No era para sorprenderse, así que siguió fumando su cigarrillo.

Dimo prosiguió — No puede protegerlo para siempre, es un guardia y no puede tener los ojos las 24 horas en él, ya no es como antes. Pero… yo puedo ser esos ojos.

—No es lo que te imaginas, pero habla— dijo Levi, pero advirtió: —. Nada de drogas.

Dimo le dio esa mirada incrédula, pero al escuchar la mención de las drogas se apaciguó—Bien, nada de drogas. Pero sí cigarrillos, un negocio cercano está derrumbándose y naturalmente la clientela está recurriendo a mí, mis contactos no pueden conseguir algunas marcas específicas.

— ¿Y esas son?

—BoroMarl, MallPall, Lamec…

—Casualmente son las más caras.

—Una coincidencia asombrosa no le parece. Que tal dos cajetillas al día.

La cantidad era ridícula, Levi mejor lo evitó —Estoy perdiendo el tiempo.

—Espera, Levi, espera. Está bien, que tal 7 por semana, el chico estará bien cuidado.

—Adiós, Dimo—una última inhalación y exhalación y Levi tiró el cigarrillo.

—Sabes, ni siquiera sé porque me molesto, pero como fuimos buenos aliados en su momento que tal 5, marca original de sabor…

—Tres de BoroMarl a la semana y no más—dijo Levi, de mala gana, sacudiéndose las manos y el traje por cualquier ceniza que haya quedado.

— ¿Qué poco vale la vida para usted, capitán?

—Sí, es una lástima.

Dimo suspiró al ver la renuencia de Levi y consideró su nueva opción. Extendió la mano—Bien, que sean 3 por semana, marca original porque si me trae la pirata lo sabré. Y una Mallpall extra por mi benevolencia.

—No me suena a un buen trato en absoluto—comentó Levi.

—Créame lo es, le pido poco a lo que está pagando Xavi, pero el destino que le da Xavi a esos niños no lo merece ni mi peor enemigo.

— ¿Qué está dando Xavi? —preguntó Levi, antes de considerar estrechar la mano.

—No lo sabes, bueno, no te culpo. ¿Sabes porque el niño todavía está entero?, olvídate de las tonterías del imbécil de Reiner que casi le creo. Xavi está pagando para que molesten al chiquillo y dijo que daría generosa recompensa a quien se lo llevara. Lo quiere intacto, pero lo suficientemente aterrado para que haga lo que Xavi pida.

Levi ubicó a Reiner como el rubio musculoso que dejó de acompañar al mocoso, no entendía de que tontería se refería, pero intuyó que quizás por ello se habían distanciado. Últimamente el mocoso siempre estaba aislado. Sin embargo, sus pensamientos volvieron a Xavi. Como lo odiaba—. Lo quiere desesperado—dijo Levi.

—Y asustado. ¿Ser violado en grupo, o por un solo hombre que parece generoso? La respuesta es obvia, pero Xavi es de esos que viste piel de cordero. Ahí ves al pobre muchacho que tiene, maltratado y sin su ojo, maldito enfermo—murmuró Dimo, con un veneno desconocido. Levi no lo culpaba, el sentimiento era el mismo, pero también sabía que Dimo tenía un hijo no mayor de los veinte o veintitantos y quizás por ello se compadecía un poco. 

Imaginar al mocoso en una situación semejante como aquel chico, le trajo un mal sentimiento. Cuando Levi llegó como mano derecha de Erwin, aquel pobre chico ya estaba en precarias situaciones, pero nunca se quejaba, tampoco quería ayuda, ni se dejaba ayudar. Ya se había acostumbrado a su desgracia.

Y Levi intentaría que el mocoso no tuviera que hacerlo, no se lo merecía.

— ¿Y bien? —preguntó Dimo, con su mano extendida.

Dimo podía ser muchas cosas, pero sus negocios siempre los cumplía.

Levi estrechó sus manos.

—Eso es— dijo Dimo, orgulloso—. Aunque tengo que admitir que los rumores sobre usted y el niño calmaron las cosas. Xavi tiene poder, pero de que les servirá el dinero o el capricho cumplido sí vivirían los años que les quedan en el calabozo. Demonios, incluso Reiner estaba haciendo un buen trabajo, lástima que jugó mal sus cartas. Y usted también sí no da señales.

— ¿Señales de qué? —preguntó Levi, fingiendo no saberlo. La sonrisa de Dimo fue lo que respondió todo—. No lo haré, ni quiero hacerlo. Para eso hicimos el trato.

—Bueno, bueno, yo solo decía. Por cierto, no siempre tiene que ser cigarrillos, ya sabe con algunos fideos, frituras, cosas básicas sería suficiente.

—No tientes tu suerte, Dimo.

Dimo solo se burló.

—x—x—x—

Los días pasaban tranquilamente, extrañamente tranquilos en opinión de Eren. Y no sabía por qué, pero las cosas habían cambiado.

Al principio no le había tomado mucha importancia, disfrutando de los momentos de paz. Eren llegó a pensar que había llegado algún nuevo que, lamentablemente, se había convertido en la nueva víctima, pero a pesar de las llegadas de unos cuantos reclusos, no había tanto alboroto. O quizás sí lo hubo, pero Eren ya comenzaba a acostumbrarse a la turbulenta vida tras las rejas.

Sin embargo, algo que definitivamente no podía dejar pasar eran las miradas que recibía. Eran extrañas, pero mientras se mantuviera lejos de él y él lejos de aislamiento podría soportarlas. Aunque temía que fuera alguna estupidez de Reiner como la última vez, pero Reiner se había vuelto más agrío a su persona. Eran simples compañeros que convivían por amistades en común. Y si Reiner era cortante, Bertolt le seguía, no obstante; Jean, Thomas y Connie no habían cambiado ninguna de sus actitudes hacía él, así que por ello no estaba preocupado.

Las visitas habían pasado con un lío de emociones entre silencios incómodos, mentiras piadosas y ojos vidriosos. Al poco tiempo después Eren consiguió un trabajo en biblioteca. Eren no quería un trabajo, ni siquiera lo pidió en primer lugar, pero no era tan malo.

No era un trabajo difícil. Solo era de mover libros de un lado a otro, acomodar sillas, limpiar las mesas y ordenar los libros en orden. Y algo bueno de biblioteca era su pacifismo. Agregando que le daba oportunidad de hablar con Levi antes de que todos los otros reclusos llegaran a la hora de biblioteca.

Levi no era el terrible criminal del que escuchaba hablar, o el estricto guardia en el que se había convertido. Ignorando su primer encuentro, Eren notó que Levi era diferente, era bueno. Probablemente de las pocas personas que valían la pena aquí. Y en quien Eren confiaba.

La prisión era desoladora, pero, de alguna manera, las horas en biblioteca y la presencia de Levi lo hacían sentir menos solo.

...

—Y, ¿Cuánto tiempo lleva siendo guardia? —preguntó Eren, mientras estaba sobre un banco acomodando libros en el estante superior. 

—Un año, año y medio. No lo sé, no llevo la cuenta—respondió Levi, no muy lejos de Eren, y medio sentado en una de las mesas.

—Oh, ¿Y le gusta ser guardia?

—No me quejo. 

— ¿Entonces no le gusta?

—No dije eso, dije que no me quejaba.

Eren tarareó su desacuerdo y estaba a punto de contradecir, pero el banco no era tan firme y por el brusco movimiento que hizo Eren para acomodar un libro en especial que era demasiado grueso y pesado, el taburete se tambaleó. Todo sucedió tan rápido que Eren ni siquiera tuvo tiempo de procesar nada cuando sintió una mano sobre su espalda baja, y como el banco se puso rígidamente firme bajo sus pies.

—Te dije que tuvieras cuidado, esa cosa es vieja—recordó Levi, casi como un regaño.

Eren salió de su trance después de un pestañeo —No pasa nada, lo tenía bajo control— se excusó, y aprovechando la firmeza del banco, comenzó a acomodar los libros faltantes sin cuidado. Cuando terminó, de un salto bajó del banco y agradeció a Levi por su ayuda.

—La próxima vez, ni siquiera me molestaré—dijo Levi.

Sí definitivamente se molestará, pensó Eren y dijo: —Oh, vamos capitán…

El pitido del reloj interrumpió las palabras de Eren.  Eren sabía que significaba, así que acomodó el único taburete desigual junto a los demás.

—No tardarán en venir. Date prisa con lo que te falta, aunque…— dijo Levi, mirando a su alrededor; Los bancos estaban en orden, los libros en su lugar y las mesas estaban limpias—…creo que has terminado.

—He terminado— alegó Eren, con esa sonrisa que ocasionaba una mueca en Levi.

—Nada mal, mocoso. Tu ascenso a cocina parece prometedor.

Eren sonrió, y pudo ver una contracción en los labios de Levi que casi podían asemejar a una sonrisa. Eren tenía que admitirse que traer cualquier leve muestra de emoción en Levi que no sea la ira o el disgusto le daba un poco de orgullo, aunque también sería aterrador si Levi sonriera tal y como los anuncios de pastas de dientes. La pura imagen mental lo perturbó.

Cuando volvió a su realidad, vio a Levi mirarlo con sospecha.

—… ¿Qué estás tramando? —preguntó Levi, cautelosamente.

—Oh, no, nada, estaba… estaba pensando en algo—respondió Eren, nerviosamente.

Levi alzó la ceja, en una interrogante silenciosa.

Eren negó con la cabeza—No era nada. Iré por un libro—. Con una última sonrisa tímida, Eren se adentró a los pasillos.

A falta de televisión, Eren comenzó a comprender porque Armin estaba realmente fascinado por los libros; Tantas historias, tantas maravillas, tanta libertad…era un alivio para su mente y espíritu.

La hora pasó tranquilamente, y Eren esperó pacientemente a que todos los demás se fueran y Levi terminara su chequeo para irse juntos a la labor de limpieza. Hoy era el día en que el turno de Levi coincidía, estaba feliz por ello. Auruo era una verdadera mierda cuando se lo proponía.

Levi terminó y después se acercó a él. Eren ya sabía lo que Levi le diría.

 —He dicho que no tienes que esperarme, tienes que ir primero o llegaras tarde.

—No tiene sentido, para que llego temprano si el guardia no está ahí.

Levi susurró entre dientes “Pequeña mierda”, Eren sonrió un poco descaradamente—. No soy pequeño—susurró.

Levi se sorprendió primero por haber sido escuchado en su insulto, pero después le ofreció de esas miradas de muerte, que trajo un poco de temor, pero mucha diversión a Eren. No obstante, todo se esfumó cuando los vio. Ahí estaban un par de reclusos dándole de esas miradas y susurrándose entre ellos. Comenzaba a molestarlo últimamente. Ya los había ignorado lo suficiente.

— ¿Qué tienes ahora? —preguntó Levi, al ver la repentina seriedad.

—Eso, esas miradas. Lo hacen mucho—respondió Eren malhumoradamente.

— ¿Y?

— ¿No le molestan?

—Pueden mirar por lo que me importa—dijo Levi, indiferente, sin siquiera dar un reojo. Eren quisiera poder evitar todo lo malo así con tanta indiferencia.

—Pero…

— ¿Te hacen daño? —interrumpió Levi.

—No, pero…

—Entonces déjalos. 

—Pero…—Eren se quejó.

Levi frunció el ceño sin humor—. Mocoso, solo entra ahí y pon ese mismo empeño en limpiar ese piso—dijo. Casi siempre lo insultaba, pero esta vez, la mención si se oyó verdaderamente molesta.

Eren no quiso arruinar el poco buen humor, y con una última mirada desagradable a esos tipos entró a la sala, donde ya estaban Jean, Connie y Thomas esperando.

Eren puso manos a la obra, y se dispuso a limpiar. Discutió con Jean en algunos momentos porque era inevitable, y la rutina continuó.

Las semanas pasaron rápido, pero cada vez más incómodos. Eren no podía darle sentido, todo era raro. Debería estar feliz que pareciera que se estaba adaptando mejor, pero había algo que no estaba bien. Incluso Dimo era generoso, he hizo que le agregaran un poco más a su plato de comida sin decir nada públicamente, simplemente sonrió y dijo en un susurro que eso venía por parte de la casa.  Esa acción no hizo feliz a Reiner, agregando que Reiner estaba cada vez más molesto porque su negocio no estaba prosperando.

Eren no podía guardar su malestar para siempre.

—Hay algo mal—murmuró Eren al aire cuando estaba en cafetería.

— ¿Cómo qué?... el arroz sabe terrible como siempre—murmuró Connie con una cantidad considerable en la boca—. Y mira, te dieron otra vez una rebanada extra de pan.

—No me refiero a la comida. Bueno sí, eso también, pero no hay un problema con la comida. Hay otras cosas que son… diferentes. 

Había varías cosas mal como, por ejemplo; Ya no lo toqueteaban en la fila, tampoco le daban piropos desagradables ni siquiera el mirón pervertido le fijaba la mirada en las duchas y aquellos hombres que intentaron manipularlo con su llave lo ignoraron como si nada, incluso Eren llegó a temer sobre el paradero de su llave. No es que extrañara aquellas repulsivas acciones, sólo que había un cambio inexplicable, lo estaban evitando por una razón y Eren no sabía que es lo que había hecho para ganarse, o en todo caso lo que tendría que hacer por todo ese trato. Y no le gustaba, algo que había aprendido es que las cosas no eran fáciles ni se regalaban.

Dimo era el principal sospechoso de lo que sucedía, pero no había mandado a ninguno de sus secuaces, tampoco buscaba entablar conversación con él.

—Lo estás pensando demasiado—dijo Thomas ligeramente, con una sonrisa poco creíble.

 — ¿Alguien está molesto porque no lo están consintiendo lo suficiente? —burló Jean, pero cuando vio el ceño fruncido de Eren y que probablemente empezaría a gritar y lanzársele a los golpes como un salvaje, agregó: —Solo disfruta de los regalos de la vida Jaeger, y deja comer a gusto por una vez.

—No es…—pero todas las palabras de Eren fueron interrumpidas por el estruendo de la mesa.

Reiner había soltado su bandeja sin cuidado, salpicando algunas cosas, en verdad lucía enojado y se sentó bruscamente. Se veía aterrador y con una mirada tan diferente, agregando que tenía un feo moretón en el lado derecho de su mandíbula. Bertolt se sentó junto a él con frialdad, pero sus ojos cambiaban a la preocupación cada que veía a Reiner.

—Reiner, ¿Estás bien? —murmuró Connie, tímidamente.

Reiner lo ignoró y miró a Jean— ¿Puedes conseguir cigarros de buena calidad? —preguntó. Incluso su voz sonaba diferente, lo suficiente para que Connie mejor se concentrara en su comida y Thomas simplemente tuviera la mirada baja. Jean se atragantó por la repentina pregunta, se veía tenso. Todos lo hacían, y Eren no sabía porque, pero se mantuvo silencioso en el intercambio de palabras.

—No lo sé, quizás sí, pero solo puedo conseguir una cajetilla…

—Una no es suficiente.

— ¿Qué hay de tus contactos?

Reiner gruñó— Alguien sopló—miró brevemente a Eren y volvió a Jean—no habrá movimiento hasta que las cosas se calmen. Mínimo debo tener los cigarrillos, pero el hijo de puta de Dimo tiene cigarros de buena calidad, buena comida, y un montón de mierdas, y todos los otros imbéciles lo quieren.

Hubo un silencio en la mesa, excepto las maldiciones murmuradas de Reiner. Eran poco entendibles por el sonido de las otras voces, risas, y golpeteos del lugar.

El apetito de Eren se perdió, todo estaba tan tenso.

—Maldito Dimo, quiere ser el único…—murmuró Reiner por última vez para después dirigirse a todos—. Necesitamos dinero para nuevos contactos. Bertolt, Connie ustedes irán a cobrar las deudas. Jean intenta conseguir buenos cigarros, frituras, cualquier cosa buena que puedas. Thomas sé que te dije...

—Reiner…—Thomas interrumpió, pálidamente.

—Lo sé, pero será por última vez y jamás lo volverás a hacer, lo prometo—Había una severidad en su rostro. Thomas solo volvió su mirada a la mesa con ojos vidriosos.

El asunto parecía alarmante en opinión de Eren—Yo, yo tengo dinero—dijo, intentando evitar lo que sea que preocupara a Thomas, sabía que no le esperaba nada bueno.

Lo miraron como si acabaran de reconocer su presencia.

— ¿En efectivo? —preguntó Reiner.

—No, pero…

—Entonces…

— ¿Cuánto? —preguntó Bertolt, interrumpiendo a Reiner, el rubio solo miró hacia otro lado malencarado.

—No lo sé. Mi familia me pone un poco y me pagan 70 centavos cada hora que trabaje en biblioteca.

—Bien, buscaremos la forma de hacerlo efectivo—dijo Bertolt, mirando a Thomas.

El rubio pálido suspiró, —Puedo encargarme de eso—comentó resignado.

Eren seguía sin comprender, abrió la boca para preguntar, pero Bertolt habló primero:

—No hay de qué preocuparnos, estamos bien—Bertolt tomó sus utensilios, y comenzó a tocar la comida dispuesto a comer. Todo era tan mecánico y falso—. Eren, nos darás la mitad de lo que tengas en la tarjeta, ya que es lo mínimo que puedes hacer después de todo lo que Reiner ha hecho por ti y después veremos con quien más nos aliaremos—y con ello se llevó una cucharada a la boca.

— ¿Qué? —Eren preguntó, sintiendo esa calidez en sus venas que se había perdido. Lo reconoció como el enojo—. ¿Lo que ha hecho por mí?

—Sí, lo que ha hecho por ti. Pero eres demasiado malagradecido como para notarlo y agradecerlo— Bertolt comentó con veneno.

Connie miró atónito, Thomas se quedó sin palabras pasando sus ojos de Eren a Bertolt, Jean maldijo mientras se masajeaba la cara imaginando ya toda la escena que le seguiría. 

—Bertolt— susurró Reiner, mucho más tranquilo.

Bertolt fue indiferente, comenzó a comer sin preocuparse. Pero Eren, Eren estaba enojado, como si todas sus molestias tuvieran el coraje de salir ahora y serpentear por todo su cuerpo para motivarlo a la acción.

— ¿Lo que ha hecho por mí? —recalcó, ofendido.

Bertolt lo ignoró y eso solo aumentó la ira de Eren.

Reiner controlándose un poco y sabiendo lo inevitable, tomó a Eren del brazo para evitar que se levantara y comenzará a gritar o se le abalanzara a Bertolt a los golpes.

—Hablaremos de esto luego—advirtió.

Pero Eren lo empujó bruscamente, se levantó y salió para las zonas de las celdas. Ignoró las miradas y murmuraciones, y salió al pasillo directamente para encerrarse en su celda y malhumorarse todo lo que quisiera.

Maldito Reiner y su terrible obsesión de que soy de su propiedad, pensó Eren.

Eren estaba tan furioso, tan enojado que solo lo vieran como un objeto para tener y poseer. Es por ello por lo que ya no prestaba atención a las murmuraciones o rumores, porque lo enfadaban a morir.

Quería destrozar todo a su paso, pero había tan poco que destruir y lo poco que había eran objetos personales que cada uno de sus compañeros e incluso él atesoraban con cariño. Por ello, se subió a su litera y se quedó ahí abrazando sus rodillas, mirando con furia el hueco feo que había en la pared. Cuando comenzó a sentir el picor en sus ojos por la rabia, salió de sus pensamientos y trató de evitar llorar al escuchar un chisteo.

—… Oye cosa bonita, porque estás aquí. No, no, mira esa cara, cosas tan lindas no deben llorar—había una burla terrible en su voz. Ni siquiera tenía que mirarlo para reconocerlo, era el guardia Pechstein y siempre era muy obsceno al hablar.

Eren se tragó la emoción —. Vete a la mierda.

 Pechstein se rió—Y con ese lenguaje se la chupas al Hobbit.

Eren había escuchado ese insulto antes, junto con la palabra enano. Miró a Pechstein, solo para ver al hombre en la entrada de la puerta, mirando a los lados. Cuando al parecer no vio a nadie más, su sonrisa se ensanchó y se adentró dejando entreabierta la puerta.

Estúpido, estúpido, estúpido, pensó Eren, alarmado. No había mucha maniobra de acción en un lugar tan encerrado, mucho menos sobre la litera. Pechstein pensó lo mismo porque su risa se volvió extasiada y examinó a Eren con ojos lujuriosos.

—Déjame en paz—dijo Eren firmemente, alzando un poco la voz para llamar la atención, pero Pechstein tenía en claro sus intenciones. Eren se pegó hacia la pared de su lado, y cuando Pechstein se acercó, Eren lanzó un puñetazo que falló a su objetivo.

—Eres así de salvaje, ¿Eh?, veremos qué tan bueno eres para que tengas al duendecillo y al rubio bonito tan interesados.

Pechstein se acercó, y Eren comenzó a patalear, arrojar los libros y con un movimiento brusco logró salir de la cama. No era un alivio, pero era mucho mejor que estar con poco movimiento sobre la litera.

Pechstein se abalanzó con una última risa, Eren luchó y forcejearon en el incómodo lugar.

—Pegas duro para ser una pequeña perra, ya sé porque le gustas tanto al capitán enano—mencionó Pechstein mientras se recuperaba de un puñetazo.

— ¿Capitán? —preguntó Eren desconcertado—… ¿Levi? —prenunció temeroso. Era el único capitán que conocía, y sintió un raro sentimiento cuando lo escuchó.

— ¿Hay otro más?, ¿o lo conoces de otra manera? ¿Acaso es de esos locos pervertidos que les gustan que les digan “papi” a puertas cerradas? Sí es así no veo ningún problema que me llames como quieras.

La confirmación ocasionó un titubeo en Eren, comenzó a hacer memoria, y los apodos comenzaron a tener sentido, jamás lo había pensado, ni siquiera los había puesto en consideración… hasta ahora. Pechstein aprovechó las inseguridades de Eren y lo sometió.

Eren gritó de sorpresa y dolor cuando cayó al suelo. Pechstein era alto y delgado, pero sí que había puesto todo su peso en derrumbarlo.

—Oye, no empieces a gritar, y si lo haces los quiero cuando… —Pechstein hizo un movimiento obsceno con sus caderas y se rió al ver el disgusto de Eren —. Apuesto a que gritas mejor cuando te la están metiendo, pero un hombre de verdad, no ese imbécil… apuesto a que lo tiene del tamaño de un dedo meñique.

Eren pateó intentando dar en la entre pierna, tratando de morder cuando una mano quería cubrirle la boca y soltó puñetazos a donde fuera. Pechstein cubrió sus partes íntimas y con una de sus rodillas detuvo la pierna ágil y bravucona de Eren.

Eren se quejó, pero no disminuyó ni un poco sus luchas. Pechstein iba a seguir burlándose hasta que Eren logró darle un fuerte puñetazo en el abdomen e intentó levantarse, pero Pechstein lo tomó y Eren sin pensar pateó lográndole dar en la cara.

—Hijo de perra—gruñó el moreno, jaló brusco y duro de las piernas del castaño. Consiguió posicionarlo en el suelo y Pechstein fue agresivo esta vez, tratando de desprender las prendas anaranjadas y lastimar al joven de ojos verdes sin piedad —. Te enseñaré pequeña perra, tienes que aprender.

Eren sintió el mismo miedo, la misma urgencia como cuando April lo había atrapado. Si gritaba no lo escucharían; cafetería quedaba lejos, la mayoría de los guardias estaban ahí y la zona era lo suficientemente ruidosa como para que lo oyeran. Agregando que la comida apenas había empezado, era imposible que alguien quisiera estar en sus celdas tan pronto.

Pechstein estaba siendo mucho más violento, utilizando incluso sus esposas para mantener a Eren sin movilidad.  Entendió porque Jean y los otros le habían advertido sobre este pervertido loco, aunque decían que Pechstein siempre estaba acompañado.

Eren no pudo nombrar el horror cuando escuchó la reja abrirse abruptamente.

Pechstein susurró cosas sucias, y las lágrimas fueron inevitables. Hasta que el cuerpo encima suyo desapareció.

— ¡Largo de aquí! —Levi gritó, y fue un alivio para Eren no sentir la presión.

—Usted no es uno para hablar—dijo Pechstein con molestia.

La respiración de Eren era rápida y su visión estaba borrosa por las lágrimas, pero oyó una pelea, después se escuchó un poco lejos. Cuando Eren tuvo el valor para mirar, y la energía para desprenderse de sus lágrimas. Vio a ambos hombres fuera de la celda, forcejeando en el pasillo. Levi estaba detrás de Pechstein con uno de sus brazos doblados de manera irregular, era claro que el guardia de cabello largo estaba en el dolor y su brazo no debería de estar en esa posición, pero no estaba roto. Sin embargo, con un ligero movimiento podría estarlo pronto.

—Vas a pedir la renuncia ahora—escuchó a Levi decir, con una voz furiosa y autoritaria.

El hombre gruñó —No, no lo haré, conozco…—la amenaza murió en sus labios, su brazo estaba a punto de sufrir una fractura dolorosa.

—Va a romperle el brazo—mencionó Eren, pero el par de hombres no lo escucharon—. Levi, vas a romperle el brazo—dijo más fuerte.

Levi escuchó, pero no miró a Eren. Murmuró cosas al oído de Pechstein, cosas que Eren no pudo escuchar. El hombre asintió a cada palabra y palideció. Luego se escuchó el crujir como si de una rama de árbol se tratase.

Eren no podía creerlo.

Levi soltó a Pechstein, lo empujó y se acercó para ver a Eren. Pechstein gimió, acunó su brazo y se levantó. Dio una última mirada asesina tanto a Eren como a Levi y se fue con ojos llorosos. Eren temió de ello, pero también sintió una extraña satisfacción al ver al hombre en el dolor. Se lo merecía.

— ¿Estás bien? —preguntó Levi, poniéndose en cuclillas y mirando a Eren con ojos clínicos.

—Le rompiste el brazo… te despedirán—Eren soltó.

Levi negó tranquilamente con la cabeza— Fue el dedo medio y anular, pero no fui yo. Acordamos que es un hombre que tuvo un accidente por su propia estupidez.  

Eren no se sintió feliz por eso, y se quedó sorbiendo un poco y secando el residuo de lágrimas que no querían desaparecer.

Se quedaron en silenció unos segundos, hasta que Levi quitó gentilmente las esposas de las muñecas de Eren—. Vamos, estas bien, no es momento de que estés aquí. Necesitarás energía para limpiar todas las mierdas de biblioteca, oí que llegaron nuevos libros—dijo Levi, levantándose y ofreciendo su mano.

Eren asintió mucho más tranquilo, aceptó la mano de Levi después se acomodó el descuidado uniforme y masajeó sus muñecas. Cuando la adrenalina se fue, e iban bajando la segunda planta del recinto, Eren recordó las palabras de Pechstein.

Todo recobró sentido.

Notas finales:

Editado el 21/12/19. 


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