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Chico Problema por Ahiezer

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A veces, una disculpa libera una parte de ti que ni siquiera sabías que estaba enjaulada… y el perdón destruye esa jaula.

Sanjo Jendayi.

—x—x—x—

En tres semanas las cosas no habían cambiado para las emociones de Eren. Todavía seguía enojado… y herido. Pero la regla de prisión de no poder mostrar debilidad, lo obligaba a ocultar todos sus malestares.

Ya no era tan difícil ahora que se llevaba mejor con los chicos; El negocio de Reiner todavía se estaba derrumbando, pero seguía imponiendo el mismo respeto para que no se metieran con él. Reiner tampoco estaba tan enojado por ello, había, por lo que Eren escuchó, encontrado unos nuevos contactos que le traían lo suficiente para seguir manteniéndose a flote. Y si Reiner estaba estable, también lo estaría Bertolt y por ende lo sería el “club”.

La rutina también cambió un poco; Pechstein parecía haber desaparecido desde aquel día de sus dedos rotos, porque Eren no lo había vuelto a ver y esperaba que se mantuviera de esa manera. En algún momento los reclusos volvieron a sus artimañas; recibía uno que otro piropo desagradable y miradas fugaces. Su llave ya parecía una causa perdida, März y los otros hacían como si esa vez no hubiera pasado y no recordaban ninguna llave, pero que podrían intentar recordar si Eren era más amable con ellos, lo que no sería. El día de visita todavía seguía siendo muy emocional, y por un segundo, Eren ya no la quería en absoluto, comenzaba a entender porque Jean no las visitaba. Y todavía seguía recibiendo un poco más de comida junto a un guiño coqueto del cocinero.

Eren no sabía si Levi todavía seguía cuidando de él, realmente esperaba que no, no quería deberle nada, no quería su lástima. Distanciarse había sido lo mejor, a pesar de que seguían viéndose por alguna u otra rutina que coincidía, no hacían contacto uno con el otro. Eran dos extraños que solo estaban haciendo su trabajo.

Y lo odiaba, porque realmente lo extrañaba.

Extrañaba los regaños juguetones, las charlas sobre el día a día, las curiosidades sobre la prisión, discutir sobre cuál era el libro más aburrido, la comida más desagradable, platicar sobre cuál era la mejor época del año o recibir consejos de limpieza que Levi se tomaba con profunda seriedad.

Perder todo eso fue más duró de lo que imaginaba. Pero al pensar que solo había recibido esos tratos porque Levi creía que Eren debía ser cuidado y necesitaba compasión y evocaba pura pena, entonces no gracias, Eren podía lidiárselas solo.

Por la situación con Levi, la biblioteca ya no era su lugar seguro como antes.  A pesar de que Levi no era gruñón ni le ordenaba, su presencia indiferente y gélida lo hacía incómodo. El silencio era pesado, era como si estuviera solo, pero no lo estaba, así que cualquier privilegio que tendría la soledad Eren no la tenía. Y en los deberes de limpieza cuando Levi estaba a cargo, Eren era silencioso; compartía pocas bromas con Connie y Thomas, y discutía menos con Jean

Ese comportamiento hizo que Jean lo mirará con sospecha y despertó la curiosidad de Connie y Thomas, fue el rubio en animarse a preguntar tímidamente que sucedía:

— ¿Tú y el capitán ya no se llevan bien?

Eren resopló enojado, y siguió mirando a el grupo de reclusos jugar a las cartas. Estaban en hora libre, Connie y Jean estaban en el juego apostando cigarrillos, barras de proteína, dinero y unos dulces que Reiner les había conseguido. Mientras tanto, Thomas se alejó del juego para quedarse con Eren. Estaban en el segundo piso, lejos del grupo y apoyados en la barandilla, con Eren mirando venenosamente a quien sea que se le atreviera cruzar la mirada. 

Thomas suspiró y estuvo dispuesto a dejar caer el tema, hasta que Eren habló:

— ¿Lo sabían?

—… ¿Saber qué? —preguntó Thomas con falsa ingenuidad.

Eso hizo crecer la cólera de Eren, pero no iba a gritar, no delante de todos. No había muchos lugares para poder hablar privadamente, así que habló quedito y con seriedad para no llamar la atención de algún chismoso—. Lo sabían, sabían sobre el estúpido rumor. De seguro estuvieron burlándose de mí.

—Claro que no, Eren. No nos estábamos burlando de ti. Sí sabíamos sobre eso, pero jamás pensamos más allá. No sé sobre Reiner o Bertolt, pero sí puedo hablar por mí, Jean y Connie. Admito que nos pareció raro simplemente, pero nunca nos burlamos de ti.

—Si claro…

—Estoy siendo sincero, Eren. Yo… Yo de verdad estaba feliz por ti, te hiciste… amigo de alguien tan poco probable, y estaba bien. Estabas bien. Cuando salió el rumor, pensé que había sido algo que él y tú habían planeado para que dejarán de molestarte… pero luego, tú de verdad parecías seriamente confundido al respecto así que…

— ¿Así qué? —preguntó Eren, estaba un poco molesto, pero esta vez se atrevió a mirar a Thomas, quien miraba a otros lados como si la vista fuera completamente interesante.

Thomas volvió a suspirar —. Así que, quizás el rumor se creó solo, por lo que también estaba bien— respondió.

—Yo no veo porque debería estar bien, pasar a ser solo una estúpida posesión o…

—Escucha, Eren—interrumpió Thomas, se veía molesto y exasperado—Yo sé que no, pero así es como es aquí. Si no tienes la fuerza de Reiner o los contactos de Dimo, no eres nada.

—No los necesito, mientras pueda luchar…

Thomas dio una sonrisa triste, no obstante, la exasperación se notó en su tono—. Puedes luchar, pero aquí todos son más grandes o van en grupos, y es mucho peor sí viene de un guardia. Aquí es perder-perder. Y sí tienes la oportunidad de librarte de todo eso tómalo.  Solo si la gente piensa que le perteneces a alguien, ya no te molestaran.

Eren se quedó en silencio, procesando toda la información. Dejó de mirar a Thomas para mirar a todo el montón de reclusos viviendo su día a día—. Yo… no quiero, no es justo— susurró tan silenciosamente que fue una sorpresa que Thomas lo escuchara.

—Lo sé.

Ambos se quedaron en silencio, sólo mirando desde la barandilla.

—… ¿Intentó aprovecharse de ti? —murmuró Thomas, sin hacer contacto visual.

Eren negó con la cabeza y luego susurró un suave “No”.

—Entonces, ¿qué paso?

El castaño tomó aire, todavía seguía enojado, pero ahora con escuchar a Thomas ya no lo sentía tanto—. Cuando lo supe, le reclamé que no haría nada de lo que sea que estuviera pensando… pero él dijo… dijo que no quería nada, que solo lo hacía porque sentía lástima por mí, y que eso era lo mejor que pudiera conseguir.

—Oh.

—No he hablado con él desde entonces… no quiero su lástima.

—Eren, si estuviera en tu lugar, hubiera aceptado la lástima de donde fuera.

Eren no dijo nada, incluso si lo hiciera Thomas no entendería sus razones, en cambio miró los ojos tristes del rubio con desacuerdo.

—Te entiendo, créeme que lo hago, pero sí eso mantiene a los demás lejos, entonces lo haría. Sé que suena absurdo, pero… sí tuviera la misma oportunidad lo haría sin titubear—explicó Thomas.

Eren quiso decir más, pero había una profunda pena en el rubio que mejor calló y sacó el segundo tema que le carcomía—… ¿y qué tal si miente?

—Bueno, no creo que lo haga, pero si lo hace, e intenta aprovecharse y tú no lo quieres, me aseguraré de ayudarte a golpearlo.

Eren se burló suavemente porque la imagen mental le resultó graciosa, y eso hizo que Thomas sonriera también.

—Mira, no puedo decir que lo conozco, y dicen cosas de él, pero no creo que sea malo, por lo menos no con los que no lo merecen, y estoy seguro de que no lo mereces. Tienes que dar una oportunidad y ver qué pasa desde ahí.

—… Lo pensaré—murmuró Eren.

—Bien—sonrió Thomas—. Y deja de preocuparte, después de todo, la mitad de lo que dicen aquí es solo para tener algo de qué hablar. Pero solo depende de nosotros en que queremos creer—. El rubio volvió a mirar el grupo donde jugaban cartas, e intentó dar su mejor cara—. ¿Vienes?, quiero ver cómo van.

—Iré en un minuto—respondió Eren, había demasiado en que pensar.

Thomas asintió y se fue. Eren se quedó, pensando y mirando como uno de los hombres estaba reclamándole a Jean, y como Jean reclamaba su premio con una sonrisa engreída. Connie estaba maravillado y recogiendo algunas cosas de las que Jean había ganado. Thomas no tardó en unírseles y recibió una parte también, el rubio comenzó a señalarlo y hacerle ademanes con las manos para que bajara. Uno de los hombres del juego vio la interacción y gritó:

—Deberías bajar gatito huraño, apuesto a que me darías suerte y si es así, y me das un poco de cariño te compartiría de mi ganancia.

—Vete la mierda—gritó Eren en respuesta, con su ceño enojado.

Los hombres del juego y fuera de el soltaron a carcajadas.

—Baja de ahí, Jaeger y tal vez alcances algo— alzó la voz Jean, ignorando las burlas.

— ¿Así?, imagino que querrás algo—cuestionó Eren, cruzado de brazos. 

—Sí, quiero algo. Quiero que me prestes uno de tus libros, estoy cansado de la mierda de Harry Potter, ya me he leído esa cosa hasta al revés.  

Era la mentira más descarada que Eren había escuchado, Connie había dicho en secreto que Jean amaba Harry Potter con una pasión muy nerd. Pero de todos modos, Eren fingió pensarlo un poco aun cuando la respuesta era obvia. Jean era de los que más leía cuando estaban en la celda y en los días de visita, también, trataba a los libros y cómics con cuidado. Pese a que no quería, Eren podía confiar en él con esto—. Trato—. Y con eso, Eren fue escaleras abajo.

El hombre, Ruslan, que le había gritado lo miró y dijo: —Amante de la lectura, ¿eh? No te gustaría ir a leerme algo en la noche, o ayudarme a repasar algo de lectura, creo que verte me ha hecho olvidar algunas palabras.

Eren bufó y rodó los ojos, quería responder, pero Jean fue más rápido en ello.

 —Deberían ahorrarse las palabras y concentrarse en ganar.

—Creo que alguien esta celoso—murmuró otro de los chicos dentro del juego—. No te preocupes, Jean, por ti, yo me vuelvo analfabeta solo para recibir tus clases especiales—. Y de nuevo las risas burlonas resonaron.

—Sabes, si me ganas esta partida me lo pensaré—dijo Jean, realmente se veía pensativo y serio, para sorpresa de Eren.

El hombre que se había burlado sonrió de oreja a oreja y le brillaron los ojos—Espero que te prepares porque esta yo la gano.

Jean sonrió— Que inicie el juego entonces.

Jean ganó por supuesto, y después de esa partida no volvió a apostar su integridad, aunque, de todos modos, no necesitó apostar mucho. Ganó todas y, como prometió, Eren recibió una parte. 

—Es la ventaja del ser del ‘club’—le susurró Connie a Eren, mientras comía discretamente unos dulces. Aun cuando no había mucho de qué preocuparse, el guardia de turno era Marco y él parecía ser flexible a la mayoría de las cosas mientras no fuera violencia.

Eren también se permitió comer unos cuantos dulces mientras disfrutaba silenciosamente las victorias de Jean y el ver como las sonrisas burlonas de los bufones lujuriosos eran borradas de sus rostros.

 No obstante, las palabras de Thomas se quedaron en sus pensamientos.

—x—x—x—

—Estás distraído— mencionó Hange.

— ¿Qué?

—No me has dicho nada sobre el bote, odias ese bote, y míralo esta rebosante de basura—señaló Hange.

El pequeño bote tenía una gran cantidad de papeles, que incluso algunos estaban esparcido a su alrededor. Era verdad, Levi odiaba ese bote, Hange nunca le daba un mantenimiento adecuado y siempre lo tenía todo sucio y descuidado.

—Quizás sea hora de que seas responsable de tus cosas, cuatro ojos— dijo Levi, comiendo un poco del arroz que Hange había traído de camino.

Ambos estaban comiendo en la oficina de Hange, Erwin no había podido estar con ellos, y no habían ido a la cafetería porque los otros guardias se silenciaban cuando llegaban. Hange hablaba de un montón de cosas raras y Levi, bueno, era el “Capitán Levi”, añadiendo el rumor con el mocoso que hacía que los demás guardias se sintieran más cohibidos en su presencia. 

—Sí, claro— murmuró Hange, dando unos cuantos sorbos a su bebida, mientras le daba de esas singulares miradas cómplices. Ella había estado mirándolo mucho de esa manera últimamente. Pero como si supiera que estaba presionando los botones de Levi, cambió de inmediato de conversación sobre alguna información que vio en esos programas que a ella tanto le encantaban. Divagaba mucho sobre ese programa, así que no era sorpresa que Levi se perdiera la mayoría de su conversación, sin embargo, esta vez pareció haber hecho una pregunta porque lo miraba expectante.

—…Estás distraído de nuevo—dijo Hange, y esta vez, la mujer no pudo ocultar su diversión.

—No lo estoy—farfulló Levi—. He estado escuchando cada una de tus tonterías.

—Mhm—tarareó Hange, con una sonrisa en sus labios—Te dije que deberías disculparte.

— ¿Porqué? No recuerdo haberte ofendido, y sí lo hice no me siento mal por eso.

Hange rodó los ojos y pellizcó un poco más de su comida—. No lo decía por mí.

—Entonces no veo a quién…

—Tú ya sabes a quien me refiero— interrumpió Hange, moviendo sus cejas juguetonamente, pero al ver el ceño fruncido de Levi, dejó de hacerlo.

Levi le había contado todo a Hange, porque la mujer no dejaba de presionarlo. Después de todo, no había nada que ocultar y tampoco era algo que pudiera mantener guardado mucho tiempo cuando había alguien ahí que no dejaba de preguntar al respecto. Esperaba que, con ello, Hange dejará las tonterías que se formulaba, y había funcionado hasta ahora.

—Sigo sin ver porqué debería de disculparme—dijo, y volvió su atención a la no tan apetitosa comida.

—Bueno, no lo sé, tal vez porque fuiste grosero. ¿Qué sentirías si te dijera que solo soy tu amiga porque me da pena verte solo, o porque sé que eres un inepto social y te vería vagando como un alma en pena cuando Erwin no está?

—No eres mi amiga.

—Yo también te quiero Levi, y sé que tus intenciones con él fueron buenas, pero… tú sabes cómo es eso, que alguien te brinde una mano sin esperar nada a cambio.

 Levi no dijo nada, y siguió comiendo más de lo necesario. Él vino a comer, no a tener estas charlas sin sentido.

Hange relajó su expresión, pareciendo menos maniaca y más comprensiva—. Sabes, era bueno verte expandir tu círculo social, todavía no es que creyera que funcionaría, pero te veías feliz y me hizo comprender que eres mucho más sensible de lo que pensaba como un gran … bueno, en tu caso sería pequeño, pero-…

Levi tuvo suficiente, se levantó y tiró su plato de comida ahora vacío al bote. Ya no había nada que pudiera contenerse en el pequeño contenedor, por lo que el plato terminó cayendo en el suelo. Levi se alegró un poco por darle más trabajo a la cuatro ojos para limpiar, y con ese pensamiento se dirigió a la puerta. Ignorando las palabrerías de Hange.

—Espera, Levi, no iba a burlarme de ti, este era una charla de corazón a corazón. Lo leí en una revista, decía que era bueno para los amigos socialmente ina-…

Levi cerró la puerta sin mirar atrás, escuchándose un último grito de Hange: — ¡Espera!, pégame, pero no me dejes.

Los guardias que estaban en el pasillo miraron en silencio sorprendidos, unos cuantos que ya conocían aquella interacción rieron suavemente y volvieron a sus asuntos. Con una mirada estoica los observadores restantes volvieron a sus deberes.

Estúpida cuatro ojos, murmuró para sí mismo. Pero… quizás no estaba tan equivocada.

A pesar de que quería intentarlo, Levi se encontró incapaz de decir algo. No creía seriamente que debía disculparse, estaba siendo “amable” de la mejor manera que podía, el mocoso debería superarlo y seguir adelante.

Ninguno se dirigió la palabra, y podría haber seguido de esa manera si Eren no fuera tan estúpido y Levi no fuera tan débil. Todo ocurrió porque el castaño decidió olvidar las advertencias que Levi le había dicho sobre los taburetes inestables; El chico subió al banco más feo, con un montón de libros en sus manos para no tener que ir por ellos a cada momento y terminar más rápido el trabajo, porque últimamente Eren quería pasar el menor tiempo en biblioteca. Pese a las advertencias de los brazos temblorosos y movimientos peligrosos del taburete, el castaño no desistió. Levi se levantó de su asiento de puro instinto al imaginar lo que vendría, intentando acercarse para poder ayudar, pero se quedó firme en su lugar al ver la obstinación en los ojos verdes.

No tardó en suceder lo inevitable, y todo se dio a conocer con un crujido, luego un movimiento errático del chico y el banco, hasta que el castaño terminó cayendo, llevándose toda la montaña de libros contra él.  Levi pudo haber ayudado, o tal vez hubiera terminado enterrado, pero podía haber hecho algo, sin embargo, consideraba que ese era el precio que el mocoso tenía que pagar por su terquedad.

Con toda la elegancia autoritaria que reunió se acercó al accidente con los brazos cruzados y chistó—Tsk… Te lo advertí.

El castaño estaba en el suelo con un mar de libros encima y a su alrededor, con los ojos cerrados. Cuando los abrió, frunció el ceño ofendido y con ojos llorosos. Esa fue la señal de Levi para dejar de regodearse. Y se preocupó. Por lo que sabía el chico pudo haber caído mal, o se pegó tan fuerte en la cabeza que podía tener una conmoción o… había un montón de malas cosas que posiblemente el mocoso estaba sufriendo por lo que aquella leve satisfacción de haberlo visto caer se fue.

Levi se agachó a su lado y comenzó a ayudarlo a quitarle de encima y recoger algunos de los libros.

El castaño no dijo palabra, pero sí soltó un pequeño gruñido adolorido cuando se sentó. Después comenzó a juntar los libros cercanos y crear una pequeña pila a su lado. Levi hizo lo propio, pero sin sentarse en el suelo.

— ¿Estás herido? —preguntó Levi, después de 15 segundos de silencio incómodo. 

Eren se levantó, sacudiéndose un poco, negó con la cabeza y fue por los libros que cayeron más lejos para acomodarlos en las pequeñas nuevas montañas de libros que habían formado. Y eso molesto más a Levi de lo que debería, odiaba la maldita ley del hielo que el niño había decidido hacer y odiaba como no quería darle una puta respuesta corta. En otro momento Levi hubiera estado encantado por este sombrío trato, entre menos interacción mejor, pero este era el chico que no paraba de hablar hace unas semanas y que era tan molesto como esos ruidosos pájaros que no parecían querer callarse jamás.

Jodido mocoso por haberlo acostumbrado a las charlas tontas en primer lugar.

Levi se levantó con su propio montón de libros, mientras veía como el mocoso pasaba algunas de las pilas de libros a una de las mesas. Ahora por su terquedad haría un trabajo doble, y si no se daba prisa no terminaría para la hora libre.

Cuando Eren notó que Levi iba ayudarlo se alarmó y casi parecía que le arrebataría los libros de las manos.

—Gracias, pero puedo hacerlo solo… señor—murmuró Eren con indignación, y lo último como una ocurrencia tardía. Eso pico en Levi de una forma que no debería.  Y eso fue suficiente, Levi entregó los libros de mala gana.

—No quise decir lo que dije, así que supéralo mocoso. Pero sí es cierto que no pienso tener nada contigo—habló Levi sin pensarlo mucho, eran palabras que querían salir hace tiempo y que no tuvo la voluntad para dejar salir.

Al escucharlo, el chico soltó la pila de libros abruptamente, mirándolo con ojos grandes y sorprendidos.  Levi hizo una mueca al verlos caer, más trabajo se avecinaba.

— ¿Es, es una disculpa? —preguntó el castaño tontamente, todavía atónito.

—Tómalo como quieras—dijo Levi, agachándose de nuevo para recoger nuevamente los libros, porque al parecer había roto al mocoso que no dejaba de mirarlo como si hubiera hablado en un idioma extranjero que no entendía. La falta de respuesta irritó a Levi, al parecer tenía que decirlo tal cual, porque el chico parecía ser demasiado estúpido, y cuando lo miró, aquella sorpresa en los ojos verdes se había ido, tenía de nuevo su mirada brillante como aquellas veces cuando hablaban de tonterías y también una sonrisa estaba formada en sus labios. Después se echó a reír libremente, no de una manera ruidosa o exagerada, era tranquila y de alguna manera aliviada… Levi había olvidado lo molesto que era.

Era tan molesto, que avergonzó a Levi por haber dicho algo en primer lugar, quería irse, tirar los libros sin más, largarse y no saber nada del estúpido mocoso. Pero luego el chico susurró un suave “gracias” y eso le hizo detener cualquier pensamiento de huida.

El castaño le brindó una sonrisa sincera y agregó: —… No tiene que ayudarme, puedo hacerlo—esta vez extendió los brazos para pedir los libros sin arrebatar, lo que Levi no dio.

—Déjalo así, te ayudaré para que puedas terminar e irte antes de que vengan los demás.

Eren lo miró de nuevo como si a Levi le hubieran crecido dos cabezas, volvió a sonreír tímidamente, aunque aún había algo de desconfianza en su mirada. 

—Gracias. Y yo, yo… yo también le debo una disculpa—murmuró el castaño—. No, no debí llamarlo pervertido… a menos que sea un perver-

—Sí, deberías, y no, no lo soy, así que deberías callarte al respecto… aunque entiendo tu desconfianza.

La confesión suavizó las expresiones duras de Eren con una agradable sorpresa, aquella desconfianza desapareció de sus ojos—. Entonces, en verdad lo siento, y siento haberlo llamarlo pervertido. 

Levi tarareó de acuerdo, sin querer mirarlo por más tiempo y llevó los libros a la mesa donde estaban los demás.

—Muy bien, deja de quedarte como idiota y trae ese banco de ahí—ordenó Levi, miró el reloj y vio que todavía quedaban unos buenos minutos para trabajar—. Sí te apuras terminarás antes de que lleguen.

Eren asintió con mucho mejor humor e hizo lo que le dijeron.

Pasaron unos segundos en silencio con Levi dando órdenes de vez en cuando y ayudando de a poco. El ambiente fue mucho mejor que los terribles silencios de días atrás. Si alguna vez tuvieron un desacuerdo, fue olvidado.

Terminaron mucho antes de lo planeado, Levi fue a su asiento usual y tomó uno de los pequeños libros de mano para leer. Eren se quedó ahí parado tontamente sin decir o hacer nada.

—Ya terminaste, puedes irte—dijo Levi, sin prestar atención y fingiendo concentración en la lectura.

—… ¿Puedo quedarme?

—Ya empezó tu hora libre, mocoso, haz lo que quieras.

Levi no lo vio, pero pudo imaginarse la sonrisa irritante de Eren. Después se escuchó el retumbar de la mesa donde se encontraban. Eren había vuelto a su asiento habitual, frente a él un inmenso libro sobre astronomía. Levi frunció el ceño.

—No sabía que te gustaba eso.

—En realidad, me gustan las imágenes— confesó Eren, avergonzadamente, con una sonrisa que al parecer no quería desaparecer.

Levi volvió a su libro sin decir más.

—Capitán… ¿puedo hacerle una pregunta? 

—Adelante—respondió Levi, sin mirar.  

— ¿Qué pasó con el gato?

Oh, Levi sabía a donde iba el tema—. ¿El gato del departamento?

—Sí, ¿qué hay con él?

—Al parecer no es de nadie, y sigue mirando por mi ventana luciendo espeluznante.

Eren rió y dijo: —Apuesto a que es bonito.

—Le falta la cola.

— ¿Y?, eso no le quita lo bonito, quizás tuvo una vida difícil, o es de esas razas de gato que no tienen cola, como sea debería darle de comer.

—Sí le doy de comer jamás se irá.

—Creo que eso sería bueno, debería considerarse afortunado, ganarse el cariño de un gato es difícil.

—Tsk… no lo creo.

—Es cierto, debería preguntarle a cualquiera que sepa de gatos. Aunque depende del gato, sin embargo, yo jamás pude hacerme amigo de un gato, por eso creo que me gustan más los perros… aunque jamás he tenido un perro, pero…

Y fue así como se inició un nuevo tema de conversación. Levi no tardó mucho en descubrir que al mocoso le encantaban los animales, a pesar de no poder haber tenido ninguno porque al parecer los gatos no querían ser sus amigos, los perros eran demasiada responsabilidad, los peces requerían muchos cuidados… y la lista podía seguir.

La conversación no llegó muy lejos cuando los otros prisioneros llegaron, Eren se quedó callado de inmediato, y ambos fingieron como si no hubieran hablado jamás mientras volvían su plena atención a sus respectivos libros.

Levi no se sorprendió que el mocoso se quedará un poco más cuando los demás se fueron, y lo invitara a las conversaciones en el turno de limpieza.

Al día siguiente, las cosas volvieron a su antigua normalidad.

 Estaban bien.

 


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