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Sentimientos por contrato por AcidRain9

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Capítulo 10: Hombre bacteria

Maldita sea, hombre inmaduro,

Me cogiste tan bien que casi digo "te amo"

Eres divertido y salvaje,

Pero no tienes idea de la mierda que me hiciste pasar,

Tu poesía es mala y culpas a las noticias,

Pero no puedo cambiar eso, no puedo cambiar tu estado de ánimo,

Porque eres solo un hombre, es justo lo que eres,

Con tu cabeza en tus manos mientras me coloreas de tristeza.

Lana Del Rey; Norman fucking Rockwell

 

Sanji contorneo sus costados con los dedos, no recordaba el momento en que había perdido su chaqueta, el celular de Zoro no dejaba de vibrar mientras el hombre conducía rápidamente a un destino que él no conocía, apretó la manija de cambios y después piso el acelerador.

— ¿Por qué nunca lo mencionaste? — la pregunta rompió el silencio copio.

— ¿Mencionar qué? — respondió mirando de reojo al policía.

—Probablemente el hecho de que eres un Vinsmoke. — Zoro gruño golpeando el volante con la palma abierta. No estaba molesto con el rubio, si no, que si fuera una persona al menos un poco observadora él mismo se habría dado cuenta del rizo. Del maldito rizo.

—¿No lo escribí en mi carta de presentación? Pensé que lo había hecho, ¿tienes un bolígrafo para que lo agregue?

—Odio tu sentido del humor.

— ¿Eso tiene que cambiar algo? —La voz de Sanji escurrió con un tono de desconfianza, y Zoro frunció todavía más el ceño y el menor por primera vez pensó que ese hombre que ni siquiera llegaba a los treinta se veía de alguna forma consumido.

—Oh, por supuesto que no, el hecho de que necesites a una jodida escolta cuidándote las espaldas es completamente normal. — dijo entre dientes, a secas, el rubio entrelazo sus dedos cuando se dio cuenta que Zoro se había saltado una luz roja y trato de hacerse más pequeño en su asiento.

Ellos la necesitan, ellos la solicitaron, no yo, yo puedo defenderme perfectamente bien por mí propia cuenta.

—Seguro que tienes razón, ¿ocasionarle una crisis nerviosa a tu hermano el día de su boda era parte de la demostración? Porque si fue así, lo hiciste increíble destrozando sus nervios. Eres peligroso, deberías tener una medalla. —sonrió de medio lado.

Sanji giro la cara, completamente consternado y Zoro cerro la boca, después se revolvió el cabello y suspiro exaspero. —Lo siento, no debí decir eso.

Ichiji era un Vinsmoke y Sanji debía de haber sabido que eso pasaría, porque si en algo los Vinsmoke se parecían —incluido él— era que cuando las cosas salían mal dañaban a los demás o se dañaban a sí mismos; arreglaban los problemas con violencia, o se quedaban con la peor parte o la repartían.

—Él insulto a mi...amigo, no creí que fuera para tanto, yo jamás pensé que se pondría así— era una mentira a medias, tal vez si lo había esperado, tal vez no era tan inocente después de todo.

Recordó los alaridos de Ichiji, su estado patético y demacrado mientras repetía a gritos, una y otra vez el nombre de Katakuri; los cableados de la mente humana conectaron dándole paso a esa tendencia unánime denominada arrepentimiento, y se formó un nudo en su garganta, había estado mal, sí.

Sin embargo, no se iba a quedar de brazos cruzados mientras el pelirrojo trataba de pisotear a Bell, también sí.

—La forma en que hablo de Bellamy fue horrible, así que no tengo que dar una explicación sobre lo que hice.

A final de cuentas era un Vinsmoke, nadie en la familia era completamente bueno, ni Reiju, ni él. Se inclino hacia delante, poniendo la cabeza entre las rodillas —Pero ese es mi problema, ¿verdad?, nunca pienso demasiado, ni nunca comprendo enteramente.

Zoro despego una mano del volante y con la otra se restregó la cara, tenía una fina capa de tierra pegada a ella y el cabello enmarañado, se froto el cuello aplastando los nudos de sus músculos y respiro hondo.

—Escucha cejas, sé que debí llamar antes y...— Zoro murmuro de forma incomoda, no entendía como las personas tenían habilidad para estas cosas y en el fondo sabía que esta conversación tendría que llegar en algún momento y él había temido ese momento en el preciso instante que vio la blanca espalda desnuda de Sanji. —Yo...

Sanji se enderezo y apretó los labios súbitamente, sus dientes castañearon y su voz sonó un poco molesta, no, decepcionada.

—Solo cállate Zoro, fuiste claro conmigo después de que nos acostáramos.

—Fue un error Sanji, no debió pasar, apenas y te conozco.

—No lo llames error, puedes llamarlo cosa de una noche, pero no error, los dos lo queríamos. ¿Por qué no debió pasar?

—Sanji, no hagas esto— la voz de Zoro se tambaleo.

— ¿Por qué no debió pasar, Zoro? — Sanji pregunto duramente.

Zoro tenía un millón y un contestaciones en la cabeza, pero ninguna era lo suficientemente buena y él tampoco quería decirlas porque no había caso, así que simplemente no respondió.

—Porque no soy ella—Sanji dijo de manera acida, y pego el rostro a la ventana. —Eres un cobarde, Zoro.

—Eres un niño, estas confundido, y no me conoces.

—¡Tengo diecinueve años! Cobarde.

—No pretendas que sabes cómo es mi vida, no hables de lo que no sabes— respondió escuetamente el moreno, apretando los nudillos en el volante.

—No lo sé, pero te conozco lo suficiente para saber que estas atascado en la miseria. En tu propia miseria, y te gusta tanto que no haces nada para seguir adelante, por eso eres un cobarde, solamente un cobarde.

—No. Tú crees que me conoces lo suficiente.

— ¿Entonces por qué?

Zoro piso el acelerador, y desvió el auto de la carretera, ocasionando un fuerte chirrido cuando freno de repente; Sanji lo miro con los ojos azules totalmente abiertos y la respiración jadeante, podía escuchar el bombeo de su corazón como canción de fondo, enterró las uñas en su asiento y dio una fuerte exhalación. — ¡O-Oye!

—Las cosas no son tan sencillas para mi Sanji, probablemente tú puedas cerrar ciclos fácilmente cuando las cosas no van bien y un fin de semana después envolverte con algún tonto que te invite un par de copas o yo que se maldita sea, yo no puedo, ella era mi esposa.

—Y ella te dejo a pesar de lo afortunada que era teniendo a alguien como tú de forma incondicional. —Sanji negó con la cabeza, y su mano se cernió duramente en la agarradera de la puerta.

—Pero ese no es tu asunto.

—Supongo que he perdido mí tiempo de manera innecesaria y te he hecho perder el tuyo— una pequeña risa broto de su garganta, no tenía humor, ni gracia, solo vacío — Yo...creo que comienzo a odiar este círculo que hay entre nosotros.

—Tal vez es hora de que encuentres tu propia aventura...— Zoro trato de ser amigable y de pronunciar las palabras sin vomitar. Eran estúpidas.

Sanji se mordió los labios y salió del auto apretando los puños y tragándose las palabras, no debía de haberse aferrado desde el principio, pero ya era tarde, camino rápidamente sorbiéndose la nariz y sintiendo que sus ojos comenzaban a arder, cada paso que daba lo hacía sentir más pesado, insostenible; pero quería seguir cada aviso luminoso de los edificios de la ciudad y la luces de neón al otro lado de la avenida como luciérnagas tristes a las que buscar atrapar; cruzo la carretera irracionalmente, esquivando la hilera de carros y los claxons que casi le gritaban su imprudencia a la cara.

Zoro chasqueo la lengua y una vez más golpeo el volante, antes de salir por el rubio.

Sanji encendió uno de los cigarros que Bellamy le había regalado y soltó el humo por la nariz, golpeaba frenéticamente su talón contra la acera y levanto los brazos, agitándolos para que alguien se ofreciera a darle un aventón, una ruidosa van paso de lado, luego un chevy y así, sucesivamente un alto número de automóviles de colores que seguían su camino sin preocuparse en mirarlo, estaba seguro de que Zoro gritaba su nombre detrás de él.

Su voz estaba cada vez más cerca, pensó que tendría que seguir caminando hasta que los faros automotrices de un carro descapotable cayeron encima suyo y lo hicieron cubrir sus ojos.

La música hip hop sonaba a todo lo que daban los altavoces, dos chicas asomando sus cuerpos por el techo meneaban las caderas con gracia, lo miraron y rieron a través de sus labios bañados en pintalabios de tonos poco comunes. El copiloto bajo su ventana y el olor a hierba se dispersó por el aire, anillos de humo salpicaron de lleno su cara y Sanji reconoció aquel hedor a Marlboro.

— ¿Vas a algún lado? — pregunto un chico moreno, levantando una ceja llena de aros, empino el pico de una cerveza de botella en dirección de sus labios y Sanji reparo en que sus nudillos estaban llenos de tatuajes con simbología extraña. Hizo una mueca cuando el líquido quemo su garganta y le regalo una refrescante sonrisa torcida.

Zoro grito otra vez su nombre.

—A donde sea, me da lo mismo, déjame subir— respondió temerariamente, y una serie de aullidos estallaron dentro del vehículo. Les había gustado su contestación, estaban contentos.

Se dio cuenta que todos los asientos traseros ya estaban ocupados, por lo que el mismo chico que hizo la pregunta abrió su puerta y le guiño el ojo mientras se palmeaba las piernas.

—Puedo cargarte si no te molesta, te la pasaras increíble, vamos a una fiesta privada al sur, conozco el negocio y se en donde las mejores juergas se dan. —su voz sonó seductora y sugerente.

—¡Genial! — Sanji corroboro arrebatándole la botella y dio un enorme trago para armarse de valor.

Todos silbaron una vez más ante su actitud, probablemente ya estaban demasiado drogados y solo querían más diversión, únicamente necesitaban de un bufón que les entretuviera, pero cuando estaba a punto de subir, la mano de Zoro se enredó en su muñeca y lo obligo a alejarse.

— ¿¡Cuál es tu problema, viejo?! — Tattoo boy vocifero amenazando con bajarse, pero los brazos de sus amigos alrededor de él se lo impidieron.

—Él es mi problema— musito Zoro sosteniendo a Sanji del brazo, alguien arranco el auto y tattoo boy lanzo un escupitajo que el policía esquivo con exito, y el grupo se marchó dejando un sendero de maldiciones e insultos entrelazándose con el camino de humo que salía del escape del coche.

—¡Dijiste que encontrara a mi aventura y ahora lo haces ir! — recrimino el rubio, señalándolo con un dedo acusador.

— Te aseguro que tu aventura no era un tipo con olor a vomito, orines y droga.

Sanji observo a Zoro tragar saliva, podía sentir la tensión en su voz y aquello causo que el Vinsmoke se sintiera más sensible, desvió la mirada y sello su boca en una línea recta, mientras sentía como si un montón de hormigas treparan desde sus pies hasta su rostro y quisieran meterse por su nariz y sus ojos.

Estuvo a nada de sacudir su cuerpo, pero en su lugar mantuvo las manos firmes en sus costados. Sabía que lo que Zoro sentía era una necesidad de protegerlo, de evitar que su comportamiento impulsivo le causara más daño. Era genial como estando tan lesionado tuviera suficiente corazón para preocuparse por otros.

De nueva cuenta sintió el remordimiento regresando a él.

—Jamás debí llamarte cobarde— susurro arrepentido.

—Está bien, no me importa.

—Para mí no está bien, porque contigo me siento tan diferente, estas instalado en mi cabeza porque mierda, dejas huella en donde tocas.

Era una bacteria

Zoro lo sabía.

Y también estaba seguro de que si aceptaba a Sanji lo enfermaría.

—Y cada vez que abres la boca y me consuelas me haces sentir que puedes quererme. — levanto la cabeza, y contrario a lo que alguien pudiera esperarse para una persona en su situación, Sanji estaba sonriendo, extendió su brazo y tembló ligeramente. —Acabemos con esto de una vez, marimo.

El rubio no espero a que estrechara su mano y volvió a caminar, sus ojos trataron de ajustarse a la oscuridad, estaba cansado ya de repetir el mismo ritual.

Choco contra una mujer y pidió perdón por su torpeza, Zoro mordió la carne interna de sus mejillas y trago duro, y en el momento en que trato de mover las piernas la risa de Tash navego por sus oídos y sintió su menudo cuerpo pegándose contra él, sus vastos senos sobre su pecho y sus dedos haciéndole cosquillas en la nuca.

Lo mata, solo para revivirlo y matarlo otra vez.

Tal vez por eso ella siempre estaba tan segura a su lado, sabía que lo tenía, sabía que era suyo y que cuando se fuera dejaría solo las sobras de lo que Zoro había sido.

El policía cerró las manos, las hizo puños tan apretados que sus nudillos se volvieron blancos y sin vacilación ni prudencia corrió hasta el rubio antes de volver a perderlo; pensó que estaba ardiendo y en el momento en que jalo a Sanji y estampo su espalda contra la puerta de aluminio de una tienda ya cerrada, lo había quemado.

—Realmente tienes graves problemas. — dijo entre jadeos, mirando al rubio fijamente. —Debes de estar demasiado jodido para haberte fijado en alguien como yo. — su risa era sardónica.

Lo cogió de las solapas de la camisa y estampo sus labios con agresividad y aspereza, su lengua se abrió paso por su garganta, Sanji lo miro con los ojos abiertos y exhalo con sorpresa, sus manos seguían en el aire, y por inercia retrocedió un paso y gimió cuando el peso del adulto se cernió posesivamente contra él.

Sanji coloco la mano sobre su pecho, apartándolo suavemente cuando comenzó a sentirse ahogando; y susurro su nombre dos veces, porque el beso no era agradable, era opresivo, lleno de furia y vulnerabilidad.

— ¡Detente! — grito perturbado, lo empujo con fuerza y el contacto por fin termino.

Zoro gruño y golpeo la pared con sus nudillos, maldijo una y otra vez, le dio la espalda mientras se restregaba las mejillas con la mano de manera ruda, Sanji se tambaleo hacia él y sus delgados brazos rodearon al hombre por detrás.

—Podemos hacerlo, sé que podemos hacerlo.

—No va a salir bien...

—Vamos a afrontar las consecuencias— Sanji susurro, él no respondió, pero en su lugar coloco las manos sobre las del rubio, apretándolas, el menor sonrió débilmente, este era el primer paso, esto era lo que quería.

Cerro los ojos y no fue consciente de que millones de bacterias habían infectado su cuerpo.

.

.

.

Cuando Ichiji despertó un quejido salió de sus labios y por un breve momento creyó que todo a su alrededor estaba dando vueltas, había pasado toda la noche de bodas durmiendo, sus ojos estaban hinchados y muy hundidos, se dio cuenta de que ya no tenía el traje completo, solamente los pantalones lisos y una camiseta de algodón, quiso recostar la cabeza sobre la almohada que olía a Katakuri y volver a cerrar los parpados que oscilaban por dejarse vencer.

Levanto su mano decaídamente y miro la argolla en su dedo para después dejar caer la extremidad como un peso muerto. Pensó en Katakuri, ese hombre era todo lo que usurpaba sus pensamientos y eso no podía ser nada bueno para su lucidez, o lo poco de ella que quedaba.

Se sentó sobre la cama y en cuanto meneo la cabeza una flor aterrizo sobre la punta de su nariz y al siguiente movimiento fueron otras tres las que cayeron en su torso, por lo que llevo la mano a la cabeza descubriendo que su melena se había convertido en una maseta, puso un pie descalzo en el suelo y al momento que trato de avanzar un fuerte mareo lo hizo flaquear y tener que sostenerse del marco de la ventana, suspiro y corrió con los dedos una pequeña parte de la persiana.

Fue entonces que se percató que no estaba en la mansión Charlotte como había esperado, sino, en el mismísimo hogar de Katakuri, el lugar en donde había conocido la humillación por primera vez en su vida.

Sonidos de forcejeo lo hicieron concentrar la mirada y asomarse discretamente, sus orbes adormecidos se abrieron por completo cuando vieron a su padre afuera junto al portero que parecía denegarle el acceso al interior de la casa.

Frunció el entrecejo, porque su presencia solo había servido para recordarle las mismas palabras que habían sido el ingrediente principal para la receta del caos, el detonante para hacerlo comprender que una de las cosas a las que más miedo le tenía era al reemplazo, ya que ser reemplazado significaba no ser suficiente.

Porque eso significaría que Katakuri podría cambiarlo por alguien bueno.

Según la posición teológica occidental, el hombre era un ser inherentemente malo; su maldad era propia y nacía en su seno, debía ser limitado continuamente para evitar que la mostrara y le diera salida. Él solo era lo que era y no podía evitarlo.

A través del cristal contemplo los gradientes a la lejanía tintados en tonos suaves y aspiro el aire limpio que trataba de limpiar sus pulmones, pero cuando el iris añil de su padre se elevó en su dirección, Ichiji apretó los labios y se puso rígido, probablemente el hombre ni siquiera lo había visto, pero aun así cerró la persiana bruscamente y retrocedió un paso hasta chocar con algo muy sólido.

—Es un hombre muy terco, y también uno muy imprudente, lleva casi una hora insistiendo en entrar— Ichiji levanto la cabeza y sintió un espasmo cuando la mano de Katakuri cayó sobre su endeble hombro.

Katakuri tenía el cabello revuelto y olía a café.

— ¿Estas negándome ver a mi padre? — el pelirrojo alzo una ceja, escudriñando a su pareja con los ojos que todavía eran los de un adolescente.

—No, no lo estoy haciendo, aunque Judge sea un tipo infame tu eres lo suficientemente grande para lidiar con ello, pero no en tu estado actual ni mucho menos en el suyo, se el poder que sus palabras tienen sobre ti — contesto con voz neutral.

—Si...— Aquello quedo en solo un susurro, entonces Ichiji parpadeo. — ¿Quién le hizo esto a mi cabello?, ¿por qué me veo como una macetera?

—Fue Anana, las puso después de que te calmaras, le agradas mucho.

—¿Alguien más sabe lo que...?

—No, Smoothie excuso nuestra ausencia diciendo que estábamos demasiado cansados para atender a los invitados, probablemente fue descortés, pero ni siquiera importa.

Ichiji asintió bajando la cabeza y cruzo los brazos en su pecho, se sentía demasiado débil, bosquejo una tenue mueca en sus labios y enterró la mano en su rostro, las emociones seguían muy frescas. —Lo arruiné todo ayer, no debí perder el control de esa forma, perdóname.

Esas palabras habían sido demasiado difíciles de pronunciar, se trataba de un vocabulario con el que no estaba familiarizado.

Se exalto y subió el rostro en el momento en que Katakuri quito una de las flores de su cabello, la que estaba justamente sobre su coronilla, fue entonces que se percató de que se trataban de pequeños lirios de pétalos blancos y suaves, entrecerró los ojos en el instante en que Katakuri la acomodo sobre su oreja y el rubor inundo sus mejillas.

—Tengo que arreglar algunos asuntos, es mejor que continúes descansando.

Cuando Katakuri dejo la habitación el ambiente se sintió como una combinación entre dulzura y amargura, una mezcla que era capaz de causar adicción, Ichiji suspiro tratando de aferrarse a esa esencia. Todo el mundo elegía una forma de destruirse y esta podría ser la suya.

 

Notas finales:

¡Gracias a todos por leer! espero sea de su agrado :')


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