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Sentimientos por contrato por AcidRain9

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Capítulo 11: Nenúfar flotante

No sé cómo superas a alguien tan peligroso, contaminado y defectuoso como tu

Uno por el dinero,

Y dos por el espectáculo,

Te amo cariño, estoy lista para ir

¿Cómo terminaste así? No lo se

Estas jodido, eres brillante,

Y pareces un hombre de un millón de dólares

Entonces, ¿Por qué mi corazón está roto?

Lana Del Rey; Million Dollar Man

La alcoba principal era sofisticada, contaba con una pared de volumen con relieve hecha de paneles de madera de algarrobo que sobresalían como cabecera de la cama, los tonos cálidos daban la impresión de un efecto de luces y sombras bastante sutiles, enormes persianas de color berenjena, y algunos muebles rústicos, pero de ahí en fuera no había muchos detalles personales que detallaran lo que había sido la vida de Katakuri antes de su llegada, todo era orden absoluto.

Paso la yema de su dedo sobre la enorme pasta de una enciclopedia de economía, un separador casi al final, así como algunas hojas ligeramente dobladas delataban el uso del libro, al cual después de ojear dejo nuevamente sobre el buro del cual lo había recogido.

—Es de la colección del señor Katakuri, se supone que ningún libro debe de salir de su oficina, pero a veces tiende a romper sus propias reglas, así que lo devolveré a su sitio. Son sumamente importantes para él, es muy cuidadoso con ellos.

Ichiji entorno la mirada, aquella voz era de una mujer madura, no estaba uniformada con el clásico uniforme de sirvienta, pero vestía de manera conservadora, y mientras más se acercaba a él algunas dolencias de la edad se reflejaban en su cuerpo por la forma en que colocaba la mano sobre su espalda, en el momento en que estuvo frente al pelirrojo una cálida sonrisa adorno su boca.

—Esto es suyo— le extendió un elegante paquete envuelto en papel de color dorado, cuándo lo abrió se dio cuenta de que se trataban de chocolates italianos así que frunció el entrecejo e hizo una negación con la cabeza, no le gustaba el chocolate.

—Puedes quedártelos, no los quiero.

—Lo ha dejado su padre antes de marcharse, creo que debería de conservarlos—Ella dijo rápidamente, e Ichiji todavía con el ceño fruncido miro la caja notando como una pequeña nota sobresalía modestamente, así que la desdoblo con delicadeza y recorrió el texto con los ojos.

"Te prefiero vacío antes que feroz; dócil antes que indisciplinado, gris antes que de color. Distribuye bien tus cartas y no importa lo que hagas, usa la cabeza y piensa en nuestro bienestar. Apresúrate, al costo que sea necesario, no importa como lo consigas, úsate a ti mismo como arma, pero se rápido VJ."

Su estómago se revolvió de inmediato.

— ¿Le ha felicitado? ¿Qué le ha dicho? — La mujer pregunto ansiosa.

—Cursilerías y estupideces, suele inspirarse cuando quiere joder, lo cual es casi siempre. — arrugo el papel entre sus manos mientras un incómodo silencio se cernía en la habitación.

La empleada no dijo nada, trabajar durante casi toda su vida para gente adinerada, políticos, actrices, niños mimados con mentalidades funestes gracias al descuido y la pobre enseñanza captada de la cuna, todo eso la había hecho más discreta, había lidiado con todo tipo de escándalos antes de llegar a la casa del señor Katakuri, quien, a pesar de desenvolverse en ese núcleo de excentricidad, no vivía en una burbuja.

Así que acomodo en el closet sus pertenencias, dividiendo un espacio para que fuera suyo. —Está listo señor Charlotte, y si me permite decirlo también es un alivio que usted se vea mucho mejor.

— ¿Sabes en donde esta Katakuri? — lanzo un suspiro e inmediatamente se percató que su pregunta amerito una mirada extrañada.

— ¿Usted no lo sabe acaso? — Ella alzo una ceja. —Salió a cancelar su vuelo y todos los detalles de la luna de miel que estaban en progreso, tengo entendido que lo llevaría a su casa de Creta, es una pena que no se sintiera lo suficiente bien, su esposo me pidió que tuviera un ojo encima de usted.

Bastardo astuto, astuto, astuto.

Enredo las manos sobre su regazo atrapando sus dedos y apretándolos, aquello había sido de esperarse, así como el hecho de que la actitud de hombre de negocios frio y practico saliera a flote, él era solo un estudiante de universidad si se comparaba con el mayor, pues Katakuri aunque demasiado joven aún, tenía la experiencia y sabía aprovecharse de las circunstancias, por eso sacar provecho de la historia del esposo en estado frágil era la mejor jugada, ni siquiera tenía una razón coherente para enfadarse más allá del ego, pero ya había admitido para sí mismo lo que era totalmente innegable: Tenia algo por ese hombre. Algo incuestionable y arrasador.

—Ayer estaba tan cansado que el señor tuvo que llevarlo en brazos hasta aquí, no sé lo que sucedió para ponerlo en ese estado, seguro era un niño enfermizo durante su niñez.

— ¿En dónde durmió él? — hubo cierta incomodidad en la voz del pelirrojo.

— ¡Oh señor, por supuesto que con usted!, en su habitación, mire que enfermarse en su noche de bodas ya es mucho, y de donde yo vengo eso es de mala suerte.

La mujer trataba de ser agradable y de hacerlo sentir menos como el invitado que creía ser, y más como el otro dueño del hogar que debería ser, era cierto que los empleados no tenían ni la menor idea del tipo de condiciones que su matrimonio tenía, eso quedaba claro.

—No soy supersticioso.

La empleada asintió cortésmente, sosteniendo el libro, se despidió de él y camino hacia la puerta, pero antes de irse giro la cabeza. —No todos piensan lo mismo, pero el señor Katakuri es un buen hombre.

Ichiji exhalo clamorosamente, arrojando el papel que había deformado hacia el suelo.

—Es muy pronto todavía, dame un respiro y salte de mi cabeza, déjame tener el control esta vez. —refuto enojado.

La mujer se fue apagando cada una de las luces del pasillo, dejando una enorme casa para una sola persona que caminaba cruzando la estancia que crujía como si tuviera vida propia, Ichiji apretó el cordón de la bata color grana sobre su cintura e hizo un nudo suave, los pliegues de esta le acariciaban sus tobillos, meneo la cabeza de izquierda a derecha sintiendo como toda la tensión de su cuello se diluía, las plegaduras de los holgados pantalones de tela ligera se arremolinaban entre sus piernas mientras la madera hacia un ruido vacío por cada una de sus pisadas, sus pasos fueron silenciosos, contorneando las caderas con el ritmo nostálgico que los árboles arañando los ventanales creaban.

Había una ráfaga de sensaciones agrupándose en su cerebro que como era costumbre desde hace un tiempo, hicieron presencia de manera temprana mostrándole un caleidoscopio de escenas vividas a lado de Katakuri, ese hombre no había necesitado de un pincel para pintarle huellas en la piel cada que le ponía un dedo encima.

No podía pensar racionalmente, últimamente eso era lo que menos hacía, y desconocía de cuánto tiempo durarían las cosas de esta manera, era consciente de que necesitaba de la protección económica que el mayor le daría, y que no conforme a eso, ahora algo dentro de él pedía a gritos por otro tipo de cosas. No estaba seguro si era porque su vida se conformaba de vivir a la sombra de otros, de inexperiencias y de cínicas falacias. Antes de Katakuri era un zombi.

Abrió la puerta de cristal que estaba ubicada en el ala trasera de la casa, de la que había tenido suficiente tiempo para estudiar cada recodo, y tomo una bocanada de aire, movió los dedos sobre la tierra que estaba húmeda gracias a los bordes del lago que pasaba los territorios de este sitio, al ver el agua fue abordado por ligeras contracciones de anticipación, largas totoras con raíces fuertes y tallos flexibles se agitaban tratándose de acariciar las unas con las otras; alzo la cabeza y vio como los departamentos continuos que su esposo le ofrecía a los trabajadores a los que no les convenían los largos viajes en carretera, se apagaban, se sentó sobre las hierbas y rodeo su abdomen con los brazos en silencio mientras la naturaleza le besaba los costados.

Miró las ondas en el agua y el efecto que la iluminación de la redonda luna llena tenía sobre ella aún a pesar de la penumbra, junto al delicado chapoteo que lo ínsito a caminar de forma gradual y sin pensarlo dos veces se sumergió totalmente adentro.

La ropa se hizo estorbosa y pesada, y el cambio de temperatura lo hizo sacudirse, pero una vez en calma dejo que su cuerpo se balanceara por su propio peso como si él fuera un enorme nenúfar flotante.

Cerró los ojos poco a poco, sumergido boca arriba hasta que el agua se abrazó a su cuello y paulatinamente comenzó a ascender hasta su boca y nariz, comenzaba a sentirse pesado como para continuar manteniéndose en la superficie y sintió como si pequeñas manos invisibles tomándolo de la espalda lo expulsaran fuera cada que estaba por ahogarse.

—Vas a enfermarte.

Se sobresalto y se giró rápidamente, tosiendo con fuerza cuando dé la impresión término tragando agua.

No sabía cuánto tiempo Katakuri había estado parado ahí, era sigiloso igual que siempre y tenía las manos metidas dentro de los bolsillos en una pose relajada; irradiaba confianza con su sobrecogedora presencia, se veía magnifico.

—No lo hare, no voy a enfermar— refunfuño, dando brazadas hasta estar en la orilla. —Lo que sucedió en la boda es cosa del pasado y te agradeceré si no lo mencionas nunca más. No se volverá a repetir así que no me mires como si fuera a hacerme daño por cualquier cosa. Je ne suis pas un faible.

—Nunca insinué que fueras débil.

—Lo hiciste— Ichiji reprocho, golpeando el agua con las manos en la dirección de su esposo, apenas unas gotas cayeron cerca de sus zapatos. Katakuri levanto una ceja.

Saco una mano del bolsillo y arrojo una gragea, este caramelo era de color verde, lo hizo volar y después lo atrapo con habilidad, hizo lo mismo muchas veces y este siempre termino cayendo en su palma a pesar de que los orbes carmines no estaban sobre el, en su lugar contemplaban cada detalle de un mojado Ichiji.

—Has hecho eso desde que nos conocimos— afirmo mientras pasaba los dedos entre las hebras de su cabello y las apartaba, dejo desnuda una parte de su cuello y masajeo sus hombros, meneo la cabeza, su piel se veía totalmente transparente, y Katakuri estuvo de acuerdo en que se veía recompuesto, solamente las bolsas moradas debajo de sus ojos evidenciaban que había estado mal.

Arrojo la gragea todavía más alto.

—He hecho muchas cosas desde que nos conocimos, como tratar de aprender de ti, del desastre que eres de los pies a la cabeza, Ichiji, eres destructivo, pero no débil.

—Soy muchas cosas.

—Estoy de acuerdo.

Ichiji dejo escapar un fuerte bufido mientras salía del lago, Katakuri le ofreció la mano y él la acepto, tambaleándose cuando el mayor lo saco del agua sin dificultad, la bata se deslizo por sus brazos revelando sus hombros y su espalda baja, el pantalón también lo hizo, apenas y aferrándose al borde de sus delicadas caderas dando la inocente vista de unos glúteos respingados que se asomaban ligeramente, así como de los dos hoyuelos de Venus que se robaron por completo la atención de Katakuri, quien apretó la boca, los pliegues de la seda drapeaban y los hilos de costura metálica impedían que apartara la mirada de la gracia que el quimérico cuerpo de su esposo tenía.

— ¿Te das cuenta de que es casi media noche? Has estado todo el día fuera.

Katakuri siguió una solitaria gota que se deslizo desde su tersa garganta hasta su endurecido pezón del tono de las fresas; las puntas de las tetillas estaban hinchadas por el frio, quiso presionarlas, pero en su lugar se quitó su propia camisa pasándola por su cabeza y se la extendió.

—También eche de menos tu ausencia.

La respuesta sarcástica hirió a Ichiji.

—Idiota— mascullo entre dientes aceptando la prenda. —Tus actitudes solo darán de que hablar, me has dejado aquí solo todo el día.

— ¿Conseguiste familiarizarte?, si crees conveniente redecorar cualquier parte no me importa, puedes hacerlo.

—Está bien así, me gusta, es sobrio igual que tú.

Por el rabillo del ojo apreció la vista que Katakuri estaba ofreciéndole, gruesos y marcados músculos por donde mirase, una piel preciosa y muy morena que nada tenía que ver con la suya que era fantasmagórica, protuberancias tan mortales y viriles que no dejaban espacio a la duda sobre lo apuesto y masculino que podía ser ese hombre; tuvo que admitir que sintió miedo, o al menos algo muy parecido a ello porque la diferencia entre sus físicos era tan notoria y tan ceñida que daba la sensación de que podía ser hecho trizas en cualquier momento, pero sin embargo, lo que robo completamente su atención fueron los tatuajes.

Sabía que tenía tatuajes, los había visto el día en que lo recogió afuera del campus, pero aquella pequeña vista no había sido ni la mitad de impresionante de lo que admiraba ahora, tanto su pecho, su espalda y sus brazos tenían marcas fucsias que lo hicieron mordisquear sin ser consiente su grueso labio inferior.

Siempre había tenido una afición por ellos, y aquellos grabados oscilando la piel de Katakuri, flexionándose y contrayéndose con cada respiración del hombre lo hicieron estremecer, ni siquiera había cumplido los dieciocho cuando se hizo el suyo, y al dueño del estudio, Trafalgar Law, menos podía haberle importado dicho detalle. Sin querer se encontró contorneando con las yemas de sus dedos el abdomen de Katakuri, subiendo los dedos mojados por sus pectorales y sus clavículas.

— ¿Qué significan? —pregunto, quería saber.

Katakuri pareció pensativo por una fracción de segundo, navegando en las memorias de su pasado. Había una historia en la que un niño no tan perfecto había ahuyentado a todo aquel que se acercase. Pelicano, Anguila, quito la mano de Ichiji de su cuerpo.

—Me dejan claro quién soy ahora, quien fui, quien no volveré a ser. —sonrió de lado y antes de que Ichiji continuara desbordando su curiosidad, él continuo. —No busques impresionarte, estas— señalo sus cicatrices. —Sucedieron en un banal accidente de motocicleta, no es la gran cosa.

Ichiji se colocó la prenda de su esposo, la cual con rapidez se humedeció, esta fácilmente llegaba hasta sus rodillas así que tiro de sus pantalones y apretó la mandíbula cuando una ráfaga de viento soplo entre ellas, fue consciente de la mirada devoradora de Katakuri.

— ¿Estás diciéndome que nada de una pelea mil hombres contra uno, una hazaña asombrosa o algo así? —dio un paso tentativamente hacia el hombre.

—A menos que una cirugía de siete horas te parezca asombrosa, no hay nada— Ichiji sonrió y esa había sido probablemente la primera sonrisa sincera que había tenido en mucho tiempo; sin embargo, cuando la mano de Katakuri deslizo su manga, parpadeo, le había gustado ese roce áspero.

— ¿Y el tuyo quiere decir?

—Es un tatuaje irónico, o eso me pareció cuando cumplí diecisiete. Quiere decir que mi padre tuvo tanta pereza en pensar en un nombre decente y decidió enumerarnos con respecto a nuestro nacimiento. —sus ojos se entrelazaron con los de Katakuri, y en el momento que tomo sus grandes manos entre las suyas y las coloco sobre sus caderas, su corazón perdió años de vida.

— ¿Qué estás haciendo? — Katakuri no estaba acostumbrado a un Ichiji tan dócil; sus dedos rozaron sin querer la curva de su vientre y cuando lo noto, ya estaba presionando los hoyuelos de la espalda baja de Ichiji y lo tenía pegado contra sí.

—Tengo frio...— la voz del menor se meció mientras aplastaba su pecho en el torso de Katakuri, quien pensó en subir las manos y contornear su espina dorsal, pero desistió sintiendo como por fin esos pezones duros se restregaban en su piel.

—No ha sido nada, por cierto. — la voz de Ichiji estaba adormecida.

—Yo debería de ser el que dice eso, ¿no te parece? — deslizo la boca hacia su oreja e Ichiji se arqueo, Katakuri se refería al préstamo de ropa, por lo que se inclinó hacia el pelirrojo de una manera sutil, y sus ojos hicieron un contacto más íntimo que el de antes; Ichiji los entrecerró y en una mezcla de entusiasmo y valentía le pego la boca y lo incito a besarlo, Katakuri levanto la rodilla, esta hizo presión en el centro de Ichiji y lo obligo a abrir las piernas y temblar, la simple imagen, desbordante de lascivia para Katakuri fue algo brutal, quería poseerlo.

—Uh, estoy refiriéndome a lo de Creta... — Ichiji susurro sobre sus labios y solo basto de aquella oración para que las manos de Katakuri abandonaran su cuerpo.

—La oportunidad se presentó y yo la aproveche, excusarnos con el trabajo era la primera opción, sabes que daría mucho de qué hablar que una pareja de recién casados no realicen un viaje, si quieres viajar costeare cualquier tipo de gasto, solo espera a que la atención en nosotros se disperse. — su voz sonó ecuánime y severa, sin una pizca de pasión.

—Eso no es lo que quiero— se le trabo la lengua, la repentina ausencia de calor lo dejo aturdido. —Quiero decir, y-

—Vamos adentro, es hora de dormir.

—Pero...

—Adentro, Ichiji.

.

.

.

Hace mucho, mucho tiempo, Ichiji había compartido la cama con Niji o Yonji, le gustaba frotar los pies helados contra ellos y reírse cuando se molestaban, eso había sido cuando eran solamente niños.

Esa noche se había recostado en posición fetal, clavando los ojos en la espalda de Katakuri hasta que estos le habían ardido y el sueño lo había derrotado.

La mañana tenía uno de esos matices raros en los que no se terminaba de decidir si su tono sería de colores rosados o anaranjados, o simplemente manchones en el cielo que parecían haber sido difuminados con una goma de borrar, había llovido en algún momento, porque las ventanas estaban llenas de minuciosas gotas, lo había notado al despertar, justo después de percatarse de que Katakuri lo había dejado solo.

En esos momentos la gente seguía hablando de ellos, o eso había dicho el portero cuando pensó que nadie lo estaba escuchando, algunos de sus conocidos debatían cuanto duraría el matrimonio y cuales serían sus primeros escándalos. Los primeros amantes, los primeros vicios. Su cara era un conjunto de muecas agridulces y avergonzadas mientras que sus ojos divergentes tenían un manto afligido que nunca antes había estado ahí.

Smoothie y Cracker se habían ido con la misma rapidez en que llegaron, y solo Anana había recordado su presencia así que a regañadientes había aceptado que le tomara la mano mientras paseaban por el jardín, mientras a través de la pared griega los tres hermanos conversaban, ladeo el rostro, Katakuri nunca le había tratado con un grado de indiferencia tan alto.

Al bajar las escaleras el desayuno estaba recién servido.

—Buenos días. —su voz fue queda.

—Días.

Katakuri apareció detrás, estampando un corto beso sobre su cuello que lo hizo estremecer y avergonzó a la joven sirvienta cuya cara se encendió con torpeza.

Ichiji le dio media mordida a su pan de nueces y se bebió de un sorbo el café caliente; cuando decidió que había tenido suficiente aparto los platos toscamente y evito hacer contacto visual con su esposo.

—Deberías de comer algo más sólido— Katakuri levanto una ceja mientras Ichiji deshacía los restos de pan con los cubiertos formando su propio montoncito de migajas.

—No me digas que hacer, no eres mi padre— respondió a la defensiva.

—Soy tu esposo.

Ichiji bufo tocando con la yema de su dedo los granos molidos de café que estaban sobre un recipiente de porcelana para después llevarlo a la punta de su lengua y lamer. —Ah-ah, tampoco eres mi esposo, solo eres mi benefactor, soy tu obra de caridad— susurro en voz tan baja para que solamente el moreno pudiera escucharlo.

Los ojos del mayor se oscurecieron varios tonos. —¿Te molesta eso ahora? Ya que estabas al tanto del acuerdo desde un principio.

—Lo estoy, por eso si quiero desayunar, comer y cenar una maldita taza de café ese es mi problema. — dijo cínicamente.

—Haz lo que te venga en gana.

Katakuri se levantó de su asiento y se fue.

*

En el momento en que Katakuri regreso a su habitación eran las 2:30 am, Ichiji seguía despierto, estaba sentado en la cama con el mentón sobre las rodillas y sus manos unidas, abrazando sus piernas, de espaldas a él, se quitó la camisa y la dejo sobre la silla, cuando estaba por sacarse los zapatos lo escucho hablar.

—He comido dos tostadas con mermelada— su voz salió despacio. —En realidad una, también un batido de proteínas— se corrigió mirándolo sobre el hombro con los ojos azules recelosos como un crio que saca +A y espera ser premiado. Pero en su lugar Katakuri paso de largo, entro al baño y comenzó a lavarse los dientes. Eso logro enfurecerlo un poco.

—Dejo de ser divertido para ti jugar conmigo, ¿verdad? — dijo con una combinación de indignación y reclamo.

—Nunca jugué contigo.

—Lo hiciste, el día de la oficialización del compromiso cuando hicimos todas esas cosas en el baño, los besos, las caricias, o en la boda cuando me diste razones para haberme escogido antes que a otras personas, en esos momentos estuvimos solos, no había nada más.

Katakuri no respondió.

— ¿Por qué estas tratándome así? ¿Estas molesto por todo lo que te he hecho? —su voz fue apagada y espero no volver a recibir una contestación, pero cuando Katakuri se detuvo y clavo los ojos en él, tuvo que tragar saliva.

—No quiero obtener nada más de ti Ichiji, ya estamos casados, por lo que solo queda la discreción y el tiempo, no tienes que esforzarte ni sobreactuar.

Ichiji se puso de pie, frunciendo el entrecejo y levantando el mentón de manera retadora, apenas y le llegaba un poco más abajo de los hombros con su postura totalmente erguida. No representaba ninguna amenaza.

—No estoy sobreactuando, te he odiado intensamente, pero he aprendido a desearte también, me atraes. —levanto las palmas y le sujeto el rostro.

Una risa ronca salió de la garganta del moreno e Ichiji no comprendió.

—No porque te sientas en la obligación de intimar tenemos que hacerlo, no busques darme algo a cambio para que cumpla mi parte del trato, conozco bien los términos Ichiji, no soy un estafador.

—No se trata de eso.

—Siempre se trata de eso.

Los dientes de Ichiji castañearon y sintió como sus músculos se debilitaron, dio un paso para estar más cerca de Katakuri y sus labios titubearon dejando libre a una oración ahogada: — ¿Te gusto? ¿Físicamente lo hago?

—Te lo dije el día de la boda, Caesar hizo un buen trabajo en vestirte, estabas impresionante.

—Apreciaste la forma en que su traje me hizo lucir, yo no estoy hablando de la tela. ¿Te gusta mi cuerpo?...

—Termina con esto Ichiji. —trato de ser diplomático.

Ichiji negó con la cabeza de forma frenética y descendió lentamente, sensual, con los ojos llameantes hasta que sus rodillas quedaron en el suelo, las pupilas de Katakuri no se apartaron ni un solo segundo, como si quisieran ver hasta donde el pelirrojo era capaz de llegar, como si todavía no creyera nada, ni siquiera por la desesperación del otro o por como acababa de doblegarse ante él por voluntad propia.

Ichiji recargo la palma sobre la entrepierna de Katakuri de forma apresurada, torpe e indecisa, trago saliva, sus ansias y sus miedos, y formo una sonrisa sugerente que no tenía nada de inocencia en ella, pasó la lengua por sus labios hinchados, rodando los dientes sobre ellos y Katakuri tomo un aliento con rapidez, en el instante en que el Vinsmoke estaba a punto de bajar la cinturilla elástica de sus pantalones para hundir la cara en su miembro, lo levanto por los hombros y todo el valor de Ichiji se murió dejando en escena a un adolescente inseguro y abrumado.

Contemplo su rostro, tenía los labios enjutados y temblorosos, termino colocándolo sobre la cama y ser cernió sobre él, atrapándolo con ambas palmas abiertas a cada lado de su cabeza, podía escuchar lo desbocado de su corazón.

Ichiji se estremeció al sentir la nariz de Katakuri rozar su cuello y cepillar sus clavículas. —Para hacer este tipo de cosas debes de asegurarte primero de que tu cuerpo este de acuerdo con tus palabras, así parecerás convincente y no un mal mentiroso.

—De verdad quiero dormir contigo, dime que basta con eso. —levanto lentamente la rodilla, enterrándola en la pelvis de Katakuri deseando convencerlo con su toque, e inspiro aire cuando le beso la garganta; sin embargo, el mayor se levantó nuevamente.

—Vamos a llevarlo con calma, no seas caprichoso.

—No quiero llevarlo con calma.

Estaba clara la diferencia entre la primera vez que tontearon con esta situación, y que el Charlotte tomaba con seriedad el hecho de que jamás había estado con otro hombre, así que Ichiji apretó los labios en una línea incomoda y se sonrojo vergonzosamente mientras se desabrochaba la camisa, se sacaba los pantalones y la ropa interior, y en aquel estado de completa desnudez se ofrecía a Katakuri, necesitaba que esto fuera suficiente, porque había llevado su dignidad a un límite por el que nunca pensó pasar.

El tornasol de la ventana se reflejaba sobre él, entintando su piel de colores violetas y rojo-anaranjados, hizo de sus manos puños que coloco a sus costados, sin cubrir nada, entonces Katakuri noto lo mucho que temblaba.

—Si tratas de volver esto una competencia e intentar ser osado solamente para complacerme, desde ahí estas equivocado, no pienses que actuando así haces que te desee más. —su tono era monocorde.

Ichiji no respondió, no abrió los ojos, estuvo a punto de enterrar la mano en su rostro hasta que la voz ronca de Katakuri gruño en su oído. —Quieres que te utilice, que recurra a ti solo para satisfacerme, ¿qué es lo que quieres?

—A ti...—su voz salió entrecortada y patosa, pero era sincera.

Katakuri se inclinó y le mordió el labio inferior haciéndolo soltar un tembloroso aliento, deslizo la lengua muy despacio, e Ichiji le correspondió de una forma torpe, había sido cubierto por su enorme marco, el beso se profundizo a tal manera que el aire de sus pulmones estaba agotándose.

—Relájate— Katakuri susurro, haciendo sus caricias lentas otra vez. —Hay tiempo para todo. — le aparto el cabello del cuello y recargo sus labios en la tierna zona.

Lo recostó nuevamente y succiono el centro de su cuello para después ir por los pezones, atrapo uno con los dientes e Ichiji se arqueo, después los presiono con los pulgares hacia arriba recibiendo un suspiro, beso las costillas y las marcas de sus huesos, e Ichiji tembló apretando sus piernas entre sí, pero el moreno tomo una y la extendió, mordiéndole el muslo, lo lamio y respiro sobre el.

Acaricio sus tobillos y subió a la pierna de nueva cuenta, el miembro de Ichiji ya estaba totalmente erguido y algunas gotas de eyaculación delataban la potencia de su estado; le acaricio el vientre y el ombligo, así como todos los bordes que ni Ichiji había tocado a pesar de ser su propio cuerpo. Levanto su caja torácica por reflejo y su respiración jadeante se aceleró todavía más cuando los gruesos dedos de Katakuri acariciaron su pene, llenándose del espeso liquido de su esencia.

Sus hombros desprendían tensión.

Tenía las piernas abiertas y a Katakuri entre ellas.

La mano en su cintura descendió hasta sus nalgas, él levanto el torso y gimió, Katakuri tenía la mandíbula contraída mientras presionaba con sus uñas la suave carne; el trasero era pequeño y cada posadera cabía perfectamente en sus manos.

—Está bien, descuida, iré con calma. —le prometió.

Ichiji deslizo los nublados ojos hacia él, y sus mejillas se tornaron ridículamente rojas en el instante en que se encontró con la dureza que sobresalía del pantalón de Katakuri y a la cual había sentido rozándole la piel. Y quiso morir cuando se percató que Katakuri estaba siguiendo su mirada, la forma en que estaba admirando ese trozo de él.

El moreno bufo, mirándolo con gracia, así que subió la rodilla tratando de desquitarse y aplastarlo, pero todo se quedó en el olvido cuando dos dedos invadieron su recoveco más íntimo.

— ¡Ah!

Arqueo la espalda tan fuerte que Katakuri se detuvo.

Pero acto seguido reanudo el movimiento, y un estremecimiento recorrió todo el ser del pelirrojo; podía sentir su boca babeando, las lágrimas en la comisura de sus ojos amontonándose en los bordes con la dilatación que estaba sufriendo; se retorcía tanto que la mano de Katakuri se acomodó en su vientre plano para detenerlo mientras la otra le profanaba.

Sus dedos eran grandes, por lo que pego un salto cuando se sumergieron tanto, al grado que los nudillos habían desaparecido adentro suyo, busco aire desesperadamente, sollozando sin ser consiente; era probable que su cuerpo fuera muy pequeño para adaptarse a las dimensiones de ese hombre, el menor quiso cubrirse la boca con las manos para controlar ese lio en el que se había convertido, sintió una vibración en su estómago cuando los expertos dedos de Katakuri se curvaron dentro suyo, ¿A cuántos había reducido a este estado?, quebrándoles las voluntades, volviéndolos locos.

—Hay muchas formas para hacer esto, Ichiji— Katakuri bebió su aliento, tragándose su gemido. —Y tú necesitas aprender la forma en que te gusta ser tocado, si sutil y delicado o errático y duro— suspiro entrecerrando los ojos. —Puedo hacértelo de todas las formas, puedo enseñártelas todas.

Ichiji grito más fuerte, pronto eran cuatro dedos los que abrían sus entrañas, busco soporte en los bíceps de su esposo, mirándolo con una cara pesarosa, él tenía un gesto ensombrecido. —Verte complacido va a ser muy satisfactorio para mí.

Katakuri era consciente de todo su dolor, pero continúo acostumbrándolo para que fuera capaz de recibir todavía más tamaño; que su cuerpo se moldeara y lo hiciera capaz de encajar, que se abriera solo por él. Ichiji se exalto al sentirlo maniobrar de tantas formas desconocidas, y se retorció desgarradoramente, incluso los dedos de sus pies se curvaron, poco a poco más de satisfacción y menos de dolor.

Su primer orgasmo fue tan inocente en comparación a este, ahora era consciente de lo mucho que quería perder la razón, sus ojos se inundaron de lágrimas y soltó suspiros entrecortados.

—Podemos parar— Katakuri tembló, acariciando suavemente el húmedo interior de Ichiji, quien enredo los dedos en su cabello y tiro de él, moviendo la cabeza en negación suplicando para que no se detuviera.

—No dejes de tocarme, no dejes de hacer esto, necesito que me toques, lo necesito tanto.

—De acuerdo— susurro, desabrochando sus pantalones hasta que estos cayeron en sus pantorrillas, su pene era enorme; haciéndole justicia a su descomunal tamaño, lleno de venas y una mata de pelo rizado y oscuro, imponentemente erecto y muy duro. —Quiero probarte Ichiji, degustarte completo. ¿Sabes a fresas?

Ichiji tembló y vacilo, de forma inconsciente hizo para atrás las caderas, pero Katakuri lo tranquilizo en cuanto enterró la cabeza en su pecho y succiono sus pezones; inspiro el olor de su piel, y atrapo entre sus labios una tetilla, Ichiji gimió roncamente, y Katakuri sostuvo su pene buscando a tientas el pequeño orificio ahora rojo y suave por la masturbación, puso la ancha cabeza sobre aquella zona y tuvo que hacer presión para adentrarse, lo hizo de forma lenta y apaciguada para no lastimar el cuerpo antes virgen de su amante.

El grito que Ichiji lanzo se grabó en sus oídos, y su cuerpo aferrándose a él de la manera más desesperada posible lo enterneció, soplo aire frenéticamente, su espalda temblaba y ni siquiera había ingresado la mayor parte. —Trata de soportarlo— le pidió mientras recorría con sus dedos la línea que le separaba los glúteos.

—Lo hago, lo hago, maldición lo hago— lloriqueo comprimiendo los ojos del dolor.

—Bien, bien, respira— Katakuri susurro sobre él, tomando sus manos; él era dulce y lo cuidaba, y eso hizo que Ichiji se rompiera mil veces más.

—Es tu primera vez, es normal que sea así, con el tiempo dejara de doler— Katakuri tranquilizo y gruño cuando Ichiji enterró las uñas en su espalda con violencia, pareció ser una eternidad lo que tomo para ingresar su infinito grosor, ensanchándole, chocando sus testículos contra la piel de Ichiji quien volvió a arañarlo rítmicamente y se quedó en silencio, con la boca abierta a todo lo que podía.

—Estoy adentro de ti...—Katakuri suspiro con voz sensual e Ichiji lo sabía, lo sentía, tan dentro que ni siquiera podía ser posible, una sucesión de estremecimientos lo poseyeron llevándolo a su cúspide, centímetro a centímetro, la hombría de su esposo estaba en él, podría tener su clímax justo ahora y estaría satisfecho. Podrían pasar miles de cosas en ese momento y él no lo notaria.

Lo que Ichiji estaba sintiendo era más de lo que había esperado, era superior a todas las definiciones sobrevaloradas del sexo que había escuchado, era un dolor devastador y un placer irreal, ¿Cómo podía albergar dentro de él algo tan grande?, ¿Cómo tanto dolor podía sentirse tan...bien?, inmediatamente supo que no debía de existir otra persona en el mundo con la capacidad de llenarlo de esta forma.

Katakuri cerró los ojos y echo la cabeza hacia atrás, controlándose, obligándose a que la sensación de placer puro que envolvió su cuerpo por esa forma tan asfixiante en que su miembro fue atrapado no lo venciese, por el bienestar de Ichiji eso no podía pasar.

Movió las caderas con suavidad. —Mírame, estas bien— sonrió, e Ichiji lentamente abrió los ojos, el mayor se incorporó un poco, saliendo apenas un poco de él, apenas nada, y dio el primer golpe.

—Ka-¡Katakuri, por Dios!

Ichiji se estremeció violentamente, los tendones del cuello de Katakuri se marcaron y sus músculos se flexionaron y contrajeron, estaba profundamente enterrado en ese pequeño cuerpo que se estiraba para recibirle, Ichiji se abalanzo contra él, abrazándole los hombros y enterrando los dientes sobre ellos para no hacer ruido, sus lágrimas calientes fueron deslizándose una a una, encubriéndose con el sudor y la saliva.

—Oh por...— su voz sonó desgarrada; pero Katakuri percibió placer en ella.

Regarde moi dans les yeux, chéri

—...Kuri, Katakuri, oh...— Sus pupilas estaban en extremo dilatadas, la fricción de sus cuerpos los estaba torturando a ambos, Ichiji se aferró a el enorme hombre que arremetía contra su sexo como si fuera su souvenir, balbuceaba palabras incoherentes, las colisiones ardían, y sentía su pene tan adentro que escalofríos se repetían continuamente; ¿Cuánto más quería explorar de él?, Sabía que Katakuri estaba conteniendo su fuerza, y él no podía imaginarse como demonios era que a pesar de eso lo que sentía era tan intenso, tan real, tan vivo.

No pudo seguir el ritmo y sus manos se desatoraron, cayendo a la cama sin fuerzas para aferrarlas a nada; se movían irregularmente cada que Katakuri lo lanzaba hacia arriba hasta que con solo una mano, el de iris carmines atrapo las suyas, después le beso, sus caninos filosos aplastaron su voluptuoso labio, jalándolo, bebiéndoselo, e Ichiji gimió como nunca, de una forma que no era recatada ni mucho menos decente, solo gutural y salvaje a juego con un chapoteo y palmadas de piel que recreaban los ruidos más eróticos e incapaces de plasmarse en ninguna melodía.

La mirada de Katakuri era estremecedora; excitada y abrazadora, acelero su ritmo e incremento su fuerza, Ichiji abrió los ojos lo más que pudo y empezó a cantar su nombre en gemidos y suspiros hasta que el nirvana le arrebato su poca lucidez.

Katakuri embistió un poco más, apretando la boca por la forma en que el interior de Ichiji lo succionaba sin piedad y lo provocaba, enterró los dedos en las caderas de Ichiji hasta que sus nudillos se volvieron blancos por la presión y la piel del joven, roja, pero Ichiji permanecía perdido en un oasis de sensaciones placenteras y crudas como para notar algo. Su orgasmo. Su todo.

Ningún superlativo sería lo suficiente para describir esto.

Katakuri arremetió por primera y última vez con descomunal potencia, y enterró el rostro en el estómago de su esposo mientras eyaculaba dentro, levanto la mirada comprobando que el pelirrojo se encontraba bien, su cuerpo tembloroso y jadeante continuaba convulsionándose, lleno de sus fluidos, pero lo verdaderamente importante era su cara, porque en ella había una paz que nunca había visto en nadie más.

Sin importar la distancia, los sonidos de las llantas de autos derrapándose en la acera, el gorjeo de los grillos, ni las piedras que rodaban hacia el lago, esa noche todas las personas sabían que el matrimonio acababa de ser consumado.      

Notas finales:

Regarde moi dans les yeux, chéri: "Mirame a los ojos, cariño" 7u7


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