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Sentimientos por contrato por AcidRain9

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Notas del capitulo:

Notas de autor: 

Pido una enorme disculpa, me he ido casi por un mes completo, y digo casi porque mañana se cumple, hoy no. —risa incomoda—, de verdad perdón, la escuela realmente me absorbió y hay materias que me están haciendo la vida imposible, pero aquí estamos otra vez con esta cosa que deseo, ojala y les pueda gustar. Este capítulo se volvió algo muy diferente a lo que pensé que sería, así que solo me queda ver que les parece, además es muy largo, que el cielo me escuche para que no los aburra.

Gracias por leerme, gracias por su apoyo y gracias por todo.

La canción "The beast in me" de Johnny Cash, no necesariamente la tienen que escuchar mientras leen el capítulo, pero es un apoyo muy grande cada que quiero escribir a Katakuri o a Zoro, por eso la puse.

Ahora, ya estamos en la recta final de este fanfic, pero en un futuro me verán con más chicos borde y problemáticos por aquí. Gracias!

Capítulo 22: Los que construyen y los que destruyen

The beast in me
Is caged by frail and fragile bars
Restless by day
And by night rants and rages at the stars
God help the beast in me

The beast in me
Has had to learn to live with pain
And how to shelter from the rain
And in the twinkling of an eye
Might have to be restrained
God help the beast in me

Sometimes it tries to kid me
That it's just a teddy bear
And even somehow manage to vanish in the air
And that is when I must beware
Of the beast in me 
That everybody knows
They've seen him out dressed in my clothes
Patently unclear
If it's New York or New Year
God help the beast in me

Johnny Cash; The Beast In Me

Cambio o redención. Para Sanji, la gente no cambiaba, solo se concientizaba de sus acciones, él no quería cambiar a Zoro, quería destruirlo y reconstruirlo; si una de las teorías del fin del universo era su desintegración y resurgimiento con un nuevo Big Bang, entonces él tenía todo el maldito derecho de una visión trágica-romántica. Pero eso solo era peor, no podías simplemente quitarle a alguien la piel y los huesos porque no te gustaba —lo que a fin de cuentas, era un cambio—, ni debías esperar flores y arcoíris cuando te enamoraste de un atormentado y deletéreo James Dean verde.

El aire frió lo hizo estremecer y se abrazó los codos, la eterna lluvia creaba un chip chap con el que ya estaba más que familiarizado.

Ese era el clima de su ciudad, los trescientos sesenta y cinco días del año era diciembre —hielo o lluvia— y así le gustaba. Toda una vida lo había acostumbrado a su lluvia, glaciales calles y neblina, a ese curioso sabor de los cigarros parecido a la nostalgia y a las madrugadas en que todo, como arte de magia, se limpiaba del pavimento.

De niño fantaseaba con que su piel era madera y su cabello hojas de los helechos.

Se acomodó ceremoniosamente en el sofá, bajo las manos y las apretó rígidamente en su regazo, miro la luz cayendo al piso y elevando un diminuto montículo de polvo.

Termino pensando que en cualquier momento Ace o Marco abrirían la puerta, o serian Mihawk y Shanks, escucharía sus bromas o sus quejas, pero esta vez solamente eran Zoro y él.

No era difícil percatarse de la tensión del policía, sus extremidades se movían cual pistones desengrasados, pero aun así le sonrió al arrastrar los pies hacia la cocina.

—Tengo cerveza, ¿quieres?, o si lo prefieres también tengo coca cola. —levanto una ceja.

Zoro miro de reojo el espejo de la pared pero evito a toda costa concentrarse en el.

Sanji lo siguió con los ojos. Antes esa era una tortura psicológica capaz de hacer a cualquiera sucumbir a la locura, se confinaba gente en cuartos pequeños a contemplarse. Ver cada poro abierto de sus caras, manchas en sus pieles o capilares en sus ojos por semanas enteras, irónicamente, podía doler más que un golpe. En ese silencio era que sus verdaderas naturalezas surgían, y que las inquietudes y la zozobra brotaban del subconsciente, las voces reprimidas iban a los tímpanos susurrando despacio y lento cual tiernas amantes.

No había nada más aterrador que verse a uno mismo.

La televisión estaba encendida, pero ninguno le hizo caso; una vibrante risa lo hizo levantar la cabeza en dirección de la ventana, un chico de aspecto simple se divertía con su amigo, se acomodaron los impermeables e hicieron una broma.

Sanji deseo ser él.

Ser ese extraño hubiese resultado ser más fácil.

—No. —, su voz solo fue un ápice penoso que lo obligo a volver a repetir las mismas palabras tratando de que salieran con más seguridad. Zoro regreso con la bebida en sus manos, destapo el corcho con una maniobra rápida de dedos y se sentó frente a él hundiendo el material con su atlético peso.

Le ofreció pizza y también dijo que no.

Encima del cristal de la mesa de mimbre estaba su sortija, pequeña, dorada y sencilla. Fue Sanji quien levanto el anillo, la circunferencia era grande y espaciosa pero atoraba perfecto en los gruesos dedos morenos.

—El día que decidí que quería que ella fuera mi esposa, ese día supuso una sorpresa mayor para mí que para ella. —Zoro le dio un sorbo a su cerveza, y limpio las gotas que escaparon por su barbilla. El sabor ardiente era el castigo que necesitaba, mordió la rebanada fría y no le supo a nada. —Dicen que a veces los hombres nos volvemos completos tontos, ¿Qué hay de ti? — se veía natural, tanto como podía coaccionar a su propio cuerpo a fingir, y a sus dedos, a no temblar. Arranco los trozos de piña y mastico el jamón.

Sanji negó, su respiración era un galopeo, Zoro sonrió y de pronto ahí estaban sus risueños hoyuelos en las comisuras de la boca y barbilla. No quería que sonriera, se veía tan bien haciéndolo aun cuando no lo estaba.

—En ese entonces ella era asistente de Hina, por eso nos conocimos, Hina siempre le contaba sobre el impertinente que hacia rabiar a su esposo. —se rió sardónicamente. — Dijo que incluso aunque no me conocía, ya le agradaba.

Antes de Tashigi había tenido otras novias; Bonney, una fotógrafa pin up llena de perforaciones y maquillaje —energética y temeraria—, y Kiku, una dulce muchacha, demasiado alta y guapa que soñaba con ser modelo —despampanante era una palabra que se le quedaba corta, pero compasiva y generosa—, eran las más memorables, pero ninguna trascendió en su vida de la forma en que su ex mujer lo hizo, no importaba que esas chicas fueran distintas, o más salvajes, o más bonitas, no eran competencia para ese apocado y timorato ratón de biblioteca ciego.

El foquillo colgado en el techo parecía a poco de fundirse, el rubio se sintió ajeno, en una caquexia anímica que era tormentosamente abrasiva, en ese momento y en esa casa el suplicio había crecido hasta atiborrarse en el cráter de un volcán, las paredes lo veían y husmeaban incluso en su alma, le respiraban en el oído, muy enfermas y gorjeantes, tuvo que toser.

—En seis años debes de aprender demasiado de una persona, seis años deben de sentirse como una vida.

Su pecho se oprimió.

Ella se había sentado en el mismo sofá, había caminado descalza y abierto las persianas por las mañanas. Había besado los labios de Zoro, seguro se paseaba con ropa de algodón y olía a frutas.

—No lo suficiente—Zoro negó, era la segunda lata que abría, solo que él nunca perdía los cabales, no era como su padre quien se hacía más cruel. —El tiempo es lo de menos, sabía que ella era hermosa. —levanto la mandíbula con orgullo y resolución. —También descubrí que era letal.

— ¿Y después?

—"¿Y después?" —repitió su pregunta, bufando.

Sanji evito mirarlo, pero sentía que sus ojos lo penetraban y se concentraban en un punto fijo de su cara, su resolución era estremecedora, incluso para él quien desde su niñez había tenido todo tipo de miradas verdaderamente malsanas encima suyo, venidas de hombres que parecían rectos y ejemplares, jugaban tenis en el club de caballeros, iban a la iglesia todos los domingos, reprendían a sus hijos por decir malas palabras, abandonaban a sus hijas en escuelas católicas y no se atrevían a besar a sus mujeres en público, todos hipócritas.

Y a pesar de que el policía no tenía el morbo de esos sujetos, su propia oscuridad era suficiente para hundirse hasta su médula y derretirla.

Madonna empezó a cantar, los dos odiaban la canción, agradeció silenciosamente cuando Zoro apago el televisor.

—Después nada. — respondió agriamente, era un autómata. —Solo dos payasos haciendo el ridículo. —fue su turno de tomar la sortija, se la quitó suavemente a Sanji y jugo con ella entre sus dedos. — ¿Crees que los errores son suficiente para romper las corazas?, ¿o que el perdón es la solución de todo?, a pesar de cuanto hayamos jodido a alguien, pediremos perdón y nos expiraremos de culpa. —miro burlonamente su lata, agitándola. —No importa que tan bastardos seamos, si decimos las palabras mágicas, no hay agravio, automáticamente nos convertimos en los buenos. —una risa gutural. —Todos aman ser los buenos.

—El perdón no lo es todo, pero si es una parte importante, y es un acto de voluntad que ofreces solo cuando estás listo.

—Pero a veces es tan malditamente exhaustivo. —alzo la mirada.

Sanji estuvo de acuerdo, sin querer pego un respingo en el momento que Zoro pronuncio su nombre de forma profunda, extendiéndolo. Fue la forma en que lo soltó, alargando la a, lo que hizo que se le erizaran los vellos.

— ¿Realmente los has perdonado? —Toco un punto sensible. Sus hermanos.

La pregunta lo hizo abrir los ojos. —No lo sé. —. lamió sus labios, metió un mechón de cabello detrás de su oreja. —No he olvidado nada, dudo poder hacerlo, pero creo que sí, podre perdonarlos con el tiempo. —susurro muy bajo y no se sentía superior por admitirlo. —Son mi familia.

— ¿Y tu padre?

Se quedó callado

Zoro levanto una ceja y le dio otro sorbo a su cerveza. —No tienes que contestarme.

El refrigerador hacia un sonido horrible, el compresor estaba comenzando su ciclo de enfriamiento, pero más que eso parecía ser un oso agonizante.

Zoro bajo la cara una fracción de segundo, restregó sus palmas en sus sienes, fue como si el oxígeno por fin recuperara un lugar en su cuerpo cuando hablo.

—Ella me engaño. —y ni cuando lo admitió pareció liberarse. —Fue en Acción de Gracias, no lo pasamos juntos, estaría un rato con los del hospital. Ama a los niños, realmente los ama, es pediatra.

Recordaba el olor del ponche de manzana y el de la salsa de arándanos en el vecindario, a Tsuru tocando su puerta acompañada de su nieta solo para regalarle una tarta. El matrimonio Phoenix había tomado un vuelo de cinco horas para visitar al padre de Marco, Jyabra y Kalifa llamándole por teléfono, la mujer rubia regañando a su esposo por sus ocurrencias, y sus padres, bueno, para Mihawk el día era una badajada soberbia, genocidas caucásicos disfrazando sus actos de exterminio y cruel depuración con un gordo pavo y algo de vino, para Shanks era una excusa para beber y devorar, nada más. Y a Zoro no podía más que importarle un rábano que día fuera, pero Tash era demasiado tradicional.

Ella estaba feliz, y nada podía significar más si ella era feliz, le gustaba adornar la casa, tararear, bromear.

—Uso perfume esa noche y fue de las pocas veces en que la vi pintarse los labios. —sonrió de lado. —Horas después llamo por teléfono para que fuera a recogerla, estaba llorando cuando la encontré, tenía el maquillaje corrido. Fue con uno de los porteros que estaban cubriendo turno, solo habían cruzado unos cuantos Hola en los dos años que ella trabajo en el hospital, y pese a eso, se acostaron dentro de su vieja y maloliente pickup en menos de dos horas.

Sanji no decía palabra alguna, solo escuchaba.

—Quería hijos, Sanji. —su voz era pétrea. —Tashigi anhelaba una familia. Kuina si era mujer, Koshirode ser varón. Ella lo deseaba incluso con más fuerza de que la pudo depositar en nosotros. Pero nada paso, no se embarazo, una mañana despertó con un coagulo de sangre y ella pensó que...Dios, pensó que había matado algo que ni siquiera tenía vida —él se inclinó, poniendo sus nudillos amoratados por su pelea de hace algunos días, en la punta de sus labios, tenía la imagen pregrabada de ojos cafés y un cuello lleno de venas que hacían circos incluso hasta el nacimiento de su escote, ella estaba tan desesperada que podía ver sus encías cada que gritaba. Intento quitársela de la mente. —Así como Tashigi amo la idea de una familia, a mí no me intereso.

Sanji asintió, perturbándose por la imagen.

—Sospechaba que yo no podía darle hijos, y la solución fue volverme a ser infiel. Lo irónico no fue el hecho de que lo hizo con otro portero. —un hombre gordo y fofo que sudaba igual a una res. —, Fue que la volví a perdonar. El ciego y la puta; sé que así nos llamaban en el hospital—él continuo distante mientras hablaba.

Hizo una pausa solo para quitarse su cazadora.

—Pensó que eventualmente le pagaría de la misma manera y que yo igualaría las cuentas engañándola con alguien más, hubiera sido tan fácil hacerlo. No sé si me habría sentido mejor o no. Pero si no lo hice fue porque me daba lo mismo la existencia de un ser que no esperaba. —temió sonar insensible. —Nunca me he visto siendo padre, jamás he querido serlo, tal vez por eso no pude ponerme en sus pantalones y ni aun ahora puedo hacerlo, porque no soy una mujer.

Años después de cortar con Kiku, volvió a encontrársela cerca de la estación, había dejado atrás sus sueños de pasarela y era madre soltera de una niña de meses a la que llamo Tama, había ganado algunas libras, que le sentaban muy bien, pues siempre había sido muy delgada, le presento a la criatura que no dejaba de verlo con sus enormes ojos de muñeca, descubrió que irónicamente, semanas después de enterarse de su embarazo, un agente de Nueva York contacto con ella para experimentarla en un fitting y tomar el lugar de una de las chicas que se encontraba indispuesta, la condición, eliminar la obstrucción que entorpecería su carrera. Le prometió volverla la reina de La Gran Manzana, de Paris, de Londres o cualquier lugar que se le pegara la gana.

Ella alzo la cara, sonriente. «—Solo ve a Tama, ¿Realmente crees que podría haber pensado en...? —la rechoncha niña había enredado la mano en su meñique, haciéndolo jadear, y Kiku se rió risueña por ver como ese intimidante y atractivo hombre trataba de huir de un bebe, solo unos segundos se sintió triste, tal vez él habría encajado en esa felicidad, tal vez no, no lo sabría.—Es tan preciosa y es mía. Y la amo más de lo que ame la fantasía de los desfiles, de lo que me amo a mí, y de lo que te amé a ti, que ambos sabemos, fue mucho.

—La realidad es que nosotros no vivimos en carne propia el añoro de concebir, nada crece en nuestros cuerpos, es diferente, y no me excuso, pero su vínculo con la vida es simplemente diferente. Ellas son más fuertes, son temibles.

Zoro subió la mano, despeinando su salvaje cabello. —Estuvo con dos hombres bajo mis narices y yo la volví a aceptar convenciéndome de que quien más sufría era ella.

Para él ella seguía siendo Tashigi ratón de biblioteca, mujer culta y preciosa a quien él le dio paciencia, el huracán tierno y amoroso que hacia el amor dulcemente, odiaba los libros de King y las zapatillas altas.

—Que no pudieran tener hijos no le daba el derecho de traicionarte, Zoro, ni de sus intentos de manipulación. —tartamudeo. —No era justo.

Seguro ella era su karma por la juventud desmedida, las sonrisas que derretían a esas pobres chicas, por Kiku, por la vida de juerga a lado de Marco —su hermano y su cómplice— de alzar cervezas en el aire y ser un cabrón.

—El cuerpo es hedonista, olvida el dolor por medio del placer, y cuando ella sonreía con su torpeza y calidez, yo no era nadie para reclamarle nada.

Espero el crítico escrutinio del ojiazul, contando los minutos para que todo lo que habían construido juntos se quebrara.

—Cuando el médico le dio los análisis, resulto que era estéril. Pensó que había fallado en lo que llamo "su condición natural de mujer". —paso las manos detrás de su cuello. —Como si eso fuera todo lo que podía ser en la vida, vi a la mujer más increíble desmoronarse por no poder ser una incubadora. —sus ojos se oscurecieron. —Quería entenderla, que entendiera que yo no me iría y lo afrontaríamos juntos.

— ¿Y nunca probaron ningún tratamiento?

Asintió, pero no entro en detalles.

—Hasta que agotaron, todo nuestro dinero se invertía en ello. Vengo de una casa hogar, por eso sugerí al final la opción de una adopción. —Sanji entendió a donde se dirigía. —Ella solo quería un hijo de su propia carne, ni siquiera de la mía. —hundió los hombros. —Eso es lo que buscaba de esos hombres. Meter un niño a nuestro cuadro de negligencia hubiera sido peor, me di cuenta de que no podíamos hacerlo. No podíamos arruinar a un inocente por nuestro egoísmo. Sabes cómo son los tramites, no era seguro que fuéramos contemplados de todos modos, y finalmente me llego la lucidez, pero de alguna forma a ella igual. —sonrió ácidamente. —Acepto en el peor momento. Eres la segunda persona que me llama cobarde, Tashigi dijo que si cuando yo dije no, me llamo insensible y cruel, lo repetía besándome el cuello y mordiendo mi oreja, abriendo mi camisa, susurrándome el aspecto de todos esos tipos, el tiempo que duraron, el lugar en donde lo hicieron, un motel cutre o el baño de un bar...Decía cosas como lo difícil que era encontrarme una verdadera competencia, que solo uno o dos hombres de esos tantos la habían dejado satis...

—Zoro, fue lo mejor. —Sanji sintió escalofríos, y trato de estirar la mano para tocar la del policía, pero no se atrevió. —Hiciste lo correcto.

Su entrecejo se frunció.

A pesar de todo, si esas criaturitas diminutas hubieran llegado a su vida, él les habría dado su entera existencia y hasta más, bromearía sobre cómo no pudo comprar un superdeportivo por ahorrar para su fondo universitario y los llevaría al baseball los fines de semana, —buscaría la forma de hacerlos fans de los Giants, los alejaría de los Dodgers—, y si bien la esencia paternal no estaba en él, se obligaría a tenerla.

Sanji lo miro alarmado, parecía que el hombre tenía la bilis en la garganta e iría a vomitarla.

Al principio Zoro no estaba seguro si estaba usando a Sanji para salvarse, pero, cuando Tash lo tocaba era como si su piel se tintara de colores —en un derrame toxico que dejaba ulceras y pus—; si el rubio lo hacía era el cauce de un rio.

Entrecerró los ojos, en ellos había más, historias que tal vez no estaba listo para compartir todavía, y aunque Sanji deseara saberlo todo, no lo empujo más. Zoro se concentró en sus labios y el pequeño brillo pálido en ellos, le miraba como quien pedía perdón al animal que estaba a punto de sacrificar, Roronoa Zoro era tierno mientras le avisaba que iba a abrirle la yugular.

—Ella dejo de esconderse, me admitía haberse acostado con otro incluso mientras lo hacía conmigo, era su forma de venganza, y yo buscaba lacerarla recordándole que al final siempre volvería a mí. Incluso libre, volvería. Ella aun vuelve a mí. —Miro el techo. —Quería que Tash siempre fuera esa chica de la que me enamore, Marco, mis padres, supongo que era tan arrolladora nuestra aura que todos pudieron ver lo que sucedía incluso sin decirlo, dijo que yo fui quien intento engañarla. No lo negué. Y aun no sé si fue por lo poco que me quedaba de dignidad, o porque no quería que nadie se atreviera a juzgarla.

Hina y Smoker lo creyeron, cuando lo veían sus ojos claramente trataban de trasmitirle que él era un bastardo, y aunque Shanks nunca lo creyó, Zoro sabía que si decepciono a Mihawk a pesar de que jamás se lo dijera.

Se puso de pie y se aclaró la garganta. —Una noche la descubrí intentando mandarle un mensaje a Hina, estaba haciéndose pasar por mí, escribiéndole cosas..., el mensaje era asqueroso, supongo que quería que Smoker lo viera, no se..., le arrebate el celular y peleamos, y dijo lo que tenía que decir. Que tal vez la vida si era benevolente, y el que nunca hubiera podido embarazarse de mí era su premio. Un hijo mío, de un hombre tan podrido, es algo de risa...—cubrió una carcajada con sus manos y se flexiono para agarrar de nuevo la lata, pero estaba vacía.

Sanji susurro su nombre, su nombre era todo lo que podía decir.

—Le propuse el divorcio, lo acepto, e incluso así seguimos con este vicio. Podría hacerte lo mismo. Seria egoísta y seria cínico. — camino hacia Sanji, su mirada era indescifrable, puso sus brazos sobre las agarraderas del sofá, sonrió con los ojos cerrados. Y era tan hermoso y oscuro que Sanji sintió un temblor en el estómago. —Podría aprovecharme de tu cariño y de mi edad, darte lo que no has tenido, noches de diversión, amigos reales, que se sientan como una familia, solo para quitártelo, para dejarte vacío.

—No lo harás.

— ¿Según qué? ¿Según las ensoñaciones de un mocoso?— trastrabillo mirándolo cruelmente, —el gusano tratando desesperadamente de volverse una mariposa, — una sensación de frió recorrió al rubio de palmo a palmo. —Sanji...— disfruto de decir su nombre, silaba a silaba. —Tal vez yo era el perverso y me gustaba ver a la tierna chica convertida en un animal lleno de rabia. —puso su mano en sus cabellos, dispersándolos entre sus dedos, los levanto delicadamente y dejo a la vista ambos ojos. —Vamos, júzgame, tienes todo el derecho de odiarme. —contorneo lentamente su pómulo, Sanji entrecerró un ojo mientras el acariciaba con su pulgar, sus pestañas amarillas sombreaban una parte de su rostro.

Ojos azules, labios gruesos, facciones finas pero extravagantes, delgado y estilizado, con ese toque de elegancia tan arraigado en él que a pesar de tratar de ocultar vistiendo pantalones rotos y converse, no lograba ocultar.

Él era aventura, lujuria, juventud y tierno carisma, sonrisas grandes y risa contagiosa, su manzana de Adán se movió cuando Zoro dio una fuerte exhalación. —Y si me miras así. —respiro en su oído. —Solo lo haces peor. —bajo el filo de su voz. —Tu mejor arma contra todos tus amantes del pasado fue nunca darles nada de ti, ¿Qué cambio eso?...

—Te conocí.

—Y te contamine-

Apretó la boca en el instante en que los delgados brazos se envolvieron en su torso sin ninguna clase de aviso, casi tambaleo, sus ojos estaban tan abiertos que parecía doloroso, resbalo de cuclillas en los muslos del chico, Sanji también se encogió, abrazándolo.

—No eres como ella. —susurro con suavidad.

—Eso no me hace mejor.

—Aun así, se quién eres, a pesar de lo que hizo la amabas y la perdonabas, pensabas que podía cambiar y te odiabas a ti mismo por no ser capaz de ayudarla. No eres así. Las cosas que estás diciendo, no son tú.

Su caja torácica se fracturo, el alud de su garganta perdió masa.

Nunca pensó en lo mucho que necesitaba escuchar eso. Respiro —de verdad respiro, no era solo un intento—, sus manos se aferraron a la cintura del rubio arrugando su ropa. —Sanji, lo siento, por todo.

—Lo sé, Zoro. — sabía que estaba jugando con fuego, pero no quemaba y era tibio.

El policía lucia reticente, pero aun así beso sus labios, los abrió lentamente haciéndolo exhalar, sostuvo sus hombros y rozo sus antebrazos, paso la lengua por su labio inferior, casi pidiéndole permiso para hacerlo.

No habían erizos, solo eran humanos.

A veces el corazón estaba debajo de costras, cuando la conversación se detuvo no hablaron más, Zoro sintió incomodidad; un silbido lujurioso en su nuca seguido de una carcajada de mujer, —ella era eso, mataba dulcemente—, no le gustaba la idea de Sanji mirando el desastre que era su casa y que solo servía para reflejar el que era su persona. Le dio la espalda, y todas sus células estuvieron alerta al sentirlo acercarse.

—Gracias. —toco su brazo.

—No me des las gracias. — susurro. —No hay sentido en que me des las gracias por decirte esto.

—Confías en mí. —Sanji dijo quedamente. —Zoro, eres el hombre que me llevo a casa cuando otro me habría dejado a mi suerte. Un hombre que se preocupa por alguien a quien ni siquiera conoce no es lo que describes de ti.

No respondió.

El tiempo los absorbió, el celular de Sanji vibro.

El rubio se enredó en su suéter, sacando el aparato, Yonji le preguntaba en donde estaba.

 "¿Estas bien?, ¿verdad?...Ese animal me encerró en casa, es un tramposo." —, sintió la necesidad de romper el silencio. —Mi hermana quiere llevarnos a cenar mañana, seremos ella, Yonji y yo.

Zoro asintió, levantando la mano casi de manera robótica —pensando en sus movimientos más de lo que debería—, le revolvió el cabello. —Él se preocupa por ti, verdaderamente te quiere. —se inclinó, mirándolo fijamente. —Me pidió que te rompiera el corazón. —Sanji abrió la boca confundido, sin palabras, y su expresión lo devasto. —Lo dijo pensando que era preferible lastimarte rápido a consumirte lento, dijo que no interferiría pero vi sus ojos, solo mentía. —levanto las cejas, juguetonamente. —El síndrome del hermano preocupado, vaya.

—Me dijo que dejara de atormentarme por lo que no puedo recuperar, pero también actúa de esa manera, no hay duda de que somos lo mismo.

—No..., tú tienes esa capacidad para ver a través de la suciedad de las personas, para perdonarnos a todos los que te lastimamos, no aprendes del error y prueba, pero, maldición, nadie se parece a ti.

—No es así, créeme. — sonrío levemente, mirando el suelo.

Con eso llego la despedida, coloco en su cuello una enorme bufanda de colores y un millón de ansiedades.

—Quédate. —Zoro murmuro pasando las palmas por la tela de los vaqueros, nervioso.

—Tengo que ir a casa.

—Está lloviendo. —susurro, pero no insistió. —Toma mi auto al menos.

Sanji asintió, era una sombra negra cuando toco la perilla, sintió un ardor en el pecho, sus piernas eran gelatina, al cerrarse la puerta Zoro dejo salir todo el aire que contenía, pego la espalda en la pared y cerró los ojos.

La casa se seguía riendo.

Unos minutos después un golpe pequeño lo alerto, abrió despacio y se le corto el aliento.

Sanji tenía el cabello —que lucía platino— mojado, las puntas se habían ondulado y se pegaban a su rostro y su cuello, una diminuta y hermética sonrisa estaba en sus labios, meneo la cabeza, las hebras doradas hacían un hipnótico rictus, la luz intermitente de la farola le daba a su piel un brillo sumamente pálido, era una imagen endemoniada y etérea, parecía estar más allá de lo físico con el gesto misterioso y el color ciruela en los contornos de su rostro; si los vampiros fueran reales, él sería uno, pidiendo la invitación para entrar a su casa y devorarse su alma.

—Llueve muy fuerte, no es prudente regresar, ¿puedo quedarme? —Alzo los brazos para probar cuan mojado estaba, las gotas se deslizaron por sus ojos y su cuello, los colores se perdían en su piel. Malditos rasgos mitológicosa Zoro casi se le olvido como hablar, como vivir.

Paso saliva lentamente, estirando su mano hacia él, Sanji la acepto, sintieron escalofríos al entrelazar los dedos, las paredes, —vivas y adoradoras de su antigua dueña, rugieron ansiosas—, lo jalo con fuerza hacia adentro, estampándolo en su pecho, rodeando su cintura con sus brazos y respirando en él. Respirándolo a él.

Cerró los ojos, inclinándose para estar a la altura del muchacho y enterró la nariz en su clavícula. —La respuesta siempre es sí.

 ....;....

Las presentaciones nunca eran cómodas, cuando había suerte significaban tan solo cinco segundos de ser escoltados por el maître hacia su mesa, cuatro de darles un apretón de manos a los tratistas, dos de decir su nombre, y eso era algo en lo que el matrimonio Charlotte tenía experiencia de sobra.

Lo que debió de ser un solo segundo para sentarse, se prolongó mucho más, pues el moreno, detrás de su espalda, posiciono sus dedos en sus blandengues hombros y los bajo por los alrededores, quitándole lentamente el abrigo y dejándolo en el respaldo de la silla.

Paulie —Paulie, solo Paulie, no es necesario llamarme por mi apellido era un hombre rubio y de un cariz italiano sumamente rasposo, fumador empedernido de una apariencia no muy intimidante y una diminuta barba de días. —Pasado de tahúr probablemente—, su compañero, Rob Lucci, un hombre hermético, tenía rasgos más afilados, y menos expresivos, cabellera espesa y abundante, así como muy negra, era indudablemente tan inglés como el cornish pasty.

En el interior del restaurant la luz inundaba con mucha debilidad, estaba repleto de vitrales de cristal colorado, pilares y tracerías de piedra negra, bóvedas de ojivas y una oscurecida tarima al rincón, así como, curiosas gárgolas en los muros del edificio.

—He escuchado mucho de ti. —dijo el rubio acomodando una servilleta en el cuello de su camisa, Katakuri levanto una ceja. —Por Tom, Cutty Flam Tom, el viejo era amigo de tu padre, tenían sus propios planes pero nada se pudo concretar lamentablemente, sé que vendió los hoteles, supuse que al ser su único hijo. —hizo una pausa y carraspeo su garganta. —Quiero decir de Kaido, no de Linlin, tú te harías cargo, tu padre era muy inteligente.

—Lo era. —Katakuri respondió simplemente. — ¿Cómo es el potencial de Galley-La en el mercado?

Paulie levanto un dedo. —Es bueno, pero podría mejorar. —se distrajo con la mala cara que Ichiji le hacía a su comida. —Dale una probada, va a gustarte, esta... al estilo de las prostitutas...

El pelirrojo levanto la cara con las mejillas calientes. — ¿Disculpe?

Se rió quedamente. —Fetuccini alla puttanesca, ese es su nombre. Te aseguro que no están mal, aquí entre nos, me he adelantado a su llegada y ya he probado ese mismo platillo, mi esposa lo prepara infinidad de veces mejor, no escatima con el picante, pero, ¿qué se le pude hacer? —una sonrisa estiro sus ojos, dejando entrever algunas arrugas casi invisibles, después volvió a Katakuri — Nunca trate con el señor Kaido en persona, pero se dé buena fuente que era un hombre difícil.

—Tengo entendido que su alcance global no es lo que se esperaba.

—...Bastante intimidante, pero pecaminosamente astuto, si él estaba a punto de contemplarnos debió de ser por algo, ¿Quién diría que todo terminaría en un infarto?, mi hermano Iceburg se fue de la misma manera, tenía solo cuarenta pero una vida muy sedentaria, seguro fue muy difícil para ti.

—Paulie—. Ichiji miro a Katakuri, su voz lo estremeció, Paulie dejo de hablar y por primera vez, Lucci también hizo un movimiento. —Concéntrate en Galley-La y deja las grandilocuencias hacia un hombre que ya está muerto, no estamos aquí para eso.

El pelirrojo estiro la mano, queriendo agarrar una de las bayas rojas de la canasta, y parpadeo al darse cuenta de que Lucci había intentado lo mismo, hizo un ruido incomodo cuando el hombre le dejo la frutilla en la palma, pero agradeció, rasgo la piel del tierno fruto y dirigió la mirada a Paulie.

—Yo no tengo ningún problema con escuchar sobre él. —dijo descaradamente.

El rubio le dio una mirada de disculpa, Tendrá que ser para otra ocasión, se limpió las comisuras. —Siempre fue prioridad ampliar la huella geográfica, como es de esperarse Inglaterra y sus alrededores son nuestro fuerte, pero hemos asimilado que con Whole Cake a la cabeza, crecer no es algo muy favorable, y eso pasa con muchas británicas, nos tocó estar ente ellas, lamentablemente, es por eso que tengo que admitir, admiro tu trabajo.

—Sus productos realmente tienen calidad, los conozco, no está mal su esencia.

—Teniendo en cuanta de dónde eres, sería una ofensa que no los conocieras. —lanzo una carcajada, girando el rostro hacia su compañero. — ¿No es cierto Lucci? —, el hombre asintió.

—Kaido. — la voz de Lucci sobresalto a su compañero, pero el azabache ignoro su mirada y en cambio la concentro en Katakuri, sus ojos eran calculadores. —Tenia ideas muy interesantes respecto a los negocios.

—Entonces aseguro que tu si lo conociste. — el moreno levanto el mentón.

—Algunos años, si, a él le debo los mejores consejos.

—Es bueno que sus enseñanzas te sirvieran para crecer, deberías aportarlas entonces, Paulie te lo agradecería.

Un mesero se acercó a ellos para preguntarles sobre su bebida, Paulie sonrió nervioso. —No, no, tráenos champaña, la mejor que tengas.

Katakuri bufo internamente, susurrando ronco en el oído de su esposo. — ¿Es lo que tú quieres? —, parecía que el hombre podía oler su tensión, mordió una segunda baya y contesto afirmativamente.

—Galley-La, sin embargo está un poco estancada... —Paulie suspiro.

—Lo cual teniendo en cuenta tanto potencial es inadmisible. —Katakuri le dio un sorbo a su bebida. —Deberíamos cuidarnos, en un futuro ustedes podrían ser una piedra en nuestro camino.

—Tom parece no pensar mismo por ahora. —sonrió calmadamente. —Parece Katakuri, que nuestra brecha está a continentes de poder tocarse.

—En términos de competencia nos beneficia, pero podrían hacerlo, tienen a una de las poblaciones más quisquillosas y molestas con ustedes, y nos pisan los talones, al menos en dicho país, los conocen y esa gente ama conservar, ustedes son tradicionales y con un largo historial, pero no pueden aprovecharlo aun así. —levanto una puntiaguda ceja —Siendo sinceros, o no hacen nada, y poco a poco desaparecen hasta que nadie de nada por ustedes. —alzo su roja mirada. —O buscan una alternativa a tiempo, pero eso lo que los trae aquí, soluciones.

En el instante en que la conversación fue absolutamente de esos dos hombres, recalcando términos y escrutando hasta la mínima cosa de las confiteras, fue que Ichiji se escabullo con la excusa de estirar los pies, camino hacia el pasillo, el restaurante parecía un elegante castillo medieval, adornado con caperuzas negras, la gente enfundaba sus mejores trajes, pero Katakuri lucia retador e insolente con su camisa negra y la chaqueta de cuero.

El moreno lo miro rumiando entre la sala con curiosidad, pasando entre los socialites, las paredes estaban recubiertas de terciopelo sangre y pequeñas lamparillas de aceite daban los cuadros, armonizando su vista, parecía un reluciente mausoleo de luces oscuras.

Miro atentamente una de las pinturas, algunas de estas, en demasía inquietantes, —como la del dios Saturno devorándose a su hijo—, y otras curiosas, arrugo la nariz estudiando a una criaturilla fea espiando lo que parecía ser una mujer desnuda.

—Es una réplica. — Escucho un susurro detrás de su oreja. —Puedes darte cuenta por la textura del material. —Era Lucci, quien inclino levemente el mentón invitándolo a tocar la pintura, cosa que instintivamente hizo, era suave tal satín. —He escuchado rumores de que el dueño ha logrado meter piezas auténticas. —señalo discretamente a una mujer con estilo bohemio casi morderse las largas uñas de excitación —Es una completa mentira, claro, y me sorprende que alguien pueda tragársela.

Lucci se colocó a su costado, la tela de su saco le hizo cosquillas en el hombro, su presencia tenía autentico sigilo.

— ¿Qué piensas de la pintura?

Ichiji frunció el ceño tratando de hilar un pensamiento coherente. — ¿Es algo...colorida?

— ¿Estas preguntándome o respondiéndome?

Abrió los ojos y el hombre se aclaró la garganta, después resoplo. —El cíclope, de Odilon Redon, tal vez pienses en el como algo feo, pero el arte no es precisamente belleza.

— ¿Qué es entonces?

—Expresión, tal vez un poco de tormento y expiación — susurro y sus ojos relumbraron interesados. —Su nombre es Polifemo, y ella es la ninfa Galatea, el cíclope tiene un semblante pacifico, ¿no es cierto? —movió la cabeza estando de acuerdo. —Bueno, lo interesante aquí es que, de acuerdo al poeta Ovidio, ese mismo Polifemo que ves con esa faz tan serena y calmada, destrozó con una piedra a uno de los pretendientes de Galatea. — capto una sonrisa diminuta en sus fauces, e Ichiji rápidamente pudo identificar que debajo de ese carácter flemático Lucci era un hombre con un psique sádico en él.

— ¿No debería estar apoyando a su socio, Rob Lucci? — Recargo el peso en una de sus piernas —Ha estado bastante callado y le ha hecho sombra.

—Tal como tú. —respondió. —Y solo dime Lucci, aunque soy más viejo puedes tutearme. —irguió el pecho y levanto las dos cejas. — Paulie no debió hacer referencia del señor Kaido en primer lugar. Los tratos de Tom con él ya son cosas del pasado y dudo mucho que alguien como Charlotte tenga interés en si su padre y Tom jugaban golf o no.

—Es cierto. —estuvo de acuerdo. —A Katakuri nada le importaría eso, tratar de ganárselo a base de anécdotas e historias no resulta bien.

Lucci meneo la cabeza, pidiéndole seguirlo, se adentraron un poco más en el pasillo de pequeñas lámparas, todas conectadas en la pared, era agradable, le hablaba de Donatello y Cimabue, de Brunelleschi y Angelico, y si lo atrapaba viendo mucho una pintura, trataba de explicársela aunque decía que el significado era subjetivo.

—En realidad no se mucho sobre arte.

—Eso es lo de menos. Solo no mires por mirar, analiza.

Katakuri trataba de no perder la concentración en Paulie, —...Galley-La es un foco de atención relevante para nosotros, más que expansión, queremos dominio, y adquirir foráneas es algo que regularmente no hacemos, pero la confitería de Cutty Flam...— miro de reojo a Ichiji, el inglés había colocado su mano sobre su hombro, parecían reír. —Su sistema productivo es complementario al de Whole Cake y el poder que tienen en Reino Unido es admirable.

—Tom lleva más de siete décadas allí, conoce a su gente, es por eso.

Lucci resoplo, consiente de la mirada dura que tenía encima. —Parece que me quiere enterrar vivo, ¿no es cierto? —saco un reloj de su bolsillo y nuevamente lo guardo. — ¿Has escuchado que cada persona escoge libremente al bastardo con él que ira a complicarse la vida?, puedo estar diciéndolo por él, o por ti.

—Estás siendo un poco cínico. —puso el vidrio en sus labios, se rió sutilmente — ¿Quién crees que eres?

Lucci sonrió sesgadamente.

«—Seré claro Paulie, nuestro interés está en absorberlos. Hacerlos nuestros.

«—Si.

«—Concentrarnos en su red de distribución, sus mejores productos, y el modo en que han estado operando en el mercado, siendo ustedes, la gente de Galley-La, ahora, Whole Cake, pero fuera de la zona de confort en que han estado siempre.

«—Tom es un hombre muy viejo, Katakuri, sabe que no vivirá todo lo que le gustaría, hace esto pensando en todos los trabajadores y sus familias que en un tiempo quedarían desamparados, aun así, ni loco dejaría que cualquier firma, solo por ser fuerte, haga lo que se le dé la gana con nuestro nombre. Sus inicios fueron complicados, estaría dándote su vida prácticamente. Incluso, asegurándote hasta su memoria.

Ichiji vio los ojos vigilantes y depredadores en su figura, un mesero joven, de ojos verdes y piel trigueña le pregunto Katakuri si se le ofrecía algo, el pobre chico lo miraba con fascinación y miedo, le susurro con tono sugerente y sedoso, probablemente no solo para asegurarse una buena propina, por su cara, podría darle cualquier servicio, y gratis, pero Katakuri no le hizo caso, estaba más interesado en tener un juego de miradas con ese duendecillo abominable, desesperante, malhumorado e insufrible que tenía por esposo.

El chico rozo accidentalmente su rodilla mientras llenaba su copa. —Lo siento, señor Charlotte.

Pego el costado de su cadera en su brazo. —Ups, señor Charlotte. —suspiro, meneándose sinuosamente. —Soy tan torpe.

Estúpido duende. — pensó, gruñendo internamente, el mesero dijo algo que no entendió, le asintió distraídamente. —No es necesario, no quiero nada. —su voz salió gruesa y oscura.

— ¿Nada? —parpadeo, debatiéndose en si poner su mano encima de la del hombre o no. —Señor Charlotte. —susurro bajo, estaba siendo ignorado. — ¿Nada?...

—Dijo que nada jovencito. —Paulie se rió discretamente. —Y si hablamos el mismo idioma, nada es nada.

Los ojos de Ichiji se distrajeron de los de Katakuri para ahuyentar a la mosca, quien plantando su mejor sonrisa tensa, se retiró dando trompicones nerviosos.

El pelirrojo le dio un sorbo a su vino y lamió sus labios, después se redirigió a Lucci.

—Tu compañero menciono que Tom tenía un hijo, ¿Por qué no está él representando a Galley-La en vez de ustedes?

—Porque es un idiota que prefiere proyectar la típica estupidez americana a una gran escala: derroche, ignorancia y diversión. —levanto la vista, con gesto adusto. —Su nombre es Franky, pero Tom nunca le presiono para tomar las riendas de Galley-La, y le dejo hacer lo que quería. Eterno spring break, mujeres, bikinis. —hizo una cara de asco. —El extremo contrario del hijo de Kaido.

— ¿Qué tan bien conocías a...?—No se atrevía a pronunciar el nombre.

—Kaido. —Lucci lo dijo por él. —Trabaje con él después de terminar mis estudios en Liverpool, no lo admire como a un padre— sonrió. —sé que quieres preguntarme eso, pero si como a un jefe.

— ¿Qué clase de persona era?

— ¿Tu esposo no te ha hablado de él? —frunció el ceño, pensativo. —Durante todos los años que conocí a Kaido no tenía la pinta de ser un hombre de familia, vivía por y para su trabajo. No creo que tuviera mucha interacción con Charlotte Katakuri, y jamás, mientras me encargaba de organizar sus interacciones con inversionistas o colaboradores vi a Charlotte poner un pie en su casa, o los escuche compartir una llamada.

Ichiji tomo nuevamente un trago.

—Era un hombre intransigente y directo, no había dobleces en él pero eso lo hacía digno de admiración también, a pesar de que sus métodos para probar la voluntad de otros fueran siniestros, podía hacerte sentir como el mayor de los idiotas, o quitarte tu valor. —susurro. —No. No solo podía, él de verdad lo hacía, terminabas replanteándote todo. Tú lo debes de saber, —Lo sintió rodearlo, dando pasos cortos y solventes. —Los hombres que están arriba llegan pisoteando a otros, y abrazan su dinero porque sienten que lo merecen. Fue un gran mentor, construyo y destruyo. Hombres como yo somos la prueba de ello. — Ichiji parpadeo. —Hombres como tu esposo también lo son.

—Pareces ser solo unos años mayor que Katakuri, son del mismo lugar y eras cercano a su padre, tal vez pudieron ser amigos.

Lucci enarco una ceja. —En este ámbito, la amistad es algo superfluo. —levanto levemente la cara y coloco la mano en su barba. —Escuche que al final él cambio, es una decepción pensar que alguien así pudo replantear su vida, seguro le habrías gustado.

Ichiji se queda a su lado, concentrado en sus filosos ojos.

— ¿Por qué lo dices?

— Porque a mí me gustas. —Dijo sin rodeos. No era una declaración de atracción física —o eso espero—, el hombre no sonrió al decirlo, su boca parecía una perfecta línea recta.

— ¿Admirabas a un hombre como ese? —dejo en segundo plano lo que le acababa de confesar.

—Como mi mentor, sí. No seas hipócrita conmigo. —dijo severo. —Por otra parte, a ti no te atrae en términos profesionales Charlotte. —levanto mínimamente un lado de su boca. —Esa aspereza, es algo a lo que le das un significado muy distinto, y te atrapa pese a ser indulgente y férreo, tu cara cuando él alza la voz no tiene precio.

Enrojeció.

—Katakuri es más que eso, la forma en que describes a Kaido. —pronuncio el nombre con un mal sabor de boca. —Puede parecerse un poco, pero...

Lucci se rió secamente, levantando la mano para cortarlo. —Diferente, vas a decir eso. Bueno, no sé si eso sea mejor o peor. —se encogió de hombros, acercándose a él, miro su copa vacía y levanto una ceja. — ¿Quieres más vino?

Uno de los meseros cargaba en el brazo extendido un juego de cristalería, Ichiji retrocedió sin verlo, pero Lucci no lo dejo chocar, y con su brazo derecho lo tomo del costado, envolviéndolo de la cintura y acercándolo a él, sus dedos parecían demorarse demasiado presionando el delgado marco.

El cristal negro cayó al suelo y se quebró.

Tanto Paulie como Katakuri los miraron.

—No te precipites, cuidado...—susurro.

Ichiji se separó en un movimiento instantáneo pero natural.

—Siempre debes de mirar a ambos lados. —el azabache murmuro.

—Tengo que darte la razón. —asintió abrumado.

Se disculpó, caminando al sanitario. El chico de los ojos verdes que no dejaba de suspirar por Katakuri se topó de frente con él, su altura era la misma que la suya, igual su silueta, pero su piel era reluciente y morena, tenía unas cuantas pecas en la nariz y la cara redonda y simpática, los dos se hicieron a la derecha de forma sincronizada tratando de evitarse, luego a la izquierda, se sintió mareado y lo quito del camino empujándolo por el hombro hasta que llego al baño.

Se miró en el espejo.

Ojeras que no se decidían si eran negras o violetas, pómulos huecos, estúpidas cejas, cabello sangría que tenía vida propia y hacia lo que quería, la piel blanca hasta lo inquietante, inflo los mofletes y soltó todo el aire. Era la atracción de un freak show. Meneo la cabeza, no era tiempo para eso.

Minutos después Katakuri entro y se colocó detrás de él como si fuera una sombra, y su pecho se apretó con presión en la espalda de Ichiji.

—Estas sonrojado. —Rápidamente reconoció el sonido profundo de su voz, la demanda y el enojo que se contenía en ella, lo miro de reojo, Katakuri, —con él atrapado—, subió lentamente los dedos por sus brazos provocándole un estremecimiento, se quedó quieto cual animal que esperaba ser destazado mientras Charlotte abría el grifo y lavaba sus enormes manos.

—No. — Era verdad, al menos no estaba sonrojado por Lucci. No importaba que el hombre fuera un demonio, no podía impresionarse cuando Katakuri era el infierno mismo. —Solo estoy abrumado. Este servicio es pésimo, casi me...—las palabras se desvanecieron, Katakuri lo giro raudamente, aplastándolo de la cintura para abajo. Ichiji carraspeo su garganta, entrecerrando los ojos y siseando... — ¿Terminaste tus negocios ya?

—No, ¿y qué hay del inglés y tú? — podía oler la colonia de ese hombre, le repugnaba.

— ¿Qué hay con Lucci?, espero que esto no se trate de una escena. —bostezo.

— ¿Lucci? —Katakuri levanto una ceja, inclinándose hacia el lóbulo de su oreja. —Es mucha familiaridad para haberlo conocido hace unos instantes, ¿no crees? — lo hizo inhalar aire.

—Es un excelente conversador, no me juzgues, se me ha enseñado a ser un complaciente jarrón de adorno desde siempre. —respiraba en él, su pecho subía y bajaba. Katakuri percibió su malicia. Trato de no distraerse en las sutiles sombras de ciruela debajo de sus lagrimales, ¿Cómo podían gustarle?, todo de él lo hacía, chasqueo la lengua, probablemente ya estaba loco.

— ¿Complaciente tú? No me hagas reír. —su vibrato masculino escapo en una sutil risa. —Charlotte Ichiji es mi esposo—, una caricia en el hueso de sus caderas, el de ojos azules endureció la mandíbula. —Eres.Mi.Esposo. —, sus labios pasaron por el borde de su barbilla, carraspeo. —Cuando se termine podrás ir a los brazos de quien quieras, pero ahora no puedes intentar nada.

Automáticamente el cuerpo de Ichiji se puso rígido y levanto la mano para soltarle una cachetada, Katakuri adivino el movimiento, pero le dio la satisfacción de hacerlo, Ichiji lo noto y eso solo lo molesto más, volvió a intentarlo pero esta vez, si lo detuvo.

—No, no lo harás de nuevo. —acaricio sus dedos con delicadeza. —Cuanta rabia. —parpadeo. —Entiendo una bofetada, pero dos, ya es parafilia.

—No son celos. No estás aquí por eso. —La voz de Ichiji se elevó una octava, con reclamo. —Solo es tu ego, si pudieras me encandilarías a otra persona. Suéltame, estoy comportándome y no por ser tú esposo, sino porque soy un Vinsmoke y con el peso de mi propio apellido ya tengo suficiente, aun así tengo la libertad de negociar por mi parte.

— ¿Negociar?

Lo dejo parado sin molestarse en darle una explicación y salió del baño, miro a Lucci y Paulie hablando en la mesa del balcón, pero sus pies no lo condujeron hasta ellos y en cambio se encontró esquivando —y empujando de igual cuenta— al grupo de músicos que había llegado hace poco, subiendo escaleras, doblando hacia cuartos y de nuevo, subiendo más y más escaleras, maldiciendo por no poder toparse con un ascensor, girando pasillos, cerrando puertas y encerrándose en una habitación a la que le coloco el seguro, escucho tres sutiles golpes con los nudillos.

—Abre la puerta— la calmada voz de Katakuri lo sorprendió.

—No lo haré. —refuto truhan y terco. —Largo.

—Abre...la puerta. —repitió con clara exasperación, pero sin levantar la voz, a pesar de lo alejados que estaban no iba a gritar.

—Dije que no.

Escucho un suspiro y pasos alejándose, minutos después quito el pestillo y asomo un ojo por la rendija, solo estaba el corredor oscuro, abrió y saco la cabeza, pero el aire se le corto cuando una gigantesca mano se colocó en el espacio que había formado, trato de empujar de regreso para cerrarla, pero no engañaba a nadie, su fuerza no era competencia para la del otro hombre, así que solo trato de hacer presión con su propio cuerpo.

—Muévete Ichiji, o la puerta te dará directo en la cara. —no era una amenaza, de hecho, era cierto.

—Entonces no abras.

Katakuri miro el suelo, después alzo la cara y sonrió depredadoramente, atoro su zapato en medio y se las arregló para empujar sin lastimarlo.

Hijo de p...—Ichiji apretó la boca inmediatamente, callando la oración, titubeante, furioso y exaltado, temblando de adrenalina, retrocedió un paso, había algo amenazador en los ojos del hombre.

La sombría habitación tenía vaporosas cortinas rojas arremolinadas en el suelo, estaba casi vacía, un piano viejo en el rincón y un montoncillo de cajas de cartón, seguro estaba en proceso de ser acondicionada; lo único impactante en ella era el precioso vitral gótico que parecía un rompecabezas cromático y abarcaba toda una pared, con su luz mística y purpura, la sensación inmaculada y escalofriante que imponía podría traspasar su estómago. —y lo hubiera hecho, si no estuviera tan ocupado escapando de su esposo—, en medio del vidrio que no estaba colorado, se dejaba entrever una parte de la fría ciudad.

—Deja de huir. — Katakuri tomo su muñeca e Ichiji trato de jalarla, por lo que lo atrajo a él con tanta fuerza que lo hizo dar pequeños tumbos y casi caerse. —Pensé que apostarías por tu emancipación. En cambio iras por cual sea el pobre diablo que se te atraviese.

—Aplico tu estrategia y selecciono antes de que alguien más lo vuelva a hacer por mí. —le enseña los dientes. — ¡Antes de que me seleccionen a mí!

—Cada día pierdes un poco más la cabeza.

— ¿Qué quieres que te responda? Vivo a tu lado.

—Y si prolongas esto, realmente terminare preocupándome por ti.

—Eres un bastardo.

— ¿Tú crees? —mostró una sonrisa taciturna.

Amar era un acto involuntario, tirito.

Levanto su fina nariz retadoramente. —Y yo también lo soy, por eso no te dejare el camino libre, fácil, simple y sencillamente porque no quiero, y haré lo que se me dé la gana. —se burló, extendiendo los brazos. —Soy un Vinsmoke y siempre hago lo que quiero.

— ¿Y cómo te ha resultado eso hasta ahora?

Bang.

—Oh, perfecto querido, gracias por preguntar.

—Tu definición de perfecto es algo bastante escalofriante y cuestionable.

—Lo único escalofriante aquí, eres tú.

—Y eso, ma cerise, no es nada bueno. No para ti.

Bang

—Es irónico que hallamos terminado juntos, realmente tuvimos que comportarnos muy mal en el pasado. —Ichiji susurro, la tromba gris ya no estaba, en su lugar la luna cubría su piel de diamantina, suspiro ruidosamente. — ¿Quién mierda eres Katakuri? —No pudo evitar fruncir el ceño, pero lo relajo rápidamente y subió sus manos sobre las del moreno. —Atrapándome de esta forma solo me harás pensar que me deseas.

—Puede que lo haga. —Lo recargo en el vidrio. —Pero Ichi, realmente odio hacerlo.

—Eres despreciable.

—Y tú eres un mal chiste. —tuvo que encorvarse para poder mirarlo a los ojos, era tan alto que apenas, con esa flexión, podía rozar su frente con la suya. —Una comedia andante.

—Me empujas a ello.

—Eres muy moldeable entonces.

—Katakuri. —bajo el tono y alargo el cuerpo. —Te odio.

—Es lo único que hay mutuo entre nosotros. —Sus palabras estaban llenas de dobleces. —Tú me desprecias y yo a ti, pero prefiero que las cosas sean así, sin mascaras ni pantomimas, no hay nada peor que un lobo jugando a tener la piel de un cordero.

—Así es. —Ichiji contesto con recelo, sus cuerpos latían en todas partes, su arco oblicuo se recargo sobre la rodilla de Katakuri, con la familiaridad de dejar que él siempre lo sostuviera. —No hay nada más entre tú y yo. —. Se autoflagelo al murmurarlo, cuando hace poco le había hablado con el corazón en la boca para decirle que era su todo, trato de salir de su alcance. —Si me permites beberé un coctel con el "ingles" mientras tú ahuyentas a su compañero.

Katakuri lo retuvo. — ¿Sabes que es agotador? La paciencia. —Lo cubrió con su cuerpo. —Me hace sentir como una hoya de presión que ya ha estado en el fuego por tanto tiempo que. —trono los dedos creando un fuerte chasquido, Ichiji pego un brinco, asustado. —Va a derramarse. 

Trago saliva. —Sé que Linlin es inglesa también. ¿Tú padre era?...

—Ingles. —respondió en un gruñido.

—Y siendo tú un pura sangre inglés, careces de los modales de un buen caballero victoriano, a veces el linaje no es todo. —dijo petulante y sarcástico, recomponiéndose de su ridícula actuación previa.

—Modales es lo último que esperar de mí. — susurro con paciencia, escrutándolo. —Los ingleses no solo son nobles repletos de tela, ten en cuenta que de ellos vienen los verdaderos piratas y corsarios, amorales y sin escrúpulos, pero a fin de cuentas, todo es historia vieja. —se irguió sobre el menor, estudiando su rostro, su voz cambio a su característico matiz serio, acercando sus labios a la oreja del pelirrojo, rastrillándolo con su rasposa voz. —Y esto es lo que soy para tu consternación... —sus manos acarician los huesos de su cara. —Esto y no un jodido catrín con aires respingados. —miro el cuello de alabastro, delgado y elegante, y deseo envolver las manos sobre el paulatinamente, pero solo lo respiro. —Te daré un consejo Ichiji, nunca idealices a nadie, porque será decepcionante después.

La orquesta empezó, iniciando con una acapella,  Losing My Religion de REM.

— ¿Qué importa si yo siento decepción? —se rió quedamente, abrazando sus hombros.—Si puedes presumirme y sentarme a tu lado como otro Charlotte, si puedes acostarte conmigo, volverme un mueble de tu casa y ganar dinero a mi costa, hablar sobre decepción ya está de más.

Katakuri suspiro, metiendo las manos en sus bolsillos, movió la cara señalándole la salida. —Regresemos, hemos prolongado demasiado esto.

Ichiji retrocedió, haciéndole saber que no iba a acompañarlo, meneo la cabeza.

Al ver que no tenía muchas opciones, el moreno utilizo un tono conciliador, como si estuviera dirigiéndose a un infante, hasta que respiro exasperado y se acercó, retumbando sus toscas pisadas. — ¿Qué pretendes? —No respondió, se colocó frente a él. —Te ves pálido. — murmuro, colocando el pulgar en el mentón del pelirrojo. —Vamos, déjame mirarte. — froto el grueso labio inferior y parpadeo cuando fue mordido con fuerza.

Ichiji lo miraba como un perro receloso, él bufo azotando la palma en el vitral. —Debí esperarlo—se burló sin gracia, sacudiendo su mano sin demostrar dolor.

—Attends toujours le pire de moi*. —el pelirrojo respiro a milímetros de él. 

—Tu n'as pas besoin de me le rappeler, je sais, ma cerise, je sais*. —Katakuri sonrió lobunamente.

El magnetismo al que estaban hilados hizo que rápidamente chocaran las bocas, estampándose los dientes y usando las lenguas, sus labios chasquearon en un beso de pura necesidad. Katakuri apretó la espalda baja de quien era su amante y ataco su cuello, halo de su cabello y prolongo aquel beso sensual y bruto, apretó su trasero duramente y se hizo entre sus piernas, Ichiji subió las manos a su pecho.

Suspiro, su falta de decencia y su claridad quebrantada lo tenían así, contorneándose por la fuerza que ejercía Katakuri en él. Hizo un sonido de placer en el momento en que su marido se las arregló para desabrochar el chaleco de su cintura o de dejar abierta su camisa y tocar sus pezones ávidamente, lo hizo morder su labio con furia al presionar y magrear su tetilla. —Vas a comportarte. —susurro aplastando la hinchada areola, soltándola y sumiéndola. —Y no quiero un no por respuesta.

Ichiji bajo lentamente los ojos, enterrando las uñas en el pecho de Katakuri, podía ver sus tatuajes y sus agresivos músculos. —Déjame en paz. —gimió restregando la mano en sus abdominales.

Sus caderas se ondularon desesperadas, Katakuri se sintió sediento, no se trataba de la última vez que había estado en un cuerpo, sino de la última vez que había estado en ese cuerpoy se sentía como una eternidad.

Estaba sofocado, pues el ligero peso de su amante se presionaba en su entrepierna.

Cuando Ichiji abrió la boca fue casi como el cascabel de una serpiente venenosa, extendió las piernas, restregando la hombría punzante en su centro.

—No rompiste mi corazón. — Mintió. —Solo me enseñaste que no soy invencible. Y que no se mentir, —se atraganto con sus palabras, mirando a su esposo abrir los ojos, el movió la cintura tratando de rozar aún más su peso. —Sé que me imaginaste con ese hombre. —escupió cizañeramente. — ¿Y bien? ¿te gusto?

Los segundos en que se miraban eran suficientes para destruirse. Katakuri alzo ambas cejas, de manera simple. —El swinging no es lo mío. —Lo tomo por la barbilla, no lo dejo moverse ni un centímetro.

—La infidelidad siempre es un escándalo. Pero Charlotte Katakuri, una infidelidad hacia ti, eso sería considerado un insulto por todos. —entrecerró los ojos. — ¿Cómo podría atreverme? Me comerían vivo. —fingió el tono.

—Cuanta necesidad por ser el centro de atención. —su voz era cosquillosa, lo hizo emitir un ligero quejido. — Dime, Ichiji, ¿Alguna vez probaste el teatro? Si me dices que no, no lo creeré.

Ichiji bajo, rozando con sus labios su garganta, el prominente hueso en medio, sus gigantescos pectorales y abdominales, de rodillas, mirándose en cada ángulo posible estando frente a la entrepierna de Katakuri, sus manos se deslizaron por todas las protuberancias del estómago, y bajaron el cierre de sus pantalones, el sonido de la bragueta abriéndose fue como el caer de un alfiler en una cámara de silencio.

Miro su pene, semierecto, tan alto y tan grueso que era de temer, la punta de la lengua de Ichiji se asomó entre sus dientes y labios, lo tomo en sus manos y lo apretó, consciente que no podía abarcar su tamaño en su totalidad y que sus comisuras se ensancharían al tomarlo, y su mandíbula a la larga dolería, delineo su boca sobre sus relieves, cuando lo metió, lo sintió crecer y chocar con su paladar. —Ou!—hipo, alejándose un poco.

Ese hombre representaba todo lo que lo asustaba y lo excitaba, pero sabía que él era su propio punto débil. Aquel que sabía arder como una quemadura, que podía doler más que sus cicatrices, y eso que si alguien conocía de dolor físico, ese era Katakuri.

—Pero puedo apostarte que el voyerismo si podría ser lo tuyo.

—Puede ser, me fascina ver a mi pareja.

Ichiji lo miro con odio, pero lo ignoro.

Cerro los ojos, lamiendo desde el abdomen a el tronco. —No soy lo suficiente libre para el swinging tampoco, no he sido nunca alguien que comparta. —Subió la lengua desde la base hasta el glande, endemoniadamente lento. —Y sé que tú eres más grande, no necesito ver a otro hombre desnudo para saberlo. —su risa le produjo un escalofrío en la piel, lo miro con la punta de su pene en la lengua, era caprichoso y se sabía observado, por los bordes se deslizo saliva y semen, que él descaradamente paso entre sus dientes, halando por más en la abertura de la uretra, que salpico el fluido en su rostro y su cuello.

Katakuri se enfocó en él, siseo los dientes al ser presionado, el pelirrojo trago y succiono, intento ingerir hasta la base y entrecerró los ojos que se volvieron llorosos a costa de su punzante tamaño, no podía con todo, así que con las yemas de sus dedos acaricio suave la piel que quedaba abandonada por sus labios, masajeando con su tacto tiernamente aun cuando su cavidad, sorbía con fuerza.

—Eres un niño, pero sabes tú poder, ¿no es así? —su voz sonó oscurecida y ronca, no lo perdió de vista. —Vaya, Ichijitienes una garganta profunda.

Lo metió en su boca, hinchando sus mejillas y succionándolo con fervor, soplo el sensible escroto, estimulándolo, Katakuri apretó los puños.

Ichiji se acomodó el cabello detrás de la oreja, y froto los testículos, también los exploro en sus labios, balanceándolos, movió el puño por toda la extensión y regreso al miembro que llenaba su garganta y lo ahogaba, raspo los dientes en cada terminación y vena, empujando la nariz por el tallo, sorbiéndolo y succionándolo de arriba abajo hasta que su espesa eyaculación se volvió su alimento, respiro lentamente, escurriendo de él, pasando toda el asta húmeda por su mejilla y frotando.

Katakuri coloco el dedo índice en su mentón y lo hizo levantarse tal titiritero, él siguió su ritmo y jadeo al sentir su poderoso brazo enrollarse en su cadera y pegarlo a ras.

Y lo volvió a besar, —entre su aceitoso semen—, tocándolo como se toca a algo que es sumamente frágil pero a lo que aún así se le tiene respeto y admiración, los haces de luz los transfiguraban y los fundían en su efecto sobrenatural y sombrío, impacto lumínico tan lleno de dramatismo que solo los hacia más sensuales, más peligrosos. —Ichiji. — succiono su cuello dejándole marcas, su rodilla estaba enterrada maliciosamente entre sus piernas, presionando esa pequeña zona erógena que necesitaba de él, beso por su garganta y su clavícula, perpetuando sus labios en su piel.

—No quiero que cuides de mí. —Ichiji se separó de la caricia con dificultad. — Quiero que me cojas duro. —Lo sintió tensarse. — ¿Por qué haces esto? No seas altruista conmigo ahora, no me importa. —sus ojos, con las pupilas dilatadas, tenían una resolución mortal. —No estoy pidiéndote amor— Cuando lo hizo término humillado. —Estoy pidiéndote que me folles, si no lo haces tú, alguien estará dispuesto, follame, follame ya.

Lo que gano fue ser soltado, y por sus piernas temblorosas, tuvo que sostenerse de la pared si no quería resbalar.

—Alguien más— repitió Katakuri, con saña y sonando gutural. — ¿Intentaras chantajearme? —lo miro duramente y aunque era territorial, también estaba molesto. —Cerise, admito que encuentro excitante que hables así y me pidas, no, que me exijas, joderte. Pero si metes a otro hombre a la ecuación, lo acabas. En todo este tiempo si debiste aprender algo, es que no vas a conseguir que tenga ningún remordimiento. —su rostro fue sombrío y acentuado. — Si quieres irte con él, hazlo, ¿o prefieres que lo llame para que sepa en dónde estás y te folle como un conejo en celo? Puedo pedir algo de vino y fruta para disfrazar tu velada, puedo quedarme aquí también, si eso quieres, mirándote exagerar los gestos y sonidos, así te daré el coraje necesario para que recuerdes que estas en un pútrido cuarto tratando de vengarte de mí de la única manera en que sabes hacerlo. Al menos le darás a ese idiota el mejor día de su vida y sinceramente, espero que por lo menos lo disfrutes. —Sus palabras eran lacerantes, se acercó a su rostro. —Eres un profesional separando los sentimientos del cuerpo, "sabes usarte a ti mismo como arma" —cito amargamente las palabras que había leído en la carta. —Sin embargo, eres un absoluto mojigato.

—No todos somos guerreros hono...— hablo velozmente, tartamudeando, le había disparado cruelmente; ¿Cómo podía creer eso?, ¿Cómo podía pensar que realmente él buscaría a otro hombre? ¡Se lo había dicho una vez, solo estaba él!, no era algo de atreverse o no, era que había caído irremediablemente por él.

—Ahórrate ese cuento, si tienes honor o no, eso es algo que te debería importar a ti, no a mí. —tomo un mechón de su cabello. —Tú te encargas de llevar el antifaz de chico triste y malvado, víctima y verdugo, todo al mismo maldito tiempo. —rozo los labios en su mejilla. —Es suficiente, me aburre. —dio un paso lejos de él.

—Pero te pongo duro. —fingió no estar dolido, apretando su muñeca para que no avanzara.

—Cualquiera estaría duro por ti. —hablo serio. — ¿Por qué no lo experimentas con ese idiota? Pareces tan dispuesto, que el hombre con quien sea, es lo de menos. Monta una orgía, si te atreves, y no te preocupes, nadie más va a descubrir tus caretas en un acoston, la persona que eres estará segura, al menos eso te puedo garantizar.

Ichiji abrió los ojos —sumamente ofendido—, se volteó con coraje, dándole la espalda y mirando el panorama.

—Vaya. —se rió falsamente, sin humor ni gracia, solo amargura. —Podría tirarme a media ciudad, y tú estarías indiferente. Ese mesero, por cierto, es tan ridículo que es penoso. "Soy tan torpe, señor Charlotte" — imito su tono, sin diversión. —Yo soy uno de tus socios, en un contrato diferente, adelante, ve, está dispuesto para ti, incluso el tipo de Galley-La lo noto. Pero sé que tampoco lo harás, solo para demostrarme que eres mejor que yo. —apretó los labios. —Detrás del edificio elitista estaba el lado oscuro de la moneda, vagabundos, pandilleros y gente zigzagueando hacia sus rumbos, se preguntó cómo es que sobrevivían al invierno, pero levanto los ojos y prefiere dejarlos en ese sitio que era lejano, y en donde estaban todas las luces de los rascacielos tintineando en la oscuridad, porque eran hermosas, y porque artificiales trataban de ocupar el brillo que le pertenecía solo a las estrellas. —Es mejor que regreses con ellos, yo estaré con ustedes en unos minutos. —trago saliva, algo le carcomía el pecho. —No voy a rogarte otra vez, eres un completo idiota cuando te lo propones.

Katakuri arrugo el ceño, pero cuando avanzo, sus piernas lo hicieron ir hacia donde no debía.

Fue el turno del pelirrojo de tensarse cuando lo sintió rodearlo y poner la boca en su nuca, despejando su cabello, asimismo la dolorosa erección rozándole el muslo, le cubrió los ojos. No había congruencia con sus acciones y sus palabras —para consternación de Katakuri—, miro sus propias manos quitarle a Ichiji la camisa, pegarlo al cristal haciendo que sus pezones erectos se restregaran.

Su silfo oscuro tenía la piel erizada, él nunca tocaba la luz y Katakuri lo prefería así, lo empujo contra el material frió, todavía más, más...un poco más, todo lo imposible que era.

—No voy a debatírtelo. Pero hacer esto no termina bien para nosotros, solo que esta vez no puedo dejarte. — su voz transmitía que para él ponerle las manos encima estaba significando una pelea interna. —Te deje hacerme una felación, disfrute la vista...tus labios, en ese instante te debiste de dar cuenta, estoy perdido. Te evite esa vez. —hizo alusión a ese vergonzoso día en que no paso nada. —Dos, no puedo. Hoy, no quiero. Y no deseo ser capaz de entender la razón.

—Es porque estas torcido igual que tu padre. Tienes muchas historias y sé que no soy parte de ellas, Lucci dijo que él era alguien a quien se deseó parecer. —escuchar el nombre del inglés hizo que apretara los dientes. —Y si un hombre como él desea eso, no espero lo mejor. —su voz cargaba esquirlas de hielo, filosas y punzantes, una vena en el cuello de Katakuri sobresalió, Ichij sabía que estaba presionado un nervio. —Eres el mismo veneno que Kaido y estoy seguro de que lo sabes.

Su rostro se endureció todavía más. Todo el mundo conocía a Kaido mejor que él, —Rob Lucci, charlando con su esposo, de su vida, de su padre. —de él lo único que tuvo fue nada, presión y quejas, una voz horrible gritándole en el oído que si quería ganarse algo, tenía que trabajar por eso, él no le iba a dar nada. A los quince o dieciséis había escupido hasta el más pequeño ápice que clamaba por su aceptación, siendo ese joven de enorme tamaño y descomunal fuerza que había molido a golpes a todo aquel que se atrevía a enfrentarlo, pero siguiera el camino que siguiera, sus enseñanzas ya estaban inyectadas en su cerebro.

—Eres más interesante de lo que pensé. —una diminuta risa, seguida de un forcejeo, Katakuri le tomo las muñecas y se las apretó en la espalda. —Yo, con un padre indolente diciendo si a todo, pero cobrandolo... Y tú, con tu padre indiferente, por lo menos contigo, ese hombre. —hizo una pausa. —Lucci, tiene agradables recuerdos.

— ¿¡Crees que me conoces solamente porque te retorciste y gemiste sobre mis sabanas?!—fue duro e hiriente. —Ichiji, la gente no se conoce solo por acostarse.

Ichiji inspiro profundamente, el hombre se presionó todo lo que podía, sus pezones estaban duros y ceñidos en la fría estructura, dolían, los dos gruñeron.

—Púdrete. ¿De acuerdo?

—Eso es lo que estoy haciendo cariño, me pudro, y tú te pudres conmigo. —hablo sobre su cuello.

— ¿Justicia poética?

—No, es solo nuestra necedad, y eso es peor que una supuesta justicia poética; eres tú, que sabes vas a tenerme si sigues así. —apretó los dientes. —No eres inocente.

Ichiji giro el cuello y le miró fijamente, en su garganta habían espinas de todas las flores que había arrancado. —No, no lo soy, nunca lo fui.

No es tu culpa. — pensó.

— ¿Tu padre era un monstruo, Katakuri? Y tu madre, Linlin, ella es horrible también.

—Deja de hablar de ellos, son solo idiotas. —tomo una bocanada de aire. —Solo quiero hundirme en ti.

Vio a Katakuri, a pesar de todo no se veía agónico, sino cínico y fuerte, daba miedo, y sus ojos de bestia herida solo lo hacían querer enredar sus brazos en sus hombros para abrazarlo, decirle que estaba para él.

Se vieron directamente, y acercaron sus labios chocándolos con fuerza, sus corazones hacían un intenso boom, moviéndose en diástole y sístole. — ¿Qué te frena? —gimió.

—Las consecuencias.

— ¿Cuáles son?

—Odiarte...— Quererte. —...Más, cuando prefiero no sentir nada por ti.

La sangre de Katakuri vibro por sus venas; podía apreciar los contornos de la imagen de su esposo en el espejo, ellos ocultos bajo el cuarto sin iluminación, su respiración aguda era un ramalazo de deseo, que se intensifico cuando tomo su cintura y deslizo cómplice sus pantalones, le quito la ropa interior.

Inspiro en él, bajando sobre el hueso de su cuello hasta la columna vertebral y el trasero. Ichiji abrió los ojos cuando sintió su aliento en sus nalgas, cuando inhalo entre ellas, o el momento en que acaricio sus muslos.

—Abre las piernas Ichiji, para mí. —pidió con la voz ronca.

—Esto no es necesario, te quiero ya.

Es necesario —él dijo, besando la curva de su cintura, y colocando sus gruesas manos entre las blancas posaderas, las separo en un arco revelador y total. Y noto que Ichiji tenía la respiración más agitada y las orejas rojas como el día en que habían tenido sexo por primera vez. Recorrió su marcada columna vertebral y enterró en dedo el medio de su espalda, marco y succiono la sensible carne interna de sus muslos, y lo escucho gemir desastrosamente. —Estoy hambriento. —De ti. Él le abrió, y le miro diminuto, tan vacío que lamió de su elixir, reclamando y exigiendo ir más allá.

Ichiji se mastico el labio, incapaz de creer que él estaba dentro después de casi un mes, y no con sus dedos o su hombría, sino con su lengua, extendiendo su aro, haciéndolo respingar el trasero y medio sollozar; el miembro viscoso, largo y caliente se paseó dentro de él haciendo engreídos redondeles, piadosas y sugestivas lamidas, después hambrientas y salvajes, lo hizo susurrar y moverse a su contraste; presiono su lengua lentamente en las paredes de carne, la palma en su espalda bajo hasta su redondo glúteo el cual exprimió y palmeo muy duro haciéndolo chocar el pubis en el cristal, solo para volver a ahuecarse debajo de la nalga.

 ¡Hugh! — un tierno grito y una convulsión, quiso desaparecer por la vergüenza y el nerviosismo que implico su risa bastarda, lo lamió paulatinamente, Ichiji se cubrió la boca, porque era la primera vez que le hacía eso, en que le saboreaba así.

Enterró las uñas en sus puños, una bocanada de aire se congelo en sus pulmones cuando lo sintió erguirse de nuevo, posicionarse detrás suyo y hacerlo sentir toda la estatura que le llevaba, y todo lo que lo aventajaba en cuanto a masa, ahueco la nariz en su cuello, una mano estaba en su estómago y la otra en su puntiagudo pezón, respirar se volvió la tarea más difícil, teniendo su mortal peso encima del suyo.

—No voy a parar.

—Nunca te pedí que lo hicieras. —resolló, él ingreso sus largos dedos en la cavidad húmeda y blanda, lo bombeo dentro y fuera, hundiendo sus nudillos y flexionándolos dentro, Ichiji agonizaba, le castañeaban los dientes, él presionaba con su naturalidad tosca, y uno a uno, movía los dedos dentro, hasta que salió y lo deja palpitar. —Pero no te contengas.

Ichiji pego las mejillas en el espejo, quejándose del frió que lo erizaba, su piel mojada se deslizaba en la lisa plataforma y el vapor de su aliento creaba círculos húmedos en el cristal, levanto las caderas.

—Voy a lastimarte.

—Lo sé. — inhalo y un pequeño ovalo de hielo se creó.

— ¿No te importa? — Había cierto grado de reclamo en su voz, cepillaba su falo en medio de su raja, arriba y abajo de la extensión, asegurándose de aplastar un palpitante punto.

—No, porque en el proceso, mmm. —se mordió los labios y ronroneo. —Sé que también te lastimas tú, y eso es suficiente.

El amor y sus contradictorias formas se sostenía de pilares entre los que estaba el odio. Y todo era inexplicable, Katakuri al verlo sentía su engaño, Ichiji al sentirlo, recordaba su rechazo. Los dos luchaban con la humillación que se habían hecho. Para los amantes trágicos no había finales felices.

— ¿Realmente crees que será suficiente? —Katakuri tomo su pene, pegando la punta y presionando un poco, enterró todo su abismal tamaño en una sola puñalada, atravesando hasta llegar a su vejiga, haciéndolo saltar y fundirse más en el hueco y liso material, dilatándolo por completo, empujo con potencia entre las nalgas hasta abarcar tanto como se le permitía del pequeño cuerpo, volviéndolo dolorosamente consiente, Ichiji abrió los ojos con desmesura, tanto que podía ver pequeñas chispas deformándose entre las colinas a través del ventanal. —No se acerca ni un poco a ser suficiente. —suspiro, estaba demasiado apretado, la mínima fricción era algo intenso, deslizo las yemas de los dedos por su pierna izquierda y volteo su cara, sosteniendo una de sus mejillas, le beso con brusquedad y demanda, Ichiji presiono su labio y meneo el trasero hacia atrás para que él pudiera golpearse hasta la base de sus testículos, prologando su letargo.

Katakuri gruño al sentirlo, lo tomo con fuerza del cuello y jadeo. —Sigue haciendo esto Ichiji, y vas a lamentarlo.

— ¿Cómo? —pregunto con la voz quebrada, tenía la boca abierta. —Tómame como los dos lo queremos, sin restringirte, no te pongas ese límite. —sus cejas estaban fruncidas de tal manera que mostraban su desesperación. —Por favor, Katakuri, por favor.

Ichiji sabía que Katakuri podía ser un amante endemoniado y frívolo, pero era apasionado y fogoso, aun así dulce de la manera más tosca que pudiera imaginarse, pero siempre había un límite, el hombre siempre buscaba evitar hacerle daño.

Katakuri cerró los ojos, el olor de su desnudez lo enfebrecía. —Sabes muy bien que a pesar de todo soy incapaz de...—apretó la mandíbula y arrojo una maldición, su esposo flexiono el cuerpo, empujándose hacia atrás y zigzagueándose pese a que él ya estaba adentro, escucho el chapoteo lento y mojado que hacían sus carnes unidas.

Sus labios brillosos susurraron un Por favor silencioso.

Lo hizo, con sus dos manos rodeo su vientre y lo regreso, el sonido producido fue intimidante.

A Ichiji se le corto el aliento.

El vaivén inicio. Él lo inicio y le dio todo.

Los sonidos iban en ebullición, Ichiji se dobló crujiendo los dientes de dolor.

Fuerte, errático, duro y profundo, más adentro, más adentro, húmedo, apretado.

Katakuri lo estampo de espaldas como tantas veces deseo, solo que simplemente, era mejor. Los círculos de vapor se hicieron más grandes, lo podía ver por su reflejo lleno de lágrimas que se habían acumulado en la comisura de sus ojos y resbalaban con abundancia. La oscuridad de las calles atreves del vitral era lo único que podía ver, la piel de su amante llena de gotas brillantes y de colores era mística.

—Podría devorarte. —lo alzo, enterrándose fuerte. — ¿Sabes que me gusta tu olor, verdad? —se estampo duro. —Lo sabes, así como también sé que sabes lo mucho que me gusta sentir tu magnifico trasero revotando de esta manera, escuchar la fricción de nuestras pieles cada que te penetro y me acoplo en lo más profundo de ti. —empujo una y otra vez. —Le volteo el rostro, que se veía inocente y joven, rastrillo los dientes en su mentón. — Una disculpa ma cerise. — lo vapuleo severamente, agarrándolo de la garganta y el estómago. — ¿Qué clase de hombre soy hablándote así? —se relamió los labios, buscando el lóbulo de su oreja para susurrar. —Tal vez debería parar.

— ¡No! —grito mortificado, mientras su próstata era apabullada sin piedad. —No...

—Entonces, señor Charlotte. — Katakuri dijo gutural, Ichiji sollozo y perdió el equilibrio. —Vamos a hacerlo fuerte y duro.

Los dedos del pelirrojo crujieron al retorcerlos en la superficie. Katakuri salió solo para volver a entrar con más vigor, las venas en sus fuertes brazos, su cuello y la uve en su bajo vientre sobresalían, Ichiji se retorcía, se movían todo el tiempo, frenéticos. Katakuri llegaba hasta sus entrañas, y gruñía cada que lo sentía cerrar sus paredes, era cera entre sus piernas.

—No puedo, no puedo, no puedo callarme. —se ahogó buscando aferrarse de algo, de cualquier cosa, estaban mimetizados con tanta necesidad que eran un solo ser. —Tan dentro, estas tan dentro. —rasguño el cristal. — ¡Dios! ¡Katakuri!

—Di mi nombre—.Lo necesito, Ichiji lo grito y él mordió su hombro posesivamente. —Dilo, dilo—oprimió su cadera, parecía ser más delgado y menudo de lo que realmente era, daba la sensación de que sus costillas se fracturaban con la sola presión de sus dedos, él era ciego y quería agotarlo de su sexo, rendirlo y tragárselo. Se vengaba de él. — ¡Dilo! —el sudor caía por su frente, dio un embiste con poderío brutal y el ojiazul se desmorono.

Lo atrapo fuertemente. —Me preguntaste si te había imaginado con ese hombre. —se rió roncamente. — ¿Y qué hay de ti?, ¿puedes imaginar a alguien más en ti ahora mismo? —un beso húmedo se depositó en su hombro.

No... ¡No!— Ichiji se quebró, el cabello se le pegaba a la cara, movió la cabeza en negación, decía la verdad, gimoteo con dolor, su esposo lo levanto unos centímetros para dejarlo caer y hacerlo recibir su hinchado miembro. —¡A nadie! 

Era el sexo con el que todos soñaban, pero que su santurronería hipócrita no los dejaba admitir, un sexo ávido y frenético que dejaba fuera de sí, rogar no una era una humillación, dar era necesario, y saciar, una obligación.

Ichiji acepto su venganza, con el corazón —y piernas— abiertos hasta lo imposible, cada que decía su nombre Katakuri sentía una bala enterrándose en su cráneo y vértigo todas las veces en que su miembro chocaba con su tope. Ichiji tomaba de él, lo succionaba como un vampiro y apretaba desaforadamente, contrayendo sus músculos internos cada que estaba por salir, sus pieles ardían como si se calcinaran al rojo vivo y sus terminaciones nerviosas parecían estar a pulgadas de estallar.

Sus embestidas sonaban en la habitación. —camufladas con esa vieja canción que se cantaba con más emoción como si el artista supiera lo que ellos hacían, los ruidos y el tráfico—, eran violentos bofetones, arremetidas que sonaban mortales y gritos destruidos, Katakuri suspiraba en su cuello, sabía que de tenerlo en otra posición estaría abrazando su espalda y rasguñándola, moviendo las palmas por sus oscilantes músculos o enredando sus largas piernas en sus caderas.

Ichiji resbalo sin la fuerza suficiente para seguir de pie, con la frente pegada al cristal y boca abajo, siendo aventado hacia adelante, las rodillas y manos estaban en el suelo, a merced de sus vigorosas arremetidas, Katakuri miro sus nalgas, rojas de chocarse con él, recibirlo, las agitaba y las bamboleaba, la cabellera sangrienta se movía de lado a lado dejando su estela en el aire.

Ichiji se hacía pequeño, apretaba su cuerpo y mordía su muñeca, pero aun así, al borde del desmayo pedía y cimbraba por más.

Miro afuera; —su cara y sus gestos sumergidos en ese estado de simplemente no estar, ser todo y a la vez nada, para ambos el placer de cada penetración era insoportable—, esa ciudad estaba gritándole a todos en los rostros que su vida importaba una mierda, —eran vomito cósmico en el que cada individuo representaba un pedazo de ensalada—, cerro su interior y también lo abrió, ordeñando el pene que lo ultrajaba, entre el inmenso dolor y la incontenible lujuria, sonrió crispando las cejas y golpeo los antebrazos en el muro, —el eco de sus gemidos era capaz de estremecer a Katakuri, desdé ah...pequeños¡aaahh! alargados y sin aliento. —,todas esas luces se movían deprisa y esa gente vivía, eran caballos de ajedrez y manchas sin forma en sus ojos; más lejos de esas colinas, cruzando un laberinto de calles, tomando el tranvía o escogiendo la carretera, estaba ese hombre torturado en su pasado, una mujer blasfemando contra su vientre muerto, Sanji que solía alzar las manos durante sus fiestas de colores y humo, sonreír lleno de grietas y perderse en habitaciones sudándole a extraños, dos hombres maduros venidos de un pequeño y aburrido pueblo llevando una eternidad juntos sin ser suficiente, estaba ese pobre idiota griego mirando a su prometido y pensando en como sus problemas serían más simples si solo lo amara, no lo ama, ni lo va a amar, es un impostor llenando un papel que no es suyo y a quien a la larga va a odiar, el tipo de Baroque Works fumando un puro, Bellamy besando en la frente a una madre que día con día se veía más vieja, la mujer obesa que tragaba de su pastel y lamia sus dedos gordos de salchicha.

Mordió sus labios, los reventó.

Katakuri lo embestía, lo tocaba, empujaba raudamente y el sonido de su unión era sórdido y tenebroso, ese era su sexo, oscuro y desesperado, eso eran ellos.

—Oh Dios Mío—gimió etéreamente, el cristal creaba crujidos rastrillados todas las veces en que se topaba con el, y las manos firmes y duras de su esposo nunca se iban de encima. Lo odiaba, por rechazarlo, lo quería por despertarlo, lo aborrecía por hacerlo un demente y lo necesitaba porque le había enseñado la felicidad y la pertenencia. — ¡Katakuri...!

Sintió que sería partido en dos partes, él ingresaba tanto que sus testículos lo palmeaban cruelmente, y su falo, parecía querer abrirle la piel. Se movió rápido, pero después desesperadamente lento, haciendo que milímetro a milímetro, su sexo se atiborrase de él y su tamaño, golpeo hacia arriba, y sus jugos resonaron profundos, salió hasta que la cabeza del miembro resbalo con la hendidura y después entro al punto que solo el glande estaba fuera, entonces, solo cuando lo tenía acostumbrado a la sucesión de un ritmo falsamente calmoso, es que regresaba con embates erráticos, muy profundos y muy duros que lo dejaban al borde de la inconsciencia.

Sentía como si estuviera asfixiándose dentro del agua, o como si las manos de Katakuri estuvieran presionándole la tráquea al punto del estrangulamiento y solo antes de dejarlo sin aire, soltara.

A Ichiji se le atoraron las palabras en la boca, fue como si una sucesión de electrochoques estuvieran en cada una de sus células en el instante en que Katakuri tembló y se hincho todavía más dentro de él, la sangre en su pene subiendo era prueba de que iba a correrse, la mandíbula del moreno estaba tensa, y encontró la forma de besarlo sin dejar de embestirlo. Ichiji grito en sus labios cuando llego, nunca dejo de convulsionarse, arqueo el trasero cual felino, eran pequeños alfileres punzando en sus uñas y su cuero cabelludo, y cuando una ola de orgasmo terminaba, venia otro, y otro, y otro lo devastaba más que el anterior.

Los dos respiraban fuertemente, Katakuri todavía lo tenía por las caderas en esa posición. —a lo cortesana francesa, destazado, expuesto. —, el marfil de la luna alumbraba sus diminutos hoyuelos.

El corpulento moreno se dobló, poniendo la cabeza en su espalda, su esposo se desplomo completamente, le embistió tres veces más, y su semen broto dentro, caliente y abundante, haciéndolos suspirar al mismo tiempo.

Ichiji cerró los ojos y las últimas lágrimas cayeron.

Ninguno de movió, Charlotte seguía encima suyo, con su pecho en su espalda, sus palmas a un costado de las suyas, su verga hundida, y su respiración en su piel desnuda.

Hasta que sintió que fue suficiente, salir del pelirrojo fue un castigo, no sabían cuánto tiempo paso después, pero Ichiji estaba medio sentado otra vez con la frente en el vidrio, y la pañoleta que le había dado para limpiarse arrugada y tirada hasta el rincón, donde estaba el piano, seguía sin colocarse la ropa, hacia movimientos involuntarios de tiritar, sus rodillas estaban rojas —y no podía creer la rapidez con la que los moretones se estaban formando — cada parte de piel que veía había sido marcada por él. Sus manos gruesas parecían haberse tatuado con fierro ardiente en sus caderas, o sus mordidas que estaban en su pecho y su cuello.

Parecía no mirar nada en específico.

Katakuri termino de cerrar su camisa, camino hasta estar a su costado.

Todo ese tiempo juntos y lentamente su vida se desmoronaba en sus narices.

Ese era el momento vulnerable que venía después de la intimidad, Katakuri le dejo ser, no era tan cruel como para irrumpir, veintisiete años de su vida fueron trastocados.

De un momento a otro la lluvia helada caía a cantaros sobre las calles.

Sus respiraciones seguían frenéticas.

Y la claustrofóbica ciudad olía a bosque —sus raíces—, a pesar de todos sus tiburones de metal y cuatro llantas que siempre la asustaban con comérsela.

Maldita ciudad muerta y sus zombis, repleta de jóvenes chauvinistas creyendo que el mundo era suyo, crujió los dientes, miro de reojo a Ichiji. Si él fuera diferente, ¿le gustaría menos?, apretó los puños, estaba irremediable y absolutamente, jodido.

Ichiji tenía la boca abierta, dejando fuertes exhalaciones mientras su palma sudorosa se deslizaba en el vidrio y su vientre trataba de soportar el escozor; parecía aceptar que había perdido completamente, inhalaba y exhalaba, una y otra vez, era un niño estúpido que no sabía que ninguno había ganado esta vez, volteo a verlo, limpiándose los lagrimales.

La irracionalidad hizo mella en Katakuri —de nuevo, siempre—, sus enormes pisadas irrumpieron en el silencio, lo alzo de un solo brazo y después lo sostuvo de la cintura, Ichiji se agito y lo miro sorprendido, lo último que espero fue el beso que subsano el improperio que formulo.

Lo beso en esa habitación fría y sombría.

Katakuri paso la nariz por toda la extensión de su cuello, lo inhalo, y descanso la cara sobre su pecho, a la altura de la areola hinchada.

— ¿Acaso, no fue suficiente? Voy a creer, que de verdad quieres matarme. —Ichiji trago saliva, arrellanándose en él, tratando de ser malicioso y sarcástico, pero el timbre de su voz era exhausto y quedo, cada musculo existente le dolía, era como sus huesos hubiesen sido vapuleados sin piedad, y estuvieran tratando de volver a acomodarse, pero la satisfacción que se destilaba de sus poros, era innegable.

Katakuri cerró los ojos, la tensión de cuerpo era palpable, soltó solo una exhalación. —Cállate.

Ichiji bufo, respirando frenéticamente, su caja torácica subía y bajaba, enredo los brazos en los hombros de Katakuri y puso el mentón sobre su melena granate.

Lucifer un día fue hermoso.

Ichiji enterró la cabeza en su cuello, sacudiéndose por sus sutiles caricias, temblando cuando su esposo volvió a crecer. —No puedo más, no ahora. —movió las pestañas en su piel, busco su cercanía. —Eso fue devastador, yo...No puedo aguantarte otra vez ahora...

—Sera rápido, estarás bien. — su voz se suavizó. —Lo prometo. —, erecto otra vez, subió sus caderas y entro poco a poco, anclándose a profundidad, Ichiji enredo los talones en su torso y suspiro el momento, lo hizo pausado, lento, el menor resolló y sofoco susurros bajos y sedosos; jadeos, embestidas hechas con parsimonia, cuidado, uñas cortas enterrándose en su espalda, algunos empujes, espasmos en sus músculos, abrazo, silencio, fricción, cosquillas, piel, luces oscuras, sudor, rojo en azul, azul en rojo, clímax.

Final.

Habían nacido en el tiempo más peligroso para ser buenos.

En el más horrible para estar enamorados.

En un mundo déspota en el que no había tiempo para nada más que para ser insensibles.

—Voy a llevarte a casa. — Katakuri se separó, dejándolo en el suelo, le acerco su ropa y lo escucho ponérsela, cerrar los botones y ordenar su pelo.

—No has terminado con ellos.

—Me dan lo mismo.

—Esta reunión era para eso. Querías hacer un acuerdo-

—Dije que me da lo mismo.

—Katakuri...

—A veces se pierde o se gana. — Al decir eso, años atrás, Kaido seguramente le habría arrojado un libro en la cara, casi le pareció cómico, Linlin arrugaría su grasienta boca, y su voz nasal chillaría. —En este ámbito todos estamos acostumbrados a las altas y las bajas. He sido irresponsable con...esto, tendrán que entenderlo. Ellos no importan.

Esta vez fue el turno del músico de cantar a Johnny Cash; imitando el desgarre y la tortura del artista original.

Katakuri odio la voz de ese imitador barato.

Y lo odio, lo odio, pero él no se callaba.

—Ichiji. —miro un ojo azul fijamente, se mantuvo serio, allá abajo un borracho había empezado a pelearse con otro, los apostadores cobraban sus cuentas, el botones sacaba a un inmigrante a patadas, un perro roñoso se acomodaba detrás de un basurero a agonizar, y ese tipo de los dientes de oro y las perlas de colores era un proxeneta. Viva la belleza de nuestra nación, respiro lentamente — ¿Qué eres?

El hombre cantaba y cantaba, pero su voz daba la impresión de ser una carcajada.

— ¿A qué te refieres?

—Nada.

Al salir, lo último que esperaban era que Paulie y Lucci continuaran sentados en su espera después de su colosal desaire, de las personas que habían estado en otras mesas al mismo tiempo que ellos, ya no quedaba nadie, habían nuevas caras.

El mesero de ojos verdes evito mirarlos, había un buen fajo de billetes en su bolsillo que seguro, Paulie o Lucci le habían dado para ser cómplice y no buscarlos, limpiaba con enojo y decepción una mesa.

—No deberías morder así tus labios— Lucci dijo con tono elegante y frió, mirándolo apoyándose del brazo del titánico hombre cual pequeño gato adormilado. Paulie ya no tenía la corbata y una botella de vino blanco estaba a la mitad e incluso estaba bebiendo directo del pico, encorvado y desprolijo, Lucci se veía fastidiado, y pese a eso, siguió hablando: —Podrías hacer que un hombre pierda su cabalidad, como tu esposo.

—Amigo mío —el rubio susurro por lo bajo pinchando un bocadillo. —Siempre mantienes la boca cerrada como un muerto, y eres tan soporífero que incitas al suicidio por aburrimiento. —alzo un dedo, masticando. —Llevan una eternidad en quién sabe dónde. —y era cierto. —Pero aun así le insistí a Lucci no irnos, ustedes tampoco podrían haberlo hecho, a menos que se hubieran tirado de alguna ventana. —señalo la entrada principal, obviando su punto de que tendrían que haberlos visto salir. —Los matrimonios jóvenes no son fáciles. Perdonen si creamos un malentendido o fuimos la causa de una discusión, lo menos que queríamos era eso.

— ¿Discusión? —Lucci repitió, irónico, oliendo el aire como un felino, sus aceites en sincronía, cada fracción de detalle, miro al pelirrojo —un amante totalmente saciado— y cuando alzo la vista, fue el moreno quien le regresa la mirada. —Yo lo llamaría guerra.

Katakuri pago todo, ni siquiera volvieron a sentarse cuando el mesero recibió el dinero, y la propina con más ceros que había visto en su vida, su corazón se había roto en una noche, pero al menos podría comprar un nuevo y mucho más caro celular, junto a dos pares de tenis.

Gracias, señor Charlotte...

Ichiji rodó los ojos.

Paulie se había adelantado con Ichiji, el hombre rubio era como un joven padre, emocionado, cálido y torpe, —se preguntó por un momento como hubiera sido la vida del chico a lado de un ejemplo así. — el empresario en Paulie se veía decepcionado por no saber en qué había quedado su negociación, o por haber dado más de sí mismo, pero el joven ex jugador que todavía vivía en él aceptaba la perdida.

Lo escucho preguntarle por la universidad, Mi sobrino no sabe si aplicara para Enies o Arabasta, y no sentirse avergonzado por la indiferencia con la que Ichiji le respondía.

—El trato, si ustedes quieren, todavía sigue en pie. —dijo mirando el frente cuando solo quedaron Lucci y él. —Si están de acuerdo con ser parte de Whole Cake y perder su nombre, vamos a aceptarlos, y tendrán todo el apoyo y los beneficios que tienen los nuestros.

—La respuesta, a pesar de que sea decepcionante estar orillándonos a tales alternativas, es sí.

—De acuerdo.

—De acuerdo.

Lucci hizo un sonido con su garganta, y pese a que Katakuri lo miro despectivamente, alzo una ceja e hizo una mueca, sus ojos oscuros brillaban en la luz del candil.

—Él parece un chico increíble, Charlotte, un sibarita, eso seguro, pero para haber sido criado entre libertinos y ricos vulgares, no es uno más del resto, por fortuna. —se balanceo con las manos en sus bolsillos, tranquilo, osado.

— ¿No es acaso lo más fascinante entre toda esta mierda? —asevero duramente, con una mirada filosa y mortífera, y unas palabras que el otro seguro no había imaginado que diría. Lucci se quedó sin habla por medio segundo, pero sonrío en una mueca, dándole la razón.

—Exactamente como un trofeo. —Respondió con doble intención y sin pena. —Y es poco convencional. —No representaba un bronceado de zanahoria, bronceado americano, ni era una modelo voluptuosa, era solo natural, taciturno y raro. —A veces el oro está en donde uno no lo busca. —trono los labios. —Deberías esconderlo de los avariciosos... —"bromeo", una línea burlona se perfilaba en su boca quieta, sin embargo, había tensión en sus manos cuando de forma meticulosa se colocó el sombrero.

El hombre con el corazón de pedernal lo analizo, y por primera vez le dio a Lucci lo que buscaba, le enseño de quien era hijo y la estirpe de la que descendía, le dio un golpe con la uña al ala del sombrero, sacudiéndolo.

—No le des muchas vueltas a tus pensamientos Rob Lucci. —se plantó frente a él, predador, inclinando un poco la cabeza. —Y es mejor que seas tú quien corte esas garras a que lo haga yo.

—Soy un hombre que respeta lo ajeno, hasta que esto, no quiere ser respetado. —bufo, sugerente. —Pero Charlotte, solo he encontrado a tu esposo como una buena compañía de conversación, no suelo ser cercano a mucha gente, me gusta la tranquilidad y el silencio, y él es su personificación viviente.

Pobre.Idiota.Ingles.Con.Horrible.Barba.

—Es porque no conoces su verdadera naturaleza. —dijo orgulloso, y con misterio hablo: —De todos modos...—piso fuerte, enderezándose. —Dudo que tú fueses capaz de aguantarlo. —miro de reojo a Paulie hablando con Ichiji, el rubio había colocado una mano en su hombro y se quejaba del que las faldas de las meseras fueran tan cortas, el pelirrojo resoplaba. — ¿tranquilidad? —se encontró con una risa seca y viril. —Nada de eso, es insufrible. —susurro más que nada para sí mismo, pero el otro hombre alcanzo a escucharlo.

— ¿Sexo conciliador? —el caballero pregunto sin tapujos, enarcando una ceja.

—No. —Negó con la cabeza. —Todo menos eso.

 ....;....

Mientras esperaban el auto Katakuri lo miro de reojo abrazarse los brazos, se dio cuenta de que no llevaba su abrigo y solo ese fino chaleco lo cubría, sus mejillas estaban rojas, desde que habían terminado no habían perdido ese color de tierno durazno, también se veía absolutamente cansado, recargándose mucho en la pared para tener descanso.

Gruñendo es que se quitó la chaqueta de cuero y se la extendió, y no solo eso, le entrego el paraguas que había conseguido para él.

—Toma, cúbrete o enfermaras.

—No, no tengo frió. —y hubiera sido creíble si no estuviera temblando ridículamente, siseo, la prenda cayo en sus hombros muy pesada pero caliente, además acepto la sombrilla. Sentía que los parpados se le cerrarían en cualquier momento. —Esto no cambia el hecho de que seas un patán y un desalmado.

—Ni me interesa cambiarlo. Lo único que quiero es que no acabes con un resfriado. —Katakuri subió las mangas de su camisa, avanzo entre la lluvia, valiéndole. Lucia molesto, y mostraba al humano que Ichiji pocas veces había visto. —No voy a arriesgarme a que seas diez veces peor si enfermas.

Un humano con la oscuridad de un monstruo.

Pero que algunas veces, también se desmoronaba.

Se paró mirándolo, el gigante estaba totalmente empapado.

— ¿Vas a quedarte toda la noche parado en ese sitio o caminaras?

Se miraron fijamente, los dos con el ceño fruncido.

Ichiji puso los ojos en blanco, rezongando. —e hizo lo que harían Niji o Sanji—, meter descaradamente un dedo a su boca, profundo, y sacarlo para mostrarle una seña obscena.

Bajo el primer peldaño, pero por fin sintió sus músculos traicionarlo, no quería refrenarse, sin embargo las piernas se le doblaron y no resbalo, Katakuri estaba sosteniéndolo y abrazando sus caderas con firmeza.

Levanto la mirada sin poder contener su curiosidad y aunque su toque era fuerte y certero sus ojos eran distantes.

—Eso estuvo cerca. —susurro sin mirarlo, su corto cabello y sus pestañas están repletas de agua. — ¿Cómo te sientes?

—Es incomodo que lo preguntes, si prefieres hacer de cuenta que no paso hazlo, siento lo del acuerdo con Galley-La. —admitió en un suspiro. —Pudieron ser valiosos.

— ¿Estás bien si o no? —él exigió una respuesta, su voz era extremadamente plana y vacía, por más que por dentro ardía.

Ichji lo mira vacilantemente, pero asintió retajándose los labios.

—Sí, solo estoy exhausto y quiero darme un baño, deseo estar limpio.

—Duerme durante el camino, te dejare en tu habitación al estar allá.

Katakuri lo soltó.

Ichiji se tambaleo, —agradeció que él no lo viera—, su boca estaba abierta en una diminuta o.

Después de todo, Katakuri era...si, también un humano.

El camino a casa era tranquilo, el auto se deslizaba limpiamente, pasando rápidamente los núcleos urbanos, abandonando el pelaje que salía de entre los enormes pinos, Katakuri miraba al frente, Ichiji también. En otro lado Zoro enterraba los dedos en los cabellos de Sanji, la ventana abierta lo rociaba con las salpicaduras de la lluvia, pero no se levantó, alzo su cerveza y bebió un trago largo, el olor a cigarro consumido estaba en la habitación.

Los cuatro contemplaban la misma noche, pero le atribuían diferentes significados.  

 

 

Notas finales:

Notas de autor 2:

 

Ichiji: Attends toujours le pire de moi » Siempre espera lo peor de mí.

 

Katakuri :Tu n'as pas besoin de me le rappeler, je sais, ma cerise, je sais » No necesitas recordarme, lo sé, mi cereza, lo sé.

 

Paulie-hot-rubio-Paulie-daddy-delicia-visual-todo-si-a-él "...Paulie era uno de los tres mejores carpinteros de Water 7. Actualmente es el vicepresidente de la Galley-La Company."

 

Kiku; "...Es una representante de la tetería que vive en la región de Kuri en el País de Wano. Posteriormente revela que es una samurái"

 

Tama; También uno de los recientes personajes que nos encontramos en la saga actual, Wano.

 

Koshiro y Kuina; los nombres que Tashigi había pensado para sus hijos, sé que todos recuerdan a Kuina, pero por si no a Koshiro, él era el padre de esta y dueño del dojo donde Zoro entrenaba de niño.

 

Tom; "...era un Gyojin que fue considerado por muchos como el mejor carpintero del mundo" aquí es padre de Franky.

 

Cornish pasty; Un pastel es una pasta horneada muy típico en Inglaterra.

 

Spring break; "Vacaciones de primavera" intensas, muy intensas.

 

Swinging; intercambio de parejas, sexualmente hablando.

 

Voyerismo; es la satisfacción al observar a otras personas desnudas, en ropa interior o realizando actos sexuales.


 


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