Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Sentimientos por contrato por AcidRain9

[Reviews - 188]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Capítulo 30: Oda a la inminente despedida

Era un mundo loco, vivíamos por diversión

Y teníamos la mierda gratis,

Tenia la cara de un ángel,

Pero dentro de mí, mi corazón estaba tan negro

Como una pantalla de cine quebrada.

(Eso fue muy triste)

Pero entonces te vi allí de pie,

Como un millonario,

Dame tu número,

Llámame antes de que me vuelva estúpida.

Lana Del Rey; Because Of You

De una dura manera había terminado aprendiendo que el amor coactaba. Era una malhadada pandemia, no ninguna serendipia. Demandando, quitando y hasta forzando. Jamás dejando nada entero al final. Unos lo conocían, mientras que otros, creían haberlo conocido alguna vez. Por eso a casi tres décadas de vida se preguntaba si en algún momento había presenciado el sentimiento de la manera más noble llevaba a ejecución, y si por asomo, era diferente a ser un reo condenado al paredón. A cárceles de ojos, cárceles de pieles que carecían de color, cárceles de cuerpos y voces de delirio.

Busco un arquetipo que simulara la perfección de la que siempre escuchaba hablar cuando se discutía sobre amor.

El matrimonio Charlotte propugnaba su amor perenne y obsesivo, uno tan fuerte que proclamaban a grito de guerra, cada uno con sus armas y sus escudos, flagelándose para inmediatamente lamerse cada raspón. Katakuri, con su cruel forma para amar a Ichiji, e Ichiji y su inmadura manera de odiar a Katakuri.

Lo que diferenciaba a Zoro y a Sanji de tal dupla, era la experiencia de tener corazones rotos incluso antes de conocerse, ellos no se habían hecho sus heridas; funcionaban con ellas.

Zoro no podía entender cuál era la razón por la que Sanji lo dejaba libre como si esa hubiera sido su intención desde el principio, pero el gusano dentro de su corazón estaba agitado y retorciéndose.

Pensó en sus padres, buscando en ellos los motivos más nobles. Y en ellos encontró un amor demandante de tiempo y validaciones. En Mihawk —duro como un pedernal—, y su adicción al trabajo que en más de una vez amerito confrontaciones durante su niñez, Shanks —halls de menta y miel—, y su fresco carisma que muchas veces trago dolores. Y aun así, ellos se escogerían el uno al otro a cualquier oportunidad. Ciegos a otros, sordos a otros.

Incluso se encontró reflexionando en los Phoenix y su aparente transparencia y sincronía, en la complicidad que siempre los había unido —en el fondo, ellos podrían ser sus favoritos—, en la ablepsia de Hina y el hedonismo de Smoker, o Jyabra y Kalifa con sus inmensas rarezas.

Había muchos pares.

Tal vez Sanji y él eran nones.

Lo irónico era que muchas relaciones se arrastraban en la intensa vorágine y muchas de ellas, a las que menos fe se les tenía, solo se fortalecían de sus penas y sus atrocidades mediante la aceptación y el perdón. Siempre el perdón.

Tal vez en esos momentos, él perdonaba a Tashigi, o tal vez en cambio, la odiaba el doble, porque a final de cuentas, ella había sido la razón de que lo conociera a él.

Y si ella no lo hubiera destrozado, entonces Sanji no estaría mirando por la ventana de su paupérrimo departamento; brillando con sus cabellos nórdicos, resaltando como un soberbio canvas detallado en acuarelas oscuras, aún sin ser esa su intención.

Es solo un diplomado, un programa completo de gastronomía internacional clásica, ni siquiera será tanto tiempo. Es algo pequeño... — Sanji sonrió. Pero me parece sorprendente pensar que yo podría ser capaz de hacerlo. Estuve investigando antes de enviar el papeleo y solicitar la admisión. Hice mi ensayo...No pensaba que sería sometido a consideración, pero paso, y...podría ser de mucha ayuda para mí. —la iridiscencia se proyectó en sus ángulos de elfo, haciéndolo la criatura más acendrada e incomprendida con la que Zoro alguna vez se había topado. —También podría, no lo sé, si es que quiero... —su voz flaqueaba. —Hay una posibilidad de que fraccione mí tiempo e inicie una carrera, es intensivo, solo que serían doce meses más a mi estadía, y entonces, finalizaría aquí con lo restante.

Dos.

Años.

Verlo muchas veces dolía, él proyectaba melancolía y luz. Otras, le parecía ridículo pensar que el sol pudiera ser lo suficientemente estúpido para tratar de atemperar la intensidad de su brillo. Y otras, también, creía que lo resentía.

—Esos entrometidos por fin se han ido. —Sanji lanzó un gruñido, seguía espiando, harto de que algunos faranduleros que los habían seguido tocarán su puerta para pedirle detalles.

Tal vez los Vinsmoke estaban un poco por arriba de los socialites, —habían sido años de riqueza clásica—, ahora su fama solo era la de jóvenes mimados con reputaciones poco esperanzadoras, y su padre, la vieja anécdota de lo que un empresario no debía de hacer, —casarse con una preciosa mariposa extranjera, transformarla a su conveniencia, derrochar sin límites, dedicarse a perder—, pero Whole Cake y los Charlotte, definitivamente si estaban jugando para las ligas mayores y serias. Apuntaban alto, siempre sentados a lo alto.

—Se cómo funciona esto, alguna de las sardinas de la fiesta de Ichiji abrió la boca de más y corrió la voz, y ahora hay medios qué quieren hacerse del chisme local para alimentar los estratos sociales. —jaloneo la persiana. —Es como cuando Amy Winehouse peleo con Blake Fielder y todos perdieron la cabeza. ¿Pero por qué tienen que venir por nosotros?...

— ¿Por qué nunca me dijiste nada?

La pregunta creo un estertor frió recorriendo el esqueleto de Sanji, se quitó la sudadera y la dejo botada en el sofá, haciendo un esfuerzo inhumano por no flaquear aun cuando sentía haber sido golpeado por un tren de carga.

Zoro lo miró intensamente mientras su corazón latía a una milla por segundo. Sanji cerró la ventana y aseguro la palanca gris, dejando afuera la llovizna y el viento helado al que su piel de zombi, estaba acostumbrada.

Finalmente se decidió a hablar con calma y no abrir la boca como un pez de caricatura, comenzó a quitarse las pulseras de sus muñecas, lento, muy lento. —Quería esperar un poco.

— ¿Esperar a qué? —Zoro exigió evidenciando el descontrol de su voz. — ¿A qué yo me abriera a ti y tu lo hicieras solo cuando te convenía?, ¿Intentaste sacarme a flote únicamente para marcharte después de lograrlo?, ¿Cómo un experimento?, Y ahora solo vas a buscar nuevas perspectivas de dirección. Vaya. Muchas malditas gracias por eso, deberíamos darte un Nobel. Reparas para después romper con el peso de tu propia mano. —formó una sonrisa mal articulada. —Tu filosofía es siniestra, Sanji.

¿Qué demonios estaba diciendo? Chistó la lengua y apretó los puños, sus nudillos estaban blancos. Él no era ningún mártir. Estaba excediéndose, pero simplemente no quería perderlo.

—No. —Sanji tragó saliva lanzándole una mirada de remordimiento, se abrazaba el torso y movía el dedo golpeando de lado a lado como un metrónomo, aplastando su cadera para por fin quedarse quieto, Zoro siguió el recorrido y subió los ojos por su tronco y sobre su cuello, miro los huesos suaves y elegantes que escapaban de la blusa suelta. —No es así, no sabía cómo decirlo. Pensaba hablar pronto.

—"Pronto". —espetó sarcástico. — ¿Qué tan pronto? ¿Poniéndome el boleto de avión justo en las narices? —respiró frustradamente tratando de regular el enojo de su voz. —Dame una fecha, ¿Cuánto queda?, ¿Te iras al iniciar el curso en unos meses?...

—No quedan unos mesesEs menos tiempo, tengo que irme antes para asegurar cada pendiente. — su confesión hizo a Zoro abrir los ojos enormemente.

— ¿Por qué ahora?..

—No es para siempre.

— ¿Estás haciéndolo simplemente para demostrarle a tu padre lo equivocado que estuvo contigo?, ¿Tiene que ver con el comportamiento de tu hermano?

—El imbécil de Ichiji no figura en mis decisiones. —respondió molesto. —Suficiente es que Judge este empecinado con que soy yo quien está manipulándolos a todos, así que al diablo —golpeó su palma con el puño.

Empezó a decir disparates, gesticulando y desconcentrándose, Zoro odio eso, dijo su nombre con suficiente severidad para hacerlo detenerse. Mirarlo. Afrontarlo.

Te pregunte en diversas ocasiones que era lo que estaba mal, qué era lo que te hacia actuar tan...diferente. Nunca hablaste.

—No sabía cómo explicarlo.

— ¡Podrías haber empezado siendo sincero!

No pensaba terminar en aquellas circunstancias, siendo quien realizaba la penosa perorata. Pidiendo explicaciones como tantas veces Sanji herido y lastimado se las pidió a él cuando creía que Tash sería la única constante en su vida. Sanji era verdugo y era ángel. Y las cosas por su propio peso caían.

— ¿Recuerdas cuando te hable de Tashigi?, siempre pensé que ella sería la mujer de mi vida. ¿Cómo podría no serlo, si cuando pienso en el estereotipo de felicidad, lo único que veo es a ella? Y entonces, llega Sanji. —lanzó una risa amarga. —Y a la fuerza, me obliga a replantear todo.

Y si un día lo vio ahí, implorando, era hoy él quien le pedía no se fuera. Que se quedara a su lado y se fusionaran de célula a célula.

—No creo en la distancia. —Zoro dijó duramente. Sanji miró la manzana de Adán moverse debajo de la ligera piel de su garganta. Sentía que sus ojos rodaban en sus cuencas.

—Superamos muchas pruebas antes...— la sonrisa de Sanji decayó infinitesimalmente, sus dientes castañeaban. —Esto no tiene que terminarse.

—Juntos, Sanji, las superamos juntos. No es lo mismo si estas a no sé cuántos miles de kilómetros de aquí.

Voy a llamarte, te mandare mails, hablaremos por Skype, ¿Sabes usar Skype?

—Lo ocultaste. ¡Actuaste a mis espaldas! —lo miró enojado.

—No quiero sentirme atormentado por las cosas que no fui capaz de hacer.

—Y yo soy tu impedimento.

—Tú abriste mis ojos. — Intentó poner la mano en su cara pero él se alejó. —Si no fuera por ti, yo jamás habría tomado esa decisión.

—Al menos mi historia sirvió para darte valor. No quieres terminar siendo yo.

—No es así.

—Quiero estar contigo, maldición, más de lo que me gustaría admitirlo.

—Sabes que yo también.

— ¿¡Entonces?!

—Quiero labrar un camino por mi cuenta por primera vez en mi vida. He pasado casi veinte años siendo insuficiente, cumpliendo las expectativas de otro por qué sentía que era incapaz de funcionar por mí. —toco su hombro. —No es la gran cosa, lo sé, no comparado con los logros de otros pero...es mío.

Zoro se volteó dejando salir el aire que sus pulmones retenían. — ¿Cómo va a funcionar esto, Sanji?

— ¿Recuerdas cuando te dije que me preguntaba qué sucedería si me iba?, si por asomo terminarías añorando mi ausencia con la misma devoción con la que extrañaste a Tashigi.

—Se trata de... ¿Probarme?

—No, de hecho ahora se cuan cruel fue decirte eso. Yo no te pediría que fueras al infierno por mí. Si ella lo hizo, yo no.

Zoro bufó.

—Yonji lo sabe. Él ira conmigo. —Sanji susurró en voz baja. —Él no quiere pasar toda su vida en el Baratie, en cambio yo deseo hacer de el algo...grande. Como mi abuelo quería de su restaurante.

Tuvo que detenerse un momento, Zoro estaba asimilándolo.

—...Sabes que mi hermano siempre destaco durante el instituto como atleta, así que ahora que es libre, ha habido gente interesada en él, es sobre el programa deportivo...Y bueno, básicamente le ha servido para conseguir una beca parcial con suma facilidad. Y no solo eso, su rendimiento influirá en si la aumentan o no. Han sido realmente flexibles con él y lo dejarán integrarse a college cuando se reanuden clases. Nadie más lo sabe... ¿Puedes creerlo? Los dos estaremos en París, en distintas instituciones, pero, juntos, tengo mis ahorros. No podemos permitirnos departamentos individuales, o los escolares, así que nos ayudaremos con uno de bajo presupuesto, lo importante es la ubicación, será más fácil así. —hablo cuidadosamente. —Sabes que mi madre es...era, francesa. Ella y mi abuelo tenían una pequeña y simple casa en Roussillon antes de que vinieran a probar suerte aquí, aunque es vieja y está deteriorada podríamos tratar de rescatarla, contactar a un agente inmobiliario y rentarla, queda muy lejos del corazón parisino para sernos de utilidad de todos modos.

—Es una locura, ¿Cuánto fue la última vez que estuviste allá? —apretó los dientes atragantándose, su garganta estaba cruda y ácida. — ¿Cómo lo han conseguido? No hay nada que garantice que ustedes tengan la economía suficiente para poder residir.  Ninguna universidad los aceptaría si...—su tono fue bajando gradualmente. —...Tu padre es Vinsmoke Judge, y como si fuera poco, están relacionados con los Charlotte. Perfecta coartada.

—Nunca pise su casa. —Sanji meneó la cabeza, interrumpiéndolo. —Pero Zeff decía que estaba llena de manzanas y que su pueblo era como una burbuja medieval, que mi madre lo amaba. Hicimos algunos viajes de niños, pero jamás nos acercamos ni por asomo a su antiguo hogar. Judge no quería que ella se relacionara con lo que él catalogaba como una parte vergonzosa de su pasado.

—Un indigente pudo haber tomado posesión de ese sitio, ¿Acaso no te das cuenta que...

—No lo sé, las posibilidades son ilimitadas e inciertas. Pero por fin estaremos haciendo lo que queremos, llevare mi vida en la dirección que siempre desee y nunca me atreví...Por mi cuenta, sin depender de nadie.

— ¿Por qué no aquí? — Zoro sintió su garganta rastrillada. Metió las menos en sus vaqueros para refrenar el impulso de hacer para atrás su corto cabello.

—No hay nada aquí para mí, no ahora.

Zoro sintió que le había pateado el estómago. —Tengo mis brazos abiertos para ti, Sanji.

—Perdóname.

Se quedó callado.

—Busque subvenciones y becas a las que fuera apto...Estoy asegurándome de que la matricula sea costeable. Sabes que en este lugar claustrofóbico todo se concentra en Arabasta o en Enies, no es tan fácil. No lo es.

—Sanji, no puedo viajar al otro lado del globo terráqueo por ti. Lo sabes. No tengo las posibilidades aunque quisiera. Y tú tampoco las tienes. ¿Qué harás si las cosas no salen como las tienes planeadas?

Hizo una negación para después dar un paso al frente, y como el ser de resiliencia que por naturaleza era, respondió: —Tal vez no tengo ni estrategias ni planes, pero se sobrevivir.

— ¡No se trata de sobrevivir maldita sea! —Zoro le gritó fuertemente haciéndolo retroceder.

—No estoy probando que es lo que serías capaz de hacer por mí. No pido que dejes tu vida y me sigas, pido que...

— ¿Qué espere por ti?

—No. —refutó con tristeza, con un inusual y estrangulado tono. —Solo que no me odies.

—Eres la última persona a la que podría odiar. De alguna forma me salvaste cuando creía que ya no tenía salvación. —eludió sus ojos. —Pero Sanji, esto es... ¿Por qué?...

—Tu te salvaste Zoro, lo hiciste tú.—sus ojos brillaron. —No me des ese crédito.  

La mente de Zoro pasó por escenarios distintos. Podía pedirle que se quedara, podía pedirle que desistiera. Sabía que...Sanji al final lo haría si él se lo pedía. Solo tenía que abrir la boca para que él abandonara sus sueños. Bastarían unas palabras para que los dejara llenarse de polvo, escondidos en el ropero. Caducándose. 

Quédate— la voz en su cabeza imploro, pero sus labios continuaban sellados, inflexibles a no hacer ningún ruido. —Vamos, quédate, en mi casa, a mi lado, en mi vida. Quédate. Por favor, se mio, hazme parte de ti, no te vayas.  

Sanji solía ser conmiserar y entregado. Y Zoro lo quería lo suficiente para no pedirle eso jamás.

—Te amo. —el rubio miro el suelo después de hablar.

Zoro sintió que le había disparado.

—Suerte, sushi. —sonrió torcidamente agarrando la chamarra de cuero que estaba colgada en el perchero, se la puso lentamente, sus dedos temblaban mientras subía el cierre.

Sanji seguía quieto. — ¿Estas terminándome? —preguntó mirando su espalda, su voz estaba quebrada. —Si lo haces, no estaré juzgándote. Pero eso no quita que no cambiare mis sentimientos, ¿Me estás escuchando? Me da lo mismo si crees que soy un chico indeciso, se lo que quiero, se lo que siento. Dos años no son más fuertes que yo.

Zoro suspiró caminando hacia la puerta, puso la mano en la manija y giro la cabeza.

—No sabes lo que dices, no si nunca estuviste en los zapatos del que espera.

Sanji se acercó a él y tomo sus manos. —Zoro...

— ¿Quieres que te diga todas las posibilidades de que algo salga mal?, ¿Recordarte que la mayor parte del tiempo eres imprudente e insensato?, quiero decirte que probablemente te esperan días fríos y así asustarte. Eso es lo que hará que te quedes aquí y no te vayas, porque deseo eso. Más de lo que te imaginas. Y aun así, si lo haces, si me escoges, no me harás feliz, porque sabré que te quite tu oportunidad. —puso la mano sobre su cabello, despeinándolo, le sonrió dulcemente. —Ve a casa, Sanji.

.

.

.

La mañana era un recordatorio constante de su indulgencia, junto al dolor de sus extremidades y la migraña que no hacía más que empeorar y acrecentar su visión de túnel, la espuma y las burbujas envolvieron su cuerpo dándole un pasajero alivio.

De alguna forma Katakuri se las había arreglado, y ahora él estaba ahí, enfrentándose a que cada causa tenía su efecto. Dentro de una bañera con espuma rosa.

Miró su reflejo en el agua y levantando la mano lentamente toco su cara, su pómulo estaba hinchado y cetrino, Crocodile de verdad se había desquitado con ese golpe, trazo la yema del dedo por la ligera grieta de su labio y sintió ardor, sabía que el abogado tenía razón para haberlo hecho. Lo había merecido.

Despego los labios para tratar de hablar, pero se desprendió de sus intenciones al darse cuenta de que no sabía que decir. Estaba atrapado en esas inconcinas paredes.

Reaccionó al sentir las enormes y callosas manos frotando su cuero cabelludo y por su periferia observó el semblante serio de Katakuri. Su celular seguía sonando con insistencia, él se salía por momentos a contestar llamadas, Ichiji no podía escuchar lo que discutía, pero cuando regresaba, Katakuri se veía incluso más intimidante de lo que ya era.

Ichiji se encogió en la bañera cuando Katakuri apago el celular y lo dejo bruscamente en el compartimiento.

Sintió un estirón en el vientre y se cubrió la boca con las dos manos, las náuseas lamieron su estómago, el añejo sabor del vodka y el whisky seguía en sus dientes causándole asco. Trato de estirarse en busca de algo en lo que vomitar, pero la sensación se esfumó dejando solo un espacio hueco en su interior que lo forzó a arrellanarse en la superficie lisa de su bañera en una pose laxa y emitir un quejido.

Dolía.

—Duele. —Ichiji lo ausculto de soslayo cual animal herido exigiendo le tendiera una mano.

Katakuri le lanzó una penetrante mirada, apenas pudiendo ocultar el resquemor que le causaba. En su boca tenía el gesto de anarquismo desmedido que Ichiji nunca entendería, logro conquistarlo.

Con los mechones de rojo liso pegados en la frente miro a su esposo, su camisa negra estaba abierta evidenciando sus músculos tostados y sus tatuajes, las mangas arremangadas de forma desigual dejando ver sus brazos llenos de venas, los cortos cabellos imposiblemente despeinados. Sus rasgos cincelados se mantenían fruncidos. Lucia como si hubiera estado batallando con una jauría de leones hambrientos.

—Dije. —se abrazó de sus costados. —Que duele.

—Asume tu responsabilidad, Vinsmoke.

No Cereza...Solo Vinsmoke.

—Estos mareos me hacen sentir empatía por las embarazadas. Si mi cabeza no estuviera matándome podría hacer una broma sobre mí. Las resacas son horribles. Nunca había tenido una antes. —Ichiji dijo con humor inexistente, compungido por la tensión entre ellos. —Es otra de mis primeras veces que se vuelve en mi contra.

—Para. —Katakuri apretó la mandíbula, su voz reprimía el enfado.

—Y ahora me veo como un monstruo de hielo. —canturreo dulcemente.

—Para.

—Y tú luces como si acabaras de matar a alguien.

— ¡Y aun huelo a Martini!

— ¡Dije que pares! —puso las manos alrededor de la tina, su rostro a milímetros del de Ichiji, sorprendiéndolo.

Ichiji gimió y se agarró la cara, molesto. — ¡Muy bien, carajo, como quieras!

Se quedaron en un incómodo silencio.

— ¿Podrías decirme como termino todo?, lo último que recuerdo es que estaba en el bosque a merced de una hipotermia y...—Ichiji negó con la cabeza, su voz salió con cierta aprehensión. — ¿Qué hora es?

El hombre de cabellera granate dejo de tocarlo, irritado por su famélico comportamiento.

—Asegúrate de no hundir la cabeza en el agua y ahogarte. Espero no lo hagas apropósito. Me voy. —Katakuri dijo parsimoniosamente.

Ichiji se lamió los labios secos. —No iría a ese extremo.

—No me gusta conocer tus extremos. Cada día hay una forma en que te superas—dijo duramente.

— ¿Pero ahogarme? Gracias pero no, aunque el suicidio es un acto poético en la literatura. —levantó maliciosamente las cejas. —He leído algunos clásicos en los que va de la mano con las sendas pasionales...—la intensa mirada de su marido, predatoria y cruda, fue suficiente para hacerlo detenerse. —Está bien, me callare. —dejo caer los hombros y suspiro atipladamente.

—Nunca terminare por entenderte. —Katakuri arrojó la esponja con lasitud, derramando el agua de la tina. —Por más que lo intente, sé que al final solo es tiempo perdido.

—No tienes que entenderme. —sopló las burbujas infantilmente. —Eso es lo enigmático del arte. No sabes la razón por la que lo aprecias pese a su ridiculez, tal vez la idea colectiva te persuade a creer que le puedes dar un significado y hacer que te guste. Es culpa de los hipsters en cierta forma. Lavan tu cabeza para encontrar belleza hasta en lo inimaginable. —entrecerró los ojos. —Una vez en una revista leí sobre un "artista" que presento conservas de latas durante una exhibición, lo que contenían supuestamente, eran sus propias heces. Años después esas mismas latas fueron subastadas por miles de dólares. —estiró sus piernas gimiendo de dolor. —Por eso te lo digo, no tiene explicación. Sin embargo, yo no soy una obra de arte y tú no eres ningún artista. Dale el significado que quieras a lo que te causo, limerencia, compulsión...Amor.

— ¿Así qué ahora me crees? — Pregunto sombríamente mientras lanzaba una risa agria.

Ichiji se mordió los labios, pero asintió con cierta timidez. —En el fondo siempre creí en ti.

—Algunas veces creo que he llegado a odiarte. —Katakuri confesó. —Me he descubierto intentando despreciarte. Desearía solo sentir apego a tu cuerpo. —susurró en su oído. —Solía desear que tus caderas fueran lo único que me mantuviera regresando a ti. Esperaba poder despegarme de ti una vez que estuviera satisfecho, no quería lastimarte, es cierto, pero tampoco quería conservarte conmigo. Quisiera aborrecerte.

—Solo se odia lo que una vez se quiso. —sonrió mirando el agua. — ¿Sabías que los antiguos griegos pensaban en el amor como una enfermedad? Dudo que exista la panacea capaz de contrarrestarlo, si te enfermas entonces no queda nada más que esperar si te adaptas, o mueres.

—No me sorprendería saber que estamos en la calamitosa fase terminal.

—Es fascinante como el amor se vuelve un idilio. Jason y Medea, Afrodita.... Crono...Hades...—puso la palma en su boca al sentir un nuevo estirón en el estómago. —Creo que nuestro hijo inexistente acaba de fundirse en un crisol de alcohol y ácidos gástricos. —se rió para sí mismo, respirando tortuosamente. Katakuri tenía una cara demasiado gélida, el pelirrojo bufó. —Es broma Charlotte, soy un hombre, no puedo gestar ni aunque quisiera. —miró los dedos de sus pies. —Es una suerte que existan otras alternativas. Hubiese sido lindo pensar en una familia a tu lado, siempre he sabido que serías un gran padre, no como el tuyo ni como el mío, por lo menos si no fuéramos dos indecisos entre odiarse o amarse, entonces nosotros...

Katakuri suspiró. —Ni siquiera me interesa racionalizar la razón por la que te... —respiro nuevamente, sin romanticismo en su voz. —Me importa un chico mucho menor que yo, con problemas de comportamiento y que es básicamente, un hoyo negro. Tal vez, en realidad no era momento para todos esos planes en conjunto. No deberíamos pensarlos. No hay sitio para nosotros viviendo ese cuadro y probablemente, nunca lo haya. 

—Aunque una serpiente cambie de piel, sigue siendo una serpiente, ¿No es cierto? —su voz se arrastró plana.

—Simplemente no hubie-

—Lo sé. —Lo interrumpió. —Eso no cambia el hecho de que hubiera sido...agradable vivirlo a tu lado. Si, lo hubiese sido... —Ichiji miró hacia el frente, paso saliva y meneo los hombros alejando todas esas visiones de su mente.

Sabía que pasaría algún tiempo para que la costra cerrara, pero ahora, el deseo de ser expiado poco a poco estaba ahí, latente, al menos podía soñar, reconocer la culpa.

Si, por más que fuera ante una ineludible oda hacia la despedida.

—Nunca me preguntaste la forma en que te conocí.

Ichiji lo miró sin parpadear.

—Fue durante la celebración de la mayoría de edad del primogénito de Neptune, estabas en la primera planta, Judge te había dejado hablando con uno de esos buitres viejos. Lucías resignado, y pensé que eso era lo que necesitaba. Alguien que jamás había tenido intenciones de nadar contra corriente. Mataba dos pájaros de un tiro, conseguía alguien a quien deshumanizar sin preocuparme y cumplía las condiciones de mi padre. Inmediatamente hile todo lo necesario para que Judge te entregara a mí, pensé que estaba siendo demasiado...benevolente contigo. Me creí omnipotente para decidir. —Ichiji se mantenía tieso. —Por eso cuando las cosas se salieron de control, creí que eras una especie de venganza para hacerme pagar por mi soberbia.

— ¿Qué hiciste para que todos se fueran? —Ichiji preguntó, no quería escarbar en el pasado. No importaba la forma en que se habían encontrado, ya no.

—Perdí el juicio.

—Eres aterrador cuando lo haces. —sopló un mechón que interfería con su visión. —No me siento genial diciéndolo, pero de verdad sabes arreglártelas para conseguir que la gente orine en sus pantalones.

—Nunca nadie me dijo que al enfadarme tenía que lucir amigable.

Ichiji respiró paulatinamente estirando los brazos y percatándose de los moretones que había en ellos, y que también estaban en sus rodillas desnudas junto a las quemaduras de nieve.

La mirada roja de Katakuri estaba fija en los cardenales de sus muñecas, tenían la forma de sus dedos, él no había medido la fuerza con la que lo había arrastrado. Había ignorado que le hacía daño.

Ichiji agarró su larga bata del bastidor y rápidamente se la coloco para que él dejara de verlas, enrollando el cordón en su cintura, cubriendo las marcas de una noche vergonzosa en la que exhibió su penosa vida marital.

—No me detuve...—Katakuri susurró.

—No te di la oportunidad de hacerlo. De hecho, nunca te la doy. Creo que tengo algo extraño por probar tu paciencia. —Katakuri rodó los ojos al escucharlo. — No quiero saber qué cosas vergonzosas hice, aunque recuerdo la mayoría. De todos modos no son la gran cosa, esto es solo estética, yo sé que tú nunca me harías daño. —afirmo cálidamente.

—No físico, sin embargo te reduje a esto.

—Yo no he sido ningún santo. —Salió tambaleante de la bañera. —Pude haber hecho algo peor si no me hubieses frenado. Y tu estas preocupado por. —levanto la delgada muñeca. — ¿Esto? No seas tan duro contigo.

Dio dos pasos tentativos hacia su esposo, quien se veía ecuánime y torvo.

Ichiji levanto la cabeza, se mordió los labios, el cabello mojado escurría en su rostro.

Sus ojos perdieron convicción, su pose también lo hizo, la tela resbalaba por su hombro derecho, suspiro melancólicamente.

—Perdóname. —dijo con apenas una vocecilla. —No debí excederme así, ni exponernos de esa forma ante toda esa gente, de verdad no desearía que mi comportamiento repercutiera en tus relaciones laborales. Llevas esforzándote toda tu vida, ponías barreras entre tú y esas personas, yo las rompí. La posibilidad de que intentaras engañarme me encegueció. Yo simplemente me centre en mi rabia y egoísmo. Todo fue responsabilidad mía.

—Déjalo así. Simplemente déjalo. —Katakuri retrocedió.

—Katakuri... —rogó con su meliflua voz.

Él le dio una mirada cansada y se volteó, estaba por cruzar la puerta hasta que Ichiji tomo su mano, él no la aparto pero tampoco correspondió.

—Espera por favor. —sus ojos brillaban dolorosamente, sus movimientos eran lentos, deliberados. —No debes de ser tú quien pague por los platos que yo rompí, déjame ayudarte Katakuri, puedo hacer creer que fue un malentendido, algo justificable. Voy a hacerme cargo de mis acciones. —su voz salió atropellada. —Si tengo que hablar con mi padre...lo haré. O con Linlin, o esos horripilantes salamis, no lo sé, pero estoy dispuesto a hacerlo.

— ¿Realmente crees que puedes reparar algo de esto?, ¿Con qué otra mentira vas a justificarlo, pequeño pinocho? —Katakuri respondió por fin, la dureza de su voz hizo a Ichiji estrechar los ojos y soltarlo. Se sintió lastimado. —Cuando lanzas la primera piedra ya no hay marcha atrás. Tú y yo ya jugamos suficiente tiempo al lobo y al tigre.

—Debiste comerme entonces. En cambio después de cazarme siempre me dabas tiempo de recuperarme.

—Debí de hacer muchas cosas, pero no las hice.

—Sé que es tarde. También sé que no hay arreglo. Realmente lamento los problemas que te cause. —Dejo de hablar, Katakuri le había alzado el brazo desplazando la manga carmesí que lo cubría, miraba la extremidad amoratada con un gesto ilegible, se detuvo en su cara, en las manchas rojas que la nieve había dejado y el golpe de su abogado volviéndose cada vez más oscuro.

—No sé cómo acabamos en esto, Ichiji. —Lo había visto mal, pero sin duda, esta vez era la peor de todas.

El pelirrojo bajo la mirada.

Había lanzado un misil y este dio en el objetivo. Tal vez sus fantasmas habían acabado en convertirlo en uno.

—Creí que estaba siendo autosuficiente, pensé que estaba tomando las riendas, que tenía el control. Pero solo era un estúpido chico torturando a quien ama para probar su convicción y su fe en nosotros. Es patético, lo sé. No eres un hombre de fe, cariño, pero eso es lo peor y mejor que tienes.

—También fui un bastardo contigo. Yo igual me equivoque.

—Cuando te conocí creí que serías lo peor que se atravesaría en mi vida. Después rompiste mi corazón y yo quebré el tuyo en venganza para que supieras lo que se sentía. Podre estar confundido en tantas cosas, y no ser confiable en otras, pero puedo afirmarte que eres lo más valioso que tengo. —suspiró afligidamente. —No quiero arruinarte, prefiero arruinarme a mí, esa es la verdad.

Los dos se quedaron en silencio, mirándose, antes esas palabras hubieran sido su salvación, su ancla, pero eran conscientes de lo lejos que habían dejado que avanzara su caos.

No era tan sencillo que su amor fuera correspondido, ese era el último de sus problemas. Los sentimientos que se profesaban el uno al otro definitivamente no eran el conflicto; pero había que desintoxicar, había que rehabilitar. Curar heridas para que no se infectaran. ¿Qué era amar correctamente y como se alcanzaba si al estar juntos hacían todo menos lo correcto?

—No estas actuando enojado conmigo. —se rindió. —Lo normal sería que estuvieras enfadado.

— ¿Tengo que estarlo para que te sientas satisfecho de tus logros?

—No...es solo que no sabía que esperar. —refutó con suavidad. —No pretendo tu comprensión después de lo que hice.

—Estoy tan jodidamente exhausto, Ichiji, de todo. Y a juzgar por tu aspecto, tú también tuviste suficiente.

— ¿Con qué me golpeo ese abogaducho? —pregunto tocándose la grieta.

—Gemelos de diamante sólido. —Levantó sus espesas cejas.

—Creo que me reacomodo el cerebro. —se rió levemente, sus ojos estaban cerrados, termino masticándose los labios para no gruñir. —Lo siento, Katakuri, por cada palabra y cada acción.

—Entiendo.

— ¿Debo irme, no es cierto?...

Katakuri se tensó. Había dudado que ese día llegaría.

Los ojos de Ichiji estaban caídos y de un descolorido purpura, sus carnosos labios llenos de hendiduras, raspones hacían surcos a través de la carne traslucida, sus miradas agotadas se conectaron con complicidad. Katakuri era más fuerte que Ichiji, podría soportar la incertidumbre y la ambivalencia de su amor catastrófico. Pero no Ichiji. Y él no deseaba verlo así. 

—Si Ichiji, debes de irte, pero no con tu padre, no regresarás con él. —su tono era neutral. Fingió estar mirando por la ventana y endureció la cara.

— ¿Me estás dando una orden? —Ichiji bosquejo una triste sonrisa.

—Si. —apretó los puños. —No tienes que preocuparte por el dinero, voy a...

— ¿Qué será de mí? —Ichiji pregunto satíricamente, sin desdibujar su sonrisa quebrada, levanto los brazos y con sus dedos mojados tomo las mejillas de su esposo. — ¿Ta vez Paris, Londres...Creta? Sé que tienes una hermosa casa en Creta. Puede que decida probar la vida debajo del sol griego. Lejos. Muy lejos.

Las comisuras de sus labios tambalearon.

—Tendrás todo lo que quieras, cada cosa que me pediste. No es prudente dejarte hablarlo con Crocodile, seré yo quien se encargue.

—No quiero dinero. Mi manera de retenerte a mi lado era con imposibles. No sería justo, invertiste en Germa, le diste a mi familia más de lo que debías. No estás en deuda conmigo.

—No me importa, quiero dártelo.

Ichiji se sentó suavemente en el borde de la bañera, mirando vacíamente los azulejos blancos, su postura era contraída.

—Es irónico, te amo profundamente y aunque no quise admitirlo, tú lo haces también. Es solo que la idea de que yo te amará más a ti, me aterraba un poco. No quería ser vulnerable, ni que te aprovecharas de eso. Quería ser fuerte y sin embargo me volví el más débil, dudando y presionando...—meneo los cabellos, lanzándole una mirada de disculpa. —Sé que gane, pero ya no quiero la victoria, no si duele tanto. —dijo con una risa triste.

—Nunca fue canjeable.

—No está bien que te preocupes así por mí, si algún día encuentras a alguien sé que me va a doler, pero lo merecerás. Deseo tu felicidad. Solo asegúrate de que esa persona no tenga nada que ver con Stussy, con esa otra gente. —Salpico un chorro de agua a la pared. —O conmigo. —le saco la lengua juguetonamente. —Katakuri, tienes horribles gustos.

—Encontrar a alguien como tu sería encontrar una aguja en un pajar. — Katakuri le sonrió débilmente. Hizo el intento. Era una mueca. No podía sonreír.

Se encogió de hombros casi contagiado por el horrible humor de su esposo y las ganas de decirle; Básicamente, jugaste golf con mi corazón, si tengo suerte, volveré a ver a otro pelirrojo en mi vida y no pensare en ti.

—No me estoy rindiendo, esto se trata de regresarte tu libertad. No lo hago porque mis sentimientos se hayan debilitado, sino porque se hicieron tan fuertes que eres la única parte de mí que puede ser redimida. Te prometo que no seré imprudente esta vez, tampoco voy a interferir en tu vida. —miró el suelo por largos segundos. — Querías que firmara el divorcio, lo haré. Querías libertad, no te la quitare más. No hay trampas.

Trato de verlo directamente a los ojos, hacerlo era difícil.

Libertad.

El canario que pasaba su vida encerrado y se negaba a salir de su jaula en busca de libertad era un ejemplo de su subjetivo concepto. No todos querían libertad, a veces solo deseaban pertenencia.

Katakuri apenas se sentía funcional, lo miro detenidamente peleando con la disyuntiva de su corazón, pero no contesto.

Otra llamada entrante de su celular los hizo levantar las caras, Ichiji estaba avergonzado cuando la contestadora evidencio los gritos histéricos de Linlin.

Su culpa.

—Pronto será mi cumpleaños Charlotte, ¿Puedes creer que ha pasado tanto tiempo desde que...? —dijo en apenas un susurro, pero su voz estaba empezando a flaquear. —No voy a apuñalarte por la espalda, sabes que quiero quedarme, que te escogería a ti siempre y bajo todas las circunstancias que me pusieras, pero no soportaría seguir haciéndote esto. No quiero condenarte. Lo que paso esta noche es solo una extensión de lo que soy. —llevo la mano a su entrecejo. —Ni siquiera soy capaz de hacerme cargo de este desastre.

—Soy yo quien te está pidiendo que no lo hagas. Te lo dije, soy tu escudo.

Ichiji asintió.

— ¿Estarás bien...? —Katakuri pregunto acercándose a él.

Se le atoraron las palabras de la boca. Miro a su esposo, sus hombros estaban rígidos y sus ojos tenían una tensión que él conocía demasiado bien.

Ichiji tomó una gran bocanada de aire. Sus pulmones dolían al expandirse. Tenía claro que el efecto colateral del amor era la destrucción, e irónicamente, esa misma había sido la que le enseño a querer sin ataduras ni filtros. Sin embargo, sobrevivir a los efectos secundarios le ofrecía la suficiente sobriedad para entender de una vez por todas qué haría cualquier cosa por él sin importarle que tan extremista fuera. Y a comprender también, que Katakuri jamás le pediría que lo hiciera.

—Solo iré con mi abuelo, él va a recibirme. Voy a estar bien. Tal vez después me vaya. Nunca tuve nada planeado.

—Sabes que no necesitas compartir una casa con nadie, yo... —se quedó callado, Ichiji había colocado el dedo en su boca.

Katakuri apretó la mandíbula y trato de verse insólenme. —El dinero es tuyo, está a tu disposición. Es tu derecho así que no me vengas con que te iras sin nada. —molió los dientes. — ¿Crees que voy a permitirte qué...

—No puedes velar por mí siempre. —lo interrumpió. — Un día seré innecesario en tus planes, haré enojar a alguien si sigues protegiéndome así. No quiero ser un obstáculo.

—Si esa persona llega deberá de aprender la importancia que tienes en mi vida. — Katakuri quiso reprenderse a sí mismo por eso, Ichiji lanzo una corta risa, pero él tenía ojos serios. —Es egoísta y cruel, pero no una mentira.

Eran palabras que habían llegado tarde.

—No compliques tu vida así. —Ichiji sonrió. —Estoy tratando de ser sensato por primera vez desde que te conozco, deberías de aprovecharlo. Tú eres el experto en los negocios, no yo.

—Jamás tomaría un consejo de ti.

— ¿Ves? Eres un hombre listo.

—Si lo hubiera sido esto no terminaría así.

—Todos caemos.

—Preferiría caer solo Ichiji. Ser el único que hubiera tocado el piso.

—Siempre eres tu quien trata de cargar con todo.

—No me importa.

—Gracias.

—Lo siento.

Acomodó el cabello detrás de su oreja, nunca lo había visto tan pálido, tan atrapado entre las dimensiones. Tocarlo sería abrir la mano entre un camino de estática.

Él era arte, arte que mordía y desprendía carne, sonrisas misteriosas, ácido con sabor a dulce.

Aterrador con sus ojos azules. Desgarrador con lo familiar que le era. Espeluznante con la forma tan exacta en que encajaba en sus brazos. Como si hubiera nacido para quedar atrapado entre ellos.

Katakuri se aferró a cada una de sus respiraciones. Ichiji contemplo su expresión inflexible y dura, pero repentinamente se suavizo.

Ichiji trazó los dedos en sus cicatrices, mordiéndose la carne interna de las mejillas para no delatarse. —Prométeme que no vas a sobrepasarte como siempre, dormirás y dejarás de lado esa horrible alimentación. Maldición, eres tan terco.

—No haré promesas que no voy a cumplir. ¿Y tú?...

—Solo tengo mis libros, ellos no van a matarme, descuida.

—Fue un placer conocerte, Ichiji.

Ichiji tomó su mano parpadeando furiosamente para no hacer algo ridículo y lagrimear, él apretó de vuelta democráticamente, ninguno ejerció dominio.

La electricidad era débil al igual que ellos. Katakuri lucho con el impulso de envolverlo y jalar de él, pegarlo a su pecho y anclarse a su cuerpo, hacerle el amor asegurándole al oído que estaban obsesamente destinados el uno al otro. Orbitaban juntos. Y ya no había ninguna esperanza vana de salvación.

Y que fuera a donde fuera, sus ojos lo seguirían, e hiciera lo que hiciera, él siempre lo sabría, él era su presa, Katakuri su perpetua sombra, su amante invisible, su cazador perverso y también, su fiel siervo.

Incertidumbre y montañas rusas. Te amo que se adherían a la piel como hierro fundido.

—Fue un placer conocerte, Katakuri.

Los dos eran lo suficiente perceptivos para encontrar en sus palabras la despedida.

—Gracias por todo.

—Descuida.

Doble rojo y doble azul se miraron y aunque trataron de sonreír, sabían que no era el momento, sus manos juntas eran suficiente contacto; sin besos de despedida, o caricias de remordimiento, solo la aceptación de que lo mejor que podían hacer era dejar de tomar las cosas a la fuerza, dejar de ser ellos quienes se habían esforzado en coaccionar las líneas del destino. —Aun aunque curiosamente, ninguno creyera en el—, solo era entender que tal vez, su tiempo no era el correcto para haber coincidido.

Y no era justo.

—Lamento haber arruinado tus expectativas en el amor. — Palabras conjuntas, dichas con torpeza al mismo tiempo.

—Que egocéntrico. —Coincidencias incomodas, risas tristes.

Katakuri se quedó estático cuando Ichiji se decidió a abrazarlo, y escucho su suave susurro, sus labios estaban demasiado cerca de la línea de su mandíbula: —Sé que me dejas ir porque confías en mí, nadie lo había hecho antes. Dijiste que querías deshumanizarme, tuviste el efecto contrario. De hecho me mostraste cuan humano soy.

Los ojos azules brillaron con pena, como si en el fondo esperara que ese no tuviera que ser su camino, pero no hubo ningún cambio de opinión. Y tampoco lo culpo. No podría hacerlo.

Y de nuevo, el mismo terror en sus miradas al no saber si volver a darse las gracias, o a pedirse perdón apareció.

;....;

Katakuri miró desde el balcón a Ichiji, caminando en el jardín descuidado con su ligera maleta en manos, los arbustos y sus delgadas ramas hundidas por las flores muertas le abrían el camino.

Él debería de haber tomado un paraguas, pero no lo hizo. Debería haberlo dejado conducir, pero tampoco le ofreció la oportunidad.

Sus pasos ligeros, pero que trataba de acentuar a sabiendas de que esa sería su ultima vez en esa casa.

Las ramas punzantes se alzaban orgullosas y feas permitiendo que los pájaros negros se posaran en ellas, los rayos del sol que buscaban salir de los picos más altos del horizonte acariciaban sus cabellos sangrientos, cada rincón, cada planta, cada trozo de madera sabía su historia.

La llanta de la maleta se atoro con el cumulo de nieve en el que estaban enterradas sus esperanzas. —y su gato. —, pero rápidamente se las arreglo y la metió en la cajuela. Alzo sus ojos azules hielo hacia él, y era fácil darse cuenta que su cuerpo estaba cansado, pero su alma lo estaba más.

Al tercer intento su mechero invoco una llama, prendió su cigarrillo y fumo intensamente de el.

Al final, siempre habrían personas como Ichiji; manipuladores, encantadores, ingenuos, leales hasta los huesos y aterradores cual supernovas. Tocarlos era tener una probadita del cielo, aun cuando sus labios se curvaran con travesura advirtiendo que de no hacerse bien, solo se obtendría el infierno. Y también habría hombres como él, débiles a ese mal.

En cada hombre y en cada mujer sucedería el ciclo al menos una vez en sus vidas, expuestos a merced del más trágico amor, el verdadero. Algunos con la capacidad de destruirse sin alterarse, y otros, que sucumbirían. Y esa sería la peor y la mejor de las maldiciones que pudieran enfrentar.

Triste era saber que la mayoría lo perdería. Y entonces, pasarían el resto de sus vidas refugiándose en trabajos de jornadas completas, parrilladas familiares, rosas compradas en gasolineras y portafolios de cuero. Ignorantes de la pérdida, indiferentes a su luto.

Aplasto el filtro en la rejilla blanca, ensuciándola con las cenizas.

Escucho su celular. —una vez más, una vez más, una vez más—, lo arrojo contra la pared y lo hizo añicos. Se tallo la cara y la vena hinchada de su entrecejo, pateo su puerta.

Regresó a su oficina, estaba oscureciendo, algunas horas después, su vida era la misma; sin ojos azules ni rasgos finos, sin vampiros de sol ni duendes rojos, encendió la computadora, aplasto membretes de papeles, sus dedos pasaron ausentemente por las teclas. WholeCakeWholeCakeWholeCake.

Una mirada al reloj revelo que eran casi las dos de la madrugada. Después las tres.

A veces dejar ir era el mayor acto de amor.

 

 

Otras, en cambio solo un error.

 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).