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Sentimientos por contrato por AcidRain9

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Capítulo 31: Rigor Mortis

Realmente no quiero que rompamos, íbamos bien

Es lo que dedujiste de mi conversación, pero estabas equivocado

No es fácil para mi hablar, vivo en medio de sueños perdidos

No soy simple, es trigonometría

Es difícil de expresar, no puedo expresarlo

Desde que mi bebé se fue lejos ha sido el día más oscuro

El día más oscuro,

Todo lo que escucho es Billie Holiday,

Es todo lo que pongo.

Porque estoy yendo más y más hondo, más profundo y más fuerte.

Volviéndome más y más oscuro.

Lana Del Rey; The Blackest Day 

 

Había una frase tan genérica y superflua que era más o menos así, Cuando tocas fondo lo único que queda es levantarte, pero en realidad él pensaba en el trasfondo detrás de esa cita. Y como la persona elocuente que por naturaleza —supuestamente— era, concluyó que era pura mierda. Es más fácil convertirse en un fósil que ponerse de pie. Y era más fácil encerrarse entre esas cuatro diminutas paredes que afrontar lo que se suponía, tenía que afrontar. No era que él fuera una persona excesivamente negativa, definitivamente no era optimista tampoco, pero prefería llamarse realista.

Una vez le dijeron que el arte podía ser una forma de expiación, pero lo único artístico que había en su manera de serenarse, era en que podía encontrar cierta sensibilidad y lirismo en el verde aceituna de la cortina de la única ventana.

Verde como el vómito que había dejado durante la primera noche de tres en la alfombra del baño después de vaciar de su estómago los somníferos que la escalofriante mujer morena de la recepción, cuyo nombre —que seguro era falso—, parecía hacerle tributo a algún personaje de Batman, le había regalado cuando rento el cuarto, parecía estar acostumbrada a la invasión de gente sin rumbo a su motelucho, y ciertamente, lucía demasiado indiferente y aburrida para lidiar con ellos de todos modos.

—Por favor, siéntete cómodo y disfruta tu estadía como si de tu última noche se tratara. — le había dicho sonriendo la prostituta inmigrante con nombre de personaje de cómic.

Segundos después otra mujer, Shakky, decía el gafete en su pecho, se paró a lado de la primera e imito perfectamente su sonrisa. Probablemente era su madre. Era su copia idéntica pero veinte años más grande, olía a dos intentos de suicidio fallidos y a cuatro divorcios, fue ella quien le entregó la llave. —Te aconsejo siempre cerrar tu puerta y ¡oh!, cariño, no hay televisión de paga.

Ichiji entrecerró sus ojos abrazando la chaqueta que había escondido en su maleta, olía a cuero, a una loción fuerte y masculina. Y ni aunque lo intentara lo podría engañar pese a la menta que guardaba en los bolsillos, había también rastros de tabaco, los cuales lo llevaban a pensar en su esposo fumando y escondiendo las cajetillas, lo único que sabía era que su olor permeaba sus sentidos.

Esa prenda era un souvenir. El único adarme que lo aferraba a la realidad y contradictoriamente, también brotaba su insania.

Mirando por una ventana humedecida de un sitio paupérrimo y avejentado, sobresaliente en los suburbios por un enorme anuncio neón que apenas brillaba lo mismo que una luciérnaga en agonía, se resentía pensando en sus manías. Emotivo y cruel, un desastre y un torbellino; con el ego alcanzando el cielo, y su propia valoración anclada en el subsuelo. A él le daba sus flores. Sus secretos. Sus impurezas. Sus desperdicios. Sus cualidades. Le dejaba sus ramas de árbol de invierno y sus mejores sonrisas que siempre guardaba para entregar a fragmentos.

Y él se quedaba con las mañanas de domingo, la pasta y el vino, con la música chanson y los viajes en auto que nunca se dieron.

Dibujó una línea con la yema de su dedo, no escribió su nombre; de hacerlo se hubiera ido con la nieve derretida que bajaba en forma de gotas, escuchó un golpe brusco en su puerta y rodó los ojos, el hombre del mantenimiento estaba rebotando ansiosamente su tenis en el suelo, —un adicto a la cocaína que se jactaba de ser rapero. —, diciéndole que tenía que pasar a limpiar.

Un improperio afuera de su cuarto, el sonido de un escupitajo seguido de una tos llena de bronquitis y el azote de un trapeador mojado contra la entrada lo hicieron moverse apenas un poco.

Pero lo ignoró, —como en secreto huía de las cosas que no quería afrontar. —, y siguió mirando por el cristal, donde la mejor vista era un puesto de perros calientes, las fábricas textiles y las tabacaleras grises, recostó el mentón en sus brazos que descansaban sobre el pupitre de madera, la mitad del mueble parecía haber sido roída por las termitas; se sobresaltó cuando el palo de la cortina cayó frente a sus narices levantando capas y capas de partículas de polvo.

Otro toc, toc, o en realidad, un chomp chomp agresivo, creando un horrible y estrepitoso ruido gracias a anillos de oro falso, lo hizo encogerse.

— ¡Ábreme la puta puerta!

— ¡Limpia mañana Enel, voy a quedarme otra noche! Le pagaré a Robin así que déjame en paz. —grito, el valium* dentro de él hacía que su tono se volviera ligeramente sedado.

—Escúchame mocoso, vas a abrir la puerta y cerraras ese fino y distinguido pico.

Ichiji suspiro letárgicamente, se sentía somnoliento. —Por favor no te burles de mi sentido común, son las ocho cincuenta de la noche, no tienes nada que limpiar. Desde que estoy aquí no he hecho nada más productivo que mirar por esta ventana, así que déjame probar que tan bueno soy estudiando a las gente...

Dejó caer la mejilla en el dorso de su mano y bostezo. Si Ichiji fuera una persona un poco menos inconsciente, se daría cuenta de lo estúpido que estaba siendo, pero un corazón roto no solo era estúpido, sino también despreocupado.

—...No solo cantas rimas sin sentido mientras te quedas sin aliento, también intuyo por la única cadena de tu mano izquierda que no es bisutería falsa, y en su lugar es delgada y delicada, pero... —levantó su dedo teatralmente. —...Pese a ser la menos vistosa, no está hecha de latón o cobre como el resto. Es platino, por lo que tiene que ser costosa...Que te dedicas al robo a mano armada. También sospecho, no, garantizo, que tienes problemas internos sin resolver causados por la gente de sociedad, o "puercos elitistas", como te escuche llamar a esas personas en una canción.

Enel gruñó afuera de la puerta como un toro furioso. —Pequeño y petulante listillo de mierda, voy a sacarte las tripas. —acopló su voz a un tono tranquilo. —Abre.La.Puerta.

—Originalmente solo querías robarme, así que estoy acertando. ¿Cuándo eras niño tu madre trabajaba limpiando casas y los echaron sin justificación a la fría y lluviosa calle?, ¿Tu madre dormía con el dueño de la casa mientras tú le cuidabas las espaldas? Déjame atinarle, probablemente el propietario era un analfabeta, pero su posición le daba estatus. Lo que a ti, y lo comprendo. ¡Te parecía una completa mierda!, claro que tu madre dormía con el dueño, no nos desviemos, bueno, acepto que es trágico y estoy de acuerdo con tu resentimiento hacia esa gente. —se señaló, indignado. —A mí también me regurgitaron. —Enel lo insultó con palabras altisonantes y dignas de un marinero. —También por tu complexión física es fácil saber que derribarías a una persona de ochenta y cinco kilos o más sin ningún esfuerzo. Que es obviamente, mucho más de lo que yo peso.

—Hijo de perra...

—Tenemos estas opciones, Enel, me convences de dejarte entrar mientras estoy a minutos de quedarme dormido por todo el valium que llevo dentro, y saltándonos un tramo de la historia, terminamos envueltos en una palea de supervivencia: Me robas los únicos 5 dlls que tengo para golosina. Tú pateas mis costillas con tanta fuerza que las quiebras y yo trato de morder tu tobillo, lo que en consecuencia terminará contigo y tus amigos abusando violentamente de mí. Cuando creas que es suficiente, un atisbo de tus traumas de niñez relucirá y hará que me asesines. Nadie va a delatarte, obviamente. —se tallo los ojos quitándose las lagañas. —Cosa de bandas y sus pactos de fidelidad. ¿Estás fornicando con la señora Shakky, verdad?, ella va a cubrirte porque tiene un cierto grado de dependencia emocional hacia ti, es la simbiosis de las malas relaciones, claro que se molestará al saber que me has fornicado, pero no te dejará, probablemente está acostumbrada a que la engañes, por lo tanto, va a apoyarte. Y Robin estará de su parte, no por sentimientos cariñosos hacia ninguno, solo necesitas ver sus ojos para saber que ella es inteligente. —bostezó de nuevo, la había visto guardar billetes en su harness. —Y ya que es tan meticulosa con el dinero, es obvio que espera largarse de aquí, por eso estará en su equipo, pues trabajar de mesera en Hooters no le dejaría ni la décima parte que esta jaula de hámsters, aporta en su economía.

Entrecerró los ojos y trato de hacer bola la cazadora de Katakuri para usarla como almohada.

—En mi hipótesis uno, tú ni siquiera te molestaras en dejar mi cuerpo en la reserva, todos los días estarás tan drogado que te olvidaras que estoy fusionándome con las losetas del baño, pero mi podredumbre, y mi auto, atraerán gente. Y en mi hipótesis dos, si me entierras en el tramo de hojalata y basura al que llaman estacionamiento. Sin embargo en diez años lo más probable es que un magnate haya comprado este sitio para hacer oficinas. Cuando escarben para poner una estatuilla de un obeso en traje, encontrarán mi cráneo, y mis dientes arrojarán quien fui. ¿Sabes qué pasará después?, después de múltiples entrevistas a personas que jamás tendrán el valor para abandonar este limbo boscoso tu nombre saldrá a la luz. Y con una década pasada irás a prisión, que tal vez será lo mejor que pueda pasarte, porque si ese severo caso de bronquitis no te mata, estarás calvo y durmiendo en un sofá, encima de los orines de al menos quince vagabundos mientras sueñas que cumpliste la promesa que le hiciste a tu amadísima madre de ser el telonero de algún rapero famoso. De nada.

Su voz refinada y elegante, que para gente crecida en depósitos de desesperanza, —a quienes ese barrio gang les parecía un paraíso a lado del parque de caravana en el que seguro habían crecido—, con sus canchas de basquetbol dominadas por las bandas, televisores analógicos, hip hop y grafitis, les parecía una ofensa.

Como la ofensa que también fue cuando el encargado de la licorería se había ofrecido a guardarle el auto a cambio de un costoso rolex y su cartera.

El olor a vómito y cerveza local lamentablemente entró por la hendidura. La rockola del pasillo reproducía canciones hasta la madrugada, hombres reunidos afuera de su cuarto, arañando las paredes y despotricando contra la política y la religión. Hablando de prostitutas a las que llamaban sirenas de silicona; riéndose tan fuerte que parecían felices. Pero ellos estaban enojados.

Escuchó empujones.

...You'll be so lonely
You'll be so lonely, you could die...

Le pegaron a la rockola un puñetazo cuando sonó Elvis Presley, solo para terminar cantando a Eminem o a 50 Cent, Ichiji no sabía quién era, pero Yonji lo sabría, se tapó los oídos y gimió, no era un sonido rítmico, la voz del cantante a través de ese aparato descompuesto parecía la de un moribundo, lenta y abominable.

Y cerró los ojos porque dentro de él todo estaba secándose.

—Escucha, cara de crack, no te pases con las pastillas para dormir ni hagas nada raro. —otro golpe, otro insulto de Enel que hizo al pelirrojo parpadear como un búho con retraso. —O serán las ratas las que se coman tu creativo cadáver. Yo no voy a limpiar fluidos sospechosos, las golfas rusas tampoco lo van a hacer. —su voz bajó con sigilo amenazante. — Y haces bien en quedarte ahí, ya que ahora tengo unas incontenibles ganas de ¡Reventarte la cabeza!

—Púdrete, granuja. — susurró suavemente, pero el hombre lo escuchó y pateó su puerta con tanta violencia que parecía que de verdad la iba a derribar.

—Yo también puedo leer a las personas...

Interesante, pensó la adormilada cabeza del chico.

—Eres un patético adicto al que sus padres han dejado sin pasta.

Equivocado. Ichiji resoplo aburrido.

La voz del hombre salió ronca y segura de sí misma. —Escucha, sé que estás huyendo de alguien. Tal vez también huyes de ti mismo. ¿Ahora quién siente lastima de quién?, solo ve el lugar en el que estás durmiendo...eso, amigo mío, es estar completamente perdido.

Abrió desmesuradamente los ojos.

Cara de crack

Cara de crack

¿De quién te escondes?...

Cara de crack

— ¡Si hicieras bien tu maldito trabajo no tendría que soportar tus moscas, Enel! —se paró abruptamente y golpeó la madera con los antebrazos.

El rubio se quedó callado e Ichiji pego la frente en la puerta, triturando sus dientes y gimiendo un alarido de frustración, respirando paz al obtener silencio hasta que tuvo que saltar y casi irse hacia atrás al sentir las vibraciones del golpe que aquel sujeto había pegado con fuerza a la puerta antes de irse carcajeando.

Así que él caminó hacia la cama sucia y se tiró de espaldas deseando dormir. Hundido en una dimensión medida en minutos vacuos y noches negras, olores y texturas, su carne diluida y traslúcida, era justo como estar muerto. Quería ser todo, la plaga que destruye, el cuerpo destrozado, el niño que llora, la madre que lo abraza, el sentimiento que persiste, el instante que se olvida.

.

.

.

Su madre tenía ojos pequeños y lagañosos, eran del mismo color que los suyos, pero siempre los relaciono con los ojos de un pájaro.

Katakuri endureció la cara cuando ella lo abofeteó.

Fuertemente.

Y milagrosamente ni una sola de sus rojas y largas uñas se habían quebrado.

Inmediatamente se recompuso y metió las manos en los bolsillos del pantalón. No había nada de ortodoxo en su reunión. Se trataba de ir al grano, ninguno quería conversaciones introductorias.

—Ese ha sido un buen golpe, madre, tienes dedos poderosos. —bufó con ironía. —Eres la viva imagen del empoderamiento femenino.

— ¿Dónde aprendiste ese humor tan malo? — Linlin lo miró con desconfianza. Katakuri se encogió de hombros, su reflejo en el ventanal vitriólico era altanero y seguro, aun así, dentro de él había simple desolación.

Su casa era un lugar habitable, no un hogarmucho menos cuando cada rincón lo había tenido a él, a ese chico, moviéndose como fantasma, quitando el color para devorárselo. Volviéndose no el príncipe, pero si el dragón de su mausoleo. Él había contaminado hasta el más remoto rincón con su presencia.

—Dudo que te agrade la explicación. —respondió.

— ¿Qué demonios sucedió, acaso perdieron la cabeza? —sus dedos de salchicha formaron puños de rabia contenida. —Afortunadamente, Morgans de Big News me aseguro que va a ser lo más recatado posible. Pero esa exhibición difícilmente podría ser ignorada.

Y difícilmente era ignorada.

Sobre todo en un ambiente bullicioso y concentrado como sus instalaciones; pues en el instante en que se vio obligado a salir de su auto y poner un pie en su empresa sus empleados lo miraban como si él fuera a darles una explicación. Él entró con una mirada dura, sin anunciarse ni saludar.

Stussy trato de acercarse a él pero afortunadamente Paulie, entendiéndolo sin necesidad de palabras la llevó lejos. Frenar a Smoothie era diferente. Y no habría funcionado de todos modos. 

Su hermana lo respetaba, pero no había dudado en pararse frente a él y darle una mirada visceral que sólo duró...cinco segundos antes de que sus cejas cayeran en condescendencia. No lástima. Las mujeres eran criaturas sutiles y extrañas a la hora de entender los sentimientos. Después, con su voz grave y potente, casi varonil, terminó asegurándole a todos que los exprimiría cual jergas sucias si no se largaban a continuar con sus deberes.

Y él pudo escuchar a Ichiji en su cabeza pidiéndole que le agradeciera la intervención. «Ella al contrario de ti no actúa como un cavernícola, Katakuri...». Era francamente irritante.

Oírlo.

Imaginarlo.

Casi sentirlo. No importaba el tiempo desde que se había ido, podían ser horas o días. Sentía el poder que su presencia tenía sobre él, y ahora, también el de su ausencia. Era como si sus propias manos se burlaran de él asegurándole que nunca estarían libres de Ichiji.

El silbido del aire se concentraba en su cuello y trepaba hasta su oreja como un demonio, susurrándole: "Se ha llevado tu entereza, se ha llevado una parte tuya y te ha hecho un hombre incompleto."

Miró hacia el vidrio, las nubes negras estaban reproduciéndose rápidamente, si él fuera un niño, entonces habría deseado tener un alfiler y pincharlas todas. Por más que le gustaría continuar con sus dobles rojos fijos en la urbanidad oscura, tenía que mirar al ser frente a él. Charlotte Katakuri tenía esta idea, siempre mirar a los ojos sin importar que tan malas fueran las circunstancias.

—Me he asegurado de que los convenios serios sigan intactos. No perderemos a nadie que valga la pena. —le informó con tono pétreo —No ha sido lo más profesional pero lo mejor es olvidarlo como todo chisme social. —suspiró. —Después de todo fue solo combustible para cotilleo.

—Bueno, el viejo Nefertari recogió a una mujer cualquiera con un hijo que no era suyo y le dio su apellido, los Donquixote son un desastre por sí solos y he escuchado que el hijo de Moria, Absalóm, tiene demandas por...acechar colegialas. —dijo tranquilamente solo para terminar gritando histérica, las venas se marcaban en su arrugado cuello y hacían surcos en su escote. — ¡Imbécil!, ¡Todos se preguntan cómo precisamente tú terminaste envuelto en tal estupidez! —llevó la mano a su cara apartando un tirabuzón rosa, parecía afligida, él no se inmuto. —Mi hijo, mi ejemplar hijo...

— ¿Así que ahora estoy en una lista de mala fama? —Él la miró con falsa sorpresa e indignación. —Madre, les he dado razones de sobra para meterme a una lista negra pero parece que a tus amigas y a sus "excelentemente bien portados y recatados" hijos se les olvida lo que sucede de un dormitorio para dentro...

No era sutil insinuar que esas mujeres estúpidas no se quejaban cuando él bajaba el cierre de sus vestidos de seda o zarceli, o esos chicos descerebrados y superficiales se olvidaban de toda la marejada de idioteces que salían de sus labios para sorprenderlo y atraerlo cuando estaban en su cama, en cambio se atrevían a señalar a su esposo por su comportamiento y a su matrimonio solo por no aprobarlo.

—Ha habido razones para juzgarme antes, pero ahora que estoy casado, lo hacen. He conocido más indecencia y falsedad en esas personas, que créeme, no las tomaría en serio.

— ¡Voy a hundir legalmente a esa familia! Voy a mandar a cada integrante a la calle. —Linlin aplasto su tacón contra el suelo. Él maldijo mentalmente tratando de no verse afectado, ella continuó, sabía que podía someter a la dinastía Vinsmoke a pérdidas cuantiosas, irrecuperables. —Crocodile...

Cuando mencionó el nombre de su amigo, Katakuri supo que podría. Y lo haría.

—Cítalo aquí, él va a escarbar en Germa y te juro, sólo con una cosa que no esté dentro del margen y los haré pudrirse por mala praxis.

—Sería extraño que yo quisiera hundir a la familia de mi esposo, ¿no crees? — Cada músculo de él se tensó. Fingió no haber pensado lo mismo que ella, Katakuri realmente quería hacer caer a Judge, pero en su estaca solo había lugar para una sola cabeza y a Linlin, esa cantidad no la satisfacía.

—Eso sí sería un mayor drama. —cuadro los hombros con indiferencia.

— ¿Piensas seguir casado con él?, los fundamentos para un divorcio están en tu casa, en sus bromas y sus burlas hacia mi gente.

— ¿Por una discusión marital iras a ese extremo? Madre, tenemos cosas más importantes aquí que nuestro matrimonio, nadie sabe que su padre, tú o yo, hemos manipulado la vida de un joven a nuestro favor. No rompió ninguna cláusula del contrato, no infringió en la confidencialidad. —su voz pétrea la hizo afilar la mirada, una mirada desprovista de afecto o por lo menos de comprensión. —Fue algo personal. Sé que no fue lo más ético, pero es entre Ichiji y yo. —se acercó a su rostro. —Te estoy pidiendo que no te metas. 

—Él se metió con mi familia, con mis amigos. —La mujer hizo énfasis, se movió toscamente haciendo que las patas de la silla rechinaran en el linóleo. — ¡Él usa mi apellido! —aplaudió contra su cara como si fuera un estúpido, pero él no se inmutó. — ¡Piensa pragmáticamente, no de forma emocional. Retándote a ti, me ha retado a mí. —sus fosas nasales se ampliaron. — ¡Todas mis amigas hablan de ustedes como su comidilla! Sacaste de tu casa a personas relevantes como si fueran basura. —se tocó la cara, avergonzada. — ¡Por el amor a Cristo! Escuché que echaste a Diamante Jozu, técnicamente, a golpes. Es una locura.

—Él hizo una broma que no iba a tolerar...—dijo entre dientes. —Toda tu vida has pensado en ellos como basura, ¿te importa que yo haga lo mismo? —se quitó la bufanda, ella cambio su cara y corrió los ojos evitando mirar las marcas.

—Eres un hombre joven Katakuri, tomando un cargo que a cualquier otro, le habría llevado décadas alcanzar. Dime ¿a qué estás jugando?, estás arriesgando demasiado.

—Dejemos las remembranzas. No voy a actuar en contra de mi esposo si a eso es a lo que vas a llegar. —golpeó la palma en la mesa, los cubiertos saltaron, la mujer se mantuvo igual de inflexible. Evito pensar que ella le inculcó esa costumbre.

— ¿Cuánto has dado por él?... —su venenosa voz hizo a Katakuri abrir los ojos. —No me ofendas intentando tomarme por tonta. Tu padre y tú son iguales.

—No me compares con él. —apretó la mandíbula.

—Y él al final amaso esa alma de pedernal. ¿No es cierto?, no quiero la misma obra dos veces. Por eso quiero saber, qué tanto has hecho por él. ¿Ahora eres un hombre de caridad?

—Su familia estaban por perderlo todo. —admitió lacónicamente. —Si no intervenía en unos meses les habrían quitado sus cosas, su casa. Tú querías posición social, madre, pláticas fatuas durante la hora del té y el bruch, te di un apellido clásico para explotar, todo el dinero que deje en él, fue mío.

—Te ha visto la cara. —ella se acarició el temple digiriendo su declaración. —A ti, de todas las personas en las que podría confiar, te ha tomado por idiota...

Ella puso la mano sobre la manga de su camisa gris, apretando, él bajó la mirada a donde Linlin tocaba y quito la extremidad.

—Estoy en el puesto que anhelaba y él se ha ido. —levantó ambas cejas. —...Pero sí, me ha visto la cara, nadie jamás se había atrevido a retarme tanto...—casi sonrió. — Es una lástima, pero los ingleses somos para nuestro defecto, ignorantemente pretenciosos.

—Y así es como te ha pagado ese bueno para nada. —Katakuri crujió los dientes al escucharla hablar. —Humillándote públicamente. Pero esto solo lo va a poner en una pésima posición a él. Nadie, ni siquiera uno de esos ancianos decrépitos sería tan tonto para dejarse engatusar por un Vinsmoke a estas alturas, y todo eso lo ha ganado por ser un arribista. ¡Válgame!

—No madre, no fue un asunto económico lo que lo llevo a hacer eso. No lo entenderías de todos modos. —contestó tajante.

— ¿Y tú sí? —Fue hiriente, su tono revelaba la renuencia hacia su comportamiento. —Todo al final se reduce a billetes verdes. Cualquier cosa que él te haya hecho pensar, en realidad solo se trata de posición. —sugirió inescrupulosamente, fijando los ojos en su piel deshecha.

Katakuri suspiró meneando la cabeza. —Mi error fue haber pensado lo mismo que tú. —le sonrió de lado. —Nos han inculcado lo mismo, a él y a mí, y míranos ahora, era natural que estuviéramos destinados a fallar. Supongo que apostamos muy alto. No te preocupes, soy un adulto, jodo las cosas a mi modo y de la misma forma tengo que arreglarlas. ¿Algo más?...

—No conoces el amor Katakuri. —Linlin se rió burlonamente haciéndolo fruncir el ceño por la explicación tan prosaica que ella daba. —Los hombres como tú mueren sin conocerlo. Están destinados a hacer sufrir todo aquello que los ama. —llevó la mano a su mejilla, la joya morada aplasto su rosada carne. —Cuando te miro a ti, puedo ver a tu padre. Creciste exactamente como él y sé que estás condenado a volverte él. La gente no cambia, si mientras agonizaba tu padre decidió pensar en ti y en mí, fue porque el dinero no puede meterse dentro de un ataúd. Hazle un favor a ese niño y ya no lo confundas. —concentró los ojos en él. —Aunque siendo sincera, lo último que puedo asegurarte, es que él sea sincero con lo que siente por ti, si hablamos de tu billetera, entonces cariño, tienes su amor eterno ganado.

— ¿Y bien, qué es lo que quieres entonces? —dijo crípticamente. — ¿Verme fuera de Whole Cake como castigo?, ¿Dejarlo en manos de quién?, espero seas sensata y al menos contemples a Smoothie o a Perospero , sino estarás acabada, eres una reina. —ironizó. —Tus peones hacen tu trabajo.

— ¿En dónde está el hijo Vinsmoke? —preguntó ofuscada.

—No estamos juntos. —admitió con recelo.

—Por lo menos el problema pasa a manos del papanata de Judge. —masajeó sus sienes. —Él ha sido la mayor equivocación que pudimos haber pensado en su momento. Y me cuesta trabajo procesar que estás aquí, abogando por él.

—No lo metas más en esto, madre. No pido nada de ti más que eso, solo déjalo fuera.

—No y no. ¡No seas imbécil!—ella golpeó la mesa.

Katakuri respiro con frustración. Lo que iba a decir era algo demasiado arriesgado. —Entonces da por hecho que cederé mi lugar en Whole Cake . —dijo tranquilamente, ella abrió los ojos enormemente.

—Esa fue la única razón por la que te casaste con Ichiji en primer lugar; por nuestra empresa. Absorbiste a Daifuku y a Oven. ¿Por qué cometerías esa tontería? —su cara enrojeció de ira. — ¡Eres el cimiento de esto! Confían en ti, no puedes irte. Eres mi hijo ¿Por qué estás manipulándome así?, ¿Por qué no tienes consideración? ¡¿Quieres arruinar a tu propia empresa?!... Soy una mujer vieja, ha pasado mi tiempo, no tengo obligaciones, me queda vivir, me queda disfrutar.

—Emperifollarte ante gente a la que no le importas. A la que intimidas. Que te va a dejar sola cuando no tengas más para ofrecerles. —Katakuri se sentó frente a ella, quien aún no había procesado la información. —Es tan estúpido madre, que me cuesta creer que soy yo quien te está diciendo esto. Lo único que quiero es que no le estorbemos. No obstaculices su vida. Es todo.

— ¡¿Cómo puedes?! —se cubrió la boca, su mano temblaba.

—No me obligues a escoger entre lo que he labrado en Whole Cake y el bienestar de lchiji. Porque por más descabellado que nos parezca, elegiría lo segundo. —dijo resignado. —Eso es lo que me diferencia de mi padre, a él no le importabas tú, tampoco yo. Vivía por y para él.

—No puedes hacerme esto. No puedes ponerlo sobre tu familia.

—Es mi esposo todavía. —la miró a los ojos.

—Y yo soy tu madre.

—A veces lo dudo.

Al salir hacia el vestíbulo encontró a Flampe agitando los pliegues de su precioso vestido. — ¿Todo esto por un gato?

Él se detuvo al oírla.

—Fuiste tú —dijo secamente, dándose la vuelta.

—No fue apropósito, lchi estaba siendo molesto y presumido, pensó con la cabeza caliente cuando subió al auto, ¡fue un arranque impulsivo!, estaba vanagloriándose odiosamente con que tú ibas a preferirlo...—metió un chicle de fresa a su boca, tardó una eternidad en continuar. —Y mato al gato. —susurró belicosamente, se agachó a limpiar el charol de su zapato. —Él dijo que lo elegirías...

—Él nunca afirmaría eso, jamás habría asegurado eso. — Katakuri apretó los puños. —Es la clase de idiota que me haría escoger entre dinero y él, pero nunca entre ustedes y él.

— ¡Yo nunca te he mentido! —gritó compungida pero no logró mover su corazón, respiró frenéticamente, pero inmediatamente recuperó una falsa compostura y se acomodó el cabello, regresó su tono a uno neutral. —Ya no tiene caso de cualquier forma, él y tú ya no viven juntos. Prueba mi razón. Tenían la receta perfecta del caos. Cuatro pizcas de necesidad, cinco de compasión, algunos gramos de agradecimiento y beneficio, lo mezclas con actividades adultas..., y entonces hace ¡Bum! —reventó la bola de mascar.

Katakuri la miró fijamente, ella tembló mientras se levantaba y pasaba las manos por su vestido. 

— ¿Por qué no vamos al cine, hermano?, ¡Vamos por pizza!, cómprame un enorme helado, me colgaré de tu brazo y todos verán que siempre ganas. — sonrió infantilmente, sus labios titubeaban, Flampe dejó que su dulce voz canturreara, pero el tono se cambió por uno agudo y serio. —Sabes que mereces más que a un chico al que su padre regaló como un insignificante calcetín durante navidad.

Él avanzó, ella retrocedió, su espalda tocó la pared y él se inclinó hasta que su boca estaba encima de su oreja. —No tienes idea de nada. Tocaste una fibra sensible en él, ¿Por qué Flampe?, ¿Fue un capricho? —puso los codos en la pared, atrapándola. — ¿Fue divertido para ti?, ni a él ni a mí nos pareció divertido. —su voz bajó gradualmente, susurró entre dientes. —Flampe, ¿Qué demonios hiciste?...

— ¡Viste como actuó! ¿Por qué te habrías de fiar de él? ¡No es nada!

Un suspiro tembloroso escapó de los delgados labios de Flampe. Ella podía escuchar su corazón martillando en su caja torácica como un miembro desesperado.

Eludió la mirada, él tomó su mentón con delicadeza. —Mí-ra-me.

Flampe asintió con miedo.

—Estás servida en charola de plata y esa misma gente que hace falsos cultos a nuestra madre, irá por tu cabeza un día...Y pondrá una manzana en tu boca. —Flampe sentía sus rodillas agitándose como espaguetis, parpadeó furiosamente, las lágrimas estaban agrupándose en sus iris. —Y si no eres inteligente, la van a tener, porque tu lengua mentirosa y tus jugarretas no serán suficiente arma para apañártelas. Yo no quiero eso. —Katakuri suspiró largamente. —Pero eres demasiado inmadura.

Él le dio la espalda, Flampe apretó los puños fuertemente y le gritó mientras él avanzaba. — ¿¡Y él que es?!

—Precisamente porque no quieres aprender una lección de la misma forma en que él ha tenido que hacerlo, te lo digo. —la miró duramente. —No trates de disfrazar las cosas mintiéndome acerca de él, se reconocer a un idiota cuando lo veo, Ichiji es uno de ellos, tienen suerte de ser mi esposo y mi hermana, pero él...—chasqueo la lengua, frustrado. —No me mientas de nuevo Flampe, no soy tolerante con las mentiras.

Dio un paso, pero se detuvo. —Él merece una disculpa por lo que hiciste. No te haré pedírsela porque sé que no lo sientes verdaderamente, ni tampoco arreglará nada. No me interesa herir tu frágil orgullo, pero te advierto, no quiero que esto se repita.

No podría. Él se había ido.

Y ella lloró lágrimas negras mientras lo miraba irse.

.

.

.

Al final, sentía que su manumisión no había valido la pena, ahora podía entender que aún como liberto, siempre habría grilletes que unidos a una extensa cadena lo retendrían al llegar al límite. Al limbo mental que significaba esa yuxtaposición entre sus deseos y sus sentimientos.

Arrojó la pelota de goma contra la pared y la volvió a recoger cuando regresó a él. Movió su muñeca con morosidad, acomodando la bola y la lanzándola una vez más.

Podía ver las costras en la pared desprendiéndose después de horas de seguir con el mismo procedimiento, así que siguió con los tiros, también continuó fumando, y fumando...y fumando.

El consumo de su tiempo podía medirse en momentos yermos; como una hierba mansa que no tenía más remedio que permanecer quieta ante cambio de las estaciones. Que no le temía al desgaste.

— ¿Qué estás haciendo? —La inconfundible voz de Ace lo hizo girar la cabeza automáticamente.

El pecoso lo miró enarcando una gruesa ceja. Sanji estaba sentado en el suelo del pasillo, rodeado de colillas de cigarros y contemplando con sus enormes ojos azules la puerta de Zoro mientras fumaba desinhibido, casi aislado.

— ¿Olvidaste tus llaves? —Sanji levantó la copia de las llaves mostrándole que las traía con él. —Marco te vio aquí ayer también. —se cubrió con las solapas de su abrigo café. —Tienes los labios morados...—Sanji bajó la mirada y Ace suspiró con exasperación. —Anda, ve a mi departamento y prepara algo que té caliente. Puedes tomar una chamarra, mi lado del closet es el derecho.

—Pensé que Zoro regresaría tarde del trabajo, pero no lo vi entrar, creo que está evitándome. —fue directo, meneando el cigarrillo hasta que sólo quedó un punto naranja neón.

—Sanji, ¿qué haces aquí? —Ace reafirmó con un tono estricto, auscultándolo con preocupación. Sanji le dio una sonrisa mecánica.

—Estoy esperando a que Zoro salga, quiero despedirme apropiadamente, no vamos a vernos en mucho tiempo. Hoy es su día libre.

Ace se rascó el cuello, incómodo. —Ha negociado eso en el trabajo. Casi discute con Smoker. —metió los dedos en sus bolsillos. —Otra vez.

Asintió soporíferamente.

—Por más que lo esperes no vas a verlo hoy. Marco me ha dicho que ha estado tratando de estar ocupado. Si vas a esperarlo, deberías entrar y ponerte cómodo al menos. Él va a tardarse, lo sé. —dijo perogrullescamente.

—Es su casa, necesitaría su permiso para entrar, también tengo que regresarle estas. —le enseñó el llavero.

— Puedes intentar venir mañana, aunque probablemente por el turno que ha pedido, él esté durmiendo como marmota cuando lo hagas. O si quieres también puedo entregárselas yo. Tal vez lo mejor es que lo haga yo.

Sus ojos oscuros siguieron honestamente preocupados a Sanji, el residuo hirviente del cigarrillo que tenía en su boca cayó sobre su brazo, pero él ni siquiera lo notó.

—No es justo Ace. —su voz sonaba tan plana que al pecoso le pareció casi estática. —Toda su indiferencia, es injusta. —volvió a botar la pelota. —Y aunque sé que debería irme y pensar que es un asno, esto. —señalo su corazón. —Se encoge al pensar en él.

—El tiempo te va. —corrigió, cambiando su tono. —Los va a ayudar. Creo que Zoro es un estúpido, pero no puedo juzgarlo, si no van a continuar, entonces es mejor solo...acabar. El tiempo va a cicatrizar todo.

—Tiempo. —repitió. — ¿El tiempo te haría olvidar a Marco?, ¿Realmente lo haría? —quiso disculparse cuando vio a Ace contraer el rostro. —...Así que solo se acabó así, sin más. —Sanji se levantó sacudiéndose las rodillas, le dio una sonrisa de comprensión. —Lamento decir puros disparates, Ace. Gracias.

—Oye...— El pecoso lo tomó de la manga.

—Estoy bien, si lo ves solo dile que...—se revolvió el cabello. —Mejor no le digas nada. No volveré a aparecerme por aquí, aunque no lo parezca estoy un poco ocupado. —se rió levemente. —Voy a extrañarlos a todos.

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.

.

Había dicho que lo primero que haría al dejar la casa de Katakuri, sería ir al Baratie, pero su primera parada fue un motelucho cutre, pagar tres noches había drenado completamente el efectivo que tenía. —No usaría la tarjeta. —, más rápido de lo que rentar una habitación de hotel hubiera hecho.

Cuando Zeff abrió la puerta solo fue necesario mirar su maleta para que se hiciera a un lado, que el anciano se quedara viendo fijamente el color oscurecido en su mejilla hizo a Ichiji lanzar una bocanada de aire y explicar.

—La gente me apoda cara de crack, deja de mirarme así abuelo. Fue el abogado de Whole Cake. Tenía gemelos de diamante sólido, obviamente me iba a dejar un moretón.

—Katakuri me llamó el primer día para asegurarse de que estuvieras aquí. Le he dicho que no se preocupara y te diera unos días, que al final vendrías.

—Soy un libro abierto. —afirmó en un suspiro vacío.

Lo siguiente que Ichiji supo era que después de darse una ducha apropiada en un baño limpio y no uno con tuberías sueltas y suelo mohoso, estaba sentado bebiendo chocolate caliente. Era dulce y aunque a él no le gustaba el dulce, de alguna forma en ese momento lo necesitaba. Sabía igual al que Sora preparaba después de sentirse mal de haberlos regañado por arrancar todas sus flores.

Escuchó la puerta trasera abrirse y se preparó para Niji y Yonji. Pero lo que encontró fue la silueta oscura de Sanji, encorvado y descompuesto. El rubio lo miró confundido y después molesto.

— ¿Qué demonios haces aquí? —le preguntó con recelo, sus ojos brillaban intensamente en medio del claroscuro.

—Visito a mi familia. —Ichiji contestó automáticamente, levantó su taza y dio un elegante sorbo. —Sorpresa.

—Katakuri te ha dejado. —Sanji afirmó sin darle tiempo de hablar, había sonado severo. —Lleva tu trasero a otro sitio. Tienes las posibilidades de hacerlo. ¡Tú no tienes que sostenerte a ti mismo financieramente!

—Prefiero no discutir eso ahora mismo. —dijo con la tranquilidad suficiente para quebrar los delgados rezagos de la paciencia en Sanji.

—Fuera. —Sanji le mostró los dientes, su voz era ominosa.

—Siento haber arruinado tus asuntos con Zoro, pero no pienso irme a otro lugar, no aún por lo menos. —respondió sinceramente, estrechando los ojos cuando Sanji le arrebató el chocolate caliente de las manos con brusquedad.

—Largo de aquí, Ichiji. —señaló la puerta. —No eres bienvenido.

—Déjame en paz.

No eres bienvenido. —refutó.

—No quiero pelear.

— ¿No quieres pelear? ¡Ocasionaste que Judge me culpara a mí!, no sé qué hiciste, pero sé que tuviste que ver con que Vivi se molestara de esa forma  ...—se acercó peligrosamente a su rostro. —Él se ha cansado de ti y yo no siento ninguna clase de pena ni aunque te veas como una absoluta mierda. Y si ahora intentas poner de cabeza las cosas de nuevo con Niji y Yonji, yo te juro que...

—Que harás de mi vida un auténtico martirio. —Finalizó. —De niño jamás intentaste desafiarme. Estoy impresionado, ¿Qué hiciste para convertirte en esta persona?, ¿De dónde sacaste la convicción?... —preguntó, sus pupilas estaban engrandecidas, pero hizo una negación rápidamente. —No haré nada. Tú eres lo mejor que ha podido pasarles, aún mejor, incluso que Sora.

—Cierra la jodida boca. —apartó la cara.

— ¿No te das cuenta de su cambio?, tú los orillaste a eso. —sonrió temblorosamente. —Nuestro padre no te odia, te teme. Representas todo lo que siempre lo asustó de ella.

Sanji no contestó.

—Lo único que quiero es dormir Sanji, estoy agotado. —emprendió camino hacia las escaleras, el rubio seguía detrás de él, aceleró el paso.

— ¡No tienes el derecho de hacer tu voluntad cada que se te dé la gana! ¡Te estoy hablando Ichiji! —lo jaloneó del suéter. —Yo te advertí lo que sucedería si continuabas con tu espectáculo. No te burles de nosotros apareciéndote aquí.

—No sé qué sucedió entre ustedes, pero lo siento si fui yo. —habló rápidamente. —Siento nunca haberte pedido disculpas apropiadamente. No estoy abogando por Zoro, pero sé qué le importas, lo sé por cómo te mira cuando estas distraído, he visto la emoción en sus ojos, el resquemor que le causa estirar los dedos para solo tocarte, como si no estuviera convencido de que realmente existes, te lo digo porque a mí me hubiera gustado darme cuenta a tiempo de lo que Katakuri profesaba por mí, lo que nuestro padre hubiera podido decirle a Zoro no cambiará su opinión de ti.

—Fuera. De. Aquí. Ahora. —Agarró su hombro. —Lo último que necesito es a ti apoyándolo. ¡Eso me da más desconfianza!

Ichiji se giró, mirándolo enfáticamente. —Zoro te quiere, sé que no te ha dejado. —dio un paso hacia su hermano, sabía que estaba provocándolo. —Él ve en ti algo que nunca jamás había visto antes; es desasosiego, no tengo que conocer la historia de su ex esposa para saberlo. Prueba fehaciente de eso, es que yo miro de la misma forma a Katakuri, por eso sé que Zoro sabe que ya no hay salvación, no hay vuelta atrás.

Sanji tomó su muñeca.

—Querer es el acto más involuntario al que nos enfrentamos, ¿no crees que esa es la razón por la que ha regresado a ti?, está fuera de su control.

—No afirmes nada, no digas nada.

—Se complementan, ¿no es así?, lo sabes...

— ¡Vete al grandísimo infierno! ¡Eres un chiflado!

—Lamentablemente tú también lo eres. —tomó aire. —Si no quieres escucharme, entonces resígnate a que te convertirás en mí. Perderás como yo. —Ichiji insistió, sus ojos eran nítidos. —Ya arriesgaste mucho Sanji, tal vez ya no es momento de dudar.

— ¡No se trata de mí! Yo no quiero perder, es él. Él... — Sanji enterró los dedos en la tela haciéndolo retroceder e Ichiji lo empujó fuertemente, logrando hacer al rubio tambalear, Sanji tomó su tobillo y lo arrastró con él, los dos resbalaron el mismo tramo de las escaleras.

Ichiji encogió las piernas retrocediendo, sentado, mirándolo con los ojos tan amplios que era un milagro que no se hubiesen salido de su cabeza, respiraba entre jadeos y temblaba con ligereza.

Sanji se mordió los labios y soltó un alarido, arrodillado en el suelo, retorciendo sus dedos en el alfombrado, doblándose, maldiciendo y apretando los dientes, su hermano estiró la mano pero no se atrevió a tocarlo. Ichiji entendía que las repercusiones de un corazón herido eran agónicas.

— ¿¡Por qué no puedo tenerlo todo!? —la voz de Sanji salió cortada. —¿Por qué él no puede dar por mí lo mismo que Katakuri da por ti?  —sus ojos comenzaron a traicionarlo, pero no los dejó y se limpió agresivamente. —Sé que le dije que no lo hiciera, no esperaba de él más que todo y a la vez nada, pero está evitándome, está alejándose y ni siquiera me he ido aún. Me deja atrás, me deja atrás.

—Sanji...

— ¡No entiendes, solo sientes que lo haces! ¡Tú y yo no estamos pasando por lo mismo!—Sanji gruñó hipando. — ¡No se te ocurra compararnos! Al contrario de ti, yo si trate. —Ichiji se quedó callado, eran palabras lacerantes. —Lo quiero cuando las cosas están mal y hay obstáculos, cuando todo es un desastre, no solo cuando es fácil y estamos cerca, lo quiero cuando peor soy y siento que no habrá nadie capaz de comprenderme, ¡Cuando más lejos estoy!

Ichiji se atragantó con palabras que no podía estructurar.

— ¿Por qué pueden perdonar cosas horribles?, ¿Por qué Zoro pudo quererla aún con todo lo que le había hecho...Todas las veces en que lo engaño?, ¿Cómo es que Katakuri puede confiar en ti?...Eres igual a ella, ¡Tashigi y tu son exactamente lo mismo!

Sanji lo miró receloso, tratando de entender, de verdad quería comprender que llevaba a los hombres a enamorarse de las personas equivocadas, sin embargo no lo podía hacer. Tashigi era falsa y desleal, Ichiji era inútil y trivial, con poca o nula moral.

Si tuviera que recurrir a una analogía, sería en su madre y la preferencia de su padre a ese hermoso diablo pelirrojo; y si todos decían que él era como Sora, entonces no había mucha esperanza para Sanji. Siempre habría una Baccarat desplazando a una Sora.

—Katakuri de verdad me importa, no quiero arruinarlo. —hizo una negación. —Nunca me atrevería a ir en serio. No podría, si ella lo hizo con Zoro, yo no...

— ¡Y una mierda! — el rubio apretó los puños, un sollozo lo venció. —...Solo quería despedirme. —arrastró sus uñas. — Nunca quise lastimarlo...

Ichiji pasó saliva, se tambaleó hasta la mesa y agarró la taza de chocolate, —sabía igual al que preparaba su madre.—, la dejó a lado de un cabizbajo Sanji y regresó a su misma posición, escuchándolo romperse mientras él ponía el mentón sobre las rodillas y sólo cerraba los ojos.

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"Mañana es un buen día para reconstruirse"; Mañana era el día. No hoy. Pensamiento que repetía noche tras noche.

Muchas cosas habían cambiado ante sus ojos sin que él las notara, el papel tapiz de la casa de Zeff era diferente. El poster de Janis Joplin ya no estaba en su habitación. Niji y la Hiena interactuaban más seguido, más allá de lo estricto, incluso su hermano lo llamaba por su nombre. Yonji era Yonji, pero de alguna manera, no era Yonji. No era ninguna sombra; era autónomo, era el rastro de lo que siempre debió haber sido. Sanji era una marea confusa y hermética capaz de erizarle los cabellos algunas veces. Reiju seguía siendo una crisálida de acero, bella y peligrosa. Lo supo, tarde, pero lo supo. Amaba las grietas de cada uno de ellos.

Sus ojos estaban abiertos mirando la pared, se encontraba comprimido en sí mismo. Pensaba más de lo que requería, más de lo que le gustaría.

Se sentó encorvado en la cama, compartiendo un duelo de miradas con la fotografía de su madre. Respiró furiosamente y aplastó las manos en su cara gritando silenciosamente y retorciendo las piernas. Era lo mejor que tenía, irónicamente, porque después de su furia pasajera no había hedonismo, no había siquiera un atisbo de coraje en él. Su cuerpo regresó a la cama, se volteo viendo la fotografía, a los enormes topacios pálidos de su madre.

—Me pones incómodo. — le dijo apartando el cabello de su rostro, su ceño estaba fruncido, su voz, aburrida. Le dió un golpe con la punta de su uña al marco para que ella se escondiera.

Sora era arcoíris, unicornios, azul pastel, y él ahora la comprendía. O creía hacerlo. Ella jamás entendió nada de lo que hablaba. Los cuentos con finales mágicos, el amor y los rosales que jamás conoció, hablaba de sentimientos de los que nunca tuvo certeza de si existían. Se los vendió todo sin saber siquiera si era real o no.

Tal vez si el olor a cedro, madera y cuero no estuviera acechándolo en verdad él no estaría volviéndose loco. Si no hubiera llevado consigo su chaqueta para aferrarse a ella durante la noche, como la única cosa material que aún tenía, sería más llevadero.

Sus pensamientos continuaban en constante dicotomía, haciéndolo armar planes y estrategias enfermas, si se ponía en peligro entonces Katakuri volvería, si regresaba a su casa, cínica y dignamente, asegurándole que había mentido y en realidad no lo dejaría aún, entonces seguiría viéndolo, respirando su aire y viviendo de sus silencios.

Esas eran las cosas que no se decían de los manipuladores. El romance era una falacia. Hacían tu vida imposible para mejorar la suya.

Y él no quería hacer eso. Por eso estaba en la espera de que Katakuri decidiera acabarlo, y él aceptarlo.

Habían finalmente clavado hasta el último clavo de su féretro. Ya no había más.

—Sanji está calentando las sobras del menú de hoy, — Yonji entró a la habitación que compartían los dos, Ichiji ocupaba la litera de abajo. —Te ves mejor, ven y come un poco, al menos lo necesario para que tu cerebro no se consuma y te convierta en un vegetal. —levantó la fotografía de Sora de nuevo.

— ¿Estofado?, por supuesto, iré con ustedes pronto, aunque lo mejor es que no me esperen. —buscó con la mirada su laptop. —Tengo pendientes que mandar, debo de tener una participación más activa en la universidad, me he convertido en una leyenda fantasma... —comentó distraídamente. —Tal vez podríamos jugar domino mañana. —le dio una sonrisa visceral.

—Hacíamos eso cuando éramos niños, ya no. —Yonji prendió la luz. — ¿En qué año crees que estamos, Ichi?, eres una criatura anticuada.

— ¿Qué es lo que se hace ahora?... —se cubrió los ojos, le molestaba la iluminación. — ¿Podrías apagarla, por favor?

Yonji lo ignoró. —Yo veo porno, Niji tiene videojuegos, Sanji juega con su polaroid. Y tú, lees, creo. Tratamos que nuestra negatividad natural no sea infecciosa.

Oh. —se enderezó y se percató de que su hermano tenía ropa doblada en su brazo.

—Sé qué según tú todo está bien, y te encuentras en una especie de homeostasis, pero estas...

—No vine aquí para incomodar a nadie. —lo miró dolido. —Estoy aquí porque no tengo a donde ir. Pero por lo visto no fue una buena idea.

—La parte dura de huir con el viejo es que no hay lugar para la conmiseración. Aunque es preferible, mantiene tu cabeza ocupada. —le sonrió tranquilamente. —Por eso he traído esto. —levantó las prendas. —Es de Sanji, ustedes tres son igual de escuálidos, pero si el pantalón es muy corto puedes arreglarlo o comprar otro. De todos modos, piensa dejarte sus uniformes cuando nosotros nos vayamos.

—Parece estar dudando, en cambio tu estas completamente seguro. —lo miró a los ojos, había sido un golpe duro enterarse de la partida de ambos. Otra cosa agregable a los cambios en su vida para los que aún no estaba listo.

—Él no está dispuesto a renunciar a Zoro, ¿Qué esperabas?

—Sanji es todo un obsesivo. —Ichiji se burló, pero realmente no encontró la gracia.

Yonji se quitó la banda que retenía sus cabellos y suspiro. —Si un día encuentro a una linda y angelical chica que actúe de la forma en que ustedes lo hacen...—se quedó pensativo. — Voy a abandonarla en Miami. —se recostó mirando el techo. — ¿Qué tiene en la cabeza ese policía imbécil? Justo cuando estaba agradándome un poco.

—Eres unipartidario y sobreprotector.

—Mi hermano al fin tiene el coraje para salir de aquí, júzgame. —sonrió de lado, enseñándole un hoyuelo.

—Y yo estoy de acuerdo con eso, es solo que...los he visto, solía sentirme inhibido cada que ellos estaban juntos. He hablado con Zoro, por eso tengo una percepción diferente. —se encogió de hombros. —Me ha contado el dilema del erizo.

—Olvídalo. —Yonji se estiró perezosamente. —Yo seré unipartidario, pero tú sigues siendo el mismo chico que se saboteo a sí mismo.

—...Estaba mentalizado para hacer esto cuando viniera aquí. —Suspiró con cansancio lanzándole una mirada a la ropa de trabajo. —Aunque he de admitir que me les había adelantado, tenía en mente ir a la biblioteca que está cerca de la reserva. Pero no estoy en condiciones de rechazar la vía práctica que Zeff me brinda.

— ¿Qué haces aquí realmente?, sé que Katakuri no te dejó a la deriva por más que lo merecieras. Si de algo estoy seguro, es que, entre hombres y negocios, nunca debes de agitar tu cuchara. Insulta a sus madres, ríete de sus hijos, pero deja fuera su profesionalismo.

Ichiji se cubrió la cara con la almohada. —Él ya hizo por mí más de lo que debía, es suficiente, quiere favorecerme, pero yo no quiero su dinero. Sé que Katakuri no estará en paz hasta que se asegure que yo estoy estable financieramente. —su voz se hizo más débil. —Odio esa parte de él. 

— ¿De verdad no quieres nada?, en mi cabeza eras mucho más inteligente. —respondió Yonji enarcando una ceja.

—Y tú en la mía eras un tonto. —se quedó callado unos segundos. —Perdón.

—Te he escuchado disculparte más veces de las que me gustaría, ¿estás seguro de que no vas a matarte?

—Hace mucho tiempo ya hice eso, me maté y traté de arrastrar todo lo que podía conmigo. —miró monocordemente el techo, levantó su brazo hacia la bombilla y lo dejó caer laxamente. —He muerto más veces de las que podría contarte. 

—Me das escalofríos cuando hablas así. Ustedes realmente saben ponerme con la espalda contra la pared. —Yonji gruñó. —No puedo llevarme a Sanji cuando su corazón está roto, ni dejarte a ti así.

—Preocúpate por él, también por ti, yo dejaré atrás los trucos, se acabó. Me acabé. —susurró. —Estar con él no arreglaría nada.

— ¿Entonces?... —Yonji se sentó en la cama, haciéndola rechinar.

—No lo sé. Lo resolveré mañana.

—Mañana. —repitió y agarró las sábanas molesto, las apartó. — Llevas días convenciéndote con eso, sal de la cama.

—Niji es feliz, Sanji es triste. —dijo lacónicamente. —No soy una buena combinación para ellos. Para nadie. Ustedes van a irse, al final son los valientes. Yo saldré de aquí pronto.

—Estoy cansado de ver cómo te antagonizas. —gimió estresado.

—Katakuri y yo hicimos cosas que estoy seguro, por mi bien, no debo contarte. La diferencia es que él intentó compensarme, yo busqué razones para no perdonar y enfadarlo. —le sonrió levemente. —No entiendes lo que pasa. Quiero levantarme de aquí, y al menos, por mi orgullo, mostrarles que aún conservo algo de mi integridad. Y que él es solo un hombre. Pero no es así. No puedo si sé que él está afuera, en alguna parte, existiendo mientras yo subsisto. —su voz estaba cansada, casi parecía carente de emoción pese a la profundidad de sus palabras. —Si pudiera suprimir lo que siento, tampoco lo haría.

—El vacío no se llena, pero hay trucos para engañarlo. Por favor Ichiji, no me hagas hablar como un hippie...

—Y yo aprenderé todos esos trucos, mañana, pero por ahora solo déjame. —volvió a cerrar los ojos y a acomodarse.

— ¡Tú y Sanji son unos egoístas! —Ichiji se sobresaltó ante la agresividad de Yonji —Siempre han hecho lo mismo, con nuestra madre, con nuestro padre, ¿en qué plano nos dejaban a Niji, a Reiju y a mí? —chasqueó la lengua, estaba exasperado. —Putos abarcadores. Ahora mismo yo tengo un ojo puesto en ti, procurando que no...jodas más todo. El abuelo, Reiju, ellos tienen que soportar los ridículos intentos de Sanji por mostrar que es diferente a ti. ¿Has prestado atención en cómo ese viejo ha estado pagando las consecuencias de lo que hacen? Porque piensa que van a acabar igual que su hija. ¡Tengan más consideración! ¡Él camina con una sola pierna!

—Lo siento, estoy tratando.

— ¡Deja de decir lo siento y actuar como un bebé! — Ichiji tembló dándole la espalda. —Incluso Niji tiene que fraccionar sus intentos por vivir su propia vida, fingiendo que no está al pendiente de ustedes más que de sí mismo. Sanji no puede aceptar seguir adelante sin dar explicaciones, y a ti te queda pagar las consecuencias de tu soberbia.

— ¡Nadie les ha pedido que sean ustedes quienes carguen con nuestras responsabilidades! — se levantó tan rápido que se mareo. — ¡Se lo que hice con mi vida! —golpeó su pecho. —Todos los días lo compruebo viéndome en el espejo. ¡Un drogadicto me ha apodado cara de crack porque me veo como un remedo de...algo! Y ni siquiera pude negarlo. ¿Eso es lo que quieres escuchar de mí? Estoy cansado, muy cansado.

—Y por esa razón estás aquí, dispuesto a que tus mejores días caduquen, acaecido a tu depresión, por eso un hombre que confiaba en ti, está ahí, esperando a seguir con su vida resignado a que no podrá hacerlo nunca con la persona que quiere. ¡Porque actúas y aún así esperas que no pase nada! —le gritó fuertemente a la cara. —Como si el hecho de que pidas que no carguen con las responsabilidades de lo que haces, sea suficiente para realmente no hacerlo.

Ichiji apretó los puños, Yonji levantó la voz más y más. — ¿Qué hizo Katakuri?, cuéntame un poco. —sonrió guasonamente. — ¿Te ha engañado con alguien más?, ¿te ha hecho segundo plano? —lo inmovilizó bruscamente. — ¿O ha sido su pequeño juego de poder con ese simpático chico rubio?, lo dudo, tú también estabas con el padre de la Hiena. —Ichiji hizo una mueca, si Zeff escuchaba algo así entonces estaría en problemas serios, le pidió que se callara con la mirada. —Nadie más lo sabe, no te preocupes. Sé que no llegaron lejos, antes de sostener una pistola al menos asegúrense de que van a jalar el gatillo.

—Hay algo muy diferente entre querer estar con él y poder. —se recargó en la pared cuando lo soltó.

—No me hagas reír, Ichiji.

Ichiji miró directamente sus ojos. —No me importa si te da risa o no. Todo el mundo se la ha pasado insinuándome lo mal que hacía aferrándome a él. Y ahora solo me arrojan en la cara que soy débil. ¡Bien! ¿Sabes qué?, todos estos años ustedes fueron mi escudo porque soy, emocionalmente, un minusválido. Lo que sucedió fue un error, sabía que podía ir todo lo lejos que quisiera y él no me haría daño...No sé qué quería conseguir. Utilicé lo que él sentía por mí contra él, no era un buen momento para probarme a mí mismo, pero se sentía como la mejor oportunidad, mi amor hace daño, es la única verdad, no quiero hablar de esto más.

Yonji entendió su arrepentimiento. —No estoy culpándote totalmente, pero estas renunciando a una guerra...

—No Yonji. Estoy aceptando que hice trampa en esa guerra...—su voz era ahogada. —No debía de ser mi victoria. No me estoy excusando, estoy haciéndole un favor. Él será feliz, no conmigo, pero sí sin mí, porque lo merece, porque toda su maldita vida tiene que pagárselo de una vez por todas. —se sentó en el suelo, cubriéndose la cara con las manos. — ¿Crees que decidí irme por qué era lo más fácil?, lo hice porque era lo correcto..., Si él puede encontrar un día a alguien como Sora, ¿Qué haría aferrándose a Baccarat?, Yonji, soy Baccarat parado a lado de Sora.

—Esa mujer me asustaba como el carajo. —Yonji se sentó a su lado, preocupado. —Pero también estaba lastimada, así que no digas tonterías, no seas prejuicioso. —lo obligó a mirarlo. — ¿No lo entiendes? Frankenstein fué creado por un humano. Hombres como nuestro padre traen consecuencias como ellas...Como nosotros. Hombres como Judge, derivan de personas que fueron peores. Es la teoría del caos. —aplasto sus lagrimales, él estaba tan desecho. —Todos somos sistemas caóticos y necesitamos ser explicados.

—Le aseguré que estaría bien, pero no logro estarlo. Ni siquiera soy capaz de fingirlo para eventualmente creérmelo. No soy bueno para él...—susurró en voz baja. —No lo soy, estoy anclado a la idempotencia de mis actos. Estoy aceptándolo y por eso estoy aquí, consciente de todo lo que estoy perdiendo. Estoy obligado a quererlo en silencio, pero está bien.

— ¿Esto es todo? —Yonji lo miró decepcionado.

—No es el momento Yon, no sé si algún día lo será. —pareció un largo instante el tiempo que permaneció inmóvil, enterrando los dedos en su rostro hasta que decidió ponerse de pie, su garganta estaba seca cuando volvió a hablar. —No ha estado bien decirte todo esto, por favor, no te concentres en mí.

No había gratificación al admitirlo, tampoco nada al ocultarlo; no había nada peor que el sentimiento de sentirse vacío.

—Tanto lo quieres, ¿no es cierto?

—Peor aún, tanto lo amo.

Yonji suspiro y se paró en el alféizar. —Como sea, ¿vienes un rato...?

—Mañana.

 


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