Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Sentimientos por contrato por AcidRain9

[Reviews - 188]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Capítulo 33: Bram Stoker en el bolsillo

Larguémonos de esta ciudad cariño, estamos ardiendo,

Todo el mundo aquí parece estar derrotado,

Si te quedas conmigo puedo llevarte más y más alto,

Es como si todos nuestros amigos estuvieran perdidos,

Nadie los encuentra.

Eres un descarado estafador y un completo mentiroso,

Pero cariño, nadie se te compara...

Lana Del Rey, Lucky Ones

—¿Entonces cómo va todo? —Usopp se acercó usando una voz atona.

—Para empezar, raro, no pensé que me hablarías. —estaba tan aburrido que empezó a hacer compases en la mesa utilizando sus dedos. —¿Así que ya no tengo ninguna bacteria carnívora?, no te veo huir de mí o evitarme.

—Trabajamos juntos y creo que será así por un largo, largo tiempo. —Usopp dijo mientras dibujaba en su tableta, el chico ya no le contestaba con respuestas monosilábicas y él ya no estaba tan cohibido o se amedrentaba con facilidad por su presencia, así que podría definirlo como una convivencia cordial.

—Oye, ¿Cómo se siente perderlo todo?, debe de ser horrible.

—¿Ah? —Ichiji parpadeo. —Bueno, la única diferencia es la falta de dinero en la tarjeta para comprar algo independientemente de que tan elevado sea su precio en el momento en que lo ves y te gusta, pero no es tan significativo.

—¿Qué es lo más costoso que has comprado sin consultarlo antes?

—Un auto. —respondió displicente. —Uno muy bueno, y ni siquiera era para mí.

Usopp alzo las cejas, y un mensaje en su celular lo hizo mirarlo de inmediato, Ichiji vio de reojo la foto de una chica rubia en la imagen de usuario.

—Oh, por cierto, ella es Kaya, es mi novia. — el narizón dijo orgulloso, poniendo el celular frente a los ojos del hermano de su mejor amigo.

—Parece...—Ichiji busco la palabra adecuada para describirla. —¿Linda?, tiene la sonrisa que los padres aman, probablemente los tuyos la adoran. —su tono era neutral. Siguió vigilando cual centinela por algún comensal atravesando su puerta.

—Mi mamá sí, pero no veo a mi papá desde que tenía. —Usopp levanto su mano, haciendo cuentas. —Como ocho.

—¿Tenían una buena relación?

—La mayor parte del tiempo, nos gustaban las mismas cosas: Insectos, tiro al blanco, amm, las películas donde actúa Dwayne Johnson.

—¿Y lo extrañas?

—Siendo sincero no me hace falta. —se encogió de hombros y siguió dibujando.

—Haces bien.

—Escuche lo que hiciste en esa fiesta de socialités, Sanji parecía molesto.

—Yo también estaba molesto. —Ichiji dijo recostando la cara en la mesa, soporífero y cansado de desvelarse. —Y paso lo que no tuvo que pasar, mi autodesprecio muto en una "divertidísima" cena llena de idiotas.

—¿Cómo es que todo el mundo se conoce cuando tiene dinero?

—Siempre hay algo que lleva a los unos a necesitar de los otros. —arrugo la nariz. —Además, las fiestas son muy comunes, que si la mayoría de edad de la hija, el regreso del hijo del extranjero, un compromiso, un saco de huesos cumpliendo casi un centenar de vida, golf, partidos de polo, alianzas, destruimos un bosque para poner un spa, lo que sea, nunca hay un motivo inteligente para celebrar. En realidad, lo que todo el mundo quiere es presumir sus juguetes.

—Lo haces sonar aburrido.

—Es aburrido.

—¿Katakuri festeja mucho?

—¿Qué?, oh no, para nada, él preferiría enterrar un tenedor en su ojo antes que unirse a la manada.

—¿Y...su separación es permanente? —Usopp cuestionó curioso.

—No lo sé.

—¿Quieres que sea permanente?

—No, no lo quiero, y eres demasiado entrometido, además que hayas decidido hablarme... —soplo un mechón de su cabello rojo. —Me hace creer que no soy lo suficiente imponente como antes, creo que perdí el toque, parecías gelatina cuando Yonji, Niji o yo estábamos cerca.

—Eres intimidante aún, si, pero tu abuelo y Sanji estando cerca me hacen sentir protegido. Además, parece que ya no tienes interés por molestar al prójimo, como antes.

—Lo que pasa es que he perdido el gusto de destruirles, y me siento con muy pocas ganas de destruir.

Usopp apretó la boca.

—Es una frase de Emily Brontë, he estado leyendo libros de chicas...Puedes reírte de mi en tu mente, pero si llegas a decir algo, no podre ser paciente. —le sonrió con los ojos cerrados, infantil, después suspiro largamente. —¿De verdad no estas enojado con tu padre por toda esa desatención?

Usopp estuvo a punto de decir Mira quién es el curioso ahora, pero decidido no arriesgarse.

—Que tú lo estés con el tuyo no quiere decir que yo también.

—Bueno, él te dejó, tal vez yo odiaría menos al mío si me hubiera dejado, o si hubiese actuado conmigo de la misma manera cruda con la que trato a mi hermano en lugar de que mostrara afección a mi dependiendo del grado de utilidad que yo representaba para él. Tuvo potencial para ser un magnifico padre, eso dijo mi abuelo. Pero mi padre siempre esperaba que, al romperse las crisálidas, salieran los insectos que había idealizado, tal y como había esperado que lucieran, y a la primera decepción, perdió la cabeza. —con su uña empujo una servilleta hecha bola. —Decidido que no tenía caso lidiar más si las cosas no serían como él quería, jamás tolero los desperfectos de fabricación. Si él hubiese sido diferente, tal vez nosotros también seriamos diferentes. Según Zeff, el hecho de que alimentase nuestro ego, nos llevó a la ruina.

—Los encamino.

—Siempre fue avaro hasta la médula, y tenía miedo de que, si nos dejaba probar la vida según nuestros criterioslo ridiculizaríamos y avergonzaríamos. Por eso nunca le ha gustado Sanji, eso, y que es la viva imagen de Sora.

—Debe ser terrorífico. —formo un aciago gesto.

—Supongo que sí, es como...pensar que todo lo que hiciste mal se pudre bajo tierra, pero no así, te sigue por años, con los mismos ojos gigantes, la misma manera de caminar y de reírse, el mismo cabello rubio y la misma forma de juzgarte. Amaría decir que fue su karma, pero es demasiado enfermizo para mi hermano.

—Es injusto para Sanji. — los dos estuvieron de acuerdo.

—Creo que mi padre es un idiota, y un ignorante, y que, si nos hubiera dejado crecer bajo nuestras propias condiciones lo habríamos hecho más importante, más peligroso, pero en su lugar se conformó en hacer de nosotros permanentes seguidores sin oportunidad de crecimiento. Y un día el mundo solo nos abrumaba, todo era asfixiante, las personas y sus lazos afectivos, ver al club de perdedores del que formas parte ir al cine, salir a patinar, reírse; pensamos que esa era la patética compensación que gente simple podría tener.

Usopp no se inmuto. —Tanto en las buenas como en las malas yo no voy a estar solo. Mis amigos no me utilizan, ni me lisonjean para que haga lo que quieren.

—A veces él nos hacía sentir grandes, más grandes que el resto. —Ichiji sonrió mirando las bombillas, recordando sus días de gloria como chicos vampiros llenos de hambre, enojo y destrucción. —Pero aun así éramos insuficientes, siempre buscaba mejorar algo, arreglarnos de la misma forma simplona en que reparas un computador...Él pudo ser mejor, todos pudimos ser mejores.

—¿Crees que estas arruinado?

—Creo que estoy reconstruyéndome.

—¿A qué te refieres?

—No pienso desacralizar quien soy, pero hasta cierto punto me ha costado entender que mi vida no es tan mala, pero sería mejor si lo único que me falta estuviera conmigo.

—¿Charlotte?

—Él ha sido la mejor influencia que he tenido. —susurró simple.

Ichiji no era especialmente abierto con sus emociones, pero la fuerza del sentimiento extraño hacia Katakuri era superior al miedo de admitir todo lo que el hombre significaba para él.

—¿Con él no estas molesto?

—A veces me enojo de que no haya mostrado su cicatrizada cara por aquí de nuevo. No podría odiarlo por otra cosa, no después de todo lo que me ha demostrado.

—¿Quieres ser una buena persona?

Se carcajeo. —¿Qué te hace pensar que no soy una buena persona ya? —sonrió con lentitud, mostrando una hilera de dientes blancos, y ante la cara de Usopp, decidió rodar los ojos. — No seas sensible, narizón, tampoco pido mucho, lo único que quiero es que mi mente funcione bien y colabore conmigo en lugar de ir en mí contra y boicotearme.

—En realidad arreglas tu vida, poco a poco lo haces. —Usopp dijo soltando una estentórea carcajada que dejo a Ichiji a punto de sufrir una apoplejía.

—¿Y qué que quiera un poco de orden?

—Solo creo que es un buen comienzo.

;u;

Al día veinte él era un espantapájaros rumiando sin un lugar concreto.

En el día cuarenta su mecanismo de supervivencia era devorar hábilmente los libros que Paulie seguía obsequiándole, aunque el italiano nunca traía el que esperaba.

Seguían hablando y conversando muy seguido.

Cuarenta y dos y no tenía nada más interesante que hacer sus tareas, y husmear en los asuntos de sus hermanos. Descubrió que Yonji tenía un bate de beisbol autografiado por algún grande de la industria, que Niji guardaba una colección de música interesante, el humor de Reiju era bastante —curiosa y sorprendentemente—, similar al suyo, y que Sanji había visto Friends, tres veces.

Una noche, mientras se preparaba un sándwich encontró a Niji y Sanji discutiendo por Jennifer Aniston y Courteney Cox, cuando les dijo que eran ridículos, le quitaron su emparedado de las manos.

Tres meses —y él había dejado de contar desde el día cero—, no podía ser el tiempo suficiente para ser diferente. Tres meses no lo hacían más maduro, no lo hacían mejor persona, y no le arrebatan los sentimientos. Nunca olvidaría ipso facto, porque no era realista poder hacerlo, lo suyo era un delicado traspiés de recuerdos constante, era acomodar nuevamente su vida para qué funcionara y que su duelo no fuera sempiterno.

Si bajaba la vista lo suficiente, podía recrear las huellas dactilares de su esposo marcadas en su piel, seguir recordando a Katakuri como cada día lo hacía, y estaba seguro que cada día lo haría.

Estiró la mano y robó la cereza del pastel de Sanji sin que él lo viera.

—Básicamente todo el mundo ha fantaseado con su propia muerte en alguna ocasión. Te preguntas, ¿quién va a encontrar mi cuerpo?, debería ducharme diario, tal vez ir a un dermatólogo y ser más cuidadoso con mi piel, o hacerme una depilación brasileira por sí acaso. —Niji susurro.

Ichiji recargo la mejilla en el dorso de su mano y siguió escuchando.

Habían sido noventa y cinco días, y podía presumir haber llegado tan lejos con el corazón medio sano. Le gustaría ondear una bandera de victoria y presumir su logro. Hasta para destruirse desde adentro había que usar la ciencia. Su melancolía estaba reservada a las largas noches, así evitaba los cuestionamientos, así se abstenía de infectar a los demás con sus dolencias. De todos modos, siempre prefirió la noche antes que el día.

—Hacer eso es, en pocas palabras un grito desesperado por querer ser la persona más hermosa en un cementerio. —Reiju estuvo de acuerdo, uniéndose al monologo mientras pintaba sus uñas de color coral.

Yonji se levanto de manera tosca y saco una cerveza del frigobar.

—La gente no le teme a la muerte, pero si se abate ante dos fases: Antes y después, se teme a el dolor físico que tu propia muerte pueda suponer, y se teme a lo desconocido por obvias razones, pero no a la muerte en sí. —Ichiji bostezo.

—Irónicamente las personas se asustan muchísimo más con dejar de existir que a toparse con el infierno mismo.

Reiju echo la cabeza hacia atrás, soplando sus tirabuzones rosas. —Todos tenemos una idea de cómo es el infierno, pero es más espeluznante solo ¡boom!, convertirse en nada. Le tememos al dolor solo porque lo conocemos. Si la literatura puede darnos una idea del infierno, entonces es como una fiesta de fraternidad en una piscina muy caliente, fundiéndote cual queso cheddar. La muerte es. —miro su brillante uña. —Perder. —movió la mano para que el esmalte se secara mas rápido. —Todo. Tus pertenencias, tu esencia, tus problemas y también las cosas que ganaste con el sudor de tu frente.

—Se han salido completamente del tema. —Niji dijo clínicamente.

—Esperen, estoy perdido, antes de lo del infierno, ¿quieren decir que te preparas de forma sistemática para morir, como si desinfectaras una lechuga para después comerla? —Sanji alzo la ceja. —¿Por qué desearíamos nuestra destrucción?

—Podría ser que en el fondo sea así, y quiero decir, en realidad no es tan descabellado como parece, pero tal vez no seamos los únicos. —Yonji mastico de manera ruidosa, mirando su celular. —Escuchen, esta noticia fue publicada en el London News hace algunos ayeres. Se reporto un perro al que describieron como "completamente sano", el cual intento suicidarse dejando sus patas rígidas y no nadar en el río. Lo rescataron y volvió a hacer lo mismo, hasta que lo logro. He escuchado de tiburones que se golpean a sí mismos, de patos que se ahogan o aves que se paran en un rincón, aun cuando sus alas están en perfecto estado, con el objetivo de morir de hambre o de frío.

—Si yo tuviera la fama de John Lennon, habría fantaseado sobre la reacción masiva que generaría ponerme una pistola en sien y tirar el gatillo. —Niji movió los dedos fingiendo tener un arma.

—Ese fue Kurt Cobain, estúpido, a Lennon le dispararon. —Yonji abrió su bebida con la parte baja de su encendedor. —¿Cómo podría haber fantaseado si no sabía?, es decir, el sueño de todo ídolo es, obviamente caer de una sobredosis; alcohol, droga y mucha música, no ser asesinado.

—En realidad yo optaría por algo mucho más elegante que vomito, rock and roll y probablemente, herpes. —Ichiji refuto.

—Tu eres un marica, por eso lo dices. —el hermano menor grazno indignado.

—Lennon tampoco era de ese tipo, imbécil.

—Entienden a lo que voy, ¿Qué tenían en común Jim Morrison, Jimi Hendrix y Amy Winehouse aparte de ser compañeros del club de los 27? ¡A-jaaa! ¡lo saben! — Yonji se agacho en la mesa para fingir inhalar una tira de sal, su sonrisa era lo suficiente grande para dividir su cara.

—...O perecer interpretando La sílfide en un enorme teatro, sería cien por ciento una muerte novelesca, artística, delicada y con clase, algo digno de una bailarina. —Reiju cerró los ojos, ronroneando.

—Sigo sin entender el punto de todo esto. —Sanji frunció el ceño.

—El punto es que no hay punto, nuestro lugar en el planeta es sobrepoblarlo de McDonald's y Wendy's, sentarnos frente al televisor hasta tener hemorroides, esperar que abran un Disneyland en este lugar de mierda y llevar a un imbécil a la presidencia, y finalmente subsistir como especie aun cuando nuestra contaminación nos esté matando...Aceptar que tus bisnietos tendrán tres ojos y seis dedos, y que tú en el fondo quieres morir, y ya. San, ¿vas a terminarte esa rebanada de pastel? —Niji miro entusiasmado el chocolate.

—No, adelante, toda tuya.

Niji le dio una enorme mordida. —Si tuviera siete vidas, como un gato, moriría de siete maneras asombrosas, todas las veces tendrían que ponerme en un titular, conmocionaría al mundo.

—Mi gato no tenía siete vidas...—Ichiji suspiro afligido.

—No puedo creer que El cadáver de la novia los haya incitado a tener esta conversación. —Usopp negó con la cabeza.

—¿Por qué estas participando en esta conversación para empezar? —Ichiji jugo con su tenedor.

—Así apreciare mucho más a mis amigos que no hablan cosas vomitivas cuando se alimentan, sin ofenderte Sanji.

—Peores cosas habrán pasado en la cabeza de Tim Burton alguna vez, y no te preocupes, no me ofendes. —Sanji le guiño un ojo y le mando un beso, el moreno hizo una falsa cara de asco.

—¿Así que ahora son los mejores hermanos del mundo? —Usopp se cruzó de brazos.

—Si las cosas no salen como tengo planeado, y en un futuro no encuentro un buen empleo, entonces necesitare un garaje en el que vivir. —Yonji eructo consiguiendo que Ichiji lo mirara mal.

—Cariño, siempre podrás tener el mío. —Reiju puso la mano en el hombro del chico.

—Dejen de hablar tantas estupideces y muévanse, si el mocoso narizón sufre un infarto por hacer lo que les correspondería a ustedes, voy a echarlos a la calle a todos. —Zeff paso groseramente una franela encima de su mesa.

—¿Tu y cuantos más, viejo? —Niji reto, pero comenzó a quejarse cuando el anciano jaloneo su oreja. —Si, si, ya entendimos, ya entendimos.

—Supongo que debo dejarlos trabajar. —Reiju le sonrió autosuficiente. —Se me hace tarde, tengo que intentar que Germa no se vaya al fango y soportar cuarenta minutos en una junta con imbéciles que solo me mirarán los senos. Así que los llamare después. Arrivederci, señoritas. —acomodo su vestido vintage, y abrazo a su gruñón y huraño abuelo. —Tu eres la más guapa de todas, por supuesto.

;u;

—¿Donquixote Bellamy me acabada de decir que su padre es un imbécil? —Niji abrió los ojos con asombro, aterrizando su papa frita en una montaña de cátsup, el rubio sostuvo su huesuda y pálida muñeca entre su enorme mano bronceada. —¿Es este acaso el fin del mundo?

—Se más discreto. —Bellamy le pidió gruñendo.

—Para que sea discreto tendrías que hablarme en código morse, la discreción no es una de mis cualidades. De todos modos, ¿qué te hizo darte cuenta por fin qué tu padre no es ningún héroe?

—¿Veintidós años siendo tratado como un grano en su trasero te parece suficiente? —le dijo de manera inequívoca.

—No, no, Bell. —estiro la mano de forma sinuosa, agarrando la barbilla del joven, sonrió a milímetros de su cara y lamió su cuchara frente a sus ojos. —Muéstrale que eres algo peor, un tumor, y que no es posible extirparte tan fácil.

—Empiezo a creer que no lo soporto. Y no lo entiendo, siempre quise ser como él.

—No seas quejumbroso, chico grande. —aplasto su nariz con el dedo. —Para mi papá he sido un ratón de laboratorio. No estoy quejándome, me recompensaba por eso. —llevo las manos a su cara de forma teatral. —Extraño mi auto, mi ropa y mis relojes.

—No soy tan frío como tú.

Niji se rasco la cabeza, un poco incomodo, su suave cabello se tejió en sus dedos.

—Bien... ¿Han peleado verdad? — cuestiono, alejándose otra vez.

—Yo he peleado, él solo me respondía de la misma forma de siempre, como si mi IQ fuera el de un bebe.

—Tu coeficiente intelectual no es reto para un hombre como el señor Donquixote, no te ofendas, tenemos que trabajar en eso. —Niji mordió su papa, curvando los labios en una sonrisilla, pero se puso serio ya que Bellamy pareció un poco abatido. —No lo escuches más, si lo haces, siempre te va a debilitar. —hizo un gesto ríspido. —Doflamingo se puede ir al carajo, no lo necesitas, él te necesita a ti, eres su único heredero y...Eres mejor que él.

Resultaba que Niji podía ser malicioso y muy grosero, eso era lo que un observador casual intuiría, pero la verdad era que no era tan, tan malo, su círculo cercano era valioso para él, y Bellamy sabía que se sentiría honrado si un día lo integraba.

—Ha dicho que, "para mi desgracia", soy cien por ciento, hijo de mi manirrota madre. Antes me hubiera molestado, pero ahora creo que simplemente, está bien. Le he hablado a mamá en la noche, la salude y aunque no había mucho que decirnos y hubo silencios prolongados, también me siento bien, tanto que incluso le hable de ti.

Niji empezó a ahogarse con la soda. —¿¡Que hiciste qué?! ¿¡y por qué de mí?! —grito con la cara roja.

—¡No lo sé!, ¡solo paso, baja la voz! —se defendió. —Pero puedes seguir bromeando conmigo todo lo que quieras. —estiro sus brazos con pereza. —No conseguirás alejarme, y sé que en el fondo añoras mi amistad.

—Te he advertido que soy un mal amigo.

—Y yo soy persistente.

—Hiena Bellamy. —Niji puso los pies encima de la mesa, su abuelo le dio un golpe con la franela y los bajo. —Te estas condenando tu mismo.

—A estas alturas, un problema más no es nada, comienzo a pensar que mis nervios son de acero. —su ceño se frunció de repente, se veía pensativo.

—¿Qué ocurre?...

—Creo que mi padre te agradaría, a todo el mundo le agrada, él es genial.

—Dejo de agradarme en automático, y es tu culpa...Además, tu tienes algo que él no.

—¿Uno de los peores promedios durante mis años de estudiante?

—No te sientas especial, ese título lo compartes con Yonji, ¿No es obvio?, ¡A mí para criticarte constructivamente y alentarte cuando te sientas misero e infortunado!

Bellamy le regalo una sonrisa tiburón mientras limpiaba una mancha de mostaza de su barbilla.

—Serás mi perdición. —Dio un largo suspiro. —Has cambiado demasiado, Bell.

—Tuve que hacerlo. —Bellamy atrapo la mano de Niji antes de que la hundiera de nuevo en sus papas fritas, lo hizo levantar los ojos, confundido. —Te propongo esto Vinsmoke, quince minutos de mi miseria, quince de tu desgracia, una hamburguesa extra grande para mí, y una soda para ti con mis patatas, las cuales siempre robas.

Niji suavizo la mirada. —Lo siento, pero en realidad me he quedado sin miseria para repartir. —se sintió bien admitirlo. —Pero aún así puedo escucharte todo lo que quieras, aunque te costara un helado.

—Hecho.

—Y de chocolate.

 

 

 

—Así que han tenido suerte con la inmobiliaria, ¿eh?

—Mas o menos, resulta que primero habrá que restaurar la casa de mi madre antes de buscar a la gente correcta para rentarla, pero Carmen, la agente, va a dedicarse a eso, dijo que, aunque esta retirada pagaran una buena pasta por ella, no podemos habitarla por la distancia, pero si aprovecharla, la gente ama lo antiguo, y ese sitio parece haberse congelado en la época medieval. —dijo Yonji despeinándose el cabello. —Además Sanji y yo ya elegimos el departamento de acuerdo a nuestro presupuesto, es bastante pequeño, pero se ve muy bien y está a minutos de una estación de trenes, con lo de la renta de la casa de mamá, nos sobrará bastante para pagarlo.

El motor de una camioneta seguido de un fuerte claxon hizo que el muchacho se quitara sus audífonos. —Supongo que son los proveedores, iré por las cajas.

—Sip.

En realidad, Zoro aun no podía creer que en menos de lo que un gallo cacareaba, Sanji se iría. Apoyaba su decisión, de hecho, aunque parecía en exceso despreocupado, cada que visitaba el Baratie no podía evitar revisar obsesivamente el buzón por noticias de la escuela, hasta que Zeff lo encontró peleándose con la cosa esa y le dijo que no fuera tan paranoico, que los emails hoy en día se encontraban dominando el mundo. Y que por más idiotas que parecieran sus nietos, tenían todo en orden.

Zoro miró el llavero en su mano, abriendo y cerrando la palma, era un cactus de plástico, los diminutos picos se marcaron en su piel.

Su teléfono vibró y lo sacó del bolsillo, leyendo el mensaje de Jabra, ah sí, la época de ascensos y promociones tenía a todos vueltos locos. Él no estaba realmente preocupado, no estaba presionado como Smoker. Sabía que estaba siendo considerado para un nuevo cargo, y todavía estaba a opción la reubicación a otra ciudad que más lo favoreciera, pero tal y como la primera vez, volvería a declinar la oferta.

—¿Qué tal un sándwich mientras esperas? —, Usopp preguntó caminando hacia él.

—No gracias.

—¿Cerveza?

—Podría ser. —sonrió de lado.

—Tendrás que esperar un poco más a que la traiga. —recargo la mano en la mesa. —Como te habrás dado cuenta. —señalo a Niji y a Bellamy. —Soy yo el que más trabaja aquí. Acto uno: Tenemos a un psicópata y al hijo de uno de los hombres más viles tomando mate, juntos. A la princesa de Francia haciendo comentarios escalofriantes, al chico que adopto el gimnasio como segundo modo de vida, a mi amigo al cual le quitaste algunos tornillos, y al desahuciado emocional moviéndose como zombi, todos en el mismo lugar. La obra se llama: El Baratie hace a Usopp infeliz, por si te interesa saberlo.

—No deberías de ser tan duro con ellos. —se encogió de hombros.

—Uno se acostumbra a la larga a que no sean normales, no te preocupes, mientras nadie trate de hacerme daño estaré bien. —Usopp explico.

Zeff saludo a Zoro con un sencillo gesto y camino cojeando hacia la tornamesa, el moreno lo vio acomodar un vinilo antes de gritar:

—¡Niji, cumple tus obligaciones mocoso! Bellamy, si sigues viniendo aquí para distraer a mi nieto, tendrás que ponerte un uniforme también y comenzar a atender las mesas.

—Este lugar parece más vivo que antes. —el policía levanto ambas cejas. —A todo esto, ¿en dónde está Sanji?

—¿Ya viste en la cocina?

Se levantó y acomodo su silla, alzó la palma para despedirse de Ichiji que estaba hablando con un italiano maduro y lucía algo afligido; puso un pie en la escalinata y abrió las puertas de metal de la cocina, sus manos se recargaron en las manijas, asomo la cabeza dentro y sintió el intenso calor de los fogones en su rostro.

Espero encontrarse con el rubio, verlo concentrado cortando de la manera "especifica", las verduras, aún cuando Zoro no entendía por qué las papas y las zanahorias se cortaban diferente, y sonrió ante la idea de verlo rabiar por insignificancias como la gomosa textura de su comida, aún cuando ya era maravillosa.

Pero Patty, el cocinero fijo, fue quien lo recibió, el hombre levantaba ollas y las acomodaba en las estufas, se volteó a verlo automáticamente, y le habló:

—El muchacho está en el almacén, solo ve al pasillo de abajo y abre la última puerta. Ah, y dile que no voy a escalfar las peras con el poder de la mente, que se dé prisa y me traiga la botella que le pedí.

Bajo por las escaleras de madera remachada, y entro a lo que parecía ser una pequeña enoteca rustica con estanterías de vinos clasificados, el sitio era oscuro y húmedo; el olor era delicioso.

Why does the sun go on shining?...
Why does the sea rush to shore?...

La letra de la melodía que al instante reconoció, hizo a Zoro sentir un nudo en su interior y quedarse quieto un momento, había sido esa canción, había existido en esa letra, fluido en el coro, en la segunda voz, en las notas y las silabas. Preguntándole al sol la razón de que siguiera brillando, gruñéndole a los pájaros por gorgojar, o a las estrellas por iluminar el cielo; era él, reclamando que el mundo siguiera existiendo pese a que su mundo, se había acabado después de Tash, eran todos sus años caminando por un pedregoso vericueto cual condenado.

Ya la había perdonado lo suficiente, perdonándola a ella se perdonaba a sí mismo.

Miro el perfil del rubio, se recargo en la pared y sonrió.

Sanji estaba enfrente de una estantería con botellas apiladas en posición horizontal.

Se giró al sentir su presencia y guardo su libreta dentro del mandil. —¿Acaso no saben que es el fin del mundo porqué ya no me amas más?... —su voz barítona susurró baja y sedosa.

—El fin del mundo, Skeeter Davis. —Zoro se cruzó de brazos diciendo en voz alta el nombre de la canción.

—Es una de mis favoritas. —Sanji le sonrió encogiéndose de hombros. —Se que Ichiji quiere romper "accidentalmente" el tocadiscos, no la soporta, es una coincidencia con su estado de ánimo. —se burló.

—Si a tu abuelo se le ocurre poner Heartbreak Hotel de Elvis, de verdad creeré que es malvado.

Sanji dejo salir un tufillo de risa y continúo acomodando las botellas. —Rosados, amontillados, frutados... ¿Así se ve el paraíso en tus sueños, no marimo?.

Zoro trago saliva, le costaba acostumbrarse a la sensualidad primaria del rubio, su naturaleza pura era seductora.

—Me subestimas, en realidad me conformo con una simple cerveza. —torció la boca. —Tiempo muerto, regresare a la estación, te llamo más tarde ¿de acuerdo? Solo quería avisarte.

Sanji asintió, agarrando delicadamente de la consola de madera una copa de vidrio, levanto una de las botellas de tipo benjamín, y Zoro alzó una ceja con clara expresión de «No deberías de hacer eso» al verlo sacar el corcho con destreza.

— ¿Qué se supone qué haces?, Zeff va a regañarte.

—Degusto. —susurró con cara de ángel perverso.

—¿No te causará problemas?

—No creo, sobra una en el inventario. —se rió de manera encantadora, llenando la copa de un líquido picota intenso, lo olio. —Fruta madura... ¡Grosella y frambuesa! Huele a madera...No me digas que no quieres probar.

Zoro parpadeo antes de verlo beber el contenido de golpe, e instantáneamente fue empujado contra la pared por el rubio haciendo que la madera tronara, y tal y como si supiera de su desesperación y sus ansias, Sanji lo invito a beber el vino de su propia boca, lo hizo gruñir aceptándolo; para Roronoa, era tocar un ser etéreo con las manos sucias de lodo.

—Tengo que irme, Sanji. —le dijo despacio, siseando. —Tengo que...—no podía respirar.

—No, aún no. —el rubio puso los dedos en su cinturón, espoleándolo.

—Hay gente arriba...van a enterarse. —trastrabillo.

—Ellos no sabrán nada. —Sanji tomó otro gran trago y agarro su cara, obligándolo a beberlo.

—Va a estar castigado y, ¿te has detenido a pensar en lo que tu abuelo dirá de mi si nos descubren?, soy yo quien tiene que tener la cabeza fría cuando tú te comportas como un adolescente. Escucha, podría permitirte un trabajo oral, eres bueno en eso.

Sanji rio encontrando tierna la preocupación del hombre. —Oh dios, cállate. —sonrió acercándose irreflexivamente a su pelvis para sentir la prueba de que lo excitaba, diluyendo con maestría su resistencia.

—Estas demente.

—Pero a ti no te molesta.

Zoro gruño roncamente, el moscatel se deslizaba por su garganta, succiono con más fuerza de la suave boca haciendo a Sanji fruncir las cejas y medio quejarse de dolor, movió su cadera contra él buscando fricción.

La sensación causo un fuerte estremecimiento en la profundidad de su estómago, Zoro suspiró contorneando las palmas en los costados del chico.

La lengua húmeda chupó su barbilla morena, sus labios rojos y viscosos hicieron un rictus fascinante, Zoro inspiro aire y apretó la carne interna de sus mejillas, estaba palpitando y creciendo; Sanji lo abrazo rodeando sus hombros y Zoro maldijo cuando su hinchada virilidad se froto contra el vientre del rubio, quien sostuvo su cara y admiro sus rasgos cincelados.

—Deja de pensar, ¿quieres solo actuar?

—Eso, Sanji, es precisamente lo que me preocupa. —su voz era ronca y cavernosa, débil a la anticipación de los largos dedos pálidos en su barbilla. Deslizo la lengua por la piel y mordió su cuello, la mazana de Adán de Zoro tembló.

Zoro crujió los dientes y Sanji grito cuando lo lanzo hacia atrás de manera agresiva, pero de inmediato se formó una sonrisa pícara en su rostro y humecto sus labios; no hizo sinapsis, simplemente demando por él.

Era raudo y preciso, el policía solo abrió la bragueta de sus pantalones y saco su erección, su profunda mirada obligo a Sanji a estremecerse; le bajo sus jeans, lo preparo con rapidez, burlándose con sus calludos dedos navegando en él.

Lo empotro con más presteza todavía; y al darse cuenta que Sanji ya estaba aferrado a él con las piernas anudadas a su cadera y las uñas jaloneando su camisa, entro.

Labios chocaban, dientes chocaban, Zoro enterró la nariz en su garganta y le penetro hundiendo los dedos en su cabello sudado, sin dejar de asirse de él, retirándose solo para volver a invadirlo. 

Don't they know it's the end of the world? It ended when you said goodbye...—Sanji gimió en su oreja la música de arriba. —Es mi parte favorita. —mordisqueo el lóbulo.

El rubio no cerró los ojos y él golpeo y golpeó; estaban unidos de pecho a pecho.

—Joder, no me tientes, por favor no lo hagas. —Zoro salió con calma, y segundos después entró severamente, deshaciéndose de todo vestigio de contención.

Sanji abrió la boca en un grito silencioso y arrugo la nariz, emitiendo un estridente silbido entre sus dientes apretados.

Zoro lo giró recostándolo de estómago en la mesa, frambuesa y zarzamora estaban sus encías, movió las manos hacia su culo y lo presiono contra su polla, sus mitades inferiores gravitaron inevitablemente pegadas, y decidió devolverle el favor, descansando los labios en el espacio convexo de su hombro y acariciándole el miembro desde la base a la punta, la respiración de ambos ya estaba acrecentada, se inclinó para mordisquearle el cuello y lo hizo jadear.

Zoro arremetió más duro, sometiéndolo de las muñecas, susurrando palabras estranguladas en su piel y creando ruidos húmedos, un arpegio obsceno.

La puerta fue abierta de manera intempestiva y el cocinero enojado entró dando pasos toscos por su obeso peso.

—¿Dónde estás, mocoso irresponsable? ¡Te dije que tenías que traerme la botella de Ridge! —Patty bramo.

Zoro empujo a Sanji en el suelo subrepticiamente, la adrenalina bamboleaba su sangre, lo volteo, en una esquina fría y húmeda, atrás de las gruesas barricas de robre, exhalaban e inhalaban. Fuera de su cuerpo, pego su dureza entre la abertura sensible, y se movió para acariciarla de arriba abajo.

—¡Uhum! —Sanji salto.

Shhhss...—Zoro puso el dedo sobre sus labios, creando una mueca sensual que no pasó desapercibida para el torturado rubio, después reingreso y ataco su boca, callando sus quejidos y chasquidos con su lengua, deseando que las vibraciones de su respiración no los delatarán; acoplándose tranquilo, pero golpeando conciso.

Maniobrando con la suficiente pericia para que su miembro, estallando en Sanji, no evidenciara sus actos. Los ojos azules o se cerraban o se dilataban ante cada embate; Zoro sentía que moría y revivía por la firmeza en que las largas piernas aseguraban sus caderas, y como con sus tenis de tela lo empujaba con los tobillos para que siguiera cavando, la espalda de Sanji transpirada, lo hacía resbalar en el lustroso suelo.

—Espera un poco, no tan ruidoso. —Zoro farfullo, su lengua se había movido a través del cuello blanco consiguiendo que Sanji azotara un pie en el piso.

—Si hay un ratón aquí, Zeff va a volverse loco. —escucharon al cocinero quejarse.

El rubio movió la cabeza en ruega, sus mejillas ardían y miraba la concentración de su mandíbula cada que hacia otro impele, y aunque el policía, con honestidad, quería regodearse de que Sanji pareciera haber perdido un nuevo tornillo, porque sinceramente se lo merecía, no iba a lidiar con un club de lobos enojados con él si jodian todo, pesé a que Zoro fuera la caperuza, así que se acercó al oído del rubio y susurro bajo mientras le sonreía: —Vamos, ratón, no hagas que nos atrapen.

Patty vio la puerta trasera abierta y supuso que se habían ido, agarro el Ridge y salió leyendo en voz alta la información de la etiqueta.

—Este sitio parece un kínder, está llenándose de problemas, y estos niños ni siquiera trabajan como deben. Las peras, las peras, no voy a marinarlas con magia.

Zoro sostuvo la cadera de Sanji, quien respiro como si hubiera tenido la cabeza sumergida en el agua por mucho tiempo, al retomar sus duras penetraciones el cabello del chico rebotaba lacio y bonito sobre sus hombros.

Los vaivenes se intensificaron, lo admiró disfrutando el orgasmo que le había otorgado en un explosivo crescendo, se tocaba a sí mismo el pecho y jadeaba ante la bola de placer que seguía creciendo dentro, los mechones claros se pegaba a su frente y su cuello, le besó demandante, con lascivia y sosiego sincronizados, toco sus labios como si fuera la última vez que podría hacerlo, y asesto el golpe final, sus músculos se tensaron duramente y se corrió.

Una vez que el acto sexual finalizo, Zoro siguió unido a él, se sentía extraño tenerlo así, todavía en su interior, y Sanji con las palmas en su pecho, sin embargo, él no busco penetrar de nuevo, ni Sanji se movió otra vez, no era que no lo incentivara a tener un nuevo encuentro; sino que solo bastaba mirarse, frágiles y vulnerables ambos, su peso encima del de su compañero, y estaba bien, y era correcto.

Después de calmarse y salir, Zoro se sentó en el suelo de madera, inflando las mejillas y dejando al aire irse, no aparto los ojos de Sanji que seguía recostado con un rostro plagado de fruición, los ojos azules lo seguían igual a dos canicas, brillantes bajo la luz del techo.

— ¿Nos vemos después? —, Sanji se enderezó poco a poco.

—Si.

—Todavía necesito hacer algunas compras y tengo cosas en tu departamento que debería ordenar, van a estorbarte, deje un desastre. Nada importante, son prendas que no voy a llevarme, no van de acuerdo al clima. —acezó apartándose el cabello mojado de la frente y recogiendo su pantalón. —Pero te quitan espacio así que voy a meterlas en cajas de cartón y llevarlas al desván, ahora que Yonji y yo nos vamos, nadie tendrá que compartir habitaciones, así que prefiero ordenar.

—Puedo ordenarlas yo, puedes dejar tus cosas en mi casa si quieres. —Zoro respondió limpiándose, subiéndose el zipper y fajándose la camisa para verse lo más presentable posible, Sanji se quedó quieto. —...Si no te importa guardare tu caos en un cajón y después, cuando estés aquí sabrás que hacer.

—¿Seguro?

—Después de esto, obviamente.

Sanji rodó los ojos.

—Bromeaba.

—No prefieres, ya sabes... ¿espacio?

—No seas cobarde, ¿Dónde está la actitud de hace un rato?, me atacaste como un depredador, no voy a vender tus cosas por si eso te preocupa.

—¡No es eso, pedazo de tonto! —Sanji se estaba riendo, Zoro le hizo una señal con el dedo para que bajara la voz y siguieran susurrando.

—¿Y, entonces qué es? —recargo la espalda en un barril, medio cerrando los ojos. Debía de ser un delito obligarlo a trabajar después de eso.

—Es todo.

Zoro rodo los ojos, acercándose al chico. —Te espero en la noche, traeré comida china. —peino sus cabellos hacia atrás. —Se que ya tienes las maletas, pero por si alguna falta, Kalifa se está deshaciendo de un juego, son unas Tumi Alpha, creo que son perfectas, tal vez debas tenerlas.

Cuando vivía en casa, tenía unas moschino, pero las tumi son geniales, puedo comprárselas, ¿Cómo se le ocurre regalarlas así sin más? —dijo emocionado, se veía demasiado infantil. —¡Dile que se las pagare!

—Sanji, shiiiss...—volvió a pedirle recato. Zoro se rasco el cuello, ya se había adelantado a comprárselas, convencer a la rubia de que se las vendiera no había sido fácil. —No es necesario, ella ya no las quiere, no le hacen falta, así que Jabra las dejo en mi casa. —acomodo el botón de la manga de su camisa, Vinsmoke había empezado a hablar y hablar, él solo sonrió de lado, despidiéndose. —Algún día, Sanji, cuando nos volvamos a ver, pensaras que tal vez todo si ha valido la pena.

Sanji sonrió con pereza, se sentía amenizado, se sentía de una forma que no podía ser descrita, pero la sensación era puñeteramente increíble.

—Lo se ahora. —rozo su mano. —¿Qué somos?

—La pareja más ridícula que existe, créeme.

;u;

No había seguridad en sus acciones, no había nada en realidad. Katakuri metió las manos en los bolsillos de sus pantalones, y levanto el mentón, posicionando los ojos hacia la ventana del segundo piso del restaurante-casa.

Dos veces trato de convencerse de no bajar de su auto después de estacionarlo algunas calles adelante, y de que lo mejor sería ir directo a su casa a supervisar un legajo de papeles interminables, pero se odio por ser débil.

El viento pegaba en su cara, el grillar de los grillos salía de algún rincón, y las llantas de los carros derrapaban con furia. Apretó su chamarra y subió las solapas ocultando su nariz y mentón.

Una luz atornasolada se encendió.

Él dio un paso hacia adelante.

La cortina color múrice proyectaba una delgada silueta tras ella, era el cuarto que Ichiji compartía con alguno de sus hermanos, lo sabía porque el dormitorio principal —el más grande de toda la casa—, y que pertenecía a Redleg, tenía las luces apagadas, pensó que su esposo podría estar en la habitación que daba al patio trasero, lo que lo decepciono, pero para su suerte, había terminado en el lugar correcto.

Su corazón salto en el instante en que reconoció la etérea figura oculta en la tela una vez que Ichiji encendió la luz; el intenso rojo crepúsculo ocultaba a Katakuri en sus sombras y él solo...miraba la finura y angularidad del rostro que ya conocía a la perfección.

¿Con que fin lo hacía? Ni eso sabia, sentía culpa, pero no la suficiente para hacerlo marcharse.

Las ganas de gritarle que se asomara o arrojarle una piedra al cristal para tener su atención eran excesivas, haciendo que dentro de él algo se riera de su comportamiento y su poca paciencia, porque era un hombre, no un crio, no un adolescente impulsivo. Solo observó, rezagado en su esquina con la espalda recargada en el tronco de un árbol y la oscuridad encima.

Era masoquismo, placer o un grado de estupidez estratosférico lo que lo había llevado a estar ahí; no podía dilucidarlo, así que sería lo que tuviese que ser, pensó.

El sonido retumbante de su corazón haciendo bom bom contra las paredes de su pecho lo hizo creer que vomitaría el órgano.

Vio la figura de Ichiji desatorando los botones de su chaleco y después la camisa del uniforme, sería una mentira decir que escuchaba las texturas de la tela, el chasqueo de sus dedos al quitar la ropa, porque todo era mudo y lo único que importaba era la imagen del pelirrojo mostrándose para él, pero imaginaba los sonidos, imaginaba todo. Ichiji extendió los brazos y enterró los dedos en las hebras de su pelo lacio, desenredando nudos y suspirando deliciosamente por el relajamiento de sus músculos.

No hagas eso.

La cadera esbelta y el camino de huesos de su columna vertebral lo hicieron apretujar los labios. Su garganta contrita paso saliva; esa piel traslucida, de alabastro, haciendo dramático contraste con su cabello escarlata consiguió que no apartara la vista, escucho el sonido de sus nudillos tronando en sus bolsillos, no sabía que los había estado apretando tan fuerte.

Era como si una electricidad lo abordará desde la punta de sus pies y trepará hacia su coronilla, recordándole el mogollón de sentimientos que tenía por él, insuflándolo incluso antes de que fuese capaz de aceptar que le correspondía. Sus dedos cosquillearon, ansiosos por acomodarse en su cintura y arrástralo a su lado, por recorrer sus piernas torneadas y largas, asfixiarse de su belleza melancólica y sutil que lo abducía a la obsesión.

Se flexiono un poco, tomando algo del estante frente a la ventana, sus clavículas se acentuaron y la cortina de cabello cayó sobre su cara.

El árbol contra el que Katakuri estaba apoyado derramo su corteza invernal en su espalda, y él gruño sintiendo escalofríos.

Ichiji desapareció de su campo de vista, Katakuri se quedó como una estatua esperado su retorno, y supuso que había ido al ropero por otra prenda, acertó, porque regreso y deslizo una camiseta de algodón sobre su cabeza.

Si su abuelo o cualquiera de sus hermanos lo descubriesen tendrían todo el derecho a hacer reclamos y preguntas, a decirle que no entendían que demonios pasaba por su cabeza.

Contuvo la respiración, Ichiji abrió la puerta corrediza y se arrellano sentado en el pequeño balcón, encogiendo las piernas contra su abdomen, el clima era tan fresco que sentía envidia de sus brazos desnudos tan a gusto con la brisa, y aunque el aire era frio, para Katakuri se sentía seco y caliente.

Ichiji levantó una taza y bebió de ella a pequeños sorbos, el vapor calentó sus mejillas y las enrojeció, mordió una de las esquinas de sus labios y mojo con la lengua sus contornos del sabor amargo.

Sabía que era café negro, media cucharada de azúcar y canela, si olfatease podría embriagarse con el aroma.

Deseaba ser Harker*, que Ichiji le abriera las puertas de su castillo y le dijera que era bienvenido, ser devorado por su misticismo, que le volviera loco con su incertidumbre y paganismo, él le daría la piel, Ichiji solo debía de encajar los colmillos.

Un gato salto desde terraza de la casa vecina y golpeo la tapa metálica del basurero, a centímetros de donde estaba Katakuri, el maullido del felino llamo la atención de un perro callejero que empezó a ladrarle con insistencia.

—Maldición. —maldijo entre dientes, hojas y ramas crujieron bajo sus botas cuando retrocedió, cualquier movimiento en falso y todo estaría perdido.

Y de pronto, los ojos taciturnos observaron directamente hacia el frente, entre los oscuros arbustos y la rejadura.

«Mira hacia aquí, mírame a mí. Estoy aquí pequeño vampiro, veme.»

El lado racional de su cerebro lo hizo querer darse una palmada en la cara, si Ichiji lo descubría, ¿Qué explicación podría darle?

Cuando creyó que Ichiji por fin se había dado cuenta de su presencia, el chico simplemente bajo la mirada y comenzó a leer. Katakuri guardo las ganas de hacer que lo viera y las sujeto con fuerza.

Quiso fumar, deseo mantener los labios ocupados para así no fantasear con una batalla en la que sometía los del chico. Lo miró pasar página a página después de comerse todas las letras, y termino pensando en el infierno.

En el de Jean-Paul, su infierno vacuo representado en una habitación cerrada y pequeña, con un hombre y dos mujeres dentro, ellos no dormían, no comían, no hablaban entre ellos, ni siquiera parpadeaban, existían uno al lado del otro, y aun así estaban solos. No había demonios ni castigos, solo ellos y era eterno.

Recreo su propio infierno, y en su versión tampoco había paredes rojas ni vísceras o un gran diablo, de hecho, era su vida de siempre, sus autos, sus casas, su éxito, era normal, pero Ichiji no la vivía a su lado. Y eso era todo.

Se quedo mirándolo hasta que Ichiji bostezo con cansancio y regreso al interior de la habitación. 

El infierno de Katakuri tenía un nombre, una cara, su propio color de ojos, —azules mediterráneo—, sonrisa mitológica y cejas de idiota.

;u;

Fue durante una de esas largas e interminables tardes en las que apostaba terminaría perdiendo la cabeza que le contó su historia a Paulie, el rubio bebió rápidamente de su vaso de brandy, limpió su corta barba con la manga de su traje y abrió sus ojos en amplitud esperando que confesara que estaba bromeando, y al no hacerlo, tuvo que decirle con animosidad que no lo entendía, pues creía que él y su esposo se habían conocido en Alemania, que todo el mundo decía lo mismo.

—Estas diciéndome que te has casado con Ichiji por... ¿Un contrato nupcial?, estamos en pleno siglo veintiuno Charlotte, lucha por los derechos, la libertad, la libre expresión, incluso criticamos acción de gracias y toda festividad, y resulta que ustedes toman tan a la ligera el verdadero valor de un matrimonio. ¡No pensé que eran tan estúpidos o tan ambiciosos!, tu, por conseguir esta empresa de esa vil forma, y él por hacer una fortuna vendiéndose a sí mismo.

—Se que suena mal para nosotros dos, pero al menos él estaba pensando en su familia cuando acepto el trato.

—Había formas Katakuri, todo tiene una escapatoria.

—¿Y esperar a que mis hermanos mandaran este imperio al carajo por sus excesos? Porque pasaría, y cuando eso sucediera no solo mi familia caería, también la de la gente que trabaja para nosotros, no es tan fácil. Y sobre Ichiji, era cuestión de tiempo, no tienes el disgusto de conocer a su padre, es un hombre mezquino.

Si había de decirle la gravedad del asunto a alguien, ese sería Paulie, un hombre que no era unipartidario, y cuyo único problema era estar excesivamente chapado a la antigua, pero era bueno, tal vez el mejor hombre que había conocido.

Como era de esperar después de la confesión sus ojos mostraron desagrado, Paulie salió de la oficina no sin antes darle de un discurso moral, pero regreso una hora más tarde para continuar escuchándolo.

;u;

—Tal vez te he dicho que mi mujer es una dulce chicay lo es, al menos la mayor parte del tiempo. Pero tampoco tendría contemplaciones para exprimirme los cojones y obligarme a dormir en el patio si se entera que. —levanto la mano, mostrándole uno de sus dedos. —Uno, he estado visitando a un chico que es muchísimo más joven que yo. —hizo lo mismo con un segundo dedo. —Dos, él está a nada de separase de su esposo y tres, su esposo no es otro que mi jefe.

—No tiene que enterarse. —la boca de Katakuri era una línea seria y circunspecta.

—Amigo, por si no te has dado cuenta, esa es precisamente la razón por la que tú vida marital es un constante tira y afloja.

—Si algo aprendí de mi matrimonio es que no es tan malo mentir a conveniencia, por lo menos dependiendo del grado de la mentira. Tómalo simplemente como un mecanismo de censura.

—Por todos los cielos, eres menos cuerdo de lo que creía. —Paulie puso la mano en su frente, recogiendo los cabellos rubios que se pegaban a ella. —Para empezar, renunciaste a Ichiji en el preciso momento en que no hiciste nada después de verlo hacer sus maletas e irse, ahí se acabó tu derecho de hacer algo por él que no sea alejarte.

—No estoy pidiéndote que tengas una aventura con mi esposo. —espeto con los dientes apretados, su tono era atiplado. — Dejarlo ir fue lo correcto.

Paulie alzo ambas cejas ante su contestación. —¿Así que no harás nada todavía? —se cruzó de brazos.

—No puedo acercarme directamente, si lo hago pensará que menosprecio su emancipación. —hizo una mueca. —Deja de mirarme como si estuviera proponiéndote una locura Paulie.

—¡Estas pidiéndome que frecuente a tu esposo! ¡A tu esposo! ¡Por el amor a Cristo!, no, no me parece un acto romántico de enamorados del siglo diecinueve ni nada de eso, en cambio creo que es descabellado.

—Baja la voz, estás diciendo disparates. —Katakuri gruño frustrado.

—Ja, ¿ahora te importa la reputación del matrimonio Charlotte?

Katakuri lo miro con los ojos oscurecidos, frente a él estaba todo lo que no era. Un hombre simple con una familia, que seguramente hacia parrilladas los domingos y tenía un jardín en el que corrían labradores. Un hombre respetable.

—No le habría pedido esto a nadie más, te he escuchado hablar de Margaret cada día, tu amor a ella te ha hecho acreedor de mi confianza para acercarte a mi esposo. —le dijo con absoluta naturalidad. —Felicidades.

—¡Será la madre de mis hijos, claro que lo hago!, pero déjame recapitular las cosas. —continúo mirándolo como si no pudiera procesar la calaña de persona que era. —Chantajeaste a Ichiji para que se casara contigo, lo cual de por sí ya es demasiado grave como para continuar juntos, y después los dos comenzaron a atacarse como un par de animales primitivos, igual a dos inestables e incivilizadas besti...

—Si, si, entiendo el punto, pero puedes continuar siendo todo lo grafico que quieras.

Paulie suspiro, aligerando su tono. —A pesar de todo lo que se han hecho sigues enviándome a preguntarle sobre cualquier cosa que él pueda necesitar, sigues buscando asegurarte de que está bien, esto tiene que parar.

—¿Le has dado el último libro de Bram Stoker que te pidió?, no quiero criticar su gusto literario, pero aun así es un poco gracioso, claro que si se lo digo en la cara va a ofenderse. —sonrió de lado, sin ningún ápice aparente de turbación. —Muero de ganas por reírme en su cara. Mi cereza. —chisto la lengua. —Es muy quisquillosa.

—No minimices las cosas, él cree que soy su amigo.

—Eres un buen hombre, yo no. Yo hago las cosas de otra manera.

—Él cree que soy su amigo. —le repitió.

—Y lo eres, así que empieza a relajar esos nervios, no estamos haciendo nada malo. —se sentó tranquilamente en su silla, cruzando los brazos detrás de su nuca.

—Sabes a la perfección que he ido a verlo porque tu me lo pediste. Y aunque sinceramente lo aprecio, sigue siendo una mentira, lo he ido a buscar por ti. —busco con cuidado las palabras para proseguir: —Él ya me pregunto si fuiste tú y yo lo negué. Si estuviera en tu lugar yo le habría dado su espacio y hubiera evitado que siguiera relacionándose con cualquier cosa que tuviera que ver con Whole Cake. Se encuentra con su abuelo y sus hermanos, lejos del remedo de su padre, eso es el verdadero final de todo, Katakuri. El problema es que tu no quieres que se acabe. Acéptalo.

—No me molestes Paulie. —dijo con amargura.

Paulie suspiro, intentando elucubrar una opinión arbitraria.

—Escucha, este es mi punto de vista: Él está bien, es un chico joven, sigue estudiando y está recuperándose de la ruptura de corazón que se han hecho pasar. ¿Por qué entonces la gran idea de ser un benefactor anónimo?, es absurdo.

—Él me importa.

—Eres perfectamente capaz de decírmelo a mí, pero no a él.

—Se lo dije. —cerro un ojo con calma. —Y al día siguiente estaba encima de una tarima, haciendo pésimos chistes sobre los ingleses y bebiendo casi al grado de tener un coma etílico.

—Esto es demasiado malo, demasiado malo. —el hombre exhalo.

—Nuestro matrimonio, nuestras...complicaciones, ¿de acuerdo?

Paulie lo miró como a un demente. —¿Qué harás cuando conozca a alguien que pueda quererlo de una forma más simple, más fácil?, sin ningún idilio o dramatismo, algo como...

—¿Tu amigo de la ridícula barba? — refutó enojado. —Él no lo quería. —recalco. —No de una buena manera, no era mejor que yo, un hombre como ese jamás sería la persona por la que yo me apartaría y le dejaría el camino libre a Ichiji. Dijo cosas que pretendían lastimarlo una vez que se dio cuenta que no podría conseguir lo que le interesaba. —con su uña golpeo una pelusilla en su saco. —Hombres, somos tan obvios con nuestros instintos primarios, ja. ¿Ese es el mejor ejemplo que tienes?, ya que créeme, es pésimo.

—Bingo. —Paulie le mostro una sonrisa crispada. —Pero no bingo. Tu hiciste lo mismo, de hecho, tú, mi querido Charlotte, fuiste infinitamente peor que Lucci. ¿Eso hace menos tu capacidad de quererlo?, —pareció disfrutar de la expresión furibunda que se dibujaba en su cara —¡Exactamente, no! Claro que te hace menos acreedor de él, por supuesto que te convierte en un tirano emocional y a él en un saboteador rencoroso. Pero, si algo he aprendido en mi vida es qué la gente como tú y como Ichiji, no son una buena combinación, tal vez si de verdad te haces a un lado y le das la oportunidad de conocer este amplio y basto ecosistemaentonces será suficiente.

—¿A qué quieres llegar, Paulie?, ¿Estás sugiriéndome que lo lleve a citas a conseguir un nuevo pretendiente? ¿Qué debo de patrocinar a mi esposo en este...—hizo comillas con los dedos? —"Amplio y basto ecosistema"?

—Estoy preparándote para la cruda realidad. —le mostro las palmas, intentando calmarlo. —Porque, aunque tu continúes mandándole sus libros favoritos, preguntándole si respeta sus comidas o le va bien en la universidad, igual de nada servirá si un día un hombre dispuesto a darle su tiempo y su confianza, aparece. Y lo mismo será contigo, habrá alguien nuevo, y las cosas serán más sencillas para los dos. Él solo sabrá de ti por alguna revista o comentario de alguien más, y tú, tal vez nunca vuelvas a escuchar de él. A menos que, tengas la mala suerte de volverlo a encontrar del brazo de alguien de tu mismo ámbito. —golpeo su dedo en el escritorio. —Y aun así sería el perfecto fin de un ciclo.

Katakuri le dio una mirada oprobiosa.

—Nuestros sentimientos no son así de superfluos. No quiero algo más fácil, no estoy acobardándome, ¿crees que renunciaría porque lo que tenemos está lleno de altibajos?, si no lo detuve de irse, no fue porque no lo quería, fue porque a mi lado solo lo lastimaba. Fuimos estúpidos, seguimos siendo estúpidos, pero no todo ha sido malo.

—¿Has escuchado del síndrome de Estocolmo?

Katakuri digirió su pregunta, hasta que la proceso rápidamente. —¿Estas comparando mi relación de esa forma?

—La victima se enamora de su secuestrador. —el italiano dijo sentándose con una forzada elegancia casi cómica. —Es común que afectados de algún tipo de abuso creen un vínculo afectivo...

—No soy un abusador. —le dijo de forma tosca.

—No, no lo eres, pero eres peor, eres un hombre metódico y frio que puede hacer dudar a cualquiera de sus percepciones en un dos por tres. El mundo y el poder están en tu mano. —levanto un bolígrafo. —Él es funcional de una extraña manera, y no estoy diciendo que sea un sociópata como Crocodile lo hace sonar..., espero. —se rio. —Yo creo que necesita un poco de tolerancia, y más paciencia de la que muchas personas ameritarían. Ahora son como...plastilina, están tan revueltos que ya ni siquiera se puede ver de que color es cada uno. No veo rojo ni granate, solo una masa de combinaciones que no puedo entender.

—Si no quieres seguir frecuentándolo entonces puedes parar, no voy a obligarte a socializar con él.

—No me confundas, quiero su amistad al mismo grado en que quiero la tuya, pero si descubre que he estado apoyándote con esta locura pensara que estoy solo de tu parte. Además, ¿Y qué harías?, ¿Contratar un detective privado?, ¿Pagarle al chico de intendencia para que sea su nuevo mejor amigo?, no, ¿sabes qué?, ¿por qué no vas y lo espías durante las noches?, párate afuera de su ventana y vigílalo.

Paulie vio la mueca de Katakuri, así que abrió los ojos alarmado.

—¡Por todos los santos, dime que no has llegado a ese extremo!, ese es el comienzo de los más atroces crímenes pasionales. —se acercó a su escritorio, hasta que estaba a centímetros de su cara. —No puedes acecharlo como si él fuera tu presa.

—Es mi presa.

Paulie empezó a toser.

—¡Claro que no, Paulie! Ya lo sé. —Katakuri corrigió. —Solo es...difícil.

—Bien, mira, no son una buena combinación hasta que demuestran lo contrario. —su tos empezó a parar. —Tu matrimonio tendrá millones de defectos, y créeme que si empiezo una lista me dolerá la mano. —se masajeo las sienes y hablo en vacilante beneplácito: —Pero ¿por qué no pueden notar que también tienen cualidades?, en su lugar, otras personas no habrían parado hasta destruirse. Mírame. —movió su mano. —¡Destruirse muy en serio!

Katakuri se quedó callado, alejarse le había parecido lo más sensato que había hecho, pero que le pidieran olvidarlo, eso si sería imposible.

—Pero, aun así, esto sigue siendo cruel. Ustedes aman de una manera cruel, están lastimándose el uno al otro por sus incapacidades para aceptar las cosas. Un matrimonio es una batalla constante, ¡pero no el uno en contra del otro! Tiene que ser una lucha sincronizada, un balance de intereses. Sé que se casaron por dinero, pero no ha sido eso lo que los separó, tampoco su diferencia de edades o sus familias, fue la soberbia y el enorme ego de los dos. Y yo podré seguir llevándole todos los libros que quieras, preguntándole todo lo que no puedes preguntarle tú, pero eso no hará ninguna diferencia.

Katakuri sostuvo su mentón con la mano y miro por la ventana.

—Ponte de acuerdo con tus emociones, si no lo haces, amigo mío, jamás podrás limpiar este desastre.

Katakuri alzo sus ojos, concentrándose en los del italiano. Era una buena persona, más no un hombre tonto y almibarado.

—Si de verdad lo aprecias, piensa en la posibilidad de dejarlo marchar—le dijo serio— Si él al final acepta un futuro a tu lado entonces recompensaselo, pero si no quiere, te pido que te olvides de todo.

Hablaba en un tono paternal, como si viera en Ichiji a un familiar, no podría sentir celos jamás de un hombre así.

El gesto de Charlotte era profundo y duro. —¿Crees que no lo sé?

;u;

—¿Ya entregaste los macarrones a la mesa seis?

—¡Ichiji! ¡Te tocaba a ti la mesa seis!

—¿Según quién Usopp?, ¿según tú? —cruzo los brazos en su cintura.

—Según tu abuelo.

Ichiji suspiro una especie de alarido y levanto las manos en rendición, había un tic en su ojo. —Mentiroso nariz larga, vas a conseguir que me mate si sigues cambiando nuestros clientes, pero no saldrías ganando, te arrastraría al infierno conmigo.

—Sabes que no es una mentira, sino, no estarías haciéndome caso.

—No tientes a la suerte. —le advirtió dirigiéndose a la sección del fondo del restaurant, la última vez que había mirado el reloj eran casi las once de la noche, así que después de atender a los últimos clientes cerrarían.

El vestíbulo era el único espacio iluminado, encima de las enormes macetas de un brilloso negro estaban las lámparas de pared.

Comenzó a caminar, sus ojos permanecían fijos en el cuadernillo membretado que tenía en sus manos, leyendo el pedido completo, en cuanto entró en la última sección, no puso atención a quienes seguían, pero al alzar la mirada se quedó helado. La libreta y el bolígrafo, que ya habían estado listos para usarse, se le resbalaron.

Charlotte Katakuri estaba sentado, mirándolo, haciéndolo sentir sus impulsos nerviosos al máximo, y su ritmo cardiaco alterado.

Tres meses y él parecía mucho más grande de lo que recordaba, sus rasgos más acentuados, pero su mirada fue menos severa únicamente cuando se encontró con la suya.

—Hola, Ichiji. —su voz era ronca, destilando su innegable virilidad y su inalterable ataraxia.

Katakuri tenía un gesto impertérrito, incapaz de leer.

Ichiji abrió los ojos con estupefacción, por un momento todo se desdibujo y le tomo segundos recuperarse, maldijo en voz baja, agachándose para buscar sus cosas, su mano las buscaba a ciegas.

—¿Soy una visita inoportuna? —él dijo dejando su asiento para ayudarlo a recoger la libreta. Los dos sintieron un hormigueo familiar escalando por la punta de sus dedos en el momento en que se acercaron. —Déjame ayudarte con esto, no he querido sorprenderte.

—Yo me encargo...—Ichiji susurró. —Vaya reencuentro, espero que no pienses que esto sucede seguido, no suelo ser tan torpe. ¿Por qué no me avisaste qué personalmente vendrías aquí? —se puso de pie, pegando el cuaderno en su abdomen, aferrando sus blancos dedos con furor, se veía nervioso. —Esto es vergonzoso.

No podía creer su comportamiento tan soso.

—Ha sido un tiempo, te ves bien. —por inercia Katakuri toco el listón de su cintura que amarraba el largo delantal de hostelería negro, al darse cuenta de lo que hacía, cerro su mano y la alejo, el pelirrojo retrocedió un paso.

—¿Vas a...Cenar algo?, iré por el menú, solo espera aquí, ahora vuelvo. —se excusó, componiendo en su rostro una expresión que intentaba ser neutra y educada.

—Espera. — Katakuri le pidió antes de que se diera la vuelta, su voz era afable, su mano se deslizo por el antebrazo de Ichiji hasta tomar su muñeca. —Ya he cenado, no estoy aquí para comer.

De inmediato lo soltó.

—Es lo más obvio, no debí decir eso. —Ichiji dijo con culpabilidad.

—Amm, por cierto, La madriguera del gusano blanco...—Katakuri agarro el libro que estaba sobre su mesa, vio el semblante de su esposo tornarse confundido. —Sé que lo querías.

Ichiji parpadeo tres veces.

—¿Qué? —sus comisuras se levantaron en una sonrisa temblorosa. —¿Te has encontrado con Paulie? ¿Por qué me lo estas entregando tú?

Le contesto simple, lo miró fijamente: —Porque volví a usar coacción sutil, Ichiji, sé que puedes adivinar la razón.

—Tú mandaste a Paulie para que fuera amigable conmigo. —siseo con los dientes apretados. —Todos los libros fuiste tú.

—Así es.

—¡Manipulación sutil!, manipulación clásica, eso es lo que deberías decir que usaste en mí. —le reclamo utilizando el tono de voz que bien conocía, solo reservaba para él cuando las cosas marchaban mal.

—Siempre seré el mismo. —Katakuri se encogió de hombros.

—Paulie me dijo que no había ninguna razón detrás de que me los regalara, pero resulta que fingía amistad porque tú eres su jefe, y no le favorece desobedecer tus órdenes. Lo volviste a hacer. —pensar que todo lo que habían hablado pudiese haber llegado a los oídos de Katakuri lo inquietaba, su vulnerabilidad había estado en las manos de ese hombre.

—No ha traicionado tu confianza por completo, si despotricaste contra mi no me dijo nada. —leyó su mente.

Ichiji se quedó callado.

—Incluso pareciera que me esfuerzo por decepcionarte, ¿eh? —Katakuri guardo el libro en su bolsillo de la cazadora. —De verdad te considera un amigo, no te enfades con él, no es mi cómplice. Se que no he sido el más honesto, pero he utilizado a la persona más honesta que conozco.

—¿Qué ganas tú? —sus ojos azorados lo miraron con sospecha, su tono era extrañamente acusador.

—Nada, deja de estar en guardia.

—Siempre te las arreglas para conseguir probarme que tienes ventaja sobre todo el mundo, también sobre mí.

—No es eso. —lo miro directo a los ojos.

—Ja, por supuesto. —Ichiji puso las manos en su cintura, corriendo la vista.

—Te conozco bien, Ichi. —su mirada centello. —Charlotte Ichiji es capaz de las mismas cosas que yo, y usa las mismas artimañas, pero, ¿Bram Stoker va a ser la razón por la que pierdas la cabeza?

—Entonces...La escuela también, mi padre no cubrió las colegiaturas, las cubriste tú.

—¿Qué pretendías si no?, ¿Qué bloquearan tu año y retuvieran tus papeles?, se razonable. —levantó la palma cuidadosamente. —Dame la oportunidad de hacer por lo menos eso.

—Pretendía que dejaras de pensar que soy...incapaz de todo. —le reclamo.

—Pienso que eres capaz de todo, Ichiji.

—¿Entonces por qué espiarme?, ¿qué sentido tiene?

—No estuvo bien, lo sé, pero puedo justificar que mis motivos son más nobles de lo que estás pensando, cereza.

—Sigues llamándome así...

—Es mi derecho, yo te puse el apodo.

—No eres el dueño del mundo.

—No, no soy el dueño de nada. —tardo segundos en responder, suavizo su voz. —Lo lamento...—suspiro. —No estoy aquí para pelear, no estoy más para eso, no necesitas estar alerta a mi lado, no use el mejor método, te prometo que no quiero burlarme de ti, simplemente pensé que me gusta el rostro que pones cuando tienes en las manos algo que te gusta, por eso los libros.

Ichiji apretó la libreta, aún estaba conmocionado.

—He estado...Esperándote, dispuesto a soltarte si eso es lo mejor que puedo hacer por ti, pero no me lo permites. ¿Qué es lo que quieres de mí?, ¿finalmente estas aquí por el divorcio?, si es así, voy a firmarlo, ya no habrá ningún saldo pendiente, por favor no me confundas.

—Siempre tendremos un saldo pendiente, siempre.

—Te dije que tomaras provecho de que estoy dispuesto a racionalizar.

—¿Quieres salir?, puedo esperar a que termine tu turno.

Ichiji volteo a mirar a Usopp, que fingía estar barriendo en una esquina alejada, lucia intimidado de Katakuri. —¿Podrías cubrirme?

El adolescente se alejó mirándolos alternativamente, quería mantener su distancia, se resistió a presionar el botón de pánico, —aunque ni siquiera tuvieran uno—, le daba curiosidad aquel hombre oscuro y portentoso que había entrado al restaurante, Ichiji era malvado con el resto de las personas, pero si de él se trataba, se volvía otro; nunca había visto a un escorpión enterrándose a sí mismo su aguijón.

—Si te digo que no, igual vas a salir, pero recuerda que tienes que ayudarme a limpiar las mesas cuando vuelvas. Y también es tu turno de sacar la basura.

;u;

 

Katakuri por primera vez en su vida sentía que no sabía qué hacer, nunca había sido un problema comandar a cualquiera, y ahora, con su esposo, no estaba seguro de sobre que conversar, era como moverse en un camino minado.

—A unas cuadras hay un café que parece interesante, no está muy lejos. Bien, en realidad es una cadena de comida rápida, pero podríamos pedir un café. Es un time out por lo que tenemos las 24 horas del día, no importa lo tarde que es ahora mismo.

—No quiero beber nada.

—Así que estas molesto, siendo sincero ya me lo esperaba. —aseguro levantando una ceja.

—No lo sé. —Ichiji respondió en un susurro tan bajo que apenas y estaba seguro de haberlo escuchado.

—¿Quieres que conversemos en nuestra casa?, no sé de otro lugar más privado que no sea capaz de ofenderte. —lo vio por su vista periférica.

—No podría soportar el transcurso en auto... —admitió mordiéndose el labio, trémulo.

—No debí hacer esa sugerencia, si he de ser sincero, creo que yo tampoco podría. Te ves más pálido de lo usual, ¿estás enfermo? —pregunto mientras subía el cierre de su chaqueta, decidió tentar terreno sensible. —Te llevaste la mejor que tengo, pero esta no esta tan mal.

—No me di cuenta que la había guardado entre mis cosas. —mintió con rapidez. —Y si estuviera enfermo lo sabrías, el traidor de Paulie ha sido tu soplón.

Se movieron en silencio, en un derrotero simultaneo, sin hablar durante varios minutos, llegaron al circuito de las luces, por las campanarías flemáticas y las famosas gárgolas de los edificios más viejos y más altos, debajo de los oxidados faroles de hierro.

Ichiji respiro, no era hora de pelear.

—¿Por qué insistes en tener un lazo conmigo?

—Al fin descubrí lo que quiero, quiero que devuelvas hasta el último centavo. —su voz fue caustica.

—Es imposible. —Ichiji abrió los ojos, impávido. —No tengo dinero. Va a tomarme una eternidad, tendrás que esperarme por años. Podría empezar vendiendo mi propio auto, pero aun así...

—¿Qué? ¡No! —Katakuri intervino rápidamente. —Podrías replicarme si quisieras, tu y yo sabemos que no me debes nada, estoy bromeando Ichiji.

—Entonces no deberías de hacerme ese tipo de bromas. —frunció las cejas, sus ojos seguían siendo cautos.

—¿Has pensado en qué ganaste de esto?

—¿Qué quieres decir?

—Invertí en Germa, pero, tú no tienes nada de eso. Siento decírtelo, pero nuestro negocio fue injusto, creo que no obtuviste nada para ti.

—Tengo tú chaqueta.

Katakuri se relajó, sabía que el pelirrojo estaba enojado, que utilizar a Paulie había sido un fin lucrativo, y que así solo le demostraba a Ichiji que no importaba como, él se seguiría imponiendo. El aire pendenciero y agreste era parte de él, y jamás lo cambiaria.

—He estado pensando en cómo hubiera sido conocerte de una manera distinta. —se dio cuenta de que Ichiji estaba mirándolo. —Pero no puedo idear ninguna otra forma en que tú y yo pudiéramos haber coincidido antes. No puedo imaginarme invitarte un café bajo otras circunstancias, ni pedirte salir conmigo, solo...creo que jamás te hubiese dirigido la palabra.

—¿Quieres decir que, si mi padre no fuera un idiota, habrías pasado de largo de mí? —Ichiji froto sus codos, debía haberse abrigado mejor.

—Es lo más probable.

Asintió, al contrario, él si podía imaginarse historias alternativas que culminaban de las formas más ilógicas, pero con ellos juntos. Una vez más, se daba cuenta que él y Katakuri eran demasiado divergentes.

—¿Por qué me lo estas contando?

—Para que sepas que a pesar de lo malo que hice, algo bueno pudimos conseguir.

Ichiji se volteo y lo miro unos segundos, Katakuri continúo hablando;

—Es lógico que no tengas razones para creerme, pero, aunque he tomado malas decisiones en mi vida, tu no eres una de ellas.

—Tal vez la distancia es lo que habla por ti. —suspiro caminando.

Se detuvieron frente al puente monumental, en frente da la catedral, en los techos de los edificios colgaban pancartas de una popular banda de folk que visitaría la ciudad para el verano. El viento agitaba el cabello de Ichiji y las delgadas gotas de brisa hacían que el agua debajo de ellos chapoteara, Ichiji estiro la mano, le gustaría meterla dentro de esas aguas oscuras y frías, la luna llena los hizo palidecer bajo su luz.

—Ichiji. —Katakuri hablo en un tono que no había escuchado antes.

—¿Puedes responderme algo? —fue el pelirrojo quien abrió la boca.

—¿Qué cosa?

—¿Cuál es tu razón para prologar tanto esto? —se giró intempestivamente, Katakuri entendió que su presencia lo había descompuesto, su voz flaqueaba y temblaba, siseo un bufido de indignación-reproche. —Casi tres meses, casi tres meses y he estado aquí, así, esperando a que vengas para finalizar todo.

—¿Es lo que quieres?

—Paulie me dijo que las cosas en Whole Cake han estado agitadas, y que has estado demasiado ocupado, supongo que tuviste tus razones para tardarte, tenías prioridades.

—Estas lejos de hacerte una idea de cómo ha sido para mí, ¿podrías responder la pregunta que hice?

Sentía desasosiego de él, deseaba acercarse y romper la distancia que los mantenía alerta, cuidadosos de no tocar más de lo debido, de no ser lo suficientemente íntimos, pero de asegurarse que no había ninguna amistad hipócrita en ellos.

El sentimiento de frustración se hacía más fuerte, sentía el deseo de hacerle saber que lo sentía, que le ofrecía sus disculpas, que las clavaba en cada poro de su piel, las dejaba sobre sus labios, las encajaba en su cuerpo y en cada parte que quisiera.

—No, claro que no es lo que quiero. —Ichiji lo miró a los ojos y no lo asombro lo directo que fue, su decisión era irrevocable. —Pero no voy a obligarte a seguir a mi lado como hice antes. —estaba avergonzado, trataba que no viera su expresión. —Me pediste que nos separáramos durante tanto y yo fui un niño obtuso y caprichoso.

—Estabas en tu derecho de contraatacarme.

—¡Lo hice de la forma menos inteligente! —dijo afligido.

—Y yo te he querido de la manera incorrecta.

—Se que te acabo de decir que te has tardado, pero, creo que aún no estoy absolutamente listo para verte de nuevo. —murmuró tratando de darle la espalda. —No tengo idea de hacer. He visto algunas...Películas de gente que pasa por lo mismo que nosotros, y o el reencuentro acaba en... —Acaricio su brazo, inseguro. —Cosas intimas, o en gritos y amenazas de algún tipo.

Sabía que Ichiji no estaba seguro de que decir. —él tampoco lo estaba. —, Que no había esperado una resolución pacífica y lo último que imaginaba era verlo con esa disposición, entendía que debía de ser paciente y no tomar como se le apeteciera.

Les había tomado tiempo llegar a ese punto, pero al fin se encontraban en sintonía.

—Estoy haciendo las cosas por mi cuenta. —Ichiji le dijo de pronto, sus ojos brillaban. —Mi padre no está detrás de mí, no me ha buscado de nuevo, él no me importa, pero veme, estoy sin ti, y estoy vivo. —su garganta se atoro. —Al menos mi cuerpo lo está...—se abrazó a sí mismo. —No quiero quedarme viviendo en la zona cero para siempre, ni que te mudes a ella porque temes que arruine todo, siento haber reaccionado de esa forma por lo de Paulie.

—Hice lo mismo que Judge hasta hoy, debí llamarte antes, buscarte y explicarte que lo que sucedió me molesto increíblemente, pero no te culpo. Cuando iniciamos esa ridícula contienda debimos esperar que las cosas se saldrían de nuestras manos. Debería de haberte contactado, pero no quería ser insistente, necesitábamos tiempo.

—No te he estado comparando con mi padre por no haberlo hecho, te conozco lo suficiente, sigo siendo tu esposo.

—A estas alturas me conoces mejor que nadie, sabes lo bueno y lo malo de mí.

—He dejado de extorsionarte con dinero, o de tratar de manipular a las personas y ponerlas en contra. —Katakuri rio por eso, Ichiji también, su voz bajo hasta convertirse en suave y serena. —Estoy bien, te lo había prometido, sé que no ha sido tanto tiempo y no representa un gran cambio, pero...

—Te he echado de menos. —Katakuri lo interrumpió.

Ichiji parecía notoriamente confundido, abrió la boca tratando de responder, pero solo salió un carraspeo. —Me lo preguntaste a mí, pero, ¿quieres separarte?

—No quiero hacerlo. —le dijo con firmeza.

—Nada te asegura que las cosas saldrán bien entre nosotros...—camino más rápido, Katakuri le dio alcance.

—Se que seguiremos peleando en cualquier momento, pero qué más da. No se realmente que hacer ahora, pensé que terminaríamos mal, como siempre.

Al darse cuenta de la expresión de Ichiji tomo su mano, aclarando con rapidez: —No lo tomes así, siempre he sabido que entre tu y yo las cosas no son fáciles, es probable que nunca lo sean.

—¿Y no es lo qué te gustaría?, ¿Qué todo fuera fácil?

—Si no será contigo, no.

—Arriesgas mucho a mí lado. Esto es una tómbola incierta. Sabes que o te haré feliz, o te haré infinitamente miserable.

—Arriesgo para ganar.

—Nada te lo garantiza, soy el peor material de compañía.

—Que no sea sencillo no quiere decir que estamos destinados a fracasar.

—Pero es una posibilidad, soy irrazonable, y tú eres muy duro contigo mismo, y...soy un proyectil nocivo.

—¿Realmente tienes que ser tan pesimista todo el tiempo?, te lo dije una vez, veo cosas en ti de las que no te has enterado aun, pero voy a hacerte descubrirlas.

¿Cómo explicarle que durante años su nombre había sido sinónimo de problemas?, siendo inseguro, egoísta, envidioso y vacío. Había sido el villano, el protagonista, el papel secundario, la víctima y el verdugo, todo al mismo tiempo.

—Dejar ese punto de insensibilidad me hace más humano, más vulnerable. —su voz se quebró. —¡Quiero ser realista por nuestro bien! Me fui porque acepte que había perdido nuestra batalla, ¿qué te hace pensar que quiero iniciar otra guerra? —se paró debajo de una luminaria, viendo las góndolas que no funcionaban estancadas en la orilla de la laguna bajo el puente. —No quiero seguir combatiendo.

—No lo haremos, estamos del mismo lado.

—Me cuesta trabajo creer que después de todo, no has acabado odiándome.

—No puedo asegurar en su totalidad eso. —Katakuri se encogió de hombros. —Pero, nunca te pedí disculpas apropiadamente por la forma en que herí tu dignidad después de leer la nota de tu padre. No estoy hablando por hablar, lamento todas esas veces en que te hice sentir mal y te ataqué. La tome contra ti como un imbécil.

—No importa el orden de la semántica, yo te mentí al asegurarte que de verdad había hecho lo que él insinuó para apresurar que invirtieras en Germa, no lo hice, en ese punto ya me gustabas demasiado como para saber lo que quería.

—Ichi...

Ichiji negó, mirándolo con aprehensión. —Compré el auto para Lucci solo para cabrearte, le pedí a Stussy esa fiesta, he dicho cosas rastreras como un lunático, ¿tus libros? ¿los recuerdas?, nunca salían de tu oficina y yo pedí que los regalaran, además...

—Lo sé. —Katakuri le pidió que parara. —Lo sé, ambos fuimos. No vas a ahuyentarme convenciéndome de que eres una mierda, así que deja de intentarlo.

—¿Prometes que todo saldrá bien de verdad?

—En vez de prometerlo puedo demostrarlo, si me dejas.

—No es conmiseración, solo quiero advertirte, tengo muchas mañas.

—Entonces enséñamelas. Contra mí, esto es una estupidez, conmigo, somos cómplices incluso de lo más aberrante, podemos serlo Ichiji, sabes que podemos.

Ichiji mordió su labio, inseguro, claro que algo dentro de él estaba...feliz, pero otra parte quería arrinconarse en algún sitio, Katakuri de verdad se veía más grande, mucho más fuerte, decidido, solo bastaba tenerlo de frente para recordar todas las cosas que lo llevaron a quererlo.

—¿Y si descubres que no vale la pena intentarlo otra vez? —se atrevió a preguntar.

—No nos mintamos, esta vez no. Estamos un poco podridos, ambos, pero somos reales, estamos completos; me muerdes, pero lames la herida. Mírame, te amo. —tomo su cara con suavidad. —Ni siquiera lo que nos hemos hecho ha sido suficiente para que lo haga menos.

—¿Y si no es permanente? —Ichiji reitero con estertor.

—Maldición, ¿por qué sigues temiendo de nosotros?

—Porque cuando estoy a tu lado algo aquí. —Ichiji señalo su cabeza. —No funciona, y aún así me gusta la manera en que se siente. No se trata de que me soportes y así medir tú amor, no quiero ser un reto. Lo que conociste y lo que miras ahora mismo, eso soy yo y lo que te ofrezco. No quiero que una mañana te despiertes mirándome mientras yo no tengo idea de lo que está pasando, y sigo...haciendo el papel más penoso, y tú por dentro te encuentres pensando en que retomar esto ha sido la peor decisión de tu vida. No quiero convertirme en la peor decisión de tu vida. No quiero ver cómo te alejas.

—Quiero una oportunidad, si me la das, entonces dámela completa. Incluso con tus defectos, yo también tengo... —extendió su mano en dirección de Ichiji. —Puedes seguir dudando, pero si lo haces, recurre a mí, somos dos en esto.

—Eres la persona más testaruda que conozco, Charlotte, eres el único hombre en este mundo al que le gusta vivir con un demonio sobre su hombro. —levanto su mano, hasta que apenas y podía rozar los dedos de Katakuri. —Sabes que lo que nos damos, hará que no quedemos completos al final.

—No, no quedaremos completos al final.

—¿Y eso no te asusta?, ¿Qué pueda destruirte? —Ichiji dijo balbuceante.

—Todo lo que rompas tendrás que repararlo.

—No tengo dinero, así que no es mi obligación reparar nada. —se dio la vuelta, sonriendo apenas un poco.

Katakuri puso las manos a sus costados, dejando a su esposo en medio de su corpulento cuerpo, de un solo movimiento el pelirrojo estaba sentado en la baranda del puente. Deseaba inclinarse y aspirar su olor, mover su cabello, frotar su regordete labio inferior, la graciosa voluptuosidad del centro que no parecía ir en contraste con la demás simetría.

Respiro en su hombro, Ichiji no parpadeaba, Katakuri puso la mano sobre su boca, tetándose en los labios, doliéndole cada poro por la cercanía. —Escucha, voy a estar aquí, por más que odié cuando actúas como una cría sin cerebro, o si tu apego al caos te hace recaer y yo tengo que fermentarme esperando a que recapacites.

—...

—Tú en cambio estarás ayudándome, porque solo con mirarte recordare que mi papel en esto es hacerte feliz, y así no me perderé en una empresa, en el perfeccionismo falso. —suspiro, odiando todo lo que tenía que admitir. —Puedo perderlo todo, pero no a ti.

—Katakuri.

—El punto es que, sabremos arreglarlo. Cualquier cosa, aunque no lo admitiéramos antes, tu confías en mi tanto como yo confió en ti. Necesitaba tu ausencia para comprenderlo. Me haces falta, te echo de menos, extraño el olor del café, el sonido alado de tus pies descalzos, incluso he sentido que puedo escucharte aun cuando no hay nadie, tener sexo contigo, solo contigo, verte debajo de mí, escucharte debajo de mí, sentirme dentro de ti, cuando pones los ojos en blanco y te muerdes los labios por lo que yo te hago. —con los segundos el rostro de Ichiji fue sonrojándose y Katakuri apretó la mandíbula, no debía ir tan rápido. —Maldición. Conversar, tu cabello, tu horrible suéter, simplemente...mirarte. He prestado atención en tus detalles, hasta los mas insignificantes.

Sus ojos se encontraron en los de Charlotte y trago grueso. —Debes estar de broma.

—No.

Ichiji mordisqueo su labio, el Belcebú en Katakuri seguía vivo, predador y cínico, tal vez muchísimo peor, expectante, pero, quizá también más comprensivo y consciente que antes, protector y no enemigo.

—Entonces estoy volviéndome loco. —Ichiji agacho la mirada. —Igual a mi madre. Tal vez es lo único en lo que me parezco a ella.

—No, no lo estás haciendo. —La alta estatura de Katakuri bajo un poco, sus ojos oscuros lo interpelaron y con la punta del dedo levantó su barbilla, inclinándose hacia delante, a centímetros de su cara. —Hey, escucha, no voy a hacer honor a tu interpretación distorsionada sobre quién eres, te necesito.

Katakuri abrió los ojos por completo cuando el pelirrojo se pegó a su pecho de improvisto, planto sus pesadas botas en el suelo con dureza para no retroceder y bajo las manos, colocándolas en sus delgados antebrazos, instintivamente acercándolo.

—No puedo creer que este diciendo estas cosas Ichiji, no tienes idea de lo difícil que es sincerarme así.

De forma lenta las manos tiesas de Ichiji subieron por su espalda hasta rodearla en su totalidad, primero frotando sus duros omóplatos, y después terminando los dedos enterrados en su cráneo, se apretó contra la chaqueta. —Deberías poner todo esto que me has dicho en un contrato, uno nuevo, así tendré fundamentos para recordártelo todas las veces que sean necesarias....

Que importaba si ellos amaban de forma egoísta, era peor renunciar.

—No vuelvas a irte, ¿de acuerdo? —Katakuri susurro en su oído, su aliento era frio, aumentaba su hipersensibilidad, apoyo la cabeza en su hombro y respiro su olor para tranquilizarse. —No te vayas cereza, no me escuches si lo pido.

—Si me hubiera quedado contigo en ese estado, nada sería bueno, estaba tan ensimismado en darte una lección aun cuando no había aprendido la mía, nada me habría hecho parar. Tú lo sabías mejor que yo, por eso me dejaste marcharme, era necesario, no te arrepientas ahora.

—Pero tal vez no fue la mejor solución.

—¿Estabas esperando a que incendiara tu casa?

—No, pero...—Katakuri quito un mechón de cabello de su cara. —Habrías dudado menos de mí, si en vez de alejarte en el peor momento hubiese tenido la convicción que tengo ahora...

—Yo fui quien decidió irse. No lo hagas sonar a un sacrificio, no quiero ser motivo para uno.

—Eres un dolor de muelas Ichi, pero yo no soy mejor. No sé qué eres, ni que tienes, pero te fascina hacerme trizas. —trazo sus dedos en su cintura y lo hizo pegar un respingo, su espalda se ondulo en tensión. Su lengua entreabrió la barrera de los labios de Ichiji. —Lo siento. No puedo dejar de tocarte. —susurró haciéndolo sentir un vivificante hormigueo trepidando del uno al otro, su mirada se intensifico haciendo un meticuloso recorrido.

Ichiji jadeo, ocultándose en su sombra. —Hazlo, me gusta. —susurró.

Sus labios se abrieron en el mismo segundo, presionando sus lenguas y lanzándose dentro y fuera de la boca del otro. Ichiji se tambaleo hacia atrás y él apretó su cadera.

—Me haces débil. —los ojos rojos lo interpelaron.

—Eres el hombre más fuerte que conozco.

El reloj de la capilla empezó a sonar, eran más de la media noche.

Katakuri sonrió, retrocediendo. —Debería de llevarte de regreso al restaurante, podrían preocuparse por tu ausencia.

—Descuida, están acostumbrados a que hierba mala nunca muere, aunque tengo que comenzar a explicarle a mi familia que, pese a mi mediocre estabilidad mental, se lo que hago. —Ichiji bajo de la baranda, burlándose de sí mismo, sus ojos centellearon. —No me hace feliz admitirlo, pero esto me asusta un poco...Nos vemos.

—Déjame acompañarte.

—No tienes que hacerlo.

—Pero quiero hacerlo.

Hace mucho tiempo había aceptado que amarlo era un acto suicida. Probablemente seguían lejos de encontrar la redención, pero juntos, la vida tenía más sentido.

—¿Aceptaras el libro? —dijo metiendo la mano a su bolsillo y agarrándolo, sin sacarlo aún, esperando la respuesta del pelirrojo.

—No puedo rechazar un obsequio, sería de mala educación hacerlo.

—Es todo tuyo. —se lo entrego.

Ichiji miró la pasta, la acaricio con sus dedos. —Mi favorito es Drácula, pero siempre quise leer este a pesar de que he escuchado que no es muy bueno.

Katakuri alzo ambas cejas.

—¿Estas juzgando mi gusto literario?

Tomo su mano y la apretó, entrelazo sus dedos.

Quería decirle si, y que tal y como su libro, no serían apoteósicos, ni su final grande y celebre, que habría cosas malas en su contenido, y nunca serían la mejor historia, que tal vez su conclusión dejaría un sabor amargo en sus labios, pero que así era perfecto, porque a él jamás le gusto lo dulce.

La vida no era una sucesión de actos heroicos y grandes demostraciones de afecto, luchas dramáticas por perdón y expiaciones. Y cuando te mueres, de verdad te mueres, sin nada de poesía ni arte, pero al estar vivo puedes tener todos los fantasmas que quieras. Los fantasmas de Ichiji tenían un nombre, y los demonios de Katakuri, un rostro.

Tal vez para amar de la forma en que ellos lo hacían, era necesario tener algo roto. Algo muy roto.

Algo que rompieron los demás, algo que ellos mismos rompieron.

Ichiji seguía siendo un completo lunático de mierda, y él un bastardo cínico, pero se tenían.

 

 

 

Notas finales:

¿A que parece que este es el capítulo final?, lol, pero no.

Estoy arriesgándome en publicarlo, quería seguir trabajando el contenido, pero ya ven, una es débil. Ojalá pueda gustarles.

Harker [1] : Jonathan Harker, es uno de los principales personajes de Drácula, quien termina en el castillo del conde.

La canción en la parte ZoSan es de Skeeter Davis, su nombre es "The end of the world"... He visto Inocencia interrumpida hace poco y ame la parte de la canción,  ¡Pobre Daisy!


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).