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Sentimientos por contrato por AcidRain9

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Capítulo 34: Sombra de tu sombra

Ven y demos un paseo por el lado salvaje,

Déjame besarte fuerte bajo la lluvia,

Te gustan tus chicas dementes,

Escoge tus últimas palabras, esta es tu última oportunidad,

Porque tú y yo nacimos para morir

Lana Del Rey; Born To Die

En las terminales diario se veían rostros diferentes, personas que caminaban apuradas arrastrando sus pertenencias, contando en sus cabezas de forma meticulosa el dinero de sus bolsillos, parando en las tiendas de recuerdos y comprando obsequios, o solo sentadas en las sillas de espera con la mente en blanco y un café de expendedora. La mejor parte de los aeropuertos era tal vez, todas esas emociones distintas que significaba un punto de partida o de llegada. Los ojos rojos y desencajados, los abrazos que ardían, los que reconfortaban y los cosquilleos en los dedos por querer tocar a alguien a quien no se había visto por mucho tiempo, o despedirlo a sabiendas de que no se le volvería a ver.

La gente venia, la gente se iba, se movían por los pasillos que conformaban el aeródromo. Veinticuatro horas, mil cuatrocientos cuarenta minutos, y ochenta y seis mil cuatrocientos segundos de movimiento al día. De todas las nacionalidades. De todos los sentimientos.

Algunos tomaban como modo de vida la simplicidad de las cosas. Todas las personas eran objetos humanos andantes y colores distintos.

Sanji siempre tuvo conflicto en deducir su color, al contrario de sus hermanos, él no tenía uno que lo identificara con facilidad. Podía ser amarillo como su cabello, azul como sus ojos —y el Sanji azul del que Zoro le hablaba—, o negro. Solo negro.

Siguió discreto los movimientos de las personas; tratando de adivinar por sus expresiones cuales serían sus destinos: Vacaciones, comisiones de trabajo, estudios, etc.; tratando de obtener una fácil lectura por los gestos que hacían al contestar sus llamadas, o el cuidado que mostraban revisando sus agendas. Sanji estaba buscando encontrar cual era la razón por la que él era igual o diferente de ellos.

Respiro el frío y lo exhalo de sus pulmones, con la misma paciencia en que lo hacia con sus cigarros, al final no importaba quienes eran ellos y quien era él, porque en el interior eran lo mismo; un conjunto de huesos unidos moldeando una estructura esquelética.

— ¿Estás nervioso?

—No. —Sanji contesto apretando su mano, sentía un pequeño fuego ardiendo en su estómago. Paso la lengua por sus labios, extrañando las emanaciones del humo del cigarro que había fumado antes de llegar al aeropuerto, en su boca también estaba el eucalipto de su dentífrico bucal, hizo un esfuerzo por no ahogarse. Bajo la mirada desde sus piernas vestidas en tejanos deshilachados, hasta sus zapatos. Si, estaba nervioso.

Noto también, que Zoro se había negado a preguntar: ¿Cómo estás?, porque automáticamente, respondería "Bien", dada la eficacia que tenía utilizar ese vocablo en lugar de dar una explicación detallada de las razones por las que no podría estar de verdad bien.

Pero, en realidad, Sanji no estaba mal, pero tampoco bien, en el simple y sencillo sentido de que estaba a un paso de dejar la mayoría de cosas y personas que conformaban su vida, que eran su identidad.

"Señores pasajeros, ha iniciado el descenso a...la temperatura actual es de 27°C, las auxiliares prepararan la cabina para..." En su cabeza era más fácil imaginarse el final del vuelo, aun cuando ni siquiera había abordado el avión.

—Puedes dormir en el avión y también en el tren, cuando llegues al departamento también puedes dormir. —Zoro dijo con un moderado grado de nerviosismo, poniéndole la tapa a su botella de agua carbonatada.

—El jet lag* va a mantenerme agotado mientras me acostumbro al cambio de zona horaria de todos modos. Voy a estar cansado de descansar.

Sanji giro la cara, un poco mosqueado. Levanto la mano y se cepillo el cabello, llevaba muñequeras y una ridícula pulsera de cuero. Mantuvo la vista en sus maletas. La iluminación blanquecina hacía que su cabello se viera de un intrigante rubio fresa. Zoro se controló para no revolverlo.

Su hermano y él habían hablado con Carmen durante la noche, la mujer de la agencia aún seguía siendo de mucha ayuda para ambos, insistió que marcaran a su número cuando llegaran a Tillé. La razón de ser tan maternal, era por que rondaban la edad de su única hija.

Yonji tenía los boletos, Sanji estúpidamente no sabía siquiera su número de puerta de abordaje. Vio a su hermano devorando una hamburguesa y vaciando una lata de Pepsi de un solo trago, se veía más tranquilo comparado con él. Casi sintió ganas de reprenderlo y decirle que se pusiera algo más abrigador que una sencilla sudadera Adidas. Pero no iba a desfogarse regañando a Yonji.

—Parece que vas a vomitar. —Zoro susurró. —Tal vez debería traerte una bolsa.

—Estoy un poco abrumado. —le admitió encogiéndose de hombros. Echo una mirada hacia atrás y se encontró con sus hermanos y su abuelo, todos le sonrieron forzadamente.

Parecían un grupo de feas suricatas.

Se pregunto si de casualidad su padre tendría idea de que dos de sus hijos se irían. Si su madre lloraría estalagmitas, o los despediría con un beso.

— ¿Para qué quiere un vampiro un tractor? — Zoro le dio un sutil codazo en la costilla.

Sanji parpadeo. — ¿Perdón?

—Responde. —refuto, chasqueando la boca. Marco usaba aquella técnica cuando Ace estaba inquieto.

—¿Para qué podría quererlo? No encuentro ninguna razón lógica.

—Para sembrar el miedo.

Sanji permaneció en silencio, pero se rio tardíamente, comprendiendo. —Es demasiado tonto, el peor chiste que he oído.

—Ya lo sé. —le sonrió de medio lado.

Sanji resoplo y volvió a darle una ojeada a su familia. Casi se sentía avergonzado de verlos. Si Niji pudiera, llevaría un guante de goma con una seña obscena para hacerse notar mientras los despedía. Y aunque Reiju no era tan dramática, podía verla tomando fotografías con la cámara kodak que le había regalado después de comprarse otra.

Ichiji, cada que hacían contacto visual movía la mano de un lado a otro, igual a un Papa Noel de juguete que se había descompuesto en un tejado, su boca era una línea recta. En cambio, Zeff tenía una postura tensa y fría que gritaba incomodidad por todas partes, pero aun así no dudo en revolverles el cabello a Yonji y a él, ni tampoco de llamarlos berenjena limón frente a otros viajeros.

Coloco la mano en su frente viendo como Reiju había abrazado a Yonji, y —siendo muy difícil de explicar—, se habían golpeado las narices por accidente.

Si la irritabilidad pudiera tomar la forma de una persona, entonces se vería como Sanji.

— ¿Ves?, hasta ellos están abrumados, nadie en mi familia es bueno con las despedidas. —sus cejas imitaban las de un Shar Pei.

—Ya te despediste adecuadamente si eso es lo que te preocupa. —Zoro coloco las manos sobre sus hombros para relajarlo.

Sanji asintió y trato de calmarse mirando las puertas de vidrio empañadas, le gustaban las precipitaciones, y la forma en que las gotas se deslizaban por el ventanal. Mirarlas arrastrarse sin seguir una línea concreta podía resultar pacifico.

Había sido una semana atareada para él, fraccionándose en grupos. Ace, Marco, los padres de Zoro, y hasta Jyabra y Kalifa habían obligado a Zoro a llevarlo a la casa de la primera pareja para tener un almuerzo. Hablaron de sus días en el trabajo, hicieron bromas, —menos Mihawk, él seguía siendo serio y correcto, pero le regalo un vino de sus mejores cosechas—, le dieron consejos, Sanji ataco la cara de todos con su polaroid. Jugo con su matasuegras, nunca aparto su conexión visual con Zoro, y peleo con Ace, por no haberlo dejado encargarse del pastel.

El rubio había estado sentado cerca de treinta minutos solo, en la isla de la cocina, emocionado por los regalos que algunos de ellos le habían dado. Tal vez se habían esforzado, tal vez no, pero detalles como la camisa amarillo-chillón de Shanks o los guantes para hornear de los Phoenix, le hacían pensar que ellos lo habían integrado en su grupo y lo extrañarían.

Solo el temporalizador de patatas lo había hecho regresar a la sala otra vez.

La noche se la dedico a Zoro. La madrugada se la dedico a Zoro.

Y al amanecer había sido el turno de los amigos más cercanos del chico, el grupo se había reducido a únicamente cuatro personas.

Nami estaba nerviosa, y Sanji entendió lo problemático que podría ser para ella y su relación con Vivi que siguieran frecuentándose, sin embargo, Nami le dio un enorme beso en la mejilla y le dijo que no tenía que preocuparse, eran mejores amigos desde hace años y eso nada lo cambiaría. Luffy, Usopp y Chopper fueron más entusiastas y vocales. Todos hincharon el pecho y le leyeron cartas sosas que se habían dedicado a escribirle. Terminó cediendo su lugar de mamá pato a Nami, ella tendría que mantener a esos chicos en regla.

Y con su familia el protagonismo se había dividido entre Yonji, él y un asado.

Eso lo hizo sentir más relajado.

Pero no menos nostálgico, todos verdaderamente hacían un esfuerzo a su propia manera para resarcir el pasado. Respiro dentro de su bufanda para entrar en calor, y por el rabillo del ojo los miró, a esas alturas se daba cuenta que sus hermanos simplemente habían tomado decisiones equivocadas a lo largo de sus vidas. Igual que él. Pero que no eran más los receptores de todo el coraje que llevó reprimido.

La molécula del agua se formaba por oxigeno e hidrógeno, ellos se habían moldeado a base de Redleg Sora y Vinsmoke Judge, sus ascendientes. La angelical primadonna nacida en el campo y el violento alud germano.

Cada vez que Sanji se sentía molesto con sus hermanos, había adquirido el nuevo habito de recordar aquella ocasión en que habían caminado juntos debajo de la lluvia cuando los echaron de casa.

— ¿Algo que decir antes de partir a La ciudad de la luz? —el policía enarcó las cejas, su pareja le respondió con una melodiosa carcajada. — ¿Sabes que la risa también se produce por tensión?

—Estoy bien, te lo juro.

—Completaron satisfactoriamente la documentación para sus escuelas, y todo ha sido procesado, así que...No regurgites. —froto la piel de sus dedos.

—Prometo que no lo haré. —Sanji tomo sus mejillas y le ofreció una sonrisa suave.

Zoro se sonrojo, esa mañana, al recibir su beso, aligero su corazón y al mismo tiempo lo oprimió.

—Vas a cuidar de ti lo suficiente, ¿verdad?

Zoro sonrió mientras ponía los ojos en blanco. —Yo soy el adulto. —coloco la mano en su pecho, imitando el juramento de un soldado. —Prometo que no haré un desastre en tu ausencia.

—Uh-oh. —Sanji se balanceo, clavando los ojos en el suelo lustroso, los cosquilleos en su lengua le avisaban que pronto podría iniciar con su perorata. —La comida.

— ¿Qué con la comida?

—No vivirías de alimento instantáneo, ¿verdad? —intento contener su lista de precauciones. No pretendía abrumar a Zoro, pero se sentía inquieto.

—Dios, ahora mismo pareces una madre con pánico de dejar el nido. Cálmate, todo estará genial aquí. Tal vez aprovechare todos los fines de semana para llevar a bailar a Tsuru, esa prótesis de cadera debe de ser presumida ante el mundo.

—Nop. No lo hagas. —hizo un movimiento con la cabeza. —Tienes dos pies izquierdos, la matarías.

—Odio bailar Sanji, no hablaba en serio. Soy sedentario por naturaleza.

—Ya, vale, no me ataques. —levanto las manos defensivamente, riéndose.

Zoro aligero su expresión. Una vez leyó que los aeropuertos y los cementerios eran los sitios que más sinceridad atestiguaban. Se rio ya que no era algo que pudiera tomar en serio. Sonaba demasiado cursi. Dramáticamente cliché. Pero estaba comprobando la verdad de ello, de hecho, casi podía imaginarse la música lacrimógena y los colores sepia absorbiendo la atmósfera.

—Llámame cuando puedas. —susurró en su oído, el rubio beso su mejilla y acomodo su chamarra.

—Voy a llamarte tantas veces que incluso vas a alucinar con mi voz. —había un nudo en la garganta de Sanji tan grande como un iceberg. Golpeo amistosamente el hombro de Zoro con el puño. —Quitemos estas caras, marimo. Esto no es un funeral.

—Solo prométeme que te cuidaras. Estaré aquí en las buenas, en las malas y en las que sean asquerosamente malas. —se balanceo con las manos dentro de los bolsillos.

—Voy a extrañarte Zoro, no tienes idea de cuánto. —Sanji confeso, sus ojos brillaban. —Y lo siento y...

—Ve, anda. —lo interrumpió, no le permitiría marcharse con remordimientos. —Solo ve.

Sanji asintió, Zoro había frotado el pulgar en su pómulo, no se movió y decidió tardarse un poco con la calidez de su tacto, deseando retenerla. Miró sus ojos oscuros chocolate y lo vio vulnerable y sincero, y de esa manera fue que contemplo quedarse y al abandono de sus planes, tentador.

—Mantente en contacto conmigo. —Zoro le regaló una sonrisa con hoyuelos. Su voz era clara y nítida, y como si hubiera adivinado sus pensamientos, tenía el objetivo de hacerlo desechar cualquier atisbo de dudas.

—Te echare de menos, ¿de acuerdo?

Sanji le dio un corto y educado beso para no llamar la atención de los demás. Solo un simple y casto choque de labios. Mariposas en el estomago era solo un eufemismo. Él tenía una rata atrapada en sus costillas, moviéndose sin saber hacia donde correr.

Zoro sostuvo su mano antes de dejarlo irse. El agarre en los dedos se apretó, y su mano libre se ahueco en su cuello y mandíbula, Sanji respiro su loción y cerró los ojos, necesitaba atesorar y aferrarse a su almizcle.

—¿Sanji? — Hablo con lentitud. Se sentía incapaz de dejar de contemplarlo. Sus rasgos eran tan poco hoscos, no eran completamente unisexuales, pero de alguna manera su fisionomía se las arreglaba para funcionar. Una combinación agradable de finura sobre su masculinidad. Era la clase de figura transparente que deseabas encontrarte entre los huecos de los abedules.

—¿Sí?

—Realmente necesito besarte un poco más. ¿Puedo hacerlo?

—Si. —respondió mirándolo, trazando sus dedos de tarántula inocua por la fuerte barbilla.

Sanji apretó su chaqueta con fuerza mientras su boca descendía en la de aquel hombre. Zoro sostuvo su cara y quitó un mechón de su frente.

Sanji se despidió caminando hacia atrás hasta que tuvo que girar y esperar con Yonji, Zoro los vio discutir de algo y el último vistazo de él, fue como le daba una patada en el trasero al otro chico mientras juntos se dirigían a su terminal.

Zoro levanto la mano y la movió diciéndole adiós. La última vez que beso sus labios sabían a humo, pero eran enfermizamente dulces, y por primera vez, no le desagrado aquel sabor. La última vez que toco su piel, era suave, igual a la seda egipcia.

Esperaría por él. Tal vez Sanji no era su primero y gran amor. Pero aquello era solo un título. Él lo había enseñado a querer mejor, a renovarse y perdonarse. Las heridas que fueron infringidas por otros no representaban quien era. Sus penas habían sido purgadas y él tenía una segunda oportunidad.

Muy en el fondo Zoro tenía miedo, pero era un miedo humano e inocente, miedo a fallar y a perderle. El temor más noble que podía ser permitido por los hombres que aman: El miedo a fallar. No en un sentimiento opresivo ni angustioso, solo un sentir por completo terrenal y puro. Entonces se dio cuenta que, en efecto, ya no eran las mismas personas que se usaban mutuamente como medicinas, porque lo suyo jamás fue una guerra, fue peor, una alianza con el fin de equilibrarse. Fue utilizarse y drenarse como sanguijuelas, por duro que sonará. 

Él trato de descubrir si después de Tashigi le quedaba algo más que solo sobrevivir, y Sanji de canalizar su propio caos interno. Lo que no se decía de esa clase de relaciones, es que no se ama al individuo, se ama solo la seguridad que es transmitida. Era como decir: No te amo a ti, amo como tú me haces sentir a mí.

Era un amor que se sentía como crema hidratante después de obtener quemaduras molestas en la playa. No más.

Pero ahora, eran solo una pareja en una cosa real, que terminaría por reencontrarse de nuevo cuando fuera su mejor momento para dar y recibir. Menos inseguros que antes, más satisfechos, mucho más fuertes. Todo lo que él tenía y todo lo que era, estaba dispuesto a compartirlo.

Apretó la mandíbula al verlo desaparecer, sus dedos temblaron sutilmente mientras subía el cierre de su jersey.

Cuando decidió que era momento de volver a su casa, lo hizo con prisa, golpeó algunos hombros de otros pasajeros, y tropezó con Zeff. Le sonrió de forma forzada, arrastrándose con pies de plomo y enseñándole los dientes.

—¿Estás bien? — Reiju pregunto, sus ojos eran protectores y amigables.

—Lo estoy.

No estaba preparado para regresar con todos ellos mostrando una actitud desvencijada. El anciano lo entendió, pero no le dejo marcharse sin antes decir:

—Pasado mañana aparécete en el Baratie a las nueve pm, veremos a los Cubs contra los Piratas.

Zoro volvió a sonreír, reparando su mueca incomoda por una más segura. —Por supuesto. Será interesante ver a los Cubs tratar de hacer algo bueno después de su pésima racha.

—Los Cubs son unos vendidos.

*

Los siguientes días en el Baratie no había nada que pudiera darle, ningún libro o regalo especial como ofrecimiento, solo era Katakuri durante su tiempo libre, pidiendo un té y poniéndolo nervioso. No debería hacerlo, pero había algo patológico en él que disfrutaba lograr el cometido.

Algunas veces Ichiji lo observaba rezagado desde una esquina, y sin que él lo pidiera, servía el postre del menú del día en su plato, se sentaba a su lado y hablaban de la escuela o del clima, algunas otras, no había nada que decirse.

No mencionaban a Whole Cake, ni a su madre ni a su padre, y el catastrófico día en que todo se había venido abajo, quedaba atrás.

Katakuri escucho atento como el próximo paquete de exámenes terminaría pronto para el pelirrojo, él en cambio le contó sobre algunas obras en las que su hermano Cracker estaba trabajando, y le platico que su próxima exposición de alfarería sería en Italia. Tal vez podríamos ir.

Hace tan solo seis días el viejo Redleg había hablado con Katakuri, el anciano estaba tirando las bolsas de basura, y en cuanto vio el auto negro se acercó a él, no le había dado ningún consejo o alguna advertencia, simplemente le dijo «Esta vez tienen que hacerlo funcionar.»

—Prueba esto. —Ichiji murmuro antes de ir a otra mesa para recoger el recibo firmado de un hombre, que cerró la carpeta de piel del menú y se la entrego.

— ¿Y esto es?... —Charlotte pregunto cuando su esposo volvió.

—No puse atención al nombre con el que Patty llamo a su postre. —se sentó frente a él. —Parece un waffle enrollado en tiramisú...Y bañado en sirope de caramelo— miró de forma despectiva el platillo. —Pero un hombre hizo hmmm—imito el ruido. —Cuando probó el primer bocado de este veneno, tal vez te guste a ti también.

Ichiji encogió los hombros con suavidad, Katakuri enterró el tenedor en su platillo. De forma inconsciente, el pelirrojo frotaba el zapato en su tobillo, el movimiento ascendente y descendiente de su pie le provocaba escalofríos.

—Gracias.

—Disfrútalo.

Niji estaba en la entrada, le tocaba ser anfitrión y guiar a los clientes a sus mesas, los hermanos habían decidido intercambiar su puesto esa tarde.

—...He ido a la función. —Ichiji platicó con meliflua voz, llevo el popote azul a sus labios y succiono de su malteada de fresa. —No era tan mala, pero aun así no fue aclamada por la crítica como esperaba. Niji se aburrió tan solo a quince minutos del inicio y trato de convencerme de salirnos para ver una presentación de música con un tedioso new wave. —saco la lengua.

—Siempre he sabido que tus gustos son pésimos. —Katakuri se encogió de hombros, riéndose de él. Ichiji inflo los mofletes y su ojo tembló en un tic.

Tenía una lista de libros malos, malos libros. Algunos que ni siquiera parecían ir en contraste para que alguien como él, tan siquiera se interesara en leerlos. De inmediato recordó un nuevo pendiente en su lista. Sanji había dejado en su cama "El hombre hueco" como regalo de despedida. Supuso que Reiju y Niji habían recibido un obsequio parecido.

—Oh vamos Katakuri, te vi siguiendo el ritmo de una canción de The White Buffalo con los dedos, no puedes atacarme.

—He escuchado que han adaptado de la peor forma posible los clásicos griegos, pero no te veo decepcionado de haber ido a la función—. Katakuri siguió.

—Sí, bueno, hicieron un desastre con El Vellocino de oro, pero no lo considere tan malo...—se acercó a su cara, peligrosamente. — ¿Por qué no me acompañas a ver una obra la próxima vez?

—No soy un buen apreciador. —Katakuri le admitió, su profunda y grave voz disparo directo en su esposo.

Ichiji sonrió de todos modos. No comprendía completamente a Katakuri, sus gustos eran difíciles, pero al mismo tiempo simples. Sabía que le gustaba el cine independiente, también la literatura, pero todo de una forma demasiado discreta y sin ninguna afición.

—No es que no seas un buen apreciador, es que eres demasiado apreciador, te fijas en cada detalle y por eso encuentras los errores. —hizo una falsa mueca histriónica. —Esa es la razón por la que no deberías fijarte tanto en mis detalles, podrías descubrir errores.

—Tus errores son mis errores favoritos.

Ichiji sintió que su corazón había saltado repentinamente hasta su garganta.

—Si así fuera, mi mal gusto no sería impedimento para que me acompañes al teatro. —murmuro, utilizando manipulación. —Oh vamos, no me mires como si fuera una hidra de tres cabezas.

—Una hidra de tres cabezas se quedaría corta a tu lado. —barboteo y dejo salir un largo suspiro exasperado, sabiendo de inmediato lo que el pelirrojo intentaba, aun así, fue cooperativo. Ya aplicaría después el lema: Una cosa por otra. —De acuerdo, dame una fecha y te acompañare.

—Pero, ¿tendrás tiempo? —Ichiji abrió los ojos, incapaz de creer que había ganado. — ¿Es en serio? No planeaba obligarte.

—Lo tendré, tendré tiempo para nosotros. —Katakuri dijo con convicción. —Estoy asegurando que iré, así que podrías buscar un buen palco lo suficientemente solitario para que yo duerma mientras tú prestas atención.

Ichiji frunció el ceño, acentuando sus facciones de duendecillo. —Eso es trampa.

—No puedes tener todo, cereza. —levanto su barbilla con un dedo, Ichiji tragó duro, él era seductor.

Dámelo todo.

Recogió su mano de la mesa y coloco sus labios sobre ella, igual a un cachorro maltratado que lamía una herida en el momento en que su hermano lo golpeo con un periódico enrollado.

—No seas sucio, Ichiji, él acaba de volver, no lo abrumes. —Niji hizo una expresión de asco.

—No sabes el contexto de lo que estamos hablando, entrometido. Somos más profundos de lo que crees. —refunfuño ofendido.

—Ay Dios, solo escúchate. —Niji se carcajeo, abriendo una bolsa de papas. —Eres una ternura.

Ichiji rodó los ojos.

— ¿Más profundos?, cereza. —Katakuri susurro en su oído. —Somos necios, eso es diferente.

Ichiji volvió a rodar los ojos, pero el atisbo de una sonrisa ya estaba en sus comisuras, busco la mirada de Katakuri otra vez. —Iremos juntos, ¿trato?

—Trato.

Ichiji se recostó en la mesa y cerró los ojos, confiaba ciegamente en él, Katakuri puso la mano en su cabeza, la pasaba por sus hebras, lo hacía sentir como un enorme gato. Bostezo.

— ¿Has estado desvelándote?

—Lo normal. —dijo en un murmullo. —Todavía me dejan presentar en línea, pero hay algunas clases que no puedo evitar. Aunque mi falta de sueño no se debe a eso, he estado leyendo.

— ¿Una novela nueva?

—La misma. —siguió con los ojos a un grupo de adolescentes que había entrado al restaurante, Niji fue hacia ellos y los condujo a una mesa. —Dame unos minutos, iré a pedirles sus órdenes.

Katakuri lo miro moverse, atenderlos y presentarse con fluidez y elegancia. Parecía más independiente de lo que alguna vez fue, era atrapante.

—Vinsmoke. — Ichiji regreso diez minutos después.

— ¿Hmm?

—Estaba pensando en que podría llevarte a la Escuela de Arte Contemporáneo el sábado, si no tienes planes, por supuesto. —pareció pensativo, Paulie le había pasado la información, hablo algo sobre una pinacoteca también. —Expondrán sobre algo que honestamente no tengo ni la menor idea, pero supongo que podría gustarte. —le dijo con sinceridad. —Y si no te gusta, nos marchamos.

—Me encantaría. Aun así, no tienes que limitarte a mis gustos, podríamos hacer algo que quieras tú, por más que la mayoría de las cosas que te gustan, sean...La comida.

—Bueno, dejemos que las cosas fluyan. —dijo dándole una sonrisa torcida.

—Nunca antes habíamos hecho nada así, todo este tiempo conociéndonos y nada tenía que ver contigo o conmigo. —su voz era nerviosismo líquido.

—Eso significa que lo estamos haciendo bien.

*

A veces sentía que estaban conociéndose de nuevo, retomando aquellas cosas que directamente se saltaron para crear una relación falsa.

Si desde el principio hubieran tomado su tiempo y no corrido ciegamente hacia la línea de meta, habrían sido aún más felices. O eso querían creer. Pero las pruebas difíciles también tenían su lado positivo, les habían mostrado limites que nunca hubiesen cruzado por nadie más. Cosas que no habrían soportado, historias que nunca se imaginaron protagonizando. Era una completa locura.

— ¿Tu madre sabe que regresamos? —Ichiji bajo la voz un octavo, mirando a Charlotte, quien vestía una camisa gris acero y pantalones de vestir negros.

—No, pero va a enterarse en cualquier momento. No planeamos ocultar esto, vas a regresar a casa, y si a alguien no le parece, esa no va a ser nuestra preocupación. Esto es algo nuestro. —musitó con absoluta seguridad.

—Siento como si estuviera empeorando la brecha entre ustedes. —las pupilas de Ichiji eran grandes y oscuras, Katakuri podía verse a sí mismo reflejado en ellas.

—Descuida, no hay día en que esa mujer no sea difícil. —hablo con sequedad, recargando la espalda en la mampostería de ladrillos.

Ichiji se paró frente a él. —Y si hubiese una oportunidad remota de que ustedes, ya sabes, ¿Se reconciliaran?

Katakuri se rio amargamente. —No quieras arreglar el mundo, Ichiji. Es absurdo así que no lo hagas. —la vehemencia de su voz lo hizo tensarse.

—No me interesa arreglar el mundo. —replico. —Jamás lo ha hecho. Siento si estoy presionándote, lo único que quiero es asegurarme que estas bien. No quiero convertirme en una elección que tengas que escoger sobre los demás. Te amo, y yo sé que no me importa compartirte con tu familia, entiendo tu amor a ellos. Pero no comprendo en su totalidad tu relación con Linlin. Yo no tuve la oportunidad de entender cuál era mi relación con Sora, pero si tu...

—No tomes cargas en vano. —Charlotte acaricio el hueso de su mejilla. —Voy a lidiar con ella diplomáticamente, es lo único que puedo asegurarte.

—Está bien. —Suspiro. Él no quería ser una causa de tensión en la familia de Katakuri, pero si no era algo evitable, nada podía hacer.

—Mi madre te odia y tu padre me odia, estamos a mano. —sus comisuras se alzaron un poco.

—Es equitativo. —susurró.

Katakuri tomó su mano, esperando no haberlo amainado por su rudeza anterior: —Todo el mundo aseguraba que yo era como mi padre, que iba a convertirme en él. No quiero terminar así.

Ichiji se mordió los labios, quería tomar su pelo, cubrir su cuerpo con el suyo y recostarse en la misma cama.

—He escuchado que era muy exitoso.

—Solo laboralmente, su matrimonio con mi madre era demasiado frío, él era en excesivo metódico, ella superficial. Convertirme en él sería garantizarte infelicidad. —La voz de Katakuri se suavizo. —Mis hermanos dependen de mí, Flampe, Anana y Pudding son menores todavía. Los demás necesitan la coacción necesaria para no sucumbir al ejemplo de mi madre. Ella es superflua.

—Tus padres son idiotas, por eso no te pareces a ellos. —tomo su cara para que lo mirara, el contraste de sus pieles era dramático. —Eres mejor. Tomas siempre las responsabilidades. Cargas con el peso de los demás.

Habría vendido su alma si con eso fuera suficiente para comprobarle a Katakuri que pese a ser hijo de esos ingleses, no compartía nada más con ellos.

*

Quédate a almorzar aquí, no aceptare ningún no. — Redleg le dijo severamente, después de que se presentara en el restaurante a comprar comida para llevar. Los domingos su turno terminaba más temprano, y el negocio del viejo solo funcionaba medio día.

Zoro busco una forma educada de decirle que no al abuelo de Sanji, pero no la encontró.

—Si se siente solo con la partida de sus nietos, podría hacer yoga o salir a buscar una esposa, tengo una vecina que es más grande que usted, pero quien sabe, tal vez las cosas podrían darse. Podría presentarlos. 

Niji lanzo una enorme carcajada, Reiju también lo hizo, en cambio Zeff se puso rojo y le dio una palmada en la nuca al policía. Zoro no podía negar lo extraño que era ser adoptado por esas personas, y aunque lo abrumaba la posibilidad de que el viejo intentara cuidar de él, supuso que podría dejarlo pasar.

Charlotte Katakuri, una vez que lo vio, tenía la copia exacta de su expresión. Así que supuso que tampoco había tenido más remedio que aceptar la obligatoria propuesta. Los dos respetaban de forma disciplinada a aquel anciano. Ninguno sería capaz de faltarle al respeto jamás.

También estaba Ichiji, Usopp y Bellamy, quien parecía haberse hecho una auto-invitación.

Entre Zoro y Katakuri había cierta reticencia, que no era obvia por lo menos para un ojo no observador. No era nada grave tampoco. Reiju como la dama intuitiva —de sonrisas brujas—, y perceptiva que era, se percató de ello. Pero por fortuna en el transcurso de la comida, la tensión —y apatía—, parecía ir disminuyendo hasta no ser palpable.

Y como en esa familia los resultados catastróficos podían ser esporádicos, la aceptación también se daba de una forma muy natural.

El tema fresco, por supuesto eran los dos hermanos ausentes.

Más tardé pasaron al living a sentarse, ver televisión y tomar un poco de café. Reiju estaba al lado de Zoro, le mostró su cámara fotográfica y de inmediato lo hizo recordar a Sanji por la manera en que la sostenía, incluso la forma de sus manos era similar, dedos largos y delgados, el hueso de la muñeca prominente y suaves pecas moradas en los alrededores de sus nudillos, ella noto que la observaba.

—Me la regalo. Me dijo que me enseñará a tomar "buenas fotografías" cuando regrese, siendo sincera, soy menos que una aficionada al contrario de él, pero es divertido.

Le enseño un par de fotografías, la que más le agrado a Zoro fue la de Sanji parado en medio de sus hermanos. Su sonrisa era tan real y fresca que era imposible no contagiarse de ella.

Por la cara de Reiju al contemplarla, supuso que también tenía una imagen favorita.

;..;

Zoro recargó la mejilla en su mano, observo a través del cristal la lluvia cayendo a goterones en las pozas.

Son diecinueve con veinte centavos. No quince con veinte, pero si quieres, no me des los veinte.

Oh vamos, ni siquiera falta tanto. Deje lo demás en casa. Apenas y es una diferencia significativa, son solo unos cuantos dólares.

Dijiste lo mismo ayer y antier.

Levanto los ojos, viendo a Niji discutir con uno de los clientes. Zoro reconoció al hombre de cabello azul, era el encargado del bar, Buggy, quien había adquirido la costumbre de hacer un desastre con sus pagos.

Buggy llevaba flip flops, lo que era bastante raro y muy inapropiado para el clima.

Diecinueve, compañero. Tómalo o déjalo.

Vete al carajo.

¡Que humor!

Suspiro, había estado pensando en si la primera cosa que Sanji había mirado al asomarse por su ventana era un cielo griseado y nubarrones insípidos, igual que ellos cuando despertaron.

— ¿Cavilando?

— ¿Ah? No, en realidad, solo estaba descansando la mente. Mi turno ha sido un poco tempestuoso esta vez. —giro el cuello y masajeo sus hombros para resaltar su punto. —Estoy básicamente en muerte cerebral.

—Hace frío, así que Zeff quiere que entres en calor con un poco de licor. —Ichiji acomodo con cuidado el vaso en la mesa de Zoro. —Y también quiere que pruebes la ternera.

— Técnicamente, ¿Zeff me está engordando para navidad?

—No. —Ichiji parecía reflexivo mientras arrancaba las hojas de colores de su Post-It y la volvía a guardar en su mandil. —Creo que no.

—No entiendo la razón por la que tu abuelo está alimentándome gratis. —Zoro alzo ambas cejas. —No estoy deprimido y tampoco me gusta la condescendencia.

—Le agradas y ya, solo tienes que aceptar eso y cerrar la boca. — Ichiji le dijo distraído, girándose para entregar una botella de agua apollinaris a otro comensal, sus pies se arrastraban cansados por el suelo alfombrado. —¿Has hablado con Sanji?

—Estábamos en Skype, se vía bien. Creo que estaba un poco apurado limpiando el departamento. Empezó a gritar en francés, algo me dice que eran malas palabras.

—Eran malas palabras, tenlo por seguro.

—Dijo que iría a dar una vuelta con Yonji al anochecer. —empezó a cortar la carne. —La hija de esa mujer, Carmen, creo que se llama Carina, se supone que ayudara a familiarizarse a tus hermanos.

—Eso es bueno.

—Necesitan conocer a más gente de su edad o se aburrirán y eso podría ser conflictivo. Encierra juntos a un adicto al deporte y a un aprendiz de cocinero, y podrías contemplar un espectáculo sanguinario.

—Eso no es todo. Sanji es ordenado, Yonji es un caos. También Yonji puede llegar a ser muy cuadrado mientras que Sanji es liberal. Igual a mi madre. —negó, divertido. —Tal vez es bueno ese contraste, mira a Niji, si él hubiera acompañado a Sanji, se llevarían mucho mejor de lo que te imaginas, hedonismo en su estado puro, lo cual solo sería peligroso. Se descarrilarían demasiado y no habría nadie que los frenase ni los sacara de los problemas. Con Yonji solo le esperan peleas menores y conflictos domésticos.

—Eso solo lo hace más entretenido. —Zoro sonrió imaginándose a Sanji jalarse el cabello y recoger ropa maloliente. Le dio el primer bocado al brócoli hervido. —Desde que Sanji se ha ido la comida no sabe tan bien.

—Que no te escuche mi abuelo. —Ichiji le hizo una seña con la mano.

—No desperdiciaría mi membresía VIP por nada. —arremango las mangas de su camisa.

Lo cierto es que se había acostumbrado a la cocina de Sanji al grado de que cualquier cosa no preparada por él, le sabia a cartón, algo demasiado dramático teniendo en cuenta que Zoro había sido un hombre que subsistía con sopas instantáneas y comida en latas.

—Por cierto, te ves mejor.

— ¿Eh?

—Ya no parece que flotas por los pasillos como un fantasma, desde que regresaron, te ves bien. —Ichiji vio cómo su manzana de Adán bombeaba al tragar la carne. — ¿Ya es una relación estable?, él te está recompensando, ¿no es cierto?

—No tenemos que ser los erizos de Schopenhauer por siempre. —Ichiji susurró meneando los granos de su café con una cuchara. —Tú estás lejos de mi hermano, pero la distancia no te matara de frío y yo estoy con Katakuri, y no hay púas.

Zoro se encogió de hombros.

El pelirrojo se quedó callado por un momento, se había mordido la lengua. —Tal vez estarás pensando que soy egoísta diciéndotelo ahora que creo que nosotros hemos encontrado la forma de...Seguir, pero, ¿Qué podría ser lo más difícil a superar ahora para ustedes? Saldrán indemnes. Si nosotros lo hicimos, ustedes lo harán.

—Lo sé, lo sé, la distancia es realmente una pequeña preocupación comparada con lo que tuvimos que pasar. —Zoro respondió. —Estaba pensando en visitarlo, mis vacaciones están programadas para fin de año, puedo empezar a ahorrar y pagar un hotel cerca de su departamento. Solo serían unos días.

—Suena bastante bien. —Ichiji soplo sobre su taza y vio el vapor elevarse. Aunque él tuviera la posibilidad de darles una mano, sabía que Zoro jamás aceptaría ninguna ayuda ni soluciones fáciles aportadas por su matrimonio. Era un hombre muy orgulloso de conseguir todo por sí mismo. —Lo harías feliz si lo visitas.

— ¿Cómo sobreviviste este tiempo sin él? —Zoro pregunto con voz ecuánime, pero a Ichiji no le pasó desapercibida la ligera animadversión del policía hacia Katakuri.

—En el fondo sabía que regresaría por mí. Yo no puedo ver mi vida funcionando de otra manera. —miró su café humeante, sus ojos azules se plantaron en los almendrados del policía. — ¿Cómo te sientes?...

—Lo echo de menos.

—Estoy seguro que él a ti también.

Zoro deseaba que no lo hiciera, que Sanji no se enfocara en él, pero también existía dualidad en una parte de su cabeza tomándole la contraria; quería ser pensado, ser recordado.

—No importa que mi hermano y tú se mantengan en constante contacto, aun así, cada vez que él habla con alguien aquí, tu nombre se escapa de sus labios. Supongo que nunca tiene suficiente, le gusta saber como estas.

Zoro lo escucho paciente, un nervio interino enviaba a su cerebro la sensación constante de querer saber de Sanji. Escuchaba su voz en las llamadas, veía su rostro en los vídeos y se fascinaba de su sonrisa de media luna o su fonética cuando hacia...Esa cosa con el paladar y la lengua, y pronunciaba las palabras de un modo más agudo, más francés. Siempre pensó que el francés era un idioma oscuro.

El motor del auto de Katakuri sonó afuera del restaurante, Zoro bufo.

— ¿A qué se debe la antipatía entre ustedes? Parecían cordiales en el cumpleaños de Zeff. —la curiosidad brillaba en su expresión. —Ahora están tensos cuando se encuentran cerca, Sanji había mencionado algo, pero solo fue insinuante y no claro.

—Tu esposo arruina el resultado final de mis equipos, siempre gana quien dice él.

— ¿Esperas que de verdad te crea esa excusa?

—La curiosidad mato al lobo. —le enseño el pulgar, su mirada era estoica.

—Tenía más vidas de las que crees. —Ichiji suspiro, decidiendo guardar sus preguntas para otra ocasión. —Y para que lo sepas, voy a averiguarlo.

—No deberías desperdiciar tus vidas con cosas que no tienen importancia. —dio otra mordida.

—Tal vez el lobo comienza a descubrir su inmortalidad.

;*;

—Si yo me fuera por algunos años, ¿Qué es lo que harías para recordarme? —Ichiji observo por la ventana la laguna de rocas y los enormes troncos de madera que navegaban en las aguas frías mientras su esposo conducía.

Pequeñas gotas de agua se habían pegado a su cuello en el camino del establecimiento al carro, hacían que se estremeciera.

—Depende de la circunstancia de tu partida.

—Hipotéticamente hablando de una situación como la de Sanji. —cruzo las piernas. —No puedes mencionar las visitas esporádicas.

— ¿Por?

—Lo haces más fácil así, por eso no es opción.

—Te ofenderás si te lo digo. —la copiosa lluvia estallaba sobre el parabrisas, los limpiadores no se daban el suficiente abasto y la niebla dificultaba su visibilidad.

—Me ofendería si me lo ocultas. —Ichiji mascullo con acritud.

Katakuri sonrió, cambiando la palanca de direcciones. —Mi moderado grado de fetiche me obligaría a recordarte de una u otra forma. Atesoraría tus encantos franceses y los rememoraría durante los días más difíciles de mi existencia. Adivina el resto. —movió las cejas para gesticular el hipotético acto lascivo.

Ichiji frunció la boca y después levanto una ceja. —Eres muy gracioso Charlotte, casi haces que la idea de un sextape entre nosotros me parezca poética. Un titular de nuestra correspondencia subida de tono y con nuestros nombres en Twitter sin duda sería la mayor proclamación de amor pública.

—Para mí es poesía. Capote, Kerouac o Salinger* quedarían cortos a lado de una gráfica fotografía tuya tomando mi...—Ichiji lo golpeo con el puño cerrado, él dejo la insinuante broma por la paz, y continúo manejando. —Estoy conduciendo cereza, harás que nos estrellemos. Eres muy joven, debes continuar haciendo arte.

—Ja-ja. —el pelirrojo se burló, escuchando el motor zumbar con un repiqueteo bajo. Tenía la impresión de que su carácter arisco solo le daba más placer al otro.

—No hablo en serio, para que lo sepas. —Katakuri miro hacia el frente. —Eres mi fantasía predilecta. Aquella que me hace ser codicioso y avaro. Quiero tener solo para mí esa forma en que me miras, y no necesito rememorar nada con una imagen o un vídeo, todo está memorizado ya. Y me gusta guardarlo solo en mi mente, así se siente más especial.

Ichiji apretó las piernas y entrelazo las manos, la forma de expresarse de Katakuri era demasiado...peligrosa. Era directo, intimidante, ergo. Los ojos rojos se comían su cordura.

—De todos modos, tú lo has dicho, hipotéticamente hablando de un caso en el que tuvieras que buscar algo que llene tu satisfacción personal, estaría ahí, alentándote. —lo miro de reojo, su perfil se veía oscuro contra la lóbrega ventana.

— ¿Y en caso de otra clase de huida? — lchiji hablaba trágico e incubo, su voz era sedante.

— ¿Cómo?

— ¿Desventuras emocionales, quizás?, algo como el pasado.

—En ese caso, no te irías. —encogió los hombros.

— ¿Cómo lo sabes? —sonrió de medio lado tratando de esconder su rostro al mirar por los cristales tintados del coche.

—No te dejaría hacerlo otra vez. —sus dedos giraron las llaves del carro, su pie continúo pisando el acelerador. —No te dejaría marchar sin hacerte estar seguro por completo de lo que siento por ti y recordarte lo que tú sientes por mí.

— ¿Crees que es suficiente aval para garantizarte que yo no me marcharía?...

—Respóndelo tú.

—Bien, tienes razón, lo es, podríamos separarnos, pero al final terminaríamos en lo mismo, volveríamos porque ambos lo deseamos. Aunque, aun así, no va a ser tan fácil.

—Esa es la mejor parte.

Los labios de Ichiji se curvaron en una diminuta sonrisa, minutos después el rostro de Katakuri adquirió un matiz serio, los neumáticos derraparon sobre una balsa de agua.

—Tenemos que dejar de circular y esperar a que la lluvia pare un poco. —dijo cambiando las velocidades, no iba a arriesgarse a que el vehículo perdiera tracción y sufriera un hidroplano. —Es lo más sensato.

;*;

Su Audi estaba estacionado en un punto muerto, oculto a través de la cortina de árboles; los pinos exuberantes daban la sensación de encontrarse encerrados en un área de reclusión, había capas de neblina en el agua. La ringlera de inmensos pinos consecutivos parecían tráqueas dadoras de oxígeno, vertebras de la naturaleza. No era buen momento para tomar la carretera, y por dentro le agradecía al clima por atraparlos y demostrar lo necesitados que estaban de ser cercanos.

Todo empezó con simples miradas que evidenciaban la tensión sexual que reprimían, conversaciones sencillas y vistazos hacia el oscuro exterior. Después, solo un beso suave, entonces el autodominio empezó a desaparecer. En parte, se debía a la abstinencia de ambos.

Su mano recargada en la pantorrilla de Ichiji dejo de estar quieta, y sus movimientos casuales se volvieron caricias deliberadas a lo largo de la costura interna de sus pantalones; provoco al chico haciendo círculos en el material. Ichiji con un control disminuido coloco la mano encima de su entrepierna y la dejo allí hasta que la temperatura podía considerarse lo suficientemente acalorada para ambos.

Katakuri lo vio, y encontró en su mirada docilidad e impaciencia, pero también una imperiosa fortaleza. Jalo de él, sabía perfectamente la forma de recompensarlo. Ichiji lo beso, fue un beso de necesidad como los que le otorgaba cuando se fusionaban. Vulnerable.

Había algo incomparable en Ichiji, la intensidad de sus caricias, el fuego y concupiscencia en su mirada y la perversidad e ingenuidad de su tacto.

Ichiji migro del lugar del copiloto hasta estar sobre él, las manos de Katakuri viajaron de sus brazos a su cintura, y al estar en sus muslos los bordeo y tentó su trasero. Katakuri tomaba su tiempo para besar su cuello y debajo de su oreja. Desde la última vez que tocaron sus cuerpos íntimamente había pasado mucho tiempo. Los labios de Katakuri besaban el hundimiento de su cuello hasta colocarse en su pulso, raspando la piel con sus dientes.

—Así que han cerrado un negocio con una multinacional sueca. —Ichiji jadeo, irguiéndose mientras se apoyaba en los gruesos hombros del moreno. Se dobló casi por completo al sentirlo debajo, buscando desesperadamente de su abrazo. En el instante en que su sabor toco su lengua, lo asaltó una explosión de emoción.

—Ajam.

—Interesante...—Susurró estirando su brazo y rosando su palma temblorosa en la nuca de Katakuri, los cortos cabellos cosquillearon en su piel y enterró más profundo, mirando la expresión del hombre oscurecerse.

—Supongo que sí. —tomo el liderazgo, profundizando el beso.

Ichiji exhalo un suspirante "ah", echo la cabeza hacia atrás y su caja torácica comenzó a subir y bajar, su espalda estaba incómodamente pegada contra el volante. Su codo se enterró en el claxon, haciéndolo sonar. Sentían que iban a deshacerse en miles de pedacitos. Hacia círculos con la pelvis sobre el bulto que tiraba hacia arriba entre sus piernas.

—Joder. —siseo Katakuri con la voz ronca, un escalofrió recorrió su cuerpo rígido, pero seguía sosteniendo y arrastrando a Ichiji por la longitud de su virilidad cubierta. —Casi olvido lo fría que se siente tu piel. —murmuró acariciando su muslo sin ninguna clase de inocencia.

—Y la tuya es tan...Caliente.

Cada pulgada de Katakuri se restregaba contra él, se besaron jalándose los labios y contorneando los alrededores con las lenguas. Sus besos eran duros y demandantes. Ichiji acariciaba con los dedos su mandíbula cuadrada.

—Quiero tocarte. —Katakuri pego la frente a la suya. Abrió aún más las piernas del pelirrojo y se acomodó entre ellas.

El vientre de Ichiji se calentó ante el sonido de sus palabras.

—Creo que ya lo estás haciendo...—inflo las mejillas buscando por aire, sonaba anhelante, la entrepierna de Charlotte empujaba en su trasero, lo tenía en el precipicio. —Has estado tocándome.

—Es diferente. Quiero tocarte sin ropa.

Katakuri se movía tratando de buscar el lugar correcto en la oscuridad, las piernas de Ichiji ya estaban anudadas a su costado, curvaba los dedos entre su cabello y lo atraía más cerca. El empresario acuno sus nalgas, sus dedos se enterraron en la carne, animando el ritmo.

—Eres tan endemoniadamente perfecto. —Katakuri gruño alto y tosco. —No tienes idea de la tortura que ha sido estar lejos de ti. Eres perfecto.

Se estremecieron juntos.

Ichiji le desabrocho la camisa, dejando que sus manos se deslizaran en la dura piel, sintió el suave vello que conectaba con su ingle. Katakuri dejó caer la cabeza contra el asiento, Ichiji comenzó a besar sus abdominales, sus labios hinchados absorbían la dermis. —No puedes decirme que soy perfecto cuando tú luces así.

—Lo eres.

—Sigue lloviendo muy fuerte. —Ichiji murmuro encima de él, la luz lunar y el brillo de cada rayo y trueno lo permitían adorar sus facciones, el granizo aumentaba su calibre y pegaba contra el chasis. — ¿Cuánto tiempo crees que sea prudente esperar?

—Esperar es mi última preocupación. —Su tono serio lo éxito más. Los labios de Katakuri estaban sobre su clavícula extensa, de hombro a hombro, chupándola, y la mano en su rodilla, cada que Ichiji rozaba la palanca y la golpeaba por accidente, por instinto se levantaba y le dejaba caer su peso.

El pelirrojo curvo la palma sobre sus bíceps, eran tan duros como el acero. La lluvia era torrencial y no parecía tener intenciones de suavizarse, y el calor húmedo que reinaba en el coche no hacía más que aumentar su sensibilidad. Estaba a solo un hilo de cabalidad de pedirle se acostarán en la parte trasera del auto híbrido.

Katakuri sostuvo su cadera y lo endentó hacia el cristal de la ventana, aplastándolo con su musculatura y manoseando la piel que se escondía bajo el abrigo, froto los dedos callosos en sus pezones para endurecerlos.

Ichiji soltó un chillido por la forma tan atrevida en que él estaba estrujándolos, podía escuchar su sangre pulsar a través de sus oídos. Al frotarlo, sus dedos se colaban como raíces en su cuerpo, Katakuri se dedicó a observar a Ichiji jadear, le gustaba, era muy fácil conseguir que la piel blancuzca se tiñera de rosáceo, que sus mejillas se tornaran coloridas o las caderas se tintaran.

Pero tal vez, lo que más le gustaba era que su esposo —sin saberlo o planearlo—, articulaba las muecas adecuadas, desde la forma en que abría los ojos, mordía sus labios, separaba la boca y frotaba la lengua en sus dientes, o arrugaba las cejas. Todo de una forma sexual. Su cabello se extendía enmarañado y su voz era más apetecible.

Le rodeo la cintura, la atrapo en todo su diámetro, abarcando una significativa parte, Ichiji cubrió sus manos con las suyas, y lo hizo apretar más fuerte, quería la huella de sus pulgares adornando la piel. Charlotte, entonces, jugaba lo ácido con lo dulce y le susurraba palabras suaves y melodiosas. Al verlo de reojo Ichiji temblaba; los ojos de Katakuri expresan que realmente lo amaba. Y lo deseaba.

Hacía presión en las zonas correctas, sus caderas envueltas en los pantalones embestían contra él, restregándose en su sensitivo centro, lo ayudo a quitarse el abrigo y subió su playera, sus labios trazaron una húmeda línea que bajaba desde su nuca hasta el final de su espina dorsal, causándole calambres sensuales en el cuerpo.

La nariz de Katakuri pasó a lo largo del camino de huesos, olio la piel.

Un alud se produjo en su ombligo y su vientre, Ichiji tuvo que usar la mano contra el vidrio como soporte; lo sintió grande y duro, marcado de venas, sus músculos se debilitaban por la posición forzada, era precisamente aquella postura la que lo hacía sentir sometido y apresado, y le gustaba. Sus respiraciones húmedas y el vaho empañaron y opacaron los cristales en su totalidad, los riachuelos se deslizaban rápidos por las ventanas del carro. Con dificultad se volteo de nuevo, enterrando las uñas en el asiento para regresar a su antigua postura.

—Katakuri espera un momento. —tartamudeo en su cara, sus dedos extendieron la "v" que se había formado en su frente. Se encontraba en un punto extático irrefrenable. Sus piernas estaban temblando por el esfuerzo de empujarse en él. —Un momento...—se retorció. —Si sigues haciendo esto me voy a perder.

— ¿Qué es lo malo con eso? —mordisqueo su oreja, pero aun así se detuvo y dejo de tentarlo. Se hizo para atrás, con prudencia. — ¿Estoy siendo muy entusiasta?, lo siento, creo que es un poco obvio lo que te he extrañado.

Comprensivo, Katakuri decidió dedicarse a solo acariciar su cara con delicadeza. Jamás creyó tener ese tipo de conexión con otra persona.

—No es eso, yo también lo quiero, tu tacto es casi una necesidad... —Admitió, sus dedos picaban por tocarlo, y su espalda quería arquearse para mantenerse más cerca. Era como si cada terminación de su cuerpo estuviera en alerta roja.

—Aun así, nos detendremos si no estás preparado ahora mismo, descuida.

Ichiji podía ver lo mucho que Katakuri estaba luchando por mantenerse ecuánime. Era increíble como su cuerpo podía ser tan frenético y controlado al mismo tiempo.

—Solo... ¿Puedes reclinar tu asiento un poco? —Se mordió los labios, la realidad era que estaba consumido por la infatuación que él le provocaba.

Katakuri levanto una ceja, pero reclino el respaldo para hacerlo retroceder, tal y como le habían pedido. — ¿Por qué?

Ichiji tenía las mejillas ardientes, irguió la columna y coloco las dos manos sobre sus pectorales sólidos y bronceados, arañándolos de forma suave.

—Quiero hacerte sentir tan bien como tú me has hecho sentir a mí. —beso sus labios lenta y dulcemente.

Se agacho en el espacio libre entre el asiento y el reposapiés, apoyándose en sus talones, empezó con besos suaves y mojados por su vientre, toco el metal frío de la hebilla de su cinturón y uso sus dos manos para empujar el bulto que se escondía debajo, insinuante.

— ¿Puedo?

—Hazlo. —la voz de Katakuri se oscureció. —Tócalo. 

Ichiji quitó la mezclilla y la ropa interior, rozo su masculinidad, los enormes dedos de Katakuri se curvaron alrededor de los suyos, empujando la palma contra su dureza erguida, sintiendo la calidez de su piel estirada, Charlotte se retorció por la temperatura gélida de su esposo.

Trago pesadamente, la mano blanca trataba de encontrar un ritmo, el pulgar presiono la voluminosa cabeza, que el fulgor hacia ver imponente, su estructura ósea se veía tan dura y perfecta bajo la luz de la luna, Ichiji cerró los ojos cuando el falo pulso en su mano, jamás terminaría por acostumbrarse a los escalofríos que le generaba su tamaño. Lo presiono, haciéndolo soltar gruesos chorros blancos que se resbalaban por sus dedos.

Ichiji alzó los ojos y le sonrió tímidamente, pasando la lengua a lo largo de su muñeca salpicada. 

—Ahora quiero que seas tú quien no deje de mirarme. —le pidió, encantado por la manera en que los ojos borgoña de Katakuri brillaban bajo sus pestañas.

—Te dije que había más poesía en esto, que en tus libros, Ichi. —bromeo arrastrando los dientes, su cavernosa voz sonaba como una grava, era totalmente ronca. Estaba demasiado duro y deseaba con todas sus fuerzas palpitar en su esposo.

Ichiji frunció las cejas, pero estaba tratando de ahogar una risa por el comentario. —No es momento para ser bromista, no me dejas concentrarme —enterró la cara en la rodilla del moreno. — ¿Por qué tenías que decir eso? Tu humor es terrible.

—Siento las...—Katakuri hizo una mueca. —Vibraciones de tu risa mientras sostienes un pedazo muy vital de mí, y no me parece atractiva la idea de sufrir una congestión testicu...

La vergüenza calentó las mejillas del pelirrojo, Katakuri continuaba con su enervante sonrisa de suficiencia.

— ¡Ya! ¡Suficiente! No debo de reírme si intento hacer esto. ¿No lo ves? Estoy intentando seducirte. Tómame con seriedad.

Hablaba divertido, no era la ansiedad desesperada y deplorable que había conoció en antaño, era Ichiji al natural, y se sentía tan bien que resultaba inexplicable. Era claro lo mucho que disfrutaban de estar reconectados.

—Deberías reírte más, me gusta ese sonido. —sus ojos se conectaron igual que un imán al metal. —Eres el chico más fascinante que he conocido, Ichiji.

El pelirrojo soplo la punta de su virilidad, esparciendo el fluido blanco por los bordes, e ingreso el pene en su boca, engullo lento y fervoroso, subiendo y bajando para poder abarcar de forma paulatina más de aquel gigantesco trozo, succionando el sabor salado y pegajoso, raspando los dientes por la parte interna de su erección al moverse.

Se sonrojo ligeramente, sentía los ojos de Charlotte encima suyo, tal y como se lo había pedido, fijos, apasionados, intensos. Katakuri se removió ante su absorción profunda. Las mejillas de Ichiji se contrajeron y sus labios parecían mas abultados.

Katakuri le levanto el rostro y acaricio su mentón. Ante la atención de Ichiji, tomo su propio miembro y bombeo, sombría y lascivamente. Ichiji tembló. La fuerza, el sudor, los fluidos, los jadeos, era vivificante y se magnificaba a magnitudes exponentemente grandes. Se miraron a contra sombra, le acaricio la cara e Ichiji se apoyó en el tacto, respirando lento. Era un chico raro y psicodélico.

—No importa cuanto tiempo pase, tú rostro sigue teniendo la misma ingenuidad y curiosidad mientras me tocas. —volvió a estirar la carne de su virilidad, su rostro era serio, pero sus ojos parecían estar orgullosos del semblante excitado de su esposo. —Cereza, acércate, juntos vamos a dedicarnos a envenenarte y pervertirte. Permíteme corromperte.

Le pareció condenadamente erótico, lo abstraía.

Ichiji apenas y tuvo tiempo para pensar cuando la mano gigante estaba en su cabeza, enredándose en su cabello, ayudándolo a marcar el movimiento de su boca.

;*;

Katakuri se recostó en su asiento, el auto de pronto le parecía más pequeño y claustrofóbico de lo que en realidad era, apenas y era espacioso, además aún había que conducir de vuelta al Baratie para regresar a Ichiji.

La loción de ambos estaba en todo el aire y su calor corporal combinado hacía sentir a Katakuri atípicamente pacifico.

Ichiji lo miraba, él tenía un aire de tranquilidad, de confianza, casi parecía engreimiento, pero no lo era.

— ¿Cuándo volverás a casa? —Katakuri pregunto, su voz era seria.

El cielo estaba tronando aún, las playas de la reserva eran frías, ese día estaban casi heladas y se agitaban como proyectiles, sonaban a hielo triturado.

—En cuarenta minutos vas a regresarme al Baratie.

Ambos sabían que mientras viviera con su abuelo tenía que respetar horarios prudentes.

—Sabes de lo que estoy hablando. Me refiero a vivir juntos otra vez.

—Solo quería quedarme con mi abuelo hasta que mis hermanos se fueran, compensarlos un poco y pasar algo de tiempo juntos... —Ichiji le respondió, dibujando rayas en la ventana, justo en donde las marcas de sus manos habían estado cuando Katakuri lo restregaba en ella y lo tocaba.

Dio un pequeño salto hacia atrás al ver una rana rebotar en el espejo retrovisor. Sus membranas naranjas lo hicieron pegarse por completo al asiento.

Zeff realmente no lo necesitaba como trabajador, en un inicio el único mesero que tenía era a Usopp, y a veces Sanji, cuando tanto Patty como Carne estaban cooperando en la cocina. Y ser anfitrión era lo más fácil, cualquiera podría hacerlo. Cuando les dio refugio a sus nietos lo hizo para tenerlos cerca.

— ¿Qué esperas ahora? —Katakuri dijo.

Intento controlarse y seguir por la tangente de sinceridad. —No lo sé. Esto es como...Acabamos de iniciar, se siente como si estuvieras saliendo conmigo, conociéndome, explorándome.

—Me gusta explorarte. —afirmó.

—Me gusta que me explores. —toco sus labios con la punta de su dedo, disfrutaba el sabor de la miscelánea de sus salivas en conjunto.

La chaqueta de Katakuri lo cubría, pero él seguía temblando, la atmósfera tenía cierta frialdad que aún helaba sus huesos, sus labios estaban morados y tiritaba, Charlotte se volteo y agarro su bufanda, estaba tirada en los asientos de atrás, se la paso.

—Póntela, luces como una ardilla congelada... ¿Me dirás qué es lo que sucede Ichiji?

— ¿Quieres escuchar que me acobardo? —se acurruco en la bufanda, en sus venas la imponente emoción se mezclaba con el miedo. La intensidad de la mirada de Charlotte lo acaloraba. —Pues no, no lo hago, yo de verdad quiero regresar contigo, a tu casa.

—Es nuestra. —Él paso su áspero dedo desde su clavícula al hueso puntiagudo de su pelvis, recorriendo y quemando caminos en su piel. —Tu habitación sigue igual, no he movido nada, no quería entrar.

—Es nuestra habitación. —Ichiji repitió, haciéndolo darse cuenta de su error. —No quiero dormir solo, no quiero ser un invitado. Estamos en la misma página, así que...

— ¿Hablas de compartir la cama? —Katakuri sintió una pulsión al decirlo. —Acabamos de hacer esto en mi auto, pero...

— ¿Es demasiado inesperado?, —Ichiji dijo, levantándose con ligereza. — ¿Demasiado pronto? ¿Demasiado algo?, desde que te conozco ha sido poco tiempo el que dormimos en el mismo lugar, no quiero una habitación que sea solo mía, visitarte en tu oficina o en la recamara de huéspedes como una especie de concubinato. Déjame contribuirte.

—Ya lo haces.

—No tenerte conmigo me hizo darte cuenta de que estoy listo para dar el siguiente paso. Quiero todo contigo, quiero...—estaba tan entusiasmado que se rio de sí mismo. —Te quiero a ti, aunque seas una bestia y no aprecies lo suficiente los clásicos griegos.

—Esto es lo más serio que he hecho nunca. —Katakuri cruzo los brazos detrás de su nuca.

—Quiero retomar esta clase de cosas en una cama. —enrojeció al ver la sonrisa altanera de su esposo, por lo que golpeo su hombro de nuevo. Compartir el dormitorio tenía una gran importancia simbólica para ambos. —Estoy siendo serio aquí, no te rías, por favor. No está siendo fácil para mi explicarlo, mucho menos actuar tan emocional. Sabes que nunca ha sido lo mío. Que seas bastante bueno dándome placer no te da el derecho a...—Katakuri carcajeo con fuerza, Ichiji se cubrió la cara con sus manos. No iba a retirar sus palabras, porque eran verdad. —Estas matándome.

—Lo siento. —Katakuri siguió mirando el techo tratando de contener una risita.

—Bien, me gusta hacerlo contigo. —trato de devolverle el golpe y sonrojarlo, utilizando un tono taimado, pero el resultado no lo favoreció.

—Oh, lo sé cereza. —se rio entre dientes, con la misma sonrisita presumida.

—Sigue así y pasara un muy largo tiempo antes de que tus manos vuelvan a tocar una parte de mí.

Katakuri resoplo como si fuera injusto.

Ichiji froto las mejillas en la solapa de la chaqueta. —La forma en que me sostienes me hace sentir seguro...La misma habitación significa...—sus enormes ojos azules lo miraron fijamente. —Todo. —sintió el dedo de Katakuri en su esponjoso labio inferior. — ¿Huh?

— ¿Te he dicho lo jodidamente orgulloso que estoy de ti alguna vez?, creo que es la primera vez en que lo haré, no soy particularmente demostrativo tampoco, pero eres fuerte, inteligente, etéreo, haces que mi corazón duela. No puedo imaginarme como serán los próximos diez o veinte años, pero sé que tienen que ser contigo.

—Entonces sabes cómo me siento todo el tiempo. —le dijo con cierta tibieza, se habría acurrucado cerca de él si no fuera por el estrecho espacio.

—Regresa a casa cuando sientas que estás preparado. No volveré a tocar el tema, decídelo tú.

—Gracias.

Ichiji le dio un vistazo al suelo, había pisado su mochila y el sonido duro de su computadora lo hizo abrir los ojos. Esperaba que no se hubiera dañado por todo el movimiento, había mantenido olvidadas sus cosas de la escuela mientras se manoseaban. Desde que Katakuri y él regresaron, no habían sobrepasado los límites de solo restregarse con las ropas puestas, y...Ese oral.

— ¿Está todo bien con tu ensayo? —Katakuri alzo una ceja.

—Sí, no te preocupes. —le respondió rodando de costado. —Tal vez lo terminare el fin de semana. —suspiro volviéndose a recostar en su asiento. —No puedo creer que aún falta para que concluya la universidad.

— ¿Tienes algún plan?

—Simplemente no trabajar para mi padre. Okay, no tengo un plan, los dos sabemos que no tengo un plan. —cerró los ojos, sentía como si una boa constrictora estuviera apretujándole el cuello. Decidir por su propia cuenta resultaba más difícil de lo que esperaba. —A veces me siento como un barco flotante. —levanto su delgada mano para simular el movimiento. —Choco contra la izquierda y choco contra la derecha.

—Oye. —Katakuri rozo su mejilla, su voz se había vuelto comprensiva. —No creo que sea necesario recalcarlo, pero, estoy aquí para ti y también me encuentro dispuesto a darte una mano, no seas tan duro. Confió en ti.

Él conocía sus dificultades pasadas y presentes, si querían que su relación progresara habría que bajar la guardia y arriesgarse.

—Ya lo definiremos cuando sea el momento. —metió un mechón rojo en su oreja. —Si no te importa puedo, ya sabes...pedirte orientación sobre algunas cosas. No tengo que tener un acceso directo en Whole Cake solo porque estemos juntos, no quiero mezclarme en tus asuntos ni entorpecer nada. Tienes tu propio espacio. Aún necesito entender cómo manejar todo sin derramar el vaso.

—Te estas abrumando.

—Ya lo sé, pero no puedo evitar pensar que merezco pasarla mal por no ser lo suficientemente bueno para obtener algo. Es difícil desaparecer dos décadas de hábitos malos.

—Estas en proceso de cambiar tus pensamientos. Los contratiempos son parte del proceso.

—Para ti no.

Katakuri lo medito, paciente. —No tengo ningún problema con que estés conmigo. Tal vez Judge pensaba que no eras lo suficiente capaz para servir en Germa, pero yo no te estoy subestimando. Siempre va a ser de la forma en que tú lo desees cuando llegue el tiempo.

— ¿Y si no estoy todavía seguro?

Katakuri se inclinó sobre él, sus labios estaban demasiado cerca de su oído. —Pues al demonio, no hay nada que tengas que comprobarle a nadie.

—Mi padre me ha enseñado que está mal que sea el segundo en algo, cuando podría ser el primero, y que la gente se excusa detrás de "desordenes o depresiones", porque de esa forma es más fácil escaparse de la realidad y declinar sus obligaciones... —decidió callarse.

—Ichiji.

—¿Hmm?

—Deja de morderte la boca y escúpelo.

—A veces el silencio es suficiente respuesta.

—Respuesta inteligente. —Katakuri bufó. —Pero sigue sin ser convincente. Estas "defectuoso". —su expresión se hizo dura. —Ibas a decirlo. ¿Debo recordarte que Judge no tiene problema en sacrificar tu salud física o mental? Es abnegación lo que haces. Piensas que es mejor tragarte lo que sientes.

—Okay, hablemos. —paso la lengua por sus labios, desnudar sus pensamientos era más íntimo que desnudar su cuerpo. Sabía que no iba a poder explicarse correctamente y sonar tan realista como quisiera.

Trago saliva, corría el riesgo de solamente decir su perspectiva. La gente solía exagerar para excusar su comportamiento. Los ojos rojos de Katakuri estaban sobre él, diciéndole que nada perdía con intentarlo. Les creyó.

Era un experto trapecista de la supervivencia, pero sobrevivir era aburrido, era gris.

Katakuri se quedó quieto, dándole la oportunidad de iniciar. Al ver los ojos azul mediterráneo de su esposo, una cita que leyó hace tiempo se instaló en su mente:

"Las obsesiones son como abejas que te aguijonean sin cesar, una tras otra o varias al mismo tiempo. Cuanto más luchas por espantar a las abejas, más te atacan..."   (*)

—Sabes que mi relación con mi madre fue inconstante. Creo que ella estaba enferma. Las personas somos lo que somos por una razón, pero ella no es culpable de nada, pese a lo que podía estar ocurriéndole aquí. —toco su cerebro con un dedo. —Nunca fue cruel, o demandante, solo era triste, pero no era como Linlin de ninguna forma, solo... —para ese momento, Ichiji lucia sumamente incomodó. —Ella era demasiado rara, ¿de acuerdo?, pero no era mala, tal vez absurdamente inocente.

—De acuerdo.

Si Ichiji pudiera empezar por una analogía que definiera sus años, empezaría contando que en su casa había un precioso piano blanco español. Cuando las visitas lo miraban, se asombraban y decían cosas como: "¡Es tan moderno que les des armas a tus hijos en todos los ámbitos, Judge! ¡Que los hagas talentosos!", pero la realidad era que nadie tocaba ese piano, porque Judge no era fanático del arte o la música, pero le encantaba que la gente admirara su rol paterno. También los admiraban a ellos por ser niños multifuncionales, incluso aunque no supieran tocarlo en verdad.

Fue en ese momento que Ichiji comprendió lo importante que eran las apariencias en la vida de las personas. Pero el problema de usar sobrepuestos por tanto tiempo, era que al final se convertían en un antifaz que se comía su identidad real.

—Al no saber que ofrecer, pensé que al menos podría resaltar por mis notas, o por el control que podía ejercer en la gente. Había acumulado demasiada ansiedad por mí mismo buscando ser disciplinado. He crecido bajo la idea de que solo podía enaltecer a mi familia a través del éxito y la eficiencia, ignorando lo que pudiera hacerle pasar al resto para conseguirlo. Y bueno, eventualmente, tadam, nació mi peor versión. Nunca seré la persona que pude haber sido.

Hincho el pecho en un suspiro. —Necesitaba algo. Quería el control, ni siquiera porque lo deseara de verdad, ya que aún me es difícil encontrar mis sinceras aspiraciones, sino porque lo "no-planificado", me hacía sentir, debilitado. Y esa es precisamente una palabra que ha traído problemas en mi familia, Sanji es un ejemplo. Débil, está mal.

Ichiji se rio, y después dejo salir una larga respiración, despeino su cabello con algo parecido a la frustración. —A veces la vida nos pilla con la guardia baja y nos hace hacer cosas muy drásticas, es todo lo que puedo suponer.

—Todo lo que puedes suponer... —Katakuri susurro sus mismas palabras.

—No tengo una enfermedad mental. —le aclaro. —Bueno, es probable que tenga un trastorno, muchas personas los padecen sin saberlo.

Por ejemplo, Sanji era verborrágico cuando estaba nervioso, sus conversaciones podían ser demasiado detalladas e incomodas, hablaba y hablaba sin callarse ni escatimar, porque su habilidad para pensar era veloz. Podía ser abrumador o intimidante. Yonji no había consolidado su autoestima del todo, estaba en proceso de hacerlo todavía, lo de Niji no eran solo problemas de conducta, ni una personalidad arrebatadora, él estaba herido, poseía tanta ira que no sabía cómo eliminarla de su cuerpo de la forma exacta.

Incluso Reiju, su magnética y preciosa aurora polar parecía lidiar con sus cosas. Su hermana no era el manto de protección que aparentaba. Tal vez ella había sido la primera en normalizar sus dolencias.

Eran conscientes —todos—, de que ejercían comportamientos poco sanos, los identificaban, y aunque no deseaban llevarlos a cabo, terminaban repitiendo los mismos cuadros negativos, y si intentaban ignorarlos, entonces solo los intensificaban. Era extraño como esa familia, en cada paso que daban, con su existencia incoherente y fantasma, se hacia mas dramática, más cruda.

Aun así, Ichiji sabía que no estaba usando a Katakuri como ningún contenedor, aquello jamás sucedió. Su relación —al contrario de la de Zoro y Sanji—, nunca se trató de ser bálsamos, se trató de entregarse completos y colisionar, no de buscar reparaciones. Sus labios temblaron, su corazón había sido recubierto con hielo para no ser roto, pero ya no estaba frío.

—No estas siendo superficial. —Katakuri lo animo. —No se trata de estigmatizar ni desvalorizar. Nadie elige querer sufrir.

Asintió.

— ¿Sientes que te has desahogado?

—Extrañamente, es liberador atreverme a decirte cosas como estas. —parpadeo, lo hacía sentir bien el hecho de que Katakuri no estaba tomando una postura crítica. — Sonara estúpido, pero me siento más ligero. ¿No piensas que estoy siendo...loco?

—En realidad, creo que estas siendo bastante razonable. —tomo su cara, mirándolo directo a los ojos.

— ¿Realmente?...

—Nunca serás la persona que pudiste haber sido, es correcto, ni siquiera sabes quién pudiste haber sido, pero esta que eres, es asombrosa, y se pulirá con el tiempo. Por ti, por tu propio esfuerzo. No por mí, no por nadie más. Lo que hagas no va a depender de otros, pero aceptar contribución no te volverá débil.

Ichiji sintió que su corazón estaba atrapado entre su lengua y su paladar. Si quería tener un futuro, sabía que sus desordenes tenían que controlarse y él estaba dispuesto a trabajar en ellos.

—Tal vez es cierto y todos necesitamos un sistema de apoyo. No te sientas avergonzado, no eres solamente tú. Yo también suelo equivocarme, pero al verte, deseo hacerlo lo menos posible. —Katakuri confeso. —Somos dos desastres, viviendo entre cientos de desastres, que viven entre millones de desastres más, no quieras competir por quien es peor.

Ichiji bufó, más por hábito que por otra cosa.

Trepo encima del maduro empresario de nuevo, tomándose su tiempo en poder hacerlo. Su necesidad de estar a su lado le pulsaba en cada célula, la inhalaba cada que respiraba.

—Eres paciente conmigo.

—Es lo menos que mereces.

Ichiji inhalo, sentía que estaba dando un paso gigante de ser solo un adolescente a convertirse en un adulto y comprender su relación desde un punto de vista mucho más amplio.

—A lo que quiero llegar es que, he estado dividiendo mis pensamientos. Y también he encontrado cosas positivas. No todo es malo.

Katakuri levanto ambas cejas.

—De lo que de verdad estoy demasiado seguro es que quiero encontrar mi propia forma de contribuirnos, un futuro contigo, y también una familia. No estoy diciendo que ahora, podemos esperar todo lo que tengamos que esperar, pero me gustaría, solo si estás de acuerdo, por supuesto. Y si el amplio catálogo de imbéciles paternales que conocemos te amedrenta un poco para decidir que pasemos de ello, lo entenderé. Sé que no es simple.

Katakuri pensó en silencio. Lo que Ichiji comentaba requería una responsabilidad enorme, completa seriedad y estabilidad. Era una decisión que habría que reflexionarse. Requería toda la madurez necesaria y sensibilidad. Equilibrar el trabajo y la crianza.

— ¿Crees que dudaría de querer eso contigo? —Katakuri rodeo su espalda. —No. —reafirmo. —Un día podría ser.

Ichiji sonrió. —Todo estará bien, ya encontramos la manera de que lo esté.

Se quedaron en esa posición por varios minutos.

—Es hora de regresar. —Katakuri tomo sus hombros y lo separo un poco.

Ichiji enderezo su cuerpo y regreso a su asiento, arreglo su ropa lentamente y paso los dedos por su cabello transpirado, cuando llegara a casa se daría un baño caliente, se envolvería en su albornoz y se arrojaría en las colchas.

— ¿Sabes lo rara que se siente la idea de estar juntos como una cosa real? —una sonrisa desigual estaba en sus labios, quebró la pregunta e hizo una afirmación, su voz era queda y suave, pero Charlotte conocía el matiz de emoción que explotaba dentro. —Cuándo regreses de trabajar, regresaras conmigo.

—Si...—Katakuri estiro la mano, todavía frotaba su hueso.

—Me siento como un adolescente enrollándose con su novio en un carro, pensando en el futuro. Es absurdo.

—Lo sé.

—Son más de las doce, así que me esfumare a mi habitación cuando estemos de regreso. —Agradecía no tener que compartirla con nadie.

—Hay wrigley's* en el maletero. —Katakuri se irguió, subiendo el cierre de su pantalón. —Pero siendo realistas, nadie va a oler tu aliento a esta hora, Redleg debe de estar durmiendo.

Ichiji empequeñeció los ojos, hace dos noches había llegado al Baratie casi a las dos de la madrugada, había intentado no hacer ningún ruido que incomodara a Niji o a Zeff, pero encontró al anciano tumbado en la mecedora mirando una película de Marlene Dietrich. Y aunque no había estado acostándose con Katakuri —por más imposible que pareciera—, se sintió como un puberto nerd bajo su escrutinio. No le gustaba la idea de que su abuelo pudiera pensar en él como un bobo perro San Bernardo que se emocionaba cuando veía la puerta abierta y corría desenfrenado. Por más que ya no fuese un niño, seguía siendo excesivamente vergonzoso mezclar intimidad y familia.

No era prudente regresar a casa dando señales obvias de que...Tenía necesidades, y el aspecto varonil y rudo de Katakuri no ayudaba.

Zeff le había dicho que, para evitar esas incomodidades, debería largarse ya.

Claro, parecía un gruñón anciano por estar echándolo de casa bajo la ridícula excusa de "no inmiscuirse en su privacidad". Pero lo que Ichiji no sabía, era que lo hacía después de estar seguro del buen hombre que era Katakuri y de la disposición que tenía él. Porque a Zeff le daba lo mismo lo que pudieran hacer o no, pero era un viejo bastante listo, presionar siempre era una buena táctica.

—Es como un veterano de guerra, se queda en la sala con la televisión encendida y abre los ojos con el simple clic de la puerta. —Ichiji hizo un sonido gracioso con sus labios, similar al estallido que se generaba al quitarle la argolla a una cerveza schlitz.

—Entonces estarás en problemas si él ve...Esto, porque es evidente lo mal que has estado portándote. —Katakuri toco su piel, justo debajo de su clavícula. —Y aquí también hay una mancha... —bajo el dedo hasta el cuello de la playera.

Ichiji levanto las cejas. — ¿Tengo tus fluidos en mi ropa? —dijo alarmado.

—Y en tu piel. Es un lugar perfecto, ¿no crees?

;*;

Ni siquiera podían creer que habían aceptado la invitación de cenar con Paulie y Margaret. Pero ahí estaban, viendo a la pareja de rubios reírse y ser encantadores. Demasiado americanos.

Ella tenía un dulce acento del sur, y su comida —tal y como Paulie había dicho una vez, era asombrosa, seguía sin ser tan buena como la de Sanji, pero era una mujer talentosa.

Cuando Ichiji se dio cuenta, ya tenía a su gato siamés en las piernas y Katakuri acariciaba discretamente a un perro ovejero alemán.

La pareja no dudo en tomarlos como el blanco de sus bromas. Ellos no los juzgaban, solo tenían un humor gracioso, y eran demasiado amorosos. El rubio tenía la mirada de aquellos hombres que se despertaban siempre enamorados de la misma mujer.

Lejos de deprimirse de su enorme compatibilidad y la sensación hogareña que ellos transmitían, el matrimonio Charlotte la disfruto totalmente.

Al abandonar la casa después de la comida y la charla, Katakuri cerró el espacio entre ellos en dos grandes zancadas, y tiro de él hacia su cuerpo, los gestos eran bruscos y necesitados. Ichiji clavo las uñas en sus fuertes hombros. Jaló su labio y no se preocupó cuando su espalda chocó contra una pared haciendo un ruido seco.

— ¿Espárragos hervidos y ensalada, señor Charlotte? — Ichiji forzó su voz, copiando la voz amable y bonita de Margaret. Acaricio lentamente el brazo de Katakuri hasta llegar a la muñeca.

—"Cariño". — los dos hicieron una mueca divertida, Katakuri imito el tono italiano de su amigo. —Por supuesto.

Solo era cuestión de mirarlo, destapaba el demonio escondido de Ichiji. Empujo a Katakuri en la pared, era su turno de golpearla con la espalda. Se vieron directamente mientras mordía varias veces sus labios.

Katakuri dio un paso, Ichiji se contrajo, otro paso y tembló, otro paso y jadeo. Katakuri bajo la cabeza y respiro contra su oído, enchinando la piel. Terriblemente íntimo y cómplice. Él le daba el éxtasis de un matiz negro. Era una planta de cicuta. Sincope repentino, labios con sabor a fresa.

—¿Qué es lo que haces conmigo, Ichiji?

;*;

Te aseguro que no sabía quién era ella, que no conocía quien era él.

Ichiji analizo su respuesta, mirando el suelo, cambiando la expresión de nebulosa inexpresividad con la que lo escucho hablar, no había más secretos entre ellos, tampoco más omisiones de intenciones, por eso se había arriesgado a hacer la pregunta sabiendo que obtendría una respuesta. «¿Por qué no le agradas a Zoro?».

Naturalmente la respuesta no lo amenizo.

—Debe de sentirse herido. —susurró refiriéndose al policía. —Tú y su...

—Su antigua esposa. —Katakuri toco su mano. —Y no, no se siente herido. —respondió lacónicamente.

— ¿Cómo lo aseguras?, ¿Sabes lo duro que debe de ser ver la cara de la persona que?...

"¿En qué te afecta que este en tu casa tirándomelo mientras tú no estás?"

Ichiji no entendía a qué se refería.

—Rob Lucci me lo dijo en nuestra casa. —su voz era ominosa. — ¿y sabes que sentí cuando lo insinuó?, que lo había perdido todo.

Ichiji lo escucho, asimilando la información.

—Subías a su auto, hablabas con él y paseabas a su lado, buscabas su compañía. Él te quería cerca y yo quería matarlo. —Katakuri prosiguió. —Lo golpee de inmediato cuando insinuó eso, pero ni siquiera eso fue suficiente para mitigar la ira, tu llegaste en el momento ideal, y aunque ya sabía que nada había pasado entre ustedes, te acercaste a él porque sabias que le iba a hacer daño.

—Estaba demasiado herido contigo en ese entonces. Era una estúpida pistola cargada. No es que sea mejor ahora, pero no quiero perderte... —Sus tranquilas facciones se moldearon en una sonrisa triste.

—La idea de que alguien más estuviera a tu lado alimentaba algo en mí que no conocía: Destrucción en su estado primario, era básico, un hombre sin dominio de sus acciones, solo funcionando por instinto. Quería poseerte como un loco enfrente de quien fuera para hacerte entender que...—suspiro. —Simplemente no estaba en mis cabales, Ichi. Quería que aceptaras que me amabas, no me importaba como.

—La sensación que tú me transmites, nadie más la tiene. Solo pasa contigo, te necesito. Cuando te conocí estaba constantemente a la defensiva porque exponerme mucho a ti iba a desestabilizarme. Y aunque eso sucedió, no estoy arrepentido.

Katakuri lo observo en silencio, Ichiji puso la mano sobre la suya y siguió hablando:

—Se trata de ti, solo de ti. Solo tú consigues ponerme de este modo. Mi exterior es...Intrascendente. Indiferente, me cuesta adherirme a mi entorno, a que soy real, eso me hace diferente del resto, y no me refiero a una manera buena, no me gusta ser especial por algo como eso. Y no eres consuelo, al contrario, contigo me expando. Tropiezo, te enfurezco y...Me acompañas mientras aprendo la lección.

—Roronoa me miró directo a los ojos. Él no estaba herido por lo que sucedió con ella. Tal vez había algo de ego masculino, o cuestiones sexuales de territorio, pero era todo. No sabemos cuál sea su historia con esa mujer, no es nuestro asunto. Pero la frialdad que profesaba por ella debería hacerte sentir tranquilo. Ese hombre de verdad muere por tu hermano.

—Sí, lo sé, lo he visto también.

—Sin embargo...Trastoque las cosas con el policía. —Katakuri rasco su cabeza, dudando en cómo iba a explicar lo siguiente. —Y puede que...

— ¿Puede qué? —Ichiji puso las manos a cada costado de su cadera, él arrugo el entrecejo, pensativo, Ichiji presiono. — ¿Puede que qué?

—Malinterprete a Roronoa, ¿de acuerdo?, juzgue sus intenciones contigo y pensé que tal vez él podría haber querido aprovecharse de ti para regresarme lo que hice. Si lo piensas, era una predecible venganza. —despeino su cabello, dio un nuevo paso. —Y si lo piensas mucho, es demasiado estúpido.

Ichiji lo miró sin entender y luego parpadeo, desorientado. Tuvo que esperar algunos segundos para comprender lo que quería decir, y luego lo observo con incredulidad.

— ¡Charlotte Katakuri! —las cejas de Ichiji se fruncieron, si hubiera estado bebiendo algo lo habría escupido. —Eso es irrazonable, un disparate, Zoro quiere a mi hermano. ¿Cómo pudo pasarte por la cabeza algo de esa magnitud?

— ¡Lo sé! ¡Ni siquiera tenía fundamentos para hacer esa suposición! —Katakuri recargo su espalda en la pared, su pose era inhiesta. — ¿Crees que no lo sé? —chasqueo la lengua, cruzando los brazos en su pecho. —Tu no estabas y yo estaba buscando algo en lo que concentrar la ira. Lo malinterprete, ahora respóndeme algo tú.

—Está bien. —lo miro receloso.

—Donquixote.

Ichiji se dio cuenta que una pequeña arruga se había formado arriba de sus cejas.

— ¿Qué hay con él? —achico los ojos.

— ¿Qué tan lejos planeabas llegar?

—En realidad, ni siquiera estaba pensando eso, solo pensé ser el reflejo de lo que hacías con ese chico. —dijo tratando de continuar compuesto. —Él se veía como la clase de persona en la que solía pensar que encajaba contigo: encantador, rubio, carismático y alegre.

—Somos unos imbéciles, ¿lo sabes? —una sonrisa se formó en sus labios, era seca, nada divertida.

—Aun así, sé que hice un desastre, no me agrada tu abogado, y dudo que algún día lo haga, pero no debí ser tan irreflexivo y hacer eso, fue un acto sinvergüenza, además no sé si Niji y Bellamy estén tejiendo algo, yo podría afectarlo y mi hermano no lo sabe.

—Conozco a Donquixote y sabe ser ecuánime, es algo que de hecho podría admirarle, no deberíamos desestimar esa capacidad suya. No habla sobre cosas que no le convienen. —metió las manos en sus bolsillos. El matrimonio de Crocodile se trataba de mantener apariencia y profesionalismo equilibrados. Por eso mismo Bellamy había sido enviado a Europa a disciplinarse.

— ¿Mi turno?... —Ichiji sabía que necesitaban hablar y poner todo sobre la mesa de una vez.

—Te escucho.

—Antes de mí. ¿No pensaste en formalizar con alguien?, quiero decir, casarte de verdad, tener una familia...Stussy es muy guapa, esos chicos también. Se que no planeabas eso conmigo, me lo has confesado, lo nuestro solo surgió, antes no me conocías así que no podrías afectarme, pero con una persona a la que, si apreciaras, un matrimonio forzado era algo muy irrespetuoso de sugerir.

—No, era demasiado intrincado para considerar tener algo con alguien, comprometerme seriamente ameritaría compartir lazos emocionales, ser comprensivo, involucrarme en sus problemas, ya sabes, todo el asunto de ser una buena persona para el prójimo. Solo había salido con gente de forma intermitente.

— ¿Lo cual significa?...

—No me interesaba tener nada serio, solo discreción, buen sexo y poca charla. —explico cuidadoso.

Oh.

— ¿Oh? —Katakuri enarco una ceja, divertido.

—Si, "oh." —sostuvo su brazo, sintiéndose demasiado especial.

—Pero ahora es diferente. —rozo sus dedos. —Hemos pasado por enormes episodios de desestabilidad, he estado dentro de ti más veces de las que podría contar, después peleábamos, y el contacto físico simplemente desaparecía por largos periodos. Me premiabas con tu tacto, me castigabas sin el, y aunque no te tenía en ese aspecto, seguías siendo lo más importante para mí. Y realmente espero estar explicando esto bien. Me refiero a que quiero todo lo que tú eres. Cada parte. Tenemos un lazo físico increíble y uno emocional terrorífico.

Había una ansiosa tensión entre ellos mientras hablaban.

— ¿Crees que soy demasiado inmaduro para estar a tu lado? —Ichiji ladeo la cabeza.

—No, aunque algunas veces paso por mi cabeza que casarte conmigo no había sido lo mejor, eres demasiado joven, hay incontables cosas que tienes que hacer.

— ¿Convertirme en el hombre más joven en salir en Forbes, como tú? —puso los ojos en blanco. —Lamento decirte que no estaba ni remotamente cerca de encontrarme en una situación así. Estaba a punto de quedarme sin nada.

—Solo vivir y disfrutar, cereza.

—Igual a como lo hacen todos los demás.

—No. No eres como todos los demás. —le dio un pinchazo en la nariz con el dedo. —Eres arte viejo.

—Soy un anciano. —se burló de sí mismo.

—Yo diría, peculiar. —Katakuri dijo por él, sus manos varoniles encontraron lugar en su cintura. —Sigue siendo sorprendente asimilar que estoy parado frente a un chico tan atrayente, pero tan indiferente a la atracción que causa.

—No soy un chico. —refunfuño.

—Lo eres comparado conmigo, por más que te pese, aunque tu edad no define tu madurez mental.

— ¿Así que ahora comprendes que no quiero lo que todos los demás?

—Si. —asintió, recordando que Ichiji no era un chico convencional, y eso le gustaba demasiado.

—Además, todo lo que mencionaste lo hago. Disfruto a tu lado. Soy feliz a tu lado, y es genial. Creo que puedo comprender que podemos avanzar sin enterrar el pasado.

Katakuri encajo las manos en sus costados y colocó la cara en el hueco de su cuello. Ichiji enterró las uñas en sus hombros, sintió un estremecimiento bajar por toda su columna, picoteando en sus células y explotando en su piel.

;*;

Niji tenía un cubrebocas puesto y la mano sobre su cadera. Siempre había odiado los gérmenes, pero esta vez prefería mantener la boca cubierta para que ninguna línea expresiva delatara que estaba...Cerca de la preocupación.

Escucho un siseo venir de la habitación que antes era de Yonji. Todas las luces estaban apagadas. Ichiji estaba dentro, sus mejillas rojas y el cabello hecho un desastre en su frente, se veía como si tuviera escalofríos. Lucía como un gusano retorciéndose y envuelto en una sábana liviana. Se veía enfermo, solo llevaba el pijama. Algunos años atrás, Sanji siempre estaba así.

Después de que Bellamy hiciera una pregunta inocente como ¿Está al día con sus vacunas?, Ichiji quería gritar, y Niji tuvo que suspirar, ¿Cómo explicar que su madre había sido una obsesiva-compulsiva de las enfermedades?

Katakuri se encontraba sentado a su lado del pelirrojo con una expresión bastante seria, pero acariciaba su brazo de forma tranquilizadora, cuidando que la fiebre no aumentara.

Las bolsas moradas contorneaban el borde de los ojos de Ichiji casi como un maquillaje estético. 

—Solo es gripe estacional, no está acostumbrado a enfermarse, es raro para él, por eso parece tan grave. Esa es la razón por la que ni el viejo ni yo hemos querido avisarle a mi hermana. La está pasando mal, pero sé que va a recuperarse pronto. —dijo Niji entregándole un termómetro a Katakuri. —Esperemos que le den una preinscripción para antibióticos o algo así.

—Uhum, sácalo —Ichiji se contrajo y quejo cuando su esposo metió el termómetro en su boca, justo debajo de su lengua.

Se veía incomodo por la invasión. El pitido del aparato y el número del visor no parecían gustarle ni un poco a Charlotte.

Ichiji lo empujo y bajo de nuevo, encogiéndose en las cobijas, su cabeza estaba apoyada en el regazo de Katakuri.

—Iré por agua para ti. —le susurró.

—No, no te apures, puedo hacerlo yo. —Niji le dijo, camino hacia el umbral de la puerta y llamó a Bellamy, pidiéndole el agua a él. El rubio cobrizo regreso minutos después con una jarra y un vaso en sus toscas manos. Se lo entregó a Katakuri y los dos salieron de la habitación.

— ¿Cómo te sientes? —Katakuri le pregunto en voz baja a Ichiji una vez que estuvieron solos.

—No me siento bien. —Ichiji admitió, su boca estaba muy seca. —Pero no tienes que estar aquí, estaré mejor mañana. Si tienes que ir a la empresa, ve. Han estado llamándote, te vi apagar tu teléfono.

—No actúes como un mártir, Ichiji. —le lanzo dagas con la mirada. —Si piensas que voy a dejarte así por irme a trabajar, entonces estas siendo demasiado tonto.

—No estoy actuando como un mártir. —siseo.

—Entonces déjame quedarme aquí.

—Es solo que no quiero acapararte.

— ¿No harías lo mismo por mí?

—Dios sí. ¡Por supuesto que lo haría! ¡Ni siquiera tienes que preguntarlo! —gimió indignado. —Siempre lo haría.

—Bien, entonces solo cállate.

Zeff se asomó, su cara no mostraba ningún rastro de preocupación. Era igual a Katakuri, el tipo de hombre silencioso.

—Su temperatura corporal está muy elevada. —le dijo.

—Ya llamé al número que me disté, el doctor de tu familia quiere que lo recojan en treinta minutos.

—¿Treinta? Es demasiado tiempo, por favor dígale que lo espero en diez minutos. —tamborileo los dedos en la repisa que estaba a su lado.

—Voy a intentarlo, pero no creo que sea prudente apresurarlo de esa forma. Niji y Bellamy irán por él en su auto, así que mantén a mi nieto fresco mientras tanto.

Ichiji apretó los dientes, doblándose en la cama, sus rodillas casi tocaban su pecho, el abdomen le dolía. Odiaba estar en medio de todas esas sabanas, hacían que su piel se sintiera pegajosa y sucia. Era asqueroso.

—Hawkins es bueno, él tomaba la responsabilidad de mis hermanas cuando se enfermaban. —Katakuri frunció el ceño, mirándolo. Estaba sufriendo. — ¿Prefieres que te lleve al hospital? —Ichiji se negó. — ¿Estás seguro?

—Una vez que se alivien los síntomas va a pasar. Está bien. —Ichiji contesto apretando la muñeca de su esposo.

—Señor Redleg. ¿Podrías llamarle una vez más a Basil y decirle que si encuentra la forma de reducir diez minutos a cinco voy a recompensarlo estupendamente? —Katakuri susurró con los dientes apretados, estaba siendo lo más educado que podía.

—Nadie conducirá como un loco con este clima.

—Tiene que hacerlo, lchiji no está bien.

—No estoy tan mal.

—Deja de reprimirte Ichiji. —refuto con severidad.

—No pierdas la cabeza muchacho, el doctor llegara pronto, entiendo tu preocupación, pero debemos esperar. —Zeff le contesto. —Tocare la puerta cuando esté aquí. Y tú. —señalo a su nieto. —Nada de ocultar cosas.

Katakuri pasaba una compresa con agua fresca en su cuello y su cara. —Tu temperatura tiene que mantenerse así, el médico le ha dicho a tu abuelo que debemos cuidar que la fiebre no empeore. Te prometo que Basil no tardara y te revisara apropiadamente.

Ichiji se puso de pie, caminaba con dificultad, como si estuviera atravesando una enorme ciénega.

— ¿A dónde vas?

—Baño.Vomito. No puedo. —Resumió las palabras. El zumo y la mitad del croissant que había comido estaban atorados en su garganta.

No logró llegar al váter. Estaba debilitado, así que se acuclillo en el suelo cubriéndose la boca, sus hombros se encorvaron y se sacudieron, había retenido las arcadas de alguna manera, apretó sus labios hasta estar seguro que no iba a vomitar, el sabor que quedo en su paladar era repugnante, sentía sus dientes sucios, pero haber ensuciado todo habría sido demasiado humillante para él.

Katakuri se acerco y tomo sus mejillas.

—Mi cabeza está estallando. —fue lo único Ichiji que dijo, cada que había una migraña fuerte, se desestabilizaba. El blanco de sus ojos estaba lleno de motas rojas y moradas.

—Ven aquí, está bien, esperemos. —lo ayudo a levantarse y lo llevo de vuelta a la cama, sabía que verse en un estado tan vulnerable lo hacía sentir expuesto y avergonzado. —Iré por una cubeta en caso de que las arcadas regresen. Carajo, ¿en dónde está metido Basil?

Ichiji escucho su murmullo frustrado, con debilidad jaloneo su camiseta después de que Katakuri pusiera un recipiente de plástico en el suelo.

—No han pasado ni cinco minutos desde que le dijiste a mi abuelo que lo apresurara. —se escuchaba cansado.

—Descansa, necesitas hacerlo. Iré a llamarlo yo mismo.

—No. —le pidió.

Katakuri suspiro. —Esperaremos un poco más si eso quieres, pero no me mientas sobre lo mal que te sientes.

—Me siento horrible. Lamento que tengas que presenciar esto. —su cabeza humedecida por el sudor cayo en el hombro del moreno. —Lamento que siempre seas tú quien conozca lo peor de mí.

—Eso es un matrimonio.

—Aunque también, contradictoramente, agradezco que seas tu quien me conozca.

—Debí haberme dado cuenta que estabas enfermando. —Katakuri dijo silenciosamente, parecía ser un reproche a si mismo.

—Creí que no estaba siendo descuidado. Si sigues aquí vas a contagiarte.

—Tengo buenas defensas. —lo acaricio con suavidad.

—Yo también creí que las tenía y mírame ahora. —sonaba adormilado. — ¿Qué se siente ser casi viudo?

—Genial. —acomodo su cabello. —Ahora podre pedirle matrimonio a tu compañero, el de la nariz enorme, o tal vez a esa anciana que se sienta en la mesa seis, la del bastón. Deberías preocuparte, esa mujer es una verdadera amenaza, es más ardiente que tú.

—Si tuviera fuerzas te golpearía. —Ichiji intento reírse, pero volvió a contraerse y cerrar los ojos tratando de disimular sus estremecimientos, ahogo un alarido.

Katakuri se sentó en la cama, colocándose contra el cabecero, puso a Ichiji en medio y lo envolvió en sus brazos, jalándolo para que enterrara el rostro en su cuello, pasó su mano de manera lenta desde su hombro hasta su codo, consolándolo.

—Vas a estar bien. —era suave.

—Lo siento.

— ¿Por qué?

—No lo sé.

—No lo hagas, Ichi. —rozo con los labios la piel tras su oreja.

Va a estallar. —Ichiji sorbió la nariz en su camiseta.

—Estoy a tu lado. —peino sus cabellos, apretando la boca al sentirlo temblar. —Estoy aquí, ¿sí?

—Si.

*

— ¿Qué tan buena idea es que yo esté aquí? —el entarimado crujía debajo de sus pies con más fuerza de la que recordaba.

A lo lejos vio a Stussy, quien usaba un sobrero pastillero y un traje color menta. No sabría describir la mirada que ella le dio; tal vez era sorpresa e incredulidad al darse cuenta de que ellos eran capaces de seguir juntos todavía. Y de esa extraña y exótica energía que fluía de ambos. Su cuerpo se tensó por unos segundos antes de que su boca cubierta por pintalabios formara rechazo.

—Somos dos adultos que saben lo que hacen, estas casado conmigo y las insinuaciones y opiniones distintas, no lo van a cambiar. —Katakuri le dio un ligero empujón en la espalda para hacerlo salir del elevador. —Así que no seas un cobarde. No tenemos que ocultar nada.

—No soy un cobarde. —Ichiji musitó indignado.

—Demuéstralo. —puso las manos en sus hombros, e inmediatamente él reacciono soltando un sonido de maullido.

—Parece que escape de una morgue. Tengo ojeras violáceas y mi piel se ve mortecina. ¿Feliz? Soy un desastre, no me hace gracia el hecho de que parezca que mi esposo se pasea con un cadáver deambulante.

—Luces bien para alguien que estaba tan enfermo hace unos días. —se acercó a su oreja para susurrar: —De hecho, te ves increíble.

Era un cumplido simple y espontaneo, pero lo hizo morderse el labio. Aquello era lo que probablemente sucedía cuando un hombre atractivo, inteligente y mayor daba un halago. Difícilmente lograba ignorarse.

—Gracias por haberte preocupado de esa forma por mí, en serio.

—¿Has tomado el medicamento? Basil dijo que el dolor muscular desaparecerá por completo.

—Sí, lo hice. Parece un buen médico. —dijo distraído. —No sabía que tus hermanas eran enfermizas.

—La mayoría no, pero Galette y Anana parecen ser casos especiales.

—Basil era profesional y reservado. Lucia como...Clandestino.

Katakuri casi resoplo, pero adquirió seriedad de nuevo, su imagen profesional era bastante respetada.

— ¿Clandestino?

—Así es, como el tipo que te opera en secreto por una importante suma de dinero. ¿Crees que Hawkins tenga un refrigerador con órganos en su casa?

— ¿No?

—Exteriores vemos, interiores no conocemos.

—Hablando en serio, no.

Ichiji refunfuño.

Smoothie alzo una perfecta ceja en cuanto los vio juntos, su cabello albino estaba atado en un moño francés, Ichiji apretó los labios al verla acercarse con sus acentuados movimientos de cadera. Ella bajo la cadena que sostenía sus lentes de gato y los dejo reposando en su nariz.

—Hermano, Ichiji— saludo impasible, ni un poco sorprendida. —Hoy tenemos un buen clima, ¿no es cierto? —le dio una palmada en el hombro a Katakuri y avanzo, riéndose sutilmente. Pero giró el rostro. —Ah, Ichiji, Anana ha estado preguntando mucho por ti. Tienes que visitarla pronto.

—Lo haré.

—La paz mental de Galette te lo agradecerá.

Ichiji se sintió normal. Familiar. Natural.

—Dame un segundo. —Katakuri le dijo, deteniéndose frente a una mujer con carpetas en su mano. —Puedes adelantarte a mi oficina y esperarme allá. Si necesitas algo solo dile a una asistente.

Movió la cabeza en afirmación. Se encamino ignorando las miradas de algunos curiosos y procurando no hacer contacto con nadie.

Se sentía como debía de sentirse un animal de zoológico. Los ojos lo seguían y rebotaban como pelotas de volley.

Había varios miembros de la estrambótica familia de Katakuri que podían hacerlo olvidarse de sus deficiencias sociales. — ¿En dónde estaba Perospero?, secretamente Ichiji se moría de curiosidad por ver que atuendo pomposo llevaría ese día, Gallete, que era una mujer taciturna con una personalidad similar a la suya, pero que tenía conversaciones interesantes, y Cracker...No habían convivido mucho, pero seguro era tan soportable como Niji o Yonji. Y aquella mujer, Smoothie, probablemente era una de las exponentes femeninas a la que terminabas admirando incluso antes de darte cuenta.

De una de las puertas Oven salió, enojado como siempre, se detuvo frente a él y lo observó como si fuera una enfermedad en expansión.

En el momento en que los ojos fríos de Oven se cruzaron en los suyos, Ichiji claramente pudo reconocer «¿Qué estás haciendo aquí?»

— ¿Qué estás haciendo aquí? —lo vocalizo, dándole una ojeada inescrupulosa, era una pregunta política.

—Estoy con Katakuri. —fue su cauta respuesta.

— ¿En serio?, ¿Es para algún acuerdo de separación? —Su propia experiencia con los divorcios era bastante fastidiosa. —¿Ya le dijiste a una de las secretarias que lo estas esperando? Ve y que te den un turno. —el desprecio le torció la boca. —A la próxima agenda una cita, aquí no privilegiamos a nadie.

—Estamos juntos. —Ichiji intento no mostrar que el paroxismo estaba invadiendo su cuerpo. —No nos vamos a separar. No queremos hacerlo.

— ¿Qué? —le dio una mirada inquisitiva, lo suficientemente directa para poner al pelirrojo incómodo. Oven arrugo la boca.

—Haremos que todo salga bien. —Sintió la necesidad de explicar, esperando que en el fondo, la preocupación de Oven por Katakuri fuera legitima. —Decidimos seguir adelante, queremos un futuro juntos.

—Que cinismo. —Oven se froto el puente de su aguileña nariz. — ¿Sabes los problemas y habladurías que le hiciste protagonizar a nuestra familia? —Sus ojos eran secos. Su mandíbula era arrogante y tensa. —¿Cómo te atreves a decirme estas cosas?

Ichiji casi tuvo el presentimiento de que lo tomaría del brazo y lo sacaría a la fuerza o lo zarandearía.

—Eres un árbol sin agua. Tu familia es un desastre y no sería justo arrastrar a Katakuri contigo. La fama de los Vinsmoke ahora es la de arribistas sociales. Nadie confía en ustedes. No es conveniente para nosotros ser vinculados con ustedes, lo que hizo mi hermano por Germa fue estúpido.

—Tuve esa conversación con tu hermano. —Contesto con una línea circunspecta en su boca. —No voy a renunciar a él.

— ¿Ni siquiera por su propio bien? —alzo una ceja.

Ichiji lo miró molesto. —Deseo hacerlo feliz.

—Pues no entiendo tus maneras más allá de lo corporal. No, de hecho no veo otra forma. —alzo las cejas, sugerente.

—Estoy seguro que tú eres la última persona interesada en el bien de Katakuri. —pronuncio con asco. —¿Necesitas decirme algo más o ya puedo irme?

—No, acompáñame. —lejos de ser una invitación, se escuchaba a una orden.

—Te escucho. —comenzó a seguirlo.

—Las personas jóvenes, como tú, piensan que cuando se enamoran solo lo harán una única vez. Es inmaduro. —inicio su absurda filípica.

—Te equivocas conmigo.

—Esto es complicado, Ichiji, pero solo estas encaprichado. —espeto fingiendo cortesía. —Encontremos una solución. Contacta a mi madre, lleguen a un último acuerdo monetario y por fin, desaparece con todo lo que se relacione contigo, con Germa, y con los Vinsmoke.

—No sabes lo que estás diciendo. —su labio inferior tembló con indignación.

—No. Tú eres quien no sabe lo que está diciendo.

—Lo hago, te lo aseguro, por eso estamos intentándolo. Vamos a lograrlo.

En cuanto Katakuri regreso, su dura mirada se alzó sobre la de su hermano. — ¿Sucede algo?, no fuiste directo a mi oficina, Ichiji

—No, nada.

—Vas a quebrar el corazón de tu madre con esto, eso es lo que sucede. —Oven dijo refiriéndose a él, su voz salió lejana, pero su labio se alzó en una forzada sonrisa.

—Debí suponer que eras tu. —Katakuri suspiro fastidiado. —Vámonos, Ichiji. —La mano se deslizo por su brazo y se acomodó en su cadera.

— ¿Piensas ser tan mal hijo?, te recuerdo que tu madre es vieja, y pareciera que te esfuerzas por molestarla y retarla. ¿Ahora que tienes el control absoluto de Whole Cake vas a hacer oídos sordos de lo que ella te diga? Son tal para cual, una pareja de oportunistas. —sus palabras salieron bajas, pero eran suficientes para que los dos escucharan.

—Siempre estuviste al tanto de las condiciones de nuestro matrimonio. Te beneficiaste, obtuviste dinero que no te correspondía, y estas de regreso aquí porque sabes que necesitas a tu hermano, ya que no tienes la suficiente confianza para hacer negocios solo. —Ichiji hablo estoicamente.

— ¿Qué clase de estupideces está diciendo este niño? —trono los dientes.

—Oven, cuidado. — Katakuri le advirtió.

El otro Charlotte respiro por la nariz.

Katakuri se giró, su cara no mostraba ningún signo de debilidad. —Si vas a estar aquí, será cumpliendo las obligaciones que yo te delegue. —Su voz era mucho más profunda que la de Oven. —No para darme opiniones de lo que no es tu problema. Te recuerdo que, si te deje volver, es para ayudarte a ti mismo. Se como opera esta empresa, y siendo realistas, mi vida conyugal es un termino aparte.

—Si nuestro líder se encontrará liderando, yo me mantendría callado, pero en lugar de eso estas...Estas... —escudriño a Ichiji, las palabras ofensivas ya estaban en la punta de su lengua.

— ¿Estoy qué? —Katakuri dio un paso cerca de él, retándolo. Él era la clase de persona que podía adivinar los pensamientos solo con mirar una expresión. — ¿Qué es lo que ibas a decir?

—Simplemente que no se te olvide tu responsabilidad.

Ichiji sintió que su sangre hervía y burbujeaba como un géiser. Una ola de nausea golpeo su estómago. Oven hablaba como si todo lo que Katakuri había hecho por todos ellos a base de puro y nato esfuerzo, no fuera suficiente. ¿Por qué seguía desacreditándolo?, ¿Podía ser tan ciego y tan estúpido? No, no era nada eso, lo sabía, sucedía que era un envidioso. Nunca tendría el coraje necesario para admitir la eficiencia y tenacidad de aquel hombre que era mucho más joven que él.

Katakuri bufó para controlar la risa, inalterado a la provocación. Estaba tan cansado de esas estupideces. —Siempre lo tengo muy presente, hermano.

Papanata. —Oven susurro.

Ichiji de inmediato levanto la palma para darle una fuerte bofetada, Oven lucio impactado por el acto, pero Katakuri siendo más rápido, lo detuvo entrelazando sus dedos.

Levanto las manos de los dos unidas y puso los labios sobre los nudillos del pelirrojo, Ichiji le pidió una silenciosa explicación.

—Ahora que estas informado de nuestra reconciliación. ¿No te parece que mi esposo luce deslumbrante?... —lo hizo dar un paso hacia delante, Ichiji trago seco, su pisada sonó grave, estaba tan cerca de Oven que podía oler el old spice que usaba. Katakuri coloco los labios en la superficie convexa de su cuello y suspiro. —Realmente lo hace, no me canso de verlo.

Katakuri estaba esperando un comentario despectivo, le había advertido a Oven que no lo quería cerca de su esposo, ni un saludo o una mirada. Noto la enorme vena que se formaba en su frente y que sus puños temblaban, pero el hombre no tuvo el valor para despotricar y se marchó a trompicones toscos.

Al creer que ellos estaban separados se había hecho con la idea de que la advertencia que una vez le había dado estaba rota.

Katakuri le había comprobado que no era así.

Ichiji seguía sorprendido.

—Lamento eso. —Katakuri le dio un apretón a modo de disculpa en la cadera. Vio la confusión en todo el esplendor en la expresión de Ichiji. —En serio, fui un poco...drástico.

— ¿Qué estabas intentado hacer?

—Provocarlo. ¿Él dijo algo contra ti? —su voz era tranquila, pero Ichiji podía ver como sus nudillos se emblanquecían.

—No dijo nada. —meneo la cabeza y Katakuri endureció la mirada. No mentiras, las odiaba. Su rostro escéptico mostraba que dudaba de su versión de los hechos. —Bien, solo estaba sorprendido, aun así, te aseguro que no fue nada grave. Pero ¿qué fue eso?... —Ichiji levanto los ojos, jugando incómodamente con las mangas de su camisa.

—Quería asegurarme que él había entendido algo que discutimos hace tiempo...—trato de explicarle.

—Lo odio. —Ichiji dijo lamiéndose los labios. —Debiste dejarme abofetearlo. Lo odio demasiado, no tiene derecho de actuar como un cretino chauvinista contigo.

—No vale la pena cereza. —dijo con calma, estaba sonriendo sutilmente cuando entraron al despacho principal.

Ichiji se sentó en una de las sillas ejecutivas de cuero, miraba el exterior por el enorme ventanal de vista panorámica, dejando que Katakuri buscara las cosas por las que en un principio habían venido. Levanto el teléfono de su escritorio y dio órdenes, hablo de términos extraños, depósitos, documentos y citas. Y aunque en otro momento probablemente Ichiji habría disfrutado la solemnidad y seriedad que aquel atractivo y pétreo hombre transmitía, no podía dejar de pensar en las palabras de su cuñado.

—Es un perdedor. —Ichiji susurró para sí mismo refiriéndose a Oven, estaba enojado, pero Katakuri lo escucho. —Está celoso de ti. Lo trata de ocultar, pero esta celoso de ti y no puede engañarme, siempre busque una forma de molestar a Sanji en el pasado, por eso lo sé.

— ¿Realmente ibas a golpear a mi hermano por mí? —respiro detrás de su nuca. —Es algo caliente.

Ichiji volteó la cara. — ¿Qué es ese papel moralizante qué trata de llevar? No le va, está demasiado arraigado en desprestigiarte.

—Fue criado de la misma forma que yo, primero el deber, después lo que sigue. Sabes que mi familia obviamente no es tan...Conservadora o clásica como la tuya, pero hasta un cierto grado, seguimos marcando nuestras pautas. Y nuestra relación todavía está un poco expuesta a farandulearías mediáticas.

—Lo sé, de verdad lo sé, sé que es un nivel de expectativas muy elevado el que mantienen los Charlotte, pero, él esconde la mano como si nunca hubiera tirado una piedra. —lucía calmado, pero por dentro estaba gritando. —Eres en pocas palabras un trabajólico y aun así insinúa disparates. Ni siquiera duermes lo suficiente, y aunque siempre tienes la solución a sus inconvenientes, no lo valora.

— ¿Estamos teniendo una discusión marital ahora?

—Tu eres muchísimo mejor que él. Una de las mejores cosas que tienes es que no los dejarías solos, nadie sería mejor tomando las responsabilidades como lo haces tú. No le importa que puedas estar abrumado. Es injusto. —sonaba como un niño petulante haciendo berrinche. —Oven podía simplemente decir algo sobre mí, podría solo haber dicho que no soy lo suficientemente bueno para ti, que no valgo la pena, que mereces más de lo que yo puedo darte o cualquier cosa así, en cambio opto por atacar tu profesionalismo. Y eso es innegable.

—Y esa...—Katakuri se inclinó, mirándolo a los ojos. —Ha sido la elección más inteligente que pudo haber escogido.

Ichiji se sonrojo y solo suspiro, acomodándose en su asiento, no sabía si estaba dispuesto a enterrar su enemistad con aquel hombre en lo más profundo de su pisque después de esas provocaciones.

Su cara seguía mancillada en un ceño crispado.

— ¿Está bien? —Katakuri le sonrió.

—Uhuh—asintió rápido. —Supongo que, si puedes lidiar con él, yo...Solo olvídalo.

—Gracias por preocuparte. —le sonrió, y volvió de regreso a su escritorio.

—Katakuri.

— ¿Sí?

Ichiji jaló su brazo, se acercó a él y trató de estirarse, capturo sus labios. El contacto tomo a Katakuri inadvertido, pero respondió, lento y suave, permitiéndolo apreciar su textura y sabor.

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¿Cómo explicaba la explosión de su pecho?, sabía que no era bueno escuchar conversaciones ajenas, es decir; ser una persona cotilla jamás traía cosas buenas, pero ahí estaba. Espiando. Sintiéndose un ladrón de la intimidad ajena.

Katakuri le había pedido unos minutos después de asegurarse que tenían suficiente tiempo para llegar a la universidad. Estaba hablando con Oven de una manera increíblemente diplomática, sin agresividad, pero con absoluto control de la situación.

Lo alcanzo a escuchar, a mirar, a contemplar cómo se refería a él. Un miembro más de la familia. Un miembro más, que merecía el mismo respeto que todos.

— ¿Podrías facilitarnos la convivencia y aceptar de una vez por todas, que estoy casado con Ichiji?, es tan absurdo tener que comportarme como un hombre primitivo en cada ocasión que hablas mal de él.

— ¿Qué esperas que diga, Katakuri?, Soy tu hermano mayor*, se por qué te digo las cosas. —le respondió añejo. —¿Preferirías que alentara los increíbles planes a futuro que tú y ese chiquillo tienen? Ni siquiera debes de tener en claro que es lo que quieres. —su expresión era conflictiva.

—Claro que se lo que quiero, y lo quiero a él.

—Si esto es únicamente una forma de rebelión contra nuestra madre, ya fuiste muy lejos y puedes parar. Jamás vas a ser un hombre normal ahora que mandas en este multitudinario negocio. Olvida los sentimientos, la confidencialidad y esas cursilerías. Todos sabemos que no apreciabas a tu padre, pero ¿no puedes ver acaso que él vivía de la forma en que tenía que vivir?, solo ve la manera en que todos temen y admiran su nombre, todo lo que sembró. No solo eres como él. —susurró avaricioso, buscando ansioso con sus ojos una botella de cualquier cosa. —Eres mucho mejor que él. Los hombres poderosos deben mantener sus ojos en la meta. Y que no se te olvide que, en este mundo, la gente que se proclama la más devota a ti, son tus principales traidores.

Igual que tú.

Hubo un momento de silencio, Katakuri volvió a hablar: —La advertencia que te di sigue en pie. Ichiji está conmigo, que quede claro para ti y para cualquiera que encuentre una oposición a ello. —metió las manos en sus bolsillos y miro de reojo al otro hombre. —¿Cuántos de tus matrimonios se frustraron Oven?, el problema no eran esas mujeres, el problema eras tu. Espero que un día de verdad lo entiendas, hacerlo podría mejorar tu vida. —no tenía intenciones de ofender cuando continuo. —Tu vida es una pena, hermano. No miento al decir que me interesa ayudarte, eres mi familia, pero él también lo es.

—La gente muere tratando de mejorar sus vidas.

—No toda.

Fueron esos firmes y duros pasos los que despertaban su atención cada día regresando a la oficina, los que lo obligaron a hablar una vez que Katakuri estuvo de vuelta:

—Escuché una parte de tu conversación mientras te buscaba, no fue intencional, pero cuando oí mi nombre, no puedo evitar quedarme más tiempo. —Ichiji se sintió ligeramente avergonzado, es decir, Katakuri era bastante respetuoso con su espacio, y lo menos que él podía hacer, era lo mismo. —Lo siento.

—Oven va a controlarse de ahora en adelante.

—Déjalo fluir.

— ¿Qué?, ¡Claro que no Ichiji!

Tomo su mano. —Tendrá que acostumbrarse.

Katakuri se acercó a él, podía sentir su respiración, lo tenía a centímetros de su rostro. Lo vio de la misma forma en que estaba mirándolo cuando enfermó. Era la mirada más sincera que nadie le daría nunca. Transmitía tanto con tan poco. Dejo sus manos resbalar por el interior de sus brazos, lo tocaba tan pausadamente que Ichiji tembló. Un jadeo quieto escapo de su boca sin que pudiera evitarlo.

—¿Por qué no puedo obligarlo? Sabes que puedo. —sus labios delgados estaban cerca, estaban en la puerta de los labios del pelirrojo, pero se quedó allí, sin cerrar espacio. Absorbiendo su descoordinación respiratoria y el aliento templado.

—Se que puedes hacerlo, pero quiero que dejes que todo fluya, no me importa lo que diga de mí.

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Habían cenado en un club nocturno platillos belgas. No porque no quisieran hacerlo en el restaurante de Zeff, pero necesitaban espacio; menos Niji y menos Bellamy. Menos sentir que estaba restregándole algo a Zoro ahora que no estaba Sanji, menos ojos. Su velada paso entre reciprocas y sumamente discretas muestras de afecto.

Desde la mesa del fondo, oculta por vaporosas cortinas negras observaron a los músicos tocar en vivo, una mujer morena y un hombre calvo tocaban el banjo y la guitarra.

Sin embargo, al salir, un hombre excesivamente alto y largo los ausculto con la mirada en el momento en que atravesaron la puerta, y al reconocer a Katakuri, animado levanto el brazo para saludarlo.

Ichiji se percató que el excéntrico tono del sujeto hizo estremecer a Katakuri.

— ¿Quién es él? —parpadeo, la curiosidad radiaba de su cuerpo.

—No tengo ni la menor idea. —Katakuri tomo su mano, coaccionándolo para caminar hacia el lado contrario.

—Parece que se está acercando. —Ichiji miro por encima de su hombro, podía ver sus puntiagudos zapatos saltando los charcos cómicamente.

—Son ideas tuyas.

—No lo creo, ahora está caminando más rápido.

—Probablemente este loco. —antes de que pudiera empujar el boleto de estacionamiento contra el parquero, ya era demasiado tarde.

 ¡Charlotte Katakuri! Veo que te has vuelto todo un personaje. —se acercó a la pareja, quitándose un elegante sombrero fedora y reverenciándose de manera graciosa, respirando como un anciano que había hecho mucho esfuerzo por alcanzarlos. —Y sigues siendo un desconsiderado, mira que hacer a este pobre viejo perseguirte en medio de estas horripilantes callejuelas anegadas de agua, es una grosería.

Era afroamericano, su cabello estaba rizado y esponjado; su altura y delgadez le daban una apariencia peculiar. Movió la nariz haciendo que sus lentes de luna saltaran en su puente.

—Brook. —Katakuri dijo entre dientes, aun así, su voz era clara y contundente. — ¿Qué haces aquí?

—Austria tiene un público encantador, pero he decidido retornar. Por ahora trabajo tocando música a lo largo de este bloque. —sonrió y cuando capto una cabeza roja detrás de Katakuri, levanto ambas cejas. — ¿Y este jovencito quién es?...

El muchacho de diecinueve años que Brook conoció tomaba siempre sin entregar nada, espero bromear un poco, aceptar que Charlotte jamás saldría del juego, siendo amigable encogió los hombros: —Por lo visto sigues en las mismas andanzas, muchacho. —pensó, pero lo cambio por un prudente: —Sigan pasando una agradable velada.

—Charlotte Ichiji.

— ¿Familiar tuyo? —dijo encendiendo un cigarro largo. No veía nada de los Charlotte en aquel pálido chico, sus rasgos afilados y tenues distaban mucho de la estirpe áspera y bravía de Linlin.

—Mi esposo. Me he casado.

Brook abrió los ojos exageradamente y se ahogó con el humo, su cigarro se resbalo de sus manos y tosió de forma alarmante. Ichiji retrocedió con discreción.

— ¡Continúas siendo insensato con los mayores!, mi corazón ya no soporta estas sorpresas. —Su risa era un ruido cómico, sonaba como una especie de yohohoho. —No estas bromeando conmigo. ¿Verdad?

—No.

Al ver la seriedad del rostro de Katakuri y los lentos parpadeos de Ichiji, le dio una fuerte palmada en la espalda a Charlotte. Casi parecía estar festejando como si la información soltada fuera un logro personal.

—Ichiji, él es un viejo amigo, salía con mi madre cuando yo era joven. —lo introdujo.

— ¡No pensé que viviría lo suficiente como para presenciar algo así! Muchacho, te había dado por perdido. —Brook ignoro que Katakuri estaba hablando, le dio un empujón y lo hizo enojar. Puso el sombrero en su pecho y le sonrió al pelirrojo. —Mucho gusto, es un placer conocerte, mi nombre, como tu esposo, dijo. —acentuó la palabra. —Es Brook, pero en estos clubes he empezado a hacerme con la fama de "El rey del soul".

—Eres músico.

—Así es. —bosquejo una pequeña sonrisa orgullosa.

El hombre era tan bromista que la expresión de Katakuri algunas veces cambiaba de calculadora a avergonzada, e Ichiji tenía que apretarle la mano y levantar las cejas, burlándose también de lo que no entendía.

—Es hora de irnos. —Katakuri le extendió la mano a Brook para despedirse, pero el afroamericano frunció casi por completo el entrecejo.

—Nada de "es hora de irnos". No nos hemos puesto al día lo suficiente, tienen que quedarse, habrá música en vivo. Les prometo que valdrá la pena.

— ¿Podríamos? —Ichiji miró a su esposo.

— ¿Qué hay de tu abuelo?

—Sabrá entenderlo.

—Raíces francesas, ¿no es cierto? —Brook observo divertido a Ichiji. —Lo reconozco por la entonación y los modales. Los franceses parecen naturalmente codificados.

—Mi madre lo era.

—Por lo regular soy un maestro del soul y el góspel, pero tengo amigos aquí que son increíbles con el chanson. —se aliso las arrugas inexistentes de su chaqueta. —Por favor, los invito a disfrutar un espectáculo parisino.

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El establecimiento al que los invito Brook era un edificio con características anacrónicas, lleno de pilares oscuros y galanas columnas. Las paredes eran de madera maciza, el roble antiguo estaba barnizado, con luces tenues que daban una iluminación intima e hipnótica, decorado con botellas de vino carmesí en todas las repisas. Una mujer que perfectamente podría encarnar a Morticia Addams si no fuera rubia, camino adelante de ellos. Los llevo a una mesa, el tallado tenía una preciosa forma de G clef.

—Gracias Cindry, cariño. —El galante anciano le guiño un ojo.

Brook miró a Katakuri con cierta tristeza, podía ver las enormes cicatrices en su cara, pensó en esa motocicleta monstruo con la que muchas veces lo había visto retar a la suerte, podía imaginarse el mortal desenlace que había tenido.

Te lo dije.

— ¿Qué?

—Estás pensando en todas las veces en que me advertiste que algo como esto. —Katakuri señalo su cara. —Pasaría. Como puedes ver, destruí mi rostro. Puedes decirme que me lo dijiste.

Brook se acomodó la servilleta en su cuello. —Por Cristo, Katakuri, tampoco has perdido esa manía de adelantarte a lo que la gente piensa. —sonaba avergonzado.

Ichiji lanzo una disimulada risa.

—Pero, aunque te lo advertí muchas veces, no hay nada que tenga que decir.

Observaron a los artistas subir a la tarima, cargando sus instrumentos.

— ¿Cómo esta Linlin? —el viejo pregunto con discreción, pero sus ojos hundidos tenían un brillo apesadumbrado en ellos.

—Los años no la han cambiado, es la misma de siempre.

Fue suficiente respuesta para hacer a Brook soltar un suspiro de condescendencia. —Fuerte y dura como toda una dama británica, ah, una matriarca.

Katakuri resoplo concentrándose en el líquido ámbar de su vaso. Los reflectores se hicieron todavía más suaves y los instrumentos comenzaron a ser tocados. Los artistas se habían adueñado de su propia versión de la canción, el coro de chelos, violines, flautas y contrabajos se metía como una bacteria en los oídos de los presentes.

«No me dejes, todo se puede olvidar, lo que ya fue. Olvidar el tiempo de los malos entendidos, y el tiempo perdido. Saber como olvidar esas horas que mataban a veces a golpes de ¿Por qué?»

—Esa canción en particular siempre ha sido una cuchilla directo a mi corazón. —Brook estaba sentado con una de sus huesudas piernas encima de la otra, tenía una copa de bordeaux en sus manos. —Ne me quitte pas...Ne me quitte pas...Ne me quitte pas...Esa es una completa oda a la desesperación misma. No me dejes...No me dejes...Te hace pensar que el autor moría un poco en cada letra. Te hace imaginar un amor desgarrado, loco y apasionado.

«No me dejes, yo te inventare palabras imposibles que solo tú entenderás...»

—Es su favorita de Brel. —Katakuri movió el mentón en dirección de Ichiji, quien estaba absorto en el espectáculo. —Siendo sincero, a mí no me gusta. Lo que escucho es a un hombre implorando. —pego la bebida a sus labios. —Lo que veo es a un hombre desgarrado. Creía que era absurda, pero, tal vez ahora entiendo.

—Dicen que el mismo Jacques la odiaba. El estilo dramático cuando la interpreto en vivo fue conmovedor. También escuche rumores de que Édith Piaf dijo que ningún hombre debería cantarla jamás. Consideraba esa canción como un himno a la humillación, música vergonzosa, la historia de esta pieza es un amor borrascoso y visceral. Pero me gusta cómo suena en Jacques, me gusta la música triste. Si puedo sufrir al escucharla, entonces el artista hizo un buen trabajo de su dolor. Lo curioso es que mucha gente que conozco la considera una canción romántica y bella, yo creo que es solo...Melancólica.

«No me dejes, no voy a llorar más, no voy a hablar más. Me esconderé ahí, para mirarte hablar y sonreír. Para escucharte cantar y, después reír. Déjame volverme la sombra de tu sombra, la sombra de tu mano, la sombra de tu perro si es necesario. No me dejes

El pelirrojo estaba sentado delante de ellos, disfrutaba de forma silenciosa la interpretación. Las luces moradas difuminaban su cara y ablandaban aún más sus rasgos. Sus labios se movieron, susurrando: No me dejes. Él no lucía agobiado como el cantante, se veía como una deidad de frío, no rogaba, ordenaba. La sola palabra en sus labios era una tonalidad azul.

Ichiji lo estaba mirando y Katakuri no sabía si la letra la repetía por inercia o lo hacía por él. Ichiji mordió una de las gordas fresas y una gota se deslizo por la comisura derecha de sus labios. Sus venas se sentían vibrantes, como si más sangre de la normal pasara a través de ellas, solo para quedarse vacías de un instante a otro, sus arterias secas, su corazón trashumante.

Katakuri pasó el vino por su garganta y levanto el mentón. Sabes que jamás lo haría. No me dejes tú. Le transmitió.

—No pensé que viviría lo suficiente para encontrarme con que el hijo más hermético de Linlin estaría casado. —Brook hizo un ruido para atraer su atención.

—Y heme aquí.

— ¿Recuerdas nuestra última conversación? —El viejo sonrió tranquilamente. —Lo que te dije fue: "Llegará el día muchacho, cuando menos lo esperes, y no te podrás zafar, de una conexión, no." Porque te muerde. Te entierra sus fauces y no te suelta.

—Pensé que estabas siendo exagerado.

— ¿Todavía los piensas? —su voz era baja.

Observo a Ichiji, todo en él era blanco, pristino, níveo. Su boca multifacética de cristal. Ojos hechos de calígine. Ne me quitte pas... Ne me quitte pas...Lo quería, lo amaba, su esposo era suyo, Katakuri también se sentía de él.

—Ahora creo que te quedaste corto con las advertencias. No puedo explicártelo con palabras.

Había entendido que el sentimiento de amor era una metamorfosis, que su definición estaba más que desgastada en promesas, acciones y actitudes. Pero que también solo era necesario de un simple toque y se transformaba. Te cambia, alimenta y deja hambriento. Te llena y vacía, te golpea y te repara, todo al mismo tiempo.

—Siento no haberte contactado para avisarte de la boda, pero inicialmente nada era tan perfecto cómo crees.

—Nada nunca va a ser perfecto. No puedes controlar las circunstancias. —prendió un nuevo cigarro.

—No lo entiendes, Brook, en cierto grado, lo aborrecía, pero mirándolo ahí, me arrepiento de haberlo hecho.

Brook comprendido todo en la profundidad de su mirada.

—Esta canción te cuenta de la insania de aquellos que lo dejan todo por amor. Amas más de lo que te amas a ti mismo, lo que eventualmente, va a hacerte trizas. Pero si es la persona correcta, se hará trizas contigo. Y se reparara, también contigo, porque, aunque sean diferentes, tienen la misma esencia. No hay destrucción independiente si alcanzas esa sublime sincronización que muy pocos encuentran. Es algo estremecedoramente magnifico.

—Quiero hacer las cosas bien. Él lo merece.

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—Ese era un hombre muy extraño, pero parecía genuinamente feliz por ti. —Ichiji dijo mientras se ponía el cinturón de seguridad.

—Probablemente no lo parezca, pero Brook da excelentes consejos. Aunque sigue siendo bastante...Introspectivo.

—La he pasado muy bien a tu lado. —Ichiji susurró mirando por la ventana.

— ¿Esta será otra madrugada en la que regresarás al restaurante como un sigiloso delincuente? —Katakuri levantó una ceja, bromeando, su corto cabello se removía por el viento húmedo. —He creado un monstruo.

—Aprendí trucos para ser sigiloso.

—Tu abuelo va a terminar odiándome.

— ¿Odiarte? Es obvio que te adora. Odia a los empresarios, pero tú le agradas, de verdad le agradas, no me imagine que podrías gustarle tanto.

Katakuri movió la palanca de las direcciones.

—Estuve pensando en lo exhaustivo que debe de ser para ti conducir a estas horas siempre. —Ichiji murmuró clavando los ojos en la negrura, sabía que su esposo lo miraba de reojo.

—No tengo ningún problema con hacerlo.

Se mantuvieron en un silencio copioso.

—Creo que yo sí.

Katakuri lo volteo a mirar cuando el semáforo se puso rojo.

—Quiero regresar contigo, vivir a tu lado. Siempre querré todo contigo, y regresar allí es volver al lugar en donde inicio esa guerra pírrica, pero también es el lugar en donde me di cuenta que...—bajo la mirada, encontrándose con la mano que se había colocado sobre su muslo, apoyándolo para continuar. —Que mi vida tiene sentido, que tú eres parte de ella, que te necesito. Pero lo más importante, te amo. Estoy listo para volver, quiero volver.

 

Notas finales:

 

Notas de Autor:

Les dije que no tardaría y tarde, pueden arrojarme los tomates y cualquier cosa que tengan cerca. Gracias por esperarme y de verdad, lamento tardar así y venir con este caos.

El siguiente capítulo es el final de la historia, habrá epilogo y es probable que también un outtake, (a menos que quieran un outtake solo para KataIchi y otro exclusivo del ZoSan, es decir, 2 outtakes, pero si quieren 1 con ambas parejas, para que la cosa no sea tan extensa, lo hago así, solo pofavo díganme que preferirían), les agradezco de corazón igual que siempre. No me alcanzarían nunca las palabras para darles las gracias, por tanto, por todo, siempre leo lo que me ponen y me emociono con ello, me hace feliz.

Aclaraciones:

Carmen: Es un personaje exclusivo del anime, trabajo con Sanji en unos capítulos como cocinera. Era una mujer de temperamento, pero en el fondo un poco blanda.

Carina: Es (al igual que Baccarat) un personaje de One Piece Film: Gold, una chica joven y bastante extrovertida, aunque también una desgraciada muy simpática, lol. Según la película fue una amiga de Nami, aquí su papel es ser hija de Carmen y convivir con Sanji y Yonji.

Aquí Katakuri no tiene la misma edad de Oven o Daifuku, de hecho es bastante joven por si no lo recuerdan, tiene casi 29 años, así que podría considerarse de los hermanos medianos. Cosa contraria a lo canon.

"Las obsesiones son como abejas que te aguijonean sin cesar, una tras otra o varias al mismo tiempo. Cuanto más luchas por espantar a las abejas, más te atacan..." Esta cita es de la autoría y se atribuye a una paciente del trastorno obsesivo compulsivo. (TOC), que definió su experiencia con el mismo de esta manera. No es una frase mía.

Vergorragia; Es un derrame de palabras. Surge en personas que no pueden controlarse al hablar, es involuntario, quienes lo padecen pueden decir muchas, muchas cosas y no medirse con lo que hablan. Y cito de nuevo: "Suele ser un problema de personalidades con un carácter ansioso y estresado, ya que, en ese sentido, la incontinencia para hablar busca paliar esa ansiedad generada por determinada situación o fenómeno..." Tan Sanji.

Jet Lag: Este desequilibrio es el cambio de zona horaria al que a veces un individuo se tiene que acostumbrar cuando se hace un cambio "drástico" de zona específica. Una de sus incomodidades es precisamente, las ganas de dormir.

New wave: Rock/Pop de finales de los 70 y mediados de los 80.

Truman Capote (1) , Jack Kerouac (2) J.D Salinger (3): 1 fue un literario y periodista que se codeo bastante con Marilyn Monroe, 2 novelista y poeta, se dedicaba a escribir sobre temas sociales bastante alarmantes para su época, y 3, es el autor de El guardián entre el centeno.

Wrigley's: Es una marca de goma de mascar que ya tiene AÑOS.

 


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