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Sentimientos por contrato por AcidRain9

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Capítulo 9: Boda, princesas, caballeros y dragones

 

El color blanco desde hace mucho tiempo se había visto como un símbolo de paz y humildad, hacía que quienes lo portaran transmitieran en ellos la pureza, la nobleza y la inocencia, algo así como juntar todo un montoncillo de cosas buenas y meterlas en una caja. Pero también representaba la duda por ser incoloro, aburrido y sin gracia, y él se sentía más identificado con esa categoría.

Se observo en el redondo espejo de cristal cobrizo y todo lo que pudo ver era como si una masa de pigmento blanca se ciñera a su cuerpo. Vestía un traje de chaqué ingles que ajustaba perfectamente con su cintura, el saco era corto por delante mientras que por detrás la levita se extendía hasta sus rodillas y la corbata era lisa y vaporosa. Su primera opción había sido un traje azul plomizo, pero Caesar había optado por el estilo vanguardista —según dijo— y jurado que lo que había confeccionado, era únicamente para él.

Este día Ichiji era invierno, niebla y crepúsculo, estaba totalmente apartado de la primavera.

—Estás listo— la vibrante voz de su hermana susurro y la sintió sonreír detrás de él mientras sus dedos entrelazaban sus largos mechones color frambuesa en una coleta baja que aseguró con un lazo. 

—Veinte minutos—Judge grito desde el desván y la chica puso la mano sobre el hombro del novio, asiéndolo avanzar.

—Démonos prisa antes de que colapse. — trato de ser bromista.

Ella vestía una falda larga que se hondeaba con cada paso que daba y un top de encaje que presumía apenas una pequeña parte de su delgado abdomen, Niji quien estaba cruzado de brazos y recargado sobre la puerta usaba un blazer de tres botones semi informal mientras que Yonji y Sanji trajes ejecutivos en colores cobre.

Afortunadamente el auto no tenía nada de la parafernalia tan típica de las bodas, lo que aligeraba tan solo un poco el sentimiento incómodo. Judge condujo sin abandonar ni un segundo la pequeña sonrisa que brotaba de sus comisuras.

—A partir de ahora, les prometo que las cosas irán para mejor. — sonó ansioso y seguramente estaba regocijándose por dentro, estaba mucho más joven que ayer y tan radiante como en sus mejores años.

Sus mejores años… Ichiji escupió una risa sardónica. Lo mejor de ese hombre se había desvanecido mucho antes de que todos ellos nacieran.

…;…

—Durante la salida del cortejo nupcial de Alfonso XIII con Victoria Eugenia de Battenberg, un anarquista logro filtrar una bomba en un ramo de flores. Murieron veintitrés personas, no sean tan duros con el buen humitos.

Jyabra murmuro con una sonrisa, un camión blanco se estaciono afuera de la mansión Charlotte y de manera ordenada un grupo de hombres procedió a bajar al menos una docena de arreglos florales, entonces el moreno saco cuidadosamente una cajetilla de cigarros de sus bolsillos y encendió un fosforo con la suela de su zapato.

La vivienda era fascinante, con probablemente más de quinientos metros cuadrados alrededor de una zona empinada, desde donde estaban podían ver el amplio camino de arbustos, bulbos y piedras que llevaban al interior de un clásico jardín lleno de macetas de hormigón y una gigantesca pérgola de madera, la mueblería retro se preparaba para embelesar el ojo de los testigos. Tenían casi un pie dentro de la celebración. Casi, y eso era para espantar la presencia de los ojos curiosos y de uno que otro paparazzi que quisiera husmear en tan privado evento.

—Pensé que habías dicho que Kalifa te había prohibido fumar. — comento Marco en realidad sin mucho interés.

—Mi esposa no está aquí en estos momentos— Jyabra sonrió con pereza y un gracioso destello apareció en sus ojos chinos, pero se reemplazó por una forzada seriedad cuando otro vehículo cruzo por el umbral, así que maldiciendo tiro el cigarro al suelo y se puso tieso. —Aquí viene el carruaje de nuestra cenicienta.

Zoro suspiro, deformando por fin la línea recta en la que había estado su boca desde que habían llegado al lugar, y sus ojos de unos tonos más oscuros que el ocre miraron como el auto aparcaba y cada miembro de la familia Vinsmoke comenzaba a bajar.  El padre pasó de largo, mientras sus hijos, todos de una atípica belleza, le seguían.

El novio, nítido como una perla lo hizo levantar una ceja, pensando que ese quebradizo rostro melancólico cubierto por cabellos ensangrentados ya lo había visto en alguna parte. Apretó con dureza la mandíbula, afilando la mirada, y con la misma rapidez que las sospechas llegaron, se acabaron cuando una cabeza rubia asomo, los mechones extremadamente claros se levantaban con la ligera brisa y parecían estar flotando, caminaba a lado de una mujer y otros dos hombres que lucían demasiado semejantes, como envases cuyas diferencias únicamente radicaban en los colores y los tamaños.

Todos gozaban de ese aire de protagonista de cine gótico que solo unos cuantos podían apreciar debido a la marcada singularidad de su estética. Con su aurea irreal y melodramática, sus pieles de marfil bañadas de ciruela en los bordes y las mejillas ligeramente ahuecadas contrastando con esos labios llenos y carnosos. Sus andares los hacían parecer como si anhelaran algo todo el tiempo.

El rojo desprendía una frágil melancolía, impasible a todo lo que lo rodeaba, el azul gallardía y vanidad que se delataban por la mueca de astucia traviesa, la rosa era una belleza tan extraordinaria que era dolorosa de ver, y el verde estaba tintado con un matiz jocoso y agradable. Mientras que solo Sanji se apropiaba de todo ello repartido en partes iguales.

Y el chico estaba tan abstraído en el cosmos de su cabeza que ni siquiera lo vio, cosa que probablemente era lo mejor.

Tenía círculos bajo los ojos que centellaban con aburrimiento y hastió, así como una lustrosa y pulcra apariencia que hacían que el joven que había visto en tantas penosas circunstancias muriera y le diera lugar a otro tipo de Sanji, uno que fumaba de su cigarrillo con elegancia y no se detenía a mirar a nadie.

Zoro no se había dado cuenta del áspero ritmo que había adquirido su respiración hasta que la mano de Marco estuvo sobre su hombro.

— ¿Qué pasa Zoro?

—Sanji…— musito entre dientes, y los perezosos ojos de su amigo se abrieron de sobremanera.

La familia se perdió, desprendiendo un aire hosco y sobrecogedor.

—Mierda. ¿Te has liado con el novio? —el rubio parpadeo.

—No, Marco, claro que no — escupió rápidamente. —Absolutamente no.  

—Creo que mi pregunta no fue la correcta, quiero decir, ¿¡Te has liado con un Vinsmoke?!

.

.

Sanji arrugo la nariz, percibiendo un dulzón aroma en el aire, acordes de té junto a bergamota, jazmín, rosas, fresia, miel y marroquí se atiborraban en cada rincón posible. Apenas unas cuantas personas estaban reunidas charlando mientras algunas mujeres corrían por todos los lugares con sus altos tacones de satén, en búsqueda de cubrir cualquier detalle faltante.

Los troncos de cada arbusto estaban envueltos en gruesos moños cuya tela se veía tan suave como la seda y Sanji estuvo a punto de estirar la mano para comprobar la textura cuando una figura masculina, alta, acuerpada y demasiado incomoda dentro de un formal traje se abrió paso frente a él.

—Estoy aquí en representación de mi padre, quien manda una disculpa al no poder brindar su presencia, en estos momentos está tomando un vuelo hacia China a lado de su…—parecía un discurso previamente ensayado, el hombre dudo unos momentos, claramente disgustado por el honorifico. —Esposo.

— ¿Bellamy? — Sanji levanto una ceja, con asombro.

—El mismo que viste y calza—farfullo con una enorme sonrisa torcida. —Traté de hablar con tu padre, pero no lo encontré por ningún lado y tampoco hay rastro de tu hermano o de Charlotte Katakuri.

—Supongo que tendrás que esperar un poco para poder toparte con alguno.

Donquixote Bellamy era una de esas personas de las que no había sabido nada durante mucho, pero mucho tiempo, y de quien lamentablemente, tampoco tenía muy amistosos recuerdos.

Era el hijo revoltoso de Donquixote Doflamingo, un sobresaliente hombre de negocios y una menuda e intelectual maestra de griego. Había sido un completo idiota que a raíz de su comportamiento rebelde e indisciplinado fue enviado a estudiar a Europa con el fin de no mermar la imagen de su padre con sus escándalos. Y a juzgar por las marcadas cicatrices sobre su tostada cara, el encontrar un equilibrio no había sido cosa fácil.

—No has cambiado nada. — le ofreció la mano para estrecharla y el ojiazul descubrió todavía más huellas de costura sobre su piel.

—Espero que eso sea algo bueno— Sanji sonrió encogiéndose de hombros. —Ahora, si no te molesta iré a ver si puedo ser útil en cualquier cosa.

Ni siquiera se había girado completamente cuando sintió la mano de Bellamy sobre su brazo, así que levanto una ceja y lo miro al rostro. Solía molestarlo cuando estudiaban juntos, y siempre juzgar su enclenque carácter. También era apodado La Hiena a causa de su ensordecedora manera de reír.

Y aunque, por más bastardo que fuera, solía volverse un cachorro bonachón ante la maliciosa presencia de Niji. Según los rumores estaba totalmente flipado por su hermano.

—No he venido con ningún compañero y realmente odio las bodas, ¿te importaría hacerme compañía?

Sanji dudo por unos momentos y él otro lo noto.

—Se que te debo disculpas por muchas cosas, ¿Qué tal si empiezo a redimirme invitándote un whisky escocés?

Sanji se rio con ganas, respondiendo que la invitación no contaba si la bebida era gratuita por ser la boda de su hermano, acepto ser su compañía, pues sabia en carne propia de la incomodidad de sentirse un pez fuera del agua, y tampoco era como si tuviera mejores planes.

—Seguro.

…;…

Ya llevaba un rato mirando por el balcón y era verdaderamente cierto que el paisaje debajo de él era increíble y verde. Los troncos, el dosel de ramas pequeñísimas colgando de ellos y el suelo tapizado de helechos que danzaban a través de la densa niebla de la tarde. El cielo sobre él tenía tonos anaranjados y rosados que lo tintaban con mucha debilidad avisando que, dentro de poco, los colores se apagarían y le abrirían el show a la total negrura de la noche.

 Entrecerró los ojos.

Smoothie lo había llevado a la planta de arriba y le había dado una habitación para que tuviera algo de privacidad antes de que la mansión se atestara de invitados, suspiro con fuerza y cerró los ojos, pero los abrió en cuanto la puerta de la morada se abrió y ni siquiera tuvo que mirar para saber de quién era la presencia; sabia reconocer la manera de caminar de Katakuri; sigilosa, enigmática y soberbia.

Los raquíticos rayos de luz se ciñeron sobre sus rasgos cincelados, vestía un traje tradicional de color negro que parecía haber sido pintado cuidadosamente y a ras por el mejor artista solo para ese masculino cuerpo, sintió los labios secos al ser consciente de que ese era probablemente el hombre más imponente que conocería en lo que le restaba de vida. La camisa era de un gris tan profundo que podía confundirse con el negro, y sus cortos cabellos estaban acomodados perfectamente de tal manera que apenas unos diminutos mechones tocaban su frente.

No traía la bufanda, por lo que esta vez las cicatrices tenían permiso para ser vistas.

Se veía completamente esplendido y varonil. El pelirrojo estuvo a nada de atragantarse y carraspeo para deshacer el nudo en su garganta que estaba impidiéndole respirar.

—Te ves absolutamente impresionante, Caesar acertó en su decisión, de eso no hay ninguna duda. — Katakuri reconoció, y su voz sonó más aguda de lo que recordaba.

Sus relumbrantes ojos escarlatas llamearon sobre los espigados planos de sus pómulos, e Ichiji sintió un escozor en el vientre porque sabía que lo estaba analizando a fondo.

Incómodamente recargo su peso en la pierna contraria, aplastándose los labios con los dientes. —Tú también lo haces, estas muy bien— dijo con la voz áspera, disfrazando su vergüenza. —Siendo honesto pensé que al llegar aquí habría payasos y juegos inflables.

—Han sido mis hermanas quienes hicieron esto— Katakuri admitió. Y no había duda de que esas mujeres sabían organizarse.

Un crudo silencio les envolvió a ambos, no había ni siquiera una chispa de pelea, solo era resignación en su estado más puro. En ningún momento la palabra “Negocio” salió de los labios del Charlotte, porque sabía que de ponerle más peso sobre los hombros al ojiazul correría el peligro de desmoronarse.

De reojo Ichiji miro al moreno meter la mano dentro de su bolsillo y tuvo que levantar automáticamente las manos para atrapar algo que había sido lanzado hacia él.

Agacho la mirada encontrando un pequeño y refinado estuche de madera brillosa, lo abrió y dentro descubrió una argolla de vista sencilla aparentemente, pero que tenía un aro repujado en oro blanco y que si veía fijamente, sin pestañear, se toparía con un funesto camino trazado de diamantes que podían pasar desapercibidos, pero que ahí estaban, se dio cuenta rápidamente de que en el dedo anular de Katakuri ya había una réplica de su argolla, sin embargo la suya era todavía más delgada e inadvertida.

Él mismo fue quien se colocó la sortija y esta se deslizo suavemente en su dedo, el pelirrojo sintió una quemazón en la garganta siendo consciente de que aquel objeto de ahora en adelante lo identificaría como Charlotte Ichiji.

—Parece casi como si la hubieras elegido para mí, nada mal— se rio.

—Eso fue lo que hice. 

El inconfundible sonido del portón abriéndose lo hizo levantar otra vez la cabeza, y por primera vez en todo el día sintió el peso del compromiso queriéndoselo devorar desde lo más profundo de su ser, sus dientes castañearon y no supo si era imaginación suya o si de verdad sus piernas estaban a nada de flaquear, pero sin darle oportunidad de hacerlo la mano de Katakuri se colocó sobre la suya y después entrelazaron los brazos con firmeza.

Las tesituras de piano inundaron el piso, podían sentir las vibraciones transmitidas a través de la caja armónica casi acariciándoles las caras, mientras Danse Macabre de Saint-Saens robaba la atención como su oscura marcha nupcial.

Se aferro todavía más fuerte al brazo de Katakuri, trato de imitarlo y dar todo para verse igual de digno de lo que ese inquebrantable hombre se veía. Bajaron los escalones uno por uno de esa manera, enredados, entregándose sus vidas.

Cuanto más cerca estaban del último piso, la música se volvía más clara y las voces se elevaban más fuerte mientras los ojos de cuervo se cernían minuciosamente sobre ellos dos.

—Está bien— susurro Katakuri para darle calma, pero jamás aparto la vista del frente.

—Nada está bien— repitió él para sí mismo.

El juez de paz les sonrió cálidamente y sus ojos se arrugaron alrededor de los bordes. Cuando recitaron los votos un peso se deslizo de sus hombros; Katakuri se ofreció a él y él se ofreció a Katakuri entre palabras huecas en las que juraban que a través de su unión lograrían más cosas de las que lograrían solos.

—Acepto— dijo con firmeza levantando el mentón, y segundos después Katakuri repitió lo mismo con vehemencia y seguridad, dejándoles a todos más que en clara su decisión.

Después Ichiji dudo unos segundos, un destello de «¿Y ahora qué?» bailoteo en su mirada, Katakuri coloco las manos sobre su cadera y lo acerco con facilidad, haciendo que el estómago se le apretujara contra la columna vertebral. Un estremecimiento frio lo recorrió entero, pero lentamente deslizo la lengua y la presiono en los labios de Katakuri quien devolvió con experiencia el beso. Los dedos del pelirrojo se apretaron contra su cabello de ciruela mientras las manos de Katakuri se colocaban sobre la parte estrecha de la espalda de su ahora esposo. 

Fue Katakuri quien rompió el contacto, levantando su mentón con un dedo y sus labios se curvaron ligeramente, podía leerlos diciendo: «Se acabo el teatro». El mechón de su fleco se deslizo y permitió ver dos luceros compungidnos y brillosos, Katakuri contorneo con sus yemas la comisura de sus parpados eliminando la humedad de sus ojos.

«Esta hecho. Por fin esta hecho» Ichiji pensó.

Katakuri se inclinó, besando la parte delantera de su cabeza mientras hacía remolinos con su cabello. El mayor podía sentirle apretando los ojos contra su pecho con mucha fuerza, así como el temblor que sacudía su cuerpo y lo ponía en un estado tan frágil.

Un cumulo de rosas blancas cayó sobre ellos, pero Ichiji fue capaz de ver como solo una de las flores estaba totalmente ennegrecida y marchita, probablemente se había filtrado con las sanas sin que nadie pudiera notarla.

Alguien la aplasto.

Y un segundo después un sinfín de manos arrastrándose de la nada los obligaron a separase, su padre le estrecho la mano a su nuevo hijo de ley mientras que los formidables brazos de Linlin lo atrapaban a él en un estrangulador abrazo.

Una vez que el momento de la recepción llego, todos los invitados se acercaron a la pareja de recién casados para darles sus buenas vibras, el rostro de Katakuri se había mantenido en serenidad total mientras Ichiji hacia un gesto similar al de una sonrisa y asentía a cada palabra. Durante el banquete fue Linlin quien recito un discurso mientras Ichiji acunaba la cabeza en el hombro de su esposo y este le sostenía la mano. Eran tan maravillosos juntos, lástima que no era real.

Cuando volvieron a perderse la oscuridad había caído y sobre esa penumbra, alrededor de los muchos kilómetros de extensión, pequeñas luces titilantes relumbraban y se unían creando una especie de sendero, el aroma de la tierra bañaba sus fosas nasales y los susurros suaves se volvían adormecedores, dio un paso, después otro y se encontró dejándose transportar por sus pies mientras se frotaba los codos para minimizar el frio.

Una serie de maldiciones y quejidos lo hicieron levantar una ceja, sentada sobre el pasto sosteniendo en su delgada mano una linterna para alumbrar su lectura se encontraba una niña.

Tenía el cabello del mismo tono de Linlin, rosado y largo, hondeándose hasta su espalda, así como unos gigantescos y expresivos ojos que eran muy similares a los de Katakuri.

No había duda de que era su hermana e Ichiji se atrevería a decir que la más parecida a él, y a juzgar por su tamaño, era la menor de esa extensa familia. Su nueva familia.

Su vestido de holanes se balanceaba y ella fruncía el ceño tratando de pasar a contra del viento las hojas del libro. Mientras estaban cerca, fue que Ichiji se percató de que trataba de quitarse las lágrimas con el dorso de su mano de una manera agresiva.

Pero siguió de largo.

— ¿No vas a preguntarme que me pasa? — la aterciopelada voz lo hizo detenerse y suspirar con fatiga, pero arrastro los pies hasta ella y se sentó sobre una de las bancas de madera metálica, cruzando las piernas.

— ¿Y tú eres?... —pregunto sin interés, mirándose las uñas.

—Anana— respondió ella todavía con el ceño fruncido.

— ¿Y a ti te pasa?...

Le extendió su libro para lo que mirara de cerca, unos dibujos de feroces dragones estaban trazados en cada página, tenían ojos dorados y piel escamada. Pero Anana estaba molesta. —Flampe me ha arrebatado mis dibujos y me ha dejado estas lagartijas feas, el mío tenía princesas.

Ichiji aspiro aire con profundidad y un larguísimo gruñido escurrió de sus labios, le arrebato el libro con rudeza y se sentó cerca de ella, husmeándolo con ojo juzgón. Anana entorno los ojos y se inclinó a su lado, pegándose hombro con hombro con el pelirrojo. 

—No te pierdes de nada, las princesas son tontas y aburridas.

La niña se balanceo, haciendo un mohín con sus delgados labios.

—Los dragones son imponentes y poderosos, son demasiado geniales— Ichiji mascullo entre dientes, mirándola con recelo. —Solo una tonta preferiría a una princesa antes que a un dragón. Esa tal Frampe —que seguramente era otra de sus cuñadas— no sabe lo que dice.

Anana medito unos segundos, enmarcando su aniñado rostro en una mueca de seriedad e Ichiji volvió a suspirar perdiendo la paciencia.

—A tu edad todos mis hermanos peleaban por ser los caballeros, yo pensaba que era estúpido y al final me hizo más gracia ser el dragón. Eso me daba más poder, ¿sabes?

—Pero…al final los caballeros siempre matan al dragón— Anana frunció el ceño e Ichiji murmuro un escueto «Me da lo mismo»

Pero una sutil carcajada hizo que los dos alzaran las cabezas, e Ichiji sintió como el estómago se le revolvía. Stussy llevaba un precioso vestido aguamarina en corte sirena y los mechones rubios atrapados en un elegante recogido del que unos cuantos bucles dorados se escapaban y remarcaban sus distinguidos rasgos. Ella sonreía y en el momento en que sus ojos se encontraron con él, adquirieron un brillo irónico, trato de envolver sus delgados brazos en el marco de su esposo probablemente en una despedida y renuncia a todo lo que alguna vez compartieron, cosa que hizo que el alma le doliera al menos un poco.

Trago con fuerza.

—Anana, tienes que ponerte una chaqueta. — una mujer grito desde la entrada.

—Ya voy

—Anana, ¡Ahora!

— ¡Que ya voy! — rezongo mostrando los dientes, después se puso de pie y sacudió sus ropas. —Tienes razón, es por eso que Katakuri prefirió quedarse con el dragón antes que con la princesa. Los dragones son mejores.

El pelirrojo tosió con fuerza, sintiéndose ahogar mientras sus mejillas se ruborizaban de un tono más profundo que el de su cabello, la niña  soltó una ruidosa  risotada antes de irse y Katakuri levanto una puntiaguda ceja.

— ¡H-Hey! — chillo con el tono quebrado dirigido a Anana, quien volteo la cabeza con un gesto divertido, le guiño un ojo y le mando un beso.

— ¡Y no todos los dragones son lagartijas feas, algunos son muy guapos! — rio agitando la mano.

Y justo cuando se repuso del bochornoso momento vio a su padre y a Niji acercarse a él, Judge tenía los primeros botones de la camisa desabrochados y en su mano una copa de cava a nada de acabarse, también se tambaleaba ligeramente, en cambio su hermano mantenía una deliberada sonrisa y sus ojos resplandecían traviesamente. Su padre saludo amablemente a algunos hombres que lo felicitaban y siguió avanzando en su dirección.

Compartió una mirada de reproche con Niji, haciendo un ademan con el mentón.

«¿Lo estuviste vigilando?, ¿Cuándo ha bebido»

Niji capto el mensaje y se encogió de hombros. —«Es imposible y tú lo sabes»

El viejo Vinsmoke le rodeo los hombros en un abrazo e Ichiji se percató de que olía a canapés y que el olor a alcohol era más fuerte de lo que habría esperado, apretó su boca contra su oreja y le dio una palmada en la espalda.

También lo sintió sonreír, así que mentalmente se preparó para escucharlo hablar de lo orgulloso que se sentía de él como sucedía cada que hacía algo bien, pero no hizo aquello y en su lugar su fría y hosca voz le erizo los cabellos.  A causa de tantos años de seguirlo fielmente no pudo evitar negar la voz en su cabeza repitiendo de forma compulsiva, una y otra y otra vez. «¿Hice algo malo?»

— ¿Qué se supone que haces aquí? No seas estúpido y ve con tu esposo.

—No quiero ser asfixiante, hemos estado juntos mucho tiempo— su voz flaqueo a causa de la tensión.

Un atisbo de una risa, ronca y cínica fue emitida por el hombre adulto, quien meneo la cabeza de un lado a otro y le lanzo una mirada a Katakuri y a Stussy.

—Esa mujer es muy hermosa y encantadora, además de inteligente. —su gorjeante voz se enrosco en su cuello como una serpiente de cascabel. —Llena de encantos y dotes…Está a su lado, exquisita como si fuera la novia y tú el impostor, ¿no te da vergüenza eso?, solo vas a conseguir que esta noche, cuando el chico recueste su cabeza sobre su almohada no deje de arrepentirse de su decisión.

Después hizo un sonido de lamento y suspiro. —Hijo, realmente vas a tener que esforzarte tanto. — le miro con pena, como si fuera poca cosa. 

Esas palabras le dolieron más de lo que habría deseado. Y todo lo que había construido murió.

Judge lo estrecho con más fuerza y le revolvió el pelo cariñosamente antes de dejarlo. Niji dijo algo, pero a sus oídos se escuchó lejano.

—No le hagas caso, está demasiado borracho para ser coherente. —levanto las palmas. —Ah-ah, y no me culpes, él es un adulto, yo no soy su cuidador.

El pelirrojo aspiro una gran bocanada de aire y le dio la espalda a su hermano, tratando de lentamente calmar la ansiedad que esas ásperas palabras le habían causado.

Pero Niji no le dio tiempo ni de recomponerse antes de que se lo llevara arrastrando a las bordes del jardín, donde solo aquellos que querían privacidad huían, no había vaporosos lazos ni cintas de capullo como tocados, probablemente porque adornar un espacio que no se visitaría sería una pérdida de tiempo.

Si miraban fijamente entre los arbustos, las pequeñas luces de farol delatarían a las escoltas y todos los hombres que las integraban saltarían a la vista con sus ojos siempre al pendiente de ellos y de su seguridad. Varios de ellos ya mostraban su aburrimiento, la fatiga y el cansancio se reflejaba en sus rostros, lo cual era comprensible, nadie estaría encantado de pararse a vigilar a otros por tanto tiempo.

Había sido un gesto lindo que Reijiu —y Yonji, a quien había hecho cargar con todas las cosas— les ofreciera botellas de agua natural y bocadillos salados junto a una porción de pastel.

Niji hizo un sonido gracioso y le jaloneo la manga del traje. Estaba muy emocionado.

—Ichi, Bellamy está aquí— canturreo en voz baja.

— ¿Quién?

—La Hiena.

—Pensé que ese idiota estaba muy lejos tratando de volverse una persona civilizada— murmuro.

— ¡Está de regreso y mucho más estúpido que antes!

.

.

.

Si algo había sorprendido completamente a Sanji era la nueva persona que Bellamy era, tan distinto al brabucón de las bromas hirientes. Habían hablado de su familia y al parecer el de ojos chocolates vivía situaciones tensas con su padre y trataba de manera desesperada de hacer todo lo que estuviera a su alcance para tener un poco de su aprobación. Eso lo había calado tanto, porque le recordaba así mismo.

Según Bellamy el matrimonio de sus padres se había vuelto un completo infierno y no existía más la comunicación, a lo que las cosas empeoraron cuando Doflamingo conoció a Crocodile, la brillante mente detrás del bufete jurídico Baroque y su actual esposo, quién sugirió que para domar su carácter sería necesaria la disciplina extrema.

En el preciso instante en que estuvo a punto de quebrar con sus dedos la cascara de un maní la inconfundible y cantarina risa de Niji junto a las sarcásticas contestaciones de Ichiji, lograron hacerlo sentir un mal presentimiento, escucho como debajo de sus pisadas las delgadas ramas se rompían cada que avanzaban. Sus hermanos aún no habían notado su presencia; de hecho nadie lo había hecho, parecían estar in fraganti, tirados sobre el césped, fumando y bebiendo de la botella de Glenfiddich que habían hurtado mientras hablaban de banalidades y rellenaban sus copas aflautadas.

El rubio moreno se había desecho de su saco y había estado a nada de sugerir quemar su corbata, mientras que Sanji se había sacado los zapatos y hacia bromas sobre el agujero de sus calcetines.

«Oh, oh» susurro cuando se dio cuenta de que los ojos de Bellamy se iluminaron con interés cuando su nombre salió de los labios de Niji, pero su ceño se frunció rápidamente cuando el parloteo se desemboco.

—Ha estado con Sanji todo el día, parece una reunión de subnormales— se carcajeo fuerte y Bellamy sonrió incomodo, jalándose el cuello de la camisa.

—Niji, no estoy de humor para que me hables sobre ese fracasado, supongo que estoy feliz de que tengas a tu payaso de regreso. No sé ni que decir.

—Pero Ichi…

Sanji apretó los labios y los puños, pero cuando estaba a punto de pararse Bellamy puso la mano sobre su hombro e hizo una negación con la cabeza.

—Da igual Sanji, piensa frio, no me interesa.

Bell sonrió, pero el gesto no alcanzó a llegar a sus ojos.

—Hagamos esto Ni, yo iré a prepararme un trago lo suficientemente cargado como para embriagarme y cuando regrese me hablaras de tu amigo la hiena retrasada, ¿te parece? —puso la mano en su mentón. —¿Qué podría ser demasiado fuerte para adormilarme?

—Siempre has carecido de personalidad propia, ¿Por qué no me sorprende que quieras imitar a Judge?

Ichiji bufo ignorándolo. —¿Que tal algo de vino?

Sanji aplasto los dientes y se puso de pie con fuerza sosteniendo en ambas manos las copas llenas hasta el tope de whisky, y antes de que Bellamy pudiera detenerlo, sin previo aviso vacío el contenido sobre la cabeza de su hermano pelirrojo.

—No hace falta, podrías beberte esto. —Sanji sonrió agitando las copas para que hasta la última gota se derramara.

Niji se quedó con la boca abierta, apenas procesando lo que acababa de suceder, la honda respiración que Ichiji soltó al sentir el frio líquido deslizándose por su rostro, nariz y cuello, escurriendo por su impecable traje y manchándolo con horrorosas salpicaduras de un intenso purpura que estropeaban completamente su imagen, hizo que las escoltas levantaran las cabezas para prestar atención a la escena.

El pelirrojo abrió los ojos lo más que podía en una mezcla de horror y confusión.

— ¿Qué hiciste? — jadeo con fuerza.

—Yo…—Sanji miro su ropa y miro su copa, y también miro alrededor dándose cuenta de que esa era la boda de su hermano y que acababa de joderlo todo. Después miro los ojos grandes de Bellamy y trago más duro. —No voy a permitir que te refieras así hacia Bellamy.  Discúlpate. —fue firme.

— ¿Perdiste la cabeza? —Ichiji bramo sacudiendo las manos. —¿Quieres que yo me disculpe después de lo que acabas de hacerme? ¡Es mi boda Sanji!

—Ichiji, ahora no, no es el momento— farfullo Niji, quien observaba fijamente a los presentes. Las manos del pelirrojo, excesivamente juntas y tiesas como torniquetes, flaquerón.

— ¡Eres un estúpido! —  sus ojos aguaron y Sanji se quedó paralizado por la expresión tan devastada que tenía su hermano.

Ichiji rugió como un animal que está atrapado en una jaula y ha tenido suficiente. Por un momento lo vio apretar los labios y Sanji juro que se estaba desmoronando.

En su interior el mayor de los cuatrillizos sentía como estaba perdiendo el control de su cuerpo y otra energía, pecaminosamente bélica lo llenaba. Era como si construyera castillos y cada vez que se encontrara a nada de terminarlos, alguien viniera y los derrumbara frente a sus narices.

—Voy a matarte, voy a matarte maldita sea. —grito colérico, destrozado. —¡Eres un idiota! —casi perdió el equilibrio al dar un apresurado paso.

Y su frustración estallo como esas partículas encendidas que saltaban por el aire en un fenómeno luminoso que se llamaban chispas y que en secreto tanto le gustaban.

Sanji retrocedió por inercia.

Ichiji levanto la mano dispuesto a golpear con el dorso a Sanji, pero antes de tan siquiera poder tocarlo, unos fuertes brazos se aferraron en la parte posterior de sus hombros y lo envolvieron por completo.

— ¡No, no, no, Katakuri! —Grito histéricamente y pataleo de forma patética, los hombres de la guardia lo miraron y fueron las tres delanteras. Un rubio, un peliverde y un morocho quienes pusieron en control a sus subordinados. — ¡Maldición, no! ¡Viste lo que me hizo! ¿Dejaras que las cosas se queden así? ¡Suéltame! ¡Katakuri! ¡Solo mírame!

—Basta, Ichiji.

—Déjame despellejarlo vivo, voy a…

— ¡Dije que basta! — su expresión era dura y glacial, Ichiji continúo retorciéndose hasta que Katakuri lo volvió a mirar, esta vez de una forma tan frívola y concentrada que lo hizo estremecer. —Ahora.

—Katakuri, no…— sollozo haciendo un esfuerzo mayor para soltarse. —¡No es justo que él siempre pueda salirse con la suya! ¡Déjame!

Katakuri lo sostuvo mientras las palabras de Ichiji se volvían menos agresivas y optaban por ser rotas y casi suplicas porque lo dejara ir, pero los ojos carmines del Charlotte brillaron con un destello que resultaba demasiado pavoroso para quien se atreviera a meterse en su camino. «Ni una sola palabra de esto» decreto, y el policía de cabello verde asintió gravemente.

Lo arrastro hacia una de las habitaciones anexas, y una vez solos, Ichiji pego la espalda contra una columna griega y se impulsó, golpeando y arañando a Katakuri sin demasiado éxito, a ciegas. La sala estaba a oscuras e impedía que se miraran con suficiente claridad, el interruptor de luz probablemente estaba demasiado lejos como para buscarlo.

—Me arruino— susurro con la voz una octava más baja. Y por una fracción de segundo o menos los rasgos de Katakuri parecieron ablandarse como si temiera que fuera a hacerse daño, pero Ichiji no lo noto — ¡Se burlo de mí! ¿Por qué todos sienten que pueden pasar sobre mí?

—Deja de martirizarte, ni tu eres capaz de ponerte en el lugar de la víctima. No eres ninguna víctima, maldición. —Katakuri lo tomo de los brazos, enterrando sus dedos.  Ichiji dejo escapar un suspiro desgarrador y los ojos cobalto en medio de esa negrura resplandecieron como si en ellos descansaran débiles rayos.

— ¡No me estoy martirizando! — respondió indignado, convulsionándose de la rabia. Bajo la mirada y apretó los puños, pensando en que en cualquier momento caería al suelo y que tal vez ya no podía más con esto ni con nada. Solo era un cordero en la piel de un lobo.

Podía escuchar las notas agudas de un arpa a lo lejos, los sonidos apenas y disimulaban sus gimoteos, después a la melodía se le sumo el vehemente vibrante de un violín, acompañando la tonada con los rasos movimientos de sus cuerdas de metal.

—Estamos juntos ahora, deberías apoyarme, al menos tan solo un poco…

—No de la manera en que tú crees— sentencio con firmeza y el pelirrojo carraspeo. —Y mucho menos cuando sé que estas tratando de manipularme.

Odio con toda el alma que Katakuri fuera testigo de su miseria. Quería tragársela toda, digerir las sensaciones que lo hacían humano y simplemente dejar de sentir. Finalmente, sus piernas no pudieron aguantar el peso y cayó sobre sus rodillas, Katakuri estaba de cuclillas a su lado, sosteniendo sus muñecas.

«Estarías mucho mejor a lado de Sanji o de Stussy» lanzo una mirada dolida y se exalto cuando un atisbo de risa salió de los labios de Katakuri.

—Probablemente, pero prefiero el cabello rojo.

—Hice las cosas bien, todo estaba a punto de terminar como debía, yo estaba….yo estaba…hice todo bien.

Dejo de hablar súbitamente cuando las manos de Katakuri se ajustaron a cada lado de sus mejillas y jadeo de manera temblorosa antes de que estampara la boca contra la suya, y el Vinsmoke sintió que debía de ser irónico como el ataque de ansiedad se hacía más débil.

Sus lenguas se enroscaron, dando vueltas y vueltas, de forma paulatina, sin ser brusca; las grandes manos de Katakuri oscilaron sus caderas mientras él se acomodaba encima. Gimió con debilidad cuando la respiración fría de su esposo choco contra la piel tersa de su garganta y cerró los ojos.

Todo fue tan claro entonces.

Había al menos un millón de mariposas revoloteando dentro de sus entrañas, batían sus alas con tanta fuerza que probablemente ya habían destruido algo ahí dentro.

—No me sueltes…— pidió mientras se estrujaba con más fuerza contra él.

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.

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—Nunca lo había visto así…— Sanji susurro mirando atentamente el sendero por el que Ichiji y Katakuri habían ido.

Niji estaba en silencio y tenía los ojos rojos, jugaba con sus dedos con angustia. Era porque lo que lo unía a Ichiji era un lazo demasiado sólido, era su hermano, su amigo, su cómplice.

—Bien hecho Sanji, eres brillante— dijo ácidamente, aplaudiendo de forma sarcástica, se acercó a él señalándolo con el dedo. —¿Por qué siempre haces estas cosas? ¿¡Por que tiendes a arruinarnos todo?!

—No ha sido su culpa— Bellamy se puso adelante del rubio.

—Tú ni siquiera me hables— Niji grito molesto y volvió a enfocar la vista en su hermano. —Mierda Sanji, mierda.

Tanto Zoro como Marco y Jyabra tenían las bocas unidas en finas líneas de incomprensión.

Sanji trago saliva, las palabras se atoraban en su garganta. —Iré a hablar con él, tiene que calmarse.

—Tu no harás nada, el que va a ir soy yo.

Bellamy se puso en medio del dúo de hermanos. —No es una buena idea que vaya ninguno aun, esta con Katakuri, esperen a que las cosas se aligeren un poco.

— ¡No te metas en esto! — ladro Niji. —¡No es tu maldito asunto!

— ¿Ahora entienden por qué Smoker quería que estuviéramos aquí? Pobre sujeto, su cenicienta enloqueció durante el primer día de matrimonio. — Jyabra bromeo, pero la fría mirada de Zoro lo hizo callar.

—Ahórrate las bromas, ¿quieres? —susurro.

Para el peliverde todos los recuerdos volvieron y recordó la manera en que Sanji se había desplomado una vez, el chico no merecía pasar por lo mismo dos veces. Así que camino hasta donde estaba el grupo que continuaba la discusión, o al menos el chico parecido a Sanji lo hacía, porque el rubio estaba callado, tratando de ser invisible, Intercambio miradas con Marco y los enfrento.

—Ven conmigo— dijo, refiriéndose a Sanji.

La mandíbula del rubio se desencajo en el momento que lo vio, Bellamy le dedico una mirada malhumorada y otra vez trato de ponerse delante de Sanji protectoramente.

—Este asunto no te confiere, policía. — estrujo los dientes, molesto.

—Por favor— repitió Zoro, con una voz demasiado severa, dándole a entender a Bellamy que no quería que el inconveniente se hiciera más grande, pero que tampoco se iba a contener.

Niji cruzo los brazos, apretó las uñas en sus codos y no intervino.

—Dije que este no es tu maldito asunto, policía. —Bellamy repitió.

Sanji puso la mano en el pecho de su amigo, tranquilizándolo.

—Está bien, se quién es. Se lo que hago.

Notas finales:

¡Aqui estoy de nuevo! :D

 

Cada vez hago los capítulos mas largos, ¿De verdad alguien va a leer este pergamino? Ok ya, paro. A lo que voy…muchas gracias a quienes siguen leyendo esta historia y dejándome comentarios tan bonitos que me animan a continuar. A las KataIchi del fic solo les diré que el capitulo 11 será suyo. ..You know what i mean

 

 


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