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Mi novia y mi prometido por RedGlassesGirl

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Mi novia y mi prometido - Capítulo 3

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Asami llevaba un vestido simple, algo que había escogido ella misma, tras varios intentos de las sirvientas de entregarle algo extravagante y muchos rotundos rechazos. Era una pieza de ropa que encajaría mejor con una chica distinguida pero no necesariamente de familia noble, algo como una señorita de una familia de comerciantes.

Su ropa no llamaba la atención para nada, era todo el resto de ella lo que atraía la mirada de cualquier curioso que rondara los pasillos del castillo. Hasta ahora fueron unas pocas sirvientas, y más que nada soldados apostados en distintos rincones o gente de las cocinas que iban y venían de aquí para allá buscando ingredientes.

Pero que fueran hombres no quitaba que fueran chismosos.

—Entonces, estaría teniendo una duda, —comentó Wolfram salido de la nada.

Los tres adolescentes, que ya no estaban nerviosos pero no mucho más habladores, caminaban a la deriva con el aparato de Lady Anissina en mano.

Lo que Wolfram diría a continuación nada tenia que ver con eso.

—¿Cual?

—¿Qué?

Con el nudillo de su dedo indice sobre su linda barbilla, Wolfram observaba hacia el alto techo de piedra mientras lo meditaba un poco.

—Mm, bueno, estaba pensando... ¿cómo es que alguien del otro lado puede hablar el idioma mazoku?

Luego de una pausa, el rey abrió la boca para no decir nada relevante. — Esa es una muy buena pregunta, de hecho.

—Así que no tienes ni idea — suspiró el joven noble—, como siempre.

—Ey--...

—Yo también me lo estaba preguntando —dijo Asami— , me parecía raro que todos hablaran un perfecto japonés. Todo aquí se ve tan... Europeo. Así que entonces es otro idioma...

—No estamos en Europa. Pero es verdad, nadie aquí habla japonés. El día en que yo llegué hubo ese incidente cerca de la frontera... eso no viene al caso, la parte importante es que cierta persona jugueteó con mi cerebro y despertó alguna clase de memoria sobre el idioma en mi alma, o algo así.

—Pero me habías dicho que en ese otro mundo los mazokus y los humanos hablan el mismo idioma. —Comentó Wolfram.

—No es tan así, depende del país. Pero no existen esas clases de distinciones.

Fue en ese momento en que Yuuri se dio cuenta. La cara de shock de Asami mientras observaba el piso lo decía todo aunque ella estuviera en rotundo silencio. Puede que ese silencio también lo hiciera más evidente.

Nadie se había tomado la molestia de explicarle el rey de qué era él exactamente. Que no era uno de esos reyes cualquieras que te vas a encontrar en algún reino por ahí, sino que era el Maou, el rey de los demonios.

Antes de que Wolfram pudiera notar el intercambio de miradas entre ambos chicos, Asami tomó una vez más la delantera ante el mudo Yuuri. 

—Apenas salimos del agua me dolió terriblemente la cabeza. Pero fue raro, me recordó a cuando tocas a alguien y te dan una descarga eléctrica, pero de otra manera.

—¿Eso te pasó cuando me tocaste la herida en la cara?

—Supongo.

—Entonces fue Yuuri el que otra vez hizo algo increíble sin siquiera darse cuenta. No es nada raro.

El aludido rió incomodo y algo apenado, pero cuando tenían razón, tenían razón.

—Cambiando de tema —dijo Wolfram— , ¿qué es lo que vamos a hacer con esto? —preguntó señalando al aparato que tenía el joven japonés en la mano.

Parado entre ambos, Yuuri observó el aparato que se asimilaba mucho a un control remoto, sosteniéndolo con ambas manos. Asami y Wolfram se inclinaron a investigarlo por su cuenta, uno a cada lado.

No era mas grande de lo que fue alguna vez una Game Boy Pocket, pero no tiene pantalla, sino que en su lugar lleva un extraño muñeco. Si es que se puede llamar así al medio circulo con ojos desorbitados que apuntan hacia cualquier lugar, como un escarabajo de los que dibujaría un niño de jardín de infantes.

Bajo el pseudo animal caricaturesco, que de seguro haría muy popular una versión producida en masa entre los niños del reino, hay dos misteriosas perillas. Excitante y Raro. Pueden deslizar ambas a través de dos canaletas en lo que una flecha indica como mayor y menor.

—¿Raro? ¿Excitante? ¿Qué se supone que significa eso?

—Se supone que es un "buscador de aventuras", así que asumo son lo niveles de lo que deseas encontrar —dijo Asami. 

—Estaría más cómodo si supiera dentro de que parámetros de rareza o excitación nos estamos manejando.

Wolfram, que se mantuvo en silencio aun pensando, dejó de hacerlo y simplemente metió mano a los controles como se le dio la gana. Y sin dejar a ninguno de los otros dos chicos reaccionar, apretó la cabeza del escarabajo medio circulo amarillo, como si realmente estuviera segurísimo de que hacia.

—Vamos a acabar con esto rápido.

—¡¿Acabar con qué exactamente?! Y estás seguro de que es buena idea tocar tan despreocupadamente un invento de Anissina.

—Pero claro, Yuuri, no creo que tengas que preocuparte tan--

—Esta es una versión de prueba —aclaró el rey.

—...--ejém, n-no te preocupes por nada.

Ambos miraron en silencio fijo el aparato, como quien tiene una bomba en las manos. Pegada con adhesivo extra fuerte a las manos. Con medio cuerpo dentro de una ciénaga.

El sudor frío de ambos ante las palabras "aparato de prueba" pasó desapercibido por la invitada accidental de otro mundo. Hashimoto Asami incluso se atrevió a preguntar —¿Puedo sostener el control? — pero fue ignorada por completo.

No había manera de que Yuuri se lo diera a ella. Y menos que menos a Wolfram. Era demasiado peligroso.

Tras un rato de que no pasara nada, intentaron de nuevo apretar la bola amarilla o inspeccionar si tenia algún otro botón ademas de esos. Al final, terminaron por descubrir que dos toques rápidos es lo que lo activaba.

Los ojos desorbitados se enfocan de mejor manera y la bola escarabajo comenzó a girar con el ruido de un rulemán sin engrasar. Tras varia vueltas, observó insistentemente hacia un lugar en particular. Los tres adolescentes comenzaron a caminar.

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La primera había sido una pequeña niña que no viene a cuento. Luego una sucia ramera en la ciudad del placer y las aguas termales. Entonces, una mujer esclava encarcelada por crímenes sexuales según las leyes de los estúpidos humanos, al mismo tiempo que una embarazada que ahora se consideraba una mujer casada de bien, aunque con un cuestionable marido. Luego Flynn Gilbit, que aunque tuviera muchos peros, era dentro de todo la más digna habiéndose convertido en reina. La ultima era una inentendible jovencita de otro mundo.

Wolfram no necesitaba recordar el nombre de todas esas mujeres. Lo único que importaba era el nexo que compartían todas ellas.

Yuuri.

En el lado mazoku. Gisela. Su madre... E incluso Anissina. ¡Por favor!

Está bien. Podía aceptar que de entre las cinco primeras humanas, solo la ultima de este mundo de magia y espadas con el cabello platinado había logrado estrujar su corazón miedo. Aquella noche de cansancio, adolorido tras el torneo. Pese a sus cuantas copas demás, no le faltaban recuerdos de su desilusión mirando desde lejos con dos copas vacías en las manos.

Y luego, nunca sucedió. No importa como se miraron a los ojos, no importa las cosas que leyó en esa mirada de ambos. No sucedió. Por muchas razones o tal ve muy pocas, Yuuri decidió no enamorarse de ella.

Demasiadas cosas sucedieron luego, y recapitulando hasta la fecha, aquel momento había sido la prueba definitiva. El resto era historia. Desde aquella otra noche cuando su accidental prometido por primera vez dijo las palabras que se grabaron en su mente: estoy cansado de pretender”, las sabanas crujieron y Wolfram no necesitaba aclarar que lo había aceptado dentro de su cama y de su corazón sin un ápice de dudas.

Esa noche el rey había llorado.

La escena se repetía tanto en sueños como despierto de vez en cuando. Era triste, y a su vez añoraba aquel momento. Fue la conexión más importante que haya sentido en largo tiempo. Sino en toda su vida.

Y ahora, luego de haber estado tan seguro de que experimentar tantas cosas y madurar había sido bueno, helo aquí pensando y dudando si Yuuri había o no tenido sexo con esta chica.

¿De qué habían servido los desagradables amuletos de cabello de Günter, y esos rituales ya olvidados como traumas, si no podía soportar una decepción como esta con la cabeza fría? Porque eso era lo que la chica etérea y hermosa de otro mundo era, una decepción absoluta.

Cuando por fin pensaba que Yuuri y él tenían algo solventado, solido como la roca, una verdadera historia que no era producto de su demasiado activa imaginación... Pasaba esto.

En su interior, Lord von Bielefeld Wolfram estaba enardecido. La llama de la duda lo carcomía por dentro. Había recordado cosas que dijo Conrart hace tiempo, y otras tanta que el Daikenja había corroborado o desmentido sobre los japoneses. E incluso cosas que Yuuri le había contado en la intimidad o frente a otros.

Sea como fuere, no importa lo controlado que pareciera su temperamento exterior —¡ja, toma Günter que creías no podía ser discreto!—, estaba en caos interiormente. Todas las alarmas se habían activado en el momento en que la vio, y su corazón cayo a sus pies al instante que ella puso unos pálidos y delicados dedos sobre su mejilla.

Otra vez se vio proyectado a ser un tercero en discordia, un espectador a la distancia de una escena romántica salida del mas perfecto cuento. Ni sus poemas de amor podrían haber hecho justicia a eso. ¿Dos soukokus compartiendo un momento intimo como ese? Ni en las crónicas mas antiguas se le hubiese imaginado a nadie.

La mente hiperactiva e ilusoria del joven mazoku se dio rienda suelta al tener tiempo extra en silencio caminando por el pasillo. Sus dos acompañantes no prestaban mucha atención.

¿Qué podía hacer al respecto? ¡Esto era peor que el fiasco de Gwendal robando a su prometido hace tiempo!

La novela se desplegó en su mente cual capitulo fresco recién leído de un libro de tapa muy rosa. Había una puesta de sol y un caballo blanco que contrastaba con dos cabelleras negras... y el único papel que quedaba para él en esa historia de amor era el del ex amante abandonado estirando un brazo sin sentido a la distancia.

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—Wolf —susurró Yuuri con complicidad—, ¿necesitas ir al baño?

—¿Gu-nya?

Después de todas las caras que había puesto el chico del cabello color de la miel, no había otra cosa que el rey pudiera preguntar.

Yuuri levanto las cejas y le hizo un ademán con los ojos a modo de: “te cubro si es un tema delicado”.

—Te ves un tanto... ¿verde? Quiero decir, pálido. Y ya dijiste algo raro.

En el fondo, Yuuri se preguntaba que podría significar “gunya”.

—No quiero ir a ningún lado —contestó Wolfram de malas pulgas.

Tras un silencio y una mirada apreciativa, Yuuri dio el brazo a torcer. —Está bien.

Esa charla que se le avecinaba en privado parecía ser bastante dura.

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Como a Yuuri se le daba bien no hablar con las chicas, y Asami era una de esas raras mujeres que no se dan la vuelta y te dejan solo porque se sienten ignoradas, tenia tiempo para pensar mientras caminaban.

Aunque no era el más brillante de la clase, fue consciente de que Wolfram debía estar pasando por ese mismo raro momento de introspección que le da a veces a la gente. Así que no iba a seguir preguntándole si se sentía bien. Así y todo, volvió a mirarlo varias veces de reojo. Que estuviera parado a su lado izquierdo y no junto a Asami a su derecha era reconfortante. Su cerebro insistía bastante con esos detalles de repente.

Los castillos eran largos, nadie dudaba de ello, y por eso ninguno se sorprendió cuando al dar la vuelta en una esquina, hubieran al menos trescientos metros más que recorrer sin interrupciones.

Wolfram y una chica.

Yuuri ya tuvo bastantes problemas con él mismo y las chicas como para ahora tener que ponerse a pensar también en Wolfram y las chicas. O pensar en las chicas en general en este mismo momento.

El mayor problema de todos era que estaba seguro de que Wolfram no era uno de ellos. Es decir, a pesar de todo lo que pasó desde que se conocieron, él podía sentir que había alguna pequeña diferencia comparado con él mismo.

De hecho, hacia relativamente poco tiempo que le prestaba atención de verdad a esa voz en la parte trasera de su cabeza que se había pasado susurrándole constantemente desde que empezó la pubertad. Después de unos cuantos años con pensamientos entrecruzados, te empiezas a replantear si estas loco o si tal vez andas reprimiendo algo.

Y no, no era aquella voz de mujer o esa otra rara que antecedían a la explosión de majutsu conocida como Ue-sama. Esta era una voz más privada y demasiado familiar, demasiado parecida a la de él mismo.

Usualmente, el muy bastardo hacia peguntas sutiles y muy bajitas que quedaban rebotando en los tramos mas lejanos de su inconsciencia. Cosas como, “¿estás seguro?”, o esa maldita manía de agregarle un “tal vez” con tres puntos suspensivos a cada cosa con la que ya creia haberse decidido.

“¿Qué es normal?”.

Esa era la más jodida de todas. Él no tenia madera de filósofo como para entender eso. Rayos, ¡si apenas le dolía la cabeza tras quince minutos en la clase de matemática! Yuuri no era un chico que se pusiera a pensar las cosas profundamente. Pero era capaz de sufrir los temas complejos, especialmente si estaban relacionados a la aceptación social y la opinión del otro.

¿Quién no quiere ser aceptado? ¿Quién no quiere ser considerado “normal”? ¿Quién no quiere evitar que le tomen de punto, que le gasten bromas, que le pongan apodos, que lo tilden de raro, que le dejen de hablar, que boicoteen la clase para ignorarle? Él era capaz de sonreír incluso si le pasaba eso, pero no quería tener que soportarlo de poder evitarse.

Deja de ser el raro, consigue una novia, ten amigos en la escuela, no pienses tanto en béisbol...

La ultima era la única a la que se había negado a cambiar. Se iba a morir siendo un friki del béisbol, pero el resto de la historia iba más o menos así: te consigues una novia, te gradúas, consigues un trabajo, te casas, tienes unos dos hijos como mucho y disfrutas tu familia hasta que estos también se casan, tu linda nuera te cuida cuando seas viejo, y te mueres. Eso es lo que se esperaba de él, con más o menos protocolo japonés de por medio.

Incluso si era un rebelde social en otros aspectos e incluso si nunca iba a abandonar el béisbol, no importa lo que dijera la voz en las profundidades de su mente ni las dudas que tuviera, eso era lo que se esperaba de él y lo que tenía que hacer.

Wolfram lo había desbaratado todo por completo. Yuuri se había enfocado en sus ideales y hasta había intentado socializar con algunas chicas aquí y allá. Y entonces vino él y lo arruino todo por completo.

Para colmo, en este mundo era legal y nadie batía una pestaña al respecto. Intentó negarse a la idea en su momento, con la cabeza bien fría y buenos argumentos sobre la falta de amor, de no conocerse realmente, de que podría no haber química o ser la persona indicada. Y aun así... aun así...

Un corazón traicionero era lo peor que le podía pasar. Aunque pese a haber tenido dudas sobre si le gustaba tal o cual chico en el colegio, eso nunca había podido ser. Ja, incluso ahora era la primera vez que lo pensaba tan naturalmente sin andarse con rodeos incluso frente a su propia consciencia. Le habían gustado chicos. Sexo masculino. Jugadores de béisbol también, por supuesto, amateurs y profesionales, no discriminó mucho al respecto.

En algún punto se volvió un hipócrita y mentiroso, tenia una licenciatura en pretender y dejaba salir de su boca tantas mentiras como fuera posible. A ver si así de paso tal vez se creía alguna él mismo.

Y por otro lado revisaba páginas para adultos desde la cuenta de su hermano mayor y su padre con terror a no borrar bien los rastros que contenían demasiada testosterona.

Mentiroso. Tiempo pasado. Quería creer que ahora era un poco diferente.

En la ajetreada vida de Yuuri en este mundo, hubieron tentaciones femeninas reales de todo tipo. Mujeres maduras, como Cherie. Mujeres angelicales, como Gisela. Mujeres geniales y poderosas, como Anissina. Mujeres que representaban literalmente las tentaciones sexuales, como Izura. Mujeres jóvenes y lindas llenas de energía, de esas que les quedaría bien un uniforme de sóftbol, como Nicola. Y mujeres que reunían un poco de todas las cualidades y parecían perfectas para él... como Flynn. Ella era una buena mujer, una excelente mujer, probablemente la única que llegó a tomar tan enserio y con la que hubo alguna clase de conexión... y aun así... y aun así...

Yuuri había podido darse el lujo de no enamorarse, y resultaba patético pensar ahora en por que le confundió su falta de decepción al respecto en aquel momento. Ahora las cosas eran muchísimo mas claras, visto desde la distancia, todo era increíblemente evidente.

También se había sentido terriblemente estúpido al pensar en las cosas que le había contado a Murata y en lo paciente que era su amigo al no reírse de él, y encima tener el tacto suficiente para no ser rudo y simplemente decirle que era un idiota a la cara. ¡Si ni siquiera podía tener un sueño rosa con una mujer en él!

De hecho, uno de los sueños más completos de esa clase que tuvo fue cosa de esa almohada rosa de Anissina y... Wolf estaba ahí como flamante protagonista. Y Conrart también, santo cielo. Las cosas que había soñado esa noche, y las estupideces que hizo el día después... Si Wolfram había aguantado tanto, incluso su temperamento irracional, era de admirar.

Ni siquiera se conocían tan bien en ese momento, no tendría porque haber insistido tanto. E incluso así él siguió ahí a su lado, jactándose del compromiso, recordándole que era un hombre paciente, esperando, esperando.

Era inevitable que sucumbiera. Si ese chico era todos los pecados juntos que pudieran ofrecer. Y para colmo le sobró el tiempo y razones para enamorarse...

Pero Wolfram... Wolfram no era uno de ellos.

Wolfram era libre de esa clase de ataduras a diferencia de él, y de ser posible, Yuuri tendría que alegrarse de que enderezara sus ideas y consiguiera una linda chica con quien estar. Incluso si maldecía su suerte y tuviera que aguantar un corazón roto, tenia que alegrarse. Tenia qué.

Y aun así, y aun así... la furia de los celos se le clavaba en el pecho como una estaca de sangre. Un ultimo pensamiento, más allá de los celos, encontró lugar en la mente de Yuuri al ver a la chica junto a él.

Asami representaba lo que podría haber sido su normalidad en la Tierra, el ultimo paso para ajustarse a algo que había aceptado casi por completo hace tiempo, pero que al parecer aun le faltaba asimilar del todo.

No tenia realmente dudas al respecto.

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—¿Qué hacemos ahora? —preguntó Asami.

Habían muchas posibles respuestas filosóficas e introspectivas que ambos chicos podrían haberle dado, cada cual por su lado, pero se enfocaron en la realidad.

—No sé donde estamos.

—Es la torre del lado Sur del castillo. De seguro la has visto bien desde ese lugar en el techo donde siempre te andas subiendo.

—Ah, si.

El lugar privado del Maou. Que era menos privado que el patio de entrenamiento abarrotado de soldados y sirvientes, porque cada vez que a Yuuri se le ocurría subir ahí a pensar o andar enfurruñado, todos lograban encontrar una manera de terminar ahí con él.

—Pero nunca se me ocurrió venir, ¿qué es lo que hay ahí?

—No parece que esa puerta se pueda abrir. Si está prohibido no deberíamos ir. —Comenta con prudencia la chica.

—No se que es lo que hay arriba —aclara Wolfram— pero no está prohibido por ninguna razón en particular. O al menos no me han informado de ello. Asumo que tu tampoco, Yuuri.

Sin hacerle mucho caso al rey que negó con la cabeza, el noble forzó el pestillo sin tapujos y con un poco de fuerza extra las bisagras rechinaron y la madera hinchada se arrastró dejando una perfecta curva de polvo marcada en el piso.

El olor a humedad y aire viejo inundó el lugar, los escalones de piedra subían girando en forma de caracol en un espacio mucho más amplio del que los tres habían imaginado. Mientras el sentido de aventura aumentaba proporcionalmente al enloquecimiento del aparato en las manos de Yuuri, el rey avanzó detrás de su guardián rubio auto designado con Hashimoto a sus espaldas.

Mantenían fija la vista en el suelo, vigilando los irregulares escalones grisáceos desgastados, tropezando de vez en cuando por un mal calculo. De vez en cuando había una pequeña ventana calada en la pared por la que entraba más luz. Se encontraban a intervalos irregulares y estaban ubicadas del mismo lado que daba al vacío, la otra mitad de la torre se encontraba fusionada a la pared del castillo.

Sin poder disfrutar de los descansos como en escaleras normales, Yuuri se comenzó a agitar y aminoraron el paso cuando Asami también necesito parar. Era mucho más empinado y largo de lo que habían imaginado. Wolfram se detuvo tardíamente a observar desde arriba hacia atrás, sin mostrar tantos rastros de agitación como los otros dos chicos. Al parecer, mientras no hayan embarcaciones de por medio, la actividad física se le daba bien al ex príncipe.

Tras cierto esfuerzo e ignorar un par de puertas en el camino, que el ex príncipe más experimentado aseguró que seguro no tenían nada interesante, y que Yuuri igualmente abrió una para no encontrar nada, llegaron a la última de ellas en la cima.

La madera oscura se veía en mejor estado del que hubieran esperado, tampoco había moho creciendo en ninguna parte ni ningún otro rasgo natural de abandono. No estaba limpio, pero no parecía ser un lugar completamente olvidado. Al igual que la puerta de abajo y la del camino, esta se abrió con un sopetón del hombro de uno de los chicos. Wolfram dio un paso a dentro observando con cautela el piso.

Abriendo del todo la puerta y dándole una mejor mirada a todo, dejó la entrada libre para los otros dos a sus espaldas. —Está bien, parece que es seguro entrar.

—¿Qué es exactamente lo que esperabas encontrar de peligroso, Wolf? Parece una habitación normal para mi. De todos modos, ¿qué era esto, un depósito?

—Hump. No lo sé, pero me hago cargo de mi trabajo con seriedad, Su Majestad.

El Su Majestad molestó al actual rey, pero no tanto como otras veces. Se podría decir que lo había estado esperando, esa actitud mordaz de Wolf de cuando estaba profundamente enojado. No era momento ni lugar para sacar el tema.

—¿Son esas antigüedades? —preguntó Asami yendo hacia un rincón.

—No lo creo, parecen mas simples cosas en desuso.

—¿Y esto qué es?

Mientras Wolfram asumía el papel de anfitrión, claramente ignorándole, Yuuri agachó la cabeza y suspiró preguntándose si realmente se lo merecía y enfocó su interés en otro lado.

El lugar era tan amplio como su sala de estar en la Tierra, pero la pared se extendía en forma de medio circulo alrededor de un piso de madera tan oscura y vieja como la de la puerta. No habían tapices colgando de las paredes de piedra, ya que no debía ser necesario aislar el frío en un lugar donde no vivía nadie.

En todos lados habían distintos bultos apilados, algunas cosas estaban tapadas con gruesas telas cubiertas de polvo, otras al aire libre directamente sobre el piso cubiertos de una fina capa de color grisáceo blanquecino. Los tres ventanales del lugar tenían vidrio a diferencia de los simples agujeros que vieron al subir.

En el rincón contrario al que Wolfram y Asami conversaban —o más bien el chico se mandaba la parte frente a la chica a opinión de un receloso Maou— había una vieja armadura completa mal colocada en su soporte. La posición desgarbada hacia que el casco protector que se extendía hasta un cuello en forma de triángulo estuviera mal puesto. Yuuri tuvo la intención de acomodarlo, pero terminó por sacar la cabeza de su soporte.

Era mucho más pesado de lo que hubiera imaginado. Preguntándose como seria usar todo este set completo, observó el interior que presentó una limpieza lo suficientemente decente como para tener la mala idea de colocárselo.

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Continuará...


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