Observaba la ciudad de Fuego, era tan imponente y majestuosa, a lo lejos se veían las aldeas, los campos y el gran muro de lava que protegía nuestra gran ciudad de cualquiera que quiera invadirnos, desde uno de los balcones más altos que tiene el castillo Rojo, he tenido suerte de que mi habitación sea uno de los lugares más apartado del castillo, me encantaba el silencio y la paz que transmitían los pequeños gorriones con su canto, ellos eran los pocos amigos que tenía en ese enorme castillo, eran los únicos que me escuchaban.
-¿Que pasa amiguitos, hoy están muy inquietos?- y empecé a romper pequeños pedacitos del pan tirándolo suave al piso, lo saque de esa enorme cocina antes de subir a mis aposentos.
-Hoy no hay mucho que contar, más que todos andan locos como hace más de una semana, desesperados por el hecho de dejar todo ordenado para la llegada del amigo de mi padre el rey de Fuego, ha invitado al rey de Viento ya que no asistió a su boda hace 2 años. – una mueca de asco se presentó en mi rostro recordando con quien se ha casado mi padre, rompí otros pequeños trocitos de pan y volví a arrojarlos, los gorriones parecían tener hambre ese día.
-Mi padre dice que el rey de Viento es uno de los pocos hombres en los que confía y que es honorable y firme en sus convicciones, tiene un hijo el cual es heredero al trono de Viento y 3 hijas, la más pequeña de ellas solo tiene 12 un año menos que yo, y el príncipe de Viento tiene 14, ¿saben una cosa amiguitos? Me gustaría tener un duelo con el príncipe, seria todo un honor, pero si…. Ya sé, eso nunca pasara, ¿quién querría tener un duelo con una princesa no?-
Yo era más alta que las niñas de mi edad… al menos eso dice el Maestre Lion, un hombre de mediana edad encargado de enseñarme todo de la vida, tengo 13 años, pero he leído más que cualquiera del palacio rojo, me he perdido días en esa enorme biblioteca, siempre he sido una niña inquieta, peleo mejor con la espada que mi hermano, si tengo un hermano y somos gemelos, yo y mi suerte de ser igual al príncipe de Fuego me ha ayudado incontables veces al querer practicar con la espada o al salir a cazar con un arco, soy más príncipe de lo que es mi hermano, muchas veces pensé en que él debía ser la princesa con esos lloriqueos por los pequeños golpes en los entrenamientos o porque no le daban los dulces que él quería, yo siempre vestí como un príncipe no como una princesa, mi cabello es tan corto a los costados que no puedo agarrármelos y en el medio solo un poco más largo y cae hasta casi la oreja izquierda como un solo mechón de color rojizo que al contacto con el sol brillan como si fuera fuego verdadero, es lo normal los herederos hijos del fuego son de cabello rojo y ojos grises como la ceniza, así como los hijos de la tierra son de ojos verdes, cabello castaño y piel morena, se los reconoce de inmediato, así como a los hijos del agua con cabello negro-azulado y ojos azules oscuro como la profundidad de su Dios Mar, y los hijos de viento … bueno ellos son reconocidos por su extrema belleza, con cabellos rubios como el dios sol y ojos celeste claro su piel es blanca como la nieve misma, hufff si de algo estaba segura es que las ansias de conocer a las princesas más bellas de los 4 reinos se hacía más grande cada vez que el Dios sol moría y terminaba otro día.
Y así paso otro día, cuando el sol se convierte en una llama apagándose lentamente sé que es hora de ir a la cama y descansar.