-¡¿DÓNDE DEMONIOS TE METISTE?!
Un niño de apenas 5 años se tapaba su boquita para evitar que sus sollozos se escucharan, temblaba y no era de miedo sino de pánico, sabía que tarde o temprano lo encontraría y cuando aquello sucediera iba a lamentarlo.
-¡SAL DE UNA PUTA VEZ YESUNG!
Apretó sus labios y comenzó a negar con la cabeza, oía como los pasos de su padre se acercaban más a su escondite. El foco iluminó aquel cuarto pequeño, el silencio reinaba avisando que algo malo pasaría, un hombre de 25 años con apariencia deplorable observaba el lugar detalladamente, tratando de descubrir el sitio en el que su hijo se hallaba. Sonrío con arrogancia al descubrirlo, se acercó al único mueble y abrió las puertas de madera. Miró una manta que tapaba el bulto que hacía el mocoso que engendró, sin más preámbulos le arrebató su escudo, vio como las facciones de su “adorado hijo” se contraían a causa del llanto.
Tan delicado e indefenso que le causaba lástima.
-Por favor papi –susurró. –No me hagas daño
Pero lo único que recibió fue una mirada bañada en desprecio, sus progenitores lo odiaban y a su cortita edad él lo entendía a la perfección, lo único que no lograba descifrar era el porqué. Palideció en cuanto vio a su padre quitarse el cinturón y sonreír macabramente.
-No papi… no lo ha…
-¡Cállate!
Una bofetada fuerte lo hizo guardar silencio, un líquido espeso comenzaba a escurrirle de la nariz, no tuvo tiempo para comprobar que era sangre, unos dedos jalaron de sus cabellos azotándolo en el suelo de su cuarto.
-Más vale que ni grites o de lo contrario no volverás a hablar
Y lo sintió… sintió el metal frío tocar su espalda desnuda, no tenía ropa más que un cambio que estaba tendido en el patio trasero esperando secarse, había sido una mala decisión lavarla ese día. Pero aun así obedeció la orden que le dio su padre, aunque quisiera gritar sabía que no obtendría ayuda, su mamá lo ignoraría como las veces anteriores o en el peor de los casos, se molestaría y subiría también a pegarle.
Una y otra vez los golpes llegaban a su piel, reconocía que era su culpa, que él se había ganado aquella golpiza por romper el tazón de cerveza del hombre de la casa. Dolía demasiado, sus ojos al igual que sus pequeñas manos se cerraban con fuerza a cada golpe, ya no aguantaba, otro golpe más y se desmayaría, pero ya no recibió nada.
Levantó la cabeza, su padre respiraba entrecortadamente al igual que él, solo que por razones diferentes, uno por repartir golpes hasta el cansancio y otro por recibirlos.
-Espero que con esto entiendas que no debes tocar mis cosas
-… -no dijo nada, trataba de recuperar el aliento.
-Hmp… maldito niño
Caminó con dirección a la puerta, ya no soportaba seguir en ese lugar, compartir el aire con un ser que le arruinó sus planes, su vida. Antes de salir escuchó unos gemidos de dolor seguido de una pregunta que le provocó más rencor.
-¿Por qué tú y mamá me odian?
¿Cómo se atrevía a preguntar eso?
Bueno aquello realmente no importaba, él tenía la respuesta en la lengua.
-Porque naciste
Y tras esto abandonó la habitación dejando a un indefenso niño hecho pedazos.
-¿Por qué nací?