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Lo Que Somos - {Sarumi} por cravatnaitospain

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Anna tardó en reaccionar ante aquello.

 

La petición de Saru le pilló por sorpresa, pero, de todos modos, no le extraño. Ella fue la primera en mencionárselo en el hospital, y Misaki lo había vuelto a mencionar ese mismo día. Era un personaje enigmático que aparecía en las fotos, todos parecían admirarle y tenerle cariño… Pero, sin embargo, murió.

 

A pesar de su final trágico, ese personaje despertaba el interés de Saru. Quería saber más cosas sobre él… Y su historia.

 

Anna entendía eso, y no tardó en aceptar la propuesta de Saru. Se sentó en la cama e invitó a Saru a hacer lo mismo.

 

-        Siéntate… - le miró con una sonrisa. - Es una larga historia.

 

*****

 

Al día siguiente, Saru se despertó sintiendo un pinchazo en la cabeza. No había dormido demasiado, y la historia de Mikoto le había hecho reflexionar. Había sido mucha información de golpe, además con datos que no podía simplemente dejarlos pasar.

 

Se incorporó y miró hacia todos lados. Aunque ya había luz del sol, parecía demasiado pronto como para que hubiera alguien levantado. Instintivamente, miró hacia las escaleras que daban al sótano. “Así que Misaki duerme ahí”, pensó. Su curiosidad despertó de nuevo y fue bajando las escaleras hasta el sótano.

 

Sin embargo, no parecía estar allí en ese momento. Eso le dio tranquilidad y, a la vez, libertad para curiosear un poco a su antojo. El sótano, que tenía un sofá, una televisión, un pequeño baño y una modesta cama en una pequeña habitación le hizo preguntarse si de verdad era este el sitio donde Misaki dormía todas las noches.

 

Sus pensamientos se vieron interrumpidos al chocarse su pierna con lo que parecía ser un baúl un tanto extraño. Lo observó durante un rato y dudó si abrirlo o esperar a que Misaki apareciera por allí para preguntarle que había dentro.

 

Al final, la primera opción le pareció más tentadora y abrió el baúl, dejando de lado sus dudas iniciales.

 

-        ¿Qué es esto?

 

En él encontró un montón de trastos que, a su parecer, le parecían un poco inútiles. Había, sin embargo, otras cosas que le llamaron la atención. Vio un palo grande de metal, con dos extremos más gordos. Parecía un arma de lucha, y no parecía tener otra utilidad. También vio a continuación dos bates: uno estaba doblado y roto, mientras que el otro estaba casi nuevo, pero tenía bastante sangre seca. Se extrañó por eso y lo cogió con la mano para verlo más de cerca.

 

Al hacerlo, algo en su cerebro se activó. Por su mente pasaron un montón de imágenes confusas, en las que solo veía lucha, pero no tenía ni idea de quién (aparte de él) la protagonizaba. Lo que sí que estaba seguro es que se llevó un buen golpe y la visión se tornó oscura. A continuación, sintió un dolor agudo y penetrante en el cerebro, que le hizo soltar el bate de inmediato. Se llevó la mano a la cabeza y comenzó a hiperventilar mientras esperaba a que se le pasara.

 

El dolor fue menguando poco a poco hasta que desapareció. Se repuso un poco y reflexionó sobre lo que acababa de pasar. ¿Qué era lo que había visto? Decidió que la mejor forma de encontrar respuestas a ello era cogiendo el bate de nuevo, así cabía la posibilidad de volver a recuperar esas imágenes. Pero para su sorpresa, dichas imágenes no volvieron a surgir. Ni siquiera volvió a sentir el dolor de cabeza.

 

Ante esa incógnita, se quedó analizando el bate ensangrentado sin soltar todo lo demás. No se dio cuenta ni siquiera que alguien había entrado en la habitación.

 

-        ¿¡Que haces!?

 

El grito hizo que se le cayeran todas las cosas que tenía en la mano. Se giró para ver a Misaki acabado de salir de la ducha, con su ropa habitual (pero sin su gorro) y con una toalla en sus hombros. Su expresión era enfadada, bastante más que de costumbre.

 

-        P-perdón. - titubeó Saru, nervioso al verle. - Solo me levanté y… Bueno, no había nadie despierto…

-        ¿Y eso te da derecho a bajar a aquí y a cotillear todo sin mi permiso?

-        N-no…

-        Te voy a enseñar una de las normas más importantes de HOMRA: Nadie toca mis cosas. ¿Entendido?

 

Asintió mientras Misaki cogía todas las cosas que se le habían caído al suelo. En cuanto cogió el bate, cerró los ojos suspirando.

 

-        Ese bate… ¿Hay algo especial en él? - le preguntó Saru.

-        ¿Qué quieres decir?

-        Al tocarlo… me han venido una especie de recuerdos.

-        ¿¡Eh!? - le miró perplejo. - ¿recuerdas algo?

-        No mucho. - negó con la cabeza. - Solo… Había una lucha, y… Recuerdo la sensación de darme un buen golpe… Luego, todo se volvía negro…  Y justo después de eso me dieron unos pinchazos en la cabeza… Y eso es todo.  

 

Misaki suspiró de nuevo, mientras negaba con la cabeza.

 

-        Oye… - comenzó a decir Saru. - ¿porque tienes dos bates?

-        ¿Y qué más da?

-        Solo quería saberlo. – se encogió de hombros. – No entiendo porque guardas dos bates, uno destrozado y el otro ensangrentado, cuando tienes un palo.

 

Misaki suspiró. Parecía resistirse a contarle la verdad, pero sabía que había llegado el momento de hacerlo. Cogió el primer bate y se lo mostró mas de cerca.  

 

-        Este era mi más preciado tesoro antes… Pero lo usé demasiado al parecer. Se me rompió poco después de la muerte de Mikoto.

-        ¿Y eso por qué?

-        estaba lleno de rabia y la pagaba con todo el mundo. - le miró. - Incluso alguna vez te golpeé con el sin venir a cuento.

-        Ese tipo de peleas… ¿era normal en nosotros?

-        Lo raro seria que no lo hiciéramos. -suspiró. - Pero se rompió definitivamente cuando HOMRA estuvo a punto de desaparecer. 

 

Saru asintió. Recordó algo en relación a la casi disolución de HOMRA cuando habló con Anna la noche anterior.

 

-        Entonces pasaron unas cuantas cosas… Y Anna se convirtió en nuestra nueva reina y empecé a usar este palo. - dijo mostrándole el palo de acero que tenía en su mano.

-        Y… ¿El otro bate? 

 

A través de su expresión, Saru pudo entender que el bate ensangrentado era un tema que Misaki no había podido superar aún.

 

-        Olvídalo… No hace falta que me lo cuentes si no quieres.

-        No… Da igual. Te hubieras enterado de todos modos.

 

Dejó el resto de los objetos en el sofá excepto el bate ensangrentado.

 

-        Este… es el responsable de tu amnesia.

-        ¿Q-Que?

-        ya te he dicho antes que tú y yo peleábamos mucho. ¿no? - suspiró. - A pesar de tener ese palo, yo… Quería tener otro bate, y me hice con uno nuevo, con la idea de usarlo solamente para pelearme contigo.

-        no entiendo nada… O sea, ¿solo lo usabas para luchar conmigo? Pero… ¿Por qué?

 

Misaki le dedicó una media sonrisa.

 

-        Quería ponerte las cosas fáciles. Soy mucho más fuerte que tú y no quería abusar de ti con mi fuerza.

 

Saru frunció el ceño, no se creía lo que le decía.

 

-        Apuesto a que es mentira.

-        Cuando quieras te lo demuestro.

 

Una extraña sensación de nostalgia, causada por esa conversación, invadió a Saru. ¿Era posible que, a pesar de no recordar nada, sintiera la extraña necesidad de pelearse con él? empezó a pensar que la conexión que les unía a ellos dos era algo más profundo que lo que se imaginaba.

 

-        Entonces, ese bate… ¿Fue el que me causó el accidente?

 

La expresión de Misaki se oscureció de golpe.

 

-        Si… Nuestra pelea fue más fuerte que de costumbre y te lancé contra un muro de hormigón… Este se derrumbó encima tuyo y te quedaste inconsciente.

 

Saru, inconscientemente, se rascó la nuca.

 

-        Es extraño… Hablas de mí, pero siento como si le hubiese pasado a otra persona.

-        ¿Qué quieres decir?

-        Yo ahora… no me veo capaz de luchar contigo. y menos en una lucha de tal magnitud…

-        El accidente te cambió. - dijo simplemente, - Ya no eres el mismo Saru que conocimos todos. Tu personalidad, tu forma de hablar, tus expresiones… - Sus ojos se fueron hacia su clavícula izquierda.  - Tu marca…

 

A Misaki casi se le sale el corazón del pecho al darse cuenta de que había mencionado algo que él mismo se juró no volver a hablar más de ello.

 

-        ¿Qué marca?  - Se dio cuenta de donde miraba y se descubrió esa parte de la camisa. - aquí no veo nada… ¿Seguro que aquí había una marca? ¿Cómo era?

-        Como esta.  

 

Misaki también se descubrió la camisa y dejó ver su marca de HOMRA.

 

-        Todos los miembros de HOMRA tenemos una igual. La tuya sin embargo te la intentaste borrar cuando te fuiste de aquí… Pero no lo lograste del todo y solo conseguiste quemarla un poco.

-        Pero... aquí no hay nada. Ni una marca entera, ni una quemada… - se tocó la zona con la yema de los dedos. - Ni siquiera… La textura es diferente.

-        La había. - contestó Misaki de forma tajante. - Pero… Desapareció.

-        … Cuando tuve el accidente. - dedujo Saru. - ¿Es eso?

-        Sí.

 

Se quedaron en silencio. Ninguno de los dos sabía que palabras decir para librarse de ese ambiente tan tenso que se había formado.

 

-        ¿hay algo... que pueda hacer para remediarlo?

-        No… No es necesario. No es tu culpa…

-        tampoco la tuya.

-        ¿Pero qué dices? - le miró con incredulidad. - ¡Te he dicho que sufriste el accidente por mi culpa!

-        pero también me dijiste que eso lo hacíamos habitualmente. ¿no? Si lo hemos hecho habitualmente, algo tuve que hacer mal yo para acabar malherido.

 

 Saru pronto se dio cuenta de que era inútil continuar con la conversación, ya que no iba a sacar nada en claro. Sonrió de medio lado.

 

-        Olvídalo, ¿sí? - se fue hacia las escaleras - ¿Podemos ir a arriba? tengo hambre y no he comido nada aún.

 

Empezó a subir las escaleras mientras Misaki le miraba desde abajo.

 

-        Saru… - dijo para sí mismo. - ¿Qué te ha pasado?

 

*****

 

La mañana avanzó lentamente para Saru… Más que el día anterior, su primer día allí. Había sobrevivido las primeras 24 horas en aquel extraño local lleno de gente aún más extraña. Sentía comodidad y al mismo tiempo vez inseguridad. Como si encajara y a la vez no entre todas esas personas.

 

Anna se levantó y conversó casi toda la mañana con él, mientras que Misaki estaba algo más apartado, absorto en sus pensamientos sin dejar de mirar de reojo a su amigo de vez en cuando. Pensaba en la conversación que habían tenido esa misma mañana y en los significados ocultos que podía tener. Meditaba también sobre los pasos que debía seguir a continuación, que podría hacer para arreglarlo todo y que Saru volviera a la normalidad.

 

No había llegado a ninguna conclusión cuando, bien avanzada la tarde, se dio cuenta que volvían a estar solos en el bar. Kusanagi se había ausentado un momento para comprar la cena, Anna se había retirado a su habitación a la espera de la cena, y el resto ya se había marchado. Se habían quedado ellos dos solos… De nuevo.

 

Misaki, que estaba en el sofá mirando su teléfono móvil, parecía no estar prestando mucha atención a Saru, el cual divagaba por la tienda como el primer día. Sin embargo, su paciencia pareció agotarse cuando suspiró y dejó a un lado su móvil.

 

 

-        Oye. - el tono de Misaki denotaba también una pizca de irritabilidad.

-        ¿Q-Que? - se sobresaltó. - ¿Que he hecho ahora?

-        Deja de dar vueltas por el bar. Me pones nervioso.

-        Pero ¿y qué hago sino?

-        Lo que quieras. Pero al menos no te pases el rato mirando las imágenes de la pared, ¿quieres?

-        Pero… ¡Tengo curiosidad!  - volvió a mirar las imágenes. - Estos somos tú y yo, ¿No? tengo curiosidad porque básicamente no sé prácticamente nada de ti y de mí… Y tú no pareces querer contármelo… Por eso tengo que buscar respuestas en esas fotografías.

 

Misaki suspiró, molesto.

 

-        Haz lo que quieras.

 

De repente, y sin esperárselo, la puerta del bar se abrió. Saru se sobresaltó, no se había acabado de acostumbrar a esa campanita que sonaba cada vez que entraba alguien. Se acercó a la puerta, curioso por quien acababan de entrar, mientras que Misaki ya había adoptado una actitud defensiva.

 

Ante él tenían a un hombre alto, con gafas y con un peinado que en ocasiones podía recordar al suyo propio. Su uniforme era azul y tenía una espada del mismo color atada a la cintura. Tenía una sonrisa un tanto soberbia, que se incrementó al ver a Saru.

 

-        Por fin nos vemos, Fushimi. - hizo una pequeña reverencia para después volver a mirarlo. - No me recuerdas, así que me presentaré: Me llamo Reisi Munakata. Soy el jefe de SCEPTER 4, el Clan Azul… Y también tu rey.

 

Tragó saliva en cuanto escucho eso. “Así que es él…”, pensó. Recordó todo lo que le habían contado de él, sobre todo lo relacionado con ese misterioso hombre llamado Suoh Mikoto. Lo examinó brevemente mientras pensaba que como un hombre que parecía tan serio y sereno podría haber cometido un acto tan atroz.

 

-        Vamos, no me mires así. ¿Es que no te han hablado de mí?

-        Vete. - le interrumpió Misaki con dureza. - No pintas nada aquí.

-        Suponía que dirías eso, Yata Misaki. - sonrió con esa soberbia que le caracterizaba. - Pero tanto tú como el resto de tu clan sabéis que lo que hice fue lo que Mikoto realmente deseaba. Pero… - su mirada se volvió más fría de lo normal. - Ojalá… no lo hubiera tenido que hacer.

 

Aunque su arrepentimiento aprecia sincero, Misaki no se lo acababa de creer. Tal y como Saru, o como el propio Munakata intuía, haría falta más que una simple disculpa y una explicación para que Misaki le perdonara definitivamente.

 

-        ¿A qué has venido?

-        Solo he venido a ver cómo estaba Fushimi. Es un miembro de confianza de mi clan, y como su rey, me preocupo.

-        ¡Ja! - se burló Misaki. - ¿Dónde estabas cuando estaba inconsciente?

-        Vine a visitarlo, aunque tú no lo creas.

-        ¿¡Me tomas por tonto!? - Misaki estaba encendido de la rabia de nuevo. - ¡Yo estuve a su lado todo el tiempo! ¡YO! - le señaló con el dedo, acusándolo. - ¡Y no te vi ni una vez!

-        No te hagas el duro. Aunque estuvieras las 24 horas junto a su cama, en ocasiones también te quedabas dormido. Yo aparecí en esas horas, en las que tú dormías y en la que no había absolutamente nadie. Mi objetivo evitar enfrentamientos innecesarios como este.

 

Saruhiko observaba este enfrentamiento desde la distancia. Podía intuir que, a pesar de todo, su “rey” estaba realmente preocupado. Por ese motivo, se había presentado en el territorio del clan enemigo a pesar del riesgo que eso conllevaba. La enemistad que se creado con Misaki y con otros miembros de HOMRA era un hecho que debía tener en cuenta antes de presentarse allí.

 

-        Bueno, no importa. - Munakata suspiró con una sonrisa. - No pasará mucho tiempo antes de que vuelvas a SCEPTER 4.

 

Saru y Misaki se sorprendieron por sus palabras.

 

-        ¿¡Pero que estás diciendo!? - Misaki se había vuelto a encender. - ¿Como que tiene que volver?

-        Ese fue el trato al que habíamos llegado ¿No? Fushimi debía regresar a su “lugar de origen” para intentar recuperar sus recuerdos o al menos recuperarse del trauma. Y en cuanto ya estuviera en condiciones, debía volver a SCEPTER 4 cuanto antes.

-        ¿¡Pero que no ves que no está bien!? ¡Sigue teniendo amnesia!

 

Munakata le lanzó a Misaki una de las miradas más duras que pudo encontrar.

 

-        No puedes protegerle siempre… en algún momento se recuperará, lo recordará todo y comprenderá que este no es su lugar. Y cuando antes lo entiendas, mejor.

 

Mientras que Misaki frunció el ceño y apretó los dientes, Saru no pudo evitar dar un paso atrás. Estaba algo asustado, había algo que le empujaba a alejarse de él.

 

-        Solo voy a recordarte una cosa: En cuanto estés bien, deberás volver a SCEPTER 4. Es tu obligación.

 

Se giró y se fue por la puerta con la misma elegancia con la que había venido.

 

-        ¿Que… acaba de pasar?

-        Olvídalo... mejor que no te acerques a ese tipo.

-        En algún momento tendré que hacerlo. En algún momento tendré que volver...creo.

-        … ¿vas a irte?

 

El tono de Misaki era duro, pero también había una pizca de dolor en él.

 

-        No es que quiera… pero ya le oíste, ¿no? Es mi “obligación” ... Es mi rey y tendré que ir… Supongo.

-        También era tu obligación quedarte aquí y nos traicionaste y te fuiste con ese tipo…

 

Saruhiko suspiró. Estaba molesto por esta conversación, sobre todo por el hecho de que ya habían hablado de ese tema el día anterior.

 

-        Cállate. No puedo responder a eso si no lo he vivido.

-        ¡Sí que lo viviste! - se levantó de la silla. - Solo que no te acuerdas.

-        ¿Y qué quieres que yo le haga? Ni siquiera recuerdo como me pasó el accidente.

 

Aquello le afectó a Misaki más de lo que él admitiría nunca. Había intentado olvidar todos esos sentimientos, pero todo había vuelto de muevo. Se sentía ahogado por la culpabilidad y no podía remediarlo. Agarró con fuerza a Saru por el cuello de la camisa.

 

-        No te vayas. No… - agachó la cabeza, no quería que Saru viera su rostro. - No es justo…

-        ¿No es… justo?

-        ¡No es justo que te vayas después de haber preocupado a todo el mundo de esta forma!

 

Saruhiko sonrió de forma sarcástica.

 

-        ¿Preocupar, dices? ¿porque debería preocuparos a vosotros, cuando fuiste tú mismo el que me dijo que os había traicionado?

-        Tienes que quedarte… para reparar todo lo que has hecho en el pasado.

-        Misaki…

-        Por favor… - alzó la cabeza. - ¡Por favor!

 

Por primera vez desde que Saru había llegado a allí, sus miradas se comunicaron. Los ojos de Saru desprendían inseguridad, miedo y un pequeño y confuso sentimiento que le ordenaba seguir estando allí, con esa gente. Mientras que los ojos de Misaki rebosaban dolor, rabia y un deseo que crecía cada vez más dentro de él. Sus corazones latían con fuerza y casi al unísono. Algo les estaba pasando... y no sabían lo que eran.

 

-        Dame un solo motivo por el que deba quedarme a aquí. 

 

Los segundos posteriores se volvieron los más extraños. Saru pestañeó y, cuando quiso darse cuenta, tenía a Misaki a escasos milímetros de él. Sus labios se rozaron y provocaron en él una sensación de cosquilleo. Sus mejillas se volvieron de un tono rosa suave. Estaba sorprendido y avergonzado, pero no parecía haber una sensación de rechazo. Estaba más bien confuso.

 

La reacción de Misaki no fue muy diferente. Se separaron y se miraron dando un suspiro, mientras intentaban controlar los latidos de sus corazones.

 

-        ¿Que… acabas de hacer?

 

Misaki escondió la cabeza en el pecho de Saru mientras respiraba con profundidad.

 

-        No te vayas… Te lo pido por última vez…

 

Su voz era baja y temblorosa, como si quisiera echarse a llorar en cualquier momento.

 

-        Misaki, por favor… - le apartó con suavidad. - Sabes que… tendré que hacerlo.

 

Misaki se alejó de él. Estaba enfadado, pero a la vez dolido. Había demostrado su debilidad y herido su propio orgullo delante de alguien al cual consideró su enemigo durante un tiempo.  Estaba rojo como un tomate, pero eso no le importaba. Eso era lo único que se le había ocurrido para intentar que Saru no se fuera de ahí. Había mostrado unos sentimientos que llevaba escondidos dentro de su corazón y que él mismo había bloqueado durante años… y todo para que su plan se fuera al traste.

 

Le dio la espalda, intentando controlar el cúmulo de sensaciones que tenía en ese momento.

 

-        Ni se te ocurra decirle esto a nadie… O te juro que tú y yo volveremos a como estábamos antes de tu accidente.

 

A Saru le dio un pinchazo en el corazón. Le dolía tanto pensar que en algún momento ellos podrían llegar a odiarse… Que no podía evitar que se le revolviera el estómago.

 

Ambos estaban tan ocupados intentando controlar esos sentimientos que les pilló desprevenidos el sonido de la puerta abriéndose.

 

-        ¡Buenas!

 

Kusanagi había entrado en el bar todo cargado de bolsas. Se fijó en la expresión de ambos extrañado.

 

-        ¿ocurre algo?

 

Misaki se giró sin contestarle. Saru observó cómo se fue y luego volvió a mirar a Kusanagi sin saber muy bien que decir.

 

-        Hemos… discutido. Creo.

 

La sonrisa de Kusanagi le daba a entender que eso era más habitual entre ellos dos.

 

-        Te pasará a menudo. Sobre todo con Yata-chan.

 

Saru asintió. Presintió que lo que acababa de pasar le llevaría más de un problema.

 

*****

 

Los días pasaron y todo se volvió más tenso. Solo Saru y Misaki sabían que había pasado, por eso el hecho que tuvieran que disimular y hacerles ver al resto de miembros que no pasaba nada era complicado.

 

Los roces y la tensión que tenían durante esos días parecían pasarle factura a Saru, puesto que cada día se encontraba peor, y con una angustia en el pecho que no le dejaba hacer vida normal. Hacía días que había perdido el apetito, lo que preocupó mucho a todos, sobre todo a Misaki. Intentó hablar con él, pero todos esos intentos acababan en peleas, lo que le hacía empeorar.

 

La presión pudo con él y, un día, después de haberse ausentado en la cena y haberse encerrado en su “habitación” (la cual habían preparado muy de improviso), se le empezó a nublar la vista. Tenía las piernas débiles, pero, aun así, hizo un esfuerzo sobrehumano por mantenerse en pie. A pesar de ello, se iba doblando y tumbando en el suelo progresivamente a medida que pasaban los minutos.

 

Una vez que ya sintió el contacto del frio suelo en su mejilla, sus ojos se oscurecieron y perdió la consciencia.

 

 

 


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