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Lo Que Somos - {Sarumi} por cravatnaitospain

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Pocos días después, Saruhiko recibió el alta. Aunque no mejoró demasiado, ya que sus recuerdos no habían vuelto en absoluto, los médicos consideraron que podía hacer vida normal. Pero no sabía quién era cuando se miraba en el espejo, no recordaba los rostros de todos los nombres que le habían mencionado en el hospital... 

 Le vino a la mente la imagen de esa niña rubia de pelo largo y vestido rojo. Sus ojos iban a juego con su vestido, y su piel era blanca como la nieve. En lo poco que había aparecido le transmitió inocencia, dulzura, madurez... Demasiadas cosas para una niña de esa edad, pensó. Le dio la impresión que sobre los hombros de esa niña pesaba una gran responsabilidad, pero no tenía ni idea de lo que se trataba. También recordó que le preguntó por alguien en concreto. 

 

 "Suoh Mikoto"... 

 ¿Quién era esa persona? ¿Y porque a esa niña parecía importarle tanto? 

 

 *****

 

 - ¡Me niego! 

 Los ojos de Misaki estaban rojos de rabia. 

 - Yata-chan, ya oíste al médico. - Kusanagi intervino para intentar suavizar la situación. - Están intentando que Fushimi recupere la memoria pero no ha habido avances, por lo que sugieren que pase un tiempo en el sitio donde comenzó todo para él. - suspiró agotado. - Y ese sitio es HOMRA, te guste o no. Y tenemos que aceptarlo... Por el bien de Fushimi. 

 "por el bien de Fushimi"... 

 Aunque no quisiera admitirlo, Misaki estaba realmente preocupado por Saru, lo que hacía que una parte de él quisiera tenerlo a su lado en estos momentos tan difíciles... Pero su orgullo se lo impedía. 

 Le dio la espalda.

 - Haced lo que queráis. 

 

 ***** 

 La puerta se abrió horas después, y Saru entró en el bar por primera vez en mucho tiempo... Aunque él no era consciente de ello.

 - Bienvenido a HOMRA, Fushimi. 

 Saru se puso la mano en el pecho. Aunque no recordara nada de ese lugar, por algún motivo se le había acelerado el corazón al entrar. La sonrisa de Kusanagi era cálida y tranquilizadora, quería calmar el nerviosismo de Saruhiko haciéndole más fácil estos momentos. 

 - Vosotros... ¿Estáis aquí siempre? 

Saru no dejaba de mirar a todos lados, examinando cada rincón con sus curiosos ojos.

 - Si, esta es sede de HOMRA. - le contestó. - La mayoría no vivimos aquí, pero este es nuestro lugar de reunión. 

 - Oh... Entiendo. 

 En ese momento Saru era como un niño que había entrado en un lugar nuevo y cotilleaba todo lo que podía. La mayoría de los miembros de HOMRA no podían dejar de observarle mientras pensaban que, efectivamente, la persona que tenían delante no era Fushimi Saruhiko. El accidente le cambió por completo y eliminó de su interior cualquier ápice de su personalidad.

 Kusanagi suspiró. 

 - ¡Ah, sí! - miró a Misaki. - Yata-chan, ¿porque no le enseñas el resto del local? 

 - ¿¡Eh!? ¿Por quién me tomas? 

 - ¡Vamos, vamos! No te lo tomes así. Tú y Fushimi sois buenos amigos, ¿no es así? 

 - ¿¡Que!? 

 - ¿Ah... si? - Saru parpadeó, perplejo. - ¿Es eso cierto? 

 Estaba confuso. No parecía que ese chico del gorro y él tuvieran una buena relación. Sin embargo, recordó el momento del hospital, cuando le dijo que no le reconocía. Podía detectar perfectamente el dolor reflejado en sus ojos. No parecía que se llevaran bien, pero sí que vio verdaderos sentimientos escondidos en su interior. 

 Mientras se perdía en esos pensamientos, Kusanagi seguía molestando a Misaki de esa forma. Conocía la relación que mantuvieron ellos dos antes de que llegaran a odiarse, conocía cuanto podía fastidiar a Misaki con este tema y, sobretodo, jugaba también con el hecho de que Saruhiko no recordaba nada de nada, y era tan vulnerable que cualquier cosa que le dijeran en ese momento, él podía creérselo. 

 Sin saber cómo, eso acabó en una discusión tonta entre Misaki y Kusanagi. Saru esbozó una media sonrisa mientras pensaba que el lugar donde había ido a parar no era tan malo después de todo. Se preguntó si realmente llegó a pertenecer a este lugar, o solo lo habían invitado como una muestra de amabilidad. 

 Decidió apartar esos pensamientos tan negativos de su cabeza, no era el momento de pensar en ello. Además, estaba en un sitio nuevo en el cual todo parecía brillar con luz propia. Sus ojos se fueron hacia otras zonas del bar: las lámparas, los sofás, la decoración... Se movía por el espacio sin que nadie percatara de ello. 

 Se dieron cuenta, al acabar esa discusión inútil, que Saruhiko ya no estaba junto a ellos. Se había sentido atraído por las fotos que habían colgadas en la pared, no paraba de mirarlas.

 Anna se había acercado a él y le miraba con una media sonrisa. 

 - Todos estos... ¿Sois vosotros? - preguntó Saru. 

 - Si. - asintió. - Aquí estamos todos los que formamos parte de HOMRA... Y algunos antiguos miembros. 

 Esa última parte de la frase fue la más dura para Anna. Saru se dio cuenta de eso, e instintivamente, buscaba a alguien que no estuviera presente en el bar pero sí que saliera en las fotos. 

 Sus ojos se posaron en una de las fotos en las que salían todos. 

 - ¿Quiénes son estos dos? - preguntó, aunque con algo de temor de que su pregunta pudiera hacerle daño a esa niña que tenía junto a él. 

 - El del pelo rubio es Totsuka Tatara, uno de los antiguos miembros. Él... - bajó la mirada. - ... Murió. Lo asesinaron. 

 - Oh... - soltó Saru, casi sin darse cuenta. - Lo siento mucho...

Anna negó con la cabeza, queriendo restarle importancia al asunto. 

 - No te preocupes... Es una historia muy larga... Y no quiero llenarte la cabeza con cosas negativas en tu primer día.  

 - Eres muy amable. 

 Saru sonrió con una sinceridad no muy propia de él. Anna le devolvió la sonrisa con dulzura mientras que el resto de HOMRA estaban atónitos. No parecían el mismo Saruhiko que todos conocían. 

 Volvió a mirar a las fotografías, pero esta vez se interesó por el chico de pelo rojo. 

 - ... ¿Y él? 

 - Suoh Mikoto... Nuestro anterior rey. Saru se sorprendió de volver a oír ese nombre parte de Anna. 

 - ¿Vuestro... rey? - volvió a mirar las imágenes desconcertado. - Y... ¿Dónde está? 

 - Muerto. - Misaki respondió sin vacilar. - Tu rey lo mató. 

 Todo se volvió frio, casi congelado. Saru se giró y volvió a ver en él la misma expresión que cuando se encontraron en el hospital. 

 - ¡Yata-chan! - Kusanagi le recriminó. 

 - ¡No, que lo oiga! - se encaró a Saru. - ¿No era eso lo que querías, saber la verdad y recuperar la memoria? Pues ahí va un recordatorio: ¡Te llamas Saruhiko Fushimi, estuviste aquí en HOMRA hasta que decidiste traicionarnos y unirte a los azules! ¡Tu rey, Reisi Munakata mató al nuestro! 

 - ¡Ya basta! Yata-chan, lo estás asustando. 

 - ¡Me da igual! - esta vez se encaró a Kusanagi, preso de la rabia. - ¡tiene que saberlo! ¡Tiene que saber que hizo él y que hicieron los de su clan!

 - ¡Pero él no tiene la culpa! 

 - ¡me traicionó y me abandonó! ¿de eso tampoco tiene la culpa? 

 El ambiente se volvió muy pesado dentro del bar . Misaki estaba rabioso y había soltado algo que no quería decir. No quería revelarle a Saru sus sentimientos tan pronto. Es cierto que se sentía dolido y abandonado por él y, aunque el Saru de aquel momento no era el mismo que el que le traicionó, no podía dejar de lado su rencor. 

 Preso de la rabia, abandonó el bar dando un portazo, dejando a Saru algo descolocado.

 - Fushimi, discúlpale. Él...

 - ¿Qué ocurrió? 

 - ¿Eh? 

 - Entre nosotros dos, ¿qué ocurrió? 

 Esa pregunta pilló por sorpresa no solo a Kusanagi, sino al resto de miembros. Kusanagi se rascó la nuca, sin saber que decir. 

 - Bueno, yo solo sé lo que nos dijo él... Pero eso es algo que tendrás que preguntarle tú. 

Saruhiko asintió con timidez mientras sentía que se le aceleraba el corazón. Sabía, o por lo menos intuía, que tratar con ese chico al que acababa de conocer iba a ser mucho más complicado de lo que se pensaba. 

 Pero, por alguna extraña razón, se sentía atraído por él y deseaba pasar más tiempo a su lado... Aunque solo fuera con el propósito de intentar recordar algo de su vida anterior. 

 ***** 

 Las horas pasaron... Y Misaki no volvió al bar. 

 Saru miraba por la ventana, preocupado por la ausencia de Misaki. De algún modo, se sentía culpable de haber provocado esa situación. 

 - No te preocupes. - Kusanagi se había acercado a él y le había puesto una mano en el hombro. - Siempre hace estas cosas, pero luego siempre vuelve. No podría abandonar HOMRA, su hogar... 

- ¿Y porque yo sí lo hice? 

 - Quien sabe que tenías en la cabeza en ese momento. - se encogió de hombros, - Lo que sí que quiero que sepas es que Yata-chan y tú antes estabais muy unidos... Por eso él se comporta así ahora. Así que ten paciencia con él, ¿sí? 

 Le dio unos golpecitos en la espalda antes de acercarse a la barra y coger su chaqueta. 

 - Te recomiendo que no te quedes todo el rato pegado a la ventana. Necesitas descansar, ¿no es así?

 - Si... Supongo. 

 - Bien. Te preparé un cojín y unas mantas para que duermas en el sofá. Siento que no tengamos una cama para ti, pero mañana ya pensaremos en algo. De todos modos, si necesitas algo, Anna está en el piso de arriba, la primera puerta a la izquierda. Nos vemos.

 Al verle marchar, algo se removió dentro de él. Kusanagi parecía tan amable, tan familiar... Todos, a excepción de Misaki, parecían tratarle muy bien. No todos le mostraban su sonrisa, pero ninguno de ellos parecía guardarle rencor a Saruhiko por lo que había hecho antes de perder la memoria... ¿porque? ¿Es que acaso no les había traicionado? Kusanagi había recriminado el comportamiento de Misaki, pero ¿y si solo él había tenido el valor de decir lo que todos realmente sentían? 

 Empezó a sentirse fuera de lugar y con ganas de marcharse de allí. Le empezaba a doler la cabeza y se sentía mareado. La amnesia, aparte de borrarle absolutamente todos sus recuerdos, también le hacía sentirse colapsado cuando recibía mucha información de golpe... Y ese día había sido un día cargado de emociones. 

 Al final, la presión que sentía en el pecho le impulsó a salir del bar sin mirar hacia atrás. 

 Caminó dando tumbos, sin pensar a dónde iba. Ya no reconocía las calles pero algo le atraía a perderse en ellas. Sin darse cuenta, se alejó bastante del bar y llegó a un parque. Ese mismo lugar, por el día estaba repleto de niños, parejas de adolescentes, familias enteras... Pero por la noche, a oscuras, estaba muy solitario. E incluso daba un poco de miedo.

 A Saruhiko se le erizó la piel al sentir el aire frío rozar sus orejas. El corazón se le disparó al darse cuenta en donde estaba. No sabía cómo había llegado hasta allí, y mucho menos como volver.

Una rama crujió en la lejanía y sintió que se le iba a salir el corazón por la boca. 

 

- ¿h-hola? 

 Su voz temblorosa hacia evidente el miedo que sentía. 

 No podía parar de mirar hacia todos lados, buscando desesperadamente alguien que le resultara familiar de HOMRA, o alguien que le pareciera de fiar y que pasara por allí. 

 Poco a poco, empezaba a captar un ruido extraño. Era el sonido de unas ruedas acercándose. No eran grandes como los de un coche o una bicicleta, sino más bien pequeñas, como las de un monopatín. El pánico se apoderó de él y fue dando pasos hacia atrás hasta que se topó con un árbol. Se agachó y se tapó las orejas con las manos. Estaba temblando del miedo, y deseaba que ese ruido cesase cuanto antes. Pero, desgraciadamente, ese sonido se hacía cada vez más fuerte... Como si se acercase a él. 

 Ya no sabía qué hacer para deshacerse de esa sensación. No tenía fuerzas para correr, pero tampoco quería quedarse allí. Quien sabe que peligro se estaba acercando, y si tendría tiempo de escapar una vez que estuviera cerca. 

 Cuando sintió una mano en el hombro, su corazón dio un vuelco enorme, y en un impulso, se tiró para atrás. La mala suerte hizo que se golpeara la cabeza en el mismo lugar donde se había golpeado semanas atrás. 

 - ¡idiota! ¿Pero qué haces? ¡Te vas a volver a hacer daño! 

 Al sentir esa voz familiar, alzó la vista. Su cuerpo se relajó al volver a ver a ese chico... A ese tal 'Misaki'. 

 - ¿Estás bien? ¿Tienes sangre? 

 Misaki estaba preocupado, el golpe parecía serio aunque no se hizo mucho daño. 

 Aun aturdido, los ojos de Saru se posaron en ese monopatín que llevaba. Así que era eso... de ahí venia el ruido de las ruedas que le atormentaba. 

 Sin poder evitarlo, se echó a reír, lo que dejó a Misaki totalmente desconcertado. 

 - ¿Y ahora qué te pasa? 

 - Debo de estar loco... 

Su sonrisa sarcástica sí que recordaba más al antiguo Saru, pero no era lo mismo. 

- Dime la verdad... ¿Siempre he sido un paranoico? 

 - No. Tu... - su mirada se volvió algo triste. - Eres el tío más listo que conozco. 

 Los dos se quedaron callados, mirándose a los ojos. A Saru le había comenzado a latir el corazón sin motivo y estaba algo sonrojado. Apartó la mirada, sintiéndose avergonzado. 

 - ¿Que nos pasó? - preguntó con mucha suavidad. 

 - ¿A qué te refieres? 

 - Entre tú y yo... Éramos muy amigos, pero... tuvimos problemas, ¿no es así? 

 - ¿de verdad quieres que te lo cuente? 

 - ¿Porque... no iba a querer? 

 - Puede que no... te guste lo que oigas sobre ti mismo. 

 El suspiro de Misaki le dio a entender que no estaba muy conforme con contárselo. 

 - Olvídalo, voy a llevarte de vuelta al bar. 

 - ¡Pero...! - se levantó. - ¿Qué hay de lo que dijiste antes? 

 Misaki no respondió. Parecía no querer hablar del tema. 

 - No era el momento... Así que ya hablaremos de eso. 

 La culpabilidad volvió a invadir a Saru. Era el responsable del enfado que había tenido Misaki antes, y ahora parecía estar molesto por habérselo recordado. Pero el propio Misaki insistía que lo olvidaran, así que Saru empezaba a creer que era lo mejor. 

 - Yata-chan... 

 - No. 

 - ... ¿eh? 

 Estaba de espaldas a él, pero cuando oyó que Saru lo llamaba de esa forma, se giró con una media sonrisa en la cara. Suspiró antes de decir algo de lo que probablemente se iba a arrepentir.

 - Tu siempre me llamabas 'Misaki'. 

 Emprendieron el camino de vuelta al bar. Aunque Saru no se sabía el camino, lo único que hacía era seguir a ese chico al que a partir de ahora llamaría 'Misaki' 

 ***** 

 Entraron al bar y todo estaba igual de silencioso que cuando se fue. 

 Habían tenido suerte, nadie se había percatado de esta aventura nocturna que había tenido. Saruhiko pensó que no valía la pena preocupar a nadie más de lo que ya les había preocupado.

 - A todo esto... ¿Porque llegaste a ese parque? - preguntó Saru. 

 - Quería pasear un poco... Y despejarme.

 - Ah... 

 Volvió a recordar los gritos de Misaki, y los sentimientos que estaban detrás de esos gritos. Hubo algo, o más bien alguien que volvió a la mente de Saru y que le intrigaba aún más que su propio pasado. Antes de que se diera cuenta, había tomado una decisión. 

 Al notarle callado, Misaki se giró y vio a Saru de pie, pensativo. 

 - ¿No vas a dormir? 

 - Aún no... - se rascó la nuca. - Quiero... hacer algo antes. 

 Misaki se encogió de hombros antes de bajar al sótano, donde dormía. 

 - Pues yo me voy. - su voz de iba alejando a medida que iba bajando las escaleras. - Y como vuelvas a escaparte del bar, ¡Te mataré! 

 Al verle desaparecer, Saruhiko suspiró y subió las escaleras que daban al piso de arriba. Tal y como le había indicado Kusanagi antes, se dirigió a la primera puerta a la izquierda. No quería despertar a Anna, así que se aseguró muy bien de comprobar que la luz de su habitación estaba encendida antes de picar a la puerta.

 - Adelante. 

 La dulce y melosa voz de Anna le hizo entender a Saruhiko que, efectivamente, estaba despierta. 

 Saru entró en la habitación observándolo todo, tal y como hizo al entrar en el bar. La habitación era de color rojo pastel y todo estaba perfectamente ordenado. A pesar de ser la reina del Clan Rojo, también había algunos peluches, libros y cualquier otro objeto propio de una niña de 12 años. 

 - Oh... Hola, Fushimi. ¿Ocurre algo?

 Anna estaba sorprendida por la visita de Saruhiko, no se la esperaba, y menos tan pronto. 

 - Necesito... Un favor. - Soltó tropezándose con sus propias palabras. . 

- Creo... que no será fácil para ti, pero... Lo necesito. 

 Ante sus palabras, Anna negó con la cabeza. 

 - No importa. Sea lo que sea, si puedo ayudarte, lo haré. 

 La sonrisa de esa niña le tranquilizó un poco, y le dio la confianza suficiente como para pedirle lo que realmente deseaba hacer. 

 - Suoh Mikoto... - dijo simplemente. - Necesito que me hables de él.     

 


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