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Beta [β] por 691396

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Capítulo I

 

 

 

 

 

Culpa Eliminada

 

 

 

 

 

Lo miraba, tan pequeño, tan frágil, el niño que su esposa y él esperaron con ansia era –a su pesar –como un fantasma, ni una mísera esencia se expelía de su cuerpo, más adoraba esos ojitos azules que le miraban con extraña tranquilidad, más no así se la transmitía, era inquietante, lo admitía, ese niño le daba miedo, la transparencia de esos ojos, la fuerza de la mirada parecía atravesarle, el pequeño beta parecía saber de sus inseguridades, de sus dudas, de sus sentimientos.

 

 

 

Kagami no sabía qué hacer, hace apenas 24 horas que habían cremado a Riko, su escasa manada aulló de tristeza ante la pérdida de su señora y él, él estaba más que destrozado ¡Debía odiar a ese niño! ¡Él se la quitó! Pero no podía ¡Diablos! ¡No podía! Y se enojaba por eso, sabía que el niño no era culpable y que su hermana le aborrecería si le ocasionaba algún daño, así que cuidaba de él, al menos por ahora.

 

 

 

Se quedó un rato mirando a su hijo dormir, el niño no se parecía ni en las uñas a él, pero sabía que era suyo, lo sabía de alguna forma, la preocupación ahora era el apellido ¿Cómo nombrar al primer beta en el clan? Más gracias a Tatsuya –su hermano –el apellido fue uno de los más viejos registrados, ahora quien dormía con respiración agitada sería Kuroko Tetsuya, el que tal vez se convertiría en la mancha de su familia, el que sería tal vez aborrecido, el que tal vez no sobreviviría un día más, quien le arrebató a su amada, quien era muy probable fuera asesinado al final del día y para su deshonra, su hijo.

 

 

 

Al pasar los días lo que creyó aprecio se iba convirtiendo en otra cosa, se dio cuenta que tan mal estaba cuando se encontró frente a la cuna con un puñal, el bebé no moría, la esperanza de que esa vida imperfecta, del que nació siendo un asesino se apagara le ayudó a pasar los primeros días, pero luego, un mes, dos meses y esa cosa seguía viva, mejorando, respirando, restregándole en la cara que Riko se había ido, mirándolo con desprecio, burlándose de su soledad y desgracias, fue su último acto como padre el soltar el puñal, y salir de esa habitación.

 

 

 

Se enfrascó en el trabajo una vez que relegó a Tatsuya el papel de padre, no quería verlo, oírlo o sentirlo, no quería recordar que existía así que se alejó para no dañarlo, se concentró en su clan, en su gloria, en aprendizaje, en lucha, en cualquier cosa menos en ese que año tras año se le hacía más insoportable de ver, que, como un fantasma, sin presencia, sin olor se paseaba por su territorio, por su mente, por sus miedos.

 

 

 

El séptimo año del niño llegó y –aunque guardaba la esperanza –no sufrió atentado alguno, ni su salud desmejoró, al contrario, y para empeorar las cosas, los del clan parecían amarlo.

 

 

 

Justo ese día, en el aniversario de la muerte de su amada –igual que todos los años –la mansión se vació, los miembros de la manada se esparcían por el territorio dándole completa soledad al líder y su hijo, como una súplica muda para estrechar los lazos entre padre e hijo, no se preocupaban de algún ataque, Kagami por si solo era un ejército completo.

 

 

 

Solo en ese día, el tigre permitía que Kuroko le viera por los escasos momentos que duraba el dar los respetos a Riko, aún así, ese tiempo para el menor era la gloria, una vez al año, por treinta minutos podía estar al lado de su padre, ese era el mejor regalo que le podían dar, más que los libros que le traía su tío del extranjero.

 

 

 

Tetsuya despertó mareado, debía de estar feliz por el tiempo que pasaría con su progenitor y lo estaba ¡Vaya que lo estaba! Pero su cuerpo se sentía pesado y la cabeza le daba vueltas ¿Se había resfriado? No, por favor que no sea eso, se culpó por quedarse dormido bajo ese árbol, escampando de la lluvia, por su propia culpa los momentos preciosos con Kagami le serian negados, quiso llorar por su estupidez, golpearse por tal irresponsabilidad, se había sentido así desde hace dos días, pero creyó, iluso, que amanecería bien, no dijo nada para no preocupar a Himuro, más ahora se arrepentía, no podía salir de la cama, tenía náuseas y podía jurar con fiebre muy alta, para rematar las cosas se le hacía tarde, su padre lo tomaría como que no quería ese tiempo e iría solo ¡Perdería su valioso regalo! Aun así y esforzándose mucho, lo máximo que logró fue caer de la cama, donde el golpe le hizo perder la conciencia.

 

 

 

Miró el reloj impaciente ¡10 minutos! Kuroko llevaba diez minutos de retraso, debía dejar de mirar el aparato o le haría un hoyo e ir al templo, más un pequeño atisbo de preocupación le hizo ir a ver, su hijo no era de los que llegaban tarde, era el que asustaba a los que llegaban cinco minutos antes, frunció el ceño por su propio comportamiento, caminando a pasos pesados, si Tetsuya estaba bien, el castigo que le esperaba, más, un olor le invadió, un olor nostálgico que él conocía a la perfección, sin pensar que estaba desvariando sus pasos se volvieron ligeros, corrió hacia el origen, su cuerpo se calentaba como dinamita ¡Su Riko! ¡Era el olor de su amada! No le importaron razones, sus instintos despertaron, su bestia rugió, por primera vez desde que Kagami nació, su instinto animal venció.

 

 

 

El dolor lo despertó, su cara daba duro contra el piro al igual que su pecho en extraños movimientos, al lado de su cara había comida casi sin digerir, podía sentir el ardor en su garganta, saborear el vómito, tardó unos segundos más en darse cuenta de lo que pasaba, su cuello ardía con furia, alguien tenía los dientes enterrados en su piel, alguien estaba profanando su lugar íntimo, quería descubrir quien se atrevía a meter algo que dolía mucho en el lugar que Himuro le inculco no debía permitir que tocaran, más no pudo, quien fuera le tenía bien agarrado, oía los gruñidos ahogados, la cadera le quemaba, podía oler la sangre escurrir por sus muslos, los movimientos de quien fuera eran bestiales, cuando le soltó el cuello y dejó de oprimirle la cabeza, pudo olerlo y no sabía que sentir ¿Era normal que su padre le hiciera eso? Su tío decía que en el clan, para preservar la sangre, el incesto era normal, tal vez su padre lo había elegido para continuar la línea sanguínea, pero él lo sabía, era beta y los libros decían que no podía concebir, así que el esfuerzo que hacia su padre por preñarlo era inútil, quería decirle, más tuvo que cerrar los ojos ante una dolorosa embestida sintiendo algo caliente llenarle, el aliento del mayor le daba de lleno en el cuello, podía sentir el tronco ancharse dentro suyo, aun así, Taiga siguió moviéndose y por primera vez, Kuroko gritó, el dolor que le producía tan inconsciente movimiento hizo que su –inexpresivo –rostro, se transformara en una mueca del dolor más puro, las lágrimas se estancaron en su ojos, su ano, como una cascada, cubría la madera de sangre.

 

 

 

El menor luchó, de alguna forma logró voltearse, gritó, pataleó, golpeó, mordió sin resultado, logrando que lo que fuera que le hacia Kagami fuera insoportable.

 

 

 

Su progenitor parecía poseído, sus orejas y cola se mostraban majestuosas y no más que gruñidos eran exclamados mientras que con certeros movimientos, eyaculaba una y otra vez en su lastimado interior.

 

 

 

Su conciencia volvió, era como si todo el tiempo hubiese estado soñando, desorientado miró a su alrededor sin reconocer algo, más el movimiento de su propio cuerpo le alertó, su corazón paró por un instante al bajar la mirada, al sentir el calor de su culmine ¡¿Qué había hecho?! ¡¿Qué demonios había hecho?! Quiso separarse más el nudo se lo impedía ¡Dioses no! ¡Dios no! Comenzó a arrancarse el pelo, Kuroko, su niño, el ultimo recuerdo que su Riko le dejó yacía empalado con su carne, desnudo, lleno de arañazos, golpes y mordidas; el alrededor estaba cubierto de vómito, sangre, semen, lagrimas, orina y excremento, el olor era insoportable, casi tan malo como la culpa que le comenzaba a carcomer ¿Cuánto llevaba allí? La putrefacción comenzaba a marearle, no había que ser un genio para saber que más de un día había transcurrido ¿Dónde estaba su clan? ¿Dónde estaba Himuro?

 

 

 

Esperó a que su nudo se desinflara mientras veía si el niño vivía, su pulso era débil, respiraba apenas; una vez librado de la prisión de carne se apresuró a atenderlo, a limpiarlo, a borrar cualquier rastro del olor propio, cualquier evidencia, para luego llamar a un médico, esperándolo detalló en su propio cuerpo, su pecho estaba lleno de arañazos, sus brazos y manos de mordidas, su hijo se defendió como pudo, podía verlo en las uñas y dientes faltantes del chico, suspiró nervioso para asearse, nada debía delatarle, nadie debía hablar ver, su reputación, su clan, su todo pendía de un hilo, aun así, había espacio para la duda ¿Fue Kuroko quien le hizo perder la razón? Se acercó a olfatearlo, nada, como siempre, un simple beta, una vergüenza.

 

 

 

El medico dijo lo evidente, fue violado, el chico fue desgarrado, tanto que el llamado fue de emergencia, se tuvo que reconstruir la zona genital casi por completo, unir la piel y músculos del cuello, espalda y brazos, un poco más y el beta moría desangrado, sus caderas, costillas y extremidades con fracturas múltiples, sin mencionar el rostro, tan golpeado, con casi todos los dientes faltantes, por supuesto, no podía faltar la deshidratación severa.

 

 

 

Kagami, ya un poco más emocional, se sumergió en pensamientos sin despegar la mirada del rostro afligido ¿Todo eso le hizo? ¿Tanto era el odio? No, el no odiaba al niño, tenía miedo, terror de dañarle y como broma divina, lo hizo sin intención, se desarregló el cabello con frustración, debía llamar a Tatsuya, el sabría qué hacer.

 

 

 

Después de múltiples timbres, la voz de su hermano se escuchó jovial, tono que se apagó al escucharle “Alguien atacó a Kuroko” no pudo evitar que su tono propio se volviera doloroso, no fue necesaria una respuesta, sabía que no le tomaría más de un día tenerlo de vuelta.

 

 

 

Creó una cuartada para deslindarse del problema, no permitiría escándalos, ese accidente debía guardarse bajo pena de muerte, y el médico lo sabia.

 

 

 

El clan junto con Himuro llegaron al final del día, su hermano estaba histérico ¿Cómo no estarlo? Si fue él quien le crio, escuchar del doctor tan crueles resultados le hizo casi desmayarse, más era fuerte, no demostraría tal debilidad ante nadie, se dejó caer al lado de Kagami con las manos en la cabeza.

 

 

 

- ¿Cómo ocurrió?

 

 

 

-Lo encontré así al volver –Himuro le miró.

 

 

 

- ¿A dónde fuiste?

 

 

 

-Negocios, fui después de la ceremonia ¿Qué iba a saber que se irían por una semana? Kuroko no se presentó para conmemorar a su madre, me cansé de esperarlo, fui sin él, luego partí, cuando regresé lo encontré así en su habitación, el olor putrefacción me llamó la atención, iba en plan de regaño hasta que lo vi –cerró los ojos –Tatsuya, su habitación, si la hubieses visto lo entenderías –contuvo el llanto -…lo entenderías –se llevó las manos al rostro ¿Podía seguir con la mentira? Sintió una mano en su hombro, el calor, la cercanía le tranquilizaba, justo ahora debía hacer algo, debía mantener a Tetsuya con la boca cerrada.

 

 

 

El desastre pasó como un huracán dejando un único herido, si el pequeño antes era inexpresivo, ahora era una máscara que respiraba, la búsqueda por un culpable fue infructuosa, tal vez porque el tigre movía los títeres a un callejón sin salida o porque se había encargado de coser con un hilo invisible los labios del pequeño, el chantaje emocional era lo que más servía, sea como fuera, ya más de tres meses habían pasado, tiempo en el que Kuroko no se apartaba de Tatsuya, lo cual, por algún motivo, encendía los celos del líder, sus instintos comenzaban a saltar cuando veía las mejillas sonrojarse por otro que no fuera él, tal vez porque su hijo lucia con gala la marca de mordida en el cuello, marca que no debía de tener al ser un beta, marca que le acreditaba a Kagami que pasó de ser su hijo, a su propiedad.

 

 

 

Se sentía tremendamente mal, cinco meses pasaron dolorosos para él, el “accidente” que tuvo aún repercutía en su cuerpo, pero ahora, ahora el dolor le era insoportable, era de noche, su tío ya había ido a dormir y la luna, llena y azul parecía quemarle con su luz, para ser precisos, lo veía, su piel estaba sangrando, el icor acompañado de gritos, se atoraban en su garganta, sentía los pedazos de piel caer, otra cosa surgir de él ¿Estaría alucinando?

 

 

 

Como todas las mañanas, Himuro se levantó temprano para ir a ver a la luz de sus ojos por más o menos una hora antes de despertarla, con una sonrisa abrió la puerta, viendo con sorpresa a la criatura que yacía en la cama, su cuerpo tembló como una hoja en vendaval, sus ojos brillaron, la criatura le miró con ojos tranquilos, iris tan azules, tan bellos, tan…conocidos.

 

 

 

-Una Quimera…-murmuró acercándose, tratando de creer lo que veía, más al hacerlo, el pelaje plateado se erizó, no le permitiría dar un paso más, no ahora, la criatura alzó sus alas como advertencia, para proteger lo que tenía junto a ella, Himuro asintió, sabiendo que la primera transformación era incontrolable, cerró las puertas con llave, las manos le temblaban, trató de tranquilizarse con golpecitos a la pared con su cabeza, una risa eufórica quería salir de su garganta, el primogénito no era un beta, era un alfa, uno legendario, una quimera, la segunda en toda la existencia familiar.  

 

 

 

Cuando las noticias llegaron a sus oídos quedó atónito, corrió a comprobarlo, notando que la criatura no admitiría a nadie más en su guarida, la sonrisa volvió a su rostro, su hijo, su Kuroko, su Tetsuya después de todo, no era una vergüenza.

 

 

 

Cuatro meses pasaron sin mayor cambio, se suponía que debía volver a forma humana hace tiempo, lo cual comenzaba a ser alarmante, más por insistencia de Himuro dejaron pasar el tiempo, el pelinegro alegaba que debían darle un trato especial, que Kuroko era especial, hasta que escucharon algunos ruidos extraños en la habitación, Kagami, lleno de curiosidad se atrevió a entrar, viendo con sorpresa, al igual que quienes le siguieron, a la criatura amamantando tres bultitos, mientras otro comía de la boca.

 

 

 

La quimera les miró con ojos cansados, permitiéndoles acercarse, Himuro había hecho un hábito el temblar y el tigre, absorto, parecía pegado al piso, los ojos tan abiertos como era posible, observando todo el panorama, quedándose en los pedazos de cascaron plateado, detallando al dragón del mismo color comiendo de la boca de quien le dio a luz, Tatsuya, por otro lado, miraba a los lobos que mamaban, lobos, iguales a él, crías que llevarían su apellido, no pudo evitar la mueca de felicidad, se acercó un poco más, cauteloso, para acariciar el reluciente pelaje, la bestia se dejó hacer, estaba exhausta, adolorida, necesitaba un poco de cariño, su trabajo estaba hecho, ya los había tenido, ya podía descansar.

 

 

 

Las crías fueron separadas después de alimentarse, Kagami aún no salía de su asombro, más al ver que días después Tetsuya volvía a su forma humana al igual que las crías, un milagro, esa era Kuroko, no hubo tiempo para decepcionarse por el ideal de un alfa, su amada Riko le había dado no un beta, ni uno igual a él; un omega –sonrió –y al parecer, uno muy especial.

Notas finales:

Mi regalo de Navidad para el fansub de KnB, esperó que lo hayan disfrutado.


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