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El Masajista por Diva_SnowQueen

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Notas del fanfic:

Sei x Ryu

Notas del capitulo:

Un pequeño masaje no le hace daño a nadie verdad?

Como siempre leanlo despacito y con mucha imaginación 

Mi nombre es Ryuken Ishida. Y soy médico y director del hospital general de Karakura. Era un día más en mi rutinaria vidade la casa, al trabajo del trabajo al gimnasio y a la casa de vuelta, ocasionalmente salía con colegas y algunos amigos pero no era muy frecuente. Un día estaba haciendo pesas cuando noté un crac en el cuello. Desde entonces he tenido las cervicales maltrechas, y para acabarla, resulta que al ayudar a un amigo a mover un sofá (íbamos a ver un partido de fútbol) me resentí de mi dolor.

Mi amigo Kensei, me recomendó una sesión con un masajista que le ayudaba con su problema de lumbares (el pobre tiene un bar, y de cargar barriles de cerveza tiene las lumbares destrozadas).

Me puse en contacto con el masajista por teléfono y quedamos en su establecimiento para el día siguiente, después de que acabara de trabajar.

Estaba cansado esa tarde así que un masaje con un buen profesional podría ser relajante, además de mejorarme las cervicales. En apenas media hora llegue y me llevé una grata sorpresa al ver el lujoso portal del edificio y el interior era muy elegante. Tardaron un rato en atenderme, luego el masajista me mandó llamar, se llamaba Seigen era un tipo fornido pero no exagerado, de piel tostada y pelirrojo.

Me invito a entrar y a pasar a una habitación ambientada para la meditación. Tenía un radio con música de relajación y por las paredes de la habitación colgaban fotografías de paisajes naturales bellísimos. Una camilla dominaba el centro del cuarto.  Hablamos un poco de Kensei (era su masajista desde hacía seis años así que lo conocía tan bien como yo), de cómo me había destrozado las cervicales y de los riesgos del ejercicio mal compensado.

Me invitó a sentarme en la camilla y a quitarme la camisa para inspeccionar la zona.  Después de explorar la zona y de hacer varias preguntas me indico que parecía que tenía una contractura muscular en la zona lumbar. Me pregunto si notaba que me tiraba la nalga y el muslo y mi respuesta fue afirmativa.

Me explicó que sería mejor masajear toda la zona, al completo, para relajar los músculos y así poder centrarse luego en la contractura. Después, me mandó desvestirme. Luego me señaló una toalla para que me cubriera, me fui quitando la ropa hasta quedarme con el slip, agarre la toalla y no supe que hacer; me miro y sonrío, me dijo que era mejor que me quedara desnudo del todo ya que la lesión era parte de la zona de la nalga. Un tanto apenado me quite la prenda que me quedaba y tape mis partes con la minúscula toalla, él como buen profesional se encontraba de espaldas preparando los utensilios necesarios. Me tumbé en la camilla e introduje la cara en un orificio que tenía no sin antes pasarle mis lentes, al momento él ya se encontraba a mi vera dándome una serie de consejos y advertencias. Sus manos comenzaron a resbalar por mi espalda. Eran suaves y grandes. Sus dedos largos realizaban unos círculos en la zona cervical mientras con las palmas de la mano presionaba el músculo hacia dentro, estaba encantado y algo nervioso, no paraba de hablar y de advertirle si me dolía en algún momento. Me ordeno que si no era necesario no hablara y que me relajara, obedecí y me relaje.

Sus manos recorrían cada punto de mi espalda, comenzando por la zona cervical hasta la lumbar, al principio se concentró en la parte superior, pero cada vez más sus manos bajan más hacia la cintura, recorriendo desde la columna hasta las lumbares y viceversa con gran maestría. Se desplazaba alrededor de la camilla buscando la ubicación precisa para el siguiente movimiento, mientras yo hacía rato que me encontraba en el séptimo cielo; sentí como aflojo el nudo de la toalla y la dejo suelta sobre mi trasero, se colocó a la cabeza de la camilla y volvió a untarse aceite en las manos. Sus manos recorrían desde la parte de arriba de las dorsales hasta la parte de cintura o dorsales exteriores, a cada lado de mi espalda, los movimientos eran repetitivos en ambas partes a la vez subiendo en intensidad, sus manos recorrían la zona hasta la cintura y al llegar a ella se separaban sus dedos para apretarme la zona lumbar y terminar por cerrar su mano sobre parte de mis nalgas.

Las friegas eran repetitivas y con mayor intensidad que las anteriores, la zona lumbar era la afectada y se notaba que ya tenía las manos puestas en el problema.  Me encontraba muy bien, me provocaba un poco de dolor en la zona dolorida pero me estaba encantando y me sentía muy relajado en sus manos. Para no estorbar cambie la postura de mis brazos y los puse estirados alrededor de mi cabeza y con las manos sujetando los extremos de la camilla, en cada esquina.  El seguía a lo suyo, concentrado en sus manos que apenas abandonaban la zona de la cintura, haciendo incursiones en la parte de arriba de mis bonitas nalgas; sus manos resbalaban subiendo la inclinación de mis nalgas duras para terminar juntando los dedos anulares donde comienza la raya que separa ambas masas de carne. Luego se desplazaban hasta el exterior de ellas para subir de nuevo hacía la cintura, y así una y otra vez. Seguía yo disfrutando del magreo hasta que parte de su cuerpo rozo con mi mano, note su muslo en contacto no mis dedos y al momento se desplazo dejando mi mano en una zona de su cuerpo que desprendía calor a raudales. Al momento comprendí que tenía rozando mis nudillos los genitales del masajista; una extraña sensación invadió mi cuerpo, no sabía si apartar la mano o dejar que el contacto siguiera como si nada. Volvió a moverse y el contacto volvía a ser con su muslo y así durante un tiempo.  Sus manos poderosas se centraban en el final de la columna y sus largos dedos se introducían por debajo de la toalla y apretando con fuerza en la vuelta a la cintura. Yo seguía pendiente de mi mano, sus manos se separaran un instante para doblar la toalla y dejar la parte superior de mis nalgas descubiertas.

Ahora sí que sus manos abiertas de par en par recorrían sin tapujos mi trasero, mientras volvió a desplazarse para llegar mejor con sus manos a mi trasero y volví a sentir el calor de su entrepierna, pero esta vez hubo algo más. De sus genitales, algo duro se posó sobre mi mano, ardía y por poca imaginación que le pusiera, era el miembro en plena erección del masajista.

No sabía cómo reaccionar, su miembro se rozaba con mi mano y era imposible que él no se diera cuenta de la situación; quise levantar la cabeza y mirar si realmente era lo que me imaginaba o por lo contrario era fruto de mi imaginación, pero no me atreví. Era demasiado evidente, el hombre disfrutaba con el masaje. Note su miembro con mucha nitidez, era de bastante envergadura y notaba que esta dura como una barra de hierro, me acordaba que al verlo por primera vez me fije que parecía que no llevaba ropa interior, llevaba un uniforme de enfermero como los de mi hospital. Me acuerdo que observe con bastante nitidez el bulto de su entrepierna, pero no quise ser indiscreto y no me fije más. Era un hombre de unos 40 años, pelo largo casi llegándole a los hombros, de color rojo oscuro. Alto, cuerpo atlético y agraciado físicamente. Dudo que tuviera problemas para encontrar pareja fuera cual fuera su preferencia. Opte por no ser brusco y mantuve la mano tal y como estaba, la sensación era algo difícil de explicar, sabía que el masajista esta excitado tocándome y a raíz de pensar en la excitación de él, comencé a ponerme cachondo, demonios debería darme vergüenza a mi edad, soy viudo y con un hijo adolecente. El contacto duro apenas unos minutos más, se desplazó al lateral y doblo la toalla. Mi nalga izquierda estaba descubierta y ahora algo que antes creía normal, ahora era un mundo de erotismo que me excitaba.

Una mano en mi cadera y la otra en la nalga comenzaron a desplazarse por mi piel, sus dedos afilados rozaban el centro de mis nalgas mientras mi polla comenzaba a reaccionar, suavemente sus manos abiertas se desplazaron hasta mi muslo y terminar en la rodilla, una vez allí regresaban por el interior de mi muslo hasta llegar donde el músculo pierde el nombre. Se centraba con las dos manos en la parte inferior de mi nalga, bajaba unos centímetros al muslo y volvía a subir para repetir el ciclo, el pulso era de infarto y mi polla empalmada me apretaba contra la camilla, necesitaba un agujero para ella, como la que tenía la cabeza, se desplazó al lado contrario y realizo el mismo ejercicio, aunque esta vez sus dedos rozaron más la zona prohibida. Estaba claro explotaría la situación en cualquier momento, no me atrevía a sacar la cabeza del agujero y ninguno de los dos era capaz de articular palabra. Mi excitación era enorme y sospechaba que él estaría peor que yo, pero dudaba, y si lo estaba mal interpretando, no quise hacer nada y seguí aguantando; después de un buen rato se desplazó a mis pies, note sus manos untadas en aceite en mis muslos, el recorrido esta vez era desde la parte interior de las rodillas al final de los muslos, sus manos recorrían la parte interior de mis piernas de arriba a abajo, al llegar al final juntaba los dedos rozando cada vez más mi agujero, otra vez reiniciaba la maniobra, inconscientemente separe las piernas mientras realizaba un especie de suspiro que el capto al momento. Lo sabía el perro maldito que me tenía a tiro y me ataco, sus manos abiertas esta vez no tendrían retorno, subían para darme placer, de su boca salía un improperio mientras sus manos apretaban mis carnosas posaderas. Apretaba con fuerza mientras yo introducía mi cabeza en el agujero hasta lo máximo que me permitía mi cuello. Mientras mi culo se alzaba unos centímetros de la camilla deseoso de algún tipo de placer desconocido.

Una de sus manos se centró en mi culo, mientras la otra se introducía entre mis piernas para acariciarme los genitales. Doble las rodillas y su dedo pulgar lleno de aceite se introdujo en mi ano, se introdujo lentamente hasta el fondo y luego jugo y jugo sin piedad. Estuvimos un rato en esa postura para luego soltarme y meterme dos dedo chorreando de aceite en mi culo. Me follaba con los dedos, mientras con la otra mano manoseaba todo lo que estuviera a su alcance.

Me coloque con el culo más en pompa mientras sus dedos entraban y salían de mi trasero, después puso sus manos en cada nalga y abrió mi culo de par en par. Su cara se pegó a mi ano y comenzó introducirme la lengua. No podía aguantar más, estaba a punto de explotar. Me gustaba lo que me hacía pero tenía una imperiosa necesidad de masturbarme, así que le pedí que parara. Ya boca arriba y después de cruzarnos miradas y alguna guarrada le pedí que me chupara la polla. Se desnudó por completo y puso su cara al lado de mi miembro, agarro con ambas manos mi polla y se la introdujo en la boca. Succionaba arriba abajo, abajo arriba, sus labios carnosos oprimían mi piel mientras su mirada buscaba mi complicidad.  Cerré los ojos sin creerme lo que estaba sucediendo, era surrealista pero estaba gozando como nunca, estaba a punto de explotar, dejo su mano para que terminara el trabajo mientras el comenzó a lamer la piel desde mi abdomen al cuello, su cuerpo se puso sobre el mío, nos frotábamos a la par mientras esperaba que en cualquier momento expulsara un chorro de semen. Me besaba el cuello suavemente desplazándose hacia mi cara. Intento besarme en la boca pero no quise, mientras su mano aumentaba la intensidad y mi excitación era ya incontrolable. Nuestras caras se entrecruzaban, mientras de su boca salían palabras tiernas y sensibles. Insistía en pegar sus labios a los míos y la distancia de estos era inexistente. Al final mi cuerpo se curvo, como si de una descarga eléctrica se tratase.

El semen de ambos salpicaba nuestros cuerpos mientras de mi boca salían gemidos de placer. Sin defensas posibles por mi parte, su boca busco la mía.

Mordió mi labio inferior mientras mi boca permanecía abierta de placer; al final nuestros labios se fundieron en uno y un apasionado beso se transformó en un morreo consistente. No estaba acostumbrado, la lengua de aquel hombre se introducía en mi boca buscando la mía. Se fundieron en una, mientras sus manos empapadas no de aceite, acariciaban mi cuerpo, seguimos un buen rato acariciándonos y besándonos uno en cima del otro. No podía creerlo su miembro aún estaba erecto y ahora rozaba con el mío flácido.  Me susurro al oído la fantasía que deseaba, pero yo no estaba preparado para poder satisfacer sus demandas, pero si estaba dispuesto a llegar hasta el final.

Entonces empezó a darme masajes por mi rostro. En la frente, en el cuello, por la mandíbula y de vez en cuando me recorría con uno de sus dedos la comisura de los labios. Lo hacía con una delicadeza extrema, casi hechizante, Luego note algo suave que recorria mis labios era su glande. A la polla de Seigen estaba ligeramente dura; la ponía a su antojo sobre mi boca y yo sencillamente la advertía allí, dejándome hacer completamente; la parsimonia de Seigen era asombrosa. No sé cuantificar el tiempo que estuvo haciendo aquello, únicamente acercando su polla a mi cara para despegarla poco después; la sentí también recorriendo mi nariz, sobre mi frente y hasta en los párpados, pues era incapaz de mantener los ojos abiertos. Posteriormente se detuvo durante más tiempo sobre el labio, aunque en él restregaba ya todo su cipote e interpreté que debía empezar a comérsela. Abrí un poco la boca y él la fue introduciendo en ella  poco a poco mientras le acariciaba los muslos y el trasero. No llegué a tragármela porque el ajetreo me estaba resultando de lo más excitante, y aunque ganas tenía, le dejé a él imponer el ritmo. Simplemente la recibía con mi húmeda lengua y unos labios que estaban ya empapados. Seigen la apartaba de golpe para acercarla de nuevo poco después. Se le iba empalmando ante mis estímulos pero parecía dispuesto a alargar el asunto como si de una tortura se tratase. Tras eso, la fue metiendo tímidamente algo más, pero no llegué aún a tenerla dentro por completo. Repetía los fugaces movimientos de antes aunque cada vez llegara más lejos. Esto hizo que se le pusiera tiesa y entonces comenzaría lo bueno de verdad.

 

Porque ya sí que me hice con ella en su totalidad, tragándomela entera y sintiéndola en lo más profundo de mi garganta, pero incomprensiblemente Seigen me seguía privando de ella y la extraía para restregarla otra vez en cualquier parte de mi cara o incluso de mi cuello. Apoyó los brazos sobre mi pecho y me la regaló otra vez, pero ahora la metía y sacaba avivando el ritmo. Vamos, que me estaba follando la boca por fin apartando por un momento tanta mesura y delicadeza. De hecho, alargó el brazo y me la estrujó con fuerza que antes sin perder su propio ritmo turbándome ante tanto placer.

 

Y otra vez se despegaba de mí y volvía con sus jueguecitos fuera de mi garganta dejándome ensimismado, con la boca abierta y la lengua estirada en su busca. Me giró con su propia polla la cabeza y se puso a uno de los lados. Allí, me la metió otra vez de golpe y continuó follándome, aunque esta vez las paredes laterales de mi garganta topaban. Sentía mis mejillas darse de sí ante el empuje de la polla de Seigen y él los observaría al hincharse por fuera. Contraía las mejillas para aumentar la fricción y mi lengua enloquecía tratando de encontrar un trozo de carne al que lamer, pues las rápidas embestidas no le permitían hacer de las suyas. Tampoco sé el tiempo que estuvimos de aquella manera, pero se me antojó corto. Me encanta que me follen la boca, no lo voy a negar, y aunque cada vez lo hacía más veloz y casi me dejaba sin aliento, no me importaba en absoluto ahogarme ante tamaño trozo de carne húmedo y ardiente que entraba y salía de mí como le daba la gana. Así que una pena que Seigen se apartara, cogiera el bote de aceite de coco, se lo restregara sobre su cipote y se dirigiera hasta mí otra vez mientras se la sacudía para que no se le bajase y no pudiese metérmela por otros sitios.

 

No era más que mi culo, claro, que le ofrecí al darme la vuelta y quedarme boca abajo. Pero el masajista me corrigió y me pidió que me quedara de lado. Doblé un poco el cuerpo para tener más estabilidad y le ofrecí mi culo en pompa para que hiciera con él y su polla lo que le viniera en gana. La sentí entonces rozar mi agujero empapada en aquel oloroso líquido y repitiendo los movimientos que hiciera con mi boca. La acercaba al ano, la retraía de nuevo, me la volvía a ofrecer…Así durante otros exasperantes segundos. Volvió a rociarse la esencia y a intentarlo de nuevo.

Y al igual que antes con mis morros, fue introduciéndola poco a poco para encontrar la mejor manera de acceder a mi hambriento culo. El glande ya había entrado cuando resoplé el más audible sollozo de la tarde. También lo fue sacando y metiendo con agilidad, como queriéndome privar de aquel placer de sentir su verga dentro de mí, pero sólo la hacía como continuación del juego que empezara hacía rato e imagino que para crear mayor expectación, o para que dilatara más o vete tú a saber. Así que le pasó como al lobo del cuento, y cuando se decidió a metérmela de golpe me pilló de improviso y lancé un alarido que ni yo mismo imaginaba haber sido capaz. Esto no le hizo retroceder y extraerla de nuevo, sino avivar el compás de sus acometidas que ya le daban forma al acoplamiento entre su polla y mi culo. Y todo ello sin que yo me inmutara o me moviera, simplemente me dejaba llevar por el deleite de aquella follada y sollozar de vez en cuando como señal de que estaba gozando más de lo que su pobre invitación me hubiera podido sugerir. Sentir aquella verga embalsamada entrar y salir de mi agujero con una facilidad pasmosa, puede que inducida por aquella inusitada postura, no me ponía a mil, sino lo siguiente.

 

De vez en cuando Seigen filtraba su mano para pajearme, el ritmo era frenético, al rato sus manos agarraron de nuevo mis nalgas y apretando con fuerza hacia su miembro para así sentir toda su carne entrar y salir de mi cuerpo.

 

Mi cara era un poema, no podía cerrar la boca de la intensidad del momento y mis ojos permanecían cerrados sin querer observar la realidad.

 

Sus manos apretaron con fuerza mis nalgas, las uñas se clavaron en mi carne enrojeciendo la zona, mientras sus jadeos iban en aumento. Sus manos agarraron rápidamente mi cadera y parte de cintura, a los pocos segundos con un sonoro grito comenzó a desparramar toda su leche; su polla se movía como loca por todo mi esfínter mientras los dos aprovechábamos los últimos momentos de tan gustoso placer.

 

Nuestros gritos de placer se hicieron uno y juntos acabamos por unir nuestro jadeo. Moví mi cadera como si de un baile latino se tratara, y así terminar de espolvorear todo el jugo de mi masajista particular. Su pecho se poso sobre mi espalda, mientras su miembro seguía en el interior de mi ano. Podía sentir los latidos de su corazón a mil por hora, sudado y exhausto reposaba el guerrero sobre su victima. Sus manos acariciaban mi pelo, mientras entre suspiros de cansancio besa mis hombros y me dedicaba tiernas palabras de amor.

 

Mi sensación era muy extraña, una de las mejores experiencias de mi vida sin duda, que ahora me planteaba nuevos dilemas en mi vida.

Una vez recobramos el aliento, Sale suavemente de mi interior lo que me arranca un suspiro.

-Lo siento no suele pasar esto. Pero reconozco que me ha encantado. Gracias Ryuken por compartir ese momento conmigo.

-De nada, ha sido una experiencia muy agradable, es la primera vez  que me dan un masaje así, y no he podido evitarlo.

-Puedes ducharte si quieres.

-Te lo agradezco, una ducha rápida para quitarme el aceite me vendrá bien.

Me  ducho, me visto y me despido de Seigen pagándole por el masaje. Él no quiere pero insisto. Su trabajo tiene un precio; de camino a casa no puedo dejar de pensar que he olvidado algo importante, de pronto a mi mente llego la imagen de un hombre grande, moreno y de sonrisa bobalicona. Apreté fuertemente mis manos en mi boca luchando contra las ganas de gritar, mis rodillas empezaron a temblar, mi estómago se retorció y mi sangre se enfrió.

-Isshin…

Notas finales:

Una pareja poco combencional, pero bonita ups que pasara despues jijiji bueno como siempre cualquier duda chisme o comentario haganmelo saber  


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