Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Siberia recognizes his beauty. por Bombagrash

[Reviews - 9]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Hola, ¿cómo están todos? 

Espero se encuentren bien dentro de lo posible. 

Que lo disfruten.

 1

 

Hoy era un día importante.

Los Vólkov los esperaban para una reunión más. Ella había sido propuesta para ser la imagen de la próxima campaña publicitaria que lanzarían, y hoy tenía que dejar muy en claro por qué ella era la mejor elección.

Además, el huidizo Luka estaría también, y esta vez, iría a por todo. Casi podía imaginar el beso que pensaba robarle, y su seria cara transformándose al fin en una de sorpresa. Ella tenía que ser su novia.

Eleonora ajustaba el pantalón, intentando con todas sus fuerzas que se vea aún más ajustado. Estiraba sus labios frente al espejo, acariciándose los firmes senos sobre la blusa casi translúcida pero de un modesto corte, mostrándose reveladora y formal al mismo tiempo.

Los zapatos de colección terminaban de darle el toque al delicioso conjunto, estilizando aún más su cuerpo. Se observó con orgullo un poco más, caminando con cuidado de no hacer resonar mucho sus tacones de aguja. Tomó uno de los bolsos con detalles de oro, regalo de su padrino del último cumpleaños, y lo modeló nuevamente frente a otro espejo, hasta que el sonido de la puerta cerrándose la sobresaltó, haciéndola girar en un segundo en dirección al ruido.

Ahí estaba él, Miguel Ángel, el jardinero dominicano que le hacía enloquecer de placer cuando la casa se quedaba para ellos dos solos.

La había estado observando de lejos, posando frente a sus espejos sin que ella supiese, provocándole solamente. Colocó el seguro en la puerta y se acercó, excitándose más al verla tan nerviosa.

-          ¿Qué mierda te pasa, Miguel Ángel? Mis papás están en la casa, vamos a salir justo ahora de hecho.

Él la calló sin hablar, posando sus grandes y ásperas manos en su cuerpo, llevándola con suavidad hacia el suyo mientras su aliento le erizaba la piel del cuello. Eleonora estaba nerviosa, sin embargo le costaba ya demasiado negarse. El hombre la seducía con una sola mirada.

Era el latino bronceado, de músculos fuertes y marcados, labios gruesos y la barba definida, que el resto de empleadas anhelaban. Tan sencillo como guapo. Su apariencia de hombre trabajador bajo el sol, dejándose maltratar por los rebeldes arbustos, le daba una apariencia sensual y avasallante.

Se acostaban desde el segundo mes que llegó a trabajar a la casa de los Santoro. Ella lo provocó, y él no pudo resistirse por mucho.

Cuando llegó, Eleonora pensó que sería divertido jugar un poco, tentarlo de vez en cuando, abusando de su posición y del evidente esfuerzo que hacía el extranjero para no caer en su juego. Se paseaba en traje de baño cuando él recortaba el césped de los alrededores, frotándose el bloqueador o alguna otra loción. Se quitaba el top y se frotaba frente a él, mirándolo retadora. Se atrevió incluso, un par de veces, a masturbarse frente a él en los bordes de la piscina, burlándose de la erección que había provocado y del apenado rostro del sujeto, tratando con todas sus fuerzas de dejar de mirar.

Miguel Ángel decidió tomar revancha, y la tomó para él cuando la atrevida muchacha se metió al cuarto de servicio, buscándolo para continuar con sus juegos. Ella no se resistió, incluso le dejó sus bragas, “para que pensara en ella”.

-          Te estoy diciendo que no.

-          ¿Estás segura?

Insistía, mientras le desabrochaba el pantalón, colando sus manos al interior. Y tan pronto sintió su humedad, deslizó sus ropas hacia el suelo, y se apoderó de ella con su experta lengua, obligándola a morder su puño para que nadie fuera de esa habitación, se enterase de lo que sucedía ahí dentro.

Cuando el hombre hubo acabado con el suplicio de la muchacha, subió sus pantalones y acomodó sus ropas de trabajo, dándole un último beso y retirándose cuidadoso de la habitación.

Ella por su parte, con el maquillaje corrido y los fluidos aún esparcidos por su cuerpo, se levantó de inmediato en dirección a la bañera, alistándose en cuestión de segundos. Eligió un vestido floreado, buscando desesperadamente una apariencia inocente y angelical, un maquillaje tenue y unos zapatos planos, recogiendo su cabello en una coleta.

Subió al auto que ya la esperaba fuera de casa, aun sintiéndose agitada, y marcharon a la reunión.

Eleonora maldijo al jardinero en su mente una y mil veces, luego de encontrar una evidente marca de dientes en su muslo.

 

2

 

El almuerzo transcurrió lento y aburrido.

No se hablaba de otra cosa que no sea de la belleza de Eleonora, de la que al parecer sólo Luka era invidente. Su atención estaba totalmente centrada en su teléfono, que aún no le mostraba el mensaje que él quería recibir.

Masticó un pedazo de berenjena cocida y sorbió un poco de vino, totalmente desinteresado en lo que se discutía con tanta precisión en la mesa.

-          Estaría encantada, en realidad. Nunca había tenido una sesión de fotos en calles tan antiguas.

-          Es básicamente el concepto que se ha propuesto, y nos encantaría que fueses el rostro.

-          Te verás preciosa, Eleonora. Me han comentado que el vestuario escogido es de Ferretti. Te va a encantar, todo está ya listo para empezar la próxima semana.

Luka observaba aburrido cómo las mujeres hablaban de los vestidos usados por famosas y de los costosos que eran, mientras su padre le clavaba la mirada, casi forzándolo a decir algo.

-          Luka podrá acompañarte durante las sesiones. Necesitamos que él se incorpore poco a poco a esto. Él lo tendrá que dirigir en algún momento.

Y el silencio expectante y las miradas ansiosas se clavaron todas sobre él, esperando una acertada y complaciente respuesta. El chico sólo quería decir que no.

-          Claro.

Cuando la familia pasó a sentarse al salón de invitados, ella no perdió oportunidad alguna para acercarse, invitándolo a caminar a lo largo de su propia casa. El muchacho, sin más excusas que darle, aceptó.

Caminaron en silencio rodeando los rosales. Ella se adelantaba de rato en rato, curioseando lo que antes sus ojos no habían podido, mientras que él, terminaba el champagne, observándola como quien está pendiente de una mascota traviesa.

-          ¿No te gusto?

Atacó ella, sorprendiéndolo al arrebatarle la copa, plantándose decidida frente a él.

-          No sabía de tu interés en mí. – mintió –Claro que me gustas, eres una chica muy guapa.

-          No me refiero a eso. Tú sabes muy bien a qué. Hasta ahora no me has respondido ningún mensaje. –Continuó, acercándose y mirándole los labios, casi avisándole lo que estaba a punto de hacer.

-          He estado ocupado, Eleonora. Espero no lo tomes a mal.

Pero a ella ya no le importó, y fue a por él, lanzándose a su boca.

El beso no tuvo ningún ritmo, él incluso lo intentó, pero no podía siquiera cerrar sus ojos. Ella mientras tanto, introducía su lengua furiosa, tal cual lo había hecho hace unas horas su jardinero.

Apenado, Luka tomó distancia y forzó una sonrisa, dándole un corto y fugaz beso. Es caprichosa, dale lo que quiere pensó, y esperó que con ese último beso, el desazón del anterior fuese borrado.

Ella no estaba feliz, pero al menos él lo trato, y eso le daba una mínima esperanza. Tenía que conseguirlo, sea como sea.

El chico se devolvió a su habitación, mientras ella continuaba aún en los jardines, merodeando por la casa que quería para ella.

 

3

 

Aqyan jugaba con Mostaza, su gato de dos años, más engreído que él mismo.

El animal se enroscaba en su brazo, y Aqyan le acariciaba las orejas puntiagudas, como si intentara estirarlas, riéndose de su propia travesura.

Estaba tan ensimismado con su mascota, intentando olvidarse de ese mensaje que recibió, tanto que irónicamente sólo pensaba en eso, distrayéndole y sorprendiéndole tanto que Mostaza se aburrió de esperar sus caricias, yéndose del lugar en largos saltos.

Cogió el teléfono aún con temor, leyendo el mensaje, tan corto y simple, una y otra vez, junto al nickname de Luka.

Desbloqueó el teléfono y continuó en lo mismo, observando el chat todavía sin creérselo.

Sabía que haberle mandado una solicitud había sido algo de impulso, una cosa atrevida para asustarle, para hacerle saber que era capaz de más. Sin embargo cuando tenía que enfrentar los hechos, Aqyan era un niño.

Se recostó en su cama, observando las pocas fotos que Luka había publicado. El gimnasio, una foto con Mateo, fotos de paisajes, aburrido.

Se había torturado el día entero tratando de ignorar ese mensaje, pero el teléfono le ponía nervioso sólo de tenerlo cerca. Quería responderle, y quería hacerse el difícil un poco más.

“Hola, qué tal.”

Escribió y aventó el teléfono, sonriendo como un niño travieso, emocionándose tanto que abrió todas las ventanas de su habitación, contagiándose del aire frío que le despeinaba.

No esperaba sin embargo, tener una respuesta a los pocos minutos, dejándole aún más nervioso luego de leerlo.

“Veámonos.”

Y eso rebasó toda su confianza.

Le hizo pensar en mil razones diferentes. Entre las principales, amenazarle a que permanezca callado acerca de lo sucedido entre ellos. Estaba casi decepcionado. Sufriendo un terrible bajón emocional. Desde la euforia hasta el dolor en el pecho que una decepción provoca.

A la defensiva, como era costumbre suya, escribió una rápida respuesta, sintiendo su orgullo fragelado por un estúpido ruso homofóbico, otra vez.

“Puedes quedarte tranquilo, no diré nada.”

Y se marchó de su habitación al igual que Mostaza, enfadado.

Pero justo cuando cruzaba el umbral, el sonido de un nuevo mensaje le hizo voltear, curioso de su respuesta.

“No es por eso. Quiero verte.”

“¿Ahora mismo?”

Sí. Estoy en camino. Nos vemos.”

Y se desconectó, dejando a Aqyan al borde de una crisis de nervios.

Todo iba en un orden tan acertado que era difícil de creerlo.

Temió que fuese a buscarlo por sexo, así que decidió alistarse y esperarlo fuera de su casa, fumándose un cigarrillo con ansias.

Estuvo a punto de ahogarse cuando vio su camioneta estacionarse frente a él, bajando del auto y acercándose hacia él como si nada hubiese pasado. Le saludó con un gesto frío y ajeno, como si estuviese forzado a hacerlo.

Le saludó con un movimiento de cabeza, terminándose el cigarrillo y pisándolo en la acera. Luka se apoyó sobre su auto y observó hacia los lados, analizando el lugar, pintoresco, sin embargo el frío del día le quitaba un poco de la alegría.

Mostaza les observaba desde el balcón, moviendo su cola pacientemente, esperando alguna novedad para quizás aventar una maceta como ya había hecho antes. Definitivamente era la mascota de Aqyan.

-          ¿Entonces…? –empezó el castaño, balancéandose sobre sí mismo.

-          ¿Quieres ir a comer algo? Me gusta el pelmeni.

Y Aqyan no pudo ocultar su sonrisa.

Aceptó en silencio, acercándose a la puerta del copiloto, aún sorprendiéndose cuando tan caballeroso el pelinegro, le abría la puerta dejándole subir.

Enrumbaron a una tienda de conveniencia cerca del lugar. El pelinegro bajó sin decir una sola palabra, dejando el auto estacionado fuera del local. Aqyan se preguntaba si había sido o no una buena idea subirse a esa camioneta.

Observó su rostro en la pantalla de su teléfono, remojando sus labios y desordenando un poco su cabello, atento al regreso del conductor.

Luka volvió en menos de diez minutos, con una bolsa que desprendía un delicioso aroma, aún tibio, hablándole con señas al castaño para que la sostenga.

Eran como dos robots, trabajando en equipo sin siquiera emitir un sonido.

-          Huele delicioso.

Se aventuró el castaño, ojeando el interior de la bolsa. No sabía ya hacia donde se dirigían, pero el olor suave y tibio de la comida le tranquilizó. Se relajó, recostándose un poco más en el asiento, mientras resguardaba la bolsa de comida entre sus manos, calentando incluso su propio abdomen.

Una sensación cálida, de paz.

-          ¿Me das uno?

Le pidió mientras terminaba de estacionarse frente a un puente que conectaba dos ciudades, dejando ver ese río que poco a poco empezaba a congelarse. Era una vista genial, definitivamente. Y más si alrededor de ellos no había ni un solo auto. Estaban ellos, la humedad, y una bolsa de pelmeni.

-          ¿Por qué hemos venido hasta aquí? –preguntó intentando no sonar asustado, abriendo la bolsa para alcanzarle uno de esos deliciosos bocadillos.

-          Quería ver el río.

-          ¿Conmigo? –continuó Aqyan, sin siquiera poder mirarlo de frente, arrepintiéndose de inmediato de su pregunta cuando Luka volteó a mirar su perfil. – ¿Estás preocupado por lo que pasó el otro día?

-          No lo sé.

Bufó, ya casi empezando a sentirse enojado.

¿Por qué los “heterosexuales” siempre son tan indecisos? Le fastidiaba infinitamente.

Se llenó la boca de un par de bocadillos, girando aun más el cuello, ya sin ganas de conversar con él.

Por su parte, el pelinegro no sabía si atragantarse con las bolas de masa y no hablar más, o juntar un poco de valor y hacer eso que había estado planeando durante todo el viaje de su casa hasta la del castaño.

Quería besarlo.

Quitarse esa “duda” que le había dejado desde que se encerraron en el baño.

No importaba ya qué tanto pueda ir contra sus “principios”. Necesitaba deshacer sus ansias con esa persona que había trastocado su heterosexualidad al punto de buscarlo hasta la puerta de su casa para sentir un poco más su presencia y comprobar que no le repelía, sino todo lo contrario.   

-          Aqyan.

El castaño volteó, aún confundido y enojado sobre el hecho de estar ahí, con ese hombre que le era indiferente hasta cansarse.

Sin embargo el rostro definido y fuerte que se encontraba a un palmo de distancia parecía solicitar toda su atención; la atención de sus labios especialmente.

Se besaron despacio, saboreando entre ellos el sabor de los bocadillos, hasta que el moreno no pudo contenerse y sujetó las castañas ondas de cabello, presionando ligeramente la cabeza hacia la suya, alcanzando a colar su lengua y sonrojar las mejillas frente a él, elevando la temperatura de ambos en unos segundos.

El más joven no le detuvo, muy por el contrario, le permitió explorar dentro de su boca, sintiendo cómo parte de su peso empezaba a recaer sobre el suyo, aplastándolo en el asiento.

Estuvo a punto de quitarse el abrigo y la bufanda, y él a punto de ayudarle a desvestirlo, hasta que un par de toques en la ventana del conductor los sorprendieron, provocándoles casi una taquicardia inmediata.

Un oficial de policía los observaba desde afuera, amenazante.  

 

Notas finales:

Un saludo de codito. 

Hasta la próxima semana.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).