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Siberia recognizes his beauty. por Bombagrash

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Notas del capitulo:

¡Holaaaaaaaaa!

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Capítulo 1

La excentricidad de la ambientación e incluso las mismas bebidas alcohólicas que eran parte de la fiesta, indicaba al grupo homofóbico de amigos extranjeros que se estaban metiendo en tierra peligrosa. Algunos, incluso, se habían hallado así mismos mirándole el trasero y caderas a más de un chico que bailaba eufórico, moviendo sus cuerpos con la intención de ser un foco más de atención. Y vaya que lo lograban, pues muchos de ellos eran el centro en pequeños grupos que los admiraba y alentaba a seguir bailando de una manera tan provocativa y sensual.

Mateo, quien los había metido en ese “rollo de maricones”, empezó a reír con discreción al encontrar la sorpresa y confusión en la mirada de sus masculinos y varoniles amigos, sin saber qué decir o para dónde mirar. Intentó comprender un poco de su confusión convertida en terror y repudio, más se olvidó de ellos apenas encontró a Mariana, la anfitriona de la fiesta.

La muchacha, de cautivadores ojos castaños, observó con evidente burla al grupo de recién llegados, indicándoles con la cabeza que entraran, o más bien, intentaran mezclarse con el resto, pues se habían quedado todos juntos, sin dejar de rozarse unos con otros, como “protegiéndose” de la inmundicia a su alrededor.

-        No creí que vendrían, en serio.

-        Hola. Sí, se animaron cuando supieron que habían más mujeres que podrían estar interesadas también en ellos. Ya sabes.

Mariana ahogó una risa sarcástica. “¿Interesadas en qué?” pensó burlona, analizando el casual atuendo de Mateo. Nada fuera de lo común, excepto por ese rostro que indicaba cierto parentesco asiático, muy atractivo, a decir verdad.

El muchacho no fue para nada indiferente a la mirada coqueta de la chica, mordiendo la punta del sorbete de su colorida bebida y observando casi concentrada los bordes de su pantalón, muy sugestiva, casi empezando a ponerlo nervioso.

-        Y… ¿sabes dónde está Aqyan?

-        ¿Quién? – aturdida por el ruido, y tomando provecho de su temporal sordera, se acercó a él, quedando empinada y sostenida de sus hombros – ¿A quién quieres ver?

-        Aqyan, que si sabes dónde está.

La leve confusión y mareo que el alcohol le estaba provocando se disipó de inmediato. ¿Qué rayos tenía que hacer Mateo con la diva Aqyan? Ellos no tenían ni una sola conexión. Mateo era uno de los recién llegados, aparentemente heterosexual y andaba siempre dentro de ese grupo de homofóbicos… y Aqyan era en teoría todo lo que ellos detestaban. No entendía una mierda, ni cómo reaccionar y siquiera saber si decirle o no dónde estaba.

-        ¿Por qué quieres verlo?

El chico, que se notaba bastante relajado y despreocupado, sonrió galante, echando hacia atrás toda la mata de cabello negro, descuidado y sin interés realmente en ser arreglado. No deseaba perder el tiempo con ella, estaba ansioso en realidad, sin embargo sabía que debía ser cuidadoso, metiéndose en un lugar que no conocía, y con la presión de la homofobia y burla de sus amigos sobre su espalda.

-        Tengo algo que devolverle, quiero dárselo personalmente.

Respondió, seguro de lo que decía, sin dejar de mirar a los desorbitados ojos de Mariana que aun así, no dejaban de ser curiosos y fisgones.

-        Es una memoria USB –se apresuró a decir–, la encontré en una sala de internet.

-        Debe estar en alguna barra.

Y se marchó, dejando a Mateo con toda su ansia y excitación, intentando restarle importancia al asunto y buscando a alguien más para coquetear y probablemente para acostarse esa misma noche/madrugada.

Aun así, el muchacho no desistió y empezó a buscar en las innumerables barras, “auténticas” barras, y las creadas por algunos invitados de las fiestas, sobre muebles o algunos adornos de la casa. No divisó su figura, sin embargo se distrajo con la presencia de sus amigos que ya habían empezado a bailar e incluso acercarse de más a una que otra chica, tomándolas de la cintura e intentando besar sus acalorados rostros. Tan predecibles, tan patanes.

Mientras avanzaba e inspeccionaba el lugar, encontraba diferentes tipos de situaciones, algunas más increíbles que otras; desde candentes y fogosos movimientos en la pista de baile, similares a apareamientos de animales en celo, hasta personas “escondidas” intentando practicar sexo oral con alguien más o drogándose de las maneras más inusuales. Vaya que esas fiestas sí daban de qué hablar.

Estaba a punto de rendirse y responder a los coqueteos de una chica con el cabello rosa, acercándose a bailar con ella, hasta que alguien tocó su hombro, haciéndole girar de inmediato, con la esperanzadora idea de que era quien creía.

-        Mateo.  

Pero esa voz, grave y que la mayoría de veces denotaba enojo, era inconfundible. Mateo terminó de voltear, decepcionado, bufando más de lo necesario y mostrando su disgusto ante el encuentro sin ningún recato. Lorenzo le llamaba, con esa cara enojada de siempre, probablemente acercándose a él para pedirle que se fueran.

-        Estoy aburrido acá, hay más maricas que mujeres y… no he empatado con ni una sola, joder. Me quiero ir ya.

-        Eh, cálmate –pidió, tocando el amplio hombro del más alto–, encontrarás algo pronto, descuida. Todos los demás se la están pasando bien.

-        Sí, porque todos tienen a una maldita mujer para pasar el rato, en cambio yo estoy solo, y los homosexuales de por acá… son engañosos. Así que vámonos, que tampoco te veo muy acompañado.

Sin saber qué otra mentira colocar en sus palabras para librarse de su aburrido amigo, Mateo empezó a acercarse a la chica de colorido cabello, mirando de reojo a un enfadado Lorenzo que no hizo más que marcharse, refunfuñando y empujando a cuanto homosexual tuviese en frente, dando largas y temerosas zancadas para terminar de huir. El macho más varonil y heterosexual de todos, no fue capaz de conquistar a ni una sola chica, pensó Mateo.

Y mientras intentaba ahora, zafarse de una acalorada y atrevida muchacha, Aqyan apareció de repente frente a sus ojos, tomado de la mano de un tipo que nunca antes había visto, alejándose nuevamente de ahí con él. Vio como el desconocido sujeto acariciaba su cuerpo, e intentaba acercarse para besar el cuello expuesto, totalmente descarado. Pero Aqyan, lejos de rechazarle, sonreía encantado a todos los agasajos del hombre, terminando de colmar la paciencia de Mateo.

 

Se enojó tan pronto vio a toda la “manada” llegar, y no ver a Luka entre ellos. Realmente se enojó. Cerró sus enormes ojos y respiró, mucho más enojado que antes por haber sido tan tonto al saberse así de ilusionado y ridículo por una persona. Aqyan despeinó sus siempre alborotados cabellos y cambió la dirección de su mirada, intentando olvidarse de Luka y de la inútil de Mariana que no hizo “bien” su trabajo.

Se metió en la cocina y se sirvió un vaso gigante de agua, listo para empezar su noche. No la echaría a perder por un imbécil homofóbico, claro que no. Tenía que olvidarlo, superarlo, y listo. Sí, eso es lo que en definitiva haría.

-        Hey.

Saludó un desconocido, recién entrando por una copa, y acercándose peligrosamente, quizás creyendo que Aqyan estaba ya lo suficientemente ebrio para aprovecharse. El pecoso, lo observó de pies a cabeza, y detuvo su cristalina mirada en los marcados pectorales del hombre, descubriendo rápidamente su atractivo. El rostro, tallado perfectamente, varonil y avasallador, y el resto de su cuerpo, que invitaban a tocar más allá de lo permitido. Pero Aqyan era difícil de convencer, aun cuando tal semental se le paseaba por delante, intentando robarle más que un beso.

-        ¿Refugiándote en la cocina?

Se burló el musculoso hombre, acorralando a su aventurera presa, sin siquiera una pizca de intimidación. Relamió sus labios, intentando mostrarse seductor, más lo único que consiguió fue una larga risa del más pequeño, empujándolo hacia un lado e intentando dejarlo atrás. El sujeto no se dio por vencido y, rápido, tomó la pequeña mano, devolviéndolo a su anterior posición.

-        Vale. No soy bueno para esto… ¿bailamos algo?

Encantador, pensó el pecoso, tomando la áspera mano y regalándole un dulce guiño antes de salir a la pista de baile. El chico no se veía nada mal, y prefirió de inmediato pasar el rato con él, que soportar a sus amigos meneándose como strippers intentando llamar la atención de alguien.

Bailaron muy juntos, rozando sus rostros, mientras el chico sin nombre se acercaba a robarle húmedos besos en el cuello, de los que extrañamente Aqyan no se quejó pues había descubierto ya una nueva forma de divertirse.

Mateo estaba ahí, a unos metros suyos, observándolo de una forma tan obvia que incluso era graciosa. Aqyan sabía que le gustaba a Mateo, podía darse cuenta fácilmente por esa mirada tan curiosa e inquisitiva (incluso coqueta) que siempre le tenía puesta. Y sin afán alguno de detener el posible sufrimiento del chico de rasgos asiáticos, el pecoso continuó bailándole al musculoso hombre, restregando su trasero sobre ya una marcada erección. Rio para sus adentros, y dejó a ambos chicos en la pista de baile, escabulléndose entre la multitud como sólo él sabía hacerlo.

Le encantaba esa atención, dejar erecciones en los pantalones de desconocidos y no hacerse cargo, simplemente marcharse, burlándose de los deseos de quienes consideraba nunca estarían siquiera cerca de él para algo más que eso, una burla.

Caminó un poco más, algo perdido, hasta que salió al patio trasero de la casa de su amiga, aburrido de esa fiesta que tanto había idealizado sólo por la presencia de alguien que a final de cuentas, se había negado a ir. Sabía que tenía que volver pronto, pues sea como sea, alguien se preguntaría por él y empezarían a buscarlo. Estaba cansando de esa dependencia absurda de sus amigos hacia él.

-        Estaba esperando mi turno para bailar contigo.

Una voz, relajada y cuidadosa resonó de repente sobre su pequeña oreja, asustándolo de inmediato. Giró hacia su derecha y ahí estaba el insistente Mateo, tomando lugar al lado suyo, como si alguien le hubiese hecho una abierta invitación.

-        Pues perdiste tu oportunidad, galán. –respondió sarcástico, recostándose en una blanca pared con clara actitud desinteresada y aburrida.

-        Y bien, ¿qué quieres?

-        Qué rudo para ser tan enano.

Empezó a burlarse, enfadando rápidamente al pecoso quien giró sus talones dispuesto a largarse del lugar. Pero por segunda vez en la noche, como si todos se creyesen que era él muy débil de retener, Mateo le detuvo del brazo, sin necesidad de ser brusco, sólo esperando por un poco de su atención.

-        Es muy poca cortesía para alguien que puede verse en un apuro.

-        Ándate, deja de joder.

-        Qué poco cuidadoso eres, parece que ni siquiera lo notaste.

-        ¿Qué quieres? ¿Joder como el resto de tus amiguitos? –bufó, empezando a irritarse.

-        (…) –sonrió, sacando de su bolsillo la memoria USB.

Aqyan, asustado, observó la plateada memoria con forma de diamante en la palma de Mateo. Se paralizó por completo, sabiendo lo valioso que era ese objeto. Todos sus años de universidad, sus archivos de los mejores trabajos, las mejores fotografías y otros documentos personales se encontraban ahí, haciéndole estremecer la idea de que absolutamente todo pudiera desaparecer.

-        ¿Y bien? ¿Has venido a chantajearme? –cuestionó aun retador, sin dejarse intimidar aún sabiendo que se encontraba en situación de perder.

-        No, sólo vine a devolvértelo. Pero antes…

-        ¿Qué? ¿Quieres que te la chupe?

Mateo rió, realmente animado al conocer esa explosiva chispita que era Aqyan, con las mejillas coloreadas y los ojos enormes, apunto de aniquilarlo sólo con la mirada. En verdad que despertaba su curiosidad, y sus más bajos y oscuros deseos. Apenas estaba descubriéndolo.

-        ¿Es eso posible? ¿Tan pronto llegamos a este punto? –continuó con sus burlas, no haciendo más que enojar a un furioso castaño.

-        Dame la maldita memoria de una vez.

-        No. Sí tengo algo que pedirte a cambio.

-        ¿Y bien?

Esperó, con la fina ceja levantada, entre enojado y curioso por lo que podría salir de la boca de ese chico. Sin embargo, su postura cambió totalmente, de repente sintiéndose más que intimidado, haciéndose pequeño y viéndose en la terrible necesidad de sujetarse del cuerpo del más alto cuando sus labios se encontraron en un tímido beso, curioso y cuidadoso al comienzo, tornándose apasionado y excitante pocos segundos después.

¿Qué diablos estaba pasando?

Mateo sujetó los glúteos de Aqyan en un aprensivo agarre, mordió la pequeña y roja boca, y sonrió plenamente satisfecho cuando escuchó un suave gemido escapar de los labios magullados, sintiéndose extrañamente victorioso. El pecoso, aún con la vista nublada a causa del placer y la confusión, tenía los labios estirados hacia su boca, respirando un poco más agitado y nervioso al sentir ese característico cosquilleo en su vientre.

-        La dejé en tu bolsillo trasero –le dijo, como si no hubiese existido nunca ese beso, y empezó a caminar de reversa, alejándose–, así que tranquilo, sigue divirtiéndote.

Y se fue. Dejándolo ahí, solo y temeroso, con la boca abusada y la confusión pesando en su cabeza. ¿Qué mierda había sido eso? ¿Quién se creía ese idiota para ir y besarlo sin más? ¿Por qué demonios no lo había detenido apenas supo de sus intenciones? ¿Acaso le había gustado? Estaba furioso, no quería si quiera meditar si lo disfrutó o no.

-        ¡Déjame en paz, maldito closetero!

Le gritó, rojo de furia (y vergüenza) y entró nuevamente a la casa, cerciorándose que su memoria USB esté donde dijo que la había dejado, y agradeció que realmente fuese así, porque a causa de su enojo, sería capaz de volver y lanzársele encima con tal de recuperarlo. Ya tendría tiempo luego de reflexionar sobre lo que había pasado. Y quizás, sacar un poco de ventaja.

Ahora sabía al menos, que Mateo, el amigo más cercano de su idealizado Luka, gustaba de él más de lo que se imaginaba, yendo incluso a atacarlo por un beso. Pero cómo de mala sería la situación si el grupo de idiotas homofóbicos supiesen… tenía que ser inteligente con eso.

Aqyan, ya un poco más calmado luego de darse cuenta de la oportunidad (o quizás dificultad) que esto representaba, sonrió para sus adentros, entrando nuevamente a toda esa mezcla de alcohol, sudor y música estridente, dejándose llevar por los fuertes ritmos y el musculoso sujeto.

 


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