Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Cada noche contigo por Korosensei86

[Reviews - 53]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Soo Jin se despierta esa mañana desconcertado por la posibilidad de que Pau pueda ser algo más que un producto de su imaginación... 

Menos mal que esta tarde tiene cita con el psicólogo y podrá comentárselo... ¿No? 

Como inmerso en una meditación superficial , me conformo con mantener la vista clavada en el extraño cuadro que hay colgado frente a mí. Se trata de una obra supuestamente moderna y contemporánea que para, un simple intento de estudiante universitario, podría resumirse a una ejercicio de onanismo cromático, con pinceladas de diferente grosor distribuidas sin ton ni son por el lienzo. Es como uno de esas imágenes en 3D que estuvieron tan de moda hace unas décadas. Supongo que lo colgaron con la intención de que la gente tuviera un entretenimiento más, a parte de las revistas y sus propios teléfonos. Yo hace un rato que no miro el mío. A parte de Haneul-noona, no tengo a nadie más con quién charlar. Incluso, en esta sala rodeado de desconocidos, dudo mucho que algún espontáneo quiera iniciar una conversación. Nadie de los que estamos aquí, querría que su entorno lo supiera.

Es un viernes de finales de invierno y yo tengo cita con mi psicólogo, en esta prestigiosa y cara consulta cerca de Cheonggyecheon, Seúl. Es un amigo de mi padre, por lo que a parte de la profesional, tengo doble discreción. Fue elegido precisamente por ello. Ya es bastante indecoroso que se descubra que tu único hijo varón es un invertido y una aberración, como para que además, haya que “curarlo”. Que haya sido yo quien tenga que presenciar cómo todo por lo que luché una vida entera, todo por lo que se mordí la lengua y retuve el aliento, desplomarse como una castillo de naipes por un solo error, no parece entrar en consideración de nadie.

Un cierta irritación latente me hace retorcerme en estos exclusivos pero incómodos sillones de cuero. Los desconcertantes efectos de mi extraño despertar no me han abandonado ni en esta hora vespertina.
Acababa de despertarme. Unos segundos antes, mi conciencia estaba dejándose llevar por las plácidas corrientes del sueño. Pau, ese chico de ojos casi verdes y sonrisa de cachorro travieso, me abrazaba. Me susurraba palabras torpes y apresuradas pero embadurnadas de una sinceridad casi enternecedora, sobre lo especial que me consideraba, mientras explosionaba en su interior. Todo era parte de una ilusión perecedera que se terminaría cuando abriera los ojos y lo acepto como tal cuando llega el momento. Y, sin embargo, una sensación de irritación desciende por mis muslos. Es pegajoso, brota de mi interior como si aún quisiera aferrarse a mis entrañas, y está caliente. Es semen, semen auténtico dentro de mí. La llamada se escapa de mis labios como una exhalación. La primera palabra que he pronunciado hoy es su nombre.

—¿Pau...?

El aturdido sonido de mi propia voz me devuelve algo de potestad sobre el curso de mis pensamientos. Si esto que estoy notando es real, debo ir a limpiarme antes de que mi madre note alguna mancha de procedencia sospechosa en mis sábanas. Me levanto de puntillas, como una prostituta que se escabulle en mitad de la noche, justo después de cobrar, intentando estúpidamente retener el flujo que emana de mí. Doy ridículos saltitos por el pasillo. No tengo demasiado en cuenta si hay alguien ya en la ducha. Tengo ya bastante con intentar proteger mi pijama y ropa interior. Afortunadamente, mi padre debe de estar ya desayunando. Con un poco de suerte, se irá pronto a trabajar y no tendré que confrontarlo durante mi falta de desayuno. Su mirada juzgadora sería demasiado para mí en esta mañana en la que me siento sucio por dentro, tanto figurada como literalmente. Me meto en la ducha como si esta fuera una cápsula de escape.

Así, dejo que el agua arrastre toda mi impureza por el desagüe. Yo la ayudo cubriendo la zona de jabón y restregando la esponja con fuerza, hasta, tal vez, empeorar la irritación. Cuando por fin creo estar de nuevo medianamente limpio, salgo de la ducha envuelto en la densa neblina de vapor que yo mismo acabo de crear. Me observo en el espejo. Al principio, la imagen que me devuelve me tranquiliza. Vuelvo a ser yo, el yo acobardado, el yo débil que ha decepcionado a todo, pero siempre yo. Ya no soy el que suelo ser cuando estoy con él, cuando sé que todo es mentira: la criatura sarcástica y mordaz, atrevida e impúdica en que la que me convierto cuando me permito abrirme de piernas ante su aduladora insistencia. Y eso, al menos, es un respiro.

Pero hay algo que no encaja. Unas manchas de un leve tono carmesí han aparecido en mi cuello. En cuanto las toco, junto con el punzante dolor, me vienen toda una serie de recuerdos de una noche tan ficticia como poderosamente sugerente. Son las huellas de los labios y dientes depredadores de Pau, degustando mi piel.

Perrito malo.

El dolor me sobresalta, injerta en mi realidad este brote de locura. Mis manos temblorosas se aferran a la toalla, al tiempo que intento controlar una respiración que empieza a desbocarse. Esto no debería estar pasando.

Bueno, Soo Jin, pensemos con lógica un momento. No nos dejemos llevar por sinsentidos. Puede haber sido cualquier cosa: el roce de mi ropa al dormir, un golpe inconsciente con algo, un mosquito... ¿Pero cómo puede haber sobrevivido un mosquito al invierno de Seúl? La única certeza en la que puedo ampararme cuando salgo del cuarto de baño es que hoy llevaré un jersey de cuello alto.
Es el mismo cuello alto que, sentado en la asfixiante salita de espera, acentúa mi incomodidad. Me siento tentado a ensanchármelo con el dedo antes de que venga la secretaria a buscarme, pero ella es más rápida. Me detengo a tiempo.

—¿Lee Soo Jin? ¿Lee-ssi? —llama con su voz cantarina y ceremoniosa, tras abrir la puerta.

Yo levanto la mano tímidamente y asiento sin pronunciar palabra.

—Ya puede pasar —me invita con sus sonrisa de muñeca recatadamente maquillada, si bien soy yo el que la acompaña por el pasillo como un autómata con pies de trapo.

Y bajo la delgada lana, mi cuello sigue palpitando, herido por la lujuria recibida.

El monótono sonido del reloj de pared hace juego con el color gris plata que baña la habitación. Sobre ella, mi terapeuta ha colocada más festivales masturbatorios de color, tal vez en la premeditación de mostrar en qué se gasta el dinero un loquero demasiado caro. A lo lejos, y a través del amplio ventanal, los primeros neones nocturnos de Seúl empiezan a florecer como pétalos incandescentes de electricidad. Mientras tanto, yo sigo aquí encerrado, con el tic-tac como molesto metrónomo de una conversación que, aún sin haber sido iniciada, ya da indicios de ser aburrida por previsible.

—Entonces, mi psicólogo levanta la vista de sus papeles y la inicia.

—Buenas tardes, Soo Jin —saluda con sobriedad—. ¿Cómo se encuentra?

—Bien —me limito a responder.

—Bueno, esa es una buena noticia —carraspea, solo antes de volver a sus notas—. ¿Qué tal la medicación?

—¿Sigue haciendo efecto?

—No he notado cambios —informo.

—Muy bien —continúa él—. ¿Qué tal las náuseas? ¿Ya va comiendo mejor? Es importante que haga un esfuerzo para recomponerse y nutrirse adecuadamente. Es importante tener energía física para lidiar con los efectos de la depresión. Si no, corremos el riesgo de crear un círculo vicioso.

—Yo... intento comer —miento con la vista fija en el horrendo patrón de la alfombra.

—He hablado con su madre —corrobora mi terapeuta—, y me comenta su preocupación. Dice que se esfuerza por prepararle comidas nutritivas pero que usted no prueba bocado. Es comprensible que con su trastorno alimenticio, le sea difícil ingerir alimentos sólidos, pero tampoco debe utilizarlo como excusa para ser egoísta. Debe pensar en su madre y en su dedicación. Responder a ello, es parte de su deber filial.


Suspiro, echándome hacia atrás en la peculiar silla de diseño que me han ofrecido para sentarme. Desvío la mirada hacia el fondo luminoso de un Seúl nocturno.

—Eso es... —chasqueo la lengua— Me sigue costando comer por las mañanas. Es como si mi estómago no estuviera del todo asentado todavía... pero como bien el almuerzo en la universidad...Como tanto que por la noche no vuelvo a tener hambre.

Mentira, sucia y repugnante mentira, como casi todo en mi vida ahora mismo.

—Ese es un punto importante del que me gustaría hablar en esta sesión. Al parecer, esta semana ha vuelto a las clases. ¿Cómo ha sido la experiencia? ¿Ha sido tan insoportable como imaginaba?

Un pasillo tenebroso lleno de miradas enrojecidas y afiladas que me lastran cuando inevitablemente a su lado me comprime el pecho y la memoria. Trago saliva y vuelvo a mirar al suelo.

—No ha sido para tanto —miento de nuevo.

—¡Bien! —me señala él con la pluma—. Es importante que usted retome su rutina. Debe usted mantener sus metas: terminar su carrera y convertirse en un adulto responsable. Es su deber para con sus padres que tanto han invertido en su educación. Así, les mostrará su agradecimiento, y puede que con el tiempo pueda rehacer su vida... recuperar su reputación, casarse con una buena chica, tener un buen trabajo y darle nietos a sus padres- mi terapeuta me mira sonriente desde la primera vez que entré por la puerta.- ¿Qué le parece? ¿No sería una forma maravillosa de pasar página?

De pronto, las palabras del doctor tienen un nuevo efecto en mí, una punzada en la nuca, como el garrampazo provocado por tocar un cable pelado. Me avisa de que algo no está bien. Y no entiendo porqué, es lo que siempre me han repetido, lo que todos los adultos que me han rodeado a lo largo de mi vida me han ordenado siempre.

Una buena casa, un buen coche,
¿traerá eso la felicidad?
En Seúl, en Seúl ir a SKY
¿Así será realmente nuestros padres felices?

Y yo, desde pequeño, he procurado seguir sus indicaciones. En la escuela privada escogida por mi padre por sus buenos contactos, fui un alumno aplicado y respetuoso. Nunca fui al cibercafé a jugar, ni al karaoke. Cuando recuerdo mi infancia, esta tiende a verse salpicada por páginas de libro de texto y callos en mis dedos amoldados a la dura carcasa plástica de un lápiz de minas. Nunca fui caprichoso, nunca mentí o respondí, nunca dije lo que realmente pensaba.

Los sueños desaparecen, no hay tiempo para descansar
La escuela, la casa o el cibercafé, es un ciclo continuo,
Todos vivimos la misma vida
Los estudiantes que son presionados para ser los primeros en su clase
Viven entre los sueños y la realidad

Luchando por mantener mi fachada de buen chico, sacando buenas notas, siendo respetuoso y disciplinado, jamás me permití ser caprichoso. Mi único desahogo era el Taekwondo, una actividad también elegida por mi padre para ayudarme a crear conexiones entre los hijos de sus colegas y convertirme en “un hombre fuerte que puede defenderse a sí mismo”. Ahora que ya no lo practico, decir que lo echo de menos es quedarse corto. Sin él, siento que me han amputado una parte de mí. Gracias a él, pude pasar más tiempo con Hyung y Noona, con los que también iba a la escuela, pero que estaban en un curso superior.

Pero mi pregunta es...¿realmente me entusiasmó la idea del Taekwondo en su momento o solo lo hice porque era lo que mi padre me dijo que hiciera? ¿Alguna vez hice lo que yo quería en realidad? No, claro que no, ni siquiera le confesé a Hyung que le quería, pero al margen de eso, ¿he querido yo algo por mí mismo en todo mi vida? ¿O solo estaba tan concentrado en correr hacia una meta marcada por otros que no tenía tiempo de desear algo por mí mismo? ¿De qué me han servido todo los sacrificios que he hecho hasta ahora?

¿Quiénes nos convirtieron en máquinas de estudiar?
Ellos nos clasifican por ser el número 1 o el fracasado
Los adultos crearon estas trampas y caímos en ellas
No hay otra salida más que dar nuestro consentimiento
Incluso si solamente pensamos
Que es la supervivencia del más fuerte
¿Quién crees que fue el que nos hace pisar
Incluso a nuestros amigos más cercanos para llegar a la cima?
¿Quién?

Mi lengua pastosa intenta lubricar el seco paladar para poder articular palabra.

—Si soy sincero —comienzo—, no sé hasta qué punto me apetece terminar Administración de Empresas. Quiero decir... ¿Y si no me apetece trabajar en los negocios cuando me gradúe?

En el mismo instante en que pronuncia semejante frase herética, el doctor da cierta muestra de humanidad. Me observa con los ojos a punto de salirse de sus cuencas, pero pronto se tranquiliza y recupera su postura ecuánime.

—¿Está intentando decirme que ha pensado en dejar su carrera? —pregunta cauteloso.

—No, no es eso. Es más bien, una idea, ¿sabe? No es que quiera dejar de estudiar, pero no siento pasión por ese campo. Si es cierto que tengo que reconstruir mi vida, puede que sea un buen momento para plantearme algo nuevo, algo que realmente me apetezca a mí como persona. Tal vez, un cambio de especialidad podría ser, no sé, ¿Interesante?

—¿Y ha pensado usted en algo en concreto? —inquiere mi terapeuta disimilando su creciente tensión.

—No —admito con una ligera risa nerviosa—, es algo que se me ha ido ocurriendo estos días.

—¿Y no podría ser más bien un intento de justificar su necesidad de huida? —me interroga él— Sobre todo, teniendo en cuenta el esfuerzo que representa volver a la rutina de la vida de estudiante y enfrentarse a las consecuencias del escándalo que usted mismo provocó...

—No. Eso no... —intento aclarar, pero él me interrumpe enseguida.

—Yo diría que es exactamente eso —tercia—. Fíjese en la palabra que ha utilizado. “Pasión” Tengo entendido que fue la pasión justamente lo que le llevó a esta situación... el dejarse llevar por tendencias, digamos, poco naturales o deseables en un hombre joven.

Le miro a los ojos durante unos segundos en los que me siento petrificado en mi vergüenza. Tenía que volver a sacar el tema, el de mis deseos depravados que no puedo evitar sentir, la desagradable pero ineludible verdad de que ahora todos saben que estoy sucio por dentro.

—Escuche —me aconseja el doctor—, su mente no está clara en estos momentos. Por eso, no debe caer en la trampa de dejarse llevar por esos pensamientos erráticos y tomar decisiones trascendentes a partir de ellos.

—Pero... —intento recuperar la palabra.

Pero, el buen doctor no está dispuesto a dejarme. Prefiere seguir con su alarde de maestro vital erigido desde el particular púlpito que es su consulta.

—Fue esa la razón que le llevo a atentar contra su vida no hace mucho, ¿verdad? —expone mientras crea círculos en el aire con su pluma—. Sus pensamientos se enturbiaron y le llevaron a una decisión que pudo ser trágica. No puede fiarse de su propia mente, la misma mente enferma que le hace desear aquello que va en contra de las leyes de la Naturaleza y la decencia. ¿No cree?

—Es posible —concedo agotado y muy a pesar mío.

—Por eso mismo, déjese ayudar y aconsejar por aquellos que le tienen aprecio y tienen un conocimiento más certero de lo que le interesa. En mi estricta opinión, lo que usted necesita es volver a un entorno controlado y metas concisas. Tiene que volver a disciplinar su mente, cortar de raíz los pensamientos maliciosos y centrarse en sus deberes y en lo que está haciendo en cada momento. Ya veré como dentro de unos años, todo lo que está usted considerando ahora, le parecerán tonterías de juventud.

Los adultos siempre dicen que
Estas adversidades son momentáneas
Sopórtalo un poco más para que te hagas más fuerte más adelante


—Usted ha trabajado mucho para entrar en la Universidad Nacional de Seúl y en una carrera prestigiosa como es Administración de Empresas. Se podría considerar usted un afortunado. No desperdicie sus oportunidades solo por un mal estado de ánimo.

El buen hombre parece muy convencido de lo que dice y subraya la firmeza de su convicción apoyando ambos hombros en la mesa y uniendo ambas manos, firmemente. Yo, por mi parte, empiezo a no tragarme que alguien que me conoce de apenas unos meses sea capaz de predecir mis necesidades y consideraciones a tan largo plazo. Y eso me resulta particularmente extraño cuando soy yo el que más me sorprendo a mí mismo, con puntos de vista anárquicos y revoltosos, que no sé de dónde proceden.

Todo el mundo diga NO
No podrás ser cualquier otra persona más tarde
No se dejen atrapar por el sueño de otra persona
Movámonos, movámonos
Movámonos

Todo el mundo diga NO
Tiene que ser ahora
Aún no hemos logrado nada
Movámonos, movámonos
Movámonos
Todo el mundo diga NO

En ese momento, como si el ovillo fastidiosamente enmarañado que es mi abrumado cerebro quisiera entenderse a sí mismo, el rostro de Pau aparece como una pista reveladora. Ese habitante de mis rebeldes fantasías nocturnas sonríe sinceramente, opina sin miedo a resultar ridículo o a que alguien le censure. Él no tiene que esconderse, no parece enfermo, posiblemente porque no sea más que un producto de mi trastornada imaginación. Entonces, me lo planteo. Seguramente, esto es algo que debería comentarle, por muy arriesgado que me resulte comentar algo así en voz alta. Sé que es mi psicólogo, que no debería preocuparme lo que un profesional piense a nivel personal de mí, que seguramente habrá oído de todo, cosas incluso peores que el mío. No es eso lo que me acobarda, es el hecho de que, aunque yo sea su paciente, no soy su principal cliente. Ese es mi padre.

—Doctor, en ese sentido —me atrevo por fin—, hay algo que debería comentarle.

—Muy bien —asiente él—. ¿De qué se trata?

—Usted ha dicho que mi mente no funciona bien, que está dañada y que por eso no puedo fiarme de ella... —planteo.

—Así es —ratifica él.

—Pues verá, es posible que sea cierto —explico—, ya que últimamente he tenido algunos sueños extraños.

—Eso podría ser interesante —señala, incorporándose aún más en el escritorio, como si verme más de cerca pudiera ayudarle a resolver el intrincado rompecabezas de mi mente—. ¿Qué tipo de sueños?

Sin embargo, yo necesito asegurarme antes de abrirme a él . Después de todo lo ocurrido, si hay algo que he sacado en claro de todo este asunto es que mi confianza no es algo que pueda vender barato.

—Usted no le dirá nada a mi padre, ¿verdad?

—Por supuesto que no, Lee Soo Jin —me asegura él—. Lo que hablemos aquí siempre quedará en estricto secreto entre tú y yo. Es importante que me cuente todo lo que crea importante para su recuperación. Cuénteme sus sueños, por favor.

—Verá... —No hay manera fácil de decir algo así. Me muerdo el labio con impaciencia—. Yo aparezco en una especie de prado.

—¿Cómo es el prado? ¿Es un lugar agradable, tenebroso? —matiza él.

—Es agradable, muy agradable. Hay un árbol muy bonito y grande. El sol se cuela por las hojas, es muy relajante.

—Ya veo, además el clima parece bueno.

—Así es... Y verá... -Allá vamos... —También hay un chico.

El ruido de la pluma rasgando el papel se detiene en seco. Puedo ver la decepción y el asco dibujarse en la cara de mi terapeuta cuando levanta la mirada de las notas.

—De acuerdo —carraspea—. ¿Cómo es ese chico y que hace?

Esto es tan violento que querría lanzarme por la ventana solo para escapar de tener que responder. Aún así, tomo aire y me preparo para ello. He decidido ser sincero, por mi bien, por mi cura.

—Él es de aspecto occidental...

—¿Es atractivo? —se impacienta el doctor.

—Sí, lo es, mucho. Además, está desnudo. Los dos lo estamos.

Casi me atraganto al decirlo.

—¿Y bien? —insiste mi psicólogo, tan intrigado como asqueado.

No puedo mantener la mirada fija en mi terapeuta cuando me exige que llegue hasta el final. Antes que eso, prefiero perderme en los aberrantes trazos del horrible cuadro con el que decora su despacho.

—Lo hacemos —musito.

—¿Quiere decir que realizan actos sexuales?

Yo asiento, silenciosamente, dolorosamente, como un niño descubierto en una travesura y acepta que no puede negar la evidencia. Mi terapeuta se levanta las gafas levemente con los pulgares en pinza, para apretarse los lacrimales, en señal de cansancio mental.

Seguramente, será un recurso de su mente confundida para resistirse a nuevos esquemas mentales. En ocasiones, las ideas dañinas se convierten en un mal hábito difícil de erradicar- concluye.

—Yo también creía lo mismo —admito—. Pero...

—¿Pero? —se sorprende él.

—He empezado a pensar en la posibilidad de que ese chico... sea real.

Mi terapeuta parece sinceramente preocupado y confundido.

—¿A qué se refiere? ¿Lo ha visto en alguna película? ¿Podría ser un actor famoso o un cantante...?

—No, quiero decir que es real, es decir, es una persona normal como usted y yo, pero con la que me encuentro en sueños.

El doctor se mesa la barbilla, respirando sonoramente, en una actitud al mismo tiempo de reflexión como de nerviosismo latente.

—¿Y qué le ha movido a plantearse algo así? —pregunta al fin.

Yo, a estas alturas, conozco mejor los detalles de la alfombra que el rostro del hombre que me está tratando.

—Verá esta noche he vuelto a soñar con él y cuando me levanté había señales evidentes en mi cuerpo de que el sexo podría haber sido real.

—¿Podría ser más específico?

¿Por qué no? ¡Hagámoslo más incómodo si es que eso es posible!

—Había semen.

Ante mi desconcierto, mi terapeuta no se corta en soltar una risilla irónica.

—Eso no significa nada. Ese semen podría ser suyo, proveniente de una mera polución nocturna, no de un misterioso personaje que es capaz de tener sexo a distancia. ¿No sería eso mucho más lógico?

Y sin embargo, las marcas rojizas de mi cuello siguen palpitando quejosamente.

—No es sólo eso —protesto—. También había señales que podrían ser... chupetones.

—O picaduras de mosquito, o cualquier otra herida circunstancial —argumenta él— ¿Ha pensado que podría haberse vuelto alérgico a algún tipo de producto textil? Es más frecuente de lo que la gente piensa...

—Yo... —me resisto.

—Mire, no digo que lo que haya sentido esta mañana no sea válido—interviene—. Lo que digo es que no debe achacarlo a causas sobrenaturales ni fantasiosas. El hecho de que lo haya hecho en primera instancia, demuestra que su proceso de pensamiento está enajenado.

—Es posible... —vuelvo a conceder, agotado. Las sienes me aprietan en la frente como si quisieran reducir el tamaño de mi cráneo.

—Me temo que tenemos que tomarnos este episodio muy en serio, Lee Soo Jin —me advierte el doctor—. Su mente se niega a aceptar que las tendencias homosexuales son perniciosas para una socialización adecuada. Debe interiorizarlo de una vez, si quiere curarse y volver a llevar una vida equilibrada y feliz.

Pero yo no he sido nunca feliz, solo con él, solo en su fogoso y liberador abrazo. ¿Quién soy yo en realidad? ¿Soy la persona que mi psicólogo cree que es? ¿El estudiante y futuro hombre de negocios? ¿O soy la persona que Pau ama cada noche? ¿Cuál de los dos es más real?

Quiero comer y divertirme, quiero romper mi uniforme
Ganar dinero, un buen dinero
Pero ya me ven como si fuera a hacer algo deshonesto
Mi cuenta bancaria es otra cosa pero da la impresión
Mi tristeza se está excediendo al limite
La fábrica de suspiro sigue mientras estudio
El cielo continúa

Pero, claro, Pau no existe. Pau es un invento de mi cabecita enferma que busca excusas para seguir estándolo. Es una certeza tan simple que deprime.

—Debemos seguir trabajando en esta dirección —dictamina mi psicólogo—. Primero, tiene que readaptarse a su rutina, tener una vida ordenada y funcional que le aporte hábitos de conducta saludables. Luego, debe hacer un esfuerzo por desterrar de su mente cualquier pensamiento homosexual. Entienda que es su deber encontrar una buena chica con la que casarse y darle nietos a sus padres. Es la forma...

—¿En la que compensaré a mis padres por el esfuerzo de haberme criado? —adivino yo, harto de escuchar el mismo sermón por enésima vez.

El buen doctor no capta la ironía cansada con la que le arrebato las palabras de la boca. Al contrario, sonríe satisfecho.

—Así es. ¡Qué bien que lo entienda! ¡Ya verá! ¡Ahí reside la verdadera felicidad! ¡En formar parte de algo más grande que uno mismo, como una familia, y en contribuir activamente a la sociedad!

Esas palabras, que tanto he oído pronunciar a lo largo de mi vida, siguen atascándose en mis oídos. Como un chiste demasiado mascado, como las palabras de un estribillo que se eligen por su machacona sonoridad antes que por su sentido, lo que me afirma con rotundidad casi propagandística, ahora mismo carece para mí de sentido. ¿Cómo puedo ser feliz, haciendo lo que me dicen, si justamente en el pasado seguí ese camino para terminar solo y marginado? No lo entiendo. Algo falla en esa aparente lógica perfecta.

Los adultos dicen
Que esta vida es fácil
Ellos dicen que somos más felices que los demás
Entonces, ¿Cómo explican mi infelicidad?

No hay temas de conversación mientras estudio
Hay muchos niños como yo por ahí
Viviendo la vida de títere
¿Quién se hará responsable de esto?


—Supongo... —murmuro sin demasiada emoción. Menos mal que mi psicólogo está demasiado embargado por la suya como para notar mi falta de convencimiento.

—Entonces —cambia de tema—. ¿Cuándo quedamos para la próxima sesión?

Mi salida de la consulta se da con la misma ceremoniosidad como al inicio. La servil y atractiva, aunque pudorosa secretaria me acompaña a la salida. De este modo, cuando consigo escabullirme de esta suerte circo que de pronto se me ha revelado tan bizarro e inverosímil, me siento liberado para confrontar, al fin, mi imagen en el espejo del ascensor. Incluso a pesar de la iluminación relajante pero poco esclarecedora, puedo percibir en el brillo rebelde de mis ojos una incógnita. Solo en la soledad de este cubículo me atrevo a soltar la atrevida palabra que venía atragantándoseme en la garganta durante toda la conversación con mi terapeuta.

Esa palabra es “NO”.

Como inmerso en una meditación superficial , me conformo con mantener la vista clavada en el extraño cuadro que hay colgado frente a mí. Se trata de una obra supuestamente moderna y contemporánea que para, un simple intento de estudiante universitario, podría resumirse a una ejercicio de onanismo cromático, con pinceladas de diferente grosor distribuidas sin ton ni son por el lienzo. Es como uno de esas imágenes en 3D que estuvieron tan de moda hace unas décadas. Supongo que lo colgaron con la intención de que la gente tuviera un entretenimiento más, a parte de las revistas y sus propios teléfonos. Yo hace un rato que no miro el mío. A parte de Haneul-noona, no tengo a nadie más con quién charlar. Incluso, en esta sala rodeado de desconocidos, dudo mucho que algún espontáneo quiera iniciar una conversación. Nadie de los que estamos aquí, querría que su entorno lo supiera. 
 
Es un viernes de finales de invierno y yo tengo cita con mi psicólogo, en esta prestigiosa y cara consulta cerca de Cheonggyecheon, Seúl. Es un amigo de mi padre, por lo que a parte de la profesional, tengo doble discreción. Fue elegido precisamente por ello. Ya es bastante indecoroso que se descubra que tu único hijo varón es un invertido y una aberración, como para que además, haya que “curarlo”. Que haya sido yo quien tenga que presenciar cómo todo por lo que luché una vida entera, todo por lo que se mordí la lengua y retuve el aliento, desplomarse como una castillo de naipes por un solo error, no parece entrar en consideración de nadie. 
 
Un cierta irritación latente me hace retorcerme en estos exclusivos pero incómodos sillones de cuero. Los desconcertantes efectos de mi extraño despertar no me han abandonado ni en esta hora vespertina.  
 
Acababa de despertarme. Unos segundos antes, mi conciencia estaba dejándose llevar por las plácidas corrientes del sueño. Pau, ese chico de ojos casi verdes y sonrisa de cachorro travieso, me abrazaba. Me susurraba palabras torpes y apresuradas pero embadurnadas de una sinceridad casi enternecedora, sobre lo especial que me consideraba, mientras explosionaba en su interior. Todo era parte de una ilusión perecedera que se terminaría cuando abriera los ojos y lo acepto como tal cuando llega el momento. Y, sin embargo, una sensación de irritación desciende por mis muslos.  Es  pegajoso, brota de mi interior como si aún quisiera aferrarse a mis entrañas, y está caliente. Es semen, semen auténtico dentro de mí. La llamada se escapa de mis labios como una exhalación. La primera palabra que he pronunciado hoy es su nombre. 
 
-¿Pau...? 
 
El aturdido sonido de mi propia voz me devuelve algo de potestad sobre el curso de mis pensamientos. Si esto que estoy notando es real, debo ir a limpiarme antes de que mi madre note alguna mancha de procedencia sospechosa en mis sábanas. Me levanto de puntillas, como una prostituta que se escabulle en mitad de la noche, justo después de cobrar, intentando estúpidamente retener el flujo que emana de mí. Doy ridículos saltitos por el pasillo. No tengo demasiado en cuenta si hay alguien ya en la ducha. Tengo ya bastante con intentar proteger mi pijama y ropa interior. Afortunadamente, mi padre debe de estar ya desayunando. Con un poco de suerte, se irá pronto a trabajar y no tendré que confrontarlo durante mi falta de desayuno. Su mirada juzgadora sería demasiado para mí en esta mañana en la que me siento sucio por dentro, tanto figurada como literalmente. Me meto en la ducha como si esta fuera una cápsula de escape. 
 
Así, dejo que el agua arrastre toda mi impureza por el desagüe. Yo la ayudo cubriendo la zona de jabón y restregando la esponja con fuerza, hasta, tal vez, empeorar la irritación. Cuando por fin creo estar de nuevo medianamente limpio, salgo de la ducha envuelto en la densa neblina de vapor que yo mismo acabo de crear. Me observo en el  espejo. Al principio, la imagen que me devuelve  me tranquiliza. Vuelvo a ser yo, el yo acobardado, el yo débil que ha decepcionado a todo, pero siempre yo. Ya no soy el que suelo ser cuando estoy  con él, cuando sé que todo es mentira: la criatura sarcástica y mordaz, atrevida e impúdica en que la que me convierto cuando me permito abrirme de piernas ante su aduladora insistencia. Y eso, al menos, es un respiro. 
 
Pero hay algo que no encaja. Unas manchas de un leve tono carmesí han aparecido en mi cuello. En cuanto las toco, junto con el punzante dolor, me vienen toda una serie de recuerdos de una noche tan ficticia como poderosamente sugerente. Son las huellas de  los labios y dientes depredadores de Pau, degustando mi  piel. 
 
Perrito malo. 
 
El dolor me sobresalta, injerta en mi realidad este brote de locura. Mis manos temblorosas se aferran a la toalla, al tiempo que intento controlar una respiración que empieza a desbocarse. Esto no debería estar pasando. 
 
Bueno, Soo Jin, pensemos con lógica un momento. No nos dejemos llevar por sinsentidos. Puede haber sido cualquier cosa: el roce de mi ropa al dormir, un golpe inconsciente con algo, un mosquito... ¿Pero cómo puede haber sobrevivido un mosquito al invierno de Seúl?  La única certeza en  la que puedo ampararme cuando salgo del cuarto de baño es que hoy llevaré un jersey de cuello alto. 
Es el mismo cuello alto que, sentado en la asfixiante salita de espera, acentúa mi incomodidad. Me siento tentado a ensanchármelo con el dedo antes de que venga la secretaria a buscarme, pero ella es más rápida. Me detengo a tiempo. 
 
-¿Lee Soo Jin? ¿Lee-ssi? -llama con su voz cantarina y ceremoniosa, tras abrir la puerta. 
 
Yo levanto la mano tímidamente y asiento sin pronunciar palabra. 
 
-Ya puede pasar -me invita con sus sonrisa de muñeca recatadamente maquillada, si bien soy yo el que la acompaña por el pasillo como un autómata con pies de trapo.
 
Y bajo la delgada lana, mi cuello sigue palpitando, herido por la lujuria recibida. 
 
El monótono sonido del reloj de pared hace juego con el color gris plata que baña la habitación. Sobre ella, mi terapeuta ha colocada más festivales masturbatorios de color, tal vez en la premeditación de mostrar en qué se gasta el dinero un loquero demasiado caro. A lo lejos, y a través del amplio ventanal, los primeros neones nocturnos de Seúl empiezan a florecer como pétalos incandescentes de electricidad. Mientras tanto, yo sigo aquí encerrado, con el tic-tac como molesto metrónomo de una conversación que, aún sin haber sido iniciada, ya da indicios de ser aburrida por previsible. 
 
-Entonces, mi psicólogo levanta la vista de sus papeles y la inicia. 
 
-Buenas tardes, Soo Jin -saluda con sobriedad.- ¿Cómo se encuentra?
 
-Bien -me limito a responder. 
 
-Bueno, esa es una buena noticia -carraspea, solo antes de volver a sus notas.- ¿Qué tal la medicación? 
 
-¿Sigue haciendo efecto?
 
-No he notado cambios -informo. 
 
-Muy bien -continúa él.- ¿Qué tal las náuseas? ¿Ya va comiendo mejor? Es importante que haga un esfuerzo para recomponerse y nutrirse adecuadamente. Es importante tener energía física para lidiar con los efectos de la depresión. Si no, corremos el riesgo de crear un círculo vicioso. 
 
-Yo... intento comer -miento con la vista fija en el horrendo patrón de la alfombra. 
 
-He hablado con su madre -corrobora mi terapeuta,- y me comenta su preocupación. Dice que se esfuerza por prepararle comidas nutritivas pero que usted no prueba bocado. Es comprensible que con su trastorno alimenticio, le sea difícil ingerir alimentos sólidos, pero tampoco debe utilizarlo como excusa para ser egoísta. Debe pensar en su madre y en su dedicación. Responder a ello, es parte de su deber filial. 
Suspiro, echándome hacia atrás en la peculiar silla de diseño que me han ofrecido para sentarme. Desvío la mirada hacia el fondo luminoso de un Seúl nocturno. 
 
-Eso es... -chasqueo la lengua- Me sigue costando comer por las mañanas. Es como si mi estómago no estuviera del todo asentado todavía... pero como bien el almuerzo en la universidad...Como tanto que por la noche no vuelvo a tener hambre. 
 
Mentira, sucia y repugnante mentira, como casi todo en mi vida ahora mismo.
 
-Ese es un punto importante del que me gustaría hablar en esta sesión. Al parecer, esta semana ha vuelto a las clases. ¿Cómo ha sido la experiencia? ¿Ha sido tan insoportable como imaginaba? 
 
Un pasillo tenebroso lleno de miradas enrojecidas y afiladas que me lastran cuando inevitablemente a su lado me comprime el pecho y la memoria.  Trago saliva y vuelvo a mirar al suelo. 
 
-No ha sido para tanto -miento de nuevo.
 
-¡Bien! -me señala él con la pluma.- Es importante que usted retome su rutina. Debe usted mantener sus metas: terminar su carrera y convertirse en un adulto responsable. Es su deber para con sus padres que tanto han invertido en su educación. Así, les mostrará su agradecimiento,  y puede que con el tiempo pueda rehacer su vida... recuperar su reputación, casarse con una buena chica, tener un buen trabajo y darle nietos a sus padres- mi terapeuta me mira sonriente desde la primera vez que entré por la puerta.- ¿Qué le parece? ¿No sería una forma maravillosa de pasar página?
 
De pronto, las palabras del doctor tienen un nuevo efecto en mí, un punzor en la nuca, como el garrampazo provocado por tocar un cable pelado. Me avisa de que algo no está bien.  Y no entiendo  porqué, es lo que siempre me han repetido, lo que todos los adultos que me han rodeado a lo largo de mi vida me han ordenado siempre.
 
Una buena casa, un buen coche, 
¿traerá eso la felicidad? 
En Seúl, en Seúl ir a SKY 
¿Así será realmente nuestros padres felices?
 
Y yo, desde pequeño, he procurado seguir sus indicaciones. En la escuela privada escogida por mi padre por sus buenos contactos, fui un alumno aplicado y respetuoso. Nunca fui al cibercafé a jugar, ni al karaoke. Cuando recuerdo mi infancia, esta tiende a verse salpicada por páginas de libro de texto y callos en mis dedos amoldados a la dura carcasa plástica de un lápiz de minas.  Nunca fui caprichoso, nunca mentí o respondí, nunca dije lo que realmente pensaba. 
 
Los sueños desaparecen, no hay tiempo para descansar 
La escuela, la casa o el cibercafé, es un ciclo continuo, 
Todos vivimos la misma vida 
Los estudiantes que son presionados para ser los primeros en su clase 
Viven entre los sueños y la realidad
 
Luchando por mantener mi fachada de buen chico, sacando buenas notas, siendo respetuoso y disciplinado, jamás me permití ser caprichoso. Mi único desahogo era el Taekwondo, una actividad también elegida por mi padre para ayudarme a crear conexiones entre los hijos de sus colegas y convertirme en “un hombre fuerte que puede defenderse a sí mismo”. Ahora que ya no lo practico, decir que lo echo de menos es quedarse corto. Sin él, siento que me han amputado una parte de mí. Gracias a él, pude pasar más tiempo con Hyung y Noona, con los que también iba a la escuela, pero que estaban en un curso superior. 
 
Pero mi pregunta es...¿realmente me entusiasmó la idea del Taekwondo en su momento o solo lo hice porque era lo que mi padre me dijo que hiciera? ¿Alguna vez hice lo que yo quería en realidad? No, claro que no, ni siquiera le confesé a Hyung que le quería, pero al margen de eso, ¿he querido yo algo por mí mismo en todo mi vida? ¿O solo estaba tan concentrado en correr hacia una meta marcada por otros que no tenía tiempo de desear algo por mí mismo? ¿De qué me han servido todo los sacrificios que he hecho hasta ahora? 
 
¿Quiénes nos convirtieron en máquinas de estudiar? 
Ellos nos clasifican por ser el número 1 o el fracasado 
Los adultos crearon estas trampas y caímos en ellas 
No hay otra salida más que dar nuestro consentimiento
Incluso si solamente pensamos 
Que es la supervivencia del más fuerte 
¿Quién crees que fue el  que nos hace pisar 
Incluso a nuestros amigos más cercanos para llegar a la cima? 
¿Quién?
 
Mi lengua pastosa intenta lubricar el seco paladar para poder articular palabra.
 
-Si soy sincero -comienzo,- no sé hasta qué punto me apetece terminar Administración de Empresas. Quiero decir... ¿Y si no me apetece trabajar en los negocios cuando me gradúe?
 
En el mismo instante en que pronuncia semejante frase herética, el doctor da cierta muestra de humanidad. Me observa con los ojos a punto de salirse de sus cuencas, pero pronto se tranquiliza y recupera su postura ecuánime. 
 
-¿Está intentando decirme que ha pensado en dejar su carrera? -pregunta cauteloso.
 
-No, no es eso. Es más bien, una idea, ¿sabe? No es que no quiera dejar de estudiar, pero no siento pasión por ese campo. Si es cierto que tengo que reconstruir mi vida, puede que sea un buen momento para plantearme algo nuevo, algo que realmente me apetezca a mí como persona. Tal vez, un cambio de especialidad podría ser, no sé, ¿Interesante?
 
-¿Y ha pensado usted en algo en concreto? -inquiere mi terapeuta disimilando su creciente tensión.
 
-No -admito con una ligera risa nerviosa,- es algo que se me ha ido ocurriendo estos días. 
 
-¿Y no podría ser más bien un intento de justificar su necesidad de huida? -me interroga él- Sobre todo, teniendo en cuenta el esfuerzo que representa volver a la rutina de la vida de estudiante y enfrentarse a las consecuencias del escándalo que usted mismo provocó...
 
-No. Eso no... -intento aclarar, pero él me interrumpe enseguida.
 
-Yo diría que es exactamente eso -tercia.- Fíjese en la palabra que ha utilizado. “Pasión” Tengo entendido que fue la pasión justamente lo que le llevó a esta situación... el dejarse llevar por tendencias, digamos, poco naturales o deseables en un hombre joven. 
 
Le miro a los ojos durante unos segundos en los que me siento petrificado en mi vergüenza. Tenía que volver a sacar el tema, el de mis deseos depravados que no puedo evitar sentir, la desagradable pero ineludible verdad de que ahora todos saben que estoy sucio por dentro. 
 
-Escuche -me aconseja el doctor,- su mente no está clara en estos momentos. Por eso, no debe caer en la trampa de dejarse llevar por esos pensamientos erráticos y tomar decisiones trascendentes a partir de ellos. 
 
-Pero... -intento recuperar la palabra. 
 
Pero, el buen doctor no está dispuesto a dejarme. Prefiere seguir con su alarde de maestro vital erigido desde el particular púlpito que es su consulta. 
 
-Fue esa la razón que le llevo a atentar contra su vida no hace mucho, ¿verdad? -expone mientras crea círculos en el aire con su pluma.- Sus pensamientos se enturbiaron y le llevaron a una decisión que pudo ser trágica. No puede fiarse de su propia mente, la misma mente enferma que le hace desear aquello que va en contra de las leyes de la Naturaleza y la decencia. ¿No cree?
 
-Es posible -concedo agotado y muy a pesar mío. 
 
-Por eso mismo, déjese ayudar y aconsejar por aquellos que le tienen aprecio y tienen un conocimiento más certero de lo que le interesa. En mi estricta opinión, lo que usted necesita es volver a un entorno controlado y metas concisas. Tiene que volver a disciplinar su mente, cortar de raíz los pensamientos maliciosos y centrarse en sus deberes y en lo que está haciendo en cada momento. Ya veré como dentro de unos años, todo lo que está usted considerando ahora, le parecerán tonterías de juventud. 
 
Los adultos siempre dicen que 
Estas adversidades son momentáneas 
Sopórtalo un poco más para que te hagas más fuerte más adelante
 
-Usted ha trabajado mucho para entrar en la Universidad Nacional de Seúl y en una carrera prestigiosa como es Administración de Empresas. Se podría considerar usted un afortunado. No desperdicie sus oportunidades solo por un mal estado de ánimo. 
 
El buen hombre parece muy convencido de lo que dice y subraya la firmeza de su convicción apoyando ambos hombros en la mesa y uniendo ambas manos, firmemente. Yo, por mi parte, empiezo a no tragarme que alguien que me conoce de apenas unos meses sea capaz de predecir mis necesidades y consideraciones a tan largo plazo. Y eso me resulta particularmente extraño cuando soy yo el que más me sorprendo a mí mismo, con puntos de vista anárquicos y revoltosos, que no sé de dónde proceden. 
 
Todo el mundo diga NO 
No podrás ser cualquier otra persona más tarde 
No se dejen atrapar por el sueño de otra persona 
Movámonos, movámonos 
Movámonos 
 
Todo el mundo diga NO 
Tiene que ser ahora 
Aún no hemos logrado nada 
Movámonos, movámonos 
Movámonos 
Todo el mundo diga NO
 
En ese momento, como si el ovillo fastidiosamente enmarañado que es mi abrumado cerebro quisiera entenderse a sí mismo, el rostro de Pau aparece como una pista reveladora. Ese habitante de mis rebeldes fantasías nocturnas sonríe sinceramente, opina sin miedo a resultar ridículo o a que alguien le censure. Él no tiene que esconderse, no parece enfermo, posiblemente porque no sea más que un producto de mi trastornada imaginación. Entonces, me lo planteo. Seguramente, esto es algo que debería comentarle, por muy arriesgado que me resulte comentar algo así en voz alta. Sé que es mi psicólogo, que no debería preocuparme lo que un profesional piense a nivel personal de mí, que seguramente habrá oído de todo, cosas incluso peores que el mío. No es eso lo que me acobarda, es el hecho de que, aunque yo sea su paciente, no soy su principal cliente. Ese es mi padre. 
 
-Doctor, en ese sentido -me atrevo al fin,- hay algo que debería comentarle. 
 
-Muy bien –asiente él.- ¿De qué se trata?
 
-Usted ha dicho que mi mente no funciona bien, que está dañada y que por eso no puedo fiarme de ella... -planteo.
 
-Así es -ratifica él. 
 
-Pues verá, es posible que sea cierto -explico,- ya que últimamente he tenido algunos sueños extraños. 
 
-Eso podría ser interesante -señala, incorporándose aún más en el escritorio, como si verme más de cerca pudiera ayudarle a resolver el intrincado rompecabezas de mi mente.- ¿Qué tipo de sueños?
 
Sin embargo, yo necesito asegurarme antes de abrirme a él . Después de todo lo ocurrido, si hay algo que he sacado en claro de todo este asunto es que mi confianza no es algo que pueda vender barato. 
 
-Usted no le dirá nada a mi padre, ¿verdad?
 
-Por supuesto que no, Lee Soo Jin –me asegura él.- Lo que hablemos aquí siempre quedará en estricto secreto entre tú y yo. Es importante que me cuente todo lo que crea importante para su recuperación. Cuénteme sus sueños, por favor. 
 
-Verá... -No hay manera fácil de decir algo así. Me muerdo el labio con impaciencia.- Yo aparezco en una especie de prado.
 
-¿Cómo es el prado? ¿Es un lugar agradable, tenebroso? -matiza él. 
 
-Es agradable, muy agradable. Hay un árbol muy bonito y grande. El sol se cuela por las hojas, es muy relajante. 
 
-Ya veo, además el clima parece bueno. 
 
-Así es... Y verá... -Allá vamos...- También hay un chico. 
 
El ruido de la pluma rasgando el papel se detiene en seco. Puedo ver la decepción y el asco dibujarse en la cara de mi terapeuta cuando levanta la mirada de las notas.  
 
-De acuerdo -carraspea.- ¿Cómo es ese chico y que hace?
 
Esto es tan violento que querría lanzarme por la ventana solo para escapar de tener que responder. Aún así, tomo aire y me preparo para ello. He decidido ser sincero, por mi bien, por mi cura. 
 
-Él es de aspecto occidental...
 
-¿Es atractivo? -se impacienta el doctor. 
 
-Sí, lo es, mucho. Además, está desnudo. Los dos lo estamos. 
 
Casi me atraganto al decirlo. 
 
-¿Y bien? -insiste mi psicólogo, tan intrigado como asqueado. 
 
No puedo mantener la mirada fija en mi terapeuta cuando me exige que llegue hasta el final. Antes que eso, prefiero perderme en los aberrantes trazos del horrible cuadro con el que decora su despacho. 
 
-Lo hacemos -musito. 
 
-¿Quiere decir que realizan actos sexuales? 
 
Yo asiento, silenciosamente, dolorosamente,  como un niño descubierto en una travesura y acepta que no puede negar la evidencia. Mi terapeuta se levanta las gafas levemente con los pulgares en pinza,  para apretarse los lacrimales, en señal de cansancio mental. 
 
Seguramente, será un recurso de su mente confundida para resistirse a nuevos esquemas mentales. En ocasiones, las ideas dañinas se convierten en un mal hábito difícil de erradicar- concluye.  
 
-Yo también creía lo mismo -admito.-  Pero...
 
-¿Pero? -se sorprende él.
 
-He empezado a pensar en la posibilidad de que ese chico... sea real. 
 
Mi terapeuta parece sinceramente preocupado y confundido. 
 
-¿ A qué se refiere? ¿Lo ha visto en alguna película? ¿Podría ser un actor famoso o un cantante...?
 
-No, quiero decir que es real, es decir, es una persona normal como usted y yo, pero con la que me encuentro en sueños. 
 
El doctor se mesa la barbilla, respirando sonoramente, en una actitud al mismo tiempo de reflexión  como de nerviosismo latente. 
 
-¿Y qué le ha movido a plantearse algo así? -pregunta al fin. 
 
Yo, a estas alturas, conozco mejor los detalles de la alfombra que el rostro del hombre que me está tratando. 
 
-Verá esta noche he vuelto a soñar con él y cuando me levanté había señales evidentes en mi cuerpo de que el sexo podría haber sido real. 
 
-¿Podría ser más específico?
 
¿Por qué no? ¡Hagámoslo más incómodo si es que eso es posible!
 
-Había semen. 
 
Ante mi desconcierto, mi terapeuta no se corta en soltar una risilla irónica. 
 
-Eso no significa nada. Ese semen podría ser suyo, proveniente de una mera polución nocturna, no de un misterioso personaje que es capaz de tener sexo a distancia. ¿No sería eso mucho más lógico?
 
Y sin embargo, las marcas rojizas de mi cuello siguen palpitando quejosamente. 
 
-No es sólo eso- protesto.- También había señales que podrían ser... chupetones. 
 
-O picaduras de mosquito, o cualquier otra herida circunstancial -argumenta él- ¿Ha pensado que podría haberse vuelto alérgico a algún tipo de producto textil? Es más frecuente de lo que la gente piensa...
 
-Yo... -me resisto. 
 
-Mire, no digo que lo que haya sentido esta mañana no sea válido- interviene.- Lo que digo es que no debe achacarlo a causas sobrenaturales ni fantasiosas. El hecho de que lo haya hecho en primera instancia, demuestra que su proceso de pensamiento está enajenado. 
 
-Es posible...- vuelvo a conceder, agotado. Las sienes me aprietan en la frente como si quisieran reducir el tamaño de mi cráneo. 
 
-Me temo que tenemos que tomarnos este episodio muy en serio, Lee Soo Jin- me advierte el doctor.- Su mente se niega a aceptar que las tendencias homosexuales son perniciosas para una socialización adecuada. Debe interiorizarlo de una vez, si quiere curarse y volver a llevar una vida equilibrada y feliz. 
 
Pero yo no he sido nunca feliz, solo con él, solo en su fogoso y liberador abrazo. ¿Quién soy yo en realidad? ¿Soy la persona que mi psicólogo cree que es? ¿El estudiante y futuro hombre de negocios? ¿O soy la persona que Pau ama cada noche? ¿Cuál de los dos es más real?  
 
Quiero comer y divertirme, quiero romper mi uniforme 
Ganar dinero, un buen dinero 
Pero ya me ven como si fuera a hacer algo deshonesto 
Mi cuenta bancaria es otra cosa pero da la impresión 
Mi tristeza se está excediendo al limite 
La fábrica de suspiro sigue mientras estudio 
El cielo continúa
 
Pero, claro, Pau no existe. Pau es un invento de mi cabecita enferma que busca excusas para seguir estándolo. Es una certeza tan simple que deprime. 
 
-Debemos seguir trabajando en esta dirección -dictamina mi psicólogo.- Primero, tiene que readaptarse a su rutina, tener una vida ordenada y funcional que le aporte hábitos de conducta saludables. Luego, debe hacer un esfuerzo por desterrar de su mente cualquier pensamiento homosexual. Entienda que es su deber encontrar una buena chica con la que casarse y darle nietos a sus hijos. Es la forma...
 
-¿En la que compensaré a mis padres por el esfuerzo de haberme criado? -adivino yo, harto de escuchar el mismo sermón por enésima vez. 
 
El buen doctor no capta la ironía cansada con la que le arrebato las palabras de la boca. Al contrario, sonríe satisfecho. 
 
-Así es. ¡Qué bien que lo entienda! ¡Ya verá! ¡Ahí reside la verdadera felicidad! ¡En formar parte de algo más grande que uno mismo, como una familia, y en contribuir activamente a la sociedad!
 
Esas palabras, que tanto he oído pronunciar a lo largo de mi vida, siguen atascándose en mis oídos. Como un chiste demasiado mascado, como las palabras de un estribillo que se eligen por su machacona sonoridad antes que por su sentido, lo que me afirma con rotundidad casi propagandística, ahora mismo carece para mí de sentido. ¿Cómo puedo ser feliz, haciendo lo que me dicen, si justamente en el pasado seguí ese camino para terminar solo y marginado? No lo entiendo. Algo falla en esa aparente lógica perfecta.
 
“ Los adultos dicen 
Que esta vida es fácil 
Ellos dicen que somos más felices que los demás 
Entonces, ¿Cómo explican mi infelicidad? 
 
No hay temas de conversación mientras estudio 
Hay muchos niños como yo por ahí 
Viviendo la vida de títere 
¿Quién se hará responsable de esto?” 
 
-Supongo...-murmuro sin demasiada emoción. Menos mal que mi psicólogo está demasiado embargado por la suya como para notar mi falta de convencimiento. 
 
-Entonces -cambia de tema.- ¿Cuándo quedamos para la próxima sesión?
 
Mi salida de la consulta se da con la misma ceremoniosidad como al inicio. La servil y atractiva, aunque pudorosa secretaria me acompaña a la salida. De este modo, cuando consigo escabullirme de esta suerte circo que de pronto se me ha revelado tan bizarro e inverosímil, me siento liberado para confrontar, al fin, mi imagen en el espejo del ascensor. Incluso a pesar de la iluminación relajante pero poco esclarecedora, puedo percibir en el brillo rebelde de mis ojos una incógnita. Solo en la soledad de este cubículo me atrevo a soltar la atrevida palabra que venía atragantándoseme en la garganta durante toda la conversación con mi terapeuta. 
 
Esa palabra es “NO”.

Notas finales:

Bueno, ante todo, perdón por esa "patada en la boca" que fue el capítulo anterior. Espero que aún queden lectores después de aquello XD Juro que eso se irá explicando poco a poco. Por el momento, digamos que el universo en el que se desarrolla la historia es más complejo que la mera realidad material. Se podría pensar que el fic tiene algo de temática sobrenatural... Iré desarrollando ese aspecto poco a poco...

 

Una aclaración. La SKY de la canción de BTS N.O hace referencia a la Seúl National University o Universidad Nacional de Seúl, el centro educativo más prestigioso del país... La Tôdai o el Harvard de Corea del Sur, vamos.  Según su página web, la carrera que cursa Soo Jin sería "Bussines Administration". La he traducido cómo he podido. Eso sí, he cometido el error de que esa universidad no tiene club de Taekwondo (de hecho, son malos en deportes porque la gente prefiere estudiar, que para eso van)... Bueno, pues la de un universo paralelo, ¿vale? XD 

He aprovechado el obligado hiatus para investigar algo más la ciudad de Seúl. Cheonggyecheon es un precioso parque (al menos lo es en las fotos) localizado en la zona central y  tradicional de Seúl, mientras que el vecindario en el que vive Soo Jin y su familia y amigos es el opulento Seocho. Espero no meter la pata con nada más a partir de ahora... 

También aprovecho para comunicar mi profundo respeto a los profesionales de la salud mental XD El problema del doctor de Soo Jin es que antes que doctor... es idiota XD Mejor dicho, me interesaba recrear la visión algo cerrada que sigue existiendo en Corea con respecto a la homosexualidad. 

Voy a intentar prestarle más atención a Soo Jin, después de tantas capítulos centrada en Pau. A veces, siento que lo dejo un poco de lado y eso no me hace ninguna gracia. Paciencia: ya va quedando menos para que vuelvan a unirse. Eso sí: ahora sí que se me va a hacer difícil actualizar. Espero poder actualizar al menos una vez al mes durante junio y julio y acrecentar el ritmo en agosto, pero no prometo nada. 

Y con todo esto dicho, espero que el fic les siga gustando y que les vaya muy bien. 

Muchas gracias por leer, por comentar y por la paciencia que me tienen. 

¡Hasta pronto y que pasen un buen fin de semana! 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).