Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Cada noche contigo por Korosensei86

[Reviews - 53]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Pau termina su viaje por los recuerdos de Soo Jin, no sin antes toparse con un episodio especialmente doloroso para el coreano.

¿Podrá Pau entender por todo lo que Soo Jin ha pasado?

ADVERTENCIA: Este capítulo es duro, contiene violencia explícita que  no he querido censurar por tratatarse, a mi parecer de algo importante para la historia. 

Léase bajo propia responsabilidad.

Saturada por un torbellino de azul, mi visión comienza a despejarse para dar paso a una gorra de estampado militar. La gorra es retirada y bajo ella emerge un cráneo cuya redondez casi perfecta se ve salpicada por el cabello oscuro cortado a la manera de un césped celosamente cuidado. Una mano, delicada, casi pálida, de dedos largos y delgados como los de una escultura de mármol pero mucho menos pétreos lo acarician nerviosos. Reconozco esos dedos al instante.

El perfil es inconfundible. La poda brutal de su flequillo deja al aire partes de su rostro que solo he visto de soslayo como la frente amplia y despejada como un día de verano, pero el ovalo del rostro, incluso con ese cambio de enfoque no puede ser otro que el de Soo Jin. Tengo ante mí, un Soo Jin prácticamente idéntico al que conozco, con el extraño detalle de la indumentaria militar. Ahora que recuerdo, él mismo me dijo que había estado en el ejército, que a todos los chicos coreanos los obligaban a ir. ¿Es esto lo que estoy viendo? Con la frustrante certeza de que esta versión de él no puede verme, de que ni siquiera me conoce, me coloco tras él, con la obsesión de un espectro demasiado aburrido. Soo Jin se dedica a ignorarme con ahínco, mientras se coloca la gorra nervioso. Noto su ansiedad mordisqueándome las pantorrillas. Está de pie frente a un pabellón con aspecto de polideportivo cuya puerta parece no atreverse a franquear.
Entonces, cuando ya daba la impresión de que iba a continuar ahí para siempre, se muerde el labio, inspira, respira y echa a andar. El bandazo de una puerta hendida resuena tras él. Yo me cuelo entre sus moléculas como un fantasma de canción infantil. Hago chas y aparezco a su lado.

Conforme avanzamos por los pasillos, hasta mis fosas nasales de mentira llega un olor que no me podría resultarme más auténtico. Es el olor a goma vieja, suelo húmedo, sudor y cuerpos en tensión que lleva bañando las mejores tardes de mi vida desde que era un enano. Es un dojang. Me agito en mi intangibilidad como un holograma desenfocado. Es el dojang de Soo Jin. Poco a poco, vamos atisbando los ecos del entrenamiento que tiene lugar solo a unos metros a través del pasillo de hormigón blanquecino. Soo Jin se quita los zapatos antes de entrar en la sala, en señal de respeto, gesto que pasa desapercibido por unos luchadores demasiado centrados en su práctica. Su discreción se prolonga unos largos instantes más, hasta que alguien se percata de su presencia. Sus facciones se han alargado bastante en comparación con la escena anterior, pero creo vislumbrar en ese rostro alargado pero de mandíbula afilada la misma seriedad pedante que tanto me cabrea. Su ojos rasgados como un par de dagas en la oscuridad se abren como rosas negras y se relajan al ver a Soo Jin. Sus cejas tupidas se elevan y sus labios finos y tensos se deshacen en una sonrisa desconcertante. Mientras tanto, Soo Jin, que siempre supo quién era, que solo lo ha mirado a él desde que se internó en la sala, espera embelesado por algún signo de reconocimiento que le de la seguridad suficiente como para hacerse notar, como un perro fiel con su dueño. Y en cuento, Soo Jin es testigo de la ansiada y extraña sonrisa, sus mejillas se tiñen tímidamente de una rosácea primavera.

—¡Es Lee Soo Jin!—exclama, rompiendo la formación.

 

Al momento, como si el tipo este se hubiera convertido en un líder improvisado, el resto de los luchadores le siguen para ir a rodear a Soo Jin.


—¿Qué pasa? ¿Es que te has escapado del Ejército? —ríe uno.


—En realidad, han sido ellos los que me han dejado salir —bromea Soo Jin, algo sobrecogido por el acalorado recibimiento.


El tipo serio lo observa sin dejar de sonreír orgulloso como quien mira a un primito o un hermanito con el convencimiento de asistir a su madurez.


—¿Cómo has estado? —pregunta torpemente— ¿Te han tratado bien?


Soo Jin asiente. Absorto en su amigo y amor secreto, no escucha las preguntas de los demás.


—Sí, Hyung. Me han tratado bien. Ha sido duro, pero por fin ha terminado.


—Podrías haber avisado de que volvías hoy —comenta suavemente— Te habríamos organizado alguna bienvenida.


Soo Jin se espanta con la sola mención de la idea.


—¡Por eso lo he hecho! ¡Quería que fuera una sorpresa!— se queja.


—¡Vamos, no seas tonto! —insiste otro compañero—¡Vamos a beber! ¡Ha vuelto Lee-Sunbae!


—No, chicos, yo... —intenta negarse Soo Jin.

 

Entonces, el chico de rostro serio, el tal Hyung, endurece todavía más sus facciones como el lomo encrespado de un gato, reforzando así una suerte de autoridad casi física que le envuelve como un halo.


—Vamos, chicos, ya vale —ordena— Lee Soo Jin está cansado y debemos respetar su voluntad por lo que... —al tal Hyung se le escapa una sonrisa aguda de zorro— ¡¡¡VAMOS A EMBORRACHARNOS TODOS ESTA NOCHE!!!


El resto de los luchadores abandonan sus rectados modales coreanos para bramar como una horda de uruk-hai.


—Jun Seok-hyung, de verdad que no hace falta— insiste Soo Jin.


—¡Por supuesto que sí! —le contradice el tal Jun Seok— Ha vuelto nuestro segundo mejor luchador y eso es algo que el club debe celebrar.

Ante la sensación cálida del reconocimiento y el compañerismo, los músculos faciales de Soo Jin se relajan y le ofrece a Jun Seok una de esas sonrisas auténticas llena de hoyuelos que me hace retorcerme de envidia. Pero yo ni siquiera estoy allí, yo no juego ningún papel en la historia entre ellos dos. Y por eso, mal que me pese, me limito a mirar como el tiempo parece detenerse alrededor de esos dos, como si no hubiera un gran secreto oculto tras su unión. Así, tal vez porque soy ajeno a la escena, porque no estoy ocupado viviéndola, nota la presencia de un pequeño grupito que no se ha unido a la entusiasta recepción de Soo Jin, un grupo de unos cuatro o cinco chicos que permanecen apostados en una de las esquinas del dojang, que miran a Soo Jin a lo lejos, apostados en torno a su líder. Y de este, del chico que parece ser el líder, el que se encuentra en el centro de aquellos lejanos testigos emana una secreta pero persistente hostilidad. Sus ojos de rana se afinan con un odio casi rapaz que se ceba con él hasta casi querer desintegrarle con la potencia psíquica de su antipatía. Este resquemor es tan palpable que no entiendo como yo, precisamente el único que no está ahí, soy el único en notarlo.


Pero un grito agudo me sobrecoge y me obliga a olvidarme de ellos. Cuando me giro una chica se ha echado encima de Soo Jin hasta tirarle al suelo de colchoneta. La profusa melena tan densa y oscura como la noche lejos de ocultarla, la delatan. Se trata de la famosa Noona, enfundada en su uniforme de Taekwondo.


—¡Jin-ha! ¿Como no me has mandado un mensaje para avisarme de que volvías? ¿Es que no tienes consideración con tu Noona? —protesta ella, abrazada a Soo Jin.


Unas insidiosas vibraciones de odio punzan mi nuca. Me giro para comprobar que, efectivamente, el jefazo del grupito de la esquina está a punto de volverse verde de envidia, algo que quedaría muy a juego con su rostro de sapo enfermizo.


—¡Ha Neul-noona! —se queja Soo Jin— Me vas a aplastar.


—Ha dicho que no quería que te enteraras —le delata Jun Seok.


Ha Neul le da un empujoncito a Soo Jin.


—¿Es eso cierto, Jin-ha? —le riñe.


—¡No! —se apresura en desmentir Soo Jin— ¡Dí la verdad, Hyung! ¡Dile que quería que fuera una sorpresa.


Pero Jun Seok no mueve un músculo, prefiere seguir disfrutando de la escena ahora que el famoso trío ha vuelto a reunirse.


—Espero que me lo cuentes todo esta noche —anuncia Ha Neul, quien parece dar por confirmado el plan de beber para celebrar la vuelta de Soo Jin.


Le tiende la mano para levantarse. Soo Jin se la acepta sin mediar resistencia. Está demasiado acostumbrado a que en su vida las decisiones sean tomadas por alguien más. Una pequeña fiesta de alcohol en comparación se ve como un pequeño y hasta gratificante escollo que sortear. Entonces, un señor de avanzada mediana edad, el supuesto Sabon que había estado supervisando las actuaciones de sus discípulos, permitiéndolas, se acerca a Soo Jin ahora que está de pie y sus alumnos han vuelto a sus quehaceres. Le da la mano con enérgica satisfacción.

—Bienvenido de vuelta, Lee Soo Jin —le saluda— Es un placer tenerte de vuelta. ¿No te habrás relajado mucho en el ejército?


—No, Sabon-nim —le contesta Soo Jin, confiado pero servil- Pude practicar mucho gracias a las indicaciones de mi capitán de brigada.


El Sabon-nim cabecea contentado.


—Me alegra oír eso. Sigue así y tal vez dentro de un par de meses puedas ser el siguiente Bo-sabon. Nos vendría estupendamente de cara a las próximas competiciones nacionales. En fin, saluda a tu padre de mi parte.


—Así lo haré, Sanbon-nim —promete Soo Jin.


En cuanto el hombre se da la vuelta para continuar asistiendo el entrenamiento, Jun Seok le da una palmadita de apoyo en el hombro.


—¿Te das cuentas? —le pregunta Ha Neul con los ojos destelleantes de un orgullo casi maternal— ¡Prácticamente te acaba de decir que cuenta contigo para los nacionales!


—Eso sería genial —admite Soo Jin, todavía incrédulo.


—Lo ES —matiza Jun Seok—. Ya estás en casa, Soo Jin.


Soo Jin está tan concentrado en la alegría del momento, en la mano de Jun Seok, que a él se le hace tan grande y deliciosamente áspera, plagadas de los varoniles callos creados tras horas de esfuerzo, aferrándose sinuosamente a su desprotegido hombro; o en la sonrisa sideral y afectuosa de Ha Neul, que no ve venir al chulito con cara de rana de la esquina. De hecho, y aunque cuando cree que nadie le ve sigue fulminando a Soo Jin con ira negra inyectada en sus ojos, ahora su atención se dirige a Ha Neul. La manera en que sus labios delgados pero lúbricos se retuercen en una sonrisa babosa me da nauseas hasta a mí.


—¡Park Ha Neul! —saluda este, rodeado de sus amiguitos. Hay algo en el proceder de este tío que se me hace muy familiar—.  ¡Tan guapa como siempre!


Un rictus, mezcla de exasperación y rabia, deforma la boquita de piñón de Ha Neul, que se vuelve hacia él con los ojos en blancos.


—¿Qué quieres ahora, Jung Dong Yul? —pregunta irritada.


—Nada, solo me preguntaba si ibas a venir a la fiesta de esta noche. Podrías necesitar acompañante. Sería triste que una chica como tú estuviese solita.


Las cejas de Ha Neul forman un interrogante iracundo.

—¿Como yo?


—Eso es —afirma él—. Eres demasiado guapa para ir por ahí sola.


Los chicos que siguen al tío con cara de sapo le ríen la tontería que acaba de soltar. Y mientras, Soo Jin lo miro confuso y Jun Seok lo ignora deliberadamente, a Ha Neul todo esto no le hace ni puñetera gracia.


—Por si no te habías dado cuenta, Jung Dong Yul, la fiesta es en honor a Jin-ha —señala Ha Neul, al tiempo que lo abraza—. Su compañía me es más que suficiente. No necesito nada de ningún otro chico y menos de ti. Así que ya te puedes largar a hacer algo productivo para variar.


Al tipo se le descompone la cara de pura amargura y envidia cuando mira a Jin. Por su parte, este se limita a encogerse de hombros y a dejarse mimar por su Noona, mientras Jun Seok, centrado en su papel de líder de gimnasio se afana en no partirse de risa. Yo, amparado en mi no existencia, me descojono como un cabrón. Pero el tipo no se rinde e insiste. Se acerca a Ha Neul como si quisiera devorarle la nariz.


—¿Sabes, Park Ha Neul? Mi padre es el Presidente de una gran empresa. Si me dieras la oportunidad, podría darte una vida llena de lujos. Yo trato a las chicas que salen conmigo muy, muy bien.


Una vez más, Ha Neul, de brazos cruzados, se muestra mucho más aburrida que impresionada.


—¿No me digas? —pregunta con ironía— Pues tus ex no me han comentado lo mismo. No pierdas el tiempo, Jung Dong Yul. Sé perfectamente quién es tu padre y no podría importarme menos. Yo necesito un hombre de verdad, no uno que dependa de su papá como si aún fuera un crío. Además, si es por dinero, tendré más que de sobra por mi propia carrera. Una vez más: NO, GRACIAS.


Esta vez, hasta los colegas del tío se descojonan. Excepto, Soo Jin, quien sonríe incómodo como si este no fuera más que un espectáculo repetitivo y molesto al que estuviese obligado a asistir sí o sí. Y este último detalle es lo que más enerva al tío. Como un perro apaleado en todo el ego, no le queda más remedio que darse la vuelta y pirarse. Soo Jin y sus amigos no tardan mucho en olvidarse de él.


—Bueno —tercia Jun Seok discretamente entusiasmado—, ¿dónde quieres que vayamos?


—Escoge tú, Hyung —le pide un azorado Jin—. Eres tú el que conoce los locales adecuados para beber.


—Jin-ha, si fuera por él, acabaríamos todos en el hospital— se burla Ha Neul.


Y todos ríen, obviando peligrosamente al monstruo de ojos verdes que le observa desde su oscuro y hediondo rincón. Entonces, cuando Jun Seok le acaricia la esquilmada cabecita de Soo Jin con la confianza que le dan los años de vida compartida, el monstruo es el único en notar el encantador rubor que salpica inevitablemente los tiernos hoyuelos de Jin. Yo soy el único en notar como sus ojos se entrecierran con malicia ácida, mientras esboza una escalofriante sonrisa depredadora. Por desgracia, también soy el único que no está ahí.

Las luces de neón del bar salpican la larga mesa donde se acinan al menos una veintena de chicos coreanos. Sus gritos y cachondeo liberado por los chupitos se elevan casi por encima de la música electrónica. Ha Neul y Soo Jin apenas se ven, sumergidos en pleno baño de sociedad. Ríen como si se les hubiese ido la olla, tragando un vaso tras otro de ese licor transparente que desde mi desconocimiento se me antoja más una especia de limpiacristales. Me siento como un manzanar, rodeado de caras congestionadas y rojísimas. De pronto, Soo Jin hace amago de levantarse.


—¡Ey, Jin-ha! ¿Ya te vas y me abandonas? —lloriquea una Ha Neul visiblemente borracha— ¿No te parecen suficientes casi dos años en el Ejército?


—¡Pero Noona! —ríe Soo Jin— ¿Tanto me has echado de menos que no me vas a dejar ni ir al aseo? Si quieres, me meo aquí mismo.


El rostro contrariado de Ha Neul se arruga como una bola de papel.


—¡Qué dices, asqueroso! ¡Vete ahora mismo! —le grita entre carcajadas— ¡Pero no te pierdas! ¿Vale?


—Tendré cuidado, Noona —promete Soo Jin, incorporándose con dudoso equilibrio.


El tipo con cara de batracio amargado los vigila sin descanso, fingiendo ante sus amigos los síntomas de una cogorza falsa. Entonces unas manos demasiado habilidosas seleccionan un vaso abandonado. Con la penumbra del lugar combinada con los flashes de neones multicolores, es casi imposible percibir los polvos mezclados con el alcohol, especialmente si nadie está mirando. Yo, que sé perfectamente lo que he visto, me desplazo lo más rápido que puedo al servicio de caballeros.

Ahí, Soo Jin, quien ha terminado de hacer sus necesidades, se lava las manos para después enjuagarse el rostro acalorado por el exceso de graduación y humanidad. Se mira al espejo, comprobando su expresión atribulada, intentando forzarse a sí mismo para cambiarla en otra más positiva. Los pensamientos de Soo Jin se me contagian. Han sido dos años muy duros. Dos años en los que ha tenido que estar lejos de su familia y amigos. Y aunque al principio no soportar la mirada de continúa decepción por parte de su padre era un alivio, esta fue rápidamente cambiada por la de sus superiores. Y han sido dos años sin Él.

Puta mierda, Soo Jin lo quiere de verdad. Ha sido volver a verle y darse cuenta de lo mucho que lo había echado de menos, lo mucho que su mera presencia lo calma y lo consuela, como el puto aloe vera. Después de haber estado privada de ella durante tantos meses, Soo Jin creía que solo le valdría volver a verle para sentirse otra vez él mismo. Pero no. Ha sido peor, al ser nuevamente consciente de esa ansiedad antes acallada, ahora Soo Jin se debate ante la tentación de pedir algo más. Un “poco más” que él sabe que no le corresponde. Suspira ruidosamente, como si quisiera vaciar sus pulmones de golpe. No, será mejor que se controle. Nada es siempre pero que algo insuficiente. Tendrá que conformarse como siempre ha hecho y como siempre tendrá que hacer. Que duela no es relevante. Soo Jin se da golpecitos en el rostro para espabilarse y darse valor requerido para volver a la mesa y fingir, como siempre, que no pasa nada. Que no hay ningún secreto repugnante resguardado en su pecho.


—Jin, no vayas —le imploro yo— Te han tendido una trampa.


Soo Jin no me escucha. Bastante trabajo tiene intentando andar en línea más o menos recta por el pasillo que conduce al comedor.


—Jin, por favor —le ruego impotente.


Él sigue sin escucharme. ¿Cómo podría? Ni siquiera estoy aquí. De hecho, si estoy viendo esto, es porque ya ha pasado, y seguramente esto no pueda alterarse. Como si Jin quisiera confirmar, mis sospechas me atraviesa sin inmutarse, como el fantasma inútil en que me he convertido. Pero la urgencia de lo que va a ocurrir me hace no darme por vencido. Me planto en medio de la mesa e intento tirar el chupito contaminado al más puro estilo Poltergeist. Ni para eso sirvo, me veo obligado a presenciar cómo Soo Jin ingiere el fatal trago. A partir de ahora, suelo puedo observar cómo la tragedia se va fraguando lentamente.

Al principio, la normalidad es hasta siniestra. Nada ocurre. Soo Jin sigue divirtiéndose, amparado por sus compañeros de equipo, recreándose en ese sofocante calor humano que se desprende de las juergas. Pero, justo cuando ya parecía a salvo, como en las buenas películas de terror, los ojos de Soo Jin desprenden un brillo ahogado que le obligan a pestañear. Su cabeza empieza a bambolearse como si pesara demasiado para un cuello tan enclenque. La primera en darse cuenta es Ha Neul.


—¿Qué te ocurre? -pregunta alarmada.


—Estoy mareado —confiesa él—. Creo que he bebido demasiado.


—Ve a que te dé un poco el aire —aconseja ella, preocupada a pesar del achispamiento—. Te refrescará.


Soo Jin asiente y con dificultad atraviesa las filas de personas apostadas a cada lado de la mesa, se abre paso hacia la salida. El primer contacto con el aire exterior es beneficioso pero solo en parte. Hay una turbación en su interior que no consigue explicarse a sí mismo, de hecho, no consigue entenderse a sí mismo en lo absoluto. De pronto, las finas conexiones que atan su pensamiento con sus brazos y piernas se enredan, se interrumpen. Algo no va bien. Jin termina apoyando lastimosamente la espalda en la pared de un apartado callejón en el que espera vomitar en paz lo que sea que le haya sentado mal. Ahí encuentra momentáneamente una sensación de protección que no podría ser más falsa.

—Vaya, vaya, pero si es la princesita.

Jin se tensa al reconocer la voz gangosa que bajo los efectos de lo que sea que le esté ocurriendo suena aguda, casi robótica, como pasada por un autotune mental, mucho más desagradable. Es la voz de Jung Dong Yul. Este se ha colocado alarmantemente cerca de él, tanto que puedo sentir su corrupto y pestilente aliento abriéndole los poros. Exhibe una sonrisa teñida de una emoción nada positiva que Jin no termina de localizar. Le recuerda a la arrogancia tan propia de él, ese atisbo de arrogancia que exhibe como un caballo ganador antes de que los actos ajenos le obliguen a reptar hasta su escondrijo.

Siendo sinceros, nunca le cayó mal Jung Dong Yul, ni siquiera cuando le llama “cara de princesa”, por su rostro delicado. Es un tipo un poco estúpido que ha conseguido lo que quería gracias al poder de su padre. No es un mal luchador, pero tampoco especialmente brillante. Está en la universidad y en el club por ser quien es. A Soo Jin casi le da un poco de envidia, ya que nunca tuvo que esforzarse por reconocimiento, nunca tuvo que tragarse su propio ser para encajar. De hecho, se siente bastante libre de actuar como un auténtico capullo. Aunque, a decir verdad, la palabra sigue siendo “casi”, porque tarde o temprano la vida, el karma, Dios hace que la propria naturaleza de Jung Dong Yul se vuelva en su contra. El pobre Soo Jin jamás sospechó lo mucho que Jung Dong Yul lo odiaba, no hasta que fue demasiado tarde. Por ahora, la parte más animal de él intuye que estar rodeado por gente que no son tus amigos cuando estás empezando a perder el control de tu cuerpo no es una situación deseable e intenta huir. Pero los acólitos de Jung Dong Yul le cortan fácilmente el paso. En cuestión de segundos, Soo Jin está acorralado en una esquina.


—Ey, ¿dónde vas, princesa?  —pregunta otro tío con tonito burlón.


—¿Qué ocurre? —pregunta Jung Dong Yul— ¿Es que no quieres hacernos compañía?


Incluso en su lamentable estado, Soo Jin intenta plantarle cara. Se esfuerza por mantenerse erguido contra la pared, aunque sienta sus piernas deshacerse como mantequilla en la sartén. Fija sus ojos parpadeantes, esbozando apenas una mirada desafiante.


—¿Qué queeee-esss?


Pero las sílabas se escurren de su lengua, inaprensibles como la arena entre los dedos.


—Ya te lo he dicho, princesita, un poco de compañía. Siendo que Ha Neul me odia tanto, supuse que tú me consolarías —Jung Dong Yul pasa los dedos índice y corazón por el óvalo perfecto que ciñe el rostro de Soo Jin... y las arcadas se intensifican—. Después de todo— le susurra—, con esa cara que tienes casi pareces una tía. ¿No creéis, chicos?


La horda de capullos que apoyan a Jung Dong Yul empiezan a aullar como si se creyesen una fiera manada, pues todo ellos terminan mostrando su dentadura de lobo feroz.


—Déjaaaaaaameeeee— intenta zafarse Lee Soo Jin, pero es inútil, porque ahora ya no sabe cuáles son los límites de sus manos y de sus piernas.


Su cerebro los ha perdido y nos los puede encontrar. Lucha por dar un puñetazo que tumbe a Jung Dong Yul, los mismos que suele utilizar para neutralizarlo fácilmente en cada entrenamiento pero es incapaz. En su lugar, su puño se desvanece en el viento como una promesa vacía. En su lugar, Soo Jin es quién recibe un puñetazo en la boca del estómago que lo dobla por la mitad y da con él de bruces en el suelo. Le siguen muchos otros puñetazos de los que apenas logra defenderse. Se clavan en sus costado como puñaladas traperas que terminan de adormecer su cuerpo. Soo Jin no está acostumbrado a ese dolor. Normalmente es demasiado rápido como para que consigan darle.

Normalmente...


Porque ahora Soo Jin ya no es el combatiente que hubiera tumbado a Jung Dong Yul en una fracción de segundos , y a todos sus amigos en unos cuantos segundos más. Ahora Soo Jin se ha convertido en una cosa, una mera muñeca de trapo, un objeto inerte sin voluntad y completamente a disposición de lo que quieran hacer de él. Y cuando Soo Jin, tumbado indefenso e inmóvil en el suelo, se hace consciente de ello, noto como un terror ponzoñoso y certero se va envenenando cada rincón de su alma. Yo, que a punto estuve de ser devorado por una criatura que todavía no alcanzo a comprender, sí entiendo el temor de saberse desvalido ante algo más poderoso que tú. Yo, que amo a ese chico al que apenas conozco como no he amado nada jamás, estoy condenado a contemplar sin remedio alguno como despedazan su espíritu frente a mí. Me encantaría que el labio que me estoy mordiendo con toda la rabia que me embarga y que soy capaz de encontrar en mi interior pudiera sangrar de verdad.


A estas alturas, Soo Jin se encuentra tan magullado que, aun con el sistema nervioso sin aturdir, no tendría energía para levantarse del suelo. Esta perspectiva debe de resultarle tronchante a sus agresores quienes ríen a carcajadas como si darle una desproporcionada paliza a otro ser humano sin que este plantee la opción de defenderse fuese lo más divertido de este mundo, y no lo más cobarde. Entonces, justo cuando crees que lo van a dejar ir al fin, justo cuando crees que ya está a salvo, como en una buena película de terror, es justo cuando llega lo peor.


Saboreando cada mililitro de su poder imaginario, Jung Dong Yul se agacha al lado de Soo Jin.


—Supongo que te preguntarás porqué te estamos haciendo todo esto —comenta— A ti, el gran Lee Soo Jin, el orgullo del club, el recién regresado del Ejército... Eres un buen chico, Lee Soo Jin. Obediente, notas perfectas, nunca diste un solo problema y eso que nos conocemos desde el instituto. Eres tan perfecto que resultas irritante.- Jung Dong Yul levanta la barbilla de Soo Jin con los dedos y estruja el labio partido con sadismo-. Y encima, esa estúpida cara de princesita...


Jung Dong Yul suelta de golpe la cabeza de Lee Soo Jin que rebota contra el asfalto. Lee Soo Jin solo puede cerrar los ojos al recibir el impacto.


—Pero, lo siento —anuncia Jung Dong Yul—. Creo que he descubierto tu secreto. No eres tan perfecto. De hecho, no es tan difícil. ¿O es que te crees que nadie se ha dado cuenta de cómo miras a Yoon Jun Seok? Deberías cortarte un poco, ¿sabes?

Aquella revelación provoca que la poca sangre que todavía circulaba por las venas de Soo Jin las abandonen por completo. Es una revelación vampírica, que arrastra consigo la poca voluntad y resistencias que le quedaban. Todo lo que Soo Jin había temido desde que fue consciente de lo que era, está tornándose realidad frente a él, como en la peor de sus pesadillas.


—Asqueroso maricón —confirma uno de los acólitos.


—Noooo —consigue mascullar, entre irreprimibles lágrimas.


—Síiii —se burla Jung Dong Yul—. ¿O tal vez la pista fue siempre tu cara? A lo mejor no es marica, chicos, a lo mejor solo es otra zorra chupapollas más. ¿Qué dices? ¿Nos “acompañas” un ratito y lo averiguamos juntos? Verás, creo que aquí estamos todos un poco faltos de cariño.


Las risas empiezan a acompañarse del sonido metálico de cremalleras bajadas. De pronto, un recuerdo aleatorio y estúpido viene a la mente de Soo Jin. Su abuelo, el padre de su madre, aquel afable señor que vive en el campo pero que hace eónes que Soo Jin no ve porque su padre les ha obligado a avergonzarse de esa parte de sus orígenes, solía afilar cuchillas las tardes de verano. Es un sonido que se le antoja similar al coro de cremalleras, pues Soo Jin ahora entiende que van a apuñalarle de otra forma.


Jung Dong Yul hinca sus uñas en su expuesto cuero cabelludo, apenas consigue aferrarse a algo de su escurridizo cabello pero logra alzar el rostro de Soo Jin a su conveniencia. De este modo, la mandíbula de Soo Jin queda abierta, totalmente vulnerable para lo que se avecina. Cuando la invaden, lo primero que experimenta es el miedo absoluto a morir ahogado, puesto que el repugnante miembro de Dong Yul amenaza con golpear las sofocadas paredes de su garganta. Lágrimas redondas brotan de sus ojos, mientras sonidos abortados surgen de la maldita matriz de su laringe. Jung Dong Yul, crecido en ego y carne ante el sufrimiento de Soo Jin, incrementa su tortura.


—Vaya, vaya —exclama triunfal— ¡Mirad cómo traga nuestra princesa! ¿Quién lo iba a decir con esa carita de ángel, eh? En realidad, no eres más que una puta avariciosa...


Un coro de insultantes risotadas de hiena invaden el estrecho callejón.


Entonces, Soo Jin lo nota hasta un punto en que yo también lo noto. Es el vomitivo sabor de ese cabrón, un sabor ocre, a orina y carne sudada, a humanidad deshecha y corrupta, llevada hasta sus últimas consecuencias. Un sabor que ni siquiera un Soo Jin abandonado a su suerte por su propio cuerpo puede soportar de buena gana. Como si el muy hijo de puta percibiese algún atisbo de rebeldía agazapado en su aparente impunidad, se acuerda de rematar el castigo:

—Cómetela toda, zorra. Como se te ocurra morderme, le contaré a todos quién eres —le amenaza—, Incluido a tu adorado hyung. Me pregunto qué pensaría si supiera cómo de profundo te gusta que te la metan.


La imagen de Jun Seok flota como un velo resbaladizo cae sobre la conciencia abotargada de Soo Jin. Después de todos esos años de sacrificios, de proteger su amistad con Hyung hasta de sí mismo, no puede arriesgarse a Jung Dong Yul lo eché a perder. No puede permitir que eso ocurra. Así que, como es habitual en él, Soo Jin se vuelve obediente. Traga los inmundos efluvios de Jung Dong Yul cuando este se vacía en él, y después de él los del siguiente, y luego los del siguiente... hasta que todos los presentes se han desahogado con él y habiendo perdido su utilidad, abandonan el cuerpo alienado de Soo Jin como el juguete roto que es.


A partir de ahí, el tiempo para Soo Jin desaparece a la manera de su ya perdida voluntad. No le queda más remedio que quedarse ahí, con el sabor de Jung Dong Yul todavía dentro de él, hasta que ese nauseabundo sabor se le graba de tal manera en el paladar que no le abandonará nunca. Jamás.


No sabe cuánto tiempo transcurre antes de que Ha Neul, alertada por su prolongada ausencia, lo encuentra así, tal cual, destruido en las tinieblas de ese callejón. Su llanto le llega como un eco lejano, irreal, como si la preocupación y el amor de los seres queridos hubiese sido arrastrado de Soo Jin en un maremoto emocional que los sepultara por completo. Dejando solo la maldad y la inmundicia en la superficie.


—JIN-HA —le oye gritar— DIOS MÍO....¿QUÉ TE HAN HECHO? —le pregunta inútilmente mientras lo acuna como la madre que siempre fue con él.

Entonces, algo comienza a despertarse en el anestesiado ser de Soo Jin. La combinación de su estómago desbaratado por la droga y el asco hacia sí mismo deviene una intensa, profunda y enraizada arcada que le fuerza a purgarse. De este modo, Ha Neul sostiene a Soo Jin cuando de su garganta ultrajada surge el vomito, que da paso a la hiel que da paso a la sangre. Su cuerpo invadido ha sucumbido al instinto de limpiarse, pero, una vez más, es inútil. Porque si hay algo de lo que Soo Jin no podrá purgarse nunca es de sí mismo. Y es que Soo Jin siempre estuvo, está y estará total e indiscutiblemente...sucio.

Los sonidos de las sirenas que le han trasportado hasta el hospital, socorrido de este naufragio de lo que antes Soo Jin creyó ser, también se le vuelven irreales. Lo observo, hecho añicos en la camilla que lo traslada al hospital en la ambulancia que Ha Neul ha tenido la sensatez de llamar. Asisto al desmoronamiento progresivo que él creía que lo constituían, sobre todo cuando las perlas de sabiduría de su padre resuenan como el eco ilusorio en que se ha convertido el mundo para él.

—¿Y qué se suponía que estaba haciendo él solo en ese callejón? —se indigna este como si la única a tener en cuenta fuera su propio orgullo— ¡Se fue directamente a beber con sus amigotes en vez de volver a casa a saludar a sus padres! ¿Qué clase de hijo desagradecido se comporta así? Y luego lo encuentran en ese estado... medio ido... Todavía llevaba el uniforme del Ejército, por el amor de Dios. ¿No se suponía que allí lo convertirían en un hombre de verdad?


Para el padre de Soo Jin, este debe ser el detalle más grave de todos, que su hijo haya sido ultrajado en cuerpo y alma en un callejón por gente en la que creía poder confiar, eso, es un detalle menor. Lo importante es el insulto al símbolo definitivo de la masculinidad coreana: el puto uniforme militar.


—Querido, no grites —le pide la madre— Estamos en un hospital. ¿Entonces, qué le pasa a nuestro hijo, doctor?


El médico ostenta una mirada de profunda compasión, de esas que penetran carne y hueso y llegan hasta tu conciencia.


—El mayor daño físico es una costilla rota. Tiene magulladuras y hematomas por todo el cuerpo, heridas en el cuero cabelludo, el labio roto... También, en la exploración hemos visto que tiene la mucosa de la garganta irritada. Parece ser que ha vomitado profusamente y eso seguramente también habrá afectado a su sistema digestivo. Incluso con eso, hemos encontrado restos de semen en sus orificios y ropa.


El rostro de la madre de Soo Jin se paraliza de sincero horror.


—¡Dios Santo! ¡Mi pequeño! —exclama.


—Eso es, tu pequeño —sisea el padre— Ya sabía yo que ese chico tenía algo que no era normal... Lo has consentido hasta convertirlo en un desviado...


—Pero, querido... —intenta replicar la madre con expresión desolada.


—Pero nada —le interrumpe este— Solo espero que este desastre no salga a la luz. No quiero ni pensar en lo que ocurriría si se enteraran en la oficina. He trabajado demasiado duro durante todos estos años para que ahora todo se arruine por algo así.


—Como sea, los síntomas apuntan a una agresión perpetrada por varias personas —continúa el médico, decidido a ignorar la rabieta del padre—. He hablado del daño físico, pero me temo que el daño psicológico no es algo que ustedes deban pasar por alto.


—¿Qué deberíamos hacer, doctor? —inquiere la madre de Soo Jin.


—Lo más importante es que su hijo tenga reposo, mucho reposo para curar la costilla rota. Les daré indicaciones para una dieta blanda y líquidos para asentar el sistema digestivo y la garganta. Y sobre todo, harán falta mucha paciencia y apoyo para ayudarle a sobrellevar la carga psicológica de esta experiencia. Ante cualquier duda, no duden en consultarme.


—Así lo haremos, doctor —asegura convencida la afligida madre—. Muchas gracias.


—¿Cuánto tiempo tendrá que estar convaleciente? —se impacienta el padre— Porque necesitamos que vuelva a la normalidad cuanto antes.


El médico tuerce el gesto.


—Las heridas físicas, especialmente la costilla, tardarán de dos a tres semanas en sanar, pero como le he comentado no hay que descuidar las psicológicas que pueden demorarse mucho más tiempo...


—Gracias, doctor —vuelve a interrumpir el padre— Creo que nos apañaremos solos. Confío en su discreción para que no comente nada de esto fuera del hospital...


La cara del médico es un poema.


—Por supuesto —musita.

Los padres de Soo Jin se lo llevan a casa. A duras penas puede incorporarse él solo de la cama cuando le dan el alta. Apoyado en su madre parece un fardo, un autómata resquebrajado. Los padres de Soo Jin vinieron a por su hijo. Apenas sospechan, cuando lo meten en la parte de atrás del coche, que lo que se llevan se asemeja más a un destrozado muñeco.

Entonces la imagen vuelve a acelerarse, como en un vídeo a cámara rápida se me muestra los días de reposo de Soo Jin. Sus magulladuras y su costilla rota no le dejan caminar, así que se limita a guardar cama. La madre de Soo Jin, con las maneras de una niña que juega a las casitas demasiado ensimismada en su propia ficción, insiste en darle de comer una especie de guiso baboso de arroz. Pacientemente, le va introduciendo cucharada a cucharada, con cuidado de no irritar sus labios abiertos. Ha Neul viene de vez en cuando de visita, con una sonrisa meticulosamente orquestada, como un ramillete de flores cortadas, a punto de descomponerse a cada instante. Desde mi privilegiada perspectiva de la inexistencia, la observo narrarle chismes de la uni con la convicción de quien interpreta una obra de teatro. Se desgañita por entretener las horas muertas de Soo Jin, como si nada vomitivamente cruel hubiera sucedido, como si de verdad creyese que alguno de sus cotilleos pudiera devolverle una sonrisa ya quebrada. Así, entre las sábanas, como si estuviese haciendo algo malo, concediéndose un capricho que no le corresponde, Ha Neul calienta las manos frías de Soo Jin con muda tristeza. Solo un instante antes de despedirse, hasta la próxima visita.


Poco a poco, las lesiones de Soo Jin empieza a sanar. La vida sigue sin él, incluso su cuerpo lo hace.

Lo primero en curarse, para mi alivio, son los labios. En cuestión de días, vuelven a ser tan tersos, delicados y voluminosos como los recordaba. Los hematomas que corroen y afean su piel, van absorbiéndose poco a poco, dejando tras de sí, el tono de sorbete de limón que tanto he saboreado.
Sin embargo, en los ojos de Soo Jin se abre un abismo tenebroso. Ya no son las dos canicas cósmicas llenas de brillos galácticos, ya no son los dardos insidiosos de obsidiana que dispara cuando se enfada, son dos túneles infinitos, dos bocas hambrientas, dos agujeros negros que succionan toda la vida en él. Y continúan así, con un negro mate, mórbido, que no se aviva ni con todo el paso del tiempo y las atenciones recibidas. Mi pobre, siniestramente hermosa flor mustia.


Pronto, Soo Jin se puede poner en pie, pero el prefiere seguir tumbado entre esas cálidas sábanas que a la manera de crisálida le sirven de refugio frente a un mundo que lo ha herido demasiado profundamente. Él prefiere seguir ahí un poco más, a pesar del aburrimiento, a tener que enfrentarse con el dueño de la voz fantasmal que resuena en los pasillos y con la furiosa mirada de asco que lo acompaña siempre.


—Pero, querido, es demasiado pronto —señala la atemorizada madre.


—¡Tonterías! —ruge él como si creyese que por gritar fuera a tener más razón—. Sus heridas ya están curadas completamente. No tiene razón alguna para seguir haciendo el vago en casa. El lugar de un chico de su edad es la Universidad.


—Eso es cierto —tercia la madre tímidamente con voz de ratoncito—, pero creo que Soo Jin está todavía algo cansado, querido. Recuerda lo que nos dijo el doctor, ya sabes, sobre sus heridas psicológicas.


Los músculos faciales del padre de Soo Jin se contraen como si estuviera comiendo limones.


—¿De verdad te fías de lo que te diga un matasanos sin nombre? Si te preocupa la salud de Soo Jin, ya lo llevaré a los médicos de mi empresa y te dirán que no tiene nada. Solo es un niño vago y consentido que encuentra cualquier excusa para no hacer nada. Un hombre hecho y derecho ya hubiese vuelto a estudiar, que es su obligación.


—Me preocupa estar forzándolo... —comenta la madre.


—¡Menudo sinsentido! ¡Lo que le hace falta a ese chico es rutina y disciplina! Entonces, se centrará.


Chasqueo la lengua en un silencio que solo yo puedo escuchar. Menos mal que tenemos al padre de Soo Jin, que lo sabe todo y lo puede todo, al cargo de la situación. Y sin embargo, una chispa de luz iluminan los ojos de Soo Jin al oír aquello, como el primer destello de unos fuegos artificiales. La madre cabecea impotente ante los pesados argumentos de su marido. Respira hondo, y encierra el puño de la mano derecha con la izquierda para reprimir su preocupación.


—Hablaré con él y veré qué piensa. Quizá pueda convercerle para que vuelva la semana que viene —concede ella—. A lo mejor, así no pierde todo el semestre.


Una vez enterado de que se ha hecho su voluntad, los labios del padre de Soo Jin se aflojan solo lo necesario. Adopta una expresión solemne con una leve nota de compasión hacia formas inferiores de vida, como un dios que habiendo sido saciado con sacrificios se retira a sus mansiones celestiales.


—Bien —responde él—. Y recuérdale que sea discreto sobre las … “circunstancias” tan vergonzosas en la que fue encontrado. Tú también sé prudente, no comentes nada ni con tus mejores amigas. No debemos dejar que algo así lo eché todo a perder.


—Así lo haremos —obedece ella.


Antes de que su madre irrumpa en su cuarto, Soo Jin va bosquejando la idea en su mente. Su padre dice que deben ser discretos y él no tiene nada que objetar al respecto. Él ya hizo su parte, ya tragó todo lo que debía, asegurándose de que Hyung nunca descubriera la verdad, ¿cierto?


Jun Seok-hyung... La forma en la que su ancha mano se cernía sobre sus cabellos, su sonrisa afable pero contenida al verlo aparecer tras tanto tiempo separados... el mero recuerdo de esa amabilidad somera basta para avivarle el corazón. Sería bueno volver a encontrarse con Jun Seok-hyung, ¿verdad? Incluso aunque para ello deba soportar a Jung Dong Yul y su pandilla. Después de todo, fue Hyung quien le dijo que el dojang era su hogar.


Joder, en serio, ¿qué se supone que ve Soo Jin en ese capullo remilgado? ¿Es por su cara de superioridad moral? No lo entiendo y me irrita, especialmente porque ese tío no ha venido a verle ni una sola vez desde que Soo Jin está convaleciente.


Finalmente, cuando la madre entra en el dormitorio, es Soo Jin quien se apresura en proponer su regreso, rogando secretamente por una vuelta a la normalidad. Como si nunca hubiera pasado. Y yo me siento como en esa peli de terror, cuando parece que al prota le va a ir bien, pero sabes que solo es el inicio del fin. Al fin y al cabo, la iluminación de la escena es demasiado fuerte, la música demasiado alegre y los monstruos no pueden haberse dado por vencidos tan fácilmente. Ojalá pudiera cambiar de canal, pero en vez de ello, el tiempo vuelve a acelerarse. Una vez más, es la propia escena la que se impone ante mí, exigiéndome como espectador involuntario.


Es así como llegamos al día señalado para que Soo Jin se reincorpore a la Universidad. En uno de esos escasos placeres que obtengo de estar aquí, lo veo vestirse. Noto en su estómago conectado por hilos invisibles y misteriosos al mío que tiene mariposas revoloteando en su interior. Siente nervios mezclados con una pizca de ilusión, la de poder recuperar esa vida de galería por la que tanto ha luchado. Soo Jin sale por primera vez del piso de sus padres en semanas. El mundo exterior le ofrece una cariñosa bienvenida en forma de brisa otoñal. Tal y como, sospechaba, fuera de su refugio el mundo sigue girando y la naturaleza lo saluda en forma de traviesas hojas de arce que bailan al viento engalonadas con diversos y festivos matices de rojo, amarillo y naranja. Respirar aire puro revigoriza su cutis y sus pulmones. La primera ráfaga de vida desde aquella muerte que intenta transcender. Pero él ahora está vivo y todo parece ir bien. Por lo menos, Soo Jin cree sentirse bien, tanto, tanto, que no nota como su móvil vibra histérico en su cartera con un mensaje de Ha Neul que no verá hasta que sea demasiado tarde:

"¡¡¡No vayas a la uni!!!"


Soo Jin prosigue su viaje en autobús hacia el campus con el letargo hipnótico de quien se deja llevar, obnubilado por una sucesión de calles y árboles. Baja en su parada con la nostalgia extrañada de quien retoma un viejo hábito y se prepara para adentrarse en el edificio de su facultad. Entonces, en el momento en el que Soo Jin empieza a recorrer los pasillos atestados de estudiantes, recordándose mentalmente el camino hacia las aulas donde asistía a clase, algo raro pasa.


Soo Jin siempre había sido uno más en la gran masa de universitarios. Nunca había destacado cuando llegó como novato, a no ser que se tratara de cuestiones relacionadas con el Taekwondo. Siempre había elegido un digno anonimato que lo alejara tanto de los focos como de los problemas. Tampoco se había convertido en un “veterano” famoso, pues se había pegado dos años en el ejército y no había dado tiempo a que los novatos del campus lo conocieran. Sin embargo, de pronto y por primera vez en su vida, todas las miradas apuntaban a él de forma casi magnética, como una brújula al norte. Y no era una buena mirada. Eso lo supo desde el primer instante. Había algo de acusatorio en esos dardos envenenados, algo inquisitorial en su falta de pudor. Inmediatamente, como si pensase que iba a servir de algo, Soo Jin se repliega sobre sí mismo, baja la cabeza e intenta continuar su camino. Pero ya no es tan fácil, la mayoría de los estudiantes se han vuelto a mirarle como si hubieran sido coreografiados.


—Es él —susurra una chica de pelo corto y gafas como si creyese que Soo Jin no pudiera escucharle.


La mente de Soo Jin es salpicada por flashes de pensamientos dubitativos y entrecortados. ¿Qué? ¿Cómo me reconoce?


—¡Qué vergüenza! —dictamina otra— No entiendo cómo tiene el valor de volver por aquí.


—¿Por qué dice eso?


—Es inadmisible que un alumno de nuestra institución tenga ese comportamiento —sisea un profesor.


¿A qué se refiere? ¿De qué están hablando? De pronto, Soo Jin, parado como está en medio del pasillo, recibe un empujón de otro chico, bastante más corpulento que venía en dirección contraria. Le impacta de tal manera y de tan improviso que Soo Jin se da de bruces contra el suelo. Cuando intenta levantarse, en vez de una mano tendida y una disculpa lo único que recibe es un escupitajo.


—Asqueroso marica degenerado... —masculla entre dientes el tipo.


A mí me encantaría partirle la boca al desgraciado, pero, ey, como en todas las ocasiones anteriores, no puede hacer una mierda: esto ya ha pasado y nada de lo que intente podrá impedir que Soo Jin pase por este calvario.


Soo Jin se incorpora rápido, atrapado en una masa estudiantil, que siendo demasiado digna para pararse en abuchearle, amenaza con aplastarle. Nadie le ayuda. Al contrario, conforme va avanzando hacia el aula, es víctima de algún otro empujón o zancadilla. Todos tienen ganas de demostrarle lo mucho que le odian hoy, y Soo Jin, quien siempre se ha esforzado en encajar en un mundo que no le gustaba, no entiende qué ha salido tan mal. Por desgracia, no tarda mucho en averiguarlo. Con ese adelanto tecnológico tan propio de los países asiáticos, unas cuantas pantallas informativas pueblan las paredes de la facultad. Estas se encienden de un fogonazo. Lo que muestran, hiela la sangre que empieza a correr por las venas de Soo Jin. Se reconoce en seguida.


Es él, en clamoroso primer plano, con el miembro del cabrón de Jung Dong Yul penetrándole en la garganta, asfixiándole por momentos. El vídeo ha sido cuidadosamente editado para borrar pistas. El blanco y negro invisibiliza las lágrimas y las heridas de Soo Jin, quien a ojos de una ignorante audiencia está solo dando un más que voluntario espectáculo de lascivia y decadencia moral. Tampoco, hay sonido que pueda delatar la voz de los agresores. El vídeo solo trata de Soo Jin, de él y de su vergüenza.

Y Soo Jin es obligado a contemplarlo, inmóvil, indefenso, violado como en aquel callejón. Su mente ha regresado a aquel callejón, puede que no lo haya abandonado desde entonces. Las chicas giran el rostro escandalizadas ante la perversión del acto, mientras algún capullo suelta aullidos apremiantes regados con apelativos dirigidos a Soo Jin: “putita, zorra, ramera.” Alguno, incluso, se ofrece para ser el siguiente plato en ese perverso menú. Al transcurso de largos minutos que pasan como cuchillas sobre la piel, los espectadores antes silenciosos en su juicio estallan en aplausos irónicos. Soo Jin se ve rodeado por ellos como si de un enjambre de avispas se tratara.


En el momento en que Soo Jin lucha por huir, escabullirse por algún hueco que le deje la aglomeración de estudiantes, yo empiezo a recordar y entender muchas cosas:

“En Corea, ser apartado es peor que estar muerto.”

 

 


—¡No puede estar diciéndolo en serio!


La voz de Ha Neul, hervida en impotencia y rabia, restalla en el aire, acallando el ruido de cuerpos que, impasibles e indiferentes, siguen cayendo sobre las colchonetas. La desgracia de Soo Jin tampoco parece afectar al ritmo de los entrenamientos. El Sabon, el mismo que hacía unas semanas, había recibido a Soo Jin con los brazos abiertos, como la gran promesa que es, ahora expresa su enorme cefalea a través de cara avinagrada.


—Al contrario, Park Ha Neul —tercia él—, lo digo muy en serio. Soo Jin tendrá que abandonar el club hasta que todo este asunto se calme.


La faz de Ha Neul se paraliza unos segundos mientras procesa el anuncio. Luego, sus ojos se agrandan hasta parecer a punto de explotar. Sus labios se separan con un rictus de indignación.


—¿Eso es lo que planean hacer? —replica ella—. ¡ES SOO JIN QUIEN HA SIDO ATACADO! ¡FUI YO QUIEN LO ENCONTRÓ TIRADO EN EL SUELO, HERIDO, DESANGRÁNDOSE...!


—Si no quería que le pasase nada malo, tal vez no tendría que haber iniciado “conductas de riesgo” para empezar —grazna Jung Dong Yul desde atrás.


Se encuentra situado en su rincón de seguridad, rodeado de sus secuaces. Ostenta una sonrisa de triunfo tan descarada y repelente que dan ganas de borrársela de un puñetazo. Pagaría por los honores. Por su parte, un escalofrío ha empezado a recorrer la espalda de Soo Jin. La última vez que tuvo que escuchar esa repugnante y gorgojeante voz, esta le estaba chantajeando con desvelar sus peores intimidades.


Ha Neul, sin embargo, parece albergar deseos similares a los míos. No tarda en enseñar sus preciosos y saludables caninos.


—¿Qué quieres decir? —pregunta rabiosa, saliéndole al paso— ¿EH? TEN EL VALOR DE VENIR AQUÍ A EXPLICÁRMELO.


—Ha Neul, haz el favor de tranquilizarte —ordena un gélido Jun Seok, mientras se masajea los lacrimales, como si a él también todo esto le provocara poco más que una simple migraña.


Pero Ha Neul pasa de él y se gira hacia el entrenador, sin dejar de señalar a Jung Dong Yul.


—FUE ÉL, SABON-NIM —acusa— ¡¡ÉL ATACÓ A JIN-HA!!


—Oye,oye —contesta Dong Yul altanero—. Eso que dices es muy serio. ¿Acaso tienes pruebas? Además, no es como si yo quisiera que un marica me la comiera. ¡Qué asco, hombre! —sus amigotes se atreven a soltar algunos graznidos en forma de risas—. De hecho, me gustaría mucho más que fueras tú quien hiciera los honores. Ya sabes, guapa, cuando quieras....


Un aullido idiota se eleva en el dojang. Ha Neul aprieta los puños mientras se muerde el labio, furiosa. Soo Jin baja la mirada, temblando, atrapado en su propia pesadilla: “¡Mirad cómo traga nuestra princesa! … puta avariciosa”. Jun Seok no hace nada.


Al final, Ha Neul decide ignorar las provocaciones de Jung Dong Yul


—Fue él, señor —continúa con la tensión estirándole de las cuerdas vocales—. Estoy segura. Cuando fui a buscar a Soo Jin, Jung Dong Yul y sus amigos también se habían ido ya y no volvieron a aparecer. Durante la fiesta, se sentaron cerca de nosotros. Bien pudieron envenenar...


—¡Eso no son más que coincidencias! ¿De verdad eso es todo lo que tienes contra mí? —la interrumpe Jung Dong Yul— ¡Esto es indignante, Sabon-nim! ¡Están ensuciando mi buen nombre sin justificación alguna!


—Lo siento, señorita Park —interviene el entrenador—, pero Jung Dong Yul es un estudiante con una reputación intachable. Su padre es uno de los patrocinadores de nuestro club y su empresa colabora con nuestra universidad. Si quiere acusarle, tendrá que aportar pruebas mucho más sólidas. Por otra parte, el comportamiento exhibido por Lee Soo Jin... el escándalo que esto supone para el club tiene que quedar enmendado.


Pero Ha Neul no se rinde.


—¡Jin-ha! —le llama— Tú sabes quién te hizo todo aquello. ¡Dí quién fue! ¡Venga, dilo!


Soo Jin se siente helado. Su nuca sigue apuntando hacia abajo. No sabe qué hacer. Se siente demasiado drenado de energía como para poder reunir el valor necesario para hablar, el mismo valor que Ha Neul-noona ha abanderado, solo para lo usen en contra suya. Pero Soo Jin quiere a Ha Neul, no quiere decepcionarla. Es ella quien lo acunó hasta que llegó la ambulancia, su querida noona. También quiere a Hyung, su honrado y amable Jun Seok-hyung, el mismo que no se ha dignado a mirarle desde que entrara en la sala. Si confiesa, tal vez él no piense mal de él. Tal vez le perdone. Así que Soo Jin hace acopio de la poco fuerza que no se le ha escurrido entre los dedos. Es la primera vez en su vida que se atreve a decir la Verdad.


—Ha Neul tiene razón —tartamudea— Yo, en realidad, fui atacado por Jung-sunbae.


Una sorda exclamación explota sobre el dojang. Hasta los ojos algo enterrados por las arrugas del entrenador se abren como platos.


—¡Cómo osa! —declama Jung Dong Yul— Observe bien, Sabon-nim, esto es el colmo de la obscenidad. ¡Un alumno que, incapaz de responsabilizarse de su propia perversión, acusa falsamente a otro!


Valiente hijo de puta.


—Esto ya he llegado demasiado lejos —sentencia el entrenador— Lee Soo Jin es el único visible en el vídeo y por lo tanto es el único al que podemos incriminar. Para salvaguardar el honor del club y hacerle reflexionar sobre su conducta, será excluido. Eso es todo.


—Por favor —ruega Soo Jin a Jun Seok—, hyung. Por favor, créeme. Es la verdad.


Entonces, Jun Seok rompe su silencio...para soltar un suspiro de exasperación. Se vuelve, dándole la espalda a Soo Jin.


—Ha Neul, llévatelo de aquí, por favor —ordena indiferente.


Estúpido capullo estirado. Porque esa es la frase que le pone fin a todo, la que hace que la esperanza con la que Soo Jin había pegado algunos fragmentos de su antiguo mundo se disuelva. Soo Jin continúa de pie frente a su antiguos entrenador y compañeros, incapaz de moverse ni de pensar. En su cabeza, todo estalla en mil pedazos. No queda nada en su vida que pueda albergar o proteger.
Ha Neul lo abraza. Amargas lágrimas caen por sus abultadas mejillas.


—¿Eso es lo que pensáis hacer? ¿Eso es todo? —pregunta con hiel en la boca— ¿Os da igual lo que de verdad haya pasado ni lo que Soo Jin esté sufriendo? Después de todo lo que él ha hecho por vosotros, ¡POR VUESTRO ESTÚPIDO CLUB! ¿Queréis saber qué pienso? Pienso que me avergüenza pertenecer a una asociación tan hipócrita y pagada de sí misma que no duda un segundo en abandonar a uno de los suyos para mantener las apariencias.


—Basta ya, Ha Neul —le advierte Jun Seok—. Estás hablando de más.


Sin soltar a Soo Jin, Ha Neul da un paso hacia Jun Seok.


—¡Y tú estás hablando de menos! —replica ella— ¿Por qué no dices nada? ¿Uhm?— pero Jun Seok no se digna a contestar, por lo que Ha Neul dirige su ira hacia el común de sus compañeros.— SOIS UNA DESGRACIA PARA EL TAEKWONDO. ¡HABÉIS VIOLADO TODOS SUS PRECEPTOS! ¡ESTÁ DECIDIDO! ¡SI NO QUERÉIS A JIN-HA, TAMPOCO ME TENDRÉIS A MÍ! ¡DESDE HOY, RENUNCIO!


Y ante el silencio, más indiferente que respetuoso, de la sala, Ha Neul resuelve ser las piernas que saquen a lo poco que quede de Jin de ahí.


—¡No quiero saber nada de vosotros! —grita ella a modo de despedida— ¡PANDA DE COBARDES!


Pero Soo Jin apenas la oye. Su mente es como un televisor averiado: un ruido de estática se impone a casi todo. En su corazón, un solo ruego resuena, un eco perdido e ignorado:


“Por favor, hyung, CRÉEME”.

A través de la ventanilla del bus, las calles aparecen como un mar grisáceo e infértil. Desde el punto de vista del Soo Jin que volvía a casa aquella tarde, nada en el paisaje de retorno, aquello que era tan colorido y animado por la mañana, merece ya la pena. Sus ojos son incapaces de reparar en nada, nada los traspasa, como si un velo mortecino se hubiera dispuesto sobre ellos. Han vuelto a adquirir esa expresión opaca de pez muerto, pues esa incipiente chispa que se venía anunciando al mundo días atrás acaba de ser extinguida. ¿De verdad Seúl es tan aburrida o es solo la mirada de Soo Jin reflejada en la mía? Y, sin embargo, a veces, cuando me distraigo un cartel en vertical me deslumbra con sus extraños garabatos de neón, con los colores chillones del bullicio urbano. Hay vida más allá de Soo Jin, pero a él, encerrado en su propio crisálida de dolor no parece llegarle nada.

Como el acosador espectral involuntario en el que me he convertido, permanezco al otro lado de la ventanilla, flotando al lado del bus, sin atreverme a invadir más espacio en sus recuerdos. Quizá sea porque Soo Jin me sigue pareciendo como una flor reseca, algo que aún después de exhausto sigue albergando una cierta belleza, pero no puedes alargar la mano y tocarlo porque podrías desintegrar los pocos pedazos restantes de lo que alguna vez fue.

Eres precioso, le dije aquella noche y él se esforzó en negarlo, todas las veces. ¿Qué sabía yo entonces de él? Nada. Hubo algo en él que me fascinó, me enganchó... y solo quise saber más del chico que conocí una noche mientras se sentó a horcajadas sobre mí. Seguramente, ese ansia fue lo que me hizo empujarle de aquellas maneras, pero no podía detenerme. ¿Cuándo volvería alguien a deslumbrarme así? La gente en mi alrededor eran como letras negras sobre el papel y Soo Jin destacó como subrayado en amarillo fluorescente. Yo no era más que una polilla, estúpida e impulsiva yendo hacia la única luz. Estúpida e impulsiva... supongo que eso me pega. Posiblemente, creí que si lo descubría todo sobre él podría volverme parte de él.

Ahora entiendo el mecanismo oculto que provoca que se enfade cada vez que le recuerdo que me parece bello. Comprendo que me riñe y se burla de mí por no poder evitar seguir los envites de mi corazón y terminar comportándome como un gilipollas. Es normal en alguien que se ha visto forzado a desfilar sobre la cuerda floja toda su vida, con la certeza de que un paso en falso podría estropear todo lo que ha construido. Joder, hasta me quedado cristalinamente claro porqué se negó con tanta fuerza cuando le pedí una mamada. Puede que esa fantasía que tenía por entonces nunca se haga realidad, pero...¿qué importa ya? ¿De qué vale saber todo esto si no le puedo coger de la mano? ¿Por qué tuve que ver cómo le destrozaban en cuerpo y alma si no pude hacer nada? ¿Valgo algo realmente en su vida, yo que solo estoy con él en sueños? ¿Tienen sentido estas insistencias mías?
Puede que sean idiotas y egoístas estos sentimientos míos que tanto le he tirado a la cara, que no tenga derecho, pero... juro que mataría por poder acunarle en mi regazo. Simplemente, tumbarme a su lado.

Soo Jin se baja del bus y se dirige a su portal. Escribe un código y la puerta timbra anunciando su permiso para traspasarla. Entra y sube al ascensor apoyándose sobre la parte del espejo, en una estrategia para no tener que enfrentar su propio reflejo. Cabizbajo, su mente repasa el estado de los escombros de su vida, baranjándolos rápida y eficazmente como un crupier experimentado. Sin embargo, como si esta estuviese trucada, la cara de palo del tal Jun Seok-hyung sale más veces que las demás. En serio, yo estoy con Ha Neul. ¿Por qué coño no ha hecho nada? ¿No se supone que era su amigo? ¿Por qué lo ha vendido así, sin darle la oportunidad de explicarse? Hubiese estado hasta bien que hubiera dicho alguna barbaridad como el resto, pero no, el muy cabrón ni siquiera ha querido mirarle a la cara. Y eso es lo que más le duele a Soo Jin. Porque ahora su querido hyung le desprecia hasta el punto de negar su existencia.


Pronto, Soo Jin está frente a su casa y vuelve a introducir un código para entrar. Por lo que puedo sondear en esta especie de “nube” compartida entre ambos, su plan inicial es solo entrar, pasar desapercibido, saludar a su familia lo mínimo posible y volver a la suave cueva que es su cama. Y yo rezo por que lo haga, pero algo me dice que va a ser demasiado fácil. La pesadilla no ha terminado todavía, y mis temores se vuelen realidad cuando al abrir la puerta lo primero que sale son los resquicios de una acalorada discusión.

A través de la puerta abierta del salón, su padre le mira y su sola estampa basta que Soo Jin quiera echar a correr muy lejos de ahí. Tiene la cara más desencajada que Soo Jin le haya visto jamás, tanto que resulta irreconocible. Sus ojos rasgados, estirados por la tensión de las mejillas, están impregnados en sangre. En la boca retorcida los dientes rechinan. Hasta su casco de pelo perfecto se ha deshecho y le cae sobre el rostro acentuando su aspecto de maníaco. La madre está delante de él, intentando sujetarlo, posiblemente tranquilizarlo y ahora mira a su hijo con una expresión desvalida, signo del mal momento que Soo Jin ha escogido para entrar.

—¡TÚ! —grita él con una voz tan afilada que parece cortarle las entrañas.


Soo Jin se encamina hacia su cuarto, intentando evitar una confrontación que está demasiado agotado como para lidiar con ella. El golpe del jarrón, la forma en que se desquebraja en pedazos cortantes de porcelana le sobrecoge.


—¡Dios mío! —solloza la madre.


El padre lanza maldiciones como flemas infecciosas.

—¡NIÑATO DEL DEMONIO! ¡SE SUPONÍA QUE DEBÍAS PERMANECER CALLADO! ¿¿QUÉ LES HAS DICHO??


—Na, nada —balbucea Soo Jin, mientras se quita los fragmentos de la ropa—. No les he dicho nada...


—¡MENTIROSO! TODO EL MUNDO SABE QUE HAS ACUSADO AL HIJO DE JUNG-NIM NADA MENOS... ¿EN QUÉ ESTABAS PENSANDO? ¿ES QUE NO TE IMPORTA QUE ME DESPIDAN? MOCOSO DESAGRADECIDO...


El padre coge una figurita de cristal, una cuya aristas se ven siniestramente afiladas. Afortunadamente, la madre por fin reacciona y se echa sobre el padre para evitar una desgracia.


—¡NO, QUERIDO! —le ruega— ¡DÉJALO EN PAZ! ¡POR FAVOR!


Temblando como un niño abandonado en la intemperie, Soo Jin consigue llegar hasta el baño y encerrarse en él. Se sienta en el suelo apoyando la espalda en la puerta, pero objetos contundentes no es lo único que el padre de Soo Jin puede lanzarle.


—SAL DE AHÍ, MALTIDO COBARDE —le impela— ¡DEBERÍA ECHARTE A PATADAS DE ESTA CASA POR LA DESGRACIA QUE ERES PARA TU FAMILIA! ¿ME OYES? ¡NOS HAS DESTROZADO LA VIDA!


Soo Jin se tapa los oídos con las manos.


—Querido, por favor —continúa la madre— ¡Para ya! ¡Tranquílizate de una vez! Te va a dar un ataque...


Soo Jin oye como su padre aparta violentamente a su madre, con ruido de más artilugios por el suelo. Abraza su estremecido cuerpecillo.


—¡CÁLLATE! —arremete el padre— Esto también es culpa tuya. Yo te lo di todo: una vida sin preocupaciones, una casa grande en un buen barrio, dinero para caprichos TODO. Tú solo tenías que hacer una cosa: criar a mi hijo. Ahora en vez de un muchacho sano y decente, tengo UN PERVERTIDO...¡UN SUCIO MARICÓN! —el padre de Soo Jin grita hacia la puerta, procurando que este le oiga—. TÚ LO HAS MALCRIADO, TÚ LO HAS VUELTO ASÍ.


La madre se rompe en llantos y, como si estuviesen conectados, un par de lágrimas se desbordan del mar oscuro encapsulado en los ojos de Soo Jin. Pronto su mente se convierte en una vorágine, una orgía violenta de imágenes que se devoran las unas a las otras, un matadero de memoria, picadillo de recuerdos sanguinolentos:

La sonrisa lasciva y sádica de Jung-sunbae, la sonrisa dolorosamente compasiva de Ha Neul y su mano bajo las sábanas, los ruidos del hospital, su cuerpo abandonando su voluntad, dejándolo desprovisto de defensas, “Asqueroso maricón” escapándose de la boca de un desconocido como una salamandra contorsionista hecha de insultos, los puntapiés revestidos de cuero del bueno clavándose en sus costillas, los empujones, las risas gangosas de gremlims, cremalleras bajadas en un callejón, las dagas en su costado al intentar respirar, “Princesa”, la tristeza sin rostro ni nombre de su madre, “Dí quién te ha hecho esto”, la mirada de la gente, punzantes como chinchetas enmarcando el bochornoso espectáculo de verse descubierto por todos...así, “Lee Soo Jin es el único que aparece en el vídeo...el único al que podemos sancionar...”, “¿Acaso tienes pruebas? Además, no es como si yo quisiera que un marica me la comiera. ¡Qué asco, hombre! JAJAJAJA... La cara de Hyung, serio, disgustado...decepcionado...¡Créeme, Hyung! ¿Pero qué tiene que creer? ¿Qué él no es así? Siempre lo fue... Otra “zorra chupapollas más”... “NOS HAS DESTROZADO LA VIDA”, “¡Mirad cómo traga nuestra princesa!”, “PERVERTIDO...”, “puta avariciosa”, aullidos del público, su estómago descompuesto por la droga, “¡UN SUCIO MARICÓN!”....

El sabor a orín y amargura asentando en su boca, durante horas... ¡Nunca se fue! Puede que siempre estuviera ahí, oculto entre otros, agazapado hasta el momento oportuno, índice de la verdadera naturaleza de Soo Jin... Sucio.


La arcada trepa por el esófago, como si clavase sus uñas ácidas en el muro de carne. Soo Jin se tensa poseído por su propio asco, buscando con la mano la tapa del váter, rogando por levantarla a tiempo. El vómito sale por su boca como un fogonazo líquido, quemando sus entrañas. Esto sucede una y otra vez, una y otra vez, robándole fuerza al cuerpecillo que se contrae hasta doblarse de formas siniestras. Una y otra vez, hasta que el vómito se torna de un verde amarillento y luego sangriento, hasta que las lágrimas de irritación y el moco le acompañan. Y cada vez, siempre, la garganta de Soo Jin arde en un intento de ser purificada por unos efluvios que queman como el fuego del mismísimo infierno, en el vano pero inevitable esfuerzo por deshacerse del pecado original, la corrupción primigenia que no puede ser borrada... La suciedad imperdonable de ser uno mismo.

Soo Jin pronto queda casi tumbado sobre el inodoro,sollozando sobre él, agitándose torpe y patéticamente sobre él, como un cría de pájaro imberbe. Yo estoy a su lado. Con la mano sobre una boca incapaz de pronunciar nada adecuado, con el sabor de salado de lágrimas incipientes tras la lengua.


—Jin —musito— Lo siento, lo siento mucho.


Él continúa con la cabeza apoyada en el retrete, abrazado a él agotado por el esfuerzo de la tremenda vomitona, mareado por el hedor de esos fragmentos putrefactos suyos arrojados al vacío. Frente a todo lo demás, la forma en la que la tenue luz del baño acaricia los siempre hermosos cabellos azabaches de Jin me habla de su verdadera e inalienable belleza. No puedo evitar acariciarlos. Entonces sucede algo que me estaba acostumbrando a no esperar: una reacción.


Soo Jin se levanta y mira hacia arriba. Me mira. Con los ojos desencajados de terror.


—¿Qué haces aquí? —murmura.


—Soo Jin ...Pu,pu, ¿Puedes verme?


—¡¿Qué haces aquí?! —insiste con creciente ansiedad.


—Esto... yo... había una puerta rara y me tragó, y luego unas flores, y luego...- intento explicar.


—TÚ NO DEBERÍAS HABER VISTO ESTO —ruge entre lágrimas—. ¡No deberías haber visto la peor parte de mí!


La dureza de estas palabras que enarbola contra sí mismo me irrita y me entristece.


—¿La peor parte...? ¿Por qué dices esto? Soo Jin lo que te hicieron es... —no soy capaz de encontrar una palabra— indescriptible, pero nada de esto tiene que ver...


Soo Jin se limpia la boca para mostrar una sonrisa cínica.

—¿Tú crees? - me replica.


La duda ofende.


—¡Pues claro! ¡La culpa la tiene ese hijo de puta! ¡Es un envidioso de mierda y un cabrón! ¡Dios, si pudiera le hundiría esa cara de renacuajo de un puñetazo!


Soo Jin suelta una pequeña carcajada, deliciosa como el canto de un gorrión mañanero.


—Claro que sí —dice.


—¡No lo dudes! —aseguro— Lo arrastraría por el suelo ante ti y le obligaría a pedirte perdón por toda las mierdas que te ha hecho. ¿Y tus compañeros? ¿De qué van? Podrían haberse parado a preguntarte qué estaba pasando, digo yo. Si yo hubiese estado ahí, les habría callado la boca a todos...


—Eres adorable.


A pesar de la dulzura de esas palabras, el tono con el que las ha pronunciado me pone el vello de punta. ¿Por qué suena como un lamento?

Cae (todo)
Cae (todo)
Cae (todo) desmoronándose


—¿Qué quieres decir?


Soo Jin se incorpora un poco y me acaricia la mejilla. Mientras retengo su mano, él me obsequia con una de esas sonrisas suyas que me derrite por completo.


—Pau, tienes un corazón bondadoso y noble. Esa es tu principal virtud. El resto: tu fortaleza, tu valor, proviene de ella...


Cae (todo)
Cae (todo)
Cae (todo) cayéndose


¿Por qué me está diciendo todo esto de pronto? ¿Dónde está el Jin arisco que, cual gatito malcriado, me muerde después de lamerme?


—Yo pensaba que creías que era un idiota -intento bromear para sacudirme de encima este mal fario que me embarga.


Soo Jin niega con la cabeza.


—No eres estúpido, Pau. Nunca lo fuiste. Eres un bobo que se mueve por el corazón. Siempre he envidiado la sinceridad con la que reclamas lo que quieres. Incluso, cuando lo hacemos puede sentir que lo deseas de verdad. ¡Y además eres tan guapo...!


Cojo la mano de Soo Jin y la apreso entre las mías.


—¡Y tú eres precioso! —insisto— Te haya pasado lo que te haya pasado, eso no cambia nada. Eres la criatura más bella que he visto jamás. Lo supe desde que te vi por primera vez, pero cada vez lo tengo más claro.... Soo Jin, es lo que quería decirte antes. Te quiero, de verdad, consigues apasionarme como nada más en el mundo. Estoy enamorado de ti.


La sonrisa de Soo Jin, antes tierna se baña en tristeza.

—Por eso mismo, tenemos que dejar de hacer esto— sentencia.


La cuchillada que acaba de recibir mi alma me deja tan baldado que a penas si puedo entender lo que Soo Jin me plantea.


—¿Qué?


—Eres un buen chico: amable, exótico, masculino y sexy, guapísimo...Te desvives por mí y por complacerme —expone él—. Incluso te pliegas a mis deseos en el sexo. La química de nuestros cuerpos es casi surrealista... ¿A cuánta gente así conoces en la vida real?


—¡A mí!  —clamo yo, todavía confuso.


Soo Jin vuelve a reír, pero esta vez un par de lágrimas brotan de sus hermosos ojos estelares.

—Pau, eres demasiado perfecto.


—¿Cómo? —me quedo atontado unos minutos. Vamos, Pau, tienes que decir algo, lo que sea-. Si ese es el problema, puedo ser peor. Me esforzaré...


Soo Jin se queda ojiplático durante unos instantes, para después soltar una sonora carcajada.


—¿Ves? A eso me refiero.


—¿A qué? ¿Soy demasiado servicial? ¿Quieres que sea más independiente? ¿Es porque te he saturado o...?


—Pau, tú no eres real —me interrumpe, deshaciéndose en lágrimas—. Eres un producto de mi mente enferma.


Esa sentencia mortal cae sobre mí como una guillotina.

Debido a ti, estoy destruyéndome
Quiero parar, ya no te quiero
No quiero hacerlo, esto apesta
Por favor, no me des mas excusas


—Tengo tantas ganas de ser amado que simplemente te he creé  —concluye.


—¿Qué? NO, YO EXISTO. SOY REAL —me esfuerzo en afirmar.


—¿Cómo puedo creerlo? —prosigue él impertérrito—. Solo eres alguien con quién tengo sexo en sueños. Lo lógico sería pensar que has salido de mi imaginación...


Me paso ambos manos por los rizos.


—¡No! ¡No! —me empeño— No puedes estar diciendo esto...

—Es lo más lógico...


—¡A LA MIERDA LA LÓGICA! —bramo yo— YO TE QUIERO, SÉ QUE TE QUIERO, NO PUEDES DUDAR DE ESO...

No me puedes hacer esto
Todas las cosas que dices son como un disfraz
Escondes la verdad y me lastima
Me atraviesa y me vuelve loco, odio esto
Llévatelo todo, te odio

—¿Cómo sabes que ese amor son tus verdaderos sentimientos? —continúa Soo Jin— ¿Cómo sabes que no sientes lo que sientes simplemente porque yo deseo desesperadamente que un chico como tú se enamore de mí?


—¡Un momento! —le interpelo— Tú conoces a mi abuela. Te ha contado cosas de mi infancia. Y si yo he visto tu pasado, ¿has visto tú el mío? ¿Verdad? ¡¿Verdad?!


—Así es —concede él.


Yo doy una palmada de triunfo. Me encanta tener razón.

—Pero igualmente podría ser una mera ilusión originada en mi delirio.


—¿Qué? Pero si mi abuela... Tú mismo la viste... —tercio yo enajenado.


—De nuevo, la validez de la existencia de tu abuela depende de la tuya. Si tú existes, ella también. Si tú no existes, ella tampoco. Es un planteamiento circular. Fácilmente, podría no ser más que una fantasía muy intrincada y enfermiza.


—¿Y el mundo de los sueños?  —argumento.


Jin niega con la cabeza, llorando.


—Es solo eso, un sueño...


Cierto. Soo Jin siempre estuvo analizando todo aquello y nunca terminó de encajarlo del todo. Maldita sea, ¿por qué tiene que ser tan listo? Doy un puñetazo al alicatado del baño de Jin, para solo atravesarlo. De todas las razones por las que temí que un día Soo Jin me rechazara, mi teórica inexistencia nunca fue una de ellas. Es tan injusto, yo nunca dudé de que él fuera real. Siempre quise creer que algo tan hermoso en vida como fue conocerle, esa luz tan despampanante debía significar algo. Pero no.

—Pau, por favor —me implora—. No lo hagas más difícil.

Me giro para ver su carita enlagrimada. Es tan bonita: con sus enormes ojos rasgados como enormes dagas clavadas en mi corazón, esa forma de corazón de sus pómulos y barbilla, sus carnosas mejillitas pobladas de unos hoyuelos que son una obra de arte esculpida en carne, su naricita perfectamente delineada, su suavísima piel de sorbete de limón que me chifla mordisquear, esos labios de frambuesa, redonditos y jugosos que he degustado tantas veces... Todo ello, va a serme arrebatado junto con sus mohínes, su risa de manantial, la forma tan sensual y elegante que tiene de moverse, la forma en la que su flequillo me cosquillea los ojos la frente cuando nos recostamos uno al lado del otro... Ojalá no me doliera tanto, ojalá no me importara esa amenaza tan certera, pero no puedo evitarlo. Soo Jin es lo único que he deseado con desesperación en toda mi vida.

Pero eres tú lo eres todo para mí,
tú lo eres todo para mí,
tú lo eres todo mí

—Soo Jin —balbuceo—, tú y yo no solo nos hemos acostado. Esa vez, cuando caminamos juntos, cuando hablamos sobre nosotros... Tuvo que significar algo para ti... Yo, soy una persona real... Entonces yo fui yo mismo contigo, tuviste que notarlo.

Soo Jin parpadea antes de girar la cara y empezar a pensar de esa manera tan sexy que solo lo hace a él. Solo Soo Jin consigue que la reflexión y lo intelectual sean algo sensual, porque la forma en la que hace todo es especial, es un espectáculo con patas. Y a mí no me pueden negar la entrada.


Soo Jin se sonroja.


—Fue un momento muy agradable, todo ello, pero...


¿Pero? ¿Por qué hay un “pero"?


—Eso no quiere decir que haya sido real —determina.


Mi cabeza comienza a arder. Estallo en lágrimas.


—¡JODER! —grito con los labios temblorosos— ¡JODER! NO PUEDES HABLAR EN SERIO, NO PUEDES... —respiro hondo, no quiero que me vea así— No puedes hacerme esto...


Por favor vete de aquí
Lo siento (te odio)
Te amo (te odio)
Perdóname

 

Justo cuando me estoy empezando a serenar, las puñeteras flores azules nos envuelven, esta vez a los dos. Cuando se desvanecen, la vista se sobrecoge. Estamos en un enorme prado, casi un valle plagado de flores, como una especie de lirios, pero tallo larguísimos que nos llegan hasta la altura del pecho, y encima de un color azul extraño y triste, como los pétalos que nos transportaban, los mismos que ya no pueden, ni nunca fueron ser un buen presagio.


—Lo siento, pero ya no puedo seguir viviendo de fantasías. Si quiero rehacer mi vida, tengo que enfrentarme al mundo tal y como es.


—Pero yo te amo —insisto entre lágrimas—. ¿Tú no me amas, Soo Jin?

Te necesito, chico
¿Por qué solo yo estoy enamorado?
¿Por qué solo yo estoy herido?
Te necesito chica
¿Por qué sigo queriéndote si sé que saldré herido de nuevo?

Soo Jin se queda boquiabierto de pronto, como si no se hubiese acostumbrado a oírmelo decir ya. Parece que duda, pero es solo un instante.


—Te quiero pero no está bien. No puedo amar a un sueño, Pau. Eso sí que es una locura— decide.


Da miedo la seguridad con que la que está arrancándome el corazón del pecho y triturándolo delante mío. ¿Cómo algo tan maravilloso puede ser tan cruel?


Te necesito, chico, eres hermoso
Te necesito, chico, eres tan frío
Te necesito, chico (te necesito, chico)
Te necesito, chico, (te necesito chico)

Pero yo no me rindo. Me devaneo los sesos, en busca de cualquier argumento que pueda utilizar para convencerle. Mis conexiones neuronales parecen un enorme archivador patas arriba.

—Soo Jin, soy una persona. Te lo juro—. vuelvo a la carga.


—Eres un sueño —repite él.


Los dos estamos llorando. No había llorado así en mi vida. Nunca nada me ha importado tanto, pero al parecer hay poco que pueda hacer al respecto. Aún así, intento abrirme paso hacia él, desplazando los pesados juncos florales.


—Me llamo Pau Núñez Ríquer. Tengo 17 años...


—Pau, detente...


—Soy catalán y español. Vivo con mis padres, mi hermana y mi abuela en Barcelona. Estudio 2º de bachillerato, pero soy un vago redomando y se me da fatal el inglés y, bueno, todo lo que haya que estudiar... Me encanta el Taekwondo. Yo pensaba que era el puto amo en ese deporte, hasta que tú me diste la paliza más sexy de la historia...


Doy vueltas y vueltas. ¿ Por qué sigo regresando a ti?
Voy hacia abajo y abajo. Soy un tonto incluso ahora.


—Pau...


—Mi mejor amigo se llama Jaume Martorell. Es hincha del Barcelona, no se calla ni debajo del agua y le vuelven loco las tías. No sabe que soy gay, nadie lo sabe...


Intenté de todo, pero no puedo evitarlo


—Todo eso ya lo sé —se exaspera Soo Jin— Probablemente, yo lo inventara...


—¿Cómo? —le desafío yo— ¿¡Cómo podrías crear a un personaje de mentira con tantos detalles!? ¡Y más de una cultura que apenas conoces!


Es mi corazón que siento que ya no controlo


—Eso no es cierto —suspira Soo Jin.— Estoy haciendo un trabajo sobre Cataluña en la universidad y Noona se ha puesto a estudiar el idioma y la cultura española. Todo eso se ha debido de mezclar en mi mente y ha servido para crearte.

¿Por qué no me escuchas?
Estoy hablando solo, de nuevo
(Estoy hablando solo, de nuevo)
Estoy hablando solo, de nuevo
Estoy hablando solo, de nuevo
No dices nada, por favor, te trataré bien
El cielo es azul de nuevo, el cielo es azul de nuevo.

La rotundidad con la que Soo Jin se aferra a su teoría es aplastante. Siento que la voluntad se me va evaporando poco a poco de los músculos adormecidos, como si mi lucha por retener a mi amado llegase a afectar a mi cuerpo. Pero yo no voy a darme por vencido hasta quemar todos los cartuchos disponibles. Soo Jin se merece eso y mucho más.


—Soo Jin, te lo ruego. ¡Dame una oportunidad! —le suplico.


Mi precioso y adorado amante se muestra sorprendido por esta propuesta. Parpadea los ojos de esa manera tan graciosa suya.


—¿A qué te refieres?


—Ven a Barcelona conmigo —propongo.


—Pau, ¿qué estás diciendo?


—Ves, eso no te lo esperabas, ¿verdad? —me jacto yo, mientras me saco las lágrimas. La voz todavía me tiembla—. Eso no te lo has inventado.


—Eso tampoco puedo saberlo —se defiende Soo Jin algo irritado.


—Vamos, sé que no eres feliz en Corea. Salvo tu amiga todos son unos capullos contigo. Todos te abandonaron. Tu padre solo sabe gritarte y culparte de sus mierdas, mientras tu madre se queda mirando cómo lo hace. Tus compañeros y profesores no te dieron ni el beneficio de la duda, siendo que la víctima eras tú. Prefieren salvarle el culo a ese hijo de puta que fue a por ti y a ellos mismos que ayudarte. Sobre todo tu querido Jun Seok.


La mirada de Soo Jin se endurece como el acero.


—¡No hables mal de Jun Seok!


—¿Por qué no? —replico yo— Él fue el primero que te dio la espalda cuando las cosas se complicaron.


La carita de Soo Jin se deshace en un puchero que logra que quiera abrazarle hasta romperle la espalda.


—Eso fue... —gimotea él—, porque él descubrió quién soy en realidad, lo repugnante que puedo ser...y ahora me odia.


Consigo acercarme a él. Le limpio las lágrimas con los dedos.


—Tú no eres repugnante —le aseguro—. Eres perfecto y punto. Y si el Jun Seok de los cojones no lo sabe apreciar, es que es retrasado y punto.


—Yo... lo he estropeado todo —prosigue él— Yo estoy roto, estoy sucio por dentro... Aunque tú existieras, ¿cómo podría alguien como tú fijarse en alguien como yo?


Eso me enfurece. ¿Cómo puede algo tan hermoso como él pensar una barbaridad semejante sobre sí misma? ¿Cómo puede si quiera imaginar que si me lo encontrase otra vez por la calle o en alguna habitación no volvería a perder la cabeza por él, una y otra vez?


—No —niego—. Nada de lo que ha pasado ha sido por tu culpa. Eso no lo hiciste tú, te lo hicieron a ti una panda de hijos de puta con su jefazo hijoputa. Son ellos los que tendrían que estar en la puta cárcel. Tú no hiciste nada malo, salvo echarte la culpa...


—Pero... —me interrumpe Soo Jin.


—Créeme, eres perfecto. Te lo digo en serio, porque a pesar de que tú sí eres demasiado bueno para ser verdad, yo nunca he dejado de creer en ti.


Parece que la seguridad de Soo Jin se tambalea un poco al oírme decir eso, así que aprovecho para contraatacar.


El cielo es tan azul, el sol es tan brillante
Así que puedes ver mis lagrimas
¿Por qué tú?¿Por qué tuviste que ser tú?
¿Por qué no puedo dejarte ir?


—Tú mismo lo dijiste: la sociedad coreana es una mierda. No estás a gusto ahí, no puedes hacer lo quieres. Joder, no puedes ni pararte a pensarlo. España tampoco es el Paraíso. Con la mierda de la crisis apenas hay trabajo para los jóvenes. Somos unos hipócritas y unos racistas de la hostia, y en Cataluña, casi se puede decir que nos hemos vuelto bipolares. Pero yo te trataré muy bien, lo juro. No te faltará de nada. y si alguien te dice “chino de mierda”, le parto el alma y punto en boca.


—¿Chino? ¿Yo parezco chino? —me pregunta Soo Jin confuso.


—Nada, que la gente es imbécil —tercio— ¡Pero tampoco estarás solo conmigo! Ya sabes que a mi yaya le caes bien, y cuando mi hermana te conozca, va a flipar...


—Pau, eres encantador, pero...


—Ya verás, será la caña. Te enseñaré todo lo chulo de la ciudad. Iremos a pasear por las Ramblas y te compraré lo que pidas. No tengo mucho dinero, pero si es por ti, saco de la cuenta de mi Primera Comunión...


—Suena estupendo, de verdad... —intenta pararme él.


—Montjüic es una pasada en primavera. La gente hace pic-nics y todo. Y luego en verano, podemos bajar al Paseo Marítimo. Además, en España el matrimonio entre dos hombres es legal. Podríamos casarnos si tú quieres...


—¡Pau, ya basta! —exclama él—. No puedo. No puedo arreglar mi vida, huyendo de ella en pos de una fantasía y promesas. Tengo que ser fuerte, quedarme donde estoy y reconstruirla de nuevo.


A mí, toda esta propaganda psicológica me está empezando a tocar la moral.


Chico, solo dí que todo esto terminó.


—Dime que no te gusto —le ordeno, con las persistentes lágrimas a punto de cegarme.


—Me gustas mucho, Pau, muchísimo —me responde con un hilo de voz—, Hasta a mí me sorprende cuánto.


Chico, solo dí que esto no es amor.


—¿Es por qué sigues enamorado del cabeza cuadrada de Jun Seok? —indago, furioso por los celos.


—¿Qué? ¡No! Hace tiempo que lo olvidé... —confiesa él— Tú me hiciste olvidarle, de hecho...


—Entonces, ¿por qué? —lloro.


No tengo el valor para decirlo.
Por favor, dame este último regalo
y así nunca podré volver a ti


—Ya te lo he dicho, no eres real —concluye él, nuevamente con una tierna sonrisa humedecida por discretas lágrimas—. Y yo necesito aprender a ser feliz en el mundo exterior.

 

Y ya no puedo hacer nada. No se me ocurre nada, ninguna palabra me sale. He perdido. Me quedo inerte mientras Soo Jin me besa. Es un simple y casto toque entre nuestros labios, una despedida muy sencilla y comedida después de tanto sudor intercambiado. Es muy de su estilo, especialmente por toda esa dulzura encubierta.


—Hasta nunca, Pau —me susurra sonriente— Ha sido muy divertido mientras duró. Muchas gracias por ayudar a curarme. ¡Y gracias por el sexo, por supuesto!


Conforme me va diciendo esto, Soo Jin se va elevando, iluminándose, desintegrándose. Solo cuando parte de él ya se ha difuminado, soy capaz de reaccionar. Intento aferrarme al brazo que aún no ha desaparecido.


—¡Espera, no...! —grito en vano, pues el resto de Soo Jin se evapora ante mí como lo fue desde un inicio: un hermoso sueño.


Poco después, siento como todo mi cuerpo cosquillea y pierde sustancia. En cuestión de segundos, me siento caer sobre mi cama. Es el peor despertar de la historia, con la almohada mojada por mi llanto nocturno. Le doy la vuelta y me vuelvo a echar a llorar, como el niño abandonado que soy.

Notas finales:

Lo siento XD

Me vais a matar: no solo tardo una eternidad en actualizar, sino que cuando lo hago el capítulo es enorme (menos mal que me dio por fragmentarlo) y además termina tan mal...

Prometo que a partir de ahora vienen tiempos mejores.

En fin, muchas gracias por leer y comentar. 

Espero que les vaya muy bien. 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).