Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Cada noche contigo por Korosensei86

[Reviews - 53]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

"He venido por ti, mi precioso Soo Jin", dijo Pau antes de besar a su amado delante de todos los asistentes. Ante esta revelación, la de la verdadera existencia de Pau, Soo Jin se desmaya.... ¿Cómo reaccionará cuando se despierte? ¿Aceptará los sentimientos de Pau o volverá a la normalidad de una vida que empezaba a gustarle?

Me duelen los párpados. Especialmente cuando la luz del sol insiste en atraversarlos como un ariete intangible. Tras ello, la cosa no mejora: hay un amasijo de jaquecas y disonancias que me invitan a seguir en este terapeútico estado de duermevela. Pero me duelen los párpados y una fuerza ajena a mi consciencia ya los está abanicando por mí. Las lentes de mis ojos se ven inundados por un exceso de blanco todavía matutino, mientras la electricidad punza mis nervios adormilados. De pronto, la visión se hace algo más cegadora. Hay una afable silueta haciéndome de sombra, alzándose maternalmente sobre mi regazo. Su voz, cálida, femenina y amorosa, me sirve como canto de sirena que finalmente me trae de vuelta a la realidad.

—¡Jin-ha! ¡Jin-ha! —me llama— ¿Ya estás despierto? ¿Estás bien? ¿Te duele algo?

Aprieto los puños a unos centímetros de mi cara para no enfrentarme del todo a la luz, tensados mis antebrazos para espabilarlos. Cuando intento hablar, me cuesta mover mi lengua perezosa. Poco a poco, la imagen de Ha Neul se va aclarando y con ella toda una serie de dudas empieza a circular por mi cerebro como sabia furiosa. Antes estaba doblando los uniformes, entonces, ¿qué hago en el suelo?

—¿Noona? —murmuro— ¿Qué ha pasado?

Como es propio de ella, Ha Neul-noona se presta pronto a ayudarme a incorporarme, de modo que mi reinserción en el mundo de los vivos sea lo menos dolorosa posible.

—¿No lo recuerdas? —pregunta ella sorprendida— Te desmayaste...

Una ráfaga de dolor en forma de flashback parte mi cerebro en dos. Cierto, yo estaba doblando los malditos uniformes, aquellos que ya nunca me vería obligado a ponerme, cuando la puerta tras de mí se abrió con un aterrador portazo y tras él un salvaje bramido de tigre pronunció mi nombre. Era una pronunciación errada, conmovedoramente torpe en una voz desgarradora y potente. Un hormigueo en mis recuerdos me dice que ya he conozco esa voz, que la he oído susurrar. Me vuelvo solo para comprobar aquello que me da miedo reconocer que ya sé. Ahí está, a unos metros de mí, alguien cuyas probabilidades de existir han sido negadas una y otra vez por mi lógica. Mis pensamientos se congelan, como una máquina saturada por comandos contradictorios, se niega a seguir trabajando.

—Pau, ¿por qué?

Me gustaría decirle “Se supone que no deberías estar aquí. No puedes estar aquí”, pero mi subconsciente, en su sabiduría enmascara mi turbación intelectual con un apropiado idioma extrajero.

—Why are you here? (¿Por qué estás aquí?)

En el tiempo que he estado clavado en el suelo, inmóvil como una alimaña indefensa, él se ha ido aproximando hacia mí, como si de una lenta persecución se tratara. Cuando me quiero dar cuenta, ha avanzado hasta llegar a mi lado, y con cada paso que da, su presencia, hasta ahora casi mitológica, se va haciendo cada vez más palpable, más física. Dios, noto como mis rodillas flaquean cuando su sudor empieza a enturbiar el aire que me rodea. Todavía está jadeando, debe de haber venido corriendo hasta aquí. Eso explicaría el vuelo despeinado de sus rizos castaños sobre la frente. Sus rizos, siempre me gustaron sus rizos. ¿Fueron siempre tan voluptuosos? ¿Cómo sabía que estaba aquí? Pero creo que eso deja de importar, cuando la luz de las ventanas impacta sobre sus iris, avivando es en ellas vetas de un verde oscuro, como de bosque cerrado. Él me responde, con su voz grave y raspada como suculento helado, en un inglés horrible que casi no parece ser tal, pero que le otorga un encanto atávico de buen salvaje.

—I come for you (Vine por ti) —sentencia. Entonces, una dulce pulsación se aviva en mi piel justo en el sitio en el que sus dedos se topan con mi barbilla. Está tan cerca de mí que casi puedo contar cada una de las pecas que se asoman sobre el puente de su nariz—. For you, my beautiful Su Yin.(Por ti, mi precioso Su Yin)

La palabra “beautiful” es como una picadura en mis neuronas. Beatiful, como ese “precioso” que se le disparaba en la boca cada dos por tres, como un niño que acaba de descubrir una palabra nueva y se muere por utilizarla cada vez que tiene ocasión. Es su mantra, no puede ser otro que él. Nadie más podría saber cómo me llamaba cuando soñábamos el uno con el otro, cuando estábamos tan enredados entre nosotros que no había forma de desatarnos. Todo es tan extraño, tan rápido, tan real que no lo veo venir. Para cuando noto sus manos, anchas, calientes y fuertes, acompañar la vulnerable curva de mi cintura, ya estoy totalmente sumido en su hechizo. Su aliento todavía convulso azota mis labios, que son inmediatamente depredados. Un chasquido cítrico se abre paso por mi boca junto con su lengua. Su roce. Mi cerebro se fragmenta como un vidrio violentado, rompiendo la conexión entre mis ideas y lo que me está ocurriendo. ¿Cómo soportar la repentina encarnación de una ilusión? Tras la caída absoluta de mi mente, mi cuerpo se sumerge en las tinieblas. Lo último que sé es que la tela se me escurre entre los dedos engarrotados. El resto es oscuridad.

Conforme mi mente recupera los datos dañados, Ha Neul-noona parece intuir graciosamente mis pensamientos.

—¿Ya lo recuerdas? —intenta confirmar.

Yo no puedo soportar la curiosidad morbosa que fluye a través de su mirada. El ardor de mi interior me sofoca.

—¿Lo viste? —me limito a preguntar.

—¿Te refieres al beso? —comenta pícara— Todo el mundo lo ha visto. Yo llegué justo a tiempo. Menos mal que no me perdí el espectáculo.

Perfecto. Eso era justo lo que necesitaba. Justo cuando empiezo a recuperarme de todo, él tenía que aparecer para besarme delante de todos. Desde luego, solo puede tratarse de Pau. Solo él puede hacer algo tan insensato.

—¡Estúpido idiota! —maldigo.

—¡Qué dices! —exclama mi Noona— ¡HA SIDO SÚPER ROMÁNTICO! ¡Como sacado de un dorama! —Ha Neul se calma momentáneamente para volver a mirarme con esa lúbrica expresión de curiosidad pervertida- Entonces, ¿es él de verdad? ¿“Ese” chico?

Ha Neul apunta con un ademán de su mentón hacia él. Y ahí sigue. Como el dinosaurio del cuento que se empeña en seguir ahí cuando despierta. Pau está surrealmente integrado en este escenario de mi vida cotidiana. Viste lo que parece ser el uniforme de su escuela y una expresión compungida de callada culpabilidad. La forma en la que ejecuta los movimientos de coreografía marcial emana de una personalidad que solo puedo reconocer como suya: afligida como un perrito castigado pero dedicada, impetuosa y deliciosamente torpe. En un momento dado, como si mis ojos llamaran a los suyos, él se vuelve hacia mí. Desamparado. Un tipo fornido y furioso que parece ser su Sabon-nim se le acerca para reprenderle. Incluso desde la distancia que nos separa, puedo observar la vena palpitando del pobre hombre. Lo devuelve a la formación no sin antes asestarle un golpe en la nuca.

—Sí, es él —contesto, atemorizado por el peso de cada una de las palabras que escapan de mi garganta.

Noona emite un ruidito agudo como de ardilla.

—¡Lo sabía! —exclama tras darme un leve golpecito en el brazo— ¡Oh, Dios! ¡Es muy guapo! ¡No me habías dicho que era tan, tan guapo! ¡Y cómo te estaba mirando antes...! ¡Y cómo te besaba! ¡Se nota que le gustas muchísimo! ¡Qué suerte tienes! ¡Un oppa latino todo para ti!

El entusiasmo de Ha Neul densifica el surrealismo de esta situación. Como me negué a creer que Pau fuera real, nunca pensé en qué hacer si alguna vez coincidíamos en la misma habitación, en el mundo diurno. Ahora, aquello que suponía una fantasía ha venido a robarme un beso y yo no sé cómo quiero actuar con todo esto. ¿Qué siento por Pau en estos momentos? Simplemente no puedo ni reflexionar sobre ello. Todo es demasiado raro.

—No digas barbaridades —la corrijo con fingida dureza—. Ese chico todavía va al instituto.


Ha Neul se queda ojiplática ante esta nueva información y se gira para observarlo, como si le hiciera falta alguna prueba científica para terminar de creerme.

—¿En serio? —comenta— Hubiera pensado que es hasta mayor que Yoon Jun Seok...

—No, para nada —explico—. Tiene 17 años occidentales.

—¡Con lo alto que es! —se lamenta Noona—. ¿Qué les dan de comer a los niños en España? Bueno, no importa. Le queda poco para la mayoría de edad y si es consentido, no es delito.

Un acceso de calor y pudor contrariado inflama las venas de mis mejillas.

—¡NOONA! —me escandalizo yo.

—¡Por favor, Lee Soo Jin! —se defiende ella—. Pareces una señorona aburrida. ¿Por qué no aceptas las cosas que te trae la vida? Deberías aprender a dejarte llevar. En fin, la suerte es algo que siempre estará mal repartido...

Yo abro torpemente para formular una protesta que aún no comprendo del todo, cuando alguien se nos acerca. Es una chica occidental. Eso es algo obvio debido al color lechoso de su piel y la rotundidad de sus muslos y caderas. Tiene el pelo castaño ensuciado por multitud de tintes de fantasía que la hacen destacar como un dibujo animado en una galería de arte. Como si su raza no fuera por si sola un motivo de desconcierto, lleva una ostentosa camiseta de BTS debajo de la sudadera con capucha de gatito. Su gafas ocultan un brillo color miel verdoso y una naricilla que me resultan del todo familiares. El parecido es notable incluso antes de que ella dé las explicaciones pertinentes.

—¿Estás bien? —me pregunta en un rígido coreano— Perdona. Hermano estúpido.

—¿Eres Neus? —pregunto yo. La extraña joven reacciona como si le hubiera lanzado un balonazo a la cara.

—¿Cómo sabes su nombre, Jin-ha? ¿También la viste en sueños?

—¿Él habló de mí? —dice señalando a Pau.

Yo asiento.

—También conozco a Hortensia —aclaro.

La chica agranda todavía más sus enormes ojos redondos.

—¿Abuela?

Eso es.

—¿Cómo que su abuela? —inquiere Ha Neul.

—Apareció de pronto en uno de los sueños —contesto.

—¿Sueños? Mi madre habló de ello. Es extraño —admite la hermana de Pau.

Extraño, la única palabra con la que podría definir mi vida en las últimas hora.

—Así es —repongo yo.

De pronto, los luchadores del club español terminan su exhibición y deshacen la formación. Pau corre a encontrarse conmigo con la sutilidad de un buey. Cuando sus ojos lastimeros se conjugan con los míos, resulta casi doloroso. Sin embargo, no consigue su propósito. Su entrenador lo intercepta y lo reconduce al banquillo, un gesto que yo agradezco. No estoy seguro de cómo hablaría con él si se interesara por mí en estos momentos, cómo dominaría las palabras alocadas y casi ininteligibles que podría brotar de él. Por el momento, insiste en mirarme como el perrazo tonto y bobalicón que es, lo haría con bistec. Eso me lleva a más interrogantes: ¿Qué soy para él? Las palabras almizcladas con las que me declaró su amor en sueños todavía resuenan en mi memoria como si de una película pesada se tratasen. Pero si algo sé de Pau es que es joven, casi un niño, alguien incapaz de una reflexión profunda. ¿Me quiere realmente, como él mismo declara a los cuatro vientos, o solo me ansía, como el depredador a la presa? ¿Y si todo esto no me importa por qué estas dudas se me clavan como astillas en la cabeza, imposibles de extraer? Por ahora, nos limitamos a perdernos la exhibición de Hyung, percibiéndonos en la distancia como cuerpos celestes conectados por gravitación, nunca lejos pero tampoco lo suficientemente cerca.

El hedor de las chuletas borboteando sobre las brasas todavía consigue marearme. Aunque cada vez puedo comer cosas más fuertes, mi estómago todavía tambalea ante la carne. Por ahora, disimulo mi malestar gastronómico sirviéndome una dosis extra de bibimap, ajeno a las cotiendas carnívoras que se disputan a mi alrededor. Después de las exhibiciones y los entrenamientos conjuntos, los entrenadores se retiraron a emparejar a los luchadores para el mini certamen amistoso de mañana. Mientras tanto, nosotros ejercemos de buenos anfitrinones Así, aunque la técnica marcial de los españoles superó nuestras expectativas, no lo hizo su técnica con los palillos. No reparamos en ello al reservar en el famoso restaurante tradicional al que los hemos llevado, por lo que nos hemos visto obligados a pedir tenedores para ellos, la vergonzosa marca del extranjero.

A ellos no parece importunarles este detalle. Centrados en pasárselo bien, ni siquiera reparan en todos los pares de ojos coreanos que llevan clavados. Supongo que el descubrimiento del Soju, que Ha Nuel no para de servirles, es algo lo suficientemente impresionante como para olvidar todo lo demás. Viéndoles tan sinceramente deshinbidos, puedo entender mejor la aplastante espontaneidad de Pau. Después de todo, esta es su gente, la cultura de dónde procede.

Por mi parte, después de lo que pasó la última vez que bebí, no me atrevo a ceder ante ninguna sustancia embriagante... por lo que podría pasar. Ojalá pudiera, la verdad, así yo también sería capaz de abstraerme de la incómoda situación que me persigue como un espectro vengativo, ese par de iris castañas, ardientes e insitentes, que apuntan hacia mí como misiles teledirigidos desde el otro lado de la mesa. Tan lejos y tan cerca. Sentir su intangible escaneo sobre mi piel levanta a sus pasos escalafríos de dudoso placer. Ante este acoso indirecto solo puedo girar el rostro y hacerme el indiferente.

No es para menos cuando Pau se esfuerza en comportarse tan mal. De vez en cuando me da algo de tregua... para arremeter contra Jun Seok-hyung. A veces es casi como si quisiera lanzar rayos mortales por los ojos. No tiene ninguna discreción. ¡Celoso estúpido! ¿Qué cree que va a conseguir así? ¿Es que piensa que está marcando su territorio? ¡Perrito tonto! Yo ni siquiera soy suyo, ¿cierto?

Cuando se aburre de Hyung, la toma con Jung-sunbae. Como si esto no fuera lo suficientemente delicado, este sí responde a las provocaciones con alguna imbecilidad en un coreano farrogoso y borracho que afortunadamente Pau no puede comprender. ¡Maldita sea! ¿Cuándo y cómo se conocieron estos dos para estar ya peleando? Me figuro que hay desgracias que son imposibles de prevenir, no siempre se pueden alejar las cerillas de la gasolina derramada.

Eso sí, tengo que reconocer lo divertido que resulta ver cómo las ínfulas de Jung-sunbae se desinflan cuando Pau se levanta y pasa accidentalmente por su lado. Solo Pau podría ser tan certera y graciosamente agresivo. Es casi, casi como si quisiera protegerme, como un cachorro enorme guardando las espaldas de su amo, gruñendo a cualquiera que ose aproximarse. Y esa posibilidad hace que se me licuen las entrañas. Vamos, Lee Soo Jin, eres un hombre adulto y razonable. Has recuperado el control de tu vida. Te sobras y te bastas, ya no te hace falta el calor barato e intermitente de un desconocido.

Desconocido. Esa es la abrumadora realidad. Es por eso, en ocasiones, termino sucumbiendo a la necesidad de ceder a su insistencia, corresponder a sus lejanos avances. Necesito encontrar en ese rostro ignoto y bello algún indicio, algún retazo del muchacho que había empezado a conocer. ¿Quién es realmente ese brutal chico que no me quita ojo de encima?

Antes de que pueda resolver este acertijo, Ha Neul-noona abandona el lado español de la mesa y viene a sentarse a mi lado.

—¿Qué ocurre, Jin-ha? ¿No te lo estás pasando bien? —se burla con esa actitud picajosa tan suya.

Como si su pregunta me provocara, doy un sorbo a mi chupito de Soju antes de contestar.

—No todos somos tan sociables como tú, Noona —le replico—. Parece que te diviertes con los españoles.

—¿Eso es lo que crees? —repone ella agotada— ¡Si supieras lo que me ha costado librarme de ese chico! Se ha pasado toda la noche haciendo chistes malos en español que apenas comprendo. ¡Qué muchacho más raro!

—¿A qué chico te refieres? —inquiero yo, sorprendido. La alegría fingida de Ha Neul me había engañado hasta a mí.

—Es ese tal Jaume —me explica Noona asqueada— Ha venido con Neus y tu novio. ¡Aaah! ¡Y pensar que podría estar ahora mismo camino de encontrarme con RM!

—No es mi novio —le corrijo, algo irritado—. Creía que querías un oppa latino, Noona. No entiendo de qué te quejas. Y Jaume... ese nombre me suena. Creo que es un gran amigo de Pau. A mí me ha hablado bastante bien de él.

Ha Neul-noona pone los ojos en blanco, sin ningún pudor.

—¿En serio? —se queja— Yo diría que me ha tocado el amigo malo. Alguien debería enseñarle a hablar con las mujeres.

—¿Eso quiere decir que te ofreces voluntaria? —sigo burlándome.

Antes de que Ha Neul lleve a cabo de su plan de aniquilarme, esa chica, la hermana de Pau se acerca a nosotros para decirle algo en español, esa lengua serpentina que retumba contra los tímpanos como guijarros contra una ladera. Neus ni siquiera se sienta, es más, es ella la que obliga a levantarse a Noona entre disculpas. Y así vuelvo a quedarme solo, indefenso ante el bramido de la multitud y el aguijoneo insidioso de mis propios pensamientos.

El fondo lleno del vaso de chupito me increpa irónico. ¿Qué demonios sigo haciendo aquí? Ni siquiera pertenezco oficialmente al club. Estos forasteros no han venido a luchar conmigo. Yo solo un figurante en todo esta celebración absurda. Afortunadamente, a estas alturas están todos tan beodos que dudo que mi ausencia pudiera ser tenida en cuenta. Aprovecho mi insignificancia diplomática para escaquearme ahora que puedo. Salgo a la calle, todavía algo acobardado por un sentido del deber que dejado de comprender. Cuando el aire fresco de la noche me toca las mejillas, agradezco su alivio. Sin embargo, esto también me obliga a reconocer todo el calor que ha estado albergando mi cuerpo todo este tiempo. ¿Qué es esta sensación, este agobio interno que se niega a evaporarse como una mala calentura? ¿Será esta extraña fiebre un síntoma de enfermedad o de algo aún más temible? ¿Qué sucede contigo, Lee Soo Jin? ¡Haz el favor de comportarte!

Entonces, la campanilla de la puerta de entrada suena inoportunamente, como una alarma que me devuelve al mundo exterior. Como si no tuviera suficiente con controlarme a mí mismo, me giro para comprobar que efectivamente, Pau ha salido a buscarme. La seriedad autocomplaciente de su rostro resulta hasta divertida, si no fuera por el ataque que me produce su súbita aparición. En serio, este chico me ronda como un fantasma vengativo. Nuestros ojos vuelven a colisionar como un par de asteroides descontrolados. El bochorno vuelve a obligarme a bajar la mirada, pero hasta yo sé que esto no es suficiente para deshacer el halo de incomodidad que me envuelve desde esta mañana. Muy bien, habrá que ser decidido y enfrentar las cosas de cara. Respiro hondo y doy la vuelta despacio, con la esperanza de que la lentitud me dé tiempo para empezar a controlar esta sangre agitada que no para de retumbar en mis venas. Y ahí está otra vez: esa adorable expresión culpable que te da ganas de perdonarle cualquier cosa, esos labios carnosos, carnívoros que me asaltaron dulcemente hace tan solo unas horas, los mismos que ya han recorrido parcelas demasiado secretas de mi cuerpo. No puedo evitar suspirar. ¿Por qué él se empeñará en ponérmelo todo tan difícil?

—What are you doing here? (¿Qué estás haciendo aquí?)— le pregunto sin mayores antecedentes.

Pau reacciona a mi pregunta repentina como a una pedrada. Parpadea exhibiendo su largas y rizadas pestañas, desconcertado. Luego, abre su ancha y lúbrica boca para deformar el pobre idioma inglés.

—I, I, I —balbucea— guan tu tal (Yo quiero hablar).

Tardo un par de segundos en descriptar su galimatías. Al parecer quiso decir “I want to talk”, “Quiero hablar”. Por alguna razón, la mera conjetura de lo que él me pueda querer transmitir me hace sentir como si estuviera caminando por la barandilla de una alta azotea, a punto de caer al vacío. No puedo aguantar la ansiedad.

—Sorry —espeto, procurando alejarme cuanto antes.

Pero Pau no deja de ser un niño caprichoso y como tal, me retiene agarrándome pro el brazo. Su voz inundado de emoción me acaricia los oídos como sensual terciopelo.

—I missed you, Soo Jin (Te he echado de menos) —me susurra.

Eso es jugar sucio. Mis piernas empiezan a temblar, mientras recuerdo el impacto de todos sus suspiros y bramidos de amor. Siguen aterrizando en mis saturados tímpanos como si todavía continuásemos en ese mundo de placeres. Las imágenes que rondan mi mente son demasiado vívidas. En todo los sentidos. Tanto que el bajo vientre se me revuelve. ¿Qué es esto? ¿Alguna vez la mera presencia de hyung llegó a afectarme tanto? Vamos, Soo Jin, sé fuerte. No caigas ante tus bajos instintos. Tú estás por encima de todo esto, ¿recuerdas?

—I'm sorry —respondo en un hilo de voz.

Y otra vez esa carita de pena. ¿Es consciente de hasta qué punto es injusto conmigo? Sin embargo, antes de que Pau pueda intentar decir algo, como invocadas por algún destino juguetón, Noona y Neus salen del restaurante.

—¿Así que estabais aquí? —saluda Ha Neul-noona encantada— ¡Qué bien! Hay algo que queríamos proponeros.

—¿De qué se trata, Noona? —cedo yo exasperado.

—No me mires así, Jin-ha —me riñe ella— ¡Neus y yo hemos tenido una idea maravillosa!

—Y supongo que no tengo más remedio que escuchar de qué se trata —tercio yo.

—¿Recuerdas el concierto de BTS? —pregunta ella de pronto.

—¿Ese para el que compraste entradas? —aventuro yo a mi pesar—. ¿Aquel al que te obligaron a renunciar por venir aquí con los españoles?

—¡Exacto! —exclama ella— Verás una de mis amigas del club de baile está en el club de fans. Dice que si me doy prisa y llevo las entradas encima, puede colarme en la fila.

—Pero no puedes ir —le recuerdo agriamente—. Además, te sobra una entrada. Si piensas que voy a ...

—¿Quién ha hablado de ti? —me interrumpe Noona— ¡Yo voy a ir con mi nueva amiga Neus!

La hermana de Pau confirma su asistencia escenificando el signo de la paz.

—Magnífico —comento yo sarcástico— ¿Y cómo pensáis ir hasta allí?

—Es ahí donde entráis vosotros. Nos escaqueamos todos. Nosotras tomamos un taxi y vosotros os largáis también. Ahora que nadie se entera y se lo está pasando bien no creo que nos echen de menos —plantea Ha Neul.

—Pero, Noona —argumento yo— Esto es un sinsentido.

—¡No lo es en absoluto! —niega apuntándome con un dedo índice acusador— Jin-ha, tú y este chico tenéis que aclarar las cosas.

—Noona —insisto yo—, lo que dices es una locura. Este chico no significa nada para mí. Y aunque así fuera, no tengo nada que decirle. Apenas hablamos el mismo idioma.

—Oh, vamos —se ríe ella—, hay cosas en esta vida que no precisan de palabras. Lo que necesitáis es tiempo a solas, intimidad...

Antes de que pueda empezar a avergonzarme por las sugerencias de Noona, el entrenador de los españoles, el tipo fornido y furioso sale también del local. Sorprendido por vernos a todos afuera, le pregunta algo a Pau y Neus. Es entonces cuando Noona me empuja, impulsándome con un golpe en la espalda.

—Este es el momento —me apremia— Corre.

Y yo sin saber muy porqué le hago caso. Casi se puede decir que mi cuerpo reacciona a la orden antes que mi atemorizada mente. Así, también por alguna razón misteriosa, ver a Pau corriendo a mi lado me tranquiliza. Conforme mi cerebro se va oxigenando, la maraña de pensamientos ansiosos que me venía hostigando desde esta mañana empieza a ordenarse. Por encima de nosotros, un firmamento de neón, de anuncios y letreros, atestigua nuestra huida.

Tú eres mi sol, el único en mi mundo
Florezco por ti, pero sigo teniendo sed
Es demasiado tarde
No puedo vivir sin ti
Trato de alcanzarte con todas mis fuerzas
a pesar de estar cansado

He estado todo el día negándomelo, pero esta certeza como un boomerang, vuelve a mí con la misma fuerza con la que intento lanzarla a la deriva: todavía siento algo por Pau. Me había refugiado en la esperanza racional de que este solo fuera una extensión de mi propia locura. De esta forma, si huía de él podía volver a retomar mi vida donde lo había dejado, pero claro, ya nada es lo mismo. ¿Verdad? Al parecer da igual lo lejos que quiera escaparme de mí mismo. El simple hecho de que Pau y yo haya llegado a encontrarse conmigo prueba que el universo no me dejara hacerlo.

Pero no sirve de nada, es solo un sueño vacío (Sueño, sueño)
Aunque corra como un loco, sigo en el mismo lugar (lugar, lugar)
¡Solo quémame!
¡Sí, elimíname!
Este un tonto y loco enamorado corriendo en círculos.

Pero tampoco puedo negar las alarmas que se encienden en mi cabeza cada vez que analizo mi relación con Pau. Siendo francos, no sé mucho sobre él y todo lo que sí sé es demasiado tentador hasta el punto de resultar sospechoso. ¿Exactamente qué tenemos en común? ¡Ni siquiera somos del mismo país! Está claro que tengo mucho más que perder en este enredo que ya desde lejos se ve como un gran y tremendo desastre. La verdad: Pau es en sí mismo un gran y atrayente desastre, al que mis pies, suicidas, no dejan de dirigirse ni por un momento.

Déjame correr
Por favor, déjame correr más
Aunque mis pies se lastimen
Podré sonreír cuando vea tu rostro

Mis pulmones se llenan, irónicamente oxigenados con el aire casi venenoso de Seúl. En la euforia propia de la carrera, la sola visión del rostro de Pau iluminados por las luces nocturnas me ofrece una imagen de falsa victoria. Él se gira hacia mí y me regala una sonrisa cálida, humana, más brillante y sincera que la débil electricidad que nos guía. ¿Qué más se puede hacer en estas circunstancias que correr hacia un destino del que no se puede escapar?

Una vez más, corro, corro, corro
No puedo detenerme
Otra vez, corro, corro, corro
No puedo evitarlo
No hay nada más que pueda hacer
Lo único que sé es cómo amarte

Mis pies cansados golpean el suelo con fuerza, como si de pronto cada zancada fuera una oportunidad de dejar mi débil impronta en la Tierra. Al mismo tiempo, los recuerdos acumulados de todas esta semanas, aquellos que me empeñaba en enjaular, me salpican como una ola gigantesca. Todo aquello fue real, sus palabras cuando me decía que me amaba podrían ser ciertas. Noona tiene razón: no me dejo llevar. En cierto modo, sigo estancado. Me quejo de que haberme visto obligado a seguir un camino marcado por otros, pero, ¿acaso me he atrevido a dar algún paso en alguna dirección propia? Puede que no.

Una vez más, corro, corro, corro
Está bien si me caigo
Otra vez, corro, corro, corro
Está bien si me lastimo
Aunque no pueda tenerte, lo intento
El estúpido destino se ríe de mí

Es por esto por lo que corro. No tengo ni la más remota idea de en qué parte de Seúl me encuentro y es posible que este pobre chico cuente conmigo para que lo oriente, pero lo cierto es que no podría importarme menos. Lo único que siento es el roce de la mano de Pau que busca la mía. Su calor es tan agradable, tan electrizante que se me hace tentador aferrarme a él. Sí, quiero ser amado y quiero que sea él quien lo haga. Es una verdad me vuelve tan frágil que me aterra.

Corro
No me digas adiós(adiós)
Corro
Me haces llorar
Corro
El amor es una mentira (mentira)
Corro
No me digas, no me digas adiós (adiós)

Entonces, llegamos a un callejón sin salida. No me detengo, tomo la mano de Pau con fuerza y le empujo en la dirección correcta, mientras nos internamos más y más en esta selva de luciérnagas predadoras que es la noche en Seúl. Los viandantes nos observan vagamente extrañados cuando pasamos por su lado, interrumpiendo brevemente sus superfluas elucubraciones. Menos mal que los pasos de cebra están en verde porque si no sospecho que podríamos cruzarlos en rojo. La presencia de Pau me otorga un valor antes inconcebible. Como una droga que me nubla el juicio y me invita a correr riesgos casi masoquistas, su amor corre en estos instantes por mis venas.

Todos dicen que se terminó,
pero no puedo detenerme
No sé si esto es sudor
o si son mis lágrimas
Mi amor está al desnudo
mientras los vientos de la tormenta pasan
Eso me hace correr más y a mi corazón latir

Pero, realmente, ¿por qué estoy haciendo todo esto? ¿Qué parte de mí está detrás de este arrebato? Sí, Pau estuvo ahí cuando yo no podía levantarme por mí mismo. Pau me hizo redescubrir un fuerza que creía espoliada. Ahora mismo, todo ese dolor, si bien todavía presente, se ha vuelto algo más soportable, como si el hecho de que otro ser humano sea capaz de caminar a mi lado me hiciera las veces de analgésico. Y sin detenerse, sin pararse un instante a cuestionar la situación, Pau corre, simplemente para permanecer a mi lado. ¿Hay acaso una prueba mayor de fidelidad que esa? Tal vez en su tonto entusiasmo ignore que soy yo el que intenta alcanzarlo a él y no al revés. Egoístamente, quiero volver a sentir esa afán incondicional recorriéndome la piel.

Los recuerdos se desmoronan
como si fueran pétalos de flores secas
Desde las puntas de dedos,
hasta debajo de mis pies
Detrás de mí mientras corro
Como si estuviera persiguiendo una mariposa
Como si estuviera vagando en mi sueño,
siguiendo tus huellas
Enséñame el camino
Por favor, deténme
Por favor, déjame respirar

Pero como era de esperar, nuestros pulmones se hartan. Terminamos con la garganta destrozada, apoyándonos sobre la primera pared que encontramos. Mientras yo me esfuerzo en aguantar el temblor de mis piernas de gelatina, Pau no para de reír como si todo esto no fuera más que una atracción de feria. Para mi desgracia, no puedo compartir su inconsciencia. Yo soy el mayor de los dos, probadamente el más sensato, el que conoce la ciudad por mucho que estos callejones me sean completamente desconocidos. La conclusión es clara: soy el que piensa por los dos, hasta que salga el sol. Es mi deber por embarcarme en esta aventura sin pedirle opinión. Muy bien, Noona dijo que necesitábamos intimidad, un sitio tranquilo en el que aclararnos mutuamente las ideas.


Levanto la vista en busca de refugio. Lo primero que veo es la carpa de un restaurante de barrio: un lugar apacible en el que tomarse unos buenos fideos. Sin embargo, la mirada del dueño y la clientela me detienen. La mayoría son señores mayores, coreanos recalcitrante que no solo se ofenderían por presenciar la actitud cariñosa entre dos varones. Nunca entenderían qué hace un extranjero en ese local, acosándole con miradas críticas e insidiosas, llegando incluso a negarles el servicio. No, si queremos tranquilidad, ese garito es la peor de las opciones. Pero, claro, si insisto en mi búsqueda el otro cartel disponible me hace todavía menos gracia. “Motel”, reza el maldito, como si de una broma del destino se tratara. Está claro que de existir un Dios que me esté vigilando ahora, este debe de estar riéndose de lo lindo a mi costa. Al menos eso es lo que pienso tomo de la mano a Pau, para guiarle al interior de ese tugurio, cabizbajo, pues ahora el neón más llamativo de toda la ciudad arde en mi cara.

Notas finales:

Antes que nada, quiero pedirles perdón por la espera. Estoy en una etapa realmente complicada, están pasando muchas cosas (que afortunadamente no son graves, solo pesadas) y estoy realmente agotada (sé que lo digo mucho, pero la vida me está demostrando que cuando crees que ya no puedes estar más cansada, lo estás), así que incluso temo que mi capacidad para redactar en concidiones se haya visto resentida. 

Del mismo modo, quiero agradecerles por su apoyo y paciencia. Espero que este capítulo no decepcione y sigan disfrutando con el fic. No se preocupen, que el siguiente capítulo está ya en fabricación y lo postearé muy pronto. 

 

Muchos besos. 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).