Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Cada noche contigo por Korosensei86

[Reviews - 53]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Pau tiene que despertarse y alejarse del lado de Soo Jin para volver a su aburrida vida de estudiante. De esta forma, la tentación de saltarse el castigo de sus padres y asistir a la fiesta de cumpleaños de su amigo se vuelve cada vez más fuerte. ¿Y qué se puede esperar cuando se es joven y se tiene dinero que gastar? 

Soo Jin está en mis brazos. Su pequeña cabecita yace sobre mi pecho, y el pelo le cae sobre parte de la cara como una cascada azabache que despide pequeños y destellos incandescentes con la escasa luz que logra colarse de entre las ramas. Su cara emana placidez bajo este juego de luces y sombras, con una sonrisa que, lejos de la expresión falsamente irónica y pretenciosa, ahora parece infinitamente serena. Jin en mis brazos es la imagen viva de la felicidad, o al menos eso es lo que pensaría si mi cerebro no estuviera todavía agarrotado de todo lo que acaba de ocurrir.

 

Acabo de correrme dentro de él y, nuevamente, es la mejor sensación del mundo. Todavía puedo sentir sus entrañas asfixiándome amorosamente, su calor. Él se ha colocado muy cerca de mí. Mi nariz se inunda con sudor, un olor terroso a flor, que en el punto culmen de su belleza, empieza a marchitarse. Y es perfecto. Todo es perfecto: la luz, la temperatura, la brisa que nos balancea a nosotros y a las ramas del árbol... Jin es una flor en mis brazos y yo no puedo pensar en nada más.

 

—Vaya —digo, todavía atontado por todas esos brillitos que el sexo ha dejado en mi cabeza.

—Lo sé —me responde él con cierta condescendencia ahogada, y es que sé que parezco idiota cuando le hablo. ¿Creerá que soy idiota? Vamos, esfuérzate por decir algo más inteligente.

—Ha sido genial.

—Lo sé —repite él—. Gracias por lo de hoy, lo necesitaba.

 

¿Gracias por lo de hoy? ¿Lo necesitaba? ¡No, no, no! ¡No lo entiende! No nos hemos juntado para jugar al guiñote. ¡Acaba de suceder algo muy importante! ¡Nos hemos acostado! ¡Y ha sido importante! ¡Y... muy bueno! ¡Lo mejor que he hecho en mi vida! Y él... Supe cuando lo vi que era increíblemente hermoso, pero, nunca pensé que llegaría a hechizarme hasta tal punto. Cada vez que mueve algún músculo de la cara, aguanto la respiración aguardando para saber qué expresión va a poner. Es tan, tan especial y único. ¿Lo sabrá él? Necesito que lo entienda, que sepa hasta qué punto estar con él en este lugar, de cuya existencia no estoy muy seguro, me ha removido por dentro.

—¡Tú eres genial!

Es la única gilipollez que consigo decir. Sí, soy idiota, él me vuelve idiota, y seguro que, como él no lo es, ya debe de saberlo. El sonido de su risa estalla como una tormenta de júbilo, brillante, breve y atronadora.

—¡Tonto!

Está confirmado: lo sabe, sabe que soy idiota. Pero, ¿no me odiará por ello? ¿Verdad? Por ahora, su risa es preciosa. Como si no supiera ya la profundidad del jardín en que me he metido yo solito, vuelvo a intentarlo.

—No, en serio. Eres una pasada. Eres precioso, dulce y muy, muy, sexy.

Ardiente y desquiciadamente sexy, adorable diablillo perlado.

Entonces, su cara se acerca a la mía casi como si quisiera invadirla. El beso en la mejilla aterriza ligero y sutil como copo de nieve sobre el yermo suelo antes de fundirse con él. El beso en la nariz se resuelve festivo e inocente como un juego infantil improvisado.

—Y tú eres un bocazas muy guapo —me susurra.

El tacto de su voz a través de mis oídos vuelve a desencadenar esa extraña reacción en mí, una sensación de que mi vientre se licua cuando estoy con él. Consigue derretirme. ¿Esto es lo que llaman enamorarse? Y mientras él me sigue observando con esa actitud felina, entre pícara y paternalista, el viento vira de rumbo y me espabila sólo un poco, para al fin darme cuenta: lo hemos hecho, pero él no se ha ido. Es un hecho tan importante que no puedo si no proclamarlo.

—¡Oye! ¡Todavía estás aquí!

—No me digas —se burla él, arrugando su naricita y sus gruesas cejas de pincel chino.

Me dan ganas de pegarme. ¿Es que cada vez que abro la boca tengo que volver más y más gilipollas? ¡Estoy haciendo el ridículo! ¡No, tengo que calmarme! ¡Necesito que me entienda! Vamos, tengo que ir al grano. ¡Es tan difícil coordinar mis ideas y mi lengua cuando sus dedos saltarines se internan en mi pelo! Son como intrusos en un bosque enemigo que, tras su paso, activan una horda de minas de cosquillas. Me dan ganas de retozar como un gatito agradecido.

-Podríamos ir a por la segunda ronda —propongo esperanzado.

Sólo me ocurre una cosa mejor en este mundo que hacer el amor con él y esa es volver a hacerlo.


Su respuesta corta mis incipientes esperanzas como una daga asesina.

—¡Por favor! ¿Es que nunca te cansas?

¡Mierda! ¡Cree que soy un pervertido! Y lo peor es que ni siquiera puedo enfadarme, desde que lo he vuelto a ver no he parado a babear a su alrededor. ¿Cómo explicarle que simplemente no lo puedo evitar? El sólo verle pone mi mente en pausa, mejor dicho, la llena por completo con su sola contemplación. Cuando él está cerca, no hay nada más. Después de todo, nada me ha hecho sentirme más vivo en mis casi dieciocho años de vida que palpar la forma de su cuerpo con la mía. ¿Es eso tan asqueroso y reprobable por mi parte?

—¿No quieres?— pregunto avergonzado, y sé que tendré que atenerme a lo que él me conteste. He prometido acatar sus deseos.

Jin vuelve a entrecerrar el ceño, como si su rostro fuera un lienzo arrugado. Una sonrisa socarrona se le escapa de sus labios frutales.

—¡Claro que sí, tontito! —ríe. Yo, por la parte que me toca intento que el corazón no se me desboque cuando su cara se acerca todavía más a la mía—. Déjame sólo un segundo para descansar...

Es cierto, he vuelto a ser un bruto. Bueno, en mi defensa diré que ha sido él quién me lo ha pedido, pero no puedo evitar sentir una punzada de culpabilidad. Prometí que lo cuidaría, pero siempre que le pongo una mano encima, me descontrolo por completo. Entonces, un rayo de sol impacta contra su carita de color de sorbete de limón, restañando contra las largas pestañas que sobresalen de sus párpados diagonales, y yo sólo puedo contener el aliento.

“Te daría toda la eternidad si pudiera.”

¿Ese pensamiento es mío? Jin hace que surjan partes de mí que ni siquiera sabía que existían. Pero, entonces, me doy cuenta, y cuando por fin lo hago, es demasiado tarde. No es un rayo de sol solitario. Soo Jin está brillando. Literalmente. Y de la misma forma, con toda esa luz dorada que lo envuelve, su figura empieza a desdibujarse. Sé que es un estupidez, algo que ya me ha fallado, pero intento retenerle a las bravas otra vez.

—¡Jin! ¡Espera! ¡No te vayas!

Pero Soo Jin ya no parece una persona, sino una suerte de fenómeno paranormal, amorfo y lumínico, como un ser extra evolucionado. Se va desvaneciendo a una velocidad constante pero ultra rápida. Y yo me quedó allí, en este prado, bajo la sombra del gran árbol, con un palmo de narices y una cara de imbécil que no me aguanto. Sin embargo, en ese momento, un chillido aterrador pugna por desgarrar la armonía restante:

—¡NOOOOOOOOOOOO!!! NO ÉS POSSIBLE !!!NO ÉS JUST!!!!

Para cuando reconozco la voz de mi hermana, ya estoy cayendo.

 

El aterrizaje y el despertar son horribles, tal y como deben de ser todos los choques contra la realidad. Aún con los nervios entumecidos, me levanto a tientas y avanzo hacia el cuarto de mi adorable hermana mayor.

—¡NEUS! —grito por el pasillo—. ¿UNA ALTRA VEGADA? DEIXA'M VIURE (Neus, ¿otra vez? Déjame vivir).

En mi transitar, torpe, ruidoso y monstruoso como un ogro de cuento, me topo con la mirada, a la vez alarmada y dormida, de mis padres.

—Què li està passant? (¿Qué le pasa?) —me susurra mi madre, completamente alucinada en su falta de sueño.

—Ho saps tu? ( ¿Lo sabes tú?)— le replico, irritado.

Vale, soy un borde. Lo admito. Pero es que hace unos segundos tenía a mi adorable y súper sexy sueño húmedo asiático usándome de almohada humana y ahora estoy aquí, intentando exorcizar a mi hermana. Mi madre pasa de mi bordez, y se centra en intentar entrar en el cuarto de mi hermana. Llama a la puerta.

—Neus, amor, podem passar? (Neus, cariño, ¿Podemos pasar?) —la llama, pero todo lo que obtuvo como respuesta fue un lamento gutural, más propio de un alma en pena que de un ser vivo.

Sin esperar mayor confirmación, mi madre abre la puerta, para dejarnos paso. Cuando lo hacemos, miles de ojos de doritos coreanos nos observan. Al fondo de la habitación, con la tétrica y antinatural luz del ordenador reflejándose en su rostro lacrimógeno y fantasmagórico y sentada en cuclillas, abrazándose como un niño autista, solo ante un mundo confuso, se encuentra mi hermana.

—Neus, amor, ¿Et trobes bé? (Neus, cariño, ¿Te encuentras bien?) —susurra mi madre.

—No, mamá —lloriquea mi hermana, sorbiendo moco irregularmente—, És el pitjor dia de la meva vida (Es el peor día de mi vida).

—¡Pues ya puede serlo si te pones a gritar como una loca a las cuatro de la mañana!— se queja mi padre.

—¡Cálmate, Manuel! —le insta mi madre—. Poniéndonos nerviosos nosotros también no arreglamos nada. ¿Y tú madre? ¿Está bien?

—Durmiendo profundamente, gracias a Dios —responde mi padre todavía tenso—. Algo bueno tiene que tener que cada día esté más sorda.

—Bé, tranquillitza't i cuéntamos què ha passat. (Bien, tranquilízate y cuéntanos que ha pasado.) —dice mi madre, volviendo a mi hermana.

—BTS —logra articular mi hermana, y mi sangre empezó a arder, espabilándome como un Red Bull en vena.

—¡Yo la mato! —escupo lleno de rabia.

—¡Tú te callas! —grita mi padre.

—Las entradas para el concierto de Berlín se han.... —los labios de Neus vuelven a temblar preparándose para otra llorera—. ¡Agotado! ¡No lo entiendo! Me levanté a la hora si no antes, preparé mis contraseñas y mi paypal, miré que no hubiera problemas con el navegador...¡Le he dado tantas veces a refrescar que creo que me he cargado el teclado! ¡Pero nada! ¡No me dejaba entrar! —mi hermana interrumpe su triste historia para tomar una bocada de aire y volver a sorber moco—. Y cuando me quise dar cuenta estaba todo vendido. ¡Mamá! ¿Qué voy a hacer? ¡Era mi única oportunidad de verles en Europa! ¡Si no voy, moriré! ¡Llevo meses ahorrando para el viaje y las entradas! ¡Íbamos a ir todas las del grupo! —vuelve a sorber moco—. ¿Y ahora qué hago?

—Tranquil·la, està bé (Tranquila, está bien) —la consuela mi madre—. Mira, Neus, lo que tú crees que es una jugarreta del destino, igual es para bien.

—¡Sí, ya, claro! —la interrumpe mi hermana.

—No, mujer —continua mi madre—. A lo mejor es que el Universo tiene mejores planes para ti y para ese dinero.

—Pues claro, cariño —tercia mi padre—. Ahora puedes, por ejemplo, utilizar ese dinero para pagarte los libros de la carrera y un favor que le haces a tus padres.

—¡Manuel!  —le reprende mi madre—. Vamos, amor, ahora te metes en la cama, te calmas y por la mañana lo verás todo de otra manera, ¿vale?

—Sí, y de paso dejas dormir a los demás —se me escapa.

Entonces, mientras mi madre ayuda a mi hermana a levantarse de la silla e ir a la cama, se crea un silencio incómodo. La expresión de Neus, al recabar por fin en mi presencia, se torna de automática a asqueada.

—¡Joder, Pau! ¡Ya te vale!

—¿Qué? —pregunto yo desconcertado—. ¿Y ahora qué he hecho?

—Ay, amor —se lamenta dulcemente mi madre, tapándose la cara.

—Mira, campeón —dice mi padre poniéndome la mano en el hombro—. Todos hemos sido jóvenes y nos han pasado cosas que no hemos podido controlar, pero eso no quiere decir que lo tenga que saber todo el mundo. ¿Qué tal si te vas a tu cuarto y te cambias de gayumbos? ¿Eh, machote?

Entonces, azorado, echo un vistazo a mi ropa interior. Está sucia, mucho, embadurnada en los restos pegajosos y blancuzco, pancarta propagandísticas de mis excesos nocturnos. Completamente abochornado, corro a mi cuarto a limpiarme.

 

Y que yo me la llevé al río creyendo que era mozuela, pero tenía marido.

El sol se cuela por los estores de la clase. Es un sol de final de invierno, un sol envalentonado que va cobrando fuerzas, preparándose para la primavera. Los rayos atraviesan el vidrio de la ventana recalentándolo y caen sobre mi pupitre. Es media mañana y yo, que no me he vuelto a dormir desde lo de Neus, estoy que me caigo de sueño.

Como si esto no fuera suficiente, la voz templada y bien entonada de Doña Puri actúa de nana involuntaria. Sé que no debo. La advertencia de todos los adultos de mi vida ha sido clara. Tengo que mantener las cagadas a cero durante una buena temporada. Sé que dormirse en clase sería otra estupidez por mi parte, y sin embargo, de un tiempo a esta parte, los mejores momentos de mi vida transcurren cuando estoy dormido.

Se apagaron los faroles y se encendieron los grillos.

Hay luces que sólo se encienden cuando las demás se apagan, como aquella en la que se convirtió Soo Jin, antes de desaparecer, una hoguera fútil a punto de extinguirse. Soo Jin y su sonrisa. Bajo mis párpados, esta luce como cientos de constelaciones concentradas en el ridículo espacio de su diminuta boquita de piñón. Un poco más arriba, un par de ojos amenazan con tragarme como agujeros negros. Soo Jin es la encarnación de todas mis noches.

En las últimas esquinas toqué sus pechos dormidos, y se me abrieron de pronto como ramos de jacintos.

Jin huele como un jardín en plena primavera. Es el olor de la vida misma, fluyendo, burbujeando en su eterno éxtasis de reproducción y búsqueda de transcendencia. Tiene una boca que es como un pequeño capullo de rosa a medio abrir, una lengua de fresa silvestre de semilla traviesa e intrusa, piel de azucena y mejillas como amapolas carmesíes. En su pecho de nieve crecen un par de orquídeas, de un exquisito tono rosáceo claro, que se abren cuando las acaricias. Mis dedos recuerdan el toque erizado de sus pezones, como un guitarrista recuerda las cuerdas, así como el llanto que consigo al tañirlos. Mi precioso Soo Jin es una flor que canta.

El almidón de su enagua me sonaba en el oído, como una pieza de seda rasgada por diez cuchillos.

Y sobre nosotros, el árbol baila con el viento y el sol, creando un tatuaje efímero de claroscuros sobre nuestras pieles. Parecen querer acompañarnos, porque nosotros también bailamos. Bailamos todos juntos con el universo. Es la música de las esferas, el motor del mundo, y Soo Jin le añade una voz, que al salir de su tierna garganta, la fragmenta y la endulza como un paradójico puñal de azúcar. Todo el espacio y el tiempo se ven atraídos, encantados por el temblor agudo y potente de sus cuerdas vocales, canto de sirena con el que va borrando, poco a poco, todos mis puntos de cordura. Mientras, el gran árbol nos sigue dando su abrigo, como confidente y cómplice de nuestras cochinadas. Jin es hierba, viento y canción.

Sin luz de plata en sus copas los árboles han crecido, y un horizonte de perros ladra muy lejos del río.

El abrazo de Jin es como sumergirse en un lago sin saber nadar, confiando en que las corrientes sean compasivas contigo. Es el abrazo que más me consume pero también más me llena de cuántos me hayan dado. Es como si nos devorásemos mutuamente en un ciclo que no tiene fin hasta que lo tiene. Él me abraza como si me tragara, como si me asimilase. Me hace suyo como a un nutriente. Como una planta carnívora que engaña a sus presas, él me confunde con el perfume oscuro y decadente de su cabello de obsidiana deshilachada. Jin es mi depredador favorito.

Pasadas las zarzamoras, los juncos y los espinos, bajo su mata de pelo hice un hoyo sobre el limo.

Jin tiene un pelo contradictorio, de un negro tan profundo como el mismo tejido del firmamento, pero al igual que al cielo nocturno, esto no le impide contener una infinidad de brillos, como un ala de cuervo al sol. En contraposición a esto, o casi a juego con ello, como obra de un creador inteligente con un gusto obsesivo por lo bello, su piel no puede ser más blanca, incluso con ese ligero y tímido tono amarillo que no siempre quiere asomar. Es nívea, como una ladera de una montaña nevada, con todas las estribaciones y recovecos que bajo ella crean los huesos. Es nieve virgen hasta que yo la trazo con mis dedos, y al igual que la nieve, refulge, devolviendo la luz solar. Por todo lo que mis dedos se han podido aventurar, sé que es así hasta en sus rincones más secretos. Jin es pureza a punto de corromperse.

Ni nardos ni caracolas tienen el cutis tan fino, ni los cristales con luna relumbran con ese brillo.

Y entonces, lo recuerdo todo, cada rincón: su espalda con sus bajada de infarto que ni siquiera el Dragon Khan puede emular; sus caderas, con una curva que ni los más aguerridos pilotos podrían domar, que desciende poco hacia el fruto prohibido, el premio final; la desconcertante forma de sus nalgas, prietas y pequeñas por fuera pero jugosas por dentro, como melocotones, la indiscreta entrada al dulce consuelo de sus entrañas ardientes; y el tacto de sus muslos por debajo, tensos y blandos a un mismo tiempo, animales con vida propia luchando por zafarse de la prisión de mis dedos. Jin es un témpano de hielo relleno del más goloso fuego.

Sus muslos se me escapaban como peces sorprendidos, la mitad llenos de lumbre, la mitad llenos de frío.


¡Oh, mi hermoso y dulce Jin! ¿Cómo olvidar su carne? ¿Cómo dejar de pensar siquiera en ella un momento? Cuando me concede el honor de dejarme entrar dentro de él, me abre una puerta  secreta a una cueva llena de húmeda calidez y tierno placer, de pasión silenciada por suspiros. Así, me monto en él, no como quién lo hace en una atracción, dando por sentado y planificado todo lo que vendrá a continuación. Hacer el amor con Jin, es como lidiar con un animal salvaje. Sabes que cada cabalgada va a ser única, que no habrá otra igual, y que, en realidad, por mucho que duela admitirlo no soy yo el que manda. La última palabra siempre será suya, de quién tan amablemente me cede un lugar en su cuerpo, jugoso y dúctil. Y de esta forma, con cada trote que damos juntos, me voy diluyendo más en él, hasta que ambos explotamos en el corazón del otro. Jin es una bestia caprichosa, iracunda pero bella.

Aquella noche corrí el mejor de los caminos, montado en potra de nácar sin bridas y sin estribos.

Y entonces, cuando ya no nos queda nada dentro de nosotros que entregar al otro, nos tumbamos uno al lado del otro, casi tan cerca como estábamos hace unos segundos. Él está enrojecido por el esfuerzo, supurando sudor y otros excesos, cubierto de fluidos como un bebé recién nacido, como si hubiéramos vuelto a nacer en los brazos del otro. Y mientras tanto, el mundo nos da la bienvenida, bañándonos en tierra, rayo y aire, bautizándonos. Jin es la criatura más milagrosa.

Sucia de besos y arena yo me la llevé del río. Con el aire se batían las espadas de los lirios.

Jin, ¿cómo dejar de pensar en él, sobre todo cuando el resto de mi vida ahora palidece frente a su innegable resplandor? ¿Cómo esperar a la noche para vivir de verdad? ¿Qué es este sentimiento absurdo y obsesivo que me aprieta el corazón cada vez que no puedo evitar recordarle? ¿Es amor? Si, creo que lo amo...

...y no quise enamorarme, porque teniendo marido me dijo que era mozuela cuando la llevaba al río— recita mi profesora de Lengua.- ¡Pau! ¿Qué quiere decirnos Lorca con este poema?

La pregunta cae como un balazo sobre mi frente. La realidad siempre llega de golpe.

—¿Qué? —pregunto todavía en la inopia.

Un coro de risas riega la clase. Por su parte, Doña Puri, me mira por encima de sus gafas de cordel.

—¡Vaya! ¿Así que a estas alturas del curso nos da por echarnos siestecitas, eh?- comenta socarrona—. Como la Selectividad sólo está a la vuelta de la esquina...

—¡No, no, Doña Puri! —la interrumpo yo—. Si yo estaba prestando atención, se lo juro. Lo que pasa es que estaba tan absorto en el poema que no escuché su pregunta.

Entonces, Doña Puri me obsequia con esa mirada tan conocida, la misma mirada de condescendencia y sarcasmo que suelen devolverme los adultos últimamente.

—Muy bien —concede ella—, dime cómo se llama el poema.

La casada infiel de Lorca, ¿no? Lo ha dicho usted —respondo tranquilo.

—Es cierto. ¿Y de qué trata el poema? Si has estado tan atento, no tendrás problema en identificar la temática, ¿no?

La respuesta se descarga de mi como un pulso energético.

-De follar, ¿no?

Y como reacción, mis compañeros se mean de la risa, mientras el ceño de mi profesora se arruga peligrosamente.

—¡SILENCIO! —ordena— ¡A CALLARSE TODOS!

Doña Puri respira hondo, tal vez en un intento de no mandarnos a todos a la mierda, carraspea y vuelve a dirigirse a mí.

—Entiendo que te refieres a la temática erótica del poema.

—Pues mire, sí —tercio yo—. Creo que es bastante obvio, de hecho. Hay referencias muy claras como cuando habla de “los pechos dormidos”. También habla de la ropa interior, y cuando dice que —leo textualmente—, los muslos que se le escapan como peces o montar una potra... Eso es el acto sexual, ¿no?

Mi profesora ladea la cabeza como cavilando si respuesta era del todo satisfactoria.

—Muy bien —aprueba—. Ya que te veo tan puesto en la materia, ¿podrías situar el poema dentro de la obra de Lorca?

—Hombre —tanteo yo—, yo diría que es del Romancero Gitano. Por ejemplo, el que habla en el poema...

—El sujeto lírico —corrige Doña Puri.

—Pues eso —repongo yo—, El lírico ese se llama a sí mismo gitano, por lo que es algo evidente. Y luego está todo ese tema de la pasión y de romper las reglas que tanto le gustaban a Lorca de los gitanos. Eso también aparece en el poema.

Las cejas de Doña Puri se alzan de manera sospechosa.

—Vaya, señor Pau Núñez Riquer. Estoy impresionada —me alaba ella—. Tiene usted unas siestas la mar de productivas.

Y mis compañeros se vuelven a descojonar. Jordi está equivocado: da igual lo que haga, la gente que se ha formado una imagen de ti, no la cambia tan fácilmente, por mucho que les demuestres que puedes cambiar. La campana anuncia el cambio de clase y con este llega la turbulencia de sillas arrastradas y alumnos impacientes por dejar el aula.

—Recordad que para el viernes que viene tenéis que entregar dos poemas del Romancero Gitano comentados con el método que estamos siguiendo en clase, y, para este lunes, quiero que terminéis los apuntes sobre coherencia y cohesión —recuerda Puri antes de ordenar sus apuntes antediluvianos.

—Yo también me apresuro en recoger el libro de Lengua para irme a la siguiente clase, pero una sombra inesperada se proyecta sobre mi pupitre.

Cuando levanto la vista, me tomo con largos y cuidados mechones castaños. ¿Sandra? ¿Va conmigo a Lengua? Ahora me entero.

—Vaya, vaya, Pau —me llama con voz melosa—. No sabía que eras un experto en poesía erótica.

—Pues ya ves —replico yo secamente.

—Tal vez podrías enseñarme algo de comentario de texto en la fiesta de Jaume. Un pajarito me ha dicho que vas a ir.

—No me lo digas. Es un pajarito súper hincha del Barça que tiene nombre de poeta valenciano— bromeo yo.


Su risa resulta tan exagerada como irritante.

—Pues sí —contesta ella—. Lo has acertado. Tienes un buen amigo. Intenta venderte bien a las tías.

—Tendré que recordarle que no hace falta que me venda —replico yo, cerrando mi mochila.

—En eso estoy de acuerdo —afirma Sandra guiñándome descaradamente un ojo—. Entonces, ¿te veo esta noche?

—Lo dudo mucho —respondo yo—. Mis viejos me han castigado sin salir. Ya sabes, por lo de cascarle accidentalmente al Jefe de Estudios y tal...

—Lo recuerdo —dice ella—. Fue...bastante épico, por así decirlo. ¡Pues es una pena! Estaba deseando comprobaarrr —de repente, siento el indeseado dedo de Sandra recorrerme la garganta hasta la barbilla—, si tus habilidades se quedan en lo poético o se podían llevar a la práctica.

Y tan deprisa como llegó, como un resfriado exprés, Sandra se aleja de mi pupitre, coge sus cosas y se va, no sin antes guiñarme otra vez un ojo.

—Nos vemos pronto, Pau.

Yo me limito a levantar un poco la mano como despedida. Joder, ¿Se supone que eso era sexy? Pues hay un chaval asiático que te podría dar varios cursos, bonita, desde el elemental hasta el avanzado. Esa pobre muchacha no tiene nada que hacer frente a Soo Jin. Y menos mal: ya tenía miedo que de tanto recordar lo de ayer terminara empalmado en medio del insti. Pero Sandra ha vuelto a dejarme frío y eso es algo de agradecer. En fin, sin mayor dilación me levanto de mi asiento y me marcho al aula de Plástica, para dar Dibujo Técnico. Sin embargo, por culpa del puñetero Lorca, hay una comezón en mi piel que no cesa, como una dermatitis crónica. Será porque los dos somos maricas que tienen que fingir tirarse a tías. ¿ O acaso hubo un hombre detrás de esa casada infiel en enaguas que describe el poema? ¿De quién eran los muslos que se te escapaban como peces, Federico? ¿Quién era tu potra de nácar?

 

Mi puño enguantado impacta contra el saco. Este se vale de su consistencia flexible para adaptarse a parte de mi fuerza. Sin embargo, no puede con toda ella y termina saliendo disparado. Mis nudillos se congratulan con el pulso de electricidad estática que los masajea. Exhalo satisfecho. Esta es la segunda mejor sensación del mundo. Entonces, el saco retorna en su movimiento pendular y yo me preparo para recibirlo. Con un giro de cadera, roto sobre mi mismo y lo golpeo con una patada lateral. Las cadenas tiemblan por la tensión. Como de una reacción química se tratara, enseguida noto el fragor de los ojos de tigre de Jordi calentarme la nuca.

—Ey, chaval —me riñe—. A ver si no te cargas los sacos, que me los vas a pagar tú.

—Perdona, Jordi —me excuso—. Necesitaba soltar un poco de adrenalina.

Jaume aparece por detrás y me paso el brazo por el hombro, rociándome con su sudor.

—És que el nen està cabrejat perquè no li deixen venir al meu súper aniversari (Es que el niño está cabreado porque no le dejan venir a mi súper cumpleaños) —aclara.

—Me importa tres pimientos —replica Jordi sin inmutarse—. Mi dojang no tiene la culpa.

En ese instante, los ojos ardientes de mi furioso Sabon se apaciguan y viran a un lado, como si recordase algo.

—Dejad lo que estéis haciendo y escuchad —nos ordena—. ¡A ver todo el mundo! ¡Un momento de atención! ¡Tengo algo que deciros!

Aunque tardan un poco y Jordi tiene que repetir un par de veces su mensaje, especialmente con los más pequeños, al final todos hacemos un corrillo a su alrededor.

—Escuchad —anuncia Jordi—. Tengo una noticia que daros. Todavía está todo en el aire, así que no os hagáis ilusiones, pero creo que es algo que debía de explicaros. La Federación Mundial de Taekwondo está llevando a cabo seminarios de intercambios entre distintos dojang a nivel mundial. Es un programa muy caro, así que serán muy exigentes con la selección. Yo he echado la solicitud, porque sería algo que considero que vendría muy bien a nuestros miembros de mayor nivel, pero ya os digo que va a ser muy difícil que nos toque...

—¿Entonces, vendrían alumnos de otros dojang de intercambio con nosotros? —interrumpe Jaume—. ¿Como cuando vienen los franceses o los ingleses al instituto?

—A ver, Martorell -le previene Jordi algo irritado.- Mejor te esperas a que deje de hablar, y entonces, si te queda alguna duda, me preguntas. No, no va a ser en ese plan. Habrá dojang que recibirán y otros que viajarán. La WTF no se puede permitir varios viajes, incluso con una purga tan bestia como la que van a hacer. Ya te digo que lo más lógico es que no se fijen en nosotros. Pero, bueno...¡Nunca se sabe! Así que, si hay alguien que esté interesado en ello, que me lo diga por si acaso y que vaya renovando el pasaporte.

—Hostia, nen —me dice Jaume con una mirada lúbrica que se me hace especialmente familiar—. ¿Te imaginas que nos toque intercambio con Suecia o Finlandia? ¡Con las pavas que hay por ahí!

—¡Ya te gustaría a ti! —me burlo.

—¿Que a ti no o qué? —me increpa él.

La pregunta me pilla completamente a desmano. Como un barrido de pies justo antes de haber decidido los pasos, solo me puedo ver caer, mientras termino de entender cómo hemos llegado hasta ahí. Mi respiración se agita al instante. ¿Qué debería hacer ante esta frase, tonta y dicha sin pensar, de mi mejor amigo? ¿Debería ofrecerle una verdad que me ha pedido sin saberlo? ¿O debería dejarlo pasar y decirle lo que espera de mí? Como siempre, opto por lo más sencillo.

—Sí, ya...

—Si es lo que estáis pensando —comenta nuestro Sabon, no sin cierto sarcasmo—, los menores de edad no tienen permitido venir a menos que sea con un acompañante adulto. Los de la Federación no quieren movidas adolescentes, y yo, francamente, tampoco. Si quieres ligar con suecas a lo Pajares y Esteso, te vas tú solo en verano.

—¡Venga, Jordi! —implora un incombustible Jaume—. Enróllate un poco, tío. ¡Que el Pau y yo hacemos dieciocho este año!

En ese preciso momento, las llamas oculares de nuestro entrenador se reavivan como si les hubieran echado gasolina.

—¿Tío? —pregunta con una voz inquietantemente tranquila—. Sabon-nim para ti, Martorell.

Intento no partirme de risa ahí mismo, mientras observo como la sangre abandona el rostro de mi desvalido amigo, y lo intento porque hasta yo entiendo lo peligroso que sería reírse en un momento como ese.

—Perdona, Jor... ¡Digo Sabon-nim! ¡Ha sido un lapsus!

—¡Más te vale! —ruge él— Ahora tirad para las duchas, que yo os vea. Horitas extras las justas, que luego se me os lesionáis y no sabemos porqué. ¡Núñez, va por ti!

—¡Sí, Sabon-nim! —asiento yo con desgana.

—¡Jor...! ¡Sabon-nim! —se corrige Jaume mientras vuelve a ponerme el brazo sobre el hombro, esta vez empujándome con su peso hacia delante—. ¡No te preocupes, que yo me lo llevo!

—A ver si es verdad —contesta Jordi escéptico.

En cuanto entramos a los vestuarios, me deshago del abrazo de Jaume.

—¡Tío! —me quejo yo— ¡Quítate de encima! ¿Qué haces?

—Salvarte el culo, nen —me explica él— ¿Es que no hueles el peligro? ¡Si cabreas a Jordi, te vas a quedar sin poder venir!

—Eso ya lo sé —tercio yo—. Te recuerdo que esta vez has sido tú el que la ha liado con él. ¡Qué conste! ¿Y qué te importa lo que yo haga con mi tiempo libre?

—¡Pues mucho! ¿O te crees que voy a dejarte ir a mi súper fiesta todo sudado porque no te ha dado tiempo a ducharte? ¡Que te tienes que ligar a la Sandra! ¡Me lo debes!

—¿Pero qué dices? —replico— ¡Que mis padres me han castigado, joder! ¡Lo sabes!

—¿Y? —ríe él—. ¿Paso algo por eso o qué?

La cara de pasotismo e indiferencia me parece tan alejada de la situación que me deja absolutamente anonadado.

—¡Pero tú estás tonto! —le contesto alucinado— ¡Que mis padres me crujen si se enteran de que he salido hoy!

—Tú lo has dicho —continúa él con aplomo—. Si se enteran...

Jaume termina por echarse unas buenas carcajadas a mi costa, tan sincera y patente debe ser mi cara de flipe.

—Mira, crack —me dice—. Tú haz por venir. ¿O es que tus padres van a hacer guardia en tu puerta un viernes por la noche? Si ves que va a ser imposible escaquearte, me mandas un whassapp y me dices: “Oye, nen, que no puedo, que me tienen rodeado.” ¡Y no pasa nada! Pero si ves que te puedes venir, me avisas y se te recibirá como a un rey. Anda, hazlo por mí. Yo sólo voy a cumplir dieciocho este año. ¿Me vas a dejar plantado en una ocasión así?

Y mientras ha ido desglosando ante mi su malvado plan, mi amigo, no ha perdido en ningún momento su actitud desenfadada. Habla de infringir el castigo como quién comenta que baja los domingos a comprar el pan. Tardo un par de parpadeos en percatarme de todo lo que me acaba de soltar y cuando lo hago, no puedo evitar descojonarme.

—¡Pero serás cabrón! —exclamo todavía entre risas—. ¿Y tú eres el estudiante modelo? ¡Vamos, no jodas!

—Oye —explica él con fingida indignación—. Una cosa es la pureza de mi cerebro y otra la de mi corazón...

—No hace falta que lo jures, mamón —le respondo.

—¿Entonces, te veo esta noche? —pregunta tentador.

Y sí, lo responsable, lo sensato, lo prudente, lo propio de gente con actividad cerebral sería pasar del alocado plan de Jaume y limitarme a cumplir con mis padres. Pero, ¡Qué joder! Necesito una victoria, una que no suceda cuando estoy dormido. Noto como mis músculos, todavía rabiosos por el reciente ejercicio, empiezan a vibrar aún más con la emoción de la rebeldía que me invade de pronto.

—¿Sabes lo que te digo? —contesto envalentonado—. ¡Que a la mierda! ¡Ahí me tienes!

—¡Sí, señor! —exclama Jaume—. ¡Este es mi Pau! ¡Ya verás cómo no te arrepientes! ¡Lo vamos petar, nen!

Cuando me despido de Pau a la entrada del dojang, el sol está empezando a derretirse tras la muralla natural que es la montaña de Montserrat, bañando de un color naranja intenso el cielo de una tarde que pronto pasara a ser noche. El aire corre ligeramente fresco, arrastrando la humedad que se lleva de la costa, y sin embargo, esto no llega a atemperar el fuego que baila pícaro en mi pecho. Esta noche necesito pasármelo bien. Voy a pasármelo bien.

A penas soy consciente de que en qué color están los semáforos que atravieso mientras intento recordar, como si de un juego del tesoro se tratara, cuánto dinero de mis propinas queda en mi hucha.

Dólar dólar
Me lo gasto todo en una noche
Corro, corro, lo gano y luego lo derrocho
Corre, corre, corre, corre
Corre, corre

Casi sin darme cuenta, cual sonámbulo, llego a mi casa. En el instante en que vuelvo a ser consciente de en qué lugar me encuentro, mientras me observo en el espejo del ascensor que me transporta a mi piso, recobro algo de sentido común. Vigilo mi expresión corporal, ensayando, ayudado por la visión reflejada de mí mismo. Si voy a liarla parda esta noche, más me vale que no me vean venir. Pórtate bien, pon cara de pena.

Saco las llaves del bolsillo de mi cazadora y las introduzco en la cerradura. En cuanto abro la puerta, me topo de bruces con mis padres de punta en blanco y preparados para salir. El destino me sonríe. Mi madre se da la vuelta al oír el ruido provocado por mi entrada y se da la vuelta, dejándome algo de espacio. Su sonrisa confiada al tenerme de cara casi me hace sentir culpable.

—¿Ja has tornat, amor? (¿Ya has vuelto?) —pregunta alegre.

—Això sembla, però veig que ara sou vosaltres els que us aneu (Eso parece, pero veo que ahora sois vosotros quiénes os vais) —respondo yo, extrañado.

—Tu madre tiene una charla en un curso de esos que da... —comenta mi padre vagamente—. Ya sabes, de meditación y esas cosas suyas.

—Es un curso organizado por mis amigos del Cetro de Hermes —le corrige mi madre casi canturreando—. Y me han llamado para que hable sobre la aplicación de la Ley de la Atracción en la vida cotidiana. ¡Va a venir mucha gente! Si no estuvieras castigado, te preguntaría si te apuntas.

Tengo las mismas ganas de escuchar a mi madre hablar, una vez más, del poder del Universo que de hacer comentario de texto, por mucho que ahora este se haya puesto de mi parte.

—Jo, Mamá —finjo—. Suena súper interesante, pero es que me pillas un poco cansado de la semana. Creo que me voy a meter al ordenador y ya jugaré a algo.

—No te olvides de la Selectividad —interviene mi siempre vigilante padre—. Seguro que te habrán mandado algo de deberes para el fin de semana.

—Lo tendré en cuenta, Papá —repongo yo, apresurándome a volver a mi cuarto y eludir la amenaza.

—¡Más te vale porque Neus nos va a pasar informe de todo! —comenta mi padre, cuando intento girar por el pasillo.

Me detengo en seco.

Una chillona voz, la misma voz aguda y desagradable que me despierta noche sí y noche también surge desde la habitación de mi hermana.

—¡¡¡¡Quéeee!!! —grita Neus— ¡Però, mare, t'he dit que venia un company a ajudar-me amb un treball de la uni! (¡Pero, mamá, te he dicho que venía un compañero a ayudarme con el un trabajo de la uni.) ¡Jo no puc ser la mainadera del Pau! ( ¡Yo no puedo ser la niñera de Pau!)

—No te preocupes, que seguro que podrás con todo —se despide mi padre apresurado—. ¡Venga, chicos! ¡Nos vemos mañana, que llegaremos tarde!

Así, al mismo tiempo que mi hermana exhala un grito de hastío desde su personal altar al K-pop, a mi me va picando cada vez más el cuerpo. Conforme llego a mi cuarto, ya tengo casi pensado qué modelito voy a ponerme.

Quiero un crucero en la bahía
Quiero un crucero como NEMO
No tengo dinero pero quiero irme lejos
No tengo dinero pero quiero relajarme
No tengo dinero pero quiero comer Jiro Ono

Rebusco en mi armario, tirando ropa como una tienda en liquidación, hasta que me topo con lo que estaba buscando: una camisa a rayas azul marino y violeta desiguales que me queda como un guante. Después de rociarme en Axe, me la pongo y abotono con cuidado y la acompaño con unos pantalones de pitillo ajustados y mis mejores zapatos de vestir.

 

Trabajé muy duro y gané mi sueldo
Todo está en mi barriga
Recojo cada gota y me divierto perdiendo cada una, lo gasto todo
Déjame ser, aunque gasté de más
Mañana por la mañana, puede que actué como loco
Y retiré los ahorros a plazos

 

Me observo en el espejo de mi cuarto para darme el visto bueno. Bueno, ahora habrá que pulir algo el afeitado apresurado de esta mañana y hacer algo con este nido de rata incontrolable que tengo por pelo. Con ese propósito me encamino al baño y cuando ya estoy repeinado y engominado con mi tupé de medio lado, un interrogante sigue presente en mi mente. ¿Dónde demonios habré puesto mi hucha? Entonces, andando por el pasillo, veo una luz de lamparita de escritorio colarse por una puerta entre abierta y cambio de dirección. Cuando me acerco a la habitación de Neus, noto que no es lo único que se escapa.

—¿Le has dicho ya a tus padres quién soy yo? —pregunta una gruesa voz masculina.

La entonación de la frase me llaman la atención. No es el acento que un catalán usaría cuando habla castellano. El solo hecho de que utilice esa lengua, y no la catalana, en una conversación trivial lo delata como alguien de fuera. ¿Pero quién es ese forastero?

—Tío, no me ralles —pide mi hermana algo irritada—. Mira, no van a estar, así que tranquilízate de una vez.

—Ya —concede aquella voz de prosodia rústica—. Pero digo yo que algún día tendrán que saberlo...

—¡Pues sí! —repite mi hermana— ¡Ya te he dicho que sí! Lo que pasa es que ahora no es el momento... Mira, nos centramos en el trabajo de Retórica y luego se verá...

—Vale —concede el misterioso desconocido— pero antes me das un beso...

—¡Pesado! —se queja mi hermana.

¡Joder, esto se está poniendo interesante! La tentación se va haciendo cada vez más difícil de soportar.

—¡Y lo que te gusta! —ríe el acompañante de Neus.

—Vale, pero sólo si así te callas.

Y ese es el momento en el que yo entro en la habitación para pillarse en pleno morreo, con toda la premeditación del mundo. Cuando me ve, mi hermana casi se atraganta.

—¡Pau! ¡Por Dios! —exclama de pura sorpresa.


Yo, por mi parte, estoy demasiado entretenido disfrutando con su bochorno y con la cara de muñeco de nieve que se le ha quedado al grandullón rubio, fofisano y barbudo que tiene al lado.

—Vaya, vaya, hermanita —me burlo— ¡Y parecías tonta cuando te compramos!

Neus y el enorme desconocido intercambian miradas nerviosas, sin saber qué hacer con mi presencia en la habitación. El primero en reaccionar es el supuesto compañero de mi hermana. Se levanta y se acerca a mí, tendiéndome la mano.

—Hola, soy Germán —se presenta.

Yo miro su mano con una indiferencia casi repelente.

—¿Y te apuestas una tapita de yogur a que este es el momento más incómodo de tu vida o cómo iba eso? —replico.

—¡Pau! —ruge mi hermana.

—¡Perdón! ¡Perdón! —me excuso falsamente entre risas ahogadas, especialmente cuando el pobre hombre se vuelve a sentar al lado de mi hermana, avergonzado—. ¿Y a este de dónde lo has sacado, hermanita? Porque no se parece a los doritos coreanos que te suelen gustar.

El tipo hace un loable esfuerzo por calmar los ánimos.

—Bueno, nos conocimos en la uni, concretamente en el Club de Cultura Pop Asiática. Yo soy más de anime, pero...

—¡Así que eres otro de esos frikis que se juntan con mi hermana! —le interrumpo—. Pero tú no eres de aquí, ¿no?

—Germán es de Zaragoza, pero estudia aquí —dice mi hermana con un rugido encubierto en la garganta.

—¡Anda, un maño! De ahí, ese acentorro de pueblo...

Neus me fulmina con la mirada, respirando con profundidad, tal vez para frenar el instinto natural de matarme.

—¿Qué coño quieres, Pau? —pregunta al fin.

—¿Has visto el dinero de mi paga? He estado buscando mi hucha pero no está.

Mi hermana aparta la mirada un momento, pensativa.

—¡Ah, sí! Te lo cogí yo la semana pasada para algo de la uni —admite.

—¿Qué? ¡Joder, Neus! ¡Es mi dinero, hostia!

—¡Era una urgencia! ¿Vale? —protesta ella—. Te lo iba a devolver. Además, ¿qué más te da? ¡Si no puedes gastártelo, ahora que te han castigado! Que por cierto, ¿A dónde vas con estas pintas?

Teniendo en cuenta mi situación de poder, no me veo en la necesidad de ir con remilgos. Mejor dicho, voy con todo y pongo las cartas sobre la mesa.

WOO no hay mañana
Ya hay una hipoteca sobre mi futuro
WOO gasto más de mi dinero
Amigos, ¿qué pasa?
¿Queréis un poco?

—A la fiesta de Jaume.

—Sí, eso te has creído tú —ríe mi hermana—. Te recuerdo que Papá te castigó la semana pasada, guapo. Yo estoy al mando y no te voy a dejar ir.

—Es cierto —concedo—. Estás al mando, aunque, realmente lo que ha dicho Papá es que tú les informarías de todo. Entonces, ¿vas a informarles de que te has traído a un maromo a casa mientras ellos no estaban? Porque si crees que podrías olvidarlo, oye, yo me presto a recordárselo.

Neus pone los ojos en blanco.

—Però què cabró! —susurra para sí misma—. ¿Qué quieres?

—Mira, te propongo lo siguiente —expongo—. Tú me dejas salir esta noche a la fiesta de Jaume. Yo olvido que he visto a tu novio. Vuelvo a casa antes de que Papá y Mamá se enteren y todo resuelto. Todo el mundo consigue lo que quiere. ¿Qué me dices?

Si las miradas mataran, mi hermana me habría asesinado a sangre fría cuatro veces. Sin embargo, aun con toda esa maravillosa rabia que sé que está sintiendo, puede percatarse de que esta vez soy yo quién tiene la sarten por el mango.

—¿ Y con eso te pirarás de mi vista?  —pregunta ya agotada.

—Toda la noche —prometo.

—Fuera —ordena ella con furia domesticada— Que no te vuelva a ver. Y ten cuidado con la yaya, que está dormida pero nunca se sabe lo que la puede despertar.

—Espera, hermanita. Todavía no he terminado —la prevengo con tono cantarín—. Verás, los chupitos no se pagan solos, y como tú me has quitado mis ahorros... ¡Una cosa! Ahora que no vas a ir a Berlín a ver a tus coreanos, te sobra pasta, ¿no?

Mi hermana por fin suelta un grito de frustración.

—¡¿Cuánto quieres?! —pregunta en un tono cada vez más impaciente.

—Unos 60 0 70 euros no estarían mal...

Neus se dirige a su mesita de noche y de ella saca los billetes que coloca con violencia en mis manos.

—Te odi (te odio) -escupe.

—¡Un placer hacer negocios contigo, hermanita! —digo a modo de despedida.

“Dólar, dólar
Hasta que cada perro tenga su día
Hasta que salga el sol”

—Esta me la debes —me recuerda Neus cuando la puerta se cierra.

Yo no la escucho. No puedo prestarle atención, ya que, cuando consigo escapar de mi prisión, en mi mente sólo puede resonar el cántico victorioso de mi juventud.

Y.O.L.O, Y.O.L.O, Y.O.L.O, yo
Y.O.L.O, Y.O.L.O, Y.O.L.O, yo
Gastar, gastar, gastar

Y.O.L.O, Y.O.L.O, Y.O.L.O, yo
Y.O.L.O, Y.O.L.O, Y.O.L.O, yo
¿Dónde está mi dinero?, yah
Gastar, gastar, gastar

Y.O.L.O, Y.O.L.O, Y.O.L.O, yo
Y.O.L.O, Y.O.L.O, Y.O.L.O, yo
¿Dónde está la fiesta? yah
Gastar, gastar, gastar”

Ya es de noche en Barcelona y es una noche, que al igual que yo mismo, es joven y arde de entusiasmo y planes de desfase. Me dirijo a una tienda de frutos secos para un tentempié que me sirva de cena improvisada y acabo engullendo varias napolitanas de queso y jamón york. Así, en otra pausa de paso de cebra, le mando un whassapp a Jaume informándole del éxito de la operación e interesándome por el lugar de la fiesta. Mientras me voy encaminando al metro más cercano, el cumpleañero me adjunta un link de Google Maps con la localización de una discoteca. En cuanto reconozco el sitio, termino de venirme arriba. Como no podía ser de otro modo, el cumple de Jaume va a ser legendario.

Donde está mi dinero, yah
¿Dónde está la fiesta?, yah
Mi semana, lunes, martes, miércoles, jueves, viernes, viernes, viernes, viernes
Mi cuenta de cheques es yah.
Tienes la pierna hueca.
Estoy entrando en ella todos los días.

¡Si es que me lo merezco, coño! Todo el mundo tocándome los huevos, todos los días: que si haz esto, que si no hagas aquello. Y luego nadie me pregunta por mi opinión. Nadie reconoce cuando hago las cosas bien. ¡A la mierda con todos! Esta noche es mía. Será algo real, algo por lo que merezca la pena estar despierto. Lo siento, Jin, precioso, esta noche tardaré en reunirme contigo, pero cuando lo haga será como un puto héroe que realmente te merezca, porque esta noche me la voy a comer con cuchillo y tenedor.

Prefiero romperlo.
Somos muy jóvenes para preocuparnos.
Solo por hoy iría a preocuparme
Si sigues ahorrando por miedo, todo se vuelve a perder.
Solo deslízalo.

En el metro, cada uno de los bamboleos y curvas parece ajustarse al pulso de mi agitado corazón. Mi madre tiene razón: cuando mantienes la esperanza y te muestras determinado, el puñetero Universo se pone de tu lado. Ahora todo es perfecto, todo encaja, todo funciona. Sin poner en duda, ni por un instante, el rumbo de mis pasos, salgo del metro y me dirijo a la disco. Incluso desde la entrada, la música amordazada por la puerta pone mi sangre a hervir. Poco a poco, voy adentrándome en el garito, buscando a Jaume, como un lobo busca a un compañero de cacerías. No hay nada reflexivo en mis actos, sólo sigo un viejo ritual nocturno ya de sobras conocido. Un sólo pensamiento orquesta mi conducta:

Prefiero ir que preocuparme.

Notas finales:

Antes de nada, empezaré con las aclaraciones:

En primer lugar, he utilizado un poema, La casada infiel,  de Federico García Lorca, un poeta muy conocido de la Generación del 27, que se estudia en la Literatura del último curso de Bachillerato. Quería mostrar cómo Pau se perdía en clases por estar pensando en Soo Jin, además de que Lorca era un poeta homosexual, razón por la que fue asesinado por los golpistas en 1936. 

Después de la clase de Literatura, el Dragon Khan es una famosa montaña rusa de un parque de atracciones que hay cerca de Tarragona, también en Cataluña, Port Aventura. 

Pajares y Esteso son dos cómicos españoles de los años 60-70 en cuyas películas se dedicaban a ligar con esculturales extranjeras nórdicas... Todo muy de la época. 

También he hecho una alusión al youtuber chileno Germán Garmendia, de Hola, soy Germán, cuando Pau se mete con el nuevo novio de su hermana. Para los que no sean de España, Zaragoza es una ciudad que está a medio camino de Madrid y Barcelona, la capital de la región de Aragón y la quinta ciudad más grande de España (¿creo?). La gente de ahí se caracteriza por una peculiar entonación muy ascendente, que es percibida como algo... pueblerina por las personas de otras partes de España. Hay un chiste que dice que la ciudad que tiene más acentos en su nombre es Zárágózá. A la gente de ahí se la conoce popularmente como maños. También se caracteriza por un clima horrible, muy frío en invierno y muy cálido en verano, con un viento muy fuerte llamado cierzo. Pero es otra historia...

En último lugar, he escrito Y.O.L.O de esta manera porque es un acrónimo de You Only Live Once, para quienes no lo supieran.

 

Pasando a hablar del cap, he tenido muchas dudas sobre cómo actualizar. Me quedó muy largo y no sabía si hacerlo en dos partes o en una. Al final he optado por ponerlo todo junto para que no perdiera integridad y porque tuviera la canción, que en esta ocasión es Go!Go!. Me da la impresión de que últimente estoy integrando algo torpemente las canciones dentro del fic. 

En fin, espero que a pesar de todo, no se saturen leyendo ni se cansen del fic, que les siga gustando la historia. 

Me despido hasta la próxima ocasión, agradeciendo las lecturas y deseando que les vaya muy bien. 

Un saludo. 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).