...Si él ya no está, aquí estoy yo contigo...
Fiddleford podía verlo, quizás demasiado claramente. De un tiempo para acá Stan ya no era el mismo.
El castaño sin duda hacía un notorio esfuerzo por disimularlo, por aparentar que nada había cambiado desde que Jimmy se había ido. Después de todo había sido él mismo quien había terminado con el rubio y le había exigido que saliera de su vida. No es como si hubiera sido la primera vez, eran de esas parejas que tenían la costumbre de terminar cada dos por tres, para después regresar a la semana. Pero ahí estaba el asunto, habían pasado ya varias semanas y el rubio (quien normalmente era quien regresaba buscando a Stan) no había vuelto a aparecer, incluso parecía que había dejado el pueblo.
Stan actuaba como si no le importara, como si pensara que eso era lo mejor y que esperaba que Jimmy no regresara jamás. Pero Fiddleford lo había estado observando, podía ver como su expresión se tornaba triste cuando creía que nadie lo estaba mirando. Como parecía estar más atento al teléfono, siendo siempre el primero en contestar cuando llegaba a sonar, como si esperara la llamada de alguien. Y como se quedaba mirando hacia el camino que llegaba desde la carretera como si una motocicleta fuera aparecer de repente.
Fiddleford jamás había logrado entender esa relación. Le parecía más un capricho de ambos hombres, quienes la mayor parte del tiempo parecían más estar jugando. Más aún, no entendía qué es lo que Stan, quien le parecía una de las personas más geniales del mundo, pudiera ver en alguien tan…así. Jimmy era rudo, sin un mínimo de modales y con más pinta de delincuente que de otra cosa. Pero Stan siempre lucía contento estando con él y siempre lo defendía cuando Ford o él hacían algún comentario expresando su desagrado.
Stan siempre le había parecido alguien interesante. Era alegre y encantador, siempre lograba hacerlo reír con alguno de sus comentarios sobre “las cosas de nerd” que hacía con Stanford. Era fuerte y ágil, lo cual había logrado que las misiones de campo fueran mucho más llevaderas (especialmente si implicaban tener que enfrentarse a alguno de los horrores paranormales que impregnaban el lugar, y que a Ford parecían fascinarle tanto).
Realmente estaba agradecido que Stan hubiera llegado para ayudarlos en el proyecto de Ford. Aunque no entendiera del todo la historia de los dos hermanos (ni siquiera sabía que Stanford tenía un gemelo antes de que apareciera en su puerta), podía figurarse que debía de estar llena de tragos amargos; pues aquella primera reunión había terminado con los dos agarrándose a golpes a puño limpio (por suerte había estado ahí para evitar que su pelea terminara en alguna catástrofe). Una vez que se hubieran logrado calmar lo suficiente para hablar de forma civilizada, Stan se había comprometido a ayudar a Ford en la investigación que le traería fama y fortuna como compensación de lo que sea que hubiera hecho en el pasado. Y Stanford, aunque reticente al principio, había terminado aceptando.
Fue así como el equipo de dos se volvió de tres, para gran alegría del ingeniero asistente. Amaba a Stanford como a un hermano, pero la verdad es que tenerlo como única compañía había terminado por volverse algo abrumador. Así que la llegada de Stan había sido como un respiro de aire fresco. Los días eran más amenos y la tensión se había disminuido bastante. Y aunque Ford no lo aceptaría en voz alta, Fiddleford podía notarlo mucho más relajado ahora que su hermano estaba cerca.
El único defecto real que podía ver en Stan había sido su extravagante novio, quien había llegado al pueblo poco después de él, alegando haber atravesado todo el país solo para buscarlo. Y aunque ni a Stanford ni a Fiddleford les había agradado, realmente no podía hacer nada para oponerse a la relación. Por lo que casi habían brincado de gusto cuando se enteraron del rompimiento.
O eso había sido hasta darse cuenta de que a Stan parecía estarle afectando demasiado. Y sí había algo que Fidd sí entendía y sabía bien, era que terminar con una relación podía ser un proceso largo y doloroso (acaba de pasar por un divorcio después de todo).
Por eso se había hecho un firme propósito. Lograría que Stan fuera el de antes. Que lograra superar su dolor y pudiera volver a sentir. Que se diera cuenta que él merecía algo mucho mejor. Una relación sin tantas complicaciones y mucho más amor.
Fiddleford estaría ahí para él.