Y yo como una niña, otra vez, me vuelvo a enamorar...
-Y bien… ¿qué te parece?
Stanford no pudo evitar cierto grado de timidez en su tono. Acaban de llegar al puerto en una de las costas de Oregon y se habían dirigido inmediatamente hacia la que era su nueva posesión. Era verdad que no se parecía en nada al bote que habían arreglado cuando eran niños, pero era mucho mejor y más bien equipado. Perfecto para el sinfín de aventuras que les esperaban a partir de entonces. Aún así, se sentía muy ansioso por escuchar la opinión de Stanley, pues no estaba seguro de que le gustara y todo tenía que ser perfecto.
Stan no contestó mientras miraba detenidamente el barco como inspeccionándolo, tal vez como si intentara reconocerlo de algún otro lado. Su memoria se había perdido el último verano, sacrificada para poder salvar al mundo de la destrucción y el caos. Fue gracias a la ayuda de sus sobrinos y amigos que había logrado recuperarse un poco, aunque su memoria no pudiera ser restaurada íntegramente; por lo que podían estar felices de no haber perdido a Stanley por completo. A pesar de su falta de recuerdos, su esencia seguía estando ahí, solo necesitaba un poco atención y cuidados.
Y Stanford estaba más que dispuesto a dárselos, su vida entera con tal de procurar el bien de su hermano. Era lo menos que le debía. Stanley lo había salvado, de todas las maneras posibles. Finalmente podía reconocer el amor que siempre le había tenido su gemelo. Su soberbia se lo había impedido ver durante demasiado tiempo, pero su hermano había sido el único que siempre había estado ahí para él. Él único que no dudaba en acudir a su llamado sin importar los problemas que pudiera haber entre ellos. Él que siempre terminaba yendo a su rescate. Él único que no le había exigido ser un genio para reconocerlo y amarlo.
Ford había sentido por Stanley algo más que el amor fraternal que se siente por un hermano. Cosa que en su juventud le había llenado de espanto al saber lo enormemente inapropiados que eran esos sentimientos. Esa había sido la principal razón de buscar alejarse de él a la primera oportunidad. Él sabía que estaba destinado a grandes cosas, había descubierto que era brillante, mucho más que la mayoría de las personas a su alrededor, un don que debía ser aprovechado. No podía dejar que su pecaminosa atracción hacia su hermano arruinara su futuro brillante. Y la forma en que Stan se había empeñado en arruinar su sueños solo lo había convencido de que su amor por su hermano no solo era inapropiado sino mal correspondido, por lo que con mayor razón quiso desaparecerlo de su vida. Pero al final fue Stanley quien terminó salvándolo de su destino sin importarle sacrificarse a sí mismo, demostrando de esta forma que él también lo amaba con la misma intensidad. ¡Debía ser así! ¿Qué otra explicación podría haber?
Qué triste era todo lo que habían tenido que pasar para llegar a este punto. Pero lo que importaba era que finalmente tenían la oportunidad de ser felices. Tal vez Stanley no lograra recordar del todo quienes eran o cómo habían sido pero Ford no sentía que ese fuera un problema. Al contrario, era una forma limpia de realmente empezar de nuevo. Esta segunda oportunidad que la vida les había concedido. Stanford sentía que se lo merecía después de todo lo que había sufrido. Se lo merecían ambos. Y qué mejor manera de empezar esta nueva vida que cumpliendo juntos por fin su mayor sueño de la infancia.
-Es perfecta…
Contestó finalmente Stan con una enorme sonrisa en el rostro. Sus ojos brillaban y sus facciones lucían tan serenas y relajadas que se veía mucho más joven. Un aspecto que se veía realmente bien en él. Stanford sintió su corazón latir alegremente ante la visión y más aún por las palabras de Stanley que lo hacían aliviarse bastante. Se sintió perdido en los labios que le sonreían con tanta sinceridad. Tenía unas ganas tremendas de comerse al hombre frente a él a besos.
-¿Te encuentras bien?
Preguntó Stan, su sonrisa desapareció por un momento, seguramente preocupado por la intensidad con la que su hermano lo miraba ahora.
-Estupendamente.
Contestó con voz tranquila. Tomó la mano de su hermano y la dirigió a su boca para depositar un ligero beso en ella. Stan pareció sorprendido y también un poco incomodo con ese gesto, como si no estuviera seguro de si debía retirar su mano de los labios del otro. A Stanford no le molestó. Esa era parte de ese nuevo lienzo en blanco que era ahora su relación. No importaba que por el momento Stan no se mostrara muy convencido con esa parte. Era algo normal. Stanford estaba seguro de que así como él mismo terminó enamorándose nuevamente de Stanley, Stanley terminaría enamorándose de él otra vez. Él se encargaría de eso. No había ninguna prisa.
-Vamos.
Dijo quedamente, jalando un poco su mano para que pudieran acercarse a inspeccionar el bote más detalladamente por dentro y por fuera. Stanley lo siguió sin chistar, haciéndolo sonreír internamente. Sí. Solo era cuestión de tiempo.
Iban a ser felices.
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