Capitulo 2
La Sra. Eileen Snape se sentó en una elegante silla de respaldo alto en la oficina del Director Dumbledore e intentó darle sentido a un mundo que acababa de apagarse.
Su hijo, su bebé, se habÃa presentado como un omega. Nunca en sus sueños más locos habÃa pensado que eso fuera posible; no habÃa habido un omega en su familia desde que su bisabuelo fue retirado tres veces. ¿O era su padre? No podÃa recordar, y no importaba de todos modos.
Severus se sentó en la silla junto a la suya, frunciendo el ceño como si acabara de ser informado de que iba a tener que resguardar sus COSAS. No es que todavÃa se hubiera llevado sus COSAS pero esa era la clara impresión que le daba su hosco silencio.
Los ojos de Dumbledore no habÃan perdido ni una pizca de su brillo habitual mientras miraba a la bruja con sus viejas y desgastadas túnicas.
Supuso que pertenecÃa a la familia desde antes de que ella se hubiere casado con su marido muggle, ya que el estilo era uno que recordaba muy cariñosamente.
Su esposo se veÃa deslumbrante en la celebración de su décimo aniversario. Eileen Snape Prince tenÃa el cabello oscuro que ya estaba canoso, y lÃneas en su rostro que no eran de risa. La vida no habÃa sido amable con ella, ni tampoco muy amable con su hijo, que compartÃa los intensos ojos oscuros de su madre y la desafortunada tendencia a tener el pelo constantemente grasiento.
Dumbledore miró al joven omega en cuestión. Severus estaba sentado en su otra silla de invitados, con los brazos cruzados y mirando al piso como si estuviera tratando de hacer un agujero solo por voluntad.
En los cinco dÃas transcurridos desde su revelación, sus hormonas habÃan comenzado a trabajar horas extra para compensar los años perdidos, y el alfa en Dumbledore no podÃa negar que el olor a omega maduro y sin unir era bastante emocionante.
Pero dado que él también estaba emparejado, esa excitación lo hizo cruzar en gran parte que su propio omega oscuramente radiante estaba ausente en su retiro anual por otros dos dÃas. Lo que no darÃa por pasar unas horas en la cama de su marido ... Pero eso no era ni aquà ni allÃ. Ahora se trataba sobre el chico.
—Espero que no pase mucho tiempo antes de que comiences a recibir regalos de cortejo— dijo Dumbledore mientras se servÃa un poco de té de la ornamentada vasija de plata. —¿Pastel de jengibre?— Le ofreció a Eileen, que negó con la cabeza. TenÃa el estómago hecho un nudo para que comiera cualquier cosa, y mucho menos un pastel decadente.
—Sr. Dumbledore— ella finalmente dijo cuando admitió que lo más probable es que Severus preferirÃa que le tiraran los dientes para decir algo.
—Por favor, llámame Albus— interrumpió Dumbledore y ella asintió con la cabeza.
—Albus. Me temo que no sé mucho sobre lo que implica presentarse como omega. Al ser una beta, nunca le presté mucha atención y desde que me casé con mi esposo, bueno ...— no querÃa decir que Tobias solÃa tener connotaciones cada vez que algo remotamente conectado con el mundo mágico surgÃa en una conversación en casa.
Dumbledore le lanzó una mirada comprensiva.
—Bueno, antes que nada necesitamos ponerle aSeverus los supresores. Su cuerpo, está despertando y preparándose para el apareamiento, ya está comenzando a producir lo que llamamos la hormona omega. Esto básicamente significa que será irresistible para cualquier alfa en su vecindario y en una escuela con alfas adolescentes, bueno— No terminó su frase, pero Eileen escuchó las implicaciones altas y claras. Los alfas adolescentes, que estaban despertando a su verdadera naturaleza, podrÃan no ser capaces de detenerse, incluso si los omegas que buscaban no estuvieran dispuestos. PodrÃa terminar muy, muy mal para Severus.
—Por supuesto que también tenemos los alfas sobre los supresores— dijo Albus en tono apaciguador, —pero siempre hay un riesgo. Algunos alfas no son tan escrupulosos como quisiéramos que fueran— Se sirvió más de la deliciosa torta de jengibre. Fue hecha como a él le gustaba, y hasta ahora habÃa tenido dos rebanadas.
Eileen bajó la mirada hacia la mano de Albus, donde una delgada banda de oro le mostraba que estaba casado.
—¿Qué clase eres, director?— Preguntó, sin saber realmente por qué estaba preguntando. Albus le sonrió, y se sintió un poco cuando era pequeño y su madre la trajo a ver a Santa Claus en la ciudad.
—Soy alfa, señora Snape. No te preocupes, he estado felizmente emparejado durante casi treinta años— Se rió para sà mismo. —cause un gran escándalo en mi época—
—¿Oh? ¿Cómo es posible?— Ella lo miró, curiosa.
—Como resultado, los supresores no funcionan en nadie con sangre de criatura— dijo, divertido. —Y mi compañero es lo que se conoce como tri-omega: es la pareja perfecta para dos alfas. Su otro esposo, también un alfa, es un hombre lobo. Eso hubiera estado bien si no fuera por el hecho de que él, mi omega, tenÃa catorce años en ese momento y yo era su maestro— HacÃa tiempo que habÃa dejado de sentirse avergonzado por todo el asunto y se sentÃa feliz con la bendición. Él habÃa recibido en sus dos amores. Porque amaba no solo a su oscuro y delicioso omega sino también a su compañero alfa. Hicieron un trÃo extraño, cierto, pero que tenÃa sentido de la manera más maravillosa. Pero antes de que pudiera sumergirse en fantasÃas de lo que podÃa esperar que sucediera cuando Tom regresara de su retiro.
—Querido Severus aquà ha recibido esta mañana su primera dosis, y tomará los supresores semanalmente hasta que encuentre un alfa que considere adecuado. Esto se hace a través de un cortejo, que luego lleva a una reunión si Severus encuentra que el alfa es un contendiente adecuado para su mano. En esta reunión, si los dos son compatibles, sentirán la necesidad de vincularse, aunque ambos estarán usando supresores. El vÃnculo no permitirá que se evite si son compatibles—
La cabeza de Eileen estaba nadando de información, pero se aferró a la parte más importante para ella.
—¿Lo cortejarán?— Preguntó nerviosa.
—SÃ. Espere buenos regalos razonablemente pronto. En este punto, todos los estudiantes que han presentado han sido registrados en el ministerio, tanto con su estado como con el nivel esperado de dicho estado. La poción de Severus se convirtió en una esmeralda muy viva, lo que sugiere que muy fácilmente quedará embarazado de su pareja. Será muy buscado, incluso si ...— Dumbledore se detuvo justo a tiempo. No servirÃa de nada insultar el aspecto de omega con olor delicioso. O falta de ellos
Eileen se volteó hacia su hijo en un intento de animarlo.
—Puedes hacer que salten a través de los aros, cariño— dijo. —¿No serÃa divertido?—
Severus rodó sus ojos oscuros hacia ella, pero permaneció obstinadamente en silencio. Eileen suspiró profundamente y finalmente aceptó un trozo de la deliciosa torta de jengibre.
Resultó ser tan deliciosa como parecÃa.
El primer regalo de cortejo apareció a la mañana siguiente. Llegó con bastante pompa y circunstancia en medio del desayuno, llevado por dos grandes y elegantes lechuzas rojizas. Severus se hundió en su silla, deseando nada más que desaparecer cuando las risas de sus compañeros de casa hicieron que sus oÃdos se quemaran de rojo por la vergüenza, pero las lechuzas no se disuadieron y siguieron ululando hasta que él acepto el paquete.
Habiendo huido del gran salón por la relativa seguridad de su dormitorio, descubrió que el regalo recién adquirido era una elegante túnica púrpura adornada. Estaba realzado con bordados de oro que chocaban terriblemente con su piel cetrina y lo hacÃa sentir como un pavo real enfermizo cuando se miraba en el espejo. Lily, cuando lo vio más tarde ese dÃa, no tuvo reparos en estallar en una risa levemente histérica después de haber echado un vistazo a la maldita cosa.
—¡Te ves como un pavo real!— Gritó, imitando sus pensamientos exactamente. —¡Un pavo real en mudo !—
—Gracias— gruñó mientras se la sacaba y la arrojaba al piso como si fuera basura, luciendo como se sentÃa en este momento. Honestamente, ¿qué uso tenÃa de una bata asÃ? ¡Y violeta también! Se veÃa terrible en morado.
El segundo, el tercero y el cuarto regalo de cortejo, todos de diferentes alfas, no resultaron mucho mejores. Ropa de lujo que no serÃa atrapado muerto en una zanja, todos ellos. Los envió a la casa de Madame Malkin para su reventa.
Pero el décimo dÃa después de haber presentado como omega, algo cambió. HabÃa pasado la mayor parte del dÃa evitando a Black y Potter como la peste (Black se habÃa presentado como alfa y aparentemente su madre insistÃa más en que pusiera un bebé en Severus lo antes posible, preferiblemente ayer), y estaba harto de todo, deseó no haber nacido nunca.
Ni siquiera Lily podÃa animarlo, aunque lo intentó con bastante desesperación. No podÃa saber que parte de su mal humor se debÃa a la aceptación reacia de que no habÃa ninguna posibilidad de que ella quisiera casarse con él ahora.
Como el resto del mundo, esperaba que se casara con una de las alfas idiotas que competÃan por su mano. Como si quisiera una idiota que claramente no hubiera investigado sobre él en absoluto.
Se arrojó sobre su cama, listo para un buen berrinche cuando lo vio. Acostado en su mesita de noche era un regalo elegantemente envuelto, bastante pequeño.
El papel de envolver era de un gris oscuro, tan oscuro que casi parecÃa negro a primera vista, y estaba rematado con un elegante lazo morado. Unido al regalo habÃa un rollo, y antes de permitirse arrancar el papel para ver qué habÃa dentro, desenrolló el pergamino. Admiró la elegante mano por un momento antes de leer la breve misiva.
Severus,
no soy un hombre de palabras.
"Por lo tanto, dado que la brevedad es el alma del ingenio,
y el aburrimiento de las extremidades y el exterior florece,
seré breve. '
Por favor, acepte este regalo que espero sea
de gran utilidad en sus estudios posteriores.
También deseo hacerte saber que la parte más atractiva
de ti es, en mi admiración, tu aguda inteligencia.
~ L.
Severus sonrió burlonamente por el inteligente uso de la cita de Shakespeare, antes de regresar su atención al regalo.
Con las manos temblorosas, arrancó el papel y el arco y miró el libro que se le habÃa revelado.
Cien venenos y cómo prepararlos la portada declaró, las palabras en relieve con oro en cuero negro liso. Era un libro muy, muy raro que apenas se habÃa atrevido a soñar con algún dÃa tal vez poder leer. Y aquà estaba; su propia copia.
Temblando de emoción, lo abrió y comenzó a leer.
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