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BUEN OMEGA por Alicia_Wesley

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Notas del capitulo:

Angelo y Leonel salen a dar un paseo comun por la ciudad.


Ser un omega no se los pone sencillo. 

—Mi cielo, ¿Ya estás listo? —Pregunta el rubito desde el pasillo, mientras tomaba la chaqueta y la bufanda del perchero de madera obscura. Sus ojos resaltaban con el tejido verde brillante, así que con gusto decidió colocárselo, por supuesto tratando de que la parte de atrás quedara un poco suelta para que la marca de vinculación quedara expuesta por la abertura metálica en forma de círculo que complementaba su collar negro de omega.

— ¡Ya voy papi, el Sr. Teddy quiere irse con su suéter de superman!

—Bien, pero procura que el Sr. Teddy no deje la ropa que ya tenía puesta regada en el suelo.

Un pequeño  “Oh…” se escucha desde la habitación que tenia la puerta entreabierta, y Ángelo sonrió divertido. Observa la pantalla de su teléfono, y nota como la hora había pasado tan lenta desde que su compañero había dejado su hogar para trabajar a unos cuantos kilómetros de su comunidad. Y aunque la tristeza por la obvia ausencia agitaba a su omega interno, una sonrisa enternecida brillo en su rostro al recordar como su esposo le había abrazado prometiéndole recompensarle las largas horas, separado de su familia, el próximo fin de semana.

Su vínculo se había tensado desde el momento en que se habían enterado de las nuevas medidas sanitarias. Se sorprendía al ver que el tiempo pasaba tan rápido como la brisa fresca, y es que ya hace una semana que Gerard había recibido aquella dichosa llamada por parte del Ministerio de Salud. Pero aunque su mente parecía una mezcla de malas ideas y pesadillas, Gerard siempre iba dos pasos adelante haciéndole reír y recordar porque aun amaba su vida cada vez que despertaba y descubría un nuevo día con su pequeño Leonel y su maravilloso compañero. Ángelo lo tenía muy claro; El gobierno, la sociedad, ni las personas más allegadas le harían cambiar de parecer. Amaba ser quien era, aunque fuese marginado por ello.

— ¡Papi, el Sr. Teddy y yo estamos listos!

Leonel salió de habitación con una mochila tal vez más grande que su propio cuerpo. El omega mayor prefirió no comentarle nada, sabía muy bien que a su hijo le encantaba llevar sus juguetes a donde sea que fuesen. Las hebras castañas estaban alborotadas, y aunque Ángelo le había peinado dejándole unos lindos rizos que rozaban sus hombros, este ya estaba hecho un pequeño nido de aves. El rubito solo suspiro.

¿Por qué tenía que parecerse tanto a su padre?

No le dio tiempo de dar respuesta a esa pregunta. Su hijo ya estaba justo al frente del con un oso de felpa entre sus brazos y una mirada aguda que decía claramente “Algo me molesta.”

—Papa—Dijo seriamente, o al menos lo más serio que podía lucir un niño de siete años con botas al estilo vaquero, una camiseta a cuadros que decía “I love dogs”, y una chaqueta negra parecida a la suya. —Dijiste que te vestirías igual que yo.

—Lo sé pequeño, pero mi camiseta a juego se mancho durante el almuerzo, ¿Recuerdas?

Leonel frunció los labios y aunque Ángelo creyó que haría una pataleta, este simplemente cruzo los brazos y frunció el ceño al mismo tiempo que ponía un pie más adelante que el otro. Su mirada era exagerada,  como si intentase imitar a su padre alfa cuando estaba enojado. Ángelo solo quería tomarle una foto y pasársela a Gerard.

— ¡No hay excusas, las promesas se cumplen papa! —Dijo con “autoridad”.

 

El motor del auto sonó cuando incrustó la llave dentro de la pequeña grieta justo al lado del volante. Sus ojos se posaron una vez más en el espejo retrovisor teniendo cuidado al salir del garaje, y tal y como tenía por costumbre; checo por última vez a su hijo sentado en el puesto de atrás. El cinturón de seguridad estaba bien abrochado, y su imaginación ya estaba en marcha mientras jugaba con sus juguetes sin siquiera notar la mirada de su padre.

Ángelo sonrió y bajo la mirada cambiando esa sonrisa por unos labios fruncidos. Intento alizar la camisa de cuadros debajo de su chaqueta, pero esta simplemente estaba demasiado arrugada como para lograr algo con sus intentos vagos. Pudiese soportar aquello, si tan solo no hubiese una mancha de salsa kétchup encima de la palabra “love”, la cual ya estaba borrándose por las constantes lavadas. El pequeño pillo le había convencido con un argumento no cuestionable. El siempre le inculcaba a su hijo el cumplir su palabra, y justo esa mañana le había prometido combinarse las camisetas porque este así lo había pedido.

—Papi, ¿Cuándo aprenderé a conducir? —La pregunta le saco de sus pensamientos, y enseguida hizo los cambios en la palanca para avanzar y salir de la residencia. Con el control a distancia cerro el portón.

—Cuando seas más grande, y tu padre te enseñe cariño. ¿Por qué la pregunta? Todavía faltan unos cuantos años para que eso pase, no puedes comértelos y ya. —Una pequeña risa aguda reboto de su retoño, y se sintió identificado con la frase “La risa de los niños es como música para mis oídos”.

—Mmm Papi, ¿Recuerdas a Jimmy, mi compañero de clases?

—Si, por supuesto. — “No me agrada” fue lo primero que pensó. Jimmy era un pequeño alfa que se pudiese comparar a una dolorosa migraña o a un grano en el culo. Simplemente fastidioso. Sin embargo, podía retribuir a aquellas cualidades egocéntricas y dominantes  a) Su género, b) La sociedad, cultura, etc. Y c) Su edad. Las madres del niño eran sumamente dulces, así que probablemente solo era un niño consentido con exceso de autoestima. —La última vez lo vi manejando su triciclo por nuestra calle. —Su triciclo era negro y con furiosas llamas en tonalidades rojas y naranjas. Si, definitivamente quería a ese niño alejado de su cachorro.

—El me dijo que los omegas no sabemos conducir. Yo le dije que tú manejabas como un corredor de carreras, pero todos se burlaron de mí. Entonces pensé, Tengo que aprender a manejar. Por eso quería que tú me enseñaras, no papa.

Ángelo bufo. Sabía que esa pequeña escoria solo era un pequeño gordinflón problemático. Pero ningún comedor de rosquillas le haría buliyng a su hijo, eso sí que no. Bueno, al menos podía notar que a Leonel le afectaba lo que Jimmy le decía tanto como los problemas políticos afectaban a los animales. Era indiferente en la mayoría de las veces. Sin embargo, esta vez sentía que era diferente. Probablemente por el hecho de que no solo se burlaron de su hijo, sino que también de él; su padre omega a quien tanto admiraba y veía como un modelo a seguir. Eso quería decir que no era buen momento para solo decir “No le hagas caso, eso no es verdad.” Tampoco llamar a la madre de Jimmy era un buen plan, era demasiado obtusa como para aceptar que su hijo es un dolor en el culo.

—Hijo, ¿Sabes qué? —El semáforo se encontraba en rojo, así que decidió mirar a su hijo para demostrarle y transmitirle seguridad y apoyo. —Tal vez no puedas aprender a conducir todavía, pero podemos decirle a papa para que vayamos al parque y aprendas a manejar tu bicicleta sin las ruedas de entrenamiento. ¿Qué te parece? —Los ojos color miel de su hijo se iluminaron como dos estrellas, asintiendo fervientemente mientras el Sr. Teddy era asfixiado contra el pequeño pecho. —Muy bien. Y otra cosa cariño, no es necesario que le demuestres nada a nadie. Solo lucha por ser el mejor en lo que te gusta, y siempre se tu mismo. ¿Me entiendes?

—Entonces sería como tu papi, tú eres genial. Eres el omega más bonito he increíble del muuuundo entero.

— ¿Si? Pues creo que tú eres mi competencia cachorro.

Y una vez mas lo confirmo; La sonrisa brillante de su hijo, mas sus hermosos mofletes sonrojados, eran lo más hermoso del mundo.

 

Con un suspiro de alivio había podido estacionar el auto en el estacionamiento del supermercado. Por ser omega le había detenido la policía unas cuantos veces durante el camino pidiéndole sus papeles, licencia, y principalmente su permiso firmado por su alfa para poder conducir incluso dentro de la localidad. Pensó que había dejado la carpeta con los documentos en casa, y por ello su piel se había erizado mientras un sudor frio emanaba de sus palmas, al final los había conseguido en la guantera del asiento trasero y eso le había hecho sentir un gran alivio.

La última vez que le detuvieron sin papeles había quedado en el sistema la advertencia de que si se le encontraba una vez más sin ellos, revocarían su “derecho” de conducir. Había esperado en la estación de policías por más de 14 horas soportando el acoso de los detenidos e incluso trabajadores que le hacían preguntas incomodas, sarcásticas, he incluso a veces algunos no respetaban su espacio personal y se acercaban demasiado asustándole terriblemente. Había aprendido la lección, y claramente no quería repetir la experiencia.

Cuando ingresaron al supermercado pudo sentir las miradas de algunas personas en el y su hijo. Por dicha razón tenía la mano más pequeña entre una de la suyas obligándole a estar siempre a su lado. Tomo un carrito para colocar los productos, y aunque quería regresarse para cambiarlo porque las ruedas estaban algo oxidadas y le dificultaban el movimiento, no tenía más opción que aguantarse y todo debido a que el vigilante que se encontraba en ese lado le había hecho sentir demasiado incomodo cuando no lo había dejado de observar depravadamente, sobretodo cuando obviamente se le había quedado mirando su trasero al salir casi corriendo de allí, mirando el suelo como si fuese lo más atractivo del planeta.

Respiro profundo cuando se había alejado de las miradas, negando mentalmente mientras el rubor que quemaba su rostro iba difuminándose. Los omegas eran un símbolo sexual muy fuerte, y no había mucho que pudiera hacer para evitar que personas con la mente llena de mierda estimulada por la televisión, libros, leyes, y sociedad, dejaran de acosar a las personas como él. Sabía que en parte pudo haberse evitado tal estrés yendo a un supermercado específicamente para omegas, sin embargo el más cercano estaba en el centro de la ciudad, y preferiría no alejarse demasiado de su comunidad.

Estuvo más tranquilo cuando su hijo ya estaba sentado en la parte delantera del carrito mientras movía sus piecitos en el aire y miraba las repisas llenas de diferentes productos, materiales, y alimentos. Tomo exclusivamente lo necesario recordando que se le había olvidado pedirle la tarjeta a su compañero, y solo cargada la suya con el dinero que el gobierno le daba a los omegas como una especie de pensión, subsidio, o “sueldo”.  No era mucho, pero le servía para pagar lo necesario.

Cuando estaba haciendo la fila para pagar se dio cuenta de que se le había olvidado tomar el queso y la leche, así que se salió de ella sin ningún remordimiento. No había muchas personas a esas horas de la mañana en el supermercado, sobretodo porque era día de entre semana. En la noche seria otra historia.

La parte de embustidos y lácteos estaba repleto de productos con marcas distintas, empezó a escoger entre tantas opciones buscando la que usualmente consumían su compañero y su hijo por cuestión de gustos. De pronto un pequeño jalón en su pantalón de jean le hizo cambiar su atención del jamón endiablado a una linda niña de ojos azules que le miraba entre preocupada y asustada. Sus rizos dorados caían por debajo de sus hombros y unos cuantos rastros de humedad manchaban sus tersas mejillas.

—Disculpe Señor… ¿Podría ayudarme? —Expreso con la voz temblorosa. Ángelo no pudo evitar que su parte omega y maternal hicieran que aquello le achicara el corazón. Su hijo también miraba a la niña con curiosidad, y tal vez algo de recelo.

—Por supuesto. ¿Dónde están tus padres, estas pérdida?

La pequeña asintió con los ojos húmedos y rojos. Se notaba que estaba muy asustada y llevaba tiempo buscando a su familia. Ángelo se inclino para estar a su altura y le sonrió con tranquilidad mientras dejaba que su aroma omega le tranquilizase. La niña olfateo encantada mientras asentía ahora más contenta y animada.

—No te preocupes, mi hijo y yo te ayudaremos a encontrar a tus padres.

Caminaron por los varios pasillos intentando buscar a la mujer de; “Camisa rosa y vaqueros negros” que había descrito la niña como su madre. El rubito calculo que su madre debía ser una beta por el olor neutro, sin embargo el padre debía ser claramente un alfa porque el aroma predominante era como sándalo y algo más que le parecía como picante y demasiado fuerte para su gusto. Gerard olía a menta y café, sus dos aromas favoritos.

Aunque intentase ubicar a la madre seguramente preocupada no había nadie que siquiera parecía en busca de su hija. Ni siquiera habían llamado a través del megáfono, había pensado que no sería necesario acudir a los vigilantes pero al parecer tendría que acudir a ellos.

La risa de los niños le tranquilizaba, decidió tomar unas cuantas latas de granos cocidos para luego proceder a ayudar a la pobre criatura.

— ¿Sabías que los peces se llaman así cuando están vivos, pero cuando nos los vamos a comer se les dice; “pescado”? —Dice Leonel con sus brazos cruzados y una mirada de superioridad bastante graciosa.

La pequeña rubia no oculto su sorpresa abriendo sus ojos azules como platos y su pequeña boca como una “o” de la impresión.

— ¿En serio?

— ¡Sí! Ósea que cuando comemos gallina en realidad es pollo cuando está muerto. —Ángelo quiso intervenir ante ese comentario, pero no quería arruinar la manera en que su pequeño retoño intentaba ligar o filtrear inocentemente con la niña risueña. —Y puedo decirte más. ¿Sabías que la comida china está hecha con carne de perro? —La niña chillo impactada, y Ángelo supo que ya era hora de inmiscuirse. No sabía de donde su hijo había escuchado semejantes mentiras, o tal vez sí, pero no quería aceptar que Gerard tuviese una boca muy grande y floja. Y aunque algo de eso pudiese ser verdad, no quería que ningún hombre de raza china les estuviese lanzando rayos láser con la mirada.

—Leonel, ¿Por qué no le hablas de historia a

— ¡Meyllin! —Exclamo una voz femenina. Ángelo no tuvo que buscar a la persona con la mirada, enseguida dicha mujer estaba al frente de el agarrando a la niña con preocupación y una aura de enojo. — ¿Cuántas veces tengo que decirte que no te acerques a los extraños? —La mujer iba a decir algo más, pero enseguida esta aparto la mirada de su hija para observar al hombre más bajo delante de ella. Sus ojos iguales a los de su hija estaban clavados en él, y un estremecimiento recorrió su cuerpo. Enseguida se tenso adelante de su hijo de manera instintiva. —Qué asco, y entre todos tenía que ser un omega.

Aquellas palabras rebotaron en su mente y cayeron en un barril sin fondo. Si tan solo le pagaran por cada vez que una mujer se expresaba hacia él con ese tipo de desprecio. Y por ello, no pudo evitar abrir la boca para responder con avidez.

— Discúlpeme Señora, pero aun siendo un “asqueroso omega” le doy la atención necesaria a mi hijo como para no perderlo de vista.

La mujer apretó los dientes con enojo, y hasta ese momento fue que Ángelo pudo notar que algunas personas iban pasando de largo sin dejar de mirarlos, mientras que otras iban murmurando acerca de ellos a la vez que descaradamente se detenían a ver que estaba sucediendo. De pronto un hombre más grande y fornido apareció al final del pasillo mirándoles a la vez que se acercaba con toda esa aura alfa que hizo que el omega se pusiera repentinamente nervioso. Cuanto le molestaba sus hormonas traicioneras.

— ¿Charlotte? —Pregunto con la voz grave. Ángelo trago saliva. —Meyllin, hija, te estábamos buscando por todas partes. No vuelvas a irte de esa manera. —La niña bajo la mirada con los ojos humedecidos y las manos entrelazadas. Su padre negó decepcionado, pero todo aquello se perdió en cuanto levanto la mirada para notar al hombre que no dejaba de mirarlos con aquel rostro de incomodidad.  — ¿Sucede algo, omega?

Esa voz le hacía querer arrodillarse, pero aunque sus articulaciones le picaban se mordió la lengua y dio un paso hacia atrás dispuesto a marcharse. No valía la pena empezar una pelea o discusión que sabia; no iba a ganar.

—No cariño, la zorra solo pensó que podía interesarme lo que dijera. Menos mal que halle a Meyllin, nuestra hija estaba con esta cosa.

Ante aquello el hombre se enfureció como si hubiesen encendido con una chispa una fogata entera. Sus ojos se volvieron rojos y Ángelo se planto como raíz donde estaba sin poder pensar en huir. Su omega interior solo repetía una y otra vez “obedece, escucha, se un buen omega”.  Había escuchado de como algunos omegas habían aprendido a ser inmunes a algunas voces de mando, posiciones dominantes, u olores, sin embargo esos omegas eran tachados como “defectuosos” y terminaban siendo “reparados”. Ángelo seguía siendo un omega “normal”. Uno débil.

—No te vuelvas a acercar a mi hija. —Escupió. Enseguida el omega retrocedió acatando la orden sin dudar. Aunque por fuera su rostro se mantuviera inexpresivo, por dentro solo quería llamar a su alfa para ocultarse entre sus brazos y proteger a su niño entre ellos también. —Ahora, pídele disculpas a mi esposa.

Su cuerpo se encorvo y sus manos apretaron su pantalón negro tan fuerte que podía sentir sus uñas clavándose en sus muslos. Abrió su boca que repentinamente se sentía seca he intento sacar las palabras de su garganta que también empezó a tener esa sensación de ardor e irritación como si hubiese gritado demasiado fuerte. Era un omega, tenía que obedecer, era un omega, tenía que acatar órdenes, era un omega, tenía que ser bueno.

Ser un buen omega.

—Lo lamen

No pudo terminar. La voz chillona de su hijo le interrumpió diciendo;  — ¡Deja a mi papa, eres un hombre malo! —Su boca se frunció, y sus pequeños dientes se mostraron cuando soltó un gruñido bajo que pudiese compararse al de un gato de meses. — ¡Cabeza de nudo!

Las personas a su alrededor comenzaron a murmurar más fuerte, y Ángelo no tuvo la oportunidad de decir algo más ahora que salía del trance, pues un vigilante con uniforme azul se puso en el medio separándole del alfa que miraba ahora a su hijo con una expresión de indignación.

—Por favor Señores, despejen el área. No queremos tener ningún inconveniente, así que por favor acaten las normas. —Las personas se alejaron con rostros disgustados, el rubito escucho a lo lejos comentarios como “Ese omega no le ha enseñado modales a su hijo” “He escuchado que cuando se emparejan con betas son más rebeldes”  e incluso “A los de su género no deberían dejarlos salir solos. Estorban y causan alboroto.”

No obstante, deja de concentrarse en los susurros cuando el alfa se aleja con su esposa refunfuñando y expresando cosas despectivas que simplemente no quería procesar. Ya era suficiente con la presión que sentía del vigilante con mirada entre disgustada y estresada.

— ¿Todo bien? —Pregunto con algo de simpatía y Ángelo no sabía que era peor, el odio o la lástima.

—Sí. Muchas gracias.

—Si alguien más le molesta no dude en buscarme. Estaré trabajando en el área domestica.

Ángelo asintió algo ido y desconcentrado. El hombre se alejo del pasillo y aunque pasaron segundos que bien podían haber sido minutos que pasaron rápidamente, aun sentía como sus pies estaban firmemente asidos al suelo. En el fondo pudo escuchar la voz armoniosa de su hijo quien le llamaba preocupado, pero en su mente solo podía escuchar el palpitar rápido de su corazón mientras que el efecto piel de gallina iba desapareciendo.

No se sentía herido emocionalmente o al menos eso creía, ya debía estar acostumbrado a los tratos despectivos, pero aun así no podía superar fácilmente lo débil que quedaba su cuerpo al estar bajo el control de un alfa aunque sea por pocos segundos. Respira profundo y cierra sus ojos por un momento intentando pensar en las cosas que le hacían feliz, en las personas que le amaban y en la razón por la que seguía aguantando.

Unas pequeñas manitas le jalaron el cabello y aquello le hizo recordar que no estaba solo, que no podía quedarse en su minúscula burbuja lamentándose de lo que sucedía a su alrededor. Su hijo estaba asustado, estaba temblando, pero quería consolarlo. Aquello le conmovió y achico el corazón.

—Papi, no llores papi—Leonel intento acariciarle la mejilla, aunque al final le había lastimado con sus uñas torpemente. ¿Estaba llorando? Se pregunto Ángelo. Llevo su mano a uno de sus ojos y la humedad le sorprendió, no se había dado cuenta de que algunas lagrimas se habían escapado sin siquiera darle la oportunidad de detenerlas. — ¿Escuchaste eso papi? La Señora mala dijo que eras como un zorro. Los zorros son astutos, no te pongas triste por favor…

Ángelo soltó una risa ronca. Su hijo era tan inocente pero a la vez tan positivo, ¿Qué sería de su vida sin su familia?

—Ay Leonel, porque tienes que ser tan dulce… Soy tan afortunado de tenerte cariño—Leonel sonrió repentinamente feliz. Su padre ahora estaba alegre, y todo gracias a él. Ya quería contárselo a su padre, quería decirle que había sido como los héroes de las películas y que había hecho reír a su papa tal y como él lo hacía todo el tiempo. — ¿Sabes qué? Tienes razón. Somos zorros—Dijo gruñendo cómicamente. Sus labios empezaron a estampar besos fugaces en el rostro de su pequeño retoño y por ello Leonel reía divertido.

— Papa, ¿los zorros comen galletas? —Pregunto inocentemente. Ángelo puso una pose pensativa mientras meditaba  y sonreía sin dejar de mirarle. Leonel parecía ansioso.

—Mmmm… Si, por supuesto. También les gusta mezclar las galletas con helado. Qué dices pequeño zorro; ¿Compramos helado y galletas?

— ¡Sí!

 

Al finalizar las compras y obtener la ayuda de un amable hombre mayor que les colaboro llevando las bolsas hacia el auto, aprovecharon de pasar por el parque para alimentar a las palomas con maíz inflado. Leonel dejo de correr alrededor del parque cuando ya iba por la decimoctavo vuelta y Ángelo tuvo que detenerlo antes de que sus energías le abandonaran por completo, fácilmente logro que siguiera jugando más tranquilo en la caja de arena. Podía observarle interactuar con otros niños fácilmente, y es que a él siempre se le hacía fácil hacer amigos y hablar con las personas tal y como lo era para Gerard.  

—Qué casualidad, Ángelo Thompson se encuentra en mi segunda casa. —La voz masculina le llama la atención, y aun sin haber observado al recién llegado, pudo sin ningún problema definir quién era la persona que le hablaba.

—Gabriel, ¿Cómo has estado? —Dijo a modo de saludo. El hombre de hebras negras sonrió tranquilamente y se sentó a su lado en el banco de madera clara, nunca respondió a su pregunta. Ángelo noto como su cabello obscuro se mecía con el viento y la camiseta deportiva, unas tallas más grandes, se movía al compás de la brisa.

—Leonel está creciendo. Lo veo más alto que la última vez.

—Sí, ya está madurando también. Aunque sigue siendo una pequeña caja de sorpresas.

Gabriel sonrió ante aquello y algo en su mirada hizo que algo en Ángelo, como un pequeño vacio, molestara su estomago. Un silencio cómodo mermo entre ellos mientras veían a los niños reír y jugar en el parque, y aquello le hizo preguntarse muchas cosas. No sabía mucho acerca del hombre junto a él, ni siquiera había visto a sus hijos jamás, aunque este siempre le contara sus anécdotas y experiencias. De todas maneras, aun si intentara preguntar, nunca le daría una respuesta. Así era él, reservado y de alguna manera ciertamente misterioso.

—Ayer traje a mis hijos. —Dijo sin mirarle. Ángelo sonrió y le observo aunque no estuviera recibiendo la misma atención. —Si hubieses estado aquí, seguramente Leonel hubiera quedado fascinado. Noto que le gusta hacer amigos.

—No había manera de que lo supiera, ni siquiera tienes teléfono para avisarme. ¿Qué clase de amigo eres?

Gabriel soltó una risa ronca y le miro con esos agudos y fríos ojos grises.

No dijo nada, pero Ángelo sabia la respuesta. “Mi alfa es demasiado controlador como para dejarme tener uno”. Al menos, eso fue lo que le había dicho cuando le había expuesto aquella duda.

—Me halaga que me llames amigo. —Dijo de pronto el de cabellos negros. Ángelo se sorprendió obviamente ante ese comentario y la mirada inquisidora de Gabriel le indico claramente que él se había dado cuenta de su impresión. Enseguida sus mejillas hirvieron de la vergüenza.  — ¿Cuánto tiempo ha pasado? ¿Dos, tres años?

—Dos años. —Hace dos años se habían conocido en este mismo parque. Gabriel solo se sentaba como era su costumbre disfrutando de la brisa fresca y el movimiento de los arboles mientras de fondo se oía la risa y los balbuceos de los niños que jugaban. Un día Ángelo se sentó a su lado y comenzaron a hablar de las amapolas, enseguida se dieron cuenta de que ambas personalidades eran muy diferentes. —Recuerdo que cuando nos conocimos hablabas muy poco, a veces solo decías dos líneas.

—Tú nunca te callabas. “Mi alfa me dijo esto” “Mi hijo me dio aquello” “Mi casa esta echa un desastre”.  A veces solo quería que te sacaran del parque. Es decir, ¿Qué eres? ¿El prototipo de madre perfecta?

—Si no te conociera me sintiera ofendido.

Ambos rieron y el viento se volvió más rudo haciendo que las ramas de los arboles se mecieran con fuerza. Por un momento, se sintió tan bien. Como en casa. Ángelo odiaba salir de su hogar, pero cuando estaba con personas que le agradaban era como si estuviese en otro planeta.

—Algún día deberías conocer a mi compañero. Estoy seguro de que te caería muy bien. —Gabriel detuvo las risas y Ángelo se incomodo. La tensión se volvió extrañamente punzante en el aire. El pelinegro se levanta del asiento y el rubito se confunde ante tal exagerada reacción. —Oye, está bien. No volveré a sacar el tema.

—No, no es eso. —Le corrige seriamente. Ángelo le ve tomar su bolso mientras no deja de ver un punto en específico. —Debo irme.

El rubito sigue su mirada y se da cuenta de que cae justo en una camioneta negra estacionada en las afueras del parque. Los vidrios se encontraban polarizados, pero por un momento el vidrio de adelante se baja automáticamente mostrando el rostro de un hombre al cual no puede distinguir muy bien. Solamente puede notar que los gestos de su rostro no son los más alegres o amistosos.

Ángelo hace un gesto con la mano para despedirse y continúa diciendo; —Nos vemos la semana que viene—Sin embargo, Gabriel no responde, y no necesariamente porque ya estaba alejándose entre los árboles y la brisa fresca del parque.  

 

La música en la radio era lo suficientemente buena como para hacer que Leonel bailara y se retorciera desde el asiento de atrás aunque había gastado la mayor parte de sus energías en el parque. Su rostro tenía manchas de tierra y barro que una simple toalla de sudor no pudo eliminar, así que le esperaba un baño rigoroso en cuanto llegaran a casa. Ángelo sonrió divertido mirándole desde el retrovisor, definitivamente los niños eran como baterías recargables, tan solo algo de descanso y ya podían brincar y saltar de un lado a otro.

Su teléfono comenzó a sonar con la típica música instrumental que tanto le encantaba escuchar a la hora de pintar en lienzo y aunque quería seguir oyéndola sabía que era momento de contestar, sobretodo porque el semáforo estaba en rojo y aun faltaba un minuto para que cambiara de color.

—Gerard—Dijo a modo de saludo. Su voz era melosa y suave cuando hablaba con él, y era como si se hubiese encendido un interruptor dentro de el que le incitaba a estar contento y alegre. Leonel expreso un “¡Papa!” y luego continuo jugando con el Sr Teddy mientras quedaba impresionado con el auto que tenían a un lado de color amarillo con estampado de bolas de fuego.

¿Cómo va todo cariño? Estuve esperando que me escribieras, pero supuse que se te había olvidado.

—Perdón, si, se me había olvidado… —Con la situación en el supermercado y luego la charla con Gabriel se le había pasado el tiempo tan rápido que llamar a su compañero para decirle que todo estaba bien fue netamente dejado de lado. Ni siquiera había recordado que también tenían que pasar por la escuela de Leonel para preguntar los requisitos para la inscripción del nuevo año escolar. —A veces soy demasiado torpe. Lo siento…

No, no eres torpe. Eres increíble, así que no te preocupes. Solo recuerda escribirme cuando llegues a casa, a veces me preocupo demasiado. ¿De acuerdo?

Ángelo se mordió el labio inferior y soltó una risilla al recordar ciertos momentos en los cuales Gerard había demostrado ese punto. Si paranoico fuese un apellido, el lo llevaría con orgullo.

—Ya te lo he dicho, tienes una imaginación muy creativa, eso es todo.

Ja, ja, ja. ¿Pero sabes qué? Tienes razón. Tengo una imaginación muy vivida, tal vez en este momento te este imaginando en la oficina de la agencia, inclinándote en el escrito mientras te jodo con mi

—Gerard—Susurro como si dijese un secreto, y su rostro se volvió escarlata. —Leonel esta aquí.

El no puede escucharme. Aunque ya es momento de explicarle de donde vienen los niños.

Ángelo gimió indignado y la risa de Gerard exploto a través de la línea.

Está bien bebe. Voy a dejarte porque tengo que terminar unas cuantas cosas aquí, pero por favor, en cuanto llegues a casa déjame un mensaje. Y otra cosa, te deje el baby doll que usaste la última vez encima de la cama. Quiero que lo que he estado imaginando se vuelva realidad.

Ángelo jadeo al escuchar aquella voz tan grave pronunciar aquella idea tan excitante. Si él era una tabla de interruptores, definitivamente su compañero sabia cual mover para hacer que se sintiera especial y amado. Se removió en su asiento cuando empezó a gotear mancha ante la idea, y su corazón palpito con fuerza.

—Si alfa—Susurro entusiasmado por sentir esas manos grandes y ásperas contra su piel. Un estremecimiento recorrió su cuerpo y se mordió el labio para retener el maullido que quería escapar de su garganta. Ya había pasado más de una semana desde que habían pasado de besos y toques esporádicos, su omega interior se desesperaba por sentir ese pulso de pasión que le hacía humedecerse como loco, sobretodo cuando su calor estaba a dos semanas de distancia. No podía negar que al ser un omega era sumamente sexual, pero al contrario de lo que las personas decían, no se sentiría bien ser tocado por cualquiera. Solamente se sentiría satisfecho con su pareja vinculada.

—Papa, ¿Qué es todo eso?

— ¿De qué estás hablando cariño?

—De la policía papi.

— ¿De la policí—Se detuvo. Sus ojos se posaron en la entrada de su urbanización viendo como fuera de ella había autos de la policía. Sin embargo, no era lo único que le llamaba la atención. También había camiones de transporte con personas adentro, ambulancias, y algunos paramédicos. Incluso noto como algunas personas con batas blancas caminaban por la calle hablando con las personas, o anotando algunos datos en sus libretas.

Era el ministerio de Salud.

Sus ojos se abrieron como platos y detuvo el auto de golpe escuchando el sonido de las pastillas de los frenos chirriar agudamente al igual que el grito de su hijo. No sabía si alguien le había visto, o si la policía se le acercaría para amonestarle, solo podía concentrarse en el latido de su corazón y el temblor de sus manos en el volante.

Notas finales:

Gracias por sus comentarios! 


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